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miércoles, 23 de abril de 2025

Proyección de poder aéreo: China puede atacar desde el espacio con cazas cohetes

Avión cohete chino ataca prácticamente desde el espacio: es muy posible

Roman Skomorokhov || Revista Militar





El 26 de diciembre de 2024, China sorprendió al mundo al lanzar al aire no uno, sino dos nuevos prototipos de cazas que encarnan su visión de los sistemas aéreos de próxima generación: el Chengdu J-36 y el Shenyang J-XX/J-50.

 

A través de una cadena de filtraciones cuidadosamente dosificadas —porque, seamos sinceros, si alguien sabe guardar secretos militares, es el Imperio Celestial—, China ha dejado entrever una jugada que nadie vio venir. Dos aeronaves, completamente nuevas, salieron a la luz: un enorme avión sin cola y con ala en forma de diamante, identificado como J-36 (fuselaje número 36011), fabricado por Chengdu, y otro de menor tamaño —aunque igualmente imponente— de ala lambda, desarrollado por Shenyang, conocido de forma extraoficial como J-XX o J-50.

Que China estuviera trabajando en su propia visión de un sistema de combate aéreo de sexta generación era un secreto a voces. Pero nadie esperaba que dieran este paso tan pronto. Y mucho menos, que lo hicieran con semejante contundencia.

Primero, porque todos asumían que Estados Unidos marcaría el rumbo en este terreno. Su programa NGAD (Next Generation Air Dominance) había dominado el discurso sobre los cazas del futuro, y parecía cuestión de tiempo hasta que los norteamericanos se llevaran el primer aplauso. Pero China se adelantó.

Segundo, porque no se trató de una única plataforma experimental. China reveló dos programas distintos, desarrollados por dos fabricantes competidores, que avanzan en paralelo en investigación, desarrollo y producción. Chengdu y Shenyang, ambos trabajando al unísono, pero por caminos separados, hacia una misma meta: redefinir el dominio aéreo.

Y así, de un momento a otro, China no solo presentó su primer caza de sexta generación. Presentó también el segundo. Con apenas unas horas de diferencia.

No hay otra forma de decirlo: 2025 arrancó con China en el centro del escenario de la aviación militar global. Mientras otros hablaban del futuro, ellos lo pusieron a rodar por la pista.

Hoy, todas las miradas están puestas en una sola silueta: la del Chengdu J-36. No porque sepamos exactamente qué es —todo lo contrario—, sino porque lo que rodea a esta máquina está envuelto en una neblina de misterio, lo que, en tiempos como estos, es casi una invitación a imaginar. Diseño, capacidades, propósito… el J-36, creación inesperada de Chengdu Aerospace Corporation (CAC), nos deja espacio para especular, y eso lo hace aún más fascinante.

Lo que sí se ha filtrado —en fotos y videos cuidadosamente controlados— revela un avión con diseño de ala en diamante, sin superficies de cola. Un auténtico “ala volante” futurista. En sus primeras apariciones, el J-36 estaba propulsado por dos motores turbofán, pero luego surgieron imágenes que mostraban un tercer motor, algo que abrió una cascada de preguntas.

En cuanto a su tamaño, el J-36 es considerablemente más grande que el ya imponente J-20, también desarrollado por Chengdu. Algunos analistas estiman una longitud de 23 metros y una envergadura de 19,2 metros, lo que lo ubica por encima del J-20, que mide 20,3 m de largo con una envergadura de 12,88 m. A partir de eso, se proyecta un peso máximo al despegue (MTOW) de entre 50 y 60 toneladas.

¿Y qué clase de caza necesita ese tonelaje? Para ponerlo en contexto, el Su-34 ruso, que es más un bombardero táctico que un caza puro, tiene un peso bruto al despegue de 45 toneladas. Y aquí estamos hablando de un supuesto caza de superioridad aérea, con una masa comparable —o incluso superior— a la de un bombardero pesado.

Y no olvidemos los tres motores. Una decisión que ha generado tanto desconcierto como teorías. Algunos apuntan a la falta de empuje suficiente de los propulsores chinos más avanzados, como los WS-15, que, según datos disponibles, generan unos 16.000 kgf de empuje cada uno. En comparación, los motores del Su-34 —AL-31F-M1— entregan alrededor de 13.000 kgf. Sobre el papel, los WS-15 superan esa cifra. Pero claro, está el eterno talón de Aquiles de la ingeniería china: la fiabilidad.

Si el J-36 necesitara realmente tres motores para alcanzar su rendimiento esperado, algo no cuadra con la idea de un caza ágil y maniobrable. Con dos WS-15 debería poder despegar… pero no necesariamente combatir con la agilidad que exige el dogfight moderno. Y sin maniobrabilidad, ¿sigue siendo un caza? O estamos, tal vez, ante un nuevo tipo de plataforma, más cercana a un bombardero sigiloso, un lanzador de armas hipersónicas, o incluso un nodo aéreo de guerra electrónica o control de enjambres.

Lo cierto es que, por ahora, el J-36 no despeja las dudas. Las multiplica.
Y eso lo hace aún más intrigante.


La elección de tres motores en el diseño del J-36 no es un simple capricho de ingeniería. Es, en muchos sentidos, una anomalía en el mundo de la aviación de combate moderna, donde la eficiencia, la maniobrabilidad y la reducción de peso mandan. Pero China, una vez más, parece estar jugando con sus propias reglas.

Una posibilidad es que Chengdu esté apostando al desarrollo definitivo del WS-15, el motor de quinta generación chino que promete empuje suficiente para mantener vuelo supersónico sostenido y mejorar radicalmente la relación empuje-peso. Pero lo interesante aquí no es solo el empuje. La adición de un tercer motor podría tener objetivos mucho más ambiciosos.

Más allá de mover una estructura pesada, tres motores significan también una enorme generación de energía eléctrica. Y eso podría ser la clave. Porque un caza de sexta generación no solo debe volar: debe ver más, procesar más, comunicarse más y defenderse más. Sistemas de guerra electrónica avanzados, sensores multifrecuencia, radares AESA, enlaces de datos de alta capacidad, e incluso armamento defensivo de nueva generación —como láseres de alta energía (HEL) o microondas de alta potencia (HPM)— requieren una cantidad colosal de energía y refrigeración.

Visto así, la configuración del J-36 parece mucho menos una rareza y mucho más una pieza central del concepto chino de guerra aérea del futuro. Un sistema de combate aéreo en red, donde el J-36 no es solo un avión de combate, sino el cerebro aéreo que coordina enjambres de UAVs, guía misiles inteligentes, y opera de forma autónoma junto a otras aeronaves, tripuladas o no.

Incluso si su rol se limitara únicamente a actuar como nodo de mando y control, el J-36 necesitaría una capacidad de procesamiento de datos y transmisión en tiempo real sin precedentes. Eso implica potencia bruta, capacidad de enfriamiento, redundancia, y arquitectura electrónica avanzada. Porque controlar un enjambre aéreo no es simplemente cuestión de presionar botones: es gestionar inteligencia, amenazas, objetivos, y trayectorias múltiples en fracciones de segundo.

Por eso, uno o dos motores quizá serían suficientes para una plataforma especializada en tareas limitadas, como el despliegue de drones. Pero China parece querer más: que cada J-36 sea un centro de mando volador, un sistema multirole de largo alcance, capaz de operar por sí solo o en conjunto, y hacer todo eso con autonomía operativa y sostenida.

Y en ese camino, no se descarta que futuras versiones del J-36 estén propulsadas por motores de ciclo variable (VCE), una tecnología emergente que permite que las turbinas operen a velocidades distintas según la necesidad. Esto no solo mejora la eficiencia del combustible, sino que permite gestionar de forma más inteligente el flujo de energía a los distintos subsistemas electrónicos del avión.

Con un peso estimado al despegue de entre 50 y 60 toneladas, el J-36 se sitúa en un terreno poco habitual para un caza. Esa envergadura se traduce en una enorme capacidad interna de combustible y espacios generosos para armamento, lo que le da alcance estratégico y capacidad de carga pesada.

Pero aquí surge la pregunta inevitable: ¿sigue siendo esto un caza? Porque todo en el J-36 —su tamaño, sus motores, su misión, sus sistemas— apunta más bien a una nueva categoría híbrida, algo entre caza, bombardero, centro de mando y lanzador estratégico.

Tal vez no estamos viendo el futuro de los cazas…
Sino el nacimiento de otra cosa completamente distinta.

Por ahora, todo lo que sabemos sobre el alcance y la capacidad de carga del J-36 está cubierto por una neblina de especulación. Pero, incluso en ausencia de cifras oficiales, hay pistas suficientes para armar el rompecabezas.

