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viernes, 25 de julio de 2025

Libro: La Guerra Tibia, por Peter J. Bush


La Guerra Tibia

Un libro de Peter J. Bush

 

Conflictos y desencuentros entre Argentina y Chile desde 1776 hasta nuestros días

 

 ‘La Guerra Tibia’ es un relato novelado de crónicas y hechos comprobados que en su gran mayoría sucedieron en la larga historia de desavenencias entre Argentina y Chile que hoy, gracias a Dios, parecen haberse sosegado.

 ‘La Guerra Tibia’ es un relato novelado de crónicas y hechos comprobados que sucedieron en la larga historia de desavenencias entre Argentina y Chile que hoy, gracias a Dios, parecen haberse sosegado.

El Autor basó los hechos aquí narrados y novelizados en entrevistas a personas que vivieron las historias, crónicas, libros de texto e información online.

Este es el quinto libro publicado por Peter J. Bush, luego de haber publicado las novelas ‘Hermano contra Hermano’, año 2014, ‘Regreso a Malvinas’, año 2015, ‘Tango Rojo’, año 2016, ‘Comando Poeta’ en enero de 2017 y posteriormente a esta obra, ‘Sur en Llamas’ en 2019; como ‘e-books’ en ‘Amazon’.

Peter también ha escrito y publicado como e-books en ‘Amazon’; dos libros como ‘Lautaro Capri’; estos son: ‘28 Cuentos Cortos para Volar’ -tambien existe version impresa de este- y ’28 Poemas de Amores, Amoríos y Cruces’.

 

Diseño de tapa: Damián Hadji damianhadyi@yahoo.com

 


1. A modo de prólogo y entre hermanos

El hecho fundamental y casi indiscutible de que naciones como Argentina y Chile, compartieron, comparten y van a compartir una raíz común que abarca el idioma y cultura española, parentesco familiar en muchos casos en ambos países, un origen independentista común y por sobre todo, una religión común: La Católica Apostólica Romana; además del judeo-cristianismo como base, cultural e histórica; ha funcionado como una póliza de seguro o un freno capaz de retardar y hasta frenar un pico de conflicto, tal como en el caso del año 1978. De haber sucedido este conflicto u otras hipótesis de conflicto históricos, sin duda el precio en sangre y el daño al espíritu nacional de ambos países; hubiese sido casi irreparable.

Más allá de estos hechos relatados arriba, nunca en la historia de la humanidad dos naciones vecinas tan armadas y listas para ir a la guerra; vencieron la enemistad; saltando por encima a los gobernantes de la época del 1978; gobiernos militares de cada país; que como se sabe, son cuadros entrenados para la guerra. Es de mi consideración personal, que este no ir a la guerra en 1978, fue un milagro divino, de un Dios bueno, padre y activo. En este sentido, les pido encarecidamente perdón a los paganos, eclécticos y otros tipos de espiritualidades, si esta afirmación ofendió de algún modo al lector.

No es difícil ir más allá de la evidencia con nuestra imaginación; cuando las fotos de época mostraban a militares de ambos bandos rezando el rosario o celebrando misa. Esos hechos, ciertamente aunaron de una manera invisible y sobrenatural a las fuerzas militares de ambas partes; que, en su gran mayoría, tenían el solo objetivo de defender la soberanía nacional y los intereses que ellos racionalmente comprendían sobre la misma.


También sería demasiado inocente el negar que la Argentina perdiera en su historia más territorios de los que ganó; la razón de esto se podría observar claramente en la falta de población y por sobre todo de unidad interna capaz de enhebrar la territorialidad de manera eficiente. Caso contrario; Chile siempre tuvo más unidad nacional; y su territorio se ha expandido desde su original mapa. Hoy en día, gran parte de la riqueza económica de Chile se basa en la minería del cobre; que es extraído directamente de territorio conquistado por Chile a Bolivia durante la sangrienta ‘Guerra del Pacífico’ (1879-1883).

Finalmente, es necesario destacar que durante la crisis del 78 Argentina poseía una abrumadora superioridad militar y económica por sobre Chile, y el hecho de que la guerra no se haya desatado, entre dos países gobernados por gobiernos militares, da claros indicios de una hermandad superadora de las diferencias entre dos países no solo ‘limítrofes’. Lo que quedará para la imaginación, es preguntarse: ¿qué hubiese sucedido si Chile hubiese poseído tal abrumadora superioridad, y no Argentina, durante la crisis del 78? Esto lo dejo en manos del lector que en páginas venideras explorará una historia pegajosa y extremadamente vecinal.

 

Capítulo 4. Bagüales [1] por armas, el negocio chileno

El plan del Poder Ejecutivo es contra el desierto para poblarlo, y no contra los indios para destruirlos [2].

Párrafo tomado de una carta firmada por el Presidente Mitre y su Ministro de Guerra Alsina al Congreso Nacional el 25 de agosto de 1875.

Ganado por pólvora

Los pobladores originales de la cuenca del Río de la Plata, eran grupos de indios nómades y recolectores, que se trasladaban de un lado a otro a pie y siempre siguiendo los cursos de agua. Los estudiosos dicen que un indio podría llegar a caminar hasta unas 30 leguas diarias y que muchos al internarse tierra adentro sobrevivían hasta encontrar fuentes de agua, succionando la humedad de tubérculos y raíces. Claro está, esto último era una excepción.

Mayoritariamente, el oeste y sudoeste de la provincia de Buenos Aires, era un territorio inhabitado e intransitable. Esta característica permaneció de ese modo hasta tiempo después de que llegaron los primeros españoles. Las crónicas históricas indican que Pedro de Mendoza arribó al Plata en 1536 con su expedición, acompañado de setenta y dos caballos. El caballo, de modo consensuado según los historiadores, provocó un cambio total en cuanto a la accesibilidad del terreno y la movilidad de los habitantes de aquellos parajes inexplorados.

En corto tiempo, tanto caballos como indios, aumentaron exponencialmente en número. Los aborígenes locales descubrieron en el caballo un medio de transporte y combate que como consecuencia igualó casi en poder militar en cuanto a movilidad entre indios y colonizadores. Esto sucedió hasta la llegada del fusil a repetición ‘Remington’ utilizado por las tropas de Roca durante la ‘Segunda Campaña del Desierto’ que volvió el balance militar favorable a los blancos o también llamado ‘cristianos’ por los indios.

La entrada de los equinos en el ‘Plata’, cambió para siempre no solo la vida del europeo sino particularmente la del indio, que pronto convirtió al caballo en su socio fundamental durante el dominio indígena del territorio hasta el fin la ‘Segunda Campaña del Desierto’, en 1885. La explosión de caballos en la región fue tal que el mismo jesuita inglés y explorador de la región, Thomas Falkner, casi murió atropellado por una estampida de caballos salvajes cuando tomaba agua en un arroyo allá por el año 1744.

La región también se vio modificada y cambiada en su desarrollo con el ingreso del ganado bovino y ovino que se incorporó a la zona de modo paralelo con los caballos. Las grandes estancias que rodeaban Buenos Aires comenzaron a generar cantidades inconmensurables de ganado bovino y ovino producto de su suelo fértil, pasturas abundantes y precipitaciones bastante estables.

Como resultado hasta casi ‘natural’ y ‘esperado’, los indios que habían sido impulsados por la civilización lejos de la costa y otras tribus que vivían en el oeste y sudoeste de Buenos Aires y del otro lado de la cordillera, comenzaron a encontrar comida y ‘bien de comercio’ en el ganado abundante y fácil de capturar en las inicialmente desprotegidas estancias de Buenos Aires. Como consecuencia y del mismo modo se vieron atraídas un sinnúmero de tribus que pronto escucharon da bonanza de la región. Vale la pena aclarar que los indios chilenos igualmente sufrieron la presión de la civilización, en este caso chilena, que los empujó hasta el sur de dicho país, empujando también a los aborígenes a cruzar los Andes hacia territorio argentino.

El número de indígenas en el área aumentó de manera tal que en una misiva desde el ‘Fuerte Argentino’ (fuerte creado en 1828 por Estomba) y futura ciudad de Bahía Blanca, se advirtió al Ministro de Guerra:

‘…la gran cantidad de indios que están viniendo de Chile a establecerse crea una situación alarmante para la Provincia de Buenos Aires, que quizás más que nunca ha tenido una reunión igual de indiada…’ [3].

Con este cruce, no solo se comenzó el robo de ganado, sino que las tribus de origen chileno comenzaron a dominar a las tribus argentinas y la razón principal para ello fue superioridad numérica de los indios que cruzaron desde Chile hacia el actual territorio argentino.

El asunto del indio y del robo de ganado, además de horrendos actos como el rapto de niños y mujeres, pronto llevó a la reacción del gobierno de Buenos Aires y luego de la República Argentina que se materializó en la ‘Primera Campaña al Desierto’ dirigida por Juan Manuel de Rosas entre 1833 y 1834 y de resultados no definitivos. Esta fue luego seguida por la estrategia de Alsina de establecer una defensa pasiva de las estancias por medio de un entramado de zanjas y fortines para terminar con la definitiva ‘Segunda Campaña del Desierto’ iniciada en 1878 y concluida de modo determinante, para la soberanía argentina, por Julio Argentino Roca en 1885.

