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martes, 18 de noviembre de 2025

El autosacrificio en el combate aéreo moderno

¿Kamikazes europeos o bárbaros orientales?

 



Si me preguntan, tanto como autor como a nivel personal, qué pienso sobre el autosacrificio voluntario en nombre de un bien mayor, diré que, como ruso, naturalmente lo abordo con respeto y comprensión. ¿Y cómo no honrar la elección de aquellos grandes antepasados que, incluso en las circunstancias más desesperadas, buscaron causar daño al enemigo? Hoy hablaremos de arietes y kamikazes, efectivamente. No es un tema nuevo, pero esta vez quiero examinarlo desde dos enfoques distintos: el occidental y el oriental. Prometo que será un análisis enriquecedor.

Empecemos, entonces, por el ariete aéreo.


La embestida aérea soviética distaba mucho de ser un simple acto de suicidio heroico, como algunos sectores afines y ciertos ingenuos locales —que aceptaron esa versión sin cuestionarla— intentan presentar hoy. Es verdad que cada vez hay más voces que defienden alguna supuesta “verdad” sobre aquella guerra, pero nosotros seguiremos enfrentando esas narrativas con argumentos.

En realidad, el ariete era una maniobra técnicamente compleja, cuyo objetivo principal era derribar aviones enemigos sin sacrificar innecesariamente los propios. Al menos durante las primeras etapas del conflicto, el alto mando no aprobaba la pérdida deliberada de aeronaves: cada aparato era valioso, y su reemplazo no era tan sencillo como algunos creen.

Los pilotos soviéticos hacían todo lo posible por conservar sus aviones. Un buen ejemplo de ello es Alexander Pokryshkin. Tras quedar su MiG-3 dañado y rodeado, logró sacarlo del cerco y lo incendió solo cuando resultó imposible seguir volando. Otro caso emblemático es el del Yak-1 que logró rescatar frente al enemigo y entregar luego a sus compañeros.

Muy diferente era la actitud de pilotos como Hartmann, quien prefería eyectarse al menor peligro. En contraste, los soviéticos afrontaban situaciones límite con otra mentalidad.

Por otro lado, el ariete en llamas —como el de Gastello y muchos otros antes y después de él— era otra cosa: una decisión consciente entre la captura y la muerte, optando por llevarse al mayor número posible de enemigos. Un acto extremo de heroísmo, resultado de una elección personal que no necesita más explicación.

El ariete convencional, sin embargo, era una maniobra calculada. No se trataba simplemente de estrellarse contra un enemigo: el objetivo era infligir el mayor daño posible al adversario con el menor riesgo para uno mismo. Hay registros de pilotos que realizaron dos embestidas en una misma batalla y aún así lograron regresar a su base.

Uno de los ejemplos más destacados es el del Héroe de la Unión Soviética Boris Ivanovich Kovzan, quien realizó cuatro embestidas durante la guerra y consiguió regresar en tres ocasiones con su avión al aeródromo.

Por cierto, si piensas que Boris Kovzan recibió el título de Héroe de la Unión Soviética por sus embestidas, estás equivocado. Es cierto que en julio de 1942 fue propuesto para dicho reconocimiento tras realizar tres arietes, pero el mando del 6.º Ejército Aéreo anuló la propuesta y la sustituyó por la concesión de la Orden de la Bandera Roja.

¿La razón? Muy sencilla: como piloto de caza, el reglamento exigía "utilizar al máximo las capacidades técnicas del avión y su armamento para causar el mayor daño posible al enemigo". En otras palabras, derribar aviones enemigos con fuego de cañones y ametralladoras, no mediante colisiones.

¿Y qué aviones embistió Kovzan?

Fueron cuatro en total: dos a bordo de un MiG-3, uno en un Yak-1 y otro en un La-5.


El MiG-3 era un avión técnicamente exigente, y su eficacia dependía en gran medida del tipo de armamento que llevase. Por ejemplo, el modelo que utilizaba Alexander Pokryshkin estaba equipado con cinco puntos de fuego, incluyendo tres ametralladoras Berezin de 12,7 mm, lo que le permitía desempeñarse con cierta eficacia en combate.

Sin embargo, cuando se retiraron las ametralladoras de gran calibre montadas en las alas, incluso un piloto tan hábil como Pokryshkin empezó a tener dificultades. Disparar con el ShKAS —una ametralladora de menor calibre— contra un bombardero como el Junkers-88 era poco efectivo. El propio Pokryshkin lo admitió con franqueza: el intento no dio resultado.

El Yak-1 contaba con un armamento más sólido que el del MiG-3. Equipado con un cañón de 20 mm y dos ametralladoras de 7,62 mm montadas en el morro, ofrecía una capacidad de fuego significativamente más efectiva en combate que la del MiG-3.

El La-5 no era un avión diseñado para realizar embestidas. Sin embargo, en una ocasión, Kovzan lo hizo estando herido, con un ojo dañado. En esas condiciones, su decisión de atacar al enemigo resulta comprensible.

Vale la pena mencionar que, el 23 de septiembre de 1944, se leyó una orden oficial a todas las unidades de las Fuerzas Aéreas del Ejército Rojo. Estaba firmada por el Mariscal Jefe de Aviación Novikov, el Coronel General de Aviación Shimanov y el Teniente General de Aviación Krolenko, en calidad de Jefe de Estado Mayor interino. En ella se aclaraba la postura oficial sobre las embestidas:

“Explíquese a todo el personal de vuelo que nuestros cazas están equipados con armamento moderno, potente y eficaz, y que sus características de vuelo y tácticas superan a las de todos los cazas alemanes. Por tanto, el uso de embestidas en combates aéreos contra aeronaves inferiores es inapropiado. Las embestidas deben considerarse solo en casos excepcionales y como último recurso.”

Esto deja claro que, en 1944, el alto mando estaba seriamente preocupado por las pérdidas innecesarias de pilotos y material debido a las embestidas, e instaba a reducirlas al mínimo.

La medida tuvo efecto: las embestidas se hicieron menos frecuentes, aunque no desaparecieron por completo. Se siguieron realizando hasta 1945, sobre todo durante la campaña contra Japón, cuando los ataques kamikaze se volvieron habituales y, en ciertos casos, los soviéticos respondieron con tácticas similares.

En cuanto a Boris Ivanovich Kovzan, fue condecorado como Héroe de la Unión Soviética en 1943, no por sus embestidas, sino por su efectividad como piloto de combate. Durante la guerra realizó 360 salidas, participó en 127 combates aéreos y derribó 28 aviones enemigos, uno de ellos en formación grupal.

Ahora sí, es momento de pasar al tema de los japoneses. Hablemos de los kamikaze.


1944. Japón sufre una derrota tras otra. Atolón de Midway, isla de Saipán, golfo de Leyte.

El vicealmirante Takijiro Onishi, comandante de la Primera Flota Aérea japonesa y figura de pensamiento singular, fue quien propuso la formación de una unidad especial de pilotos suicidas. Convencido de la necesidad de medidas extremas, declaró:

“No veo otra forma de cumplir con esta misión que lanzar un caza Zero, cargado con una bomba de 250 kilogramos, directamente contra un portaaviones estadounidense.”

Esta decisión le valió el título de “padre del kamikaze”.

Otra de sus declaraciones ilustra aún más su visión radical:

“Si sacrificamos las vidas de 20 millones de japoneses en ataques especiales, alcanzaremos la victoria total.”

Sus palabras recuerdan, inevitablemente, a la “guerra total” proclamada por Hitler en 1945. Las similitudes ideológicas son evidentes.

Según el historiador japonés Hatsuho Naito, entre 1944 y 1945 murieron en ataques kamikaze 2.525 pilotos navales y 1.388 pilotos del ejército. Cabe preguntarse: ¿valió la pena el resultado obtenido a cambio de la destrucción de 16 regimientos de aviación?

