domingo, 24 de diciembre de 2023
domingo, 23 de julio de 2023
domingo, 6 de febrero de 2022
Malvinas: Philipi y Blake desarrollan una amistad luego de hundir a la Ardent
Los tres axiomas de un admirador del Barón Rojo
Al desatarse la guerra, el capitán de corbeta Alberto Philippi era el segundo jefe de la Base Aeronaval Río Grande. Pero un aviador que había bautizado a su hijo Manfred, en honor al Barón Rojo, - von Richthofen, - no se iba a quedar detrás de un escritorio. Al igual que el legendario as de la aviación alemana (1892-1918) estaba dispuesto a morir en combate. Y más allá del apellido italiano y del argentinísimo sobrenombre "Mingo", este hijo de inmigrantes alemanes y nieto de un combatiente de la Primera Guerra Mundial ostentaba las clásicas características teutonas que tanto le sirvieron en el conflicto de Malvinas: disciplinado, ordenado, estricto, eficaz. Pero aún más clave fue su religiosidad sin fisuras.
Incorporado voluntariamente al Escuadrón de Skyhawk A4Q, aquel 21 de mayo despegó rumbo al Estrecho de San Carlos con los tenientes Arca y Márquez de numerales. Un rato después los seguirían Sylvester, Rótolo y Lecour.
Ya en Malvinas el terceto comenzó a descender sobre la Isla de los Pájaros. Las condiciones meteorológicas eran totalmente adversas: lluvia, techos bajos y visibilidad de apenas una milla. Lo cual significaba que una fragata podía lanzarle sus misiles mucho antes de que los pilotos la vieran. Lejos de desistir, Philippi ordenó conectar el master de armamento. Pasaron por el Cabo Belgrano, que lucía negro y amenazador, y antes de llegar a San Carlos divisaron los mástiles de una fragata detrás de una roca. Y la fragata los divisó a ellos, precipitándose a navegar a toda potencia hacia el centro del estrecho.
Mingo echó una última mirada al tablero. De las 5300 libras de combustible que cargaba el avión, necesitaba 5000 para ir y volver. Sólo le quedaban 300 libras para atacar y escapar. Iba al límite absoluto del JP1 y no se había previsto reabastecimiento en vuelo.
Philippi ordenó dispersarse a sus numerales, para atacar desde distintos ángulos y al mismo tiempo complicarle a los brits la selección del blanco. El jefe de la escuadrilla fue el primero en impactar, tras lo cual escuchó la voz de Arca: «¡Muy bien, señor!”. Le había dado a la Ardent en la popa. Los aviadores navales arrojaron sus doce bombas MK82 en reguero y comenzaron el escape.
Sin embargo, al ser atacada, la fragata había emitido todas las alarmas posibles y los dos aviones de su escolta, que la sobrevolaban a 10 mil pies de altura – y que habían fallado en su misión de prevenir el ataque - se lanzaron en picada sobre los argentinos. “¡Harrier,Harrier!” se escuchó la voz de Márquez.
-¿Cómo estabas en ese momento?
-Con la adrenalina y el oxígeno al cien por ciento.
Philippi ordena eyectar las cargas externas que los demoran: tanques auxiliares y lanzadores de bombas. “Después de eso, el A4 se convierte en una mariposa”, me dice.
Pero el Sidewinder L se muestra como implacable cazamariposas. Haciendo maniobras evasivas, Philippi observa que uno de los Harrier le dispara precisamente ese misil. El proyectil lo sigue por espacio de algunos segundos y explota debajo del avión volándole la cola. El A4Q tiembla y se encabrita. El piloto se da vuelta y ve que el Harrier se está acomodando para rematarlo con sus cañones. “Me dieron, me eyecto, estoy bien”, avisa lacónicamente por radio a sus camaradas.
El manual del Skyhawk dice que hay que eyectarse a 150 nudos por hora, con las alas estabilizadas. “Hacerlo a 350 nudos te puede arrancar un brazo, o la cabeza”, me explica. Sin embargo, no quedaba otra, y Philippi tiró de la manija entre sus piernas. De los ocho aviones en servicio del Escuadrón, seis tenían el cohete eyector vencido. Por suerte, este funcionó igual.
Estrellarse contra el aire a esa velocidad le provocó un desmayo. Cuando recuperó el conocimiento, estaba cayendo en paracaídas, inclinado hacia delante, viendo bajo sus pies el estrecho de San Carlos y alrededor suyo el combate entre aviones argentinos y británicos. Su primer pensamiento fue dar gracias a Dios.
El golpe contra el agua fue durísimo. Afortunadamente, el paracaídas se recostó sobre las olas y lo arrastró hacia la costa. Cerca de ella se desembarazó de la tela y comenzó a nadar, pero debió luchar denodadamente contras las “kelps”; algas o cachiyuyos, que dieron nombre a los pobladores anglos de Malvinas (ver foto debajo sobre los kelps en el estrecho de San Carlos).
Llegó tan agotado, que tuvo que salir del agua gateando, no podía pararse. Muy cerca se encontraba escorado el mercante Río Carcarañá, que los ingleses atacaron el 16 de mayo, abandonado por su tripulación. Tirado exhausto en la arena veía pasar aviones de combate. El de Márquez había explotado en el aire, mientras que el de Arca, averiado, se dirigía hacia Puerto Argentino. A todo esto, Sylvester, Rótolo y Lecour habían rematado a la Ardent. Cuando recuperó el aliento, con su cuchillo de caza Puma White Hunter (ver foto debajo) cavó un pozo de zorro para pasar la noche. Cada tanto, el frío lo obligaba a levantarse y se calentaba haciendo más profundo su refugio.
Alrededor de las dos de la mañana activó su señal de radio de emergencia, para que pudieran rescatarlo los efectivos propios. Pero al ser detectada por los ingleses, estos abrieron fuego contra el Río Carcarañá. Y los tiros cortos caían cerca de Philippi, quien decidió ponerse en marcha. Iba de cerro en cerro activando la señal. Desde uno de ellos vio al buque mercante despidiendo humo negro; lo habían convertido en un colador. Pasó la noche siguiente en un galpón de esquila. Con el revolver de supervivencia Smith & Wesson calibre 38 (ver foto debajo) mató una oveja y la asó en un fuego que prendió con su pistola de señales.
Al tercer día, el 24 de mayo, avistó tres vehículos y les hizo señales apelando al espejo de supervivencia. Le pareció ver un jeep Mercedes Benz y dos Unimog del Ejército, pero al acercarse comprobó que se trataba de un Land Rover y dos tractores: eran kelpers. “Esto viene mal”, pensó, y reemplazó las balas luminosas de su revolver por balas de plomo. Se tranquilizó empero al ver que el principal del grupo le tendía la mano sonriente.
