Reino Unido canceló misión de ataque al portaaviones argentino ARA '25 de Mayo' en 1982, a última hora
La sangre en el ojo de la Armada Real por el ataque al HMS Invincible
Poder Naval (con modificaciones propias)
Bucaneer con misiles Martel
El
8 de junio de 1982, durante la Guerra de las Malvinas, en un cambio de
último minuto, el Reino Unido canceló una misión planeada para atacar al
portaaviones argentino ARA 25 de Mayo
en el puerto. La operación implicaría dos aviones de ataque Buccaneer de la RAF, guiados por un avión Nimrod y reabastecidos de combustible
por aviones cisterna Victor desde la Isla Ascensión, utilizando misiles Martel AJ-168 y ocho bombas de 1.000 libras.
Durante
una visita a los Archivos Nacionales del Reino Unido, la “rata de biblioteca” Chris Gibson descubrió una serie de documentos intrigantes
enterrados en una carpeta aparentemente inocua sobre el reabastecimiento
de combustible aéreo durante el conflicto de las Malvinas. El primero
detallaba el uso potencial de los Buccaneers de la RAF para llevar a cabo un
atrevido ataque contra el activo naval más importante de Argentina en su
puerto base.
Según el escritor Chris Gibson la misión del Buccaneer era «degradar la capacidad de combate de los principales buques de la Armada Argentina (ARA) que operaban dentro del límite de las 12 millas náuticas». Y sin duda el objetivo de mayor valor del ARA era el portaaviones '25 de Mayo'.
El
portaaviones ARA 25 de Mayo en Puerto Belgrano, en 1979. Al fondo, el
crucero ARA General Belgrano y una corbeta A69. Foto: Marina de los EE.
UU.
El
plan detallado requería destruir el radar del portaaviones a distancia,
luego avanzar y dejarlo inoperativo, antes de que los Buccaneers se
dirigieran a Chile. Chile iba a actuar como cobijo a estos atacantes exponiendo su participación activa en el conflicto. Aunque la viabilidad y necesidad de tal misión eran
cuestionables, el ataque habría representado una importante victoria
moral para el Reino Unido.
La localización del "25 de Mayo"
Los Buccaneers habrían recibido información sobre la ubicación del Veinticinco de Mayo (fecha en la que comenzó la revolución argentina de 1810) a partir de un avión de patrulla de largo alcance Nimrod de la Royal Air Force. A su vez, la tripulación del Nimrod obtendría una estimación del área de búsqueda a partir de «inteligencia colateral».
Según documentos recientemente desclasificados, la fuente de la «inteligencia colateral» que habría proporcionado los datos del área de búsqueda necesarios para que el Nimrod encontrara al portaaviones (y dirigiera el ataque de los Buccaneers) habría sido el satélite de inteligencia electrónica estadounidense ultrasecreto llamado FARRAH.
A partir de las emisiones del radar de vigilancia aérea Hollandse Signaalapparaten LW-01 con el que estaba equipado el buque, interceptadas por el satélite FARRAH, se pudo determinar que se encontraba operando en la zona de Puerto Belgrano.
Con la información del área general de operaciones del portaaviones, sería el turno del Hawker Siddeley Nimrod de aproximarse a la zona (luego de algunos reabastecimientos en vuelo) y encontrar y determinar su ubicación y rumbo precisos, para transmitir esa información al paquete de ataque.
El ataque lo llevarían a cabo los Blackburn Buccaneers, que habrían estado armados con dos misiles antibuque Martel AJ.168 TV guiados por TV en los pilones de las alas como armas principales. También habrían llevado cuatro bombas de 454 kilogramos en el compartimento de armas. Los aviones habrían lanzado un TV-Martel cada uno, manteniendo el segundo como reserva por si tuvieran que realizar un segundo ataque, y las bombas en reserva por si los misiles fallaban.
Sin
embargo, en el último momento, las autoridades británicas decidieron
que la misión no era necesaria y optaron por cancelar el ataque
planeado. La decisión reflejó un cambio estratégico, quizás influido por
consideraciones políticas y militares, que evitó una mayor escalada del
conflicto.
¿Para qué, por qué, en serio?
Analicemos este escenario. Existen falencias de planificación y, por sobre todo, de interés militar y temporalidad en el objetivo:
En primer lugar, es interesante notar que esta supuesta "misión", de la que habría que confirmar su existencia real mas allá de los dichos de este investigador, se produce luego del 30 de mayo. En esa fecha, efectivamente los aviones argentinos (A-4C de la Fuerza Aérea Argentina y AMD Super Etendard del Comando de Aviación Naval) habían golpeado al HMS Invincible.
En segundo lugar, desde el 4 de Mayo el portaaviones se hallaba amarrado en la Base Naval Puerto Belgrano debido a la amenaza submarina de los SSN británicos. Es decir, el portaaviones no representaba amenaza alguna a la Marina Real.
Por otra parte, la principal amenaza para los Bucanners no serían los A-4Q Skyhawk dado que se encontraban desplegados en la Patagonia. El principal problema de este ataque serían los Tipo 42 (ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad) que poseían misiles antiaéreos Sea Dart con 40 km de alcance.
Detectar el radar del 25 de Mayo para dirigir un ataque con Martel guiados por TV se debía principalmente a que la Royal Navy no poseían AM39 Exocet de lanzamiento aéreo, como los usados por el Super Etendard, y necesitarían impactar un blanco muy específico en un aérea muy protegido esquivando blancos no prioritarios. La principal amenaza que enfrentarían hubiesen sido los dos Tipo 42 mencionados.
Finalmente, suena más a un plan completamente teórico, muy lejos de cualquier implementación seria, pero probablemente sea un reconocimiento indirecto de la espina clavada en el orgullo de la Marina Real por el ataque "real" (aunque tercamente no reconocido) al HMS Invincible. Esta misión es probablemente otra evidencia circunstancial que confirma el ataque a ese buque ¿Cómo podía ser que los argentinos golpearan al HMS Invincible y esa armada latinoamericana saliera impune?
Sobre el misil Martel
El
Martel era un misil antirradiación (ARM) anglo-francés. El nombre
Martel es una contracción de Missile, Anti-Radiation, Television, en
referencia a las opciones de orientación. Existen dos variantes, el
guiado por radar pasivo (AS 37) y el guiado por vídeo (AJ 168).
Los
aviones que utilizaron estos misiles fueron el Blackburn Buccaneer
(hasta tres TV o cuatro variantes ARM), el SEPECAT Jaguar (dos), el
Mirage III/F1 (uno o dos) y el Hawker Siddeley Nimrod (al menos uno). El
Martel era muy adecuado para ataques antibuque con su pesada ojiva de
largo alcance.
En
ese momento, no existía ningún misil pequeño guiado por radar como el
AGM-84 Harpoon con radar activo, por lo que la única solución viable era
un sensor TV o ARM. Tenía un alcance relativamente largo (60 km), una
gran carga útil y una velocidad subsónica.
Fue
posible adaptar el Martel ARM para usarlo contra radares de diferentes
longitudes de onda. Fue una mejora en comparación con los primeros
misiles ARM estándar, que solo tenían un sensor de banda estrecha. Pero
el sensor ARM sólo se podía seleccionar en tierra, no en vuelo, por lo
que antes del despegue era necesario saber qué tipo de radar debía
atacarse.
El
Reino Unido utilizó ambos tipos, los franceses sólo la variante
equipada con radar. El Martel fue construido por Hawker-Siddeley en el
Reino Unido y Matra en Francia.
Santa Cruz – Del 24 al 28 de octubre, oficiales pertenecientes a la Fuerza de Infantería de Marina Austral (FAIA) participaron en el planeamiento y posterior comprobación en el terreno de lo planificado conjuntamente con los oficiales pertenecientes a la Brigada XI «Brigadier General Juan Manuel de Rosas» del Ejército Argentino, en el marco del ejercicio “Tormenta Fueguina II”.
Dicha participación se dio por invitación del Comandante de la Brigada Mecanizada XI, Coronel Mayor Gustavo Adrián Sivori, como parte de la comprobación de planes vigentes y el fortalecimiento de las operaciones conjuntas entre las Fuerzas Armadas.
Durante la ejercitación, los participantes realizaron actividades conjuntas de planeamiento junto a los Jefes y Planas Mayores de los Regimientos de Infantería Mecanizado N° 24 y N° 35, el Regimiento de Caballería Blindado N° 11, el Batallón de Ingenieros Mecanizado N°11, el Grupo de Artillería Blindado N°11 y el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado N° 11; todos enfocados en la protección y defensa de los puntos estratégicos de la región.
