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martes, 29 de julio de 2025

Conducta en el campo de batalla: El determinante rol de liderazgo de los capitanes

El poder del liderazgo en el campo de batalla: Lo que nos enseñan los capitanes de la Guerra de Secesión

EMcL



¿Qué hace que un grupo de soldados permanezca firme cuando todo a su alrededor se desmorona? ¿Qué impulsa a un hombre a mantenerse en su puesto cuando la opción más fácil es huir? Un estudio reciente sobre la Guerra Civil estadounidense arroja luz sobre estas preguntas con una respuesta clara: el liderazgo cercano y valiente.


Durante la Guerra Civil de Estados Unidos, más de dos millones de soldados sirvieron en el Ejército de la Unión. Sus vidas, sus decisiones y, en muchos casos, su supervivencia, dependían del liderazgo de una sola figura: su capitán. A diferencia de los altos mandos que trazaban estrategias desde la retaguardia, estos oficiales lideraban desde el frente, compartiendo la rutina, los peligros y la incertidumbre diaria con sus tropas. 



Un nuevo trabajo de investigación intitulado “Frontline Leadership: Evidence from American Civil War Captains” (NBER) aporta significativamente al entendimiento de la conducta en el campo de batalla, con las siguientes contribuciones clave. Se analizó a fondo los registros de más de 2 millones de soldados y miles de capitanes, semana a semana, durante toda la guerra. ¿Qué descubrieron? Que los mejores capitanes —aquellos que inspiraban respeto, confianza y lealtad— lograban mantener unidas a sus unidades, incluso en las condiciones más adversas. 

  • Se muestra que los capitanes de compañía (líderes de nivel inferior) jugaron un papel crucial en mantener la cohesión de grupo y prevenir la deserción, especialmente cuando no había incentivos contractuales o coercitivos fuertes.

  • La capacidad del líder para evitar deserciones fuera de combate predice su efectividad durante el combate, revelando un componente estable de “calidad de liderazgo”.

Cuando no había combates, los soldados podían desertar fácilmente, sin castigos severos. Sin embargo, los capitanes más capaces sabían cómo motivar, contener el desánimo y mantener el espíritu del grupo. Y en los días más duros —en medio del fuego enemigo, en batallas tan feroces como Gettysburg o Antietam— esas cualidades resultaban decisivas. Las unidades con buenos líderes desertaban mucho menos y resistían mejor. 


Nota: El panel a muestra el mapa de batalla original de la Batalla de Iuka, Misisipi, el 19 de septiembre de 1862. Se muestran las posiciones de los regimientos de la Unión y la Confederación en dos fases de la batalla: a las 17:00 h (azul oscuro: Unión, rojo claro: Confederación) y a las 19:00 h (azul claro: Unión, rojo oscuro: Confederación). El panel b muestra la versión digitalizada del mapa. El panel c muestra los regimientos de la Unión y la Confederación en su ubicación a las 17:00 h, calcula las distancias a las unidades enemigas más cercanas desde el 12.º Regimiento de Wisconsin y marca la distancia mínima con una línea negra. Las demás distancias se muestran con líneas grises para visualizar cómo se calcula la distancia a la unidad enemiga más cercana. Los mapas de batalla se obtuvieron del Civil War Preservation Trust y fueron digitalizados por los autores mediante un algoritmo de reconocimiento de patrones en Python. Agradecemos al American Battlefield Trust (www.battlefields.org) su permiso por escrito para usar sus mapas y reimprimir el mapa de batalla original en el panel A.

 Deserciones como medida de conducta

  • Las deserciones son utilizadas como una métrica directa de motivación y cohesión, fundamentales para la eficacia del combate.

  • Se encuentra que una mejora de una desviación estándar en la calidad del líder reduce la probabilidad de deserción individual en batalla en 1.6 puntos porcentuales, lo que equivale a una reducción de más del 40% frente a líderes de baja calidad.

 Impacto en momentos críticos (batallas mayores)

  • Durante las batallas más sangrientas de la Guerra Civil, las compañías lideradas por capitanes de alta calidad mostraron tasas significativamente menores de deserción.

  • Este efecto no se debe a que estos líderes evitaran el peligro; de hecho, tenían mayores tasas de mortalidad, lo que respalda la hipótesis de “liderar con el ejemplo”.


Lo más sorprendente es que esos líderes no eran necesariamente los más ricos, ni los más educados, ni los más experimentados al comenzar la guerra. Tampoco fueron siempre promovidos oficialmente. Su autoridad nacía de otra parte: del ejemplo, de la cercanía, de su capacidad de guiar sin imponer, y de enfrentar el peligro junto a sus hombres. Muchos de ellos murieron en combate, precisamente por liderar desde la primera línea. 

 Implicaciones generales

  • El estudio ilustra que la conducta colectiva bajo presión depende más del liderazgo directo que de reglas o castigos formales, y que este tipo de liderazgo tiene un impacto duradero tanto en el rendimiento en batalla como en los ingresos económicos posteriores.


La historia de estos capitanes nos recuerda que, más allá de los uniformes y los rangos, el liderazgo real se gana con el ejemplo. Y que, tanto en la guerra como en la vida diaria, contar con alguien que inspire y guíe con integridad puede marcar toda la diferencia. 


Una lección atemporal para padres, docentes, equipos deportivos… y también para soldados.

 

Otros tópicos tratados

 Causalidad y robustez

  • Usan cambios cuasi-aleatorios de liderazgo (como muertes de capitanes en batalla) para identificar efectos causales.

  • Encuentran que la mejora en la calidad del liderazgo reduce las deserciones en el siguiente combate en alrededor del 7%.

 Aprendizaje y adaptación

  • El liderazgo mejora con la experiencia: la calidad de los capitanes aumenta rápidamente en sus primeras semanas de servicio, con un efecto de aprendizaje significativo.

En resumen, el trabajo ofrece evidencia rigurosa y cuantitativa de que el liderazgo interpersonal y el ejemplo personal son determinantes claves de la conducta de los soldados en el campo de batalla. Este hallazgo tiene implicaciones tanto para contextos militares como para organizaciones civiles.

sábado, 10 de mayo de 2025

Malvinas: El valor del Subteniente Aliaga

Subteniente Guillermo Aliaga en Boca House





Subteniente Guillermo Aliaga Seguramente a todos los que alguna vez nos desmalvinizaron en la foto tomada por las cámaras de BBC de Londres luego de la cruenta batalla de pradera del ganso, veremos un supuesto conscripto aguerrido prácticamente en su miseria, imagen que hasta sensibiliza, allí prisionero a las buenas de Dios. Sin embargo fue egresado en Subcomision del 4 ° año del Colegio Militar de la Nación (CMN). Quien comandara la 3era Sección ("Alfa") de la Compañía C del Regimiento de Infantería 8 (Ca. C - RI 😎.  Combatió Heroicamente junto a su Sección (30 hombres aprox.) En la loma de Boca House (Batalla de Darwin - Pradera del Ganso) completamente aislados, bajo las inclemencias del tiempo, sin logística, con escasas municiones, sin comunicación radioeléctrica, ni tendidos telefónicos  y sin ninguna posibilidad de relevo.  Desde las primeras luces de la mañana del 28 de Mayo y por casi medio día, resistieron el ataque de 2 compañías del 2do Batallón de Paracaidistas (ca. By D - 240 hombres) una de las unidades mas aguerridas de los Ingleses. Aliaga y su Sección desde sus pozos de zorro (trincheras) combatieron sin descanso, "cual leones", sabiendo que las posibilidades de salir con vida de esa posición eran mínimas .. Superados en numero y en poder de fuego resistieron tenazmente, frenando el avance  de las 2 compañías británicas que no lograban acallar las armas Argentinas. Finalmente, casi agotada la munición y con numerosos heridos (inclusive el Subteniente Aliaga herido en el cuello) cayo la posición. Debido a la resistencia aguerrida de la tropa Argentina, se ganaron el respeto y la admiración de los ingleses.  Esa foto en la cual se lo ve al Subteniente Aliaga, herido y ya prisionero, fue tomada por las cámaras Su rostro extenuado expresa el stress de largas horas de combate, el dolor de las heridas, la entrega y el sacrificio.  Por dentro lleva la clara convicción de por lo que combatió por su Patria, se transforma en una de las millas pruebas contundentes de las mismas condiciones que afrontaron superiores y subordinados HONOR Y Gloria Por Siempre!

