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sábado, 1 de febrero de 2025

EA: Asalto paracaidista al terrorismo en Córdoba


Operación Las Tres Marías: Ataque antiterrorista aerotransportado en Córdoba

Sean Eternos los Laureles

Hace 50 Años, el 3 de Octubre de 1969, se ejecutó la primera misión de combate del sistema de armas Hercules y de Fuerzas Paracaidistas Argentinas, Saltando sobre las sierras cordobesas en misión de búsqueda y destrucción de fuerzas extremistas castroguevaristas. "...con el cuerpo confiado en la tela, puesta el alma en las manos de Dios..."


Otra de las tantas injusticias cometidas en Argentina es la total y lamentable falta de reconocimiento hacia la que fue la primera y única misión de combate aerotransportada a gran escala de las fuerzas paracaidistas y del Sistema de Armas Hércules en su rol primario de transporte paracaidista en el país. Esta operación involucró a la IV Brigada Aerotransportada del Ejército Argentino, con base principal en la provincia de Córdoba, y al Grupo 1 de Transporte de la I Brigada Aérea de la Fuerza Aérea Argentina, con asiento en la Base Aérea de El Palomar, provincia de Buenos Aires.

Este hecho, de enorme relevancia en la historia del paracaidismo militar argentino, ha sido ignorado porque tuvo lugar en un contexto político que no encaja dentro del "Relato" oficial. Sin embargo, lejos de restarle importancia, este marco particular resalta aún más la labor de los paracaidistas del Ejército Argentino, tanto por las limitaciones técnicas con las que debieron operar como por las circunstancias tácticas y políticas en las que la misión se llevó a cabo con éxito. A continuación, y basándonos en parte del testimonio del investigador Alberto N. Manfredi, se expondrán las razones detrás de este silenciamiento histórico.



El hecho en cuestión comenzó en la madrugada del 3 de octubre de 1969, cuando 360 paracaidistas de la IV Brigada Aerotransprotada aguardaban, en medio de gran silencio formados junto a la pista de la Escuela de Aviación Militar, listos para abordar los 3 nuevos aviones de transporte y carga Lockheed C-130E Hércules con que contaba entonces la Fuerza Aérea Argentina, matriculados TC-61, TC-62 y TC-63, y que se hallaban estacionados sobre la cabecera norte, delante de 6 Douglas DC-3/C-47 Skytrain/Dakota, alineados inmediatamente detrás.



  Los hombres con su equipo de salto completo, se hallaban expectantes, atentos a las directivas de los suboficiales, listos para ponerse en movimiento ni bien se impartiera la orden de embarcar, mientras el sol se elevaba por el horizonte, iluminando débilmente el cielo despejado.



  Sin embargo aquellos no eran los únicos efectivos que iban a intervenir. A no mucha distancia de la pista, en el patio de armas, otros 540 efectivos abordaban los 18 camiones militares estacionados frente a la comandancia, en tanto oficiales y suboficiales iban y venían impartiendo órdenes a la vista de las máximas autoridades de la unidad. Muchos de ellos, tropa y mandos, habían participado en los recientes sucesos de violencia que tuvieron a la ciudad de Córdoba como escenario en el mes de mayo y aún sentían sobre sí el peso de aquella responsabilidad. Como sus camaradas en la cabecera de la pista, llevaban sus uniformes de campaña, sobre los cuales lucían insignias y distintivos, cargando el equipo de combate, las mochilas y los fusiles de asalto FAL III Para 50-63 y 50-64 calibre 7.62×51 mm, entre otro armamento, con los que se disponían a entrar en acción.



  Si bien todo ese movimiento era parte de los ejercicios de salto anuales, programados a comienzos de año, en esa oportunidad movía al comando una acción de índole militar pues se tenía información muy firme de que el mismo grupo subversivo que había asaltado uno de los depósitos de armas del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, en la Guarnición Campo de Mayo, el 5 de abril, iba a copar la cercana localidad cordobesa de La Calera, y en base a ello se había planificado una operación en pinzas, que comprendía el factor sorpresa por medio de un asalto aéreo, coordinado con un despliegue terrestre destinado a bloquear cualquier tipo de posible retirada enemiga que se podría llegar a dar.
  Desde los agitados días del “Cordobazo”, se venían sucediendo hechos que tenían en permanente vilo al gobierno: el incendio de los supermercados Minimax, en Buenos Aires y sus alrededores; el asesinato del dirigente sindical peronista Augusto Timoteo Vandor, el 30 de junio de ese mismo año, la agitación en las fábricas y las universidades, todo parecía indicar que algo raro se estaba gestando. Las guarniciones militares se mantenían en permanente estado de alerta y las Fuerzas de Seguridad estaban listas para actuar, igual que en los días previos a la revolución de septiembre de 1955, cuando esa misma zona de Córdoba se transformó en uno de sus principales campos de batalla.



  A esa altura la tropa ya había sido informada que la operación iba en serio, que no era un simple ejercicio, y la ansia propia de todo despliegue que se realiza, dio paso a la incertidumbre y la tensión propia de quien ahora se dirige hacia lo inesperado, y con posibilidad cierta de combate.
  Impartidas por fin las órdenes, los hombres comenzaron a abordar, acomodándose en el interior de las aeronaves. Y cuando los relojes marcaron la hora programada, los pilotos dieron potencia a sus motores y siguiendo las indicaciones de los señaleros, comenzaron a carretear, los pesados Hércules en primer lugar y los veteranos Douglas detrás.


 

Las aeronaves despegaron una tras otra en dirección a Alta Gracia y, a mitad de camino entre la capital provincial y Los Olivares, viraron hacia el noroeste, trazando una amplia elipse en dirección a San Antonio de Arredondo y Villa Independencia. En su recorrido, dejaron a la derecha los campos de Malagueño y a la izquierda, Falda del Carmen.

Al sobrevolar Pampa de Achala y las Altas Cumbres, cambiaron de rumbo hacia el norte. A 2.000 metros de altura, comenzaron a cruzar Traslasierra con destino a Villa Carlos Paz. Al llegar al lago San Roque, pusieron proa a la capital provincial y, manteniendo una velocidad constante de 320 km/h, iniciaron un descenso gradual.

Mientras tanto, en la Escuela de Tropas Aerotransportadas, una columna motorizada avanzaba por las calles internas de la unidad hasta incorporarse a la Ruta 20. Al cruzar los portones, los vehículos giraron a la izquierda, dejando a su derecha el Barrio Aeronáutico y su instituto universitario. Luego, tomaron dirección norte hacia La Calera, ascendiendo la zona serrana por la Ruta 55.

Cuando las aeronaves dejaron atrás Traslasierra, los paracaidistas recibieron la orden de ponerse de pie y alinearse junto a las compuertas. Los Hércules descendieron sus rampas traseras y los soldados se ubicaron al borde del fuselaje, listos para saltar.




La formación aérea se desplegó en abanico, rodeando la localidad por el norte, el centro y el sur, mientras los camiones repletos de tropas se aproximaban desde el este. La población, ajena a lo que estaba por suceder, comenzaba su jornada sin imaginar que una fuerza subversiva estaba a punto de lanzar un ataque.

A bordo de los aviones, los soldados fijaban la vista en la luz roja, esperando con tensión el cambio a verde. Sus pulsaciones se aceleraron cuando los oficiales abrieron las compuertas y alzaron la mano derecha, sincronizando sus relojes.

Uno de los Hércules se dirigió al norte, el segundo continuó su trayectoria por el centro y el tercero viró hacia el sur, cada uno escoltado por dos DC-3/C-47. En tierra, los camiones se dispersaron hacia el este, algunos siguiendo el antiguo camino de tierra que conducía a las terrazas de la Estanzuela, mientras otros avanzaban por el norte y el centro de la localidad para bloquear los accesos.

Tan pronto como se detuvieron, los soldados descendieron rápidamente y, siguiendo las órdenes, tomaron posiciones estratégicas, cerrando caminos y estableciendo piquetes para asegurar el área. Para ese momento, las Fuerzas de Seguridad locales, pertenecientes a la Policía de la Provincia de Córdoba, ya habían sido alertadas. De inmediato, ordenaron a la población permanecer en sus casas o lugares de trabajo, restringiendo al máximo la circulación en las calles.




  A mitad de camino entre el lago San Roque y La Calera, la luz verde se encendió y los paracaidistas comenzaron a saltar. Por el norte lo hicieron luego de sobrepasar Villa El Diquecito y por el sur en inmediaciones de las mencionadas terrazas de la Estanzuela.
  Los lugareños los vieron descender lentamente, apenas mecidos por el viento y tocar tierra uno tras otro, para recoger sus paracaídas y apresurarse a tomar posiciones. Sería la primera y única vez en la historia militar argentina, que los paracaidistas actuaban como tales en una acción de guerra.
  Siguiendo las instrucciones, se desplegaron por el terreno y de esa manera, comenzaron a rodear la localidad, cortando las vías de comunicación y peinando el área para dar con los sediciosos. Cuando el sol comenzaba a caer, sus mandos llegaron a la conclusión de que el sector se hallaba despejado y a las 19:00 horas levantaron el dispositivo y retornaron a sus bases, dejando piquetes en los caminos y puestos de guardia en los principales accesos a la población.
  Este relato novelado, está basado en hechos reales. Efectivamente, el 3 de octubre de 1969, 900 paracaidistas del Ejército Argentino fueron movilizados ante una falsa alarma. Las últimas semanas, los servicios de seguridad habían detectado movimientos extraños tanto en la Capital Federal como en diversos puntos del país y de esa manera, pudieron determinar que un grupo subversivo estaba a punto de copar La Calera. Las fuentes, que se repiten unas a otras, sostienen que el total de los paracaidistas saltó desde aviones Hércules C-130E y Douglas DC-3/C-47 pero solo una parte lo hizo porque en aquellos días se carecía de capacidad para una operación de  semejante envergadura. El resto lo hicieron por vía terrestre y de ese modo, lograron cercar la zona y peinar sus alrededores además de efectuar requisas en viviendas particulares, tanto en el casco urbano como en el área rural.