En este contexto se buscó, además de entrenar la visión táctica, comprobando que las maniobras planificadas en la carta se correspondan con el terreno, promover la cohesión, cooperación y coordinación entre las unidades navales y terrestres.
La Armada Argentina expuso la complejidad de la planificación y ejecución de una operación de incursión anfibia sobre la playa La Mina, en cercanías de la ciudad de San Julián, desde el punto de vista de una Fuerza de Tareas Anfibias y la Fuerza de Desembarco.
Como uno de los aspectos a ver especialmente y dentro de los objetivos de la excursión, los oficiales fueron distribuidos e integrados en las Unidades del Ejército participantes, donde pudieron adquirir e intercambiar experiencias en el terreno.
Para la Fuerza de Infantería de Marina Austral, la ejercitación realizada con la Brigada Mecanizada XI del Ejército Argentino constituyó un hecho fundamental para mantener el vínculo de camaradería y profesionalismo ya existente, entre los miembros de ambas Fuerzas.
El Comandante del Para 3 Teniente Coronel Hew Pike luego de sus órdenes el 10 de junio. Junto a Robert Fox de la BBC con un modelo aproximado de la zona. La cinta blanca es la línea de partida. Lo que se ve es una representación (+/-) de Monte Longdon, a grueso modo una guía para los jefes de cada compañía con sus respectivos objetivos. A diferencia de la creencia generalizada la gran mayoría de la información que disponían sobre el dispositivo argentino provenía de la observación directa (SAS, Compañia Exploración, etc). Eventos tales como el Combate de puente Murrel o detección de radar en dias previos al 11 de junio, son indicadores que materializan esa exploración para obtener información.
Análisis de la preparación de las Fuerzas Armadas de Chile (1960-1978)
El período comprendido entre 1960 y 1978 fue una época crucial para las fuerzas armadas chilenas, marcada por importantes acontecimientos políticos y militares. Este ensayo examina la preparación del ejército de Chile antes del conflicto de Beagle en 1978, centrándose en el gasto militar, la inversión en equipos e infraestructura, la moral de las tropas, el entrenamiento de reclutas, las capacidades de movilización y una evaluación del Orden de Batalla (ORBAT) en comparación con las fuerzas argentinas.
Gastos militares
El gasto militar de Chile durante este período estuvo influenciado por una serie de factores internos y externos. La década de 1960 vio un gasto moderado debido a limitaciones económicas y prioridades políticas centradas en el desarrollo social bajo las administraciones del presidente Jorge Alessandri y el presidente Eduardo Frei Montalva. Sin embargo, el panorama geopolítico de América del Sur, incluidas las tensiones fronterizas con Argentina y Bolivia, requirió una inversión básica en defensa. Recordemos que para la década de los 1960 Chile registraba niveles de pobreza "africana" en la población, producto de las malas administraciones democráticas. Esos pobres inundarían las villas miseria argentinas durante finales de los 1970 y principios de los 1980.
El golpe militar de 1973, que llevó al poder al general Augusto Pinochet, marcó un punto de inflexión en el gasto militar. El régimen de Pinochet dio prioridad a la fuerza militar para consolidar el poder a nivel interno y prepararse para posibles conflictos externos. El gasto militar aumentó significativamente, alcanzando aproximadamente el 4% del PIB a mediados de los años setenta. Este aumento del gasto tenía como objetivo modernizar las fuerzas armadas y garantizar la preparación para cualquier disputa territorial, como el inminente conflicto con Argentina por el Canal de Beagle.
Inversión en equipamiento e infraestructura
El ejército chileno llevó a cabo importantes esfuerzos de modernización entre 1960 y 1978, centrándose en actualizar equipos y mejorar la infraestructura. El Ejército de Chile invirtió en nuevo armamento y vehículos, pasando de equipos obsoletos de la Segunda Guerra Mundial a armas más modernas. Este período vio la adquisición de tanques AMX-30 de Francia, vehículos blindados de transporte de personal M113 estadounidenses y varios sistemas de artillería, mejorando la potencia de fuego y la movilidad del ejército. Durante este período también se vivió la humillación de la fallida compra de cazatanques SK-105 Kurassier austríacos, frustrada por la inteligencia argentina en uno de los casos históricos más notables de desarmar al enemigo utilizando el material adquirido para atacarte. Los SK-105 fueron originalmente pagados por el Ejército de Chile (ECh) y luego recomprados por el Ejército Argentino (EA) a un precio mayor, invirtiendo como nunca en su propia supervivencia: esos cañones de 105mm que iban a abatir los Sherman argentinos ahora apuntaban a sus dueños iniciales.
La Fuerza Aérea de Chile (FACh) también priorizó la modernización, adquiriendo aviones avanzados como el Hawker Hunter y el F-5E del Reino Unido y USA, respectivamente. Para ejemplificar la pobreza extrema de recursos que detentaba el poder militar chileno podemos analizar la Operación Atlante de 1974. En ella se trasladó seis cazas Hawker Hunter desde el Reino Unido hacia Chile, marcando un supuesto hito por ser la primera vez que un avión monomotor a reacción cruzó el Atlántico sin reabastecimiento en vuelo. Se cubrieron 13,577 km en once etapas, destacando el tramo de 1985 km entre la isla de Ascensión y Recife, Brasil. Este evento permitió a los 500 habitantes de la isla presenciar el primer aterrizaje de un reactor monomotor. El riesgo potencial de accidente o directamente de perder toda esa escuadrilla en un impredecible cambio climático en el Oceáno Atlántico es completamente irresponsable, cercano al infantilismo. Sin embargo, este evento es anotado en el historial de la FACh como una épica cuando simplemente no se tenía presupuesto para embarcarlos y derivarlos sin riesgo alguno para las tripulaciones hacia su destino final. Ese era el nivel de la FACh que esperaba ser destrozada por la FAA en un potencial conflicto tal como lo sugeriría Matthei treinta años después. Posteriormente en los 80s llegarían los Mirage 50 de Francia, los que fueron adquiridos también con sobreprecio debido a las sanciones internacionales. Estas adquisiciones tenían como objetivo establecer la superioridad aérea y proporcionar un apoyo eficaz para las operaciones terrestres. La Armada también recibió importantes inversiones, incluida la adquisición de submarinos, fragatas y sistemas de misiles, que fueron cruciales para mantener el control marítimo en la disputada región del Canal de Beagle.
Las inversiones en infraestructura incluyeron la construcción de nuevas bases, la mejora de las instalaciones existentes y el desarrollo de redes logísticas para apoyar el rápido despliegue y el mantenimiento de operaciones militares. Estas mejoras fueron cruciales para mantener un estado de preparación y garantizar que las fuerzas armadas pudieran responder eficazmente a cualquier amenaza.
En la Armada de Chile, particularmente el astillero Asmar en Talcahuano, se preparó para un posible conflicto. La reparación y reacondicionamiento de buques, afectados por restricciones de importaciones militares impuestas por EE.UU. bajo la Enmienda Kennedy, fueron esenciales. La narración incluye anécdotas de la interacción con altos mandos y la innovación de ingenieros y técnicos para superar las limitaciones y preparar la flota naval chilena en una época de pésimos presupuestos de defensa. La colaboración con la industria nacional y el ingenio para mantener y mejorar la capacidad militar de Chile subraya la importancia del esfuerzo colectivo en tiempos de tensión.
Durante la década de 1960, la Armada de Chile adquirió varios buques y submarinos que reforzaron significativamente su capacidad naval. Entre ellos se incluyeron dos destructores de la Clase Almirante del Reino Unido, dos submarinos de la Clase Fleet, dos destructores de la Clase Fletcher y cuatro destructores escolta tipo APD de los Estados Unidos.
A partir de 1954, la Aviación Naval chilena experimentó un renacimiento, operando activamente con helicópteros en misiones de guerra antisubmarina, exploración y rescate. Esta integración de la aviación con las unidades de superficie marcó un avance importante en las capacidades operativas de la Armada.
Un hito destacado de esta década fue la incorporación de sistemas de misiles antiaéreos en los destructores de la Clase Almirante. En 1962, en el Arsenal Naval de Talcahuano, se les instalaron montajes cuádruples para lanzar misiles SAM Sea Cat de fabricación británica, convirtiendo a Chile en la primera nación latinoamericana en equipar sus buques con misiles.
En la década de 1970, la flota chilena incluía dos cruceros de la clase Brooklyn y dos destructores de la clase Almirante, con la adición ocasional de destructores APD. En 1974, llegaron desde Estados Unidos dos destructores de la clase Sumner. Además, Chile adquirió el crucero “Latorre” de Suecia, consolidando una flota poderosa y diversificada.
