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domingo, 3 de abril de 2022

Malvinas 40: Exhibición de material en Bahía Blanca

Exhibición por el 40 aniversario del 2 de Abril



Material de la Compañía de Comandos 603, Compañía de Comunicaciones 181 y Batallón de Vehículos Anfibios Nº 1 (IMARA) exhibido en la plaza Monumento a los Bahienses caídos en Malvinas de Bahía Blanca.



Integrantes del Batallón de Vehículos Anfibios No. 1


Vehículo Anfibio a Oruga (VAO) del Batallón, guerrero de Malvinas.




Interior del VAO, puede albergar a hasta 22 infantes y tres tripulantes.








Vehículos Anfibios a rueda (VAR)






Alvis Tactica


Alvis Tactica


Comando francotirador con malla Ghillie


Vehículo Alvis Tactica


Impresionante comando tirador anti-material con el Steyr HS .50


Comando francotirador con fusil Daniel Defense de 7.62mm y mira de largo alcance


Comando equipado con una espectacular FN Minimi con silenciador y mira ASCOG y punto rojo


Comando equipado con el DD M4A1-EA con mira ASCOG y reflex


Comando equipado con el DD5V4-EA con mira de largo alcance


Agrale Marrúa del EA.



sábado, 8 de enero de 2022

Operación Rosario: Los prolegómenos del desembarco

El desembarco del 2 de abril en el recuerdo de un protagonista: una tormenta furiosa, la épica de Liniers y una fuerza dispuesta a todo

El entonces joven subteniente Roberto Reyes, jefe de una sección que participó de la operación del desembarco en Puerto Argentino en 1982 aún tiene grabado a fuego en su memoria aquellas frenéticas jornadas, que 39 años después recuerda para Infobae

En la noche del domingo 28 de marzo el Cabo San Antonio, un buque transporte de tanques, comenzó a bambolearse. Había zarpado ese día desde Puerto Belgrano llevando parte de la fuerza de desembarco que debía participar de la recuperación de las islas Malvinas.

La operación debía ser “incruenta, sorpresiva y de corta duración”. La fuerza de desembarco estaba integrada por el Cabo San Antonio; el buque de transporte Islas de los Estados; el Rompehielos Almirante Irízar; el Submarino Santa Fe; las fragatas Santísima Trinidad y Hércules y las corbetas Drummond y Granville. Más alejados, el Portaaviones 25 de mayo, su Grupo Aeronaval y las bases de la fuerza aérea del continente.

El buque Cabo San Antonio, en una fotografía tomada meses antes del 2 de abril. Se ven las compuertas de proa abiertas, por donde desembarcaban los anfibios (Gentileza General Brigada (r) VGM Roberto Reyes)

El 1 de febrero de 1982 el Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín supo que el Regimiento 25, al que estaba al mando, sería la única unidad de Ejército que integraría la fuerza de desembarco. Debía ejecutar el plan de acción.

El 26 de marzo comunicó a sus oficiales la histórica misión que tenían por delante, y que el 28 embarcarían rumbo al sur.

De la fuerza de desembarco participaría la compañía C del Regimiento 25, a cargo del Teniente Primero Carlos Esteban. Estaba integrada por las secciones “Bote” al mando del Teniente Roberto Estevez y “Romeo” del Subteniente Juan José Gómez Centurión, las que encabezarían una operación anfibia para controlar y ocupar Darwin. Una tercera sección, denominada “Gato” al mando del Subteniente Roberto Reyes tendría la responsabilidad de una operación aeromóvil para capturar al gobernador.

Los vehículos anfibios usados en el desembarco, en la bodega del Cabo San Antonio. (Gentileza General Brigada (r) VGM Reyes/Asociación de veteranos de Malvinas/Revista Naval)

Los de Reyes serían los únicos efectivos de Ejército en participar de las acciones en Puerto Argentino ese viernes 2 de abril. Debía armar con los soldados incorporados dos meses antes una fracción liviana con buen poder de fuego y rápido despliegue. “En ese momento tomé conciencia que era parte de algo importante”, destacó a Infobae. “Sentí que me daban más de lo que merecía”. Tenía entonces 24 años y no lo podía creer.

Camino al Día D

En los dormitorios de cinco pisos con cuchetas del San Antonio se acomodaron, en el reducido espacio separado por estrechos pasillos y escasa ventilación, los 37 efectivos del Regimiento 25. La primera tarea a la que se abocaron fue al mejoramiento de la estiva de materiales.

El problema sobrevino esa misma noche cuando el barco, una mole de 144 metros de largo, comenzó a moverse debido al mar picado. Los mareos y las descomposturas de los que estaban acostumbrados a moverse con los pies sobre la tierra, enseguida hicieron mella. Lo que aun ignoraban es que los bamboleos durarían hasta el día del desembarco. Pocos prestaban atención a los tres turnos que había para comer, ya que muchos no probarían bocado.

Dos protagonistas. El teniente coronel Seineldín dialoga con el almirante Büsser en Puerto Argentino. (Gentileza General B (r) Reyes)

Reyes mantuvo ocupada a su sección. En las cubiertas superiores se hacían prácticas de defensa, contra incendio y abandono del buque. Los soldados ignoraban hacia dónde se dirigían. Especulaban con un conflicto con Chile o que iban en auxilio de un país centroamericano. Solo Reyes sabía sus órdenes. Estaban navegando hacia el sur y que, al llegar a la altura de Río Gallegos, pondrían proa hacia las islas.

