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sábado, 4 de octubre de 2025

Crisis del Beagle: ¿Y si...? Conjeturas sobre la guerra del fin del Mundo

Soldados argentinos ocupan Puerto Natales en 1978.

Y si hubiésemos ido a la guerra: El conflicto no desatado entre Argentina y Chile en 1978 y sus consecuencias



Por EMcL - FDRA


Hubo mapas, hubo planes, hubo órdenes escritas. Hubo tropas listas para cruzar la frontera, armamento cargado, y miras puestas en el canal Beagle. En diciembre de 1978, Argentina y Chile estuvieron a horas —quizás minutos— de iniciar una guerra de consecuencias imprevisibles. Y, sin embargo, no ocurrió.

Este artículo se sumerge en ese conflicto no desatado, en ese capítulo borrado de la historia por la intervención de último momento del papa Juan Pablo II. Pero la pregunta persiste: ¿qué habría pasado si no mediaba nadie? ¿Quién tenía más chances de ganar? ¿Qué papel habrían jugado Perú, Bolivia o Brasil? ¿Y si Chile se rendía? ¿Y si resistía con éxito?

"Y si hubiésemos ido a la guerra"
no es solo un ejercicio de historia contrafactual. Es una reconstrucción detallada y argumentada de escenarios reales que estuvieron a punto de concretarse. Con base en fuentes documentales, estudios militares y análisis geopolíticos, proponemos una línea de tiempo crítica y múltiples hipótesis sobre el desenlace de una guerra que no fue, pero pudo ser.

Lo invitamos a recorrer uno de los mayores “¿y si?” estratégicos del Cono Sur. Lo que sigue no es ficción: es el pasado que casi fue historia.


0. El Beagle como epicentro: contexto, cronología y escenario hipotético

Línea del tiempo esencial

  • 1881 – Se firma el Tratado de Límites entre Argentina y Chile, que fija el canal de Beagle como frontera, pero no delimita con precisión la jurisdicción de las islas al sur del canal. (Wikipedia)

  • 1958 – Incidente del islote Snipe: enfrentamiento menor entre fuerzas argentinas y chilenas en el canal. (Wikipedia)

  • 1971 – Argentina y Chile acuerdan someter el diferendo del Beagle a arbitraje internacional. (Wikipedia)

  • 2 de mayo de 1977 – Se publica el laudo arbitral favorable a Chile sobre las islas de Picton, Lennox y Nueva, y derechos marítimos adyacentes. Siniver (2024)

  • Enero de 1978 – Argentina declara “nulo e írrito” ese laudo. Secretaría de Estado

  • 20 de febrero de 1978 – Acuerdo de Puerto Montt (Chile y Argentina acuerdan seguir negociando). (ONU)

  • 12 de diciembre de 1978 – Reunión de ministros exteriores prevista en medio de fuerte tensión. (CIA)

  • 22 de diciembre de 1978 – Argentina lanza la Operación Soberanía, una acción militar planeada para invadir las islas en disputa y medir la reacción chilena. La operación es abortada pocas horas después. (Wikipedia)

  • 9 de enero de 1979 – Acta de Montevideo: los dos países aceptan la mediación papal. (ONU)

  • 1982 – Guerra de Malvinas: Chile respalda diplomáticamente a Reino Unido, lo que influye en las relaciones regionales. (Wikipedia)

  • 29 de noviembre de 1984 – Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina: acepta el laudo arbitral y fija fronteras marítimas y derechos de navegación. (Fuente)

Esta cronología refleja cómo, en los hechos, la guerra fue evitada. Pero al imaginar que el conflicto realmente se hubiera desatado, abrimos múltiples líneas hipotéticas.




1. ¿Quién tenía más probabilidades de ganar?

En la literatura especializada encontramos un consenso matizado. Argentina partía con ventajas cuantitativas: mayor número de tropas, armamento más abundante y capacidad de movilización en varios frentes. Según estudios estratégicos contemporáneos de esa época, su Ejército patagónico ya estaba preparado para operaciones ofensivas sobre las islas en disputa. (CIA)

Por otro lado, Chile contaba con dos factores defensivos cruciales: la difícil geografía (cordillera y zonas inhóspitas) que dificultaba el avance argentino, y una línea logística relativamente corta dentro de territorio nacional, lo que favorecía su capacidad de resistencia. Además, la cohesión militar chilena bajo Pinochet resultaba más estable que la de la junta argentina, inmersa en divisiones internas. Siniver (2024)

Algunos análisis de teoría de crisis (“brinkmanship”) aplicados al caso del Beagle concluyen que una guerra rápida y relámpago podría favorecer a Argentina en los primeros movimientos; pero que una guerra prolongada revertiría esa ventaja inicial. En esos modelos se considera que el desgaste logístico, el costo humano y la presión internacional tienden a favorecer al defensor cuando el terreno favorece esa estrategia. Corbacho (2003)

Por lo tanto, en un escenario ideal (ofensiva rápida bien coordinada, sorpresa y falta de reacción efectiva chilena), Argentina podría haber conquistado las islas y algunas zonas del sur chileno. Pero la probabilidad de una victoria estratégica total era baja. En una guerra extendida, Chile tenía mayores chances de revertir posiciones. Estos temas los hemos investigado a lo largo de diversos posteos en este blog.



2. Intervención de Perú o Bolivia: ¿posible cerco andino?

Una de las grandes incógnitas de este conflicto hipotético es el rol que hubiesen desempeñado los vecinos del altiplano. Perú, por entonces bajo el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez, mantenía una relación ambigua con Chile, marcada por las secuelas de la Guerra del Pacífico. Bolivia, aún con heridas abiertas por la pérdida de su litoral en ese mismo conflicto, tenía un interés histórico en recuperar acceso soberano al mar.

Existen documentos y declaraciones posteriores que indican que Argentina sondeó informalmente a ambos países sobre una eventual alianza. Algunos sectores del Ejército boliviano veían en el conflicto una oportunidad para presionar a Chile. En el caso de Perú, las relaciones eran frías con Chile, pero no lo suficiente como para justificar una entrada automática en la guerra.

La situación hubiese sido difícil para Chile. En 1978, Argentina sumaba un contingente de +132.000 hombres; Perú disponía de 89.000 y Bolivia de 22.500. Distribuir los 85.000 hombres con que contaba Chile para tal número de enemigos, parece altamente difícil. Hubo, además, una serie de escándalos de espionaje que involucraron a Chile en el Perú, y algunas decisiones de los países del entorno revelaban que todos estaban tomando posiciones, de alguna manera, ante la proximidad de la crisis.

La mayoría de los estudios coinciden en que una intervención directa de Perú o Bolivia era improbable al inicio del conflicto. Sin embargo, si Argentina lograba avanzar con éxito sobre el sur chileno, una victoria parcial podría haber incentivado una ofensiva coordinada desde el norte. No por alianzas explícitas, sino por intereses convergentes. Esta posibilidad, aunque baja, no era descartable. El cerco andino pudo haber sido una realidad si el conflicto se prolongaba.

Sin haberse decidido jamás por un compromiso concreto con Buenos Aires, y viendo milagrosamente como zafaba el país de la debacle en la Patagonia sobre el extremo sur de Chile, Lima no tuvo más remedio que quedar expectante. En editorial del diario peruano "El Correo" del 2 de abril de 2005, el director del medio, Aldo Mariátegui, recordaría:
    

"Si la guerra estallaba, era casi seguro que nuestro país se hubiera visto arrastrado a ella junto a Bolivia, mientras que los chilenos hubieran movido a sus aliados ecuatorianos".
    

"Por ello, la intervención papal evitó una muy probable guerra generalizada en Sudamérica, un horror insano que nos ahorró Juan Pablo II y que debemos agradecerle para siempre".