lunes, 9 de diciembre de 2024

Teoría de la guerra: Los comandantes israelíes como arma táctica

“La ventaja única de las FDI: los comandantes son el secreto de su fuerza”: Lecciones aprendidas de 1982 a 2023 – Capitán general (retirado) Gal Perl



CPT (res.) Gal Perl, Investigadora, Centro Dado

Resumen

 Hasta hace poco, las fuerzas de las FDI estaban maniobrando en la Franja de Gaza. Al mismo tiempo, tenemos que prepararnos para una guerra en el norte, si llega a producirse. El libro With Me from Lebanon (Conmigo desde el Líbano) se publicó hace más de tres décadas, pero sus principales lecciones –la importancia del terreno, la independencia de las fuerzas, el mando de la misión (y el mando desde el frente) y el subterfugio– pueden ser de utilidad en la guerra en la Franja de Gaza para tener éxito en la guerra en el Líbano.

Introducción

Las circunstancias estratégicas de Israel desde el 7 de octubre han acercado la posibilidad de que el conflicto limitado en el norte se convierta en una guerra en toda regla. Mientras continúan los combates en la Franja de Gaza, en el frente norte se está librando una confrontación larga y compleja con Hezbolá. En cierto modo, recuerda a los días de la Zona de Seguridad, con ambos bandos organizados y desplegados, actuando dentro de un conjunto de reglas aparentemente acordadas, y con la mayor parte de los combates basados ​​en fuego de distancia y no en maniobras. Las FDI han logrado importantes éxitos, incluyendo ataques a cientos de agentes de Hezbolá (así como a terroristas palestinos), infraestructura, armamento y más. Sin embargo, esto no es suficiente, y las FDI deben preguntarse (y examinar a fondo) cuáles son las conclusiones que pueden aplicarse en una posible operación terrestre en el Líbano. La lista se extiende más allá del alcance de este artículo; no obstante, al separar el trigo de la paja y examinar las lecciones aprendidas de la guerra en el sur, las FDI deberían mirar atrás y aprender de nuestra experiencia operativa previa en el Líbano y de los numerosos libros escritos sobre ella.

En primer lugar, la guerra en Gaza ha puesto fin a un debate de tres décadas en el seno de las FDI (como parte de un debate más amplio que mantienen todos los ejércitos occidentales) sobre la pertinencia y la necesidad de una maniobra terrestre. Una y otra vez se ha planteado la cuestión de la necesidad de maniobrar fuerzas sobre el terreno en una época en la que las FDI tienen en su arsenal capacidades de integración de inteligencia y fuego tan potentes y precisas que han demostrado su eficacia en una serie de operaciones, tanto en la Franja de Gaza como en otros escenarios.

Unos seis meses antes de la publicación de “Espadas de hierro”, el jefe del Estado Mayor, teniente general Herzi Halevi, había dicho que la maniobra tenía, ante todo, un valor psicológico. “Un adversario que sabe que puede sentir las botas de su enemigo sobre el terreno es muy importante para la disuasión. Hay un cierto nivel de logros en la guerra que no se puede alcanzar sin maniobras”. [1] La operación terrestre, afirmó, requiere dos elementos más fundamentales: el primero, la importancia de asumir tanto la responsabilidad como la iniciativa; y el segundo, lo que describió como una de las lecciones más importantes que había aprendido de la guerra entre Rusia y Ucrania: la importancia del espíritu de lucha. [2]

La necesidad de desmantelar a Hamás como fuerza militar y gobernante en la Franja de Gaza ha puesto fin a la discusión, al menos en Israel, considerando los objetivos de la guerra que requerían una operación terrestre de amplio alcance. Sólo las fuerzas terrestres en territorio enemigo pueden perseguirlo, interrumpir sus operaciones, hacerle sentir perseguido [3] y minimizar el fuego lanzado hacia el frente interno.

Las fuerzas de maniobra, tanto regulares como de reserva, bajo el mando del general de brigada Yaron Finkelman, comandante del Comando Sur de las FDI, han demostrado una capacidad de combate impresionante en sus operaciones en el norte y el centro de la Franja de Gaza. Han atacado a miles de agentes de la Jihad Islámica Palestina (PIJ) y de Hamás, han destruido infraestructura militar (incluidos túneles, puestos de mando, depósitos de armas y posiciones fortificadas), han confiscado armamento y han detenido a terroristas. [4] Teniendo en cuenta el sentido de urgencia, las reservas de las fuerzas terrestres han demostrado ser un multiplicador de fuerzas, a pesar de años de abandono. Su experiencia operativa, madurez y criterio, su profesionalidad y su elevada motivación les han permitido compensar rápidamente las diferencias que les separaban de las fuerzas regulares y, en muchos casos, incluso dirigir los esfuerzos de guerra.

Esta conclusión no nace sólo de la investigación, sino también de lo que vi y sentí durante la batalla, cuando el batallón de reserva de paracaidistas de la Marina en el que sirvo (el Batallón 697) fue convocado bajo la Brigada “Flechas de Fuego” (551). Tres semanas después, el batallón ya estaba combatiendo bajo el mando del teniente coronel (en reserva) Tzach Ekshtein, en Beit Hanoun, Beit Lahya, al-Atara y Sheikh Radwan en Gaza. [5] A juzgar por mis conversaciones con comandantes y soldados de otras unidades que participaron en los combates, incluidas la Brigada 55, la 16 y más, ellos también compartieron esa experiencia.

El hecho de que la maniobra terrestre haya demostrado ser la respuesta operativa correcta para el frente sur no significa necesariamente que sea la respuesta correcta en el norte. [6] Sin embargo, debemos prepararnos. Es más, como supuestamente dijo el ex jefe del Estado Mayor, el teniente general Rafael Eitan (Raful), el problema con el enemigo es que no asiste a la reunión informativa final. [7]

 

Aprendiendo y preparándose para la próxima guerra

Hace tiempo que Hezbolá dejó de parecerse a la organización guerrillera contra la que combatió el ejército israelí durante los años que permaneció en el Líbano, o a las divisiones de comandos a las que se enfrentó en 2006. Desde la Segunda Guerra del Líbano, Hezbolá ha crecido en escala, ha adquirido armamento avanzado y un arsenal de cohetes balísticos y misiles (algunos de ellos PGM), así como lanzadores AT, ha establecido redes de túneles y más. Además, su personal ha adquirido experiencia operativa combatiendo en la guerra civil en Siria. En un artículo sobre el tema, el general en jefe (en reserva) Dr. Meir Finkel propuso “tratar a Hezbolá como un ejército regular, como el comando sirio durante la guerra del Líbano de 1982”. [8] Por lo tanto, es importante aprender cómo combatieron las FDI a estas fuerzas terroristas y guerrilleras (terroristas de la OLP), así como al comando sirio durante la guerra de 1982.

Aunque el acervo de libros escritos sobre la Primera Guerra del Líbano no está demasiado repleto, hay algunos volúmenes relevantes. Sin denigrar los libros escritos por investigadores y periodistas, y basta con mencionar La guerra del Líbano de Israel , de Ze'ev Schiff y Ehud Ya'ari [9], está claro que los libros escritos por comandantes son de especial importancia, ya que sus conclusiones y percepciones son confirmadas por quienes estuvieron allí y lideraron a los soldados en el campo de batalla.

