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martes, 13 de mayo de 2025

SGM: El legado de los submarinos Tipo XXIX

Un avance fallido


Gerhard von Zwischen || Revista Militar


Serie XXIX de submarinos reconstruidos por HI Sutton.


Actualmente, la información disponible sobre los submarinos alemanes de la serie XXIX continúa siendo escasa y fragmentaria. La mayoría de las referencias conducen, en última instancia, al sitio web del analista naval estadounidense H. I. Sutton y a su artículo publicado el 7 de octubre de 2017, lo que sugiere una carencia de fuentes primarias accesibles. Esta situación se explica probablemente por el hecho de que el proyecto no llegó a materializarse en prototipos físicos, y de la documentación técnica solo se conservan los planos correspondientes a la versión XXIX-H. Por esta razón, dicho modelo suele emplearse como base para las reconstrucciones hipotéticas de la apariencia que habrían tenido los submarinos de esta serie, si bien resulta discutible aplicar el concepto de "serie" a un conjunto de diseños que nunca pasaron de la fase proyectual.

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los submarinos alemanes tipo VII comenzaron a sufrir pérdidas cada vez más significativas ante la consolidada superioridad de la guerra antisubmarina aliada, la cual había evolucionado hasta convertirse prácticamente en una ciencia exacta. Esta presión operativa dio origen a una serie de desarrollos innovadores, como los llamados "robots eléctricos" de las clases XXI y XXIII, los submarinos con turbina Walter de la serie XXVI, y otros conceptos navales de carácter experimental.

Entre ellos, el diseño de la clase XXI representó el avance más revolucionario, aunque presentaba una desventaja crítica: su elevado coste de producción. Intentar sustituirlo con unidades más económicas de la clase XXIII no ofrecía una solución adecuada, dado que su desplazamiento reducido implicaba limitaciones en la navegabilidad y en la capacidad de armamento, características que los hacían aptos únicamente para operaciones en mares interiores, pero inadecuados para entornos oceánicos.

Por otro lado, ninguna potencia, incluida Alemania, logró concretar una producción en serie confiable de submarinos equipados con turbina Walter, mientras que la propulsión mediante peróxido de hidrógeno concentrado demostró ser técnicamente viable pero económicamente inviable.

En este contexto, el proyecto Tipo XXIX fue concebido como una alternativa de bajo costo al Tipo XXI, sin que ello implicara una mera simplificación. Al contrario, los submarinos de la clase XXIX constituían un diseño independiente, con soluciones técnicas y características propias. Se desarrollaron nueve variantes de casco dentro del proyecto, con desplazamientos que iban de 681 a 1.035 toneladas, siendo precisamente la forma del casco uno de los elementos más distintivos y novedosos del diseño.


No se sabe si este esquema de invisibilidad de las señales del sonar activo habría funcionado...


Submarinos Tipo XXIX: innovación tardía de la ingeniería naval alemana

Uno de los aspectos más llamativos del proyecto Tipo XXIX fue la adopción de un casco facetado, una solución inusual en la construcción naval de la época. ¿La razón? Según los cálculos de sus diseñadores, dicha geometría debía reflejar las señales activas de sonar lejos de su fuente, reduciendo así la probabilidad de detección. Este principio es, en esencia, el mismo que emplearía décadas más tarde el fuselaje facetado del avión furtivo F-117 Nighthawk.

¿Por qué esta solución no fue adoptada tras la guerra?

Las razones pueden ser múltiples. En primer lugar, los submarinos de la serie XXIX nunca llegaron a construirse, por lo que los ingenieros navales del período de posguerra disponían de poca o nula información técnica sobre este diseño, del cual solo se conservan los planos de la versión XXIX-H. En segundo lugar, el uso de revestimientos de goma anecoica sobre el casco liviano de los submarinos se mostró como una solución más eficaz para la reducción del perfil acústico, sin comprometer las características hidrodinámicas, presumiblemente deficientes, del casco facetado. Por último, en el contexto moderno, la detección pasiva mediante sistemas sonar avanzados ha desplazado a los métodos activos, disminuyendo la relevancia de este tipo de soluciones geométricas.

Especificaciones proyectadas del Tipo XXIX-N

Los submarinos de la subclase XXIX-N fueron diseñados con las siguientes características operativas:

  • Eslora: 52 metros

  • Manga: 6,4 metros

  • Calado: 4,7 metros

  • Velocidad: 13 nudos en superficie / 15,5 nudos en inmersión

  • Autonomía:

    • 9.000 millas náuticas a 10 nudos con propulsión diésel

    • 120 millas náuticas a 6 nudos con propulsión eléctrica

  • Propulsión:

    • 1 motor diésel de 580 HP

    • 1 motor eléctrico principal de 1.400 HP

    • 1 motor eléctrico silencioso para navegación furtiva, de 70 HP

  • Armamento:

    • 6 tubos lanzatorpedos de proa, calibre 533 mm

    • 12 torpedos en total

  • Tripulación: 27 personas

  • Sistemas auxiliares:

    • Tubo de snorkel convencional

    • Sin armamento de artillería ni tubos en la popa

Se contempló una versión experimental del Tipo XXIX con propulsión Walter, equipada con turbina de peróxido de hidrógeno. De haberse concretado, esta variante habría alcanzado, según estimaciones, una velocidad sumergida de hasta 23 nudos.

Características estructurales y electrónicas

La maniobrabilidad del buque se confiaba a planos horizontales retráctiles ubicados sobre los tubos lanzatorpedos y a timones verticales en tándem, combinados con una superficie horizontal de timón situada entre ellos. La hélice proyectada era de cuatro palas.

En cuanto a sus sistemas electrónicos, el diseño del Tipo XXIX preveía una dotación notablemente avanzada para mediados de los años 40:

  • Un radar FuMO-61 con antena direccional montada en la vela.

  • Un sonar pasivo GEI, ubicado en la parte inferior de la proa del casco, destinado a la detección de blancos sumergidos.

¿Qué tan efectivos habrían sido en combate?

Cabe recordar que incluso los submarinos de la clase XXIII, mucho más pequeños y menos armados, lograron hundir cuatro transportes aliados sin sufrir pérdidas en los últimos días de la guerra. Teniendo en cuenta que el proyecto XXIX duplicaba la carga de torpedos (12 unidades contra 2), su potencial de combate habría sido sustancialmente mayor.

Sin embargo, ni el Tipo XXIX ni los diseños más ambiciosos con propulsión Walter tuvieron posibilidad alguna de influir en el curso del conflicto. Para cuando los llamados “robots eléctricos” de las distintas clases estuvieron listos para operar, la guerra ya estaba perdida para el Tercer Reich, y el hundimiento de uno o dos centenares adicionales de buques de transporte no habría alterado el desenlace estratégico.

Factores estructurales y logísticos críticos

Al final del conflicto, Alemania enfrentaba una escasez crítica de tripulaciones calificadas. Más allá de los debates sobre la figura de Alexander Marinesko y el ataque al Wilhelm Gustloff, lo cierto es que el Reich carecía de submarinistas entrenados.

Además, la infraestructura también colapsaba:

  • Se habían perdido las bases atlánticas de Brest, Lorient, La Rochelle y Saint-Nazaire.

  • Kiel era bombardeada sistemáticamente desde los inicios del conflicto. El U-4708, por ejemplo, fue hundido dentro de un búnker por una bomba de alto poder que provocó un tsunami artificial en el puerto.

  • Heligoland, la principal base del Mar del Norte, fue abandonada en 1944.

  • Los búnkeres de Bremen no se completaron.

  • Hamburgo y Trondheim seguían operativos, pero con limitaciones: Hamburgo como astillero y Trondheim con capacidad para no más de 16 submarinos.

  • También existía un búnker en Bergen, destruido por la RAF en 1944 con bombas Tallboy de cinco toneladas.

Reflexión final

Teóricamente, y de acuerdo con los propios cálculos del almirante Karl Dönitz, la guerra submarina podría haber inclinado la balanza a favor de Alemania en 1939–1940, forzando a Gran Bretaña a aceptar una paz negociada. Pero en 1945, incluso con los diseños más innovadores y prometedores de la ingeniería naval alemana, la realidad estratégica era irreversible.



Submarinos alemanes Tipo 206: posibles descendientes de la serie XXIX


PS El proyecto de los submarinos de la serie XXIX puede haber tenido una continuación en forma de submarinos alemanes de posguerra del Proyecto 206, construidos entre 1962 y 1968. Dos de ellos todavía están en servicio, en la Armada de Colombia.

sábado, 10 de mayo de 2025

Malvinas: La cacería del ARA San Luis

La guerra submarina en las Malvinas: el día que los ingleses quisieron 'cazar y destruir' al ARA San Luis

ARA San Luis

Los 36 hombres del submarino argentino vivieron las horas más tensas y difíciles cuando fragatas y helicópteros británicos buscaban su hundirse. El contacto de los sonares, el torpedo lanzado por el San Luis contra la fragata HMS Brilliant y la orden del contralmirante Woodward: 'Encuéntralo y tráeme su sombrero'

Por Mariano Sciaroni

Domingo de Resurrección, 11 de abril de 1982 . En la Base Naval de Mar del Plata, el submarino ARA San Luis aprovechó la oscuridad y la densa niebla para deslizarse hacia mar abierto y dirigirse a la guerra.

El submarino, aunque era un barco moderno, tenía algunas deficiencias y problemas, que se agravarían a los pocos días, cuando quedó fuera de servicio, entre otras cosas, el ordenador de control de tiro que automatiza los cálculos de disparo de torpedos.

Lo mejor que tuvo el ARA San Luis fueron sus 36 hombres. Si bien algunos roles carecían de experiencia, a ninguno le faltaba dedicación y coraje. Estos grandes hombres, de hecho, estaban bajo el mando de un líder indiscutible: el comandante Fernando María Azcueta.

Aunque se reforzaron las medidas de seguridad y la salida se produjo en un momento de poca visibilidad, los movimientos del ARA San Luis no eran un secreto para las fuerzas británicas que se acercaban a las Malvinas.

Sabían perfectamente cuándo iba a zarpar y, a los pocos días, sabrían hacia dónde se dirigía: hacia la zona de MARIA, una zona de patrullaje al norte de las Islas Malvinas.



Zonas de patrullaje del ARA San Luis

La información posiblemente provenía de espías del CGHQ (Government Communications Headquarters o Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico) en los suburbios de Cheltenham, Inglaterra, quienes habían descifrado los códigos argentinos con ayuda de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de Estados Unidos.

De hecho, todas las máquinas de cifrado Crypto AG de la Armada Argentina fueron “intervenidas” por los servicios de inteligencia y, por lo tanto, cada comunicación secreta fue leída sin mayores problemas. Pero nadie lo sabía en ese momento.

A su vez, la comunicación pudo haber sido captada por alguna de las estaciones de escucha terrestres (Ascension, Chile o incluso, según rumores, dentro de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires), por el barco “antártico” HMS Endurance, o por un satélite estadounidense conocido con el nombre en clave Vortex (fue el tercero de la serie), cuya misión original era interceptar las comunicaciones estratégicas de las fuerzas armadas soviéticas.

