Guerra del Paraguay: Los errores militares paraguayos en la campaña de Corrientes
Introducción
La campaña de Francisco Solano López en la provincia de Corrientes en 1865 es un episodio crucial en la Guerra de la Triple Alianza, un conflicto que enfrentó a Paraguay contra Brasil, Argentina y Uruguay. A lo largo de esta campaña, se cometieron diversos errores estratégicos y tácticos que resultaron en una serie de derrotas devastadoras para el ejército paraguayo. Este análisis se centrará en desentrañar esos errores y sus consecuencias.
1. La división de las fuerzas paraguayas
Francisco Solano López decidió dividir sus fuerzas en dos columnas, una siguiendo el río Paraná y otra siguiendo el río Uruguay. Este movimiento buscaba varios objetivos estratégicos: por un lado, pretendía dispersar a las fuerzas enemigas, obligándolas a dividir sus propias tropas; por otro lado, López esperaba asegurar rutas de suministro y comunicación cruciales para mantener su campaña. Sin embargo, esta decisión resultó ser un error estratégico significativo.
La división de las fuerzas paraguayas en dos columnas dispersó su poder militar en lugar de concentrarlo. Enfrentarse a un enemigo más poderoso y mejor abastecido, como lo eran las fuerzas aliadas de la Triple Alianza, requería una concentración de fuerzas para maximizar el impacto. Al dividir sus tropas, López debilitó su capacidad ofensiva y defensiva, facilitando a los aliados la derrota de las fuerzas paraguayas en sucesivas batallas.
2. Errores tácticos cometidos por los generales paraguayos
Los generales paraguayos cometieron varios errores tácticos durante esta expedición. Entre los más notables se encuentran:
Subestimación del enemigo: Los comandantes paraguayos no calcularon correctamente la capacidad de respuesta y la coordinación entre las fuerzas aliadas.
Falta de reconocimiento adecuado: Muchas decisiones tácticas se tomaron sin un conocimiento preciso del terreno o de las posiciones enemigas.
Comunicación deficiente: La separación de las columnas dificultó la coordinación y la comunicación entre las diferentes unidades paraguayas.
Estos errores se manifestaron en una serie de derrotas que se analizarán a continuación.
Combate de Sao Borja
3. Análisis de batallas clave
3.a) Combate de Paso de Cuevas
En el Combate de Paso de Cuevas, el 12 de agosto de 1865, las fuerzas paraguayas comandadas por el general Wenceslao Robles fueron derrotadas por las tropas argentinas bajo el mando del general Wenceslao Paunero. Este combate se caracterizó por una serie de errores tácticos críticos.
El general Robles subestimó la capacidad de las fuerzas argentinas para organizar una defensa efectiva en terreno favorable. Además, la falta de reconocimiento adecuado del terreno llevó a las fuerzas paraguayas a una emboscada, donde fueron superadas por la artillería argentina y la superioridad numérica enemiga.
Las tropas paraguayas también se vieron afectadas por una logística deficiente, lo que resultó en una falta de municiones y suministros durante el combate. La mala comunicación entre las unidades paraguayas impidió una respuesta coordinada, lo que permitió a los argentinos explotar las debilidades en las líneas paraguayas.
3.b) Combate de Paso de Mercedes
El Combate de Paso de Mercedes, librado el 25 de agosto de 1865, fue otro enfrentamiento desastroso para las fuerzas paraguayas. El general paraguayo, Vicente Barrios, no logró coordinar eficazmente sus fuerzas, lo que permitió a las tropas aliadas, lideradas por el general Venancio Flores, aislar y destruir las unidades paraguayas una por una.
Uno de los errores tácticos más graves fue la elección del lugar de la batalla. El terreno abierto de Paso de Mercedes favoreció la movilidad y la superioridad numérica de las fuerzas aliadas. La falta de cobertura y posiciones defensivas hizo que las tropas paraguayas fueran fácilmente superadas por la caballería y la artillería enemiga.
Además, la falta de preparación y entrenamiento adecuado de las tropas paraguayas se evidenció en su incapacidad para mantener sus posiciones y responder a los ataques coordinados de las fuerzas aliadas. La retirada desordenada de las fuerzas paraguayas resultó en numerosas bajas y en la pérdida de equipo militar esencial.
3.c) Batalla de Pehuajó
La Batalla de Pehuajó, ocurrida el 31 de diciembre de 1865, fue una de las confrontaciones más sangrientas de la campaña. El general paraguayo, Bernardino Caballero, enfrentó una feroz resistencia por parte de las fuerzas aliadas, comandadas por el general brasileño José Luís Mena Barreto.
El principal error táctico de Caballero fue intentar un asalto frontal contra posiciones fuertemente fortificadas sin apoyo adecuado de artillería. Las fuerzas paraguayas se encontraron con una defensa bien organizada y fueron aniquiladas en sucesivas oleadas de ataques mal coordinados.
La falta de reconocimiento y planificación táctica resultó en que las tropas paraguayas quedaran atrapadas en un terreno desfavorable, expuestas al fuego cruzado de la artillería y fusilería aliada. La incapacidad de Caballero para adaptar su estrategia a las condiciones del campo de batalla y la superioridad tecnológica de las fuerzas aliadas llevaron a una derrota catastrófica.
3.d) Batalla del Riachuelo
La Batalla del Riachuelo, librada el 11 de junio de 1865, fue un enfrentamiento naval decisivo que selló el destino de la flota paraguaya. El almirante Ignacio Meza, al mando de la flota paraguaya, cometió varios errores estratégicos y tácticos que resultaron en una derrota total frente a la flota brasileña comandada por el almirante Francisco Manuel Barroso.
Meza subestimó la capacidad y el entrenamiento de la flota brasileña. Además, la falta de inteligencia y reconocimiento adecuados llevó a una mala elección del campo de batalla. El Riachuelo era un lugar estrecho y poco favorable para las maniobras de la flota paraguaya, que se vio atrapada y superada por la artillería de largo alcance de los brasileños.
La coordinación deficiente y la falta de una estrategia clara por parte de Meza resultaron en una serie de errores tácticos. Las embarcaciones paraguayas se encontraron en desventaja, incapaces de maniobrar eficazmente bajo el fuego enemigo. La pérdida de los buques insignia y la alta moral de las fuerzas brasileñas resultaron en una desmoralización y derrota completa de la flota paraguaya.
3.e) Sitio de Uruguayana
El Sitio de Uruguayana, que se desarrolló entre el 5 de agosto y el 18 de septiembre de 1865, fue un esfuerzo paraguayo para capturar una posición estratégica en territorio brasileño. El general Francisco Isidoro Resquín, al mando de las fuerzas paraguayas, cometió varios errores críticos que llevaron al fracaso de esta operación.
El principal error fue la falta de preparación logística. Las fuerzas paraguayas se encontraron rápidamente sin suministros adecuados, lo que debilitó su capacidad de mantener el sitio durante un período prolongado. Además, la subestimación de la capacidad de las fuerzas brasileñas para organizar un contraataque efectivo resultó en una posición insostenible para los paraguayos.
La comunicación deficiente y la falta de coordinación con las fuerzas aliadas en la región resultaron en una incapacidad para recibir refuerzos o apoyo logístico. La rendición de las fuerzas paraguayas en Uruguayana fue un golpe devastador para la moral del ejército paraguayo y resultó en la captura de numerosos soldados y equipos.
3.f) Batalla de Yatay
La Batalla de Yatay, librada el 17 de agosto de 1865, fue otra confrontación crucial en la campaña paraguaya. El general paraguayo, José Díaz, cometió varios errores tácticos significativos que llevaron a una derrota aplastante por parte de las fuerzas aliadas comandadas por el general Venancio Flores.
Uno de los errores más graves fue la elección del terreno. Díaz seleccionó una posición que favorecía las maniobras de la caballería y la artillería aliada. La falta de defensas naturales y la exposición al fuego enemigo resultaron en una alta tasa de bajas entre las tropas paraguayas.
La coordinación deficiente y la falta de un plan táctico claro también jugaron un papel crucial en la derrota. Las unidades paraguayas fueron superadas en número y equipamiento, y la incapacidad de Díaz para adaptar su estrategia a las condiciones cambiantes del campo de batalla resultó en una retirada desordenada y una derrota decisiva.
Contabilidad aproximada de las bajas paraguayas por batalla
La campaña de invasión a la provincia de Corrientes y las batallas que siguieron resultaron en numerosas bajas para las fuerzas paraguayas. A continuación, se presenta una contabilidad aproximada de las bajas paraguayas en cada una de las batallas clave mencionadas anteriormente.
3.a) Combate de Paso de Cuevas
En el Combate de Paso de Cuevas, las fuerzas paraguayas sufrieron aproximadamente 500 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La emboscada y la falta de suministros contribuyeron significativamente a estas pérdidas.
3.b) Combate de Paso de Mercedes
El Combate de Paso de Mercedes resultó en alrededor de 700 bajas para las tropas paraguayas. La derrota en terreno abierto, sumada a la falta de coordinación, llevó a una alta tasa de bajas.
3.c) Batalla de Pehuajó
La Batalla de Pehuajó fue particularmente sangrienta, con las fuerzas paraguayas sufriendo alrededor de 1,000 bajas. El asalto frontal contra posiciones fortificadas y la falta de apoyo adecuado resultaron en pérdidas significativas.
3.d) Batalla del Riachuelo
La Batalla del Riachuelo fue una derrota naval devastadora para Paraguay, con aproximadamente 800 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La destrucción de varios buques y la captura de otros aumentaron estas cifras.
3.e) Sitio de Uruguayana
El Sitio de Uruguayana culminó con la rendición de las fuerzas paraguayas, resultando en unas 5,500 bajas, en su mayoría prisioneros. La falta de suministros y la presión constante de las fuerzas brasileñas obligaron a la rendición masiva.
3.f) Batalla de Yatay
La Batalla de Yatay fue otra confrontación decisiva con aproximadamente 1,500 bajas paraguayas. La mala elección del terreno y la superioridad numérica y tecnológica de las fuerzas aliadas fueron factores determinantes en estas pérdidas.
Conclusión
La campaña de invasión a la provincia de Corrientes y las batallas subsiguientes resultaron en pérdidas devastadoras para el ejército paraguayo. A continuación se presenta una contabilidad aproximada de las bajas paraguayas totales:
Combate de Paso de Cuevas: 500 bajas
Combate de Paso de Mercedes: 700 bajas
Batalla de Pehuajó: 1,000 bajas
Batalla del Riachuelo: 800 bajas
Sitio de Uruguayana: 5,500 bajas
Batalla de Yatay: 1,500 bajas
Total aproximado de bajas paraguayas: 10,000
Estas pérdidas incluyeron muertos, heridos y prisioneros, debilitando significativamente la capacidad militar de Paraguay y afectando gravemente su capacidad para continuar la guerra. Las consecuencias de estos errores estratégicos y tácticos fueron catastróficas, dejando a Paraguay en una posición extremadamente vulnerable frente a la alianza enemiga.
Conclusión
La campaña de invasión a la provincia de Corrientes en 1865 estuvo marcada por una serie de errores estratégicos y tácticos que llevaron a una serie de derrotas devastadoras para el ejército paraguayo. La decisión de dividir las fuerzas, la subestimación del enemigo, la falta de reconocimiento adecuado, y la deficiente comunicación y coordinación fueron factores clave en estos fracasos.
Las consecuencias de estos errores fueron catastróficas para Paraguay. Las pérdidas de equipos y personal fueron enormes, debilitando significativamente la capacidad militar del país y afectando gravemente su capacidad para continuar la guerra. La campaña de Corrientes se convirtió en un ejemplo clásico de cómo la mala planificación y la ejecución deficiente pueden llevar a resultados desastrosos en una guerra.
Servicio y uso en combate del avión de ataque turbohélice argentino IA.58A Pucara
Aviones de ataque de contrainsurgencia con turbohélice . Después del final de la Guerra de Indochina, continuó el interés por los aviones de ataque contrainsurgente con turbohélice. Para
combatir los movimientos de liberación nacional, diversos tipos de
grupos rebeldes y grupos armados de cárteles de la droga, los gobiernos
de Asia, África y América Latina necesitaban aviones de combate
económicos y fáciles de operar capaces de operar desde aeródromos mal
preparados y realizar largos vuelos de patrulla. , buscando y atacando
objetivos puntuales.