-Soy un piloto argentino derribado el día 21 y quiero volver con mi gente. Si nos ponemos de acuerdo, bien, y si no, sigan su camino, y yo seguiré el mío.
-Lo vamos a ayudar. Usted es una persona de suerte. En esta zona, totalmente deshabitada, nosotros pasamos sólo un día cada seis semanas, para hacer rotación de ganado. Y hoy nos tocaba.
Quien así le respondió resultó ser Tony Blake, administrador de la estancia North Arm, de cien mil hectáreas de extensión. A partir de ese momento Philippi fue tratado a cuerpo de rey. Lo instalaron en el dormitorio del dueño, se bañó con jabón perfumado, fumó cigarrillos Rothmans, tomó whisky del mejor y degustó los exquisitos scones preparados por la esposa de Tony. “Me trataron igual que si fuera un piloto británico”, se admira.
Más aún, Philippi encontró en Blake un alma gemela; tenían las mismas pasiones: la caza de puma, ciervo y jabalí, la pesca de trucha con mosca, el golf, ambos eran fanáticos radioaficionados y fotógrafos, y hasta poseían idéntica cámara, la Canon A1.
A la mañana siguiente, Blake lo llevó a conocer la estancia y a sus empleados. Uno de ellos, conocido por su furibundo odio a los argentinos, al ver Philippi, se llevó la mano a la cintura debajo del abrigo. Blake se quedó helado, pensó que sacaría un arma para matar al piloto.
El capataz, en cambio, extrajo una petaca de brandy y propuso brindar por dos razones:
“Porque usted se salvó, y por su día nacional, que se celebra hoy».
Cuando al rato arribó el helicóptero de rescate argentino, despidiéndose, todos lloraban.
-Mingo, ustedes estuvieron menos de 24 horas juntos, ¿cómo es que se pudo generar un afecto tan entrañable?
-No tiene explicación.
Tony Blake le mandó un autito Matchbox al hijo de Philippi, Manfred, de tres años. Y la esposa del kelper, la receta de los scones a Graciela Philippi.
La mujer del piloto, desde su casa aledaña a la Base, había visto despegar seis aviones y regresar sólo tres. Sin embargo, al darle la noticia de que su marido estaba desaparecido, el jefe del Escuadrón le dijo: «Arca vio un paracaídas. Si era el de Mingo, conociéndolo, te aseguro que va a aparecer”. Efectivamente, siete días después Graciela lo tenía entre sus brazos.
Tony Blake visitó a Philippi en la Argentina, y hasta llevó una ofrenda floral al cenotafio de Puerto Belgrano, demostrando un gran sentimiento por nuestros caídos.
Philippi, en cambio, a pesar de la insistencia en invitarlo de su amigo kelper, sostiene que iría a Malvinas de una sola manera: “Por la puerta grande, en un avión de la Armada”.
-¿Mingo, qué es lo que te permitió sobrellevar tamaña odisea, a los 43 años, con todo en contra, si ni siquiera saliste con el avión del comandante, que tenía navegador?
-El buen adiestramiento, desde ya. Pero sobre todo los tres axiomas que me acompañaron siempre. Son tres párrafos de la Biblia: "Ayúdate y Dios te ayudará", "Ni una hoja cae si no es la voluntad del Señor" y "Dios es mi pastor, nada me faltará. Aunque ande en el valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno, Tú estarás conmigo…". Esas palabras retumbaban en mi cabeza.
-¿En esos momentos difíciles?
-En todos los momentos, la vida entera, hasta el día de hoy. Y Dios siempre apartó el daño que aparecía por delante, siempre me despejó el camino.
Conocí a Philippi cuando lo evacuaron a Puerto Argentino. Obviamente quise entrevistarlo, pero se negó. Años después lo crucé en Bahía Blanca y dijo que me debía esa nota. Hoy ya no me la debe…
(c) Nicolás Kasanzew
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Malvinas: El hundimiento de la Ardent, Philippi y el granjero neozelandés
Ataquen a la Ardent: la "pelea de perros" con los Harriers y una historia de derribos y supervivencia en Malvinas
El desembarco británico en San Carlos el 21 de mayo desató oleadas frenéticas de combates aeronavales y el derribo de muchos pilotos. Pero también una solidaridad poco difundida en los kelpers que asistieron a los aviadores que se eyectaron en las islas.Por Loreley Gaffoglio || Infobae
La fragata misilística HMS Ardent atacada durante tres embestidas sucesivas en el Estrecho de San Carlos el día que desembarcaron las tropas británicas en San Carlos.
El 21 de mayo de 1982 el tramo norte del Estrecho de San Carlos era un neurótico avispero de buques, helicópteros y aviones ingleses. A las 2 de la madrugada se había producido el primer desembarco anfibio en tres franjas costeras en San Carlos y los buques enemigos cubrían la retaguardia para hostigar a las posiciones argentinas en Darwin. Buscaban frustrar una contraofensiva terrestre y asegurarse las cabezas de playa.
La escala del desembarco había quedado retratada dentro de un avión Macchi. En vuelo exploratorio y solitario, el piloto naval Owen Crippa descargó con furia su exiguo armamento contra blancos navales y helicópteros al acecho y en su audaz huida bosquejó sobre su anotador de rodilla la distribución de la flota de la Royal Navy.
La certeza documentada de una veintena de buques enemigos en la boca del Estrecho desató aquella misma jornada y los días sucesivos una infernal batalla aeronaval. Tan encarnizada, tan a todo o nada, como en la II Guerra Mundial.
Las incesantes oleadas de fuego aéreo argentino contra la Task Force embestían sin tregua tanto desde Puerto Argentino como desde de las distintas bases continentales. De allí el mote inglés de "Bomb Alley"(Callejón de las bombas) para ese ominoso pasadizo marítimo, de entre 4 y 22 km de ancho que, como la anatomía de una mariposa con sus alas desplegadas, separa las islas Gran Malvina y Soledad.
El Estrecho de San Carlos se convertía así en un cementerio de buques, tripulantes y pilotos de ambos bandos.
Los hundimientos y encalladuras de buques ingleses y argentinos en el Callejón de las bombas, en el Estrecho de San Carlos
El bombardeo a la Ardent
Por la tarde, desde las bases de Río Gallegos y Río Grande, tres oleadas sucesivas de cazabombarderos de la Fuerza Aérea y de la Armada enfilaron hacia aquel enjambre enardecido. Había que neutralizar piquetes de radar y despedazar a los objetivos navales que encontraran a su paso."La orden era, literalmente, tirarle a lo que nos encontráramos", describe el Brigadier (RE) Horacio Mir González, uno de los jefes de las tres escuadrillas que arremetieron contra la HMS Ardent. Se trataba de una fragata de última generación, tipo 21, pertrechada con misiles Sea Cat, torpedos y cañones, que continuaba zozobrando al aeródromo de Darwin desde la bahía Ruiz de Puente—35 km al sur de San Carlos—cuando parte de la flota británica ya se había dispersado en el Estrecho.