  Desde ya, la información que manejaban las fuerzas del orden no estaban para nada erradas, y tal operación seguramente impidió que la localidad sea asltada por fuerzas extremistas, ya que la historia demostró que bien se había previsto lo que iba a tener lugar en ese mismo sitio, en menos de un año. Es así que nueve meses después, un unidad de asalto de la organización mafiosa terrorista castroguevarista Montoneros, se apoderaría de la población, tomaría por sorpresa la Subcomisaría de la Policía de la Provincia de Córdoba, la central telefónica, las oficinas del correo y la sede municipal, para asaltar la sucursal del Banco Provincia y huir posteriormente con 4.000.000 $, tiroteándose con un efectivo de la Policía cordobesa que inesperadamente apareció en la localidad y fue herido de bala (por segunda vez, ya que en un asalto al Banco efectuado en 1969 por los terroristas, ya había sido herido), siendo que a continuación el grupo extremista realizó una ordenada fuga, como bien y al detalle hemos ya descrito con anterioridad (1 de julio de 1970, subversivos montoneros a sangre y fuego copan la localidad cordobesa de La Calera.

 

El impacto de estos acontecimientos no pasó desapercibido. En primer lugar, motivó una nueva movilización de los paracaidistas del Ejército Argentino, quienes, en esta ocasión, emprendieron por vía terrestre un operativo en busca de los insurgentes. A pesar de los esfuerzos, la operación no logró su objetivo, aunque quedó documentada en algunas de las imágenes aquí presentadas.

Paralelamente, un agente de policía de apellido Ambrosio, junto a un vecino de la localidad, emprendió valientemente la persecución de un grupo de extremistas. Lograron interceptar a tres de ellos, quienes habían sustraído un automóvil Rambler, dando lugar a un enfrentamiento en el que los insurgentes resultaron heridos y capturados.

Para ese momento, la Guerra Antisubversiva en Argentina ya había sido reactivada. Sus orígenes se remontaban a 1959, con la acción del estadounidense John William Cooke, un comunista infiltrado en el peronismo, quien, tras recibir entrenamiento y armamento en Cuba, dio origen a la organización Uturuncos. Su accionar violento tuvo su primera víctima fatal el 12 de marzo de 1960: la niña de tres años Guillermina Cabrera Rojo. Aunque para 1961 la organización había sido prácticamente desarticulada, la actividad extremista resurgió en 1964 con el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), integrado por combatientes cubanos y argentinos entrenados en la isla caribeña.

El 18 de abril de 1964, en el marco de esta nueva ofensiva terrorista, fueron asesinados tres trabajadores argentinos. Entre ellos, el primer uniformado caído en estas circunstancias, el gendarme Juan Adolfo Romero. Más tarde, en su intento de esconderse de la persecución de Gendarmería Nacional, los extremistas dieron muerte a Pascual B. Vázquez, capataz de un obrador. En el enfrentamiento que siguió, los insurgentes tomaron como rehén al hijo del capataz, el pequeño Froilán Vázquez, de solo seis años. Para proteger su vida, los gendarmes cometieron el error de permitir la fuga de los agresores, pero el niño no sobrevivió: el capitán cubano Hermes Peña, miembro del EGP, lo asesinó con dos disparos en la nuca. Poco después, Peña murió a causa de las heridas sufridas en el enfrentamiento.

El EGP fue finalmente desarticulado, con sus integrantes capturados o dispersos en los montes de Salta. Sin embargo, la reanudación de la actividad extremista en 1969 fue solo un preludio de la escalada de violencia que marcaría los años siguientes, dejando miles de muertos, heridos y mutilados, además de severos daños materiales y un profundo impacto económico, social y político en el país.

¿Qué ocurrió con los aviones que hicieron historia en Argentina?

No se dispone de información precisa sobre los DC-3/C-47 utilizados en esta operación en particular. Sin embargo, se sabe que la Fuerza Aérea Argentina operó un total de 55 unidades de estos modelos a lo largo de 49 años, integrados en las Brigadas Aéreas II, III, IV, V, VI y VII, así como en la Escuela de Aviación Militar y los Áreas Material Río IV y Quilmes.

El primer DC-3 llegó al país en 1941, cuando un ejemplar de Air France quedó en Argentina tras la capitulación de Francia ante Alemania, siendo incorporado por la Aeronáutica Militar con la numeración 169. Posteriormente, en 1947, ya con la Fuerza Aérea Argentina constituida, arribó un lote de 16 unidades provenientes del stock estadounidense. A estos se sumaron 12 ejemplares adquiridos en Brasil en 1960, conocidos como "bananeros". En 1966, la Fuerza Aérea recibió los DC-3 dados de baja por Aerolíneas Argentinas, junto con dos C-47 especializados en misiones de búsqueda y rescate en climas fríos (HC-47), equipados con esquíes retráctiles y tanques de combustible adicionales.

Estos aviones cumplieron un rol clave en la Antártida hasta la apertura de la pista de la Base Marambio, momento en el que fueron reemplazados por los Lockheed C-130E a partir de 1970. Posteriormente, los HC-47 fueron transformados en aviones de transporte convencionales. Finalmente, el último DC-3/C-47 en servicio en la Fuerza Aérea Argentina fue dado de baja el 28 de diciembre de 1990.




El Ejército Argentino recibió algunos de los DC-3/C-47 que llegaron al país en 1960. Sin embargo, con excepción del matriculado AE-100, debió transferir casi todas las unidades a la Fuerza Aérea poco tiempo después. Por su parte, la Armada Argentina también operó 14 aeronaves de este modelo, incorporadas entre 1946 y 1948, las cuales prestaron servicio en la 2ª Escuadrilla del Comando de Transportes Navales hasta su retiro en 1979.

Para el momento en que se llevó a cabo esta operación de asalto aerotransportado, la Fuerza Aérea Argentina contaba en servicio con un número estimado de entre 21 y 28 DC-3/C-47. De las 55 unidades recibidas a lo largo de los años, 25 ya habían sido dadas de baja, y otras 11 fueron retiradas a lo largo de 1969. Se tiene certeza de que al menos dos unidades fueron desprogramadas antes del 3 de octubre de ese año, y otras dos en diciembre. Es posible que los siete restantes, junto con los dos HC-47, no estuvieran disponibles para la misión del 3 de octubre. Aunque no se conoce con precisión cuántos de estos aviones estaban operativos en ese momento, se ha confirmado que seis DC-3/C-47 acompañaron a los tres Hércules en la operación.



Los Lockheed C-130E fueron, simultáneamente, los Hércules con la vida operativa más intensa y los únicos de los 15 ejemplares de cinco variantes (2 C-130B, 3 C-130E, 7 C-130H, 2 KC-130H y 1 L-100-30) operados por la Fuerza Aérea Argentina en sufrir bajas en combate con un alto costo en vidas humanas. En total, 13 hombres —6 de Gendarmería Nacional y 7 de la Fuerza Aérea Argentina— cayeron en acto de guerra a bordo de estos aviones.

Los tres C-130E (posteriormente denominados "Super E" o C-130H) fueron los primeros Hércules incorporados por la Fuerza Aérea Argentina en 1969, con matrículas TC-61, TC-62 y TC-63. Su llegada revolucionó el transporte aéreo militar del país y les valió el apodo extraoficial de Las Tres Marías, en referencia a la constelación de tres estrellas fácilmente visible desde la Tierra. Con un extenso historial de misiones de guerra, paz y ayuda humanitaria, además de su participación en vuelos de abastecimiento a la Antártida, estos aviones marcaron un hito en la historia de la aeronáutica argentina. Todos fueron asignados al Grupo 1 de Transporte (inicialmente Grupo II) de la I Brigada Aérea, con base en El Palomar, provincia de Buenos Aires.

El TC-62: Una vida operativa breve, pero trascendental

De los tres, el TC-62 tuvo la trayectoria más corta, ya que fue derribado en combate apenas seis años después de su incorporación, durante un ataque enemigo en el marco de la lucha contra la insurgencia.

En su breve servicio, el TC-62 alcanzó varios hitos. Apenas llegado a la Fuerza Aérea, el 1 de marzo de 1969 realizó un vuelo de reconocimiento en la Antártida Argentina, sobrevolando la isla Decepción y las bases Brown, Matienzo, Petrel y Esperanza, además del futuro emplazamiento de la Base Marambio. En esa misión, también efectuó lanzamientos de carga y correspondencia sobre las bases Matienzo y Petrel.

El 14 de abril de 1969, escoltó en un vuelo de apoyo a un DHC-6 Twin Otter (matrícula T-85), equipado con esquí-ruedas y destinado a operaciones en la Antártida. Su función fue suministrar información meteorológica en ruta, facilitando el anavizaje del Twin Otter en la Base Aeronaval Petrel y su posterior reconocimiento visual y fotográfico de la meseta de la isla Vicecomodoro Marambio. Días después, el 23 de abril, brindó el mismo apoyo en el regreso del T-85, que en esa ocasión viajó junto a otro Twin Otter de la Armada Argentina, matrícula 1-F-1.

El 5 de agosto de 1969, el TC-62 partió de Comodoro Rivadavia, sobrevoló la meseta de la isla Vicecomodoro Marambio y la Base Aeronaval Petrel, y regresó en vuelo directo a El Palomar. Luego, el 3 de octubre de 1969, participó junto a los TC-61 y TC-63 en la primera y única misión de combate paracaidista de los Hércules en Argentina, desplegando, junto a seis aviones DC-3/C-47, a 360 paracaidistas del Ejército Argentino en una operación de búsqueda y destrucción en los alrededores de La Calera, Córdoba.