La ida y venida de tribus de indios provenientes desde Chile con el propósito de robar ganado y realizar estragos comenzó incluso antes de 1820, sucediendo el grueso de la inmigración ladina y foránea por los años 1860. Las crónicas del explorador Basilio Villarino, quien recorriera el Río Negro allá por 1782, cuentan que al descubrir la isla fluvial denominada Choele-Choel, encontró está llena de aborígenes además de unas 8.000 cabezas de ganado con marcas y señales de Buenos Aires dirigiéndose hacia Chile.

Sin duda alguna, existió connivencia entre Chile y la compra de ganado argentino robado. Los transandinos otorgaban armas, bebidas y otros enseres, mientras compraban grandes cantidades de ganado robado por los indios, en su mayoría de origen chileno. El General Julio Argentino Roca da prueba interesante que refleja la clara relación comercial entre el indio y los chilenos:

‘Hay que interceptar y cortar para siempre el comercio ilícito que desde tiempo inmemorial hacen con las haciendas robadas por los indios, las provincias del Sur de Chile: Talca, Maule, Linares, Ñuble, Concepción, Arauco y Valdivia’ [4].

Prueba que casi no merece ‘contraprueba’ fue dada por el Diputado Puelma, representante del departamento de San Carlos, provincia chilena de Maule en sesión del congreso chileno del 18 de agosto de 1870, quien aseveró:

En cuanto al comercio, vemos que el de animales, que es el que más se hace con los araucanos, proviene de animales robados de la República Argentina. Es sabido que últimamente se han robado 40.000 animales más o menos y que son llevados por tierra, y nosotros, sabiendo que son robados, los compramos sin escrúpulo alguno, luego decimos que los ladrones son los indios. ¿Nosotros qué seremos?’ [5].

No al azar y siguiendo el muestreo de evidencia casuística de esta realidad geográfica, invasiva, comercial y quimérica, vale la pena recordar que para el explorador y publicista chileno, Don Guillermo Cox, la Patagonia fue y quizás es en algunos reductos, denominada como ‘Chile Oriental’ [6].

Otro documento, en este caso una carta de Alsina al Cacique Namuncurá, es también un indicio claro de la presencia de indios chilenos. De la misiva se lee lo siguiente:

Señor Cacique General don Manuel Namuncurá, esto es lo que el gobierno le ofrece. Si Ud. acepta, necesito saber cuáles son las garantías que Ud. me da de que su tribu no invadirá, ni dejará invadir a los chilenos, ni a Catriel [7]…’.

Vale la pena aclarar que Namuncurá, era hijo de Calfulcurá, Gran Cacique Chileno, aborigen con más influencia en la época de los malones. De un mismo modo, su padre Calfulcurá recomendó enfáticamente a Namuncurá que nunca dejase las fértiles tierras de ‘Carhué’ [8]; y tal es así; que cuando Roca emprendió la ‘Segunda Campaña del Desierto’, reconoció y ofreció estos territorios a Namuncurá quien prefirió pelear a muerte con el Ejército Argentino. La historia demuestra que la campaña distó de ser una ‘Campaña de eliminación’, sino de ‘asimilación’ del indio, incluso del chileno, al cual se le ofrecieron reiteradas veces tierras que ellos ya ocupaban como en el caso del Cacique Namuncurá.

El dueño de las Pampas

La máxima expresión del problema con el indio relacionada con Chile se enmarcó de modo terriblemente ejemplar en la cabeza del Cacique Calfulcurá o ‘Piedra Azul’ en español. Dicho líder, natural de Llona, Chile, cruzó hacia la Argentina alrededor del año 1830. El indio chileno era hijo del cacique Huentecurá, que habría ayudado al General San Martín en el cruce de los Andes.

Con su grupo inicial de 200 jinetes, Calfulcurá atacó inicialmente a la tribu ‘Voronga’ cuyos jefes principales pasó a degüello. Luego se asentó en la región pampeana de ‘Salinas Grandes’ y desde allí comenzó a expandir su dominio que pronto llegó a llamarse ‘La Confederación Indígena’.

El Cacique Calfulcurá llegó a tener hasta un ‘sello real’ y siempre que se presentaba y se comunicaba con otras autoridades hablaba de que el actuaba por ‘voluntad de Dios’. Su ejército llegó a tener hasta 2.000 lanceros con tres a cuatro caballos de recambio para cada combatiente. El gran cacique tuvo asimismo a un lenguaraz o ‘secretario letrado’, un chileno educado llamado Manuel Acosta, quien lo aconsejaba en diplomacia además de escribir sus cartas a otras autoridades. Su alcance fue también internacional, puesto que visto en apuros solicitó ayuda a más tribus en Chile. Como consecuencia, desde Chile cruzó el Cacique Reuque Curá con unos 1.500 jinetes quienes se sumaron al líder de las pampas.

El poder de este Cacique Chileno se vio demostrado con el hecho de que en 1855, el ejército araucano comandado por Calfucurá, infligió dos duras derrotas al ejército porteño. La primera a Bartolomé Mitre en la batalla de ‘Sierra Chica’, y luego en ‘San Jacinto’ al general Hornos.

Calfulcurá terminó su reinado, el 4 de Junio de 1873, cuando murió con los suyos en su enclave de Salinas Grandes.

El Nerón chileno

Luego del mediodía, la caballada ya parecía nerviosa e indicando un malón próximo. El personal del fortín ya en el inconsciente supo bien lo que se venía. Avanzada aquella tarde calurosa de enero, desde el mangrullo el Cabo Préndez fue el primero en ver la nube de polvo. Abriendo más los ojos, volvió a ver a través del catalejo a los efectos de confirmar lo que había visto pero aún no definido como un peligro seguro. En segundos gritó a un compañero que daba de beber agua a su caballo:

‘Che, avisale al Comandante, se viene el Malón [9] nomás’.

El Capitán Severo Baldrich, se hallaba justo en la matera hecha de adobe y con techo de paja en un montecito de acacias que filtraban un poco el ardiente sol. Dentro del recinto, el aire era fresco y reconfortante, afuera los teros daban la música en la llanura que se extendía hasta más allá del horizonte. Baldrich, quien mateaba tranquilamente, al recibir la noticia, ordenó toque de trompeta que en segundos causó un revuelo descomunal en los 42 soldados que se hallaban desparramados por el caserío circundante y el monte. Desde el casco de la estancia ‘San José’, se vio en apuro y con demasiado griterío llegar en carretas y a caballo unos cuatro hombres, 6 mujeres, 10 niños e incontables perros.

Con ya toda la guarnición y los civiles dentro del fortín, el ruido de vacunos y ovejas más el sonido incomparable de los indios se comenzó a sentir con toda claridad. El Capitán Baldrich, quien había subido al mangrullo, observó y analizó junto con Préndez la masa humana y de animales que se aproximaba:

‘Deben ser 500 esos indios. Al ganado no lo puedo contar, pero calculo más de 10.000 cabezas. Deben estar de pasada, acá no hay mucho ganado y ellos lo saben. ¡Préndez, bloquee la entrada con un carro. Quiero 20 hombres montados, el resto y los civiles todos armados y distribuidos. Dele armas a las mujeres también. Los niños en el centro del fuerte. Entre a los caballos también!’.

Fue la orden Baldrich a su subalterno, mientras este bajó del mangrullo para impartir las directivas y poner y tratar de poner un poco de calma a tal revuelo.

No pasó ni un rato cuando los primeros indios comenzaron a rodear galopando y gritando el fortín. Del enclave cristiano comenzaron a salir algunos disparos. En minutos los aborígenes habían prendido fuego ranchos y taperas y el humo comenzó a cubrirlo todo. En medio del pandemonio, un jinete indio en caballo blanco e inmaculado, el gran Cacique Calfulcurá, junto a un europeo, el chileno Manuel Acosta, observaron minuciosamente el ataque mientras que el Cacique daba órdenes a sus lugartenientes.

A la media hora el carrusel de indios que rodeaban el fortín comenzó a hacerse más y más espeso; en un abrir y cerrar de ojos, el carro que bloqueaba la entrada al fortín fue prendido fuego y acto seguido movido por una veintena de indios. La masacre fue total.

Los indios penetraron la precaria fortaleza, y ya dentro prendieron fuego lo poco restante además de eliminar a casi todos los cristianos a fuerza de lanzazos, boleadoras y facón. Hacia el final de la carnicería, un hombre alcanzó a montar un caballo con su mujer y un niño, y saltando el zanjón de dispusieron a huir a toda velocidad del malón. Todo fue en vano, como transportados por caballos con alas; tres indios alcanzaron a los que huían que inicialmente parecieron tener clara ventaja en cuanto a distancia y velocidad. Boleando al tordillo que cayó con peso y carga al suelo. Lo que siguió fue algo más de lo que ya había sucedido, los tres ‘huincas’ [10] fueron degollados sin piedad ni remordimiento alguno.