Como en la mayoría de los ejércitos, los oficiales en activo de las FDI no suelen publicar libros sobre incidentes del pasado reciente. Entre los ejemplos destacados se incluyen The Heights of Courage , del general en reserva Avigdor Kahalani sobre el batallón blindado bajo su mando durante la Guerra de Yom Kippur, [10] y Undeclared War , del general en reserva Moshe Tamir (Chiko) sobre su estancia en el Líbano mientras servía en la Brigada de infantería Golani, un libro que contenía importantes observaciones y críticas sobre la estancia de las FDI en el Líbano, la lucha contra Hezbolá y la estrategia empleada por las FDI. [11] No es un asunto menor cuando un oficial de alto rango todavía en servicio activo publica un libro en el que incluye críticas al ejército, y esto arroja una luz positiva sobre las FDI como una organización que permite debates críticos destinados a aprender de sus fracasos tanto como de sus éxitos.

Uno de los mejores libros de este tipo, que aporta ideas que pueden ser aplicables a una inminente guerra en el Líbano, es el libro escrito por el general en jefe (res.) Yoram Yair (Ya-Ya), With Me from Lebanon (Maarachot, 1990, edición hebrea). En él, describe los combates de la brigada de paracaidistas bajo su mando durante la guerra, desde el desembarco en la fuente del río Awali en junio de 1982 hasta la llegada a Beirut. En cierto modo, el autor se lo tomó con calma, ya que sólo describió las batallas de la brigada durante la primera semana de la guerra, aunque se puede decir que la guerra continuó al menos dos años más, si no más, hasta la retirada de las FDI en mayo de 2000. Yair decidió centrarse en describir una semana de combates, desde el desembarco hasta Beirut, mientras que las FDI permanecieron en el Líbano durante 18 años más.

El libro de Yair trata de una maniobra eficaz y sorprendente. [12] También habla de astutos comandantes de campo que tomaron la iniciativa y de fuerzas dedicadas que mostraron un gran espíritu de lucha. Los lectores aprenderán sobre los dilemas, los errores, los éxitos, cómo la brigada llevó a cabo combates integrados y letales de guerra conjunta, así como los desafíos y las dificultades. Aunque el libro describe las acciones de una fuerza enviada a lo profundo del territorio enemigo, sus lecciones también son apropiadas para un escenario de una fuerza enviada al frente.

En el prefacio del libro, el entonces ministro de Defensa, Yitzhak Rabin, escribió que la guerra del Líbano había ilustrado una vez más “la ventaja única de las FDI, […] que los comandantes son el secreto de su fuerza […] [La guerra] demostró una vez más la necesidad del cuerpo de infantería. En la era de los aviones, los misiles y las computadoras, todavía no hay alternativa para un soldado que cree hechos con su cuerpo, piernas y mente. Está claro, a partir de las líneas escritas en este libro, cómo el pensamiento militar sofisticado y el seguir el viejo, pero bueno, camino de emplear estratagemas para sorprender al enemigo, ahorra sudor y sangre y permite éxitos militares. En lugares donde los tanques aún no habían llegado y los aviones no podían penetrar, solo el soldado de infantería podía hacer el trabajo, y con éxito” (p. 7). En muchos sentidos, esto podría decirse de los combates en curso en la Franja de Gaza durante “Espadas de hierro”, y así será durante la posible guerra en el Líbano.

 

Sorprender al enemigo: aparecer en un lugar que lo desequilibre.

Cuando el gobierno decidió iniciar la operación "Paz para Galilea", la 98.ª División (en aquel entonces 96.ª) recibió la misión de realizar un desembarco anfibio en la desembocadura del Awali, en el Líbano. La fuerza principal de la división era una brigada de paracaidistas al mando de Yair, reforzada con ingeniería, artillería y blindados. La operación, en plena zona libanesa, resultó sorprendente y permitió a las FDI maniobrar rápidamente hacia el norte, en dirección a Beirut.

El 6 de junio de 1982, los hombres abordaron los tanques de desembarco de la marina israelí y navegaron hacia el Líbano. La brigada ejecutó un desembarco anfibio en la desembocadura del Awali. “A diferencia de algunas de las historias, estas no son costas seguras; nos estamos acercando al mayor de los peligros: la guerra” (p. 22).

Después del desembarco, Yair no estaba seguro de cómo avanzar hacia el norte. “Ir directamente hacia la fuerza principal del enemigo no aprovecharía adecuadamente las ventajas de una brigada como la mía; no es una lucha característica de los paracaidistas. La fuerza de los paracaidistas está en flanquear y aparecer, a veces por aire, a veces por mar, en los lugares más sorprendentes, donde el enemigo no puede prepararse para enfrentarlos. Esta vez también, no podemos renunciar al principio del flanqueo, y necesitamos encontrar una manera de sorprender al enemigo en tierra, por difícil que sea, aparecer en un lugar que haga perder el equilibrio al enemigo y provoque su colapso” (p. 52).

La ruta de Tighozet, a través de las montañas de Chouf, era la línea de avance más difícil a lo largo de la costa. “Como tanto el modo de operación del enemigo como su ubicación son un enigma, solo puedo asegurarme de haber leído el mapa correctamente y de haber comprendido el entorno; de modo que la ruta que elegí para mover las fuerzas realmente permita que cada componente –paracaidistas, blindados, artillería, ingeniería– haga el mejor uso de sus ventajas y, al mismo tiempo, enmascare sus debilidades” (p. 53).

Yair y sus paracaidistas emprendieron una campaña larga y exigente (70 km). Aunque en la superficie, la elección de la ruta montañosa supuestamente ralentizaría a la brigada, en la práctica la elección de Yair dio sus frutos y los paracaidistas fueron la primera fuerza en llegar a Beirut. Una parte importante de la lucha fue dirigida por el batallón de reconocimiento bajo el mando del teniente coronel Doron Almog (Avrotzky), que consistía en “las tres compañías de nivel de brigada –reconocimiento, ingeniería y AT, con todos sus vehículos blindados–, el comandante del batallón con ocho tanques y parte de la compañía médica de la brigada” (p. 92). [13] La compañía de reconocimiento de la brigada lideró el avance, bajo el mando de Israel Ziv, con el comandante del batallón Almog a su lado.

Yair describió el avance del batallón de reconocimiento: “Los hombres están sobrecargados y la subida es muy difícil. Las placas antibalas debajo de los chalecos están calientes, lo que les hace sudar y perder líquidos” (p. 73). Aquí hay una lección clara para la próxima guerra. Los soldados, especialmente los de vanguardia, tendrán que ser ligeros y ágiles para operar en el terreno montañoso del Líbano. De lo contrario, la fuerza no podrá luchar de manera eficiente, ya que se doblará bajo el gran peso que lleva sobre sus espaldas. [14]

A seis kilómetros al este de Damour, la vanguardia se encontró con el enemigo. “En unos segundos, se olvidó de la falta de agua y la unidad se encuentra en medio de una carga. Israel está cargando junto con parte de la fuerza a lo largo de la cresta de arriba, y Doron corre con algunos de los otros en la carretera. En cuestión de minutos, la carga ha terminado: diez terroristas muertos, diez terroristas capturados” (p. 73). El agua se ha acabado, pero Ziv insiste en darles agua también a los prisioneros.

Este es sólo un pequeño incidente, pero hay mucho en lo poco que hay. En primer lugar, la importancia del mando desde el frente. Años más tarde, el general de brigada Almog escribió: “El mando desde el frente permite a cada comandante obtener, en el menor tiempo posible, la mejor información sobre el estado del enemigo, la condición de nuestras fuerzas, sobre el terreno, la moral de las tropas y su cansancio, y sobre lo que llamamos en un informe de situación 'factores adicionales'. La presencia del comandante en el frente en puntos críticos, como momentos de crisis en la batalla, les permite ser un ejemplo para sus hombres, lo que puede provocar un cambio de ritmo, insuflando nuevas energías tanto a los soldados como a los comandantes”. [15] Esta observación se demostró en operaciones anteriores en Gaza, [16] así como en la guerra en curso, y no será diferente en el Líbano.

