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sábado, 19 de octubre de 2024

Argentina: Sobre cómo la Revolución Libertadora moldeó el pensamiento militar

Bajo la égida de Aries


Por Esteban McLaren



Durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que en la Primera Guerra Mundial, Argentina mantuvo una postura oficial de neutralidad durante gran parte del conflicto. Sin embargo, en el interior de las fuerzas armadas, especialmente en el Ejército, se desarrollaron tensiones entre distintas facciones que debatían cuál debería ser la verdadera posición del país en la contienda. Una de estas facciones se articuló en torno al Grupo de Oficiales Unidos (GOU), un sector que simpatizaba con el régimen nazi y que, hasta 1943, promovía la entrada de Argentina en la guerra... ¡del lado del Eje! Tras el exitoso golpe de Estado de ese mismo año, esta facción tomó el control del gobierno y preparó el terreno para que su candidato, Juan Domingo Perón, asumiera la presidencia en las elecciones de 1946.

Perón, hijo de inmigrantes italianos, asumió la presidencia inicialmente como un mandatario constitucional. No obstante, pronto comenzó a implementar una serie de reformas destinadas a silenciar a la oposición y consolidar su permanencia en el poder. Aprovechó los fondos acumulados durante la favorable balanza comercial de la guerra para ganar apoyos mediante sobornos, subsidios y otros mecanismos corruptos que le permitieron manipular las instituciones a su favor. El uso indebido de fondos públicos fue notorio: individuos sin recursos se convirtieron en millonarios, medios de comunicación opositores fueron cerrados o comprados, y las voces disidentes fueron sistemáticamente perseguidas y, en algunos casos, torturadas.

En este contexto, la facción de las fuerzas armadas que había sido marginada tras el golpe de 1943, simpatizante de los Aliados, comenzó a reorganizarse lentamente. El objetivo de este trabajo es analizar los patrones recurrentes en las fuerzas antiperonistas o constitucionalistas que influyeron en la actividad político-militar interna de Argentina, especialmente durante el periodo de 1955 a 1988, cuando estas fuerzas jugaron un rol clave en la política del país.

La facción pro-Aliada

Las primeras manifestaciones de esta facción del ejército probablemente se hicieron evidentes en el fallido intento de golpe de Estado de 1951. Lo que caracterizó a este grupo dentro de las fuerzas armadas fue su enfoque en la acción. Eran hombres formados en la profesión militar, y como tales, tendían a interpretar los problemas bajo la lógica de la dicotomía amigo-enemigo. Su respuesta ante cualquier desafío fue siempre de naturaleza militar: una vez identificada la amenaza, se delimitaba al enemigo concreto y se actuaba militarmente para atacarlo, perseguirlo y, si era posible, destruirlo.

Un ejemplo temprano de esta conducta lo representa el almirante Benjamín Gargiulo, fundador de la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina (IMARA), quien incorporó el espíritu de los marines estadounidenses en la preparación y alistamiento de sus tropas. Durante el fallido golpe del 16 de junio de 1955, y tras ver frustrados sus esfuerzos, Gargiulo decidió suicidarse, un acto que sorprendió a muchos. Este tipo de coraje y honor militar se reflejaría 27 años después en la batalla de Monte Tumbledown, donde la infantería de marina demostró un valor excepcional en la defensa de Puerto Argentino durante la Guerra de Malvinas.

Esta conducta contrasta radicalmente con la de Juan Domingo Perón, quien, en medio de la Revolución Libertadora de 1955, dudó en atacar a los insurgentes. Durante ese levantamiento, una minoría rebelde se enfrentó a una mayoría leal y no se rindió. Sólo el 18% de las tropas se rebelan contra Perón. Lonardi, líder de la rebelión, mantenía la firme postura de no ceder ni negociar con Perón. En ese contexto, aunque nunca quedó claro qué pensaba exactamente Perón —ni lo aclaró en entrevistas o memorias—, se puede asumir que creyó que los rebeldes querían negociar con él algún reparto del poder, acostumbrado como estaba de negociar en la política. Esta suposición lo llevó a ordenar la retirada de sus fuerzas o, por lo menos, a no ejecutar un asalto final una vez rodeadas las mismas. La consecuencia de ello fue que permitió a los insurgentes reagruparse y continuar la ofensiva. Apenas reacomodadas sus tropas, la primera medida de Lonardi fue decretar el arresto de Perón, de lo que naturalmente sobrevendría su juzgamiento y, nunca podemos descartar, su ajusticiamiento. Ello puso fin a su gobierno y Perón cayó en la cuenta que estaba frente a militares en serio, no en chantas como él.


