El último deseo de un héroe de Malvinas y una historia de amor más allá de la vida.
Antes de partir hacia la guerra, el capitán Luis Castagnari le pidió a su esposa que, si no regresaba, quería ser enterrado junto a su pequeño hijo muerto de cáncer a los tres años. Ella luchó durante 36 años para cumplir ese último deseo. El 5 de diciembre de 2018, en un histórico viaje, el cuerpo del militar fue trasladado de las islas hasta Río Cuarto, Córdoba. En esta crónica, el final de una historia que conmovió al país. En su vestido de novia, el largo tul enmarcado por una corona de flores, el rosario apretado entre sus manos, caminó sonriente hacia el altar donde la esperaba el hombre de su vida. Firme y emocionado en su uniforme militar de gala, debajo de las seis arcadas que coronan el atrio de la parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María, en Río Cuarto, el alférez Luis Darío José Castagnari tomó la mano de María Cristina Scavarda para prometer ante la cruz que se amarían para siempre. Luego, con delicadeza, intercambiaron las alianzas de oro con la fecha que marcaba el comienzo de la vida que habían soñado juntos: 21 de diciembre de 1973. Cuarenta y cinco años después, el mismo día y casi a la misma hora, con una blusa de encaje rosa, el rosario de la Virgen de San Nicolás apretado entre sus manos, María Cristina volvió a caminar hacia ese altar donde había sido tan feliz. Pero esta vez él no estaba allí. O quizás sí. Envuelta en una bandera argentina con el sol bordado en hilos de oro, la urna con las cenizas del capitán post mortem Castagnari, héroe caído en Malvinas, reposaba en una mesa rodeada de gladiolos blancos. Y ella llegaba, emocionada y sola, hasta ese mismo altar para cumplir con la promesa que le había hecho el día que él partió hacia la guerra. "Si no vuelvo de Malvinas quiero que traigas mi cuerpo y me entierres junto a Gustavito", le había pedido Castagnari antes del beso final a las 5 de la mañana del 1 de abril de 1982. Los dos entendieron, sin hacerse preguntas, lo que significaban esas palabras porque el dolor seguía intacto. Gustavito era su hijo mayor, muerto de cáncer el 7 de enero de 1978, cuando solo tenía tres años.
"Te lo prometo", le dijo mientras se abrazaban por última vez. Cincuenta y ocho días más tarde, en las Islas Malvinas, a las once y veinte de la noche del 29 de mayo, el primer teniente Castagnari cayó durante un feroz bombardeo británico sobre el aeropuerto de Puerto Argentino, mientras corría con su radio en la mano, buscando un refugio para sus hombres. Los integrantes del escuadrón Pucará lograron ponerse a salvo. "El Furia", no pudo: fue alcanzado por las esquirlas de un misil. Desde febrero de 1983 sus restos yacieron en el cementerio de Darwin. María Cristina luchó durante 36 años para cumplir con ese último deseo, con esa promesa. Para lograrlo, debía trasladar el cuerpo de su marido desde las islas al continente. La burocracia y los funcionarios que no dieron respuestas hicieron que el camino fuera largo y difícil. En 2015 volvió a las islas, y arrodillada frente a la tumba de su marido en Darwin, lloró por primera vez en años:"Fue una explosión. Me abracé a su cruz y lloré. Me acosté sobre la tumba y le pedí perdón por no haber cumplido con lo que él me había pedido. También le prometí que no iba a darme por vencida, que iba a seguir intentándolo". El jueves 5 de diciembre de 2018, en el Área Material del Aeropuerto de Río Cuarto, aterrizó el vuelo privado que trajo desde las Malvinas el cuerpo del héroe a casa. Hubo una conmovedora ceremonia militar, una misa de cuerpo presente y, finalmente, sus restos fueron cremados. En la fecha de su aniversario de bodas, María Cristina se preparó para cerrar el duelo y cumplir su promesa, allí en la Iglesia donde se casaron y donde yacen las cenizas de su pequeño Gustavito. "Misión cumplida, amor, hoy estamos en paz", dijo frente a la foto de Luis y Gustavito, amorosamente enmarcada para la ceremonia, que acompañaban desde el altar en la despedida. Pero lo que iba a ser un adiós, se transformó en un conmovedor acto de amor. Fue una sorpresa: nadie sabía lo que ella había pensado en la soledad de su hogar, mientras volvía a mirar una y otra vez -con emoción y nostalgia- las fotos de su casamiento.
Sin decirle a sus hijos, María Cristina había decidido renovar los votos de su matrimonio. En secreto, había mandado las alianzas a un joyero para que las engarzara juntas, y grabara en el dorso esta nueva fecha en que volvería a sentirse cerca del amor de su vida. "Quise renovar mis votos de unión con Luis, porque sigo enamorada de él", cuenta hoy María Cristina a Infobae. "Solo el sacerdote y yo sabíamos que esto iba a ocurrir, fue una sorpresa muy grande para mis hijos". Antes de finalizar la misa, el padre Morelli llamó a Martín, a Guillermo y a Roxana al altar junto a su madre. Los hermanos se miraron sin entender qué estaba ocurriendo. Tomados de las manos, vieron como el religioso buscaba una preciosa cajita forrada en terciopelo colorado. Sin decir nada, la abrió, y sacó las alianzas engarzadas. "María Cristina y Luis hoy se vuelven a unir desde el amor", anunció el párroco. Y entregó los anillos a Martín, quien delicadamente y con lágrimas en los ojos los deslizó en el anular de su madre. "Juré amarte hasta que la muerte nos separe. Hoy renuevo mi amor, hasta que Dios nos una nuevamente", dijo la viuda del héroe en el altar. Hubo lágrimas. Muchas. De emoción, de nostalgia, de recuerdos, de ausencias, pero también de felicidad. "Sentí como si su alma se hubiese compenetrado con la mía. Lo sentí muy cerca, junto a mí, como si nos hubiésemos vuelto a casar. Yo quise seguir unida a él en estos votos. Los ocho años que vivimos juntos fueron los más felices, repetiría cada segundo de mi vida junto a Luis", confiesa hoy. Luego llegó la bendición. Y todos caminaron hacia el cinerario. Martín abrazó fuerte la urna de su padre. Juntos, volcaron las cenizas allí donde están las de Gustavito. Una placa -la única en la parroquia- marcó esa noche y marcará para siempre: "Aquí yacen los restos del héroe nacional capitán (pm) Luis Darío José Castagnari".
"Sé que él está donde deseaba, junto a nuestro pequeño hijo. Me siento en paz. 'Cumplí, amor', le dije. Este fue también el mejor regalo que pude hacerles a mis hijos. Ahora lo tenemos cerca, volvió a casa, podemos visitarlo, rezarle y estar junto a él", se emociona. "No fue fácil despedirme. Tuve que llevar dos horas antes la urna a la iglesia, porque era dejarlo, quedarme sin él. Pero la ceremonia fue hermosa, con mucha paz, y lo sentí feliz junto a Gustavito y eso me llenó el alma", agrega. "Luis siempre había querido conocer las islas y quería morir por la Patria, así me lo había dicho: 'Si pudiera elegir cómo terminar mi vida, le pediría a Dios morir defendiendo la Patria'. Solo faltaba esto: que regresara a casa y pudiera estar junto a nuestro hijito", concluye. Y mientras de fondo se escucha a sus nietos jugar en el jardín de la casa, María Cristina deja escapar una lágrima, solo una, por el único hombre que amó en toda su vida. Fuente y fotos: Infobae.
La tripulación que efectuó el primer lanzamiento de carga en zona de combate sobre Puerto Darwin, el 19 de mayo de 1982.
¿Qué es un héroe? No lo es cualquiera, ni aunque haya
caído en la guerra. Un héroe es aquel que hace algo más de lo que su
deber le impone. El comodoro Jorge Francisco Martínez, indicativo Ballenato, era Jefe del Grupo 1 de Transporte Aéreo en 1982.
Podía haber pasado la guerra sano y salvo en el continente, sus tareas
eran allí. Nadie habría pensado en reprochárselo. Pero en vez de eso, se
subía a los Hércules que volaban a Malvinas. No cumplía a bordo ninguna función. Pero ponía el cuero al lado de sus subordinados.
Quería exponerse, como se exponían los jóvenes oficiales y
suboficiales, en lugar de quedarse en su escritorio como hacían los
otros jefes. Fue el único Jefe de Grupo Aeéreo que participó en las misiones de Malvinas, incluidos los célebres y semi-suicidas "vuelos locos".
Durante esas misiones, las tripulaciones de los Hércules actuaban de
señuelos vivientes para detectar a los buques ingleses y distraer a los
Harriers, facilitando así el ataque de nuestros Halcones.
Guerra de Malvinas: el comando que murió dos veces y siguió combatiendo después de muerto
La historia del teniente Roberto Estévez y su sección Bote, que combatió en Pradera del Ganso y malherido luchó hasta el final. Cómo sus hombres sienten que los protegió aun cuando ya estaba sin vida. El relato del conscripto que lo vio caer en la batalla
El teniente Roberto Estevez (izquierda) y el soldado Carlos Grazziani
Al hacer el curso de comando, el teniente de 25 años Roberto Estévez, tuvo un paro cardíaco: lo tuvieron que resucitar.
Es que en esa época el adiestramiento de las tropas especiales
argentinas era tan duro que, por ejemplo, en el año 1980 murieron dos
cursantes. Quizá por eso presintió que no volvería del campo de
batalla, cuando partió para Malvinas al frente de una sección del
Regimiento 25 de Infantería.