Con estos datos se planeó destruir el ARA San Luis antes de que se acercara a las islas, ordenando al submarino nuclear HMS Spartan que lo encontrara y lo hundiera. Esa era la principal tarea para la que fueron diseñados estos submarinos “Hunter-Killer”: destruir otros submarinos. Pero no pudo. San Luis logró escapar.


El capitán Fernando María Azcueta habla con sus hombres. La barba denota que el submarino ya llevaba muchos días en el mar.

El 1 de mayo el San Luis navegaba sumergido a muy baja velocidad, casi en el centro del Área MARÍA. Durante varias horas estuvo navegando de este a sureste, con su tripulación alerta a lo que pudiera suceder.

A las 7:55, el teniente de fragata Alejando Maegli se encontraba de servicio en el submarino cuando el sonar le informó: “Señor, tengo un contacto”. San
Luis se preparaba para la acción.

En el sonar se escuchó un “ruido lejano”, provenía del azimut 079 y fue clasificado como un helicóptero. Poco después, en un sentido similar, se empezaron a captar las emisiones de sonar, el famoso “ping” que se ve en las películas.

Todo era tensión dentro de San Luis .

A las 9:40 apareció otro contacto y comenzó a seguirlo. Posteriormente, utilizando el audio del sistema, se clasificó como fragata Tipo 21 o Tipo 22. Se estimó que el barco utilizaba un sonar Tipo 184, que los marineros argentinos no eran ajenos, ya que los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad tenían equipos similares. Se observó que el barco navegaba a 18 nudos. Asimismo, desde distintas direcciones se detectaron otras emisiones de sonar.

Afuera había mucha actividad.

Luego, el comandante ordenó al objetivo que se acercara, aumentando temporalmente la velocidad para acortar la distancia. Intentaría destruirlo utilizando uno de los torpedos alemanes SST-4 (inteligentes) que llevaba.


ARA San Luis (S32) en su base, con el portaaviones ARA 25 de Mayo al fondo

Azcueta y su tripulación, con esa actitud, se unieron por la puerta grande a un selecto número de héroes militares de la nación argentina: en un barco en apuros, en aguas poco profundas, decidieron ir en busca de los peores enemigos de los submarinos, fragatas y helicópteros. No rehuyeron la pelea, pero, aunque sabían que probablemente no saldrían con vida, entraron en la guarida de los leones.

Cuando Azcueta estimó que podía impactar contra la nave enemiga, expuso el periscopio de ataque por segundos, pero no vio absolutamente nada porque había una niebla que hacía borrosa la visión.

Como explica el comandante del submarino:

“Sólo expuse el periscopio una vez, durante un período muy corto, durante la aproximación previa al lanzamiento. Una mirada sin detectar el objetivo. Fui muy conservador con el periscopio porque la superficie del mar era como un lago (Mar 0), las peores condiciones para exponer los mástiles. No vi el objetivo, pero el alto valor de velocidad de marcado (3 grados por minuto) me llevó a la conclusión de que estaba cómodamente dentro del alcance de los torpedos. En ningún momento transmití con sonar activo, esto hubiera revelado mi posición”.

A las 10:05 am, cuando se estimaba que el objetivo estaba a una distancia de poco menos de 9.500 yardas (unos 8,7 km), ordenó que se lanzara un torpedo SST-4 manualmente y en modo de emergencia (la única forma posible, de hecho). En ese momento, el submarino se encontraba a una profundidad de 30 metros, con un rumbo de 040° y un acimut objetivo de 015°.


Arte 3D: ARA San Luis lanzando torpedo

Azcueta explicó en Diario de Guerra el motivo de un lanzamiento a tal distancia:

“Decidí realizar este lanzamiento a larga distancia considerando que… el recorrido del torpedo se reducirá considerablemente (dado que el objetivo y el submarino se estaban acercando) y que, dada la proximidad del helicóptero, sería necesario iniciar maniobras evasivas. en cualquier momento."

Para facilitar el guiado del torpedo, el capitán Azcueta ordenó entonces que se pararan los motores (el submarino tenía una velocidad de 4 nudos). Cuando el torpedo se alejó, el silencio dentro y fuera del San Luis fue total.


Cabo Primero José Claudio Tureo (izquierda) sentado frente a la computadora de control de fuego (rota) y Cabo Primero Oscar Alberto Serrano frente a la consola de sonar pasivo Atlas AN-525 A6, durante operaciones de combate en 1982

Dos minutos más tarde, Fernando Azcueta se dio cuenta de que el objetivo se había movido y ordenó corregir suavemente la trayectoria del torpedo hacia su derecha. El torpedo recibió la orden pero, momentos después, se recibió la señal de “cable cortado” en el ordenador de disparo. El equipo de sonar también corroboró esta información, indicando que se escuchó un “golpe en el casco”.

Esto no quiere decir que el torpedo se haya perdido, ya que a partir de ahí sigue su trayectoria programada (que es la que el submarino puede modificar con el cable guía) y, al llegar a su destino, comienza a utilizar su propio sonar para el ataque final, como explicó el entonces Teniente de Armada Ricardo Alessandrini, Jefe de Armamento del submarino:

“El torpedo tiene un sonar en la proa… esto significa que si se corta la comunicación entre él y el submarino, el objetivo no se perderá. Si el cálculo se hace correctamente, el torpedo también debería ir al objetivo y los datos eran buenos para nosotros, pero podrían haber sido mil factores. Lo real y concreto es que no hubo ninguna explosión.



Torpedo SST-4 siendo cargado en un submarino argentino Tipo 209

Precisamente, transcurridos 44 minutos, el recorrido máximo esperado del torpedo, no se produjo ninguna explosión.

El problema de la guía afectó a los lanzamientos del San Luis durante el conflicto y también a los lanzamientos de entrenamiento de su barco gemelo, el ARA Salta. Los estudios de posguerra determinaron que “el torpedo debe salir del tubo con un mando de profundidad igual o mayor que la profundidad de la quilla del submarino.

Lo que pasa es que si sales a menos profundidad, el barco pasa por encima del cable y lo corta”.

Sin embargo, como al disparar en situación de guiado de emergencia (como hizo el San Luis ), el torpedo automáticamente se prepara para navegar a 12 pies de profundidad, lo cierto es que siempre en estos casos, y al cabo de unos minutos, el cable se corta. Nadie en la Armada Argentina conocía esta información.


Portaaviones HMS Hermes

Poco después, el comandante del submarino cambió de rumbo hacia el suroeste a baja velocidad. Los contactos del sonar se hacían más fuertes, al igual que los ruidos típicos de los helicópteros que sumergían su sonar. Cabe señalar que el objetivo sobre el que se había lanzado se había perdido enmascarado por los sonidos del propio torpedo del submarino.

El San Luis había lanzado el torpedo contra barcos cuya misión, nuevamente, era encontrarlo y destruirlo.

Desde el portaaviones HMS Hermes, el contralmirante John Foster “Sandy” Woodward, comandante de la Task Force, había encargado la fragata Tipo 22 HMS Brilliant (con sus dos helicópteros Lynx HAS.2) y la más antigua fragata Tipo 12 HMS Yarmouth (con sus dos helicópteros Lynx HAS.2) y la más antigua fragata Tipo 12 HMS Yarmouth (con un solo helicóptero Wasp HAS.1) para abandonar el núcleo del Task Force y dirigirse al área de MARIA. La orden de Woodward a los barcos fue inusual pero específica: "Vayan a buscarlo y tráiganme su sombrero".

A esta misión antisubmarina también se asignaron tres helicópteros Sea King HAS.5 del Escuadrón Aéreo Naval 826, también con base en el Hermes.

Los Sea Kings, anticipando un largo día de operaciones, llevaron cada uno una tripulación de reemplazo de cuatro hombres, quienes desembarcaron las dos fragatas. Se repostarían desde barcos: al no poder aterrizar en ellos (debido al tamaño del vuelo), volarían cerca de ellos y estarían conectados con una manguera para pasar el combustible.


La orden de Woodward a los barcos fue inusual pero específica: "Vayan a buscarlo y tráiganme su sombrero".

Dos fragatas y seis helicópteros para encontrar un submarino en una zona pequeña y poco profunda.

El primer ataque fue desde el submarino. Pero ineficaz. Ahora fue el turno de los ingleses.

La Royal Navy se especializaba en la guerra antisubmarina y era sin duda el líder mundial en este campo. Su desventaja era que estaba preparado para luchar contra submarinos soviéticos grandes y relativamente ruidosos en un entorno geográfico que le resultaba familiar.

En este caso, su oponente era un pequeño y silencioso submarino, comandado por expertos en las extrañas aguas del Atlántico Sur. Para empeorar las cosas, las aguas alrededor de las islas estaban llenas de viejos naufragios, que confundían a los sonares y detectores de anomalías magnéticas.

Por tanto, las frustraciones británicas aumentaron. Se decidió investigar cada contacto, ya fuera con los sonares de las fragatas (el HMS Brilliant tenía uno de los más modernos de la flota) o con los detectores de anomalías de los helicópteros Sea King (dos de ellos los tenían instalados) y cada objetivo que pareciera como un submarino sería al por mayor.

Por lo tanto, comenzaron a caer explosivos cerca del San Luis.


Un helicóptero británico Sea King HAS.5 del Escuadrón Aéreo Naval 820) lanza un torpedo antisubmarino durante los ejercicios.

A las 12:00 horas, en plena tensión (ruidos de helicópteros, detonaciones, pitidos de sonar), se escuchó lo que nadie quería escuchar, cuando el operador del sonar, el Suboficial Ernesto Errecalde, gritó “Torpedo en el agua”. Un helicóptero (posiblemente uno de los Lynx HAS.2) había lanzado un torpedo contra el San Luis.

Azcueta, sin dudarlo, ordenó “máxima velocidad de avance”, lo que provocó que el submarino comenzara a vibrar.

Mientras tanto, el operador del eyector de señales, cabo mayor González, lanzó dispositivos productores de burbujas para distraer y desorientar al torpedo, conocido popularmente como Alka-Seltzer en la Armada Argentina. Después de lanzar los dos señuelos (el San Luis llevaba una carga de 24), el capitán ordenó que se pararan los motores y que el submarino virara a babor.

Sin embargo, mientras completaba esta maniobra, el operador del sonar informó algo que detuvo a todos en seco: “Torpedo cerca de popa”.

En ese momento, el torpedo fue escuchado claramente por toda la tripulación: “Lo escuchamos como si fuera el motor de una moto, pero bajo el agua”, dijo el entonces teniente de fragata Jorge Fernando Dacharry, jefe de electricidad del San Luis .