El uso de misiles en tácticas navales adquirió relevancia global en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, cuando una lancha rápida egipcia hundió un destructor israelí con misiles de largo alcance. Esto impulsó a Chile a equipar sus naves con misiles franceses MBDA Exocet MM-38, asegurando su competitividad tecnológica.
Durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, se encargó a astilleros británicos la construcción de dos fragatas de la clase Leander y la modernización de los destructores de la clase Almirante. Entre 1968 y 1970, estos barcos fueron equipados con lanzadores de misiles Exocet MM-38 y modernos sistemas de detección submarina. Estos avances tecnológicos exigieron una capacitación intensiva del personal naval en electrónica y sistemas digitales, mejorando así la competencia y preparación de la Armada.
El 11 de septiembre de 1973, la Armada de Chile, junto con las otras ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros, participó en el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende. El Almirante José Toribio Merino se integró a la Junta Militar de Gobierno que se formó.
A mediados de la década de 1970, la situación con los países vecinos empeoró, especialmente con Argentina debido al Conflicto del Beagle. La Armada, al mando del Vicealmirante Raúl López Silva, movilizó la flota a la zona del Cabo de Hornos y desplegó a la Infantería de Marina en las Islas Picton, Lennox y Nueva para contrarrestar la Operación Soberanía de la Flota del Mar Argentina. Interesante cómo una flota cuyo principal buque era un crucero ligero de la SGM sin capacidad submarina efectiva podría derrotar a otra flota con portaaviones y capacidad submarina completa.
Durante este período, Chile adquirió aviones de exploración marítima Embraer P-111 de Brasil y helicópteros Alouette de Francia, fortaleciendo así su capacidad de vigilancia y defensa marítima. Estos equipos y las nuevas adquisiciones reforzaron significativamente la capacidad operativa y de respuesta de la Armada de Chile frente a posibles amenazas regionales.
Moral y preparación de las tropas
La moral de las tropas es un factor crítico en la efectividad militar, y durante el período previo al conflicto de Beagle, las fuerzas armadas chilenas enfrentaron desafíos y oportunidades en este sentido. El golpe militar de 1973 tuvo un profundo impacto en la moral y la estructura de las fuerzas armadas. La purga de los supuestos opositores políticos y el establecimiento de un gobierno militar condujeron a un ejército más políticamente alineado e ideológicamente unificado. Sin embargo, la naturaleza represiva del régimen también generó miedo y desconfianza dentro de las filas.
A pesar de estos desafíos internos, el enfoque en el profesionalismo y la capacitación mejoró la moral general. El gobierno militar invirtió fuertemente en programas de capacitación, tanto a nivel nacional como a través de asociaciones internacionales. Los oficiales chilenos recibieron capacitación en Estados Unidos y Europa, aportando conocimientos y experiencia valiosos para mejorar los programas de capacitación nacionales. Este énfasis en el profesionalismo y la preparación ayudó a fomentar un sentido del deber y la capacidad entre las tropas.
Capacidades de movilización y entrenamiento de reclutas
La dependencia de Chile del servicio militar obligatorio jugó un papel importante en su preparación militar. El servicio militar obligatorio aseguró un flujo constante de personal hacia las fuerzas armadas, lo que permitió el mantenimiento de un gran ejército permanente y reservas. El entrenamiento de los reclutas era riguroso y se centraba en la aptitud física, la disciplina y las habilidades técnicas necesarias para la guerra moderna. La formación básica se complementó con cursos especializados, garantizando que los reclutas estuvieran bien preparados para sus funciones dentro de la estructura militar.
Las capacidades de movilización fueron otro aspecto crítico de la preparación. El ejército chileno desarrolló sistemas eficientes para la rápida movilización de reservistas, lo cual fue esencial para responder a la amenaza potencial planteada por Argentina. Se llevaron a cabo simulacros y ejercicios periódicos para garantizar que los planes de movilización pudieran ejecutarse sin problemas y de manera efectiva. Estos preparativos incluyeron el establecimiento de reservas y el mantenimiento de reservas estratégicas de equipos y suministros.
Orden de batalla comparativo (ORBAT)
Un análisis del Orden de Batalla (ORBAT) de Chile y Argentina revela importantes ideas sobre las fortalezas y debilidades relativas de las dos fuerzas militares. En 1978, el Ejército de Chile estaba compuesto por varias divisiones bien equipadas, centrándose en unidades mecanizadas y blindadas capaces de moverse y desplegarse rápidamente. La Armada tenía una flota equilibrada con submarinos, destructores y fragatas modernos, lo que proporcionaba una sólida capacidad de defensa marítima. La Fuerza Aérea estaba equipada con una combinación de aviones interceptores y de ataque a tierra, capaces de apoyar operaciones tanto defensivas como ofensivas.
El Ejército de Chile estaba estructurado en divisiones y brigadas con un enfoque defensivo en caso de invasión. Las unidades estaban distribuidas estratégicamente a lo largo del país, particularmente en las zonas fronterizas. Sin embargo, se enfrentaban a desafíos significativos, como la falta de equipamiento moderno y suficientes suministros para una guerra prolongada. A pesar de esto, se destacaba la alta moral y el entrenamiento de las tropas, quienes estaban preparadas para defender el territorio nacional con determinación.
En 1952, Chile recibió 21 tanques M-24 Chaffee que fueron asignados al Destacamento Blindado N.º 2 en Antofagasta, unidad que se convertiría en la Escuela de Blindados en 1969, funcionando como tal hasta 1975. Durante su servicio en la Escuela de Blindados, estos tanques experimentaron un desgaste considerable debido a su uso intensivo en los cursos de formación de oficiales, suboficiales y clases. Se revelaron sus principales deficiencias: los motores acoplados y el giro estabilizador.
En 1975, la Escuela de Blindados se trasladó a Santiago, específicamente al cuartel de Santa Rosa. Este traslado incluyó una redistribución del material entre las unidades blindadas, por lo que todos los M-24, incluidos aquellos en desuso o que estaban exhibidos como monumentos, fueron transportados a Santiago para ser repotenciados. Este proceso incluyó la recuperación de motores Cadillac, sistemas eléctricos y cañones, permitiendo que los M-24 volvieran a ser utilizados como tanques de entrenamiento en la Escuela de Blindados y en los Cursos de Alféreces Blindados de la Escuela Militar.
Sin embargo, poco tiempo después se decidió sustituir los motores Cadillac por motores diésel. Se evaluaron tres prototipos: Mercedes Benz, Cummins Diesel y Maco con Detroit Diesel, sometiéndolos a pruebas rigurosas de movilidad, funcionamiento en altura y autonomía. Finalmente, se seleccionó el prototipo Maco Detroit Diesel. A pesar de estas mejoras, los M-24 Chaffee llegaron al final de su vida útil, ya que su cañón de baja presión de 75 mm y su delgado blindaje solo los hacían aptos para entrenamiento, no para enfrentar amenazas contemporáneas.
En 1964, a través del Pacto de Ayuda Militar (PAM), Chile recibió 10 tanques M-41 A1, asignados a la Escuela de Mecanizados de Santiago. Estos tanques se destacaron en la Parada Militar de ese año, impresionando tanto a los espectadores por su apariencia como a los profesionales por sus avances tecnológicos, incluyendo su capacidad de girar rápidamente sobre su eje, su freno de boca y la cámara evacuadora de gases, además de un moderno sistema de control de fuego con mandos hidráulicos precisos. En comparación con los tanques M-3, M-4 y M-24, los M-41 A1 representaban un avance significativo.
Tanque M-24 Super Chaffee con su nuevo cañón de 60 mm, Peldehue, 1989
En 1970, llegó una segunda partida de 40 tanques M-41 A1/A3 a Chile, distribuidos al Regimiento Granaderos de Iquique y al recién creado Batallón Blindado N.º 5 en Punta Arenas. Gracias a su versatilidad y confiabilidad, estos tanques se emplearon exitosamente en diversos terrenos y escenarios rigurosos en Arica, Iquique, Antofagasta, Santiago, Concepción, Punta Arenas y Puerto Natales. Las tripulaciones apreciaban los M-41 por su amplitud, comodidad, buena movilidad y rapidez, alcanzando velocidades de hasta 70 km/h en caminos. A pesar de ser clasificados como tanques de reconocimiento, durante muchos años fueron los mejores tanques del Ejército chileno, hasta la llegada de los AMX-30.