Ya silenciado el entorno, luego de que el malón se retirara hacia el horizonte, los teros volvieron a gritar y los perros a ladrar y ahora con el humo y el ruido de las brasas de la empalizada todavía humeante, un hombre resucitó de la zanja maloliente de barro y aguas verdes llena de cadáveres que circundaba defensivamente al fortín.

El Capitán Severo Baldrich fue el único sobreviviente de aquella matanza. Golpeado por una maza, cayó al zanjón ya lleno de muertos donde permaneció inconsciente por un buen rato. Los indios por suerte lo confundieron con un cadáver y ahí lo dejaron. Levantándose se dirigió trastabillando hasta la salida del fortín; allí vio a un peludo [11] tratando de comer el cadáver de un niño. A las patadas y mal decires expulsó al animal oportunista y carroñero que ni siquiera espero a que los cuerpos se enfriaran.

Baldrich, en la soledad, se sentó a ver el horizonte con un rosario en la mano; horizonte que ahora era carmesí y sin polvaredas amenazantes. Como signo de piedad de la providencia, un perro se acercó y le dio afecto al valiente soldado argentino que antes de perder el conocimiento había matado a más de 12 indios con fusil y espada.

Algunos historiadores calculan que el malón tomó más de mil colonos cautivos y robó un millón de cabezas de ganado, siendo este el saldo de las incursiones indígenas entre 1868 y 1874.

 

 Capítulo 11. ¿Invasión?

La espina dorsal de la sorpresa está en fusionar la velocidad con el secreto.

Carl Von Clausewitz

Amigos alemanes

En enero de una tarde calurosa de Buenos Aires, en 1930, a las apuradas, a eso de las cinco de la tarde un delegado diplomático pidió entregar una misiva del Presidente alemán al Presidente argentino. El mismo presidente de Alemania, el Mariscal Hindenburg, hizo llegar un cable secreto a su contraparte argentina, el Presidente Irigoyen; como parte del seguimiento de una relación excelente que aún sostenía la Argentina con Alemania desde que Argentina había apoyado significativamente a los teutones durante la Primera Gran Guerra.

La comunicación alemana informó que el servicio de inteligencia alemán había obtenido pruebas casi contundentes de un plan de sorpresa de ataque a la Patagonia que sería llevado a cabo por la República de Chile.


El supuesto ataque se llevaría a cabo sobre Zapala para luego avanzar por Neuquén con objetivo final en Bahía Blanca. El informe también hablaba de otro frente cuyo objetivo sería Comodoro Rivadavia. En aquel entonces, ese territorio argentino aun carecía de suficientes fuerzas con capacidad de repeler tamaña invasión. Además, el plan incluía atacar la flota naval argentina en Puerto Belgrano, comprometiendo de ese modo la movilidad militar argentina en un grado casi definitivo.

El plan era, teóricamente, perfecto.

Vuelo de reconocimiento

Inmediatamente, el presidente argentino convocó al Inspector General del Ejército, General Severo Toranzo, quien debió regresar a las apuradas desde la localidad de Miramar, donde gozaba de sus vacaciones. La primera decisión fue la de ejecutar una serie de reconocimientos aéreos por sobre los pasos fronterizos de los Andes, además, de algún sobrevuelo sobre bases chilenas en el Pacífico. A tal efecto, dos hidroaviones tipo ‘Fairey’, con base en Puerto Belgrano, fueron movilizados el 30 de enero a Río Negro, donde acuatizaron en el Lago Nahuel Huapí, que funcionaría como base de operaciones a fin de cumplir con el objetivo asignado. Ambas aeronaves, fueron camufladas bajo una arboleda lacustre que como consecuencia escondió a los aviones de reconocimiento argentinos de ojos demasiados curiosos.

Los pilotos involucrados en los vuelos de reconocimiento sobre suelo chileno tenían conocimiento de que los dormitorios de los pilotos chilenos de las escuadrillas aéreas de la zona, en la base de Puerto Montt, se encontraban bastante lejos de pista, además de que los vuelos serían realizados durante un domingo, día de descanso lo cual daría tiempo suficiente a los pilotos de los lentos hidroaviones a volver a cruzar la cordillera rumbo este y a esconderse en su escondite bien camuflado en Nahuel Huapí.

Los sucesivos vuelos fueron una sorpresa, puesto que los aviones caza y de reconocimiento chilenos buscaron sin suerte a los aviones espías argentinos que habían sobrevolado impunemente territorio chileno soberano. El fotógrafo Jaime Mut, completo una serie de fotografías que claramente indicaron una concentración de fuerzas chilenas en la zona.

La República Argentina, movilizó en real apuro una fuerza aproximada de 20.000 hombres, además de su poderosa flota hacia la potencial zona de conflicto. Con estos actos, el factor sorpresa chileno desapareció, y las intenciones de ocupación también.

La Patagonia siguió siendo argentina, y el sueño de ocupación chileno hacia el ‘Chile Oriental’ se desvaneció una vez más ante el viento que sopla lamiendo los Andes como queriendo marcar un límite eterno.

 

Capítulo 19. In fraganti

Si alguna vez fuera capturado, no quiero ninguna negociación y si debo solicitar una negociación del cautiverio deben considerar eso un signo de coacción.

Henry Kissinger

Entrenando a Mr. Bond

En los tiempos en que sucedió el presente relato, la información no fluía por internet ni por otros medios tan rápido como en nuestros días. En aquel entonces, las prácticas de espionaje utilizando recursos humanos eran todavía indispensables. Argentina y Chile aún mantenían un conflicto latente y las fuerzas armadas de ambos países estaban sedientas de información sobre sus vecinos.

Carlos Lobo era un hombre entrenado y preparado por la FACh con el claro objetivo de recolectar información sobre la FAA en el área de ‘El Plumerillo’, base área militar en Mendoza, donde la FAA entrena a sus pilotos.

Primeramente, Lobo fue capacitado por la FACh durante 6 meses en el aeropuerto de La Serena donde el oficial Mauricio Ibáñez adoctrinó a Lobo en como observar los movimientos de una base aérea. El entrenamiento incluyó vuelos en avioneta e incluso visitas a otras bases de la FACh. El objetivo de la misión sería el de averiguar cantidad operativa de pilotos de capacidad avanzada de la FAA y por supuesto equipos, tácticas y técnicas utilizados por la FAA.

Finalizado el proceso de capacitación como oficial de inteligencia de Lobo, el ‘Bond’ chileno ingresó a la Argentina por la provincia de Tucumán donde consiguió la ciudanía albiceleste gracias a un policía corrupto de dicha provincia. Un mes después, Lobo se instaló en Mendoza donde trabajó como vendedor de autos en una concesionaria céntrica.

Operativo

El espía Lobo se instaló en el barrio de Dorrego, Mendoza, donde alquiló una pequeña casa en una esquina. Para Carlos Lobo, Mendoza paso a ser su hogar, el clima, el acento y la idiosincrasia de la provincia argentina, no despertó muchas diferencias ni nostalgia de su patria. Lobo, en menos de dos meses, desarrolló una red de amigos con los cuales iba a ver todos los domingos fútbol como hincha de Independiente de Rivadavia, uno de los equipos locales más populares.



Su trabajo de 6 horas en la concesionaria, a 3 cuadras de su domicilio, permitió al oficial de inteligencia chileno a moverse con libertad por Mendoza, e iniciar sus actividades en las cercanías de la base del ‘Plumerillo’ donde operaba la IV Brigada Aérea de la FAA que empezó a visitar frecuentemente.

Lobo intercalaba visitas durante la semana y/o los fines de semana a la base, ya sea durante la mañana o la tarde. Sigilosamente, se dirigía hacia la base misma por distintas rutas y estacionaba el auto en alguna alameda, desde donde observaba con binoculares los movimientos aéreos o escuchaba las emisiones radiales de la base argentina. Normalmente, el espía manejaba tranquilamente su vehículo los casi 10 kilómetros de distancia que lo separaban de la base, dirigiéndose por la Avenida Mitre hacia el norte para luego doblar por Almirante Brown a la izquierda y tomar la autopista número 40 hacia el norte.

Con las manos en la masa

Hacia fin de año, Lobo recibió la orden de viajar a Chile para votar como ciudadano en el proceso de ‘Consulta Nacional’ llevada a cabo por el gobierno de Pinochet. Lobo dejó a cargo de su casa a un buen vecino y también amigo. Durante el primer fin de semana de ausencia, su casa fue robada por ladrones y a resultas de los hechos, la policía mendocina ingresó a su domicilio descubriendo equipo sofisticado de comunicación y documentos; cuestión que inmediatamente fue comunicada de manera encubierta a la SIDE [12]. Dicha agencia, inmediatamente analizó la información y equipo encontrado pero dejando todo en su lugar. De esta manera inició un proceso de seguimiento del presunto espía chileno.

Avisado Carlos Lobo de lo sucedido, inmediatamente inició su regreso al país, no sin antes pedirle a su vecino que retuviera una valija con elementos de valor que se encontraba debajo de su cama.

El contenido de dicha valija, incluía un equipo de comunicación sofisticado, importado y hecho en Gran Bretaña, además de documentos y fotografías que eran claros indicativos de la actividad de Lobo como oficial de inteligencia chileno.

