¿Qué pudo haber hecho un general argentino enfrentando la situación de la defensa de Puerto Argentino?
En su momento, el periódico británico The Guardian hizo público una denuncia en un editorial titulado "Veinte años después", señalando que el público británico solo pudo acceder a información que se les negó hace dos décadas hasta el año 2002. Después de este largo período de silencio, el almirante Sir John Woodward, comandante de la Fuerza de Tarea enviada por Margaret Thatcher para recuperar las Islas Malvinas, reveló a los periodistas de The Guardian, Jeevan Vasagar y Alex Bellos: "Ganamos la guerra con un importante grado de suerte. Cuando los argentinos se rindieron, las pérdidas británicas estaban aumentando y estábamos a punto de quedarnos sin alimentos y municiones. Si hubieran resistido una semana más, la historia podría haber tomado un rumbo muy diferente. Imagínense qué diferente podría haber sido nuestra historia política reciente". Woodward también recordó haber enviado un mensaje desesperado a las fuerzas de tierra el 6 de junio de 1982, advirtiéndoles que el grupo aeronaval bajo su comando estaba "exhausto". Estas revelaciones coinciden con las afirmaciones de otros altos mandos militares británicos, quienes sostienen que la guerra de Malvinas distó mucho de ser el "paseo" que ciertos propagandistas del tatcherismo pretendían. En una entrevista realizada en 1996 en Londres, uno de los coroneles que comandó el Regimiento 2 de Paracaidistas (2 Para) respaldó esta tesis, señalando que si el alto mando argentino hubiera resistido una semana más, las tropas británicas hubieran enfrentado un colapso logístico. Las revelaciones del almirante Woodward son especialmente relevantes al conocerse ahora lo que escribió en su diario durante esos días de junio: "Estamos al borde del abismo: si los argentinos nos soplan en la nuca, nos mandan al fondo. A lo mejor les pasa lo mismo: espero que así sea porque de otra manera nos espera una carnicería".
Julián Thompson, líder de los Royal Marines durante la guerra, expresó: "Si hubieran esperado un poco más, seguramente no hubiéramos podido responder de la misma manera". En efecto, a finales de 1981, debido a una crisis interna, Gran Bretaña había decidido vender sus dos portaaviones y retirar del servicio sus grandes buques de desembarco, lo que la dejaría sin capacidad para realizar operaciones anfibias a gran escala. La Royal Navy se reduciría a una fuerza de defensa costera.
El general Jeremy Moore, comandante de las fuerzas terrestres británicas en Malvinas, afirmó que sin los portaaviones y los grandes barcos anfibios, no habrían podido enfrentar a la Fuerza Aérea Argentina ni llevar a cabo un desembarco terrestre de manera profesional con sus tropas. Además, en mayo de 1982, Argentina estaba programada para recibir una entrega de veinte misiles Exocet de Francia (a pesar de su caos económico, el gasto militar era alto), pero en abril, durante la ocupación de las islas, solo contaban con cuatro. El misil Exocet y el avión Super Etendard formaban un sistema ofensivo diseñado para atacar buques, una tecnología avanzada en ese momento y que aún se mantiene operativa en la actualidad.
Nos podemos hacer la pregunta de qué faltó hacer en tierra para devolver a los soldados británicos a sus barcos. Como general argentino estacionado en las Islas Malvinas con suministros limitados y enfrentando ataques terrestres a posiciones fijas propias, la situación ciertamente presentaría desafíos importantes. A continuación se presentan algunas estrategias que potencialmente podrían cambiar la dirección de la guerra en estas circunstancias:
Fortificación y defensa se debió priorizar la fortificación de posiciones defensivas para
resistir los ataques terrestres enemigos. Mejorar los sistemas de
trincheras, búnkeres y fortificaciones para brindar cobertura y
protección a las tropas contra ataques de artillería e infantería
enemigas. Implementar tácticas de defensa en capas para crear obstáculos
y perímetros defensivos que obliguen al enemigo a exponerse al fuego
defensivo.
Identificar posiciones defensivas clave: evaluar
el terreno e identifique posiciones defensivas clave que ofrezcan
ventajas naturales, como terrenos elevados, cuellos de botella y áreas
con buena visibilidad y campos de tiro. Priorizar la fortificación
defensiva de estas posiciones para establecer fortalezas que puedan
dominar el área circundante y negar al enemigo objetivos estratégicos.
Mejorar
los sistemas de trincheras: mejorar los sistemas de trincheras
existentes y establecer otros nuevos para brindar cobertura y protección
a las tropas contra ataques de artillería e infantería enemigas.
Construir trincheras con patrones en zigzag para minimizar el impacto
del fuego enemigo y crear múltiples capas de defensa. Reforzar las
zanjas con sacos de arena, movimientos de tierra y otros materiales para
aumentar su durabilidad y resistencia.
Establecer búnkeres y
puntos fuertes: construir búnkeres y puntos fuertes fortificados para
que sirvan como centros de comando, puestos de observación y posiciones
de apoyo de fuego. Construye búnkeres con hormigón armado y acero para
resistir los bombardeos aéreos y los bombardeos de artillería enemigos.
Coloca ametralladoras, armas antitanques y equipos de francotiradores en
posiciones fortificadas para proporcionar campos de tiro superpuestos y
apoyo mutuo.
Crea obstáculos y perímetros defensivos: coloca
obstáculos como alambre de púas, zanjas antitanques y campos minados
para impedir el movimiento del enemigo y canalizar su avance hacia zonas
de muerte. Establecer perímetros defensivos alrededor de posiciones
clave con campos de fuego superpuestos y sectores de responsabilidad
entrelazados para evitar la infiltración y el cerco del enemigo.
Utilice
cobertura y ocultación natural: aproveche las características naturales
como colinas, crestas y vegetación para proporcionar cobertura y
ocultación adicional para las posiciones defensivas. Camufle trincheras,
búnkeres y fortificaciones para mezclarse con el terreno circundante y
minimizar el riesgo de detección por parte del reconocimiento enemigo.
Implementar
defensas antiaéreas: instalar defensas antiaéreas como misiles
tierra-aire, armas de fuego y sistemas portátiles de defensa aérea
(MANPADS) para protegerse contra las amenazas aéreas enemigas. Coloque
baterías antiaéreas en ubicaciones estratégicas para proporcionar
cobertura de espacio aéreo superpuesto y disuadir los ataques aéreos
enemigos en posiciones defensivas.
Establecer nodos de comando y
control: establecer nodos de comando y control dentro de posiciones
defensivas para coordinar el movimiento de tropas, dirigir los activos
de apoyo de fuego y comunicarse con los cuarteles generales superiores.
Equipe los centros de comando con equipos de comunicaciones, mapas y
pantallas de inteligencia para facilitar el conocimiento de la situación
y la toma de decisiones en tiempo real.
Movilidad y flexibilidad Mantener la movilidad y la flexibilidad en las operaciones
defensivas para evitar que el enemigo se afiance o explote las
debilidades en las posiciones defensivas. Se debió utilizar reservas y
unidades de respuesta rápida (comandos e infantes de marina) para
contrarrestar los intentos de avance del enemigo y reforzar los sectores
críticos bajo ataque. Realizar retiradas tácticas cuando sea necesario
para consolidar las líneas defensivas y preservar la mano de obra. Algo
que fue recalcado en acción los por los comandos del EA y por el mismo
Capitán Robacio que solicitó que las tropas que estaban en el capital se
movilizaran a las trincheras para combatir.
Creación
urgente de unidades de respuesta rápida: Establecer unidades de
respuesta rápida compuestas por infantería altamente móvil, apoyadas por
vehículos blindados ligeros (AML-90) y elementos de reconocimiento.
Estas unidades deben estar estacionadas en ubicaciones estratégicas en
toda la isla para reaccionar rápidamente ante los intentos de avance del
enemigo o para reforzar sectores críticos bajo ataque. Sobre todo puede
alimentarse de tropas ya probadas en combate y descansadas.
Fuerzas
de reserva: mantener fuerzas de reserva que puedan desplegarse
rápidamente para reforzar las posiciones de primera línea o explotar
oportunidades de contraataques. Estas reservas deben mantenerse
preparadas y coordinar sus movimientos en función de la evolución de la
situación táctica y la evaluación de las amenazas.
Postura de
defensa ágil: se podía adoptar una postura de defensa ágil que permita
la asignación flexible de fuerzas en función de los movimientos e
intenciones del enemigo. En lugar de comprometer todas las fuerzas en
posiciones defensivas estáticas, mantenga una reserva de tropas capaces
de realizar operaciones de defensa móviles, incluidas maniobras de
flanqueo y contraataques.
Artillería móvil: desplegar unidades
de artillería móviles equipadas con obuses autopropulsados o piezas de
artillería remolcadas para brindar apoyo de fuego a las posiciones
defensivas en toda la isla. Estas unidades de artillería deben ser
capaces de desplazarse rápidamente para evitar la detección y el fuego
de contrabatería enemigo, manteniendo al mismo tiempo la capacidad de
brindar apoyo de fuego preciso y oportuno a las unidades comprometidas.
Operaciones
aerotransportadas y de asalto aéreo: utilizar operaciones
aerotransportadas y de asalto aéreo para realizar ataques profundos
detrás de las líneas enemigas, interrumpir las líneas de suministro
enemigas y capturar objetivos clave. Despliega fuerzas de operaciones
especiales y unidades de infantería aerotransportadas mediante
helicópteros o aviones de transporte para llevar a cabo misiones de
reconocimiento, incursiones y sabotaje contra zonas de retaguardia
enemigas.