El cabo mayor Alberto Fernando Poskin descansa en su puesto de combate, durante una pausa en las operaciones

Todo indicaba que el torpedo impactaría en el San Luis, lo que generó un enorme ambiente de tensión en el interior. Todos morirían. El cabo principal Alberto Fernando Poskin recuerda estos momentos:

“Por unos segundos me dediqué a disfrutar del miedo. Un sentimiento que había tenido muchas veces antes, pero esta vez tenía el potencial de ser el último. Y quisiera decirles que fue el mejor y más memorable de todos mis miedos porque es como si el alma se relajara, tomara una actitud diferente y se dejara llevar por el momento. El momento de la entrega final”.

Sin embargo, diez segundos después, el operador del sonar (que se encontraba a pocos metros del cabo Poskin) informó: “El torpedo pasó al otro lado”. El arma enemiga había fallado.

Y todos dieron un suspiro de alivio. Tenían otra oportunidad.

El Capitán Azcueta recuerda estos momentos y explica el por qué de sus órdenes:

“Ante la información sobre el torpedo, ordené a las máquinas avanzar a Flanco (máxima potencia) en una maniobra denominada “batería por batería”. Esto significa oponer la batería del barco a la batería del torpedo, con la esperanza de que el torpedo se quede sin energía antes de llegar al submarino. En estas condiciones, era poco probable que mi intento fuera efectivo, aunque me permitiría abrir cierta distancia. Inmediatamente lanzamos blancos falsos para intentar seducirlo. Al cabo de unos minutos ordené que se detuvieran las máquinas, giré a estribor, cambiando de profundidad, silenciosamente, en una especie de espiral descendente. Tampoco había mucho margen en relación al fondo, ya que navegábamos en aguas poco profundas. Creo que, sobre todo, tuvimos suerte”.

Desde allí se escuchaban constantes explosiones. El submarino cambió su rumbo varias veces, pero su sonar ya estaba escuchando la presencia de barcos cercanos. Su comandante, sin muchas opciones, decidió aterrizar en el fondo, lo que hizo a las 4:25 p.m. Fue en aguas poco profundas (unos 50 metros) a pocos kilómetros al norte de las Malvinas.


Arte 3D – ARA San Luis escapa de un torpedo que le lanzaron

El cabo Poskin recuerda:

“En cierto momento, el Comandante ordena que las máquinas se detengan y que “aterricemos” al fondo. Cuando la velocidad disminuyó (aproximadamente 6 nudos) tocamos el fondo del mar con la proa, pero el barco empezó a elevarse nuevamente, en el momento de “tocar”. El cabo primero Damián Washington Riveros, sin orden alguna e iluminado por Dios, hizo que en el momento exacto del impacto en el fondo, abriera las válvulas de compensación del tanque de torpedos de proa, provocando que se inundaran. Esto provocó que el submarino quedara “pesado” en la proa, produciendo una serie de 4 o 5 rebotes en el fondo marino, evitando ciertos daños en la hélice y los timones. Si eso sucediera, nunca nos hubiéramos ido de allí”.

El submarino permaneció en el fondo hasta las 21:05 horas. Para ahorrar oxígeno y también para descansar a sus hombres, el comandante ordenó que, mientras estuvieran en el fondo, la tripulación abandonara sus puestos de combate y permaneciera en sus camas.

Las explosiones continuaban por todas partes, el comandante sabía que muchas de las explosiones que se escuchaban eran cargas de profundidad o fuego de mortero antisubmarino, pero otras eran pequeños explosivos, lanzados con fines disuasorios. “Pero no nos disuadieron”, como filosofó el capitán Azcueta después de la guerra.



HMS Brilliant – F90

Sin embargo, el Brilliant, el Yarmouth y los helicópteros ya no se encontraban en las proximidades del San Luis, sino unos kilómetros al norte. A las 8:45 pm, después de decenas de ataques, se ordenó a ambos barcos que regresaran a la seguridad de la flota principal. Los helicópteros ya habían regresado un poco antes.

El comandante John Coward de
Brilliant (fallecido en mayo de 2020) recuerda ese largo día:

“Sabía que estaba en el fondo y que todo el lugar estaba lleno de viejos barcos balleneros. Si encontráramos algo, volaríamos en un helicóptero equipado con un detector magnético. Pero no tenía suficientes bombas y muy pocos helicópteros con detectores de anomalías magnéticas. El lugar también estaba lleno de ballenas, que emitían enormes ecos en el sonar. De vez en cuando aparecía una ballena, soplaba y una bandada de gaviotas se reunía a su alrededor, apareciendo como un rápido destello en el radar. Todo el mundo decía: "Dios, debe ser un submarino", y lanzamos algunos torpedos a cosas así. En definitiva, fue una frustración total, pero mirando hacia atrás tengo la sensación de que uno de esos naufragios fue el San Luis”.


Submarino argentino ARA San Luis emerge a la superficie

Posiblemente uno de estos naufragios fue el San Luis . Pero no pudieron hacer nada al respecto.

Fuerzas británicas utilizadas en total:

  • HMS Brilliant : un torpedo Mk.46 y un torpedo Mk.44
  • HMS Yarmouth : Siete salvas de mortero antisubmarino Limbo
  • Helicóptero Lynx (del HMS Brilliant , finalmente solo participó uno de ellos): Dos torpedos Mk.46
  • Helicóptero Wasp (del HMS Yarmouth ): una carga de profundidad Mk.11
  • Tres helicópteros Sea King: dos torpedos Mk.44 y tres cargas de profundidad Mk.11

A las 23.45 horas, el San Luis , que ahora navegaba muy lentamente en dirección Este-Sureste, fuera del Área MARIA, tuvo su última detección, que se consideró que se trataba de helicópteros. Había emisiones de sonar hacia el sur, que su comandante estimó que procedían de barcos de superficie, y también hacia el norte, pero estas últimas eran distantes y débiles.

Se ordenaron nuevamente los “puestos de combate” y se inició un acercamiento a los objetivos del sur. Sin embargo, poco después se consideró que a esa velocidad nunca se alcanzarían los objetivos, salvo que hubiera una carrera de alta velocidad. Pero las baterías estaban al 73% y el nivel de dióxido de carbono alcanzaba un peligroso 2%.

Por lo tanto, el intento de llegar hasta ellos fue abandonado, sobre todo, como señaló el comandante, “con una tripulación cansada del acoso”.


El teniente de fragata Maegli responsable de las comunicaciones del submarino, en el periscopio junto al capitán de fragata Fernando Azcueta, comandante del San Luis

Se acabó el día. El submarino aterrizó nuevamente en el fondo, donde continuó detectando emisiones de sonar y, a las 5:15 horas del día 2, expuso su snorkel y sus antenas, para renovar el aire, cargar las baterías, recibir información y reportar los resultados de sus ataques. Dentro de San Luis, el enfermero de Cabo Primero, Rafael Guaraz, escribió en su diario personal:

“…Creo que el 1 de mayo de 1982 quedará grabado en mi mente y en la de todos los que estamos aquí como el día más largo, más angustioso, infeliz y desesperado de cuantos hemos vivido hasta ahora. Nunca hasta ahora me había sentido tan cerca del final como ayer. Esta cacería duró todo el día y se prolongó hasta la madrugada de hoy (2 de mayo). Estábamos muy cerca de la costa y rogamos a los aviones de Malvinas que nos ayudaran, pero no sabíamos que allí también había feroces combates, aunque era una de nuestras suposiciones por la falta de apoyo. Nos enteramos de todo lo que pasó esta mañana cuando fuimos a bucear y escuchamos las noticias en la radio”.

Aunque el submarino no pudo hundir ningún barco, tampoco pudieron encontrarlo.

El capitán Azcueta aún conserva hoy su gorro de submarinista. Ningún británico podría jamás encontrar el San Luis , y mucho menos robarle el sombrero de comandante.

FUENTE : Infobae (texto reproducido con autorización del autor)

NOTA DEL EDITOR : El artículo anterior resume los hechos descritos en el excelente libro “Ve a buscarlo y tráeme su sombrero”, del estudioso argentino Mariano Sciaroni y el británico Andy Smith. La obra proporciona información inédita sobre las operaciones de caza del submarino argentino ARA San Luis durante la Guerra de Malvinas en 1982, los equipos utilizados por ambos bandos e informes de los militares involucrados. Para completar el trabajo, los autores tuvieron acceso a numerosos documentos desclasificados por los británicos a través de la Ley de Libertad de Información. Haz clic en la imagen del libro para comprarlo en Amazon.


sábado, 26 de abril de 2025

Crisis del Beagle: IKL 209 vs clase Oberon


Crisis del Beagle: ¿Y si se enfrentaban los U209 y los clase Oberon?




El enfrentamiento hipotético entre un submarino alemán IKL 209/1200 y un submarino británico de la clase Oberon, ambos producidos entre 1975 y 1980, en un escenario como la crisis del canal de Beagle, nos ofrece un intrigante análisis sobre cómo se habrían desempeñado dos máquinas de guerra submarina, representativas de la tecnología naval de la época. Si bien cada uno de estos submarinos tenía ventajas únicas, la evaluación de sus especificaciones técnicas, capacidades operativas, armamento y sensores sugiere un duelo que habría sido tan estratégico como letal.

El IKL 209/1200: Furtividad y modernización alemana

El IKL 209/1200 fue un submarino diseñado por los ingenieros alemanes de Howaldtswerke-Deutsche Werft (HDW). Su diseño representaba una evolución de las tecnologías alemanas de posguerra y estaba optimizado para operar en aguas costeras y de mar abierto. Con un desplazamiento en inmersión de alrededor de 1,285 toneladas, el IKL 209/1200 era un submarino ligero y maniobrable. Su diseño compacto le otorgaba una ventaja en términos de furtividad, siendo más difícil de detectar por los sistemas de sonar enemigos.

Este submarino estaba equipado con seis tubos lanzatorpedos de 533 mm y podía llevar hasta 14 torpedos. El armamento principal consistía en torpedos filoguiados, diseñados para alcanzar con precisión objetivos navales en entornos complejos. Aunque no contaba con misiles como otros submarinos contemporáneos, su poder de fuego era suficiente para comprometer gravemente a cualquier buque de superficie o submarino enemigo en las aguas del canal de Beagle.

En cuanto a los sensores, el IKL 209/1200 integraba sistemas de sonar de casco y pasivo, con una capacidad limitada de detección en entornos de alta profundidad, pero eficiente en aguas costeras. Su autonomía le permitía realizar patrullas prolongadas, siendo ideal para misiones de vigilancia y control en áreas estratégicas. Sin embargo, su tamaño más reducido significaba que su habitabilidad y resistencia oceánica eran inferiores a las de otros modelos más grandes.

El clase Oberon: Tradición y resistencia británica

Por otro lado, la clase Oberon, diseñada y construida por astilleros británicos, representaba una evolución de los submarinos británicos de la clase Porpoise, mejorados para aumentar su durabilidad y capacidades operativas. Con un desplazamiento de 2.410 toneladas en inmersión, el Oberon era un submarino significativamente más pesado que el IKL 209, pero esto le otorgaba una mayor resistencia para misiones en mar abierto y océano profundo.