Si el primer día el mar estaba picado, en el segundo día las condiciones empeoraron a tal punto que las violentas inclinaciones del buque hacia babor y a estribor alternativamente, levantaba del piso a los soldados y los arrojaba contra las paredes. Los que podían, hacían algo de ejercicios físicos y otros limpiaban el armamento. Rogaban llegar lo más rápido a destino. “El buque nos destruyó”, confesó Reyes. “Hubo gente que en esos cinco días no comió”.

El vehículo anfibio 10 en el que desembarcó la sección de Reyes. En primer plano se ve a Seineldín y detrás, de boina, el subteniente Reyes. (Gentileza General B. (r) Reyes)

Rosario por Azul

Temiendo que el temporal hiciera suspender el operativo, el teniente coronel Seineldín le propuso al Almirante Carlos Büsser, comandante de la fuerza de desembarco, cambiarle el nombre a la operación, bautizada como “Azul”. Seineldín recordó que en 1806, durante la primera invasión inglesa, las fuerzas que Santiago de Liniers había agrupado en Colonia y que había embarcado con proa a Buenos Aires, había quedado a merced de una sudestada. Liniers puso sus fuerzas a protección de la Virgen del Rosario. Pudieron llegar a salvo a puerto mientras que las naves inglesas que trataron de impedirlo sufrieron graves daños.

De ahí en más, la operación pasó a llamarse Rosario.

En el tercer día de navegación, los jefes de fracciones que desembarcarían fueron convocados para realizar los ensayos de las acciones que desplegarían el Día D. El subteniente Reyes recibió cartografía y demás detalles para ajustar la incursión que debían realizar en la casa del gobernador. El joven oficial debió exponer cómo haría dicha operación y se realizaron los ajustes correspondientes.

De izquierda a derecha: subteniente Guillermo Aliaga, del Regimiento de Infantería 8; teniente Roberto Estévez; teniente primero Carlos Esteban; subteniente Juan J. Gómez Centurión y subteniente Roberto Reyes. (Gentileza Reyes)

Estaba todo listo para el desembarco planeado para el 1 de abril.

Los movimientos del buque provocaban que los vehículos en la bodega se movieran más de la cuenta –”parecían autitos chocadores”- por eso Reyes con la ayuda de un guardiamarina aprovechaban esos desbalanceos para ajustar las cuerdas. Las olas pasaban por arriba del buque.

En el cuarto día de navegación, Büsser decidió postergar un día la operación. Sería el 2 de abril. Los ingleses habían detectado a las fuerzas argentinas y preparaban la defensa, fortificando zonas de interés. Se había perdido la sorpresa táctica.

Bandera inglesa capturada. El segundo desde la derecha es el subteniente Reyes. (Gentileza General B. (r) Roberto Reyes)

El helicóptero que debía transportar a Reyes y a su sección se había dañado por la navegación. Entonces, en lugar de tomar la casa del gobernador Rex Hunt, Büsser determinó que debían apoderarse del aeropuerto eliminando la resistencia inglesa y despejar la pista, sembrada de vehículos y de maquinaria dejada por los Royal Marines. Los comandos anfibios se ocuparían de la residencia del gobernador.

Reyes y sus hombres debieron entonces familiarizarse con prácticas de embarque y desembarque del vehículo anfibio a oruga (VAO) con el que se trasladarían a la playa. El VAO 10 tenía capacidad para 26 integrantes de la sección; los 11 restantes apoyarían el desembarco desde el San Antonio. La adrenalina los hizo olvidar de los mareos.

En la tarde del 1 de abril luego de oír misa por altavoz, fue el comandante de la fuerza de desembarco que reveló el objetivo de la misión. Hubo emoción, alegría, gritos de júbilos y vivas a la Patria. Esa noche el mar se había calmado, pero nadie durmió.

“Primera ola al agua”

La madrugada del 2 eran incesantes los desplazamientos por los angostos pasillos de las cubiertas bajas. La bodega del buque estaba impregnada del olor a los motores encendidos de los vehículos anfibios. Las órdenes y los gritos se mezclaban con el chillido de las radios buscando las frecuencias. Las luces permanecían apagadas.

El aeropuerto de la capital de las islas, uno de los objetivos de la operación del 2 de abril. (Gentileza General B. (r) Roberto Reyes)

Reyes ordenó a sus hombres colocarse el chaleco salvavidas. Cuando el sargento Colque terminó de repartirlos su mirada lo dijo todo: no había para él ni para Reyes. Rogaron no tener que necesitarlos.

A las 5:30 Reyes y sus hombres estaban listos. Así se lo hicieron saber a Seineldín, quien los arengó. Sus palabras las interrumpió la orden que vino de los parlantes de la bodega: había que embarcar.

Dentro de los vehículos anfibios se había ordenado silencio de radio; las compuertas laterales y superiores estaban cerradas y los soldados lograban adivinar el rostro de sus compañeros gracias a una tenue luz roja interior. En silencio esperaban la orden de “primera ola al agua”.

Entre las 6:05 y las 6:10 se abrieron las compuertas de proa, el ruido de los motores pareció atenuarse y el humo de los 21 vehículos se disipó por el cambio de aire. Minutos después los hombres sintieron carretear el vehículo y de pronto se encontraron flotando. Seineldín había ordenado al soldado Juan Pessaresi poner en el grabador Cala Cuerda, una marcha de fusileros ejecutada por los patriotas durante las invasiones inglesas.