El objetivo estratégico parece claro: cubrir la primera cadena de islas —Japón, Taiwán, Filipinas e Indonesia— sin depender del reabastecimiento en vuelo. Para ello, el J-36 debería contar con un alcance significativo, lo bastante amplio como para entrar y salir del espacio aéreo hostil con autonomía plena. Y si se incorpora armamento de largo alcance, como misiles de crucero o armas aire-superficie de precisión, el radio de acción se extendería hasta la segunda cadena de islas, abarcando buena parte del sudeste asiático.

En cuanto a su carga útil, se espera que el J-36 esté equipado con una bahía interna de grandes dimensiones, capaz de alojar una variada gama de municiones. Entre ellas, destacan los nuevos misiles aire-aire de ultra largo alcance, como el PL-17, con un alcance estimado de más de 300 kilómetros, además de bombas guiadas por precisión y misiles de crucero lanzados desde el aire.

Pero insistimos: el J-36 no debe entenderse como un caza convencional. Su papel está diseñado para ser el centro de gravedad de un ecosistema aéreo mucho más amplio, que incluiría enjambres de drones, algunos quizás del tamaño de pequeños cazas tripulados, integrados y controlados en tiempo real desde esta plataforma.

Y aquí es donde empiezan a surgir las teorías sobre su enigmático tercer motor.
Tres versiones. Tres formas de intentar entender el propósito de esa decisión poco ortodoxa.

Versión 1: el motor adicional es necesario para mover al gigante.
Con un peso estimado cercano a 60 toneladas, el J-36 requeriría un empuje considerable solo para maniobrar como lo haría un Su-35, uno de los cazas más ágiles de gran tamaño. Pero incluso así, la física es inflexible: la maniobrabilidad del J-36 es, como mínimo, cuestionable. Su tamaño, su masa y su configuración aerodinámica no apuntan a una plataforma diseñada para el combate cercano. Velocidad y alcance, tal vez. ¿Agilidad? Difícil.

Versión 2: el tercer motor es una fuente de energía, no de velocidad.
Más allá de la propulsión, este motor adicional podría estar diseñado para alimentar sistemas de alta demanda energética: radares de largo alcance, sensores múltiples, enlaces de datos de gran ancho de banda, sistemas de guerra electrónica, e incluso armas de energía dirigida como láseres o microondas, necesarias para defensa activa o control de drones en enjambre.

Esta hipótesis tiene lógica. El avión se convierte así en una plataforma de comando, un servidor aéreo en red con capacidades ofensivas y defensivas que trascienden el combate tradicional. Pero incluso esta versión tiene puntos débiles: la complejidad, la fiabilidad, el mantenimiento en combate… todo eso se multiplica con un motor adicional.

Y luego está la versión 3. La más atrevida. La más difícil de comprobar, pero imposible de descartar del todo: el tercer motor no es lo que parece.

Tal vez no sea un motor en el sentido clásico. Tal vez sea una cubierta para otro sistema, un contenedor modular, una bahía adicional camuflada, un emisor de energía, o incluso una plataforma de lanzamiento para drones miniaturizados o sistemas hipersónicos. En un avión diseñado para engañar radares y desinformar al enemigo, nada puede descartarse por completo.

Porque si algo queda claro con el J-36, es que no se trata simplemente de un caza más. Es una declaración estratégica envuelta en incógnitas técnicas. Un enigma de tres motores, dos alas y una función que, quizás, aún no entendemos del todo.

Y es en este punto donde todos se acomodan en sus asientos, tal vez con palomitas en mano, y la película realmente comienza. Porque sí: el tercer motor es un motor… pero no en el sentido tradicional. O al menos, no con la función que todos estamos esperando. Lo que estamos viendo hoy, esa estructura con tres salidas y líneas futuristas, podría no ser más que una ilusión funcional.

Vale la pena recordar que lo que se ha mostrado hasta ahora no es el modelo final. Es un prototipo, un banco de pruebas, un laboratorio volador. Una plataforma pensada para ensayar ideas, validar sistemas, jugar con límites. Lo que salga al otro lado del túnel de desarrollo podría parecerse… o podría ser algo radicalmente distinto.

Y luego está ese detalle que ha empezado a circular en algunos medios especializados: una tercera toma de aire supersónica, ubicada en la parte superior del fuselaje. Un elemento que no encaja del todo con la lógica de un diseño convencional, y que abre nuevas preguntas sobre lo que realmente alimenta ese supuesto tercer motor.

¿Qué es, entonces?
¿Una fuente de energía secundaria?
¿Una entrada para un sistema oculto de propulsión o refrigeración?
¿O simplemente un señuelo, una pieza colocada adrede para confundir a los observadores y analistas occidentales?

Nada puede descartarse. Porque si hay algo que China ha demostrado con el J-36, es que no está jugando bajo las reglas conocidas. Está diseñando algo más. Tal vez una nave polivalente. Tal vez una plataforma modular con funciones intercambiables. Tal vez un caza que no quiere parecerse a ningún caza.

Y ese supuesto tercer motor puede ser la clave o la cortina de humo.
Pero lo más intrigante es esto: el misterio, por ahora, parece completamente intencional.

Le planteé esta hipótesis a un veterano de VASO —un hombre con más de 32 años de experiencia en construcción aeronáutica— y su respuesta fue inmediata: “Es una idea más que interesante.” Según él, lo primero que llama la atención en el diseño del J-36 es el enorme espacio interno disponible. Los chinos, al parecer, tomaron la decisión desde el principio: construir una aeronave con volumen sobrado. Pero lo curioso no es eso. Lo curioso es cómo eligieron usarlo.

En teoría, si se tratara simplemente de alimentar un tercer motor convencional, habría sido mucho más sencillo rediseñar las dos tomas de aire principales, recalcular sus secciones transversales y desviar parte del flujo hacia el tercer motor. Fácil de calcular. Más simple de construir. Menos complicado en el taller.

Pero no. Los ingenieros chinos decidieron hacerlo a su manera. Y ahí es donde aparece la posibilidad más audaz de todas: ¿y si ese tercer motor no es un turborreactor, sino un motor cohete de propulsante líquido?

Parece ciencia ficción, pero no lo es.

El clásico par oxígeno-queroseno ha sido utilizado durante décadas en cohetes como la Soyuz-2 o el Falcon 9. Es un sistema probado, eficiente y relativamente seguro. El oxígeno líquido, aunque frío y volátil, es mucho menos peligroso que oxidantes como el flúor o el amilo. Además, este tipo de motor ofrece un impulso específico altísimo, del orden de los 3.500 m/s, algo que ningún turborreactor podría soñar alcanzar.

Claro que hay obstáculos. Para encender un motor cohete de estas características, se necesita un sistema de ignición externo que sincronice perfectamente el suministro de oxígeno y queroseno a la cámara de combustión. En los cohetes espaciales, se usan arrancadores eléctricos o químicos desechables. Pero en aviación, ya se está empezando a trabajar con encendidos por plasma, sistemas más complejos pero reutilizables, capaces de funcionar a cualquier altitud.

Y aquí entra en juego esa extraña toma de aire superior que tanto ha dado que hablar. Si no está diseñada para alimentar un turborreactor, podría servir como sistema auxiliar para iniciar la ignición del motor cohete, o incluso como parte del sistema de enfriamiento y ventilación interna para el almacenamiento de oxígeno líquido.

Las grandes dimensiones del J-36 no solo lo hacen ideal para transportar más combustible o armamento: también permiten instalar tanques criogénicos de oxígeno líquido dentro del fuselaje, sin comprometer el centro de gravedad ni la distribución estructural. Y como en los motores cohete el oxígeno se bombea hacia la cámara de combustión, no se necesitan tanques de presión excesiva ni paredes ultra reforzadas.

¿El resultado? Un avión con dos motores turborreactores y uno cohete. Una bestia híbrida capaz de funcionar como una aeronave convencional… hasta que necesite un impulso brutal en altitud, velocidad o energía, y entonces active su carta oculta.

Es una idea radical. Pero el J-36, desde el principio, no ha seguido ninguna regla convencional.
Y si la especulación acierta, podríamos estar ante el primer caza-cohete táctico del siglo XXI.


Cualquier persona normal se preguntaría: ¿para qué necesita una cabra un acordeón si ya está alegre? Y para alegrarla aún más.


Los propios desarrolladores chinos no han sido tímidos al describir el J-36: lo han presentado como un prototipo capaz de atravesar cualquier defensa y golpear donde más duele. Una afirmación audaz. Pero que, inevitablemente, lleva a una pregunta fundamental:
¿Cómo se atraviesa una defensa aérea moderna?

La respuesta, en realidad, no ofrece muchas opciones. Y cada una de ellas tiene sus propios límites —teóricos, prácticos o simplemente físicos.