De este modo, al posponerse el problema del Beagle con esta oferta de mediación papal, la más calurosa hoguera de hacer justicia peruana frente al robo de territorio por parte de Chile comenzó a extinguirse a partir de ese año de 1979, aún cuando las tensiones persistían. 

Las relaciones históricas entre Chile, Perú y Bolivia aportan pistas interesantes. Bolivia, aún resentida por la pérdida de su costa en la Guerra del Pacífico, y Perú, que históricamente ha tenido tensiones con Chile, podrían haber visto en el conflicto una oportunidad regional.

Sin embargo, los estudios que revisan ese escenario coinciden en que la intervención abierta de Perú o Bolivia al inicio del conflicto habría sido muy improbable. Los costos políticos, militares y diplomáticos eran enormes. Además, ambos países enfrentaban limitaciones internas y no contaban con fuerzas desplegables de largo alcance para sostener una guerra en el extremo austral.

Dicho esto, si Argentina hubiese tenido éxito en sus primeras operaciones (por ejemplo, ocupando las islas o parte del sur chileno), un apoyo táctico desde el norte podría haber emergido. Un “cerco andino” podría haber sido viable en fases posteriores, no al comienzo. La ayuda probable habría sido logística, apoyo diplomático, incluso presiones sobre Chile desde el frente altiplánico, más que envíos masivos de tropas.




3. ¿Intervención de Brasil, EE. UU., Reino Unido u organismos multilaterales?

Una de las hipótesis de escalamiento del conflicto del Beagle recae muchas veces en la intervención de actores del tercer nivel. Analistas, sobre todo trasandinos, confiaban en que si el conflicto se prolongaba sería aprovechada por terceros actores para intervenir, siempre sospechando en ayuda de Chile. El primer corazoncito se depositaba en Brasil. Así como Perú y Bolivia aprovecharían la guerra para recuperar el territorio indignamente robado por Chile un siglo antes, Brasil podría cobrárselo con Argentina. Del mismo modo, el Reino Unido anticiparía que el conflicto se extendería a Malvinas e intervendría contra Argentina. Estados Unidos también tal vez podría intervenir para desalentar el conflicto entre dos socios regionales, como lo hace muchas veces para desactivar otros conflictos entre socios, como el caso de Turquía y Grecia. Finalmente, otra opción sería la intervención activa de la ONU al final como en el caso de la guerra de Corea.

Brasil

Brasil observaba el conflicto con preocupación. En plena dictadura militar y aliado de Estados Unidos en la Guerra Fría, el régimen brasileño tenía razones para evitar una alteración del equilibrio regional. Aunque públicamente neutral, Brasil mantenía mejores relaciones con Chile que con Argentina y tenía acuerdos tácitos de cooperación con las Fuerzas Armadas chilenas.

Una intervención brasileña directa era improbable, pero no imposible. Lo más probable es que, frente a una ocupación prolongada del sur chileno o una guerra abierta en todo el territorio andino, Brasil hubiese presionado diplomáticamente a favor de una solución rápida. En el escenario más extremo, podría haber desplegado tropas en su frontera para contener cualquier desborde, aunque sin cruzar a territorio enemigo.

Brasil, en 1978 bajo régimen militar, observaba el deterioro del equilibrio regional con preocupación. Mantenía relaciones más fluidas con Chile que con Argentina, lo que lo inclinaba a actuar como mediador o contenedor antes que como agresor directo. Una intervención militar brasileña sobre territorio chileno era extremadamente poco plausible. Lo más probable era una presión diplomática fuerte o despliegues en su frontera para evitar contagios o flujos de refugiados. Asimismo, sería probable que, si pudiese, Brasil proveería de armas a Chile si es que pudiese lograr una ruta logística segura. Asimismo, debe destacarse que para el momento de la crisis Brasil carecía de diferendos limítrofes con Argentina, es decir, no tendría excusa válida para iniciar una conflicto.

Estados Unidos

En plena Guerra Fría, EE. UU. jugaba un rol central en América Latina. Su prioridad habría sido evitar que un conflicto local escalara en una crisis mayor que afectase sus intereses estratégicos. Como muchas fuentes diplomáticas señalan, EE. UU. probablemente hubiese emitido condenas a la agresión, impuesto sanciones o bloqueos diplomáticos al agresor, y presionado por negociaciones y ceses del fuego. En el mejor de los casos, podría haber ofrecido mediación bajo auspicios de la OEA o la ONU. No hay indicios claros de que hubiese enviado tropas, salvo en escenarios extremos o bajo mandato internacional. Del mismo modo de controlar que se eviten conflicto entre sus socios políticos, la intervención cumpliría un rol apaciguador.

Estados Unidos habría jugado un rol determinante, aunque complejo. Washington mantenía canales con ambos regímenes militares y habría buscado evitar un conflicto que desestabilizara su "patio trasero" durante la Guerra Fría. Lo más probable habría sido una presión fuerte, quizás en el marco de la OEA, junto con sanciones diplomáticas o comerciales.

Reino Unido

El Reino Unido tenía un vínculo indirecto con el conflicto, principalmente vía su relación con Argentina (sobre todo por el tema de las Malvinas) y el reconocimiento del laudo arbitral. Es improbable que hubiese intervenido con fuerza militar en América del Sur en ese momento, salvo como apoyo simbólico diplomático o a través de presiones internacionales. El gobierno de ese momento todavía era laborista en el país, es probable que una intervención militar directa no hubiese ocurrido pero sí una movilización precautoria de la Royal Navy (con su grupo de portaaviones) a las islas Malvinas para prevenir cualquier aventura militar de nuestro país. 

El Reino Unido mantenía una relación distante en lo diplomático con Argentina pero cercana en lo militar: la proveía de armas navales (sus mejores destructores Tipo 42 y bombarderos Canberra), especialmente en temas de soberanía (como las Malvinas), y hubiese evitado tomar partido. 

ONU / organismos multilaterales

La ONU podría haber adoptado resoluciones para condenar la agresión, imponer sanciones o desplegar fuerzas de observación o paz en un escenario extremo. Pero en 1978 no existía un mecanismo automático para enviar fuerzas de intervención en conflictos interestatales sin acuerdos amplios. En un conflicto prolongado y sangriento, la presión para un cese del fuego y supervisión externa habría sido intensa.

En suma, la intervención extranjera directa en combate era poco probable salvo escalaciones dramáticas. La intervención diplomática activa y la mediación internacional eran mucho más probables.

La ONU, si bien podría haber condenado el conflicto, difícilmente habría actuado militarmente. No obstante, una guerra prolongada y sangrienta podría haber motivado la creación de una fuerza de paz para supervisar un cese al fuego.

4. Si Chile se hubiese rendido: ¿Que exigencias máximas podía solicitar Argentina?

¿Quién tenía mayores probabilidades de ganar una guerra entre Argentina y Chile en 1978?

La literatura especializada, tanto argentina como internacional, ha analizado largamente los escenarios potenciales del conflicto. En términos estrictamente numéricos, Argentina contaba con una ventaja considerable en tropas, blindados, aviación y recursos logísticos. Su Ejército era el más grande del Cono Sur y se encontraba desplegado en varias zonas del país con capacidad de rápida movilización. Además, la Armada argentina era, al menos en cantidad, superior a la chilena, mientras que la Fuerza Aérea contaba con más unidades operativas en ese momento.

Sin embargo, la superioridad numérica no garantiza la victoria. Chile, aunque más limitado en recursos humanos y materiales, tenía ventajas defensivas clave. Primero, su geografía: la Cordillera de los Andes es una formidable barrera natural. Segundo, una doctrina militar orientada a la defensa territorial con líneas logísticas más cortas y eficientes en su propio territorio. Tercero, el factor de cohesión interna: mientras que Argentina tenía fricciones entre sus distintas ramas militares y una dictadura inestable, Chile, bajo el mando férreo de Pinochet, mostraba una cadena de mando más cohesionada.