Retiradas coordinadas: cuando se enfrente a una
presión enemiga abrumadora o posiciones defensivas insostenibles,
realiza retiradas coordinadas para consolidar las líneas defensivas y
reagrupar las fuerzas en posiciones más defendibles. Utilice la
movilidad y la flexibilidad para ejecutar retiradas tácticas mientras
mantiene el contacto con el enemigo e inflige bajas mediante emboscadas y
acciones dilatorias.
Redespliegue estratégico: se pudo mantener
la capacidad de redistribuir fuerzas estratégicamente entre diferentes
sectores de la isla en función de las amenazas cambiantes y los
requisitos operativos. Utilice activos de movilidad como aviones de
transporte, helicópteros y lanchas de desembarco anfibio para trasladar
rápidamente tropas y equipos a las áreas de mayor necesidad.
Explotar
las características naturales: explota el terreno accidentado y las
características naturales de las Islas Malvinas, como colinas, valles y
acantilados costeros, para crear oportunidades para defensa móvil y
tácticas de emboscada. Usa camuflaje y enmascaramiento del terreno para
ocultar movimientos y sorprender al enemigo con contraataques
inesperados o maniobras de flanqueo.
Contraataques y emboscadas Se pudo aprovechar el conocimiento local del terreno para lanzar contraataques y
emboscadas contra las fuerzas enemigas. Identificar líneas de
suministro enemigas vulnerables, rutas de comunicación y áreas de
retaguardia para ataques selectivos que interrumpan las operaciones y la
moral del enemigo. Utilizar tácticas de ataque y fuga para infligir
bajas y desmoralizar a las tropas enemigas mientras conserva sus propios
recursos.
Reabastecimiento y refuerzo Establecer rutas de suministro alternativas y redes de apoyo logístico
para garantizar el flujo continuo de suministros esenciales, municiones y
refuerzos a las posiciones de primera línea. Se pudo utilizar
lanzamientos aéreos desde helicópteros o aviones desde el continente,
misiones clandestinas de reabastecimiento y logística encubierta
nocturna para evitar los bloqueos enemigos y mantener la preparación
operativa.
Coordinación con activos navales y aéreos Se pudo coordinar estrechamente la labor con activos navales y aéreos argentinos para
proporcionar capacidades de apoyo de fuego, reconocimiento e
interdicción en apoyo de las operaciones terrestres. Utilizar fuego y
ataques aéreos y tácticas de bloqueo aeronaval para interrumpir los
movimientos del enemigo (tal como se intentó en sus casos extremos con
los Hercules bombarderos y los Pucará torpederos), reforzar las
posiciones defensivas y mantener el control de las vías marítimas de
aproximación críticas.
Mantener la moral y la disciplina
En todo momento se debe fomentar un sentido de camaradería, moral y
disciplina entre las tropas para mantener la resiliencia y la
determinación frente a la adversidad. Proporcionar servicios adecuados
de descanso, recreación y apoyo para mantener la moral y la eficacia en
el combate. Implementar una disciplina y un liderazgo estrictos para
garantizar la cohesión y la unidad de esfuerzo en la defensa contra los
ataques enemigos. Asimismo, se debía acceder a pleno a los recursos
alimenticios civiles de la población kelper (sobretodo, el abundante
ganado ovino presente en el territorio).
Tácticas de guerra urbana Finalmente, si el avance británico se tornaba indetenible, entonces
enfrentar la posibilidad del combate urbano en Puerto Argentino. Si se
defiende áreas urbanas o
urbanizadas, se debe emplear tácticas de guerra urbana para maximizar la
ventaja
defensiva. Utilizar edificios, calles y otras características urbanas
para crear obstáculos y puntos de emboscada para las fuerzas enemigas.
Llevar a cabo combates cuerpo a cuerpo y combates callejeros para negar
al enemigo el control de infraestructuras y áreas urbanas clave. La
infraestructura mayormente hecha de madera no brindaba un buen escenario
para la creación de escombros y estructuras de cobertura y protección,
pero es una alternativa que podía ser explorada.
Guerra psicológica
También se pudo explotar y aprovechar las tácticas de guerra
psicológica para socavar la moral y la resolución del enemigo. Utilizar
propaganda, desinformación y engaño para sembrar dudas y confusión entre
las filas enemigas. Explotar factores culturales, lingüísticos y
psicológicos para crear divisiones y disidencia dentro de las fuerzas
enemigas.
En conclusión, se debía enfrentar dificultades abrumadoras en una situación defensiva en las Islas Malvinas lo cual requeriría una combinación de ingenio táctico, resiliencia y determinación para resistir los ataques enemigos mientras se buscan oportunidades para recuperar la iniciativa y cambiar la dirección de la guerra.
Operación Alcázar: los comandos que planearon sacar Menéndez y hacer un contraataque “en serio” contra los ingleses
Los
mayores Mario Castagneto y Aldo Rico idearon un plan para resistir el
embate final inglés y, de ser necesario, morir peleando. Iban a tomar la
casa del gobernador en Puerto Argentino y atrincherarse. Cómo le llegó
esa información a Menéndez, la acción que tomó y la misión suicida a la
que fueron enviados cuando la guerra ya se terminaba
Por Nicolás Kasanzew || Infobae
Mario Castagneto (tercero de izquierda a derecha) junto a integrantes del Grupo de Comandos 601
El jefe de la Compañía de Comandos 601consideraba que un contraataque era perfectamente posible. Mario Castagneto
recorría permanentemente las posiciones y sabía de lo que hablaba. Pero
los generales estuvieron siempre con los borceguíes lustrados, jamás se
acercaron a recorrer los pozos de zorro de primera línea para calibrar
la situación. De haberse animado a ensuciar su calzado, se hubieran
anoticiado de que los soldados estaban enteramente dispuestos a jugarse. Siempre y cuando, claro está, los generales se pusieran al mando.
Excepto
las posiciones del Regimiento 8, que estaba en Bahía Fox, el mayor
Castagneto recorrió todas las unidades. Y pudo constatar que los
combatientes esperaban y necesitaban la presencia de sus jefes. Esos
jefes que están cerca de la tropa, que no le escurren el bulto a la
primera línea, que recorren las posiciones, que tienen el conocimiento
profundo de cómo está la situación por la que se está atravesando, que
llevan a todas partes su aliento, que hacen la arenga final. Lo que los soldados querían era el ejemplo personal, no que los generales se quedaran encerrados en el pueblo. En vez de ello, estos generales vivían lo más tranquilos en sus casas de Puerto Argentino. Con cocinero y calefacción.
Si
los de Malvinas no hubieran sido generales de escritorio, nada les
hubiera impedido reunir a oficiales y suboficiales, incluyendo a
aquellos que pululaban en el pueblo y en la retaguardia y, sumándoles a
los comandos, lanzar ese contraataque que los ingleses tanto temían.
Pero Mario Benjamín Menéndez,
jefe de la Guarnición Malvinas y gobernador del archipiélago, hacía
gala de una indiferencia rayana en la resignación. Siempre me pareció
que el general ya se había rendido internamente hacía mucho tiempo
atrás.
Mario Benjamín Menéndez con el mayor Castagneto en Malvinas(Fotos: Nicolás Kasanzew)
El talentoso periodista Manfred Schönfeld, escribió después de la rendición:
“Faltó el último coraje personal en la conducción.
Si hubo sentimientos humanitarios, si no se quiso exponer a la tropa a
ser víctima de una carnicería generalizada –suponiendo que
verdaderamente, el armamento del enemigo era tan superior que casi diez
mil hombres no pudieron resistirlo siquiera un poco más– pero en fin, si
hubo ese acto de compasión para con la masa de jóvenes civiles
conscriptos, nadie hubiera impedido, sin embargo, a los oficiales
superiores al mando de la guarnición, licenciar a sus tropas, ordenarles
rendirse, dar a conocer amplia y profundamente tal decisión a los
cuatro vientos –para evitar posibles represalias ulteriores contra la
tropa inerme– y una vez hecho eso, atrincherarse un puñado de hombres
cuyo honor profesional los hubiera obligado a semejante acto de
heroísmo, alrededor de su bandera, y pelear por ella hasta morir. De
haberse dado un gesto de esta naturaleza, hoy los argentinos andaríamos
con la frente más alta, e incluso en aquellos hogares atribulados por
la tragedia de la pérdida o la mutilación de un hijo se sentiría que ese
sacrificio impuesto por el destino fue correspondido, fue igualado, sin
que quedasen sueltos los cabos de la duda y de la incertidumbre sobre
la justificación del sacrificio”.
Aldo Rico en una Kawasaki KE 125 en la costa de Puerto Argentino
Sin
embargo, hubo dos oficiales que quisieron hacer exactamente lo
imaginado por Schonfeld: atrincherarse con un puñado de hombres y vender
cara la derrota. Eran los jefes de las Compañías de Comandos 601 y 602,
mayores Mario Castagneto y Aldo Rico.
La
iniciativa partió del primero, quien le planteó a Rico la idea de
preparar la última resistencia en Puerto Argentino. La operación se
llamaría “Alcázar”, un término muy caro a Castagneto, ya que
evocaba la heroica resistencia del asediado Alcázar de Toledo en 1936.
El jefe de la 602 no estaba muy convencido, pero finalmente accedió ante
el ímpetu y la convicción irreductible de Castagneto.
Bastante antes del arribo de Rico a Malvinas, el jefe de la 601 había anticipado que ese momento podía llegar. Y su idea era atrincherarse en la casa del gobernador.
Es que en una campaña, lo que simboliza el triunfo es la conquista del
objetivo estratégico; en este caso la ciudad de Puerto Argentino. Pero el enemigo no podría cantar victoria, mientras la casa del gobernador no estuviese en su poder.