Y
antes de embarcarse con sus hombres, le escribió una conmovedora carta a
su padre, que debería ser de lectura obligatoria en todas las escuelas
del país. Reza así:
“Querido Pipo:
Cuando
recibas esta carta yo ya estaré rindiendo mis acciones a Dios Nuestro
Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en
cumplimiento de la misión. Pero fijate vos ¡qué misión! ¿Te acordás
cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo
destinado a recuperar la islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra
Soberanía?
Dios, que es un Padre
Generoso, ha querido que este, tu hijo, totalmente carente de méritos,
viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es:
1) Que restaures una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo,
2) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea apertura a la tristeza, y muy importante,
3) Que recen por mí.
Pipo,
hay cosas que, en un día cualquiera no se dicen entre hombres pero que
hoy debo decírtelas. Gracias por tenerte como modelo de bien nacido,
gracias por creer en el honor, gracias por tu apellido, gracias por ser
católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado,
gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar en que
vos sos el pilar. Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte
abrazo. Dios y Patria ¡O muerte! Roberto”.
La carta del teniente Estévez a su padre
El Toto Estévez murió en Darwin en los brazos del conscripto Sergio Rodríguez, quien me relató circunstancias poco conocidas de ese combate.
Para integrar su sección Bote
de la Compañía C, que estaría integrada por los AOR (Aspirantes a
Oficiales de Reserva), Estévez seleccionó cuarenta conscriptos egresados
del colegio secundario. “Fue más dura la instrucción que el combate
mismo –rememora Rodríguez–. Y, obviamente, eso nos sirvió mucho a la
hora de la verdad. Dormíamos poco, porque aprendíamos a orientarnos y
desplazarnos en la noche sin hacer ruido, salíamos al campo, manejábamos
ametralladoras, fusiles, ahorcadores, puñales. Todo eso nos permitió
combatir como lo hicimos”.
Con destreza. Según el historiador británico Martin Middlebrook, la sección Bote fue la más eficaz de las que combatieron en Darwin. En añadidura, fue justamente un hombre de Estévez, el soldado de 18 años Oscar Ledesma, quien abatió, en un mano a mano, nada menos que al jefe de los paracaidistas británicos, el teniente coronel Herbert Jones.
Es que el joven oficial, en muy poco tiempo supo transmitirle a sus conscriptos espiritualidad, valores, principios y fortaleza.
Estévez en la escuela militar
En
Darwin seguían haciendo instrucción. Estévez les recordaba
constantemente que debían tener siempre tres cosas en muy buen estado:
las armas, las manos y los pies.
El 27 de mayo por la noche, el teniente coronel Ítalo Piaggi le ordena al joven oficial que realice un contraataque,
para recuperar el terreno perdido por la Compañía A del Regimiento 12. A
las siete de la mañana del 28 la sección Bote entra en combate y pelea
encarnizadamente hasta el mediodía.
Junto con el grupo del subteniente Ernesto Peluffo apenas si ascendían a sesenta hombres.
Enfrente tenían a la Compañía A de paracaidistas británicos, que los
superaba en número y estaba apoyada por el fuego de las fragatas.
Le pregunté a Rodríguez: ¿cómo resistieron cinco horas? “Fue
la formación que nos dio Estévez. Sabíamos lo que la gente estaba
esperando de nosotros y éramos conscientes del momento histórico que nos
tocaba vivir. El 1 de abril, cuando se hizo el juramento a la bandera
en el buque Almirante Irízar, nos emocionamos hasta las lágrimas, nos
abrazamos como hermanos; fue cuando se consolidó definitivamente la
sección”.
La jura de Estévez junto al Regimiento de Infantería 25 en Pradera del Ganso
Aquella mañana del 28 de mayo, todavía estaba oscuro cuando Sergio Rodríguez escuchó el grito: “¡A las posiciones!”. Y empezó a correr hacia adelante tirando con su ametralladora. Pero un morterazo hiere de gravedad a Zabala, el conscripto que le llevaba los valijines con la munición, y a Rodríguez lo alcanza una esquirla.
“Le pedí a Dios que no me dejara morir ahí”, me cuenta. “Aún conservo mi rosario manchado de sangre; me lo había dado mi madre y me protegió”.
El soldado Sergio Rodríguez: Estévez murió en sus brazos
Rodríguez
estaba herido en el perineo y tenía abierta una parte de la pierna. Se
arrastró hasta el primer pozo que encontró, y se zambulló en él con su
ametralladora. Lo primero que escuchó fue al cabo Castro rogándole que
ponga fin a su sufrimiento. Había sido alcanzado por un proyectil
incendiario y se estaba quemando vivo; olía a carne chamuscada. Gritaba:
“Rodríguez, máteme!”. El conscripto no era capaz de hacerlo. Castro lo
insultaba e insistía: “¡No me deje morir así!”. Después empezó a pedirle
lo mismo al soldado Romero, hasta que expiró.
En medio de la lluvia de balas, llega al pozo de Rodríguez el teniente Estévez, herido en la pierna y en un brazo,
pero llevando en el otro su arma y la radio. Le pasa la ametralladora a
un soldado del Regimiento 12 y le ordena tirar. En ese momento, cuando
empieza a aclarar, los ingleses hacen el primer repliegue de los tres
que se vieron forzados a realizar. ¡Nada menos que tres veces fueron
rechazados por los soldados de Estévez!
La feroz batalla de Pradera del Ganso
Aumenta aun más el volumen del fuego enemigo, y unas esquirlas rozan la cabeza de Rodríguez. Al advertir los hilitos de sangre que corrían por la cara del conscripto, Estévez le ordena que reemplace su boina por el casco de un soldado muerto del Regimiento 12.
Aún malherido, el joven oficial se preocupaba por sus hombres,
multiplicándose en la acción: seguía tirando con un solo brazo, hablaba
por radio con el puesto comando, arengaba a la tropa.
En
ese momento un tercer impacto le pega en el pómulo derecho y cae en los
brazos de Rodríguez; balbucea algo ininteligible y muere.
Sin embargo, hasta sin vida, el teniente Estévez iba a seguir protegiendo a sus hombres. Continuaría combatiendo después de muerto, cual redivivo Cid Campeador.
Herido
combatió hasta el final, cuando un proyectil dio en su pómulo y cayó en
combate (Comisión de familiares de caídos en Malvinas e Islas del
Atlántico Sur)
Como las posiciones estaban hechas de turba y chapas, muy vulnerables ante el enorme volumen de fuego que recibían, los
conscriptos sacaron del pozo el cuerpo inanimado de su jefe y lo
pusieron en el borde, a modo de parapeto. “El teniente nos salvó la vida
con su cuerpo”, atestigua Rodríguez.
Claro que, a raíz de ello, su rostro queda desfigurado. Afortunadamente, tras finalizar la batalla, el subteniente Gómez Centurión logra reconocerlo por la forma en que se ataba los cordones de los borceguíes, y le da cristiana sepultura.
Tras la muerte de Estévez, sus hombres se ponen a rezar y luego continúan combatiendo hasta agotar la munición.
Ahí se demostró el viejo postulado, que una buena unidad puede
funcionar sin su jefe. El liderazgo de Estévez fue tan potente que
trascendió su desaparición física.
Si..literalmente en pelotas, asi cruzó a Malvinas el RI 12 de Mercedes Corrientes que terminara su largo periplo en Darwin, después de deambular por muchos destinos llegaron a Comodoro Rivadavia donde el 60% del Material del Regimiento se quedó en la Patagonia sin poder cruzar a las islas, Correntinos, Chaqueños, Misioneros y Formoseños apenas si tenían sus fusiles, una cuantas MAGs pero carecían de su dotacion ideal de morteros, cañones 105 y armas pesadas Aún asi lo dieron Todo, hicieron que los británicos cambien sus modos de ataque, solo de noche.
Esta es una imagen muy conocida, distribuída profusamente por la BBC en su momento, y mostrada cientos de veces por los medios de nuestro país. Sin la historia que conforma el contexto, es la imágen de la derrota y el hundimiento moral, la viva imagen de la desolación que inspira pena y lástima por un pobre soldado sin preparación que fue obligado a ir a una guerra. Esa no es la verdad, y detrás de esa imagen hay un relato de valor, lealtad, sacrificio y amor a la Patria que les quiero contar.
El soldado argentino retratado se llama Guillermo Ricardo Aliaga, y en 1982 era cadete de 4to año del Colegio Militar de la Nación, destinado como subteniente "en comisión" en el Regimiento de Infantería Mecanizado 8 como consecuencia del conflicto. El 23 de abril el RI Mec 8 fue enviado a Malvinas y tomó posiciones en Bahía Fox, en la Isla Gran Malvina, salvo la sección del subteniente Aliaga, que con sus 26 suboficiales y soldados fue enviada a reforzar el istmo de Darwin. Se le asignó la misión de defender Boca House, una pequeña ensenada en la costa oeste, ya que se preveía un desembarco en ese punto. La tarea no era fácil, no sólo por sus escasos recursos humanos, sino porque la sección quedaría aislada del resto del dispositivo defensivo.