Los estudios de estrategia militar concluyen que en caso de una guerra corta, con ofensivas rápidas, Argentina podría haber ocupado territorios chilenos en el sur —especialmente el área de Punta Arenas— e incluso capturar las islas disputadas. Pero en una guerra prolongada, las limitaciones logísticas argentinas, la geografía hostil y una probable reacción internacional habrían revertido esa ventaja inicial. La victoria rápida era improbable. La victoria total, inverosímil. 

¿Qué hubiese ganado Argentina si Chile se rendía?

Si se hubiese producido una rendición chilena —escenario extremo aunque no improbable— Argentina habría impuesto condiciones territoriales y geopolíticas. El objetivo inmediato habría sido asegurar la soberanía de las islas del Canal Beagle (Picton, Lennox y Nueva), además de zonas estratégicas en el sur patagónico. Algunas proyecciones incluso mencionan la ocupación del Estrecho de Magallanes, dándole a Argentina control completo sobre la navegación entre el Atlántico y el Pacífico.

Además del territorio, se habrían exigido concesiones diplomáticas y comerciales: control de rutas marítimas, tratados favorables para la navegación y quizás acuerdos sobre explotación pesquera y recursos marítimos. En un escenario más ambicioso, Argentina podría haber intentado establecer una zona desmilitarizada en el sur chileno o imponer restricciones al rearme chileno.

Sin embargo, la ocupación prolongada del territorio chileno habría sido inviable en términos políticos y logísticos. La resistencia local, la presión internacional y los costos humanos y económicos habrían transformado una victoria táctica en un problema estratégico.

Aún obteniendo estas conquistas, debe tenerse en cuenta que como ha sido tradición en la cultura chilena, no perderían un segundo hasta fin de los tiempos de realizar reclamos diplomáticos de cualquier tipo, marca y color. Los reclamos infundados (Lago del Desierto) o mágicamente creados (Hielos Continentales) han sido una constante en el patrón cultural chileno. 

Finalmente, viendo a más largo plazo, la mejor victoria que hubiese podido tener Argentina hubiese sido la cesión de la Antártida chilena (nombrada Antártica en Santiago). Eso hubiese dejado el tratado Antártico con la región en disputa sólo por dos naciones, el Reino Unido y Argentina. La liberación del sur del canal de Beagle del yugo chileno hubiese dado un paso natural desde el sector continental Atlántico hacia las bases del continente blanco y hubiésemos ahorrado tener que jugar la actual farsa de un país jugando pequeños juegos de mezquindades como ya nos tiene acostumbrado el país lateral. Bien valía la pena ir a la guerra por sólo este objetivo de largo plazo.

Si Chile se hubiese rendido: exigencias máximas de Argentina

En el escenario más favorable para Argentina—una rendición chilena—las condiciones de paz que Buenos Aires podría haber exigido hubiesen sido ambiciosas:

  1. Soberanía plena sobre las islas del Canal Beagle — Picton, Lennox y Nueva, con definición clara del canal como frontera.

  2. Control parcial o total del Estrecho de Magallanes, para asegurar la soberanía sobre rutas marítimas interoceánicas de extremo sur.

  3. Zonas costeras del sur chileno (por ejemplo en toda la isla de Tierra del Fuego) con bases navales argentinas o zonas bajo administración argentina.

  4. Derechos de navegación asegurados para buques argentinos en aguas del Pacífico adyacentes, con tratados favorables de libre paso.

  5. Compensaciones económicas: reparaciones por daños de guerra, indemnizaciones, acceso preferencial a recursos marítimos (pesca, potenciales hidrocarburos).

  6. Limitaciones militares para Chile, como restricciones al rearmamento en el sur o creación de zonas desmilitarizadas, supervisadas internacionalmente.

  7. Cláusulas diplomáticas y de reconocimiento que obligaran a Chile a reconocer formalmente la victoria argentina, declarar vacíos ciertos tratados y aceptar una redefinición de fronteras marítimas favorables a Argentina. Cesión de todo el espacio antártico chileno a Argentina.

     

No obstante, mantener una ocupación extensa del territorio chileno hubiese sido extremadamente costoso y políticamente inviable en lo más mínimo a mediano plazo, por la resistencia interna, la presión internacional y el desgaste logístico humano y militar.

5. ¿Qué hubiese ganado Chile si rechazaba el ataque argentino?

En caso de un contraataque exitoso chileno, o al menos una defensa que frustrara el avance argentino, Chile habría obtenido no sólo la legitimidad internacional sobre su soberanía en el Beagle, sino un fortalecimiento simbólico y político de gran calibre. El mejor resultado posible sería la consolidación de sus derechos sobre las islas en disputa, acompañado de un reforzamiento militar y diplomático en la región.

En un escenario de victoria parcial o total, Chile podría haber presionado por concesiones argentinas en áreas fronterizas donde aún existían ambigüedades, además de reforzar alianzas regionales. Incluso es plausible imaginar que Chile hubiese solicitado compensaciones económicas o logísticas por los daños sufridos, o promovido una condena regional a la agresión argentina.

Políticamente, una victoria chilena habría reforzado al régimen de Pinochet, dándole mayor margen interno y externo. Por contraste, una derrota argentina habría debilitado aún más a una Junta ya dividida, acelerando el desgaste del régimen militar y probablemente alterando el curso que llevaría a la guerra de Malvinas cuatro años después.

Si Chile rechazaba el ataque: ganancias máximas para Chile

En el escenario de una defensa exitosa con contraataques efectivos, Chile podría reclamar condiciones ventajosas al final del conflicto:

  1. Confirmación y reforzamiento de su soberanía sobre Picton, Lennox y Nueva — el reconocimiento internacional de su propiedad sobre las islas disputadas.

  2. Concesiones territoriales menores en zonas limítrofes donde hubiese disputas poco claras o franjas terrestres limítrofes que pudieran ser negociadas.

  3. Compensaciones económicas por daños de la agresión argentina, indemnizaciones por destrucción de infraestructura, pérdidas civiles o militares.

  4. Obligación argentina de reconocer tratados de navegación favorables a Chile o cesión de derechos en algunas rutas marítimas limítrofes.

  5. Garantías de no agresión y limitaciones militares argentinas en el sur, tal vez supervisión internacional en ciertas zonas.

  6. Reparaciones políticas: apoyo chileno en foros internacionales, condenas de agresión argentina y un reforzamiento de la posición diplomática de Chile.


Además, políticamente sería una victoria simbólica de gran magnitud, fortaleciendo el régimen de Pinochet y debilitando la legitimidad de la junta argentina. Una derrota argentina —pese a sus recursos— habría acelerado el desgaste de su gobierno militar.

 

6. Finalizando

En diciembre de 1978, el Cono Sur estuvo a un suspiro de presenciar un enfrentamiento bélico que pudo haber cambiado el rostro geopolítico de Sudamérica. La tensión entre Argentina y Chile por la soberanía de las islas del Canal Beagle alcanzó un punto álgido, al borde de la guerra abierta. La intervención diplomática del papa Juan Pablo II evitó el estallido final. Pero, ¿qué habría pasado si esa mediación no hubiese llegado a tiempo? ¿Qué escenarios se habrían desplegado si el primer disparo hubiese sido respondido? Eso hemos estado intentar responder en este blog en diversos posteos.

Este conflicto no desatado sigue siendo uno de los mayores "y si" de la historia sudamericana reciente. Las condiciones estaban dadas, las tropas movilizadas, y las órdenes redactadas. Sólo una inesperada mediación papal evitó que el fuego se abriera en la Patagonia. El análisis de sus posibles consecuencias nos recuerda cuán delgada es, a veces, la línea entre la paz y la guerra.