Los vehículos anfibios pusieron proa a “Playa Rojo W”, punto donde desembarcarían. Ese lugar había sido asegurado horas antes por buzos tácticos llevados por el submarino Santa Fe.

Se percataron que no estaban recibiendo fuego, aunque a lo lejos se escuchaban disparos en dirección a la ciudad. Reyes había ordenado quitar las tapas de cubierta del vehículo y, en medio de un mar increíblemente calmo, iluminado por los destellos del amanecer, vio las luces de Puerto Argentino. Miró hacia atrás y contempló la flota de desembarco.

Los gritos de alegría volvieron cuando sintieron que las orugas habían tocado las rocas y transitaba por la arena. Estaban en Malvinas.

Reyes y su sección se dirigieron al aeropuerto. Lo hallaron vacío y los Royal Marines ni siquiera habían dejado trampas explosivas. Se dedicaron a remover una treintena de máquinas y camiones colocados en la pista.

Luego, la sección recibió la orden de rastrillar una de las calles de Puerto Argentino, en dirección a la casa del gobernador. Debían capturar a los soldados ingleses que encontrasen, y cuidarse especialmente de no producir bajas en la población. Solo encontraron a dos británicos paramédicos que se dirigían al hospital a atender a los primeros heridos. Fue cuando Reyes vio al capitán de corbeta Pedro Giacchino.

Seineldín en el momento en que entierra un rosario en la cabecera de la pista en el aeropuerto. (Gentileza General B. (r) Roberto Reyes)

Mientras el comandante de la fuerza de desembarco estaba reunido con el gobernador en su residencia y en el jardín los Royal Marines eran custodiados por comandos anfibios, aterrizaba el Hércules que transportaba al resto del Regimiento 25. Y al aeropuerto llegaban efectivos transportados en helicópteros desde el Irízar.

Cerca del mediodía se realizó una formación en el patio de la casa para materializar oficialmente la recuperación de las islas. Durante los preparativos se cortó la driza del mástil, y el propio Reyes se trepó a la punta para engancharla. Algunos lo interpretaron como un mal augurio.

Seineldín, en la cabecera de la pista y con una formación contemplándolo, hizo un pozo y enterró un rosario.

Esa misma tarde, a Reyes le ordenaron volar a Río Gallegos. Debía participar junto a otros oficiales de una conferencia de prensa de la que casi no recuerda qué dijo. Hoy Reyes, un general retirado, insiste en destacar el reconocimiento a sus soldados y a esos héroes que quedaron de guardia en las islas. Hace ya 39 años pero con el recuerdo siempre presente.


sábado, 14 de septiembre de 2019

SGM: El desembarco en Saipán (2/2)

El desembarco en Saipan 

Parte I || Parte II
Weapons and Warfare





El volumen de fuego entrante creció; ni el avión ni el apoyo de fuego naval tuvieron una respuesta para lo que los japoneses habían instalado en las pendientes inversas de Saipan. "Hubo una fuerte explosión a nuestra derecha", escribió Robert Graf, "y vimos explotar una de nuestras naves, cuerpos volando por el aire".

Carl Roth dijo: "Desbloquea tus piezas. Buena suerte. Manténgase bajo y entre tierra adentro lo más rápido que pueda y salga de la playa. Se están enfocando en eso ”. Turner había sobreestimado la amenaza de las defensas de la playa: cajas de pastillas con ametralladoras, trincheras de fuego, trincheras antitanques y similares. La artillería y los morteros ubicados en el interior fueron el problema. Los había subestimado. Las nubes que ocultaban las fotos de reconocimiento temprano escondían las armas de los analistas de Nimitz. Se revelaron contra las primeras olas.

Los oficiales de control de las playas azul y amarilla informaron las primeras olas de la Cuarta División de Marines en tierra a las 8:43. Cinco minutos más tarde, un observador aéreo informó que los amtracs de la Segunda División de Infantería de Marina se acumulaban en las playas Roja y Verde, aunque no siempre en el lugar correcto. El fuego pesado se vertió en la primera ola desde el acantilado cubierto de arbustos detrás de Red Three. Un fuego más pesado los enfilaba desde Afetna Point, muy a la derecha. El volumen sorprendió a los conductores, e incluso el más pequeño estremecimiento al volante hizo que se desviaran a la izquierda, llevando a los Sextos Infantes de Marina más al norte de lo que se suponía que estaban. El mismo problema acosó al Octavo Regimiento, solo que peor, debido a una marea hacia el norte. Ambos de sus batallones desembarcaron en Green One, causando congestión y una peligrosa masa de fuerzas allí, así como un vacío en Green Two, justo al sur. El arquitecto de la confusión de la Segunda División de Infantería de Marina fue una batería de ametralladoras pesadas y cañones antibalas en Afetna Point. Habiendo sobrevivido de alguna manera al bombardeo de la mañana en Birmingham e Indianápolis, disfrutó de una carrera de terrible gloria. Con la cabeza aún abajo, lleno de oración silenciosa, Robert Graf escuchó el suave cambio del motor cuando sus huellas se clavaron en el suelo. Su pelotón estaba en la playa.