La primera posibilidad es la más popular en la doctrina moderna: la invisibilidad ante el radar. El santo grial de la guerra aérea del siglo XXI. Utilizando diseño furtivo, materiales absorbentes, formas anguladas. El problema es que, con cada año que pasa, la eficacia de esta teoría es más discutida. Porque, a fin de cuentas, la baja observabilidad no significa invisibilidad, y lo que antes era tecnología de vanguardia, hoy empieza a enfrentarse a radares de banda múltiple, algoritmos adaptativos y sensores pasivos. ¿Funciona? A veces. ¿Garantiza atravesar "cualquier defensa"? Muy dudoso.

La segunda opción es más atrevida y, en ciertos contextos, muy efectiva: volar por debajo del radar. Literalmente. Rozando el terreno, aprovechando pliegues del paisaje y obstáculos naturales para esconderse del haz del radar. Lo vemos hoy en Ucrania, con drones y misiles de crucero deslizándose entre colinas y bosques. Pero esto, llevado a un avión del tamaño y peso del J-36 —un ala de 15 toneladas danzando a 50 metros sobre el suelo— es otra historia.
Aquí la física se impone: la inercia, el volumen, el margen de error. Tarde o temprano, un giro mal calculado termina en impacto. Y un sistema tan complejo no puede arriesgarse a un simple bache en el terreno.

Entonces queda una tercera opción. La menos explorada. La más radical:
no esquivar la defensa aérea, sino sobrevolarla completamente.
Romper el tablero y jugar desde otro plano.

Estamos hablando de operar a altitudes estratosféricas, 50, 60 kilómetros, quizás más. Por encima de todos los “paraguas” conocidos de defensa aérea. Y aquí, los números hablan por sí solos.

Tomemos el S-400 ruso, uno de los sistemas de defensa más avanzados del planeta. Su misil más potente, el 40N6E, tiene un techo de interceptación de 30 kilómetros.
El sistema Patriot estadounidense, tan temido como extendido, no supera los 20 kilómetros.
Y aunque Estados Unidos dispone de sistemas navales como el Standard Missile, incluso su versión avanzada, el SM-6, se queda en 33 km de altitud máxima.

Solo una excepción sobresale en este mapa de cifras: el SM-3, un interceptor diseñado no para el combate aéreo convencional, sino para interceptar misiles balísticos en la estratósfera. Un misil cinético, más cercano a un proyectil espacial que a una defensa aérea tradicional.

¿Y si el J-36, con su motor adicional y diseño masivo, no está pensado para evadir… sino para volar más alto que nadie?

Una plataforma que se eleva por encima del alcance de los radares, de los misiles, del ruido del combate.
Un atacante desde las alturas, descendiendo como un cometa en el momento preciso.
Un avión que, literalmente, vuela por fuera de las reglas.

En resumen, estamos hablando de un misil capaz de volar a muy grandes altitudes y velocidades extremas. El SM-3, misil interceptor de tres etapas, puede alcanzar hasta 250 km de altitud y guía su trayectoria mediante un buscador infrarrojo, lo que lo convierte en una plataforma de intercepción extremadamente sofisticada. Pero también tiene sus límites.

Porque el SM-3 fue diseñado con una misión muy concreta: destruir objetos que no maniobran, como la ojiva de un misil balístico o incluso un satélite en órbita baja. Objetivos que siguen una trayectoria perfectamente predecible. Y aquí está el problema: nadie sabe cómo respondería este misil frente a un objetivo que maniobra activamente. Las pruebas necesarias para comprobarlo simplemente no se han realizado.

Además, Estados Unidos no tiene muchos misiles de este tipo. Son caros —muy caros—: cada unidad cuesta entre 18 y 24 millones de dólares, según su variante. Y por eso se emplean con cuenta gotas, solo en escenarios de máxima prioridad estratégica.

Así que si el escenario es un avión que opera a 50 o 60 kilómetros de altitud, justo donde la atmósfera aún permite cierto uso aerodinámico, pero muy por encima del alcance de casi todas las defensas, las posibilidades de interceptarlo son mínimas. Si además lleva un motor cohete, y no depende de oxígeno ambiental, puede alcanzar esa altitud con relativa facilidad.

Y no hablamos de un ataque a territorio continental. Porque China no necesita ni pretende atacar el territorio estadounidense. Lo que le preocupa está más cerca.
Hablamos del Océano Pacífico. De Taiwán. Y de los grupos de ataque de portaaviones (AUG) estadounidenses que se aproximan para defenderlo.

Ahí es donde este tipo de aeronave —una plataforma estratosférica armada, rápida y precisa— entra en juego.

Porque lanzar un misil balístico contra un AUG es una solución limitada. Sí, su ojiva es veloz, difícil de interceptar, pero poco precisa. Por diseño, su guiado final es tosco, y cualquier corrección de trayectoria es difícil debido a la alta velocidad de descenso y la resistencia atmosférica. La física pone sus reglas, y la precisión (CEP) se resiente seriamente.

En cambio, un avión de gran altitud puede detectar, rastrear y elegir su objetivo en tiempo real. Puede lanzar bombas guiadas o cohetes desde 50 km de altitud, sin entrar jamás en el alcance efectivo de los sistemas de defensa aérea de los buques.

Pensemos en eso: una bomba guiada, con bajo perfil radar, lanzada desde el borde de la estratósfera. Su caída sería limpia, rápida, difícil de interceptar, con un perfil térmico reducido. No es un proyectil que desciende como un meteorito desde el espacio, sino algo más controlado, más inteligente. Y si hablamos de municiones pequeñas y sigilosas, el radar del AUG tendrá problemas para verlas llegar… y más aún para detenerlas.

¿Imposible? Tal vez no tanto.
Basta recordar al mayor Bernhard Jope, que el 9 de septiembre de 1943, a bordo de un bombardero alemán, lanzó dos bombas guiadas Fritz X sobre el acorazado Roma de la marina italiana. Dos impactos. Un buque insignia hundido. Una lección temprana de lo que puede hacer un ataque guiado, preciso y desde arriba.

Hoy, casi un siglo después, la historia podría repetirse. Solo que esta vez, a 50 kilómetros de altitud, y con una tecnología que ni siquiera soñaban en 1943.

Un avión cohete estratosférico, armado con bombas guiadas o cohetes precisos, no es ciencia ficción. Es una respuesta táctica elegante y brutal para un problema real: cómo romper un grupo de combate naval sin entrar en su alcance.
Y si el J-36 apunta en esa dirección, no es solo un caza más.
Es un cambio de paradigma.

Dos bombas con un peso de 1.570 kg enviaron al fondo el nuevo acorazado con un desplazamiento de 46 toneladas.



No es difícil predecir lo que dos bombas de este tipo harán a un barco moderno, que prácticamente no tiene blindaje en comparación con los barcos de la Segunda Guerra Mundial.


Un avión cohete como el J-36 tiene una ventaja que cambia las reglas del juego: es reutilizable.
A diferencia de un misil balístico o de crucero, que es por definición un sistema de un solo uso —un billete de ida sin retorno—, un avión puede adaptarse. Puede cambiar de objetivo sobre la marcha, puede retirarse si la situación cambia, puede esperar el momento adecuado para atacar. Y si es pilotado —ya sea por un humano o por una IA autónoma avanzada—, tomará decisiones mucho más complejas que las de cualquier computadora a bordo de un proyectil.

Un misil, por su parte, solo tiene una opción: ser disparado y seguir su trayectoria. Sin corrección. Sin repliegue. Sin margen de maniobra táctica. Solo avanzar… o autodestruirse.

Y cuando hablamos de costos, el panorama es revelador.
Un misil balístico Bulava cuesta alrededor de 10 millones de dólares.
Un Iskander, unos 3 millones.
Incluso un misil de crucero Kalibr ronda el medio millón.
En cambio, una bomba guiada por láser o por satélite, lanzada desde gran altura y con precisión quirúrgica, cuesta una fracción de eso. Y en condiciones ideales, puede ser igual o más efectiva, sobre todo cuando el blanco es móvil y las circunstancias cambian en segundos.

Pero eso no es todo. Las bodegas del J-36 podrían no estar llenas de bombas o misiles. Podrían estar cargadas de drones asesinos. Vehículos autónomos de ataque, lanzables desde la estratósfera, capaces de dispersarse en formación, saturar sensores enemigos, confundir defensas y golpear desde múltiples ángulos. Y si hay un país con los medios para hacerlo, es China. El desarrollo de drones en enjambre, algoritmos de control distribuido y miniaturización armada está muy avanzado en sus laboratorios.

¿Controversial? Tal vez.
¿Audaz? Sin duda.
Pero todo concepto revolucionario comienza con una idea que desafía lo conocido.

El J-36 no es todavía una realidad consolidada. Es un prototipo, una visión, una pieza de ingeniería especulativa que apunta hacia lo que China imagina como el avión de ataque del futuro. Y como dice el proverbio chino:
“El viaje de mil millas comienza con el primer paso.”
Este podría ser ese paso.