La Revolución Libertadora y la formación de oficiales

Esta Revolución Libertadora, que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, dejó una huella profunda en la composición de los oficiales del Ejército Argentino. Este proceso comenzó con purgas masivas de oficiales considerados leales al peronismo y la reincorporación de aquellos que se identificaban con las fuerzas antiperonistas. Este movimiento, liderado por la Revolución Libertadora entre 1955 y 1956, tuvo efectos disruptivos en el escalafón del Ejército, alterando de manera significativa su estructura de mando y afectando profundamente la carrera de numerosos oficiales​ (Mazzei, 2013).

La purga de los oficiales peronistas implicó la retirada forzosa de aproximadamente 500 oficiales, muchos de los cuales pertenecían a las promociones 60 a 74 del Colegio Militar. Este proceso incluyó tanto a oficiales de infantería (53%) como de caballería y artillería​. Estas vacantes fueron llenadas por oficiales que, en muchos casos, no estaban tan actualizados o eran menos capacitados, lo que generó un efecto de debilitamiento en los cuadros superiores del Ejército​.

Además, la Revolución Libertadora reincorporó a alrededor de 180 oficiales antiperonistas que habían sido separados previamente, muchos de los cuales alcanzaron altos grados dentro de la estructura militar, incluso llegando a generales​. La restauración de estos oficiales consolidó la influencia de una facción militar con una visión conservadora y antiperonista, que jugaría un rol crucial en los años venideros.


Los "azules" y la consolidación del poder militar

Tras el golpe, la facción conocida como los "azules" emergió como la predominante dentro del Ejército, consolidando su control durante las décadas de 1960 y 1970. Esta facción, bajo el liderazgo de figuras como Alejandro Lanusse y Alcides López Aufranc, impuso una visión militarista y conservadora que influenció tanto la política interna como la participación de Argentina en conflictos territoriales y la guerra antisubversiva. Esta facción logró mantenerse en el poder mediante una red de lealtades internas y a través del control de los ascensos y retiros dentro de la institución militar.

La herencia ideológica y operativa

El impacto de la Revolución Libertadora no solo se limitó a una reconfiguración del escalafón militar, sino que estableció una doctrina que influiría en eventos clave de la historia argentina, como la lucha antisubversiva y el conflicto en las Islas Malvinas en 1982. La obra subraya cómo esta ideología militarista promovía la intervención violenta tanto en conflictos internos como externos, en defensa de la "soberanía nacional" y la estabilidad del orden interno.

Este cambio en la composición y perfil de los oficiales influyó notablemente en las decisiones militares que se tomaron en los años siguientes, particularmente en la manera en que el Ejército enfrentó la guerra antisubversiva y los conflictos territoriales. La formación de estos cuadros durante la Revolución Libertadora y su posterior consolidación en el poder imprimió una marcada agresividad en la toma de decisiones, reflejada en el enfoque duro hacia la lucha antisubversiva durante la dictadura militar, que vio el surgimiento de una estrategia de represión violenta contra cualquier amenaza percibida al orden establecido.

Además, la configuración de un alto mando que favorecía el uso de la fuerza y una perspectiva nacionalista influyó en la decisión de involucrarse en el conflicto por el Canal de Beagle con Chile en los años 70, y más tarde, en la invasión de las Islas Malvinas en 1982. La ideología dominante en estos cuadros militares, forjada en la Revolución Libertadora y consolidada en las décadas siguientes, promovía una visión del Ejército como defensor de la soberanía nacional frente a enemigos externos y de orden interno frente a las subversiones percibidas​​.