La
forma más común de crear un avión de ataque ligero contrainsurgente era
montar armas en aviones de entrenamiento turbohélice en serie. En
varios casos, las modificaciones se llevaron a cabo sin el conocimiento
de los fabricantes de los países donde se utilizaban estas máquinas. Sin
embargo, la conversión en aviones de combate que originalmente no
estaban destinados a uso militar no siempre dio el resultado deseado. Además de las unidades de suspensión de las armas de los aviones
y los dispositivos de observación, para aumentar la resistencia a los
daños en combate, se requirieron soluciones técnicas especiales:
proteger los tanques de combustible, que evitaban fugas de combustible
en caso de un disparo, y llenarlos con gas neutro, que Se suponía que
debía evitar la explosión de la mezcla de aire y combustible. También
era muy deseable la duplicación de una serie de sistemas y la reserva
local de los componentes más vulnerables y de la cabina.
Está
claro que un avión de ataque turbohélice especialmente diseñado será
generalmente mayor en términos de seguridad, potencia de armamento y
eficiencia que un avión de propósito similar convertido a partir de
entrenadores. Pero este
enfoque rara vez se implementó en la práctica, aunque se estaban
elaborando proyectos para aviones de ataque turbohélice especializados. Los
países económicamente desarrollados con una industria de la aviación
desarrollada en la mayoría de los casos no tuvieron problemas con los
insurgentes y, en preparación para la "gran guerra", equiparon sus
fuerzas aéreas con aviones de combate supersónicos.
Aunque
muchos países del Tercer Mundo querían tener aviones especializados de
contraguerrilla, no todos tuvieron la oportunidad de crear tales
máquinas de forma independiente. A
finales de la década de 1960, especialistas de la empresa estatal
argentina de fabricación de aviones, Fábrica Militar de Aviones,
comenzaron a desarrollar un avión de ataque ligero con turbohélice,
destinado principalmente a operaciones de contrainsurgencia. El
primer vuelo del avión de ataque, denominado IA.58A Pucara (“pucara”
significa “fortaleza” en lengua indígena quechua), tuvo lugar el 20 de
agosto de 1969.
IA.58A Pucará
A
diferencia del Bronco y el Mohawk, el avión de ataque argentino fue
diseñado según un diseño aerodinámico normal con un ala recta baja y una
cola en forma de T. El avión tenía un diseño sencillo y tecnológico. Numerosos paneles de revestimiento fácilmente extraíbles facilitaron el mantenimiento del suelo. La parte delantera inclinada hacia abajo del fuselaje proporcionaba una excelente visibilidad hacia adelante y hacia abajo. Los
trenes de aterrizaje altos permitieron suspender una variedad de cargas
de bombas en forma de bombas y unidades con cohetes no guiados, y los
neumáticos de baja presión permitieron operar desde aeródromos sin
pavimentar mal preparados.
El
primer avión de ataque de producción fue entregado a la Fuerza Aérea
Argentina (en español: Fuerza Aérea Argentina, FAA) a finales de 1974. Este
avión de ataque turbohélice de ala recta, relativamente pequeño,
elegante, fue el primer avión de combate de producción desarrollado en
Argentina. Su producción continuó hasta 1988, se construyeron un total de 114 ejemplares, 16 de ellos para exportación.
El
avión de ataque fue creado teniendo en cuenta la experiencia del uso de
la aviación en combate durante las batallas con la guerrilla. Al
emitir las especificaciones técnicas, los militares argentinos
exigieron que el avión tuviera buenas características de despegue y
aterrizaje (la longitud de pista requerida no supera los 400 m), alta
maniobrabilidad a baja altura, capacidad para atacar objetivos pequeños y
bien camuflados y evadir las defensas anti. -incendio de aeronaves.
En
comparación con los aviones de contrainsurgencia estadounidenses
utilizados en Indochina, las armas pequeñas y el armamento de cañones
incorporados del Pukara eran mucho más potentes: dos cañones
Hispano-Suiza HS.804 de 20 mm y cuatro ametralladoras Browning FN de
7,62 mm. La carga de munición de cada cañón era de 270 cartuchos y de cada ametralladora, de 900 cartuchos. En siete unidades de suspensión externas fue posible colocar una carga de combate que pesaba hasta 1620 kg.
Dos motores turbohélice Turbomeca Astazou XVIG con una potencia de 978 CV. cada uno a una altitud de 3000 m podría acelerar el avión a 520 km/h. La velocidad de inmersión estaba limitada a 750 km/h. Velocidad de crucero: 430 km. Velocidad de pérdida: 143 km/h. Peso máximo de despegue – 6800 kg. El radio de combate con una carga de 1500 kg es de hasta 370 km. La autonomía del ferry con tanques externos es de 3.700 km. La
tripulación, compuesta por un piloto y un navegante-observador, estaba
sentada en asientos eyectables Martin-Baker Mk 6. El blindaje de la
cabina protegía el fondo y los costados de las balas disparadas desde
una distancia de 150 m. La capota era de vidrio blindado. , el resto del
acristalamiento era de plexiglás.
El
avión de ataque turbohélice argentino no tenía características de vuelo
sobresalientes, pero era simple y económico de fabricar, confiable y
sin pretensiones en mantenimiento, podía basarse en aeródromos mal
equipados con pistas sin pavimentar, y dos motores y una cabina blindada
lo hacían bastante duradero. .
Los Stormtroopers comenzaron a luchar poco después de ser adoptados. A
finales de 1975, durante la Operación Independencia, varias aeronaves
participaron en operaciones de combate para derrotar al Ejército
Revolucionario del Pueblo en la provincia de Tucumán. La siguiente vez que los Pucar entraron en acción fue durante el conflicto de las Malvinas. A mediados de 1982, la Fuerza Aérea Argentina contaba con unos 60 aviones de ataque turbohélice. En
varios aviones Pukara de la primera serie, se desmanteló el asiento
eyectable trasero (durante las misiones de combate, la tripulación
generalmente incluía solo al piloto) y en su lugar se instaló un tanque
de combustible adicional, lo que permitió aumentar el radio de combate. Al mismo tiempo, se pintó el acristalamiento de la cabina trasera.
El
IA.58A no podía competir en velocidad de vuelo con los aviones de
combate, pero como la pista del aeropuerto de Port Stanley no era
adecuada para el despliegue de Skyhawks y Mirages, el uso de aviones de
contraguerrilla en operaciones de combate se convirtió en una decisión
forzada. Además de la
pista de aterrizaje de Port Stanley, los aviones de ataque operaban
desde pequeños aeródromos en Goose Green y Pebble Island. Antes
del final de las hostilidades, los Pukar lograron realizar 186
incursiones, atacando a los buques de guerra británicos y a los marines
británicos que habían desembarcado en las islas con bombas, cohetes y
disparos de cañones y ametralladoras. Al mismo tiempo, los aviones de ataque turbohélice sufrieron grandes pérdidas.
Avión de ataque turbohélice IA.58A de la Fuerza Aérea Argentina dañado como resultado de un ataque aéreo británico
Cuatro "Pukara" de diversos grados de conservación fueron entregados a los británicos como trofeos. Seis
aviones fueron volados por los Navy SEAL durante una incursión de
sabotaje en el aeródromo de De Borbon, nueve fueron destruidos en tierra
por aviones de portaaviones ingleses o disparados por artillería naval,
uno fue derribado por un FIM-92 Stinger MANPADS, uno fue derribado por
un cañón antiaéreo de pequeño calibre y uno fue derribado por un caza
Sea Harrier FRS.1. A su vez, el piloto argentino teniente Miguel Jiménez logró derribar un helicóptero británico Westland AN 1 Scout. Obtuvo la única victoria aérea argentina de la guerra verificada binacionalmente. Pero
en la siguiente misión de combate, el Pucará de Jiménez se estrelló
contra una colina debido a la pérdida de orientación en las nubes bajas,
y el piloto murió.
El avión IA.58A no tuvo un impacto significativo en el curso de las hostilidades, lo que se debió en gran parte a la falta de armas efectivas para combatir a los barcos. Como
señalaron posteriormente los expertos militares, si los argentinos
hubieran podido equipar a los Pucar con torpedos, las pérdidas de la flota británica podrían haber sido mucho mayores.
Los
británicos llevaron un IA.58A capturado con el número de serie A-515 a
condiciones de vuelo y lo utilizaron en un programa de prueba en la base
aérea de Boscombe Down. Otros dos aviones dañados se convirtieron en una fuente de repuestos. Durante la preparación del avión para las pruebas, quedó claro que su mantenimiento era deficiente. Una
inspección en Boscombe Down encontró que los asientos eyectables nunca
habían sido retirados para mantenimiento desde su instalación. Cuando se exponen a la luz solar, los paracaídas de caída pierden su fuerza, lo que los hace inadecuados para su uso. La neumática del tren de aterrizaje también necesitaba ser reemplazada.
Avión de ataque turbohélice IA.58A capturado por los británicos
Inicialmente,
se introdujo un límite de fuerza G de 3,5 g para las pruebas de vuelo,
que se incrementó gradualmente hasta 5,0 g. El límite de sobrecarga negativa era de 1,5 gy la duración del vuelo con él no debía exceder los 30 segundos. La
altura de inicio de la pérdida no debe ser inferior a 3050 m, y la
altura de salida de la pérdida no debe exceder los 2130 m. Las maniobras
acrobáticas permitidas eran barriles, bucles de Nesterov, ranversmans
(giros en una colina) e Immelmans. . Durante
la prueba, el avión voló durante 25 horas, sin embargo, el
mantenimiento del avión se basó en un programa de pruebas de vuelo de 50
horas.
Los
expertos británicos destacaron la alta maniobrabilidad y el buen
control del Pukara, pero resultó que era difícil de controlar a
velocidades superiores a 600 km/h. Cuando se apagaba un motor, era posible volar ascendiendo.
Durante
los entrenamientos de batallas aéreas con los Phantom y Harriers
británicos, el avión turbohélice era fácilmente detectado por los
radares a bordo y era vulnerable a los misiles aire-aire a distancias
medias. Pero en el combate
aéreo cuerpo a cuerpo, cuando era posible utilizar armas de fuego, el
Pukara podía contraatacar con bastante éxito. Durante
las maniobras conjuntas con los helicópteros Westland Puma y Sea King,
el avión turbohélice IA.58A ocupó fácilmente una posición ventajosa para
el ataque. Según los resultados de las pruebas, se concluyó que el Pukara no tenía ningún interés para la Fuerza Aérea Británica. Sin
embargo, este vehículo, cuando se usaba correctamente, era capaz de
luchar contra helicópteros y realizar ataques efectivos contra objetivos
terrestres.
Poco
antes de finalizar el programa de pruebas, el avión de ataque argentino
IA-58 Pucara capturado fue presentado en una exhibición estática en el
espectáculo aéreo Royal International Air Tattoo, celebrado en la base
aérea de Greenham Common. El avión también participó en una jornada de puertas abiertas en la escuela de pilotos de pruebas de Boscombe Down.
Un
avión de ataque argentino IA-58 Pucara capturado durante el espectáculo
aéreo Royal International Air Tattoo en la base aérea británica
Greenham Common, 23 de julio de 1983.
El
9 de septiembre de 1983, el avión de ataque ligero IA-58A Pucara,
número de cola A-515, se convirtió en una exhibición en el Museo
Aeroespacial de la RAF en Cosford y permanece allí hasta el día de hoy.
Incluso
antes del inicio de la producción en masa, el avión de ataque IA-58
Pucará se anunciaba activamente en varios salones aeroespaciales y
exposiciones de armas. Se
llevaron a cabo negociaciones sobre la venta de Pucará con Bolivia,
Venezuela, Mauritania, Marruecos, Paraguay, Perú, Irak y la República
Centroafricana. Aunque los
compradores de países del tercer mundo se interesaron activamente por
él, se firmaron pocos contratos de exportación. Esto
se debió principalmente a la falta de voluntad de Argentina para
suministrar aviones a crédito y a la fuerte influencia de factores de
política exterior. Como resultado, los gobiernos de Venezuela y Marruecos optaron por comprar el OV-10 Bronco estadounidense.