La llamada de la gloria para el subteniente Aliaga y su gente llego el 28 de mayo, cuando el bisoño oficial junto a sus 5 suboficiales y 21 soldados enfrentó a los paracaidistas de la Compañia D al mando del mayor Keeble, a los que pronto se sumaron los efectivos de la compañía B, ambas del Second Battalion Parachute Regiment (2 PARA). Durante doce horas, los 27 soldados argentinos frenaron la embestida británica, hasta que ya sin munición y con casi la mitad del personal herido, incluyéndo a él mismo con un impacto en el cuello, el subteniente Aliaga debió rendir la posición. Fue retratado inmediatamente después, con la herida mal vendada, agotado y debilitado por la pérdida de sangre. No se trata de un joven asustado y abatido; es la imagen de un soldado valiente que dió todo en el combate. Guillermo Ricardo Aliaga (VGM) se retiró del Ejército Argentino con el grado de teniente; cursó estudios en la Universidad de Derecho, obteniendo el título de abogado.
NOTA AL PIE: Pese a la violencia de los combates y a los muchos heridos, la sección del subteniente Aliaga no perdió a ninguno de sus integrantes.
Historias de coraje en Malvinas: cuando Juan José Gómez Centurión y 38 soldados enfrentaron a 250 británicos
Infobae reunió a tres héroes que participaron del combate en las islas. "En la guerra se ve al ser humano en toda su dimensión", dijo el entonces subteniente de Infantería y jefe de la sección Romeo de la Compañía C del Regimiento 25
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Hoy tiene 61 años. Fue a la guerra como subteniente de Infantería y como jefe de la sección Romeo de la Compañía C del Regimiento 25. Juan José Gómez Centurión, mayor retirado es, además, paracaidista y comando. José Eduardo Navarro, hoy general de división a punto de retirarse, era un joven subteniente de 21 años del Grupo de Artillería Aerotransportado 4. Malvinas fue su primer destino. Andrés Fernández, de 61 años, era entonces un cabo cocinero en el Regimiento 25, de 24 años. Los tres están unidos por esos lazos invisibles e indestructibles que una situación límite como es la guerra sólo puede forjar. Para ellos, mayo no es un mes más, sino que es el punto de partida de algo más profundo que, en esta nota que concedieron a Infobae, revelan.
22 de mayo: rescatar los cañones del Río Iguazú
El que comienza a hablar es el hoy general Navarro. "El 21 por la noche estaba durmiendo en mi trinchera, y me ordenan presentarme en el puesto de comando del Grupo de Artillería Aerotransportado 4. Debía trasladar dos obuses Otto Melara 105 mm de Puerto Argentino a Darwin, que servirían de apoyo a la infantería. Alistamos a la tropa, 18 hombres entre soldados y suboficiales. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que el buque en el debíamos llevar los cañones era el Río Iguazú, muy pequeño para nuestro cometido. No entraban. Cada uno pesaba alrededor de 1.500 kilos y su volumen es similar al de un Fiat 600. Entonces resuelvo desarmarlos en 12 partes".
La principal preocupación de Navarro era esos cañones. "Yo sabía que el infante de Darwin los estaba esperando. Las piezas más voluminosas las ubicamos sobre cubierta, en popa, mientras que el resto las acomodamos en la bodega. Como no estaba previsto desarmarlos, se inició la navegación a las 5 de la mañana cuando tendría que haber sido a las 12 de la noche". "'Salimos tarde -me advirtió el capitán-. 'Hay superioridad aérea enemiga y es muy probable que suframos un ataque'".
La predicción del capitán se hizo realidad. A las 8:30, cuando estaban cumpliendo la última etapa del viaje, aparecieron dos aviones Sea Harrier, que atacaron la nave con sus cañones de 20 mm. "Vuelan las esquirlas por todos lados, hay heridos -recuerda Navarro-. Me encuentro en el subsuelo, se apagan las luces, comienza el humo, se encienden luces rojas y se ordena abandonar el buque. Busco mi casco y mi fusil. Cuando estoy en la cubierta, veo a mis soldados que ya estaban en el agua, alcanzando la costa que estaba a 40 o 50 metros. Giro la cabeza y veo que un Sea Harrier viene ametrallando el buque y me tiro al agua. Es la primera sensación que tengo, lo salado del agua. Soy correntino y en mi vida había visto una masa de agua tan grande. Cada vez que voy al mar me vuelve el recuerdo de ese 21 de mayo".
Cuando el grupo alcanzó un islote, Navarro de pronto vio que el soldado Rodolfo Sulín se había arrojado al agua nuevamente. Había vuelto al barco. En un bote salvavidas cargó ropa seca y víveres. Por dicha acción, le otorgarían la Medalla de La Nación Argentina al Valor en Combate. Más tarde se enterarían de que Sulín era hijo del capitán de un buque mercante y se había criado en el mar. "Esas provisiones nos ayudaron a sobrevivir todo ese día y el día siguiente. Mientras tanto, estábamos alerta para abrir fuego si aparecían los ingleses", explicó Navarro.
José Eduardo Navarro
"Un rosario de locos"
Gran alegría en Darwin cuando vieron llegar al grupo, al que daban por desaparecido. Y la providencia quiso que Navarro se encontrara allí con el subteniente de infantería Juan José Gómez Centurión, a cargo de la sección Romeo de la Compañía C del Regimiento 25.
"Encontrarme con Juan José fue como haber encontrado a un hermano. Un año antes había muerto mi único hermano, destinado en el Grupo de Artillería, 9 que comparte guarnición con el RI 25. En diciembre del año anterior fui a buscar sus restos y lo conocí a Gómez Centurión. Imaginate verlo un año después en Darwin, fue como ver a mi hermano. Abrazarlo y llorar de angustia fue mi primera reacción".
Gómez Centurión relató: "Cuando lo vi venir caminando por el muelle de Darwin, fue ver a mi amigo muerto. José es muy parecido a su hermano, hasta los dos son chuecos".
—¿Qué hacés acá?
—Mirá, acaban de hundir el buque donde traía los cañones. Quiero recuperarlos. No se cómo, pero quiero recuperarlos —le dije a Gómez Centurión.
"De por sí, eso era una locura porque el lugar estaba identificado por los ingleses, señalizados por ellos", fue lo primero que respondió Gómez Centurión. "Alguien le había dicho a Navarro que yo tenía un traje de neoprene, pero era para verano. Aún así, de la nada, comenzamos a armar la operación".
Navarro y Gómez Centurión contaron que hicieron participar "a un rosario de locos". Y hasta de la nada apareció un Chinook, un helicóptero de la Fuerza Aérea, piloteado por el Mayor Posse, que los llevó al lugar.
El Río Iguazú estaba escorado de popa, con la bodega totalmente inundada. El entonces subteniente contó: "Había que entrar a la bodega por un tambucho de 70 por 70 cm, y sumergirse en agua cuya temperatura era de cinco grados. Yo no tenía ni testera, fundamental para proteger los oídos, ni visor ni patas de rana ni tubo de oxígeno. Haría el trabajo en apnea, esto es, aguantando la respiración y, en total oscuridad, tantear lo que yo consideraba era una pieza del cañón".
Mientras hacía esa tarea, Navarro con los soldados estaban parados sobre cubierta y Gómez Centurión les iba acercando lo que encontraba. Si servía se guardaba en un bote salvavida; en caso contrario, se tiraba al agua. Al final de ese día, habían recuperado un cañón. Y al día siguiente, se recuperó casi la totalidad del otro. "Llegamos a armar un cañón entero y el otro, en unos tres cuartos. Lo importante que con esos cañones se combatió en Darwin, brindando apoyo de fuego a la infantería. Los británicos se vieron severamente sorprendidos por ese poder de fuego argentino, con el que no contaban", recordó Navarro.
El 25 de Mayo en el Río Iguazú
"Cuando Navarro partió con sus hombres, con mi sección nos quedamos en el Río Iguazú y festejamos el 25 de mayo. Teníamos la misión de desarmar el buque: romper la radio, deshacernos de las cartas naúticas y destruir el sistema de claves", información muy valiosa para los ingleses, explicó Gómez Centurión.
El capitán del barco le había dicho: "El buque es suyo, llévese lo que quiera". "Dispuse entonces tomar todo lo que nos pudiera ser útil. Recogimos ropa nueva y una cantidad importante de alimentos en conserva, que en la guerra es un verdadero tesoro".
"Cuando regresé, un mayor pretendió hacerse de esas provisiones y vestimentas y repartirlas a su parecer, a lo que me negué. 'Antes de entregárselas, las tiro de nuevo al agua', amenacé. Y ahí quedó la historia. Es lo que yo creía".
Andrés Fernández
28 de mayo: el enfrentamiento con 250 paracaidistas británicos
Días después, a Gómez Centurión y su sección le ordenaron dar seguridad en un puente, situado 8 km al sur de Darwin, un punto muy alejado que no tenía relevancia. Él adjudicó esta orden al entredicho que había tenido con el mayor por las provisiones unos días atrás. "Ocurrió que con esa orden lo que se hizo fue dividir la reserva, debilitándola. La reserva es el elemento que se va a usar en el peor momento, es la última opción, que la convocan para revertir una mala situación", explicó Gómez Centurión.
"Lo conveniente hubiera sido-según explicó a Infobae el ahora mayor retirado- era haber combatido todos juntos. De haber sido así, yo hubiera peleado al lado de Estévez".
¿Cuál era el panorama a esta altura? Para entonces, los británicos habían consolidado la cabeza de playa y como las fuerzas argentinas no dominaban ni el mar ni el aire, el combate en tierra tendría un tiempo limitado: la cabeza de playa era el comienzo del fin de la guerra. "Fortaleza rodeada, fortaleza tomada", es el axioma en la estrategia militar.
El 26 de mayo al mediodía, con 38 soldados, Gómez Centurión partió al punto convenido, sin comunicaciones, abastecimientos ni conectividad para recibir refuerzos.