La teoría puede parecer atrevida, pero no por eso carece de fundamento.
Y como ocurre siempre con los nuevos desarrollos militares chinos de alto perfil, las imágenes y los vídeos aumentarán. Veremos al J-36 rodar, despegar, maniobrar, tal vez entrenar. Poco a poco, el rompecabezas irá tomando forma, y con él, las respuestas a muchas de las preguntas que hoy solo podemos plantear.

Pero una cosa ya es clara:
China no está imitando el pasado. Está diseñando su propia versión del futuro.


lunes, 17 de febrero de 2025

Caza cohete: Bachem Ba 349 Natter






Desarrollo - Construcción - Armamento - Motor - Perfil de la misión


En la primavera de 1944, se hizo evidente para el Alto Mando alemán que la ofensiva diurna en constante escalada contra la industria del Tercer Reich que estaba montando la U.S.A.A.F. ya no podía ser contrarrestado solo con medios ortodoxos. tan grave era la situación que había que prestar cuidadosa consideración a lo poco ortodoxo, y no faltaron planes muy ingeniosos para interceptar y destruir las formaciones de bombarderos intrusos, pero pocos resistieron más que un examen superficial de su factibilidad. Una propuesta radical que parecía ofrecer alguna posibilidad de éxito, sin embargo, fue la presentada por Dipl,-Ing. Erich Bachem sugirió un interceptor de defensa de objetivos semidesechable propulsado por cohetes de lanzamiento vertical económico.

 

Historia de desarrollo

En 1944, el RLM emitió un requisito para un interceptor de defensa de objetivos pequeño y económico. Bachem, que había mantenido un estrecho contacto con el Dr. von Braun y el desarrollo de motores de cohetes bicombustibles, presentó una propuesta que designó como BP 20 Natter (Adder).

Se presentaron numerosos proyectos al RLM para cumplir con las demandas del nuevo requisito y, en la evaluación final a principios del verano de 1944, se seleccionó una propuesta de Heinkel, el Proyecto 1077 Julia.



La propuesta de Bachem fue rechazada de plano principalmente porque requería que la aeronave fuera semidesechable y el requisito de consideración del RLM no preveía la pérdida parcial del interceptor después de cada misión. El RLM también analizó el hecho de que el diseño no había sido invitado y presentado para su consideración a través de canales anormales. Fueron pasados al RLM por preocupación con la ayuda del General de Combatientes de la Luftwaffe, Adolf Galland.

Bachem, sin embargo, estaba convencido de la viabilidad de este proyecto y solicitó y obtuvo una entrevista con nada menos que Henrich Himmler, quien dirigía las temidas SS.



Himmler mostró interés inmediato en el proyecto Natter, prometiendo su total apoyo personal. En 24 horas, se informó a Bachem que el RLM había reconsiderado su rechazo anterior y ahora otorgaba al proyecto Natter su máxima prioridad de desarrollo. Se puede decir mucho sobre el miedo y la intimidación que Himmler y las SS llevaron a cabo para lograr que el RLM reconsiderara.

El Natter definitivo difería en algunos aspectos del propuesto originalmente por Bachem. El primer diseño preveía un ataque inicial a la formación de bombarderos durante el cual el Natter gastaría su batería de cohetes, el piloto luego usaría la energía cinética restante para ganar suficiente altura para realizar un ataque de embestida en picado. Inmediatamente antes del impacto, el piloto debía salir disparado de la cabina del Natter, la activación del asiento eyector disparando un rayo explosivo que separaría el fuselaje de popa que albergaba el motor del cohete, y se desplegó automáticamente un paracaídas para bajarlo al suelo para su recuperación y reutilizar. Posteriormente se concluyó que la cabina del Natter era demasiado pequeña para permitir la instalación de un asiento eyectable efectivo. Además, su disposición sólo serviría para complicar un diseño que pretendía aportar la esencia de la sencillez, por lo que se decidió prescindir del ataque de embestida, desechando el piloto el fuselaje delantero completo con parabrisas tras descargar sus cohetes, este acción de soltar la cubierta de la carcasa del paracaídas y desplegar el paracaídas

Construcción (Ver detalle de construcción en galería de fotos)

Durante las semanas que siguieron, se prosiguió con el diseño detallado en paralelo con los senderos del túnel de viento en Braunschweig. Durante las pruebas de túnel, se simularon velocidades superiores a Mach 0,95 sin que aparecieran efectos adversos de estabilidad o compresibilidad. Todo el fuselaje era de madera, y el metal se usaba solo para controlar las varillas de empuje, las bisagras y los puntos de fijación de soporte de carga. El fuselaje era de construcción semi-monocasco con revestimiento laminado, largueros y formadores, y el ala poseía un único larguero de madera laminada que era continuo de punta a punta y pasaba entre los tanques de combustible del fuselaje. El ala no incorporaba superficies móviles, y el control de balanceo se obtenía mediante la operación diferencial de los alerones que formaban parte de las superficies horizontales de la cola. El conjunto de cola podría describirse como de diseño cruciforme asimétrico en el sentido de que el plano de cola estaba montado sobre el fuselaje y las superficies verticales se extendían por debajo del fuselaje. grande en comparación con el ala, la cola contribuyó con una proporción importante de la sustentación total, ya que tanto el ala como el plano de cola tenían un diseño rectangular sin diedro, conicidad o barrido.


Armamento (Ver detalle de armamento en galería de fotos)

Las formas alternativas de armamento consideradas durante la etapa inicial de desarrollo incluyeron una Rohrbatterie de 49 proyectiles de cohetes SG 119 de 30 mm y el Trommelgerat cilíndrico semiautomático con 40 disparos de 30 mm, pero finalmente, una disposición de tubos hexagonales Bienenwabe (panal) para 73 -mm Hs 217 Se adoptaron misiles Fohn (Storm) o tubos cuadrangulares para misiles R4M de 55 mm. Mientras que el Bienenwabe para los misiles más pequeños constaba de 33 tubos, el del misil más gigante constaba de 24 tubos, se descartó una disposición anterior de 28 tubos Fohn debido a la insuficiencia de la ventilación de gases de escape que resultó en una explosión durante la prueba de disparo. Una cubierta de plástico descartable encerraba el extremo delantero del Bienenwabe antes del disparo. El avistamiento de la batería de misiles se logró a través de un simple anillo de alambre de acero montado en la nariz. El piloto disparó los misiles todos a la vez cuando la forma del avión atacado llenó el anillo del sitio.

Se construyeron tres versiones del Natter:

 

Las tres versiones del Natter que fueron construidos:

BA-20 (V)- Modelos experimentales

Serie A: modelos de preproducción de los cuales se construyeron 36 ejemplos.

Serie B: versión de producción final del Natter. Este rediseño presentaba una aerodinámica ligeramente mejor y una cámara de crucero para una mayor resistencia (4,36 min. en comparación con 2,23 min. en la serie A). Solo se completaron tres ejemplos y de ellos, solo uno se probó antes de que terminara la guerra.

Estudio de diseño de la serie C que presentaba una configuración en "T" en lugar de la configuración en "cruz" utilizada en los diseños de las series A y B. Se preveía la versión C que podía lanzarse desde su propio remolque de transporte, capaz de albergar dos Ba-349 C's. Este remolque podría transformarse fácilmente en una rampa de 12 m con una inclinación de 80 grados (Ver abajo)


Motor (Ver detalle del motor en galería de fotos)

Los modelos BA-20 y Ba-349A de preproducción de Bachem estaban propulsados ​​por el motor de combustible líquido Walter HWK 509A. El combustible era 750 kg de peróxido de hidrógeno al 80% y una mezcla 30/70 de hidracina/metanol al 20%. El empuje fue de 1700 kg durante cinco minutos. Como era demasiado bajo para el despegue, se agregaron cuatro propulsores de combustible sólido Schmidling con un empuje total de 2000 kg. Pesaron 495 kg en total, se quemaron durante 10 segundos y luego se desecharon.

A pesar de ser lanzado desde una torre con rieles de lanzamiento, la velocidad en el despegue era demasiado baja para un control efectivo, por lo que a partir del vehículo V16, se agregó vectorización de empuje en forma de timones de acero huecos llenos de agua en el escape del cohete. El agua tardó 30 s en hervir y luego se derritió.

La última serie Ba-349B incorporó el motor de cohete de combustible líquido Walter HWK 509C-1 que poseía un empuje de 4,410 lb 93,750 lb desde la cámara principal y 660 lb desde la cámara auxiliar. Este motor proporcionó el doble de resistencia en el tiempo de vuelo.