El 9 de octubre de 1969, sobrevoló la meseta de la isla Vicecomodoro Marambio y lanzó suministros para la Patrulla Soberanía, encargada de construir la primera pista de tierra en el continente antártico. Posteriormente, el 30 de junio de 1970, participó en la primera evacuación aeromédica desde la Antártida, transportando dos helicópteros Hughes 369HM (matrículas H-31 y H-33), que permitieron la evacuación del jefe de la Estación Científica Almirante Brown.

El 17 de mayo de 1971, el TC-62 marcó otro récord al realizar el primer vuelo directo entre Buenos Aires (El Palomar) y la Base Marambio, cubriendo 3.265 km en 6 horas y 45 minutos. El 17 de agosto de 1972, arrojó dos toneladas de carga sobre la Estación Aeronaval Petrel y aterrizó en la Base Marambio, donde realizó otra misión de rescate. En esa ocasión, desembarcó los helicópteros Hughes 369HM (matrículas H-32 y H-33), que al día siguiente evacuaron a un paciente desde la Base Esperanza hasta Marambio, regresando luego al continente.

El trágico final del TC-62

El 28 de agosto de 1975, el TC-62 fue derribado durante un atentado terrorista en el marco del Operativo Independencia, la campaña militar para erradicar al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y otras organizaciones subversivas que intentaban establecer una "zona liberada" en Tucumán.

Ese día, la aeronave transportaba efectivos de Gendarmería Nacional que regresaban a sus hogares tras haber asistido a la población civil en una inundación. A las 13:00 horas, bajo el mando del Vicecomodoro Héctor A. Cocito, el Mayor Carlos J. Beltramone, el Capitán Francisco F. Mensi y los Suboficiales Mayores Fortunato Barrios, José Perisinotto y Clyde Pardini, además del Cabo Principal Eduardo Fattore, el TC-62 inició la carrera de despegue en el aeropuerto de Tucumán.

Sin que las fuerzas de seguridad lo advirtieran, un vehículo identificado con los logos de Agua y Energía estaba estacionado a poca distancia de la pista, operado por un militante montonero infiltrado en la estación aérea. Desde allí, se coordinó la activación de una carga explosiva oculta en un túnel bajo la pista, en el marco de la llamada Operación Gardel, un atentado planificado por Montoneros.

El explosivo, compuesto por una semiesfera de 10 kg de TNT, 60 kg de diametón y 90 kg de amonita dispuestos en forma de cono, estaba conectado a un cable de 250 metros que lo vinculaba con una batería de 12V en el vehículo. La detonación fue activada por control remoto en el momento exacto en que el Hércules pasaba sobre la alcantarilla, provocando una explosión devastadora.

Este atentado marcó la única pérdida de un C-130 argentino en un ataque directo. La tragedia dejó como saldo la muerte de toda la tripulación y de los gendarmes que transportaba. El ataque evidenció el nivel de infiltración y la capacidad operativa de las organizaciones subversivas en aquel período, siendo un hito en la escalada de violencia que afectó al país en los años siguientes.




En el preciso momento en que el TC-62 iniciaba su despegue, alcanzando una velocidad de 200 km/h y habiendo recorrido aproximadamente 800 metros desde la cabecera 18, la carga explosiva fue detonada. La explosión, de gran potencia, impactó de lleno en la aeronave cuando esta apenas se había elevado a unos pocos metros del suelo, envolviéndola en llamas y provocando su caída inmediata. Eran las 13:05 horas.

Según el testimonio de un tripulante que logró sobrevivir, en el instante previo a la detonación percibió cómo la pista parecía levantarse, formando un hongo negro de escombros compuesto por bloques de concreto y tierra. La explosión se produjo entre 100 y 150 metros por delante de la aeronave, con un desfase de apenas dos segundos.

El piloto, en un intento instintivo de recuperar el control, intentó ascender, pero la potencia del avión no fue suficiente para ejecutar la maniobra. La onda expansiva golpeó al Hércules en actitud ascendente, cuando se encontraba a una altura estimada de entre 12 y 15 metros. Como resultado, la aeronave se inclinó sobre su derecha, comenzó a incendiarse y cayó violentamente sobre la pista, deslizándose alrededor de 400 metros antes de detenerse.

Dentro de la cabina y la bodega de carga, la confusión era total. Los ocupantes, aturdidos por la explosión y el impacto, no lograban comprender lo que estaba ocurriendo. En cuestión de segundos, el interior del avión se llenó de humo y fuego, desatando el caos entre quienes aún permanecían con vida.





A bordo del TC-62 viajaban 114 efectivos del Equipo de Combate San Juan de la Gendarmería Nacional Argentina, quienes se dirigían a la provincia de San Juan. El compartimiento de carga estaba completamente ocupado cuando se produjo la explosión.

El atentado dejó un saldo de 6 gendarmes fallecidos y más de 60 heridos, de los cuales 9 sufrieron heridas de gravedad. Además, 6 miembros de la tripulación de la Fuerza Aérea Argentina resultaron heridos, entre ellos el Vicecomodoro Héctor A. Cocito, quien años más tarde rendiría homenaje al sistema de armas Hércules en una emotiva declaración: Ver video.


Tras ser alcanzado por la explosión, el TC-62 se precipitó a tierra y se destrozó al impactar contra la pista. El fuselaje se partió, lo que permitió que muchos tripulantes y pasajeros lograran escapar, mientras el avión quedaba envuelto en llamas.

En las zonas cercanas, especialmente en las inmediaciones del Barrio San Cayetano, se desataron escenas de pánico entre los vecinos, alarmados por la potente detonación. Los restos de la aeronave quedaron dispersos en un radio de aproximadamente 300 metros, mientras que el fuselaje principal ardía a un costado de la pista, envuelto en una densa columna de humo negro visible desde varios kilómetros de distancia.

Poco después, los tanques auxiliares de combustible y los pertrechos militares transportados a bordo comenzaron a explotar en cadena, lo que complicó gravemente las labores de los bomberos y rescatistas. A pesar de las condiciones extremas, estos lucharon contra el fuego e hicieron todo lo posible por asistir a los sobrevivientes atrapados entre los restos del Hércules en llamas.




Muchas vidas fueron salvadas gracias a la valentía y el esfuerzo de bomberos, vecinos de la zona, tripulantes del Hércules y gendarmes que, tras lograr escapar inicialmente, regresaron una y otra vez para rescatar a sus compañeros atrapados entre los restos del avión en llamas.

Entre estos actos heroicos, destacó la acción del Gendarme Raúl Remberto Cuello, quien, habiendo salido ileso del Hércules, regresó en múltiples ocasiones al interior del fuselaje para socorrer a sus compañeros. En su último intento, quedó atrapado por las llamas y perdió la vida por asfixia.

Los gendarmes fallecidos en el derribo del Hércules TC-62 fueron:

  • Sargento 1° Pedro Yáñez
  • Sargento 1° Juan Riveros
  • Gendarme Marcelo Godoy
  • Gendarme Juan Argentino Luna
  • Gendarme Evaristo Gómez
  • Gendarme Raúl Remberto Cuello

El contexto legal y político de la época

En el momento del atentado, Argentina se encontraba en un Estado de Guerra legal y constitucional. Esto fue consecuencia de la declaración de guerra realizada en 1974 por las organizaciones Montoneros-JP y ERP-PRT contra el Estado argentino. En respuesta, el gobierno de la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón y el vicepresidente provisional en ejercicio Ítalo Argentino Luder, ambos elegidos democráticamente con el 62% de los votos, emitieron los Decretos 261/75, 2770/75, 2771/75 y 2772/75 en febrero de 1975, estableciendo formalmente la lucha contra la insurgencia.

Estos decretos fueron ratificados por unanimidad en ambas Cámaras del Congreso de la Nación Argentina, legitimando la respuesta del Estado ante la escalada de violencia. Sin embargo, años después, con la llegada de la democracia en 1983, el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín emitió los Decretos 157/83 y 158/83, los cuales, de manera controvertida, desconocieron la validez de aquellas decisiones, permitiendo así el enjuiciamiento de quienes participaron en la lucha contra la subversión durante el conflicto.

Este cambio de criterio jurídico y político sigue siendo motivo de debate en la historia argentina, marcando un punto de inflexión en la interpretación legal de los acontecimientos de aquellos años.



Casi siete años después, en junio de 1982, en plena Guerra de Malvinas, otro C-130E (ya convertido en H), el TC-63, sufriría un destino similar al del TC-62. Esta aeronave formaba parte de los 11 Hércules de la I Brigada Aérea de El Palomar que participaron activamente en el conflicto, desempeñando misiones esenciales para el abastecimiento y apoyo logístico de las tropas argentinas en las islas.

El 1° de junio de 1982, el TC-63 recibió la Orden Fragmentaria 2258, que lo asignaba a una de las peligrosas misiones conocidas como "Vuelos Locos". Sin armamento, sin sistemas de autodefensa y sin escolta, debía operar en una zona de altísimo riesgo, tal como los Hércules habían hecho en múltiples ocasiones, violando el bloqueo aéreo enemigo para abastecer a las tropas en Malvinas.

La misión del TC-63 consistía en un reconocimiento naval sobre una posición extremadamente peligrosa, ubicada 100 km al norte de la desembocadura del Estrecho de San Carlos, donde se concentraban las fuerzas aeronavales británicas. A las 6:30 de la mañana, despegó de Comodoro Rivadavia con el indicativo "Tiza", tripulado por siete valientes aviadores:

  • Capitán Rubén Martel (piloto)
  • Capitán Carlos Krause (copiloto)
  • Vicecomodoro Hugo Meisner (navegador)
  • Capitán Miguel Cardone
  • Capitán Carlos Cantezano
  • Suboficial Principal Julio Lastra
  • Suboficial Ayudante Manuel Albelos

El Hércules volaba a una velocidad promedio de 590 km/h, manteniéndose a la menor altitud posible para evitar la detección enemiga. Durante su patrulla, ascendía periódicamente para realizar barridas de radar y luego volvía a descender para continuar su recorrido a ras del mar.