A la noche del 27, comenzaron a oír fuego naval. Más cerca de medianoche disparos de artillería y a las dos de la mañana el tableteo de las ametralladoras. "Cuando en la guerra hablan las ametralladoras es porque hay combate cercano. Y nosotros estábamos a 15 kilómetros", expresó Gómez Centurión.
Estévez
Con sus hombres, regresó al puesto de comando en Pradera del Ganso y se presentó al jefe de la fuerza de tareas. Y escuchando al soldado Rodríguez por radio, se enteró de la peor noticia: su amigo, el Teniente Roberto Estévez, había muerto y su sección Bote estaba diezmada. "No, no puede ser, el teniente Estévez no puede estar muerto", afirmó entonces.
"Éramos amigos. Habíamos hecho todos nuestros cursos juntos, habíamos soñado un montón de cosas. Habíamos planeado distintos tipos de maniobras en caso de combatir juntos. Me retienen una hora, a la espera de refuerzos, para salir hacia el sector norte. Mientras tanto veíamos llegar a soldados heridos, mutilados, en shock; lo único que quería hacer era salir de ahí", contó Gómez Centurión.
Hay un cocinero en mi sección
A las 8.30 emprendieron la marcha hacia el norte, con muy mala información sobre dónde estaba el enemigo. Tomaron el camino de la costa y, cuando estaban por llegar a la escuela de Darwin, el fuego intenso de dos ametralladoras inglesas le cerraban el paso. Gómez Centurión recordó: "Sentía que estaba perdiendo el tiempo. Dimos vuelta, hicimos el camino para atrás".
En la sección se había sumado el cabo cocinero Andrés Fernández, de 24 años, quien de pronto se había visto sin ningún destino. Como solo estaba armado con una pistola, en la enfermería se había hecho de un FAL y así se acopló a la sección Romeo.
Fernández explicó a Infobae: "Mi vocación militar la tenía desde chico; somos diez hermanos, y los siete varones habían hecho el servicio militar y justo yo me había salvado. Cuando veía a mis hermanos en uniforme o escuchaba el Himno, tenía sentimientos muy profundos. Fue así que entré a la Escuela de Suboficiales, porque realmente así lo sentía". Y agregó: "con Juan José éramos los últimos, íbamos cubriendo a los soldados".
38 contra 250
El entonces jefe de la sección relató: "Volvimos a dar la vuelta para encarar el contraataque. Pasamos la escuela, llegamos a una altura y vimos a las tropas inglesas, apretadas por un campo minado que habíamos puesto con el teniente Estévez tiempo antes".
Fue cuando comenzó un intenso combate. Los 38 argentinos situados sobre una loma y 250 paracaidistas británicos disparando desde abajo. La diferencia era notoria, más aún si se tiene en cuenta que nuestros soldados disponían de solo 120 tiros.
De pronto, la sorpresa. Del tercer grupo le gritaron a Gómez Centurión: "Mi subteniente, se rinden!"
Describió: "Cel otro lado, teníamos una hondonada con una piedra muy característica. Con mis anteojos de campaña, detrás de esa piedra, veo a dos ingleses que levantan sus cascos con sus fusiles".
"¡Alto el fuego!", ordené.
Nadie disparaba. Silencio mortal.
Cientos de pensamientos se cruzaron por la mente de ese subteniente de 23 años. Era su primer combate contra los británicos. "Cómo establecer los términos de la rendición, hasta me vino la imagen del general Beresford rindiéndose ante Liniers".
Gómez Centurión bajó la loma junto al sargento García. "Nos encontramos a diez metros. El inglés era de buen porte, estaba mimetizado; en el combate, nunca le ves las caras, no sabés si es joven o viejo".
—¿Hablás inglés? —preguntó.
—Si, hablo inglés —contestó Gómez Centurión.
—Si me entregás el armamento de toda tu gente, salen todos vivos.
"Yo aún no tenía heridos. Creo que pensó que yo era una avanzada de una fuerza mayor que venía detrás. Nunca entendió que un tipo solo estaría en ese lugar", reconoció Gómez Centurión.
—Yo te garantizo la vida de todo el mundo —insistió el jefe inglés.
"Mi sorpresa fue muy grande; creí que me iba a dar la rendición, hasta se me había cruzado que debía entregarme su pistola 9mm, que sabía dónde la portaba".
—En dos minutos abro fuego —advirtió.
—¡No, pará, conversemos! —pidió el inglés.
"Me volví y comencé a subir, más confundido que cuando bajé".
La situación de los 38 soldados argentinos estaba muy comprometida. Estaban solos, sin posibilidad de que llegasen refuerzos. Estaban en un terreno donde en un flanco tenía el mar y en el otro un campo muy abierto. Pero hasta ese momento no tenían ni un solo herido.
En el momento en que Gómez Centurión subía la loma, dos ametralladoras inglesas abrieron fuego. "Apuré el paso, me di vuelta y le disparé al oficial con el que había parlamentado. Y cayó muerto".
Así moría el teniente coronel Herbert Jones, 42 años, jefe del Segundo Batallón del Regimiento de Paracaidistas. Fue el oficial de más alto rango caído en la guerra del Atlántico Sur.
Y se desencadenó el infierno. Disparos ingleses desde abajo, desde arriba, desde los costados. Y es cuando la sección argentina tiene sus primeras bajas.
Y al joven jefe argentino se le sumó la complejidad de los gritos del dolor del herido. "El clamor del herido es tremendo por lo que representa y por el impacto en la moral de la gente, sobre todo cuando no disponés de un equipo de camilleros. En una fracción de segundos hay que decidir a quien se atiende en el campo y a quien evacuar, porque si no se lo evacúa puede morirse ahí mismo y generará una disminución en la moral de combate en el resto de los soldados".
Uno de los heridos graves era el soldado Miguel Ángel Canyaso. "Tenía un disparo que le entró x la frente le rodeó el cuero cabelludo y que le había salido por la nuca, recuerdo que tenía la cabeza abierta como una flor. Tenía pulso -contó Centurión-. Le doy la extremaunción, rezo un Padrenuestro y le hago la señal de la Cruz".
—Cargalo y llevalo —le ordenó al Negro Aguilera.
—Está muerto.
—¡Cargalo y llevalo, que está vivo!
"Es muy peligroso cargar a una persona en combate, porque camina tres veces más despacio y es un blanco móvil para cualquiera. El que está tirando del otro lado no ve si es una bolsa de munición o un cuerpo", explicó Gómez Centurión.
Canyaso sobrevivió y fue condecorado por Herido en Combate. Luego de una hora, quedaban entre cuatro o cinco argentinos, que cubrían el repliegue de sus compañeros. Y es en ese momento cuando hirieron al Cabo Fernández.
Él lo cuenta: "Estaba cubriendo a Juan José, que estaba más adelantado. Cuando comenzó el tiroteo, disparé. Yo hacía mucha práctica de tiro en el polígono, tenía la certeza de que no iba a errar, y entonces bajé a dos ingleses. En ese momento, sentí como un fuego en la cadera y me empezaron a tirar de todos lados. Yo apenas me cubría cuerpo a tierra detrás de un poste, y otro disparo me impactó en mi pie. En el momento continué combatiendo, por la propia energía que uno tiene y por la adrenalina".
"Algo inexplicable me salvó la vida"
"Juan José se acercó y trató de llevarme, pero no pudo arrastrarme. Me cubrió y me dijo que me iba a volver a buscar. Me colocaron dentro de un pozo y me quitaron el armamento para que los ingleses vieran que no representaba un peligro. Estuve consciente hasta que vi pasar a un inglés agazapado".
De pronto, Fernández hace un alto en relato. Visiblemente emocionado relató: "En ese momento algo me cubrió, es algo que nunca pude explicar; lo único que se es que era algo celeste y blanco, que me dijo que no me preocupase, y no me acuerdo nada más. Mis compañeros me contaron que yo me quejaba. Recobré la conciencia en la salita de campaña".
Cuando cayó el sol, comenzaron a plantearse ir a buscar al cabo Fernandéz. Todos querían rescatarlo. "En la guerra se ve al ser humano en toda su dimensión: compartir la última comida, compartir el último cigarrillo, hacer el trabajo riesgoso de otro hasta los actos más grandes de miseria como el soldado enemigo que corta un dedo para sacar un anillo; eso te empieza a calibrar otra sintonía de la condición humana", reflexionó Gómez Centurión.
"Ignorábamos la gravedad de su lesión -posteriormente supimos que tenía quebrada la cabeza del fémur- y si precisaba un modelo de evacuación específico. Pedí voluntarios, aparecieron siete u ocho, elegí a los más corpulentos, el vasco Aguerrebengoa y Carobbio. Les hice dejar el armamento para que ellos no se enfrentaran con nadie. Porque nosotros no éramos camilleros".
A Fernández hubo que salir a buscarlo en la oscuridad de una noche completamente cerrada. Gómez Centurión recordó: "Fue muy complejo, porque los ingleses nos abrían fuego exploratorio, hasta de un helicóptero que transportaba heridos. A Fernández lo ubicamos luego de dos horas y media por sus gritos. Cuando lo quisimos mover, gritaba aún más. El vasco llegó a ponerle un pañuelo en la boca. Y así lo llevamos hasta las líneas propias".
Luego de la rendición, Fernández recordó que una noche muy fría, que nevó, los ingleses lo llevaron en helicóptero a San Carlos. Lo dejan en una especie de cueva junto a otros prisioneros. Recuerda a un inglés que le echaba whisky en sus heridas. De ahí fue al buque hospital Uganda, fue canjeado por ingleses heridos el día 5 de junio y en el Bahía Paraíso lo llevaron a Puerto Madryn y a Bahía Blanca, donde lo operaron.