Datos del Bachem Ba 349A

Motor motor Walther 509A c/ 4 aceleradores de combustible sólido*
Velocidad máxima
11,000 m per 60 segundo (Vert) 1000 km/h (Horiz)
Peso al despegue 2230 kg cargado con aceleradores (880 kg empty)
Envergadura 4 metros
Resistencia
130 segundos a 800 km/h a 3000 m
Alcance 20-80 km dependiendo de la altitud
Longitud 6.02 m
Armas 24 cohetes de 73 mm Fohn or 33 cohetenes de 55 mm R4M
Combustible interno 750 kg

*El Ba 349B tenía un motor Walther 509c, el cual también tenía un modo de crucero que duplicaba su resistencia.

Perfil de la misión (Ver lanzamiento y recuperación en la galería de fotos)

Para el lanzamiento, el Ba 349 debía montarse en una plataforma casi vertical de 80 pies. rampa, las puntas de las alas y la punta de la aleta inferior de la cola se fortalecieron para correr en los tres rieles de guía. La rampa en sí estaba pivotada en su base para permitir que la aeronave se cargara en posición horizontal. (Más tarde, se desarrolló una rampa simplificada que usaba un larguero de madera simple con una polea en la parte superior que permitía que el Natter se colocara en posición de disparo. Esta rampa no requería guías de riel para las puntas de las alas y proporcionaba un pórtico simple que evitaba el necesidad de un punto de lanzamiento permanente y aseguró un sistema totalmente móvil que requirió muy poco tiempo para configurar).



Se suponía que el Natter no debía ser pilotado por pilotos "reales", sino por pilotos con muy poco entrenamiento. Durante el lanzamiento, debía tener suficiente estabilidad para que no se necesitaran entradas de control. Se calculó que la aceleración inicial no superaría los 2,2 g, pero se salvaguardó la posibilidad de que el piloto se desmayara prefijando los elevones para la trayectoria de vuelo requerida mientras el Natter aún estaba en la rampa. Después de eso, el control de radio desde tierra se hizo cargo y dio órdenes a un piloto automático de tres ejes asumiendo la guía del interceptor a una altitud de 550 a 600 pies, momento en el cual los cohetes impulsores serían desechados.

A una distancia de 1 a 2 millas de la formación del objetivo, se pretendía que el piloto anulara el control del piloto automático, desechara la nariz cónica de plástico para exponer los misiles, apuntara a la parte del cielo donde los bombarderos eran más densos, disparara el dotación completa de misiles en una salva, aléjese de la formación y salga disparado. El único propósito del piloto era dirigir la aeronave durante la fase final del ataque. Esto significaba que el Natter podía emplear personal sin ningún otro entrenamiento que el que podría proporcionar un entrenador terrestre rudimentario. Después de completar su ataque, el piloto debía soltar el arnés de su asiento, desacoplar la columna de control y soltar los pestillos de seguridad y las conexiones mecánicas que sujetaban la sección de la nariz. Esto se desprendería de la aeronave, completo con el parabrisas, el panel de instrumentos, el mamparo delantero y los pedales del timón, liberando simultáneamente una carcasa de paracaídas en la parte trasera del fuselaje. El despliegue repentino del paracaídas arrojaría al piloto hacia adelante y fuera de la aeronave, y descendería en paracaídas de la manera normal. El compartimento trasero que albergaba el motor Walter, que también cayó en paracaídas, sería recuperado para otro uso.

Probablemente habría funcionado bien, ya que era un avión pequeño, rápido y blindado armado con poderosos cohetes. Los riesgos para los pilotos probablemente fueron el control de calidad durante la construcción y los muchos pasos necesarios para una misión exitosa.



2 ejemplares del Natter existen hoy. Uno está en la instalación de almacenamiento Gerber del Smithsonian Air & Space Museum y el otro en el Deusche Museum en Alemania.

Fuentes de información de:

  • "Natter" Bachem Ba 349 por Joachim Dressel Publ. por Schaffer Historia Militar 1994
  • Aviones de combate del Tercer Reich por William Green Publ. Libros Galahad 1990
  • Proyector Holman - Urban-Fredriksson 27 de junio de 1993, página de inicio de la aviación sueca











lunes, 16 de diciembre de 2019

Armas secretas Nazis apuntando a llegar a Marte

Armas secretas alemanas: Huellas para Marte

Brian Ford
W&W



El personaje alemán siempre ha respetado los logros prácticos y el esfuerzo académico. Hasta el día de hoy, el industrial visitante que va a Alemania - Oeste o Este - encuentra lo útil que es si admite en su tarjeta de visita que él es "Mr Engineer" o "Herr Doktor"; La educación, el aprendizaje y el estado académico siempre han sido partes importantes de la tradición alemana.

En la década de 1930, esta tendencia se desarrolló al máximo. A través de la máquina de propaganda del futuro imperio nazi, tanto el académico como el ingeniero eran estimados como nunca antes, y el objetivo de todos los hombres exitosos era ingresar a estas profesiones y tener éxito dentro de su marco. Pero a medida que el régimen de Hitler llegó al poder y comenzó a ejercer su influencia, hubo un sutil cambio de énfasis casi imperceptible. El científico puro comenzó a perder el comentario favorable; el académico perdió un poco a favor, pero el técnico, el hombre práctico, el ingeniero, comenzaron una subida sin precedentes a las mayores alturas de estatus.

Sin embargo, el cambio de énfasis se convirtió en un sesgo correcto, y particularmente a medida que más y más científicos alemanes estaban siendo discriminados debido a la supuesta "inferioridad racial", muchos de ellos se desarraigaron y huyeron del país por completo. A fines de la década de 1930, el cambio había sido casi completo: solo Goring se mantuvo con un profundo respeto por los intelectuales de Alemania, y los utilizó al máximo. Uno de sus principales compañeros de trabajo era un general Milch, en parte judío, que se convirtió en el Jefe de la Oficina Técnica de la Luftwaffe a su debido tiempo. A pesar del trasfondo de "mestizo", tal como lo define Hitler, Goring mantuvo a este hombre en una posición superior por pura capacidad intelectual y habilidad práctica.

Pero hasta cierto punto, este antiintelectualismo del régimen de Hitler tuvo el efecto beneficioso deseado, ya que alejó al pueblo alemán de su aceptación casi servil de la necesidad de especialización académica, y les permitió asumir eso (debido a la amplia anunciaron la "superioridad inherente" de la raza alemana) estaban por encima de la necesidad de especializarse: todos podían estar familiarizados con los problemas de la tecnología y la sociedad científica, y se hicieron grandes esfuerzos para hacerlos sentir que, sin importar cuán superficialmente, estaban en las cosas. En segundo lugar, debido a la deriva del esfuerzo académico, cada vez más personas se convirtieron en trabajadores técnicos, y el cambio de la investigación pura estuvo acompañado en cierta medida por una deriva hacia la investigación aplicada, el diseño y el desarrollo. El culto al progreso se estableció y, en la mente alemana, se alimentó fácilmente.






Alemania tiene la misma tradición para la mano de obra de buena calidad, para la disciplina y para el esfuerzo. Por lo tanto, muchas de sus empresas más grandes estaban en el campo de la exportación, con equipos de ventas singularmente actualizados para respaldarlos, y esto, proféticamente, incluía el desarrollo de municiones. Las ruedas de las grandes empresas pronto permitieron que este lado del esfuerzo industrial alemán alcanzara grandes proporciones; Los alemanes eran una de las pocas naciones que estaban en condiciones de suministrar municiones modernas y efectivas. ¿Por qué fue esto? Simplemente debido a su activa capacidad de investigación: el suministro de municiones es una de las ramas de la industria que, casi más que nada, depende de estar actualizado; en resumen, el fabricante de municiones exitoso debe ser el más avanzado técnicamente. Esto y el estímulo del militarismo por parte de los nazis como ideal condujo inevitablemente al surgimiento de complejos de fabricación de armas exitosos y gigantes.

Y también hubo otro factor que, aunque diseñado para frenar el rearme de los alemanes y ralentizar su capacidad para desarrollar nuevas armas, en realidad tuvo el efecto de intensificar enormemente el desarrollo. Este fue el Tratado de Versalles que prohibió la producción de grandes barcos, de aviones de gran capacidad, de armas de gran calibre; Pero los alemanes superaron rápidamente estas limitaciones en la medida de lo posible al dedicar nuevas energías a fabricar armas efectivas dentro de estos límites. Así, uno tenía armas de fuego convertibles, que podían adaptarse rápidamente para uso militar; uno tenía pistolas de alta velocidad; uno vio surgir el acorazado de bolsillo y la perfección de los aviones y planeadores, todos factores que, entre ellos, permitieron a los nazis evadir silenciosamente muchas de las restricciones aparentemente inevitables del Tratado de Versalles.