Los M-41 podían enfrentar a la mayoría de los tanques enemigos potenciales, excepto el T-54/55 soviético, para el cual debían acercarse más para aumentar la efectividad de sus proyectiles antitanque. Sin embargo, debido al alto consumo de su motor Continental y su baja autonomía, entre 1987 y 1989, se reemplazó su motor por uno Detroit Diesel más eficiente. Pese a esta actualización, la llegada de los tanques Leopard 1-V los dejó obsoletos, al igual que a la mayoría de los otros modelos de tanques. Eventualmente, los M-41 fueron relegados a los pelotones de exploración blindados y finalmente retirados del servicio en 2005, con la nostalgia de muchas generaciones de militares.
M-41 en Punta Arenas en los 70s
Los tanques M-24 y M-41 jugaron roles significativos en la formación y operaciones del Ejército chileno a lo largo de varias décadas. A pesar de sus limitaciones y eventual obsolescencia, contribuyeron al desarrollo de las capacidades blindadas de Chile, marcando una era de transición y modernización en las fuerzas armadas del país. La evolución de estos tanques refleja no solo los avances tecnológicos y tácticos, sino también los desafíos y adaptaciones necesarias para mantener la eficacia operativa frente a amenazas cambiantes y condiciones exigentes.
En 1970, llegaron a Chile 60 APC M-113 Al, los que fueron desembarcados en Iquique y Punta Arenas para complementar las compañías de tiradores blindados dotadas de semiorugas M-3 de los Regimientos Blindados N° 1 Granaderos, N° 8 Exploradores y N° 5 Punta Arenas. Los EE-9 también fueron movilizados desde el Norte a Punta Arenas y, en otra prueba de desesperación extrema, los mismos fueron tripulados y "comandados" por jóvenes conscriptos que ni siquiera llegaban a suboficiales. Algo así estamos viendo hoy en Ucrania de parte de rusos que montan a cualquier soldado al frente de sus blindados y terminan siendo más que carne de cañón para videos de streaming.
EE-9 Cascavel chileno
En comparación, el ejército argentino era más grande y estaba mejor financiado. El Ejército argentino contaba con un mayor número de unidades blindadas y mecanizadas, apoyadas por amplios sistemas de artillería y defensa aérea. La Armada Argentina también fue formidable, con un número importante de combatientes de superficie y submarinos. La Fuerza Aérea Argentina tenía una flota de aviones más grande y diversa, incluidos cazas y bombarderos modernos capaces de realizar operaciones de largo alcance.
A pesar de estas disparidades, la estrategia militar de Chile enfatizó la calidad sobre la cantidad, enfocándose en mantener una fuerza altamente profesional y bien entrenada. El énfasis estratégico en defender puntos geográficos clave, como la Cordillera de los Andes y los puntos de estrangulamiento marítimos críticos, tenía como objetivo compensar la superioridad numérica de Argentina. Las inversiones de Chile en equipos modernos y entrenamiento tenían como objetivo garantizar que sus fuerzas pudieran operar eficazmente en el terreno y las condiciones desafiantes de las posibles zonas de conflicto.
Los preparativos y estrategias del ejército chileno en la víspera de un potencial conflicto con Argentina durante la crisis del Canal de Beagle en 1978 fueron ingentes. El estado de alerta máxima y la disposición de las fuerzas armadas chilenas, que incluían el despliegue de tropas y material bélico en puntos estratégicos a lo largo de la frontera con Argentina fue algo presente en la población. Los planes de contingencia abarcaban tanto la defensa de territorio nacional como la realización de operaciones ofensivas, mostrando la determinación de Chile de proteger su soberanía ante cualquier agresión.
Uno de los puntos destacados es la coordinación y comunicación entre las distintas ramas de las fuerzas armadas chilenas. La planificación detallada y el establecimiento de una cadena de mando clara fueron cruciales para garantizar una respuesta efectiva y coordinada en caso de ataque. El liderazgo militar, encabezado por altos mandos con experiencia y conocimiento táctico, jugó un papel vital en la preparación de las tropas y en la implementación de estrategias defensivas y ofensivas. Esta preparación incluyó ejercicios militares, simulacros de combate y la movilización de reservas para fortalecer las posiciones defensivas.
Debe tenerse en cuenta siempre las limitaciones y desafíos enfrentados por las fuerzas armadas chilenas, como la falta de equipamiento moderno y la dependencia de suministros extranjeros, afectados por embargos y restricciones internacionales. A pesar de estas limitaciones, el ingenio y la determinación de los militares chilenos fueron destacados, mostrando cómo lograron superar obstáculos mediante la adaptación y el uso eficiente de los recursos disponibles. La moral y el compromiso de las tropas, junto con el apoyo de la población civil, fueron elementos clave para mantener la defensa del país en un momento de alta tensión. Existe, de todos modos, evidencia de una logística paupérrima a tropas convocadas en el Sur: los oficiales realizaron maltratos excesivos a sus conscriptos y la provisión de munición no superaba las pocas decenas de cartuchos. Para una paralelo, unos pocos años después en Malvinas se agotaron municiones reservadas para meses de operaciones en unas pocas noches.
Finalmente, una reflexión merece siempre las consecuencias de la crisis y cómo la resolución pacífica del conflicto evitó una guerra que podría haber tenido resultados devastadores para ambas naciones. La intervención de mediadores internacionales y la voluntad de ambas partes de buscar una solución diplomática subrayaron la importancia de la negociación y el diálogo en la resolución de disputas territoriales. La crisis del Canal de Beagle se convierte en un ejemplo de cómo la preparación militar y la diplomacia pueden coexistir y conducir a la paz, evitando el sufrimiento y la destrucción que conlleva una guerra. Para Chile, fue un susto del que aprendería: el financiamiento de las fuerzas armadas quedaría supeditada a un porcentaje fijo de las exportaciones cobre. Los altos mandos chilenos entendieron claramente que estuvieron a punto de perder todo lo extraído de sus vecinos en el siglo 19.
Conclusión
El período comprendido entre 1960 y 1978 vio avances significativos en la preparación de las fuerzas armadas chilenas. El aumento del gasto militar, las inversiones sustanciales en equipo e infraestructura, la mejora de la moral de las tropas y el entrenamiento efectivo de los reclutas y las capacidades de movilización contribuyeron a un estado de preparación para un conflicto potencial. Si bien Chile enfrentó desafíos, incluida la agitación política interna y las limitaciones inherentes de una fuerza militar más pequeña, su enfoque estratégico en la modernización y el profesionalismo proporcionó un elemento disuasorio creíble contra la agresión.
En el contexto del conflicto de Beagle de 1978, las fuerzas armadas de Chile estaban al límite preparadas para defender los reclamos territoriales. Las inversiones estratégicas y los preparativos realizados durante este período fijaron dentro de sus limitaciones que Chile pudiera mantenerse cierta firmeza frente a Argentina, aprovechando sus fortalezas en conocimiento del terreno y posicionamiento estratégico. El ejército argentino era más grande y estaba mejor financiado, el énfasis de Chile estaba en su defensa desesperada y la defensa estratégica proporcionó algún contrapeso equilibrado que, en última instancia, contribuyó a evitar un conflicto abierto a través de medios diplomáticos.
El conflicto de Beagle sirve como un estudio de caso sobre la importancia de la preparación militar y la planificación estratégica, demostrando que incluso las naciones mal gestionadas pueden defender eficazmente sus intereses mediante una cuidadosa inversión en sus fuerzas armadas. La capacidad de Chile para prepararse y gestionar la amenaza de guerra durante este período subraya el valor de un ejército profesional y bien preparado para mantener sus consideraciones respecto a la soberanía y la seguridad nacionales.
En sus urgentes preparativos contra la invasión durante las últimas semanas de mayo de 1940, las autoridades militares y civiles británicas trabajaron bajo un profundo engaño. En ese momento, los alemanes no tenían ningún plan detallado para invadir Inglaterra. Cuando los Jefes de Estado Mayor advirtieron el 28 de mayo que 'un ataque es inminente' estaban equivocados. Todas las energías de la Wehrmacht se concentraron en la derrota de Francia y los Países Bajos. Las operaciones a través del Canal por mar o aire nunca se habían considerado seriamente antes de que se lanzara la ofensiva occidental el 10 de mayo.
La falta de una estrategia alemana integral para la invasión reflejaba la ambivalencia del propio Hitler hacia Inglaterra, que oscilaba entre el odio y la admiración. Por un lado, vio a Gran Bretaña como el mayor obstáculo potencial para sus sueños de dominación europea. Por otro lado, apreciaba un profundo respeto por los logros de Gran Bretaña, especialmente en la construcción de su imperio y la derrota de sus enemigos continentales, y se inclinaba a ver el establecimiento británico, incluido el sistema de clases, Oxbridge y las escuelas públicas de élite, como un baluarte contra el bolchevismo. . En una ocasión, el jefe del Estado Mayor del ejército alemán, el general Franz Halder, entró en la oficina del Führer y lo encontró felizmente hojeando una copia del Illustrated London News. Hitler levantó la vista de la revista y dijo: 'Que tenemos que hacer la guerra contra tales personajes, ¿No es una pena? Mezclado con este gran respeto por el historial de Gran Bretaña estaba su creencia, tan característica de su ideología racialmente fijada, de que el pueblo anglosajón era esencialmente del mismo origen étnico que los alemanes.