Desde tiempo atrás, Castagneto
creía que iba a ser necesaria una resistencia final, sin posibilidades
de éxito tal vez, pero que encarnara el deseo de combatir hasta la
muerte. Erróneamente se dijo luego que la idea era resistir casa por
casa, pero Castagneto nunca lo imaginó así. Por empezar, era imposible
con los efectivos de que disponía en aquel momento. Contaba sólo con
unos sesenta hombres, ya que había perdido gente que tenía en la Gran
Malvina. Sumados a los comandos de Gendarmería y los de Rico no
superaban un total de noventa o cien. Pero sobre todo, Castagneto no
quería escudarse en la población civil, contra la cual los ingleses no
iban a disparar.
Mohamed
Alí Seinldín (izquierda) se negó a formar parte de la Operación
Alcázar. Dijo que no se podía alterar la cadena de mandos de esa manera,
que era una falta de disciplina
Discretamente,
ambos mayores y sus jefes de sección reconocieron por dentro y por
fuera la casa del gobernador, para determinar la mejor manera en que
podía ser defendida. Y por expresa orden del jefe de la 601, a la que se
plegó Rico, a partir del 5 de junio los comandos, tanto de Ejército,
como de Gendarmería realizaron un relevamiento completo del poblado:
tipos de casas, particularidades de los terrenos baldíos, lugares para
hacer voladuras o tender trampas, vías de repliegue, cantidad de radios y
vehículos de toda clase. Sin pedir permiso a la superioridad.
Es
evidente que para Castagneto era una cuestión de honor mostrar a los
ojos del mundo entero que los cuadros argentinos eran capaces de
combatir hasta la muerte, aunque no tuvieran posibilidades de triunfo.
Lamentablemente, Menéndez tenía una idea bien distinta del sentido de la vida militar.
Seineldín habla frente a los Comandos. Sentado, Aldo Rico(Fotos: Nicolás Kasanzew)
Sólo quedaba la opción de desplazarlo. Pero,
¿quién tenía la talla suficiente para conducir a los cuadros a un
sacrificio heroico? Las miradas de Castagneto y Rico convergieron sobre
el teniente coronel Mohamed Alí Seineldín. Por su prestigio,
porque no estaba comprometido directamente en el combate, porque su
regimiento estaba en las cercanías, parecía la persona más adecuada para
ponerse al frente de la defensa de Puerto Argentino.
De
ahí que, a renglón seguido de la reunión de camaradería de los
integrantes de ambas Compañías de Comandos, el domingo 6 de junio ambos
oficiales visitaron a Seineldín en su amplia casamata subterránea de
las posiciones del Regimiento 25 y le ofrecieron un plan: apartar a
Menéndez y que él se ponga al frente de una defensa en serio. Inesperadamente, el Turco rechazó de plano la propuesta. Adujo que no se podía alterar la cadena de mandos de esa manera, que era una falta de disciplina.
Años
más tarde, sin embargo, no tuvo los mismos miramientos al liderar, al
menos formalmente, las asonadas de 1988 y 1990. Si bien decepcionados
por la actitud de este jefe, Castagneto y Rico no abandonaron la idea de
una postrera defensa de Puerto Argentino: la encabezarían ellos mismos. Al parecer, no los amilanaba siquiera que sus actitudes fueran pasibles de consejo de guerra y fusilamiento inmediato.
Pero la
intención de resistir llegó al conocimiento de Menéndez, y abruptamente
todos los comandos fueron sacados de Puerto Argentino en el anochecer
del 13 de junio. Se les dijo que del otro lado de Wireless Ridge,
donde estaban los tanques de combustible, en la península de Freycinet,
desembarcaron comandos del SAS y había que neutralizarlos. En
realidad, mandaron allí un rejuntado, ya que la 602 había perdido parte
de su capacidad militar y la 601 estaba desparramada, tenía gente en
Howard, que no había logrado cruzar a Soledad.
Decepcionados
por la actitud de Seineldín, Castagneto y Rico no abandonaron la idea
de una postrera defensa de Puerto Argentino: la encabezarían ellos
mismos
Los comandos pasaron la noche bajo la nieve, mirando con los visores nocturnos, pero el SAS nunca apareció. Y
a eso de las cuatro de la mañana Castagneto los impone de una nueva
orden que acababa de recibir: ocupar una posición de bloqueo al oeste de
la península de Cambers, en dirección a Monte Longdon, para evitar el
avance de los ingleses, que venían de superar al Regimiento 7. Se trataba lisa y llanamente de una misión suicida.
Unos cuarenta hombres sin armamento pesado eran ubicados a la
intemperie frente a la artillería británica y dos o tres de sus
batallones. “No me pregunten el por qué de esta orden”, se atajó
Castagneto. Pero cuando el capitán Ricardo Frecha, que tenía con él una relación especial más allá de la profesión, lo agarra en un aparte, el mayor le dice: “No quieren que estemos en Puerto Argentino y hagamos la Operación Alcázar”.
Para evitar eso, los mandaban a una misión suicida.
“Ponernos
en esa posición de bloqueo era una locura –me comenta Frecha–. Pero te
aseguro que de ahí no nos íbamos a mover, moriríamos allí. Castagneto
moría ahí, Rico moría ahí, yo moría ahí. Pensaba en mi esposa: bueno,
ella va a poder rehacer su vida, es una linda mujer, todo pasará para
ella. ¿Y mis hijos? ¡Los dejo huérfanos! ¿Trascenderé en ellos? Pero no
había marcha atrás. Milagrosamente, la guerra terminó esa madrugada, y
pararon todo”.
El
capitán Ricardo Frecha supo que los sacaron a último momento de Puerto
Argentino para impedir la Operación Alcázar (Fotos: Nicolás Kasanzew)
Ese
día Castagneto agotó las baterías, llamando por radio para que los
cruzaran nuevamente a Puerto Argentino. Quería volver para poner en
práctica la Operación Alcázar. Y no hubo manera. Recién cuando escuchó
por la radio militar que la rendición estaba acordada, después de unos
cuarenta llamados que había hecho pidiendo que mandaran el barquito para
cruzarlos, vio al Forrest que salía de enfrente a recogerlos,
El
jefe de comandos nunca imaginó que la rendición se produciría en forma
tan precipitada y sin haber ofrecido la resistencia final. Él había
propuesto lo que haría cualquier soldado verdaderamente profesional:
combatir sin parar. Su postura era, asimismo, altamente espiritual: pensaba en el juicio de la Historia, antes que en la propia supervivencia.
El mayor Mario Castagneto (centro) pensó que podían tomar la Casa del gobernador y resistir
Sin
embargo, no necesariamente la iniciativa de Castagneto iba a ser
coronada con la muerte de todos los valientes atrincherados. En 1984,
ese brillante intelectual que fue Manfred Schönfeld, me decía: “No acepto de modo alguno la típica excusa de que Menéndez estaba preocupado por su tropa. Hay ejemplos en la historia de cómo resuelve eso un oficial pundonoroso. Si entre esa muchachada se hubiese corrido la voz ‘¡El general en persona está lanzándose al ataque! ¡Carga frente a nosotros contra el enemigo!’ eso
los hubiera galvanizado. Porque no hay soldado; ni profesional, ni
conscripto, que resista eso. Y eso es lo que debiera haber hecho el
general Menéndez. También, si se hubiera atrincherado en la casa del gobernador con cuadros,
anunciando a los cuatro vientos que ha licenciado a su tropa,
especialmente a los conscriptos, pero que él de ahí no se mueve, que
tendrán que sacarlo muerto, yo me juego la cabeza, conociendo como creo
conocer a los ingleses, en cuyo país viví nueve años seguidos, que si él
hace eso, los ingleses se frenan. Si llega el mensaje a Londres –y a
todo el orbe–: ‘El hombre no se va a rendir. Habrá que pasarlo a
cuchillo a él y a sus doscientos selectos. ¿Qué hacemos? ¿Vamos a pasar
por unos monstruos? ¿Cinco mil hombres vamos a masacrar a
doscientos, cuando ellos con sus diez mil respetaron a nuestros ochenta
Marines que estaban antes del 2 de abril?’ –me juego nuevamente la
cabeza que la respuesta iba a ser: ‘Negocie con el hombre’.
Y entonces, cuando se negocia, algo se saca. Algo más honorable, más
digno. Pero irse así al mazo, es lamentable. Demostrativo de que ese
general evidentemente no domina su oficio, ni tampoco tiene las
cualidades esenciales del militar, que son el coraje y el espíritu de
sacrificio”.
Después
de todo, los jefes están justamente para hacer esa clase de gestos,
interpretando la necesidad histórica. Menéndez, en cambio, no se rindió
el 14 de junio. Ya había llegado rendido a las islas el 7 de abril.
Una modificación iraquí del tanque T-55, nombre en clave Enigma, utilizado durante la batalla.
Mapa de operaciones militares durante la liberación de Khafji.
Tras la invasión de Kuwait por Saddam Hussein, decidió con optimismo adelantarse a la inminente guerra terrestre con la esperanza de provocar a la Coalición antes de que estuviera lista. Si tomaba la iniciativa y generaba suficiente ímpetu, razonó, podría absorber las fuerzas de la coalición poco a poco, infligir bajas y asegurar prisioneros, dañando así la moral y la unidad de la coalición ante el resplandor de los medios de comunicación del mundo.
Aunque se anticipó que la lucha se llevaría a cabo principalmente en los desiertos de Arabia Saudita e Irak, existía la preocupación de que tendría que librarse una gran batalla urbana para liberar la ciudad de Kuwait. El 30 de enero de 1991, cuando se libró un enfrentamiento urbano inesperado en la ciudad saudita de Khafji, se dio una muestra de lo que podría suceder en el futuro.