Las fábricas en las combinaciones industriales de Krupp, Mauser y muchos otros suministraron armas y municiones a muchos países, incluidos, en algunos casos, establecimientos manufactureros completos a países tan lejanos como Sudamérica, e incluidos otros, como Rusia, que luego se convertirán sus enemigos

Incluso antes de la Primera Guerra Mundial, había una Oficina de Armas del Ejército, que tenía una rama conocida como "Wa Pruf", una abreviatura de Heeres waffenamt Prufwesen, o Oficina de Pruebas del Ejército, diseñada específicamente para probar y mejorar las armas. Era, en esencia, un campo de pruebas y de él se derivaron muchos cambios y modificaciones importantes. Uno de los expertos en esta división, Carl Cranz, más tarde formó una sección del Wa Prdf conocido como Waffen Forschungs (Wa F para abreviar), que se creó específicamente como un instituto de investigación y balística por derecho propio. Esto formó la primera base para un mayor desarrollo en el régimen de Hitler; de hecho, cuando Cranz se retiró (de más de setenta años, según los informes) fue reemplazado por un profesor Schumann y fue él quien permaneció a cargo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Pero aquí también la tendencia a alejarse de la investigación por sí misma tuvo un costo. Porque el instituto se volvió menos prestigioso y su líder descubrió que a menudo quedaba prácticamente fuera del frío; Eran las actividades más prácticas de Wa Pruf las que parecían tener mayor demanda. Por lo tanto, los fabricantes de municiones que no deseaban incurrir en la mano de obra y los gastos de establecer sus propios institutos de investigación, pasaron su trabajo al Waffenamt, pero descubrieron que la deriva de la investigación pura tendía a negarles muchos de los beneficios que de lo contrario podría haber derivado. Entonces, en esencia, la Artillería no tenía la instalación de investigación que necesitaban. Cuando finalmente las cosas se desarrollaron en esta esfera, ya era casi demasiado tarde. Sin embargo, las experiencias prácticas de luchadores y tácticos que usaron armas alemanas en la Guerra Civil española proporcionaron algunas pruebas prácticas valiosas y la experiencia de las armas en la práctica.

En el campo naval, se emprendió una introducción muy importante de nuevas tecnologías. Los límites establecidos por el tratado de Versalles sobre buques de guerra eran de 10.000 toneladas; pero mediante el uso máximo de materiales de aleación ligera y el desarrollo de alta velocidad de soldadura de un grado de diseño notablemente sofisticado, los tecnólogos alemanes pudieron superar muchas de estas limitaciones.
El esfuerzo de investigación se basó en gran medida en la inversión de sumas considerables por parte de las empresas alemanas que se dedicaban a matar con la producción y venta de armas y equipos exitosos. Hubo un Marine-Waffenamt (Oficina de pruebas navales) oficial bajo el mando del Ministro que actuó como el Comandante Naval - Oberkommando der Marine - y también hubo varios establecimientos experimentales (Versuchsanstalt). Estas incluyeron varias organizaciones bajo los títulos de Chemische-Physikana lische (Investigación Química y Física), Torpedo, Sperr (Minas) y Nachrichen (Radio). Otras instalaciones como el Forschungsentwicklung Patente se ocuparon de las patentes y las operaciones legales.

Sin embargo, en la investigación naval también, a pesar de las restricciones del antiintelectualismo de Hitler, los recursos alemanes fueron capaces de establecer un liderazgo mundial en perfección técnica y experiencia. Pero en la Luftwaffe, las cosas eran algo diferentes.

Aquí hubo un fuerte interés de investigación por parte del gobierno y, en lugar de dejar las cosas demasiado en manos de las actividades individuales de las empresas combinadas, la competencia técnica de los recursos del gobierno se desarrolló a un estado de alta actividad y producción. Al dejar de lado algunas demandas arbitrarias de los coordinadores de políticas del gobierno, el ministerio aéreo alemán pudo proteger su independencia de acción; No sería intimidado por nadie y, probablemente en parte como resultado de la arrogante, casi arrogante autosatisfacción del ejército y los investigadores de la marina, logró crear un aura de superioridad para sí mismo. Aunque muchos, por las razones que ya hemos esbozado, tenían una reputación justificada como un productor líder de artillería y equipos navales, había muchos otros países con ministerios aéreos iguales o mejores y Alemania no tenía una posición única de incomparable en este campo . Pero la alta moral de la Luftwaffe valió la pena y, de hecho, permitió a los alemanes lograr objetivos muy avanzados. La investigación y el desarrollo de cohetes, como un caso puntual, fue, como veremos, notable y de hecho bastante único como un ejercicio en la aplicación de tecnología a una escala sin precedentes.

Fue en 1935 cuando Alemania logró escapar de las restricciones del Tratado de Versalles y emprendió la reconstrucción de su fuerza aérea a lo grande. No es que haya llegado al problema completamente fría: un acuerdo secreto (y bastante ilegal) había estado en marcha durante algunos años antes, exactamente cuántos no son seguros, por los cuales los aviadores alemanes habían sido instruidos y ayudados por la fuerza aérea rusa. en un acuerdo recíproco. El Jefe de Estado Mayor de la Luftwaffe en ese momento, el General Wever, era fanático de las potencialidades de los aviones de mayor y mayor alcance como parte de la política expansionista de los nazis. Debe haber sido con gran satisfacción que Alemania construyó y voló la primera nave aérea de metal de cualquier tamaño en este momento, el Dornier X, y muchos trofeos y premios internacionales fueron a aviones alemanes a fines de la década de 1930. Se dice que un capitán Wendel alcanzó una velocidad récord de 469.22 mph en abril de 1939, volando un Messerschmitt 109 (R), una velocidad que no se alcanzará nuevamente hasta después del final de la guerra, al menos por aviones propulsados ​​por tornillos de aire.

Incluso en este campo, los alemanes estaban trabajando en secreto en una serie de proyectos que luego sorprenderían al mundo occidental en general; La propulsión a chorro estaba en esta etapa mucho más desarrollada de lo que los Aliados sabían, y los aviones propulsados ​​por cohetes ya estaban en el tablero de dibujo. La más terrible de todas las armas secretas alemanas eran los cohetes, por supuesto, y estos también comenzaban a desarrollarse a puerta cerrada; ya en 1931, el primero de los cohetes modernos de combustible líquido se elevó y alcanzó una altura de quizás 1,000 pies desde una base en Dessau y en dos años, equipos secretos estaban investigando las posibilidades de vuelo de cohetes tripulados. La forma más rápida de alcanzar al enemigo es a través del aire, y es natural que fueran los establecimientos de investigación de la Luftwaffe los que se encontraban entre los más progresistas en forjar estas nuevas y sorprendentes armas de guerra.

Y así, mientras que los especialistas militares y navales trabajaron durante gran parte del esfuerzo de guerra a través de organizaciones independientes respaldadas por negocios diseñadas para desarrollar nuevas armas, y por lo tanto comercializables, la investigación de la Luftwaffe se mantuvo cerca del gobierno. Hubiera tenido menos sentido establecer establecimientos gubernamentales, cuando había riesgos tan claros de duplicación de los laboratorios independientes, y además habría sido económicamente difícil tentar a los trabajadores de investigación industrial, que en este momento estaban entre los más tecnólogos y diseñadores altamente remunerados en Europa, y probablemente en el mundo.


Pero, sin una industria aeronáutica tradicional, el gobierno se convirtió en el único verdadero defensor de la investigación aérea; los hombres fueron entrenados, nombrados y distribuidos por una maquinaria central dirigida por el Ministerio a un nivel superior; su cabeza suprema, Goring, fue como hemos visto a un admirador del poder mental y lo que podría lograr; y a medida que los años transcurrieron por los desarrollos, sentaron un precedente que (aunque mal organizado y demasiado espasmódico para ser efectivo según los estándares modernos) no se había visto antes en la historia de la guerra. Para su época fue increíble, y funcionó.

Pero, ¿dónde estaban los establecimientos y cómo eran? Quizás tan importante, ¿cómo se organizó la organización para esta gigantesca tarea?

A la cabeza de la investigación del ejército estaba el Comandante Supremo, quien, a través del Ministerio de Armas y Producción de Guerra de Speer, controlaba las políticas generales de Wa Pruf. A la par de este departamento se encontraba la Waffen Forschungs, la sección de investigación de armas, que siempre tendía a tambalearse al borde de la prominencia pero que (probablemente debido a una organización pobre y decisiones políticas conflictivas a medida que avanzaba la guerra) nunca llegó a tener el mismo grado de prominencia como Wa Pruf. De hecho, muchos estudiantes de los años de la guerra han imaginado que Wa F era una subdivisión del propio Wa Pruf, pero en términos organizativos, los dos tenían el mismo estatus. Ambos fueron controlados en una sola oficina conocida como Hereswafjenamt, o Oficina de Armas, bajo el control del general K Becker hasta su muerte a principios de los años de guerra, cuando el general Leeb se hizo cargo. Y finalmente, trabajando junto a los departamentos Wa Pruf y Wa F, estaba la sección Beschaffung, o compras y producción. Esta era la división comercial responsable de obtener licitaciones para la producción, la compra de materias primas y el alquiler de contratos de producción a empresas externas.