Por ejemplo, a medianoche entre el 28 y el 29 de octubre de 2023, los hombres de la 551.ª brigada cruzaron la valla de seguridad cerca del kibutz Erez y entraron en la Franja de Gaza, avanzando a pie durante tres kilómetros hacia Beit Hanoun. El 697.º batallón estaba a la cabeza del avance, [17] con una compañía de blindados que había sido puesta bajo su mando en la vanguardia. El comandante de la compañía estaba a la cabeza. [18] Al amanecer, el batallón atacó las afueras de la zona urbana. La compañía de reconocimiento, bajo el mando del mayor Moshe Leiter, lideró un rápido avance de un edificio a otro en el flanco izquierdo, se encontró con terroristas y los atacó. En el flanco derecho, la compañía B se encontró con terroristas en un edificio. Un equipo de la compañía y del grupo de mando del oficial ejecutivo del batallón disparó contra los terroristas, mientras un tanque disparó dos tiros al edificio. El batallón instaló un campamento en las afueras de la zona. Durante la primera batalla, el comandante del batallón y el comandante de la brigada, coronel Ido Kass, estaban cerca y tenían el control total, mientras que los dos comandantes de compañía estaban a la cabeza.

En segundo lugar, incluso en medio de las tensiones que conlleva el combate, las dificultades logísticas, el miedo y la rabia hacia el enemigo, los comandantes no renunciaron a los valores de las FDI: la pureza de las armas y la moral de combate. El comandante de mi batallón dice a menudo que el comportamiento moral significa estar dispuesto a pagar el precio, en este caso la falta de agua, de adherirse a los valores de las FDI. Este enfoque también se hace evidente en las palabras del Jefe del Estado Mayor General y del comandante del Comando Sur cuando se dirigen a los soldados desde el comienzo de la guerra, sobre la necesidad de luchar sin renunciar a la ética de las FDI. [19]

En 1982, en una batalla diferente en la misma zona, un batallón de terroristas preparó una emboscada, sin embargo, la vanguardia de la brigada la detectó con anticipación y utilizó un subterfugio. [20] La compañía AT y una fuerza blindada avanzaron por una ruta que se dirigía al pueblo, mientras que el comandante del batallón y la unidad de ingeniería avanzaron por la cresta que se encontraba por encima de la emboscada. Aproximadamente 50 terroristas atrapados entre las fuerzas murieron y unos 20 fueron capturados.

La última batalla de la brigada antes de Beirut fue contra un batallón de comandos sirios en Shemlan. El comandante del Comando Norte, MG Amir Drori, y el jefe del Estado Mayor, LTG Rafael Eitan (Raful), presionaron a Yair para que tomara el control del pueblo lo más rápido posible para que pudiera unirse a las fuerzas de las falanges cristianas. “El motivo de la presión desde 'arriba' estaba claro para mí. Sin embargo, está igualmente claro que no podía presionar demasiado a los oficiales bajo mi mando. Debo tener en cuenta mis órdenes e introducir todos los cambios posibles en el plan para asegurar que la misión se complete lo más rápido posible. Pero debo actuar como una válvula de presión y mantener a salvo a los comandantes bajo mi mando” (p. 152).

En la batalla, escribió, “Ambos lados, los paracaidistas israelíes por un lado y los comandos sirios por el otro, son ahora como un par de boxeadores en un ring, justo antes de que suene el gong, señalando el final de un combate largo e igualado entre ellos. Ambos lo han dado todo, por lo que pueden ganar” (p. 154). Para Yair estaba claro que “el vencedor sería el que pudiera lograr reunir lo último de sus fuerzas, a pesar del dolor y el agotamiento, para dar un puñetazo más, un golpe fuerte y preciso, que llevaría a su oponente al tatami y decidiría la batalla” (p. 154).

Por ello, cuando se detuvo el avance de la compañía AT, decidió que el lugar adecuado para causar el mejor impacto en la batalla era el frente. “Para incitar a los exhaustos soldados a realizar este último esfuerzo decisivo, para exprimir el último centímetro de energía que aún les quedaba, el XO y yo corrimos hasta la cabeza de la columna (p. 154). La carga, con el comandante de brigada y su adjunto al frente, decidió la batalla y el avance de la brigada hacia Beirut quedó asegurado.

El espíritu de lucha y la cohesión de la unidad, que los comandantes dirigían desde el frente, fueron la razón por la que las fuerzas heridas y agotadas pudieron hacer frente a la tarea y seguir avanzando. Al respecto, Yair escribió: “El profesionalismo, el orden y la disciplina de la unidad, por altos que sean, no son suficientes para mover a los hombres a cumplir cualquier tarea durante la batalla, cuando se enfrentan a la muerte. Un comandante que no sea capaz de reunir a su unidad y no sea capaz de cultivar la solidaridad entre soldados y comandantes durante la guerra, no tendrá a su disposición el entrenamiento, el orden y la disciplina que se les inculcó durante el entrenamiento” (p. 83).

Así ha sido siempre. En la batalla final antes de Beirut, en las batallas que las FDI han librado desde entonces, en “Espadas de Hierro”, en la Franja de Gaza. El espíritu de lucha es también la razón por la que el 697.º, un día después de sufrir bajas y heridas en Beit Hanoun, el 10 de noviembre de 2023, se levantó como el ave fénix, pasó a la ofensiva, mató a operativos de Hamás y continuó cumpliendo con sus tareas. No hay alternativa al espíritu de lucha, y al igual que el arca de Noé, se construye antes del diluvio: en el entrenamiento y los ejercicios, simulacros de guerra en todos los niveles (compañía, batallón y superiores), ya sea en ejercicios de Guerra Conjunta (por ejemplo, ejercicios a nivel de división o el ejercicio de 2022 en Chipre), cultivando y enseñando a los comandantes a actuar con iniciativa y agresividad. Se construye durante el servicio en unidades activas, eventos de formación de equipos para comandantes y análisis en profundidad de la doctrina, la historia y más.

 

Lecciones

La maniobra de la 98 División en las profundidades del Líbano es uno de los pocos casos en la historia de las guerras de Israel de una acción conjunta exitosa en el frente y en las profundidades del territorio enemigo. Sin embargo, como ha dicho el investigador del Departamento de Historia de las FDI, Saul Bronfeld, “el exitoso desembarco ayudó a provocar el rápido colapso de la resistencia organizada por los terroristas al sur de Awali, pero no fue suficiente para crear una acción de flanqueo estratégico de Beirut. La brigada de las FDI sólo rodeó Beirut después del alto el fuego y llegó a la ciudad sólo después de los duros combates en el valle”. [21]

El libro With Me from Lebanon puede ser breve y conciso, pero contiene muchos buenos consejos y excelentes ideas para los comandantes, desde el equipo de fuego hasta el nivel de brigada. Al leerlo, especialmente después de luchar en Gaza, he encontrado varias lecciones importantes que también son relevantes para el Líbano:

Tierra, tierra y otra vez tierra. Antes que el enemigo, antes que cualquier otro factor que afecte la capacidad de acción de las unidades militares, hay que analizar el terreno. La capacidad de identificar posibles elementos que puedan influir en el terreno, incluidas las ubicaciones clave, las zonas de aniquilación, las áreas controladas y en control, y más, es la base de cualquier plan operativo. En el Líbano, como demostró Yair cuando dirigió a su brigada en una maniobra de flanqueo sorpresiva, el terreno es un factor limitante y al mismo tiempo facilitador. El terreno de la Franja de Gaza, mayoritariamente llana, con las FDI moviéndose a distancias relativamente cortas, planteó menos desafíos para las fuerzas de maniobra. El Líbano es un asunto completamente distinto.