Uruguay se convirtió en el primer comprador extranjero del Pucará. En
la Fuerza Aérea de este estado centroamericano, seis aviones de ataque
turbohélice de fabricación argentina reemplazaron a los AT-6 Texan y
P-51 Mustang de pistón, que estaban destinados principalmente a luchar
contra los insurgentes.
IA-58A Pucará de la Fuerza Aérea Uruguaya
Actualmente,
todos los IA-58A uruguayos no están preparados para el combate, por lo
que se está considerando la cuestión de su revisión y modernización al
nivel del IA-58D Pucará Delta. A partir de 2017, la Fuerza Aérea Uruguaya podría volar tres Pucaras. Estos vehículos se encuentran actualmente almacenados.
A
fines de la década de 1980, el gobierno argentino, debido a recortes en
el presupuesto militar, anunció su intención de vender 40 aviones de
ataque usados. Colombia y Sri Lanka, que en ese momento se encontraban en guerra civil, se interesaron por esta propuesta.
IA-58A Pucará de la Fuerza Aérea Colombiana
Hay
muy pocos detalles sobre las operaciones de los aviones de ataque
turbohélice IA-58A en Colombia; en total, este país adquirió 6 aviones
de ataque. Se sabe que los
Pucar, junto con los aviones de ataque OV-10 Bronco y A-37 Dragonfly de
fabricación estadounidense, lanzaron bombas de 113 y 227 kg y
dispararon cohetes no guiados contra objetivos de grupos armados de
izquierda y militantes de cárteles de la droga en Los Llanos. área. Según datos de referencia, los aviones IA-58A actualmente no figuran en la composición operativa de la Fuerza Aérea Colombiana.
IA-58A Pucará de la Fuerza Aérea de Sri Lanka
Sri Lanka compró cuatro IA-58A en 1993. Estos vehículos participaron activamente en operaciones contra los separatistas tamiles. Los
aviones de ataque con turbohélice realizaron reconocimientos armados,
bombardearon y guiaron los cazabombarderos Kfir C.2 y F-7B/G, así como
los aviones de transporte militar Y-8 de fabricación china transformados
en bombarderos.
En
su lucha contra los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE),
reconocidos como organización terrorista, los aviones de ataque ligero
Pukara mostraron sus mejores cualidades: gran potencia de fuego,
excelente visibilidad desde la cabina, buena maniobrabilidad, sencillez,
fiabilidad y capacidad de basarse en Aeródromos temporales mal
preparados.
Sobreviviendo al avión de ataque turbohélice IA-58A en el Museo de la Fuerza Aérea de Sri Lanka
Muy
pronto, Pukara, que molestó mucho a los militantes, se convirtió en un
objetivo prioritario para sus sistemas de defensa aérea. Durante
las misiones de combate, un avión fue derribado por fuego de una
ametralladora antiaérea de gran calibre y dos más fueron víctimas de los
MANPADS Strela-2M. El
último IA-58A superviviente fue retirado del servicio en 1999 debido a
la escasez de piezas de repuesto y ahora se exhibe en el Museo de la
Fuerza Aérea de Sri Lanka. Para
compensar la pérdida de aviones de ataque IA-58A, el gobierno indio
transfirió varios cazabombarderos MiG-27 de geometría de ala variable. Sin
embargo, los MiG de alta velocidad con poderosas armas incorporadas en
forma de un cañón de 30 mm de seis cañones y una carga de combate mucho
mayor son menos adecuados para operaciones de contrainsurgencia y tienen
costos operativos muchas veces mayores.
Actualmente, los aviones de ataque IA-58A Pucará se consideran obsoletos física y moralmente. A
pesar de esto, el comando de la FAA inició un importante programa de
revisión y modernización, por el que deberían pasar al menos 15 aviones
construidos en la segunda mitad de los años 80. Actualmente,
la Fuerza Aérea Argentina cuenta con 24 aviones de ataque turbohélice,
pero una parte importante de ellos está sujeta a desmantelamiento en un
futuro próximo debido al agotamiento total de la vida útil de la célula.
Todos los Pukars capaces de volar están consolidados en dos escuadrones de ataque con base en el aeródromo Daniel Yukic.
Imagen satelital de Google Earth: avión de ataque turbohélice IA-58A Pucara en el aeródromo Daniel Jukic
La
creación del avión de ataque modernizado fue llevada a cabo por el
antiguo desarrollador y fabricante en serie del avión Pucará, la empresa
estatal argentina Fabrica Argentina de Aviones (FAdeA) en Córdoba,
junto con la corporación israelí Israel Aerospace Industries (IAI).
Además
del nuevo complejo de aviónica, suministrado por otra empresa israelí,
Elbit Systems, el avión recibió una nueva ala y motores Pratt &
Whitney Canada PT-6A-62 con una potencia de 950 CV, con hélices de
cuatro palas. La aviónica
actualizada debería ampliar significativamente las capacidades de
búsqueda y ataque de los aviones de ataque, garantizar el uso de
municiones aéreas guiadas modernas e incluye un telémetro
láser-designador de objetivos, un radar de apertura sintética y modernos
equipos de comunicación y navegación. El
avión mejorado podrá transportar un contenedor con sensores infrarrojos
pasivos, lo que mejorará su capacidad para buscar y destruir objetivos
en la oscuridad. Está
previsto que los cañones Hispano-Suiza HS.804 de 20 mm y las
ametralladoras Browning FN de 7,62 mm sean reemplazados por cañones DEFA
554 de 30 mm.
IA-58H Pucará
El
avión IA-58H Pucará rediseñado con número de cola A-561, destinado a
probar nuevos motores, realizó su primer vuelo el 24 de noviembre de
2015. Otro avión de ataque con el número A-568 fue reconvertido para probar sistemas electrónicos.
IA-58D Delta de Pucará
El
avión completamente modernizado y reacondicionado recibió la
designación IA-58D Pucara Delta (a veces denominado IA-58 Fenix). Se prevé que el avión de ataque turbohélice modernizado permanezca en servicio hasta 2045.
A comienzos de 1845 va a reanudarse la lucha en el territorio argentino, pero la guerra nunca ha estado interrumpida. En el Uruguay combaten tres ejércitos de la Confederación y en el de Oribe figuran batallones argentinos. También ha habido algún encuentro insignificante en Entre Ríos, promovido por el gobernador de Corrientes. Pero ahora Rosas tendrá frente a él al más notable de nuestros militares, el general Paz, que acaba de ser designado en Corrientes jefe del Ejército Aliado Pacificador, y que ya ha comenzado a organizar sus tropas. Este nombramiento no es la única habilidad del gobierno correntino. Su tratado de comercio con el Paraguay, que Rosas considera una traición, porque una provincia no puede pactar con el extranjero, es el primer paso hacia una colaboración militar.
Manuel Oribe venció a Fructuoso Rivera en Arroyo Grande (6 de diciembre de 1842). Este perdió todo su ejército, y hasta sus pistolas y espada de honor, que arrojó para poder huir. Este hecho de armas significó el fin de la Federación del Uruguay que Rivera presidía. Luego de esa batalla, las tropas rosistas comandadas por el general Oribe atravesaron el Uruguay, mientras que las tropas de Rivera huían hacia Montevideo sin ofrecer resistencia. Después de eso, ya Oribe con casi la totalidad del País en su poder. Se propuso sitiar Montevideo, en un sitio que duraría nueve años y seria recordado por la histografia uruguaya como “Sitio Grande”. Y establecer su sede de Gobierno en lo que hoy se conoce como el barrio del Cerrito de la Victoria, en lo que era para ese entonces las afueras de Montevideo.
Fructuoso Rivera, que no había ejercido actos de gobierno sino al pasar, en los puntos que ocupaba con sus armas, era seguido por el ejército al mando de Urquiza, quien lo alcanzó en la sierra de Malbajar, y lo obligó a traspasar la frontera y asilarse en Río Grande. Rivera se dirigió en nombre del gobierno oriental al marqués de Caxias, comandante en jefe de las fuerzas del Imperio en esa provincia, con quien había tenido negociaciones por intermedio de su secretario don José Luis Bustamante. Allí pudo reorganizarse con los auxilios de armas, vestuarios y caballos que recibió. Los últimos días de enero de 1845 pasó a la frontera oriental. Sus divisiones, al mando de los coroneles Flores, Freire y Silveira, sostuvieron choques sin importancia con las de Urquiza; pero como él pasase a mediados de febrero del norte al sur del río Negro y pusiese asedio a la villa de Melo, Urquiza reunió sus fuerzas y el 21 se movió del Cordobés en dirección a Cerro Largo. Rivera se ocultó en la sierra del Olimar y Cebollatí. Urquiza contramarchó el 23 del Fraile Muerto, y se dirigió por el camino de la cuchilla, con el designio de ponerse al flanco derecho y salirle a vanguardia. Pero fue inútil. Rivera, conocedor del terreno, hacía marchar y contramarchar a Urquiza con el objeto de arruinarle las caballadas y caer sobre él en un momento propicio. Así permanecieron hasta el 31 de marzo en que Urquiza se movió de su campo de Los Chanchos, al saber que Rivera a la cabeza de 3.000 hombres se dirigía a tomar el pueblo de Minas. Urquiza pudo impedírselo llegando a tiempo a la barra de San Francisco, pero tuvo que permanecer en este punto para dar descanso a sus caballadas. El 21 Rivera reunió todo su ejército y se dirigió sobre Urquiza. El 25 se avistaron ambos ejércitos, y el 26 tomó posiciones en los campos de la India Muerta.
Rivera tenía poco más de 4.000 hombres; Urquiza tenía 3.000, en su mayor parte veteranos. Al salir el sol del 27 de marzo, Urquiza hizo pasar dos fuertes guerrillas por el arroyo Sarandí, y tras éstas adelantó sus columnas tendiendo su línea a tiro de cañón de Rivera, y compuesta la derecha: de la división entrerriana al mando del coronel Urdinarrain; centro: tres compañías del batallón Entre Ríos y tres piezas de artillería al mando del mayor Francia; izquierda: ocho escuadrones de caballería, dos compañías de infantería y la división oriental al mando del coronel Galarza. Los escuadrones entrerrianos llevaron una tremenda carga a sable y lanza sobre la izquierda y el centro de Rivera, compuesta la primera de milicias últimamente incorporadas de los departamentos de río Negro, y el segundo de un batallón de infantería y dos piezas de artillería, respectivamente mandados por los coroneles Baez, Luna, Silva y Tavares. Las cargas de los federales fueron irresistibles, y bien pronto quedó reducida la batalla sobre la derecha de Rivera, donde estaban sus mejores fuerzas al mando del general Medina, jefe de vanguardia. Ante el peligro de ser flanqueado y envuelto, Rivera se dirigió personalmente a su izquierda para rehacerla, lo que pudo conseguir trayendo algunos escuadrones al combate. Pero Urquiza lanzó entonces sus reservas, y después de una hora de lucha encarnizada lo derrotó completamente, matándole más de 400 hombres, entre los que había treinta y tantos jefes y oficiales; tomándole como 500 prisioneros, el parque, caballadas, toda su correspondencia, y hasta su espada con tiros y boleadoras.
“Te noticié del suceso malhadado del 27 –le escribe Rivera a su esposa- desgraciadamente volví a sufrir otro contraste que nos obligó a pasar el Yaguarón un poco apurados. Yo perdí parte de la montura y desde ese día estamos bajo la protección de las autoridades imperiales”.
Esta victoria destruyó para siempre la influencia militar del director de la guerra contra Rosas.
En Buenos Aires, donde llega la noticia el último día de marzo, se celebra el triunfo con grandes fiestas: fuegos artificiales, descargas, iluminación, embanderamientos y manifestaciones callejeras con música. Una columna de cuatro a cinco mil personas llega a Palermo. Van diputados, jueces, funcionarios. Rosas no se presenta a recibir su homenaje y son atendidos por Manuelita.