Los pilotos debían atacar a los objetivos que encontraran a su paso, dice uno de los pilotos de M5Dagger, Horacio Mir González, sobre el fatídico y frenético 21 de mayo, en el que se sucedieron feroces combates aéreos en el Estrecho.
Los ataques debían ser sorpresivos. Se ingresaría por el sur del Estrecho para avanzar en un barrido ascendente. Se daba por descontado que al acercarse a la flota, los Harriers entrarían en acción, con bajas seguras para los pilotos argentinos.
La primera escuadrilla de Skyhawks A-4B al mando del capitán Pablo "Cruz" Carballo cepilló el Estrecho, salpicando de sal los parabrisas. Atacó a un carguero inglés, y en su derrota hacia el norte, detectó a la Ardent recostada sobre la costa de la isla Soledad. A las 14, Cruz lanzó con precisión quirúrgica, sus dos bombas MK-82 a horcajadas del casco, pero no explotaron.
El legendario piloto combate de la Fuerza Aérea, Pablo Carballo, a bordo de su Skyhawk, uno de los halcones en Malvinas
Cuarenta minutos después, dos secciones, Cueca y Libra, de Mirage 5 Dagger—las Avutardas Salvajes—, lideradas por González, demolieron con bombas terrestres MK17 retardadas el hangar, un helicóptero Westland Lynx en cubierta y el lanzador cuádruple de misiles Sea Cat de la fragata. La cuarta bomba impactada, alojada en popa, tampoco explotó.
En llamas, la Ardent (Ardiente) traicionó su nombre y logró sofocar el incendio. Conservaba intacta su propulsión y, maltrecha, huyó hacia el noroeste del Estrecho para guarecerse entre la flota. Ninguno de los pilotos logró auscultar el zumbido de los Harriers, cuando un misil Sidewinder abatió al 1° teniente Héctor Hugo Luna.
Las imágenes registradas por la cámara del M5 Dagger del líder de escuadrilla, Horacio Mir González, en el preciso momento del ataque a la fragata inglesa. A la izquierda se ven los misiles que lanza el buque para derribar a los pilotos.
En lo inhóspito de esa geografía, atravesando fuego aéreo y naval, el piloto del helos, Alejandro Vergara, divisó unas casas detrás de un cordón montañoso. Aterrizó y preguntó si allí había un piloto argentino. Unos kelpers condujeron al médico Fernando Miranda hasta una habitación donde Luna yacía recostado en una cama. Estaba malherido en una pierna y en un brazo por las esquirlas de su propio avión al precipitarse en tierra. Luna con su paracaídas había caído a metros de éste y fue trasladado hasta la BAM (Base Aérea Militar) de Darwin. Fue el primero de los siete pilotos—5 de la Fuerza Aérea, 1 de la Armada y uno británico— rescatados en Malvinas.
El piloto que logró eyectarse, Héctor Hugo “Jote” Luna y salvó su vida tras el feroz combate aéreo en el Estrecho de San Carlos.
La ventana del aula en Río Grande
"A la base de Río Grande llegaban las encomiendas con grapa y comida casera que le enviaba su hermana desde San Rafael y nosotros la comíamos pensando que estaba muerto", evoca González. (Luna falleció en 1991 en la base del Plumerillo, tras realizar maniobras acrobáticas con un Pampa).También en Río Grande, a metros del perímetro donde termina la pista, una maestra de geografía, madre de cuatro hijos, Graciela Philippi, observaba desde la ventana del aula el despegue de la 3° Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, que hasta el 3 de mayo operaba interceptando Harriers desde el portaaviones 25 de mayo. Los Skyhawk A4Q y sus pilotos, entre ellos, su marido, Alberto Philippi, comandante de la escuadrilla, se habían instalado en la base fueguina para continuar con las misiones de combate.
Philippi (tercero desde la izquierda) en el portaaviones 25 de mayo, donde actuó como interceptor de aviones ingleses durante el conflicto del Atlántico Sur.
Graciela contó el despegue de tres aviones y de otros tres, 10 minutos después. La primera división, liderada por su marido, capitán de corbeta, llevaba como numerales al teniente de navío José César Arca y al teniente de fragata Marcelo Gustavo Márquez.
Tras poco más de 50 minutos de vuelo en altura para ahorrar combustible, descendieron a posición rasante sobre el sur del Estrecho para evitar ser iluminados por radares enemigos. Sin moros en la costa, electrónicamente indefensos por ausencia de contramedidas en los A4-Q, encararon hacia Puerto San Carlos en busca de presas. Al cruzar la Bahía del Rey, a mitad de camino, detrás de una pequeña isla, asomó nítida a unas 8 millas la arboladura de una fragata. Era la resiliente Ardent, blanco del asedio argentino.
–Buque a las 11– alertó Arca, con ese lenguaje neutro y lacónico que caracteriza a los pilotos navales.
–Atacamos –dispuso Philippi.
Ello suponía que el líder giraría primero para pasar por encima de la fragata y que en los cambios de formación cada uno atacaría a una altura mínima de 60 metros para el armado de las espoletas y desde un azimut (ángulo) distinto, para dispersar la atención y la concentración de fuego.
Philippi lanzó sus 4 bombas MK 85 de 500 libras con cola retardada arremetiendo de frente; Arca lo hizo por babor y Márquez por estribor.
–¡Muy bien señor! –soltó Márquez e instantes después marcó la precisión del tiro de Arca:
–Otra en popa–confirmó.
Alberto Philippi, alias “Mingo” en la base de Río Grande con uno de los técnicos que preparaban las espoletas de las bombas con retardo para que las esquirlas no impactaran en los Skyhawk al ser lanzadas
A la Ardent la acunaba una espesa humareda negruzca cuando una PAC (patrulla aérea de combate) que orbitaba, oculta y silenciosa a 1000 pies (3000 metros), se lanzó en picada como un buitre oteando su carroña.
–Harrier, Harrier–tronó la radio. De nuevo la voz de Márquez, pero esta vez como vigía de la cola de sus compañeros.
Atacar por detrás es la posición ideal para lanzar un misil o una ráfaga y en la jerga aérea ese tipo de combate se lo conoce como "pelea de perros".
Inmediatamente, Philippi ordenó lanzar las cargas exteriores: los dos tanques auxiliares de cada avión junto con sus lanzadores de bombas se sumergieron en el Estrecho. Había que alivianar las naves para enfrentar al enemigo y desplegar maniobras evasivas.