“Juntos nos mantenemos solos”. Este eslogan, adoptado en su momento por un comandante del batallón de paracaidistas de las FDI para su unidad [22] , debe ser una de las lecciones que deben tener en cuenta las unidades que maniobrarán en el Líbano, así como las que todavía están en combate activo en Gaza. El batallón es una unidad autónoma e independiente que no depende de la “brigada madre” y puede actuar por sí sola. El tamaño de la zona y el despliegue de Hezbolá exigen actuar preservando la ayuda mutua entre las fuerzas, asegurándose de operar dentro del principio de utilizar plenamente cada fuerza, empleando al mismo tiempo los componentes de fuego y apoyo que sean posibles. Sin embargo, el batallón debe ser capaz de resolver sus problemas por sí solo, ya que Hezbolá puede desafiar a las FDI de una manera que sus fuerzas, incluso una brigada entera, pueden no proporcionar la ayuda que tanto necesitan.

El mando orientado a misiones es una forma de vida. Durante la guerra en Gaza, las FDI volvieron a adoptar un enfoque de mando orientado a misiones, abandonando el método de microgestión típico de sus años de actividad rutinaria de seguridad. Según este enfoque, el comandante en el campo tiene la libertad de “elegir planes de acción inesperados para completar la misión asignada”, [23] ya que si espera instrucciones, nunca podrá aprovechar oportunidades imprevistas. [24] Para poner en práctica este enfoque, debe crearse una cultura organizacional que facilite la comprensión de la intención del comandante, considerando la tensión entre eso y el enfoque en una tarea particular; confianza mutua basada en capacidades, así como buena comunicación basada en una comprensión compartida de la doctrina de combate, tolerancia a los errores cometidos sin mala intención, una tendencia incorporada a la acción y a mostrar iniciativa, un fuerte vínculo entre autoridad y responsabilidad. [25]

Además, la calidad de una unidad militar se mide por las autoridades y la libertad de operación que se le otorga, así como por las expectativas que se le imponen a los mandos subalternos. Si bien la guerra puede y ha hecho que las FDI opten por un enfoque de mando orientado a la misión incluso cuando no se dan estas características, el alcance y la intensidad de los combates, la necesidad de tomar decisiones oportunas y la incapacidad de los mandos superiores de estar siempre involucrados con cada fuerza y ​​lugar –todos ellos parte natural de la guerra– han obligado a los mandos superiores de las FDI a confiar en sus comandantes de campo y darles libertad de operación. [26] Ellos, a su vez, han demostrado ser dignos de esa confianza. En el Líbano, la magnitud prevista de los combates, las características conocidas del enemigo, el terreno desafiante y otros factores hacen que sea imperativo que los comandantes comprendan dos niveles superiores y un nivel inferior.

El subterfugio es una habilidad fundamental . Cada sistema adversario tiene un centro de gravedad obvio (un área de control, un centro de mando y control, una estructura central, un componente que, si es atacado, desestabiliza la organización del adversario y la desequilibra). En esencia, el subterfugio consiste en analizar al adversario, identificar este centro de gravedad y comprender cómo atacarlo de manera rápida e inesperada. Así fue como operó la brigada de Yair en la Primera Guerra del Líbano; así es como actuó el ejército israelí durante “Espadas de hierro”. Como dijo el general en jefe (res.) Tamir, el sistema del enemigo en la Franja de Gaza ha sido desmantelado como resultado de la integración del intenso esfuerzo de fuego (“el elemento refractario”) –que dañó los túneles momentos antes de que las fuerzas en tierra maniobraran hacia territorio enemigo y negaran a los operativos de Hamás la cobertura del espacio subterráneo– y la maniobra terrestre que persiguió y mató a los operativos de Hamás que se vieron obligados a permanecer sobre el suelo. [27]

La improvisación se basa en la doctrina . Es importante actuar de acuerdo con la doctrina que se refiere al Mando y Control (C&C) y al Equipo de Combate de Brigada (BCT), y por supuesto de acuerdo con el viejo y querido manual azul (que cambia de color con cada edición). [28] La improvisación, cuando se hace bien, se basa en la doctrina (y todo está escrito). Se puede decir que la improvisación es en realidad simplemente adaptar la doctrina a las circunstancias dadas (el adversario, el terreno, nuestra fuerza y, por supuesto, la "H"). Cuando no se hace de esta manera, los resultados suelen ser graves.

 

Conclusión

Hasta hace poco, los soldados de la 98 División, bajo el mando del general Dan Goldfuss, han estado combatiendo en Khan Yunis. El 7 de octubre, lucharon para impedir que los operativos de Nukhba atacaran a las comunidades israelíes y las bases de las FDI cercanas a la Franja de Gaza. Después, entre diciembre de 2023 y abril de 2024, la división asaltó Khan Yunis, atacó a los terroristas de Hamás y destruyó armamento e infraestructura, participando en una guerra integrada tanto bajo tierra como sobre la superficie. [29]

Al mismo tiempo, debemos prepararnos para la próxima guerra, si llegase a producirse. Esta preparación exige que nos planteemos preguntas difíciles, como, por ejemplo, cuán competentes serían las fuerzas, es decir, las reservas, si las FDI tuvieran tiempo para entrenarlas. ¿Se han entrenado adecuadamente las FDI en los años anteriores a la guerra, de una manera que simule lo suficiente la guerra, cualquiera que sea su forma? ¿Hemos preparado a nuestras fuerzas lo suficientemente bien? Las FDI ya han comenzado a combatir los túneles en Khan Yunis, una decisión que requirió voluntad de asumir riesgos (el dominio subterráneo neutraliza muchas de las ventajas de las FDI en la guerra conjunta), audacia y habilidad profesional, por lo que se evitaron en la medida de lo posible.

Otra cuestión se refiere a la duración de los combates, los patrones de combate y la forma en que operan las FDI. En el pasado, ha habido conversaciones en las FDI sobre la reducción de la duración de la guerra (o al menos, la eliminación del frente interno de la zona de combate). Seis meses después del inicio de la guerra, podemos decir con seguridad que ni esto ni aquello ha sucedido. Esta cuestión requiere pensar en el resto de la guerra desde el punto de vista de la gestión de los depósitos de equipo y el orden de batalla (tanto regular como de reserva), así como en cómo se va a establecer a las FDI en el campo de batalla (ley marcial, establecimiento de una zona de seguridad y otras cuestiones abiertas), ya que Hamás ha cambiado su forma de desplegarse en la Franja de Gaza, pasando a librar una guerra de guerrillas; las FDI también han reducido sus fuerzas y han pasado a realizar operaciones ofensivas en pequeña escala.

La guerra ha cambiado de forma desde que comenzó y ha llegado a su segunda etapa, similar a lo que ocurrió en Judea y Samaria después de la operación “Escudo Defensivo”. Se ha convertido en “la guerra de limpieza de las FDI contra la recuperación de Hamás en áreas que han sido tomadas y abandonadas, a las que la organización terrorista ha regresado, teniéndolas una vez más en su poder”. [30] Las FDI han seguido actuando para combatir esta recuperación. Un ejemplo es la operación “Cirugía Local” (del 18 de marzo al 1 de abril de 2024), durante la cual la 162 División atacó el Hospital Al-Shifa en Gaza. [31]

A nivel de batallón, cada objetivo que se nos encomendó atacar, nos sentamos y lo analizamos para poder actuar no sólo con la fuerza adecuada y en el momento adecuado, sino también de una manera que negara al enemigo cualquier oportunidad de montar una campaña para resistirnos. Debemos asumir que Hezbollah será capaz de montar una, por lo que tampoco hay atajos en este caso. CCVWH (Centro de gravedad, activos críticos, vulnerabilidades, qué decidirá, cómo decidir) ha sido y seguirá siendo el enfoque principal, porque al final del día, hay una misión que cumplir. El terreno, las fuerzas independientes, la familiaridad con la literatura de combate, el mando orientado a la misión (y el liderazgo desde el frente) y el subterfugio son la esencia de las principales lecciones que debemos aprender del libro de Yair -y de la guerra en Gaza- para tener éxito en la guerra en el Líbano.