El ataque británico

A las 10:35 horas, mientras realizaba una de sus barridas de radar a 40 km del Estrecho de San Carlos, el TC-63 fue detectado por la fragata HMS Minerva, que de inmediato transmitió la información a una Patrulla Aérea de Combate (PAC) británica en la zona.

La patrulla estaba integrada por dos cazas BAe FRS-1 Sea Harrier de la Royal Navy, pertenecientes al 801 Squadron de la Fleet Air Arm. Sus pilotos eran:

  • Lt. Cdr. Nigel David "Sharkey" Ward (Sea Harrier XZ451)
  • Lt. Steve Thomas

Ambos cazas estaban finalizando su patrulla y contaban con poco combustible, por lo que fueron vectoreados de inmediato hacia el Hércules. Ward utilizó el radar Blue Fox de su Sea Harrier para localizar al TC-63, pero las nubes dificultaban la identificación visual. Ante esta situación, decidió descender mientras Thomas se mantenía a unos 900 metros de altitud.

En pocos segundos, Ward avistó al Hércules volando a muy baja altura, aproximadamente 60 metros sobre el mar y en rumbo oeste. La tripulación del TC-63 ya sabía que había sido detectada, pero desconocía que el ataque era inminente. Según los reportes, la aeronave mantuvo su rumbo recto y nivelado, sin realizar maniobras evasivas.





Según relató posteriormente el Teniente Steve Thomas, uno de los pilotos británicos involucrados en el ataque:

"Sharkey (Ward) lo tomó en su radar; el avión iba rumbo al oeste. Pensamos que podría ser un C-130H por su baja velocidad. Ward descendió (entre nubes) para atacar. Yo permanecí sobre la capa, a 3.000 pies, en caso de que el avión ascendiera por sobre ella. Luego, Ward informó que tenía un Hércules a la vista, a una distancia de aproximadamente seis millas, y descendí para reunirme con él. Salí de las nubes justo a tiempo para ver un misil saliendo de su avión, y al frente divisé al Hércules volando a 200 pies, en vuelo recto y nivelado."

En ese momento, Ward disparó su primer misil, pero debido a la gran distancia y la falta de energía, el proyectil perdió impulso y cayó al mar sin alcanzar el objetivo.

Ante esto, Ward se acercó aún más y lanzó un segundo misil, que impactó entre los dos motores derechos del Hércules, provocando de inmediato un incendio en la aeronave. Sin embargo, el TC-63 continuaba en vuelo, resistiendo el ataque.

Decidido a asegurar la destrucción del avión argentino, Ward, a pesar de la escasez de combustible que ya comprometía su propia seguridad, se aproximó aún más y vació sus cañones Aden de 30 mm sobre el Hércules.

Finalmente, el TC-63 entró en una espiral descontrolada hacia la izquierda. En su caída, el ala tocó el mar, lo que provocó que el avión girara sobre sí mismo y se desintegrara al impactar contra el agua.





Muchos han cuestionado la pasada final con cañones sobre el TC-63, argumentando que, dado el grave daño que ya había sufrido, sus pilotos probablemente habrían intentado un amerizaje de emergencia en el mar. Aunque esta maniobra era prácticamente suicida debido al fuerte oleaje, representaba su única posibilidad de supervivencia. En ese escenario, si lograban sobrevivir al impacto, podrían haber evacuado la aeronave y esperado un eventual rescate por parte de las fuerzas británicas.

Sin embargo, en el contexto de la guerra, no había margen para riesgos. Tanto los Sea Harrier como los aviones argentinos habían demostrado su capacidad de soportar daños extremos y continuar en vuelo, por lo que dejar a un Hércules averiado sin asegurarse de su destrucción no era una opción táctica viable. Además, los Sea Harrier ya estaban con el combustible al límite, lo que les impedía seguir a la aeronave o correr el riesgo de ser interceptados por Mirage IIIEA o Dagger A argentinos, que en cualquier momento podrían aparecer en la zona.

En una situación similar, cualquier piloto interceptor argentino habría hecho lo mismo. De hecho, el 21 de mayo de 1982, la fragata HMS Ardent fue devastada en el Estrecho de San Carlos por repetidas oleadas de A-4P, A-4Q y Dagger A argentinos. Aunque el buque ya estaba en llamas y prácticamente perdido, los ataques continuaron hasta aniquilarlo junto con gran parte de su tripulación, incluso cuando la nave ya no tenía capacidad de defensa.

A pesar de ello, en Gran Bretaña nadie acusó de asesinos a los pilotos argentinos que, cumpliendo con su deber, aniquilaron al enemigo en combate. El caso de los Sea Harrier contra el TC-63 no fue diferente: en la guerra, la misión no se considera cumplida hasta que el objetivo ha sido completamente neutralizado.





Horas después de perder contacto con el TC-63, un Lear Jet de la Fuerza Aérea Argentina, pilotado por el Vicecomodoro Rodolfo De La Colina, despegó en una misión de búsqueda y reconocimiento. A bordo lo acompañaba el Comodoro Ronaldo Ferri, quien, ante la pérdida de una de sus aeronaves, decidió abandonar su puesto de mando para colaborar directamente en la operación de localización, a pesar del alto riesgo de emboscada por parte de aviones británicos.

Este hecho desmiente, como en tantas otras ocasiones, el mito de que los mandos argentinos no asumieron riesgos durante la guerra. A pesar de ser conscientes de la presencia de Patrullas Aéreas de Combate (PAC) enemigas, decidieron llevar adelante la misión.

Sin embargo, mientras intentaban identificar la zona del derribo, fueron interceptados por cazas británicos, lo que los obligó a retirarse antes de poder confirmar la ubicación exacta de los restos del TC-63.

Trágicamente, seis días después, el 7 de junio de 1982, el Vicecomodoro Rodolfo De La Colina también perdería la vida, cuando el Lear Jet en el que volaba fue derribado por un misil antiaéreo Sea Dart, disparado desde un buque británico.





De los "Tres Marías", que tuvieron su bautismo de combate hace exactamente 50 años, solo el TC-61 logró sobrevivir. A diferencia de sus dos compañeros, este Hércules sigue en servicio, siendo el más longevo de todos los operados por la Fuerza Aérea Argentina.

El TC-61 llegó al país en noviembre de 1968 y, al igual que el TC-62 y el TC-63, fue asignado a la I Brigada Aérea, inicialmente en el Grupo II de Transporte, Escuadrón de Transporte Aerotáctico, a partir del 23 de diciembre de ese año. Posteriormente, pasó a integrar el Escuadrón I, Grupo I de Transporte de la misma brigada.

Su historial de servicio es extenso. Participó en la primera misión de combate del Sistema de Armas Hércules y en la única operación paracaidista de combate llevada a cabo por fuerzas aerotransportadas argentinas, el 3 de octubre de 1969.

Un año después, el 11 de abril de 1970, marcó un hito en la historia de la aviación argentina al convertirse en el primer C-130 Hércules en aterrizar en la pista recién construida de la Base Aérea Vicecomodoro Marambio, de 1.200 metros de longitud. Desde ese momento, se convirtió en un pilar fundamental del puente aéreo entre el continente y la Antártida Argentina.

A lo largo de su carrera operativa, también participó en la Guerra Antisubversiva. En 1977, fue actualizado al estándar C-130H, y un año después operó activamente durante la crisis con Chile de 1978.

En 1982, el TC-61 fue desplegado una vez más en combate, cumpliendo misiones esenciales durante la Guerra de Malvinas, consolidando su legado como una de las aeronaves más importantes en la historia de la Fuerza Aérea Argentina.





Ya avanzado el siglo XXI, la flota de Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Argentina, que en su momento de mayor capacidad llegó a operar 15 unidades, alcanzó su punto más alto en 2001, con 13 aeronaves simultáneamente operativas.

Sin embargo, tras la crisis política de diciembre de ese año y la posterior llegada al poder de un sector político hostil a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, estas instituciones fueron objeto de un desmantelamiento sistemático, y el Sistema de Armas Hércules no fue la excepción.

Como consecuencia de años de desinversión y falta de mantenimiento, la disponibilidad operativa de la flota se redujo drásticamente, al punto que, para fines de 2015, solo una aeronave permanecía en servicio.





Si bien Argentina ingresó al programa del avión de transporte multiusos brasileño EMBRAER EMB KC-390, a través de la empresa FAdeA (Fábrica Argentina de Aviones), como socio de riesgo y comprometiéndose a adquirir seis unidades para la Fuerza Aérea Argentina, hasta la fecha no ha cumplido con dicho compromiso y no ha realizado ningún pedido formal del KC-390.

Ante la necesidad de mantener operativa su flota de transporte estratégico, se hizo imperiosa la modernización de los C-130 Hércules en servicio. Esta actualización incluyó mejoras en sus capacidades operativas, permitiendo:

  • Búsqueda y rescate de personas en mar o tierra, tanto de día como de noche.
  • Optimización de rutas de vuelo, facilitando trayectos más directos hacia zonas de emergencia.
  • Mayor precisión en el lanzamiento de cargas y personal.

Para ello, en 2013, los gobiernos de Estados Unidos y Argentina acordaron un programa de "remoción de obsolescencias", destinado a la modernización de cinco Hércules C/KC-130H aún en servicio en la Fuerza Aérea Argentina.

Este contrato, valuado en aproximadamente 75 millones de dólares, no incluyó al Hércules L-100-30, que hasta el momento sigue fuera del plan de actualización.





El acuerdo fue firmado con la empresa estadounidense L-3, lo que permitió la capacitación de técnicos argentinos en la integración y operación de nuevas tecnologías, otorgando a FAdeA experiencia en el área y el desarrollo de nuevas capacidades en mantenimiento y modernización de aeronaves.