Aparte de sus actitudes contradictorias hacia la nacionalidad británica, hubo otros dos factores prácticos que le impidieron desarrollar cualquier plan de invasión durante los primeros nueve meses de la guerra. Uno fue su falta de interés en la política naval. Lleno de visiones de conquista por tierra para expandir el Lebensraum, o espacio vital, para el pueblo alemán, trató al ejército y la Luftwaffe como prioridades militares mucho mayores que la Kriegsmarine. A nivel personal, Hitler sentía poca atracción por las actividades náuticas. Le gustaba relajarse en los bosques y las montañas, no junto al mar, que consideraba un territorio extraño e incluso intimidante. "En tierra me siento como un león, pero en el mar soy un cobarde", admitió una vez. Igual de importante, creía que Gran Bretaña capitularía si Francia fuera derrotada. Con el Reich todopoderoso en el continente, no vio ninguna razón por la cual la guerra continuaría ya que la causa de Gran Bretaña se habría vuelto tan desesperada. El colapso de Francia obligaría al gobierno británico a buscar términos. De hecho, uno de los objetivos clave de la ofensiva occidental, dijo, era "poner de rodillas a Inglaterra".
Según Hitler, si Gran Bretaña se negaba a rendirse en el caso del colapso de Francia, entonces podría ser estrangulada hasta la sumisión cortando sus suministros, haciendo innecesaria la invasión. Dijo en una conferencia de sus comandantes en mayo de 1939: "Gran Bretaña puede ser bloqueada desde el oeste de Francia de cerca por la Luftwaffe, mientras que la Armada con sus submarinos puede extender el alcance del bloqueo".
Cuando el comandante en jefe de la Kriegsmarine, el gran almirante Erich Raeder, se reunió con Hitler el 23 de septiembre de 1939 para hablar sobre las operaciones navales en Occidente, el Führer tampoco hizo referencia a ningún desembarco anfibio en la costa inglesa, instando en cambio a una estrategia naval agresiva. bloqueo si la guerra continuaba contra Francia y Gran Bretaña. "Cuanto más rápido sea el comienzo y más brutal, más rápido será el efecto y más corta será la guerra", le dijo a Raeder. Sin embargo, a pesar de la indiferencia de Hitler, Raeder reconoció que el Reich bien podría tener que organizar una invasión.
Ambicioso, excéntrico y puritano, el gran almirante también era metódico y bien organizado. Lo que temía era una demanda repentina de Hitler o del Jefe de Estado Mayor de la Wehrmacht para la provisión de una flota de invasión, completa con transporte de tropas y protección de convoyes. Aunque la posibilidad de una invasión pudiera parecer remota, Raeder sintió que debía estar preparado para ella, sobre todo porque, durante el otoño de 1939, Hitler estaba planeando un asalto a Francia, con el nombre en código de Caso Amarillo. Como Raeder escribió más tarde sobre el análisis preliminar realizado por el personal de guerra naval:
Para nosotros era claro que se debían realizar estudios en caso de que los desarrollos de la guerra nos presentaran repentinamente un nuevo giro en el problema inglés... Aunque el pueblo británico había estado obsesionado desde el principio por el espectro de la invasión, no había habido el más mínimo pensó en esto en el lado alemán. Sin embargo, era natural que algún día el comando de las fuerzas armadas prestara atención a este problema, y quería tener a mano algunos detalles bien razonados cuando llegara ese momento, para que al menos el pensamiento pudiera comenzar sobre una base firme. . La Armada sería la primera de las fuerzas armadas en preocuparse por una invasión, ya que se trataría de un transporte ultramarino a escala colosal.
Para llevar a cabo este estudio técnico, el 15 de noviembre Raeder nombró un pequeño equipo al mando del contraalmirante Otto Schniewind. Los planificadores navales se pusieron a trabajar con rapidez más que con entusiasmo. En quince días habían producido el esquema tentativo de un plan de invasión, cuyo nombre en código era Study Red, que preveía un área de aterrizaje de unas 60 millas de ancho en la costa sur de Inglaterra entre Portland en Dorset y Yarmouth. La fuerza atacante, que ascendería a solo 7.500 hombres transportados en unos quince barcos, teóricamente podría embarcarse desde los puertos del Canal Francés si hubieran sido capturados, pero eso la dejaría muy expuesta al fuego enemigo, además de privarla del elemento. de sorpresa Por lo tanto, dijeron los planificadores, sería preferible el embarque desde Alemania, a pesar de la ruta marítima más larga, aunque una alternativa sería utilizar Amberes y Ámsterdam.
Study Red era esencialmente pesimista, con un fuerte énfasis en las dificultades que encontraría cualquier fuerza invasora, como la fuerza de la artillería costera británica, la movilidad de las tropas defensivas británicas, la amenaza de los submarinos de la Royal Navy, la gran cantidad de barcos necesarios y , sobre todo, la necesidad de establecer la superioridad aérea sobre la RAF. Como señalaron los planificadores navales, la paradoja era que si se cumplían todas las condiciones para hacer posible una invasión, especialmente la derrota de la RAF y la Royal Navy, entonces Gran Bretaña ya habría sido derrotada: 'así, un desembarco, seguido de ocupación , apenas será necesario.
Esta negatividad fue importante, ya que marcó la pauta de la actitud del personal naval hacia la Operación Sea Lion. A lo largo del verano de 1940, Raeder y sus oficiales superiores mantuvieron muchas dudas sobre toda la empresa, siempre presionando para posponer la invasión o el uso de una estrategia alternativa para subyugar a Inglaterra. Halder anotó en su diario el 30 de julio de 1940 después de una conferencia improductiva: "Con toda probabilidad, la marina no nos proporcionará este otoño los medios para una invasión exitosa". Sin embargo, el ejército era más optimista, como se demostró cuando Schniewind envió su Study Red al Oberkommando des Heeres (OKH), el mando supremo del ejército alemán bajo el mando del mariscal de campo Walther von Brauchitsch.
A fines de 1939, después de recibir el plan naval, von Brauchitsch ordenó que uno de sus oficiales, Helmuth Stieff, quien era conocido por sus habilidades organizativas, realizara un contraestudio, aunque a Hitler no le agradaba, y lo llamó "un pequeño enano venenoso". . Adoptando un enfoque más optimista y menos vacilante que el personal naval, Stieff elaboró un plan de invasión, cuyo nombre en código es Study North-West, que proponía una serie de desembarcos, no en la costa sur, sino en la costa de East Anglian entre el Támesis Estuary and the Wash. La velocidad y la sorpresa fueron los elementos clave del plan. El asalto inicial propuesto estaría compuesto por tres o cuatro divisiones de infantería, junto con la 7ª División de Paracaidistas, seguida de una segunda ola de dos divisiones panzer y una división motorizada. También habría un ataque de distracción de dos divisiones al norte del Humber para alejar a las tropas británicas de Norfolk y Suffolk. A medida que los dos primeros ataques de invasión se trasladaron tierra adentro desde la costa, una tercera ola de tropas desembarcaría en East Anglia para asegurar la derrota del ejército británico y ayudar a aislar Londres del resto del país. A diferencia de la pequeña fuerza de invasión propuesta por la Kriegsmarine, el plan de Stieff involucró aproximadamente a 100.000 hombres.
La respuesta a su propuesta demostró la grave falta de unidad dentro de los niveles superiores del ejército alemán, algo que obstaculizaría los preparativos para Sea Lion en los próximos meses. El personal de Raeder consideró que el esquema del OKH era completamente irreal, tanto en escala como en geografía.
Como explicaron en su respuesta del 8 de enero de 1940, creían que los puertos de East Anglian de Lowestoft y Great Yarmouth eran demasiado pequeños para las principales operaciones de descarga, además de estar fuertemente defendidos por la Royal Navy. Además, la idea de una operación de distracción en el norte solo debilitaría aún más los ya limitados recursos de la Kriegsmarine. De hecho, la flota estipulada en el plan de Stieff excedía con creces la fuerza marítima alemana. 'El transporte requerido para las fuerzas especificadas por el Estado Mayor asciende a 400 vapores medianos, además de una gran colección de barcos auxiliares de la más variada naturaleza, algunos de los cuales deben construirse primero.' La Kriegsmarine estimó que probablemente se necesitaría un año para tal trabajo de construcción. Lo que hizo que el plan OKH fuera aún menos factible, declaró el personal de Raeder, era el poder de la Royal Navy. "La flota británica de origen siempre podrá aparecer con más fuerza que nuestra propia flota, si hay voluntad".