Los militares profesionales formados bajo esta doctrina operaban bajo una única premisa: todos los problemas se resolvían militarmente. Sin ambigüedades. Observaban la situación, identificaban al enemigo, planificaban el ataque y lo ejecutaban sin titubeos, utilizando la fuerza o la amenaza de ésta. El primer gran enemigo de esta corriente fue el némesis de esta filosofía: el dictador Juan Domingo Perón. Después, las pugnas internas entre facciones no tardaron en emerger: Azules contra Colorados, las revueltas y los enfrentamientos militares que se sucedieron durante décadas.


M4 Sherman Firefly del RCT 8 de Magdalena sobre la pista de la Base Aeronaval de Punta Indio en 1965.

La resolución de los conflictos siempre fue llevada al extremo. El intento de golpe de 1951, el bombardeo del 16 de junio de 1955 sobre Plaza de Mayo, el golpe definitivo del 13 de septiembre de 1955, los fusilamientos de León Suárez y los golpes a lo largo de los años 60 no dejaron lugar a dudas sobre el enfoque de esta facción. El 3 de abril de 1965, el Regimiento de Caballería de Tanques n.º 8 de Magdalena atacó con brutalidad la Base Aeronaval de Punta Indio tras ser bombardeado por aviones navales con cohetes y napalm. Este nivel de agresión desenfrenada era la norma. Esta mentalidad, influenciada por un espíritu del blitzkrieg, dominó la escena durante la guerra contra la subversión, los conflictos limítrofes con Chile que llegaron al borde de una guerra total en 1978, y finalmente el desenlace épico de la recuperación de las Islas Malvinas. La planificación de la operación Soberanía y la operación Tronador fueron obras de arte: llenas de creatividad en la estrategia, anticipación cinco pasos la respuesta de las fuerzas chilenas, un compendio de todo lo que la oficialidad había aprendido al pie de la letra en la doctrina más moderna del momento.

El camino de la respuesta militar no se detuvo ahí. Las rebeliones carapintadas y la brutal recuperación del Regimiento de Infantería Mecanizada n° 3 en La Tablada marcaron el epílogo de una generación de militares que había nacido para la guerra y que, muchas veces incapaz de resolver cualquier cuestión de otra manera, optó siempre por el empleo de la fuerza militar como su principal respuesta.

Los efectos negativos de esta manera de resolver los conflictos fueron evidentes en la condena social hacia los métodos utilizados durante la guerra antisubversiva. La derrota en Malvinas fue el golpe final para este enfoque. No solo se lamentó la pérdida de vidas, sino también la herida profunda al orgullo nacional.

Desde una perspectiva positiva, los militares argentinos ejercían su profesión como el eje rector de su toma de decisiones, con una coherencia implacable. A pesar de los errores, indecisiones y excesos, e incluso de las brutalidades cometidas, sus acciones se alineaban con una estricta planificación militar. Hubo también momentos de gran destreza, como la Operación Rosario, un asalto anfibio ejecutado con brillantez sobre una guarnición enemiga, cumpliendo el objetivo estricto de no causar bajas al adversario. Asimismo, Argentina fue el primer país en erradicar dos movimientos terroristas, uno urbano y otro rural, en una sola operación: un ataque simultáneo, descentralizado y audaz que involucró a todas las unidades policiales y militares en la neutralización de los escondites insurgentes. Sin embargo, esta guerra fue posteriormente juzgada por la justicia civil argentina mediante un proceso plagado de irregularidades, incluyendo la aplicación retroactiva de leyes, juzgamiento irregular que aún permanece impune. El único error de este método fue deshacerse del cuerpo de los terroristas y no entregarlos a su familia aparentemente.

Y aquí agrego una reflexión personal. Uno espera de los militares una respuesta militar, sino no se los convoca. Cuando emerge un problema, llamar a la milicia es llamar a que ese problema se resuelve obviamente manu militari. Y ahí va el asalto frontal, el flanqueo, el fuego de precisión, la saturación de las defensas y búsqueda de la rendición del enemigo. Esta generación de Aries, regida por el Dios romano de la guerra, respondió así, con enormes errores pero coherentes a cómo los había formado la Nación. Personalmente detesto, y con una profundidad muy grande, cuando un militar analiza, "opina", planifica e implementa una acción política sobre un problema real. Cuando un táctico opina geopolíticamente sobre por qué no tomar una colina ordena por su superioridad, es un claro ejemplo de falta de profesionalidad. Los ha habido, los hay y los habrá: cuando el buque oceanográfico HMS Shackleton afrentó la soberanía argentina navegando por aguas del Mar Argentino, fue interceptado por el buque ARA Rosales la cual pidió instrucciones al edificio Libertad sobre cómo proceder. La orden fue clara: "¡húndalo!"; sin embargo, el oficial naval decidió ir a tomar un café un gesto que no solo deshonra su uniforme, autoimponiéndose funciones del estado mayor. 