¿Quién habría ganado? Es posible que nadie. Es posible que Argentina. Es imposible que Chile.

sábado, 23 de agosto de 2025

Geoestrategia israelí: La campaña entre guerras 2013-2023 (3/4)

La campaña entre guerras en una encrucijada

CBW, 2013­2023: ¿Qué nos espera?


Ofer Shelah y Carmit Valensi || Memorandum 227 (2023)
INSS

La segunda etapa: Desde el despliegue de Rusia en la arena hasta 2018

El 30 de septiembre de 2015, las fuerzas rusas entraron en Siria y se desplegaron en la base aérea de Khmeimim y el puerto de Tartus. En el punto álgido de su presencia militar, el orden de batalla ruso incluía unos 70 aviones de combate (Sukhoi 24, 25, 30, 34 y 35), aviones de transporte y helicópteros de ataque, cientos de drones, sistemas avanzados de defensa aérea (SA­22, S­400 y guerra electrónica), tanques T-90, barcos, submarinos y unos 4.000 soldados, incluyendo unidades de comando.
El objetivo inicial de la intervención militar rusa en Siria fue ayudar a las fuerzas de Asad a recuperar los territorios críticos del país, a la vez que reprimían las ofensivas de los rebeldes. Las fuerzas rusas operaban como parte de una coalición que incluía al ejército sirio; Irán, que envió unos 2.000 soldados de combate de su Fuerza Quds; y Hezbolá, que desplegó la mayor parte de su fuerza de combate en Siria. Estas fuerzas constituían las fuerzas terrestres de la coalición, mientras que Rusia proporcionaba principalmente apoyo aéreo y armamento.
La participación de estas fuerzas en los combates generó un cambio significativo en la guerra civil: se eliminó la amenaza existencial para el régimen de Asad y, en su lugar, este inició un proceso de recuperación de los territorios que anteriormente estaban bajo el control de ISIS o de las fuerzas rebeldes. Este cambio permitió a Hezbolá reducir gradualmente la participación de sus combatientes en combate, lo que se reflejó en una disminución del número de bajas entre el personal de la organización, de 313 en 2015 a 25 en 2018 (Figura 2). (37)

La lucha de Hezbolá junto al ejército ruso fue un momento decisivo

Por primera vez, sus operativos lucharon codo con codo con un ejército fuerte y avanzado. Combatir junto a los rusos también permitió a Hezbolá familiarizarse con sistemas de armas avanzados y los métodos de organización de un ejército veterano, hábil para desplegar grandes unidades con cooperación interdisciplinaria, así como pequeñas unidades de operaciones especiales. Por primera vez en su historia, Hezbolá llevó a cabo ataques integrados a gran escala, junto con el ejército ruso, combatiendo junto a tanques, la fuerza aérea, la artillería, los drones y el reconocimiento rusos. La experiencia operativa que acumularon los combatientes y comandantes de Hezbolá tras los exitosos ataques en Siria llevó a la organización a replantearse cómo manejaría el próximo enfrentamiento con Israel: una transición de la defensa a la ofensiva. (38)

La participación de Rusia en Siria y el comienzo de la campaña contra el atrincheramiento iraní

La presencia rusa creó otra línea roja para Israel: abstenerse de poner en peligro la vida de las fuerzas rusas. Esto fue principalmente una limitación táctica, ya que las incursiones de las FDI no entraban necesariamente en conflicto con los intereses rusos, siempre que no pusieran en peligro el objetivo declarado ruso: preservar el régimen de Asad y, posteriormente, fortalecer su posición e imagen como gobernante y soberano.

Para Israel, la presencia rusa inicialmente provocó cautela en el período de entreguerras: las cifras sobre los ataques atribuidos a las FDI tras el despliegue ruso en Siria mostraron que durante más de un año hubo menos ataques, la mayoría centrados en el lado sirio de su frontera con el Líbano (los montes Qalamoun). Con el paso del tiempo y la adaptación de las FDI a la coordinación con los rusos, el número de ataques aumentó (a partir de febrero de 2017), con énfasis en el "proyecto de precisión". También hubo un nuevo enfoque para Israel, derivado de la creciente fuerza del eje que conecta Irán con el Líbano, a través de Irak y Siria: el atrincheramiento de las milicias chiítas establecidas por Irán en territorio sirio.

El ex jefe de gabinete Eisenkot lo describió en una entrevista: “En 2017, vino al gabinete, hizo una presentación sobre el escenario y la situación, y expliqué a los ministros que Qasem Soleimani había decidido desplegar 100.000 combatientes chiítas a lo largo de nuestras vallas, y que los iraníes estaban a punto de tomar el control de Siria. Al final de la presentación, dije al gabinete que recomendaba emprender una campaña contra las fuerzas Quds y llamarla una campaña entre guerras.

Desde finales de 2017, el atrincheramiento de las milicias pro-iraníes comandó una porción cada vez mayor de las actividades ampliadas de armas químicas y biológicas. El 2 de diciembre de 2017, una base de la milicia en la región de al­ Kiswah fue atacada; el ataque fue precedido por declaraciones del primer ministro Netanyahu y el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, de que Israel no permitiría el atrincheramiento iraní en Siria.(40) Mientras tanto, la respuesta del ejército sirio (con el apoyo de los comandantes rusos sobre el terreno) contra las violaciones de Israel a la renovada soberanía siria se intensificó, incluyendo fuego antiaéreo que derribó un F­16 de la Fuerza Aérea Israelí (febrero de 2018). En mayo de 2018, la Fuerza Quds también respondió, disparando unos 20 cohetes hacia Israel en respuesta a la Operación House of Cards, un bombardeo a gran escala de objetivos de la Fuerza Quds y baterías antiaéreas sirias.

El riesgo de conflicto en las zonas operativas de Israel y Rusia en Siria requería un mecanismo de coordinación entre las fuerzas israelíes y rusas para evitar escaladas o enfrentamientos imprevistos, y este se estableció y aplicó con éxito en la mayoría de los casos. El mecanismo de distensión evolucionó con el tiempo desde el nivel militar­táctico hasta un mecanismo de coordinación estratégica, que incluía un foro de consulta tripartito, integrado por Rusia, Israel y Estados Unidos. Además, el gobierno israelí comenzó a considerar la posibilidad de que Rusia restringiera las operaciones de Irán y Hezbolá en Siria, un concepto que sirvió a Moscú. Israel también vio a Rusia como un canal de comunicación para ransmitir mensajes al régimen de Assad, cuando sea necesario.

En la Cumbre de Helsinki del verano de 2018, con la participación del entonces presidente estadounidense Donald Trump, su homólogo ruso, el presidente Vladimir Putin, y el primer ministro Netanyahu, se decidió que ambas partes trabajarían juntas para proteger a Israel en Siria, principalmente limitando la actividad iraní en el país. Sin embargo, a pesar de las declaraciones de funcionarios israelíes y rusos de que ambos países compartían el interés de contener a Irán, en realidad solo se tomaron medidas limitadas e inconsistentes. Rusia carecía de la intención y la capacidad genuinas de expulsar a los iraníes de Siria y prefirió mantener el asunto como moneda de cambio frente a Israel.

La situación llegó a un punto decisivo con la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. La postura de Israel durante los primeros meses del conflicto fue evasiva y equívoca (funcionarios estatales la definieron en informes como "caminar entre las gotas de lluvia" y "morderse la lengua"). (41) Esta postura, para
consternación del gobierno estadounidense, se justificó interna y externamente por la necesidad de mantener la libertad de operación de la Fuerza Aérea en la campaña entre guerras, una consideración táctica limitada en un evento de implicaciones globales. Si bien esta postura fue apoyada por el liderazgo de las FDI y percibida dentro de Israel como justificada, atestiguó un pensamiento limitado, centrado principalmente en aspectos del uso de la fuerza y moldeado por la perspectiva y la estatura de los líderes militares.
 