El gran yacimiento petrolífero Wafra de Kuwait se extiende a ambos lados de la frontera entre Kuwait y Arabia Saudita y se encuentra justo al oeste de la ciudad kuwaití de Wafra. La ciudad saudí más cercana es Khaji, que se encuentra en la costa sureste, a unos 20 km de la frontera con Kuwait. El yacimiento petrolífero de Wafra se encuentra en una denominada zona petrolera neutral compartida por Kuwait y Arabia Saudita, y fue operado conjuntamente por Kuwait Oil Company y el gigante petrolero estadounidense Texaco. Arabia Saudita y Kuwait compartieron la producción. Una de las razones de Saddam para invadir a su vecino fue que los kuwaitíes estaban extrayendo cantidades tan grandes de petróleo que estaban obligando a bajar los precios mundiales del petróleo. Esto, a su vez, estaba afectando los ingresos del petróleo iraquí en el momento en que Saddam intentaba reponer las arcas de su país tras la desastrosa guerra entre Irán e Irak.
Khafji se dio cuenta por primera vez el 16 de enero de 1991 cuando un tanque de almacenamiento de petróleo fue alcanzado por un bombardeo iraquí. La ciudad formó el único cruce en la carretera costera que une Arabia Saudita con Kuwait al norte y Bahrein, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Omán al sur. La artillería de Saddam, ubicada más allá de la frontera con Kuwait, anunció su campaña de vandalismo ambiental, durante la cual destruyó los yacimientos petrolíferos de Kuwait. El bombardeo provocó un gran incendio y una nube ondulante de humo negro se demoró sobre la ciudad como una ominosa advertencia de tormenta.
Como Khafji estaba dentro del alcance de la artillería iraquí, las fuerzas de la coalición se vieron obligadas a permanecer muy al sur, dejando la ciudad indefensa. En vista del peligro, la población de la ciudad de unas 15.000 personas fue evacuada rápidamente. Todo el mundo sabía que Khafji había estado vacío durante dos semanas después de que las cadenas de noticias globales transmitieran escenas de las calles vacías y polvorientas. Era un vacío que Saddam pretendía llenar. Como había sido evacuada, no había riesgo de víctimas civiles, pero, por desgracia para los iraquíes, la ciudad era de planta abierta, con edificios principalmente de dos plantas. Por lo tanto, en lugar de proporcionar un paraíso para los defensores, en realidad no les dio ningún lugar donde esconderse.
En retrospectiva, parece una operación temeraria, pero en ese momento presentó una buena oportunidad para Saddam. La ciudad estaba cerca de las fuerzas defensivas iraquíes dentro de la KTO que podían brindar cobertura; estaba al alcance de la mano de la Fuerza Aérea Iraquí y, al estar en la costa, la Marina Iraquí también podía intervenir. Además, el área estaba defendida en gran parte por las fuerzas saudíes, lo que Saddam pudo haber sentido que sería una opción blanda. Los marines estadounidenses vecinos también serían atraídos a la ciudad y aplastados por un ataque frontal. Luego, una fuerza de tanques iraquíes de flanqueo los atacaría desde el oeste, mientras que la Armada iraquí desembarcaría tropas en el este. Saddam planeó hacer un total de cuatro incursiones a lo largo de la frontera desde Wafra hacia el este hasta Khafji en la costa.
Justo al otro lado de la frontera con Kuwait, la punta de lanza de Saddam para el ataque de Khafji consistió en la 5ª División Mecanizada de élite. (En términos organizativos, las divisiones mecanizadas iraquíes tenían dos brigadas mecanizadas y una brigada blindada, mientras que las divisiones blindadas tenían dos brigadas blindadas y una brigada mecanizada. Las brigadas blindadas tenían tres batallones blindados y un batallón mecanizado, mientras que las brigadas mecanizadas tenían tres batallones mecanizados y un tanque batallón.) El cuerpo de padres de la 5ª División planeó lanzar un asalto simultáneo de cuatro frentes. No está claro si fue parte de un ataque más amplio por el Wadi al-Batin, aunque la falta de cobertura aérea adecuada hizo que esto fuera poco probable. Sin embargo, para reforzar el ataque a Khafji, otras tres divisiones mecanizadas, compuestas por unos 60.000 hombres y 240 tanques, se reunieron cerca de Wafra en Kuwait. Es notable que a la élite de la Guardia Republicana no se le asignó ninguna parte en esta operación. El otro actor clave, la Fuerza Aérea Iraquí, también brilló por su ausencia total.
Serían los saudíes quienes soportarían la peor parte del asalto de Saddam en Khafji. Seis días después de que comenzara el bombardeo, se detectaron fuerzas blindadas iraquíes desplegando un convoy hacia Arabia Saudita. La respuesta de la coalición fue rápida y un ataque aéreo destruyó cincuenta y seis vehículos. Normalmente, una vez que se anotaba un impacto, las tripulaciones iraquíes de cualquier vehículo vecino abandonarían su equipo y saldrían corriendo, dejándolos para que los eliminen.
Los elementos principales de la 5.a División Mecanizada iraquí, hasta la fuerza de la brigada (tres o cuatro batallones), que comprende unos 2.000 hombres con cincuenta tanques de batalla principales T-54/55 y APC con orugas BMP / YW 531, se movieron sobre un frente de 50 millas la noche del 29 de enero. Cruzaron la frontera de Kuwait sin ser detectados y avanzaron hacia el sur, apoyados por diecisiete lanchas patrulleras rápidas, que se desplazaron por la costa con grupos de desembarco de comandos.
La RAF se abalanzó sobre el elemento naval del asalto, golpeando al menos a dos de los barcos y dispersando a los demás. La Royal Navy también atacó patrulleros iraquíes que podrían haber estado destinados a la operación Khafji el 29 de enero de 1991, cuando la fragata británica HMS Gloucester lanzó helicópteros Lynx armados con misiles Sea Skua. Un segundo convoy apareció al día siguiente, incluido un dragaminas iraquí, tres botes de ataque rápido y tres barcos de desembarco. Los aviones RAF Jaguar y USAF A-6 los atacaron. En la desesperada batalla de la isla de Bubiyan, veinte embarcaciones navales iraquíes intentaron huir a aguas iraníes. Se dio Chase y solo dos embarcaciones dañadas sobrevivieron al ataque aéreo; el resto quedaron destrozados en llamas.
Ante la incursión de Saddam, el primer movimiento de la Coalición fue cortar sus líneas de comunicación entre Kuwait y Khafji. Se enviaron aviones Jaguar de la RAF británica y aviones antitanques A-10 Thunderbolt estadounidenses para atacar a cualquier fuerza al norte de la ciudad. También se utilizaron helicópteros de ataque Cobra del Cuerpo de Marines Estadounidenses y artillería de 155 mm para sellar la ciudad.
A unos 90 km de la costa, una brigada de tanques iraquíes de apoyo se topó con el batallón de infantería blindada ligera de la 1ª División de Infantería de Marina de EE. UU. El tiroteo que siguió involucró helicópteros de ataque estadounidenses y A-10, y las fuerzas de Saddam perdieron veinticuatro tanques y otros trece vehículos. Un tanque iraquí logró dar cuenta de un solo vehículo blindado ligero marino (LAV), mientras que un segundo fue destruido inadvertidamente por fuego amigo. Los estadounidenses sufrieron once muertos, siete de ellos en el incidente del fuego amigo. Esto dio como resultado que se agregaran señales de reconocimiento aéreo a cada vehículo de la coalición, con V blancas invertidas pintadas a los lados y un marcador naranja en la parte superior.
Una segunda brigada iraquí de apoyo rebotó en el Batallón de Infantería Ligera Acorazada de la 2ª División de Infantería de Marina de EE.UU. Un LAV con misiles guiados por cable (TOW, por sus siglas en inglés) lanzados desde un tubo y con seguimiento óptico representó dos tanques iraquíes. Al oeste de la ciudad, el 15º Regimiento Mecanizado iraquí se topó con una unidad de tanques de Qatar. Todas estas fuerzas iraquíes también sufrieron ataques aéreos y retrocedieron, perdiendo ochenta vehículos en las afueras de Khafji. Sorprendentemente, el otro batallón blindado de los iraquíes, sin embargo, iba a hacer a un lado a una fuerza saudita de protección y ocupar Khafji.
A última hora del 29 de enero, o a primera hora del 30, los saudíes se enteraron de que cincuenta y siete vehículos blindados iraquíes se dirigían hacia la planta desalinizadora de Khafji. Una compañía de infantes de marina sauditas ligeramente armados se retiró rápidamente de la ciudad. La lentitud inicial de las fuerzas aéreas de la coalición para responder a esta amenaza se debió a que los marines estadounidenses luchaban por hacer retroceder a elementos de la 20.ª Brigada Mecanizada y la 26.ª Brigada Blindada más al oeste.
Una docena de soldados kuwaitíes ocupaban un búnker en medio de la ciudad, desde donde habían estado informando sobre las mareas negras. El corresponsal de la BBC, David Shukman, informó mordazmente: "Así como las tropas kuwaitíes no vieron ningún sentido en luchar cuando su país fue invadido, consideraron inútil resistir en la noche de luna del 29 de enero cuando los tanques iraquíes avanzaron hacia Khafji". Siguiendo el ejemplo dado por su emir el 2 de agosto [1990], los kuwaitíes saltaron a sus autos privados, que estaban estacionados al lado del búnker, y huyeron para salvar sus vidas.'
"El ataque iraquí fue una sorpresa", recordó Alan Munro, embajador de Gran Bretaña en Arabia Saudita en ese momento. "De hecho, la prensa se enteró por primera vez cuando un corresponsal trató de llamar al hotel de la ciudad y encontró a un soldado iraquí respondiendo la llamada".