En 1982, el gobernador militar argentino, General Luciano Benjamín Menéndez, fue responsable de diseñar el plan defensivo de las Islas Malvinas ante una posible re-invasión británica. Lo que presentó no fue más que un dispositivo defensivo estático, completamente falto de imaginación y estrategia. Era como si el plan hubiera sido ideado por un general chileno por su falta de creatividad, más preocupado por mantener buenas relaciones con los kelpers —la población británica implantada— que por defender el territorio. Cuando finalmente se detectó el desembarco enemigo en San Carlos, las decisiones de Menéndez fueron lamentablemente reactivas, si es que siquiera llegaron a ese nivel. Desde ese momento, todo fue un descenso en espiral, con un comandante incapaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes del avance británico. No se diseñaron emboscadas, no hubo maniobras de reagrupamiento ni intentos de envolvimiento o flanqueo. El general simplemente dejó que cada comandante en las posiciones decidiera qué hacer, sin ofrecer una coordinación centralizada desde la gobernación. Lo que se vio fue a un general con poco cerebro y menos coraje, atrapado en su mediocridad, esperando el final sin intentar, siquiera, sacar lo mejor de los recursos disponibles, fueran pocos o muchos. En lugar de liderar, Menéndez se rindió a la pasividad, demostrando una falta absoluta de visión estratégica y liderazgo. Ese fue el costo de pagarle con nepotismo a una familia que había provisto de oficiales asociados a la Revolución Libertadora y Guerra Antisubversiva. Un general obnubilado por la geopolítica de llevarse bien con gente que lo despreciaba y no con sus tropas a las que debía cuidar diseñando el mejor plan militar posible.

Dentro del trágico contexto latinoamericano, esta generación de Aries también dejó una lección de patriotismo que trasciende las generaciones. Los bochornosos ejemplos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde los altos mandos militares, carentes de ética, moral y disciplina, entregaron sus naciones a dictadores de poca monta, son testimonio de lo que pudo haber sido Argentina. Pero aquí, en nuestra tierra, se formó una camada de oficiales patriotas. Cuando un dictador como Perón intentó perpetuarse en el poder, fue ese 18% de tropas valientes las que se rebelaron y lo derrocaron. Aquí no estamos en el maldito Caribe, estamos en Argentina. Y en Argentina, los militares —cuando actúan con honor— no entregan su Patria a tiranos.

En resumen, la Revolución Libertadora no solo reestructuró el Ejército Argentino y a todas las fuerzas armadas en términos de su composición, sino que también estableció las bases ideológicas y operativas para las decisiones que marcarían la historia militar del país en las décadas siguientes. De ese ejemplo surgen lecciones positivas y aprendizajes de errores. Somos la generación que debe tomar ambos a conformar la doctrina que nos lleve a ser el poder militar que siempre fuimos.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Argentina: Adradas obtiene la primera victoria aérea de la FAA el 16 de junio de 1955


ARGENTINA

Intento de golpe de Estado argentino junio de 1955


NOMBRE VICTORIAS UNIDAD FUERZA AÉREA

Adradas, Ernesto Jorge 1 Brigada Aérea VII Fuerza Aérea Argentina



Gloster Meteor F.Mk.4, I-063, Fuerza Aérea Argentina

Pilotado por el oficial J. Adras, el 16 de junio de 1955, el FAA Meteor F.Mk.4 'I-063' derribó el AT-6A pilotado por un piloto rebelde, consiguiendo así la primera victoria aire-aire de la historia. Fuerza aérea argentina.