A medida que la hora crítica comenzaba en tierra, el apoyo de fuego naval cambió hacia el interior, dejando a los soldados a sus propios dispositivos. Los artilleros de arco entrenaron sus cincuentas en la delgada cinta de arena y frotaban hacia adelante mientras los morteros y la artillería continuaban su incesante caída de alto ángulo. Los equipos de artilleros y morteros del general Saito se encontraban en una forma impresionante, debido al enlucido que se les había lanzado desde el aire y el mar. Lofting conchas en parábolas altas de grietas, barrancos y la parte posterior de las colinas, comenzaron a hacer mella en la fuerza de Turner. La playa donde desembarcó Easy Company of the 2/23, Blue Beach Two, sufrió un diluvio particularmente brutal. "Cada vez más proyectiles nos golpeaban y golpeaban más tractores", escribió Graf. "Cuerpos, tanto enteros como en pedazos, estaban dispersos". Vio a hombres heridos de muerte pero aún vivos, flotando con la ayuda de chalecos salvavidas. Los marines no dejaron a ningún hombre atrás, excepto por necesidad en la hora H, cuando el imperativo de salir de la playa era existencial. Toda la operación dependía de ello. Ya, con la llegada de la segunda ola, el carril del barco era un cuello de botella, con una gran afluencia de máquinas que lo atravesaban.

Amtracs tenía su atractivo, sobre todo su placa de armadura, que era una prueba contra todos, excepto las rondas de artillería más cercanas. Pero muchos marines veteranos preferían las antiguas LCVP con sus rampas de proa, que cuando se caían les permitían hacer una rápida carrera hacia abajo para salir de la bodega. Amtracs, en contraste, requería que se levantaran y desmontaran por el costado, y eso significaba exponerse al fuego enemigo. Cuando Donald Boots llegó a la playa, los artilleros enemigos estaban esperando. El sargento de pelotón y el sargento de artillería de su compañía pionera fueron asesinados a tiros junto con algunos otros hombres. Cuando las balas saltaron sobre su cabeza, su pelotón, privado de su liderazgo, se lanzó a la playa y se apretó contra el aplastado coral para cubrirse. Las botas se movieron a la izquierda, saltando hacia un gran cráter de concha con varios otros hombres mientras la ametralladora disparaba sobre sus cabezas. Cuando llegaron los morteros, Boots no pensó que sobreviviría.

"Fue realmente trágico ver el efecto de este fuego de mortero en nuestras propias tropas", dijo el Capitán Inglis.


Los japoneses eran extremadamente precisos, y mientras caminaban por este incendio en la playa, este incendio de fuego a intervalos de aproximadamente diez yardas, nuestros marines al principio se levantaron bajo el fuego sin inmutarse, continuaron sus operaciones de clasificación y transporte a las líneas del frente. que había sido desembarcado y que estaba tirado en la playa. Después de que cayeran los primeros dos o tres proyectiles, nos resultó evidente que los infantes de marina comenzaban a inmovilizarse bajo el fuego y al principio se lanzaron al suelo y luego, luego de que este fuego continuó, se rompió y corrió. A través de instrumentos ópticos de alta potencia, casi podíamos ver los bigotes en las caras de los hombres, y la impresión que recibí fue algo irreal, algo que se puede ver en el London Graphic, por ejemplo, como esbozado en la imaginación de un artista. Parecía demasiado dramático y demasiado cercano para ser realista.

Aunque las armas costeras japonesas más grandes habían sido fáciles de destruir para la Armada, ya que estaban ubicadas de manera visible en emplazamientos fijos vulnerables al fuego directo, y las posiciones de las playas se evaporaban rápidamente en la barrera inicial, las posiciones en el interior eran más complicadas incluso cuando los comandantes de barcos podían ver dónde el fuego venia de "La movilización de esa masa de artillería de campo y morteros en la pendiente inversa de las colinas en la parte trasera de las playas fue completamente desconocida para nosotros cuando desembarcamos", dijo Hill.

El capitán Inglis sintió una creciente frustración. "Hicimos nuestro mejor esfuerzo para determinar la fuente de este fuego, pero los japoneses, siendo maestros en artes de gemelas de juego de zarigüeya y camuflaje, habían ocultado sus baterías con gran éxito de la observación y la fuente del fuego no se pudo determinar a partir de la observación desde el barco, o desde los observadores en tierra, ni desde la observación de un avión, ni desde las fotografías tomadas por un avión ”. Hubo muchos ojos en el Día D, pero ninguno lo vio todo. A los agresores les correspondía seguir adelante y librarse de la muerte.



El Segundo Batallón Blindado de Anfibios, un equipo de la Infantería de Marina, llegó a Red Beach One de inmediato en la Hora H. El general Watson, que no había querido usar sus amtracs regulares como vehículos de combate en tierra, hizo que sus hombres salieran de los LVT que transportaban tropas de inmediato, para comenzar la lucha en la huella de las mareas. Mientras los LVT descargaban elementos del Segundo Batallón, Sexto Infantes de Marina, en lo alto de la playa, los diecisiete LVT (A) -4 de la unidad buscaron rutas hacia el interior, para servir como una especie de fuerza de ataque blindada móvil anfibio. Sus equipos eran autónomos tan pronto como desembarcaron, y así adquirieron una temible responsabilidad: usar sus "cerdos blindados" de piel delgada para sostener el lado izquierdo más alejado de toda la playa de desembarco de dos divisiones. Esto significaba enfrentarse a cualquier cosa que los japoneses pudieran enviar desde el norte. Turner había anticipado esto; todo el propósito de la finta que había llevado a cabo en Garapan era dejar que los dos primeros batallones del Sexto Regimiento de Marines desembarcaran y cavaran antes de que llegara un contraataque.