Durante las primeras horas, un vuelo de helicópteros Cobra de la 369ª Ala de Pistoleros de EE. UU. persiguió a los blindados iraquíes utilizando gafas de visión nocturna, pero tuvo que regresar a la base cuando se quedaron sin combustible. Fueron reemplazados por cuatro Cobras más, que destruyeron una fuerza mecanizada del tamaño de un pelotón. Alrededor de las 5:00 am, los saudíes se dieron cuenta de que Saddam realmente hablaba en serio, ya que se observaron alrededor de doce vehículos blindados iraquíes en el extremo occidental de la ciudad. Sin embargo, ningún tanque iraquí entró en Khafji; todos habían sido eliminados por el norte, aunque algunos vehículos blindados de combate entraron.
Inicialmente, el comandante saudí, el príncipe Khalid Bin Sultan al-Saud, entró en pánico porque había sido su decisión retirar la guarnición de Khafji. También parece que es posible que no haya informado a su tío, el rey Fahd, quien estaba comprensiblemente furioso porque Saddam ahora ocupaba parte de su reino. El general Schwarzkopf se horrorizó cuando le informaron que el rey Fahd quería que los bombarderos estadounidenses aplastaran a Khafji. 'Lo siento', respondió Schwarzkopf, 'no nos comportamos de esa manera. ¿Te imaginas cómo se vería a los ojos del mundo si los Estados Unidos de América bombardearan una ciudad saudí hasta convertirla en escombros solo porque había unos cuantos iraquíes allí?
Al día siguiente, bajo un asalto implacable de los A-10, los otros dos batallones iraquíes atacantes no lograron pasar. Dentro de Khafji, aunque se había lanzado al ataque una brigada de 2.000 hombres, los iraquíes sólo contaban con unos 600 defensores con armas de apoyo de infantería y algunos tanques en las afueras. Este batallón solitario, actuando como el puño de Saddam en Arabia Saudita, iba a resistir valientemente durante dos días. Aunque la ciudad no tenía valor militar real, la Coalición no podía abandonarla. Aparte de la inevitable pérdida de prestigio, dos grupos de reconocimiento de la Marina de los EE. UU. quedaron atrapados en Khafji junto con los soldados iraquíes.
Esta imagen muestra lo que parece ser el destacamento de mando de un pelotón de infantería alemán. En primer plano, a la izquierda del operador de radio, se encuentra el comandante de pelotón o Zugführer. Sus correas de hombro están oscurecidas, pero se puede suponer que es un Oberleutnant o un Leutnant. Se puede ver a su segundo al mando, un Oberfeldwebel (Sargento Mayor), sentado en una caja de municiones en el centro, mientras que uno de los líderes de su escuadrón (un Unteroffizier o Cabo, que lleva una Cruz de Hierro) se sienta en el borde de la trinchera fumando. un cigarrillo y tomando notas. A partir de las metralletas rusas PPSh-41 capturadas que salpican la posición, se puede suponer que estos hombres están en algún lugar del frente oriental.
En el ejército de campaña, el profesionalismo fue el núcleo de la forma en que el cuerpo de oficiales del ejército alemán llevó a cabo las operaciones militares. Los hombres que comandaban los ejércitos de Hitler eran todos profesionales de carrera que habían entrenado toda su vida para llevar a los hombres a la batalla. Fue una cuestión de orgullo profesional que se comportaran de la mejor manera posible y que sus unidades o cuarteles generales se comportaran de una manera que mejorara su reputación militar. El respeto de sus compañeros era muy importante para los oficiales alemanes.
El ejército alemán pudo haber sido superado en número por sus oponentes, pero era muy raro que sus unidades en el campo fueran superadas. Libres de la intromisión del Führer, los comandantes realizaron su oficio con eficiencia y cierto estilo. El trabajo eficiente del personal no es un fin en sí mismo. El ejército alemán creía que su propósito era proporcionar a los comandantes la capacidad de juzgar con precisión el flujo de la batalla, tomar decisiones racionales y luego ejecutar las medidas necesarias. Los cuarteles generales alemanes se administraron en general de manera muy eficiente. Los comandantes recibieron información actualizada sobre el campo de batalla y pudieron traducir sus conceptos de operación de manera eficiente en órdenes viables, que luego se transmitieron de manera efectiva a las unidades subordinadas.
Por debajo del nivel del grupo de ejércitos, el sistema de mando del ejército era muy robusto, demostrando su valía una y otra vez, en situaciones de combate que habrían llevado a otros ejércitos al colapso. Los procedimientos de mando y control se probaron y probaron, y cada comandante y cuartel general conocían sus misiones y responsabilidades. Este no era solo un caso de tener órdenes detalladas, sino de asegurarse de que los subordinados tuvieran una idea clara del panorama general para que pudieran actuar de acuerdo con su propia iniciativa si perdían el contacto con el cuartel general superior. Al famoso general blindado del Frente Oriental Hermann Balck, por ejemplo, comandante de la 11ª División Panzer, siempre le gustó estar presente mientras sus tanques de contraataque se enfrentaban al enemigo para asegurarse de que sus subordinados aprovecharan al máximo las oportunidades cuando surgían.
A medida que avanzaba la guerra, Hitler intentó controlar a sus generales en un grado cada vez mayor. Los culpó por el creciente número de derrotas sufridas por el ejército alemán, y quería asegurarse de que la guerra se librara de la manera que él quería. En los gélidos páramos de Rusia o en el desierto africano parecería fácil desobedecer las "locas órdenes del cabo bohemio". Pero a medida que la larga lista de generales despedidos y deshonrados creció durante 1942 y 1944, se volvió cada vez más arriesgado desobedecer las órdenes del Führer. Carreras, salarios y familias estaban en riesgo. Manstein calculó que de 17 mariscales de campo del ejército sólo uno, Keitel, y sólo tres de los 36 coronel-generales lograron evitar ser despedidos durante el curso de la guerra. Con la ejecución de unos 35 generales y cientos de oficiales subalternos del ejército después del fallido plan de bomba de julio de 1944, fue un hombre muy valiente quien se arriesgó al disgusto de Hitler.
Todavía había un núcleo de oficiales alemanes que hasta el final antepusieron la vida de sus tropas a la lealtad al Führer. Cuando quedó atrapado en la ciudad soviética de Kirovograd con su XLVII Cuerpo Panzer en enero de 1944, el general Fritz Bayerlein, un experimentado veterano del Cuerpo de África, simplemente apagó las radios en su cuartel general. Sabía que recibiría una orden de "reposo" de Hitler. Sin embargo, ordenó a sus tropas que se dispersaran hacia el oeste. "Kirovograd suena demasiado a Stalingrado para mi gusto", fue su comentario sobre la situación mientras salvó su mando de una destrucción segura. Del mismo modo, el general Theodor Busse, antiguo jefe de personal de Manstein en el Grupo de Ejércitos Sur, ignoró las órdenes de luchar hasta el final y se escapó de un bolsillo al sur de Berlín en los últimos días de la guerra con 40.000 hombres de su maltrecho Noveno Ejército, que estaban en su mayoría mal equipados y sin municiones. Para entonces, incluso el buen trabajo del personal no era suficiente para salvar el Reich de los Mil Años de Hitler.
Comandantes jóvenes
Lejos de ser autómatas, los oficiales subalternos alemanes fueron entrenados para adaptarse y enfrentarse eficazmente al enemigo y al terreno sobre el que realizaban operaciones. Eran el cemento que mantenía unido al ejército alemán y lo mantenía luchando.
En las murallas exteriores del Tercer Reich en los últimos días de la guerra, la carga de mantener unidos a los maltrechos restos del ejército cayó sobre los hombros de un pequeño grupo de coroneles y mayores veteranos. Cuando las divisiones fueron diezmadas una y otra vez por la masiva potencia de fuego aliada o arrolladas por hordas de tanques soviéticos, pequeños grupos de soldados alemanes liderados por comandantes decididos formaron grupos de batalla ad hoc para tratar de cerrar la brecha en la línea del frente.
El cuerpo de oficiales subalternos del ejército alemán, es decir, entre el rango de Oberst (coronel) y Leutnant (segundo teniente), era la columna vertebral de la máquina de guerra de Hitler, y era el vínculo vital entre el Führer, el alto mando de la Wehrmacht y los soldados ordinarios. . Se debió en gran parte a los oficiales subalternos que el ejército de Hitler siguió luchando a pesar de las abrumadoras dificultades que enfrentaba.
Durante la guerra, el ejército alemán no quiso diluir su cuerpo de oficiales promoviendo directamente a los suboficiales (suboficiales) de las filas, aunque en condiciones extremas se produjeron ascensos de campo. Todos los oficiales potenciales sirvieron primero en las filas antes de la selección para el entrenamiento de oficiales antes de recibir el nombramiento de "aspirantes a oficiales". La calificación educativa básica se estableció alta, lo que significó que muchos suboficiales no pudieron progresar en el cuerpo de oficiales. Los oficiales potenciales que fueron seleccionados durante su entrenamiento de reclutamiento básico tenían que haber aprobado el examen de ingreso a la universidad, pero los oficiales potenciales de mayor rango estaban exentos de este requisito. Después de servir varios meses en una unidad bajo supervisión, el aspirante a oficial sería enviado a la Escuela de Formación de Oficiales en Doberitz, cerca de Berlín, para un curso básico de formación de oficiales de seis meses. La mayoría de los oficiales comisionados antes del comienzo de la guerra eran reclutas, que fueron liberados para volver a la vida civil después de sus dos años de servicio nacional.
En los primeros años de la guerra, la mayoría de los coroneles y mayores habían sido soldados profesionales en la antigua Reichswehr. Eran los últimos de la vieja guardia, y muchos eran aristócratas o hijos de familias militares de carrera. La rápida expansión del ejército y la primera ola de fuertes bajas en Rusia y África en 1941-42 significó que cuando Alemania se vio obligada a ponerse a la defensiva después de Stalingrado y Kursk en 1943, estos hombres estaban liderando divisiones o sirviendo como oficiales de estado mayor -Nivel de sede. A medida que ascendían al mando, sus puestos fueron ocupados por hombres que habían ascendido en las filas para ahora liderar batallones y regimientos de primera línea.