Este artículo está dedicado a mis hermanos de armas del batallón 697. Los que están vivos y bien, los heridos –que se recuperen pronto– y, sobre todo, los que cayeron en combate: el mayor (en reserva) Moshe Yedidia Leiter, el sargento mayor (en reserva) Yosef Chaim (Yossi) Hershkowitz, el sargento mayor (en reserva) Matan Meir, el sargento mayor (en reserva) Sergey Shmerkin y los dos tripulantes de tanques de la 14.ª Brigada que lucharon con nosotros hombro con hombro y cayeron en combate mientras estaban desplegados con el batallón vecino, el mayor (en reserva) Aryeh Rein y el sargento mayor (en reserva) Nitai Meisels. Que su memoria sea una bendición. Que seamos dignos de su sacrificio.

El autor agradece al MG (res.) Yair Golan, al COL (res.) Boaz Zalmanowicz, al COL Yaron Simsolo, al COL Ido Kass y al LTC (res.) Aviram Ring por sus excelentes comentarios sobre este artículo.

Notas al pie:


[1] Halevi, H. (23 de mayo de 2023). Discurso del Jefe del Estado Mayor en una conferencia en Herzliya, Universidad Reichmann
[2] Ibíd.
[3] Mattis, J. y West, B. (2022). Call Sign: Chaos (versión hebrea), Ministerio de Defensa y Modan, p. 122; en ese momento, las FDI aprendieron bastante de la experiencia de Estados Unidos con la guerra urbana en Irak. Durante la Segunda Intifada, el comandante del 890.º Batallón de Paracaidistas, el teniente coronel Amir Baram, adoptó un dicho inspirado en los comandantes del Cuerpo de Marines de Estados Unidos (probablemente Mattis), como lema del batallón: “Paciencia, dedicación y alguna bala entre los ojos”.
[4] IDF. (7 de noviembre de 2023). Declaración del Comandante del Comando Sur: “Estamos luchando [...] en el corazón de la ciudad de Gaza. En el corazón del terror [...] no nos detendremos [...] hasta que seamos victoriosos”. Sitio de las IDF
[5] El batallón mató, con apoyo de fuego y blindados y en enfrentamiento directo, a aproximadamente 150 terroristas de Hamás, destruyó infraestructura y armamento y cumplió todos los objetivos de una manera nada menos que asombrosa. Un batallón de reserva en su mejor momento. Esto tuvo un costo. Y ese costo fue alto. Durante el combate, cuatro de los soldados del batallón cayeron y aproximadamente sesenta resultaron heridos.
[6] Ortal, E. (febrero de 2024). “La guerra del 7 de octubre y la que le siguió”, Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos, págs. 6-23
[7] El general Eitan supuestamente dijo originalmente “Kapak shtaim” (קפ"ק 2), un término que se refiere a la segunda y última reunión informativa antes de una operación, durante la cual se realiza la coordinación final entre todas las unidades participantes y los comandantes fortalecen su comprensión del plan del comandante, así como de lo que están planeando las unidades vecinas. Véase: Command and Control During Ground Operations ( Comando y control durante las operaciones terrestres ) (agosto de 2015, versión hebrea). Ground Forces, pág. 137.
[8] Finkel, M. (mayo de 2023). “Coordinación de expectativas: ¿qué es la victoria en la próxima guerra del Líbano y cuál es su precio?”, Dado Center Journal 39, pág. 128
[9] Schiff, Z. y Ya'ari, E. (1985) La guerra de Israel en el Líbano. Touchstone
[10] Kahalni, A. Las alturas del coraje. (1992, Prager [versión hebrea 1975, Schocken])
[11] Tamir, M. (2005). Guerra no declarada (versión hebrea), Maarachot.
[12] Shelah, O. (2015). Atrévete a ganar (versión hebrea), Yedioth Books, pág. 173
[13] En lo personal, este fue el primer libro de memorias de guerra que leí (cuando era niño). Mi padre, Aryeh Perl, un oficial de los paracaidistas que luchó en la brigada y era el comandante adjunto de la compañía médica, se negó a contarme ninguna de sus experiencias. Después de la batalla de Damour, la compañía se dividió: un destacamento, bajo el mando de mi padre, fue puesto bajo el mando del batallón de reconocimiento de la brigada, que estaba comandado por Almog, mientras que el segundo permaneció con el resto de la brigada. Finalmente, papá me contó sobre el desembarco desde el mar; sobre el miedo que sintió cuando fueron alcanzados por fuego de mortero; sobre una comida maravillosa que prepararon en Qabr Chamoun, después de la lucha; sobre cómo corrió en un jeep con otro médico para salvar a un bebé libanés herido (ellos "tomaron el control" de un hospital sin ayuda de nadie y encontraron la infusión adecuada). De cómo echó a dos médicos cuando descubrió que habían saqueado propiedades libanesas. De la fuerza improvisada a la que pertenecía y que tomó el palacio del presidente en Beirut (y la gente les arrojó arroz) y de la final del Mundial que vio en un piso de la ciudad. El resto lo tuve que leer en el libro de Yair.
[14] Shelah, O. (7 de enero de 2011). Una pregunta de peso. Maariv (hebreo)
[15] Almog, D. (junio de 2012). El lugar del comandante en la batalla. Maarachot 443, pág. 29 (hebreo)
[16] Druck, D. (2022). “La batalla combinada y conjunta 2006-2014”, en: El desarrollo de la batalla combinada en las FDI. (Editor: M. Finkel). Maarachot y Moden, pág. 297 (hebreo)
[17] La ​​primera noche sólo entró la mitad del batallón, debido a la justificada preocupación de que no habría edificios adecuados para albergar a todos los hombres. La segunda mitad se reincorporó la noche siguiente.
[18] La compañía era parte del 8108.º Batallón bajo la 679.ª Brigada Blindada de Reserva.
[19] Barnea, N. (16 de febrero de 2024). Bibi, no, no. Yedioth Ahronoth (hebreo)
[20] Almog (junio de 2012), pág. 28
[21] Bronfeld, S. (2022). Desembarco en el estuario de Awali - "¿Qué más puedes pedir de nosotros, patria?". Yesodot 3, pág. 66 (hebreo)
[22] Finkelman, Y. (19 de noviembre de 2008). Informe de la operación "Double Challenge" Batallón de patrulla paracaidista 5135. 35.ª Brigada (hebreo)
[23] Shamir, E. (2014). The Pursuit of Mission Command (La búsqueda del mando de la misión), (versión hebrea), Maarachot y Modan, pág. 19
[24] Ibíd., pág. 51
[25] Ibíd., pág. 41
[26] Tamir (2005), pág. 275
[27] Entrevista con BG (res.) Moshe (Chiko) Tamir, Kfar Daniel, 19 de febrero de 2024
[28] Un manual de bolsillo que consiste en un conjunto de instrucciones, consejos y notas sobre C&C y doctrina de combate entregado al comando subalterno en las FDI.
[29] Goldfuss, D. (13 de marzo de 2024). Declaración del comandante de la 98 División de Paracaidistas. Khan Yunis
[30] Ziv, I. (22 de marzo de 2024). La acción en Shifa fue el disparo inicial de la 'Segunda Guerra de la Espada de Hierro'. N12 (hebreo)
[31] Levy, S. (1 de abril de 2024). Terroristas suicidas y documentación del 7 de octubre: nuevos detalles sobre la operación en Shifa. Mako (hebreo)

sábado, 19 de octubre de 2024

Argentina: Sobre cómo la Revolución Libertadora moldeó el pensamiento militar

Bajo la égida de Aries


Por Esteban McLaren



Durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que en la Primera Guerra Mundial, Argentina mantuvo una postura oficial de neutralidad durante gran parte del conflicto. Sin embargo, en el interior de las fuerzas armadas, especialmente en el Ejército, se desarrollaron tensiones entre distintas facciones que debatían cuál debería ser la verdadera posición del país en la contienda. Una de estas facciones se articuló en torno al Grupo de Oficiales Unidos (GOU), un sector que simpatizaba con el régimen nazi y que, hasta 1943, promovía la entrada de Argentina en la guerra... ¡del lado del Eje! Tras el exitoso golpe de Estado de ese mismo año, esta facción tomó el control del gobierno y preparó el terreno para que su candidato, Juan Domingo Perón, asumiera la presidencia en las elecciones de 1946.