A fines de enero, el almirante Brown, por orden de Rosas, ha restablecido el bloqueo. No ya el bloqueo parcial, como el año anterior, a ciertas mercaderías y la exención para Inglaterra y Francia, sino el absoluto. Pero el almirante Lainé lo desconoce. Convertido desde el año anterior en enemigo de Rosas, en otro Purvis, aplaude a los legionarios y dice no poder disolverlos porque ellos ya no son franceses. Al mismo tiempo, hostiliza a Oribe, desconoce sus derechos y no permite que otros franceses se vayan a Buenos Aires. Ha establecido en Montevideo, una indudable intervención. El es quien ahora manda allí. Muy poco falta para que la ciudad quede ocupada por Francia. Rosas, entonces decreta, con la indignación de los representantes de Francia e Inglaterra, que no entren en Buenos Aires, verdadero puerto de destino, los barcos que hayan tocado en Montevideo.
Después de India Muerta la caída de Montevideo pareció inevitable. El gobierno mismo llegó a declarar que la ciudad no podía sostenerse cuarenta días con sus solos recursos. Oribe a convocado en mayo para la renovación de la asamblea legislativa y elecciones de presidente de la República, y propone la rendición. Rechazada, se prepara a atacar. Lainé e Inglefield declaran que no permitirán la caída de la ciudad. Y es entonces cuando la proveen de armas, municiones y víveres y cuando desembarcan tropas. Y el gobierno de Montevideo escribe al del Brasil unas palabras infames y vergonzosas según las cuales el Uruguay, en casi de tener que entregarse a un poder extranjero, “antes que sucumbir bajo la cuchilla de Rosas” –palabras textuales- “se echaría con preferencia en los brazos de un poder americano”. Es decir, que antes de ser gobernados por su compatriota Oribe, héroe de la independencia uruguaya, uno de los “33” y jefe de Ituzaingó, prefieren ser brasileños esos malos uruguayos, prefieren entregar su patria al Brasil, el único y perpetuo enemigo de su independencia.
Una vez más, los extranjeros impiden la caída de Montevideo. Ahora sólo la defienden cuatrocientos nueve orientales. El resto de las tropas son esclavos, en su mayoría pertenecientes a extranjeros y en número de seiscientos dieciocho; y dos mil quinientos extranjeros, de los cuales mil quinientos cincuenta y cuatro franceses. ¿Qué se han hecho los mil franceses restantes? Los más serios, así como otros que no formaron nunca en la legión, se han refugiado en Buenos Aires. Desde aquí dirigen una petición al gobierno francés, en donde se lee estas palabras significativas: “El señor Lainé, ¿ha sido enviado para proteger al partido agonizante que domina en Montevideo, o para protegernos a nosotros?”. Ese partido agonizante, esos cuatrocientos nueve hombres, ahora que el ejército de Rivera no existe, representan para Francia e Inglaterra el Estado Oriental. Y en nombre de ese puñado de individuos, Francia e Inglaterra vienen a meterse en la política del Plata, a mandar como dueños, a imponerse con sus cañones.
¿Y los emigrados? El número de los argentinos que defienden la plaza es de apenas ciento treinta. Muy pocos más son los que llevan armas. Los demás están en Buenos Aires o en el Brasil. Pero esos pocos argentinos son los dueños del gobierno de Montevideo, principalmente Florencio Varela. Ha de estar alegre Varela, al ver el resultado de su misión a Europa, al ver a su patria próxima a entrar en guerra contra las dos grandes potencias del mundo, en peligro de ser destruida y desolada.
SUMARIO: 1. Introducción – 2. Un
escenario trágico – 3. El marco histórico – 4. Los prolegómenos. La situación
en uno y otro bando – 5. Posicionamiento de las fuerzas – 6. Descripción de la
batalla – 7. La degollatína – 8. Rumbo a Yaguarón – 9. Júbilo en el Cerrito –
10. Celebración en Buenos Aires – 11. Después de India Muerta – 12. Conclusión
– 13. Apéndice documental
1. Introducción.
Solamente por aquello de que “la
Historiala escriben los ganadores” puede explicarse que la segunda batalla de
India Muerta (27 de marzo de 1845), y sus ulterioridades, hayan sido siempre
soslayadas en nuestra historiografía oficial. En el marco dela Guerra Grande,
Fructuoso Rivera, quien gustaba ser tenido por “un oriental liso y llano”,
llega a India Muerta, con su ejército colorado-unitario, urgido de triunfar,
para descomprimir en algo la presencia del ejército de Manuel Oribe en campaña
y para oxigenar al gobierno “dela Defensa”, encerrado en Montevideo desde que
las fuerzas blanco-federales sitiaran la ciudad, en 1843, tras la acción de
Arroyo Grande. Él es consciente de esa presión y por eso sus horas previas a
aquel día nefasto estuvieron impregnadas de dramatismo, aunque se cuidó muy
bien de no transmitirle esa sensación a la tropa. Y pierde, lo que
transitoriamente lo saca del conflicto y va creando condiciones que
repercutirán en el proceso histórico del Uruguay durante largo tiempo.
¿Y por qué dar batalla en India
Muerta y no en otro lugar? Buscando respuestas, porque era un terreno que
conocía muy bien, en proximidades de la estanciaLa Tuna, de su amigo Francisco
de los Santos (no el chasque artiguista, sino el otro, el que fue alcalde
ordinario de la villa de Rocha), donde se sentía como en su propia casa y
donde, cuentan, solía llegar cada tanto. Y, seguramente, por la cercanía de
este territorio con el Brasil, lo que facilitaría las cosas al momento de ser
necesario obtener refugio, atento a la afinidad de Don Frutos con los
imperiales.
2. Un escenario trágico.
General
Justo José de Urquiza
India Muerta es un nombre que se
repite en la geografía y en la historia del departamento de Rocha. En la
vastedad territorial que encierran estas dos palabras, hay lugar para un
arroyo, un bañado, una cuchilla y, en los tiempos modernos, hasta una presa.
Nombre de un pago de leyendas y,
él mismo, de leyenda. Denominación de uso corriente desde los siglos
XVII-XVIII.
De manera singularísima, India
Muerta tuvo dos capítulos, en lo que a batallas se refiere, separados uno del
otro por casi treinta años, en la primera mitad del siglo XIX. El protagonista
común a ambas acciones militares fue Rivera, derrotado una y otra vez.
En el paraje El Higuerón, entre
los arroyos India Muerta y Sarandí deLa Paloma, el entonces teniente de Artigas
resulta vencido por las fuerzas portuguesas invasoras dela Banda Oriental, al
mando del mariscal Pinto, el 19 de noviembre de 1816. Con el camino expedito,
Carlos Federico Lecor avanza sobre Montevideo, aún cuando Juan Antonio
Lavalleja, Fernando Otorgués y el propio Rivera lo hostilizan hasta las propias
puertas de la capital.
Exactamente 28 años y 135 días
después, el 27 de marzo de 1845, el ahora general Rivera sella su destino
militar y deja toda la campaña oriental en manos de su adversario, brigadier
general Manuel Oribe, en el mismo lugar geográfico, cayendo derrotado a manos
del caudillo entrerriano Justo José de Urquiza. Eran tiempos de la llamada
Guerra Grande, período histórico complejo y no siempre entendido.
3. El marco histórico.
Entre los años 1830 y 1890, el
Uruguay vivió en una permanente inestabilidad política y económica. Nuestro
país estuvo caracterizado, hasta los primeros años del siglo XX, por el
enfrentamiento armado entre los dos “bandos” o “divisas”, después partidos
tradicionales, Colorado y Blanco o Nacional.
Estas luchas fueron llamadas,
genéricamente, “guerras civiles”. La más extensa de ellas fuela Guerra Grande,
dividida en dos períodos: 1839-1843 y 1843-1851.
Los primeros gobiernos
constitucionales se enfrentaron con una situación socio-económica no contemplada
por nuestra Constitución primigenia, donde las dicotomías campo-ciudad,
doctor-caudillo, civilización-barbarie, trajeron aparejados enfrentamientos de
índole comercial que aparecían como meras cuestiones personales o caudillescas.
Estos estuvieron determinados, en todo momento, por la presión de Brasil,
Argentina, Francia e Inglaterra. Las respectivas escuadras apostadas en el Río
dela Platatenían como misión sofocar o promover enfrentamientos, de los que
siempre buscaban ventajas comerciales o económicas.
De esta forma, los conflictos
“locales” se transformaban en verdaderas guerras internacionales. A su vez, los
caudillos estaban vinculados con sectores económica e ideológicamente afines de
los países limítrofes: los blancos de Manuel Oribe con los federales de Juan
Manuel de Rosas, los colorados de Fructuoso Rivera con los unitarios
argentinos. Esa diferencia ideológica desencadenóla Guerra Grande, pero podemos
encontrar también como causales de este conflicto, como lo presentan algunos
autores, la lucha del nacionalismo americanista contra el imperialismo
europeizante, o la confrontación de la “civilización” con la “barbarie”. A todo
esto, las dos potencias coloniales del siglo XIX, Francia e Inglaterra, se
introducían en los asuntos internos del Río dela Platay del Brasil, para lograr
el control de la actividad comercial. Los centros industriales europeos
necesitaban materias primas (carne, cuero y lanas) y las tensiones sociales
tenían como válvula de escape la emigración. ¿Dónde se podían satisfacer todas
esas necesidades? En América y, sobre todo, en el Río dela Plata.
Lasoligarquías autóctonas (latifundistas, comerciantes) aceptaban tal estado de
cosas, pues respondía muy bien a la situación, a sus intereses, por ser ellos
también importantes productores agropecuarios. Además, como las incipientes
artesanías nacionales aún no se habían transformado en verdaderas industrias,
resultaba conveniente, para satisfacer las necesidades del consumo, abrir las
puertas del Río dela Platay la navegación hacia el interior (ríos Paraná y
Paraguay).
Estos puertos recibían
mercaderías europeas, favorecidas por el liberalismo económico, manifestado a
través de la ausencia de trabas aduaneras y, cuando Juan Manuel de Rosas
insinuó aplicar estas trabas desde su gobierno en provecho de su sector
estanciero-saladeril, los imperialismos promovieron movimientos sediciosos
contra el mismo. En esencia, la Guerra Grandefue la gran lucha de los sectores
económicos para obtener la supremacía de sus intereses. Además de, en expresión
de Juan E. Pivel Devoto, “un drama íntimamente ligado a la configuración de
las nacionalidades de la Cuenca del Plata”.
4. Los prolegómenos. La situación en uno y otro bando.
A comienzos del mes de marzo de
1845, la vanguardia del general Fructuoso Rivera es derrotada en la zona de
Cerros Blancos, lo que obliga al caudillo a una nueva maniobra de repliegue.
Desde esa fecha, el ejército riverista empieza a concentrarse, a partir de una
decisión que respondía a la necesidad de disminuir la presión que las fuerzas
de Manuel Oribe estaban realizando sobre Montevideo, mediante alguna maniobra o
ataque. A los efectos concernientes se procura mejorar el armamento y el
equipaje.
Un oficio del general Justo José
de Urquiza aporta sustanciosa información sobre la forma como se abasteció el
ejército del general Rivera: “Por pasados del Pardejón, se sabe que todo el
cuerambre que aquel pícaro robó, mientras estuvo en el Departamento de
Tacuarembó, fue enviado a Valles (Bagé) en 82 carretas, y que en retorno recibió
en los Corrales, armamento, municiones y ropa”.
El 19 de marzo las fuerzas
riveristas son observadas marchando desde el río Cebollatí en dirección al
Valle del Aiguá. Una vez alcanzada la zona de Aiguá, el general Rivera destacó
efectivos sobre Maldonado, los que sostuvieron algunos tiroteos con fuerzas
oribistas.
Teniendo informes de la
aproximación de la columna del general Urquiza, el día 21, en horas de la noche
y con lluvia, el general Rivera emprende la marcha, retornando en dirección del
Cebollatí. El 22 llegan al arroyo Alférez, cruzándolo por el Paso de Los Talas.