El amigo que tardó en irse
"Cuando fui a identificar los cadáveres de mis camaradas para sepultarlos en una fosa común, identifiqué el de Estévez, especialmente por la forma en que se ataba los borceguíes. Cuando los ingleses nos trasladaban al continente en el Norland, creía verlo al teniente Estévez en la escalera del buque. Mucho tiempo después asumí que había muerto".
Fernández, que actualmente trabaja en una escuela, aseguró: "La guerra me enseñó a ser más humano, a ser buena persona a valorar lo que uno hace".
Navarro dijo: "La guerra fortaleció mi vocación de soldado, me probé a mi mismo, ser soldado en defensa de un objetivo patriótico, y vi eso en mis hombres. Nadie te prepara para las miserias de la guerra. Podés ser fuerte en carácter o en espíritu, pero la guerra cambia todo".
Gómez Centurión, que fue condecorado con la Cruz La Nación Argentina al heroico valor en combate, finaliza: "El único lugar donde la gente siente el cariño y no siente la hostilidad es en su fracción. Es tal el vínculo con el camarada y tanta la sensación de protección, que el domingo a la noche, cuando el veterano está en una situación límite por su vida o por su familia, llama a su cabo o a su subteniente treinta años después. Ahí estará alguien que lo va a proteger".
Leones Sobre la Turba: La 1ª Escuadrilla Aeronaval de Ataque en Malvinas
Gaceta MarineraTexto de Lorenzo Borri en Defensa y seguridad
Aermacchi MB-326 4-A-102 que se accidentara en proximidades de Punta Indio el 29 de mayo de 1982 durante un vuelo de prueba. (Foto: Archivo MUAN)
La EA41
La Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque, más conocida por EA41 operaba desde los años 60 desde la Base Aeronaval Punta Indio (BAPI) como escuadrilla escuela de reactores y era el escalón siguiente de la Escuela de Aviación Naval para los pilotos de ataque.
Unidades aéreas
Al comienzo de las hostilidades la escuadrilla contaba con 10 Aermacchi MB 339A (MC33) de reciente adquisición y 7 Aermacchi MB 326 GB (MC 32), ambos eran jet de entrenamiento biplaza monomotor con función secundaria de entrenamiento en armas y ataque.
Durante el conflicto, la Primera Escuadrilla Aeronaval De Ataque (EA41) opero desde el Aeródromo de Puerto Argentino con 7 aviones MB-339 A. En la Base Aeronaval Rio Grande se encontraba el resto de los aviones a la espera de la orden de cruce o relevo de aviones en las Islas. Los más veteranos MB 326 GB se encontraban diseminados en el resto de las bases aeronavales del litoral marítimo en tareas de defensa aérea.
Desde el comienzo del despliegue y ante la orden de desplegar los MC33 a Malvinas el comandante de la unidad ordenó determinar el método más eficaz de utilización de sus aviones, llegándose a la conclusión que para ataques anti superficie el empleo de cohetes 127 mm y cañones de 30 mm en vuelo rasante era el armamento más adecuado para garantizar la supervivencia de los atacantes.
Personal de la EA41 posa para la foto a fines de abril de 1982. Parados SSAE José Eduardo Fernández, SSEL Luján, CIAE Leiva, SSAE Deantoni, SSAE Chiodini, en cuclillas CIAE Lujan. (Foto: Via Claudio Meunier)
Operaciones en Abril
Concretada la Operación Rosario, el Comando De La Aviación Naval ordena destacar a Rio Grande una División (4 aviones) de MC 33 para dar protección aérea al Batallón de Infantería de Marina N° 5 (BIM5). La misma se despliega el 2 de abril compuesta por el Capitán de Corbeta Carlos Molteni, Teniente de Navío Jorge Giretti, Teniente de Fragata Federico Larrinaga, Teniente de Corbeta Alejandro Catella, Teniente de Corbeta Guillermo Henry y Teniente de Corbeta Daniel Miguel (al ser biplaza los aviones dos de los pilotos fueron en calidad de reemplazos eventuales).
Mientras tanto el Arsenal Aeronaval N° 1, en Punta Indio acelero el alistamiento del resto de los aviones, llegando a poner en servicio 16 aviones sobre 17.
Mientras tanto un instructor de la Tercera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque dio clases a los pilotos de la EA41 sobre los mejores perfiles de combate aire-aire para el caso eventual que llegaran a enfrentarse con los Harrier.
El 12 de abril se destacó una sección de MC 33 ya camuflados para reemplazar a una sección que se pintaría en Punta Indio (Teniente de Fragata Carlos Benítez, Teniente de Corbeta Guillermo Henry). Esta rotación permitió tener todos los aviones pintados para fines de abril.
El 14 de abril se destacan otros dos aviones MC33 a Rio Grande (Capitán de Corbeta Carlos Molteni, Teniente de Navío Jorge Giretti).
El 16 de abril se destacan dos aviones MC32 a Rio Grande, completando un despliegue de 6 MC33 y 2 MC32 en la Isla Grande de Tierra del Fuego (Teniente de Navío Gabriel Richmond, Teniente de Corbeta Ricardo Chiarvetto).
El 19 de abril se destaca una división (1 MC33 y 3 MC32) a la Base Aeronaval Cte. Espora (BACE) para cubrir la Defensa Contra aérea en la zona de Puerto Belgrano y evaluar la capacidad de los radares aire, tierra y superficie. (Teniente de Navío Horacio Talarico, Teniente de Fragata Federico Larrinaga, Teniente de Corbeta Pablo Linari, Teniente de Corbeta Daniel Miguel).
Personal de la EA41 antes de iniciar las operaciones aéreas con sus MB 339 en la pista del Aeródromo de Puerto Argentino en mayo de 1982. Parados, TFCP Rodolfo Bogado, CPAE Lere, CIAE Lujan, CIAE Paniagua, GUAV Luque, SSAE José Eduardo Fernández, CSAE Mendoza y CPAE Pedro Leiva. Agachados, CPAE Chazarreta, CIAE Ramón Leiva, CIAE Curia, CIAE Cruz, CSAE Rezk y SIAE Pedro Godoy. (Foto: Via Claudio Meunier)
El 21 de abril se destaca otra división a la BACE (2 MC 33 y 2 MC 32).
El 23 de abril se destaca una sección (2 MC32) a Trelew para Defensa Contra Aérea con la misión de interceptar con su armamento (2 ametralladoras calibre 12,7mm) posibles incursiones de bombarderos Vulcan guiados visualmente desde tierra, sin el apoyo de radares.
Mientras tanto, en Rio Grande se estudiaba la posibilidad de cruzar aviones MC33 a Puerto Argentino. Se preparo el material de apoyo en tierra, repuestos y personal necesarios, los que serían transportados en L-188 y F-28 y un B-200 (4-G-43) actuaría como retransmisor y verificador de meteorología.
Operaciones de los MC33
El 23 de abril se destacó en un L-188 “Electra” al personal de apoyo hacia las islas y pilotos de avanzada, el grupo estaba compuesto por los Teniente de Fragata Rodolfo Bogado, Teniente de Corbeta Guillermo Henry, Suboficial Primero Pedro Godoy, Suboficial Segundo José Fernández, Cabo Principal Alejandro Chazarreta, Cabo Principal Pedro Leiva, Cabo Principal Jorge Lere, Cabo Principal Enrique Martegani, Cabo Primero Luis Castillo, Cabo Primero Adrián Cruz, Cabo Segundo Carlos Luján, Cabo Segundo Guillermo Rezk, Cabo Segundo Omar Mendoza, Cabo Segundo Ramón Leiva y Cabo Segundo Roberto Curia.
Con este personal se instala una precaria base de operaciones en una serie de pequeñas cuevas cercanas a la cabecera de pista en las que se acondicionó un polvorín, sala de operaciones y pañol de repuestos; los aviones debían ser sacados de la pista sobre unos tablones de madera para evitar que se hundieran en la turba.
Instalaciones del Aeropuerto de Puerto Argentino destruidas por el ataque de Sea Harriers británicos en el ataque del 1° de mayo de 1982. (Foto: CIAE Roberto Curia via Claudio Meunier)
El 24 de abril se destacan el 4-A-113 (Capitán de Corbeta Carlos Molteni) y el 4-A-116 (Teniente de Navío Miguel García Velazco), en el B200 se trasladaron el Teniente de Navío Horacio Talarico, Teniente de Fragata Carlos Benítez y Guardiamarina Luis Luque.
El 25 de abril se coordina y ejecuta un vuelo de reconocimiento sobre las islas.
El 29 y 30 de abril realizan un vuelo de reconocimiento diario.
Mayo
El 1 de mayo ante ecos radar que parecían helicópteros en un helidesembarco, se ordenó la salida de la sección de MC33, la que no se pudo concretar por encontrarse el aeródromo bajo ataque y las condiciones de suciedad y escombros sobre la pista.
El 3 de mayo, el radar de Puerto Argentino detecta un eco de superficie a 60 millas a 160° de Puerto Argentino, se ordenó la salida de la sección de MC33, Capitán de Corbeta Carlos Molteni (4-A-116) y Teniente de Fragata Carlos Benítez (4-A-113) los que realizan una navegación rasante con poca visibilidad por chubascos, al no encontrar el objetivo regresan a Puerto Argentino. Durante la aproximación a la pista a baja altura el Teniente de Fragata Benítez (4-A-113) impacta contra el suelo en proximidades del faro, muriendo instantáneamente.