72 horas después de que Lobo regresó a su vida oculta en Mendoza; en un operativo sorpresa llevado a cabo por la Policía Federal, policía local y la SIDE, el oficial de inteligencia chileno fue capturado a fin de ser interrogado por cargos de espionaje y su equipo e información incautados.

El gobierno chileno negó toda conexión con el procesado y el caso ‘Lobo’ prosiguió su rumbo judicial hasta que finalmente fue liberado 4 años después.



[1] Término indígena para denominar a los caballos salvajes.

[2] Campañas Militares Argentinas, Tomo 5, Isidoro J. Ruiz Moreno.

[3] ‘Historia Argentina’ de Diego Abad de Santillán, Editorial TEA, BsAs, 1965.

[4] Campañas Militares Argentinas, Tomo 5, Isidoro J. Ruiz Moreno.

[5] El Indio del Desierto, por Dionisio Schoo Lastra.

[6] Campañas Militares Argentinas, Tomo 5, Isidoro J. Ruiz Moreno.

[7] Otro Cacique indio que azotó Las Pampas.

[8] En lenguaje mapuche significa ‘tierra verde’.

[9] Nombre indígena que significa el conjunto de indios y sus presas, ya sea ganado, caballos o prisioneros que se movilizan ya sea huyendo luego de cometer desmanes o en pos de atacar las estancias y fortines.

[10] Así llamaban a los blancos los indios. En realidad significaba ‘cristiano’.

[11] Armadillo.

[12] Agencia federal de análisis de información y espionaje de la República Argentina.


Libro La Guerra Tibia

Formato: ebook.
Autor: Peter J. Bush
‘La Guerra Tibia’ es un relato novelado de crónicas y hechos comprobados que en su gran mayoría sucedieron en la larga historia de desavenencias entre Argentina y Chile que hoy, gracias a Dios, parecen haberse sosegado.
El Autor basó los hechos aquí narrados y novelizados en entrevistas a personas que vivieron las historias, crónicas, libros de texto e información online.



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jueves, 10 de julio de 2025

Crisis del Beagle: Lefebvre alcanza al submarino chileno Hyatt


Detonación comprobada




En otra oportunidad, entre el dia 10 y el 15 de diciembre, un avión naval Tracker S2A (TNAV Alejandro Lefebvre) operando en exploración antisubmarina armada desde Río Grande, detectó visualmente en superficie un submarino clase Balao, al este del Canal Beagle. Por la misma situación política que imponía un estricto control de cualquier escalada, en vista de que se continuaba el debate en el ámbito diplomático, la autorización de ataque no le fue concedida por su comando operativo.

Más tarde, el día 16, el destructor ARA Rosales, destacado como piquete adelantado de la cortina de protección exterior de la flota, detectó un contacto sonar sumergido. Se evaluó como posible submarino con una alta confianza, por cuanto diferentes sensores fueron coherentes en la apreciación del dato. Por el análisis de la información del sonar, se estimó que correspondía a un submarino clase Oberon.



En ese caso, por encontrarse muy adentrado en el Atlántico, y próximo a la Flota con el riesgo inminente que constituía para el núcleo de la fuerza naval argentina, se autorizó el empeñamiento con cargas tipo erizos, comprobando la detonación de al menos uno de ellos. Sobre ese mismo blanco se enviaron posteriormente los nuevos aviones Tracker S2E y un helicóptero Sea King antisubmarino embarcado en el portaaviones, que realizó un lanzamiento infructuoso de de un un torpedo.

Este hecho se dio a 70 millas náuticas al este de Isla de los Estados (al sur del banco Burwood), en aguas atlánticas, muy lejanas a todo límite previo al conflicto y actual.

Varios días después, fuentes de inteligencia argentinas informaban que un sumergible chileno habría entrado a puerto con daños en la estructura de su vela.

¿Sería el mismo SS-22 ''Hyatt'' que en "La Escuadra en acción" se menciona que regresó a puerto por "inconvenientes"? La fuente oficial de la Armada de Chile dice que resultó averiado en uno de los fiordos de la costa chilena pero ya sabemos que las fuentes chilenas están plagadas de datos falsos y ocultamiento.



Extracto del libro "Aires de Guerra sobre las aguas de Tierra del Fuego", de Alberto Gianola Otamendi.

sábado, 21 de junio de 2025

Crisis del Beagle: Libro "Sur en llamas" por Peter J. Bush


Sur en llamas




Un libro de Peter J. Bush






‘Sur en llamas’ es una novela de ficción histórica sobre el conflicto del Beagle de 1978. Una guerra entre países hermanos, donde familias unidas por el amor se dividen para defender sus propias banderas.

 


 

 Capitulo 1. A modo de prólogo

La falta de acuerdo llevada a cabo con honestidad, es un claro signo del progreso.

Mahatma Gandhi

El hecho fundamental y casi indiscutible de que naciones como Argentina y Chile, compartieron, comparten y van a compartir una raíz común que abarca el idioma y cultura española, parentesco familiar en muchos casos en ambos países, un origen independentista común y por sobre todo; una religión común: La Católica Apostólica Romana; además del judeo-cristianismo como base, cultural e histórica; ha funcionado como una póliza de seguro o un freno capaz de retardar y hasta frenar un pico de conflicto, tal como sucedió en el caso del año 1978. De haberse llevado a cabo este conflicto u otras hipótesis de conflicto históricos, sin duda el precio en sangre y el daño al espíritu nacional de ambos países; hubiese sido casi irreparable.

No es difícil ir más allá de la evidencia con nuestra imaginación; cuando las fotos de época mostraban a militares de ambos bandos rezando el rosario o celebrando misa. Esos hechos, ciertamente aunaron de una manera invisible y sobrenatural a las fuerzas militares de ambas partes; que en su gran mayoría, tenían el solo objetivo de defender la soberanía nacional y los límites que ellos racionalmente comprendían sobre la misma.

También sería ‘naive’ el negar que la Argentina perdió en su historia más territorios de los que ganó; la razón de esto se podría observar claramente en la falta de población y por sobre todo de unidad interna capaz de enhebrar la territorialidad de manera eficiente. Caso contrario; Chile siempre tuvo más unidad nacional; y su territorio se ha expandido desde su mapa inicial, de acuerdo al Chile original; originado en territorios previamente españoles. Vale la pena aclarar, que, hoy en día, gran parte de la riqueza económica de Chile se basa en la minería del cobre; que es extraído directamente de territorio conquistado por Chile a Bolivia durante la sangrienta y heroica, ‘Guerra del Pacífico’.

La hermandad argentino-chilena; o viceversa; bajo la paternidad de Dios Padre, y su pontífice; el Papa; se confirmó históricamente, aquella misma mañana del día 22 de diciembre de 1978, cuando el hoy San Juan Pablo II, hizo su llamado ante el Colegio Cardenalicio de Roma, declarando lo siguiente. ‘Confirman la urgencia de la necesidad de luchar a favor de la paz, las tristes noticias llegadas recientemente del continente sudamericano. Es motivo de profundo dolor y de íntima preocupación el enfrentamiento que se ha ido agudizando en este último período entre Argentina y Chile, a pesar del vibrante llamamiento de paz hecho a los responsables, por parte de los Episcopados de los dos países, vivamente apoyados por mi predecesor Juan Pablo I’.

Esta declaración; fue una formalización de una hermandad, teñida de rencillas innecesarias, como también apoyada por una geografía llena de desafíos.

Hermandad de origen

Luego de la pequeña y heroica desobediencia de O’Higgins hacia San Martín en la batalla de Chacabuco; nadie osó en dudar del liderazgo y valentía de Bernardo O’Higgins; quien el mismo San Martín; impulsó para que se convirtiera en el primer Director Supremo de Chile; luego de la renuncia de San Martin de ocupar dicho cargo; otorgado a él inicialmente, por los mismos chilenos.

Bernardo O’Higgins fue luego herido en la batalla y sorpresa de ‘Cancharayada’, donde heroicamente defendió una posición indefendible cerca de Talca, antes de replegarse hacia las líneas argentinas. ‘Cancharayada’ fue una pequeña derrota, sin mucho valor estratégico ni histórico; pero claramente marcó que los ‘Realistas’ defendían sus colonias en serio.

Posteriormente, durante la batalla de ‘Maipo’, una hora antes de que este hecho histórico finalizara con el triunfo del ejército libertador a las 18hs del 4 de abril de 1818; justo a las 17hs; apareció el General O’Higgins todavía herido y con el brazo en cabestrillo.

En aquel momento el ejército patriota se aprestaba el último asalto contra las tropas realistas en la hacienda de Lo Espejo; hecho no definitorio; pues la batalla ya estaba resuelta; entonces, se produjo el famoso e icónico ‘abrazo de Maipo’, ocurrido en los ‘Cerrillos de Errázuriz’; donde más allá del abrazo; O’Higgins dijo a San Martín: ‘Gloria al Salvador de Chile’, respondiendo San Martín al aquel entonces Director Supremo de Chile: ‘General, Chile ni olvidará jamás el hecho que se haya presentado herido en el campo de batalla’. Dicho abrazo, significó muchísimo; puesto que ambos generales compartieron desde siempre; la visión de hermandad latinoamericana, además de una amistad de carácter claramente fraternal; lo cual implica per se, la abundancia de rencillas, casi de carácter familiar.