Los informes japoneses atribuyen a los kamikaze el hundimiento de 81 buques y daños a otros 195. Por su parte, los datos estadounidenses registran 34 buques hundidos y 288 dañados. Esto se traduce, en promedio, en 14 pilotos por buque según los datos japoneses, o 12 por buque según las cifras de EE. UU.

En cualquier caso, cada buque estadounidense hundido o dañado costó la vida de lo que equivaldría a un escuadrón completo del Ejército Imperial Japonés o de la Aviación Naval.

Los ataques kamikaze también tuvieron un fuerte componente psicológico. El mando estadounidense comprendía que una invasión directa de las islas japonesas implicaría pérdidas enormes. Por eso recurrieron primero al uso de bombas atómicas. Y cuando estas no lograron una rendición inmediata, intervino la Unión Soviética. Fue entonces cuando Japón capituló.

La diferencia entre ambos enfoques es evidente. La mentalidad rusa y la japonesa eran —y siguen siendo— profundamente distintas. En Japón, fue el alto mando quien ordenó: “Vayan y mueran por la patria”. Y los soldados japoneses obedecieron sin vacilar. La mejor prueba está en la proporción de bajas durante las campañas para recuperar territorios ocupados por Japón: las pérdidas japonesas fueron desproporcionadamente altas. Murieron, simplemente... sin cuestionarlo.

En el caso soviético también existía el grito de guerra “¡Por la Patria!”, y sí, muchos estaban dispuestos a morir. Pero a juzgar por los resultados, la preferencia era que muriera el enemigo. Se puede debatir todo lo que se quiera, pero los hechos son claros: las embestidas fueron frecuentes en las primeras fases del conflicto, pero al final de la guerra ya eran una rareza. Ya no eran necesarias. Otros métodos eran más eficaces.

Y lo más importante: nuestros pilotos no embestían por órdenes del mando, sino por decisión propia. Actuaban de forma voluntaria, en situaciones límite. Por eso comprendemos, aceptamos y respetamos esas decisiones.

¿Los kamikaze? Es un fenómeno distinto. Resulta imposible no reconocer el valor del piloto japonés que lograba atravesar el cerco de cazas enemigos y el fuego antiaéreo para cumplir su misión. Para él, ese era su deber hacia la patria. Así pensaba, así sentía. Y, a diferencia de lo que ocurrió en Alemania en 1945, en Japón no se obligó a nadie a convertirse en kamikaze. Todos fueron voluntarios. Incluso el propio Onishi propuso la idea y los pilotos la aceptaron libremente.

Eso merece respeto. Incluso puede llegar a entenderse. Pero aceptar... eso ya es otra cosa.

¿Lograron los kamikazes defender su territorio? ¿Destruir la flota estadounidense? ¿Detener el avance de las fuerzas aliadas? La respuesta es no. Onishi, en lugar de buscar una solución estratégica real, optó por sacrificar a miles de pilotos en una guerra sin salida, persiguiendo objetivos que en realidad eran inalcanzables.

Curiosamente, él mismo no mostró prisa por subir a la cabina de un avión. Permaneció en Tokio, lejos del frente, y solo tras la rendición oficial de Japón el 15 de agosto de 1945 decidió suicidarse mediante seppuku. Rechazó la ayuda de un asistente que debía aliviar su sufrimiento cortándole la cabeza, por lo que agonizó durante casi 12 horas. Un final dramático, sin duda, pero que refuerza la imagen de alguien que promovía el sacrificio de otros sin asumirlo en vida. En resumen, un impostor con una peligrosa obsesión: “salvar” a Japón sacrificando a 20 millones de sus ciudadanos.

Este es el contraste. Nosotros, históricamente, hemos sido una mezcla entre Oriente y Occidente. Una especie de punto medio. Y sí, hay diferencias claras entre nuestra mentalidad y la japonesa.

¿Y qué hay del mundo occidental? ¿De los llamados caballeros nobles? ¿Cuál fue su actitud frente al autosacrificio?

Curiosamente, les fue bastante bien sin recurrir a él. Tomemos como ejemplo a Alemania. Para 1945, la situación del Tercer Reich era tan desesperada como la de Japón. Todo colapsaba. Aun así, no se produjeron ejemplos reales de autosacrificio por parte de pilotos.

Pese a los llamamientos de Goebbels a entregarse por el Reich —evitemos llamarlo Alemania— no hubo voluntarios dispuestos a morir en ataques suicidas. Se llegó a crear una unidad especial destinada a embestir bombarderos aliados, pero el resultado fue nulo.

Ni un solo ataque de embestida de la Luftwaffe ha sido documentado de manera confiable. Ni uno. Las pocas historias que circulan (no más de una docena) fueron fabricadas por propagandistas británicos o por ciertos entusiastas que hoy intentan glorificar a la Wehrmacht. Algunas figuras dentro del liberalismo ruso también se prestan a estas invenciones. Pero al revisar los archivos serios, no hay rastro de embestidas realizadas por pilotos alemanes.

De hecho, se sabe que los pilotos de la Luftwaffe evitaban los ataques frontales siempre que podían. Incluso con su alto nivel de formación —que se mantuvo hasta 1943—, el miedo pesaba más que la obediencia. Esto no lo dice solo la crítica posterior, sino los propios informes, memorias e interrogatorios de pilotos alemanes capturados.

Y no es solo un problema de la aviación: para 1944, la Wehrmacht ya estaba agotada. Y en 1945, el colapso llegó con el avance del Ejército Rojo.

Ahora, pasemos a otro frente: los británicos. Unos “caballeros” muy distintos...

En el caso británico, tampoco encontramos ejemplos reales de embestidas. Los pilotos del Reino Unido no eran precisamente entusiastas de este tipo de tácticas. A menudo se menciona que realizaron “embestidas” contra las bombas voladoras V-1, pero en realidad no lo eran. Lo que hacían era acercarse a gran velocidad a la V-1 en pleno vuelo, deslizar el ala de su caza bajo el ala del proyectil y volcarla suavemente. Al hacerlo, se desestabilizaban los giroscopios de la bomba, que perdía el rumbo y caía.

A decir verdad, era más una demostración de destreza que un acto suicida. Las V-1, en la mayoría de los casos, eran derribadas con fuego de ametralladoras de 7,62 mm. Aquellas maniobras eran, en esencia, una mezcla de audacia juvenil y dominio del avión: lo que algunos llaman “embestida británica” era más bien una acrobacia arriesgada.

Pero los británicos sí tuvieron su propia versión de los kamikazes.

Todo comenzó en 1940, tras la fallida campaña anglo-francesa, que terminó con Alemania controlando importantes aeródromos y bases navales en la costa atlántica. Esto representaba una amenaza directa para las líneas de suministro del Reino Unido, que dependía fuertemente de Estados Unidos, Canadá y las colonias para obtener alimentos y materiales estratégicos.

Alemania, como ya había hecho en la Primera Guerra Mundial, apuntó a esta dependencia para presionar a los británicos.

Uno de los centros clave fue el aeródromo de Burdeos-Mérignac, desde donde operaban los Focke-Wulf Fw 200 “Cóndor” del 40.º Escuadrón de Bombarderos (KG 40). Estos aviones, a los que Churchill calificó como “el Azote del Atlántico”, patrullaban el océano, localizaban convoyes aliados y guiaban a los submarinos alemanes hacia ellos para su destrucción.

Los Fw 200 "Cóndor" no solo se limitaban a labores de reconocimiento y coordinación con submarinos: también eran eficaces como bombarderos. Entre junio de 1940 y febrero de 1941, lograron hundir más de 40 buques mercantes, con un tonelaje total aproximado de 365.000 toneladas.