Por tanto, la carga del liderazgo recayó en hombres que habían sido comisionados como jóvenes tenientes en los primeros años del ascenso de Hitler al poder y luego progresaron a través del entrenamiento de oficiales durante la década de 1930. Esta infusión de oficiales de reserva después de 1943 transformó el cuerpo de oficiales del ejército alemán de una fuerza profesional en tiempos de paz a una que reflejaba la sociedad alemana en su conjunto. Los oficiales de reserva eran casi todos de la clase media baja o clases profesionales con educación universitaria. El control nazi del sistema educativo alemán en la década de 1930 significó que esta generación de oficiales estaba casi totalmente adoctrinada con la ideología racista del Führer. En algunas divisiones, esto significó que más de una cuarta parte de todos los oficiales eran miembros del Partido Nazi.
Comando de misión
Un factor importante que contribuyó al éxito del ejército alemán en el campo de batalla fue el hecho de que su cuerpo de oficiales estaba capacitado en lo que ahora se conoce como Análisis de Misión o Auftragstaktik. Los oficiales alemanes de todos los rangos fueron entrenados para poder luchar sin órdenes detalladas, para conformarse con una breve declaración de las intenciones de su comandante. El comandante les dijo a sus subordinados lo que quería lograr, no cómo hacerlo. Se esperaba que los oficiales subordinados fueran capaces de pensar con rapidez y adaptar sus breves órdenes para cumplir con los requisitos de la situación en el terreno.
Las técnicas alemanas de Auftragstaktik diferían fundamentalmente de los procedimientos de mando más rígidos adoptados por los aliados. Este último se basó en lo que los alemanes llamaban Befehlstaktik, o dirección detallada de todas las tropas. Las diferencias en los procedimientos de mando fueron en gran parte responsables de la capacidad de los alemanes para recuperarse del borde del desastre una y otra vez.
Después de 1943, las fuerzas aliadas rompieron regularmente las líneas alemanas en ataques masivos que involucraron enormes bombardeos de artillería y apoyo aéreo. Se trataba de operaciones estrechamente coreografiadas y a los subordinados menores se les permitía poca libertad de acción. Sin embargo, estos ataques invariablemente se estancaban o se desviaban. Los comandantes aliados a menudo mostraron poca iniciativa. Simplemente esperaban nuevas órdenes, refuerzos o nuevos suministros, dejando a las debilitadas tropas atacantes vulnerables al contraataque.
Este fue el punto en el que la doctrina de mando alemana se impuso. Le dio al comandante en el terreno la libertad de acción para hacer lo que fuera necesario para detener el ataque, sin referencia a un mando superior. En muchos casos, por supuesto, dicha referencia hacia arriba fue un acto realmente imposible, porque los bombardeos de artillería o los ataques aéreos habían cortado las comunicaciones con el cuartel general superior.
Para la ejecución de Auftragstaktik, los procedimientos de mando requerían comandantes altamente capacitados, experimentados y seguros. El concepto de que el aspirante a comandante debería ser entrenado para hacerse cargo del trabajo de su superior inmediato era fundamental para el entrenamiento de oficiales alemanes en ese momento. Por lo tanto, los comandantes de la compañía tenían que estar preparados para asumir el mando de su batallón si su comandante estaba incapacitado. Del mismo modo, los líderes de pelotón tenían que estar preparados para reemplazar al comandante de su compañía si éste resultaba muerto o herido.
Los períodos de trabajo en puestos de estado mayor preparaban a los oficiales para comandar un grupo de batalla de armas combinadas o Kampfgruppe. Se desarrolló una comprensión práctica de cómo la infantería, los tanques, los cañones antitanques, la artillería, los morteros, los ingenieros de combate y la aviación podrían trabajar juntos mediante la capacitación del personal y las maniobras. Los cursos de capacitación comenzaron con instrucción sobre las capacidades de las diversas armas y equipos que se encuentran en el Ejército de Alemania, luego progresaron a ejercicios de entrenamiento sin tropas donde los estudiantes tenían problemas tácticos para resolver, y caminaban por el terreno con instructores discutiendo la mejor solución. Luego, los estudiantes se graduaron para realizar ejercicios de campo a gran escala con tropas de demostración. En estos ejercicios, los estudiantes se intercambiaban entre las asignaciones de mando para que tuvieran experiencia en el trabajo con diferentes armas y equipos.
El concepto de Kampfgruppe tuvo tanto éxito para los alemanes porque surgió de una doctrina de combate con todas las armas, centrada en la idea de unidad de mando, o Einheit. El ejército alemán había abandonado hacía mucho tiempo la idea de unidades de combate de un solo servicio. Cada cuerpo, división, regimiento y batallón contenía diferentes tipos de armas y subunidades. En el campo de batalla era rutinario que ocurriera una mayor mezcla de armas y tipos de unidades, ya que los Kampfgruppen se formaron para misiones específicas y luego se disolvieron cuando se completaron. En los ejércitos aliados y soviéticos, la formación de unidades totalmente armadas se veía constantemente frustrada por discusiones sobre las relaciones de mando, como que los comandantes de tanques no querían estar bajo las órdenes de la infantería. En el ejército alemán, el papel del comandante del Kampfgruppe estaba bien definido: era el jefe y punto.
Había procedimientos bien practicados para establecer Kampfgruppen y transferirles el mando de las subunidades. Era habitual construir un Kampfgruppe alrededor de un batallón o cuartel general de regimiento existente para garantizar que todas las capacidades de planificación y comunicaciones necesarias estuvieran disponibles para el comandante del Kampfgruppe. Si bien un Kampfgruppe específico podría estar centrado en un batallón o regimiento específico, era habitual que se lanzaran una variedad de subunidades de apoyo para completar sus capacidades de combate. Estos generalmente incluían ingenieros de combate, unidades de comunicaciones, cañones antitanques, cañones de asalto, apoyo médico, unidades logísticas con munición adicional y suministros de combate, tropas de reconocimiento, policía militar para el control de tráfico, especialistas en inteligencia, morteros pesados, lanzacohetes, personal de planificación de artillería y observadores. Estos últimos fueron de particular importancia porque determinaron el nivel de apoyo de fuego disponible para una operación específica.
Los comandantes de batallón y compañía alemanes más exitosos solían estar entre los veinte y los treinta años. Motivaron a sus hombres liderando desde el frente, compartiendo las privaciones de sus tropas de primera línea. Ejemplos de estos hombres incluyeron al Dr. Franz Bake, quien alcanzó la fama como el comandante de un Kampfgruppe de tanques Panther que encabezó el intento de rescate para abrir una ruta a la Bolsa Korsun-Cherkassy en febrero de 1944. También tuvieron que convencer a sus tropas de que tenían sus intereses en el corazón y no iban a desperdiciar sus vidas en operaciones estúpidas o infructuosas. Pero en las condiciones extremas del Frente Oriental, los comandantes también tuvieron que actuar sin piedad para mantener la disciplina. El punto en el que las unidades se resquebrajaron bajo presión era difícil de juzgar, pero si el pánico iba a ser cortado de raíz, a veces los indecisos tenían que ser tratados con dureza. Este fue particularmente el caso cuando las unidades estaban en peligro de ser rodeadas. Después de Stalingrado en 1943, los soldados alemanes comunes tenían mucho miedo de quedar atrapados en los bolsillos, o Kessels, y las unidades se derrumbaban ocasionalmente cuando las tropas soviéticas se colocaban detrás de ellos. Este síntoma se conoció como "estrés de Kessel", y los alemanes pensaron que debía tratarse con cuidado si los comandantes iban a mantener sus unidades luchando para darles la oportunidad de escapar o lanzar un contraataque contra el enemigo.
Aunque las deserciones eran raras, especialmente en Rusia, donde la población local era casi universalmente hostil a los alemanes, se instaba regularmente a los oficiales a tomar medidas duras contra la mala disciplina. Las cortes marciales de campaña eran cada vez más comunes a medida que avanzaba la guerra. Los oficiales subalternos estaban autorizados a disparar en el acto a cualquier soldado que vacilara ante el enemigo, o fueron vistos cruzando las líneas enemigas. Sin embargo, al final, mantener a las tropas luchando fue una tarea cada vez más difícil a medida que la fe del soldado común en el Führer comenzó a flaquear.
Heinz Guderian, arquitecto del brazo blindado de la Wehrmacht, dirige el Segundo Ejército Panzer desde su vehículo de mando personal en 1941. Guderian, como muchos comandantes alemanes, prefirió dirigir las operaciones desde lo más cerca posible del frente. Su vehículo está equipado con una gran radio y una máquina de cifrado enigma para las comunicaciones con el alto mando y otras unidades en el campo. Esperando cerca hay varios motociclistas, listos para llevar mensajes a las unidades en medio de los combates.
Alto Mando
El ejército alemán contenía algunos de los generales más talentosos para prestar servicio en la Segunda Guerra Mundial, pero la interferencia continua de Hitler, que desconfiaba de muchos de sus "generales derrotistas", diluyó su eficacia y dañó el esfuerzo bélico alemán.
El Estado Mayor Prusiano fue una institución temida en los años previos a la Primera Guerra Mundial debido a su reputación de profesionalismo y eficiencia. Después de esa guerra, los aliados victoriosos la culparon de llevar a Alemania por el camino de la agresión, y en el Tratado de Versalles de 1919 la organización fue declarada ilegal.