La férrea y real relación entre San Martín y O’Higgins; se vio particularmente reflejada cuando el General Argentino solicitó el sobreseimiento de los hermanos Carrera; acusados de delinquir contra el estado Chileno, y contra el mismo O’Higgins. Vale la pena reafirmar que el mismo Bernardo O’Higgins solicitó indulgencia contra sus propios enemigos, corroborando el pedido de San Martín.

Este ejemplo de unión, amistad y confianza entre San Martin y O’Higgins, debería ser quizás, el marco de cualquier diálogo y relación entre Argentina y Chile; que sin duda alguna; de estar unidos; el CONOSUR se convertirá en un bastión sudamericano; con capacidad de contrarrestar cualquier interés opuesto a la región; debido al claro control territorial de ambas naciones; con costas en el Atlántico y el Pacífico; además de la proyección a los Mares y territorios Australes.


 

 Capitulo 6. De tibio a caliente

Si todos hicieran la guerra por convicción, no habría guerra.

La guerra y la Paz. León Tolstoi

6 de noviembre de 1978, SS-21 Simpson. Órdenes directas: Guerra

Aquella noche, ya en la superficie del mar; el ‘Simpson’ que se mecía ante el ondulado y maternal oleaje Bahía Tekenika, el oeste de la Isla Hoste; recargó sus baterías mientras recibía mensajes cifrados de la Flota Chilena. La tripulación yacía calma bajo la cubierta; solo dos marineros sondeaban, desde la torreta del submarino; el horizonte brumoso y con demasiadas crestas espumosas a lo lejos.

A eso de las 10 en punto de la noche; el Teniente Primero Orozco, operador de radio del submarino; un vasco temucano, de seriedad inmaculada; recibió un mensaje cifrado desde el crucero ‘Latorre’, que leía: ‘Comienzo de operaciones bélicas inmediatas, dirigirse al este de las Islas Wollaston, ejercer patrulla y atacar transportes argentinos como prioridad. Se informó alta actividad enemiga en la zona. Suerte y valor’. Orozco quedó helado al leer el papel, y mirando el documento se dirigió al Teniente Segundo Raúl Pérez a los ojos, diciéndole:

‘Pérez, iré yo mismo a comunicar esto al Capitán. Esto es serio, él duerme; y quiero darle tiempo para que reaccione’.

Fuera del submarino, las estrellas se escondían ante el rumor de guerra; el ruido predominante era el mar del Sur; que golpeaba la cercana costa; en donde se escuchaban algunas pocas aves marinas; quizás ya alertadas del desorden humano acercándose: ‘La Guerra entre dos países hermanos’.

Orozco tardó 5 minutos, antes de golpear la puerta del pequeño habitáculo del Capitán Kremsher. ‘Toc-toc’, escuchó el apacible superior de la embarcación chilena; quien se puso en pie como un resorte, colocándose su gorra de Capitán, mientras contestaba: ‘Adelante’. Con parsimonia Orozco abrió la puerta y vio a su Capitán calmo y de pie junto a su cucheta. ‘Señor, disculpe la molestia, tenemos ordenes de la Flota, es el ‘Latorre’. Señor, vamos a la guerra nomás’; dijo de manera directa el Teniente originario de Temuco. Kremsher tardó 2 minutos en leer el sucinto mensaje de proveniente del mismo puente de mando, del buque del cual su primo Cote Kross era su comandante. Levantando su mirada fijó su mirada firmemente en Orozco para luego ordenar:

‘Teniente, a esta altura las baterías deben estar recargadas. Prepare a la tripulación, llévelo a 8 nudos mostrando torreta, navegaremos por el canal Franklin entre las islas Wollaston, para salir hacia el este de las mismas; donde nos sumergiremos a profundidad de periscopio. Carguen 6 torpedos MK-27, todos a sus puestos de combate. Hablaré brevemente con la tripulación, gracias Orozco’.

Acto seguido Kremsher tomó firmemente el micrófono y comenzó un claro mensaje, de un líder sin tapujos:

‘Buenas noches marineros. Buenas noches valientes compatriotas. Vamos a la guerra. La situación es difícil y desigual; Uds. Lo saben. Nuestro Simpson está herido; pero no así nuestro valor. Vamos a hundir mínimo a tres de ellos; si es preciso nos iremos al fondo con una sonrisa. Les pido valor y honor. ¡Viva Chile!’.

Inmediatamente, el eco del grito patriótico recorrió y fue repetido por los casi 80 bravos tripulantes.

7 de noviembre de 1978: ataque a Talcahuano

A las 430am de aquella tan triste mañana, la claridad matinal a esa hora en el Sur ya hablaba de otras latitudes. Los primeros en picar desde unos 4500 metros, fueron 2 cazabombarderos A4C Skyhawk de la FAA, que arrojaron sendas bombas tipo MK 117 [1] sobre los tanques de combustible naval ubicados en el área de San Vicente, al oeste de la península de Tumbes, donde se hallaba la ciudad de Talcahuano. El ataque había sido planeado casi a la perfección, las prácticas habían sido exhaustivas y hasta obsesivas. Cuatro oficiales habían sido relevados por errores de coordinación, en los entrenamientos de ataque en las bases de Espora y Tandil.

Segundos después, cuando ya los tanques de combustible comenzaron a bramar humos negros y blancos; otros 2 A4C de la FAA lanzaron cohetes ‘Zuni’ hacia los buques anclados en la Base Naval chilena, al otro lado de la península. Siguiendo a los A4 de la FAA, aparecieron 3 ‘A4-Q’ de la ARA que ahora con precisión arrojaron bombas antibuque contra los buques anclados o en los diques secos de la base. El débil fuego antiaéreo de los chilenos, de solo ametralladoras de 12.7 mm, no alcanzó ni a subir la adrenalina de los pilotos argentinos, que huyeron culpables pero indemnes. Los que si pagaron con algo de la culpa, fueron los ‘Mentor’ y Aermacchi MB-226 [2] navales, que segundos después terminaron el ataque aplastante, que destruyó a dos submarinos en dique seco, al destructor transporte de tropas ‘Riquelme’ y 3 patrulleras navales, además de haber dañado seriamente infraestructura naval y lo principal, el preciado combustible naval de la marina chilena.

El ataque a Talcahuano destruyó los submarinos chilenos ‘Hyatt’ y ‘Thomson’; armas letales de gran capacidad de fuego naval. En el informe final del ataque elevado por la FAA preocupó a Estado Mayor Conjunto, que no estuvo conforme con el resultado del ataque, puesto que el crucero ‘O’Higgins’ [3] no se hallaba en puerto; además, los aviones argentinos también informaron de un submarino sumergiéndose al momento del ataque. Probablemente, este fue el submarino SS22 ‘O’Brien’ en clara huida. Ahora los argentinos supieron como hecho cierto, que ambas unidades navales chilenas estarían operativas y potencialmente en zona de conflicto.

La primera baja de la guerra fue el Teniente de Corbeta Pettirozi, quien fuera derribado por fuego antiaéreo chileno, cayendo su avión ‘Mentor’ en las heladas aguas del Pacífico. Pettirozi murió de hipotermia, según el informe chileno.

En las próximas horas, durante los días siguientes, la FAA, atacaría duramente a todas las bases de la FACh, incluyendo aeródromos secundarios; desde Santiago hacia el Sur. Para ello emplearía toda su fuerza, incluyendo aviones ‘Mirage’, ‘Dagger’, ‘Canberra’ y ‘Skyhawk’. Durante los ataques; la FAA perdió solo 5 ‘Skyhawk’ y 1 ‘Canberra’; pero asimismo, destruyó todos los objetivos asignados para la primera semana de guerra.

En un inicio; los ‘Hawker Hunter’ y pocos F5 ‘Freedom Fighter’ que la FACh despachó desde ‘Cerro Moreno’ como interceptores contra los aviones argentinos que atacaron las pistas de Santiago y Valparaíso llegaron tarde debido a la distancia de vuelo, siendo totalmente inefectivas sus misiones. Además, la FACh, mayoritariamente, no se adentró en territorio argentino de manera ofensiva. Por una cuestión de supervivencia, la Fuerza Aérea Chilena; luego de haber perdido todas sus bases del centro y sur, y al no recibir ataque argentinos en el norte; decidió preservar sus ‘F5’ y ‘Hawker’ en el lejano norte, para un seguro ataque peruano-boliviano que se venía.

Cielos de Tierra del Fuego

Hacia las 11 de la mañana del 7 de noviembre, y ya habiendo comenzado las hostilidades; los 8 aviones ‘Hawker Hunter’ chilenos, del grupo ‘Panteras Negras’ fue ordenado por la comandancia de la FACh a despegar, con máximo combustible y armados con bombas antibuque y cohetes; al efecto de atacar buques argentinos en la zona de conflicto. La FACh al conocer el ataque de Talcahuano comenzó a movilizar sus unidades aéreas a rutas pavimentadas o aeródromos ocultos.