La situación era crítica para el Reino Unido, especialmente teniendo en cuenta que, antes de la Segunda Guerra Mundial, la Royal Navy contaba con apenas nueve portaaviones (algunos de ellos remanentes de la Primera Guerra Mundial). Para 1942, ya se habían perdido cinco: tres hundidos en años anteriores y otros dos ese mismo año. La capacidad para proteger los convoyes era, por tanto, muy limitada.

Intentar reforzar la defensa aérea de los buques mercantes no era una solución viable. Primero, porque requería instalar un número considerable de cañones antiaéreos; y segundo, porque los Fw 200 operaban a altitudes de 5.000 a 6.000 metros, muy por encima del alcance efectivo de la artillería ligera de 20 a 40 mm. Detectar un avión a esa altura también resultaba complicado, sobre todo con los medios técnicos disponibles en ese momento.

Además, el Cóndor estaba equipado con radar Hohentwiel, lo que le permitía localizar buques desde distancias seguras, sin necesidad de volar a baja cota.

Por otro lado, los británicos no estaban en condiciones —ni dispuestos— a convertir sus mercantes en plataformas fuertemente armadas. En la mayoría de los casos, estos buques contaban con una pieza de artillería de 102 mm (frecuentemente obsoleta), uno o dos cañones antiaéreos, o simplemente algunas ametralladoras. Si bien esto podía disuadir a un submarino sin torpedos, era claramente insuficiente frente a un avión de largo alcance y bien equipado.

Y esa era precisamente la razón por la que los Fw 200 se convirtieron en una amenaza tan notoria en el Atlántico: frente a buques mercantes escasamente armados, sus ventajas técnicas eran abrumadoras.

Por cierto, los británicos no suelen hablar mucho sobre quién fue el autor de esta brillante idea. Lo he buscado durante bastante tiempo, lo reconozco, y aún no he encontrado una respuesta definitiva. Pero alguien —evidentemente no un piloto, sino algún alto mando o figura política— propuso una solución que acabaría derivando en la creación de los llamados portaaviones mercantes: los CAM (Catapult Aircraft Merchant) y los MAC (Merchant Aircraft Carrier).

¡Los primeros modelos eran realmente peculiares! Se trataba de cargueros convencionales a los que se les instalaba una catapulta y un único avión a bordo. El avión utilizado solía ser un Hurricane de las primeras series. Era considerado robusto, relativamente barato y, en teoría, adecuado para el propósito. Aunque, en la práctica, el primer intento de lanzamiento terminó en desastre: el avión se desintegró en el aire y el piloto murió.

Estos buques estaban equipados con una catapulta de estructura sencilla, junto con un sistema de lanzamiento impulsado por un acelerador de pólvora.

Los aviones utilizados en estos buques recibieron apodos como Hurricat o Catafighter. Un dato interesante es que los pilotos que operaban desde buques mercantes provenían de la Royal Air Force, mientras que los que despegaban desde buques militares eran pilotos navales de la Royal Navy.

Este es otro curioso ejemplo del sentido británico de la "caballerosidad": estos barcos no formaban parte oficial de la Armada, sino que se consideraban unidades de la flota mercante. Por ese motivo, el Almirantazgo evitó hacer pública su existencia y actividades. Sin embargo, esto plantea una cuestión importante: ¿cuáles eran las condiciones reales para los pilotos militares embarcados en naves civiles? ¿Qué estatus legal o protección habrían tenido en caso de captura o accidente?

Pongamos un ejemplo: un convoy detecta un avión enemigo —por señales visuales o mediante radar— y se da la orden de lanzamiento. El Hurricat despega… y eso es todo. Dado que el buque carece de cubierta de aterrizaje, no hay posibilidad de que el avión regrese. Tras completar su misión, el piloto solo tiene dos opciones: buscar una pista de aterrizaje en tierra firme o lanzarse al mar.

En este último caso, el procedimiento era claro: debía desabrocharse, abrir la cúpula, desplegar el bote inflable, saltar, localizar el bote en el agua, subirse y esperar a que lo recogieran… todo esto, posiblemente, mientras el convoy seguía bajo ataque aéreo.

Y eso en el mejor de los casos, si el avión caía en una zona cercana y en condiciones moderadas. Pero muchos de estos Hurricanes operaban en convoyes rumbo a la Unión Soviética, atravesando el Atlántico Norte o el Ártico, incluso en pleno invierno. Las probabilidades de supervivencia en esas aguas eran mínimas.

Ah, y un detalle técnico importante: los propulsores de pólvora utilizados en estas catapultas solo podían lanzar aeronaves con un peso máximo de aproximadamente 3.400 kg. El peso estándar de un Hurricane convencional, sin modificaciones ni refuerzos, rondaba los 3.000 kg. Eso significa que no había margen para añadir tanques de combustible adicionales ni otros equipos útiles.

Y si además se tenía en cuenta la necesidad de llevar un kit de rescate a bordo —como bote inflable, raciones de emergencia o equipo de señalización—, la situación se volvía aún más precaria. En definitiva, no era precisamente una perspectiva favorable para el piloto.

Probablemente esta sea una de las razones por las que los pilotos embarcados en los buques CAM realizaron solo 9 salidas de combate en total. Se llegaron a convertir 27 cargueros en este tipo de portaaviones improvisados, pero su efectividad fue, en general, bastante limitada.

Es cierto que, según los registros británicos, en esas nueve salidas los pilotos lograron derribar 7 Fw 200 Condor y 4 Heinkel He 111, lo cual no es despreciable. Sin embargo, el coste fue elevado: de los 27 buques CAM, 10 fueron hundidos por los alemanes. A la vista de esos números, el balance operativo no resultó favorable.

El segundo tipo de portaaviones mercantes fueron los MAC (Merchant Aircraft Carrier). Estos buques contaban con una cubierta de vuelo construida sobre el casco, aunque sin hangar, y permitían el aterrizaje de los aviones tras sus misiones. A pesar de esta mejora, su propósito seguía siendo el mismo: proporcionar cobertura aérea a los convoyes.

En general, la idea… fue simplemente eso: una idea. Cuando el 3 de agosto de 1941 un Fw 200 Condor se topó con el convoy SL-81 —en ruta de Sierra Leona a Gran Bretaña—, su tripulación no podía imaginar que un Hurricat saldría a interceptarlos. Pero así fue. El avión despegó desde el buque Maplin bajo el mando del teniente Robert Everett y logró derribar al Condor, cuya tripulación no estaba preparada para tal sorpresa. Fue la primera vez que un Hurricat abatía un avión alemán sobre el océano.

¿Y qué ocurrió con Everett? Tras el combate, su avión resultó dañado, comenzó a hundirse y él con él. A pesar de los impactos adicionales que recibió de los alemanes antes de abandonar la zona, Everett intentó un amerizaje. El avión se fue al fondo rápidamente, pero el teniente consiguió salir de la cabina a casi 10 metros de profundidad, nadó hasta la superficie y fue rescatado por sus compañeros. Pudo haber sido una tragedia, pero terminó como una hazaña.

Por esta acción, Everett fue condecorado con la Orden de Servicio Distinguido, que tradicionalmente se otorga a oficiales superiores del Ejército y la Armada británicos. Sin embargo, en este caso fue el propio rey Jorge VI quien le otorgó la distinción, y, como se sabe, los monarcas están por encima del protocolo.

Lamentablemente, apenas cinco meses después, el 26 de enero de 1942, el teniente comandante Robert Everett murió en un accidente aéreo mientras realizaba una misión desde la base Heron II. Su avión se estrelló en una playa cercana a la Estación Aérea Naval de Charlton-Hawthorn.

En abril de 1942, un buque CAM escoltó por primera vez al convoy PQ-14 con destino a puertos soviéticos. Durante la misión, un piloto británico derribó un Ju 88, pero su Hurricane fue alcanzado por fuego antiaéreo y el piloto murió. Otro intento, otro alto costo.