Victorias aire-aire

Fecha Unidad Aeronave Piloto Víctima e/a Piloto País
16 de
junio
de 1955
Brigada
Aérea
VII
Meteoro Gloster F.4
(I-063)
EJ Adradas AT-6A
(0340,
3-A-9)
A.Román rebelde


Fuentes y literatura

 

  1. Cicalesi, Juan Carlos - Rivas, Santiago: Argentina's Meteors, Latin America's first jet fighter, International Air Power Review, Volume 7, Airtime Publishing, winter 2002.
  2. Cicalesi, Juan Carlos - Del Gaizo, Cesar - Rivas, Santiago: Into the Jet Age: The Gloster Meteor in Argentina, Air Enthusiast, Key Publishing Ltd. Stamford, Lincolnshire England, No.104, March/April 2003.
  3. Hagedorn, Dan: Latin American Air Wars 1912-1969, Hikoki Publications / Specialty Press, 1st edition, November 30, 2006. ISBN: ISBN-13: 978-1902109442
  4. Hagedorn, Dan: Letecké války a letadla v Latinské Americe 1921-1969, Naše vojsko, Praha 2011. ISBN: 978-80-206-1233-5
  5. Marino, Atilio: Gloster Meteor en Argentina, Jorge Nunez, Argentina 1998.
  6. Rivas, Santiago: Blue on Blue, The GLoster Meteor & the 1955 revolution in Argentina, in The Aviation Historian, Issue Number 19, April 2017.
  7. Жирохов, Михаил Александрович: Танго над пропастью, Аргентина, 1955-1965 гг., in Крылья Родины, № 7, 2014.
  8. ACIG Team: Central & South American Air-to-Air Victories, List of confirmed, claimed, and probable air-to-air victories scored by the Central and South American pilots during various conflicts since 1945, http://www.acig.info/CMS/index.php?....
  9. Bombardeo da Praza de Maio, Wikipedia, A enciclopedia libre, http://gl.wikipedia.org/wiki/Bombardeo_da_Praza_de_Maio.
  10. Cooper, Tom: Argentina, 1955-1965, http://www.acig.info/CMS/index.php?....
  11. Gleize, Jean-Paul: Aces, http://www.igleize.fr/aces/homeaces.htm.
  12. Gloster Meteor, SpeedyLook encyclopedia, http://www.myetymology.com/encyclopedia/Gloster_Meteor.html.
  13. Magnus, Allan: Air Aces Home Page, http://users.accesscomm.ca/magnusfamily/airaces1.htm.




sábado, 9 de diciembre de 2023

Revolución Libertadora: Lealtad y sublevación en Bahía Blanca

Entre la sublevación y la lealtad: cómo se vivió en Bahía Blanca la caída del gobierno de Perón

Durante los cuatro días que duró la denominada "Revolución Libertadora", en septiembre de 1955, la ciudad tuvo una participación decisiva junto a Punta Alta. Combates, bombardeos y tensiones, en medio de una sociedad local partida en dos.





Archivo La Nueva.

Por Mariano Buren || La Nueva

 
Eran las 15.20 del viernes 16 de septiembre de 1955 cuando una voz de hombre interrumpió buena parte de las transmisiones radiales del país para exclamar: "¡Aquí Puerto Belgrano!".

El sobresalto que provocó aquella frase tomó igualmente por sorpresa a los hogares peronistas como a los antiperonistas: el "Comunicado número 1 del Comando de las Fuerzas de Marina de Guerra" le anunciaba "al pueblo de toda la República" que la Flota de Mar se había levantado "contra la siniestra tiranía" del presidente Juan Domingo Perón, en nombre de "la libertad, la justicia y la paz espiritual".

En ese mismo momento el entonces intendente de Bahía, el abogado y docente peronista Santiago Bergé Vila -que había asumido el 1 de mayo de ese año tras ganar las elecciones con el 60,67% de los votos- recibía en su despacho al capitán de corbeta Guillermo Castellanos Solá y a un grupo de oficiales, quienes le anunciaron solemnemente que ya no era más el jefe comunal.

Bergé Vila no se mostró sorprendido: desde hacía varias horas intuía que aquella podía ser su última jornada al frente del palacio de Alsina 65. Cerca de las 8.30 de la mañana de ese mismo viernes, mientras daba clase de matemática en la Escuela de Comercio, observó cómo un avión sobrevolaba el centro de la ciudad arrojando volantes con proclamas revolucionarias contra el Gobierno.