Perón, hijo de inmigrantes italianos, asumió la presidencia inicialmente como un mandatario constitucional. No obstante, pronto comenzó a implementar una serie de reformas destinadas a silenciar a la oposición y consolidar su permanencia en el poder. Aprovechó los fondos acumulados durante la favorable balanza comercial de la guerra para ganar apoyos mediante sobornos, subsidios y otros mecanismos corruptos que le permitieron manipular las instituciones a su favor. El uso indebido de fondos públicos fue notorio: individuos sin recursos se convirtieron en millonarios, medios de comunicación opositores fueron cerrados o comprados, y las voces disidentes fueron sistemáticamente perseguidas y, en algunos casos, torturadas.

En este contexto, la facción de las fuerzas armadas que había sido marginada tras el golpe de 1943, simpatizante de los Aliados, comenzó a reorganizarse lentamente. El objetivo de este trabajo es analizar los patrones recurrentes en las fuerzas antiperonistas o constitucionalistas que influyeron en la actividad político-militar interna de Argentina, especialmente durante el periodo de 1955 a 1988, cuando estas fuerzas jugaron un rol clave en la política del país.

La facción pro-Aliada

Las primeras manifestaciones de esta facción del ejército probablemente se hicieron evidentes en el fallido intento de golpe de Estado de 1951. Lo que caracterizó a este grupo dentro de las fuerzas armadas fue su enfoque en la acción. Eran hombres formados en la profesión militar, y como tales, tendían a interpretar los problemas bajo la lógica de la dicotomía amigo-enemigo. Su respuesta ante cualquier desafío fue siempre de naturaleza militar: una vez identificada la amenaza, se delimitaba al enemigo concreto y se actuaba militarmente para atacarlo, perseguirlo y, si era posible, destruirlo.

Un ejemplo temprano de esta conducta lo representa el almirante Benjamín Gargiulo, fundador de la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina (IMARA), quien incorporó el espíritu de los marines estadounidenses en la preparación y alistamiento de sus tropas. Durante el fallido golpe del 16 de junio de 1955, y tras ver frustrados sus esfuerzos, Gargiulo decidió suicidarse, un acto que sorprendió a muchos. Este tipo de coraje y honor militar se reflejaría 27 años después en la batalla de Monte Tumbledown, donde la infantería de marina demostró un valor excepcional en la defensa de Puerto Argentino durante la Guerra de Malvinas.

Esta conducta contrasta radicalmente con la de Juan Domingo Perón, quien, en medio de la Revolución Libertadora de 1955, dudó en atacar a los insurgentes. Durante ese levantamiento, una minoría rebelde se enfrentó a una mayoría leal y no se rindió. Sólo el 18% de las tropas se rebelan contra Perón. Lonardi, líder de la rebelión, mantenía la firme postura de no ceder ni negociar con Perón. En ese contexto, aunque nunca quedó claro qué pensaba exactamente Perón —ni lo aclaró en entrevistas o memorias—, se puede asumir que creyó que los rebeldes querían negociar con él algún reparto del poder, acostumbrado como estaba de negociar en la política. Esta suposición lo llevó a ordenar la retirada de sus fuerzas o, por lo menos, a no ejecutar un asalto final una vez rodeadas las mismas. La consecuencia de ello fue que permitió a los insurgentes reagruparse y continuar la ofensiva. Apenas reacomodadas sus tropas, la primera medida de Lonardi fue decretar el arresto de Perón, de lo que naturalmente sobrevendría su juzgamiento y, nunca podemos descartar, su ajusticiamiento. Ello puso fin a su gobierno y Perón cayó en la cuenta que estaba frente a militares en serio, no en chantas como él.


La Revolución Libertadora y la formación de oficiales

Esta Revolución Libertadora, que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, dejó una huella profunda en la composición de los oficiales del Ejército Argentino. Este proceso comenzó con purgas masivas de oficiales considerados leales al peronismo y la reincorporación de aquellos que se identificaban con las fuerzas antiperonistas. Este movimiento, liderado por la Revolución Libertadora entre 1955 y 1956, tuvo efectos disruptivos en el escalafón del Ejército, alterando de manera significativa su estructura de mando y afectando profundamente la carrera de numerosos oficiales​ (Mazzei, 2013).

La purga de los oficiales peronistas implicó la retirada forzosa de aproximadamente 500 oficiales, muchos de los cuales pertenecían a las promociones 60 a 74 del Colegio Militar. Este proceso incluyó tanto a oficiales de infantería (53%) como de caballería y artillería​. Estas vacantes fueron llenadas por oficiales que, en muchos casos, no estaban tan actualizados o eran menos capacitados, lo que generó un efecto de debilitamiento en los cuadros superiores del Ejército​.

Además, la Revolución Libertadora reincorporó a alrededor de 180 oficiales antiperonistas que habían sido separados previamente, muchos de los cuales alcanzaron altos grados dentro de la estructura militar, incluso llegando a generales​. La restauración de estos oficiales consolidó la influencia de una facción militar con una visión conservadora y antiperonista, que jugaría un rol crucial en los años venideros.


Los "azules" y la consolidación del poder militar

Tras el golpe, la facción conocida como los "azules" emergió como la predominante dentro del Ejército, consolidando su control durante las décadas de 1960 y 1970. Esta facción, bajo el liderazgo de figuras como Alejandro Lanusse y Alcides López Aufranc, impuso una visión militarista y conservadora que influenció tanto la política interna como la participación de Argentina en conflictos territoriales y la guerra antisubversiva. Esta facción logró mantenerse en el poder mediante una red de lealtades internas y a través del control de los ascensos y retiros dentro de la institución militar.

La herencia ideológica y operativa

El impacto de la Revolución Libertadora no solo se limitó a una reconfiguración del escalafón militar, sino que estableció una doctrina que influiría en eventos clave de la historia argentina, como la lucha antisubversiva y el conflicto en las Islas Malvinas en 1982. La obra subraya cómo esta ideología militarista promovía la intervención violenta tanto en conflictos internos como externos, en defensa de la "soberanía nacional" y la estabilidad del orden interno.

Este cambio en la composición y perfil de los oficiales influyó notablemente en las decisiones militares que se tomaron en los años siguientes, particularmente en la manera en que el Ejército enfrentó la guerra antisubversiva y los conflictos territoriales. La formación de estos cuadros durante la Revolución Libertadora y su posterior consolidación en el poder imprimió una marcada agresividad en la toma de decisiones, reflejada en el enfoque duro hacia la lucha antisubversiva durante la dictadura militar, que vio el surgimiento de una estrategia de represión violenta contra cualquier amenaza percibida al orden establecido.

Además, la configuración de un alto mando que favorecía el uso de la fuerza y una perspectiva nacionalista influyó en la decisión de involucrarse en el conflicto por el Canal de Beagle con Chile en los años 70, y más tarde, en la invasión de las Islas Malvinas en 1982. La ideología dominante en estos cuadros militares, forjada en la Revolución Libertadora y consolidada en las décadas siguientes, promovía una visión del Ejército como defensor de la soberanía nacional frente a enemigos externos y de orden interno frente a las subversiones percibidas​​.