En resumen, la iniciativa no prosperó. La idea de un "kamikaze al estilo británico" no fue aceptada ni por los propios pilotos. Para 1942, subirse a un avión diseñado en 1936, mínimamente adaptado para operar desde una catapulta y sin posibilidad de regreso, no era precisamente una expresión de valor caballeresco, sino una misión suicida disfrazada.

Solo se construyeron 50 Sea Hurricane IA y 340 Sea Hurricane IB. En total, participaron unos 390 aviones, lo que implica probablemente cerca de 200 pilotos involucrados. En este contexto, los aviones eran claramente material prescindible.

¿Y los resultados? Apenas 9 salidas de combate efectivas.

En resumen, puede decirse que los europeos cultos tenían una percepción bastante distinta del autosacrificio en combate, especialmente si se compara con la mentalidad de los pueblos orientales. O, para ser más exactos, simplemente no existía esa idea. No era aceptable lanzarse frontalmente contra el enemigo al quedarse sin munición, ni estrellar un avión en llamas deliberadamente contra posiciones enemigas o buques. Por alguna razón, este tipo de acciones no encajaba en la mentalidad europea, ya fueran alemanes, británicos, franceses o italianos.

Tampoco la idea de los "kamikazes con catapulta", como en el caso de los Hurricats, resultaba especialmente caballerosa. La probabilidad de sobrevivir era baja, y no tanto por tener que amerizar (aunque las condiciones variaban según el mar: no es lo mismo el Mar del Norte que el Mediterráneo, y siempre está la amenaza de tiburones), sino por una razón más simple y cruda: una vez finalizada la misión, el piloto debía volar de regreso hacia las posiciones propias para intentar lanzarse cerca de los suyos y ser rescatado.

Pero en medio del combate, eso suponía un riesgo adicional. ¿Quién podía garantizar que, al ver un avión aproximándose, alguien distinguiría si era aliado o enemigo? ¿Quién, en el fragor del combate y a un kilómetro de distancia, podía identificar con precisión una silueta aérea y abstenerse de disparar?

De hecho, eso fue exactamente lo que ocurrió durante la escolta del convoy PQ-14. El piloto, tras cumplir su misión, fue abatido por fuego aliado. En medio de un ataque de torpederos, con todo el convoy en alerta máxima, nadie se detuvo a analizar de qué lado venía el avión. Se disparó sin vacilación.

Y en esas circunstancias, ¿qué tipo de reproches podrían hacerse? La realidad era que en combate, sobrevivir dependía tanto del enemigo como de los propios.

La verdad, leer toda esta información me deja con una sensación extraña. A nosotros nos llamaban bárbaros. Y ellos se consideraban a sí mismos tan elevados, con ideales nobles y puros. Decían luchar según las leyes del honor caballeresco, desconocidas para los “bárbaros del Este”.

Leí en fuentes británicas —una nación que, según algunos, estaría moralmente corrompida incluso a nivel genético— cómo criticaban a Pokryshkin. Lo acusaban de ser cruel, de haber perdido compañeros, de haber disparado a un as alemán mientras descendía en paracaídas. Sí, Pokryshkin perdió a su compañero Berezkin en una batalla sobre Kubán, donde los alemanes duplicaban en número a los nuestros. Y el hecho de que un piloto alemán disparara contra Berezkin mientras descendía en paracaídas fue observado desde tierra y testimoniado.

Entonces, ¿por qué razón Alexander Ivanovich tendría que haber sentido compasión por ese alemán? Al final fue absuelto de todos los cargos. No estábamos librando una guerra de acuerdo con las reglas de la caballería, y no hay nada más que decir.

Por otro lado, sobre cómo los Aliados mantuvieron a casi un millón de prisioneros de guerra alemanes en condiciones de hambruna en sus campos tras la guerra, también se ha escrito bastante —incluso por los propios supervivientes alemanes.

Así que esta idea de una guerra caballeresca, pulcra, con guantes blancos (y basta recordar cómo los civilizados alemanes, franceses y británicos se gaseaban entre sí en Ypres y el Marne), simplemente no era parte de nuestra realidad. Y los años posteriores a la guerra no hicieron más que confirmarlo.

¿Embestir es un acto de barbarie? Probablemente sí. Pero entonces, ¿cómo clasificar lo que hicieron estos supuestos “caballeros” europeos? Tal vez la palabra más precisa sea cobardía. O simplemente, el instinto natural de autoconservación.

Y hoy vemos cómo esa mentalidad se ha afianzado aún más entre los europeos modernos, llevándolos a convertirse en algo indefinido, sin forma. Pero, ¿por qué nos importaría, cuando los últimos tres años han demostrado que el espíritu que llevó a nuestros antepasados a enfrentarse a ametralladoras y a la aviación enemiga sigue vivo?

Tal vez solo esto: que, después de todo, ser un "bárbaro oriental" resulta mucho más digno que ser un “caballero” occidental.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Granadas de mano AT: RPG-43/6 y RKG-3 (URSS)

Granadas antitanques soviéticas RPG-43/6 RKG-3





Granada antitanque soviética RPG-43

Poco después de la invasión alemana a Rusia en 1941, los alemanes introdujeron la Panzerwurfmine(L), una granada antitanque de carga hueca (HEAT) extremadamente letal para combate cercano que podía destruir los tanques con el blindaje más pesado de la guerra. La granada se lanzaba por encima del hombro para caer sobre la parte superior del tanque. Tras ser liberada por quien la arrojaba, tres aletas de lona que salían por resorte la estabilizaban durante su corto vuelo. La Panzerwurfmine(L) era letal y barata de fabricar, pero requería bastante habilidad para lanzarla con precisión y se entregaba solo a equipos de infantería especialmente entrenados como cazatanques.

No pasó mucho tiempo desde que los rusos capturaron la Panzerwurfmine(L) alemana hasta que sacaron su propia granada antitanque arrojable a mano con una cabeza de guerra HEAT. En 1940 desarrollaron una tosca granada antitanque que usaba el simple efecto de detonación de una gran carga de alto explosivo, designada RPG-40, que se estabilizaba en vuelo mediante una cinta que se liberaba después de lanzarla. La RPG-43 (desarrollada a fines de 1943) fue una modificación de la RPG-40 con un revestimiento cónico y un gran número de cintas de tela para la estabilización en vuelo tras ser lanzada. En el último año de la guerra introdujeron la RPG-6, un rediseño total de la RPG-43 con un estabilizador de cola tipo cometa mejorado en el mango y un distanciador para la cabeza de guerra HEAT, aumentando drásticamente tanto la precisión como la penetración; se informó que la penetración superaba los 100 mm, más que suficiente para causar daños catastróficos a cualquier tanque si impactaba en la parte superior. La RPG-43 y la RPG-6 rusas eran mucho más sencillas de usar en combate que la Panzerwurfmine(L) alemana y no requerían un entrenamiento extensivo.

RPG-43

La RPG-43 (por ruchnaya protivotankovaya granata, que significa granada antitanque de mano) fue una granada antitanque de carga hueca (HEAT) utilizada por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Entró en servicio en 1943, reemplazando al modelo anterior RPG-40. La RPG-43 utilizaba una cabeza de guerra de carga moldeada (HEAT), mientras que la RPG-40 usaba la más simple cabeza de alto explosivo (HE, High Explosive). La RPG-43 tenía una penetración de alrededor de 75 mm de RHA con un ángulo de 90 grados. Más adelante en la guerra fue mejorada para convertirse en la RPG-6.