"Nunca olvidaré la conmoción cerebral de las armas de los acorazados y el poder y la compresión que nos invadieron", recordó R. J. Lee. El conductor de su amtank estaba buscando empujar tierra adentro desde la playa, pero con una trinchera profunda justo detrás de la línea de arbustos no había manera de avanzar. Arrojó al cerdo al revés y retrocedió hasta la orilla del agua, donde desenfundó el cañón de 75 mm y comenzó a disparar para cortar un carril navegable. Los japoneses habían construido solo las obras defensivas más simples, gracias a los esfuerzos de los submarinos de los Estados Unidos por estrangular su fuente de suministro. Pero sus trincheras, pozos y obstáculos de troncos cerca de la playa se hicieron razonablemente efectivos por la presión de la artillería y el fuego de mortero provenientes de las tierras altas, muy lejos. Marine Amtanks en Red Beach luchó para superar los acantilados detrás de las playas. Lee había conseguido tal vez cuatro disparos cuando la artillería japonesa encontró su rango. La torreta abierta recibió un golpe directo. Antes de que el humo lavara todo lo negro, Lee vio a su líder de pelotón y dos de sus sargentos muertos.

"Salgamos de aquí antes de que explote", dijo otro sargento a los cinco sobrevivientes. El motor radial de siete cilindros del amtank, debido a la gasolina de aviación que lo alimentaba, siempre era un riesgo de incendio. Pasaron por la escotilla de escape hacia el agua y giraron y cargaron contra la playa, con las armas en alto. Lee miró a su derecha y vio a uno de sus miembros, Gus Evans, con el rifle levantado sobre su cabeza, tomar una bala en la cara y bajar. Lo estaba alcanzando cuando él también fue golpeado. Dos disparos en la cabeza: uno es un rebote, el otro penetra en el casco, pero de alguna manera retiene solo la fuerza suficiente para dejarlo frío. "Las luces se apagan para mí", dijo Lee. "Escuché a mi hijo de cuatro años gritar: 'Levántate, papá, levántate, papá', y por la gracia de Dios y de mi hijo regresé a la playa".

En Red Three, un trío de amtanks bajo el mando del teniente Philo Pease encontró un camino a través de un bosque de árboles y lo colocó en el acantilado. Cruzando una carretera estrecha, se acercaron a una trinchera. El vehículo de plomo trató de cruzarlo, pero llegó a la pena, se atascó rápido, pisadas arañando el aire. Según el conductor, S. A. Balsano, los soldados japoneses estaban "sobre nosotros como moscas". Tampoco había manera de avanzar o retroceder, ya que el tanque trasero también estaba atascado. El teniente Pease se dio cuenta de que su única esperanza era volver a moverse, o la artillería seguramente los encontraría. Vio que el segundo amtank en su columna, el que está justo detrás de él, podría ser capaz de liberar al tercero de su obstáculo. Ordenó a su tripulación que se quedara con su vehículo de plomo varado e intentara liberarlo mientras corría afuera, exponiéndose para ayudar al comandante que estaba detrás de él a montar un cable de remolque. Cuando un grupo de tropas enemigas se acercó, uno de los tripulantes de Pease, Leroy Clobes, metió una ametralladora ligera en la escotilla lateral y se apoyó en el gatillo, dispersándolos. Balsano, el conductor, atascó a su Thompson por la escotilla delantera y se alejó. Luego se dieron cuenta de que las voces extrañas que habían oído provenían de la zanja debajo de ellos.

Pease llegó al amtank detrás de él solo para encontrarse yendo a ayudar a un hombre muerto. Un soldado japonés había tirado una cuenta en el otro comandante y le había disparado a tiros donde estaba. Agachándose bajo fuego, Pease heredó el trabajo de conectar el cable. El fusilero enemigo le dio otra vuelta y lo derribó a continuación. Paul Durand, un cabo del ejército de Pease, tomó la orden y gritó: “¡Dispara a todos los hijos de puta que puedas!” Cerca de él vio una casa de paja que parecía albergar a un escuadrón enemigo. Atravesó la pistola de 75 mm y la lanzó hacia abajo. En ese momento, apareció un tanque ligero japonés y pasó una ronda de 37 mm a través del casco del tercer tanque en línea, matando al conductor. Los bazuceantes marinos pusieron fuera de servicio al vehículo blindado enemigo, pero aquí, expuesto bajo un fuego directo sin piedad, estaba la raíz de la preocupación del general Watson: los amtracs estaban sentados patos. La tripulación sobreviviente del teniente Pease tuvo suerte. Luego de inspeccionar sus anfibios varados, uno de ellos encontró una mina magnética sujeta al tren de desembarco. De alguna manera no había podido explotar.