El Teniente de Fragata Benítez fue sepultado en el cementerio de Puerto Argentino.
Se destacan 2 MC33 de BACE a Rio Grande para cruzar en oportunidad favorable.
El 4 de mayo despegan de Rio Grande el Teniente de Fragata Federico Larrinaga (4-A-110) y el Teniente de Corbeta Guillermo Henry (4-A-114) con el apoyo de un B-200 (4-G-44), con la información de que Puerto Argentino estaba bajo ataque se ordena el regreso de los 3 aviones.
El 6 de mayo despegan el Teniente de Navío Jorge Giretti (4-A-112) y el Teniente de Fragata Larrinaga (4-A-115) con el apoyo de un B-200 (4-G-44) Debiendo regresar por la presencia de un piquete radar.
El 14 de mayo se ordena el cruce desde Río Grande a Malvinas de los aviones 4-A-115 (Teniente de navío Horacio Talarico) y 4-A-116 (Teniente de Corbeta Arturo Medici) con el apoyo de un B-200 (4-G-44 piloteado por el Teniente de Navío Miguel Isaac y el Teniente de Corbeta Mario Cacault). El vuelo se realizó sin información de inteligencia previa de las actividades enemigas en el área de operaciones, sin apoyo de búsqueda y rescate en caso de caer al mar, sin comunicaciones con la torre de control de Malvinas y bajo mínimos de meteorología. Al aterrizar bajo alarma roja de bombardeo el avión del teniente Medici reventó una cubierta del tren principal quedando sin servicio.
Teniente de Corbeta Carlos Benítez, primero desde la derecha, junto a su MB 339. (Foto: Via Claudio Meunier)
La situación de los aviones ese día era 4-A-112 sin servicio por rotura de parantes, 4-A-115 en servicio y 4-A-116 sin servicio por rotura de neumático y maza de rueda de tren principal; el lote de repuestos se había perdido en el bombardeo del 1° de mayo.
El 15 de mayo despegan el Teniente de Navío Owen Crippa (4-A-112) y el Teniente de Navío Horacio Talarico (4-A-115) otra vez con el apoyo del 4-G-44.
El 17 de mayo en un vuelo de F-28 llevando combustible y repuestos llegaron como refuerzo del personal de tierra el Guardiamarina Oscar Martínez, Suboficial Segundo Juan Sánchez, Cabo Principal Reyes, Cabo Primero Osvaldo Devon y Cabos Segundos Sergio Comolli y Oscar Sosa. En el mismo vuelo se ordenó el regreso al continente del Teniente de Navío García Velazco, Teniente de Fragata Bogado y Guardiamarina Luque.
La noche del 20 de mayo comenzó el desembarco ingles en la Bahía de San Carlos, en la mañana del 21, la sección del Ejército Argentino informa la novedad a Puerto Argentino. En esos momentos el comandante y segundo comandante de la escuadrilla se encontraban en el continente organizando el envío de refuerzos. De inmediato se ordena la salida de una sección (Teniente de Navío Owen Crippa, Teniente de Navío Horacio Talarico).
Restos del MB 339 4-A-113, avión en el que faleciera el Teniente de Fragata Carlos Benítez. (Foto: Autor desconocido)
El avión del Teniente de Navío Horacio Talarico (4-A-112) queda sin servicio por una rueda desinflada, ante el apremio de la situación y en contra de la doctrina que manda siempre salir con un mínimo de dos aviones, el Capitán de Fragata Anselmi, jefe de la Estación Aeronaval Malvinas ordena la salida de un solo avión (4-A-115). Contra todo pronóstico de supervivencia el Teniente de Navío Owen Crippa despegó con la misión de confirmar el desembarco, informar la situación y destruir helicópteros enemigos.
Aproximándose por el norte del Estrecho de San Carlos observa buques británicos, inicio un ataque con cañones sobre un helicóptero “Sea Lynx”, el cual suspende para atacar la Fragata HMS “Argonaut” con fuego de cañones y cohetes de 5 pulgadas, produciendo averías y heridos en la misma. Posteriormente ejecuto maniobras evasivas mientras observaba el despliegue enemigo.
De regreso en Puerto Argentino Crippa pidió que alistaran su avión para una nueva salida, permiso para la cual le fue negado por el riesgo que implicaba y la inminencia de ataques por parte de los aviones del continente.
La información suministrada por Crippa fue de fundamental importancia por confirmar el desembarco principal, lo que permitió los ataques posteriores de la Aviación naval y Fuerza Aérea Argentina.
Dos horas después del regreso de Crippa y ya en servicio el 4-A-112 se ordenó un nuevo ataque a cargo del Teniente de Navío Talarico y el Teniente de Corbeta Medici, el cual se anuló cuando ya los pilotos estaban en sus aviones iniciando la secuencia de puesta en marcha.
La noche del 24 al 25 de mayo se ordenó un ataque sobre la isla Beauchene para batir un supuesto emplazamiento de contra medidas electrónicas británico, La isla se encontraba a 30 millas náuticas al sur de la isla Soledad. La misión fue cancelada por fallas en los aviones, el 4-A-115 con fallas eléctricas y el 4-A-112 con fallas de motor por ingestión de piedras durante el despegue.
Ante la inminencia de un ataque terrestre sobre Puerto Argentino y con los aviones sin servicio el Teniente de Navío Crippa organizó al personal de apoyo para combatir como infantería con cinco grupos de dos tiradores, en posiciones individuales en cercanías de la pista.
El 26 de mayo se produce el cruce de 3 MC33, Capitán de Corbeta Carlos Molteni (4-A-110), Teniente de Navío Jorge Giretti (4-A-114) y Teniente de Corbeta Guillermo Henry (4-A-117), en el F-28 5-T-20 fueron trasladados el Teniente de Navío Héctor Cesari y Teniente de Corbeta Miguel, junto con personal y carga; en el mismo avión se evacuó al continente al Teniente de Navío Owen Crippa.
Teniente de Corbeta Daniel Enrique Miguel, a la derecha, junto al 4-A-102.
(Foto: Autor desconocido)
Para ese día la situación de aviones era la siguiente: 4-A-113 destruido, 4-A-112 y 4-A-116 sin servicio por ingestión de piedras, 4-A-115 con fallas eléctricas y los tres arribados en servicio.
Durante la tarde con piezas canibalizadas de los 4-A-112 y 4-A-116 se logra recuperar el 4-A-115.
El 28 de mayo el Comando Malvinas ordeno salidas de aviones “PUCARA” y MC33 para dar apoyo a las tropas del Ejército Argentino bajo ataque en Darwin. Por la mañana despego una sección, Capitán de Corbeta Carlos Molteni (4-A-117) y Teniente de Corbeta Daniel Miguel (4-A-114). Arribados a las proximidades de Darwin deben regresar por baja visibilidad. El tercer avión no pudo despegar por fallas durante la puesta en marcha.
A las 15,00 horas ante una mejora en las condiciones climáticas vuelve a despegar la misma sección. El control de la Fuerza Aérea Argentina les informo la posición del blanco a batir, por lo que iniciaron corrida de cañones y cohetes, durante esta maniobra es derribado por un misil Tierra-aire el Teniente de Corbeta Daniel Miguel (4-A-114). El Capitán de Corbeta Carlos Molteni (4-A-117) regreso a Puerto Argentino.
Los restos del Teniente de Corbeta Daniel Miguel fueron sepultados en el cementerio de Darwin como un “Soldado argentino solo conocido por Dios” y recientemente identificados por un equipo de la Cruz Roja. Al otro día cayo Darwin.
Entre los días 28 y 30 de mayo regresan a Rio Grande los Tenientes de Navío Horacio Talarico y Héctor Cesari y el Teniente de Corbeta Oscar Martínez.
El 30 de mayo, en un ataque aéreo queda fuera de servicio el 4-A-110.
El 31 de mayo se destacan a Rio Grande el Teniente de Navío Jorge Giretti y un grupo de mecánicos en un vuelo de F-28 (5-T21).
TN VGM Guillermo Owen Crippa posa junto a un MB 339 en su visita al MUAN en 2015. (Foto: Lorenzo Borri)
Junio
El 5 de junio se ordenó el regreso a Rio Grande y posterior a Ushuaia de los MC33 en servicio, Capitán de Corbeta Carlos Molteni (4-A-115) y Teniente de Corbeta Guillermo Henry (4-A-117), con el apoyo del B-200 4-G-43. Durante el despegue desde Ushuaia para repliegue a Punta Indio ambos aviones quedaron sin servicio en el aeropuerto.
Entre el 6 y 7 de junio se puso en servicio el 4-A-110, cruzando desde Rio Grande el Teniente de Navío Jorge Becerra en el 5-T-21 para trasladarlo de regreso.
Este vuelo no se pudo concretar.
El 14 de junio, al caer Puerto Argentino fueron hechos prisioneros el Teniente de Navío Jorge Becerra, Suboficial Segundo Alfredo Paniagua, Cabo Primero Daniel Suarez, Cabo Segundo Roberto Curia, Cabo Primero Hugo Seffino, Cabo Primero Mario Rodríguez y Cabo Segundo Sergio Comolli.
Operaciones de los MC32
El grupo de pilotos asignados a los MC32 estuvo integrado por el Teniente de Fragata Alejandro Olmedo, Tenientes de Corbeta Gabriel Richmond, Roberto Loubet Jambert, Pablo Linari, Arturo Medici los Guardiamarinas Carlos García, Jorge Mazorra, Eduardo Pla, Jorge Torre y Erik Poulsen.