Durante los primeros días de la Operación Barbarroja, las únicas armas anticarro de infantería de la URSS eran rifles antitanque, cañones antitanque y la RPG-40. Estas eran adecuadas contra los tanques alemanes tempranos como el Panzer I y el Panzer II pero, a medida que avanzó la guerra, se mostraron casi inútiles contra los más pesados Panther y Tiger. La RPG-43 se desarrolló como resultado de esto, y se usó en gran número hasta el final de la guerra. Tras la guerra se repartió en grandes cantidades a los estados clientes soviéticos, y se empleó en los numerosos conflictos árabe-israelíes. A pesar de estar totalmente fuera de época, todavía puede encontrarse en muchas naciones del tercer mundo, principalmente debido a su fiabilidad y bajo costo.

Exteriormente la RPG-43 tenía la forma de una granada de mango sobredimensionado con una cabeza de guerra HEAT de 95 mm en el extremo. Pesaba 1,247 kg, de los cuales 612 g eran explosivo. Al ser lanzada, un cono metálico cilíndrico se liberaba desde la parte trasera de la granada y quedaba sujeto por tiras de tela para estabilizar el vuelo e incrementar la probabilidad de un impacto a 90 grados. Su alcance estaba limitado por lo lejos que el usuario pudiera lanzarla, y obviamente era menor que el contemporáneo Bazooka estadounidense con propulsión por cohete y el Panzerfaust alemán sin retroceso, por lo que el usuario tenía que acercarse más y corría mayor riesgo de ser visto. Sin embargo, era mucho más pequeña que las armas cohete y no producía sonido, humo ni luz al lanzarse, por lo tanto no delataba la posición del lanzador. A pesar de sus limitaciones era barata y rápida de fabricar, lo que le permitió convertirse en el principal arma antitanque de infantería soviética en la Segunda Guerra Mundial.
Ezoic

En general la RPG-43 era un arma torpe y difícil de usar eficazmente. Para usarla, el usuario tenía que acercarse dentro del alcance de lanzamiento de un tanque enemigo, lo cual era a menudo peligroso. A pesar de tener una cabeza de guerra potente, se necesitaba un usuario hábil para sacarle el mayor provecho ya que, como todas las armas de carga moldeada, sólo era eficaz si el ángulo de impacto estaba cercano a los 90 grados. Además debía golpear con suficiente fuerza como para detonar el fusible de impacto, o de lo contrario rebotaría inofensivamente fuera del tanque.


RPG-6

La RPG-6 fue una granada antitanque soviética de mano (RPG era la designación rusa, no la abreviatura más habitual de “rocket-propelled grenade”) que funciona por el principio de la carga moldeada, desarrollada durante la Segunda Guerra Mundial. Fue probada en septiembre de 1943 y aceptada en servicio en octubre del mismo año. Ezoic

Consistía en una carcasa cónica que encerraba una carga moldeada y contenía 562 gramos de TNT, equipada con un fusible de percusión y cuatro cintas de tela para proporcionar estabilidad en vuelo después del lanzamiento. Podía penetrar aproximadamente 100 milímetros de blindaje. La RPG-6 tenía un radio de esquiramiento de 20 metros desde el punto de detonación, y demostró ser útil tanto contra la infantería como contra los tanques.

La RPG-6 fue diseñada como reemplazo de la RPG-43. La RPG-43 tenía una cabeza de guerra grande, pero estaba diseñada para detonar en contacto con el blindaje de un tanque; más tarde se descubrió que se obtenía un rendimiento óptimo de una cabeza HEAT si explotaba a una corta distancia del blindaje, más o menos la misma distancia que el diámetro del arma. En la RPG-6 esto se logró añadiendo una sección cónica hueca en la punta con el fusible de impacto en ella, de modo que cuando el arma detonaba la cabeza de guerra quedaba a la distancia óptima del blindaje. El arma fue un éxito y entró en producción en masa, usándose junto a la RPG-43 en muchos países mucho después de la guerra.

RKG-3



RKG-3

RKG-3 es la designación de una serie rusa de granadas antitanque de mano. Suplió a las series de granadas RPG-43, RPG-40 y RPG-6. Ezoic

RKG significa Ruchnaya Kumulyativnaya Granata (granada de carga moldeada de mano). Cuando se saca la anilla y se arroja la granada, un paracaídas de frenado de cuatro paneles se despliega por acción de un resorte. Este paracaídas estabiliza la granada en vuelo y asegura que la granada golpee el blanco a 90 grados, maximizando el efecto de la carga moldeada. La penetración del blindaje es de 125 mm y 165 mm para las versiones con revestimiento cónico de acero y cobre (RKG-3M), respectivamente.

Las granadas RKG-3 también han sido usadas por insurgentes iraquíes contra las fuerzas de la coalición. El 1 de junio de 2006, se utilizaron RKG-3 en un ataque contra un Humvee estadounidense, y granadas RKG-3 han sido capturadas por marines estadounidenses a insurgentes en Al Anbar.

Las RKG-3 se han usado por todo Irak con la mayoría de los ataques ocurriendo en la región de Bagdad. Se han reportado varios otros ataques al norte de Bagdad que incluyen Tikrit, Bayji y Mosul. Los ataques se han dirigido principalmente al vehículo Stryker del Ejército de EE. UU. y al MRAP (vehículo blindado) pero no se limitaron a ataques contra ASV (Armor Security Vehicles) y M1151 UP Armored HMMWV. Ezoic

Las RKG-3 también se han usado en Samarra, Irak, contra soldados de la 101st Airborne y la 25th Infantry y también de la 3rd Infantry en MRAPs y Humvees. La RKG-3 fue un arma bastante común en Samarra, Irak, entre mediados de 2008 y principios de 2009. Se han descubierto grandes caches junto con material de entrenamiento para uso insurgente. 

Modelos


RKG-3

RKG-3M Revestimiento de carga moldeada cambiado a cobre. Penetración: 165 mm RHA.

RKG-3T Revestimiento mejorado.

RKG-3EM

UPG-8 Granada de entrenamiento. Ezoic

M79 copia producida por Yugoimport-SDPR en Serbia y Montenegro

sábado, 8 de noviembre de 2025

Láser: Tanques láser soviéticos de la Guerra Fría

1K17 Compression: el tanque láser ruso

Jesse B || Tank Historia

Este es sin duda el tanque más parecido a la ciencia ficción y a Star Wars que hemos visto, y sería comprensible que pensaras que no es real. Pero lo es, y se llama 1K17 Szhatie. Por supuesto, fue fabricado por la Unión Soviética.

Este vehículo fue la culminación de una extraña línea de investigación llevada a cabo por los soviéticos en los años 70 y 80: los tanques láser.

Son tan disparatadas como te imaginas, capaces de asestar un puñetazo electrónico descomunal desde más de 10 km de distancia a la velocidad de la luz. Estas aterradoras armas eran reales y estuvieron operativas en las décadas de 1980 y 1990.

Láseres militares

Los láseres suelen considerarse una tecnología de ciencia ficción, pero los ejércitos de todo el mundo llevan décadas jugando con ellos.

Hoy en día, son comunes en muchas aplicaciones no letales. Sin embargo, desde hace tiempo existe un interés en su uso como herramientas ofensivas.

Los láseres tienen mucho que ofrecer en esta función: son de precisión milimétrica, se desplazan a la velocidad de la luz y no consumen munición en el sentido convencional. Hoy en día, los ejércitos solo usan láseres ofensivamente como deslumbrantes, que apuntan a la óptica enemiga para cegarla.


Incluso se han investigado los láseres para utilizarlos contra satélites en el espacio.

Pero a pesar de la enorme cantidad de investigación realizada sobre las armas láser, aún no se han convertido en un elemento estándar en los arsenales militares.

Existen diversas razones para esto, y la mayoría son características inherentes a los láseres. Uno de los mayores problemas es la floración, que se produce cuando un láser pierde energía al atravesar la atmósfera.