El líder estaba concluyendo su giro a unos 300 m de altitud cuando un misilazo trituró la cola de su avión. Con la explosión, la nave corcoveó, levantó la nariz encabritada hacia el cielo y el bastón de mando se tornó ingobernable. "Me di vuelta y vi que el Harrier estaba a unos 200 m detrás de mí y se acomodaba para rematarme", cuenta Philippi a Infobae.
–Me dieron. Me eyecto. Estoy bien–logró avisar por radio.
Accionó la manija de eyección entre sus piernas, sintió una fuerte explosión, su cabeza y su cuerpo se entumecieron por la presión del aire y se desmayó. La velocidad para la eyección no es recomendable superados los 250 km/h. Philippi huía a 900 Km/h.
Cuando recuperó el conocimiento, colgaba del paracaídas sobre el Estrecho de San Carlos. A su alrededor los dos Harriers y los A4-Q se trenzaban en un duelo encarnizado. Otro Sidewinder buscó la cola del avión de Márquez, que hábil en la maniobra lo esquivó. Pasaron segundos cuando otra ráfaga de cañones 30 mm finalmente lo alcanzó y atomizó su avión.
El Skyhawk del teniente de fragata Márquez, un marplatense soltero, de 26 años, querido en su escuadrilla por su optimismo y buena predisposición, prácticamente se desintegró en el aire. Sólo fragmentos de su nave flotaban en el mar.
Tras lanzar sus cuatro bombas a la Ardent y alertar a sus compañeros, el teniente de fragata Marcelo Gustavo Márquez logró esquivar un misil pero fue impactado por los cañones de un Harrier. Su nave se desintegró en el aire. Tenía 26 años. Cuatro años después de su muerte, su madre, a instancias de comentarios e informaciones maliciosas, pensaba que seguía con vida en las islas. Restos de su avión fueron encontrados en la costa y hoy se exhiben en el Museo Aeronaval de la Base Espora, en Bahía Blanca.
Arca continuó en combate. Logró burlar con bruscas maniobras evasivas otro misil, cuando ya exhaustos de combustible, los Harriers se replegaron al HMS Hermes. Ahí entró en acción la segunda sección con los otros 3 Skyhawks rezagados Con asepsia casi quirúrgica y el campo de batalla despejado, los pilotos Benito Rótolo, Carlos Lecour y Roberto Sylvester terminaron de masacrar a la Ardent.
De las 24 bombas de 500 libras lanzadas por los seis aviones, al menos 5 sellaron definitivamente la suerte la fragata. En el último ataque, el sector de babor quedó diezmado y las llamas consumían la popa cuando el capitán Alan West ordenó el abandono. Veintidós de los 170 tripulantes perecieron.
La tercera EscuadrillaAeronaval de Caza y Ataque dejó de operar en el portaaviones y se mudó a Río Grande en Mayo 1982. Arriba (de izquierda a derecha) los pilotos Sylvester, Lecour, Oliveira, Zubizarreta, Arca, Castro Fox, Róloto y Benitez. Abajo: Medici, Márquez, Olmedo y Philippi.
Con combustible insuficiente para regresar al continente, Arca enfiló hacia Puerto Argentino. Al encarar la pista, desde la torre de control le advirtieron que había perdido el tren de aterrizaje izquierdo. Los Harriers lo habían fumigado. Le ordenaron eyectarse pero Arca se negó e insistió con un aterrizaje de emergencia.
"Así no puede aterrizar. Si no se eyecta dejará la pista sin servicio. ¡Eyéctese!", le impusieron. El piloto buscó un área alejada del trajín aéreo y obedeció. Cayó al mar y en una maniobra de profesionalismo excepcional el piloto de un Bell, el capitán de Ejército Alberto Svendsen, sin una liga para arrojarle y levantarlo, ubicó el patín de aterrizaje de su helicóptero debajo del piloto y prácticamente lo pescó en medio del un oleaje furibundo.
Herida de muerte, y fiel a su nombre, la fragata ardió hasta la madrugada. Y en un movimiento suave y acompasado terminó de zambullirse en el Estrecho, a las 4.30 del 22 de mayo.
“Bomb Alley”, óleo del pintor ingles Robert Grant Smith sobre el bombardeo del 21 de mayo a la Ardent, una pintura icónica que retrata la ferocidad de los ataques de ambos bandos.
"Me concentré en mi supervivencia"
De origen alemán, cerebral hasta la médula, y con muy buen adiestramiento militar, mientras caía en el mar Philippi observó que su bote de supervivencia no se había inflado. Recordó que sólo dos asientos eyectables de los 8 aviones A4-Q no estaban vencidos."Así que me concentré en mi supervivencia y la prioridad era llegar hasta la costa sólo con mi salvavidas", recuerda.
El impacto sobre el agua fue brutal. Pero tuvo suerte, ya que al zambullirse, su paracaídas le pegó un tirón, se recostó y el viento permanente del oeste lo arrastró a escasos 100 metros de la costa. En el tramo final para alcanzar la orilla, una pared de kelps—las densas algas que colonizan las islas—, frenó su avance. Se desenganchó del paracaídas y con un cuchillo cortó la maraña de sargazos. La faena se tornaba interminable y lo dejaban exhausto. Las algas continuaban enredándose en su equipo de supervivencia. El corazón le palpitaba en la garganta. Descansaba haciendo la plancha y al recuperar energías continuaba luchando contra las plantas acuáticas.
En la lucha por sobrevivir los borbotones de adrenalina actuaban como un escudo protector del frío, ayudado por su traje antiexposición. Philippi en ningún momento se desmoralizó. Detrás de su temple, estaban sus largas horas de adiestramiento.
Cuando finalmente alcanzó la costa, miró su reloj. Eran las 16: habían transcurrido 60 minutos desde el ataque y faltaba media hora para que anocheciera. Buscó refugio para guarecerse de los latigazos del viento y de una lluvia intermitente. Eligió el médano más reparado y cavó un pozo de zorro con su cuchillo: un regalo para su hijo menor, Manfred, de dos años, que se llevó a préstamo del hogar.
Intentó pasar allí la noche, pero el frío acentuaba la vigilia. Para entrar en calor cavaba aún más profundo el hoyo. En la oscuridad de una noche encapotada, de golpe el cielo se iluminaba con ráfagas de cañoneo naval de un buque enemigo que no llegaba a divisar. Pero los estruendos, graves, retumban cerca y los tiros, cortos, caían a su alrededor. Creyó que se prolongaba el desembarco británico. Como lo último en sus planes era caer prisionero de los ingleses, levantó sus bártulos a las 2 am y caminó hacia el sur ayudado por una brújula. Sabía que allí el Ejército Argentino ocupaba posiciones.
La familia Philippi en Medio oriente en 1979, donde el aviador fue agregado naval
Los trayectos no eran rectos sino en zigzag. Se desplazaba de una elevación del terreno a otra para intentar emitir con éxito la señal de emergencia con su radio de supervivencia. Alguien la recibiría y acudiría en su auxilio.