El Oberon también estaba equipado con seis tubos lanzatorpedos de 533 mm, pero su capacidad de carga era superior, con la posibilidad de llevar hasta 20 torpedos. Los torpedos Mk 24 Tigerfish eran su principal armamento, y, aunque tenían un rango de precisión considerable, se destacaban en enfrentamientos de largo alcance. Esto habría dado al Oberon una ventaja en situaciones donde la detección a larga distancia era crucial.

En cuanto a sensores, el Oberon estaba equipado con sistemas de sonar activos y pasivos más avanzados que el IKL 209/1200, lo que le otorgaba una ventaja en términos de detección temprana. Estos sistemas, junto con la mayor capacidad de inmersión del Oberon (aproximadamente 300 metros), le permitían operar en aguas más profundas, lo que podía ser una ventaja táctica en el caso de un enfrentamiento submarino prolongado.

¿Qué ocurrió con los Oberon chilenos? Uno se encontraba en mantenimiento mayor (SS O'Brien) y para el otro, el SS-23 Hyatt, hay dos versiones. La oficial dice que se averió dentro de los fiordos chilenos (no se expresa cuál fue la falla exacta) y debió volver a Talcahuano. La segunda versión dice que encontrándose en exploración en el Atlántico fueguino, fue detectado por el ARA Rosales (D-22) el cual eyectó erizos ASW impactando por lo menos uno en su estructura. Producto de ello, tuvo que volver a puerto.

Capacidades oceánicas y furtividad

El diseño del IKL 209/1200 priorizaba la maniobrabilidad y la furtividad en aguas costeras. Esto lo convertía en un depredador formidable en el entorno confinado del canal de Beagle, donde su capacidad para evitar la detección mediante su menor firma acústica le habría permitido acercarse sigilosamente al Oberon. Sin embargo, en mar abierto, las limitaciones de alcance de sus sensores y su menor resistencia lo habrían colocado en una desventaja relativa frente a un adversario como el Oberon.

El Oberon, con su mayor tonelaje y sensores más sofisticados, era una plataforma diseñada para misiones de patrulla oceánica de larga duración. Esto le habría permitido detectar al IKL 209/1200 antes de que el submarino alemán pudiera acercarse demasiado, dándole una ventaja estratégica inicial en mar abierto. No obstante, en un enfrentamiento en aguas poco profundas como el canal de Beagle, la mayor maniobrabilidad y menor firma del IKL 209 habrían compensado su desventaja en términos de tamaño y sensores.

Un enfrentamiento hipotético

Si estos dos submarinos se hubieran enfrentado en el canal de Beagle durante la crisis de 1978, el resultado habría dependido del entorno específico. En un combate en aguas abiertas, el Oberon habría tenido la ventaja con su mejor capacidad de detección y mayor capacidad de inmersión, lo que le permitiría atacar al IKL 209 desde la distancia. Sin embargo, en las aguas costeras más estrechas y menos profundas del canal, el IKL 209 podría haber aprovechado su superior maniobrabilidad y furtividad para acercarse y lanzar un ataque sorpresa.

En resumen, el IKL 209/1200, con su diseño más moderno y capacidad de furtividad, habría sido un oponente difícil de detectar en un combate cercano, mientras que el Oberon, con su mayor capacidad de detección y resistencia oceánica, tendría la ventaja en enfrentamientos de largo alcance. En un enfrentamiento directo en el canal de Beagle, el desenlace sería incierto, pero probablemente dependería de quién pudiera localizar primero al otro submarino y lanzar el ataque inicial.

Para más detalles técnicos sobre el IKL 209/1200 puedes consultar Global Security y sobre la clase Oberon en Naval Encyclopedia.

sábado, 5 de octubre de 2024

Crisis del Beagle: La batalla aeronaval del Beagle/Cabo de Hornos (v 1.0)


Crisis del Beagle: Las flotas se enfrentan en el Mar Austral

Esteban McLaren para FDRA


El 22 de diciembre de 1978, Día D, se hubiera iniciado coordinadamente a lo largo de las fronteras con Chile, diversas acciones militares dentro del marco de la operación Soberanía. Es muy difícil estimar a ciencia cierta cuál de todas las acciones planificadas iniciaría propiamente la guerra pero sí está claro que hubiese sido un asalto simultáneo en, por lo menos, cuatro frentes. El principal sería la batalla naval y desembarco en el canal de Beagle donde la infantería de marina de la Armada de la República Argentina (IMARA) desembarcaría tropas en las islas Lennox, Nueva (ya ocupada por tropas del Cuerpo de Infantería de Marina, CIM, chilenas) y Picton. El propósito de este artículo es ensayar un escenario de historia alternativa. La guerra nunca ocurrió, pero ¿qué hubiese ocurrido si Argentina no aceptaba la mediación papal?

En diciembre de 1978, las tensiones entre Argentina y Chile por la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva en el Canal de Beagle alcanzaron un punto crítico. La diplomacia había fallado, y ambos países se preparaban para una confrontación armada. La Flota de Mar (FLOMAR) argentina, con su poderosa combinación de portaaviones, cruceros, destructores y submarinos, se preparaba para enfrentar a la Armada de Chile (ACh), una fuerza bien equipada pero en desventaja numérica y tecnológica. Autores chilenos especulan que las fuerzas argentinas en términos de infantería levemente duplicaban en número a las chilenas, en términos de blindados la diferencia era 5:1, en términos de aviones era 3:1 y en términos navales era levemente superior en algunos aspectos (combatientes de superficie), en otros decisivamente inferior (submarinos operativos en la zona) y otros cualitativamente incomparable (portaaviones).

Orden de Batalla al 20 de Diciembre de 1978

Armada de Chile (ACh)

  • Buques Principales:
    • Crucero ligero clase Tre Kronor: Almirante Latorre.
    • Crucero ligero clase Brooklyn: Capitán Prat.
    • Destructores clase Almirante: Almirante Riveros, Blanco Encalada y Cochrane.
    • Fragatas clase Leander: Almirante Williams, Almirante Condell y Almirante Lynch.
    • Destructores clase Fletcher: Blanco Encalada (DD-14) y Cochrane (DD-15).
    • Destructores clase Allen M. Sumner: Ministro Portales.
  • Submarinos:
    • SS-21 Simpson, el único operativo, ya que los submarinos clase Oberon estaban en mantenimiento mayor.
  • Aviación Naval:
    • Helicópteros Bell Jet Ranger 406 y Alouete SA-316B  .

Flota de Mar (FLOMAR) de Argentina

  • Buques Principales:
    • Portaaviones ARA Veinticinco de Mayo.
    • Crucero clase Brooklyn: ARA General Belgrano.
    • Destructores Tipo 42: ARA Hércules
    • Destructor clase Gearing: ARA Py
    • Destructores clase Allen M. Sumner: ARA Comodoro Seguí. ARA Bouchard y ARA Piedrabuena.
    • Destructores clase Fletcher: ARA Rosales (D-22), ARA Almirante Domecq García (D-23) y ARA Almirante Storni (D-24) 
    • Corbeta clase A69: ARA Drummond y ARA Guerrico
  • Submarinos:
    • ARA Santiago del Estero, ARA Salta, ARA San Luis y ARA Santa Fe.
  • Aviación Naval:
    • 8 A-4Q Skyhawk embarcados en el portaaviones, con uno en alerta caza interceptor en cubierta 24/7. El caza de interceptor en cubierta interceptó 2 veces a un CASA 212 de patrulla marítima asentado en Puerto Williams.
    • Helicópteros SH-3 Sea King.


2. Análisis cualitativo y cuantitativo de ambas flotas

Armada de Chile (ACh)

  • Cualitativo:

    • Alta capacidad defensiva con fragatas equipadas con misiles Exocet.
    • Limitada capacidad submarina con un solo submarino operativo.
    • Buena coordinación entre unidades de superficie y aérea.
  • Cuantitativo:

    • 1 crucero ligero
    • 3 fragatas
    • 6 destructores
    • 1 submarino operativo

Flota de Mar (FLOMAR) Argentina

  • Cualitativo:

    • Superioridad aérea con el portaaviones Veinticinco de Mayo.
    • Mayor capacidad submarina con 4 submarinos operativos.
    • Alta capacidad de proyección de fuerza con destructores y fragatas modernas.
  • Cuantitativo:

    • 1 portaaviones
    • 1 crucero ligero
    • 8 destructores
    • 2 corbetas lanzamisiles
    • 4 submarinos

 

Expansión del Conflicto

El conflicto no se disolvió, por el contrario, se agravó. La FLOMAR decidió lanzar un ataque a la Armada de Chile, que rápidamente zarpó desde Valparaíso hacia el sur, dirigiéndose al Canal de Beagle. La última posición detectada de la FLOMAR estaba a 120 millas (alguna fuente cita 193 millas) al suroeste del Cabo de Hornos, preparándose para apoyar la operación Soberanía, cuyo objetivo principal era el desembarco anfibio y captura de las islas Picton, Lennox y Nueva.

Análisis de Capacidades

Armada de Chile (ACh) La ACh contaba con un crucero ligero, destructores y fragatas, todos capaces de defensa antiaérea y antisubmarina. Sin embargo, los problemas operativos del SS Simpson dejaban a la flota sin una cobertura submarina efectiva, una desventaja crucial en una guerra naval moderna.

Flota de Mar (FLOMAR) La FLOMAR, por su parte, tenía la ventaja del portaaviones ARA Veinticinco de Mayo, que proporcionaba superioridad aérea con sus A-4Q Skyhawk. Los destructores modernos y los múltiples submarinos operativos daban a la FLOMAR una capacidad robusta de defensa y ataque.

 

Puntos clave de avance y lugares de refugio de la ACh

Para llegar al Canal de Beagle, la flota chilena avanzaría desde Valparaíso hacia el sur, pasando por Puerto Montt, el Canal Chacao, el Golfo de Penas, Bahía Inútil y el Estrecho de Magallanes, antes de dirigirse al Canal de Beagle. En caso de necesitar refugio, los fiordos chilenos como el Fiordo de Última Esperanza, el Fiordo Quintupeu, Fiordo de Aysén o el Fiordo Comau serían lugares estratégicos para esconderse y lanzar contraataques.

Fiordos Quintupeu y Comau 


Fiordo o Seno de la Última Esperanza 

Aproximación final al Canal de Beagle (o Cabo de Hornos)


El mapa superior marca el recorrido de la Flota trasandina de acuerdo a la bibliografía oficial chilena y argentina. Nótese que la derrota de la flota araucana pasa por encima de la posición del submarino ARA Santa Fé porque, precisamente, éste los detectó días previos al 21 de diciembre. Es decir, la flota enemiga había sido detectada y seguida ya por un submarino del CFS. La misma se dirigía al sur del Cabo de Hornos en apostaderos de combate, con dos buques anclados a la par esperando la orden de ataque. Los buques se hallaban dispuesto de este modo para poder intercambiar personal y vida social en la espera (Arancibia Clavel y Bulnes Serrano, 2017). Volveremos a este punto más adelante.