Se crearon subdivisiones para investigar ramas de investigación tan separadas como municiones y armas, ingeniería, en el sentido más amplio, señalización, equipos ópticos y de comunicaciones, y cohetes. Este estado de cosas algo anómalo surgió porque los cohetes eran considerados (como todavía lo son, por algunos militares) como teniendo una doble personalidad. Algunos dicen que son, en esencia, proyectiles de artillería, que se llevan su carga de cartucho con ellos; otros argumentan que en realidad son aviones pero con alas más cortas y sin piloto.

Y así, se establecieron dos divisiones de Wa Pruf del ejército: una para cohetes con combustible sólido, la otra para combustible líquido. Con un entusiasta comandante general Dornberger a la cabeza, un equipo de unos 250 de los mejores científicos jóvenes de Alemania se reunieron antes del estallido de la guerra y se les dio dinero, estatus y equipo para, simplemente, desarrollar cohetes mundiales. Desde el sitio de antes de la guerra de Kummersdorf, el grupo se mudó en 1937 a Heeresrersuchsstelle (campo de pruebas del ejército) Peenemunde y comenzó a trabajar en serio. Más tarde, las instalaciones se dispersaron a Bliecherode y Kochel, después de que las fuerzas aliadas se enteraron del centro de Peenemunde y comenzaron a atacarlo.

El campo de pruebas de Kummersdorf, situado cerca de la capital, Berlín, se desarrolló exclusivamente como campo de pruebas para cohetes y armas de fuego. Se decía que había quince áreas de prueba separadas, pero durante todo el período de guerra, la instalación no se extendió a su capacidad. Muchas de las armas más actualizadas y secretas de Alemania fueron probadas aquí hasta que se conocieron y comprendieron todas sus características, y a medida que la guerra continuó, gran parte de esta evaluación y análisis de prueba se llevaron a cabo en un terreno similar en Gottow.

La guerra química, que bien podría haber provocado las consecuencias más terribles del conflicto jamás visto en la guerra, también estaba en la mente de los nazis en este momento. Como veremos, dedicaron mucho tiempo y esfuerzo a la búsqueda de venenos más rápidos y mortales y desarrollaron, entre otros materiales secretos menos sofisticados, varios gases nerviosos potentes al final de la guerra. El centro de desarrollo y pruebas estaba en un campo de pruebas cerca de Raubhammer. Toda la empresa fue cuidadosamente controlada y los edificios camuflados eran a menudo prácticamente indetectables incluso para el reconocimiento aéreo más cercano por parte de los Aliados.

Y respaldaron toda la configuración los establecimientos educativos y las universidades (los Hochschulinstituten), más de 200 de ellos, y las empresas independientes o Firmen, de quienes dependía gran parte de la investigación.

La organización en la marina era básicamente similar: aquí también había subdivisiones separadas de la oficina del Ministerio matriz, y como en la investigación del ejército, gran parte del esfuerzo se basó en la cooperación y el apoyo de las empresas independientes. La oficina central relevante aquí era la Marine-Waffenamt (División de Armas Navales) bajo Speer. Las diversas subdivisiones especializadas eran similares a las del ejército y, a su vez, estaban respaldadas por las divisiones experimentales y de prueba. Estos proporcionaron un enlace de retroalimentación cibernética a las divisiones de desarrollo, ya que los problemas iniciales y las mejoras sugeridas que surgieron de las pruebas de prueba se absorbieron rápida y eficientemente en la justificación de las siguientes fases de desarrollo y de esta manera, una forma de evolución mecánica por 'supervivencia del más apto': la calidad no solo se mantuvo sino que se mejoró de manera constante y constante.
La organización del ministerio del aire fue inmensa. Al comienzo de la preparación para la guerra, hubo un cambio lejos de la máquina organizativa del ejército y la investigación de la armada en que Reichsmarschall Goring tomó una posición personal prominente en la parte superior del árbol y tenía el control general de la política y el desarrollo (incluso por encima del nivel de autoridad del Ministerium Speer). Inmediatamente debajo de él había una división en dos funciones: el Reich Luftfahrtminist erium, o el Ministerio del Aire propiamente dicho, y la rama científica y técnica, responsable del desarrollo de armas secretas, entre otras tareas.

Una de las principales divisiones aquí fue la Technisches Amt, con sede en Berlín, la oficina técnica principal del propio Ministerio. Inicialmente al frente de esta importante división estaba el general Udet; fue reemplazado por el general Milch durante la mayor parte del período de guerra y, más tarde, por el general Diesing. La mayoría del personal de esta división eran, de hecho, militares y su tarea consistía básicamente en organizar y coordinar la investigación y el desarrollo de aviones, armas aéreas, equipos de comunicaciones y similares, todo ello en condiciones de máxima seguridad. .
Las organizaciones especializadas separadas eran variadas. Zelle era la división preocupada por el diseño de la célula; Motor manejó la producción e investigación de motores de avión de todo tipo. Gerate (instrumentación) y Funk (equipo de radiocomunicación y radar) suministraron el equipo más actualizado para las fuerzas voladoras, y Waffen, o armas, llevó a cabo una prodigiosa cantidad de desarrollo en un arsenal de todo tipo, con la excepción de bombas Esta era responsabilidad de la división Bomben, que también tenía la tarea de desarrollar nuevas miras de bombas y equipos de puntería. Boden manejó equipos terrestres y Torpedo incluyó la investigación de minas lanzadas desde aviones de todo tipo. El Fernsteuer Gerate abrazó los cohetes que llevaron al desarrollo de la bomba voladora V-1. Esto se debió simplemente a que, como se describió anteriormente, algunos de los cohetes se consideraron como 'aviones sin piloto' y, como tal, claramente deberían colocarse bajo el Ministerio del Aire en lugar de aquellos que (como el V-2) estaban esencialmente sin alas misiles Sin embargo, esto significaba que había una división fundamental entre las dos actividades.

Toda la operación se coordinó a través de la división Forschung Fuhrung (que literalmente significa orientación de investigación), generalmente conocida como Fo-Fd. Su equipo de cuatro jefes científicos siempre estuvo presente para las discusiones con los poderes de Berlín y el grado de coordinación efectuada entre la investigación y los requisitos fue excelente, demasiado grande, ya que resultó que los cambios de énfasis a nivel gubernamental a menudo se transmutaron rápidamente. en una alteración repentina en un programa de investigación que, sea lo que sea que se discuta sobre su conveniencia a corto plazo, no puede haber hecho ningún bien al progreso del esfuerzo general.

Y finalmente, actuando como el caballo de batalla de toda la máquina, había varios establecimientos Anstalt bajo la supervisión de un director que controlaba las distintas unidades separadas en cada instituto. El Fo-Fu había establecido una política sobre el establecimiento de tales institutos, que hacía hincapié en el control fraternal agradable, el buen nivel de vida y un ambiente de trabajo digno; mucho financiamiento y respaldo material y una oportunidad para el intercambio frecuente de ideas sobre una base interdisciplinaria tan necesaria para el avance efectivo de la investigación de alta tasa.

El Zentralstelle fur wissenschaftliche Berichterstattung (Centro de Registros Científicos) actuó como un centro para la coordinación de publicaciones de nuevos descubrimientos. A todos los científicos, incluso aquellos que trabajan en campos secretos, les gusta ver su trabajo impreso, y se produjeron y distribuyeron números de informes al personal involucrado. Se instituyeron varios anuarios especiales para llamar la atención de los principales científicos a la atención de sus colegas más distantes. Se hizo mucho para elevar la moral y la eficiencia, y valió la pena en muchos aspectos. Entonces, para llegar a eso, los cargos que tenían los científicos: los salarios equivalentes a $ 5,500 (£ 1,830) se pagaban anualmente a un típico investigador, y eso valía mucho más en Alemania en ese momento de lo que parece ser en la actualidad. condiciones.

Echemos un vistazo al tipo de entorno en el que trabajaron estos científicos: eran notables, incluso para los estándares actuales, y tienen un aura claramente James Bondian sobre ellos.

