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sábado, 18 de junio de 2022

Malvinas: El incidente de 1953

Cuando 2 soldados argentinos invadieron Malvinas en 1953






Parte de nuestra historia que pocos conocen:
Debido a esto Churchill envió una fragata para repeler la "invasión"
Para Winston Churchill era una ruptura de la soberanía británica que valía una respuesta- el envío de una fuerza de tareas para reclamar una pequeña isla rocosa en el Atlántico Sur invadida por argentinos.
El Foreign Office (Ministerio de Relaciones Exteriores Británico) ya había enviado un telegrama al gobierno de Buenos Aires quejándose de una "incursión armada en las aguas y territorios Británicos" e informando que la presencia de buques y tropas navales eran un acto de agresión.
Pero mientras un destacamento especial de 32 Royal Marines tomaba la costa por asalto para reclamar la isla Decepción, poco después del mediodía del 15 de febrero de 1953 - unos 30 años antes de que hicieran lo mismo en Malvinas - encontraron que las feroces fuerzas ocupantes consistían en dos suboficiales de marina.
Documentos en los Archivos Nacionales Británicos muestran que, durante su segundo período como Primer Ministro, Churchill estaba tan preocupado de que Argentina tuviera intenciones militaristas en las Malvinas y otros territorios "británicos" en el Atlántico Sur que envió una fragata de la Royal Navy, HMS Snipe, desde Portsmouth. En una nota personal a los jefes de Defensa, Churchill dijo: "Ciertamente una fragata debe ser mantenida en las cercanías de las islas Falklands...
Cuando se supo un poco más tarde, en febrero de 1953 que un aviso Argentino, el ARA Chiriguano, había establecido una cabaña, una tienda de campaña y una bandera en la isla Decepción, parte de las islas Shetland del Sur, a unos 400 yardas de la base británica, era el momento de la acción.
Un informe de la contraofensiva, dirigida por Marines armados con ametralladoras Sten, rifles y gas lacrimógeno, decía: "Sargento y Cabo naval argentinos los únicos ocupantes de la cabaña, "Los dos hombres detenidos" fueron acompañados por el jefe de policía de las islas Malvinas. Los argentinos fueron arrestados y deportados y su cabaña desmantelada por las tropas británicas, junto con un campamento rival dejado por los chilenos.

Introducción

Este es el relato de un episodio ocurrido en la Antártida en febrero de 1953 relacionado con la soberanía nacional en el área por el Cap de Nav Jorge Chihigaren.
En 1952 era Teniente de Fragata con destino en la Base de Submarinos de Mar del Plata integrando la Plana Mayor de la Escuela Antisubmarina, que recién se inauguraba.
Ya había estado en la Antártida como Guardiamarina, a principios del ’48, embarcado en el destructor el A.R.A. Misiones. a pesar de estar en un destino como lo es Mar del Plata, sentí el efecto del magnetismo antártico: Además, era aún una época romántica para estas incursiones, porque tenía en ese entonces mucho de aventura.
Mi idea no era ir a quedarme un año allí; era navegar y explorar los mares del área; Solicité ‘participar en la Campaña Antártica 1952-53 y fui designado a la Fuerza Naval Antártica, integrando un reducido grupo de unos seis oficiales y doce suboficiales que teníamos la tarea de establecer y ocupar refugios temporarios en tierra en los lugares que seleccionaría el Comandante de dicha Fuerza de Tareas, que era el entonces Capitán de Navío D. Rodolfo N. Panzarini, Dr. en oceanografía y meteorología y experto en asuntos antárticos, para afirmar soberanía en el sector antártico argentino.
Me tocó embarcar en el A.R.A. Bahía Buen Suceso nave insignia de la Fuerza de Tareas. Zarpamos poco después de Navidad y ascendí a Teniente de Navío en plena campaña; el 31 de diciembre del 53.
A principios de enero fondeados en la Bahía Media Luna, donde se estaba construyendo el destacamento A.R.A. Teniente Cámara y en plena operación logística de abastecimiento y habilitación del mismo, estando de guardia en el puente, dirigiendo las maniobras de las lanchas, las maniobras del aprovisionamiento etc. me hace llamar el comandante de la Fuerza de Tareas quien me dijo, más o menos, lo siguiente: Lo he designado a usted para lo siguiente:
Va a embarcar en el Bahía Aguirre con dos suboficiales que están en su grupo de refugios y se va a trasladar a con todo su equipo para ocupar un refugio en tierra: El Comandante de ese buque le dará instrucciones sobre la misión a cumplir” Se trataba de instalar un refugio en la Isla Decepción en caleta Balleneros.
Conviene recordar que la caleta Balleneros había sido utilizada, antes de la II Guerra Mundial, por una factoría noruega de procesamiento de las ballenas, abundantes en la zona, la que contaba con grandes tanque donde se almacenaba el aceite de los cetáceos, el que era trasladado a Noruega por buques tanques de esa nacionalidad para su ulterior comercialización.
Al caer Noruega bajo el dominio alemán las instalaciones fueron ocupadas por Alemania, y fue utilizada por ellos como base logística de su flota, sobre todo por los cruceros asignados a la concepción moderna de “guerra de corso” (misión que tenía el crucero Graf Spee) y para submarinos, sobre todo para reabastecimiento de combustible que se almacenaba en los mencionados tanques.
Durante la guerra, anoticiados los británicos de la existencia de esa base, enviaron una División de Cruceros que los inutilizaron.


Para 1953 las instalaciones, es decir la casa que probablemente haya sido el alojamiento de los noruegos, estaba ocupada por el personal de la base británica. A unos 500 metros existe aún el cementerio donde yacen los restos de personal de la factoría y marinos, entre ellos el famoso explorador Capitán Larsen.

Un campamento en el medio de una cancha de fútbol

Informado que cerca de la base británica habían preparado un espacio que servía como cancha de fútbol: allí, donde se para el centro forward, era el lugar apropiado para la instalación de nuestra casilla.
Le sugerí al Comandante de la FT que tratándose que, convendría demostrar que no se trataba de una operación militar sino de un acto de relevamiento topográfico. Que se trataba de una exploración de tipo de estudio geológico para lo cual podríamos agregar algún especialista en geología o topografía que se encontraba embarcado integrando el plantel científico del Servicio de Hidrografía Naval o del Instituto Antártico Argentino. Propuesta que fue aceptada.
También me dijo que, al finalizar la campaña, a fines de abril, un buque de la FT pasaría para embarcarnos de regreso. Aclaró que eso se haría si no se encontraba el agua congelada formando un pack que impidiera la navegación. Esta advertencia fue para mí, lógicamente, muy ‘preocupante”, como mencionaré más adelante. Varios años después siendo Segundo Comandante del A.R.A. Bahía Aguirre comprobé que esta congelación puede ocurrir mucho antes que la fecha mencionada.
Los cabos primeros de mar Acosta y Jiménez, el geólogo y yo trasbordamos al buque mencionado, el trasporte el ARA Bahía Aguirre y zarpamos hacia la Isla Decepción. No pudimos entrar a causa de un témpano que, aunque chico, impedía el acceso. Se envió un equipo de especialistas, para hacerlo volar con carga explosiva. No hubo caso. Entonces, volvimos a Bahía Media Luna y nos transfirieron al Aviso ARA Chiriguano que, como era mucho más chico, podía maniobrar adecuadamente para sortear el impedimento. Entramos y casi enseguida con caída a estribor de 90 grados arribamos al fondeadero de Caleta Balleneros.
Desembarcamos con nuestros enseres y equipos. La tripulación del buque desembarcó la carga necesaria para la construcción de la casilla en que íbamos a habitar, Mientras el grupo de construcciones preparaba el terreno y comenzaba construirla, armamos la carpa que utilizaríamos mientras tanto. La carpa era de las empleadas en las campañas hidrográficas para el personal dedicado a los trabajos topográficos, para la posterior confección de cartas o cuarterones de navegación: Paño doble impermeabilizado, con piso de madera. El equipo de construcciones iba a edificar una casilla de, más o menos, 4 metros por 4, que fue nuestro alojamiento, montada sobre cuatro pilares de unos 60 cm., que abarcaba un pequeño espacio para cocina y otro para baño (sin ducha) y, a la vez, alojamiento, un radio trasmisor y un generador para proveer energía para el mismo y luz eléctrica para la parte habitable. Cerca de la playa se estibó parte de la carga necesaria para utilizar mientras duraba la construcción, es decir algunos víveres, cuatro catres, farolas y combustible. Y lo más importante: el pabellón nacional. La dificultad que tuvimos fue encontrar algo que sirviera como mástil, ya que el pabellón era del tamaño utilizado por buque grandes los días patrios y ceremonias resultaba casi tan grande como el tamaño de la casilla. Probamos una costilla de ballena de las tantas que se encontraban en la costa, restos de la antigua factoría noruega, pero no resultó apta por su curvatura. Al fin el grupo de construcciones utilizó un trozo de madera para transformarlo en lo que necesitábamos, Cuando estuvo listo el improvisado mástil, en una breve ceremonia con todo el personal presente, instalamos el pabellón nacional. (Digo instalamos, y no izado, porque estaba clavado al mástil – en la Antártida el pabellón permanece izado las 24 horas). De inmediato y en previsión a que se levantara mal tiempo, lo que es frecuente allí, almacenamos en la carpa elementos esenciales para la subsistencia. Por suerte, alcanzamos a llevar desde la playa, a unos 60 metros, dos de esas estufas que había antes, que se bombeaban, a kerosén tipo “Volcán”, un tambor de combustible; un cajón con queso y otro cajón con galleta marinera y los 4 catres con su correspondiente ropa de cama pues, efectivamente, se desató un fuerte temporal.
Poco antes del mal tiempo aparece el jefe de la base inglesa que era un ex piloto de la Fuerza Aérea Australiana, ya civil, que había participado en la II Guerra. Vino a presentarme la queja verbal por nuestro desembarco en “Tierra de su Majestad británica” Previamente había entregado una nota de protesta. (Y recibido la nota argentina) al comandante del Aviso; Yo tenía que demostrarles a los ingleses que no era por ellos que estábamos allí, Opté por decirle, únicamente, que estaba en territorio argentino y que sería bienvenido a nuestra casilla cuando estuviera lista. ´ El australiano se retiró sin hacer ningún otro comentario. Me di cuenta que le molestaba nuestra instalación allí.
Pasado el temporal regresa el A.R.A. Chiriguano y desembarca el grupo de construcciones. Finaliza su trabajo y se completa el desembarco de la carga.
La casilla queda construida, sobre cuatro pilotes, es decir elevada un medio metro del suelo para que la nieve no nos dificultara el acceso, pero resultaba muy apta para ser una casilla de fin de semana en el Delta del Tigre pero no para la Antártida donde los vientos son de fuerte intensidad y el mal tiempo frecuente e imprevisto, y obligó no solo a interrumpir las tareas, sino al reembarco, justo a tiempo, del personal del grupo de construcciones y la zarpada del Aviso - por ser en poco apto para mantenerse fondeado- y salir al mar exterior.
Respecto del temporal mencionado, quedamos aislados, dentro de la carpa, durante 3 ó 4 días, porque era imposible salir. El viento blanco. El viento huracanado y la nieve no permitían ver ni a un metro Era un temporal tremendo. Había momentos en que debíamos salir de la carpa, Entonces, nos amarrábamos un cabo a la cintura y el chicote terminal a un parante de la carpa, procedimiento que nos servía de guía para regresar. Por suerte – mejor dicho, por previsión acertada- el queso y la galleta que mencioné, nos sirvió de alimento, aunque el único, durante nuestra obligada permanencia dentro de la carpa. Las estufas, gracias a Dios, funcionaron bien.
En cuanto a las instrucciones recibidas, me preocupaba mucho lo que me había dicho el Comandante respecto a nuestro reembarque al fin de la Campaña. Al principio creí que era una humorada – lo cual no era muy usual en él - pero más adelante me di cuenta que podía darse el caso, me recordaba bien aquello de nos iban a venir a buscar “si se podía”, porque el mar interior, de la Isla Decepción, se congela en invierno entonces no pueden entrar los buques.
Entonces ¿cómo hacíamos para invernar un año en esa casilla, con lo que ocurre en un invierno, nocturno hasta avanzada la próxima primavera, con temporales reiterados que suele haber y mucho más intensos que el mencionado, con la certeza, comprobada, que la casilla no resistiría los embates del viento, sin víveres ni abrigo suficiente? ¿Pedirles apoyo a los ingleses?:

De ninguna manera

El único recurso, si ocurría que no nos podían venir a rescatar sería trasladarnos cruzando a pie todo el mar congelado hasta el Destacamento Decepción, si lográramos llegar, donde, tal vez, podrían darnos albergue durante los largos diez meses que faltaban hasta la próxima campaña. Por tierra en invierno no era factible transitar por la costa debido a glaciares que la ocupan y, aun antes del invierno, por los desprendimientos de grandes trozos de hielo.
Entonces, mi problema era explorar todo el contorno para imaginar por donde evacuar.
Pero había otro problema a resolver: la relación con nuestros vecinos. En búsqueda de la solución me ocurrió otro asunto interesante e inesperado que me ayudó en mi trato con ellos: Resulta que en la época de los noruegos y probablemente antes de la ocupación británica que mencioné al principio y en previsión a lo que podía ocurrirle, y que les ocurrió, supongo, enterraron bajo la lava, que conforma el suelo de la isla, cargas de dinamita, explosivo utilizado en la caza ballenas. Este explosivo es muy sensible a la temperatura. Sabía, por el grave accidente sufrido por un compañero de promoción que años antes había transitado por el lugar y, sin saberlo piso un lugar donde yacía bajo la nieve uno de esos enterramientos, lo cual causó una explosión que lo hirió seriamente. Durante mis exploraciones noté que desde algunos lugares salían desde bajo la lava unos cables conductores que convergían en la casa de los británicos. Esta circunstancia me sirvió para identificar y evitar las mencionadas cargas letales en mi afanosa búsqueda del acceso a las laderas de los Fuelles.
Me di cuenta que se trataba de una acción prevista por los british para ir eliminando esos peligrosos lugares, esto lo menciono para contarle lo que sucedió días después.
Durante un crepúsculo (la noche era muy breve) sentimos varias explosiones que hubieran sonado alarmantes de no haber tenido la experiencia casual mencionada, ya que encontré acertada mi sospecha. Aproveché la circunstancia para trasladarme a la base inglesa provisto de un botiquín de primeros auxilios para ofrecerles ayuda aludiendo que había sentido “extrañas y sorprendentes explosiones” (strange and astonishing explotions) y concurría a ofrecer asistencia anta la posibilidad de que tuvieran algún herido.
El australiano se sintió conmovido y mucho me agradeció mi intención. Me manifestó que se trataba del festejo del cumpleaños de un miembro de la dotación, que así era la costumbre, haciendo desaparecer las cargas mencionadas. Pero no me invitó, a ingresar a su casa.
Encontrándome derritiendo nieve para tener agua, veo acercarse a Mr. Clarke, que así se llamaba el ex piloto Jefe de la Base inglesa, vestido muy prolijamente, y portando un bastón que supuse era la insignia de su mando, pues era joven y no rengueaba, que venía a expresarme su agradecimiento con una botella de whisky. Allí establecimos relaciones. Le entregué, en retribución, un buen trozo de carne que manteníamos en una “heladera natural”
Recuerdo aun los ojos de asombro del australiano quien, seguramente extrañaba desde hacía mucho tiempo, el producto ganadero luego yo, si, lo hice pasar a mi “cabaña”.
A unos cuatro o cinco días de estar ahí, llega una fragata de la Amada Chilena y desembarca un grupo de gente y, a unos 100 metros del refugio nuestro, construyen una casilla.
Terminaron de construir la casilla, pero mucho más chica que la nuestra (apenas tendría 1,50 m de altura) y dejaron víveres, pero no tripulación; sí un gran cartel que decía “Base de la Fuerza Aérea Chilena” y la bandera nacional pintados en el techo. Habrán estado 2 días haciendo esa construcción y se fueron, zarparon. Es decir que establecieron su presencia, pero sin dejar gente.
Pocos días después aparece en la caleta una fragata británica, la HMS “Bighbury Bay” que fondea en Balleneros y, al rato, desembarca de una lancha y viene directamente hacia el refugio, que estaría a unos 200 metros de la costa, un oficial inglés. Golpea la puerta, lo recibo; era un Teniente de Navío inglés vestido correctamente con uniforme “saco naval” en esa época con cuello duro, (no un equipo antártico como vestíamos nosotros) con todas las formalidades victorianas propias de la Royal Navy (cuando no utilizan torpedos desde submarinos nucleares). Lo hago pasar y me dice, en inglés (yo estaba autorizado a hablar inglés), que venía por orden del magistrado (algo así como el gobernador) de las Falklands (Por supuesto mencionó las Falklands, of course), que estaba embarcado en el Bigbury Bay, para invitarme a concurrir a bordo, a tal hora (I don’t remember, now) de Greenwich (primer meridiano) y que me enviaría la lancha para trasladarme a bordo, porque el “magistrate” quería hablar conmigo, para discutir las razones de la ocupación argentina sin autorización de Su Majestad, la Reina, y que me invitaba a desalojar las islas, porque era un inmigrante sin autorización.
Pensé: “Oh! Is that so?” o sea ¡Con esas tenemos! Entonces, le contesté casi textualmente: “Dígale a este señor que se titula ‘magistrado” de Las Malvinas y dependencias que no lo reconozco como autoridad válida porque siendo Las Malvinas e Islas del Atlántico Sur, de soberanía argentina, no pueden tener un gobernador británico y que las Islas a que se refería no se denominan Falklands”. Segundo: Que en todo caso él debería explicarme a mí las causas de su presencia en aguas territoriales argentinas; Tercero: que, si desea hablar conmigo, de cualquier otra cosa, con mucho gusto lo recibiré aquí, en esta casa que es donde reside la autoridad en la zona.
A todo esto, el inglés me miraba con ojos de sorpresa y yo imaginaba lo que él estaría sintiendo sin comprender: que un “southamerican”, (hoy día “sudaca”) !estuviera dirigiéndose en esos términos, nada menos que al gobernador y representante de Su Majestad!
Lo único que quedaba por hacer, era convidarlo con grapa marca ‘El Globo’ que tenía, pero no aceptó. No sé si por lo que estimó sobre la calidad de la bebida ofrecida, o porque se sintió molesto por mi respuesta, Lo acompañé hasta la costa, como cortesía entre hombres de mar, para que se embarcara en la lancha en la que había venido y regresara a su buque. Al embarcar, me dijo: “Señor, le confirmo que a tal hora va a venir la lancha para buscarlo”. Le respondí: “Señor teniente, ratifico lo que le he dicho y le pido que le transmita ese mensaje al titular o magistrado, ¡Good morning, Sir”!. y se fue.
Unos días después entra a la Bahía el A.R.A. Punta Ninfas, buque de reabastecimiento que formaba parte la F.T. comandado en el entonces por el Capitán de Corbeta D. Roberto Arena
Yo tenía una radio, para comunicarme, pero por un problema de antenas, era casi inútil. Cuando el buque entra a la bahía, y pasa por las cercanías me pude comunicar y le di el mensaje al comandante, de que necesitaba ir a bordo. Cuando fondeó el buque, cerca del Destacamento Decepción, me mandó un helicóptero, que era de la Fuerza Aérea, aterrizó ahí cerca del refugio; subí y aterrizamos a bordo, por supuesto en una plataforma donde apenas cabía la aeronave lo que era casi una hazaña ya que unos centímetros de error y se iba al agua. Bueno, le informe al Comandante del buque lo que pasaba; le conté todo para que él informara con los medios de comunicación y las claves correspondientes que disponía, al Comandante de la F. T. lo que había ocurrido.
En ese momento, entra otra vez la fragata inglesa y el comandante del Punta Ninfas manda una lancha con un guardiamarina con la clásica nota de protesta, y la invitación a cenar en su buque. La que no fue aceptada.
Horas después, zarpa el Bighbury Bay y envía al Punta Ninfas un mensaje por foco, que decía: “Au revoir. Remember we shall meet again”; (Hasta pronto. Recuerde que nos volveremos a encontrar”). Regresé al refugio en el helicóptero. Poco tiempo después zarpó el Punta Ninfas.
Esta segunda llagada del buque inglés, a poco de haber entrado el buque argentino, me confirmó la suposición que el Jefe de la base británica de Caleta Balleneros informaba a la autoridad del que él dependía. Y la cercanía del buque ingles en la zona, probablemente, no casual. No volvieron ni los ingleses ni los chilenos, hasta alrededor de un poco más de un mes.
Si entró el ARA Bahía Aguirre el que fondeó cerca del Destacamento Decepción, y recibí la visita del Segundo Comandante el Teniente de Navío D. Reynaldo Tettamantti a quien lo comenté lo acaecido. Aproveché para enviar de regreso al geólogo.
En los días posteriores, sufrimos varios temporales que hicieron temblar peligrosamente la estructura de la casilla
El Jefe del Destacamento Naval Decepción era el entonces Teniente de Navío D. Carlos J. Fraguio, quien iba a permanecer allí todo el año. Me envía, para invitarme y trasportarme, al Destacamento a su mando uno de los dos aviones anfibios Gruman Goose que operaban durante la campaña de verano desde ese Destacamento que oficiaba como su base.
El Comandante del avión era el Teniente de Navío, Rodríguez Blanco quien me invita a trasladarme al Destacamento con la intención de volver esa tarde o al día siguiente. Necesitaba ir porque quería que me explicaran cómo reparar el transmisor y, si era posible, traer al mecánico de radio, y me arreglara el asunto. La cosa es que fuimos, me invitan a cenar, con la intención de volver al día siguiente. Aproveché para comunicarme por radiotelefonía con mi familia y para bañarme como la gente.
No fue posible regresar al día siguiente, como era la intención, ni por dos días más a causa del mal tiempo que no permitía volar. Amainado el fuerte temporal pudimos decolar. Hicimos una gran gira por la Antártida; llegamos hasta el Estrecho de Gerlache, sobrevolamos el Destacamento Naval Almirante Brown, Bahía Esperanza, Melchior etc. En fin, al medio día, llegamos ya de vuelta a Decepción, para desembarcar en mi refugio pero, desde el aire, veía la caleta Balleneros pero no veía mi refugio y no veía la Bandera Argentina que me habían provisto, que era como dije antes casi tan grande como la casa, Y tampoco veía el refugio chileno. No los distinguía porque por que no estaban, como lo supe después del acuatizar.
Bueno, acuatizamos, el anfibio trepa a la costa, desembarco y veo que me esperaban allí, el jefe de la base inglesa con otras personas que no conocía. El que ya era “amigo”, digamos, me dice cuando desembarco:
“Señor, le recuerdo que está pisando tierra de Su Majestad británica”.

Y yo le respondo: a Mr. Clarke “Ma! ¡Qué ‘Su Majestad ni qué Majestad!’ (En castellano)”. Junto a Clarke , un señor alto, de uniforme, que identifiqué por los galones y por la inscripción que tenía bajo su hombro derecho como de la “Royal Marine Corp.”. Se presenta como el Mayor Andrew. Y me dice, en inglés:
“Debo comunicarle que usted está en tierras de Su Majestad británica”; y prosigue “que la casilla que estaba acá ha sido desarmada y ha sido deshecha”. Están allí sus pertenencias las de la gente que lo ocupaba y los elementos de ustedes y sus equipos, que usted puede retirarlos”. “Y le comunico que esta noche, su refugio y la construcción chilena, van a ser incinerados.” Le contesté: “Estoy en territorio argentino y su actitud es delictuosa”:
“Voy a ir hasta mi refugio y no voy a retirar nada”. Le pregunte donde estaba el personal: su respuesta fue: han sido embarcados y trasladados a tierra. Lo mismo los elementos de cierto valor que se encontraban en el refugio que han sido inventariados y los que oportunamente serán remitidos a su país. Insistí en saber dónde llevarían a los dos suboficiales y en que buque estaban, a lo que me contestó que no podía darme ese dato. Sí me dijo que habían sido detenidos por no tener autorización para encontrase en posesiones británicas. Remarcó que se los consideraba ciudadanos civiles y no como militares para no complicar la situación. También se negó a contestarme otras preguntas como el nombre del buque, cuándo había ingresado a la bahía etc. aclarándome que no podía darme ninguna otra información. Insistí en saber dónde estaba el pabellón nacional a lo que me contestó que se encontraba incluido entre los elementos de valor que habían inventariado y que serían devueltos oportunamente.
Le comento que me negaba a retirar algo del refugio como me ofrecía el inglés porque si lo hacía, pensé, estaría reconociendo su autoridad.
Finalizado este diálogo me dirigí, acompañado por Rodríguez Blanco y seguido por el Mayor y Mr. Clarke al refugio. Al hacerlo me percibo que, a una distancia de unos cincuenta metros, en un semicírculo y en posición de cuerpo a tierra se encontraban, con armamento de infantería, apuntándonos a los argentinos y al avión una veintena de infantes de Marina. Nosotros no portábamos armas de ningún tipo y no las había en el avión en el que permanecían el copiloto Teniente de Corbeta D. Eduardo Pérez Tomas y el mecánico.
Llegamos a donde estaba el refugio. Desarmada la casilla y los paños, techo etc. prolijamente apilados y sobre ellos las pertenecían nuestras. También la carpa, los víveres etc. No estaba el pabellón nacional ni el mástil. Tampoco los elementos meteorológicos ni el trasmisor ni el generador. El mismo procedimiento con la casilla chilena. Reiteró el mayor su ofrecimiento de retirar lo que quisiera y reiteré mi negativa explicándole esta vez que él no tenía autoridad para concederme nada puesto que era yo la autoridad en la zona. Guardó silencio.
Bien, en esta situación nada, quedaba por hacer allí. Regresamos a la playa, embarqué al avión., Decolamos y ahora era mi problema era informarle al Comandante de la Fuerza de Tareas. Volamos hacia donde estimábamos que estaba la Nave Capitana y la avistamos en las cercanías de Isla Media Luna navegando rumbo a Decepción. Contactados por radio me comuniqué con el comandante de la FT. Le dije: “Tengo información de carácter secreto: no puedo decirlo por este medio”. Me responde: “Dígala”. Le informé sintéticamente lo acaecido. Me dice: “Recibido. Estamos navegando para Decepción para reunión de toda la F.T. Espérenos allí”. Comprendí que ya tenían conocimiento de lo ocurrido.
Varias horas después arriban al fondeadero todos los buques componentes de la FTA: los 2 transportes: ARA Bahía Aguirre, y el ARA Bahía Buen Suceso, los Avisos ARA Chiriguano y el ARA Diaguita, y además, el ARA Punta Ninfas. Cuando fondean todos los buques, me mandan la lancha.
Llego al Bahía Buen Suceso y me estaba esperando arriba de la escala real un oficial y me conduce hasta la cámara del comandante, por lugares no transitados para que no me viera nadie de la tripulación, sobre todo, los invitados y el personal civil. Así que, medio en secreto, me hace pasar a la cámara del comandante de la Fuerza, donde ya estaban reunidos todos los comandantes subordinados y el jefe del Estado Mayor de la FTA, que era el Capitán de Fragata D. Héctor Etchehebere. Yo interpreté eso como una suerte de consejo de guerra y me decía a mi mismo: “de aquí a Martín García, (prisión militar), en un vuelo sin escalas””.
Ese grupo de comandantes, por supuesto que eran mucho mayores y antiguos que yo, Capitanes de Corbeta Silvio Casinelli, Eugenio Fuenterosa, Roberto Arena, Carlos Brañas, y Ricardo Fitz Simon. Imponía en mí, lógicamente, cierta tensión.
Se aflojó la tensión cuando el capitán Panzarini, quien había sido Jefe del Batallón al que yo pertenecía como cadete en la Escuela Naval me dijo, con su habitual modo de expresarse reposado y preciso, que relatara lo acaecido. Terminada mi exposición me dijo que tenía información de Buenos Aires, que esto iba a ocurrir y por eso estaban ya zarpando hacia Decepción, y concentrando allí toda la FT.
Bueno, se resuelve en esta reunión de comandantes, que al día siguiente o ese mismo día (porque ya era media noche), iba a ir el Capitán Etchebehere, a la base inglesa, a hacer una formal y enérgica protesta. Yo le dije: “Señor permítame que, con el grupo de Infantes de Marina que tenemos embarcado, reconquiste la base que me han quitado”. Me dice: No, no; nada de violencia, porque no vamos a hacer eso, este es un caso que concierne a Cancillería.
La cosa es que se llevó la nota –de la que leí la copia- donde les decía, en muy correctos y diplomáticos términos, que reclamaba muy fuertemente sobre el atropello inglés, y que él se iba a abstener de hacer uso de la fuerza, en virtud de la tradicional amistad argentina británica y que reafirmaba la soberanía argentina; en fin, toda una carta redactada como para no reconocer y abstenerse del uso de la fuerza y transferir el caso a la discusión diplomática. Me autorizó el Cap. Ethebehere a acompañarlo en la lancha.
Bueno, ahí terminó el episodio en la Antártida; quedé embarcado hasta el final de la campaña en el ARA Bahía Buen Suceso, ya como oficial del buque.
Al regresar a Buenos Aires. Me enteré de cómo fue el proceso que se seguía en la Capital Federal. Tuve la oportunidad de conversar mucho con el embajador que, en Cancillería, estuvo a cargo de la parte diplomática y lo que supe también en Marina cuando busqué información de lo que había ocurrido aquí. Y esto es importante: cuando ocupamos la isla, inmediatamente, desde la base inglesa se informó a sus autoridades la ocupación nuestra, a raíz de lo cual vino la Fragata Bigbury Bay con el “gobernador” de Las Malvinas, que ya estaba embarcado y se enconaba en le zona. Y supe que los ingleses, desde mi ocupación, supongo que, a través de su embajada, habían hecho varios reclamos diplomáticos vía Cancillería. Y la contestación argentina fue en términos generales, similar a lo que le mandé decir al magistrado inglés. Y supe que el tercer reclamo que habían hecho, ya tenía forma de ultimátum. Pero ¿qué había ocurrido? Que el ultimátum lo mandaron (después, reconstruyendo los hechos con las fechas) cuando ya habían hecho la operación. Es decir, o por un problema de huso horario (tres horas de diferencia entre la Argentina y Gran Bretaña), o, tal vez, intencionalmente se daba que, cuando recibieron el ultimátum en cancillería, ya estaba concluida la operación que le conté.
Supe también que, enterado el gobierno nacional, ordenó a las Fuerzas Armadas establecer la situación de apresto; se cortaron las licencias y se prepararon las condiciones de alerta, listos a la acción; la Armada estuvo lista a zarpar. Hubo una reunión de gabinete también –según me enteré- donde se consideró un avance. También me dijeron que el ministro de Marina, porque en esa época había ministro de Marina que formaba parte del gabinete, aclaró la situación imperante en base a la información de inteligencia que se tenía en el Servicio de Inteligencia Naval: Se apreciaba que, en Malvinas, Gran Bretaña había concentrado durante ese mes, una flota, – por la interceptación de mensajes y de comunicaciones – y que se estimaba que esa flota sería muy superior a la nuestra la cual podría incluir un portaviones. Además, con un grupo embarcado –no supe de qué magnitud -de infantería de marina (”Royal Marines”).
La conclusión fue, según las fuentes de las que recibí los datos, que el asunto se concretaría mediante un reclamo enérgico a Gran Bretaña, vía cancillería.
También, me dijeron, que esa noche los diarios vespertinos iban a publicar algo de la noticia y se les convenció de no hacerlo. Este episodio de Caleta Balleneros nunca trascendió al público de modo que, oficialmente, no pasó nada.
Al encontrarme nuevamente, ya en Puerto Belgrano, con los dos suboficiales, me relataron lo sucedido en mi ausencia. Vieron que por tercera vez arribaba y fondeaba en Caleta Balleneros la fragata inglesa y que desembarcaba un grupo numeroso de gente, a lo que no le dieron mayor importancia porque ya había ocurrido eso en las anteriores oportunidades. Uno de los suboficiales estaba cocinando y el otro derritiendo nieve hasta que sienten que golpean la puerta del refugio.
***Era un agente de policía con el característico uniforme del policeman inglés (BOBBY). Se presentó como el policía Sullivan, hablando en correcto castellano porque había residido varios años en la provincia de Santa Cruz, y después se había radicado en Malvinas. Les pidió el pasaporte y la visa para estar en territorio británico. Ellos le contestaron que, de ninguna manera, porque estaban en territorio argentino. Entonces, el policeman les dijo:
*Señores, tengo orden del juez de Malvinas, de detener a todos los habitantes extranjeros en la posesión británica que no tengan la visa correspondiente.*
Los argentinos la contestaron algo así como: Nosotros estamos en territorio argentino y usted no tiene aquí ninguna autoridad ni tampoco ningún juez extranjero así que lo mejor que puede hacer es irse de aquí. La respuesta del inglés fue: Desde este momento ustedes están arrestados.
Lo que parece que le contestaron los dos fue un “rosario” en todos los idiomas. Entonces, este policeman, que entendía lo que decían, les dijo: Como ustedes saben, el policeman inglés no lleva armas. Por lo cual he pedido la colaboración de las fuerzas armadas para que apoyen la autoridad civil que yo represento; por favor, asómense”.
Estaban rodeados en un círculo por lo que vendría a equivaler a una sección de Infantes de Marina, me contaron que eran como treinta, los mismos que me rodearon cuando desembarqué del avión un par de días después. Resultaron ser marines que, en viaje de retorno a Inglaterra provenientes de Corea, que al cruzar el canal de Panamá los enviaron a Malvinas para embarcarse en la Bigbury Bay. De modo que actuó una parte de una compañía de Infantería de Marina fogueada veterana de guerra.
En el refugio, ellos no tenían armas; no tenían nada; no llevaban armas. De modo que fueron detenidos por la autoridad civil. Y fue una cosa muy importante porque no era para los ingleses una acción militar, pese a que estaba apoyada por una fragata inglesa, y por una sección de la Infantería de Marina y que, en Las Malvinas, por si acaso, habían concentrado un importante grupo de tareas naval.
La operación coincidía con lo que me había dicho el Mayor Andrews en lo referente que no se consideraba a los suboficiales como militares sino como civiles ilegales, para no complicar la situación y así no crear un conflicto diplomático.
Fueron embarcados en la fragata inglesa y trasportadas a Grietviken, a las islas Georgias hasta que los embarcaron en un buque –el buque tanque Quilmes –de la Compañía Argentina de Pesca que transportaba el aceite de ballena de las Islas Georgias directamente a Noruega, con la orden de desembarcarlos a la entrada del Río de la Plata, es decir que los dejaron en el pontón Recalada del Río de la Plata, el pontón de prácticos argentino frente a Montevideo. Y de ahí fue a buscarlos un barco de la Base Naval Río Santiago.
Al tiempo, ya destinado en el crucero ARA La Argentina recibo una citación del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) para recibir una bolsa que contenía las cosas que los ingleses habían rescatado del refugio. Así me reencontré con mi ropa, mis uniformes etc., así como las pertenencias de los suboficiales y, ¡la Bandera Argentina! La tuve un tiempo y le hice hacer un cofre y la doné al Instituto Nacional Browniano, y está ahí, con una inscripción, “Bandera que perteneció al refugio Cándido de la Sala, ocupado por los ingleses en febrero de 1953·”.
El Teniente de Navío Cándido de la Sala fue el primer oficial argentino muerto en combate durante la Reconquista de las invasiones inglesas de 1806 y tiene su pequeño monumento en la plazoleta que está frente el Círculo Militar, en Retiro, consistente en un ancla y abajo la placa, que dice: “En memoria del Teniente de Navío Cándido de la Sala, primer oficial muerto en combate en la Reconquista”, justo en el sitio donde murió en combate. Era Teniente de Navío de la Armada Española (claro, en 1806, era Armada Española), pero él era argentino.
Como corolario de este relato cabe citar lo que expresé a un General, Director de la Escuela de Defensa Nacional con quien tenía una audiencia el 2 de abril de 1982, quien muy molesto me recibió diciéndome: “Vea señor capitán yo, general de la Nación, sé que el país está en guerra”.
Y le dije: “Señor general, le voy a contar una historia y verá que si por tres personas que ocupábamos un refugio en la Antártida movilizaron una flota que triplicaba la nuestra. Haga una regla de 3 simple.
Dicen que hay 3.000 hombres en Malvinas; los ingleses van a movilizar lo que tienen más lo que no tienen”.
Y así fue.
W/65: En memoria de un gran Jefe y amigo el Sr. Cap. Nav. D Jorge Chihigaren

martes, 25 de enero de 2022

PGM: El motín de la Hochseeflotte, inicio del fin del imperio alemán

El motín, al final del cual el imperio pereció


Sven Felix Kellerhoff || Die Welt (original en alemán)




A finales de octubre de 1918, la flota alemana de aguas profundas yacía ante Wilhelmshaven, y se amotinó. Deberías ser sacrificado en una última pelea sin sentido. Fuente: picture-alliance / akg-images



La idea de construir una flota oceánica alemana llegó al mundo en 1888 cuando el emperador Guillermo II (l.) Llegó al poder. Crédito: picture-alliance / dpa



La flota de batalla fue organizada por el almirante Alfred von Tirpitz, quien dirigió el Reichsmarineamt de 1897 a 1916.
Fuente: picture-alliance / KPA / TopFoto / KPA



El ambicioso programa de construcción alimentó el ambiente anti-alemán en el público británico.
Fuente: picture-alliance / KPA / TopFoto / KPA



Las dos flotas se encontraron solo una vez, el 31 de mayo / 1 de junio de 1916, durante la Primera Guerra Mundial.
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El Skagerak fue la batalla naval más grande de la historia entre 99 buques de guerra alemanes y 151 británicos.
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Los británicos perdieron más que los alemanes. Pero la flota alemana permaneció bloqueada en sus puertos.
Crédito: picture-alliance / dpa



Cuando recibieron la orden de ir "desde un punto de vista moral" a una "batalla final", los marineros en Wilhelmshaven (foto) y Kiel se negaron a servir. Fuente: picture-alliance / akg-images / akg



La dirección naval separó la compañía y capturó a varias docenas de marineros que fueron internados en Kiel.
Crédito: picture-alliance / dpa



Los equipos se levantaron y pusieron la ciudad bajo su control. Los trabajadores se solidarizaron con los marineros. Fuente: picture-alliance / akg-images



El canciller Príncipe Max von Baden y el Secretario de Estado Philipp Scheidemann trataron de calmar la situación con una llamada. Fuente: picture-alliance / akg-images



Pero el levantamiento se extendió rápidamente a otras ciudades portuarias. Fuente: picture-alliance / akg-images / akg



Los marineros insurgentes de la División de la Marina Popular también participaron en las peleas callejeras en el Palacio de Berlín. Fuente: picture-alliance / akg-images / akg



Los británicos internaron 74 barcos de la flota de aguas profundas en Scapa Flow. El 21 de junio de 1919, los equipos alemanes hundieron sus barcos.  La gente de mar alemana ya se ha negado a servir.

Crédito: Picture-Alliance / Mary Evans Pi / Mary Evans Picture Library


En octubre de 1918, el levantamiento de los marineros desencadenó la revolución.

Un buque de guerra es un microcosmos en sí mismo. Cualquier persona a bordo está sujeta a una disciplina especial, y a la supervisión constante de sus superiores. Porque no importa cuán grandes puedan ser los cruceros, los acorazados y los acorazados: son pequeños y claros en comparación con las habitaciones sobre las que se distribuyen las unidades militares, ya sea en el frente o en los cuarteles en casa. No hay forma de moverse en un barco de guerra, no hay rincones en los que esconderse, y desertar de un barco de vapor tirado en el camino es prácticamente imposible.

El motín más importante de la historia alemana.

Todo esto es una de las razones por las cuales el motín más importante en la historia alemana tuvo lugar en los barcos de la flota alemana de aguas profundas. Ya en el verano de 1918, después del fracaso de la última ofensiva alemana en el frente occidental con el nombre en clave "Michael", había estallado algo así como un "ataque militar encubierto", como lo expresó el historiador Wilhelm Deist: los soldados se negaron tácitamente a dar órdenes de sus superiores o simplemente se alejó de sus tropas. Las sanciones draconianas, que eran comunes hasta entonces, ya no podían ser impuestas por los oficiales. El ejército alemán se descompuso cada vez más (por cierto, sin ninguna "puñalada en la espalda" desde su casa) en el campo.

Pero en los barcos de Su Majestad, el antiguo orgullo de Guillermo II, apenas había signos de disolución. Las tripulaciones, especialmente los bomberos y los comerciantes, vivían demasiado cerca en condiciones a menudo sorprendentemente malas en los cascos de acero con los oficiales a menudo arrogantes que adoraban un código de honor completamente anticuado. A principios de agosto de 1917 hubo un motín menor en el buque insignia de la flota "Federico el Grande", que los marines derribaron rápidamente; Como cabecilla principal, entre otros, el marinero Max Reichpietsch fue condenado a muerte y ejecutado.

No hay buque de guerra

Como nada había cambiado para mejor después, la presión continuó creciendo como en un caldero bien cerrado. En la tarde del 29 de octubre de 1918, se descargó; El desencadenante fue un comando que fue constantemente pensado desde el punto de vista del Almirantazgo alemán, pero que excluyó la situación a bordo.

El liderazgo de la Armada Imperial mantuvo un principio con obstinación casi patológica: un buque de guerra alemán no se rinde al enemigo, sino que cae con banderas ondeando. El modelo para esto fue el vicealmirante Maximilian Graf Spee: había sacrificado las cuatro naves de su escuadrón de Asia oriental, la vida de más de 2.200 marinos y él y sus dos hijos en diciembre de 1914 en lugar de la superioridad de un grupo de combate de la Marina Real Británica. rendirse o al menos ser internado en un puerto neutral.

Compromiso de suicidio

En el otoño de 1918, una actitud similar se extendió en el Almirante Staff en Kiel. Los oficiales de la bandera, quienes, aparte de las dos batallas navales en el Doggerbank en 1915 y el Skagerrak en 1916, que no tenían un ganador claro, habían tenido poco que ver con su flota de batalla extremadamente costosa, estaban presionando por un golpe decisivo. Es controvertido entre los historiadores si los barcos alemanes deben usarse de una manera que sea, en principio, militarmente significativa, para aliviar la presión sobre las fuerzas terrestres, o si se planeó un gesto sin sentido, una especie de viaje enemigo al suicidio. Hay buenas razones para la segunda lectura.

En cualquier caso, el comando de la flota de alta mar bajo el mando del almirante Reinhard Scheer elaboró ​​un plan según el cual los poderosos acorazados alemanes expirarían el 30 de octubre de 1918 y enfrentarían la batalla con la flota de origen de la Royal Navy numérica y técnicamente claramente superior.

Se retira la orden de ataque.

El 29 de octubre de 1918 a las 8:00 p.m., comenzó la sesión informativa de los jefes de escuadrón en el "Federico el Grande" en la carretera frente a Wilhelmshaven; solo dos horas después, el libro de registro registró tres de los cinco acorazados de III. Disturbios de escuadrones de equipos contra una orden de despliegue. Cada vez más marineros indicaron que no obedecerían órdenes si se iban a la muerte.

Alrededor de las dos de la mañana, los Almirantes Scheer y Franz von Hipper abandonaron la idea de enviar a la flota a una batalla decisiva; En una llamada a los hombres de sus barcos, Hipper convocó a la protección de las fronteras marítimas como una tarea para la flota. Pero esto no calmó las mentes agitadas de la gente de mar. Cuando las naves del III. Los escuadrones pronto se trasladaron al puerto de origen de Kiel a través del Canal Kaiser Wilhelm, y los almirantes y oficiales esperaban volver a controlar los equipos por un corto tiempo.

Pero cuando algunos portavoces del motín fueron traídos a bordo como castigo, hubo una erupción: más y más marineros también se negaron a obedecer las órdenes; mostraron solidaridad con los trabajadores de Kiel. En unas pocas horas, durante unas vacaciones rurales ordenadas para calmar la situación, se formó un frente masivo contra la guerra, que en tres días tuvo la ciudad bajo control. Esta rebelión se conoció como el Levantamiento de los marineros de Kiel, que desencadenó directamente la revolución de noviembre en Alemania.

Un poco más tarde, algunos de los marinos enojados abordaron trenes, los llevaron a Berlín y llevaron la noticia de la exitosa resistencia contra el comando a la batalla final de la flota de aguas profundas a la capital imperial. Esta información se convirtió en el impulso que provocó el colapso del sistema de energía podrido.


El 7 de noviembre los amotinados llegaron a Berlín.

En la tarde del 7 de noviembre de 1918, los revolucionarios de Kiel llegaron al Lehrter Bahnhof en Berlín; poco después se interrumpió el tráfico ferroviario de larga distancia, al igual que los teléfonos y los telégrafos. El 8 de noviembre de 1918, los agentes de policía aparecían a pie y a caballo en el centro de la ciudad cada vez con más frecuencia. Todos los edificios públicos y el castillo estaban rodeados de guardias. Las unidades montadas dispersaron multitudes de personas en el extremo oriental del bulevar Unter den Linden. Pero eso no cambió nada, excepto que el estado de ánimo se deterioró aún más. La revolución estaba en el aire.

Solo un día después, el Kaiser Wilhelm II renunció y abandonó Alemania para exiliarse en Holanda. El imperio se había derrumbado, y el comienzo de esto vino del motín en los barcos de la flota alemana de aguas profundas.


sábado, 5 de junio de 2021

Malvinas: Gelardi e Iveson se encuentran en FIDAE 92

Caballeros del Aire

Fundación Malvinas Blog



Cap. D. Omar Darío Gelardi (de buzo verde en la foto). Omar fué piloto de A4 durante la Guerra de Malvinas, Piloto de Ensayos del Centro de Ensayos en Vuelo.

En la FIDAE, feria internacional del aire y del espacio en Chile 1992 el Capitán D. Omar Darío Gelardi era el piloto presentador del IA-58 "Pucara" y yo del IA-63"Pampa". En esa oportunidad nos encontramos con el piloto presentador del "Harrier" de la British Aerospace Lt Cr Bob Iveson quien fuera derribado por nosotros en la guerra de Malvinas. Iveson al ver el escudo de MALVINAS en el buzo de vuelo de Omar le contó su historia y le pidió de intercambiar los escudos. Omar le dijo que sí pero que debía ser el último día ya que eran los únicos que tenía. Fuimos recibidos por todos los integrantes de la British en su chalet y saludados uno por uno. Ellos se subieron a nuestros aviones y nosotros a los de ellos y salimos en los diarios de Chile. Cuando terminó la Feria y ante cerca de 90 pilotos se hizo la entrega de presentes. Luego de ello se subió al estrado el piloto inglés Bob Iveson y lo llamó a Omar Gelardi. Pidió la atención de todos y dijo: " Hace 10 años en estos cielos australes con este Señor éramos enemigos, pero esta Feria Internacional hizo que nos conociéramos y hoy somos amigos, es por ello y ante todos Ustedes es que queremos dar prueba de ello intercambiándonos nuestros escudos....!!!!




El aplauso de todos fue tan grande que ahora es como si lo viviera y me emociono. Se subió al estrado el Jefe de la Fuerza Aérea de Chile y el Director de la FIDAE acompañados por todos los jefes de las delegaciones. El Teniente General Vega, con quien volé el Pampa, dijo: "Si algo de emotivo le faltaba a esta Feria Internacional, lo han dado estos dos oficiales, Argentino y Británico, que con su grandeza nos han dado muestras de la caballerosidad de los hombres del aire. Fue algo maravilloso!!!




Desgraciadamente Omar perdió la vida haciendo una practica de presentación en vuelo volando como copiloto en un IA-63 PAMPA en Inglaterra el 31/08/92.


viernes, 26 de octubre de 2018

SGM: La piedad de Stigler frente a un maltrecho B-17

La bonita historia del caza y el bombardero

Un día de las Navidades de 1943 el as alemán Franz Stigler decidió no derribar el maltrecho B-17 de Charlie Brown

Jacinto Antón  | El País



Reconstrucción del encuentro del caza y el bombardero por John D. Shaw. En vídeo, 'Stigler - War Thunder Short Film'. NASSAULT (ver debajo)


Cuando me preguntan cuál es mi historia favorita de la Segunda Guerra Mundial, lo que no sucede tan a menudo como desearía, no tengo dudas. Al menos desde que descubrí, gracias a Arturo Pérez Reverte (quién sino cuando se trata de amistad, honor y redaños), una absolutamente  imbatible. La del piloto de caza alemán que, un día de Navidades, decidió no derribar al bombardero estadounidense que tenía indefenso a su merced e incluso lo ayudó a volver a casa. Una historia tan buena que parece que no pueda ser verdad, pero lo es.

Resulta curioso que la sanguinaria segunda contienda tenga episodios edificantes, y más aún que transcurran durante la terrible campaña de bombardeo aliado que laminó las ciudades de Alemania y desató un odio indecible en los cielos, donde la aviación alemana luchaba por evitar la destrucción de sus casas y sus familias y las jóvenes tripulaciones británicas y estadounidenses peleaban rabiosamente por sus vidas. En esos días mirabas al cielo y veías caer continuamente aviones y pilotos como ícaros y meteoros envueltos en llamas, miedo y coraje.


El piloto alemán Franz Stigler y el estadounidense Charles Brown

La bonita historia del caza Messerschmitt Bf-109 G y el bombardero B-17 la cuenta un libro que es además de los mejores (si no el mejor) que he leído sobre la aviación de la Segunda Guerra Mundial, A higher call, de Adam Makos con Larry Alexander (Atlantic Books, 2014), y que va a convertirse en película, con guion de Tom Stoppard. Makos, periodista, historiador y editor de una revista de aeronáutica militar había entrevistado a numerosos veteranos estadounidenses –jamás pilotos alemanes, a los que categorizaba invariablemente como “nazis”- cuando el ex piloto de bombardero Charlie Brown (¡) le contó la historia y le puso en la pista del otro protagonista de la misma, “el verdadero héroe”, le recalcó, el as de caza alemán Franz Stigler. El renuente Makos descubrió, como deberíamos hacer más a menudo todos, que mantener opiniones inflexibles sobre los demás es una majadería.

Stigler resultó ser una gran persona, aparte de que su carrera de aviador, que A higher call sigue como si estuvieras presente, es apasionante y espectacular. Descubres cosas como que nunca hay que atacar un P-38 de frente o que todos los pilotos se orinan encima en el primer combate. El piloto alemán (487 misiones de combate, 28 victorias confirmadas, 30 probables –dejó de contar hacia el final de la guerra- y una herida de bala en la cabeza) combatió en África, donde conoció a Marseille, y aprendió de sus mayores un código moral impecable. Luego peleó en Sicilia (su aeródromo estaba el pie del monte Erice) y acabó defendiendo el cielo de Alemania. Amigo, entre otros nombres famosos, de Galland y Steinhoff (del que describe su terrible accidente), terminó la guerra nada menos que en la JV-44, la inigualable escuadrilla de ases, los Experten, donde pilotó los siniestramente tan bellos reactores Me-262.

Stigler puso el dedo sobre el disparador de sus cañones para rematar al avión enemigo, pero no hizo fuego. Voló junto al bombardero observando sus heridas y cruzó la mirada con sus tripulantes a través del fuselaje abierto

Toda la trayectoria anterior y posterior de Stigler, militar y humana, se concentra en ese 20 de diciembre de 1943 en que apareció a la cola del devastado B-17 de Brown. El bombardero, bautizado The pub, había sufrido lo indecible atacado poco antes por un enjambre de cazas alemanes y se arrastraba maltrecho de vuelta a casa, agujereado como un gruyer, con el artillero de cola decapitado y el resto de la tripulación manando sangre, como una bestia herida, apenas capaz de mantenerse en el cielo. Stigler puso el dedo sobre el disparador de sus cañones para rematar al avión enemigo, pero no hizo fuego. Voló junto al bombardero observando sus heridas y cruzó la mirada con sus tripulantes a través del fuselaje abierto. Decidió que no abatiría el avión. Una decisión absolutamente fuera de lugar y que podría costarle a Stigler el pelotón de fusilamiento (de entrada le supuso no ganar la preciada Cruz de Caballero que le hubiera correspondido automáticamente de apuntarse esa victoria). Pero no solo no derribó al bombardero sino que ¡lo acompañó por encima de las líneas de sus propios antiaéreos para evitar que le disparasen! Luego incluso les recomendó por señas a los perplejos y maltrechos estadounidenses que se dirigieran hacia Suecia. A los mandos de su avión arruinado, Brown acabó entendiendo una cosa: fuera lo que fuera que se propusiera aquel aviador enemigo, que se despidió con un saludo, era un buen hombre.

La historia tiene una coda; tras la guerra, a la que ambos sobrevivieron, Stigler milagrosamente dado el índice de supervivencia de los ases alemanes, los dos aviadores se encontraron. Fue en 1990 y desde entonces hasta su muerte, que se produjo, curiosamente, la de los dos, el mismo año 2008, Brown y Stigler fueron grandes amigos.

¿En qué pensó el piloto alemán aquel día en el cielo sobre Alemania? Él dijo que en su hermano, también aviador y opositor a los nazis,que había muerto en acción. Y en su mentor, el as Gustav Roedel, que le advirtió que jamás disparara a un enemigo indefenso. En todo caso su código establecía que había que celebrar victorias, no muertes, y saber cuándo era el momento de escuchar, allá arriba, una llamada más alta, la de la caballerosidad y la compasión.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Acrobacia: ¡Un MiG-17 pasando debajo de un puente siberiano!

¡Este piloto soviético loco voló un MiG 17 debajo de un puente!

Nikola Budanovic - WHO



En 1965, un piloto soviético llamado Valentin Privalov, que logró volar su avión de combate MiG 17 bajo un puente sobre el río Ob en Siberia Occidental, sacó un truco increíble.

El acontecimiento fue descrito por los testigos que demandan esto sucedido realmente, aunque la credibilidad de la fotografía que representa el vuelo se ha debatido a menudo para ser corregida.

Sin embargo, la historia permanece. Era un día soleado, el 4 de junio de 1965, cuando Privalov voló bajo el tramo central del puente comunal en Novosibirsk. Las riberas estaban llenas de gente de vacaciones y oficiales de la base cercana, paseando y disfrutando del sol.

De repente, un chorro de plata en el cielo estaba realizando el acrobático. Todo el mundo estaba asombrado. Fue un acto de habilidad magnífica ya que el jet nunca antes había visto realizar un vuelo con tal precisión.


MiG-17 (Lim-6) restaurado en las marcas de la Fuerza Aérea Polaca. Por Stuart Seeger de College Station, Texas, EE.UU. / Wikipedia / CC BY-SA 2.0

Se informó de que Privalov hizo esto por su propia iniciativa, y sin órdenes de ningún tipo. El piloto del hotshot quiso tirar de este truco para la gloria personal y exhibir sus habilidades del vuelo. La multitud reunida en el puente comenzó a aplaudir espontáneamente, pero los superiores de Privalov no estaban tan felices. Tenía una suspensión.

Esto casi le costó su carrera en la Fuerza Aérea Soviética. Se le amenazó con una acción disciplinaria, pero el propio ministro de Defensa, el mariscal Rodion Malinovsky, vio el truco como un anuncio de los militares. La gente estaba asombrada. La palabra pronto se extendió por toda la URSS, y pronto se convirtió en una leyenda.

Privalov fue enviado a la escuadra de élite de Moscú estacionada en el aeródromo militar de Kubinka. El aeródromo es el hogar del equipo acrobático "Swifts" y "Caballeros rusos", y Privalov se unió a sus filas.

La fotografía comenzó a dar vueltas en Internet recientemente. Se encontró su camino a través de varios foros de lengua rusa a la atención mundial. El origen de la foto es discutible, pero parece que el evento representado en él no lo es.


Varios informes confirmaron que Privalov voló bajo el puente comunal, que tiene 120 metros de ancho entre sus pilares y 30 metros de altura. Estaba volando aproximadamente 700 millas por hora.


Un artículo que menciona el truco de Privalov en la prensa estadounidense. Dominio publico.

Algunos afirman que la foto se hizo sólo para ilustrar el evento, porque sucedió sin previo aviso; Por lo tanto, era imposible documentarlo. Se publicó en los periódicos soviéticos y el truco incluso se hizo eco en la prensa estadounidense, cuando se mencionó un artículo que data del 27 de agosto de 1965.

El artículo incluía tres historias extrañas que ocurrían en la Unión Soviética: "un borracho que robó un tranvía", "un mecánico de aviones que subía y bajaba las pistas en un transporte de Ilyushin 4" y "un volador que volaba Bajo puentes ".

Valentín Privalov, «un volador que voló bajo puentes», prosiguió una carrera pródiga y exitosa en la Fuerza Aérea Soviética y terminó como jefe adjunto del centro de control de tráfico aéreo de la aviación civil rusa en Moscú.

Poco se sabe sobre su vida personal, y si el hombre aún está vivo, pero su truco sigue siendo inolvidable.

sábado, 15 de octubre de 2016

Anécdotas militares: El "Tuerto" Méndez

Una hazaña del “Tuerto” Méndez

El teniente coronel Eusebio José Méndez era un valiente que había nacido en Guaymallén (Mendoza), el 15 de dicimbre de 1848.
Poco antes de que se declarase la guerra contra el Paraguay ingresó como soldado distinguido en el Regimiento 6 de línea.
Su cuerpo cubierto de heridas decía a las claras que siempre había estado en lo más terrible del entrevero.
Sus camaradas le llamaban el “Tuerto Méndez” por un culatazo le había hundido la frente sobre el ojo izquierdo.
Terminada la contienda con el Paraguay era ya sargento mayor y ese grado marchó al Chaco con el general Donovan en 1876.
En ese año, siendo gobernador de Corrientes el señor Virasoro y vicegobernador D. Juan Ramón Vidal, estalló una revolución encabezada por un mayor de apellido La Rosa. El gobierno sitiado en su sede pidió auxilio a Doriovan, que a la sazón se hallaba en Resistencia, quien, en seguida, mandó al mayor Méndez a la cabeza de 100 hombres a sofocar el movimiento.
El cruce del río se hizo en canoa y rio bien desembarcaron, el famoso tuerto se encontró frente a frente con el mayor La Rosa, que lo estaba esperando en el puente para pasarlo a degüello con todas sus fuerzas.

Dándose cuenta del peligro y viendo que las tropas insurgentes eran muy superiores a las suyas, Méndez resolvió salvar la situación con un golpe de audacia:
¿Así que vos sos el revolucionario? Me parece que sos pura espuma y no te animás a pelear mano a mano conmigo.
El mayor La Rosa, que era un verdadero gigante, se le acercó una sonrisa despreciativa y resuelto a darle una lección ejemplar. El veterano del Paraguay tenía un hermoso arriador de mango de plata que manejaba con rara habilidad. En cuanto lo tuvo a La Rosa a tiro lo volteó de un certero golpe y ya en el suelo le dió tantos lonjazos, a la vista misma de su tropa, que le rompió la chaquetilla y dicen que le sacó hasta la piel del cuello.
La Rosa, vencido, le rogó que no le pegara más, y el terrible “Tuerto”, poniéndole la bota en el pecho, dió por terminada la revolución.

viernes, 29 de julio de 2016

Anecdotario histórico argentino: Un capitán impetuoso

Lavalle y Bolívar 



Juan Lavalle


Fué Lavalle uno de los campeones de nuestra maravillosa epopeya. Vulcano épico de mirada azul y de barba rojiza, tuvo por yunque los campos de Maipú, Chacabuco, Paseo y Río Bamba, y, por martillo su luciente corvo granadero. Luchador incansable de la Libertad desde muy niño, peregrínó por medio continente cosechando a su paso admiración y respeto.
Orgulloso y altivo, aun en la adversidad, no toleró jamás una ligereza, ni aún de los jefes de mayor rango, olvidando a veces los principios fundamentales de la disciplina.
Después de la victoria de Pichincha la ciudad de Quito se ha vertido de gala para homenajear a los vencedores. Una larga mesa llena de manjares y bebidas está rodeada por la brillante oficialidad patriota. El vino y la Gloria del día afiebraba las mentes. Bolívar amante de los brindis y de los discursos levanta su copa y dice:

¡No tardará mucho el día en que pasearé el pabellón triunfan de Colombia hasta el suelo Argentino! 
Un ambiente tenso sigue a las palabras del Libertador de Colombia que, probablemente las haya pronunciado sin medir el alcance de las mismas. Pero de cualquier manera el guante es recogido por el sargento mayor Lavalle que levantando su copa brinda con tono enérgico:
La Argentina se halla independiente y libre de toda dominación española, y lo ha estado desde el día en que declaró su emancipación el 25 de Mayo de 1810. En todas las tentativas para reconquistar territorio, los realistas han sido derrotados. Nuestro Himno consagra triunfos. ¡Brindo por la Independencia de América! 
En otra ocasión en que Bolívar pasaba revista a los granaderos cuyo jefe a la sazón era Lavalle, se molestó por una oportuna respuesta
de éste y le dijo amenazador:

¡Teniente coronel Lavalle! ¡Estoy acostumbrado a fusilar generales insubordinados! 
A lo que le contestó enérgico el bizarro oficial de San Martín llevando la diestra a la empuñadura de su corvo:
¡Esos generales no tendrían una espada como ésta...!




Simón Bolìvar

martes, 12 de enero de 2016

Liderazgo: El liderazgo accidental

Mi accidental viaje al liderazgo 

por Marie Tillman, presidente y co-fundador de la Fundación Pat Tillman
Forbes

Siempre he sentido el liderazgo era algo que debe venir naturalmente. Yo creía en la idea de un líder "nato", pero nunca me consideré una.

Pero eso cambió hace 10 años.

El 22 de abril de 2004, mi esposo Pat-un líder nato dentro y fuera del campo fue muerto, mientras actuaba como un Ranger del ejército en Afganistán. Dos años antes, había dejado su carrera en la NFL con los Cardenales de Arizona para alistarse con su hermano, Kevin.

Durante la noche, me quedé viuda de un militar, y nuestra familia se convirtió en un rostro público de la tragedia personal en las guerras de Irak y Afganistán. Pat había sido el líder en nuestra vida, pero fue llamado pronto a responder: ¿Qué pasa después?


Pat Tillman

lunes, 20 de julio de 2015

Liderazgo: Holanda apuesta a los introvertidos

El ejército holandés está probando una nueva arma secreta: los introvertidos

No hay necesidad de camuflar su temperamento natural. (REUTERS / Ranu Abhelakh)

Aimee Groth - Quartz
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viernes, 26 de junio de 2015

lunes, 4 de mayo de 2015

domingo, 3 de mayo de 2015

EA: El fusilamiento del cabo Paz


La tragedia del cabo castigado y del oficial arrogante
En el verano de 1935, causó conmoción en Santiago del Estero el fusilamiento del cabo Luis Leonidas Paz. Había ultimado a balazos al mayor Carlos Sabella, y el Consejo de Guerra lo condenó a muerte, suscitando una descomunal protesta popular en las calles.

Carlos Páez de la Torre (H) - La Gaceta



Todo empezó con un hecho insignificante, en Tartagal. Acababan de terminar allí las maniobras del regimiento 18 de Infantería, con asiento en Santiago del Estero. El jefe se hartó de las repetidas faltas del cocinero Julio Sierra: le dijo que quedaba despedido y que se volviera a Santiago con la tropa que regresaba.

Sierra se subió a una de las chatas en que viajaban los soldados: le tocó la que era responsabilidad del cabo Luis Leonidas Paz. Llegados a Santiago, salía del cuartel rumbo a su casa, cuando lo interpeló el mayor Carlos Elvidio Sabella, oficial de 42 años, jefe de uno de los batallones. "¿Quién lo autorizó a viajar con el regimiento?", preguntó con aspereza. Sierra contestó que tenía permiso del jefe, dado en Tartagal, pero Sabella no se conformó. Hizo detener a Sierra y lo interrogó al día siguiente. El ex cocinero precisó entonces que había viajado en la chata que mandaba el cabo Paz.

Entonces, Sabella lo dejó ir, a la vez que ordenaba aplicar 15 días de arresto al cabo. Era una de esas típicas sanciones que los oficiales ordenancistas solían disponer al compás de sus caprichos. Tal vez estaba cansado por el viaje y por el calor. Pero no sospechaba que así había empezado a diseñar los elementos que culminarían en tragedia. Era el martes 1º de enero de 1935.

Tiros en el comedor

El cabo Paz tenía 28 años. Era santiagueño y muy popular entre la gente, por su actuación como jugador de fútbol en el Atlético Santiago. El arresto que le imponía Sabella dañaba su carrera. Lo iba a postergar en el ascenso, y justo cuando tenía pensado casarse con su novia Zoila Ledesma, que era oriunda de La Banda.

EL CABO LUIS LEONIDAS PAZ. Un personaje popular y querido
en Santiago del Estero, por su actuación futbolística en Atlético Santiago.
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jueves, 12 de marzo de 2015

Conducta militar: Ojo con estigmatizar a las mujeres... joer

Cabrera, un capitán de lengua sucia
El Supremo absuelve a un militar que denigró en público a una sargento
La Sala no ve delito en que el oficial le llamara "inútil" y le reprochara “sus pajas”
Joaquín Gil / José Antonio Hernández - El País


Un soldado en Qala-i-Naw (Afganistán) en octubre de 2012. / CLAUDIO ÁLVAREZ

La secuencia se desarrolló el 17 de febrero de 2012. El capitán José Francisco Cabrera se dirige a la sargento M. A. R. “¡Deja de hacerte pajas! No, mejor, como eres mujer, deja de hacerte dedillos, y piensa”. Un grupo de suboficiales presencia la escena en un despacho de la base Los Rodeos de San Cristóbal de Laguna (Tenerife). La víctima, que navega por la treintena, entra en una crisis nerviosa.

El Tribunal Supremo considera probado el suceso. Pero, como sucede en una decena de episodios similares, entiende que los exabruptos no constituyen un delito de abuso de autoridad, que el Código Penal Militar castiga con hasta cinco años de prisión. “Los hechos no revisten la entidad necesaria”, recoge una sentencia, inédita, que acaba de dictar la Sala Quinta de lo Militar del Supremo. Solo uno de los cuatro magistrados del tribunal, Jacobo López Barja de Quiroga, votó en contra de exculpar al mando y se muestra a favor de la condena en un voto particular. Capitán y sargento se verán pronto las caras de nuevo en el cuartel tinerfeño. “Mi cliente está aterrada con la vuelta. También, los siete militares que declararon en el juicio contra el capitán”, explica el abogado Antonio Suárez-Valdés.

Para entender esta historia con tintes de Nacido para matar [Full Metal Jacket, película de Stanley Kubrick] hay que remontarse a noviembre de 2011. El controvertido capitán desembarcó entonces en la base de Los Rodeos tras regresar del contingente español en Qala-i-Naw (Afganistán). Perfeccionista y exigente, Cabrera recurría a un vocabulario “cuartelero” y “soez”. “¡No tienes ni puta idea!”, “inútil” o “deja de hacerte pajas”, sazonaban su vocabulario, según el Supremo. El fallo quita hierro a estas groserías al entender que el oficial tiraba de este lenguaje para mostrarse más cercano y sin ánimo de ofender.



Quizá por eso, el mando recurría a parábolas sexuales para amenizar sus clases. “Os debéis tatuar la polla de manera que en reposo se lea perra y empalmada, percutor de guerra”, dijo en una ocasión. En otra, el 5 de marzo de 2012, reprimió a la sargento M. A. R. por desconocer el paradero de dos soldados. “¡Inútil! No tienes ni puta idea. Ponte las pilas. ¿Para qué coño te quiero si no sabes ni siquiera alinear una formación?”. A Cabrera no le gustaba que su equipo se lesionase. Cuando la sargento que le denunció sufrió un golpe en la rodilla, tras caerse de un vehículo, le soltó: “Eres una inútil. ¿No te da vergüenza? Eres peor que un soldado renegado de Infantería...”. Después, al conocer los detalles, remató: “¡Lo que faltaba, la batería tiene un sargento que se cae de camiones y encima le dan ataques de ansiedad!”.

La víctima se muestra "aterrada" ante el reingreso de su jefe en la base militar
Pese al diagnóstico del traumatólogo, el capitán nunca se creyó la lesión. Llegó a acusar a la sargento de “inventarse el dolor”. “Deja de traer papelitos del acupuntor”, le advirtió para reprenderle después: “¿Hasta cuándo vas a seguir echándole cara a lo de la rodilla?, ¿en dos años no te ha dado tiempo de ponerte en forma? Que si tienes rehabilitación, que si te duele la rodilla...”. Los insultos empezaron a minar la mente de la sargento. Una mujer de carácter estable, según su abogado.

Tras dos años de invectivas y broncas en público, de reprimendas y zafiedad, M. A. R. pidió la baja por ansiedad. El Servicio de Psiquiatría del Mando Aéreo de Canarias (MACAN) le diagnosticó una alteración psicológica. Cuatro de los cinco jueces del Supremo no aprecian relación entre la severidad verbal del capitán y el cuadro nervioso de la militar.

Un sargento recordó en el juicio un grosero episodio. Ocurrió en abril de 2012. Cabrera le soltó a M. A. R.: “¡Contesta aquí delante de todo el mundo para que vean la clase de mando que eres! Esto es como las putas. Que no quieren que se la metas hasta que llegas a un acuerdo con ella y les pagas”. Fuentes jurídicas entienden que la absolución supone “una clara involución de la Sala de lo Militar en el castigo de conductas vejatorias en los cuarteles”.

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“Es una clara humillación”
La sentencia que absuelve al capitán José Francisco Cabrera de un delito de abuso de autoridad salió adelante con los votos de cuatro de los cinco magistrados de la Sala Quinta de lo Militar del alto tribunal. Votó a favor de la absolución y de entender que no hay delito en las reiteradas groserías soltadas por el capitán a su subordinada el sector considerado más conservador de esta Sala. Es decir, el presidente Ángel Calderón y los magistrados Javier Juliani, Benito Gálvez y Francisco Javier de Mendoza Fernández. En minoría a favor de la condena, porque entiende que los hechos sí constituyen un delito, quedó el magistrado Jacobo López Barja, quien emitió un voto particular disconforme con sus colegas.
Considera López Barja que los exabruptos contra la víctima —”inútil”, “no tienes ni puta idea” o “deja de hacerte pajas”— conducen a la humillación y degradación de la persona. Sostiene este magistrado que minan la dignidad de la sargento, tal y como recoge el artículo 106 del Código Penal Militar, que fija una pena de hasta cinco años de prisión.
En su voto particular, el magistrado critica que la sentencia enmarque las groserías de Cabrera en el “lenguaje cotidiano” para dirigirse a sus subordinados. Y cuestiona el argumento de que los dardos no tenían como objetivo humillar solo a la sargento M. A. R.
López Barja se muestra contrario a la idea de que las invectivas perseguían la superación personal en la base Los Rodeos de San Cristóbal de Laguna (Tenerife). Y arremete contra la presunta finalidad pedagógica de los insultos. “Esto no puede asumirse ni como regla ni como excepción a las Reales Ordenanzas”, dice. El magistrado critica que la sentencia reduzca el comportamiento de Cabrera al de un “maleducado” sin hablar de vejaciones. Como ejemplo, expone los insultos de Cabrera a la sargento. En una ocasión, el oficial le preguntó a esta si se había preparado unas clases teóricas que debía impartir a la tropa. Ante la respuesta afirmativa de M. A. R. , Cabrera le contestó: “Sí, claro, seguro que te lo has mirado como cuando yo leo la etiqueta del champú cuando cago”. Fuentes jurídicas señalan que las recientes salidas de varios jueces progresistas han supuesto una “involución” en la doctrina que en los últimos años había acuñado esta Sala. Y que el Tribunal, sin tener que hacer una nueva valoración de la prueba, ha podido revocar la sentencia absolutoria del tribunal de instancia y castigar como delito los improperios e insultos que la propia Sala valida como probados.