Además, los láseres requieren mucha potencia, lo que puede resultar engorroso y limitar su utilidad.

Módulo láser en helicóptero. 



Los láseres se utilizan habitualmente en equipos militares para medir distancias con precisión o guiar municiones hacia un objetivo.

Pero también existen problemas éticos debido a su capacidad de dejar ciega a una persona con facilidad; algunas pueden hacerlo instantáneamente. Condenar a alguien a una vida de ceguera, mucho después de que haya terminado un conflicto, es considerado inhumano por muchos.

Como resultado, las Naciones Unidas emitieron una convención en 1995 que prohibía el uso de armas que cegaran intencionalmente al enemigo. Esta fue firmada tanto por Estados Unidos como por Rusia.

Sin embargo, antes de que Rusia fuera, bueno, Rusia, la Unión Soviética había estado jugando con la idea de colocar láseres poderosos en los tanques para destruir las ópticas enemigas desde grandes distancias.

A la cabeza de este trabajo se encontraba Nikolai Dmitrievich Ustinov, un talentoso científico, físico e ingeniero con un gran interés por los láseres. Si bien Ustinov era una persona muy talentosa, su carrera se vio sin duda impulsada por su padre, Dmitry Ustinov, ministro de Defensa y uno de los hombres más poderosos de la URSS.

Como su padre tenía un poder prácticamente ilimitado en el sector de adquisiciones militares, el joven Ustinov recibió abundante financiación para su trabajo.

Tanques láser soviéticos

En la década de 1980 presentó el Object 312, más conocido como 1K11 “Stiletto” SLK (SLK significa complejo láser autopropulsado).

El 1K11 estaba basado en un minador GMZ de repuesto (basado a su vez en la plataforma SU-100P) y contaba con un potente láser dentro de una torreta en la parte superior.


Tanque láser 1K11. El 1K11 Stilleto. El láser estaba alojado en la torreta superior.

El propósito de esta máquina era contrarrestar la óptica y los sensores de los sistemas enemigos, como tanques y aviones.

El 1K11 buscaría objetivos utilizando un radar y, una vez que encontrara uno, comenzaría a bombardear su sensible equipo óptico con un rayo láser altamente enfocado.

No solo podía destruir este equipo, sino también afectar a la tripulación. El láser se orientaba horizontalmente mediante una torreta desplazable y verticalmente mediante espejos. El 1K11 contaba con un motor de 400 hp para alimentar el láser.


Parte trasera del tanque láser 1K11. El 1K11 fue construido sobre el chasis de un minador.

Sólo se fabricaron dos.

El Sanguin SLK llegó al año siguiente, con varias mejoras. El Sanguine se basaba en el famoso Shilka, con sus cuatro cañones de 20 mm sustituidos por un láser. Con un funcionamiento similar al del 1K11 Stiletto, el Sanguine podía destruir las miras enemigas a una distancia de hasta 10 km.

También descartó los espejos utilizados para apuntar verticalmente en el 1K11, y ahora el láser puede elevarse hacia arriba o hacia abajo.


Sanguin SLK. Sanguin SLK, basado en el cañón antiaéreo autopropulsado Shilka.

Sin embargo, el problema con el 1K11 y el Sanguin era que solo contaban con un láser cada uno. Tras identificar la longitud de onda de estos láseres, un enemigo podía simplemente proteger sus sistemas ópticos y oculares con filtros que bloqueaban esa longitud de onda específica.

El equipo de Ustinov finalmente resolvería esto con el 1K17 “Compression”, el último vehículo de la serie.

Lamentablemente, muchos de los datos del 1K17 aún están clasificados, por lo que solo disponemos de información limitada.

1K17 “Compresión”

El trabajo en el 1K17 Szhatie (que significa “Compresión”) comenzó a fines de la década de 1980, y un prototipo llegó en 1992. Traía consigo 12 láseres separados en una enorme torreta.

Los láseres estaban dispuestos en dos filas de seis en la parte delantera de la torreta y eran accionados por un motor independiente en la parte trasera. Para albergar tan imponente configuración, el 1K17 se construyó a partir de un 2S19 Msta-S, el cañón autopropulsado soviético más nuevo de la época.

El 2S19 utiliza un casco de tanque T-80 modificado, que se mantiene prácticamente igual en el 1K17. Solo se modificó la torreta, alargándola para alojar los láseres y la unidad de potencia.


El 1K17 Szhatie. Se basaba en el chasis del cañón autopropulsado 2S19. En la imagen, los láseres están cubiertos por escudos blindados.

Además de los láseres, la parte frontal de la torreta también cuenta con puertos para un telémetro láser, miras diurnas y nocturnas, así como una óptica para apuntar. Todos los puertos estaban protegidos por escudos blindados cuando no se utilizaban.

Una breve información sobre los láseres: los láseres funcionan bombeando energía a un “medio”, como un rubí, hasta que los átomos en su interior liberan fotones (partículas de luz).

El medio está atrapado entre dos espejos y, a medida que los fotones viajan entre ellos a través del medio, estimulan la liberación de más fotones de la misma longitud de onda en una reacción en cadena.


2S19 Msta SPG en práctica de desfile. El 1K17 se basó en este, el 2S19 Msta. Imagen de Dmitriy Fomin (CC BY 2.0).

Estos fotones uniformes salen del medio como un rayo láser. Bien, esta es una explicación muy simplificada de un láser, pero es importante porque no se conoce con exactitud el medio utilizado en el 1K17.

Una de las respuestas más populares (probablemente porque suena mejor) es que los medios de los láseres son rubíes sintéticos de 30 kg.

Ahora bien, algunos han argumentado que esto es falso. En cambio, se ha sugerido que el 1K17 probablemente utilizó cristales de granate de itrio y aluminio (YAG) como medio. Los láseres no son nuestra especialidad, así que cualquier experto en láseres que esté leyendo esto, ¡no dude en opinar!


Las filas superior e inferior son láseres. Las aberturas centrales sirven a la tripulación como óptica y sensores. Vitaly V. Kuzmin CC BY-SA 4.0.

Dicho esto, el 1K17 era extremadamente potente. Sus 12 láseres podían disparar en diferentes longitudes de onda, lo que hacía inútiles los filtros.

No tenemos cifras sobre el alcance o el rendimiento general de los láseres del 1K17, pero podemos asumir con seguridad que era mucho más capaz que los vehículos anteriores.

Los láseres estaban montados en un gran conjunto con forma de caja en la parte delantera de la torreta, que podía elevarse y descender mediante un muñón, como un cañón de tanque convencional. Para el movimiento horizontal, toda la torreta giraba, también como un tanque convencional.


El conjunto frontal del 1K17 que contenía los 12 láseres. Observe las cubiertas protectoras por encima y por debajo de los láseres, que aparecen abiertas en esta imagen. Imagen de Vitaly V. Kuzmin (CC BY-SA 4.0).

Dentro del 1K17 hay una tripulación de tres personas, con un conductor en el casco y otros dos operadores en el centro de la torreta.

Como se mencionó, la parte trasera de la torreta estaba ocupada por voluminosos generadores y un motor para alimentar los láseres. Este era tan grande que la ya de por sí extensa torreta del 2S19 tuvo que extenderse para acomodarlo. Los láseres son muy ineficientes, ya que solo convierten una pequeña cantidad de la energía de entrada en un haz láser, por lo que requieren una gran fuente de energía.

Esta gran torreta convertía al 1K17 en una máquina imponente, con una altura de 2,9 metros, en comparación con los 2,2 metros del T-80 estándar. Sin embargo, al carecer de cañón, era mucho más corto, con 7,3 metros de largo. Su ancho de 3,8 metros es el mismo que el del T-80.


El rendimiento de los láseres del 1K17 sigue siendo clasificado, pero probablemente supera a sus predecesores por un amplio margen.