En las afueras de Braunschweig yacía una gran área de bosque, rodeada, en el campo más abierto, por unos pocos edificios agrícolas dispersos. Al menos, así es como apareció el reconocimiento aéreo. Pero este pequeño rincón inocuo de Alemania era en realidad algo muy diferente: debajo del camuflaje. Este fue el Luftfahrtforschungsanstalt Hermann Goring, el Establecimiento de Armas Aéreas Goring, y fue uno de los principales centros de desarrollos de alto secreto. Ninguno de los edificios centrales era visible desde el aire, ya que todos estaban debajo del nivel del árbol y las ramas del bosque los cubrían por completo. Había al menos cuarenta establecimientos de armas secretas en esta unidad, la mayoría de ellos dedicados a la mejora de la armadura y la prueba de proyectiles balísticos. Se construyó un gran túnel de viento supersónico y, por razones topográficas, la entrada de aire tenía que estar en campo abierto. Entonces, los especialistas alemanes erigieron una granja ficticia para ocupar el sitio, completa en cada detalle; y en un extremo (donde estaban las entradas de aire) había una pequeña dependencia. Su techo se deslizó lateralmente en su totalidad para revelar los conductos de chorro cuando el dispositivo iba a estar en uso, y luego se deslizaron silenciosa y discretamente nuevamente después de las salas, dejando las vigas de soporte de pie de manera bastante visible a un lado. Pero nadie se dio cuenta.

Y así fue que este inmenso establecimiento fue erigido y mantenido en pleno funcionamiento durante toda la guerra sin que nadie lo supiera; dos bombas cayeron cerca del sitio durante toda la guerra, pero fueron errores en bombardeos dirigidos a la ciudad cercana.

En Ruit, a unas ocho millas de Stuttgart, se estableció otro instituto de este tipo (también llamado así por un líder líder de aviación), el Luftfarht forschungsangstalt Graf Zeppelin; pero esto tenía más de la apariencia tradicional de un centro de investigación alemán. Como tal, pronto fue localizado por la inteligencia aliada y bombardeado.

Este instituto se ocupaba básicamente de la entonces nueva ciencia de la aerodinámica. Los modelos de armas secretas (cohetes, misiles, etc.) se probaron en condiciones extremadamente sofisticadas.

En Peenemunde se erigió un inmenso establecimiento a un costo de más de $ 120,000,000 (£ 50,000,000) para albergar, eventualmente, a más de 2,000 científicos. Estuvieron allí para estudiar cohetes, y particularmente para construir la serie A que dio origen al V-2 (o A-4, como era conocido por los científicos). El centro fue construido en una isla en la desembocadura del Oder, ahora la frontera entre Alemania del Este y Polonia, pero en ese momento todavía en Alemania. La isla se llama Usedom y volar sobre el área hoy, como lo hice recientemente, demuestra cuán improbable era que las autoridades de reconocimiento británicas alguna vez mostraran mucho interés inicial en el sitio como centro para desarrollos secretos de alto nivel. Estaba demasiado lejos del centro de las cosas: demasiado en la extremidad. Y los edificios dispersos que aparecían en las imágenes de rutina eran bastante típicos de los asentamientos repartidos por todo el campo alemán. Pero aquí fue donde se centró gran parte del desarrollo de armas secretas más revolucionario de todos. En el extremo norte de la pequeña isla estaban el área principal de prueba y las plataformas de lanzamiento; a lo largo de la costa se extendían las plantas de producción y al sur de este tramo estaban las habitaciones personales del personal. Detrás de esta área estaban los cuarteles que albergan a los militares en la región.

Algunos bombardeos casi rutinarios se llevaron a cabo en 1943, cuando gran parte del área se hizo añicos; pero el edificio principal de sistemas de control de la guía, donde se estaba llevando a cabo la mayor parte de la investigación más importante, no sufrió daños. Aun así, más de 800 personas en la isla fueron asesinadas cuando tuvo lugar la redada, a mediados de agosto. Después de esto, se dio cuenta de que algunas de las instalaciones deberían estar mejor dispersas por toda Alemania; así, la instalación de desarrollo teórico se trasladó a Garmisch-Partenkirchen, el desarrollo se dirigió a Nordhausen y Bleicherode, y el túnel de viento principal y el equipo auxiliar descendieron a Kochel, a unas veinticuatro millas al sur de Múnich. Fue bautizado Was serbau Versuchsanstalt Kochelsee (proyecto experimental de obras hidráulicas) y dio lugar al centro de investigación más completo para el desarrollo de cohetes de largo alcance que, en ese momento, podría haberse previsto.
Construyeron un túnel de viento en el que la velocidad del aire podía elevarse al orden de 3,000 mph, mucho mejor que cualquier otra cosa prevista en otras partes del mundo en ese momento. Para muchos científicos, la idea misma de tal velocidad del aire habría parecido impracticable sin una gran unidad de ventilador para impulsarla, pero el equipo de Kochel diseñó un sistema que hizo que la presión atmosférica hiciera el trabajo por ellos. Construyeron un vasto recipiente a presión de casi 10,000 pies cúbicos y lo equiparon con una bomba de escape bastante potente. De esta manera, podría reducirse a casi vacío en muy poco tiempo. En el momento en que debía realizarse la prueba, se abrió una válvula que admitía la atmósfera a través de una cámara experimental de un metro y medio de ancho y el proyectil modelo en el interior se fotografió durante todo un rango de velocidades del aire, para mostrar exactamente cómo se comportaría ; y se colocaron pequeños tubos de presión en todos los modelos, al ras de la superficie, para medir los cambios de presión producidos por el vuelo supersónico. Los resultados no fueron perfectos en algunos aspectos (por ejemplo, hubo problemas de erosión de la cámara por el flujo de aire a alta velocidad y, debido a que funcionaba en un vacío parcial, la cámara siempre estaba por debajo de la presión del aire y esto en en sí introdujo discrepancias de un orden menor).

El aparato de Kochel era, entonces, un ejemplo supremo de aparato avanzado; sin embargo, en un aspecto, al menos sufrió una falla que a menudo se encuentra en la investigación secreta alemana en tiempos de guerra. Esta fue una simple falta de esfuerzo en el campo de la fabricación de instrumentos para tomar lecturas experimentales: los tubos de presión, por ejemplo, corrían hacia pequeños tubos en U llenos de líquido. Durante una prueba, una docena de técnicos se agruparían, todos tomando notas febrilmente y memorizando lo que sucedió. Al parecer, en ningún momento alguien hizo un trazador automático para hacer el trabajo mecánicamente, de modo que los resultados registrados, dibujados en un rollo de papel, pudieran examinarse más tarde; de hecho, nadie pensó en tomar fotografías de los tubos para su examen e interpretación precisa después.

Esta falla en la provisión de una buena instrumentación para el trabajo experimental a menudo es clara a partir de la lectura de los informes de la época. Sin embargo, esto no se aplicaba al aparato para la prueba en sí, que siempre era de alta calidad. Las fotografías de ondas de choque en Kochel, por ejemplo, fueron tomadas por el aparato más sofisticado desarrollado especialmente por compañías como la organización Zeiss.

Los resultados fueron tan buenos que los alemanes previeron un túnel aún mejor, con una velocidad máxima del aire de 8,000 mph; iban a construir un túnel a través de más de una milla de roca hasta un depósito industrial varios cientos de pies más alto que el propio establecimiento; sentían que la presión del agua impulsaría turbinas de alta velocidad y produciría un flujo de aire positivo del orden requerido. Pero este túnel nunca se construyó antes de que la guerra llegara a su fin.

Incluso más grandioso en algunos aspectos fue un túnel gigantesco, de veinticinco pies de ancho, capaz de trabajar a la velocidad del sonido que se estaba construyendo en Otztal, Baviera, cuando terminó la guerra. Aquí también las turbinas impulsadas por la caída de agua de una fuente cercana habrían sido la fuerza motriz de su funcionamiento.

Se trabajó mucho en balística en la Technische Akademie der Luftwafe, la academia técnica, bajo Schardin, uno de los principales expertos en balística de la época. En total, había trece institutos en la Academia, que abarcaban temas tan diversos como las ciencias físicas y mecánicas, el rendimiento y el control de los aviones y el rendimiento de los motores. También realizó mucho trabajo definitivo sobre el funcionamiento de explosivos en cargas conformadas: dependiendo de si la carga es plana, esférica o cóncava, el efecto de la explosión de una cantidad dada de contacto explosivo puede variar enormemente, así es como es que el lento y pesado caparazón de una bazuca puede abrir un agujero a través de la armadura de un tanque pesado.

Aquí, entonces, fue donde se realizó la investigación. Las condiciones y el pago fueron excelentes, la moral era alta y los resultados fueron ampliamente aclamados. No solo eso, sino que el despliegue de este variado y vasto conglomerado de instalaciones se realizó de manera inteligente en vista de la situación de guerra, y el ingenioso camuflaje empleado para muchos de ellos, los falsos edificios y los techos corredizos, mantuvo su trabajo e incluso su existencia. secreto completo, no solo para los aliados, sino incluso para los propios alemanes. Tal configuración es ideal para el avance del trabajo secreto, y el programa alemán de armas secretas siguió adelante constantemente como resultado con resultados increíbles y en algunos casos devastadores.