Los ‘Hunter’ se dirigieron a 500 nudos hacia la zona del Beagle, despegando desde Chabunco, Punta Arenas. El objetivo era atacar la flota argentina en el área de las Wollaston.

Los Panteras Negras fueron detectados brevemente por el radar de Río Gallegos, y luego confirmados por el radar de Río Grande. En minutos cazas ‘Sabre’ y ‘Mirage’, argentinos, con base en ‘Gallegos’ corrieron a interceptar a los aviones chilenos.

El resultado fue el esperado; los ‘Hunter’ no iban armados con misiles aire-aire; estando solo preparados para atacar buques. Desde las alturas los ‘Sabre’ picaron disparando sus ametralladoras de 12.7 mm y desde unos 2000 metros de altura; los ‘Mirage’ dispararon sus misiles ‘Shafir’. El resultado del ataque sorpresa fue una masacre. En la primera barrida de misiles y ametralladoras; 4 ‘Hunter’ explotaron en el aire. Los 4 restantes ‘Hunter’ soltaron sus bombas y cohetes; así como su combustible y tomaron altura. Ya a 9000 metros, entre maniobras evasivas; los bien preparados pilotos chilenos, pudieron derribar 4 ‘Sabre’ de la FAA e incluso dañar un ‘Mirage’ que tardo demasiado en virar cuando lo perseguía un demasiado maniobrable ‘Hunter’.

Pasados los minutos; todos los aviones chilenos fueron derribados. Los chilenos pelearon hasta lo último. Los interceptores de la FAA volvieron lastimados a su base.

De ahora en más la superioridad aérea en el Sur Austral, sería absolutamente argentina. La FACh no movilizo un solo avión más hacia el Sur, a fin de no descuidar por sobre todo la amenaza Peruano-boliviana.

Murciélagos

Justo cuando a la tarde, el grupo ‘Lima’ de la FAA, compuesto por 10 ‘Skyhawk’, 4 Mirage III y 3 bombarderos Canberra comenzaba sus pasadas por las bases de la FACh de Pudahuel, Cerrillos y El Bosque; con el objetivo de destruir hangares, aeronaves y lo más importante las pistas; el ataque argentino encontró pocos aviones en tierra, destruyendo solo 2 Vampire, 16 ‘Tweet Bird’, 5 ‘Mentor’ y 10 viejos ‘A-26’. Lo más importante fue el bombardeo e inutilización de las pistas mencionadas.

La FAA no perdió un solo avión en dichos ataques; pero para sorpresa de todos; 8 aviones tipo ‘Vampire’ de la FACh, que se suponían ya retirados; atacaron en reprimenda y por sorpresa la base del Plumerillo’, con bombas de 225 kg y cohetes, destruyendo 5 aviones ‘Morane Saulonier’ en tierra.

Posteriormente, los 8 ‘Vampire’ fueron derribados por ‘Dagger’ de la FAA, cuando estos regresaban de su incursión mendocina.

7 de noviembre de 1978: SS22 O’Brien

Desde el interior del submarino chileno, bajo las profundidades del Pacífico; a unos 5 kilómetros de la ahora destruida base naval de Talcahuano, el Capitán de Navío Rodolfo Alemparte (h) observó con odio e impotencia el ataque argentino. La humareda marcó el desastre y pintó una clara tragedia. El primer combate de la guerra había sido una clara victoria para Argentina, y el Capitán Alemparte lo incorporó con dolor doble: dolor como nacional chileno, y también dolor por el resentimiento visceral hacia los argentinos. En su necesaria huida hacia las profundidades, Alemparte sintió ante todo, impotencia. Se sintió un espectador atado a una silla y amordazado por las circunstancias.

Luego recorrer todo el horizonte con el periscopio, Alemparte, dio su última orden seca:

‘Profundidad 150, máxima velocidad, todo hacia mar abierto’.

Rodolfo visualizó con el periscopio a unos 2 aviones argentinos dirigiéndose hacia su posición. El Capitán chileno no quiso arriesgar nada, y por ello ordenó que el submarino hiciera lo que mejor sabía hacer: desaparecer bajo las azules aguas del océano Pacífico.

En silencio, Rodolfo Alemparte, caminó por un pasillo incómodamente estrecho del longilíneo submarino, con una cara casi de estatua; haciendo la venia a sus hombres que inevitablemente se cruzaban a su paso a través del buque. Con miradas cortas, pero profundas, sus hombres parecieron hacerle miles de preguntas.

Aquel día, Alemparte no encontró aun respuestas. Ya en su camarote, y en máxima soledad, habló con el segundo a cargo, el Capitán de Corbeta Vidal; a quien le dio la orden de que no se lo moleste hasta llegar al punto de reabastecimiento, miles de kilómetros al sur. En el silencio del opaco camarote para oficiales, Alemparte abrió su vieja biblia, y como todos los días luego de leerla sollozó pidiendo explicaciones a un cielo por ahora demasiado lejano. Alemparte era el único familiar que se había convertido en ‘evangelista’; de entre tanto otro miembros familiares con formación y cultura ciertamente católica.

El ‘O’Brien’ comenzó a navegar en silencio, en un navegar limitado a dos tercios de su velocidad máxima, al igual que su profundidad de operación. El navío, se había escapado de su turno de mantenimiento en dique seco; por lo tanto, sus capacidades de combate y operatividad se verían de ahora en más limitadas.

 Capitulo 9. La batalla del Mar de Drake

Este triunfo y cien más serán insignificantes sino dominamos el Mar.

Advertencia del General Bernardo O’Higgins al pueblo chileno luego de la batalla de Chacabuco.

Media mañana, 8 de noviembre: Artillería costera, Isla Hermite

El suboficial Ojeda, en su posición en la batería costera en Hermite, fue el primero en divisar a la ‘división acero’ a unos 14 kilómetros de distancia. El viento helado, ahora se estaba convirtiendo en una nevisca salada, que irritaba los ojos de los observadores de la Armada Argentina. El horizonte estaba tapizado de nubes y el ondulado océano hacia aparecer y desaparecer los buques chilenos que avanzaban decidida y furiosamente hacia las Wollaston.

Al recibir la información, el Capitán Bonomí, que también había recibido por radio el movimiento de la flota chilena, ordenó alerta máxima y atacar a los blancos más grandes. Luego de su primera orden en apuro, Bonomí, también comunicó a su radio-operador con una voz vivaz:

‘Solicite apoyo aéreo, avise a las otras baterías, y al ‘Belgrano’, inmediatamente’. El crucero ARA ‘Belgrano’ comenzó a preparar sus 15 y letales cañones navales de 152 mm, con un alcance mayor a los 20 km.

La isla que escupió fuego.

Justo cuando el Comodoro chileno José Juan Kross, ordenó fuego desde el ‘Latorre’; una simple andanada sin objetivo ni propósito hacia la Isla Hermite, a los efectos de provocar a sus ocupantes; la isla Hermite misma pareció cubrirse se llamas. 17 cañones argentinos dispararon a mansalva, 15 del crucero ‘ARA Belgrano’, que se hallaba al norte de la Isla, anclado y protegido; y dos de la posición de los obuses tipo ‘Schneider’ bajo el comando de Bonomí, primo hermano y amigo del mismo Kross.

Los proyectiles parecieron desafiar y también faltarle el respeto al viento polar; volaron a sus blancos grises, allá hacia el también gris horizonte.

De la primera andanada de 17 proyectiles argentinos; 2 hicieron impacto, el primero destruyendo parte de la proa y completamente la torreta doble de proa de 150 mm del ‘Latorre’, y el segundo, mucho más drásticamente, en el puente de mando del destructor ‘Cochrane’, que detuvo su marcha en seco, al recibir un golpe directo en su pañol de municiones. Una segunda andanada argentina, no fue más benigna; a pesar de que los buques chilenos ya torcían su curso hacia el Sur; otros nuevos 17 proyectiles se elevaron elípticamente, para impactar nuevamente en el ‘Cochrane’, en el ‘Zenteno’, que también quedó paralizado en medio del combate, y en el crucero ‘Prat’, que, como macho campeón, siguió navegando a 25 nudos e indemne. Ante tanto fogonazo, los chilenos también dispararon, pero a ciegas, golpeando una trinchera en el centro de la isla Hermite, y matando a unos 12 infantes de Marina argentinos.

Dos golpes de gracia finales, vinieron uno desde el aire y otro desde el mar; pero desde la entrada oeste, entre las islas Hermite y Hoste; por donde se coló desde el norte la lancha torpedera ARA ‘Alakush’, que pasó por el único pasadizo sin minar hacia el Pasaje de Drake, lamiendo la costa este de la Isla Hoste, y finalmente descargando sus 4 torpedos antes de volver a su escondrijo en las Wollaston. De esos 4 torpedos disparados, uno terminó en un arrecife rocoso al norte de la Isla Hermite, levantando demasiada espuma, otro falló, otro no encontró blanco y el ultimo impactó en el timón del crucero ‘Latorre’ inutilizándolo por completo; que sin control comenzó a navegar humeante y casi como un fantasma directamente hacia el Sur la Isla Hermite.