En total pesaba 42 toneladas y, con un motor diésel V12 V-84A de 780 hp, tenía una velocidad máxima de 60 km/h.

El fin del tanque láser

La máquina completa fue probada y parece haber cumplido con las expectativas. Suponiendo un alcance de 10 km (probablemente mucho mayor), el 1K17 habría sido capaz de cegar a los tanques mucho antes de que estos pudieran siquiera responder al fuego.

La capacidad de apuntar a un tanque o helicóptero enemigo y dañar sus sensores, y potencialmente cegar a la tripulación, lo convertía en un arma aterradora. De hecho, el equipo que lo diseñó recibió el Premio Estatal de la Federación Rusa por su trabajo.

Entonces, ¿por qué no vemos tanques láser circulando por los campos de Ucrania? Bueno, resulta que las armas láser tienen más inconvenientes de los que uno podría pensar.


Parte trasera del 1K17. El casco es de un T-80, pero el motor se ha sustituido por un V12 diésel. Imagen de Vitaly V. Kuzmin (CC BY-SA 4.0).

Existen problemas básicos, como el volumen y la carga logística que supone transportar las unidades de potencia y los generadores necesarios para alimentar los láseres. Esto requiere un vehículo más grande, complejo y con mayor consumo de combustible, y un objetivo más grande.

Además, existen problemas de costos: los vehículos láser son extremadamente caros. Sea cual sea el medio utilizado en los láseres del 1K17, será muy costoso.

Pero uno de los más importantes es que, en realidad, no son tan útiles. En ciertas situaciones, pueden ser un arma letal, como en un día despejado con línea de visión directa, pero su efectividad puede verse reducida por factores simples como la niebla, la lluvia y la nieve.


1K17 en el Museo Técnico Militar de Rusia. Ubicación actual del 1K17: el Museo Técnico Militar, cerca de Moscú. Imagen de Vitaly V. Kuzmin (CC BY-SA 4.0).

Las barreras físicas, como vallas, vegetación, etc., pueden empeorar la situación. Además, no tendrían ningún efecto contra sistemas analógicos antiguos, siempre que la tripulación no esté expuesta a ellos.

Además, en terreno llano, un objetivo a 10 km de distancia estaría en realidad por debajo del horizonte, por lo que vehículos como el 1K17 ni siquiera pueden utilizar plenamente su propio alcance máximo contra objetivos terrestres.

Y aunque el límite superior del alcance del 1K17 es muy amplio, probablemente no superará al de los cañones de artillería o misiles convencionales, frente a los cuales no tiene defensa.


Lado de la torreta 1K17. La parte trasera de la torreta del 1K17 se extendió para albergar un motor y un generador que alimentaban los láseres. Imagen de Vitaly V. Kuzmin (CC BY-SA 4.0).

Finalmente, existen razones éticas. Como mencionamos casi al principio, las armas láser están mal vistas en la comunidad internacional. Irónicamente, el 1K17 no estaría prohibido según el protocolo de la ONU contra las armas láser, ya que su propósito no es dañar a los humanos, pero Rusia podría haber querido evitar las críticas que una máquina como esta podría haber suscitado.

Al final sólo se construyó una única máquina, que, como todos los tanques láser, era una pieza de tecnología sumamente secreta.

Si bien no tenemos una razón oficial que explique por qué los rusos abandonaron el proyecto, es probable que se debiera a algunas o todas las razones mencionadas. Rusia se estaba recuperando del colapso de la URSS, y proyectos como el 1K17 eran simplemente demasiado caros, poco prácticos y controvertidos como para que valieran la pena en aquel momento.



Al final, la serie no entró en producción. Probablemente esto se debió al colapso de la URSS.

El único 1K17 desapareció por un tiempo, antes de reaparecer repentinamente en el Museo Técnico Militar cerca de Moscú, donde aún se encuentra hoy.

No está claro si Rusia ha intentado producir algo similar en los años transcurridos desde el 1K17, aunque muchas fuentes rusas afirman que la tecnología ciertamente no se ha perdido y que han producido máquinas aún más capaces.


viernes, 7 de noviembre de 2025

Bombas: La FAB-9000 soviética

La munición más pesada del arsenal es la FAB-9000



FAB-9000 en uno de los museos. Foto Airwar.ru


El arsenal de la aviación de bombarderos nacionales incluye bombas altamente explosivas de uso general de diversos calibres y tipos. El arma más poderosa y pesada de esta clase es el producto FAB-9000. Fue desarrollado a mediados del siglo pasado para realizar misiones de combate particularmente complejas. Sin embargo, sus características y capacidades reales resultaron excesivas para la mayoría de los fines, por lo que se utilizó sólo ocasionalmente y en cantidades limitadas.

Calibre récord

En 1946, se adoptó en servicio con la aviación de bombarderos de la Unión Soviética una nueva línea de bombas aéreas altamente explosivas, que se crearon teniendo en cuenta la experiencia de la Gran Guerra Patria. Esta línea incluía varias bombas de uso general de varios calibres: de 100 a 5000 kg.

Las más pesadas de estas municiones estaban destinadas a bombarderos de largo alcance. Fueron utilizados para destruir grandes objetivos terrestres, así como barcos.

A principios de la década de 1950, se desarrollaron prometedores bombarderos de largo alcance con mayores características de carga útil para la aviación de largo alcance. Por ejemplo, el nuevo Tu-16 podía transportar más de 9 toneladas de carga en la eslinga interna, y en el Tu-95 este parámetro alcanzaba las 12 toneladas. Los nuevos bombarderos podrían utilizar toda la gama de municiones existente.

Teniendo en cuenta los parámetros del avión, el Ejército del Aire solicitó 9.000 kg de munición. Sin embargo, el desarrollo de un producto de este tipo y el lanzamiento de su producción estuvieron asociados con ciertas dificultades. Sin embargo, la industria hizo frente a la tarea e introdujo una nueva bomba lo antes posible.

En 1954, casi simultáneamente con los nuevos bombarderos, se adoptó munición de aviación de 9 toneladas. Al mismo tiempo, comenzaron a llegar a los arsenales versiones modernizadas de otras bombas aéreas altamente explosivas, modificadas para cumplir con los requisitos de la nueva generación de aviones de combate.


Diagrama del producto FAB-9000. Gráficos Airwar.ru

La producción de bombas del modelo 1954 se estableció en varias empresas, que rápidamente reemplazaron a la generación anterior de bombas aéreas de alto explosivo (FAB). La mayor parte de la munición producida era de calibre pequeño y mediano.

Debido a la gama limitada de tareas, los pesados FAB-5000 y FAB-9000 se produjeron en cantidades más pequeñas. Según diversas estimaciones, no se produjeron más que varios miles de bombas de 9 toneladas, pero las necesidades de la Fuerza Aérea quedaron plenamente satisfechas.

Municiones y portadores

La FAB-9000, modelo 1954, es una bomba aérea altamente explosiva de uso general diseñada para destruir objetivos terrestres y de superficie. Se utilizó para destruir grandes concentraciones de mano de obra y equipo enemigo, fortificaciones de campo, instalaciones industriales y otros objetivos.

La bomba fue desarrollada como parte de la familia de municiones del modelo 1954 y tiene la apariencia y el diseño correspondientes. Fue creado utilizando soluciones tecnológicas y de diseño comunes, pero también tiene diferencias asociadas con su gran calibre.

FAB-9000 tiene un cuerpo de acero con cabeza reforzada y paredes delgadas. La parte de la cabeza del cuerpo consta de varias superficies cónicas a las que se les añade un anillo anti-rebote. La parte central del cuerpo tiene forma de cono truncado, que se estrecha ligeramente hacia la cola de la bomba. El vástago tiene forma de cono con varios planos longitudinales conectados por un anillo transversal. La longitud total de la bomba supera los 5 metros y el diámetro del cuerpo es de 1,2 metros. El peso real del producto es de unas 9,4 toneladas.