El día 23, los escuadrones del
coronel Camilo Vega, de Méndez y de Brígido Silveira, hostilizan la vanguardia
del general Urquiza, al tiempo que el general Rivera designa al también general
Anacleto Medina para concurrir ala IsladeLa Paloma, junto con los coroneles
Olavarría y Caraballo, a esperar la llegada de un contingente de hombres y
municiones.
El 26 de marzo ocurren dos hechos
significativos en el campo riverista. Por un lado llega un parte del coronel
Camilo Vega, desde la retaguardia, informando que las fuerzas que presentaba la
columna del general Urquiza eran superiores a las propias. La gravedad de esta
noticia requería una nueva evaluación de la situación y el general Rivera
convoca un Consejo de Guerra, el cual se reúne a las 9 de la noche.
El resultado del Consejo fue que,
pese a lo informado por el coronel Vega, se diese batalla. La decisión se
fundaba en que la apreciación de la situación realizada por Vega podría ser
exagerada, en primer lugar, y que el terreno elegido para librar el combate era
favorable, en segundo término.
En horas de la noche una partida
riverista captura un cierto número de caballos del general Urquiza, mientras se
ultiman los detalles para dar la decisiva batalla, al día siguiente.
En la madrugada del día 27 arriba
al campo del general Rivera un ayudante del general Medina, comunicando la
opinión del mismo en el sentido de no apresurarse y comprometer un encuentro
hasta no contar con los refuerzos esperados, en virtud de ser inferiores los
efectivos que se tenían.
Este es el
único retrato auténtico de Fructuoso Rivera, según un daguerrotipo tomado en sus
últimos años de vida. «Don Frutos» murió en 1854, cerca de los 70 años.
A todo esto, luego de haber
derrotado a la vanguardia riverista en Cerros Blancos, el general Urquiza
(quien había ingresado a territorio del Estado Oriental del Uruguay el 11 de marzo
de 1843, tras gestionar el brigadier general Manuel Oribe la presencia de un
segundo ejército blanco-federal en nuestro territorio, frente a la amenaza que
representaba el general Rivera, habiendo mantenido en esos dos años dos
encontronazos con Don Frutos, con suerte dispar: Puntas del Guaviyú y Puntas
del Yí) se mantenía en persecución de las fuerzas enemigas, a dos días de
marcha. En efecto, el 23 de marzo el general Urquiza cruzaba el arroyo Aiguá, a
la altura del Paso de Cortés. Su vanguardia se tirotea en el Valle de Fuentes
con las fuerzas de los escuadrones de los coroneles Vega, Méndez y Silveira.
Para este momento, el general
Urquiza pone en ejecución un plan. El mismo consiste en aparentar un número
menor de fuerzas de las que realmente poseía. Para llevarlo a cabo había tomado
dos precauciones: primero disimular una columna de mil lanceros entrerrianos,
que seguían a la distancia al convoy de carretas que acompañaba al ejército,
marchando de noche y con el máximo de sigilo para no ser descubiertos. La
segunda precaución adoptada fue la de ocultar un considerable número de
soldados de infantería en las carretas, disimulando así la verdadera potencia
que tenía y que escapó de los bomberos del general Rivera.
5. Posicionamiento de las fuerzas
Orestes Araújo confirma que el
choque de las fuerzas se produjo “en el paraje conocido por el Higuerón, entre
el (…) arroyo dela India Muertay el Sarandí deLa Paloma”. Si nos atenemos a la
descripción de la batalla inserta en el Boletín Histórico del Ejército, números
275-278, del año 1989, tenemos que el día 27, Rivera forma su línea de batalla,
adoptando la forma de un martillo, recostando su espalda sobre el arroyo de
India Muerta. El flanco derecho y una parte del centro estaba compuesto de las
Divisiones del coronel Luciano Blanco, de Freire, de Cuadra y del coronel
Costa, jefe del Estado Mayor.
En un espacio entre el centro y
el ala izquierda se ubicó una sección de infantería a órdenes del coronel
Lorenzo Flores, alias “El Chileno”. Junto a esta sección se había colocado una
culebrina de a 8, con su dotación, al mando del capitán Augusto Verger.
Por su parte, el ala izquierda la
formaban las Divisiones de los coroneles Fortunato Silva, que la comandaba, y
Luna, permaneciendo de reservala Divisióndel coronel Bernardino Báez. Consigna
Isidoro de María, en sus “Anales dela Defensade Montevideo (1842-1851)”, que
“el total de esas fuerzas no excedía de 3.200 hombres de caballería,
perfectamente bien montados y decididos, pero medianamente armados y
municionados. Figuraban en ellas jefes experimentados como Viñas, Quintana,
Camacho, Santander, Centurión, Viera, Aguilar, Carrión, Méndez y otros”.
A su vez, el general Urquiza
despliega también sus fuerzas. La derecha estaba formada porla Primera
DivisiónEntrerriana, integrada con seis escuadrones. Sus flancos iban
protegidos por el escuadrón de Dragones Entrerrianos, los lanceros del 1º de
Línea de Buenos Aires, el primer escuadrón dela Novena DivisiónEntrerriana y un
escuadrón de Orientales. Quedaban en la reserva de esta ala, el primer
escuadrón Escolta dela Libertad, así como los números 2 y 3 dela División
Flores.
El centro, estaba integrado por la
2º Compañía y los Volteadores del Escuadrón Entrerriano, así como también un
piquete de artillería. La reserva la conformaban el escuadrón Escolta de
Urquiza y otro escuadrón Oriental.
Mientras tanto la izquierda la
componen la 3º División Entrerriana (con cuatro escuadrones de caballería) más
un escuadrón Oriental. Flanqueaban esta ala izquierda el Batallón Nº 3 de
Buenos Aires, reforzado con una Compañía de Voluntarios dela Colonia, dos
Compañías más de Voluntarios dela Coloniay Soriano, el Batallón Nº 4 de Buenos
Aires y los Dragones de Buenos Aires.
La reserva del ala izquierda la
integraban la 6º División Entrerriana (con cuatro escuadrones), así como dos
Compañías de Minas y Maldonado. “El bagaje a retaguardia, dejando a su espalda
el arroyo Sarandí. Los jefes de División eran Urdinarrain, Galarza, Palavecino,
Díaz y Barreto. En el mando de los escuadrones, flanqueadores o de reserva,
figuraban Hermelo, Muñoz, Píriz, Peñarol, (Bernardino dela Cruz) Olid y
Zipitría”. (Isidoro de María, opúsculo citado)
6. Descripción de la batalla.
Son las siete de la mañana. La
batalla principia chocando las guerrillas. Seguimos a De María: “El
ejército de Urquiza tenía necesariamente que salvar obstáculos para poder
batirse. El terreno se los presentaba, por una parte, en la cañada de
vertientes que se interponía a su paso entre los dos ejércitos, y por otra un
fangoso zanjón”.
Con dificultad y bajo un violento
fuego, las fuerzas del general Urquiza, protegidas por sus cuerpos de
infantería, tienden todas sus líneas, descubriendo su número. La batalla
adquiere el ardor que los contendores ponen en pos de la victoria.
En un combate donde priman las
caballerías, la derecha y el centro del general Rivera cargan violentamente,
arrollando por dos veces la caballería del general Urquiza. Mientras tanto, la
izquierda recibe órdenes para que dé frente al enemigo, en virtud que su
posición era oblicua.
El coronel Fortunato Silva
imparte las órdenes pertinentes para efectuar el movimiento. Pero, inexplicablemente,
la Divisiónen vez de girar se envuelve, no pudiendo los jefes y oficiales dar
las órdenes a tiempo o hacerse escuchar, para impedir el desorden, la confusión
y el desbande. El resultado no es otro que la dispersión. El enemigo advierte
la situación y carga impetuosamente, empujando sin contemplaciones y arrojando
la desordenada División sobre su propia reserva, a la que arrastra en el
desorden.
Sólo el coronel Luna, con sus
tiradores, y el respaldo del sargento mayor Timoteo Domínguez, procura
mantenerse a pie firme, haciendo un nutrido fuego, pero no es suficiente y la
derrota del ala sobreviene. Apreciando el general Urquiza la situación en el
centro y la derecha riveristas, que se estaban imponiendo sobre sus efectivos,
ordena poner en juego sus reservas, haciendo él lo propio con su escolta, para
incrementar el poder.
A esta altura el encuentro se
torna muy cruento. Y surge aquí un nuevo factor decididamente favorable a las
fuerzas blanco-federales: nada menos que la infantería, que en el contacto
comienza, con sus descargas cerradas, a diezmar las filas riveristas.
La derrota de Rivera y su gente
es un hecho y el general apenas consigue evitar su muerte. Telmo Manacorda, en
“Fructuoso Rivera, el perpetuo defensor de la República Oriental”, apunta: “Zumbaban
en el aire las bolas arrojadizas y un juego de ellas trabó las patas del
caballo moro que el general montaba. Si Fausto Aguilar no se tira de un golpe y
a tajo de facón corta la trenza, el general cae prisionero”.
La retirada se realiza tomando
varias direcciones. Unos van hacia Santa Teresa, mientras otros siguen al
general Rivera, hacia el río Cebollatí. A corta distancia, Dionisio Coronel y
su gente, reventando caballos, persiguen al caudillo derrotado y algo más de
doscientos hombres que le acompañan.
La batalla había durado unas dos
horas.
7. La degollatina.
Si por algo ha trascendido esta
segunda batalla de India Muerta, en la memoria colectiva nacional y
particularmente de los lugareños, ha sido por el posterior degüello de
prisioneros ordenada por Justo José de Urquiza. El mismo Urquiza que esa mañana
“mira las polvaredas de las caballerías, empinado hacia atrás en su zaino
malacara, flotante al viento suave, en ámbito de otoño, su poncho blanco
sobrelabrado de rojo”, al decir de Alfredo Lepro.
En su “Ensayo de Historia
Patria”, Hermano Damasceno (H. D.) consigna que “al día siguiente Urquiza
manchaba su victoria haciendo degollar a 500 prisioneros. Él mismo quiso darse
el gusto de presenciar la operación, que se hizo a toque de música”.
Los poetas solariegos han dado
testimonios de tinte trágico del asunto. Mientras José Carduz Viera, en “Solar
heroico”, habla de “la epopeya roja de India Muerta”, José A. Ribot,
en “Nuestro blasón”, se refiere a “un reguero de sangre en India Muerta”.
La poco civilizada costumbre de
cortar la garganta de los prisioneros se mantuvo prácticamente durante la
totalidad de las guerras civiles orientales del siglo XIX, hasta la revolución
de Aparicio Saravia, en 1904. En esencia, se trataba de un acto de venganza
propio de un tiempo de pasiones incontroladas, en una sociedad violenta y
altamente primitiva.
Si bien los “dotores” y los
elementos intelectuales de los bandos enfrentados condenaron siempre esta
práctica, muchas veces transaron con ella y hasta hubo ocasiones en que
animaron a los caudillos a practicarla. Muchas veces se pretendió, incluso,
interpretar las degollatinas como una cuestión humanitaria y entonces los soldados
recorrían los campos de batalla y degollaban sin miramientos a los heridos,
según decían para ahorrarles el dolor del sufrimiento. Era la tristemente
célebre acción de “despenar”. Para la sensibilidad de nuestro tiempo, resulta
difícil entender que quienes practicaban el degüello no fueran individuos
sádicos, que gozaban haciendo correr sangre ajena. Simplemente eran hombres de
su tiempo, convencidos de que la guerra era cuestión de matar o morir, y que no
daban ni pedían cuartel. No para justificarlos, pero es bueno tener presente
aquí aquello de que “no deben mirarse los hechos del ayer con los ojos de hoy”.