Al sur de ellos, Green Beach One era un caos, su frente de seiscientas yardas desesperadamente congestionada tras la llegada de dos batallones completos. Los comandantes de los amtanks de la primera ola intentaron profundizar la cabeza de playa conduciendo hacia el interior. Su avance fue evidente para los bien armados mortales y artilleros en las colinas. Viniendo bajo un intenso fuego, varios de los tanques se atascaron en un arrozal. Otros dos, conducidos por el Sargento Benjamin R. Livesey y el Sargento Onel W. Dickens, siguieron adelante. Cruzando el final de la única pista paralela a Green Beach, subieron por un camino de tierra que conducía hacia el norte pasando la estación de radio japonesa. El camino era poco más que un camino de carreta, apenas lo suficientemente ancho para el tráfico de dos vías. A lo largo de ellos resonaron, afortunados de evadir el fuego entrante. Un nido de ametralladoras japonesas, luego otro, se revelaron con marcadores de escupir. Los anfibios blindados convirtieron la furia de sus obuses de 75 mm y ametralladoras de calibre .50 y .30 sobre ellos, con un efecto abrumador. Al pasar por un bananal, Livesey se dio cuenta de su valor como cubierta y se detuvo allí mientras los morteros continuaban cayendo. Cuando la tripulación se agachó, escucharon el ruido de armas pequeñas mientras los soldados japoneses se abrían sobre ellos desde el camino. "Nos metimos de nuevo en nuestro tanque", dijo Livesey, "y escudriñamos hacia delante en el bosque de árboles, usando nuestra mira de armas y binoculares para detectar un edificio con algunos japoneses moviéndose en su interior. Abrimos fuego con todo lo que teníamos ".

Su arma principal de 75 mm estaba cargada con rondas explosivas e incendiarias. Varios golpes produjeron explosiones más grandes seguidas por una bola de fuego que marcó la desaparición de un basurero japonés. Livesey le ordenó a su conductor que avanzara y disparó hasta el área para darle efecto. A unos cien metros, se encontró con un claro y se detuvo de nuevo, lanzando agua para su tripulación. Cuando el amtank de Dickens se acercó, Livesey y sus hombres desmontaron para hablar con ellos. Ningún otro infante de marina había llegado tan lejos hacia el interior. "Estábamos solos y aislados", dijo Livesey, "pero disfrutaban de nuestro éxito". Estaban rebuscando en las cajas de madera que constituían sus revistas, contando sus caparazones restantes, cuando, por el camino, cuatro gigantes de origen extranjero aparecieron a la vista.
Los tanques medianos japoneses estaban en una sola columna, moviéndose hacia la playa del desembarco. No parecían ver a los estadounidenses apresurándose a volver a montar. Una vez que se abrocharon, Livesey y Dickens salieron tras ellos, desatando sus cañones de 75 mm y abriendo fuego. Sus pasadores de municiones se apresuraron a encontrar proyectiles perforantes cuando la columna enemiga giró y llegó directamente a los infantes de marina. "Fuimos nosotros o ellos", dijo Livesey.

El vehículo de ninguno de los dos bandos era compatible con el arma principal del otro. El vehículo de Livesey se sacudió de un golpe al compartimiento de su motor, pero el 15 de junio fue su día; La cáscara era un fracaso. Gales de fuego de ametralladoras se apoderó de ellos. A pesar de que a los 75 les gustaba atascarse, los artilleros y los cargadores seguían fumando en sus bloques de nalgas, y la puntería de la Infantería de Marina era igual al momento. Destruyendo tres de los tanques enemigos en sucesión, detuvieron a la armadura japonesa a solo cincuenta o setenta metros de distancia. Livesey vio a uno de los petroleros enemigos salir de su escotilla y comenzar a correr hacia las colinas, algo bueno, dado que los que pasaban las municiones de Livesey estaban cerca de fumar conchas. Lanzó unas cuantas rondas después del squirter enemigo, pero cuando la artillería y los morteros en las colinas comenzaron a encerrarlos nuevamente, él, Dickens y sus tripulaciones optaron por rescatar. Cuando salieron a pie a la playa, la metralla del mortero mató a uno de los hombres de Dickens, el soldado Leo Pletcher. La incursión independiente de Livesey y Dickens les daría a cada uno una Cruz de la Marina. Más importante aún, alivió la presión sobre el punto de apoyo de la vulnerable División de la Segunda Infantería de Marina al mitigar un asalto blindado que podría haber caído sobre la playa.

Los combates en el flanco izquierdo continuaron rígidos y agudos. Los Sextos infantes de marina pudieron forzar una cabeza de playa poco profunda a no más de cien metros de profundidad, hasta la carretera costera detrás de Playa Roja. Pero las cajas de pastillas y las posiciones de las ametralladoras verificaron su progreso. Un tanque enemigo en la playa que todos habían pensado que estaba inhabilitado abrió fuego con su arma de 37 mm en los LVT que traían a la unidad de reserva de los Sextos Infantes de Marina, el Primer Batallón, bajo el mando del Teniente Coronel William K. Jones. Uno de los vehículos que fue atropellado transportaba al personal del jefe de Jones, el comandante del regimiento, el coronel James P. Riseley. Muchos de ellos resultaron gravemente heridos. Poco después de desembarcar, Riseley supo que el comandante de su tercer batallón, el teniente coronel John W. Easley, también había sido golpeado.