Como parte del programa, se envió un avión KC-130H matriculado TC-69 a Estados Unidos, donde sirvió como prototipo de modernización. Al mismo tiempo, en Argentina, se trabajó en la actualización de otro Hércules, seleccionado entre los más veteranos en servicio: el TC-61, último superviviente del trío original de C-130E y segunda aeronave en completar el proceso de modernización.

Las mejoras implementadas en los Hércules incluyeron:

  • Nuevos sistemas de comunicación satelital.
  • Radar de última generación.
  • Instalación de visión electroóptica e infrarroja.
  • Panel de instrumentos digital, con seis pantallas multifunción.
  • Sistema digital de indicador de combustible y control electrónico de hélices.
  • Modificación del sistema de iluminación de cabina, compartimiento de carga y exterior para hacerlo compatible con equipos de visión nocturna.

Este proceso permitió estandarizar y renovar la flota de C-130H/KC-130H, asegurando su operatividad y mejorando sus capacidades para misiones de transporte, reabastecimiento, búsqueda y rescate.





Los trabajos de modernización, una vez iniciados, se completaron en un plazo de 10 meses y requirieron la participación de más de 150 técnicos e ingenieros de FAdeA. A lo largo de 47.000 horas de trabajo, la empresa estatal logró cumplir en tiempo y forma con los requerimientos de la Fuerza Aérea Argentina, consolidando su capacidad para llevar adelante este tipo de proyectos.

De esta manera, a finales de 2016, el TC-61 se convirtió en el primer avión de transporte de la Fuerza Aérea Argentina modernizado íntegramente en el país, a través de la Fábrica Argentina de Aviones "Brigadier General San Martín" S.A..

El Hércules recibió las mismas actualizaciones que previamente había incorporado el TC-69, modernizado en la sede de L3 en Waco, Texas. Durante ese proceso en EE.UU., técnicos de FAdeA participaron activamente, adquiriendo conocimientos y experiencia que luego permitieron replicar el programa de modernización en Argentina, marcando un hito en la industria aeronáutica nacional.




Entre 2017 y 2019, se llevó a cabo la modernización de otros tres Hércules, con los dos últimos ingresando a FAdeA para completar el proceso. Esto permitió extender la vida útil de la flota de transporte de la Fuerza Aérea Argentina por al menos 20 años más, dotándola de equipamiento de última generación para misiones de carga, abastecimiento, exploración, búsqueda y rescate en condiciones extremas.

Sin embargo, la modernización no incluyó sistemas de contramedidas defensivas, dejando a los Hércules vulnerables en entornos hostiles.

El TC-61, último sobreviviente del trío de Hércules que en 1968 revolucionaron el transporte aéreo militar en Argentina, continúa en servicio y se estima que podrá operar por al menos dos décadas más, manteniendo su legado al servicio de la Patria.

La memoria selectiva en la historia argentina

Desde hace décadas, en Argentina los actos de gloria y honor en defensa de la Patria han sido valorados según la conveniencia política del momento. Los hechos históricos, sus protagonistas y sus significados han sido ignorados, tergiversados o directamente negados, dependiendo de los intereses del poder de turno.

Se suele olvidar que las libertades y la institucionalidad —aun corrompidas y degradadas— son el resultado del sacrificio de hombres que defendieron el país en diferentes escenarios, enfrentando amenazas internas y externas. Desde las luchas contra el dominio español, pasando por la defensa de la soberanía en la Vuelta de Obligado, la Conquista del Desierto, los conflictos contra las invasiones extranjeras y la lucha contra la insurgencia en los años 70, hasta la Guerra de Malvinas, todos fueron combates en defensa de la Nación, más allá de que los resultados hayan sido victorias o derrotas.

Hoy, en el 50° aniversario del Bautismo Operativo Paracaidista del Ejército Argentino y del bautismo de combate del Sistema de Armas Hércules, aquellos pioneros que, el 3 de octubre de 1969, saltaron desde los Hércules y Skytrain/Dakota al grito de:

"Con el cuerpo confiado en la tela, puesta el alma en las manos de Dios..."

son ignorados.

No solo por el estamento político y los medios de comunicación, sino también por el pueblo argentino, la comunidad paracaidista y, lo que es aún más grave, por el mismo Ejército Argentino y los mandos de la IV Brigada Aerotransportada, que han dejado en el olvido a quienes escribieron una página fundamental en la historia de la fuerza.

Así, la memoria de aquellos que arriesgaron sus vidas en defensa del país parece desvanecerse, del mismo modo en que muchos argentinos han olvidado la responsabilidad que conlleva el ejercicio del poder y el destino de la Nación.





Y después esos mismos olvidadizos son los que preguntan ¿y los militares, y la policía, y la justicia dónde están?... Pues donde los han puesto, fuera de todo proceso social y nacional que no esté ligado con un interés político-ideológico en particular.


viernes, 1 de noviembre de 2024

EA: Aniversario de la Aptitud Especial de Asalto Aéreo


Aniversario de la Aptitud Especial de Asalto Aéreo

Fuente: EA



El jefe del Ejército, general de división Carlos Alberto Presti, presidió la formación por el aniversario de la Aptitud Especial de Asalto Aéreo, realizada en los cuarteles de Campo de Mayo.





viernes, 27 de septiembre de 2024

Ucrania: Las nuevas fuerzas aerotransportadas ucranianas, forjadas en la guerra

Cómo las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania se reinventaron tras la invasión de 2022





Introducción

Desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022, el ejército ucraniano ha experimentado una transformación profunda para adaptarse a las nuevas condiciones del campo de batalla. Entre las unidades que más han cambiado se destacan las Fuerzas de Asalto Aerotransportadas (DShV) de Ucrania. Inicialmente diseñadas para una guerra convencional, estas fuerzas se han adaptado rápidamente a un tipo de combate más moderno y híbrido, convirtiéndose en un elemento clave de la defensa del país. Este informe detalla cómo las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania se reinventaron tras la invasión, destacando los cambios en tácticas, estructura, entrenamiento y equipamiento.

1. Estructura y rol antes de la invasión

Antes de la invasión de 2022, las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania seguían principalmente la doctrina militar soviética. Estaban organizadas en formaciones del tamaño de brigadas y se equipaban principalmente para operaciones de inserción aerotransportada y combates convencionales. Estas unidades tenían como misión realizar ataques de choque, capturar posiciones estratégicas y apoyar las operaciones de las fuerzas terrestres en general. Sin embargo, su potencial permanecía subutilizado debido a tácticas obsoletas y una modernización limitada.


2. Adaptación a la guerra híbrida

La invasión rusa introdujo un nuevo tipo de conflicto en Ucrania: la guerra híbrida, caracterizada por una mezcla de combate convencional, tácticas irregulares y operaciones de guerra cibernética y electrónica. Las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania entendieron rápidamente que necesitaban abandonar su enfoque convencional y adoptar tácticas de guerra asimétrica.

En lugar de centrarse exclusivamente en grandes operaciones aerotransportadas, las fuerzas aerotransportadas comenzaron a llevar a cabo operaciones de unidades pequeñas y altamente móviles, dirigidas a líneas de suministro rusas, centros de mando y posiciones de artillería. Estas operaciones descentralizadas les permitieron ser altamente móviles, utilizar la furtividad y actuar con agilidad, lo que ha sido fundamental para interrumpir los avances rusos.

3. Cambio en la doctrina y el entrenamiento

La invasión aceleró una reforma en la doctrina y el entrenamiento. Las Fuerzas Aerotransportadas adoptaron entrenamientos de estilo OTAN, que ponen énfasis en la adaptabilidad, la toma de decisiones independiente y las operaciones conjuntas con otras ramas del ejército. Los entrenamientos ahora incluyen:

  • Tácticas de combate urbano: Dado que gran parte de los combates ocurren en áreas urbanas, las tropas aerotransportadas han sido entrenadas para el combate a corta distancia en entornos cerrados.
  • Infiltración y sabotaje: El enfoque de las Fuerzas Aerotransportadas en interrumpir las líneas de suministro rusas ha llevado a un mayor entrenamiento en operaciones de sabotaje y penetración profunda.
  • Coordinación con artillería y drones: La coordinación cercana con unidades de artillería y el uso de drones no tripulados (UAVs) para reconocimiento y ataques precisos se ha vuelto crucial en su éxito en el campo de batalla.

Otro cambio significativo ha sido la descentralización del mando. Los oficiales aerotransportados ucranianos ahora tienen la capacidad de tomar decisiones críticas de manera autónoma, adaptándose rápidamente a las condiciones del campo de batalla sin esperar la aprobación de niveles superiores, lo que representa un gran cambio respecto a la estructura de mando jerárquica de la era soviética.


 

4. Modernización del equipamiento

Las Fuerzas Aerotransportadas también han experimentado un amplio rearme y modernización después del inicio de la invasión. El apoyo de Occidente, especialmente de los países de la OTAN, ha proporcionado a Ucrania armamento y tecnología avanzada. Algunas de las mejoras clave incluyen:

  • Misiles antitanque guiados (ATGM) como los Javelin y NLAW, que han sido fundamentales para detener los avances blindados rusos.
  • Sistemas de defensa aérea portátiles (MANPADS) como los misiles Stinger, que proporcionan capacidades críticas de defensa aérea.
  • Drones: Tanto drones de reconocimiento como de combate se han convertido en una parte integral de sus operaciones, lo que les permite atacar con precisión posiciones y activos rusos.
  • Equipos de comunicaciones modernos: Sistemas mejorados han optimizado el flujo de inteligencia en tiempo real y la coordinación entre unidades, lo que es vital para ejecutar sus tácticas de golpear y correr.