8. Rumbo a Yaguarón.
Un curioso
y poco conocido retrato de Manuel Oribe hecho por el gran pintor
constructivista uruguayo Joaquín Torres García
A diferencia de lo ocurrido en
1816, cundo a pesar de la derrota hostigó al invasor Lecor hasta las puertas
mismas de Montevideo, en esta ocasión Rivera debe salir precipitadamente del
campo de batalla. En su huida, cuando pasa porLa Mariscalacon él sólo va ocho
personas, de las más de doscientas que le siguieron desde India Muerta,
buscando el Paso de las Piedras del río Yaguarón, para ganar el Brasil.
Informa Lepro
(opúsculo citado) que “Dionisio Coronel lo persigue sin darle alce. Quien
se retrasaba porque se le cansaba el caballo u otra circunstancia cualquiera
era lanceado sin piedad por el enemigo, dispuesto a terminar con Rivera esta
vez. En la madrugada del 6 de abril han podido dormir un poco, junto al ansiado
Paso de las Piedras; hace días que no descansan y que no pegan los ojos.
Todavía no bien aclarado se siente el galope de las gentes de Coronel y es de
tal manera apremiante el trance que han de salir desnudos y corriendo, derecho
al lagunón cerca del paso, y bracear hasta la orilla brasileña donde la guardia
está alerta, alarmada por el tropel, los tiros y los gritos. (…) A medida que
iban saliendo al otro lado estos adanes que tiritan en el fresco de la mañana,
la guardia brasilera los hace formar, de manera desconsiderada. Los milicos
chacotean con la figura de los refugiados al punto que Rivera, sin cuidarse de
su apariencia extraña y cómica, le dice al Oficial: ‘Soy el jefe de esta fuerza
y si no se me respeta pasaré al otro lado a hacerme matar por mis enemigos’. La
natural dignidad de su acento, primero, y alguien que lo identificó, luego, hicieron
cambiar las cosas y a los que antes se reían ‘do velho pelado e arripiado’
sobrecógelos un sentimiento de asombro: ¡estaban en contacto con el famoso
Frutos Rivera!”.
9. Júbilo en el Cerrito.
Francisco Solano Antuña, en
“Diario del Sitio”, edición del 13 de abril de 1845, estampó la breve crónica
que sigue: “Esta noche hubo salva en el Cerrito, cohetes en el Cuartel
General y en todas partes; iluminación general y espontánea en todas las casas.
Y todo por haber llegado chasque de haber sido prisionero el Pardejón. En medio
de este júbilo universal, díjose, y lo dijo el Sr. Presidente (Oribe), que el
Pardejón había sido sorprendido, batido y despojado de todo cuanto tenía; que á
pié, se arrojó con siete hombres al Yaguarón, pero que lo seguían de cerca, al
Brasil, y no se escaparía. (…) Averiguado está que el Pardejón, fue sorprendido
el día 6, sobre el Paso de las Piedras del Yaguarón, que se le tomó cuanto
tenía, y que con 7 hombres, desnudo, pues que dormía, atravesó el río. De aquel
lado lo recibió la guardia brasilera, y se lo llevó, á pié, dicen, a vista del
Comandante Coronel, Don Dionisio”.
10. Celebración en Buenos Aires.
En Buenos Aires, donde llega la
noticia el último día de marzo, se celebra el triunfo de Urquiza en India
Muerta con grandes fiestas. Proliferan los fuegos artificiales, descargas,
iluminación, embanderamientos y manifestaciones callejeras con música.
Una columna de cuatro a cinco mil
personas llega a Palermo. Van diputados, jueces, funcionarios. Rosas no se
presenta a recibir su homenaje y son atendidos por Manuelita, su hija.
Una publicación afín a don Juan
Manuel subraya: “De esta vuelta creemos que Rivera está definitivamente
liquidado. (…) juntó 4.000 hombres y se vino contra Urquiza -fuerte de 3.000
plazas o menos- y lo atropelló para barrerlo en India Muerta, unas cuarenta y
tantas leguas (…) de Montevideo, el 27 de marzo. El ejército de Operaciones
federal destripó a los riveristas; más de 1.000 hombres dejó muertos en la
batalla. Todo el parque, banderas y desertores quedaron en manos de Urquiza. La
persecución fue famosa y el pardejón tuvo que disparar hacia Brasil, apurado en
tiempo y en pavura. (…) Con esta derrota la situación de los sitiados en
Montevideo se puso más difícil que nunca”.
11. Después de India Muerta.
En el acápite de este artículo se
consigna la importancia histórica de las consecuencias (“ulterioridades”) de
esta segunda batalla de India Muerta. Que, por cierto, no son menores. Veamos:
a) Ocaso militar de Fructuoso
Rivera.
India Muerta apagó para siempre
la estrella rutilante de Rivera en campaña. Aunque retorna en 1846, ya no podrá
reorganizar totalmente sus otrora poderosas fuerzas. Dice Julián Marías que “lo
mismo que una edad significa una cierta altura de la vida, una época no es otra
cosa que una cierta altura de los tiempos”. Apropiándonos del concepto del
pensador español, a esa altura de la vida y de los tiempos llega para el
caudillo la época de su declinación. Aunque, en honor a la verdad, debe
admitirse que la decadencia de su liderazgo nunca llegó a ser total.
b) Destitución y destierro de
Rivera.
El 10 de agosto de 1845,la
Defensade Montevideo declaró cesante a Don Frutos en su cargo de general en
jefe del Ejército Nacional y comunicó al gabinete imperial de Brasil que no
debía dejárselo retornar. El enfrentamiento entre el caudillo y los “dotores”
se concreta y de ahí en adelante, en forma definitiva y más allá de algunos
altibajos, la conducción de la cosa pública la ejercerán los hombres dela
Defensa: Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, Melchor Pacheco y Obes, Joaquín
Suárez y César Díaz, los más notorios y visibles.
c) Toda la campaña en manos
blanco-federales.
Fuera de acción el general
Rivera, las fuerzas de Oribe pasan a controlar todo el interior, quedando
solamente Montevideo en poder de la alianza colorado-unitaria, con apoyo de las
escuadras de Francia e Inglaterra y la incorporación de los legionarios
italianos al mando de Giusseppe Garibaldi.
d) Acentuación de la
federalización del territorio nacional.
Después, y como consecuencia, de
India Muerta, en el gobierno de Oribe, que desde el llamado Sitio Grande
establecido en el Cerrito (andando el tiempo conocido como “dela Victoria”)
hostigaba a Montevideo, se resuelve agregar la frase “¡Mueran los salvajes
unitarios!” al lema oficial “Defensores de las Leyes”.
e) Ominosos tratados firmados con
Brasil.
Con Montevideo sitiada tras sus
murallas y Rivera derrotado en India Muerta, en su último intento de organizar
un ejército en el interior, la suerte de la capital oriental parecía estar
decidida. Fue, sin embargo, la diplomacia de “La Nueva Troya”, al decir de
Alejandro Dumas, la que dio vuelta el curso de los acontecimientos.
Manuel Herrera y Obes, canciller
del gobierno dela Defensa, ideó un plan que consistía en lograr la intervención
del Brasil y, simultáneamente, provocarle a Juan Manuel de Rosas, El
Restaurador para sus seguidores, una sublevación interior. Para lo primero, el
gobierno montevideano envió a Río de Janeiro a Andrés Lamas, con plena facultad
para negociar. Brasil hizo pagar cara su intervención en el conflicto, obligando
a Lamas a firmar cinco ominosos tratados, todos ellos burdamente favorables al
Imperio.
Tales tratados, firmados
finalmente en la capital carioca el 12 de octubre de 1851 y definidos como una
“vergüenza diplomática”, son los mismos que el presidente Atanasio Aguirre
hiciera quemar, en la plaza pública y delante de todo el pueblo, años más
tarde, en 1864. En el de “Límites” se ceden las Misiones Orientales a Brasil.
Urquiza, por una “garantía de cumplimiento”, del 15 de mayo de 1852,
renunció a los derechos argentinos y se adjudica al Imperio del Brasil la plena
propiedad de la zona Norte del Chuy, la laguna Mirím o Merín y el río Yaguarón.
En el de “Alianza” se “garantiza
la nacionalidad oriental”, con el derecho de intervención militar
brasileña en los conflictos internos uruguayos. En el de “subsidios” se le
entrega dinero al gobierno dela Defensa, que sería reembolsado por el gobierno
constitucional al 6% anual y, mientras no se pagase la deuda, Brasil
intervendría las finanzas uruguayas “para mejor asegurar la reconstrucción del
Estado Oriental”.
Por el de “Comercio y Navegación”
los estancieros brasileños con propiedades en el Estado Oriental no pagarían
impuestos por la explotación de sus haciendas y quedaban exentos de milicias,
contribuciones y requisiciones militares; sería común la navegación de los ríos
dela Platay Uruguay (que no era limítrofe) y no así las aguas limítrofes
(laguna Mirím o Merín y río Yaguarón) que serían exclusivamente brasileñas; la
isla Martín García sería “neutralizada”. Por el tratado de “Extradición”,
además de la devolución de criminales, se hacía la de esclavos brasileños
fugados al territorio oriental, entregados a simple requisición y sin trámites
engorrosos; los esclavos no perdían su condición de tales por el hecho de pisar
territorio oriental, no obstante encontrarse abolida la esclavitud en él, y
podrían los estancieros brasileños tener en sus estancias uruguayas los
esclavos que quisiesen, con régimen servil.
12. Conclusión.
Cuando el viajero recorre el
viboreante trazado de Ruta 15, un par de carteles puestos entre las progresivas
78 y 79, unos cinco kilómetros al Sur de villa Velázquez, Capital Histórica del
departamento de Rocha, le recuerdan el lugar exacto de ocurrencia de las dos
batallas de India Muerta. Si traspone el alambrado y se acerca a la estela
recordatoria allí colocada, en la década de 1950, por una institución riverista
hoy desaparecida, ha de encontrar en el desolado paisaje varios de los
elementos que interpretó Juan Manuel Blanes en el cuadro que sobre la acción
militar del 27 de marzo de 1845 pintó, por encargo de Justo José de Urquiza, en
el Palacio San José, residencia del “Tigre de Montiel”, en proximidades de
Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. El arroyo, el rancho (hoy
tapera), la cercana sierra deLa Centinela, el bajío.
Si tiene tiempo para recorrer el
campo y paciencia para buscar, seguramente ha de encontrar algún vestigio
tangible de la batalla: una bola, una chuza, piezas óseas, aún cuando hayan
transcurrido ya más de un siglo y medio largos. Allí fue que el entrerriano
topó a Don Frutos Rivera y, hasta que se colocaron tales carteles, pocos lo
sabían, excepción hecha de los vecinos de la zona. Esto da una idea de la
ignorancia generalizada que varias generaciones de uruguayos tuvieron sobre
este episodio bélico y, más aún, sobre su real importancia.
No parece de recibo caer en
lugares comunes. No se debe simplificar las cosas al extremo de señalar que
aquel fue un enfrentamiento de uruguayos (orientales en aquel tiempo) contra
argentinos; en ambos bandos estuvieron unos y otros.
No es correcto decir que Urquiza
“invadió” territorio del Estado Oriental; antes bien, cruzó la frontera (esa
frontera difusa propia de los conflictos internacionales), ingresando a Uruguay
por el río homónimo. Pues, de lo contrario, deberá admitirse que, con
anterioridad, Rivera había “invadido” territorio argentino, que fue allí,
poniendo un sólo ejemplo, que cayó derrotado frente a las fuerzas del brigadier
general Oribe, en Arroyo Grande.
El episodio de India Muerta que
nos ocupa ocurrió durantela Guerra Grandey en ese contexto, y no fuera de él,
debe ser estudiado e interpretado. Por eso, la estela colocada en el campo de
batalla, cuyo texto es fuertemente subjetivo, responde a una forma de contarla
Historiaque durante muchas décadas prevaleció entre nosotros y que, por cierto,
no representa a quienes creemos que, siendo éstas gestas humanas, ellas
reflejan luces y sombras y no todo debe verse en blanco y negro, sino con sus
matices y colores, aún cuando estos puedan aparecer poco claros.