Dadas las características operativas de los MC32, no participaron de las acciones aeronavales, quedando destinados a tareas de exploración y reconocimiento armado, sin mayores incidencias. Durante un vuelo de prueba, el 29 de mayo se precipito a tierra en proximidades de Punta Indio el 4-A-102, con destrucción total del aparato, los pilotos Teniente de Corbeta Ricardo Chiarvetto y Guardiamarina Jorge Mazorra se eyectaron ilesos.
El 4-A-110 capturado en Puerto Argentino. (Foto: Autor desconocido)
Menciones:
Su Bandera de Guerra fue condecorada por:
“HONOR AL VALOR EN COMBATE”
Por:
“Operar en misiones de combate desde puerto argentino, superando la intensa oposición del enemigo, contribuyendo a producir severas bajas y demostrando en la totalidad de sus dotaciones un alto grado de arrojo”.
Tumba del Teniente de Fragata Carlos Benítez.
(Foto: Via Claudio Meunier)
Fue condecorado el siguiente personal.
“MUERTO EN COMBATE”
Teniente de Fragata Carlos A. Benítez
Teniente de Corbeta Daniel Enrique Daniel Miguel
“AL HEROICO VALOR EN COMBATE”
Teniente de Navío Owen Guillermo Crippa
Por:
“Demostrar excepcional capacidad profesional y arrojo al observar el desembarco enemigo en puerto San Carlos (Islas Malvinas) y atacar de inmediato con su aeronave en forma individual, pese a la oposición enemiga una concentración de unidades navales y de desembarco hasta agotar su munición, produciendo severas bajas”.
“AL VALOR EN COMBATE”
Capitán de Corbeta Carlos A. Molteni
Por:
“Como comandante de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque operando desde Puerto Argentino, demostrar excelente espíritu combativo en misiones de apoyo aéreo terrestre de alto riesgo, dando permanente ejemplo a sus subordinados”.
FUENTES CONSULTADAS
HISTORIA DE LA AVIACION NAVAL ARGENTINA – TOMO III – HÉCTOR A MARTINI – 1992.
INSTITUTO AERONAVAL
JAMÁS SERÁN OLVIDADOS – CLAUDIO MEUNIER – 2016
MONOGRAFIAS DEL SR. JORGE FÉLIX NÚÑEZ PADIN.
MUSEO DE LA AVIACION NAVAL ARGENTINA
REVISTA MACH 1 (Circulo Profesional de la Aviación Naval)
RELATO DEL SUBOFICIAL PRIMERO VGM (RE) NÉSTOR DANIEL HERRERA
RELATO DEL TENIENTE DE NAVÍO VGM (RE) OWEN GUILLERMO CRIPPA
La Fortaleza Protectora Argentina o Fuerte Argentino fue fundada el 11 de abril de 1828 por el coronel Ramón Bernabé Estomba, siendo el origen de la ciudad de Bahía Blanca en la Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Antecedentes En diciembre de 1823 el gobierno de Buenos Aires envió a José Valentín García a la Bahía Blanca con el fin de reconocerla en busca del lugar adecuado para un puerto. García publicó los resultados en el Registro Estadístico de la Provincia de Buenos Aires el 16 de febrero de 1824. En 1824 el gobernador Martín Rodríguez realizó una campaña militar contra los indígenas llegando hasta la bahía Blanca. Iba con él el comerciante Vicente Casares, contratado para realizar la fundación, pero el gobernador la consideró impracticable y rescindió el contrato. El proyecto fundacional se vio impulsado por Bernardino Rivadavia durante la Guerra del Brasil cuando la flota brasileña intentó ocupar Carmen de Patagones en marzo de 1827. El gobernador coronel Manuel Dorrego dispuso el cumplimiento de la ley del 12 de diciembre de 1827 que ordenaba establecer una nueva línea de fronteras en el sur y ordenó al comandante general de la frontera, Juan Manuel de Rosas, que se dirigiera al Fuerte Independencia (actual Tandil) y de allí a la bahía Blanca para fundar un fuerte. Pero la orden se postergó brevemente por el pedido de Rosas sobre el envío de técnicos. La expedición fundadora
Ramón Bernabé Estomba. El coronel Ramón Estomba, jefe del Regimiento 7° de Caballería de Línea que guarnecía el Fuerte de la Independencia, fue designado como jefe de la expedición fundadora en noviembre de 1827. Rosas informó el 16 de enero de 1828 que la expedición estaba lista para marchar. El 8 de marzo Estomba y el ingeniero militar Narciso Parchappe, designado director técnico de la fundación, se encontraron en el Fuerte Independencia y dos días después Parchappe viajó como avanzada a la bahía Blanca con una escolta de 25 coraceros, comandados por el teniente coronel Andrés Morel, junto con 30 indígenas amigos. El 21 de marzo de 1828 Parchappe llegó a destino y escribió:
Llegaba al término de mi viaje. Al placer de haberlo logrado sin accidentes, se reunía el de contemplar el océano, que yo no veía desde hacía varios años y cuya superficie azulada hacía contraste con el aspecto amarillento y triste de las planicies que recorría desde hacía tanto tiempo. El baqueano que había tomado la delantera, vino a advertirme que había percibido un buque de dos mástiles anclado en la bahía; no podía ser otro que la embarcación enviada de Buenos Aires, con los materiales propios para la construcción con que se debía levantar el nuevo fuerte; todo concurría a asegurar el éxito de la empresa, y fui aliviado de un gran peso viendo disiparse las inquietudes que yo había alimentado hasta entonces sobre el resultado de mi misión. Caminamos aún una legua al O.N.O. a través de terrenos minados y cubiertos por chañares; después, habiendo descubierto las pendientes que bordean la fuente de la bahía Blanca, en una planicie extendida entre sus pies y la playa de la bahía, llegamos al borde de un pequeño arroyo, que supimos después era el Napostá de los indios. Acampamos en medio de un buen campo de pastoreo, resueltos a quedarnos provisoriamente en ese sitio, hasta que un más amplio reconocimiento de la bahía nos permitiera elegir el sitio para el fuerte proyectado.
El puerto sobre el Arroyo Naposta, que fue el empleado por los fundadores de la fortaleza La nave que llevó los materiales era la ballenera Luisa, comandada por el piloto Laborde. Al conocer los indígenas del lugar la llegada de los expedicionarios, se movilizaron hacia ellos. Lo cual le fue comunicado por el cacique aliado boroga Venancio Coñoepán. Parchappe escribió al respecto el 27 de marzo:
A nuestro arribo el cacique Venancio había enviado un mensaje a su lugarteniente Montero, acampando con el resto de su gente en las cercanías del río Colorado; llegó, al anochecer, acompañado de un enviado del mismo Montero. Estos indios nos informaron haber visto nueve hombres a caballo en dirección a la Cabeza de Buey; los suponían espías o vanguardia de indios enemigos, que aseguraban venían en gran número con intención de atacarnos y de oponerse, con todo su poder, a nuestra instalación, mirada por ellos como una usurpación a sus posesiones; lo anunciaban, además como conocedores de nuestra poca fuerza y no ignorando que el resto de la expedición no llegaría hasta pasado un tiempo. Lo que parecía justificar las precauciones e indicar un peligro real era que el cacique Venancio parecía atemorizado; reunió en asamblea a todos los suyos y mantuvo consejo durante toda la noche. Nuestra posición parecía tornarse más crítica y despachamos al día siguiente, un expreso al coronel Estomba instándolo a apresurar la marcha y de a enviarnos refuerzos de tropa.
El 9 de abril Estomba avisó de su llegada con el 7° regimiento de caballería de línea, 2 piezas de artillería y muchas carretas con elementos para la construcción del fuerte y víveres. Fundación El 9 de abril de 1828 llegó Estomba y se procedió a levantar un acta de fundación:
En la Fortaleza Protectora Argentina a nueve de Abril de 1828 reunidos en la tienda del Cnel. Ramón Estomba Jefe de la Expedición de Bahía Blanca el Teniente Coronel Andrés Morel, los Sarg. Mayores del Valle y Juan de Elias, el Cap. Martiniano Rodrigez, el Ingeniero agrimensor Narciso Parchappe y los vecinos pobladores Nicolás Peres, Pablo Acosta y Polidoro Couhn para tomarles su parecer sobre el lugar en que deve situarse la Fortaleza y Población, combinieron de opinión unánime que la posición elegida por el Sr. Parchappe, y aprobada por el referido Coronel es la mejor que puede presentar la Campaña en esta parte de la Costa por la inmediación de su buen Puerto, y la reunión de un Río, de excelente agua; y la mejor tierra bejetal, pastos abundantes; combustible para muchos siglos; por cuya reunión de circunstancias está llamado a ser algún día uno de los establecimientos de más interés para la Provincia de Buenos Aires.