Los militares profesionales formados bajo esta doctrina operaban bajo una única premisa: todos los problemas se resolvían militarmente. Sin ambigüedades. Observaban la situación, identificaban al enemigo, planificaban el ataque y lo ejecutaban sin titubeos, utilizando la fuerza o la amenaza de ésta. El primer gran enemigo de esta corriente fue el némesis de esta filosofía: el dictador Juan Domingo Perón. Después, las pugnas internas entre facciones no tardaron en emerger: Azules contra Colorados, las revueltas y los enfrentamientos militares que se sucedieron durante décadas.


M4 Sherman Firefly del RCT 8 de Magdalena sobre la pista de la Base Aeronaval de Punta Indio en 1965.

La resolución de los conflictos siempre fue llevada al extremo. El intento de golpe de 1951, el bombardeo del 16 de junio de 1955 sobre Plaza de Mayo, el golpe definitivo del 13 de septiembre de 1955, los fusilamientos de León Suárez y los golpes a lo largo de los años 60 no dejaron lugar a dudas sobre el enfoque de esta facción. El 3 de abril de 1965, el Regimiento de Caballería de Tanques n.º 8 de Magdalena atacó con brutalidad la Base Aeronaval de Punta Indio tras ser bombardeado por aviones navales con cohetes y napalm. Este nivel de agresión desenfrenada era la norma. Esta mentalidad, influenciada por un espíritu del blitzkrieg, dominó la escena durante la guerra contra la subversión, los conflictos limítrofes con Chile que llegaron al borde de una guerra total en 1978, y finalmente el desenlace épico de la recuperación de las Islas Malvinas. La planificación de la operación Soberanía y la operación Tronador fueron obras de arte: llenas de creatividad en la estrategia, anticipación cinco pasos la respuesta de las fuerzas chilenas, un compendio de todo lo que la oficialidad había aprendido al pie de la letra en la doctrina más moderna del momento.

El camino de la respuesta militar no se detuvo ahí. Las rebeliones carapintadas y la brutal recuperación del Regimiento de Infantería Mecanizada n° 3 en La Tablada marcaron el epílogo de una generación de militares que había nacido para la guerra y que, muchas veces incapaz de resolver cualquier cuestión de otra manera, optó siempre por el empleo de la fuerza militar como su principal respuesta.

Los efectos negativos de esta manera de resolver los conflictos fueron evidentes en la condena social hacia los métodos utilizados durante la guerra antisubversiva. La derrota en Malvinas fue el golpe final para este enfoque. No solo se lamentó la pérdida de vidas, sino también la herida profunda al orgullo nacional.

Desde una perspectiva positiva, los militares argentinos ejercían su profesión como el eje rector de su toma de decisiones, con una coherencia implacable. A pesar de los errores, indecisiones y excesos, e incluso de las brutalidades cometidas, sus acciones se alineaban con una estricta planificación militar. Hubo también momentos de gran destreza, como la Operación Rosario, un asalto anfibio ejecutado con brillantez sobre una guarnición enemiga, cumpliendo el objetivo estricto de no causar bajas al adversario. Asimismo, Argentina fue el primer país en erradicar dos movimientos terroristas, uno urbano y otro rural, en una sola operación: un ataque simultáneo, descentralizado y audaz que involucró a todas las unidades policiales y militares en la neutralización de los escondites insurgentes. Sin embargo, esta guerra fue posteriormente juzgada por la justicia civil argentina mediante un proceso plagado de irregularidades, incluyendo la aplicación retroactiva de leyes, juzgamiento irregular que aún permanece impune. El único error de este método fue deshacerse del cuerpo de los terroristas y no entregarlos a su familia aparentemente.

Y aquí agrego una reflexión personal. Uno espera de los militares una respuesta militar, sino no se los convoca. Cuando emerge un problema, llamar a la milicia es llamar a que ese problema se resuelve obviamente manu militari. Y ahí va el asalto frontal, el flanqueo, el fuego de precisión, la saturación de las defensas y búsqueda de la rendición del enemigo. Esta generación de Aries, regida por el Dios romano de la guerra, respondió así, con enormes errores pero coherentes a cómo los había formado la Nación. Personalmente detesto, y con una profundidad muy grande, cuando un militar analiza, "opina", planifica e implementa una acción política sobre un problema real. Cuando un táctico opina geopolíticamente sobre por qué no tomar una colina ordena por su superioridad, es un claro ejemplo de falta de profesionalidad. Los ha habido, los hay y los habrá: cuando el buque oceanográfico HMS Shackleton afrentó la soberanía argentina navegando por aguas del Mar Argentino, fue interceptado por el buque ARA Rosales la cual pidió instrucciones al edificio Libertad sobre cómo proceder. La orden fue clara: "¡húndalo!"; sin embargo, el oficial naval decidió ir a tomar un café un gesto que no solo deshonra su uniforme, autoimponiéndose funciones del estado mayor. 

En 1982, el gobernador militar argentino, General Luciano Benjamín Menéndez, fue responsable de diseñar el plan defensivo de las Islas Malvinas ante una posible re-invasión británica. Lo que presentó no fue más que un dispositivo defensivo estático, completamente falto de imaginación y estrategia. Era como si el plan hubiera sido ideado por un general chileno por su falta de creatividad, más preocupado por mantener buenas relaciones con los kelpers —la población británica implantada— que por defender el territorio. Cuando finalmente se detectó el desembarco enemigo en San Carlos, las decisiones de Menéndez fueron lamentablemente reactivas, si es que siquiera llegaron a ese nivel. Desde ese momento, todo fue un descenso en espiral, con un comandante incapaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes del avance británico. No se diseñaron emboscadas, no hubo maniobras de reagrupamiento ni intentos de envolvimiento o flanqueo. El general simplemente dejó que cada comandante en las posiciones decidiera qué hacer, sin ofrecer una coordinación centralizada desde la gobernación. Lo que se vio fue a un general con poco cerebro y menos coraje, atrapado en su mediocridad, esperando el final sin intentar, siquiera, sacar lo mejor de los recursos disponibles, fueran pocos o muchos. En lugar de liderar, Menéndez se rindió a la pasividad, demostrando una falta absoluta de visión estratégica y liderazgo. Ese fue el costo de pagarle con nepotismo a una familia que había provisto de oficiales asociados a la Revolución Libertadora y Guerra Antisubversiva. Un general obnubilado por la geopolítica de llevarse bien con gente que lo despreciaba y no con sus tropas a las que debía cuidar diseñando el mejor plan militar posible.

Dentro del trágico contexto latinoamericano, esta generación de Aries también dejó una lección de patriotismo que trasciende las generaciones. Los bochornosos ejemplos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde los altos mandos militares, carentes de ética, moral y disciplina, entregaron sus naciones a dictadores de poca monta, son testimonio de lo que pudo haber sido Argentina. Pero aquí, en nuestra tierra, se formó una camada de oficiales patriotas. Cuando un dictador como Perón intentó perpetuarse en el poder, fue ese 18% de tropas valientes las que se rebelaron y lo derrocaron. Aquí no estamos en el maldito Caribe, estamos en Argentina. Y en Argentina, los militares —cuando actúan con honor— no entregan su Patria a tiranos.

En resumen, la Revolución Libertadora no solo reestructuró el Ejército Argentino y a todas las fuerzas armadas en términos de su composición, sino que también estableció las bases ideológicas y operativas para las decisiones que marcarían la historia militar del país en las décadas siguientes. De ese ejemplo surgen lecciones positivas y aprendizajes de errores. Somos la generación que debe tomar ambos a conformar la doctrina que nos lleve a ser el poder militar que siempre fuimos.