5. Integración de Fuerzas Especiales

El papel de las fuerzas especiales de Ucrania también ha crecido dentro de las Fuerzas Aerotransportadas. Estas unidades élite ahora llevan a cabo operaciones de alto riesgo detrás de las líneas enemigas, incluyendo recolección de inteligencia, misiones de acción directa y sabotaje. Estas fuerzas han jugado un papel clave en la interrupción de las líneas de suministro rusas, apuntando a centros logísticos y lanzando ataques sorpresa contra activos clave del enemigo. El uso de pequeños equipos móviles les permite evitar la detección mientras infligen golpes de alto impacto.

6. Éxitos clave en el campo de batalla

Las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania han desempeñado roles cruciales en varias batallas importantes, utilizando sus nuevas tácticas y entrenamientos con gran éxito. Algunos de sus logros más destacados incluyen:

  • Defensa de Kiev: En los primeros días de la guerra, las unidades aerotransportadas fueron vitales para defender la capital y evitar su cerco, frustrando los intentos de Rusia de tomar rápidamente la ciudad.
  • Contraofensiva de Járkov: Durante la exitosa contraofensiva ucraniana en la región de Járkov en septiembre de 2022, las unidades aerotransportadas utilizaron tácticas de guerra de maniobras para desorganizar las defensas rusas, lo que permitió recuperar terreno significativo.
  • Disrupción de la logística rusa: Las fuerzas aerotransportadas han sido esenciales en operaciones destinadas a atacar las líneas de suministro rusas, las posiciones de artillería y los depósitos de municiones, ralentizando los avances rusos y forzando a su ejército a redirigir recursos para enfrentar la amenaza aerotransportada.

7. Desafíos y perspectivas futuras

A pesar de sus éxitos, las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania enfrentan grandes desafíos. El suministro continuo de armas modernas, mantener la alta moral en medio del conflicto en curso y asegurar la adaptabilidad frente a las contramedidas rusas son factores críticos para su éxito. El futuro de estas fuerzas dependerá de su capacidad para mantener su ventaja en agilidad, entrenamiento avanzado y apoyo occidental.

De cara al futuro, es probable que las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania sigan evolucionando, integrando cada vez más la guerra cibernética, la guerra electrónica y tecnologías avanzadas como los drones de nueva generación. El conflicto ha obligado al ejército ucraniano a adaptarse rápidamente, y las Fuerzas Aerotransportadas han demostrado cómo la innovación y la adaptación pueden marcar la diferencia en la guerra.

Conclusión

Las Fuerzas Aerotransportadas de Ucrania han logrado reinventarse con éxito frente a la invasión rusa a gran escala. Al adoptar estructuras de mando descentralizadas, integrar entrenamientos al estilo OTAN, modernizar su equipamiento y enfocarse en tácticas de guerra híbrida, estas fuerzas se han transformado en un componente altamente efectivo y moderno, capaz de contrarrestar la fuerza militar convencional de Rusia. Su capacidad para adaptarse e innovar en el campo de batalla continuará siendo fundamental en la estrategia de defensa de Ucrania mientras avanza el conflicto.



sábado, 17 de agosto de 2024

Crisis del Beagle: Asalto blindado a Punta Arenas


Inicio del asalto a posiciones chilenas en la frontera con el monte Aymond de fondo.

Asalto blindado a Punta Arenas

Por Esteban McLaren



El 22 de diciembre de 1978, conocido como el Día D, se habrían iniciado de manera coordinada a lo largo de las fronteras con Chile diversas acciones militares dentro del marco de la operación Soberanía. Es muy difícil determinar con certeza cuál de todas las acciones planificadas hubiera iniciado propiamente la guerra, pero está claro que habría sido un asalto simultáneo en, al menos, cuatro frentes. El foco principal habría sido la batalla naval y el desembarco en el canal de Beagle, donde la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina (IMARA) intentaría desembarcar parte de sus tropas en las islas Lennox, Nueva (ya ocupada por tropas del Cuerpo de Infantería de Marina chileno, CIM) y Picton, mientras otras tropas buscarían ocupar el resto de la isla. Este frente será objeto de análisis futuro. Sincronizadamente, existiría una avance terrestre en el frente Austral partiendo desde Río Gallegos (con potencial segundo linea de avance desde Rospentek Aike) con objetivo final Punta Arenas. El propósito de este artículo es ensayar un escenario de historia alternativa. La guerra nunca ocurrió, pero ¿cómo hubiese ocurrido si Argentina no aceptaba la mediación papal? Ese será nuestro punto de divergencia con la historia real. Apelemos a la racionalidad y la prospectiva en un ejercicio que siempre será incompleto y cuyo resultado final pertenece a otro espacio-tiempo.




Contexto y desarrollo de la invasión

En el invierno austral de 1978, la tensión entre Argentina y Chile por la disputa del canal Beagle alcanza su punto más álgido. Es la madrugada del 21 de diciembre cuando las tropas argentinas, apostadas en Río Gallegos, Rospentek y otras localidades fronterizas, reciben la orden de iniciar la invasión de Chile. Desde julio, las fuerzas chilenas han estado preparándose para este enfrentamiento, conscientes de que la diplomacia puede no ser suficiente para resolver el conflicto.



Las Fuerzas Argentinas

Argentina moviliza una formidable fuerza, incluyendo la 1ª División de Infantería, reforzada por elementos de la XI Brigada de Infantería Mecanizada y la IX Brigada de Infantería. La X Brigada de Infantería Mecanizada se despliega en Río Gallegos, lista para cruzar la frontera. Todas las unidades se encontrarían reforzadas en la medida de las circunstancias. En el aire, los aviones de combate A-4 Skyhawk, Mirage Dagger y Nesher y se sabe que también estaban estacionados (hasta un máximo de 14) F-86 Sabre (que ya habían violado el espacio aéreo chileno semanas antes) están listos para proporcionar apoyo aéreo, mientras que la armada argentina, con sus destructores y fragatas, patrulla las aguas cercanas.

Fuerzas Argentinas:

  •  V Cuerpo de Ejército —general José Antonio Vaquero—. Misión asignada: Ofensiva estratégica a partir de las 24:00 (H+2), partiendo desde Santa Cruz, con el objetivo, probable, de conquistar Puerto Natales y Punta Arenas. Luego, apoyaría al Cuerpo de Ejército III en su avance por Puyehue hacia Chile, cortando las comunicaciones de la zona central con el sur del territorio chileno.
  • 1ª División de Infantería (con elementos de la XI Brigada de Infantería Mecanizada y la IX Brigada de Infantería)
  • X Brigada de Infantería Mecanizada (con sede en Río Gallegos)
  • XI Brigada de Infantería Mecanizada
  • Gendarmería Nacional Argentina: Fuerzas de guardias de frontera
  • Fuerzas Aéreas con aviones de combate A-4 Skyhawk, F-86-F Sabre y Mirage III
  • Fuerzas Navales: la IMARA junto a los T-28 Fennec en casi 20 unidades se encontraban en la isla de Tierra del Fuego.



Combate urbano en el Barrio 18 de Septiembre, Punta Arenas

La Defensa Chilena

En respuesta, Chile ha posicionado a su III División de Ejército en Punta Arenas, reforzada por la 4ª Brigada Acorazada "Coraceros" y la 6ª División de Ejército, con elementos de la 5ª Brigada de Infantería. El general encargado de la defensa de la región magallánica, general  Nilo Floody Buxton, siempre expresó que en esta fase los guardias fronterizos (Carabineros) sería su tropa de elección. La Fuerza Aérea de Chile, equipada con aviones 12 A-37 Dragonfly y 6 Hawker Hunter, está en alerta máxima, y la marina chilena, con sus buques y submarino, está lista para interceptar cualquier avance naval argentino.

Fuerzas Chilenas:

  • III División de Ejército (con sede en Punta Arenas)
  • 4ª Brigada Acorazada "Coraceros"
  • 6ª División de Ejército (con elementos de la 5ª Brigada de Infantería)
  • Carabineros: Guardia fronteriza que en este frente tuvo una importancia desmedida debido al conocimiento de la frontera. El general a cargo de la defensa de Punta Arenas recalcó siempre su importancia en la defensa pero como toda policía militarizada no era infantería propiamente dicha y su único "enfrentamiento" con fuerzas argentinas la había dejado muy mal parada.
  • Fuerza Aérea de Chile con aviones de combate Hawker Hunter y A-37
  • Fuerzas Navales (CIM abocados a las islas del canal)



Rutas de invasión

Las fuerzas argentinas planifican su avance hacia Punta Arenas utilizando dos rutas principales. La ruta norte, partiendo de Río Gallegos, cruza la frontera a través de Monte Aymond, siguiendo la Ruta CH-255 hacia el sur hasta Punta Arenas. Este camino, aunque relativamente plano, presenta desafíos naturales como ríos y colinas que pueden ralentizar el avance.


La ruta alternativa, partiendo de Rospentek, cruza la frontera siguiendo la Ruta CH-40 y luego se dirige hacia el sur por la Ruta CH-9 hasta Punta Arenas. Este camino es más difícil, con terreno montañoso y boscoso que complicará el avance de las formaciones blindadas.

1) Ruta Principal Norte:

  • Punto de inicio: Río Gallegos
  • Puntos principales: Avanzar a través del paso fronterizo de Monte Aymond, siguiendo la Ruta CH-255 hacia el sur hasta Punta Arenas.
  • Características: Terreno relativamente plano pero con posibles barreras naturales como ríos y colinas. 
  • Lugar abierto en muchas secciones para una batalla de blindados y el despliegue de fuerzas en línea, cuña o V.






2) Ruta Alternativa Oeste:

  • Punto de inicio: Rospentek
  • Puntos principales: Cruce fronterizo de la Ruta CH-40, luego seguir hacia el sur por la Ruta CH-9 hasta Punta Arenas.
  • Iniciaría con la captura y aseguramiento de Puerto Natales, lugar de acumulación de fuerzas chilenas.
  • Características: Terreno montañoso y boscoso, más difícil para el avance de grandes formaciones blindadas. Lugar apto para emboscadas.
  • Los puentes a lo largo de la ruta serían volados (Puente Rubens, Río Pendiente, por ejemplo) con la consecuente necesidad de equipos de ingenieros.
  • Poco apto para formaciones blindadas amplias (sólo columnas o diamante)



Estas son las tropas de Regimiento de Caballería Nº5 Lanceros chilenos dispuestos a defender Puerto Natales. Iban a enfrentar una avanzada blindada argentina con caballería a sangre, estilo polaco. No es broma.