La estructura de alto mando militar de Hitler era una bestia muy diferente de la de Bismarck o Kaiser Wilhelm II. Estaba decidido a mantener el control de las fuerzas armadas, y para hacerlo, el 4 de febrero de 1938, estableció el Alto Mando de las Fuerzas Armadas (Oberkommando der Wehrmacht - OKW) para reemplazar el antiguo Ministerio de Guerra. Con el consentimiento de los jefes de servicio, Hitler se convirtió en comandante supremo de las fuerzas armadas y, a partir de entonces, el Alto Mando del Ejército Alemán (Oberkommando des Heeres - OKH) se redujo gradualmente a ser un instrumento de la voluntad del Führer, en lugar de la fuente de sólidos consejos militares y planificación imaginativa. Mediante hábiles maniobras políticas, Hitler diluyó los poderes del estado mayor del ejército porque no quería que fuera una base de poder alternativa a su partido nazi.
"La cualidad más sobresaliente de Hitler fue su fuerza de voluntad", comentó el coronel general Heinz Guderian. “Haciendo ejercicio de su voluntad, me obligó a seguirlo. Este poder suyo funcionaba por medio de la sugestión y, de hecho, su efecto en muchos hombres era casi hipnótico. En el OKW casi nadie lo contradecía: los hombres estaban en un estado de hipnosis permanente, como [el mariscal de campo] Wilhelm Keitel [jefe del OKW], o de resignada aquiescencia, como [el coronel general Alfred] Jodl [jefe de operaciones del OKW] . Incluso las personas seguras de sí mismas, hombres que habían demostrado su valentía frente al enemigo, se rendían a la oratoria de Hitler y se callaban cuando se enfrentaban a su lógica, que era tan difícil de refutar ". Otro crítico menos caritativo llamó a Keitel "el sí-hombre irreflexivo e irresponsable de Hitler".
Guderian no señala que el cuerpo de oficiales en su conjunto acogió en gran medida a Hitler y su Partido Nazi. Proveniente principalmente de familias militares establecidas, de la nobleza o de las clases medias profesionales, fue tradicionalmente conservadora y anticomunista. Además, los comandantes superiores detestaban romper el juramento de lealtad a su Führer, incluso cuando la marea de la guerra se había vuelto contra Alemania. A mediados de julio de 1944, por ejemplo, había más de 2.000 generales en el ejército; solo 35 tomaron parte activa en el complot de bombas contra Hitler.
En el ejército, los mariscales de campo comandaban teatros y grupos de ejércitos, mientras que debajo de ellos un ejército estaba dirigido por un Generaloberst (general) o un General der Infanterie o Panzertruppe (teniente general). Una división estaba al mando de un Generalleutnant (mayor general) o un Generalmajor (brigadier), mientras que los regimientos individuales estaban dirigidos por un Oberst (coronel). Sobre el papel, se suponía que el OKW coordinaba las actividades de todos los diferentes servicios armados, pero nunca pasó de ser el personal de planificación personal de Hitler. Los servicios informaban al OKW sobre cuestiones operativas, pero los jefes de los servicios rara vez se reunían, excepto en sesiones formales para recibir órdenes de su Führer. El OKW no era una organización conjunta de jefes de estado mayor donde los jefes de servicio se reunían y presentaban opciones de planificación acordadas o consejos militares a su jefe de estado. “En los estados democráticos, las ramas de las fuerzas armadas y varios aspectos de la economía de guerra estaban firmemente coordinados, pero en Alemania había una extraña separación en poderes independientes”, recordó el general de división F.W. Mellenthin, oficial de estado mayor. “El ejército, la marina, la fuerza aérea, las SS, la Organización Todt, el NSDAP [Partido Nazi], las comisarías, las numerosas ramas de la economía trabajaron por separado, pero recibieron sus órdenes directamente de Hitler. La razón de este extraño y siniestro fenómeno fue, sin duda, el ansia de poder de Hitler y su desconfianza hacia cualquier fuerza independiente. El viejo lema 'divide y vencerás' se llevó a su absurdo lógico ".
Divide y vencerás
Paranoico sobre las amenazas a Hitler estaba feliz de que la fuerza aérea, el ejército, la marina y los barones industriales estuvieran en desacuerdo y dependieran de él para arbitrar sus disputas. Sumado a esta potente mezcla de rivalidades personales y profesionales, Hitler creó su propio ejército privado: las Waffen-SS. Al final de la guerra había crecido a casi 40 divisiones, así como a varios ejércitos independientes y cuarteles generales de cuerpo. En el campo, las Waffen-SS estaban subordinadas al cuartel general táctico de la Wehrmacht, pero tenían sus propios sistemas logísticos, administrativos, de rango y de promoción. Reportaba directamente a la organización de las SS de Heinrich Himmler o personalmente al Führer.
A lo largo de la guerra, generales como Erwin Rommel, Heinz Guderian y Erich von Manstein pidieron repetidamente a Hitler que cambiara esta caótica e ineficiente estructura de mando para maximizar los escasos recursos de Alemania y racionalizar la planificación operativa. Hitler se negó siempre a seguir este consejo. En 1943 había perdido la confianza en sus generales. Los apodó "estrategas de mierda" o "derrotistas". El complot de bombas de julio de 1944 socavó aún más su opinión sobre los escalones más altos del cuerpo de oficiales. Estaba convencido de que en la primera oportunidad los generales intentarían llegar a un compromiso de paz con los aliados. Por lo tanto, la única forma de que Alemania permaneciera encerrada en su titánica lucha con sus oponentes era que él mantuviera el control total de la dirección de la guerra, incluso hasta el más mínimo detalle. No estaba preparado para ser reducido al estado de Kaiser Wilhelm II, quien se convirtió en una herramienta del estado mayor. El señor de la guerra supremo de Alemania no iba a ceder las riendas del poder solo porque eso podría ayudar a sus generales a poner en orden el frente.
El deseo de Hitler de centralizar toda la toma de decisiones no se detuvo dentro del nivel de mando del OKW. Dividió Europa en varios teatros operativos, comandados por generales que estaban trabajando para acabar con sus rivales. La zona de guerra más grande, el Frente Oriental de Rusia, estaba nominalmente dirigida por el OKH. Su área de responsabilidad, a su vez, se dividió en grandes grupos de ejércitos. Los más famosos fueron el Grupo de Ejércitos Norte, Centro y Sur. Se ocuparon respectivamente del Báltico y Leningrado, el frente frente a Moscú y Ucrania. Hitler dejó que el personal del OKH se ocupara de los detalles administrativos de rutina, pero en asuntos estratégicos se ocupó directamente de los comandantes del grupo de ejércitos. A fines de 1941, Hitler se nombró a sí mismo comandante en jefe del OKH, formalizando efectivamente su microgestión de la guerra en Rusia. El desvío del OKH hacia el comando del teatro ruso señaló la desaparición del estado mayor al viejo estilo. El liderazgo del ejército alemán estaba encerrado en el frente oriental y el OKW no estuvo a la altura de la tarea de proporcionar un enfoque alternativo para las fuerzas armadas alemanas. De hecho, Hitler lo diseñó deliberadamente de esa manera.
El teatro mediterráneo fue en gran parte el dominio de la Luftwaffe durante los dos últimos años de la guerra, mediante el nombramiento del mariscal de campo Albert Kesselring como comandante en jefe del Grupo de Ejércitos C en Italia. Su éxito en empantanar a decenas de miles de tropas aliadas significó que Hitler lo dejó en gran parte con sus propios dispositivos.
De 1942 a 1944, el noroeste de Europa fue el dominio del mariscal de campo Gerd von Rundstedt. A los 67 años fue nombrado comandante en jefe de Occidente con responsabilidad en Francia, Bélgica y los Países Bajos. A medida que se acercaba la invasión aliada en la primavera de 1944, Hitler impuso una miríada de niveles de mando bajo Rundstedt, que informaba directamente al Führer, para asegurarse de que el antiguo mariscal de campo no tuviera una influencia real sobre los acontecimientos en el terreno.
Los Balcanes fueron un importante escenario de operaciones para los alemanes, absorbiendo a más de 600.000 soldados durante 1944. Durante los dos últimos años de la guerra, Maximilian Baron von Weichs, ascendido a mariscal de campo en enero de 1943, tuvo la tarea de mantener en secreto Partisanos griegos, albaneses y yugoslavos.
Los grupos de ejércitos solían contener varios ejércitos. Eran las verdaderas casas de máquinas de la máquina de guerra de Hitler y por lo general estaban ubicadas lo suficientemente lejos del cuartel general de Wolf’s Lair del Führer para permitir que los comandantes y su personal tuvieran un grado de independencia en la forma en que realizaban las operaciones. Algunos de los generales alemanes más famosos, como Erich von Manstein, Walther Model, Hans Kluge y Rundstedt, comandaban grupos de ejército en Rusia.
Los comandantes de los grupos de ejércitos fueron, de hecho, el primer nivel de mando en el que las políticas de "divide y vencerás" de Hitler comenzaron a perder su efecto. La Luftwaffe, las Waffen-SS y las fuerzas navales asignadas a un comandante de grupo de ejércitos estaban bajo su control operativo. Las relaciones de mando y personales entre los comandantes superiores a este nivel fueron en general buenas, lo que permitió la formulación de planes coherentes y la conducción eficiente de las operaciones.
Dentro de los grupos del ejército, también era posible que los comandantes realizaran operaciones sin depender demasiado de las radios, que eran muy vulnerables a los sistemas británicos de interceptación y decodificación “Ultra”. El éxito de Manstein en Rusia en 1943 y 1944 se atribuye, en parte, a su creencia en las reuniones informativas cara a cara con su cuerpo y los comandantes de división sobre operaciones futuras. Los británicos perdieron la pista del contraataque de Manstein en Jarkov a principios de 1943 y no pudieron avisar a los soviéticos de los planes del mariscal de campo. Los soviéticos se sobrepasaron peligrosamente y fueron enviados tambaleándose hacia atrás, perdiendo Jarkov, miles de tanques y decenas de miles de hombres por el contraataque de Manstein.