Estrategias de detección y enfrentamiento

La FLOMAR emplearía sus S-2 Tracker y P-2 Neptune para misiones de reconocimiento (tal como se emplearían exitosamente cuatro años después en Malvinas) y los A-4Q Skyhawk para ataque, mientras que los submarinos argentinos emboscarían a los buques chilenos en puntos críticos del Estrecho de Magallanes y el paso de Drake. Los destructores y fragatas de la FLOMAR proporcionarían apoyo de fuego y defensa antiaérea para proteger operaciones anfibias y de asalto helitransportado.

Resulta clarificadora nuevamente caer en la lectura del libro "oficial" sobre el desplazamiento de la flota trasandina (libro Arancibia Clarivel y Bulnes Serrano, 2017). En ella se detalla cómo los oficiales chilenos se entrenaban en un simulador terrestre (no es broma) llamado Redifon, que en forma de cubículos interconectados simulaban buques y ensayaban maniobras en un sótano del Centro de Entrenamiento Táctico de la Academia de Guerra Naval de Valparaíso. Merino y López, ensayando con este simulador analógico, diversas combinaciones de ataque a la FLOMAR llegaron a la conclusión que se debía lograr el "dominio en el mar", buscando una batalla naval decisiva estilo Mahan. El resultado de estos ensayos determinó una formación de ataque donde "todos los misileros iban por delante y los artilleros atrás" (p. 86). No entiendo por qué se requirió del Redifon para algo de simple sentido común ¿O acaso mandar a los cañoneros primero (Prat, Latorre) y los misileros detrás (clase Almirante, Leander) tenía alguna lógica?

Por su parte, la FLOMAR "carecía" de este simulador simplemente porque las tripulaciones no simulaban sino que pasaban gran parte del año naval embarcados maniobrando con los buques reales, en tiempos reales y enfrentando problemas reales. Aproximadamente dos tercios del año las tripulaciones permanecían embarcadas, algo que cualquiera con parientes marinos en esa época lo puede corroborar. Gran parte de quiénes fueron marinos en este período de oro de la ARA y que fueron padres al inicio del año terminaron conociendo a sus hijos con 8 o 9 meses de vida dado que su vida embarcada les impidió visitarlos antes. La distancia entre ambas flotas, más allá de la geográfica propiamente dicha, era sideral. Tome nota de otro evento: en octubre de 1978, el Teniente de Corbeta Augusto Bedacarratz del Grupo Aéreo Embarcado del ARA "25 de Mayo" realizó el primer aterrizaje nocturno. Es decir, para diciembre, si la "Escuadra" era iluminada por un radar naval argentino, podría echada a pique entera de noche sin esperar a la luz diurna. Bedacarratz fue quién 4 años después, echo a pique al HMS Sheffield. Ya veremos en futuras entregas que los pilotos chilenos ni manuales de sus aviones tenían.

 

Análisis del choque de fuerzas

En el marco de la crisis del Beagle de 1978, las tensiones entre Argentina y Chile alcanzaron un punto crítico, llevando a ambas naciones al borde de un conflicto armado. La operación Soberanía, planificada por Argentina, tenía como objetivo principal el desembarco anfibio y la captura de las islas Picton, Lennox y Nueva, ubicadas en el canal de Beagle. Esta operación debía realizarse bajo una sólida cobertura naval y aérea proporcionada por la Flota de Mar (FLOMAR) argentina.

Preparativos y composición de Fuerzas

A finales de diciembre de 1978, la FLOMAR estaba plenamente equipada y lista para la acción. Contaba con el portaaviones ARA Veinticinco de Mayo, un activo crucial que embarcaba A-4Q Skyhawks y S-2 Trackers, proporcionando tanto capacidad de intercepción aérea como de patrullaje marítimo y guerra antisubmarina. La flota incluía también varios destructores modernos, como el ARA Hércules, así como fragatas como el ARA Piedrabuena y el ARA Espora. Adicionalmente, Argentina disponía de una fuerza submarina significativa con los submarinos ARA Santiago del Estero, ARA Salta, ARA Santa Fe y ARA San Luis.

La Armada de Chile (ACh), aunque menos numerosa, mantenía una fuerza defensiva robusta. Su principal activo era el crucero ligero CL-02 Capitán Prat y el todavía amenazante Almirante Latorre, acompañado por fragatas y destructores equipados con misiles Exocet MM-38. La flota chilena incluía también el submarino SS-21 Simpson, el único operativo en ese momento, ya que los otros submarinos de la clase Oberon estaban en mantenimiento mayor.

 

Desarrollo de la Operación

La operación de desembarco planificada por Argentina se centraba en la Isla Nueva, donde se sabía que había unos 150 infantes de marina chilenos atrincherados. La estrategia argentina consistía en desembarcar en la costa sur de la isla, evitando las defensas chilenas en el norte. Para ello, se emplearía el transporte anfibio ARA Cabo San Antonio, escoltado por destructores y fragatas que proporcionarían apoyo de fuego y protección.


Los chilenos esperaban una imagen de este tipo en las islas cuando lo más probable era que la ocupación de las mismas se haría por asalto vertical helitransportado.

La fase final de aproximación de la FLOMAR se estableció con la flota argentina avanzando desde su última posición detectada, a 120 millas al sur del Cabo de Hornos, hacia el este, aproximándose al canal de Beagle. Mientras tanto, la ACh se movilizaba desde Puerto Williams, dirigiéndose hacia el canal para interceptar las fuerzas argentinas. Aquí podemos evaluar dos cursos de acción simultáneos: el primero, la flota principal se dirigía la Mar de Drake para enfrentar a la FLOMAR a mar abierto; segundo, las torpederas más pequeñas (Quidora, Fresia, Tegualda y Guacolda) enfrentarían a la fuerza de desembarco.


En cualquier caso, barcos de desembarco se hallaban apostados en la BNU (base naval de Ushuaia) para que, una vez tomadas las islas o una sección de las mismas, se ocuparan con tropas.

La guerra submarina

El libro ya mencionado, La Escuadra en Acción, de Arancibia Clavel y Bulnes Serrano, relata la actividad militar y política del conflicto, con un enfoque en la Armada de Chile. Aunque el texto no es muy técnico en cuanto a los medios empleados, resulta interesante por su descripción general de las operaciones de la Escuadra en el sur de Chile.

En este relato se menciona que la Fuerza de Submarinos chilena estaba compuesta por el submarino de la clase Balao "Simpson" (SS-21) y los modernos, para la época, submarinos de la clase británica Oberon, denominados "Hyatt" (SS-23) y "O'Brien" (SS-22).

De acuerdo con esta fuente, el "O'Brien" se encontraba en dique seco durante el conflicto y el "Hyatt" tuvo que interrumpir su tránsito hacia el sur y regresar a su base en Talcahuano debido a una avería mecánica. El otro submarino de la clase Balao, el "Thomson" (SS-20), ni siquiera es mencionado, posiblemente porque ya había sido retirado del servicio debido a su antigüedad. De hecho, tanto Brasil como Argentina habían retirado sus submarinos de esta clase a principios de la década de 1970, tras recibir los Guppy.


Vistas desde periscopio de submarinos argentinos: a la izquierda, una de las fotos obtenidas del submarino Simpson chileno, único activo submarino de la ACh. A la derecha, un S-2 Tracker argentino, avión antisubmarino del que carecía Chile.

A pesar de que el "Simpson" no estaba a la altura tecnológica de las circunstancias, logró cumplir su misión de pasearse por el teatro de operaciones con el capitán en un alto estado de nerviosismo. El viejo submarino debía emerger con frecuencia para recargar sus baterías, exponiéndose peligrosamente a los radares y periscopios argentinos. Por lo menos dos veces fue fotografiado por los submarinos argentinos en superficie (una foto se ve arriba). Por su desgaste, no sería sorprendente que esta operación tuviera que realizarse con mayor frecuencia de lo normal. Habiendo sido detectado en dos ocasiones por submarinos argentinos, éstos optaron por no disparar sus torpedos. Aun así, es posible que su comandante, Rubén Scheihing, intentara atacar, pese a su desventaja tecnológica.

Áreas de patrulla asignadas a los submarinos argentinos. (Fuente: Deyseg)

Sin poder precisar las fechas exactas, los submarinos Guppy estuvieron muy cerca de entrar en combate, aunque afortunadamente sus comandantes interpretaron las órdenes con buen criterio. A mediados de diciembre, el submarino "Santa Fe" patrullaba la entrada de Bahía Cook a una profundidad de 50 metros. Los sonaristas detectaron el sonido de hélices de buques de guerra en aproximación. El comandante del S-21 dio la alarma de combate, la tripulación tomó sus posiciones y se alistaron todos los tubos lanzatorpedos. Los sonidos de las hélices se fueron sumando hasta convertirse en lo que parecía ser "una flota". La escuadra chilena navegaba sobre el S-21, abriéndose hacia las aguas abiertas del Pacífico sur.

Los sonaristas contaron tres, cuatro, seis... hasta 13 naves. Algunas tenían hélices "pesadas", como cruceros, y la mayoría hélices "livianas", similares a las de destructores.

Sin embargo, la flota chilena navegaba sin emitir señales, es decir, sin usar sonares activos en los buques de escolta. La decisión de un comandante de escuadra de navegar sin emitir puede tener varias justificaciones, como no estar buscando submarinos, o preferir ser más discreto, ya que las emisiones de sonar se propagan a grandes distancias y pueden ser detectadas por los equipos de contramedidas de los submarinos, revelando su rumbo o trayectoria.

No es difícil imaginar la gran tensión que vivió la tripulación del "Santa Fe". Suspendidos en silencio a decenas de metros bajo el Pacífico, esperaban la actitud de la flota chilena, con las armas listas para ser lanzadas si llegaba el momento adecuado para atacar desde una posición táctica favorable.

Finalmente, la flota chilena se adentró en aguas abiertas, alejándose del S-21. Siguiendo sus órdenes, el comandante del "Santa Fe" no interpretó la maniobra de la escuadra chilena como un acto hostil, especialmente en un momento en el que no había una declaración formal de guerra.

Con esto queda claro que el ARA Santa Fe sabía la posición de la flota chilena, en caso de guerra hubiera sido la primera en lanzar torpedos contra la flota trasandina.