Estrategia de las FDI 2018

En abril de 2018, el Jefe de Estado Mayor, Gadi Eisenkot, actualizó el nuevo documento, reflejando su visión sobre los cambios ocurridos durante su mandato, que finalizó ocho meses después. El cambio más destacado fue el énfasis en la campaña de entreguerras, definida en el prefacio a partir de “importancia creciente”. (42) A diferencia del documento original de 2015, en el que la campaña entre guerras se consideraba una situación rutinaria, ahora las armas químicas y biológicas se discutieron en un capítulo aparte y se presentaron como la herramienta principal dentro de lo que se denominó “el enfoque de prevención e influencia”. 43
En este documento se presenta la lista de objetivos respecto al uso de la fuerza en la campaña.

El período entre guerras es más largo y más ambicioso que en el pasado:

  1. Reducir las amenazas existentes y emergentes
  2. Para evitar la próxima guerra y crear mejores condiciones para la victoria. 
  3. Para mantener y fortalecer la disuasión.
  4. Aumentar el Estado de Israel en general y las Fuerzas de Defensa de Israel en particular como activo
  5. Mantener la libertad de operación de las FDI y reducir las del enemigo.

El documento especifica que «la actividad de la campaña entre guerras es continua y se desarrolla en todo el ámbito de combate… en todas las dimensiones del combate y mediante diversas herramientas ofensivas: cinéticas, legales, diplomáticas, cognitivas, tecnológicas, electrónicas, entornos de red, cooperación y diplomacia militar. El modo de operación en la campaña entre guerras es ofensivo y proactivo, en el umbral de la guerra». 44

Este cambio, reflejado en el desarrollo del pensamiento militar tras el reconocimiento de las oportunidades que ofrece la campaña entre guerras , permite, o quizás —como ha ocurrido más de una vez en los anales de las FDI— , atribuye importancia estratégica a una serie de acciones tácticas derivadas de oportunidades tácticas más que del pensamiento estratégico. De una forma u otra, un análisis objetivo plantea dudas sobre si la campaña entre Las guerras en la arena del norte han logrado más que el primer objetivo de los cinco presentados –y sólo parcialmente.

Desde un punto de vista organizativo, el liderazgo de la campaña en esos años se transfirió de la Fuerza Aérea a la Inteligencia Militar, “de una manera que requirió [de la IAF] un 'pago sistémico', desde el establecimiento de los objetivos de la campaña hasta su cumplimiento”. 45 Este proceso, liderado por el Jefe de Estado Mayor Eisenkot, también debe verse como un intento de institucionalizar la guerra química y biológica (CBW) y atribuirle importancia más allá del bombardeo de objetivos, vinculándola a perspectivas generales sobre el enemigo y el escenario en general. Este punto de inflexión impulsó cambios dentro de la propia rama de Inteligencia Militar: “El equilibrio de poder entre los diferentes organismos cambió: mientras que la división de operaciones hizo de la CBW el foco de su actividad en la práctica… la división de investigación tuvo que concentrar sus esfuerzos en la inteligencia operativa y situar la CBW en el centro de su actividad”. 46

Este es un proceso habitual en la historia de las FDI, en el que las diversas organizaciones involucradas en la "guerra actual" acumulan poder, recursos y captan la atención, y todo el sistema debe atender las necesidades urgentes de las operaciones prácticas. Esta es una tendencia natural que merece interpretación doctrinal y, en apariencia, refleja una innovación en la naturaleza de la guerra y las fuerzas armadas; sin embargo, en la práctica, este enfoque en la actividad operativa actual no es necesariamente coherente con los preparativos para la guerra, un problema que ha tenido graves consecuencias en más de una ocasión.

El artículo analítico sobre armas químicas y biológicas citado anteriormente, que se basa en un libro clasificado escrito en la rama de Inteligencia Militar y publicado dentro de las Fuerzas de Defensa de Israel, afirma que en las propias Fuerzas de Defensa de Israel hubo quienes “plantearon dudas respecto del impacto estratégico de la campaña entre guerras” y afirmaron que “el intenso compromiso con las armas
químicas y biológicas prioriza lo urgente sobre lo importante, desvía la atención de la situación y la lleva a la guerra”.

“La falta de atención de la mano de obra (hacia las operaciones) conduce a una falta de atención gerencial del liderazgo de la organización y perjudica la capacidad de tener una visión amplia y holística de los problemas, observándolos a través de una visión de túnel”.47

La guerra química y biológica a los ojos del Eje de Resistencia

Desde que Israel adoptó la campaña de entreguerras como principal estrategia en la región norte, la otra parte —que incluye a Irán, Hezbolá y el régimen sirio— ha dado diversas interpretaciones a la lógica y el propósito de la campaña. La mayoría de los comentarios sobre armas químicas y biológicas se refieren a oradores o escritores israelíes, citando citas y análisis de altos mandos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), institutos de investigación, el gobierno israelí y medios de comunicación, quienes han descrito el nuevo concepto operativo. (48)

En general, parece que el eje de la resistencia no percibió la campaña entre guerras como un cambio fundamental en la estrategia israelí que exigiera nuevas conceptualizaciones por su parte. La suposición predominante era que Israel no libraba esta campaña por sí solo, sino que contaba con la ayuda de Estados Unidos, países de la región y grupos terroristas armados, como las organizaciones rebeldes sirias y el ISIS. (49)

Un artículo publicado en 2016 con el título "La campaña entre guerras: una nueva estrategia israelí fallida" analizó la evolución de las armas químicas y biológicas y señaló que la idea se desarrolló en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) mucho antes del estallido de la guerra en Siria en 2011. El autor afirmó que la sorpresa israelí ante las armas y la capacidad de combate de Hezbolá en la Segunda Guerra del Líbano y el reconocimiento de Israel de su incapacidad para frustrar la capacidad militar de Hezbolá de forma política o disuasoria fueron los factores que llevaron al enfoque de las armas químicas y biológicas. Según esta interpretación, el plan original de Israel consistía en integrar medios de diferentes áreas, además de la fuerza militar (derecho internacional, medios de comunicación, diplomacia y economía), para interrumpir el desarrollo del enemigo, mantener la disuasión y fortalecer la legitimidad de Israel y la de sus acciones ante una posible guerra futura. Este plan requirió la participación de diversos mecanismos e instituciones israelíes, pero fracasó en su intento de convertirse en una estrategia multidimensional y permaneció en el dominio militar. (50)

En los medios árabes también se pueden encontrar interpretaciones trascendentales de los objetivos de las armas químicas y biológicas . Un estudio exhaustivo realizado en el Centro de Investigación y Desarrollo, titulado "La campaña entre guerras: El fracaso de la estrategia de Israel en Siria", (51) argumenta que, además de los objetivos declarados de las armas químicas y biológicas de impedir la transferencia de armas revolucionarias a Hezbolá en el Líbano y el afianzamiento de Irán y sus aliados en Siria, Israel busca establecer una zona de seguridad de 40 a 80 km hacia el sur de Siria y más allá, e incluso intentar derrocar al Estado sirio.

El discurso de los elementos de la resistencia refleja un proceso de aprendizaje mutuo y aprendizaje a través de la fricción (en modo de crisis). No solo Israel mejora sus capacidades en la campaña entre guerras; la otra parte también internaliza los cambios y actúa en consecuencia. Por ejemplo, si Israel centra sus ataques en el contrabando aéreo de elementos necesarios para el proyecto de precisión, el contrabando se desplaza más hacia rutas marítimas o terrestres; si se atacan aeropuertos militares, se recurrirá cada vez más a aeropuertos civiles, utilizando medios de camuflaje. Y, al igual que Israel, que busca explotar las vulnerabilidades del enemigo, los elementos del eje identifican las vulnerabilidades de la campaña entre guerras —las complicadas relaciones entre Israel y Rusia en el teatro de operaciones sirio, o la susceptibilidad de Estados Unidos a los ataques de las milicias chiítas contra sus fuerzas— y buscan explotarlas.