La segunda batalla de India
Muerta, como la primera, forman parte del patrimonio histórico de los
rochenses. El tiempo vendrá en que sea revalorizada en su justa medida, tarea
en cuya dirección la comunidad de la cercana población de villa Velázquez ha
dado algunos primeros pasos, reuniendo material y objetos representativos en su
Centro Histórico Regional y patrocinando su recreación, cuya segunda versión
está prevista para este año 2009.
13. APÉNDICE DOCUMENTAL
-San Martín de Tours y
Rivera, “salvajes unitarios”.
“Artículo 1º) El francés
unitario San Martín de Tours, que ha sido hasta hoy el patrón de esta ciudad,
habiendo perdido la confianza del pueblo y del gobierno, abandonado por sus
compatriotas, aliado del traidor Rivera y demás salvajes unitarios, es destituido
para siempre del empleo de patrón de Buenos Aires”.
(Insólito proyecto presentado
en la Legislatura porteña y descartado por Juan Manuel de Rosas)
Ciudad sitiada y
cosmopolita.
“Quien quiera hablar en
francés,
en catalán, en vascongado,
todo idioma arrevesado
y que no sepa quién es
y hallarse en un entremés
o en un extraño museo
vaya hoy a Montevideo”.
(Sátira de un gacetillero
federal, Buenos Aires, 1845)
Montevideo “en sus
manos”.
“El gobierno debe protestar,
como protesta ante Dios y la patria y a su nombre reclama del general don
Fructuoso Rivera que acepte toda la responsabilidad que le toca, si estando en
la esfera de la posibilidad, no llena el objeto que le exige para la salvación
de la capital que queda, en este punto, en sus manos”.
(Fragmento del documento del
gobierno dela Defensa, del que fue portador el comandante Doroteo Pérez y que
decidió a Rivera por dar batalla en India Muerta)
Acta.
“Las circunstancias le ponen
en el caso de volver a tomar la iniciativa sobre las fuerzas que sitian su
capital para buscar la incorporación de ambos ejércitos. (…) Que se hace
imprescindible la ocupación al efecto del departamento de Maldonado, para la
colocación del convoy de familias. (…) Que una fuerza enemiga de dos mil
hombres al mando del General invasor Urquiza, que sigue su marcha a retaguardia
del ejército con el objetivo, sin dudas, de cruzar sus miras (…) No solamente
por los motivos expuestos por el General en Jefe, más también para aprovechar
el estado brillante de moral, disciplina y entusiasmo de todos los Cuerpos del
ejército”.
(Fragmento del acta firmada por
todos los jefes presentes junto a Fructuoso Rivera, al decidirse dar batalla en
India Muerta)
“La vida no es para
negocio”.
“¡A formar, muchachos, que al
que le toque macho este día que se haga delgao y a lo hecho pecho: sacrificarse
por la Patria, que la vida no es para negocio!”.
(Proclama leída por varios
soldados que corrían entre las filas riveristas, antes de aclarar el 27 de
marzo, cuando se mandó ensillar)
“ …pardejón incendiario
…”
“¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios!
Excmo. señor Gobernador y
Capitán General de la Provincia de Buenos Aires, Brigadier don Juan Manuel de
Rosas.
Campo de la victoria de la
India Muerta, marzo 27 de 1845.
Mi predilecto amigo:
Con sólo 3.000 valientes del
ejército de operaciones á mis órdenes, me propuse seguir al salvaje unitario
pardejón incendiario Rivera, para con este número obligarlo á la batalla que
mil veces ha rehusado. Alucinado sin duda por la superioridad numérica de sus
hordas (que todas las había reunido), se dispuso á esperarme como con 4.500
bultos; y aún no eran las siete de la mañana cuando se dió principio á la
batalla que acaba de terminar con el más espléndido triunfo para las armas
argentinas y orientales que tan dignamente combaten por las leyes é
instituciones de ambas Repúblicas, contra los salvajes unitarios, nuestros más
encarnizados enemigos. Como 1.000 cadáveres salvajes unitarios y 500
prisioneros, son los timbres de esta jornada de honor, que inmortalizará el
renombre de los valientes que me honro en mandar, y de cuya bravura me ha
cabido la gloria de ser testigo. Nuestra pérdida es tan corta, que sólo por
ahora se notan algunos heridos y pocos muertos. Empeñado en la persecución,
sólo tengo tiempo para dirigirle mis más ardientes felicitaciones, las que se
servirá aceptar á nombre de todos los valientes que han participado de esta
gloria. Se me olvidaba decirle, que entre los prisioneros está toda la
infantería de los salvajes unitarios y un único cañón de á cuatro que éstos
tenían, todas sus caballadas y porción de armamentos. Tengo el placer de
repetirme su fino e invariable amigo.
Justo José de Urquiza”.
(Carta de Urquiza a Rosas tras la
acción de India Muerta)
“Ya sabes pues que
existo”.
“Mi idolatrada Bernardina: Te
escribí el 5 (de abril de 1845) desde el Paso de las Piedras, noticiándote el
suceso malhadado del 27; desgraciadamente volví a sufrir otro pequeño contraste
que nos obligó, el 7, a pasar el Yaguarón, un poco apurados. El General Medina,
Silva, Viñas, Báez y otros jefes, con mil y tantos hombres, están por la
frontera de Río Grande, también emigrados. Se conservan reunidos y armados,
según aviso que tuve ayer; veremos si conseguimos reunirnos y ver lo que puede
hacerse para salir de aquí e irnos al territorio de Entre Ríos, donde ya está
(José María) Paz. Ya sabes pues que existo y donde me hallo”.
(Carta de don Frutos Rivera a su
esposa, Bernardina Fragoso, tras la derrota de India Muerta)
Rivera, el baqueano.
“Rivera era un consumado
baqueano en la Banda Oriental; conocía palmo a palmo todo su territorio, la
calidad de pastos de sus diversas zonas, sus aguadas, los vados de sus ríos, en
una palabra todos los accidentes y detalles de su topografía. Contaba, además,
con la adhesión de las poblaciones de la campaña; y fundamentalmente, con la
alianza (que en mucho era complicidad) de los vecinos fronterizos, los
riograndenses, a cuyo territorio pasaba las tropas de ganado que se arreaban
sin discriminación de los establecimientos del Uruguay y las continuadas
remesas de cueros de los animales que se sacrificaban. En cambio, los
riograndenses ofrecían a Rivera un refugio seguro para las ocasiones en que no
podía sostenerse en su jurisdicción, y lo proveían de armas, municiones y demás
implementos de guerra”.
(Luis B. Calderón,
“Urquiza-Síntesis de su época, su actuación y su obra”, capítulo VIII, página
104. En términos similares, en cuanto a la condición de baqueano de Don Frutos,
se expresa el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, en su libro “Facundo”,
cuya primera edición apareció en 1845)
Perfil de Urquiza.
“Para el general Urquiza la
campaña que termina con el triunfo de India Muerta fue muy importante. En el
transcurso de la misma hubo de enfrentar un enemigo que era comandado por el
hombre más conocedor de la geografía de lo que entonces era el Estado Oriental
del Uruguay, así como de la idiosincrasia de sus habitantes. Con facilidad el
general Urquiza asimila la forma de combatir utilizada por el enemigo y logra
superar tales dificultades. Se trata de la primera campaña donde el general
asume la total responsabilidad de su conducción. Pondrá en evidencia sus
condiciones de conductor de hombres, logrando mantener la cohesión y la moral
de un ejército que durante más de dos años se bate en constante lucha, fuera de
su territorio. Realiza un muy buen manejo de las fuerzas a sus órdenes,
combinando adecuadamente el empleo de las mismas. Efectúa acertadas
apreciaciones de la situación, pudiendo en función de ellas resolver los pasos
a seguir, sin perder de vista el objetivo fundamental de su misión. Durante
esta campaña hubo de superar dificultades de orden político (en Entre Ríos) y
pérdidas familiares, que pudieron interferir con el cumplimiento de sus órdenes,
pero fue capaz de sobreponerse y mantener la serenidad necesaria para continuar
adelante. Supo, como buen estratega, analizar y pensar cual era la idea de
maniobra de su enemigo, para luego adoptar sus medidas y contrarrestarlo. Así
se explica la aplicación en la marcha previa al encuentro decisivo de un ardid,
donde cuidó al mínimo los detalles tales como el ocultamiento de la infantería
en carretas y el cuidado con que marchó la columna de caballería, que iba a
retaguardia y marchaba sólo de noche. El juicio apasionado de algunos
historiadores pretende arrojar sombras sobre su conducta para con los
prisioneros. En este sentido, debe dejarse constancia que el fragor del
combate, el acaloramiento en la defensa de una causa, no son patrimonio de un
hombre; fue el signo de todo ese período. Aún más: en muchas situaciones el
grupo desinhibe al individuo y lo vuelve agresivo, y no siempre los líderes
están allí en el lugar, justo a tiempo para hacer regresar la razón y el
equilibrio. Diríamos que la historia rioplatense tiene muchísimos ejemplos
donde el hombre, enceguecido por las pasiones, no ha dudado en segar la vida de
su enemigo”.
(Boletín Histórico del Ejército,
números 275-278, Montevideo, 1989)
Leonardo Olivera en India
Muerta.
“(…) posteriormente pasé a
prestar mis servicios de Ayudante bajo las inmediatas órdenes del General don
Ignacio Oribe, hasta que recibí orden de pasar a ponerme bajo las órdenes del
General Urquiza, el cual, al darse la batalla de India Muerta, me nombró
segundo Jefe de la vanguardia, poniendo bajo mis órdenes varios cuerpos de
línea; terminada la batalla, a pocos días me nombró Jefe de la frontera,
separándome de la vanguardia y poniendo bajo mis órdenes las Divisiones de
Pires y Silveyra, y otra compuesta de los presentados, mandada por el entonces
Capitán don Bernardino Olid; hallándome gravemente enfermo llegó el Coronel don
Juan Barrios a Rocha, y yo me retiré a mi casa a atender mi quebrantada salud
(…)”.
(Fragmento de la relación de
servicios prestados por Leonardo Olivera, presentada por él mismo al Estado
Mayor del Ejército, en 1852, con objeto de acogerse a la pasividad)
Santiago Artigas en India
Muerta.
“Interviene en las
operaciones y batallas de la Guerra Grande, entre ellas India Muerta, hasta el
año 1847, en que encontrándose en la guarnición de Salto, ya como Tte, Cnel., a
órdenes del Cnel. Blanco, dicha Unidad fue tomada por el Gral. Servando Gómez,
y pudo salvarse a nado, atravesando el Uruguay, cayendo en la jurisdicción de
Urquiza, quien no lo trató como prisionero, sino como su protegido”.
(Fragmento de la “Hoja de
servicios de Santiago Artigas”, Comando General del Ejército. Santiago Artigas
era hijo de José Artigas y Melchora Cuenca, habiendo nacido en Purificación)
Un protagonista olvidado,
a la postre decisivo en India Muerta.
“(El Coronel) Fortunato Silva
fue uno de los oficiales de mayor prestigio que acompañó al General Rivera,
siendo distinguido por éste con un especial afecto, resultado de innumerables
jornadas compartidas. (…) Personaje casi desconocido, Fortunato Silva cruzó por
la Historia Oriental, en un largo galope iniciado en las fuerzas que junto a
Rivera se batieron en los campos de Rincón y no supo de treguas hasta su
muerte, acaecida en 1846. (…) Y en el año 1845, comparte la suerte del General
Fructuoso Rivera en India Muerta, y por una falla, producto del desorden y
apresuramiento, típico de los momentos previos al comienzo de un combate, la
División bajo su comando no se despliega cambiando el frente, para embestir al
enemigo, quedando enredada de tal forma, que cada intento de corregir esa
situación provocaba mayor desorden primero y la inevitable dispersión después”.
(Boletín Histórico del Ejército,
números 275-278, Montevideo, 1989)
La dispersión.