Punto de encuentro y enfrentamiento

El punto de encuentro de las flotas se situaría en las proximidades del canal de Beagle. La FLOMAR debía enfrentar la amenaza de los misiles MM-38 Exocet de la ACh, con un alcance de 35-40 km. Existe recurrentemente en los diálogos, discusiones e intercambios con expertos y neófitos transcordilleranos una cierta contabilidad de Exocets para presuponer que una supuesta batalla naval se volcaría "claramente" a favor de la ACh. Chile dispondría de 4 u 8 bocas de fuego más que la ARA en ese momento. Es el negacionismo de la evidente derrota que hace a estos gestores de opinión sacar del juego analítico a los principales activos de la ARA: su portaaviones y sus 4 submarinos operativos. Para brindar más claridad, el portaaviones ARA Veinticinco de Mayo proporcionaba a Argentina una ventaja significativa, permitiendo ataques desde distancias de más de 200 millas (370 km). Otro detalle no menor, comparado con el caso de la experiencia de Malvinas, es que la aviación naval argentina tenía experiencia plena en los ataque antibuque y las espoletas de las bombas estarían ajustadas correctamente para detonar al impacto de los buques. Detectada la flota chilena con los S-2 Tracker y P-3 Neptune, su posición sería informada a las bases aéreas de la FAA y a los submarinos del CFS y sería cuestión de tiempo ver quien llegaba primero a la cacería.

Escenarios de Desembarco y Enfrentamiento

  1. Aproximación de la Flota Chilena para detener el desembarco La ACh avanzaría con rapidez desde Puerto Williams hacia el canal de Beagle, desplegando sus fragatas y destructores para interceptar y atacar las fuerzas de desembarco argentinas. Emplearía las lanchas rápidas también para detener los desembarcos y barcos de apoyo. Los chilenos lanzarían misiles Exocet y usarían su artillería naval para hostigar las lanchas de desembarco. Además, coordinarían ataques aéreos desde Punta Arenas utilizando aviones Hawker Hunter y A-37 Dragonfly. Introducirse en el canal de Beagle es una estrategia perdedora para cualquiera de las dos flotas por las restricciones de movimiento, perturbación de sensores por terreno (clutter) y consecuente baja en la performance de las armas.

  2. Respuesta de la FLOMAR a este movimiento Ante la aproximación chilena, la FLOMAR desplegaría sus A-4Q Skyhawks y S-2 Trackers desde el portaaviones para realizar ataques preventivos contra las unidades de la ACh. Los submarinos argentinos patrullarían áreas estratégicas para interceptar buques chilenos. La FLOMAR utilizaría sus sistemas de defensa aérea para interceptar aviones aproximándose y lanzaría sus propios misiles antibuque para neutralizar las amenazas principales. Al contrario de la flota trasandina, la ARA contaba con un elemento externo a las naves para el ataque como era la aviación embarcada. La encerrona del canal facilitaba el ataque aeronaval y hubiese sido un elemento ideal para una secuencia de ataques y rearmes para reiniciar el ciclo.

  3. ACh se enfoca en buscar a la FLOMAR para derrotarla directamente. Por la literatura citada, este fue el camino elegido por la armada araucana. Si la ACh hubiese decidido buscar y enfrentar directamente a la FLOMAR, rodearía la isla Navarino o accedería por el mar de Drake hacia el cabo de Hornos (derrota sureste). Coordinarían con el submarino Simpson y patrullas aéreas para localizar la flota argentina y lanzarían misiles y ataques de artillería naval en cuanto la detectaran. También por la literatura, el ARA Santa Fe estaba debajo de la flota cuando está accedió al mar abierto: objetivo detectado primero. Nuevamente aquí, la aviación naval argentina los encontraría a medio camino en cualquier escenario y debería soportar varias oleadas de ataques de A-4Q Skyhawks. Lo que quede remanente de estas oleadas es lo que podrían enfrentar a una FLOMAR intacta. Jaque.

  4. FLOMAR se enfoca en buscar la ACh para derrotarla directamente Si la FLOMAR decidiera buscar y enfrentar directamente a la ACh, avanzaría desde su posición al sur del Cabo de Hornos hacia el noreste. Utilizarían sus aviones embarcados para reconocimiento y ataque, primero realizaría ataques aéreos repetidos para hundir o dejar fuera de combate a los principales activos de superficie, luego hundir o averiar diversos buques, acercaría para lanzar misiles antibuque desde sus destructores y fragatas, y coordinarían ataques con sus submarinos. Y aquí traemos a colación la formación de "apostadero de combate" de la ACh: los buques se hallan anclados apareados para compartir la espera con vida social e intercambio de insumos. Si la ARA lanzaba los A-4Q Skyhawk cuando esta formación no se hubiese desarmado, hubiese facilitado enormemente el accionar de las bombas. Una misma pasada de bombardeo de 3 aviones con 3 bombas de 450 kilos hubiesen impactado de a dos buques duplicando su eficiencia. Mate.


Roles de la Aviación Naval y Militar

  • Aviación Naval embarcada argentina:

    • A-4Q Skyhawk: Realizarían misiones de intercepción y superioridad aérea, así como ataques a buques enemigos para proteger las fuerzas de desembarco. 8 unidades embarcadas.
    • S-2 Tracker: Efectuarían patrullas marítimas, detección de submarinos y coordinación de ataques antisubmarinos y antibuque. 2 unidades embarcadas.
    • P-3 Neptune: Operando desde bases terrestres, tenía muy largo alcance y eran tripulaciones altamente entrenadas a lo largo del año en el Mar Argentino.
  • Aviación Naval con Base en Río Grande:

    • T-28 Fennec: Misiones de apoyo aéreo cercano y ataques a tierra para cubrir las tropas desembarcadas (dispersos en Río Grande y Estancia La Sara). 19 unidades.
    • MB-326 Aermacchi: Misiones de interdicción y ataque a tierra para apoyar las operaciones anfibias y terrestres (Río Grande). Número indeterminado.
    • T-34C Turbo Mentor: Misiones de ataque ligero, apoyo logístico y transporte de suministros. Más de 12 unidades.
  • Aviación Militar Chilena en Chabunco:

    • Hawker Hunter: Intercepción y combate aéreo, ataques a buques y apoyo a las fuerzas terrestres (6 unidades).
    • A-37 Dragonfly: Ataques a tierra y apoyo cercano, interdicción y hostigamiento de fuerzas de desembarco argentinas (12 unidades).
  • Aviación Militar Argentina en Río Gallegos:

    • A-4B/C/P Skyhawk: Ataques a buques y apoyo a las fuerzas terrestres, intercepción y combate aéreo en caso necesario (12 unidades).
    • Mirage IIIEA/Mirage 5 Dagger/IAI Nesher: Más de 30 unidades de los tres modelos.
    • F-86 Sabre: Caza de intercepción puro, desplegado para enfrentarse a los Hawker Hunters debido a la experiencia de las guerras indo-pakistaníes. El número concreto no está claro pero por declaraciones de pilotos había más de 4 unidades.
    • Sus objetivos eran, primero, iniciar bombardeos contra objetivos militares de las ciudades de Punta Arenas (base aérea Chabunco) y Puerto Williams (aeródromo Zañartú) y la destrucción de la Fuerza Aérea de Chile, usando una técnica muy semejante a la utilizada por Israel en la Guerra de los Seis Días en 1967. Lo mismo sería implementado en todos los frentes abiertos.

 


A-4Q despegado del portaaviones ARA "25 de Mayo" impacta al APD-29 Uribe de la ACh

 

La ofensiva sobre Chile seguiría la siguiente secuencia (Wikipedia):

  • A partir de las 20:00 horas (H-2) del Día D, el 22 de diciembre de 1978, la FLOMAR y la Infantería de Marina —Batallón N.º 5— ocuparían las islas Freycinet, Hershell, Wollaston, Deceit y Hornos (ver mapa debajo).
  • A las 22:00, la Hora H, la FLOMAR e infantes de marina —Batallones N.º 3 y N.º 4— ocuparían las islas Picton, Nueva y Lennox, logrando además el control del canal Beagle (ver mapa debajo).
  • La ofensiva terrestre se iniciaría a las 24:00 horas (Hora H+2). El V Cuerpo de Ejército atacaría desde la zona de Santa Cruz tratando de conquistar el máximo territorio chileno de la zona patagónica. Simultáneamente, la Fuerza Aérea Argentina iniciaría bombardeos estratégicos.
  • A las 06:00 (H+8) del día 23 de diciembre de 1978 (23.06:00.DIC.978) se procedería a la destrucción de la Fuerza Aérea de Chile en tierra.

 


El enfrentamiento naval entre Argentina y Chile en 1978 hubiera sido una compleja operación multidimensional, involucrando fuerzas navales, aéreas y terrestres en un entorno geográfico desafiante. La superioridad aérea y submarina de Argentina le daba una ventaja significativa, aunque las defensas costeras y la coordinación táctica de Chile ofrecían una resistencia formidable. Los resultados habrían dependido de numerosos factores tácticos y estratégicos, así como de la eficacia en la ejecución de las operaciones planificadas por ambas naciones.


En este escenario específico, debe notarse que las fuerzas armadas argentinas poseían tres bases aéreas en el frente, una de ellas móvil (ARA Veinticinco de Mayo) y las dos bases bases aéreas en Río Grande y Río Gallegos, las cuales demostrarían ser altamente operativas cuatro años más tarde en Malvinas. Contra ello, sólo la base aérea de Chabunco en Punta Arenas llevaría la carga de intentar detener las operaciones de desembarco, realizar misiones antibuque contra la FLOMAR, combatir los ataques aéreos desde el Noreste de la base aérea Río Gallegos y desde el Este-noreste de la base aeronaval Río Grande y luego planear ataques ABA (Airbase Attack) contra las mismas. ¿No es demasiados objetivos para una sola pista de despegue y aterrizaje? Por su parte, el COAN se dedicaría exclusivamente a ataques antibuques o de apoyo aéreo muy cercano, mientras que la FAA apoyaría el avance del asalto blindado a Punta Arenas, un ABA contra la base aérea Chabunco y la superioridad aérea sobre Punta Arenas así como, a pedido de la ARA, proporcionaría apoyo aéreo a las operaciones de desembarco.



Estado de situación

En cuanto al posible desembarco anfibio argentino, la "Escuadra" chilena se encontraba en la zona, adoptando una estrategia liderada por el Contraalmirante López Silva. Sin embargo, esta estrategia resultaba cuestionable, ya que algunas fuentes comentan que se basaba en la idea de atacar de manera secuencial y en mar abierto a los Grupos de Tareas (GT) de la FLOMAR. Este plan asumía, de forma poco realista, que cada ataque sería decisivo para destruir por completo cada grupo de tareas argentino, mientras que el resto de la flota, e incluso el portaaviones ARA 25 de Mayo, no responderían de manera alguna. Algunos oficiales buscaban confiar en el mal clima que detuviera al COAN de operar desde el POMA. Algunos especialistas chilenos sugieren que se podría haber sido un combate naval en fases prolongadas durante varios días, bajo la premisa de que los marinos argentinos observarían pasivamente la destrucción de su flota (Arancibia Clavel y Bulnes Serrano, 2017).