La Luftwaffe, encabezada por la gigantesca y egocéntrica figura de Herman Goering, también desdeñó el plan de Stieff. Incluso más que la Kriegsmarine, la Luftwaffe siempre se opuso al concepto de invasión, en parte porque Goering, un creyente ideológico en la influencia fundamental del poder aéreo moderno, pensó que su propia fuerza podría abrumar a Gran Bretaña sin ayuda. Esta misma actitud prevaleció en diciembre de 1939, cuando el estado mayor de la Luftwaffe respondió al esquema de Stieff: "La operación planeada solo puede considerarse en condiciones de superioridad aérea absoluta, e incluso entonces solo si la sorpresa está asegurada". En conclusión, la Luftwaffe argumentó que 'una operación combinada con un desembarco en Inglaterra como objetivo debe ser rechazada. Sería sólo el último acto de una guerra contra Inglaterra que ya había tomado un curso victorioso.
En el mes siguiente a la campaña de Noruega de abril de 1940, la velocidad del avance alemán a través de los Países Bajos y Francia revivió el concepto de una invasión británica. El 20 de mayo, la fuerza panzer dirigida por el general Heinz Guderian, el comandante de tanque pionero y uno de los arquitectos de la guerra relámpago, había llegado a Abbeville en la desembocadura del Somme. Esta notable carrera hacia el Canal de la Mancha había puesto a las tropas alemanas a la vista de los Acantilados Blancos de Dover. Preocupado de que el Führer, entusiasmado por su éxito en tierra, quisiera enviar impulsivamente a sus divisiones victoriosas al otro lado del mar, Raeder buscó una reunión privada con él. Como explicó más tarde: 'Había llegado el momento en que tenía que plantear la cuestión de una invasión con Hitler. Tenía miedo de que, de lo contrario, algún irresponsable hiciera la obvia sugerencia de invadir. Hitler aceptaría la idea y la Kriegsmarine se encontraría de pronto ante un problema insuperable. Hitler accedió a la petición de Raeder. Al día siguiente, el gran almirante viajó a Felsennest (o "águila rocosa"), el remoto y escarpado cuartel general del Führer en la cordillera de Eifel, en el oeste de Alemania.
Algunos de los generales de Hitler lo recuerdan como vacilante y ansioso en este momento. Como escribió Halder en su diario el 16 de mayo, 'Un día desagradable. El Führer está terriblemente nervioso. Asustado por su propio éxito, tiene miedo de correr riesgos y prefiere tirar de las riendas sobre nosotros. En otra entrada, Halder registró que Hitler "se enfurece y grita que estamos a punto de arruinar toda la campaña y que nos dirigimos a la derrota".
En la reunión, Raeder expuso sus profundas reservas sobre la posibilidad de invadir Inglaterra, destacando la fortaleza de la Royal Navy, la falta de puertos abiertos y la necesidad de un dominio absoluto del aire. También presentó otro argumento que no se había ventilado anteriormente. "La desviación de un gran porcentaje del transporte marítimo, costero y fluvial de Alemania para el transporte de las tropas invasoras, señalé, perjudicaría en gran medida la economía interna de Alemania". Adoptando una actitud evasiva, casi indiferente, Hitler pareció aceptar esto, diciéndole al gran almirante que una vez que Francia hubiera caído, estrangularía a Inglaterra a través de la guerra submarina y el bombardeo aéreo. Era prudente prepararse para una guerra larga, dijo el Führer, aunque creía que Inglaterra "pronto alcanzaría la paz". Para alivio de Raeder,
En el mismo momento en que se desarrollaba la reunión de Felsennest, en Inglaterra la fiebre invasora alcanzaba nuevos niveles de intensidad, como se refleja en la oleada de reclutas de la LDV, la redada de alienígenas enemigos, la creación de barricadas improvisadas, el establecimiento de baterías costeras y la extensión de alambre de púas en las playas. Poco sabían el personal militar y los políticos británicos que la idea de una invasión estaba lejos de la mente del Führer, que en ese momento no estaba totalmente centrado en una futura campaña en Gran Bretaña sino en la presente en Francia. Para Hitler, tan agresivo pero tan paranoico, la mera velocidad del ataque alemán trajo sus propios peligros y dudas. De sus deliberaciones con algunos de sus generales surgió una de las decisiones más extraordinarias de los primeros años de la guerra, una que iba a tener una gran influencia en la capacidad de supervivencia de Gran Bretaña.
El 21 de mayo, con las principales unidades alemanas rodeándolos en la costa, la Fuerza Expedicionaria Británica estaba aislada y enfrentada a la derrota. El secretario privado de Churchill, John Colville, anotó en su diario: “La situación en Francia es extraordinaria. Debido al rápido avance de las tropas blindadas, los alemanes se encuentran en muchos lugares detrás de las líneas aliadas, y añadió siniestramente: "Se están haciendo preparativos para la evacuación de la BEF en caso de necesidad". Ironside, en su última semana como Jefe del Estado Mayor Imperial, pensó que la única esperanza era que la BEF contraatacara moviéndose hacia el sur. Sin embargo, durante una visita para ver al general Gort, comandante de la BEF, se sintió perturbado por la falta de espíritu de lucha entre los franceses y escribió en su diario el 21 de mayo: "Situación desesperada... Dios ayude a la BEF, llevada a este estado". por la incompetencia de los franceses.
Ese mismo día, debido a la desorganización de los aliados y las malas comunicaciones, una gran contraofensiva planificada contra los alemanes fracasó después de un valiente ataque cerca de la ciudad de Arras, en el noreste de Francia, por parte de dos divisiones y una brigada de tanques al mando del mayor general Harold. Franklyn. Pero los alemanes pronto se reagruparon, lo que obligó a la BEF a retirarse precipitadamente hacia los puertos del Canal de Calais y Dunkerque. Atrapada en el rincón más septentrional de Francia, sin suministros ni cobertura aérea, la fuerza de Gort parecía condenada cuando las divisiones panzer tomaron el puerto de Boulogne el 23 de mayo, justo al sur de Calais, privando así a la Royal Navy de una instalación vital para cualquier evacuación. "No veo que tengamos ninguna esperanza de sacar el BEF", escribió Ironside esa noche, una opinión compartida por el teniente general Alan Brooke, comandante del II Cuerpo, quien registró:
Sin embargo, justo cuando el desastre parecía ser inevitable, Hitler y algunos de sus generales iban a dar a los británicos un rayo de esperanza, quienes de repente se vieron atrapados por la incertidumbre. Esa noche, los generales Heinz Guderian y Paul von Kleist dirigían sus fuerzas panzer en una persecución al estilo blitzkrieg de la BEF hacia Dunkerque cuando de repente recibieron una orden del mariscal de campo Gerd von Rundstedt, jefe del Grupo de Ejércitos A, de detenerse durante treinta minutos. -seis horas. Guderian estaba furioso, creyendo que se estaba desperdiciando la oportunidad de aniquilar a la BEF. Después de la guerra, escribió: 'Mis repetidas protestas no fueron escuchadas. Por el contrario, la orden maldita se repitió. La orden permitió que el ejército británico escapara porque, si hubiéramos podido continuar nuestra carrera sobre Dunkerque, probablemente habríamos llegado antes que los británicos.
La decisión de Von Rundstedt fue impulsada por las preocupaciones sobre las líneas de suministro demasiado extendidas, la tensión en las divisiones panzer, el riesgo de exponer sus divisiones en la retaguardia y la necesidad de conservar su armadura para el avance final hacia el sur contra los franceses. Su orden de detención fue respaldada por Hitler, quien visitó el cuartel general del Grupo de Ejércitos A a la mañana siguiente, 24 de mayo.
Después de la guerra, se volvió común entre los generales alemanes supervivientes echarle toda la culpa a Hitler por el movimiento. Había actuado totalmente en contra de sus deseos, dijeron, lo que solo indicaba lo pobre que era como estratega militar. El general Wilhelm von Thoma, jefe de la sección de tanques, dijo que "pidió permiso para dejar que los tanques avanzaran", pero sus súplicas fueron infructuosas debido a la influencia del Führer. Como escribió en 1950, 'Nunca se puede hablar con un tonto. Hitler arruinó la posibilidad de victoria. El comandante panzer von Kleist, que estaba a solo 18 millas de Dunkerque cuando se emitió la orden de parada, argumentó que la BEF pudo llegar a Dunkerque "solo con la ayuda personal de Hitler". De manera similar, el oficial de operaciones del Grupo de Ejércitos A, el general Günther Blumentritt, afirmó que 'Hitler estaba completamente solo en su decisión de dar la orden de detenerse.
Dos factores vitales jugaron en la mente de Hitler. El primero fue el papel de la Luftwaffe, cuyo jefe Hermann Goering era el aliado más cercano de Hitler. Disfrutando de su preeminencia pero celoso del éxito del ejército en Francia, le dijo a su líder que, en lugar de poner a las divisiones acorazadas alemanas en mayor riesgo, dado el terreno blando alrededor de Dunkerque, la tarea de aniquilar a la BEF debería recaer en las tropas alemanas. Luftwaffe. Los británicos, afirmó, serían presa fácil para sus cazas y bombarderos, declarando con gran pompa: «La gran misión de la Luftwaffe es inminente: aniquilar a los británicos en el norte de Francia. Todo lo que el ejército tiene que hacer es ocupar.
La voluntad de Hitler de complacer la vanidad de Goering fue impulsada en parte por la segunda razón, más política, de la orden de suspensión, que destacaba su ambivalencia hacia la guerra contra Gran Bretaña. Creyendo que el gobierno británico estaba ansioso por llegar a un acuerdo de paz, se mostró reacio a desperdiciar su valiosa armadura en los traicioneros pantanos de Flandes en lo que percibió como una pelea sin sentido. Ya sea que la BEF se rindiera en el Paso de Calais o regresara a Gran Bretaña como el remanente desaliñado de un ejército, estaba seguro de que Churchill tendría que negociar los términos una vez que Francia cayera, y les dijo a sus generales en un momento: "Siempre es bueno dejar que un ejército roto el ejército vuelve a casa para mostrar a la población civil la paliza que han recibido.
En un nivel más profundo, debido a su respeto por Gran Bretaña, por un momento careció de la crueldad que solía mostrar hacia sus enemigos. Blumentritt afirmó más tarde que él y su personal de planificación se habían sorprendido por la actitud de su líder el 23 de mayo. "Nos asombró al hablar de su admiración por el Imperio Británico, de la necesidad de su existencia y de la civilización que Gran Bretaña había traído al mundo". Este fue también el recuerdo de von Rundstedt, quien dijo que, en su reunión de Charleville, Hitler había explicado sus esperanzas de "hacer las paces antes con Inglaterra" dejando escapar a la BEF. Según el testimonio del general, escrito en 1949 con el beneficio de la retrospectiva, el Führer dijo: 'El imperio británico no pudo ser destruido ni siquiera en 100 años.
Cualquiera que sea su justificación, la orden tuvo un impacto crucial en las posibilidades de supervivencia de la BEF. Cuando se levantó el 26 de mayo y los tanques alemanes comenzaron a moverse nuevamente, gran parte de la fuerza de Lord Gort había logrado llegar a Dunkerque. La heroica resistencia opuesta por la guarnición británica en Calais brindó asistencia adicional a la retirada, donde las unidades del Royal Rifle Corps del Rey y la 30.ª Brigada Motorizada al mando del brigadier Claude Nicholson ataron a un gran número de panzers y tropas. Esencialmente, la valiente banda de Nicholson fue sacrificada para proteger a la BEF, ya que Churchill le ordenó que no se retirara sino que luchara hasta el amargo final. El general Pug Ismay, ayudante de Churchill, fue testigo de la angustia del primer ministro en este momento. 'Es una cosa terrible condenar a un cuerpo de hombres espléndidos a la muerte o al cautiverio. La decisión nos afectó a todos muy profundamente, especialmente quizás a Churchill. Estuvo inusualmente silencioso durante la cena de esa noche, y comió y bebió con evidente desagrado. Cuando nos levantamos de la mesa, dijo: “Me siento físicamente enfermo”. '
Esa misma noche, cuando los primeros alemanes estuvieron dentro del alcance de la artillería de las tropas británicas y francesas ahora con base en Dunkerque, el Gabinete de Guerra acordó ordenar el inicio de la evacuación, cuyo nombre en código es Operación Dinamo. A la mañana siguiente, Churchill le escribió a Gort, su carta revelando su sensación de aprensión. 'En este momento solemne, no puedo dejar de enviarles mis mejores deseos. Nadie puede decirte cómo irá. Pero cualquier cosa es mejor que estar encerrado y morir de hambre. Parecía una esperanza vana al comienzo de Dynamo que muchas de las tropas de BEF serían rescatadas de Dunkerque. Ironside predijo que no se salvarían más de 30.000, poco más de una décima parte de todo el BEF.
Las tropas británicas exhaustas y rodeadas tampoco estaban muy animadas, su estado de ánimo empañado por lo que percibían como la falta de cobertura aérea, aunque en realidad los Spitfires y Hurricanes de Fighter Command estaban enzarzados en feroces batallas aéreas con la Luftwaffe en lo alto del cielo. sobre el norte de Francia. Sandy Frederick, sirviendo en el 2º Fife y Forfar Yeomanry, dejó una vívida descripción de su lucha para llegar a Dunkerque a bordo del portaaviones Bren de su unidad: 'Fue aterrador estar bajo un ataque aéreo. No parecíamos tener ninguna defensa. Estábamos en un verdadero pánico. No hubo control alguno. Los restos de vehículos británicos estaban por todas partes. Nos disparaban por todos lados. Ahora tenía unos 20 hombres agarrados a mi portaaviones Bren mientras nos retirábamos.'
Para el teniente general Alan Brooke, comandante del II Cuerpo, las escenas de caos en el camino a Dunkerque eran demasiado indicativas de la locura que se apoderó de Francia cuando se enfrentaba al colapso bajo el ataque alemán. Al pasar por una ciudad fuertemente bombardeada, se encontró con un grupo de internos de un manicomio que había sido demolido. Con catástrofe por todos lados, bombardeado por rumores de todo tipo, inundado por refugiados y un ejército francés desmoralizado, y ahora encima de todo, todos los lunáticos en trajes de pana marrón parados al costado del camino, sonriendo a uno con una sonrisa tonta. , ¡un flujo de saliva corriendo por la comisura de sus bocas y goteando narices! Si no hubiera sido porque para entonces uno tenía los sentidos entumecidos por la magnitud de la catástrofe que lo rodeaba, la situación habría sido insoportable.
El sentido de desesperación de Brooke habría sido mayor si hubiera sabido que, en el mismo momento en que la BEF estaba tratando de ponerse a salvo, en Londres, una facción dentro del corazón del gobierno británico estaba conspirando para abandonar la lucha y negociar un acuerdo. con el Reich. A pesar de todas las condenas retrospectivas que le arrojaron algunos de sus generales, Hitler había tenido parte de razón: de hecho, había un político británico muy importante que estaba demasiado ansioso por llegar a un acuerdo de paz. Convencido de que la BEF estaba perdida, de que el triunfo de Alemania era inevitable y de que Churchill estaba completamente engañado, este autoproclamado realista creía que la continuación de la guerra acabaría por destruir el imperio. La retirada a Dunkerque fue su oportunidad para atacar. Mientras las tropas británicas esperaban la salvación, uno de sus amos políticos tramaba la rendición.
Los apuntes de la UNS que permitieron hundir un buque inglés en Malvinas
La
sorprendente historia de un libro que permitió a los pilotos de la
Aviación Naval asestar un duro golpe a la marina británica en la guerra
de 1982.
Adrián Luciani || La Nueva Provincia
A medida que pasan los años, cada vez más hechos demuestran no sólo el
valor y el profesionalismo con el que combatieron nuestros pilotos de
la Aviación Naval en Malvinas, sino también doctrinas de combate propias
utilizadas, en inferioridad de medios, para sorprender la abrumadora
cantidad de tecnología disponible en el bando enemigo.
El caso
de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque, unidad nacida en la Base
Espora a comienzos de los 70`s, que para 1981 había alcanzado el límite
de vida útil en sus jets monoplazas reactores Skyhawk A4Q, es uno de
estos ejemplos.
Ocho aviones se encontraban con posibilidad de vuelo, pero varios
presentaban fisuras a consecuencia de la operación en portaaviones y
requerían el recambio de las alas para seguir volando.
Los
cañones no funcionaban, salían dos o tres disparos y se trababan dejando
al caza indefenso ante un hipotético combate aéreo contra otro caza
enemigo. A esto había que agregarle que los cohetes en los asientos
eyectables estaban vencidos, poniendo en peligro la vida del piloto al
quedar atrapado dentro de la cabina.
Sin embargo, los pilotos conocían cada avión, cada uno de ellos volaba diferente y cada uno tenía un A4Q preferido.