“(La derecha y el centro de
las fuerzas riveristas) se pronunciaron en completa derrota con el General
Rivera á la cabeza, siendo perseguidos y lanceados hasta el paso de las Piedras
del río Yaguarón, en cuya frontera se detuvieron el General Rivera, los
coroneles Blanco, Mendoza, Centurión y Vidal, y los comandantes Fausto Aguilar,
Paunero, Caraballo y otros muchos jefes, oficiales y tropa que fueron después
sorprendidos. Los restos de la izquierda, perseguidos activamente, tomaron la
frontera de Santa Teresa. El General Medina iba al frente de aquellos restos, y
con él los coroneles Olavarría, Céspedes, Luna, Viñas, Santander, Ramos, Costa,
Mieres, Báez, Silva, Tabares, 140 tenientes coroneles, mayores y oficiales
subalternos. Cerraba la marcha de estos restos un inmenso convoy de familias á
caballo, en carretas y á pie. (…) Después de esto, el coronel Camacho fué
desarmado por los brasileros legales del otro lado del paso de la Laguna en el
Cuareim, con 80 hombres que le seguían, los cuales se dispersaron conchabándose
en las estancias de aquel territorio. Los hermanos Francisco y Manuel
Caraballo, oficiales de caballería del departamento de Canelones, pasaron á
Corrientes con 42 hombres, por el paso de los Libres, frente á la Uruguayana.
El General Rivera con los otros jefes que lo acompañaban fué internado á San
Francisco de Paula. En la frontera del Cuareim se situó una fuerza brasilera
como de 500 hombres, colocando guardias sobre los pasos del río, y como 1.000
en Santa Ana del Livramento. Aquellas guardias desarmaban á todos los emigrados
que caían á los pasos del Cuareim y los largaban luego para que fuesen á
trabajar donde quisiesen”.
(Antonio Díaz, “Historia política
y militar de las Repúblicas del Plata”)
“Cosas de llorar”.
“Más de dos mil viejos,
mujeres y niños llegaron al río (…) aquí, una mujer montada en un caballo flaco
y escuálido, llevaba un niño de delante y dos en ancas, y otro atado a la cola
con los utensilios de su hogar. Allí, una muchachita de nueve o diez años, descalza
y en camisa marchando a pie conduciendo de la brida el caballo en que iba la
madre, o la abuela enferma … acá otro que apenas podía moverse, acompañado de
un hijo mozo que lo llevaba del brazo, con un chiquito a la espalda y el atado
de ropa a la cabeza …”
(Narración del testigo José
Gabriel Palomeque de la huida de las familias del ejército riverista derrotado
en India Muerta, escoltadas por las pocas fuerzas que habían logrado
reorganizar, para la emergencia, Anacleto Medina, Bernardino Báez, Estivao y
Flores. “Cosas de llorar”, dirá Don Frutos, como en Arroyo Grande, el 6 de
diciembre de 1842)
Relato épico.
“Cuenta una tradición
guerrera que en la batalla de India Muerta, durante la cual el general Rivera
fue perseguido, un grupo de gauchos lanceros, sus más fieles soldados, iba a la
carrera formándole detrás un círculo con las lanzas de a rastro para irle
atajando todos los tiros de bolas que los enemigos le venían haciendo en la
persecución. Esta que les narro es una hermosa escena guerrera, que debía ser
pintada por los pintores y cantada por los poetas”.
(Fernán Silva Valdés)
Los cadáveres llegan a
Rocha.
“(Relato de) una persona que,
siendo niña, en el año 1845, dice haber visto desde su casa, situada frente a
la Capilla de la villa de Rocha, una carreta llena de cadáveres, hijos del
pueblo, oficiales y soldados, provenientes de la batalla de India Muerta, los
cuales descargaban en el camposanto ubicado más o menos en el fondo de la
Capilla, actualmente el sitio donde se ubica la Escuela José Pedro Ramírez”.
(Revista dela Sociedad Amigosdela
Arqueología, Tomo III, páginas 222 y 223, Montevideo, edición de 1929)
De ‘padrejón’ a
‘pardejón’.
“A don Fructuoso Rivera,
aludiendo a que era muy libidinoso, (Rosas) le pone el ‘padrejón’. El gaucho
entiende, así le llaman al padrillo. Y es la gente sabihonda la que corrompe el
vocablo, sustituyéndolo por ‘pardejón’, aumentativo de pardo; y de ahí proviene
el error de creer que era mulato, y que subsiguientemente le dijeran el ‘mulato
pardejón’, lo que era, un pleonasmo”.
(Rozas, Ensayo
Histórico-Psicológico, Lucio V. Mansilla, 1898)
Un médico portugués al servicio
de Rivera.
El Dr. Antonio Pereira, médico
portugués natural de Oporto, autorizado el 13 de marzo de 1832, en Buenos
Aires, a ejercer todos los ramos de la Medicina Práctica: cirugía, sangrías y
partos, fue amigo del general Fructuoso Rivera, a quien acompañó a través de
largos itinerarios, en circunstancias muy difíciles, compartiendo las
adversidades de la Guerra Grande.Cuenta su nieto, Hulicer Pereira: “Se
encontró en la batalla de India Muerta (…) y cae prisionero. Pero era compadre
de Urquiza y le había salvado mucha gente. Y cuando lo vio, dicen que Urquiza
le dijo: ‘¡Tú por aquí!’; y mi abuelo le contestó: ‘¿Y qué quiere?’. Entonces
Urquiza lo mandó para Entre Ríos. Pero mi abuelo retornó al Uruguay y se
incorporó al ejército (…) que estaba bajo el mando de Servando Gómez”.
(En base a información contenida
en “Estampas de mi pueblo-Hechos históricos, relatos y anécdotas”, Carlos Julio
Sánchez Pereyra y Víctor Larrosa Moreira, 1999)
Tónico.
Por los salvajes unitarios,
tan hambrientos como rotosos, que se hallan encerrados en la infeliz plaza de
Montevideo.
Dos años y un poco más
de Intervención esperada
de escuadra y de fuerza
armada
que no llegarán más;
a esto vos le aumentarás
del Pardejón la derrota;
su ida al Brasil en pelota
con cerote jabonado,
llorando todo asustado,
y atacado de la gota.
De osamentas salvajunas
podridas y agusanadas
tomarás diez cucharadas
para saciar las hambrunas;
beberéis luego en ayunas
el agua del Yaguarón
por donde huyó el Pardejón
chorreando hasta los talones,
dejando ahí los calzones
a la triple intervención.
De la cerrilla de Luna
formarás una infusión
y te darás una unción
en la boca, a eso de la una;
y si tienes por fortuna
de Vázquez el Peluquín,
cernirás en él hollín
y harás de esto pildorillas,
que tomará cual pastillas
el imbécil D. Joaquín.
A Varela el azufrado
pondrás en destilación
y en alguna Comisión
lo mandarás enfrascado;
ese diablo entisicado
decembrista y vil ladrón
es mezcla de Pardejón
y mestizo en nacimiento:
la cara es de zorro
hambriento
¡¡¡pero las uñas!!! de
Halcón.
La dentadura postiza
de Vázquez boca podrida
antes de que se ponga roída
la fregarás con ceniza
después con vinagre y tiza
pasado por un tamiz
le lavarás la nariz
a Suárez rudo vejete
salvaje, inmundo pebete
lechuzón de la Matriz.
Todo esto lo tomarás
con polvos de la India Muerta
que aunque pasarle te cuesta
a la fuerza tragarás:
de Bloqueo le pondrás
la necesaria porción
mezclando una ración
de cerillas pardejunas
que chuparéis en ayunas,
a las doce, y la oración.
Después de haberte aplicado
esta Receta admirable
de renuncia irrevocable
harás un condimentado:
luego con un Plan chingado
del sabio y sagaz Rivera
te emplastarás la mollera
para aliviar el dolor
y no sentir el calor
de la furiosa carrera.
Licenciado besuguero
Vasco-agarras Maniquí
(Poesía anónima que apareció en
1845, incluida en “Los cantos del payador”, edición de bolsillo)
“Salvajes unitarios”
embargados.
Pancho Cabral.
Francisco Prieto.
Carlos de los Santos.
Pedro Méndez.
Joaquín Puñales.
Marcos Puñales.
Miguel Gabino de los Santos.
Melitón de los Santos.
(Lista de “salvajes unitarios”
cuyos bienes se embargan, partido de India Muerta al Este, año 1845, Juzgado
Letrado de Rocha, Legajo número 17, recogido por Eduardo Martínez Rovira,
“Entre el olvido y la memoria. Apuntes de Rocha y Maldonado”)
Juicio.
“La batalla de India Muerta,
en marzo 27 de 1845, pacificó y unificó definitivamente la campaña oriental,
que quedó desde entonces totalmente sometida a la autoridad del Gobierno del
Cerrito. Pero esta batalla, decisiva en cuanto a la guerra civil y en cuanto a
sus proyecciones internacionales (tuvo gran importancia en la actitud del
Brasil), no significó la tranquilidad del país en cuanto al orden público.
Mucho tenían aún que sufrir los particulares y vecindario pacífico, y aunque no
podemos aquí reseñar la historia militar de la Guerra Grande, digamos, a
grandes rasgos, que quedaba todavía, después de India Muerta, la campaña del
Litoral de Rivera de 1846, la de Garibaldi, y las luchas fronterizas que
arrancando de 1849 duraron hasta el fin de aquella, contando las campañas de
Brígido Silveira y otros jefes que respondían a las autoridades de Montevideo.
El año culminante de la guerra, del punto de vista de la pacificación del país,
es sin duda el año 48, en que se retira vencida la intervención británica, y
vuelven al dominio del Gobierno las plazas de Colonia y Maldonado, defendidas
por las escuadras europeas”.
(“El Gobierno del Cerrito”, Mateo
J. Magariños de Mello, Tomo I, Montevideo, 1948)
El “nunca más” a Don
Frutos.
“Cerrito de la Victoria, abril
14 de 1845.
Nos, el Presidente de la
República Oriental del Uruguay, General en Gefe del Ejército Unido Libertador
de Argentinos y Orientales, en aquella
Por cuanto las circunstancias
actuales resultantes dela derrota y fuga al territorio limitrofe del Brasil del
rebelde Fructuoso Rivera, hacen indispensable, la necesidad de procurar,
conforme álos usos y leyes delas Naciones la promocion delos medios justos, que
aseguren p.ª en lo sucesivo la tranquilidad de esta República conservando
ilesas sus buenas relaciones con los países vecinos, como obgeto del primer
interes, para el bien delas Naciones, lo que solo puede lograrse impidiendo que
aquel caudillo inmoral y sus secuaces queden ni aun remotamente, en actitud de
poder turbar de nuevo la Paz y bien estar de estos Paises.
Por tanto, hemos venido en
nombrar á nuestro Ministro de Relaciones Esteriores, Dr. D. Carlos G.
Villademoros, Comisionado Especial p.ª / que representando lo conveniente, ante
el Ecsmo. Sr. Presidente y General en Gefe delos Ejercitos dela Provincia del
Rio Grande promueva trate y concluya los espresados obgetos conforme al uso y
Leyes delas Naciones y al interes bien entendido de ambos paises, para lo cual
le damos esta, en nuestro Cuartel General del Cerrito dela Victoria firmada p.r
nuestra mano, sellada con el sello del Poder Ejecutivo y refrendada p.r nuestro
Secretario Interino, álos catorce dias del mes de abril de mil ochocientos
cuarenta y cinco.
MAN.l ORIBE.
Por orden deSu Ecselencia
José Agustín Iturriaga”.
(Hay un sello)
(Nombramiento y poder del
ministro de Relaciones Exteriores, Carlos G. Villademoros, como Comisionado
Especial ante el presidente de la provincia de Río Grande, con el fin de
ajustar un acuerdo que asegurara las buenas relaciones entre ambos territorios limítrofes,
mediante la adopción de medidas que impidieran al “rebelde” Fructuoso Rivera,
refugiado en aquella provincia, perturbar la tranquilidad del Estado Oriental
del Uruguay. Se respetó el texto original. “El Gobierno del Cerrito”, Mateo J.
Magariños de Mello, Tomo I, Montevideo, 1948
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado (2008).
Gálvez, Manuel – Vida de Don Juan Manuel de Rosas – Ed. Tor – Buenos Aires (1954).
Portal www.revisionistas.com.ar
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina.