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sábado, 11 de enero de 2025

Malvinas: La operación secreta global en Gibraltar

Operación Algeciras





En el oscuro escenario de la Guerra de Malvinas, se tejió una trama que podría haber salido de una novela de espionaje, un episodio olvidado pero cargado de intriga y tensión. A principios de 1982, mientras el gobierno militar argentino lidiaba con una crisis interna que amenazaba con desmoronar el régimen, sus líderes decidieron lanzar un golpe audaz contra el Reino Unido, no en las islas disputadas en el Atlántico Sur, sino en Europa, en el corazón de la base naval británica en Gibraltar. Una operación global al estilo Mossad, ni más ni menos.

El protagonista de esta misión secreta, denominada Operación Algeciras, fue Máximo Nicoletti, un hombre con un pasado turbulento. Nicoletti no era un soldado ordinario; había sido miembro de los Montoneros, una guerrilla peronista que había surgido en los años 70. Ganó su apodo, "el buzo experto", por su participación en un acto de sabotaje en 1974, cuando colocó explosivos bajo la línea de flotación de un destructor argentino en el puerto de Puerto Belgrano. Este acto de terrorismo le ganó una reputación temible y, según él mismo, un linaje de sangre, pues afirmaba ser hijo de uno de los comandos submarinos de Mussolini que hundieron el HMS Valiant y el HMS Queen Elizabeth en el puerto de Alejandría en 1941. Si esta historia era cierta o no, era algo que Nicoletti repetía con frecuencia, quizás para mantener viva su imagen de guerrillero implacable.

El 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió las Islas Malvinas, el gobierno militar buscaba no solo una victoria territorial, sino también un medio para distraer a la población de los problemas internos que amenazaban con desbordar al régimen. La ocupación de las islas unió a los argentinos en un fervor patriótico que, momentáneamente, silenció las protestas contra la brutal represión y las penurias económicas. Sin embargo, la invasión no se desarrolló como esperaban. Lejos de ceder, Gran Bretaña, bajo el liderazgo de Margaret Thatcher, reaccionó con fuerza. Organizó la mayor operación militar desde la Segunda Guerra Mundial, enviando una armada imponente para recuperar las islas.



En Buenos Aires, mientras las primeras escaramuzas se sucedían en el Atlántico Sur, el director del Servicio de Inteligencia Naval argentino, el almirante Eduardo Morris Gerling, comenzó a considerar formas alternativas de golpear a los británicos. Fue entonces cuando decidió convocar a Nicoletti. Capturado por los militares en 1977, Nicoletti, junto a su camarada Nelson Latorre, había cambiado de bando justo antes de enfrentar las torturas que la dictadura reservaba para sus enemigos. Esta conversión no solo fue una traición a sus antiguos compañeros, sino también un acto de desesperación y supervivencia. De guerrillero peronista, Nicoletti pasó a ser un ferviente colaborador del régimen militar, dispuesto a servir en cualquier misión que se le asignara.

Operación Algeciras se presentó como una oportunidad perfecta para Nicoletti de aplicar sus habilidades como buzo y saboteador. El plan era simple en teoría: infiltrarse en la base naval de Gibraltar y hundir un buque de guerra británico. La operación, aunque arriesgada, tenía un precedente en la mente de Nicoletti: su exitoso ataque en Puerto Belgrano. Pero esta vez, el objetivo era mucho más ambicioso y, sin duda, más peligroso.

 

El grupo encargado de ejecutar la misión estaba compuesto por Nicoletti, Latorre, y un tercer hombre, conocido solo por su apodo, "el marciano". Los tres habían sido Montoneros y ahora, ironías del destino, servían al mismo régimen que había intentado eliminarlos. Su viaje comenzó el 22 de abril de 1982, cuando partieron hacia París, escoltados por el capitán de navío Héctor Rosales, quien actuaba como enlace con los altos mandos militares y encargado de supervisar la misión. Desde París, los tres exguerrilleros cruzaron la frontera hacia España y se dirigieron a Málaga en dos autos alquilados. Rosales, mientras tanto, se trasladó a la embajada argentina en Madrid para recoger una maleta muy especial: en su interior, dos minas italianas cargadas con 25 kilogramos de explosivos, diseñadas para adherirse al casco de un buque y provocar una devastadora explosión.

La operación parecía destinada al éxito, pero desde el principio se vio afectada por una serie de improvisaciones y errores que, en retrospectiva, parecían inevitables. Al llegar a España, el grupo se instaló en una casa alquilada en Estepona, una tranquila localidad costera a unos 18 kilómetros de Gibraltar. Sin embargo, a pesar de la gravedad de su misión, los argentinos cometieron errores de principiante. Carecían de planos actualizados de la base naval y se vieron obligados a comprar mapas turísticos de Gibraltar en una tienda de El Corte Inglés. Además, tuvieron que adquirir un bote de goma para acercarse al puerto, lo que incrementó la posibilidad de ser descubiertos.



Durante días, los tres hombres actuaron como si fueran turistas comunes, aunque sus actividades resultaban cada vez más sospechosas. Paseaban por la costa, observando el puerto militar británico con binoculares en lugar de dedicarse a la pesca, como afirmaban. Su comportamiento no pasó desapercibido para las autoridades locales, especialmente en un tiempo de guerra donde cualquier actividad inusual podría ser interpretada como un acto de espionaje.

Finalmente, después de días de vigilancia, el grupo identificó su objetivo: la fragata británica HMS Ariadne, que entraba y salía del puerto en intervalos irregulares. Nicoletti, ansioso por cumplir la misión, solicitó permiso para atacar un viejo remolcador que parecía más accesible, pero desde Buenos Aires le ordenaron que tuviera paciencia. El 3 de mayo, recibieron la orden de pasar a la acción, fijando el 16 de mayo como la fecha para ejecutar la Operación Algeciras.

Sin embargo, el destino tenía otros planes. El 15 de mayo, un día antes del ataque, todo se desmoronó. El capitán Rosales fue a renovar el alquiler de los autos en previsión de una fuga apresurada, pero su comportamiento levantó sospechas. El empleado de la oficina de alquiler de autos, al notar algo extraño, lo hizo esperar mientras avisaba a la policía. Cuando los oficiales llegaron, Rosales no tuvo más remedio que revelar su verdadera identidad. "Soy el capitán Fernández de la Armada Argentina y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero su prisionero, no diré una palabra más", declaró, poniendo fin a la operación.

Resumen de las Biografías: Operación Algeciras

La Operación Algeciras fue una misión encubierta llevada a cabo por la Armada Argentina durante la Guerra de las Malvinas en 1982, con el objetivo de sabotear un buque británico en la Base Naval de Gibraltar. La operación, que nunca se concretó, tenía la intención de alterar la disposición de la flota británica en el conflicto y de presionar a las fuerzas europeas para que retiraran sus buques del Atlántico Sur.

Máximo Nicoletti fue el principal ejecutor de la misión. Exintegrante de la organización Montoneros, Nicoletti había adquirido experiencia en sabotajes al participar en la voladura de la fragata ARA Santísima Trinidad en 1975. Esta experiencia lo hizo útil para la Armada, que lo contactó en 1978 durante las tensiones con Chile por el Canal de Beagle. Aunque ese conflicto fue evitado por la mediación papal, la capacidad de Nicoletti quedó registrada, lo que llevó a la Armada a recurrir nuevamente a él durante la Guerra de las Malvinas.

Máximo Nicoletti

En 1982, cuando estalló el conflicto, Nicoletti estaba en Miami. La Armada lo reclutó para liderar la Operación Algeciras, cuyo propósito era hundir un buque británico en Gibraltar utilizando minas submarinas. Esta acción sería un mensaje a Europa sobre los riesgos de mantener sus fuerzas navales tan lejos de sus costas.

El comandante de la operación fue el almirante Jorge Isaac Anaya, un miembro de la Junta Militar argentina y uno de los arquitectos de la recuperación de las Malvinas. Anaya, convencido de la necesidad de una acción en Europa, convocó al almirante Eduardo Morris Girling, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, para planear la misión. Girling formó un equipo con Nicoletti y otros dos exmontoneros, quienes serían los encargados de ejecutar la operación.

Alte Jorge Anaya

Los exmontoneros tenían la ventaja de no estar formalmente vinculados a la Armada, lo que permitía a las autoridades argentinas negar cualquier conexión oficial con la operación en caso de fracaso. Además, estos exguerrilleros contaban con formación militar y experiencia en operaciones clandestinas, lo que los hacía idóneos para la misión.

El plan consistía en que Nicoletti y su equipo viajaran a Gibraltar, se sumergieran en el puerto utilizando equipo de buceo y colocaran minas submarinas en un buque británico. Sin embargo, desde el principio enfrentaron dificultades. Tras llegar a París, los servicios de inteligencia franceses sospecharon de ellos debido a la mala calidad de los pasaportes falsos proporcionados por Víctor Basterra, un exmontonero conocido por sus habilidades como falsificador. Aunque los argentinos lograron continuar su viaje, siempre quedó la sospecha de que los franceses alertaron a las autoridades británicas y españolas sobre su presencia.

Ya en España, el equipo se estableció en Algeciras, desde donde llevaron a cabo misiones de reconocimiento en la costa. Observaron que las medidas de seguridad en la base de Gibraltar eran mínimas, lo que hacía factible la operación. Sin embargo, las condiciones climáticas y la presencia de un blanco adecuado fueron obstáculos continuos. Nicoletti, impaciente por actuar, propuso varios objetivos, como un buque minador y un supertanque de bandera liberiana, pero ambos fueron rechazados por Anaya, quien consideró que los objetivos eran inapropiados o que las consecuencias de atacarlos serían desastrosas.

Finalmente, según Nicoletti, cuando por fin se dieron las condiciones perfectas para realizar la operación, Buenos Aires ordenó suspenderla debido a las negociaciones diplomáticas en curso para poner fin a la guerra. Estas negociaciones, lideradas por el canciller argentino Nicanor Costa Méndez y el secretario de Estado estadounidense Alexander Haig, eran cruciales para el futuro del conflicto.

La Operación Algeciras, aunque nunca se concretó, representa un capítulo poco conocido de la Guerra de las Malvinas, en el que un pequeño grupo de exguerrilleros, dirigidos por la Armada Argentina, estuvo a punto de llevar a cabo una acción que podría haber tenido repercusiones internacionales significativas. La operación demuestra la desesperación y la audacia de Argentina en un conflicto que, desde el principio, parecía estar en su contra.



La policía se trasladó rápidamente a la casa de Estepona, donde arrestaron al resto del grupo. En los primeros interrogatorios, los argentinos se mantuvieron en silencio sobre el propósito de los explosivos que encontraron en la casa. Pero, una vez en la comisaría de Málaga, confesaron sus identidades y el objetivo de su presencia en España. La Operación Algeciras había fracasado antes de siquiera comenzar.

Para el gobierno español, la captura de este comando argentino fue una situación incómoda. La guerra en Malvinas había exacerbado el sentimiento nacionalista en ciertos sectores de la sociedad española, que veían en las Malvinas y Gibraltar símbolos similares de la política colonial británica. No querían involucrarse en un conflicto que podría poner en riesgo las relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Por orden del presidente Leopoldo Calvo Sotelo, los prisioneros argentinos fueron subidos a un avión y llevados a Madrid, y desde allí, enviados de vuelta a Buenos Aires en un vuelo sin escalas, bajo la custodia del servicio secreto español. El incidente fue sepultado en silencio.



Oficialmente, la captura del comando argentino se atribuyó a un golpe de suerte. Según la versión oficial, la policía española estaba tras la pista de un grupo de estafadores uruguayos y los argentinos, que se movían con grandes cantidades de dólares en efectivo, llamaron la atención. Sin embargo, hay quienes creen que esta historia fue una cortina de humo para encubrir la intervención de la inteligencia británica, que habría detectado a los argentinos desde que presentaron sus pasaportes falsos en París. Estos documentos, confeccionados por un prisionero de la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, eran buenos, pero no lo suficiente como para engañar a los agentes franceses. Esta teoría parece más plausible para explicar cómo la Operación Algeciras fue frustrada justo un día antes de que el grupo pudiera ejecutar su ataque.

¿Qué hubiera pasado si la Operación Algeciras hubiera tenido éxito? Un buque de guerra británico hundido en aguas europeas por un grupo de exguerrilleros que, apenas unos años antes, se habían enfrentado entre sí en la violencia interna de Argentina. El ataque habría sido un golpe devastador para la moral británica y habría añadido una dimensión completamente nueva al conflicto de Malvinas. Sin embargo, en lugar de convertirse en héroes o villanos de una operación de alto riesgo, Nicoletti y su equipo fueron devueltos a Argentina en silencio, sus nombres perdidos en las sombras de la historia.

Así, la Operación Algeciras se convierte en un recordatorio de los extremos a los que llegó la el gobierno argentino en su esfuerzo por ganar la guerra y cómo el destino, la suerte y quizás la incompetencia conspiraron para evitar que este capítulo se convirtiera en un incidente internacional. Esta historia, casi olvidada, es un fascinante testimonio de cómo la Guerra de Malvinas no solo se libró en el Atlántico Sur, sino que sus ecos resonaron en rincones inesperados de Europa, dejando tras de sí un rastro de lo que pudo ser, pero nunca fue. Ello también muestra que los militares argentinos pensaban llevar la guerra al corazón enemigo, con una audacia inusitada para el escenario iberoamericano y, de hecho, como todo militar de ley debe planear cuando enfrenta a un enemigo tan poderoso como la segunda potencia de la OTAN.



martes, 7 de diciembre de 2021

SGM: Operación Catapult en Mers el-Kébir, la Marine Nationale es Aliada o de nadie

Mers el-Kébir (6 de julio de 1940)




Strasbourg en Mers-El-Kebir

La repentina derrota de Francia iba a sumir en la consternación a las oficinas de prensa de todo el mundo: nadie esperaba nada más que una "repetición" de la gran guerra, Francia para "amortiguar" a Alemania, particularmente con respecto a la Gran Bretaña. Cuando este último cayó y el mariscal Pétain exigió el armisticio y un cierto número de miembros de la Cuarta República, Inglaterra quedó de cara al eje tanto en el Atlántico, en el Mar del Norte como en el Índico y en el Mediterráneo.

En este último sector, sus fuerzas agrupadas principalmente en Gibraltar eran inferiores a la Marina regia, porque antiguamente se consideraba localmente suficiente a la armada francesa para hacerle frente. Pero desde que se solicitó el armisticio, a pesar de la oposición de oficiales como De Gaulle, el presidente Paul Raynaud y otros miembros de la Cuarta República, a pesar del efímero proyecto de continuar la lucha dentro del "bretón reducido", entonces en el corazón del imperio , o la alianza nacional franco-británica, Francia entregó material y prisioneros a Alemania.

Después de estos dos meses de campaña que habían costado caro a las fuerzas francesas, la marina estaba absolutamente intacta, formidable instrumento en manos del futuro gobierno de Vichy. Las relaciones entre los firmantes, incluidos Petain y Churchill, se tensaron desde el principio, e iban a encontrar un avance definitivo que inclinaría a Francia hacia una neutralidad colaboracionista, habiendo pasado muy cerca de unirse abiertamente al eje con lo que sigue.

Por diversas razones, Churchill vio al nuevo gobierno francés con cautela y aún más con el futuro respeto de Hitler por las condiciones del armisticio. Las cláusulas se referían al desarme de la flota controlada por Alemania e Italia. Su pesadilla consistía en temer el dominio absoluto del eje sobre la flota.



Posición de los barcos

Esto habría tenido consecuencias dramáticas para el equilibrio de poder en un teatro de operaciones vitales para Inglaterra: el Mediterráneo. De hecho, el grueso de la flota estaba allí, además de los edificios estacionados en Alejandría, los demás estaban anclados en las bases de Dakar, con vistas al Atlántico, Toulon y Mers-el-Kebir en Argelia, cerca de Orán.

De las tres armas de que disponía Francia en 1939, la marina era con mucho la más bella: la drástica racionalización impuesta al tonelaje francés al Tratado de Washington, la obligó a diseñar edificios directamente inspirados en las potencias navales rivales, con soluciones limpias e innovadoras. . Al final, fue una armada revivida, homogénea, con edificios de calidad y tripulaciones bien entrenadas.

Un instrumento formidable que, lamentablemente debido a las vicisitudes de la situación francesa, sufre un destino infame. Solo unos pocos edificios escaparon a la destrucción, ya sea como resultado de los ataques aliados (estadounidenses y británicos) o por hundimiento. No se intercambió arma con el verdadero enemigo de esa época.

El Richelieu (enfrente) era el símbolo de esta flota, moderna e innovadora, como el uso de torretas cuádruples semiautomáticas y su "mástil-chimenea" que se repitió muchos años después, o el dibujo de su arco. Los británicos no pudieron darle esperanzas al hacha para apoderarse de él, y lo intentaron todo, incluso alienándose a sus antiguos aliados.


Aviones HMS Ark Royal se preparan para partir hacia el puerto

Los barcos franceses estacionados en Brest habían zarpado urgentemente hacia Gran Bretaña o las islas del Caribe francés (Martinica), otros estaban presentes en la base de Saigón en Indochina. Si de una forma u otra, como el escenario que casi se concretó en noviembre de 1943, el eje se apoderaba de la flota de Toulon y los aliados estacionados, el desequilibrio a su favor en el Mediterráneo sin duda habría impulsado al Real. Armada de este sector, con la probable consecuencia de tomar Egipto (por no hablar de Malta y Gibraltar).

Previniendo cualquier refuerzo y cerrando la ruta de las colonias indias y orientales a Gran Bretaña, así como valiosos recursos de combustible y materias primas. Frente a este escenario de desastre, y habiendo agotado sus fuerzas terrestres en Francia y preparándose para librar una batalla desesperada contra la Luftwaffe con una RAF debilitada, todas las esperanzas descansaban en la Royal Navy.

Este último se movilizó en gran medida contra una salida de la flota alemana en el Mar del Norte, de hecho, el escuadrón del Mediterráneo tuvo que valerse por sí mismo. Después de haber pedido a Francia que entregara su flota al Almirantazgo británico, aquí está ante un dilema de importancia. A partir del 25 de junio, se enfrenta a un peligro político interno: una franja de la población que siente simpatía por el régimen nazi, incluidos algunos señores, una gran franja pacifista, como en Francia, le dan la obligación de movilizar a la población mediante un acto fuerte, el testimonio de una resolución implacable de continuar la guerra a cualquier precio.

Churchill escribió más tarde en sus memorias que en la perspectiva oscura que enfrentó recordó las palabras de los revolucionarios franceses: "Los reyes aliados de Europa nos están amenazando, desafiémoslos a la cabeza de un rey ...". Él preparó la operación "catapulta" en estos bosquejos en este momento. Aún tendrá que enfrentarse a la oposición de muchos miembros del gabinete de guerra, a los que apenas logró el visto bueno, y también despertó una viva desgana dentro del almirantazgo británico: unos meses antes, efectivamente, la flota francesa y los británicos estaban codo a codo. en Dunkerque, Noruega, en el Atlántico Sur para perseguir al Graf Spee.

El 13 de junio, Churchill y Dudley Pound envían un último mensaje al gobierno francés, siempre para pedir el paso del lado británico de la flota francesa, garantizando su independencia de acción. Churchill es de hecho dudoso con respecto al artículo 8 de la convención de paz, que establece que los barcos franceses deben ser desarmados bajo el control de Alemania e Italia: El término "control" en inglés tiene un sabor mucho más autoritario, equivalente a tomar posesión. Su desconfianza hacia Darlan solo empeorará como resultado de su participación en el gobierno de Pétain.

El 23 de junio se produjo de facto una casi ruptura de las relaciones diplomáticas, la única misión naval sobreviviente del contraalmirante Olden'hal, y nuevamente este último no fue informado completamente por el gobierno de Burdeos. La negativa de Darlan a aceptar y la desconfianza de Hitler en el discurso llevaron a Churchill a acelerar la Operación Catapulta.

El 27 de junio, se aprueba el plan definitivo y comienza a correr: el almirante Godfroy, cuyos barcos están en Alejandría (el Canal de Suez también es vital para Francia debido a su posesión del Lejano Oriente) recibe del almirantazgo la orden de convocar a Beirut. Informó a su homólogo británico A. Cunningham, quien a su vez le informó que había recibido instrucciones de no dejarlo salir del puerto.

El día 29, Francia está oficialmente autorizada para comenzar el desarme de sus barcos, y los preparativos comienzan con lentitud: el nuevo gobierno desea mantener intacto el potencial de la flota, mientras que por otro lado, el almirante Darlan hizo la promesa de hundir sus barcos. edificios en caso de amenaza de captura por el eje.

El 1 de julio, el almirante Sommerville, al mando de la flota de Gibraltar, recibió la orden de navegar en dirección a Mers-El-Kebir, donde la fuerza más grande de la armada francesa estaba fuera de Toulon: cuatro acorazados están realmente mojados. Sommerville envió un mensaje de confirmación porque se mostraba reacio a llevar a cabo la misión que se le había asignado. El 3 de julio, poco antes del amanecer, las tropas británicas asaltaron los barracones y barcos de los marineros franceses en Portsmouth, Plymouth, Sheerness y Falmouth.

Habrá un muerto y algunos heridos a cada lado. En el lado de Alejandría, barcos franceses y británicos estacionados cerca: los cañones británicos apuntaban a los barcos franceses (el acorazado Lorraine, tres cruceros, tres torpederos y un submarino) mientras que el comandante británico fue recibido a bordo del Lorraine para su cumpleaños. y estos barcos tenían sus tubos de torpedos listos para disparar. Afortunadamente, en esta situación prevalecerían las negociaciones hábiles y el sentido común, y se evitó el enfrentamiento.


Primeras columnas de agua de gran calibre, al principio de la batalla

A las 8 am, Cunningham debe enviar a Godfroy el ultimátum para entregar los barcos franceses a la Royal Navy, mediante un pase de tripulación o para desarmarlos bajo control británico. Las negociaciones continuarán todo el día. Buscamos contemporizar en ambos lados. Por otro lado, a las 6 en punto, el escuadrón de Gibraltar, la "fuerza H" de Somerville llega al alcance de los cañones del puerto de Mers-el-Kebir. Es el primer destructor Foxhound, explorador, seguido rápidamente por el resto de la flota.

Este último incluye el crucero de batalla Hood, los acorazados Resolution y Valiant, el portaaviones Ark Royal, 2 cruceros y 12 destructores. Las fuerzas francesas presentes incluyen los acorazados de Dunkerque y Estrasburgo, edificios recientes y rápidos, los antiguos acorazados de Provenza y Bretaña, el puente aéreo Cdt Teste, los destructores Kersaint, Tiger, Terrible, Lynx, Mogador y Volta, todas las unidades poderosas, más 15 torpederos. y 4 sumergibles, sin mencionar la fuerza aérea.

Estos forzados están al mando del vicealmirante Gensoul, un anglófilo, que tuvo el privilegio de tener bajo su mando el Hood durante una cacería conjunta de asaltantes alemanes en 1939. Los británicos, por su parte, tenían a bordo al Capitán Holland del HMS Foxhound, un francófilo que fue agregado naval en París y oficial de enlace con el Almirantazgo francés en 1939. Todo parecía encajar de antemano para llegar a un acuerdo.

A las 8 de la mañana, tras advertir a los franceses de una comunicación muy importante, un mensaje en Morse Hood dice "Esperamos que nuestras propuestas sean aceptables y que los encontraremos con nosotros". Luego, a las 8:30, Gensoul recibe el aviso británico, un texto escrito a modo de ultimátum: Deja tres posibilidades al almirante francés: unirse a la flota británica, navegar a Gran Bretaña para el desarme controlado por los británicos, o conducir al Caribe o Estados Unidos. cuya neutralidad permitió no violar el acuerdo de armisticio.



Bretagne es golpeado

Pero el espíritu de la misiva pareció oponerse. Las dos primeras soluciones implican violar la convención de armisticio, Gensoul se ve obligado a negarse. Además, los vigías de Mers-el-Kebir conocen perfectamente los preparativos para la Fuerza H y los cañones que apuntan al puerto. Incluso despegó un avión para observarlo y preparar los ajustes de artillería. Gensoul dio la orden de volver a armar las baterías costeras lo más rápido posible y preparar los edificios para un bamboleo.

Envía un mensaje al Almirantazgo, retirado a Nerac, en estos términos: 'Fuerza inglesa que incluye 3 acorazados, 1 portaaviones, cruceros y torpederos frente a Orán. Ultimtum enviado: hunde tus barcos en 6 horas o te obligaremos a hacerlo. "La respuesta del almirantazgo es inequívoca: los barcos franceses responderán a la fuerza por la fuerza", dice Gensoul tenía en una mano las garantías dadas por el almirante Darlan sobre un hundimiento de la flota en caso de intento de apoderarse del eje y debía permanecer intacto, pero en por otro lado, los barcos franceses se defenderían en caso de ataque de cualquier oponente, señalando que la comunicación inglesa se consideraba un ultimátum. Se negó a recibir a Holanda en persona, y su ayudante de campo le expresa preocupación en caso de desarme bajo el control del eje:Todavía podría ser posible un hundimiento.

Además, a través del ayudante de campo de Gensoul en el HMS Foxhound, sugirió que aún era posible el desarme en el lugar con la presencia de la Royal Navy. Pero estos argumentos no parecieron doblegar a Gensoul, y nada parecía poder evitar el enfrentamiento de armas. Alrededor del mediodía, aviones Sworfish del Ark Royal amarraron minas magnéticas frente a la entrada del puerto, lo que aparentemente contradecía las posibilidades de la flota de poder navegar hacia el Caribe o los EE. UU. Alrededor de las 12:30, sin embargo, el almirante Somerville aún reacio a disparar, ofreció una conciliación final y empujó el ultimátum sobre su propia espalda a las 14:30.

Los ayudantes de campo de ambos bandos consiguieron convencer a Gensoul de que se reuniera con el capitán Holland. Gensoul creía que el desarme sobre el terreno podría constituir una base para un acuerdo. Sin embargo, aparentemente quería ahorrar tiempo para acelerar los preparativos para el combate y el equipo, y los británicos podían verlos. A las 2:30 pm, Gensoul envió un mensaje indicando que accedió a reunirse con Holland en persona. Esto obligó a Sommerville a extender el ultimátum nuevamente.

A las 15.15 horas tuvo lugar la reunión a bordo del Dunkerque: Es alentador: Gensoul le entregó a Holanda un texto de Darlan, instrucciones especificando el hundimiento de la flota en caso de cualquier amenaza de captura, y también acordó iniciar el desarme in situ, pero sin el amenaza inmediata de la Royal Navy, también se planearon los preparativos para una salida inmediata hacia las Antillas o los Estados Unidos.

Sin embargo, incluso cuando Holanda, con la esperanza de estos nuevos desarrollos, estaba a punto de informar a Somerville, este último acaba de recibir de Londres el mensaje: "Arregle el asunto rápidamente, de lo contrario tendrá que lidiar con refuerzos". De hecho, el almirante Le Luc, en Nerac, al leer el mensaje de Darlan que interceptaron los británicos, navegó con sus cruceros de Toulon y Argel mientras daba instrucciones para preparar los barcos para el combate. Luego le informó a Darlan de esto.

Luego, Morse envía una nueva comunicación desde Hood al almirante Gensoul, indicando el aplazamiento a las 16:30 del ultimátum y la última fecha límite. Cuando la delegación británica salió de Dunkerque a las 4:25 pm, 5 min. antes de la expiración, un barco que llevaba una contrapropuesta de Gensoul estaba en camino hacia el Hood. Pero esto fue demasiado tarde. Antes de su llegada, el almirante abrió fuego a las 16:53.

Esto no fue por ningún tramo de imaginación una "batalla" como se afirmó más tarde en la prensa, que escandalizó aún más a todos los franceses, incluido De Gaulle, y más bien una ejecución sumaria: los barcos franceses estaban amarrados perpendicularmente al puerto, volteados hacia adentro. , por lo que realmente no pueden defenderse.



Bretagne arde

De hecho, los dos cruceros de batalla Dunkerque y Estrasburgo tenían toda su artillería avanzada apuntando hacia la orilla. Del mismo modo, las baterías se volcaron en su mayoría hacia adentro, para enfrentar un posible asalto italiano. Sin embargo, pronto se volvieron hacia el mar y enmarcaron al HMS Foxhound, que se vio obligado a irse rápido. Hood, Valiant y Resolution llovieron cada ocho rondas de 16 pulgadas por minuto, un total de 24 rondas por salva.

Cada salva levantaba inmensos chorros de agua, de casi cien metros de altura, que retrocedían con un gruñido. Pronto fue el apocalipsis: Dunkerque fue alcanzado en su cubierta de proa, una torreta fue volada y el generador eléctrico principal y el sistema hidráulico resultaron dañados. El casco fue perforado y tomó agua por todos lados. Su comandante, para evitar que se hundiera, decidió hacer que siguiera recto a toda potencia para vararla. En cuatro minutos, el gran buque de guerra quedó en ruinas con la popa ahogada bajo metros de agua y la popa elevada por encima de la playa.

Pero lo peor estaba por llegar: el acorazado Bretagne, que alcanzó el primero a 13.000 metros, se elevó repentinamente como por la mano de un titán: sus almacenes de munición habían sido alcanzados por un proyectil. Una enorme columna de llamas y hongos pronto reemplazó su sección central. El casco se partió en dos, y lo que quedaba del barco volcó y se hundió rápidamente, llevándose consigo 1000 hombres. Provenza, que tenía suficiente vapor, podría alejarse y despejar el puerto, y abrir fuego contra el escuadrón británico cuando se fuera.

Su salva casi falla en el Hood, que respondió con un impacto en su torreta de 340 mm, quemando su almacén de municiones debajo que fue inmediatamente extraído para evitar una explosión. El casco estaba perforado y el compartimiento del motor estaba recibiendo agua por todos lados. Se fue a la playa al otro lado del puerto. El destructor Mogador vio su popa destrozada por un impacto cuando intentaba salir del puerto. Toda la sección de popa explotó y fue remolcada hasta el fondo del puerto. Otros barcos, principalmente torpederos ligeros, también murieron atropellados. Solo Estrasburgo, cuyos trimmers habían hecho lo imposible, pudo escapar ileso en el mar.


La popa de Mogador está arruinada

El comandante de Estrasburgo maniobró hábilmente detrás de la quema de Bretaña, escondido de los observadores británicos. Milagrosamente, pasó entre los restos en llamas, giró en la salida entre minas a toda velocidad. Esta fue una maniobra de marinero que incluso provocó la admiración de los británicos. Consiguió, con algunos destructores, llegar a Toulon y Somerville, quien fue criticado al respecto, dejó de seguirlo y de rematarlo.

Cuando los cañones se silenciaron, el puerto de seas-el-Kebir ofreció la horrible visión de un campo de naufragios ardiendo en un enorme humo negro. En medio de los escombros, había diminutos cuerpos blancos, los muertos y los vivos, nadando de regreso a la playa. Lo que era la punta de lanza de la flota atlántica francesa ya no lo era. Aún quedaron el Richelieu en Dakar y Jean Bart, inconcluso en Casablanca. Como dijo De Gaulle, quien planeó un tiempo de su exilio en Canadá, "fue en nuestras esperanzas, un formidable golpe de hacha".



Operación Catapulta en color

Las consecuencias de la intransigencia del "viejo león", la falta de comunicación y quizás la arrogancia (¿u otra motivación?) Por parte de los oficiales franceses, recayendo mayoritariamente sobre Gensoul, llevaron a este considerable drama. Si bien la primera consecuencia fue la ruptura de los restos de relaciones diplomáticas -ya muy tenues- entre Francia y el Reino Unido, esto llevó a una gran parte de los franceses a ser desafiantes hacia el aliado del día anterior, tal y como lo traduce la sinergia de resistencia de los franceses. Territorios de Vichy (como en Dakar) a la invasión.

La propaganda del eje recibió un regalo que Goebbels explotaría al máximo, casi consiguiendo que el gobierno de Vichy pasara de una colaboración abierta a una alianza franca de hecho. Posteriormente, en muchas ocasiones como se dijo antes, los franceses que permanecieron leales a Vichy mostraron una feroz resistencia. El único seguimiento inmediato del ataque británico fue una incursión a medias de bombarderos franceses en Gibraltar, sin consecuencias. Sin embargo, en Dakar, la feroz resistencia a la R y la Francia libre fue alimentada por "souvenez-vous de Mers-el-Kebir" (Recuerde ...) y esto llevó a una guerra casi civil entre la Francia Libre y la Francia de Vichy, que la facción más extremista creció en el poder con el tiempo, lo que provocó la terrible Milice y la caza activa de movimientos de resistencia por parte de los propios franceses.



martes, 1 de septiembre de 2020

SGM: Los errores en el ataque a Pearl Harbor

El ataque de Pearl Harbor fue imperfecto

W&W





Durante los años anteriores a la guerra, la Armada japonesa había preparado minuciosamente su flota para una estrategia particular: una "batalla decisiva" que se llevaría a cabo en sus aguas natales, después de que la flota de los EE. UU. hubiera sido derribada por aviones y submarinos durante su largo tránsito desde Pearl Harbor en aguas japonesas. La flota fue diseñada para esta tarea, donde la resistencia del combustible y la habitabilidad y (en algunos casos) la estabilidad de los barcos se sacrificó por la velocidad y la potencia de fuego. Los buques de logística, las licitaciones, los buques de reparación y las bases de apoyo avanzadas desarrolladas no eran necesarios en esta estrategia. Las bases debían recibir un desarrollo mínimo, suficiente para soportar aviones de reconocimiento y bombardeo de largo alcance y una guarnición de sacrificio. Eran solo reducciones de velocidad en el camino de la flota estadounidense y probablemente se perderían con el avance de los estadounidenses. No se necesitaban auxiliares de la flota, porque se esperaba que el combate más intenso ocurriera cerca de la patria japonesa en una batalla decisiva cataclísmica.

Cuando el gobierno japonés decidió una guerra de conquista, esta estrategia se puso en práctica. Ahora, se requeriría que la Armada tomara y mantuviera las islas periféricas como una forma de evitar que los Aliados recuperen las áreas vitales de recursos naturales que los japoneses conquistarían para mantener su máquina de guerra. La batalla decisiva se trasladó cada vez más lejos de las aguas del Imperio hasta que finalmente estuvo cerca de las Islas Marshall, a 2.300 nm de Japón. Ahora se necesitarían bases y se encargarían auxiliares para atender a la flota lejos de sus puertos de origen, pero la falta de recursos que obligaría a Japón a entrar en la guerra también le impediría establecer las bases y auxiliares necesarios.

Pero primero, los japoneses tuvieron que lograr las conquistas deseadas, un proceso que, incluso en el vacío de la fuerza en el Pacífico causado por la guerra en Europa, probablemente llevaría meses. Los japoneses necesitarían la mayor parte de su flota para la ofensiva, dispersos a lo largo de miles de millas que soportan múltiples empujes simultáneos. El comodín era la Flota del Pacífico de los Estados Unidos. Si bien consistía en menos de la mitad de los buques de guerra comisionados por los estadounidenses, podría reforzarse, y un movimiento de la flota a Filipinas cortaría las líneas de comunicación japonesas hacia el avance del sur, cortaría los recursos que regresan a Japón y amenazaría a los japoneses con derrota.



Yamamoto propuso un ataque contra la base principal de la Flota del Pacífico en Pearl Harbor, utilizando toda la fuerza de su portaaviones disponible. Lo que está claro es que Yamamoto buscaba los acorazados, principalmente para asestar un golpe psicológico contra Estados Unidos, con la esperanza de que resultaría en una paz negociada después de que los japoneses hubieran asegurado sus conquistas. A la sombra de los resultados históricos del ataque de Pearl Harbor, lo que poco se entiende es que Yamamoto (y el resto de la estructura de comando japonesa) esperaba sacrificar al menos dos portaaviones para este objetivo y quizás más, convirtiéndolo en un " portaaviones para acorazados ". Esta comprensión desmiente la suposición general anterior de que Yamamoto era un visionario de la aviación que creía que los acorazados eran obsoletos. Esto lo confirman las instrucciones de Yamamoto a Kido Butai, que les ordena presionar su ataque incluso si fueron detectados 24 horas antes del ataque, y atacar incluso si no había transportistas en Pearl Harbor. Claramente, Yamamoto estaba dispuesto a poner en peligro a sus frágiles portadores para destruir los acorazados.

El testimonio japonés indica que necesitaban paralizar cuatro acorazados estadounidenses. Este número probablemente se basó en los cálculos utilizados para determinar las proporciones de fuerza necesarias para derrotar a la flota estadounidense después de un avance trans-Pacífico. Este número se confirma al volver a calcular las proporciones específicas que los japoneses intentaron obtener en las negociaciones durante las diversas conferencias de limitación de armas navales entre 1922 y 1936. Incluso entonces, habría poco margen para una victoria japonesa: admitieron que si la confrontación ocurrió según lo planeado, tenían solo una probabilidad de 50-50 de victoria, una probabilidad bastante baja de éxito considerando que el destino del país estaba en riesgo.

El objetivo declarado de Yamamoto era paralizar la flota del Pacífico lo suficiente como para evitar que se mueva contra el flanco del avance japonés durante al menos seis meses. Lo que no se reconoce comúnmente es que este objetivo puso la antorcha a los planes japoneses convencionales para una batalla decisiva entre las flotas en desacuerdo que permitiría una victoria japonesa. De hecho, si los estadounidenses se demoraran seis meses, no tendrían ningún incentivo para involucrar a los japoneses en una acción de flota hasta que su fuerza se reforzara lo suficiente por la inminente inundación de nuevas construcciones. Un ataque exitoso contra Pearl Harbor forzaría a los estadounidenses a una estrategia de "guerra larga" desde el principio, exactamente el tipo de guerra que los japoneses sabían que no podían ganar. Yamamoto lo reconoció. Después de la conquista de las áreas de recursos, tuvo que forzar la mano de los estadounidenses. Necesitaba una batalla decisiva por cualquier medio posible. Trató de forzar uno en el medio del Pacífico, que luego condujo a la derrota en la Batalla de Midway.

La acusación más contundente contra los estrategas japoneses y el servicio de inteligencia es que no necesitaban un ataque contra Pearl Harbor para obtener sus necesarios seis meses. A los estadounidenses les habría llevado seis meses reunir suficientes engrasadores y auxiliares para permitir operaciones ofensivas significativas, suponiendo que el curso de la guerra en Europa permitiera tal concentración. Las redadas habrían sido posibles, pero nada lo suficientemente grave como para influir en el curso y el resultado de la expansión de fase uno de Japón hacia el sur. Generalmente ciegos a las restricciones logísticas, a los japoneses no les importaba visualizar o comprender las restricciones bajo las cuales los estadounidenses operarían.

Contrariamente a los elogios de la mayoría de los cronistas, la planificación y ejecución del ataque de Pearl Harbor fue imperfecta; en muchos sentidos no era lo último.

  • La planificación fue inflexible. A los asesinos de los acorazados, los B5N Kates, los únicos bombarderos de ataque de portaaviones japoneses que podían llevar bombas pesadas que perforaban armaduras o torpedos, se les asignaron sus armas muy temprano en el proceso de planificación. Esta asignación no se ajustó para tener en cuenta los resultados del entrenamiento y las pruebas, o la inteligencia con respecto a la presencia o ausencia de redes de torpedos en Pearl Harbor. Los problemas asociados con la entrega de torpedos en aguas poco profundas se resolvieron literalmente solo dos semanas antes de que la expedición partiera de sus aguas.
  • Los planificadores debían ejecutar el ataque incluso si el problema de entrega de torpedos no se había resuelto o si los acorazados estaban protegidos por redes de torpedos. Esto contribuyó a la decisión de sobreasignar Kates B5N al rol de bombardeo a gran altitud.
  • Aunque los bombarderos de nivel excedieron las expectativas de precisión, un número vergonzoso de sus bombas AP no explotó correctamente.



  • En otro ejemplo de inflexibilidad, los japoneses recibieron un informe de inteligencia detallado 24 horas antes del ataque, pero no ajustaron su plan a las condiciones observadas. Los planificadores del personal estaban tan decididos a hundir a los transportistas que decidieron permitir que un ataque contra el anclaje de los transportistas permaneciera en su lugar después de saber que no había transportistas en el puerto.
  • Si se hubiera asignado más Kates B5N para transportar torpedos, el ataque habría sido considerablemente más letal. Tal como estaban las cosas, tres de los ocho objetivos de torpedos viables no fueron tocados, y uno fue alcanzado solo por error.
  • El plan se basó completamente en lograr un ataque sorpresa y no proporcionó apoyo SEAD para los bombarderos de torpedos. Incluso cuando se incluyó una opción de plan "sin sorpresas", los bombarderos de torpedos no recibieron ningún apoyo; de hecho, ni siquiera fueron escoltados por los combatientes hasta el objetivo.
  • El plan para los torpederos era defectuoso. Las rutas de ataque planificadas no se desconfiaron y causaron interferencia mutua.
  • El esquema japonés de priorizar objetivos no era ejecutable. La carga de la responsabilidad recayó en las tripulaciones aéreas individuales, que no podían tener la información necesaria para ejecutar el plan de manera adecuada, y no tenían las comunicaciones necesarias para coordinar mutuamente sus esfuerzos. El resultado fue una concentración excesiva en los objetivos más fáciles, torpedos desperdiciados y el escape de la mitad de los objetivos principales en la lista de priorización de torpedos. Once torpedos cumplieron la misión; el resto fueron fallos, matanzas o golpes en objetivos inapropiados.
  • El error de Fuchida con las bengalas, en lugar de un error intrascendente, arrojó el ataque de los bombarderos de torpedos en cierta confusión y apresuró su acercamiento. Este error fue un factor que contribuyó a los problemas que enfrentaron los bombarderos de torpedos, incluida la interferencia mutua, las corridas abortadas y probablemente una reducción en la precisión y confiabilidad de la entrega. El error de Fuchida contribuyó directamente a las pérdidas del avión B5N Kate.
  • La pérdida de Arizona fue el resultado de una bomba que penetró en la revista de proa del barco, no la explicación complicada en el informe oficial de la Marina. El modelo de simulación muestra que el golpe no fue un caso atípico "uno en un millón", sino el resultado más probable del ataque.
  • Las comunicaciones aéreas japonesas fueron ineficaces.
  • Los líderes japoneses no pudieron ejercer un control efectivo sobre el ataque, especialmente después de que el error de Fuchida con las bengalas convirtió la primera ola en un Preakness aéreo.
  • La formación de ataque adoptada para los bombarderos de torpedos, largas cadenas de hasta 12 bombarderos separados por 500 yardas o más (que a menudo se convirtieron en 1,500 a 1,800 yardas en condiciones de combate), eliminó cualquier posibilidad de cualquier cosa que no sea el más básico "seguir al líder" control de focalización.
  • Los ataques de los bombarderos de buceo en Nevada fueron un empleo inapropiado de las municiones de los aviones. Estas bombas no hicieron nada para cumplir la misión del ataque.
  • La idea de hundir un buque de guerra en el canal para reprimir la Flota del Pacífico fue una media medida quijotesca, una decisión extremadamente pobre.
  • Los bombarderos de buceo asignados a los objetivos de la flota contribuyeron poco. De los 81 bombarderos encargados de esta misión, solo se lograron dos impactos contra lo que debería haber sido su objetivo principal, los cruceros. Seis de los ocho cruceros en el puerto escaparon de daños significativos, y los otros dos fueron dañados por los golpes de torpedos. Gran parte del daño causado por los bombarderos de buceo provino de bombas que no alcanzaron sus objetivos previstos.
  • Un porcentaje vergonzoso de las bombas de 250 kg de los bombarderos de buceo estaban defectuosas.
  • La identificación del objetivo de los bombarderos de buceo era extremadamente pobre. Las ofertas fueron identificadas como acorazados y cruceros, destructores identificados como cruceros, diques secos identificados como acorazados.
  • El plan para el empleo de los combatientes era pobre. La cobertura de combate para los bombarderos de la primera ola no estaba de acuerdo con la importancia de los grupos de ataque. Increíblemente, los bombarderos de torpedos no fueron escoltados hasta el objetivo, y no tuvieron cobertura superior durante la duración de su ataque.
  • Gran parte de la "sabiduría convencional" sobre el ataque es falsa:
  • Los japoneses no emplearon un cuerpo de "súper aviadores" para el ataque.
  • Cualquier ataque de tercera ola dirigido contra el astillero podría haber dañado solo una pequeña parte de la capacidad total de reparación de Pearl Harbor. Cualquier daño podría haberse reparado rápidamente y no habría causado que la guerra en el Pacífico se extendiera por un período apreciable.
  • Si bien los tanques de combustible eran vulnerables y la mayoría de ellos podrían haber sido destruidos en un ataque de tercera ola, los efectos de su destrucción podrían haberse mitigado. El daño a los tanques de combustible no habría retrasado el curso de la guerra por una duración significativa y no habría obligado a la Flota del Pacífico a abandonar Pearl Harbor, como algunos han afirmado.
  • El mensaje diplomático japonés de catorce partes, entregado tarde y después del ataque, no era una declaración de guerra. Una entrega a tiempo no habría cambiado la ira justa del pueblo estadounidense catalizada por el "ataque furtivo" japonés.
  • La probabilidad de que el quinto submarino enano penetre en las aguas adyacentes a línea de acorazados (Battleship Row) y torpedee a Oklahoma o Arizona es muy pequeña.

Un descubrimiento significativo es la medida en que muchos historiadores se han equivocado en sus opiniones sobre la batalla. Esto a su vez ha llevado a mucha distorsión en las evaluaciones históricas de los roles, habilidades y juicio de los participantes. Se debe tener cuidado antes de que se acepten los juicios de valor de los historiadores anteriores. Incluso el más prestigioso de los guerreros contemporáneos podría estar equivocado.