Firmado R. Estomba - Andrés Morel — Narciso del Valle - J. de Elias — Nicolás Peres - Pol. Coulin — Narc. Parchappe -Mart. Rodríguez - Pablo Acosta.Acta fundacional
El 11 de abril terminó de llegar la expedición y se procedió a realizar la fundación. Como el material transportado fue insuficiente, se envió la embarcación a Carmen de Patagones en busca de más materiales. Una goleta partió desde Ensenada de Barragán para sumarse a la expedición. El 19 de mayo llegaron animales y un decreto del gobierno señalando 100 leguas cuadradas como territorio jurisdiccional del fuerte. Estomba decidió llamar a la fortaleza como Protectora Argentina y al puerto como de la Esperanza. El ministro de guerra Juan Ramón Balcarce dispuso el 3 de mayo que la fundación se llame Nueva Buenos Aires, pero el nombre se olvidó rápidamente. Construcciones La construcción del fuerte demandó cuatro meses. El fuerte tenía forma cuadrangular, con cuatro bastiones de 65 metros de longitud según los puntos cardinales. Los muros eran de 4 metros de altura y otros tanto de espesor. Un foso de 5 metros de ancho y lo mismo de profundidad rodeaba al fuerte. Hacia el noroeste se hallaba el única portón de madera con un puente levadizo. Completaban la construcción los edificios de la Comandancia, del cuerpo de guardia y tropa, polvorines, cuarteles, y en el centro un mangrullo. Primeros años En julio de 1828 Parchappe regresó a Buenos Aires, mientras que Estomba se plegó a la revolución de Juan Lavalle contra Dorrego, partiendo en enero de 1829 hacia Tandil, quedando como comandante el teniente coronel Andrés Morel. El 25 de agosto de 1828 la fortaleza fue atacada por Pablo Pincheira y sus aliados indígenas, participando en la defensa Venancio Coñoepán y por el capitán Juan de Dios Montero:
En la madrugada del 25 del actual vinieron los bárbaros a estrellarse contra la Fortaleza, en numero de 400 a 450 hombres, entre ellos como 100 de tercerola; teníamos avisos anticipados y los esperamos desde medianoche; hice formar fuera a caballo la tropa disponible, en su totalidad 130 hombres y con los indios amigos del cacique Venancio y el capitán Montero, salimos a encontrarlos; ellos aguardaban y resistieron la carga pero el fuego de una pieza de que sacamos con nosotros los hizo retirarse, después de haber dejado en el campo 8 a 10 hombres.Parte de Estomba
En febrero de 1829 al producirse la sublevación unitaria de Juan Lavalle, el comandante de la Fortaleza Protectora Argentina, teniente coronel Morel, se plegó a ella e intentó dirigirse al Fuerte Independencia con el cuerpo de coraceros, los auxiliares de Venancio Coñoepán y los borogas. Al llegar al arroyo Napostá Grande se produjo una sublevación pro rosista de los indígenas que comandaba Morel, quien murió durante la misma junto con 50 coraceros. El sargento mayor Narciso del Valle quedó a cargo de la comandancia de la fortaleza. El 5 de agosto de 1834 se dictó el Decreto N° 1270 que fijó el ejido de la Fortaleza o Fuerte Argentino: "Delineamiento de Bahía Blanca" segun un cuadro de A. Pellegrini en el Museo de Bellas Artes
Buenos Aires, Agosto 5 de 1834. No pudiendo estenderse por el Este y Sud las cuatro leguas del égido del Fuerte Argentino, designado por el artículo 1.° del decreto de 9 de Junio de 1832, en razon de tocar con el mar por una parte, y por otra con los cangrejales accesorios, el Gobierno acuerda y decreta: Art. único. El éjido, que por decreto de 9 de Junio de 1833, fué señalado á la poblacion del Fuerte Protector Argentino, se estenderá limitado por uno de sus lados, por la Costa Occidental del Sauce Grande, desde sus nacientes en la Sierra de la Ventana hasta su desembocadura en el mar, con la altura correspondiente hácia el mismo Fuerte. Comuniquese al Departamento Topográfico y publiquese. Viamont.
Campaña de Rosas al Desierto Sabiendo Rosas que Manuel Bulnes estaba preparando en Chile una expedición en contra de Chocorí, delineó en septiembre de 1832 un plan de conquista basado en una expedición que debía partir desde la Fortaleza Protectora Argentina. Posteriormente el plan fue modificado y Rosas partió de San Miguel del Monte el 22 de marzo de 1833 con unos 2.000 expedicionarios. El 1 de mayo la expedición acampó sobre el río Sauce Chico. Desde allí Rosas viajó con su escolta hasta la Fortaleza Protectora Argentina en viaje de inspección de las municiones allí almacenadas y para recoger los pertrechos llegados por barco desde Buenos Aires, para lo que había despachado un día antes las carretas. Allí Rosas recibió noticias: el regreso de la columna del centro, que nada se sabía de la columna de Aldao y que el cacique Chocorí ya estaba alertado de la expedición en su contra. A la fortaleza llegaron también por mar soldados de refuerzo. Una vez concluida la expedición a principios de 1833, la fortaleza quedó reforzada con una guarnición de 300 hombres al mando de Martiniano Rodríguez. Fue visitada por Charles Darwin en su periplo por Sudamérica en septiembre de 1833. El 16 de noviembre de 1834 fue creado por decreto el Partido de Bahía Blanca al establecerse un juez de paz.
N.° 1273 Estableciendo el Juzgado de Paz de Babia Blanca. Buenos Aires, Setiembre 13 de 1834. En conformidad con los artículos 8.° y 9.° de la ley de 24 de Diciembre de 1821, el Gobierno ha acordado y decreta: Art. 1.° Se establece por ahora un Juzgado de Paz para todo el distrito compresivo á la Fortaleza de Bahia Blanca y sus adyacencias. 2.° Sus atribuciones serán las mismas de los demás Jueces de Paz de la Provincia. 3.° Queda nombrado Juez de Paz de la Bahia Blanca, por el resto del presente año, don Francisco Casal. 4.° Comuniquese y publiquese. VIAMONT.
En 1835 fue creada la parroquia de Nuestra Señora de la Merced.
Panorama alusivo a la fundacion del Fuerte de Bahia Blanca (Cuadro de Augusto Ferrari) Calfucurá y Coñoepán El 9 de septiembre de 1834 Calfucurá efectuó la masacre de Masallé sobre los borogas, por lo que estos reaccionaron auxiliados por tropas de la Fortaleza Protectora Argentina y sus auxiliares indígenas encabezados por Venancio Coñoepán, obligando a Calfucurá a huir por el camino de Chalileo. El boroga Cañiuquir proyectó una invasión y una partida de soldados fue atacada, por lo que Rosas dirigió contra ellos dos avances de la guarnición de blandengues de la Fortaleza Protectora Argentina y sus auxiliares indígenas, derrotándolos en Guaminí y Languillú y matando a 650 borogas (entre ellos a Cañiuquir), tomando 900 prisioneros, rescatando el ganado y a los cautivos. Al regresar a la fortaleza unos 800 auxiliares aliados se sublevaron, mataron a cuantos cristianos encontraron, entre ellos dos oficiales y 70 soldados, y apresaron a Venancio Coñoepán. En la primavera de 1836 el cacique boroga Railef procedente de Chile realizó un malón con 2.000 guerreros con la finalidad de atacar a Calfucurá y vengar la matanza de borogas hecha por éste en Masallé en 1835. Se desvíó de su objetivo y atacó las tolderías de indígenas aliados del gobierno en la zona de los arroyos Napostá y Sauce Chico y luego la fortaleza defendida por los coroneles Zelarrayán y Rodríguez, matando a muchos soldados. Luego se dirigieron a Tapalqué atacando el 1 de octubre y logrando robar 100.000 cabezas de ganado. Calfucurá los atacó en Queutrecó, matando a Railef y a 1.500 guerreros. Calfucurá asistió con guerreros a Rosas en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, que culminó con la caída de Rosas y el ascenso del triunfante gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza. Al día siguiente Calfucurá, de acuerdo con pampas y ranqueles atacó la fortaleza con 5.000 guerreros y le puso sitio. En 1859 el Ministro de Guerra del Estado de Buenos Aires, general José Martínez Zapiola, organizó el Ejército de Operaciones del Sur para enfrentar a Calfucurá, el cual tenía una división el Fuerte Independencia y otra en la Fortaleza Protectora Argentina. El 19 de mayo de 1859 se produjo un ataque al fuerte con aproximadamente 3.000 guerreros, comandados por Calfucurá, Catricurá, Antemil y Cañumil. A fines de agosto de 1870 indígenas de Calfucurá hicieron un malón en la zona de la fortaleza, robando unas mil cabezas de ganado. El comandante teniente coronel José Llano logró desbaratar el ataque. Poco después Namuncurá intentó un nuevo ataque con 2.000 guerreros, que fue repelido.6 Texto en superíndice
Plano de la Fortaleza Protectora Argentina La Fortaleza frente a la plaza de Bahía Blanca Bahía Blanca En 1856 llegaron inmigrantes a instalarse en la zona de la bahía Blanca, fundando la Colonia Nueva Roma. La conquista del Desierto de Julio Argentino Roca y la llegada del ferrocarril en 1885 iniciaron el despegue poblacional de la fortaleza convertida en la ciudad de Bahía Blanca en 1895. Una vista del fuerte en 1880
Una antigua imagen de la oficina de Correos que funcionaba en la Fortaleza Protectora Argentina, la construcción que dió origen a la ciudad de Bahía Blanca Referencias
Historia y Arqueologia Marítima. LA "FORTALEZA PROTECTORA ARGENTINA" UN BALUARTE FRENTE A LOS INDIOS PAMPAS. Historia de la fundación de Bahía Blanca por DANIEL HAMMERLY DUPUY
Historia de la Confederación Argentina: Rozas y su época. Tomo II. Escrito por Adolfo Saldías. Publicado por F. Lajouane, 1892
Historia Integral de Bahía Blanca
El indio del desierto/the Indian of The Desert. Escrito por Dionisio Schoo Lastra. pp. 142
La Sangre de la Tierra. Pág. 47-48. Escrito por Ricardo Noceti. Publicado por Editorial Didascalia. ISBN 950-787-060-1, 9789507870606