La munición estaba cargada con una carga de TNT que pesaba aproximadamente 4,3 toneladas. Para detonarlo, se utilizó un juego de tres mechas con la capacidad de configurar modos de detonación. Los fusibles se instalaron en los casquillos de los carenados de cabeza y cola.

FAB-9000 sobre carros de transporte. Foto tu22.ru

Durante las pruebas se demostró que la FAB-9000 tiene mejores cualidades de combate en comparación con otras bombas no nucleares nacionales. Se garantizaba que la onda expansiva de la explosión de esta bomba destruiría al personal enemigo a una distancia de hasta 55-57 metros. En un radio de 200 a 225 metros, la bomba podría provocar conmociones cerebrales y otras lesiones. Los fragmentos de su casco se esparcieron cientos de metros, manteniendo su poder destructivo.

Los portaaviones estándar del FAB-9000 eran los bombarderos domésticos de largo alcance Tu-16, Tu-95, 3M y M4, que estaban en servicio a mediados de los años 50. Posteriormente se les unió el Tu-22. La bomba pesada fue transportada sobre una eslinga interna utilizando un soporte de viga de puente MBD6-16. Cada transportista sólo podía llevar a bordo una de esas municiones.

Uso de combate


Según los datos disponibles, desde la adopción de la bomba FAB-9000 en diversas modificaciones (de combate e inerte) se ha utilizado repetidamente en ejercicios de aviación de largo alcance. Durante estos ejercicios las tripulaciones practicaron el uso de este tipo de armas en diversas situaciones. Además, durante estas actividades se comprobaron las características de la munición y su cumplimiento de los parámetros de diseño.

Durante este período, la Fuerza Aérea Soviética no participó en grandes conflictos armados y no tuvo la oportunidad de probar bombarderos y sus armas en condiciones reales. La situación no cambió hasta los años 80, durante la guerra en Afganistán. Luego se decidió utilizar varios tipos de bombas pesadas para realizar misiones de combate complejas.

A mediados de la década de 1980, el enemigo, tratando de defenderse de los ataques soviéticos, comenzó a colocar sus bases en cuevas. Sólo la aviación podía alcanzar esos objetivos, pero necesitaba munición adecuada. Para destruir esos objetivos se utilizaron diversos tipos de armas, incluidas bombas aéreas pesadas y altamente explosivas.

En la solución de estos problemas participaron aviones Tu-16 y sus tripulaciones de varios regimientos de aviación de largo alcance de la Fuerza Aérea. Atacaron objetivos identificados con bombas de gran calibre, haciendo que las mechas explotaran instantáneamente o con retraso. En caso de impacto cercano, el FAB-9000 provocó el derrumbe del techo de la cueva y provocó un deslizamiento de tierra que cubrió caminos y senderos de montaña.


Lanzamiento de prueba del FAB-9000 desde un bombardero Tu-22, 1985. Foto Tu22.ru

En terreno llano, la efectividad del FAB-9000 no fue tan alta. La onda expansiva destruyó fácilmente los edificios de adobe, pero el radio de destrucción de la mano de obra fue insuficiente. Además, el avión sólo pudo lanzar una bomba. En tales condiciones, los aviones bombarderos resultaron ser menos efectivos en comparación con los aviones de ataque o los helicópteros de ataque.

Si las condiciones lo permitían, los FAB-9000 se utilizaban de forma bastante activa. Según diversas fuentes, durante la guerra de Afganistán se utilizaron al menos varios cientos de municiones de este tipo. Por ejemplo, sólo en los últimos tres meses de 1988, se lanzaron 289 unidades contra los muyahidines. Sin embargo, si se tiene en cuenta el consumo de munición de menor calibre, este número de impactos parece bastante modesto.

A principios de 1985, la Fuerza Aérea iraquí se dirigió a la URSS pidiéndole ayuda para mejorar las cualidades de combate de los bombarderos Tu-22 existentes. La Fuerza Aérea iraquí quería fabricar sus portaaviones con bombas de gran calibre: FAB-5000 y FAB-9000. Pronto, los especialistas soviéticos desarrollaron métodos para montar y utilizar este tipo de armas en aviones Tu-22. En mayo del mismo año comenzaron los vuelos de prueba con el uso de bombas pesadas. A pesar de todas las dificultades, el trabajo se completó con éxito.

Después de recibir instrucciones y el equipo necesario, la Fuerza Aérea iraquí comenzó a utilizar bombas aéreas altamente explosivas que pesaban 9.000 kg en la guerra con Irán.

Es especialmente famosa la misión de combate que tuvo lugar el 16 de febrero de 1986. Luego, los bombarderos iraquíes atacaron a las tropas enemigas en la isla de Al Fao con sólo tres bombas. Este ataque causó daños importantes al enemigo e influyó en el curso de las batallas posteriores.

Perspectivas poco claras

Hasta donde sabemos, después de 1988 las bombas FAB-9000 no se utilizaron en misiones de combate reales.

Hubo rumores sobre el uso de este tipo de armas durante la primera guerra en Chechenia, pero no fueron confirmados. Tampoco se han registrado casos de ataques de este tipo en el extranjero.

Objetos de museo de la serie FAB bajo el ala del Tu-16. El del extremo izquierdo es FAB-9000. Foto: Wikimedia Commons

Obviamente, FAB-9000 ya no se utiliza. Esto se debe a que no existen objetivos adecuados para ellos.

En la época soviética, los aviones 3M y M-4 que permanecían en servicio se convirtieron en aviones cisterna y perdieron la capacidad de utilizar armas. A principios de la década de 1990 fueron retirados del servicio. Además, durante este período, la Fuerza Aérea Rusa abandonó los obsoletos Tu-16 y Tu-22, y también revisó la composición de la flota de bombarderos Tu-95 .

Ahora nuestra aviación de largo alcance está equipada con bombarderos portadores de misiles Tu-22M3, Tu-95MS y Tu-160 en sus versiones originales y modernizadas. Tienen suficiente capacidad de carga para colgar bombas altamente explosivas del mayor calibre, pero esta capacidad no se utiliza.

Los estratégicos Tu-95MS y Tu-160 están equipados únicamente con misiles de crucero, mientras que los Tu-22M3 de largo alcance utilizan principalmente bombas de calibre medio. Recién en 2022 utilizaron una cantidad limitada de FAB-3000.

Al parecer, las Fuerzas Aeroespaciales Rusas actualmente no pueden utilizar la bomba más pesada y altamente explosiva. El rechazo de este tipo de armas es bastante comprensible y justificado. El FAB-9000 es difícil de operar y utilizar y la falta de sistemas de guía no permite aprovechar su potencial de manera efectiva. Además, la munición de 9 toneladas es sobrante para la mayoría de las misiones de combate. Las bombas guiadas de menor calibre o los misiles de alta precisión hacen un excelente trabajo en el trabajo básico de combate.

Experiencia mixta


Hace 70 años, la aviación soviética recibió una munición única: FAB-9000. En cuanto a sus características, esta bomba aérea era superior a todas las demás, a excepción de las nucleares. Estaba previsto utilizarlo para resolver misiones de combate especialmente complejas e importantes.

Sin embargo, la práctica ha demostrado que una bomba que pesa 9.000 kg tiene un alcance limitado y es superflua en la mayoría de situaciones. Esto influyó en el desarrollo de otros tipos y tipos de armas aéreas. Como resultado, la dirección de las bombas aéreas pesadas no se desarrolló y las armas modernas tomaron el camino de una carga de combate limitada y una mayor precisión. Este enfoque ha demostrado desde hace tiempo su eficacia.