Población chilena en la Patagonia argentina

En su crónica "Cuando el río no era turbio", Ramón Arriagada relata la estrecha relación entre los trabajadores chilenos, principalmente chilotes, y el mineral de Río Turbio en Argentina durante las décadas de 1950 y 1970. Según el censo de 1970, Puerto Natales tenía 13.675 habitantes, de los cuales 2.800 trabajaban en el mineral. Para 1976, alrededor de 600 mineros chilenos se desplazaban por turnos, usando Natales como ciudad dormitorio debido a la falta de viviendas en Río Turbio.

Arriagada cita al escritor Nicasio Tangol, quien destacaba que los chilotes fueron fundamentales en la forja de la Patagonia. En 1961, el diario El Austral reportó que el mineral producía 500 toneladas diarias y empleaba a 1.200 mineros, en su mayoría chilenos-chilotes. Además, cerca de 1.800 trabajadores se desempeñaban en la superficie, de los cuales el 80% también eran chilenos. Otros 600 chilenos trabajaron en la construcción de la línea férrea de 270 kilómetros entre Río Turbio y Río Gallegos, y para 1951, ya había 1.200 mineros laborando en el yacimiento.

El autor destaca cómo la migración chilota hacia la Patagonia se incrementó, especialmente después del terremoto y maremoto de 1960, y cómo el conflicto fronterizo de 1978 entre Chile y Argentina marcó un cambio, cuando los mineros chilenos fueron reemplazados por obreros del norte argentino, bolivianos y paraguayos.

En su crónica "Sueños de Carbón", Arriagada aborda el accidente de la mina en 2004, que dejó 14 muertos, y cómo los mineros jubilados de Natales, que trabajaron en Río Turbio, sobreviven con pensiones miserables y deben cruzar la frontera para recibir atención médica, ya que no tienen acceso a previsión social en Chile, lo que los convierte en parias en su propio país. (El Tirapiedras)

De estos desplazamientos poblacionales, totalmente soberanos de la República Argentina, se quejaría el general chileno Floody asociándolo con un acto bélico. No es broma.



Ambas rutas convergen en la Laguna Cabeza de Mar donde, de partir de dos fuerzas de invasión de coordinadas, podrían agruparse y proseguir a Punta Arenas. El camino a Punta Arenas por la CH-9 es una ruta costera muy vulnerable a ataques aéreos y emboscadas o ataques tipo hit-and-run. La ruta dirige la fuerza al núcleo de poder militar regional chileno: la base aérea de Chabunco y, enfrente, el cuartel general de la III División del Ejército.

Líneas defensivas chilenas

Chile habría adoptado una estrategia de defensa en profundidad, declarado por el general a cargo de división de ejército (Teatro de Operaciones Austral). La primera línea de defensa podría ya estar situado en Monte Aymond y sus alrededores, bien en la frontera. Esa línea era, por las pocas fotos recopiladas, un rejunto de pozos de zorro y trincheras, con soldados mal armados. Sin dudas carne de cañón para ir debilitando el avance.

Cuando se produce una penetración como esta, la teoría de guerra nos hace pensar en tres fases a seguir por quién enfrenta a la misma:

  1. Contención: Contener la penetración al terreno. Es decir que la misma sea detenida o ralentizada y no pueda moverse más en penetración (en términos generales).
  2. Flanqueo: Comenzar a desplazar fuerzas a los “flancos” de la penetración, básicamente al sector de los mismos próximo al lugar donde se inició la penetración. Esto para simultáneamente operar sobre esos flancos de forma de “estrangular” al mismo, cortando así la comunicación del enemigo con su retaguardia  
  3. Aniquilación: Destrucción en detalle de las tropas que fueron cercadas (muerte o captura)

Aquí, las tropas chilenas habrían construido posiciones avanzadas para ralentizar el avance enemigo. Cañones antitanque y artillería de campaña tradicional, no en cantidad ni en variedad, es observada en las fotos y documentales. Probablemente el mejor armamento trasandino en esta fase era el despliegue de minas antitanque. Una segunda línea de defensa se encontraría en San Gregorio, con fortificaciones, campos minados y trincheras listas para resistir un asalto. De allí hasta la capital regional, diversos puntos podrían estar fortificados La defensa final está alrededor de Punta Arenas, donde se concentran las tropas, artillería de largo alcance y las mejores defensas antitanque.



Observe debajo la "línea Maginot" que habían desarrollado los estrategas chilenos. Simples trincheras y pozos de zorro. El soldado en primera línea utiliza un viejo rifle a cerrojo Máuser 1909 de la Primera Guerra Mundial.

Foto de un "pozo de zorro" con un infante chileno armado con un fusil a cerrojo Máuser cerca de Monte Aymond


La defensa en profundidad chilena probablemente incluiría:

  • Primera línea de defensa: Posiciones avanzadas en Monte Aymond y zonas aledañas.
  • Segunda línea de defensa: Fortificaciones y trincheras alrededor de San Gregorio por la CH-40 y emboscadas desde zonas boscosas desde Laguna Arauco hasta Primavera. Trincheras en Laguna Cabeza de Mar (Arancia Clavel y Bulnes Serrano, 2017:164). A todos los puentes se les instaló cargas  explosivas, se adelantaron unidades de caballería armadas con cohetes antiblindaje y se prepararon campos de tiro nocturno debidamente “jalonados” y pintados para evitar confusiones.  (AC&BS, 2017: 141)
  • Defensa final: Fortificaciones y tropas concentradas en las cercanías de Punta Arenas, incluyendo artillería de largo alcance y defensas antitanque (escasas y antiguas en el inventario del ECh de ese período). Muchos civiles colaboraron activamente en la movilización. Así, gran parte de los vehículos y maquinaria pesada que se usó en la construcción  de  trincheras, refugios, puestos de vigilancia y zanjas antiblindados, fue facilitada por empresarios de la zona. A su vez, los estancieros pusieron a disposición de los uniformados galpones donde  alojar a las tropas y almacenar equipos y pertrechos. (AC&BS, 2017: 114)

Se debe prestar atención a que este escenario tiene diversos condimentos que fueron emergiendo con el paso del tiempo. Por ejemplo, las fuerzas chilenas carecían de minas antitanque y la munición era escasa. Los soldados de las primera línea de defensa fueron puestos para ser carne de cañón, con sólo 80 cartuchos de armamento sin reposición. Muchos, tal vez demasiados, indicadores marcaban que Chile estaba muy, pero muy mal preparados para una guerra.

El estancamiento del avance

El avance argentino se enfrenta a su primera gran prueba en San Gregorio, donde las defensas chilenas estarían bien preparadas y el terreno favorecía a los defensores. Aquí, el avance se ralentizaría considerablemente, convirtiéndose en una batalla de desgaste. La zona aparentemente más fortificada era el camino en la zona de laguna de Cabeza de Mar.

Desde Rospentek, se deben superar los ataques de desgaste y el montaje de puentes en los cursos de río donde se hayan volado los puentes. Una vez unido a las fuerzas desde Río Gallegos debieran reagruparse y evaluar los daños y la reorganización del avance.

Regimiento Blindado No. 5 "Punta Arenas", desplegado en 1978 en la región Magallánica. Avanza el Destacamento Escorpión, en tanques M-41 y carros M-113

Contrarrestando la defensa chilena

Para superar este obstáculo, Argentina podría desplegar la XI Brigada de Infantería Mecanizada para penetrar y desorganizar las defensas iniciales. La artillería argentina bombardearía las posiciones chilenas, mientras que las unidades aerotransportadas y la aviación realizan maniobras de flanqueo y proporcionan apoyo aéreo crucial.

  • La XI Brigada de Infantería Mecanizada debe penetrar y desorganizar las defensas iniciales.
  • Fuerzas de Artillería para bombardear posiciones defensivas.
  • Unidades Aerotransportadas y Aviación para flanqueo y apoyo aéreo.
  • La base aérea Chabunco debía ser inutilizada para el éxito del avance.



Soldados trasandinos disparando el fusil SIG en servicio

Asalto aerotransportado a Punta Arenas

En el marco de este conflicto, las fuerzas argentinas planificó un audaz asalto aerotransportado a Punta Arenas. Los objetivos principales de este asalto incluyen capturar el aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo, asegurando una cabeza de puente vital para el flujo continuo de tropas y suministros. También se enfocaría en destruir las instalaciones de comando y control chilenas para desorganizar sus defensas y tomar el puerto y las principales instalaciones logísticas, cortando así los suministros y refuerzos enemigos. Esto podría conseguirse a posteriori de un ataque ABA (Airbase Attack) sorpresa de la Fuerza Aérea Argentina con A-4 Skyhawk y BAC Canberra en la Hora H+2 de la invasión.

Objetivos principales:

  • Capturar el aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo para asegurar una cabeza de puente y permitir el flujo continuo de tropas y suministros.
  • Destruir instalaciones de comando y control para desorganizar las fuerzas chilenas.
  • Tomar el puerto y principales instalaciones logísticas para cortar suministros y refuerzos.


Entrada a Punta Arenas

Los blindados y la infantería mecanizada argentinas se movilizarían rápidamente por la Ruta 9, avanzando con una precisión letal. Los vehículos blindados adoptarían formaciones en línea para maximizar la potencia de fuego frontal, mientras que las unidades de infantería seguirían de cerca, listas para desembarcar y asegurar las calles. Una columna secundaria avanzaría por la carretera Y-505, flanqueando a las defensas chilenas y dividiendo su atención.