Cuando Riseley estaba estableciendo su puesto de mando del regimiento cerca del centro de Red Beach Two, hasta dos docenas de tropas japonesas cargaban por la playa desde el norte. Llegaron a la zona trasera del Segundo Batallón del regimiento, donde los estadounidenses heridos estaban tendidos en camillas debajo de tiendas de campaña cerca de la playa. Los marines se reunieron, establecieron una línea de fuego y aniquilaron la fuerza japonesa. Pero el asalto a corta distancia demostró que nadie estaba a salvo en una batalla de infiltración. En el día, los comandantes de los cuatro batallones de asalto de la Segunda División de Infantería de Marina fueron heridos en acción: Raymond L. Murray de los 2/6 (golpeado junto con su oficial ejecutivo), Henry P. Crowe de los 2/8, John C. Miller del 3/8, y Easley del 3/6. Después del anochecer, la tarea de cerrar las brechas en sus líneas sería una cuestión de vida o muerte.

Para romper la presión del contraataque, Riseley ordenó al Primer Batallón que pasara por el área del Tercer Batallón y renovara el empuje hacia la línea O-1. Riseley no le habría dado el trabajo a nadie más que al comandante del 1/6, el teniente coronel Jones. Él lo llamaría "el mejor maldito comandante de batallón en esta división, o cualquier otra división". En este momento, Jones era el único oficial de su rango físicamente capaz de liderar un asalto en ese lugar elevado. El 1/6 había tenido cien bajas en el camino a la playa. Al llegar a tierra, los sobrevivientes habían reemplazado su equipo empapado y su equipo cosechando a los que habían caído delante de ellos. Jones los movió hacia adelante.

Con las unidades dispersas y entremezcladas gracias a los movimientos giratorios de los amtracs en el oleaje y la marea, y con el fuego intenso que estimulaba la supervivencia antes de que se llevaran registros, fue difícil contar a los heridos. Las primeras bajas fueron llevadas a la playa para cargarlas en LVT alrededor de las 10:40. El número total de muertos y heridos ese día totalizaría más de dos mil, la mayoría de las víctimas causadas por el fuego de artillería y mortero. Pero una multitud no contada emblematizada por el teniente coronel Easley se negó a informar a la clasificación por temor a ser retirado de la compañía de sus hombres en el frente.

lunes, 6 de mayo de 2019

Emerge el ZAHA, vehículo de desembarco blindado turco

Marine Assault Vehicle (MAV) hace su primera aparición en IDEF'19

FNSS



Vehículo de asalto marino ZAHA (foto: FNSS)

IDEF'19 presenciará la inauguración del Vehículo de Asalto Marino MAV, que ha sido muy esperado por el sector debido al número limitado de vehículos comparables en la misma clase, principalmente debido a los requisitos desafiantes y la definición de misión altamente especializada asociada a estos vehículos.


Vehículo de asalto marino ZAHA (foto: ptisidiastima)

Los visitantes del stand de FNSS tendrán la oportunidad de ver el primer prototipo MAV, cuya función principal es respaldar las capacidades de combate de las fuerzas marinas de acuerdo con los requisitos de los entornos de combate del siglo XXI.


Vehículo de asalto marino ZAHA (foto: Anadolu)

MAV se está desarrollando como parte del Proyecto de Vehículos de Asalto Anfibios Blindados (Zırhlı Amfibi Hücum Araçları, ZAHA) que está llevando a cabo la Presidencia de Industrias de Defensa (SSB) para satisfacer una necesidad del Comando de las Fuerzas Navales de Turquía. Dentro del proyecto, FNSS entregará un total de 27 vehículos, incluidos 23 transportistas de personal, dos vehículos de comando y control y dos vehículos de recuperación.


Vehículo de asalto marino ZAHA (foto: Estrella)

Además de permitir el aterrizaje seguro de unidades durante las operaciones anfibias, los vehículos de asalto anfibios blindados también sirven como vehículos blindados de personal después de llegar a la costa. Durante la fase de asalto anfibio de una operación, estos vehículos se lanzan desde el muelle de aterrizaje de helicópteros (LHD) y cubren rápidamente la distancia entre el barco y la costa, permitiendo que las fuerzas aterricen bajo protección y con un retraso mínimo. Una vez en tierra, estos vehículos pueden continuar participando en operaciones al lado de otros vehículos blindados. Como vehículos con doble función debido a sus requisitos de misión, los vehículos de asalto anfibios blindados deben mostrar un rendimiento superior tanto en el mar como en tierra, y solo unos pocos países en todo el mundo tienen dichos vehículos en sus inventarios. Entre los países y aliados de la OTAN, solo hay una compañía distinta de FNSS que produce vehículos de esta clase.


Vehículo de asalto marino ZAHA (foto: hurriyet)

En comparación con ejemplos similares, se espera que MAV sea superior en los siguientes aspectos:

-Número de personal transportado por el vehículo,
-Nivel de protección balística y de minas, y criterios de desempeño en tierra y agua.
-Con ZAHA, FNSS lleva vehículos blindados de asalto anfibios al siglo 21, y el proyecto ahora ha alcanzado la fase de Revisión de Diseño Crítico. Para esta revisión, aventurándose fuera de los enfoques clásicos dentro de los proyectos de defensa, FNSS ha completado su evaluación del diseño del vehículo, no solo en papel, sino también en el prototipo. La revisión se ejecutará en el prototipo del vehículo en la sala de integración.