Desde el aire; y entrando en vuelo rasante sobre el canal que separa la Isla Hermite y la Isla Hoste; 3 ‘A4-Q’, de la ARA, provenientes del ‘25 de Mayo’; lanzaron sendos cohetes tipo ‘Zuni’, impactando en los ya humeantes ‘Cochrane’ y ‘Zenteno’. Otro cohete pegó en la zona de las chimeneas del ‘Prat’, que ahora también comenzó a vomitar humo, pero sin dañar gravemente al coloso chileno. Otros 3 ‘Skyhawk’ ‘A4-Q’ navales también lanzaron bombas antibuque terminando con los dos destructores y averiando seriamente al destructor ‘Blanco Encalada’; que comenzó a navegar tocado hacia el oeste; seguramente buscando refugio en los fiordos del Drake.

El comandante del ‘Prat’, el Vicealmirante Bresser Gómez, ordenó a su buque alejarse de las Wollaston haciendo ahora forzados 20 nudos hacia el Sur, previo el disparo de varias salvas fumígenas que cubrieron su huida, junto con el destructor ‘Portales’, el único buque chileno que no había sido tocado aún. Bresser Gómez, mantuvo la máxima velocidad posible, y su idea fue la de realizar un círculo y penetrar por el Sur y por la entrada al este de las Wollaston e islotes; hacia la Bahía Nassau, donde atacaría con todo a los intrusos argentinos.

El Vicealmirante Bresser Gómez, miró un cuadro del héroe chileno Arturo Prat; en el puente de mando del buque bajo su comando y del mismo nombre. Los ojos del valientísimo Capitán Prat parecieron despertar una valentía absoluta y bien chilena, en el comandante del ‘Prat’; que con mirada de depredador habló por el micrófono de mando, inundando el buque con su recia vos:

Señores, esto recién empieza. Aquí vinimos a defender la patria. Lo haremos con todo. Haremos honor a este buque y al héroe que le diera el nombre’. De todas las cubiertas del ‘Prat’, esta vez surgió un menos serio ‘Viva Chile mierda’, que compitió con el rugido de los mares australes. Bresser Gómez, en su precaria simpatía, y con una mueca dura y parcial; sonrió por milésimas de segundo. Minutos después, del Vicealmirante, se encerraría en su camarote donde rezo por los fallecidos, entre ellos; su hijo Mauricio, tripulante del destructor ‘Cochrane’. En su interior Bresser Gómez, vio con claridad, que el destino celestial de su hijo era el Cielo; El Capitán Mauricio Bresser Gómez había muerto dando la vida por el prójimo, por su Patria, un camino seguro y directo al descanso eterno.

11 am, 8 de noviembre: enfrentando a la División Bronce

Una hora y media luego de haber detectado la división acero; el ‘Santiago del Estero’ todavía no pudo acortar distancias con sus presas, el lento submarino construido durante la segunda guerra mundial, seguía siendo demasiado lento para alcanzar buques de guerra en superficie a máxima velocidad; de modo tal, que la División Acero, se le escapó de las manos al ‘Santiago del Estero’ en poco tiempo.

Arriba el mar se estaba empezando a picar, creando ruidos de mar gruesa lo que disminuía la posible detección vía sonar. ‘Señor, escucho ruidos de explosiones tenues hacia el este, el rendimiento del sonar no es bueno; 10 a 20 km de distancia. Explosiones superficiales… Fuertes explosiones’, informó el Capitán de Corbeta Guede al Capitán Etchart, que demasiado ocupado estudiaba una carta de profundidad del Pasaje de Drake y zonas aledañas. ‘Gracias Guede, espero que sean ellos los que están explotando; llévelo a la superficie para ver que hay’; contestó el comandante del navío argentino.

Ya en superficie, el periscopio fue tomado por el Capitán Etchart, que entre las olas- montañas que subían y bajaban; limitando así su visibilidad. Justo, antes de sumergirse y de insultar a la nada por el bajo rendimiento del periscopio y el sonar; debido a la mar gruesa imperante; Etchart alcanzó a divisar con el periscopio un punto lejano acercándose rápidamente por los cielos, desde el sudoeste. ‘Todo abajo, un helicóptero. Mas buques chilenos en la zona, llévelo a 80 metros, máxima velocidad. Rápido’, gritó Etchart.

El Comandante del buque argentino, al ver el helicóptero que se acercaba a su posición, por una lógica básica y no necesariamente marina; con un simple y directo sentido de supervivencia, tomó la decisión más lógica ante la amenaza alada y letal que se acercaba rápidamente.

Veinte minutos después; el submarino argentino detectó otros buques chilenos en aproximación hacia el Cabo de Hornos. ‘Señor, detecto… buques tamaño medio… deben ser destructores, haciendo 25 nudos… Espere, otros buques detrás del primer grupo… navegando más lento… distancia más de 7 millas detrás del primero’. Informó el Capitán de Corbeta Marcelo Guede. ‘Bien…’; rascándose su barba con su mano derecha, ‘… suban a profundidad de periscopio, suban la antena, vamos a informar a la Armada de estos buques; tubos delanteros, 4 con los viejos M 14 y 2 con Mk 37, también carguen 2 Mk 37 en los de popa. Preparen solución para el primer grupo. Profundidad 40, llévelo lento’, ladró Etchart.

8 de noviembre: la división bronce se desparrama

Veinticinco minutos después y con ya con 6 torpedos en carrera hacia la escuadra chilena, disparados por el ‘ARA Santiago del Estero’, la división bronce; compuesta por los destructores ‘Williams’ y ‘Riveros’, más las fragatas ‘Condell’ y ‘Lynch’; los buques más modernos de la escuadra chilena; comenzaron a dispersarse al detectar a los torpedos argentinos; además de comenzar una búsqueda activa con todos sus medios del submarino atacante. Etchart, Capitán del ‘Santiago del Estero’ aulló con nerviosismo:

‘Máxima velocidad, hacia el norte, de nuevo a los fiordos, llévelo a 120 metros’.

De los 6 torpedos disparados por el ‘Santiago del Estero’, solo 3 impactaron en los buques chilenos. Un Mk 37 pegó en medio del casco de la ‘Condell’, inmovilizándola por completo y partiéndola al medio. Su gemela la ‘Lynch’ en un acto de caballerosidad y también riesgo detuvo sus motores colocándose a estribor, a fin de salvar a la tripulación de la ‘Condell’. Para desgracia del heroísmo naval de la historia de la humanidad; nada pudo detener al frío y calculador sensor de otro torpedo Mk 37 argentino que siguió navegando en aburridos círculos en búsqueda de presa fácil. Este torpedo, sin reconocer valentía en la fragata ‘Lynch’ que cubría y socorría a su gemela; también impactó en el centro del casco de dicho buque. El último torpedo del ataque del submarino argentino, un Mk 14, de corrida directa, alcanzó la proa del ‘Williams’, que emprendió rengueando su vuelta hacia el oeste, a unos 15 nudos de velocidad.

ARA Santiago del Estero: golpe y escape

En franca huida, el submarino argentino se arrastró bajo las profundidades del helado mar polar, haciendo a penas 8 nudos. ‘Señor tres explosiones, muchas corridas; y un buque acercándose a 25 nudos, distancia 6000 metros… Señor otras explosiones, varias explosiones… no son nuestros torpedos… alguien más ataca’, informó el sonarista Guede.

Arriba en la superficie, todo fue condena para los buques chilenos; 4 ‘Skyhawk’ navales aparecieron lanzando cohetes y descargando bombas antibuque; surgieron, desde nubes negras y grises en altura; que empezaban a cubrirlo todo. De nuevo los buques chilenos fueron impactados; para sellar su destino.

Los chilenos lucharon como leones, y en la desesperación alcanzaron a lanzar un misil antiaéreo ‘Sea Cat’ que dejó humeante a un avión argentino. El avión del piloto Poch; alcanzó con suerte las alturas de las Wollaston, donde se eyectó y cayó en territorio amigo; luego de un heladísimo chapuzón en la costa norte de la Isla Hermite, a escasos 40 metros de donde se hallaba el crucero ‘Belgrano’.

‘Llévelo a la cueva y ahí nos vamos abajo y esperamos’, ordenó con absoluta tranquilidad Etchart. El ‘ARA Santiago del Estero’, había practicado ya varias veces, el refugiarse en una suave cama de arena en el fondo del mar, a menos de un km al oeste de la Isla Henderson, entre esta y la Isla Morton. Allí posándose en el fondo del mar, podría desaparecer y esperar lo necesario hasta que los cazadores de la superficie se alejaren.

Luego de una búsqueda infructuosa de unas dos horas; donde el destructor ‘Riveros’ utilizó su sonar activo de búsqueda, mientras que dos helicópteros de la flota chilena dejaban caer cargas de profundidad Mk-11 a mansalva. El único aun buque indemne de la división bronce, el ‘Riveros’, se dirigió a toda máquina hacia el Sur, alejándose de las Islas hacia el área del Cabo de Hornos y del peligro, a toda máquina, con el fin de apoyar a la maltrecha ‘División de Acero’, gravemente golpeada.

Pasadas las horas, la fuerza aérea Argentina y la Aviación Naval, se vieron severamente limitadas por una serie de ventarrones, nubes bajas y un mar que elevaba sus olas a más de 4 metros en el área de Drake.