Objetivos en la ciudad

El Puerto de Punta Arenas era uno de los principales objetivos. Controlar el puerto permitiría a las fuerzas argentinas asegurar una línea de suministros vital y recibir refuerzos marítimos. Comandos especializados y unidades de infantería mecanizada fueron desplegados para tomar los muelles y las instalaciones portuarias, enfrentándose a una feroz resistencia chilena.

El Aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo y su anexo, la base aérea Chabunco también serían cruciales. Controlar el aeropuerto garantizaría una cabeza de puente aérea, permitiendo el transporte continuo de tropas y suministros. Las unidades aerotransportadas y de asalto rápido argentinas, ya familiarizadas con el terreno desde su operación en Chabunco, se lanzarían en una ofensiva rápida para asegurar las pistas y neutralizar cualquier resistencia. Existiría una alta probabilidad de voladura de pistas e instalaciones para su negación de uso para los incursores. Era completamente esperable que antes de caer en poder de tropas argentinas, los locales volaran todas las instalaciones cruciales para su operación.

Los edificios gubernamentales y de comunicaciones serían igualmente estratégicos. Fuerzas forjadas en el combate argentinas se infiltrarían en el centro de la ciudad para capturar la Intendencia de Magallanes y el cuartel de la policía, buscando desorganizar las defensas chilenas y establecer el control administrativo. Sin dudas esta serían las escenas más salvajes imaginables en toda la campaña debido a la propia naturaleza del combate urbano.



La captura de Punta Arenas

Resistencia urbana

A medida que las tropas argentinas se adentraban en Punta Arenas, se encontrarían con una tenaz resistencia en varios puntos clave. El Área del Centro Cívico, con sus edificios gubernamentales y comerciales, sin dudas se convertiría en un campo de batalla. Las tropas chilenas, atrincheradas en edificios, ofrecerían una defensa organizada, ralentizando el avance argentino.

En el Barrio 18 de Septiembre, un denso barrio residencial de casas mayormente de madera, las fuerzas chilenas adoptarían tácticas de guerrilla urbana. Emboscadas, francotiradores y barricadas improvisadas hicieron que cada calle y cada casa se convirtieran en un punto de resistencia. Los combates se intensificaron, con las tropas argentinas luchando casa por casa para despejar el área. También resultaría un área muy fácil de destruir con fuego debido a la preeminencia de madera en su construcción.


Entrada de tanques al barrio 18 de Septiembre

La zona industrial al norte de la ciudad también podría ser un foco de resistencia. Las defensas chilenas, utilizando equipos industriales y vehículos pesados como barricadas, convertirían a fábricas y almacenes en fortificaciones improvisadas. Las tropas argentinas deberían plantear el despliegue de unidades de asalto especializadas para superar estas defensas.


Soldados trasandinos armados con fusil SIG desfilando

Estrategias argentinas

Para contrarrestar la resistencia chilena, las fuerzas argentinas desplegaron una combinación de tácticas y recursos. El uso de la artillería y el apoyo aéreo sería crucial para debilitar las defensas antes del asalto terrestre. Bombardeos precisos desorganizaron las líneas chilenas, facilitando el avance de las unidades terrestres.


Paracaidistas de la Compañía Leopardo del Regimiento de Infantería Aerotransportada 2 "General Balcarce", Ejército Argentino, Ushuaia, Noviembre de 1978

Las operaciones de comandos (Halcón 8 recién creado) y paracaidistas jugarían un papel fundamental. Unidades de élite infiltraron la ciudad para neutralizar puntos estratégicos, capturando objetivos clave rápidamente y con el menor número de bajas posibles. Estos comandos realizarían ataques quirúrgicos contra las defensas chilenas, facilitando el avance de las fuerzas principales.


La guerra urbana se convertiría en el escenario principal. Patrullas mecanizadas, equipos de asalto y unidades especializadas en combate urbano avanzarían sistemáticamente, enfrentándose a una resistencia feroz pero logrando asegurar áreas clave. La coordinación y la comunicación serían esenciales para mantener el impulso del avance.

Control de población y estabilización

Finalmente, para mantener el control de la ciudad y evitar actos de sabotaje, las fuerzas argentinas establecerían puntos de control y patrullas regulares. La presencia constante de tropas ayudaría a estabilizar la situación y asegurar que la ciudad permaneciera bajo control argentino tras la captura de los objetivos principales. Actos de guerrilla y resistencia sería previsibles a lo largo de todo el período.


Asalto a los edificios del gobierno chileno

La caída

La captura de Punta Arenas sería una operación compleja y sangrienta, que pondría a prueba la capacidad y determinación de las fuerzas argentinas. La superioridad numérica y material les daría una ventaja significativa, pero la resistencia chilena, aprovechando su conocimiento del terreno y sus defensas bien preparadas, convertiría cada avance en una lucha encarnizada. La ciudad finalmente caería, pero a un costo humano significativo para ambos bandos.

 

Análisis de probabilidades de éxito

La superioridad numérica y material argentina es evidente: una relación de 5:1 en blindados, 4:1 en aviones y 3:1 en infantería. Estas ventajas, junto con la planificación estratégica y la ejecución táctica, sugieren una alta probabilidad de éxito para Argentina en la captura de Punta Arenas. Sin embargo, la preparación y la estrategia defensiva chilena, que aprovecharía el conocimiento del terreno y la defensa en profundidad, también tienen posibilidades de éxito.

Probabilidad de éxito para Argentina: 70% Probabilidad de éxito para Chile: 40%

Argentina:

  • Probabilidad de éxito: Alta, debido a la superioridad numérica y material (blindados, aviones e infantería), aunque enfrentará dificultades significativas en el terreno y defensas bien preparadas.
  • Éxito estimado: 70%

Chile:

  • Probabilidad de éxito: Moderada, considerando la defensa en profundidad y conocimiento del terreno, aunque superado en número y equipamiento.
  • Éxito estimado: 40%



Estimación de bajas

Las bajas en este conflicto serían significativas para ambos bandos, reflejando la intensidad de los combates y las defensas bien preparadas.

Bajas estimadas para Argentina: mínimo de 15.000-20.000 (incluyendo muertos, heridos y prisioneros) Bajas estimadas para Chile: mínimo de 15.000-40.000 (incluyendo muertos, heridos y prisioneros y civiles dependiendo de su grado de involucramiento)

Estas estimaciones subrayan el costo humano de un conflicto que, aunque hipotético, refleja la gravedad de una escalada militar entre dos naciones vecinas.

Resumen

Una campaña blindada del EA sobre las fuerzas chilenas en la región magallánica hubiese sido una campaña sangrienta bajo cualquier consideración que se haga. La posibilidad de éxito existía pero no estaba bajo ningún aspecto garantizada. Pasado el tiempo y comparadas los análisis antagónicos de cada lado, queda claro que, desde el punto de vista chileno, muchas alternativas de ataque argentinas hubiesen sido completamente sorpresivas y hasta innovadoras pese a estar en los manuales de doctrina desde la SGM. El esquema defensivo chileno era clásico, hasta diría de libros de tácticas defensivas con hojas amarillentas. Defensa escalonada táctica y fija pero con amplia escasez de recursos, con lo cual eran como ladrillos sin mortero. Y aquí me remito a los mismos comentarios del productor de explosivos mineros devenido en magnate de armas perseguido, el Sr. Cardoen. En una entrevista a un programa de la cadena estatal trasandina, él mismo comenta que fue solicitado sus servicios por las fuerzas armadas para armar minas antitanque dado que el ECh carecía completamente de inventario de las mismas. Es decir, la defensa de Magallanes no iba a estar inundada ni mucho menos de minas AT, tal vez uno de los elementos clave para ralentizar un avance blindado. No lo digo yo, repito. Sin eso, la defensa del Sr. Floody parece un enorme espantapájaros.

Por otro lado, es imprescindible señalar la alarmante sobrevaloración que el organizador de la defensa, el mencionado señor Floody Buxtor, otorgaba a los Carabineros. Esta es, indiscutiblemente, una fuerza de policía civil y fronteriza, y en ninguna circunstancia debería ser considerada una fuerza de combate. Es probable que este señor pretendiera aprovechar su vasto conocimiento como baqueanos de la región o realizando inteligencia con puesteros infiltrados, pero ¿acaso pensaba este oficial de ascendencia británica que con Carabineros iba a enfrentar con éxito un asalto blindado o aerotransportado? ¿Realmente creía Floody que podría confiar su vida y la defensa de Punta Arenas a una fuerza policial militarizada sin ningún antecedente bélico? Peor aún, su único antecedente bélico fue invadiendo territorio argentino en Lago del Desierto. Allí, una patrulla de Carabineros se estacionó por varios días con fusiles SIG, parapetándose en un galpón devenido en retén  defendiendo la posición (standing the ground). No fue necesario citar a La Concepción ni a Pratt: a la primera ráfaga de los gendarmes, que abatieron un militar chileno, todos los carabineros se rindieron. Todos. ¿Esa fuerza era sobre la que se asentaba este majestuoso general? Bajo cualquier análisis, tanto por su funcionalidad como por sus antecedentes, Floody estaba completamente equivocado.

Todos los análisis conducen a una inexorable derrota chilena en donde, en el mejor de los escenarios, se lograría un estancamiento al avance dentro del actual territorio chileno. El daño a la infraestructura local hubiese sido multimillonario y las bajas humanas por decenas de miles. Un escenario, a todas luces, lamentable. Este terror que generó la situación a las fuerzas armadas chilenas, junto con el evento de Malvinas en 1982, moldearía toda la política de defensa de ese país hasta el presente.


Citas

Patricia Arancibia Clavel, Francisco Bulnes Serrano. La escuadra en acción. 1978: el conflicto Chile-Argentina visto a través de sus protagonistas. Santiago, Chile: Catalonia, 2017. ISBN: 978-956-324-298-0