Cuando amaneció trepó a un promontorio y al mirar hacia atrás en la Bahía del Rey —sabía exactamente dónde estaba porque había estudiado en detalle la cartografía de las islas— divisó al buque de transporte Río Carcarañá escorándose, envuelto en una inexpugnable humareda negruzca.
"Alberto no volvió"
En Río Grande, el comandante de la escuadrilla, capitán de corbeta Rodolfo Castro Fox llamó a la mujer de Philippi. Graciela había visto desde su escuelita el despegue de seis Skyhawks y el regreso de tres.—Mirá, Alberto no volvió. En Puerto Argentino Arca dijo que vio un paracaídas, pero no pudo determinar si era el de Alberto o el de Márquez—le informó.
Luego, ensayó un consuelo sincero:
—Conociéndolo a Alberto, si es que llegó en paracaídas a tierra, sabemos que va a aparecer.
Graciela y Alberto Philippi delante del avión del piloto.
Graciela abrazó a sus cuatro hijos, de entre 15 hasta 2 años, y entre ahogados sollozos, se aferró a la esperanza.
Mientras tanto, a 650 km de Río Grande, en uno de los dos bolsillos de su equipo de supervivencia, Philippi encontró elementos de primeros auxilios. En el otro, las raciones de emergencia, con chocolates, caramelos y otros alimentos calóricos. No tenía dudas de que sobreviviría mientras pudiera caminar hasta las filas argentinas entre la hierba corta, resistente y húmeda de una turba colonizada por piedras. Se trataba de un terreno conocido, idéntico al que trajinaba todas las tardes en la estancia de los Menéndez Behety en Río Grande: su amistad con los encargados le permitía en sus horas de esparcimiento cazar ciervos y pumas o pescar truchas con mosca.
"Ayúdate y Dios te ayudará"
Al tercer día de infatigable caminata sintió hambre. A lo lejos escudriñó ovejas mansas pastando. Seleccionó un corderito y con su Smith & Wesson .38 la acorraló y le disparó. Experimentado cazador, supo cómo eviscerarlo y cuerearlo a la perfección. Pero la humedad le impedía encender la turba con fósforos, preservados en el traje antiexposición. Extrajo una de las bengalas de su chaleco y produjo un fuego importante para el festín.Continuó su derrotero al sur reeditando la misma coreografía: emitía la señal de emergencia y enseguida volvía a apagar la radio para preservar la batería hasta la próxima elevación. Sabía que por la cantidad de aviones caídos, las fuerzas buscarían náufragos y tripulantes perdidos. Pero más allá de su racionalidad y previsión, en la vida de Philippi —protestante luterano y muy creyente—, hubo siempre tres párrafos de la Biblia que signaron su temple y guiaron sus acciones: "Ayúdate y Dios te ayudará", "Ni una hoja cae si no es la voluntad del señor" y "Jehová es mi pastor, nada me faltará. Aunque ande en el valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno, tú estarás conmigo…".
Philippi, alias Mingo, meses antes de combatir en Malvinas, delante de un Skyhawk.
Reconfortado por esas palabras, siguió su marcha venciendo al vozarrón del viento, el frío, la intemperie de la incertidumbre, la soledad. A lo lejos vislumbró un movimiento de vehículos. Asumía que eran los jeeps Mercedes Benz del Ejército Argentino aunque no lograba identificarlos con claridad. Los iluminó con su espejo de señales. Y cuando el grupo se acercaba vio que se trataba de un Land Rover y dos tractores con un carro para transportar ganado. Esa escena lo puso en guardia. Uno de los hombres se bajó del Jeep, saltó el alambrado y encaró hacia él. Creyó que era un comando dispuesto a liquidarlo. Philippi sacó sigilosamente la bengala de su revólver y la cambió por munición de plomo. Ocultó el arma en su cintura. El hombre, robusto, se acercó con una sonrisa. Y sin otros preámbulos, aquel 24 de mayo de 1982 Philippi habló en perfecto inglés.
Philippi y Tony Blake en Bahía Blanca en Marzo de 2007
—Soy un piloto argentino que cayó el día 21—dijo, la barba de tres días, su ropa húmeda y embarrada— y tengo intención de volver con mi gente. Si nos ponemos de acuerdo, bien, y si no, sigan su camino que yo continúo con el mío.
La respuesta del granjero Tony Blake, un kelper neozelandés, administrador de más de 100.000 hectáreas de la estancia North Arm, lo sorprendió.
—Mire, ante todo usted es un hombre con suerte, porque nosotros venimos a este sector sólo una vez cada seis semanas a hacer recambio de ovejas y carneros y hoy nos tocó. Sabemos que hay muchas tripulaciones caídas en la isla, pero a nosotros la guerra no nos interesa. Lo vamos a ayudar—dijo Blake.
Ahí mismo se sentaron en la turba y compartieron entre todos los alimentos que traían: sopa, tartas, sándwiches, chocolates y tortas, que Philippi devoró.
Blake lo alojó en su casa y le ofrendó el mejor cuarto, mientras su mujer Linda le preparaba el baño y le extendía ropa limpia, de algodón, y un sweater de lana.
Al salir de la ducha, el aroma a scons recién horneados embriagó al piloto. La familia se aprestaba a tomar el té y lo invitaron a la mesa. Ansioso por comunicarse con su gente, Blake le explicó que sólo de 10 a 11 de la mañana los kelpers tenían permitido usar la radio en el canal Medical Aid, (de ayuda médica).
—Mañana a esa hora contacto a su gente—prometió.
Exhausto, Philippi se fue a descansar. Pero antes elogió los scons de Linda.
Estaba profundamente dormido, cuando Tomy, el hijo de la pareja, lo despertó.
—Dice mi padre que te espera abajo—soltó.
Blake lo convidó con un whisky. Evitaron hablar del conflicto, ya que no se pondrían de acuerdo. El kelper sólo esbozó: "Su gobierno y el mío están locos en hacer esta guerra". Y en la conversación afloraron los intereses comunes: ambos cazadores y pescadores de truchas con mosca; golfistas, radioaficionados y amantes de la fotografía.
Así pasaron horas hablando de calibres, de fusiles, de miras telescópicas, de cañas, de reeles, de señuelos y cámaras de fotos y de las señales distintivas de. Ambos tenían la misma: una Canon1. Y ambos eran también protestantes. Prácticamente almas gemelas separadas por el Atlántico, por un litigio de soberanía y por una guerra.
"Tenía más en común con Tony Blake que con el 98% de los oficiales de la Armada Argentina", dice Philippi.
Al día siguiente, 25 de mayo, tras cumplir con su promesa de informar por radio que estaba vivo, Blake le mostró la estancia y los galpones de esquila.