La aparente división de la FLOMAR en dos grupos parecía apuntar a un desembarco anfibio, pero este no era el plan real. El ataque a las islas del Cabo de Hornos estaba diseñado para ser helitransportado. Como se indicó, solo una sección del BIM4 se encontraba embarcada en el portaaviones ARA 25 de Mayo, mientras que los transportes "Cándido de Lasala" y "Cabo San Antonio" permanecían vacíos. En este contexto, dividir las fuerzas en dos grupos carecería de sentido estratégico, salvo que se tratara de una maniobra de distracción destinada a atraer a la Escuadra Chilena y obligarla a gastar sus misiles MM-38 Exocet prematuramente. Sin embargo, esta hipótesis parece improbable, ya que la Armada Argentina (ARA) probablemente no estaba dispuesta a sacrificar buques y tripulaciones al estilo que sí lo estaba dispuesta la ACh con sus formaciones Acero y Bronce.

Es más razonable suponer que, para el 22 de diciembre, la FLOMAR estaba organizada en una formación óptima para el combate aeronaval, con el objetivo de neutralizar a la Escuadra Chilena en mar abierto. El plan argentino habría consistido en una serie de ataques aéreos persistentes contra la flota chilena, seguidos de un eventual enfrentamiento de superficie decisivo. La disposición de los submarinos argentinos a la salida de los canales refuerza esta hipótesis, ya que estaban posicionados para alertar sobre la salida de la Escuadra Chilena —algo que efectivamente ocurrió— y atacar a las unidades sobrevivientes durante su repliegue.

La estrategia argentina era lógicamente sólida, considerando que las fuerzas chilenas anticipaban un ataque directo a las islas en disputa: Picton, Lennox y Nueva. Esto llevó a Chile a concentrar una gran cantidad de personal y equipo en estas islas, lo que inmovilizó a dichas tropas, dejándolas vulnerables a ser aisladas y desgastadas mediante ataques aéreos antes de que se produjera un hipotético asalto directo. Este enfoque buscaba maximizar la eficacia operativa de las fuerzas argentinas al tiempo que debilitaba las posiciones defensivas chilenas.

Hay que tener en cuenta que la ARA no podía operar como una sola formación debido a las características del portaaviones ARA 25 de Mayo (POMA), que debía mantenerse a una distancia segura del combate directo de misiles y artillería. Una vez que lanzaba sus aviones A-4, ya sea para misiones de ataque naval o para neutralizar a los aviones de patrulla marítima (MPA) chilenos, el portaaviones quedaba comprometido hasta el regreso de las aeronaves, lo que generaba una situación de vulnerabilidad operativa. De los 8 A-4 disponibles, 2 estaban configurados para interceptación, 3 para ataques navales y 3 en tareas de apoyo logístico, con uno de estos últimos funcionando como tanqueros: todos factibles de cambiar a ataque naval. Esta dependencia del portaaviones y su aparente limitada capacidad motriz —que lo restringía a una velocidad máxima de 28 nudos y solo por cortos períodos— obligaba a dividir la FLOMAR en tres grupos operativos.

Otra razón para esta división era que la FLOMAR, aunque entrenada habitualmente en dos grupos, no estaba preparada para operar en tres. La escasez de buques adecuados fue paliada con la incorporación de dos corbetas A-69 adquiridas en 1978, que llegaron en agosto y octubre de ese año. El grupo del POMA quedó conformado principalmente por el destructor Tipo 42 ARA Hércules (único en el TOA con misiles de medio alcance Sea Dart) en servicio, mientras los otros dos grupos cumplían roles tácticos complementarios. Uno de ellos se presentaba como una fuerza con capacidad anfibia para atraer a la "Escuadra" hacia un enfrentamiento directo, alejándola del portaaviones.

Por último, el tercer grupo, compuesto por destructores, tenía la misión de actuar como un "tapón" para interceptar cualquier movimiento de la flota chilena que intentara alcanzar al grupo del POMA. En caso de que no se produjera una segregación de fuerzas chilenas, este grupo debía maniobrar para atacar desde el flanco. Esta estrategia buscaba maximizar la efectividad de las fuerzas argentinas mientras protegía los activos más valiosos, como el portaaviones y su ala aérea, en un entorno de combate altamente desafiante.

Probabilidades de éxito

Fuerzas Argentinas: Con la superioridad aérea proporcionada por el portaaviones y una flota de superficie y submarinos modernos, las fuerzas argentinas tenían una ventaja significativa. Las operaciones conjuntas aire-mar-submarino de la FLOMAR aumentarían sus probabilidades de éxito.


Comparativo de fuerzas entre la ACh (izquierda) y FLOMAR (derecha). Las franjas rosadas indican una distancia del alcance de sus armas principales (MM38 Exocet, 35 a 42km). El portaaviones ARA V2 "25 de Mayo" indica un A-4Q con carga completa de bombas y combustible de 350km de alcance. Esos son los espacios vitales a cubrir antes de hablar de una amenaza real para el adversario. Me cuesta como analista ver siquiera un atisbo de igualdad entre ambas fuerzas.

Previo al análisis del caso chileno, repasemos que probabilidad tenía la "escuadra" de repeler un ataque aéreo, que iba a ser la principal arma de la ARA. Todos los destructores chilenos contaban con un (1) cañón de 20mm para uso antiaéreo. Algunos destructores (clase Almirante) chilenos poseían la instalación de un sistema Short Seacat británico. Es un pequeño misil subsónico, impulsado por un motor cohete de combustible sólido con dos etapas. En vuelo es dirigido por cuatro alas en flecha, de estructura cruciforme y es estabilizado por cuatro aletas pequeñas en la cola. Se guía por la línea de comandos de visión (CLOS) a través de un radio-enlace, es decir, comandos de vuelo que se transmiten a partir de un operador remoto tanto con el misil y el objetivo a la vista. El mismo sistema lo poseía el crucero ARA General Belgrano argentino y, en su versión terrestre Tigercat, se encontraban desplegados en Tierra del Fuego (IMARA) y Río Gallegos (EA). El misil se mostró enormemente impreciso en Malvinas dado que no es autónomo y depende de la coordinación del pulso y visión del operador, con los concurrentes problemas del ojo humano de apreciar claramente las profundidades y distancias en el espacio sobre un blanco altamente maniobrable. Para marcar otra diferencia, el único buque de defensa aérea moderno se hallaba en la FLOMAR y era el ARA Hércules (Tipo 42), equipado con el Sea Dart con 40km de alcance con guiado de radar semiactivo. Más aún, el Sea Dart se podía usar como complemento del Exocet en función antibuque sin volar en modo sea-skimming (volar pegado al mar). Luego, tal vez el buque chileno mejor equipado para autodefensa aérea era tal vez el crucero Almirante Latorre o el Prat con hasta 14 instalaciones del pom-pom Bofors de 40mm. Este hubiese sido el blanco más difícil de aproximar y atacar y, si las comunicaciones lo hubiera permitido, una tarea tal vez delegada a los submarinos.

Otro ejercicio intelectual válido que nadie ha realizado hasta donde mi conocimiento alcanza es el siguiente:

Los buques chilenos se aproximarían a 21/28 nudos (velocidad media/toda máquina) hacia la FLOMAR (si es que los CASA -212 ubicaban correctamente a la misma, otros "ojos" no tenía Chile; existe el mito de la intercepción electrónica que se menciona más abajo). La distancia a cubrir se encontraba en el rango de entre 140/193 millas según diversos reportes chilenos. Ello llevaría a flota trasandina poco más de 5/8 horas de navegación para llegar a 20 millas de los barcos argentinos (siendo 20 millas el primer momento para intentar golpear a la flota dado que era el alcance de un MM38 Exocet, única arma decisiva chilena). Durante 5/8 horas los buques no podría hacerle ningún disparo/daño al enemigo. Bien, durante ese período de tiempo, el portaaviones ARA "25 de Mayo" podrían lanzar y recuperar 3 a 5 salidas de combate de todo su GAE (Grupo Aéreo Embarcado). Para ello, supongamos que cada grupo de ataque volara a  400 nudos ida y vuelta, aterrizara y tardara 25 minutos en recargar bombas y combustible para despegar de nuevo. A la distancia de ataque y dependiendo de los vientos, cada A-4Q Skyhawk despegaría con 3 bombas de 450kg en el pilón central con espoleta adaptada para impactar buques. La primera pasada sola, arrojaría 24 bombas sobre la "Escuadra". Suponiendo ausencia de bajas en los aviones argentinos, a la cuarta/quinta pasada, serían 96/120 bombas las arrojadas sobre los buques. Si suponemos que por cada pasada, un avión argentino es derribado hasta 4 bajas, serían en el peor escenario hasta 36 bombas lanzadas contra la "Escuadra". Es decir, en el lapso de cortar la brecha entre las flotas, la flota chilena recibiría entre 36 y 120 bombas (ver la tabla abajo). Todo eso antes de que ningún operador de puesto de combate pudiera apretar el botón de lanzamiento de un solo Exocet chileno. ¿Se entiende lo grave de esta planificación para el mando chileno? ¿En qué estaban pensando? Tal vez lo peor de todo es que al final de ese pasillo de la muerte, esperaba una armada básicamente similar a la Escuadra en términos de bocas de fuego de Exocet de sus combatientes de superficie pero intacta. Los que lograran sobrevivir serían recibidos por una andanada del misil francés.

Tiempos de aproximación a las 20 millas, pasadas y cantidad de bombas considerando bajas


Fuerzas Chilenas: La flota chilena a mar abierto estaba a merced de la aviación naval, primero, y submarinos argentinos, posteriormente. Como se expuso arriba, la distancia entre ambas flotas jugaba a favor de la FLOMAR. Si la ACh era detectada a 190 millas, las pasadas de bombas lanzadas por los Skyhawks hubiesen dejado poco a flote aún considerando derribos. Es hasta triste imaginar una flota acelerando para poder golpear el enemigo siendo progresivamente bombardeada una y otra vez sin absolutamente ninguna ayuda. Posibilidad de éxito: Cero.

Jorge Martínez Bush, un oficial chileno, declaraba lo siguiente en el libro Soldados de Mar en Acción (Sánchez Urra, 2020), una recopilación de las actividades del CIM.

De lo que pudo haber sido la “Batalla Naval de Drake”, el entonces Capitán de Fragata Jorge Martínez Bush, Segundo Comandante del crucero “Prat” señala que “estuvimos a punto de entrar en combate e íbamos preparados. En táctica naval la posición estaba con nosotros, porque el mar y el viento jugaba a nuestro favor, de manera que los argentinos tenían una posición muy complicada” (p. 196)
Este oficial acusa al Vicealmirante López Silva de confiar en el mar y en el viento para derrotar a la aviación naval argentina. ¿Sus afirmaciones tienen algún asidero? ¿Qué opinará Martínez Bush del GAE del 25 de Mayo? ¿O no existía? Por cierto, Sánchez Urra hace un racconto de la FLOMAR que es sospechosamente incompleto (olvida 2 submarinos argentinos y habla de "submarinos chilenos", en plural, poniendo al Simpson como plenamente operativo a la par de los argentinos), lo que pone en duda muchas otras descripciones y listados que presenta a lo largo de su obra.