Manstein construyó su cuartel general del Grupo de Ejércitos Sur, anteriormente Grupo de Ejércitos Don, en uno de los más eficaces de la Wehrmacht. Sus batallas en el sur de Rusia y Ucrania desde diciembre de 1943 hasta marzo de 1944 alcanzaron un estatus casi legendario. Contra probabilidades aparentemente abrumadoras, una y otra vez Manstein y su estado mayor salvaron el flanco sur del Frente Oriental del desastre.
En el verano de 1944, Hitler había controlado mucho a los comandantes de su grupo de ejércitos, y Rommel, por ejemplo, descubrió que tenía poca libertad de acción durante la Batalla de Normandía después del desembarco del Día D en junio de 1944. Rommel, como comandante del Grupo de Ejércitos B, en teoría, tenía el mando de dos ejércitos, el Séptimo y el XV, pero Hitler se negó a liberar a este último para trasladarse a Normandía porque creía que las tropas aliadas estaban preparadas para cruzar el Canal e invadir el Paso de Calais. Hitler también emitió órdenes de que ninguna de las divisiones panzer en Francia pudiera moverse sin su aprobación personal. No es sorprendente que el "Zorro del Desierto" creyera que estaba peleando con un brazo atado a la espalda.
Si bien las divisiones alemanas individuales opusieron una fuerte resistencia en sus respectivos sectores, el grupo de ejércitos de Rommel nunca pudo realizar operaciones efectivas a gran escala. Aunque la supremacía aérea aliada jugó un papel importante en la limitación de su libertad de movimiento, también está claro que el Grupo de Ejércitos B nunca se puso realmente de pie. La inteligencia "Ultra" también significaba que los Aliados podían adelantarse a muchos de los movimientos de Rommel.
Los principales cuarteles generales de campo de primera línea eran el ejército, el cuerpo y las divisiones. Por lo general, estos estaban compuestos exclusivamente por unidades del ejército alemán y aquí perduraron los últimos vestigios de la antigua tradición del estado mayor general. El ejército y el cuerpo eran cuarteles generales a los que se les podía asignar una variedad de tipos de unidades, como divisiones panzer, infantería o panzergrenadier, junto con unidades especializadas de artillería, cohetes o cañones de asalto. Se asignarían unidades a estos cuarteles generales, dependiendo de la misión particular que se les asignara. Luego serían retirados una vez que se completara la misión.
El sistema de estado mayor alemán operaba de manera muy diferente a sus contrapartes aliadas o soviéticas, que ponían gran énfasis en el papel del propio comandante para formular ideas y emitir órdenes muy detalladas.
Un ejército, cuerpo o personal del cuartel general de división alemán era una unidad específica por derecho propio, con sus propias unidades de transporte, comunicaciones, administración, suministro y protección. El buen funcionamiento de un cuartel general dependía de la eficiencia de estas unidades de apoyo, en particular del personal de comunicaciones que se aseguraba de que el personal pudiera permanecer en contacto con los cuarteles generales superiores y las unidades subordinadas en todo momento.
El personal se envió a una sede para períodos específicos de servicio y solo podrían desempeñar puestos clave si habían aprobado exámenes de personal muy exigentes. Solo aquellos oficiales que hubieran aprobado el nivel más alto del examen del cuerpo de estado mayor general podían dirigir las ramas de personal superior en una división o nivel superior de la sede. A lo largo de la guerra, el ejército mantuvo su carrera de oficial de estado mayor y su estructura de ascensos, con oficiales que progresaban de un puesto de personal a otro, e importantes interludios en los que fueron destinados para comandar regimientos de primera línea o trabajar como instructores en depósitos de entrenamiento y escuelas de personal. Los alemanes intentaron no caer nunca en la trampa de enviar oficiales médicamente no aptos o de segunda categoría para ocupar el cuartel general de los ejércitos, cuerpos o divisiones de primera línea. Alcanzar un puesto de personal en un cuartel general de primera línea era una ambición de carrera importante para los oficiales alemanes en ascenso, y un requisito esencial antes de pasar al mando de alto nivel y la promoción al rango de general.
Se esperaba que los oficiales de estado mayor alemanes estuvieran en buena forma física y mentalmente ágiles. Tenían que poder hacer visitas a la línea del frente para averiguar qué estaba pasando e inspirar a los subordinados con su ejemplo. Esconderse en un cuartel general de retaguardia seguro no se consideraba una conducta adecuada de los oficiales. La sede tenía que funcionar las 24 horas del día, por lo que la capacidad de pasar sin dormir durante largos períodos de tiempo era un requisito previo para el éxito del oficial de estado mayor alemán.
El cuartel general alemán operaba en varias ramas del personal: operaciones, artillería o planificación de incendios, inteligencia, ingeniería de combate, medicina, suministros, administrativa, legal, cartografía y comunicaciones. Los más importantes eran los oficiales de estado mayor de operaciones y los jefes de artillería. Los primeros eran los encargados de generar propuestas operativas al comandante y jefe de Estado Mayor. Luego formularon órdenes específicas cuando el comandante había decidido el curso de acción a seguir.
El comandante de artillería tenía su propio puesto de mando separado que estaba ubicado junto al ejército, el cuerpo o el cuartel general de la división que apoyaba. A nivel divisional, el cuartel general de artillería se asignó permanentemente, pero en el cuartel general de nivel superior se asignó según la situación táctica para coordinar el fuego de un gran número de unidades de artillería. No era tarea del puesto de mando de artillería dirigir el fuego de las baterías de armas individuales, sino desarrollar planes generales de fuego para apoyar cualquier operación. La planificación centralizada y la ejecución descentralizada fue la forma en que los alemanes emplearon su artillería. El comandante de artillería asignó puestos de observación a las unidades de primera línea y luego les asignó apoyo de baterías de disparo. Dependía de los observadores llamar al fuego, dependiendo de la situación en el terreno. El trabajo del personal del comandante de artillería era trabajar en estrecha colaboración con la rama de operaciones de su cuartel general principal para garantizar que el plan de fuego cumpliera con los requisitos del plan de batalla del comandante. El puesto de mando de artillería controlaba a sus observadores y baterías de disparo por medio de una red de radio separada o un teléfono de campaña, para asegurar que las solicitudes de fuego recibieran una respuesta instantánea.
Jefe de estado mayor
La relación entre un comandante y su jefe de personal fue la clave para el funcionamiento eficaz de un cuartel general alemán. En las sedes británicas, estadounidenses y soviéticas, el jefe de personal estaba realmente a cargo de poco más que el buen funcionamiento de la sede. En el ejército alemán, era en muchos aspectos el co-igual de su comandante. El jefe de estado mayor tenía plena autoridad para tomar el mando si su superior estaba ausente de licencia o fuera de contacto en una visita al frente.
Un comandante tenía que trabajar mano a mano con su jefe de personal para formular planes y luego ejecutarlos. El comandante generalmente pasaba la mayor parte de sus días en el frente visitando unidades o dirigiendo operaciones particulares desde un pequeño cuartel general táctico, mientras que el jefe de estado mayor permanecía en el cuartel general principal monitoreando el progreso general de la batalla para asegurarse de que todo saliera según lo planeado. Durante una crisis tampoco era inusual que el jefe de personal fuera enviado al campo para comandar grupos de batalla ad hoc, o para poner algo de "columna vertebral" en los subordinados vacilantes.
Para sus oponentes, el sistema de mando alemán estaba asombrado. Los éxitos de los años de la Blitzkrieg crearon un mito de la invencibilidad alemana que duró hasta el final de la guerra. Los generales de Hitler, particularmente aquellos que habían planeado grandes derrotas aliadas, como Manstein en Francia en 1940 y Rommel en África, eran vistos como una especie de superhombres militares.
La realidad del sistema de mando del ejército alemán era menos impresionante y de calidad muy desigual. La dirección estratégica general de la guerra estaba totalmente en manos de Hitler en 1941. Había dejado al margen o despedido a cualquier general de alto rango que hubiera intentado interferir en su conducción de la guerra. Se rodeó de oficiales, como Keitel y Jodl, que estaban dispuestos a actuar como sus mensajeros. La justificación de Keitel cuando dio órdenes en marzo de 1944 de que dispararan a 50 prisioneros británicos fugados mostró su bancarrota moral: "Estos fugitivos deben ser fusilados", le dijo a un subordinado reacio. “Debemos dar ejemplo. Lo discutimos en presencia del Führer y no se puede alterar ".
La organización OKW nunca pudo operar como una verdadera sede conjunta. Su personal pasó la mayor parte de su tiempo regurgitando informes del frente para las conferencias diarias de Hitler. Cuando se le pidió que preparara planes para operaciones específicas, hizo poco más que dar a las ideas del Führer un barniz de pulido militar.
Cuando estas órdenes de aficionados llegaban al cuartel general del frente, a menudo eran objeto de gran burla profesional por parte de los oficiales de estado mayor altamente capacitados y experimentados que dirigían el ejército alemán. Un veterano general blindado, Frido von Senger und Etterlin, recordó que una de las charlas animadas de Keitel a los oficiales de primera línea reunidos en mayo de 1944 recibió una acogida muy poco entusiasta. “Sabía que algunos oficiales estaban todo menos entusiasmados por tener que escuchar esas tonterías de propaganda en un momento en que la situación era desastrosa. Pero estos oficiales pensaron que era mejor ocultar sus sentimientos ". El miedo a la revolución había hecho que los seguidores acérrimos de Hitler vigilaran a los "generales poco fiables".