El capataz era famoso en la isla por su sentimiento antiargentino. Cuando Blake los presentó, observó que manoteaba algo de entre sus ropas y temió por la vida del piloto.
—Hoy hay dos motivos para festejar—dijo el capataz con voz áspera y ceremoniosa. Exhibió una petaca y propuso un brindis por "el día nacional de los argentinos" y por la supervivencia del piloto. Blake respiró aliviado.
Otro helicóptero UH-1H de la FAA, que realizaba relevos de observadores terrestres, aterrizó en la estancia North Arm y buscó al piloto.
Al momento de la despedida Tony, Linda y Philippi se les aflojó la garganta y lagrimearon.
Blake le entregó un camioncito amarillo en miniatura para Mandred, el hijo menor de Philippi, que hoy ocupa un lugar de honor en sus biblioteca y Linda le extendió un sobre cerrado para su esposa Graciela. Adentro contenía la receta de sus scons.
El piloto permaneció dos días en Darwin y abordó el último helicóptero hacia Puerto Argentino antes de que aquel bastión fuera tomado por las tropas británicas.
Otros dos pilotos de Dagger, heridos y abatidos por Harriers, lo acompañaron en el viaje: uno era Héctor Luna que lo precedió en el ataque de la Ardent; el otro era Gustavo Piuma que aquel fatídico 21 se trenzó en otra "pelea de perros" y recibió un misilazo en el Estrecho.
Tony Blake visitó a Philippi en su casa de Bahía Blanca en Marzo 2007. Sobre la mesa hay dos testimonios de su amistad. Una carta y un camioncito de colección
Philippi y Blake permanecieron en contacto después de la guerra. Hablaban por radio, se saludaban para navidad e intercambiaban noticias sobre sus familias.
En 1998 un cáncer terminal se llevó a Graciela; meses después murió Linda. Blake insistía con que Philippi lo visitara en las islas. "Vos también podés venir. Acá no hay restricciones de ingreso", le dijo el piloto. Dos veces Blake lo visitó y se alojó en su casa, en Bahía Blanca. La primera fue en 2003, cuando Blake lo sorprendió con un trozo de chapa del fuselaje del avión de Márquez, que hoy se exhibe en el Museo de la Aviación Naval de la Base Espora. La última, fue dos años atrás. Bailaron tango, jugaron al golf, salieron de pesca, volvieron a recorrer el museo y Blake hasta se subió a un Super Étendard.
Blake y Philippi en Bahía Blanca .Allí recorrieron el museo naval y recordaron a los 355 tripulantes muertos del Crucero General Belgrano. El piloto nunca más regresó a las islas, a pesar de la insistencia de su amigo. “El día que regrese, quiero hacerlo por la puerta grande”, le dijo a Infobae.
En 37 años, nunca permitieron que la guerra y el conflicto irresuelto por la soberanía de Malvinas se interpusieran en su amistad.
El granjero y el piloto naval delante del cuadro emblemático que retrata al Callejón de las bombas, con el ataque a la Ardent que lideró en una de las oleadas Philippi.
domingo, 8 de enero de 2017
Tropa de invierno: 4 consejos de supervivencia
Marty Skovlund Jr., Task & Purpose
19 de febrero: Los soldados que asisten a la Escuela de Guerra de Montaña del Ejército de los Estados Unidos en Jericó, Vt., Suben a Smugglers 'Notch como parte de su fase final del Curso Básico de Montañismo Militar en Jeffersonville, Vt. Habilidades y conocimientos necesarios para operar en terrenos montañosos.
Besar mis ojos en las condiciones casi blancas era un poco molesto y, por supuesto, estaba preocupado por los vientos de 30 millas por hora que golpeaban contra las pocas pulgadas de piel que dejaría arrogantemente expuesta. Pero, todavía, me sentía en casa.
Para mis amigos fuera del estado, sin embargo, la situación era un poco más grave. Era diciembre en Dakota, y ninguno de ellos había experimentado el tiempo como antes. Miserable como eran, no pude evitar recordarles que se trataba de un tiempo de "trineo" - el tipo de clima que los niños locales rompen sus trineos.
Creciendo en Dakota del Sur, gané un sano respeto por lo que la temporada de invierno es capaz de hacer. Enviamos a nuestros hijos a la escuela en este tiempo, vamos a trabajar en este tiempo, y, el infierno, incluso salir al lago en este tiempo sólo para perforar un agujero en el hielo y sentarse alrededor de él todo el día. Por diversión.
Eso es sólo la vida en las altas llanuras en el invierno. Se necesita una raza especial para vivir y prosperar en condiciones subzero durante semanas a la vez. También toma un poco de sentido común y un poco de know-how para evitar las lesiones por frío.
Cada año, las lesiones por el clima frío reclaman a innumerables personas que se aventuraron en los elementos implacables desprevenidos y desentrenados. No seas uno de ellos.
Si este invierno vas a perder tu mente y salir a las Dakotas, o cualquier otro lugar donde la congelación a muerte (literalmente) es posible, primero hazte un favor y memoriza el acrónimo KOLD del Ejército: Manténlo limpio, Evitar el sobrecalentamiento, usar ropa suelta y en capas, y mantener la ropa seca. Ese es un buen comienzo, pero aquí hay algunos consejos más clave para ayudarle a mantenerse caliente y, lo más importante, vivo.
Cubra cada pulgada de su piel, literalmente.
Sgto. Mayor Seth Reab, un instructor de la Escuela de Supervivencia del Ártico, mira hacia el horizonte mientras permanece fuera del área de entrenamiento de la Escuela de Supervivencia Ártica de la Fuerza Aérea cerca de la Base Aérea de Eielson, Alaska. Los instructores del curso enseñan a los estudiantes los fundamentos de la supervivencia en el medio ambiente ártico a través del entrenamiento en el aula y en el campo. Vernon Young Jr. / USAF
La exposición a estos elementos puede ser una manera segura de encontrarse en una mala situación. Además de lo obvio - cubrir tus pies, piernas, brazos y núcleo como lo harías en condiciones normales de invierno - también necesitarás tener algo para tus manos, cara y cabeza.
La piel de tu rostro será brutalizada en el viento penetrante, y tus manos se adormecerán dentro de un minuto o dos si no son desgastadas. Personalmente, me gustan mis guantes Marmot Randonnee, ya que tienen un forro que absorbe la humedad y cinch cerca en su apertura para mantener los vientos de conducción.
Cada pedazo de piel desnuda es una grieta en su armadura, no le dé al enemigo una apertura para atacarle! Paquete en consecuencia.
Vístase en capas que tengan sentido.