El discurso mediático sobre las armas químicas y biológicas no carece de críticas: los elementos del eje
A menudo se refieren a la guerra química y biológica como una "opción por defecto" y como un compromiso israelí derivado de la debilidad y la incapacidad de enfrentarse a sus adversarios, así como de la complejidad de su actividad en el campo de batalla. En su opinión, la estrategia de guerra química
y biológica indica una erosión de la disuasión de Israel, y especialmente de su capacidad para ganar guerras.

En consecuencia, Israel se conforma con atacar selectivamente las capacidades y el desarrollo
militar del eje, y se abstiene de desafiarlo de forma que pueda provocar una escalada. La moderación de Israel frente a las revolucionarias armas estratégicas de Hezbolá y su reticencia a atacar directamente a sus operativos se mencionan con frecuencia.

Las críticas se refieren principalmente al fracaso de Israel en alcanzar los objetivos de la campaña. Según los críticos, el intento israelí de separar a Siria de Irán ha fracasado; de hecho, Irán ha fortalecido sus lazos con Siria. En este contexto, funcionarios israelíes afirmaron que Irán no solo no fue expulsado de las fronteras de Israel, sino que, por el contrario, su presencia allí se fortaleció, lo cual constituye un "fracaso rotundo". 52 Además, los investigadores afirmaron que la campaña entre guerras no ha neutralizado la capacidad del eje de la resistencia para obtener conocimientos técnicos de alta calidad, ni la capacidad del ejército sirio para reconstruir y renovar sus capacidades. Desde esta perspectiva, los ataques aéreos no solo son poco más que una opción predeterminada, sino que desvían la atención y los recursos, y especialmente perjudican la preparación de Israel para la próxima guerra: "La concentración constante en las acciones que forman parte de la campaña entre guerras perjudicará las capacidades del ejército, o el ejército olvidará cómo librar una guerra real, porque estas acciones se realizan a expensas del entrenamiento para un conflicto a gran escala". 53

Por lo tanto, la referencia pública a la campaña entre guerras en medios árabes y otros medios asociados con el eje contradice cada una de las afirmaciones israelíes sobre los objetivos y logros de la guerra química y biológica. En su opinión, la guerra química y biológica no causa un daño real a su acumulación y no reduce las “ amenazas existentes y emergentes”; no fortalece la disuasión israelí ni evita la próxima guerra, ya que alienta la sensación de que, de hecho, es Israel el que se ve disuadido de la guerra; y no aumenta el valor de Israel ni amplía la libertad operativa de las FDI.



martes, 29 de julio de 2025

Geoestrategia israelí: La campaña entre guerras 2013-2023 (2/4)

La campaña entre guerras en una encrucijada

CBW, 2013­2023: ¿Qué nos espera?


Ofer Shelah y Carmit Valensi || Memorandum 227 (2023)
INSS


La primera etapa: De la guerra civil en Siria a la entrada de Rusia en la arena

El primer ataque israelí en Siria, atribuido al período de armas químicas y biológicas, ocurrió en enero de 2013, casi dos años después del estallido de la guerra civil. El objetivo, según fuentes extranjeras, era un convoy que transportaba misiles antiaéreos SA­17 de Siria al Líbano, afirmación que los sirios negaron, aunque admitieron que se había llevado a cabo un ataque israelí dentro de su territorio.(20) Unos días después, el entonces ministro de Defensa, Ehud Barak, insinuó que efectivamente se trató de un ataque israelí y declaró: «Dijimos que creemos que no se debe permitir la transferencia de armas avanzadas a Hezbolá... Cuando decimos algo, lo decimos en serio».(21)
Durante los primeros años, los ataques fueron relativamente escasos: según la mayoría de las fuentes, hubo seis ataques en 2013 y dos en 2014 (Figura 1). Los objetivos en esos años fueron transferencias de misiles antiaéreos, misiles antibuque P­800 Oniks, con los que es posible atacar buques y objetivos costeros en Israel, y misiles tierra-tierra Fateh­110 o Scud­D.(22) Durante ese tiempo, las "reglas del juego" en el ámbito del norte comenzaron a tomar forma: Israel se sentía libre de atacar los envíos de armas avanzadas o revolucionarias a Hezbolá, manteniendo la libertad de decidir qué armas entraban en esa categoría.
Por ejemplo, los convoyes que transportaban misiles antitanque o cohetes tierra­-tierra no fueron atacados.
El régimen sirio, totalmente absorto en la guerra civil, no respondió a los ataques. Por su parte, con el tiempo, Hezbolá, que ha disfrutado La disuasión mutua con Israel desde la Segunda Guerra del Líbano (2006), que sólo rara vez fue violada, definió sus líneas rojas: ataques dentro del territorio libanés (ya que se considera defensor de la soberanía del Líbano) y el asesinato de personal de Hezbolá en Siria.

Figura 1. Ataques en Siria, 2013-2017


Guerra química y biológica en las Fuerzas de Defensa de Israel: de las operaciones individuales al concepto sistémico

En esos años, surgió en las FDI un debate sobre la necesidad de formular una doctrina integral para sus operaciones entre las principales campañas.

En 2012, el Director de la División de Planificación de la Dirección de Planificación, Coronel (res.) Shay Shabtai, publicó un artículo en el que afirmaba que «entre guerras, las FDI operan basándose en un conjunto de principios —algunos de ellos obsoletos e irrelevantes— que no convergen para formar una doctrina única y coherente. Ha llegado el momento de que las FDI consideren este intervalo como una campaña a todos los efectos» y propósitos y formular una doctrina de combate, tanto a nivel del Estado Mayor como a nivel nacional”.23

Este discurso fue el trasfondo de la primera inclusión de la campaña entre guerras en los documentos básicos de las FDI, encabezada por el documento de la Fuerza de Defensa de Israel, entonces Jefe de Estado Mayor Gadi Eisenkot en agosto de 2015. Según este documento, la campaña entre guerras es parte del estado de rutina, uno de los tres estados de función del ejército (rutina, emergencia y guerra):24

La lógica del uso de la fuerza en la campaña entre guerras es mantener y potenciar las ventajas de la campaña anterior con una serie de objetivos u objetivos secundarios destinados a evitar la guerra:

a.    Para debilitar los elementos negativos del poder.
b.    Reducir la acumulación militar del enemigo. c. Crear condiciones óptimas para la victoria en una guerra futura.
d. Crear legitimidad para las acciones de Israel y anular la base legítima de las acciones del enemigo. 25
El documento establece que el principio del uso de la fuerza en la campaña entre guerras es una combinación de: “a. acción encubierta y secreta en todos los ámbitos
y dimensiones fuera de las fronteras del Estado de Israel; esta política se basa en inteligencia y tiene como objetivo perjudicar los esfuerzos e iniciativas del enemigo. b. acción abierta para crear disuasión – [lo que] demuestra los límites de la moderación de Israel”.26 El documento enfatiza el elemento de encubrimiento de la acción, dirigido principalmente a prevenir la escalada hacia una guerra total, así como la cooperación y actividad internacional en los ámbitos “blandos” – cognitivo, económico y legal.