Cañón del vehículo de asalto marino ZAHA (foto: EDR)

-K. Nail Kurt, Gerente General y CEO de FNSS, enfatiza que MAV es un vehículo muy especial: "MAV tiene que asegurarse de que los infantes de marina lleguen a la orilla en el menor tiempo posible, tanto para asegurar un movimiento rápido como para minimizar su exposición a las amenazas, mientras que mar. Una vez en tierra, debería poder operar efectivamente como un vehículo de combate blindado, al mismo tiempo que protege a las tropas en el interior con balística superior y protección contra minas. Para decirlo brevemente, hasta que el MAV hizo su aparición, no había tal vehículo en el mercado. Estamos desarrollando MAV en respuesta a los requisitos de las fuerzas navales turcas, que llevaron a cabo una de las operaciones anfibias más importantes en los últimos 50 años con gran éxito. Confiamos en que las naciones amigas y aliadas con altos requisitos operativos anfibios, en particular los países insulares como Indonesia, también buscarán aprovechar las características superiores de MAV; y esperamos trabajar con ellos en el futuro ".

domingo, 8 de julio de 2012

ARA: Cadetes entrenan en VAOs

ADIESTRAMIENTO EN BATERÍAS en 2012
Cadetes de la Escuela Naval interactuaron con efectivos del Batallón de Vehículos Anfibios 

6-7-2012 | Aproximadamente 40 hombres de las diferentes compañías del Batallón de Vehículos Anfibios brindaron el apoyo necesario para el desarrollo del ejercicio. 

 

Base Baterías- Alrededor de 80 cadetes de la Escuela Naval Militar realizaron una instrucción básica anfibia en las playas de Baterías durante la tarde del miércoles y continuaron con un ataque nocturno más complejo. 

“Vinimos con la agrupación de cadetes de la Escuela Naval Militar a efectuar la campaña que se hace habitualmente a mitad de año para que los cadetes infantes de Marina o quienes quieran serlo tengan el adiestramiento correspondiente. Son 80 entre todos los años. De ellos, hay 13 de cuarto año que son infantes y 7 de tercero. Además, trajimos a los de segundo y primero para que prueben si les gusta este escalafón”, manifestó el capitán de corbeta Mario Bilesio, jefe de la División Infantería de Marina de la Escuela Naval Militar. 

El capitán Bilesio opinó que esta ejercitación es muy importante porque el desembarco sobre las playas hostiles es la actividad que caracteriza al infante de Marina. Entonces, el cadete lo que más ansía en el año es practicar todas las técnicas en estas playas. 

“Esta etapa de instrucción sirve para conocer al Batallón de Vehículos Anfibios y está destinada a la práctica de los alumnos en los medios que éste posee: los Vehículos Anfibios a Rueda (VAR), a Oruga (VAO) y los botes de asalto. También posibilita la implementación de todas las técnicas que se utilizan para hacer el asalto a la playa”, explicó. 

“Cada tipo de vehículo tiene su propia técnica; no es lo mismo desembarcar en un VAO que en un bote de asalto. Los cadetes tienen que aprender a acomodar el equipo adentro, a acomodarse ellos, a llevar el armamento y aplicar las medidas de seguridad necesarias. Después, una vez llegados a la playa, deben practicar cómo desembarcar y dar la seguridad inmediata al lugar, para seguir progresando en el ataque”, detalló el jefe de la División Infantería. 

Los cadetes interactuaron con aproximadamente 40 hombres de las diferentes compañías del Batallón de Vehículos Anfibios, que brindaron el apoyo necesario para el desarrollo del ejercicio, que se realizó durante la tarde y continuó con un ataque nocturno. 

“La idea es recordar y reforzar esos conocimientos. En otras oportunidades también lo han hecho en unidades de la Flota; por ejemplo, la salida desde el transporte ARA ‘Hércules’ donde habitualmente se hace el desembarco con las escalas de red y se practica toda la técnica completa”, finalizó el capitán Bilesio. 

También las mujeres 
Entre primero y segundo años de la Escuela Naval hay seis mujeres que participaron del adiestramiento con miras a elegir especialidad; en tanto que en cuarto año hay una mujer infante de Marina próxima a recibirse. 

Ella es Valentina Ayelén Giménez, tiene 21 años y es oriunda de Entre Ríos. En este momento, es la única mujer de la Escuela Naval que pertenece al escalafón Infantería de Marina. 

“De a poco me voy acostumbrando a esta experiencia porque este tipo de ejercicios ya los he hecho. Esta es mi campaña número 11 y sería la última antes de recibirme, si Dios quiere a fin de año, para después ir a la fragata ‘Libertad’”, contó con orgullo. 

Respecto de por qué decidió ser infante de Marina, cuenta que “creo que viene un poco por mi familia. Tengo un familiar que siempre admiró la participación de la Infantería durante la guerra de Malvinas y desde chica me contaba anécdotas… y cuando quise ingresar a la Escuela Naval ya tenía decidido elegir este escalafón”. 

“Ahora que estoy a un paso de llegar me doy cuenta que se puede… Y eso es lo que cada día me impulsa a continuar con mi vocación. Como mujer, el trato es muy bueno. Con el tiempo ya se nota que se están acostumbrando a la presencia de la mujer y a su inserción en medios y ámbitos que antes estaban reservados sólo para el hombre. A la hora de trabajar soy una más, no hay diferencias, para nada. Siempre me llevé bien con mis compañeros y están adaptados a mí de la misma manera que yo a ellos”, comentó Valentina. 















Gaceta Marinera