.Las oscilaciones extremas de la temperatura son posibles en ambientes alejados, así que usted necesitará la capacidad de agregar o de quitar rápidamente de su guardarropa. Un material de mecha, como el poliéster sintético o lana de merino, siempre debe ser utilizado como la capa de base contra la piel.
Esto ayudará a mantener la piel seca al realizar actividades vigorosas, y se sentirá cómodo cuando arroje sus otras capas para arrastrarse en un saco de dormir por la noche. Después de eso, necesitará 2-3 de luz a capas medias (casi cualquier material es aceptable, pero al menos una capa debe ser aislado), y todos deben ser sueltos.
Finalmente, su parka de invierno será su concha exterior. He llevado el Parka del nivel 7 de la ropa más allá en algunos de los ambientes más extremos posible sin sufrir tanto como un escalofrío - usted absolutamente no puede ir mal con el L7 como su capa externa. Siga un esquema similar para sus piernas (pero no como muchas capas) para obtener mejores resultados.
Bastones y gafas de sol son una necesidad.
A menudo son las pequeñas cosas que hacen la diferencia entre comodidad y las lesiones. Yo soy un tipo de Blistex, pero mientras estés usando algún tipo de palo, deberías estar en claro.
He visto gente renunciar a esta medida y se han roto, los labios sangrantes al final de la tarde. En cuanto a las gafas de sol, casi todo lo hará. Sirven a dos propósitos. Uno, actúan como una barrera entre sus ojos y el viento que conduce.
Y dos, evitan forzar tus ojos contra el ambiente blanco brillante. En algunos ambientes, necesitarás gafas especializadas para actividades al aire libre prolongadas, así que haz tu investigación y planifícate en consecuencia.
No se moje.
Endurecido en el Ártico el 1r Sgto. Jonathan M. Emmett lidera el Ejército de los EE. UU. Ejército de Alaska Los soldados de la Fuerza de Tarea de Aviación asignados a la Compañía de la Sede, 1-52 Regimiento de Aviación, en Fort Wainwright, Alaska, mientras conducen el Entrenamiento de Curso de Adoctrinamiento en Tiempo Frío II (CWIC) 19 de noviembre de 2015. US Army
En serio, no hagas eso. El mojarse es una de las maneras más rápidas de encontrarse con una lesión severa del tiempo frío que puede potencialmente poner en peligro la vida. Si usted va a hacer una actividad como la pesca en hielo, asegúrese de mantener una toalla y un conjunto extra de ropa seca cerca por si acaso.
Si usted está haciendo algo activo que le hará sudar, asegúrese de prestar atención a los consejos anteriores sobre esa capa de base de wicking. Estar mojado en temperaturas sub-cero no es broma, así que asegúrate de tomar este seriamente.
Recuerde: temblar no es algo bueno.
El 4to equipo de combate de la brigada de la infantería (aerotransportado), 25ta división de infantería, equipo de la subida, patrocinado por el ejército de los E. Alaska, hace su manera a través de cumbre Ridge en el montaje McKinley, 15 de junio de 2014, en el parque nacional y reserva de Denali, Alaska. El equipo estaba allí para demostrar sus habilidades árticas y validar tanto su entrenamiento como su equipo. US Army
Si usted está temblando, significa que su cuerpo está tratando de generar calor a través de los músculos que se mueven rápidamente. Es un mecanismo de defensa que ayuda a regular la temperatura corporal, al igual que la sudoración. Sin embargo, a diferencia de la sudoración, temblar es una señal de que está haciendo algo malo.
Si está seco y vestido apropiadamente, debe estar completamente caliente y cómodo de la cabeza a los dedos de los pies - no necesita escalofríos. En última instancia, esto se puede reducir a escuchar a su cuerpo cuando está diciendo que algo está mal.
martes, 12 de julio de 2016
Libro: Manual de Supervivencia (Walter Martínez)
domingo, 7 de diciembre de 2014
Supervivencia: Consejos para el desierto
Lo desiertos ocupan alrededor del 20% de la superficie de nuestro planeta y aunque existen diversos tipos –alcalinos, de arena, de roca, de montaña, etc- en su mayoría comparten algunas características; que dominándolas, aseguraran tu supervivencia en un ambiente hostil como este.
Revista Azimut
Escasez de agua
Sin lugar a duda el principal problema al cual nos afrontamos en una situación de supervivencia en un desierto es a la falta de agua. Por ello, lo primordial es racionar este vital líquido ya que sin él, solo vivirá dos días y medio a temperaturas de 48 grados Celsius. En el desierto el agua se puede obtener de manera subterránea, un buen consejo seria buscar el lecho de un rió seco y cavar unos centímetros hasta encontrar arena húmeda.El mejor sitio es buscar una curva del rio en la parte más baja, aunque no siempre se obtiene los resultados deseados. Si no es así deje de cavar conserve energía y busque otro lugar.
El terreno debe ser observado cuidadosamente, el lugar donde más probabilidades de encontrar agua será en la base de una colina o un cañón. También busque vegetación en especial: pasto, sauces y palmeras estos suelen indicar fuentes de agua permanentes.
Algunos consejos para racionar el agua:
-Permanezca vestido y transpirara menos-Beba agua en pequeños sorbos, si quedan algunas gotas humedezca los labios.
-Mantenga pequeñas piedras en la boca.
Temperaturas extremas
Las temperaturas en el desierto varían de acuerdo con la latitud pero pueden llegar desde los -55 grados C hasta los 58 grados C. Esto se debe como efecto de los rayos solares directos y sin obstrucciones durante el día.Caminar por el día en el desierto puede ser mortal, el desplazamiento debe hacerse de la siguiente manera:
-Evitar el sol de mediodía. El mejor momento para caminar es durante la mañana, tarde o noche.
-Evita caminar por arena suelta y el terreno quebrado ya que ocasiona fatiga.
-En caso de quedar atrapado en una tormenta de arena recuéstese dando la espalda en dirección al viento, cubra su cara.
Vestimenta
A pesar de lo que todo mundo cree, lo mejor es mantenerse bien “cubierto” en el desierto. La ropa nos dará protección contra quemaduras del sol, la arena y piquetes de insectos. Es muy importante que mantenga cubierta su cabeza y piernas. Para mantenerse fresco no se arremangue la camisa, manténgala hacia abajo con los puños abiertos. Las prendas ligeras y de colores claros reducen la humedad entre el cuerpo y la ropa.domingo, 23 de noviembre de 2014
Supervivencia: El termómetro digerible de los SEALs
AMANDA MACIAS - Business Insider
Seals de la marina con equipo de buceo en una playa
Wikimedia Commons
Durante el entrenamiento de Operaciones Especial de Marina, los candidatos misiones exhaustivos completas bajo un estrés extremo, dormir limitado y en condiciones de congelación del agua.