El 21 de mayo de 1982 no fue un día más para los aviadores navales y
mucho menos para los británicos. Ese jornada la Tercera Escuadrilla de
Ataque iba a entrar en la historia al hundir a la fragata clase 21 “HMS
Ardent” en la bahía de San Carlos.
Eso forma parte de una
historia ampliamente difundida. Sin embargo, detrás de la escena, hubo
otra historia desconocida y no menos apasionante:: la de los apuntes de
la UNS que permitieron semejante proeza militar cargada de alto
profesionalismo.
Los hechos, que se remontan al conflicto con Chile, fueron rescatados
del olvido por el escritor bahiense Claudio Meunier y formarán parte de
un nuevo libro.
“Gerardo Agustín Sylvester, matemático
estadístico bahiense y profesor titular del Departamento de Matemática
en la UNS; escribió una obra de estudio y consulta que se llamó
Montecarlo, aplicación en las Empresas y las Fuerzas Armadas, que se
editó en 1970. Copias de esta obra se pueden encontrar en el Conicet o
hasta en Mercado libre.
Durante la guerra las fotocopias de esa
obra estaban en el kiosquito de apuntes del departamento de Matemáticas
de la universidad a disposición de los alumnos y son esas mismas
páginas las que el MI5 del servicio británico de Inteligencia debió
haber rastreado pues en el final del libro se publica un ejercicio de
estadística clave.
Allí se detalla un supuesto ataque a un
buque de guerra con una clase específica de avión en cuanto a sus
características, con uso de determinado armamento, formas de atacarlo y
se precisan también, a través de la estadística, los resultados del
ataque.
“Por ejemplo, mencionaba que dos grupos de tres
aviones cada uno, seis en total con un total de 24 bombas (cuatro cada
uno), lanzadas en reguero (una tras otra separadas por fracciones de
milisegundos) y cruzando el objetivo desde diferentes ángulos, podían
impactar de lleno al buque hundiéndolo u horquillándolo, es decir
haciendo explotar las bombas a sus costados y ocasionándole serias
averías.
“También precisaba que en la acción se iba a perder el 50% del grupo
de atacante. Esa es la estadística a la que habían llegado en el
departamento de Matemática de la UNS el Profesor Sylvester con un núcleo
de docentes muy capacitados que lo acompañaron en este trabajo único”,
señala Meunier.
“El ataque del 21 de mayo de 1982, con la
misión de los Skyhawk de la Aviación Naval Argentina, estuvo basado en
las fotocopias de un libro de la UNS. Es decir que si los británicos
querían saber cómo los iban a atacar sólo tenían que ir al kiosco y
fotocopiarlo”, agrega.
Para llevar a la práctica la teoría del matemático local, la escuadrilla adquirió bombas americanas Mk 82 con cola retardada.
El personal terrestre, clave en el mantenimiento de los Skyhawks a
través de su departamento de armas, conocía el manejo de ellas por el
alto grado de adiestramiento.
De esta forma la escuadrilla
entraba en la historia de la aviación mundial al ser la única en el
mundo preparada para combatir a buques de guerra enemigos con doctrina
propia y armamento especial para este cometido.
No fue ninguna
sorpresa cuando el 21 de mayo seis Skyhawks partieron con sus cuatro
bombas para producir daños en el desembarco ingles. Sin embargo, el
primer vuelo de la mañana retornó con su armamento al desviarse de la
zona de ataque por un problema en el sistema de navegación instalado
días antes, el cual no permitió que los pilotos lograran, bajo la
presión del combate, la preparación correcta.
En el segundo vuelo participaron seis aviones divididos en dos grupos
de tres. El líder del primer grupo era el del capitán de corbeta y
vecino bahiense Alberto Philippi, quien solicitó que le dieran un avión
sin ese equipo de navegación ya que lo haría como siempre había volado.
El segundo grupo tuvo dos aviones con navegador provisto de los
valores correctos, en tanto el restante debía volar a la vista de los
otros dos para no perderse en el retorno.
“La escuadrilla se
preparó para atacar a los buques. No era como el Super Etendard, que
lanzaba el misil fuera del horizonte del enemigo y se volvía. Los
Skyhawks navales debían llegar hasta el blanco volando rasante, bajo
fuego antiaéreo, esquivando misiles, sin poder disparar sus cañones,
elevarse a 50 metros de altura exponiéndose aun más al fuego enemigo y
lanzar las bombas pasando por encima del buque”, refiere Meunier.
“Como los Skyhawks no tenían intervalómetro para lanzar las bombas
unas detrás de otra, emplearon un método criollo local: utilizaron los
lanzadores de sonoboyas que tenían los aviones Grumman Tracker de lucha
antisubmarina. Fue realmente una obra maestra lo que hicieron para
lanzar en reguero esas bombas americanas de 250 kilos con cola
retardada. Estas se frenaban en el aire permitiendo que el avión pudiese
escapar y no ser alcanzado por la onda expansiva”.
Pero esa
historia tuvo un capítulo más, no exento de dramatismo, ya que el hijo
del profesor Gerardo Agustín Sylvester, el teniente de navío Roberto
Gerardo Sylvester, era uno de los seis pilotos que ese 21 de mayo se
preparó para atacar al desembarco británico en San Carlos.
“El padre lo llamó la noche anterior, estaba preocupado, su hijo se
encontraba en esa lotería del 50 por ciento de pérdidas. Es decir, un
ejercicio que él fabricó le toco vivirlo a su hijo, lo que resultó algo
terrible para él”, comenta Meunier.
La mañana del día del
ataque –agregó-- Sylvester se subió a su automóvil Opel K 180 y se fue a
la Base Espora a escuchar en los equipos de radio el ataque a los
buques. Seguramente escuchó al capitán Philippi decir: ‘Soy Mingo, me
eyecto, me dieron, estoy bien’ y también el grito de alerta del teniente
de fragata Marcelo Marquez diciendo ‘Harrier, Harrier’. Segundos más
tarde su voz se apagaba cuando uno de los Sea Harrier piloteado por John
Leeming lo alcanzaba con una salva de cañones esparciendo su Skyhawk en
el firmamento luego de explotar su turbina.
“Luego escuchó al
teniente de navío José César Arca, con su avión averiado, informando que
se trababa en combate con un Harrier para luego eyectarse en Puerto
Argentino. Así. una de las máximas del libro del profesor Sylvester, se
cumplía: la mitad del grupo atacante era derribado. Márquez murió y
Philippi y Arca lograron eyectarse. El primero fue tomado prisionero y
el segundo fue rescatado por un helicóptero del Ejército Argentino.
El matemático vivió momentos muy difíciles, escuchar a su hijo yendo
al combate volando en el segundo grupo. Los tenientes de navío Benito
Rotolo, Sylvester y Carlos Lecour, alertados por las voces de los
primeros tres pilotos que estaban siendo atacados, emplearon lo
practicado una y mil veces: acercarse al blanco volando bajo estricto
silencio de radio.
Uno detrás de otro, en fila india, los tres
Skyhawks se acercaron a una velocidad de casi mil kilometros por hora
llevando un regalo impensado para los británicos, practicar con ellos la
parte final del ejercicio de ataque incluido en el libro, que algunos
poseían en fotocopias.
Al llegar a la bahía de San Carlos,
Rotolo observó a la fragata “Ardent” humeando profusamente, una bomba
del capitán Philippi y una del teniente Arca habían dado de lleno en la
popa ocasionándole incendios de magnitud.
Rotolo la señaló y los tres pilotos fueron tras la castigada fragata
que en horas de la mañana había sido blanco de los Dagger de la Fuerza
Aerea Argentina basados en Río Grande.
Las bombas de Rotolo
explotaron a cada lado del buque, Lecour la alcanzó con una de nuevo en
la popa, destrozándola por completo. Esa fue la estocada, el golpe de
gracia. Sylvester, impresionado por la explosión delante suyo, apuntó
a la “Ardent” y lanza su carga con resultados dantescos para el buque
británico que pocas horas después se hundía producto de las averías.
En la base Espora, Gerardo Agustín Sylvester, respiró profundo y
hondo, volviendo a la vida cuando escuchó la voz de su hijo y sus
compañeros llamándose entre ellos e iniciando el retorno a Río Grande.
Los tres pilotos sobrevivientes formaron parte de la estadística
Montecarlo, lograban retornar a su base y ser el otro 50% que salía con
vida.
“Es decir que se cumplieron los parámetros de
hundimiento, uso de bombas, lanzamiento y pérdidas, fue a mi entender el
ejercicio de estadística mas peligroso que creó este notable matemático
de nuestro medio”, concluyó Meunier.