Escenario de derrota y consuelo en los fiordos chilenos

Si la ACh sufría una derrota un resultado probable hubiese implicado el hundimiento o puesta fuera de combate de sus principales activos. Por valor como objetivo naval, sin dudas las fragatas clase Leander serían el primer foco del ataque y los cruceros ligeros Prats/Latorre, el segundo, dada la capacidad de sus cañones de afectar las operaciones desembarco. El resto de los objetivos se iría definiendo por circunstancia. Cabe agregar aquí una información que no poseía el Almirante López Silva (teóricamente el mejor preparado en guerra aeronaval) de la ACh: Cuatro años después los aviones argentinos demostraron que una flota encajonada en un canal (como el estrecho de San Carlos) o muy cercana a la costa (como lo es el sur de islas del cabo de Hornos) era blanco perfectamente alcanzables para aviones jets volando a baja altura. La Royal Navy, armada con misiles de defensa aérea mucho mejores que los poseía la ACh, sólo obtuvo derribos puntuales y sólo la falla en la espoletas de las bombas lanzadas por la FAA impidió su anulación como fuerza de combate de superficie antes del fin del conflicto. Quiénes atacarían a la ACh serían los A-4 Skyhawk, tanto en sus variantes B y P y Mirage israelíes de la FAA así como los consabidos A-4Q del COAN, y todos probarían ser letales atacando una flota. ¿La flota trasandina esperaba que para su caso emergería un resultado diferente?



Si la ACh pasara por el canal sería su fin asegurado. Estaría encerradas en el canal de Beagle o avanzando cercana a la costa sur de las islas, facilitando la aproximación de los aviones fuera de la detección del radar. El ataque, tal como ocurriría luego en Malvinas, se realizaría con el aprovechamiento de la geografía, tal cual lo fue en el estrecho de San Carlos. Ahora sabemos que la probabilidad de escape de los principales unidades de la ACh de un ataque aéreo eran casi nulas. Una vez puestas fuera de combate las unidades principales, el resto de flota chilena sería atacada por los destructores y corbetas argentinas y sus Exocets. Ese no sería la derrota elegida de acuerdo al libro de Arancibia Clavel y Serrano Bulnes.

La ACh estaría obligada a recurrir a la ayuda aérea de la FACh, asentada en la base aérea Chabunco. A las 6 AM del 21 de diciembre dicha base sería el objetivo principal de un ataque preventivo de todos los activos aéreos de la BAM Río Gallegos. Sobre llovido, mojado: si los cazas chilenos lograban despegar, el COAN aguardaba escondido a poco menos de 200km de Chabunco con una docena de T-28 Fennec esperando que los cazas chilenos aterrizaran para atacarlos con metralla y cohetes.

Aún así, si consideramos un remanente de unidades a flote, en caso de derrota en los canales fueguinos, se retiraría a fiordos como el Fiordo de Última Esperanza, el Fiordo Quintupeu o el Fiordo Comau. Con superioridad aérea argentina, las fuerzas chilenas tendrían pocas probabilidades de éxito, ya que la FLOMAR podría llevar a cabo ataques precisos y sostenidos. Sin superioridad aérea, las fuerzas chilenas tendrían una mejor oportunidad de defenderse, pero aún enfrentarían una amenaza significativa debido a la capacidad de la FLOMAR para coordinar ataques desde el aire y el mar.


Corbeta clase D'Estienne D'Orves (A69) ARA Guerrico (P-35), equipada con 4 MM-38 Exocet y recién ingresada a la FLOMAR para Diciembre de 1978.

Quiero agregar dos últimos detalles antes de las conclusiones. Primero, la literatura chilena, sea académica o periodística, así como los reportes de medios televisivos, desarrollan un repetido juego de fingir demencia. Es casi imposible encontrar libros refrendados por la ACh u otras fuerzas militares y, mucho menos, por medios periodísticos que mencionen la palabra clave "A-4Q Skyhawk". Aparentemente esta arma no existió en el TOA. Y si existió nunca fue una amenaza. Es más, probablemente ni volasen. Ah, si... y los marinos argentinos se marearon por un mar picado. Fingen demencia los libros del CIM o el de la "Escuadra" dado que reflejan en todo momento y absolutamente, sin desvío, que lo que se iba a presenciar era una batalla naval, al estilo Jutlandia/Latakia. Dos grandes escuadras, ahora sin cañones pero con misiles, llegarían a distancia de tiro y cada una tiraría sus salvas y ganaría el mejor. Hasta parece que el portaaviones argentino se iba a quedar en la retaguardia mirando la escena como si fuese un aficionado en una tribuna. Es una completa falta de respeto al lector informado ese escenario. Es realmente vergonzoso que oficiales navales profesionales chilenos esquiven el bulto de no apreciar un clara batalla aeronaval que estaba en ciernes y mientan a su público hablando de coraje y patriotismo para tapar un aspecto completa y básicamente técnico. Tristemente llena está la literatura "técnica" chilena de esta apelación al valor y no a los instrumentos ni tácticas.

Finalmente, esa misma literatura apela a un estado de información sobre el movimiento de las fuerzas argentinas mucho mejor del que disfrutarían hoy mismo teniendo dos AWACS británicos donados por la colaboración en la guerra de Malvinas. Aparentemente se tenía información del movimiento de tropas, del movimiento de aviones, de la posición de la flota argentina, del orden de operaciones de las distintas unidades y Dios sabe que más. Es más, esa información era actualizada hora a hora. Ni con satélites propios hubiesen tenido un panorama en tiempo real tan instantáneo. Aparentemente las comunicaciones argentinas había sido "descifradas" al estilo código Púrpura japonés. Ello aparece mencionado por autores anónimos con el misterioso término "intercepción o seguimiento electrónico". Bueno, no era el caso. Las comunicaciones argentinas cifradas no fueron decodificas y, lo que si hizo la inteligencia naval, era mantener canales abiertos para difundir la información que se deseaba estuviera al alcance de los puestos de escucha chilenos (contrainteligencia). Las comunicaciones argentinas sí fueron interceptadas pero eso fue en 1982 y por agencias de inteligencia de la OTAN, específicamente una estación en Noruega. Pero no confundamos OTAN con Chile jamás bajo ninguna circunstancia. El mismo Martinez Smith en la declaración previa comenta que la flota argentina estaba a una hora de navegación de los límites chilenos, sabiendo ésto solo por intercepción de comunicaciones. Estimado, en la lucha aeronaval no se ordena un ataque a una flota cuya ubicación no ha sido confirmada por sensores propios (un observador o radar que informe la posición). Si se iba a atacar a la FLOMAR por información "interceptada", era probablemente una emboscada planificada por el mando naval argentino.

La Escuadra trasandina, tal y como la detectó el ARA Santa Fe

En resumen, la superioridad tecnológica, doctrinaria y operativa de la FLOMAR otorgaba a las fuerzas argentinas una ventaja considerable en un enfrentamiento directo con la ACh. La geografía de los fiordos chilenos proporcionaría un refugio natural, pero las fuerzas chilenas seguirían enfrentando desafíos significativos sin la capacidad de contrarrestar la superioridad aérea y naval argentina.

Huida a los fiordos, tal vez el mejor final para la ACh...

Este informe no desmerece el desempeño ni la planificación ejecutada por la ACh. Hicieron lo mejor que pudieron con lo que tuvieron. Dicho esto, no era suficiente. Los planetas se alinearon para no poseer una capacidad submarina suficiente (el SS-21 Simpson fue detectado y fotografiado dos veces previo al 21 de diciembre mientras sus mejores submarinos estaban en mantenimiento mayor). El apoyo aéreo iba a ser nulo porque se carecía de aviación naval de ataque y los activos aéreos de la FACh iban a recibir su bautismo de fuego esa misma madrugada por lo que estarían luchando por su propia supervivencia. Por la planificación prevista, para el 21 de diciembre a la tarde Chabunco iba a dejar de estar operativa, sea por los A-4 y Mirage de la FAA a la madrugada o los T-28 Fennec/MB326 todo el resto del día. Eso lo exploraremos en un artículo posterior donde quedará claro que la FACh en el TOA iba a dejar de existir es mismo día.

Una crítica que se puede hacer a la planificación de López Silva es la de seguir con su filosofía mahaniana de buscar la gran batalla naval decisiva. Estaba comprometiendo a toda la escuadra (all-in) en una maniobra de la que iba a sufrir muchas bajas antes de siquiera llegar a ver en las pantallas de sus radares al enemigo. Una vez desencadenado los eventos, la suerte de la flota chilena estaría echada para el resto del conflicto. Y aquí vale reflexionar alternativas: cuando una flota más pequeña enfrenta a una más grande, pues debe recurrir mejor a guerrilla naval o pequeños combates de desgaste. La armada argentina nació así: enfrentando a marinas mucho mayores, como la española o la imperial brasileña, arrastrándola a pequeños combates que favorecían pequeñas pero desgastantes victorias contra el enemigo. Sin ir más lejos, el marco de los fiordos es ideal para esa tarea: esconder buques para realizar posteriormente ataques coordinados. Con superioridad aérea enemiga ese ejercicio puede perder efectividad pero los alemanes demostraron en la SGM que se puede resguardar un buque en un fiordo protegido para densas capas de defensa aérea y tener éxito. Esta alternativa podría ser más razonable que enfrentar en mar abierto a un portaaviones con brazo aéreo completo, sin superioridad aérea propia y con un submarino rengo. Y aquí, el término "flota más grande" es más cualitativo que cuantitativo: la "Escuadra" iba en solitario muy escaso apoyo desde las profundidades y ningún apoyo aéreo a enfrentar a pilotos aeronavales que practicaban a destajo cada año en como hundir buques y estaban muy afinados.

¿Acaso pensaba López Silva que la ARA iba a acercar a sus activos navales principales a la distancia de los Exocet chilenos para que se diera un duelo de caballeros? ¿Acaso López Silva estaba esperando un Jutlandia o un Latakia mientras se dirigía a un Midway? ¿Habrá ocurrido que el comando naval chileno pensaba que la ARA no iba a ordenar el aprovechamiento de la ventaja submarina y aeronaval empeñando sus submarinos y cazas embarcados antes de que siquiera pudieran detectar en sus radares a la FLOMAR? ¿Sería que pensaba López Silva que los A-4Q Skyhawk no iban a ser lanzados contra sus barcos? Mucho antes que permitirle a un marino trasandino apretar el botón de disparo de un Exocet, la flota chilena iba a conocer al COAN y al CFS en secuencia o en simultáneo.




Fuentes consultadas

  • Arancibia Clavel, Patricia y Bulnes Serrano, Francisco. La escuadra en acción. 1978: el conflicto Chile-Argentina visto a través de sus protagonistas, Santiago, Chile: Catalonia, 2017 (ISBN: 978-956-324-298-0)
  • Burzaco, Ricardo. La Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina en la crisis de 1978. DeySeg
  • Sánchez Urra, Francisco, Los soldados del mar en acción (1958-1978), Colección Historia Militar y Pensamiento Estratégico, 2020. ISBN 978-956-9839-08-5