Durante los últimos 25 años, el ejército estadounidense ha utilizado una píldora ingerible termómetro para controlar la temperatura corporal central de los miembros del servicio durante las misiones físicamente exigentes.
Píldora CorTemp (HQ, Inc.) fue desarrollado a mediados de 1980 para el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins y el Centro de Vuelo Espacial Goddard. La tecnología de sensores se utilizó por primera vez en los astronautas para detectar la hipotermia y las condiciones de hipertermia durante el vuelo espacial.
He aquí cómo funciona la píldora: Soldados tragar una cápsula recubierta de silicona 3/4 pulgadas que contiene una microbatería y un sensor de temperatura de cristal de cuarzo. En dos horas, el sensor de cristal de cuarzo vibra a una frecuencia relativa a la temperatura del cuerpo y transmite una señal de baja frecuencia inofensiva a través del cuerpo.
Grabadora de datos de temperatura corporal píldora CorTemp
Cortesía de HQ, Inc.
Registrador de datos de CorTemp y píldora ingerible temperatura inalámbrica.
El personal del equipo pueden controlar de forma inalámbrica la temperatura corporal central de múltiples sujetos en tiempo real. Hay varias opciones y configuraciones para temperaturas de seguimiento, incluido el método más simple de la celebración de la grabadora de datos de cerca de la parte baja de la espalda. La píldora pasa de forma segura a través del sistema digestivo después de 18 a 30 horas.
La píldora de 50 dólares se utiliza en el Special Warfare Combatant-craft Crewmen (SWCC) en Coronado, California. Donde los candidatos nadan en mar abierto desde gélidos 48 grados Fahrenheit a 72 grados Farenheit.
"Para personal de SWCC, la píldora se utiliza para monitorear la temperatura corporal central y sólo se utiliza en la formación. Su uso garantiza candidatos puedan entender el impacto del agua fría y permite la formación de personal médico y de cuadros para garantizar los parámetros de seguridad para la formación se observan", escribió Armada teniente Ben Tisdale por correo electrónico.
Las cápsulas ingeribles también son utilizados por la NFL, varios ejércitos europeos, y los departamentos de bomberos en los Estados Unidos y en Australia, según el Director de Ventas y Marketing, Lee Carbonelli.
martes, 18 de noviembre de 2014
Invierno: Consejos de supervivencia del USMC
GEOFFREY INGERSOLL - Business Insider
James Glanton "hizo todo bien" cuando él y su familia sufrió un lento vuelco de su vehículo y se convirtió en atrapado en temperaturas bajo cero en Nevada durante dos días esta semana.
Glanton ayudó a su familia a sobrevivir al inmediatamente iniciar un incendio y, a continuación, el transportó rocas calientes a su vehículo. También tenían comida y agua.
Además de los climas desérticos, el invierno es la peor que soportar, y el ejército tiene cursos integrales diseñados para enseñar a su pueblo cómo sobrevivir.
Aquí hay algunos consejos y algunos artículos de la Infantería de Marina considera esenciales para la lucha contra el frío. Vienen del invierno Curso de Supervivencia Manual, que se basa referencia de SAS Survival Manual del Reino Unido.
Principales Artículos:
1. El agua / comida: para los coches, por lo menos unos cuantos litros.2. Material para iniciar fuego: un pedernal, fósforos, un encendedor.
3. Cuerda 550: recibe su nombre por el peso que puede soportar. Bueno para hacer refugios, atrapando a los animales, el tratamiento de heridas.
4. Mantas / Poncho
5. Un recipiente de metal: para hervir agua. No es seguro comer cantidades masivas de nieve fuera de la tierra. Debe ser un contenedor de transporte no gasolina. Matar dos pájaros de un tiro y llevar una lata de frijoles.
6. Cinta: cinta adhesiva eléctrica o gorila tiene usos casi infinitos.
7. Una herramienta cuchillo y / o de usos múltiples: Algunos de estos se venden a un precio barato y contienen un pedernal.
8. Kit de Primeros Auxilios
9. Brújula
10. Un espejo: para la señalización. Espejo de maquillaje de una mujer será suficiente.
11. Kit de costura de bolsillo
Estos artículos pueden ser empacados de forma diferente para los viajes en automóvil oa pie. Obviamente, uno para un coche puede ser un poco más robusto.
Teniendo en cuenta que probablemente no va a ser "atrapado detrás de las líneas enemigas", podemos prescindir de los consejos de supervivencia en tiempos de guerra y obtener derecho a la supervivencia.
Consejos esenciales:
1. Planificación: En primer lugar tienes que armar su kit. Si es móvil, asegúrese de que está en un recipiente a prueba de agua o una bolsa.Perdidos / atascados primeras 24 horas ...
2. Vivienda: Si usted está en un coche, no lo deje. Si usted está en pie, construir un refugio, o encontrar uno: encontrar refugio es la consideración primordial cuando se ve atrapado en el clima extremo.
Troncos ahuecados se pueden limpiar y mejorar. Las cuevas funcionan bien también. La reducción del espacio de vida es igual a un más cálido espacio de vida. Tenga cuidado con los animales que ocupan, considere la ventilación.
He aquí un ejemplo de una cueva en la nieve, excavado de debajo de un árbol atrapado en un montón de nieve:
3. Iniciar un fuego: Plan para mantener el fuego. Cavar un agujero, utilice gruesas ramas secas tipo lápiz y extremidades siempre verdes como leña. Incluso las ramas verdes queman rápido y caliente.
El combustible debe ser más gruesas ramas que se han desprendido de un árbol. Encontrado cerca del suelo, pero no sumergido en la nieve.
Segundas 24 horas ...
4. Encontrar agua: lagos y ríos cercanos son grandes, la nieve y el hielo lo harán. El hielo es mejor ya que tiene un mayor contenido de agua por volumen.
Usted puede construir un generador de agua de tres palos fuertes, algunas de unión, y una bolsa / calcetín / camisa de plástico:
5. Conserve los alimentos: Teniendo en cuenta que le dijiste a la gente dónde ibas, estarán en busca de usted dentro de un día o dos. La captura de los alimentos en la naturaleza no es difícil sin embargo.
Cuerda 550 (o mejor aún, la línea de pesca, en su caso es muy útil) se pueden utilizar para trampas. Los clips de papel, horquillas y costurero todos rinden anzuelos de pesca apresuradas.
Haga clic aquí para una breve cómo sobre cómo construir una trampa rápida.
Los días después de ...
6. Mejorar las condiciones de supervivencia: Esto no sólo significa actualizar su refugio con nuevas incorporaciones. También significa que se prepara para ser visto por cualquier persona que busca para usted.
La preparación de una plataforma de ramas verdes entrelazadas secas que se prende fuego en cualquier momento, y brillantes piezas de ropa o material podría ser colocado en lugares visibles para facilitar el rescate.