Llamas en el Drake

Desde la Isla Hermite, solo se festejó como un gol de Boca, el primer impacto en el ‘Latorre’; luego; con respeto la batería al mando de Bonomí, siguió el silencio profesional de su líder; de quien todos sabían, tenía parientes en la Escuadra Chilena.

El pasaje de Drake estaba cubierto de humo, hacia el oeste y a escasos 7 kilómetros, los destructores ‘Cochrane’ y ‘Zenteno’ vomitaban humo y fuego. Hacia el este, el humo blanco provocado por las efectivas granadas fumígenas [4] del ‘Prat’ ocultaba la huida del crucero insignia y su escolta, el destructor ‘Portales’.

Justo en frente de la batería costera de la Isla Hermite, Bonomí gritó sorprendido y olvidándose de su primo, amigo y comandante del crucero chileno:

‘Señores, el ‘Latorre’ se dirige hacia acá, herido, pero está virando para mostrar su popa, donde tiene armamento pesado. Preparen fuego inmediatamente’. Fue demasiada lenta la orden de Bonomí, el ‘Latorre’ disparó con sus torretas dobles de 150 mm en popa, y cuatro granadas cayeron sobre una de las posiciones de artillería naval argentina, dejando humo y un cráter sin vida. El mismo Bonomí quedó ciego y sordo por un tiempo y con una pierna rota, volviendo a repetir, con lo último que le quedaba de fuerza; la orden ‘Fuegoooo, se nos viene encima’.

Desde el puente de mando del ‘Latorre’ ahora a escasos 2000 metros de la costa, donde su Comodoro, Jose Kross, se mantenía aun de pie; se vio claramente el humo del impacto de la granada chilena sobre la posición argentina, y, además, como la Isla Hermite volvió a encenderse, ante el fuego de la batería costera argentina todavía indemne y del crucero ‘Belgrano’, que también vomitó fuego contra el crucero chileno.

El ‘Latorre’ pareció detenerse en seco, un proyectil de 155 mm y 3 de 152 mm, impactaron al unísono en el puente de mando y en la mitad del buque. El emblema naval chileno ahora quedó en silencio y casi sin vida. Un sinnúmero de explosiones en cadena terminaron con el buque que luego de encallar en los arrecifes al norte de la Isla Hermite, a escasos metros de la costa, comenzó a escorarse rápidamente. José Juan Kross dejó de existir como un héroe; y su primo hermano y amigo Pedro Bonomí, ahora lo sabía con total clarividencia. El mismo lo había visto volar por los aires, el mismo había dado la orden de disparo de su último obús ‘Schneider’ de 155 mm.

El Capitán Pedro Bonomí, inmediatamente, dejando escapar lagrimones de amor y odio, ordenó el alto del fuego y el rescate de los supervivientes; mientras el ‘Latorre’, encallado, agarrado a su tierra como rasguñando su tierra amada, aún se batía contra las olas que desde lejano Sur querían llevarse al buque, a su tumba en las profundidades del Océano.

Si bien la batalla del ‘Drake’ continuó millas más hacia el Sur y hacia el este. Helicópteros argentinos y varios buques, entre ellos los barreminas ‘Neuquén’, ‘Río Negro’ y ‘Formosa’, comenzaron a retirar supervivientes y cadáveres.

De los casi 2000 marineros chilenos embarcados, solo llegaron con vida a la Isla Wollaston, a donde se había establecido una precaria carpa-hospital, unos 300 chilenos. La muerte lo había copado todo, el fuego, el humo, el agua y por sobre todo las heladísimas aguas; poco habían perdonado.

El cuerpo de José Juan Kross nunca fue recuperado. El puente de mando del ‘Latorre’ fue incinerado por completo.

Su primo hermano y amigo; se retiró rengueando con muletas y con el pelo chamuscado hacia el norte de la Isla Hermite, donde en un punto de la costa y mirando hacia el norte, hacia el crucero ‘Belgrano’ que ahora parecía inocente y rodeado de gaviotas y skúas. Allí permaneció en silencio por más de una hora; recordando a su primo, sonriendo ante los recuerdos gratos de la juventud; y por sobre todo pidiendo explicaciones al Altísimo.

Ahora el clima Austral, como pregonando misericordia; comenzó a soplar y a encrespar el Mar, definitivamente agraviado por una disputa entre hermanos. Durante las siguientes horas, las operaciones desde el portaviones ’25 de Mayo’ se verían restringidas debido el oleaje, a pesar de estar bien resguardado su integridad, al norte de la Isla de Los Estados.

Pasado el mediodía del 8 de noviembre: más hombres el agua

El submarino ‘ARA Santa Fe’, que navegaba a 10 km al oeste de la Isla Waterman en Bahía Cook, también recibió órdenes, al igual que todos los submarinos argentinos operando en el área; el ‘ARA San Luis’, en la Boca del estrecho de Magallanes y Río Grande; ‘ARA Salta’, en Bahía Nassau y ‘ARA Santiago del Estero’, entre falso Cabo de Hornos y Bahía Cook. La orden recibida por los submarinos argentinos decía: ‘atacar cualquier buque chileno en el área, ya sea militar o de apoyo naval’.

El ‘ARA Santa Fe’, el submarino argentino más adentrado en territorio enemigo; fue el primero en comunicar, días atrás, a la ARA de los movimientos de los buques chilenos, particularmente, de la división bronce y acero; cuando entraron y salieron de sus refugios en los inescrutables fiordos chilenos.

Ahora el ‘Santa Fe’, al quedar un poco rezagado del entrevero naval en el área de Hornos; salió a mar abierto en búsqueda de contactos. Allí, a unos 7 km al sur de su posición, detectó a los destructores-transporte ‘Serrano’ y ‘Orella’, que junto a la barcaza de transporte de tropas ‘Hemmerdinger’ se dirigía toda máquina hacia el ‘Cabo de Hornos’, transportando tropas.

En un ataque casi perfecto, el ‘Santa Fe’ disparó 4 torpedos Mk 14 y 2 Mk 37; de los cuales 2 impactaron en dos buques chilenos, el ‘Hemmerdinger’ y el ‘Serrano’. El ‘Orella’, también recibió un impacto, pero no de torpedo, sino de un misil ‘Exocet’; lanzado diez minutos después, por la corbeta ‘ARA Guerrico’ que apareció por sorpresa total desde el Sur, disparando a más de 30 kilómetros de distancia un misil antibuque, para luego, volver a alejarse en dirección hacia el Polo.

La ‘Guerrico’, que operaba inicialmente con el ‘GT1 [5]’; como escolta del portaviones argentino; tuvo la orden estricta de navegar subrepticiamente desde la Isla de los Estados, hacia el Sur, para luego retomar hacia el oeste a una distancia de 50 km al sur del Cabo de Hornos con su radar apagado, para volver hacia el norte y atrapar en maniobra pinza, a cualquier buque de la armada chilena navegando en el Pasaje de Drake. La ventaja de la ‘Guerrico’, era no solo sus letales misiles ‘Exocet’, sino también su bajísimo perfil al radar, que la hacía casi indetectable hasta los 15 kilómetros de distancia desde un radar embarcado.

Como ángeles de la guarda; unos 4 buques transandinos salieron de sus refugios en los fiordos, y comenzaron el rescate de los abundantes marineros chilenos en peligro de muerte. El ‘ARA Santa Fe’ permaneció observante y distante a una distancia de 5 km de los eventos. En sus adentros, el Capitán González Moreno, comandante del ‘Santa Fe’ observó con su periscopio las tareas de rescate, mientras comunicaba por radio los eventos, por radio abierta y poniendo en peligro su propia embarcación; a fin de solicitar auxilio inmediato.

El ‘Santa Fe’, finalmente se vio obligado a abandonar el área, perseguido por la corbeta ‘Papudo’, que valientemente trato de espolonear su periscopio, además de arrojarle cargas de profundidad.

Después de aquel evento, en que el ‘Santa Fe’ quedó averiado y por lo tanto terminó su cacería en los mares australes; dos cargas de profundidad de la ‘Papudo’ explotaron más cerca de lo deseado de su proa. El ahora herido sumergible argentino, comenzó su lento y largo retorno hacia Río Gallegos; su primera parada antes de llegar a Mar del Plata; a donde evaluarían los dañó profundamente.



[1] Bomba de propósito general de origen norteamericano, de 340 kg.

[2] Avión de entrenamiento y ataque a tierra operado por la ARA. La Marina Argentina operaba 12 de estos aparatos.

[3] Crucero de la clase Brooklyn, de origen norteamericano. De la misma clase que el ‘Prat’, y los ARA ‘Belgrano’ y ‘9 de Julio’.

[4] Ingenio militar por el cual se produce humo y cubre la huida y/o maniobra.

[5] Grupo de Tareas número 1.




Libro Sur en llamas

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Autor: Peter J. Bush
‘Sur en llamas’ es una novela de ficción histórica sobre el conflicto del Beagle de 1978. Una guerra entre países hermanos, donde familias unidas por el amor se dividen para defender sus propias banderas.


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