Estas definiciones indican cómo se consideraba la campaña de entreguerras en esta etapa: como una actividad rutinaria de seguridad con objetivos relativamente limitados, y cuya esencia es evitar la guerra y debilitar al enemigo, tanto física como cognitiva y legitimativamente. El Jefe de Estado Mayor Eisenkot subrayó la importancia de no dejarse arrastrar a la guerra en el proceso de toma de decisiones, y posteriormente escribió que «cualquier caso de verse arrastrado a una guerra total, e incluso a una guerra de desgaste, significa un fracaso de la doctrina de la campaña de entreguerras». 27

Hezbolá en sus primeros años: Énfasis en los combates en Siria

En 2012, casi al mismo tiempo que Israel iniciaba los ataques en Siria para detener el envío de armas al Líbano, la participación de Hezbolá en la guerra civil se intensificó y, en consecuencia, sus operativos constituyeron una presencia considerable en Siria. La participación militar de Irán y Hezbolá se debió, ante todo, a la preocupación por la supervivencia del régimen de Bashar al­ Assad: Hezbolá lo consideró un preámbulo necesario para la continuidad del eje liderado por Irán, que incluye a Siria y a sí mismo, y su capacidad de sobrevivir y fortalecerse en el futuro.

Más allá del objetivo de salvar a Assad, Hezbolá temía que la guerra civil en Siria se extendiera al Líbano, y le preocupaba especialmente la penetración de las fuerzas de la yihad global en el Líbano: Al Qaeda y, posteriormente, ISIS. En etapas posteriores, la organización, siguiendo instrucciones de Irán, identificó el potencial de Siria como una estación de transferencia de armas, bienes y operativos enviados desde Irán al Líbano. Este eje terrestre constituye una arteria importante para el desarrollo militar de Hezbolá y para su capacidad de mantener su poder militar
y político.

Durante el primer año tras el estallido de la guerra civil, Hezbolá mantuvo un perfil bajo, debido principalmente a las presiones políticas internas libanesas. Sin embargo, debido a la creciente preocupación por la supervivencia del régimen de Assad. El régimen decidió aumentar significativamente el número de fuerzas: ya en mayo de 2013 se estimó que unos 5.000 combatientes participaban en las batallas en la zona de al-­Qusayr, operando en compañías y batallones.

Figura 2. Número de víctimas mortales de Hezbolá durante la guerra civil siria


El despliegue ruso en Siria comenzó a fines de 2015, el año en que el número de miembros de Hezbolá muertos alcanzó su pico máximo, con 313 muertes (Figura 2).28 El hecho de que casi la mitad de los operativos de Hezbolá murieran cerca de la frontera sirio­libanesa, en combates destinados a prevenir una propagación del terrorismo yihadista al Líbano, ayudó a obtener legitimidad interna libanesa para la participación de Hezbolá en los combates en Siria. 29

Definiendo las líneas rojas

En sus dos primeros años, la campaña entre guerras se transformó en una campaña continua, en la que ambos bandos establecieron límites: por parte de Israel, la transferencia de armas revolucionarias a Hezbolá, reservándose Israel el derecho a definir sus implicaciones; y por parte de Hezbolá, el asesinato de miembros de Hezbolá o ataques dentro del Líbano. Sin embargo, la dinámica de los límites es compleja y su definición es flexible, especialmente cuando no son físicos, y más aún cuando no se consideran pretexto suficiente para la guerra. La zona gris que surge, cuando cada bando interpreta el límite a su antojo, crea un "ámbito de contención" en el que la acción contundente del otro bando no necesariamente conduce a un estallido a gran escala ni se deja sin represalias. Al mismo tiempo, cada bando tiene derecho a continuar con lo que está haciendo —en este caso, Hezbolá con sus esfuerzos de desarrollo militar—, partiendo de la conclusión de que, de hecho, Israel teme la guerra y se ha conformado con la campaña entre guerras.

Así, a pesar de los ataques, y tal vez porque estaba claro que eran el límite de la actividad militar que Israel estaba dispuesto a lanzar (dado que por definición, toda acción en la campaña entre guerras se medirá según el criterio de “no conducir a la guerra”), Hezbolá continuó su aumento de fuerzas, tanto en general como en sus intentos de armarse con lo que Israel definió como armas que cambiarían el juego.

El Proyecto de Misiles de Precisión y “Sol de Invierno”: Probando las Líneas Rojas

En 2014 y 2015, la campaña entre guerras comenzó a centrarse en una nueva amenaza, que Israel consideró más grave que antes: el “proyecto de precisión”. En una sesión informativa de agosto de 2019 en la que expuso el proyecto en detalle, las FDI afirmaron que las primeras acciones en este contexto por parte del eje liderado por Irán incluyeron intentos de transferir a Hezbolá misiles de precisión completos a través del territorio sirio, incluyendo algunos fabricados en plantas sirias. Una parte significativa de estos intentos fueron frustrados en operaciones de armas químicas y biológicas hasta finales de 2015.

Dado el fracaso de estas acciones iraníes y la adhesión de Israel a la postura roja, tras no operar en el Líbano, Irán y Hezbolá decidieron transferir la producción de misiles al propio Líbano, de dos maneras: la conversión de misiles "tontos" en misiles de precisión y la producción completa de misiles de precisión de largo alcance . En 2018, en un discurso ante la Asamblea General de la ONU, el primer ministro Benjamín Netanyahu expuso la existencia de tres plantas de producción de este tipo. (31)

El "proyecto de precisión" demuestra tanto los logros como las limitaciones de la campaña entre guerras. Por un lado, es indiscutible que, al menos hasta 2020, Hezbolá poseía un arsenal de misiles de precisión de alta trayectoria mucho menor del que esperaba y planeaba tener para entonces. El Jefe de Estado Mayor Eisenkot resumió esto al final de su mandato diciendo: "Puedo afirmar con seguridad que, en este momento, Hezbolá no tiene capacidades de precisión, salvo en cantidades pequeñas e insignificantes. Esperaban tener cientos de misiles de mediano y largo alcance". 32

Por otro lado, la transferencia de la producción al Líbano planteó a Israel un dilema: ¿Estaba
dispuesto a atacar lo que, en palabras de algunos de sus portavoces, se convirtió casi con seguridad en una escalada que podrícaadessoembboeclalir,en una guerra? Israel se abstuvo de atacar dentro del propio Líbano, y hoy no está claro cuánto ha aumentado el arsenal de misiles de precisión de Hezbolá en los últimos años.

Al mismo tiempo, los intentos de una campaña semiencubierta en suelo libanés también conllevaron, al menos en un caso, un peligro real de escalada. En agosto de 2019, se atacaron sitios con drones en el barrio de Dahiyeh en Beirut, donde, según filtraciones posteriores a los medios, se almacenaba equipo para el proyecto de precisión.33 (Además, un operativo de Hezbolá murió en una redada en Siria). Nasrallah respondió de inmediato, esta vez con una amenaza directa: "Si Netanyahu cree que la historia ha terminado porque no hubo víctimas mortales, se equivoca. Si nos quedamos de brazos cruzados ante esta violación, el Líbano estaría en un camino peligroso, en el que cada dos días un dron con trampa explosiva vendrá y atacará objetivos en nuestro territorio... No permitiremos que esto suceda en suelo libanés". 34 Unos días después, se dispararon misiles antitanque contra un puesto avanzado de las FDI y contra una ambulancia militar con soldados. Los misiles fallaron su objetivo, pero el mensaje claro fue que cruzar descaradamente una línea roja llevaría a la organización al riesgo de una escalada.

Este incidente fue precedido por un suceso que demuestra aún más la prudencia de ambas partes. El 18 de enero de 2015, seis miembros de Hezbolá murieron en un ataque aéreo cerca de Quneitra, entre ellos Jihad Mughniyeh, hijo del exjefe de Estado Mayor de la organización, Imad Mughniyeh. Un general iraní también murió en el ataque. Israel no se responsabilizó del ataque.

Sin embargo, a diferencia de acciones anteriores, el “ámbito de contención” de Hezbolá fue limitado, debido a la línea roja de matar a su personal, la identidad de los muertos y la naturaleza abierta del ataque (a plena luz del día y con uso de aviones). Nasrallah prometió venganza, y esto efectivamente ocurrió diez días después, cuando se dispararon misiles antitanque contra un convoy de las FDI cerca del Monte Dov, matando a dos soldados de la Brigada Givati. Un miembro de la FPNUL murió en la respuesta de las FDI.
Dos días después del suceso, Nasrallah pronunció un discurso en el que esbozó la política de respuesta de su organización: "Nos mataron a plena luz del día, los matamos a plena luz del día. Nos mataron alrededor de las 11:30 de la mañana, los matamos".

Los atacaron a las 11:30. Se enfocaron en dos autos, nosotros en dos autos. Mataron e hirieron; nosotros también seremos mártires… No queremos la guerra, pero no somos débiles ni le tememos. Aparentemente, la lección que se desprende del "Sol de Invierno" —nombre que las Fuerzas de Defensa de Israel dieron a estos sucesos— es que ambas partes saben bien cómo delinear los límites del uso de la fuerza para evitar una guerra a gran escala. Sin embargo, un análisis más detallado del
incidente revela que las fuerzas de Hezbolá dispararon varios misiles antitanque Kornet contra el convoy de vehículos de las FDI (en diversos informes, su número se estimaba entre 4 y 7). Esto podría haber provocado un mayor número de bajas, lo que probablemente habría provocado una respuesta más contundente y letal por parte de Israel, así como el peligro de escalada, especialmente evidente para los líderes de Hezbolá, que sufrieron en carne propia los acontecimientos de la Guerra del Líbano de 2006.

La conclusión es que, incluso en esta etapa relativamente temprana de la campaña entre guerras en el norte del país, Hezbolá demostró que, bajo ciertas condiciones, estaba dispuesto a ceder el control de la situación para mantener sus límites, incluso a costa de arriesgarse a una escalada que no deseaba. Esto también se aplicó al tiroteo en la ambulancia en 2019. El atentado terrorista en el cruce de Meguido el 13 de marzo de 2023 (llevado a cabo por un agente de Hezbolá infiltrado desde el Líbano) debe interpretarse en un contexto similar.

Estos casos y otros ilustran la naturaleza problemática de una campaña en curso contra las capacidades llevada a cabo bajo una directiva estricta de abstenerse de una guerra total: atacar las formas en que el enemigo se arma también lo lleva a sacar conclusiones y, como resultado, a cambiar sus acciones; para seguir impidiéndole armarse, Israel también debe cambiar su modus operandi, de una manera que se acerque más a cruzar las líneas rojas, lo que a su vez podría conducir a una escalada.

En consecuencia, Israel se ve obligado a elegir entre la continuación de una campaña eficaz contra las capacidades y un riesgo creciente de escalada, y suele optar por concesiones en cuanto a acciones efectivas; por ejemplo, abstenerse de atacar las "fábricas de precisión" en suelo libanés. El enemigo logra armarse (aunque quizás no tanto como desearía) y, al mismo tiempo, concluye que está protegido dentro del marco de las líneas rojas, porque Israel teme a la guerra. Esta comprensión, en sí misma, aumenta la probabilidad de errores de cálculo y una escalada involuntaria.

El enemigo, por otra parte, muestra continuamente su disposición a correr el riesgo de una escalada, porque supone que Israel hará todo lo posible para evitarla.
Nasrallah expresó esto en un discurso en mayo de 2023, cuando dijo (en respuesta a los comentarios del jefe de Inteligencia Militar de las FDI) que “Ustedes no son los que amenazan con una guerra a gran escala; somos nosotros los que lo estamos haciendo”.36




jueves, 5 de junio de 2025

Países Bajos: Cuando el Karel Doorman (futuro "25 de Mayo") fue envíado a enfrentar a Indonesia

Historia: Cuando el portaaviones "Karel Doorman" fue a Nueva Guinea Occidental para contrarrestar aviones MiG e Ilyushin



HNMLS Karel Doorman R81 en 1960 (futuro V-2 ARA "25 de Mayo")

Según informes de la prensa holandesa, el Cuartel General del Ejército holandés está preparando actualmente un plan para enviar un destacamento del ejército a Nueva Guinera Occidental (renombrada por los indonesios como Irian Occidental). El destacamento estaba formado por entre 400 y 500 mil personas, en su mayoría unidades de cañones para repeler los ataques aéreos. Además, se obtuvo información de que el equipamiento técnico previsto en el comunicado oficial del gobierno holandés era, entre otras cosas, preparar aeródromos y depósitos de combustible para los aviones de caza.

En 1958, la Fuerza Aérea de Indonesia recibió los aviones de caza MiG-15 Fagot y MiG-17 Fresco (foto: TNI AU)

Miedo al poder de Indonesia
En círculos holandeses explicaron que tales acciones estaban estrechamente relacionadas con "la llegada a Indonesia de aviones de caza MiG y bombarderos Ilyushin". En este sentido, se recordó una declaración del Ministro de Defensa holandés en el Alto Consejo a finales de mayo de que los Países Bajos consideraban la posibilidad de un ataque armado indonesio contra Irian Occidental. El Ministro dijo en ese momento que tales peligros serían mayores si se reprimiera la rebelión, especialmente después de que Indonesia adquiriera nuevas y poderosas armas".

El bombardero Ilyushin Il-28 Beagle llegó a Indonesia en 1959 (foto: Life)

Los círculos de La Haya consideran posible que, si las circunstancias así lo requieren, el gobierno holandés tomará la decisión de enviar el portaaviones "Karel Doorman" a aguas de Irian occidental (Nueva Guinea Occidental).


Traducción de la noticia publicada arriba al castellano

Países Bajos cada vez más asustados
El portaaviones "Doorman" hacia Irian Occidental
Para equilibrar a los MIG y los Ilyushin

Según informes de la prensa neerlandesa, el Cuartel General de las Fuerzas Armadas de los Países Bajos está preparando un plan para enviar un destacamento del Ejército a Irian Occidental. Este destacamento contará con entre 400 y 500 personas, la mayoría pertenecientes a unidades de artillería antiaérea. Además, se obtuvo información de que los equipos técnicos mencionados en el comunicado oficial del gobierno neerlandés incluyen, entre otras cosas, la preparación de aeródromos para aviones de combate.

Miedo al poder de Indonesia
Círculos neerlandeses explican que estas acciones están estrechamente relacionadas con la llegada a Indonesia de los aviones de combate MIG y los bombarderos Ilyushin. En este contexto, se hizo referencia a una declaración del Ministro de Defensa de los Países Bajos en el Alto Consejo a finales de mayo, señalando que los Países Bajos consideran la posibilidad de un ataque armado de Indonesia contra Irian Occidental. El ministro afirmó en ese momento que "ese peligro aumenta si la rebelión es reprimida, especialmente después de que Indonesia adquirió nuevas y fuertes armas."

En La Haya, se considera que no está descartada la posibilidad de que, si la situación lo exige, el gobierno neerlandés decida enviar el portaaviones "Doorman" a las aguas de Irian Occidental.

Según "Volkskrant," círculos en La Haya añadieron que la reacción de Indonesia al comunicado del gobierno neerlandés era predecible. Según ellos, esa reacción consistirá en "actividades propagandísticas de incitación." Los mismos círculos afirman que el envío del destacamento del ejército sólo significa que los Países Bajos están actuando con cautela.


Según "Volkstrant", miembros de La Haya dijeron que la reacción de Indonesia al comunicado del gobierno holandés fue tan indonesia como se podía esperar. La reacción, afirmó, consistiría en "actividades de propaganda sediciosa". Esos mismos círculos decían que enviar el destacamento del ejército sólo significaba que Holanda estaba en alerta.

Edición impresa del Diario Nacional 07 de julio de 1958

La región punteada debajo es Irian Occidental o Nueva Guinea Occidental.