Intendente peronista Santiago Bergé Vila. ¡Afuera!


“Me fui a la intendencia, decreté asueto escolar y llamé a la gobernación pero, en vez de darme información, me pidieron que organizara la resistencia. Pedí Policía y me mandaron un agente. El resto estaba custodiando las usinas. A la hora me enteré de que la Marina había tomado Punta Alta (...). La Infantería ya estaba a tres kilómetros de Bahía Blanca, para tomarla. Entonces liberé al personal y me quedé solo a esperarlos", recordaría años después en el segundo tomo de Historia del Peronismo, de Hugo Gambini.

Para ese momento, informaciones contradictorias circulaban con fuerza por la ciudad: algunos afirmaban que la revolución contra Perón había estallado también en las ciudades de Córdoba y Curuzú Cuatiá, e incluso se rumoreaba sobre un inminente bombardeo contra las destilerías de YPF en La Plata. En paralelo los medios oficiales aseguraban que se trataba de "algunos levantamientos aislados" y que "dichos focos" estaban "siendo controlados y reducidos por las fuerzas leales". Era difícil saber quién decía la verdad.

Una versión, luego confirmada, sostenía que tres camiones con soldados adeptos al Gobierno habían sido atacados por un escuadrón aéreo en inmediaciones de General Cerri.

Casi al mismo tiempo “varias patrullas fueron destacadas hacia los caminos de acceso”, “se allanaron los locales de la GGT y la CGE, donde se secuestró algún armamento” y dos camiones con tropas armadas quedaron apostados “de vigilancia en el barrio obrero Villa Mitre”, agrega Isidoro Ruiz Moreno en su detallada investigación La Revolución del 55.



Las tropas, frente al municipio


El principal temor de muchos vecinos era que se repitieran los gravísimos incidentes ocurridos tres meses antes, cuando manifestantes peronistas destrozaron parcialmente la Catedral, la Curia Eclesiástica, los templos de Santa Teresita y del Inmaculado Corazón de María, además de incendiar la redacción del diario radical Democracia, en respuesta al intento de golpe de Estado del 16 de junio. Aquella tarde la ciudad había sufrido una de las jornadas políticas más críticas de su historia.

El doctor en Historia José Marcilese (UNS-Conicet) explica que, tras unos primeros tiempos de relativa convivencia, la tensión entre peronistas y antiperonistas bahienses había aumentado significativamente a lo largo de esa década.

"El golpe se justificó bajo el concepto de 'La segunda tiranía', un término acuñado por la oposición, pero también por el propio peronismo: las persecuciones, el control de los medios, el manejo de los contenidos escolares, las modificaciones electorales y la discrecionalidad en el reparto de los empleos públicos, entre otras acciones, fueron deslegitimando al peronismo, que se manejaba con mucha torpeza en relación a la oposición, y alimentando a un antiperonismo que sabía que nunca le iba a poder ganar electoralmente", detalla.

"Ademas hay que remarcar que se trataba de dos maneras completamente diferentes de mirar la realidad social: el peronismo modificaba jerarquías y afectaba intereses del statu quo, y las clases más acomodados no veían con buenos ojos el ascenso rápido de algunos sectores. El nuevo escenario era interpretado con desagrado", observa Marcilese.




Guillermo Castellanos Solá


Tras el desplazamiento de Bergé Vila como intendente, el denominado Comando Revolucionario del Sur tomó el control de la sede municipal y Castellanos Solá emitió una proclama por LU7 explicando los motivos del levantamiento e invitando a todos los vecinos a adherirse a la "Revolución Libertadora".

“Una gran parte de la población se volcó a las calles (…) y numerosos civiles ofrecieron espontáneamente su colaboración”, aseguró el capitán de Navío Jorge Perrén, uno de los jefes de la sublevación en Puerto Belgrano, según la investigación de Ruiz Moreno.

Sin embargo, no todo resultó tan pacífico: el Regimiento V de Infantería se mantuvo fiel al Gobierno, por lo que fue atacado durante varias horas por la Aviación de Marina hasta conseguir su rendición. De acuerdo con los datos del Archivo Nacional de la Memoria, en medio de esos enfrentamientos falleció el jornalero Tomás Pacheco, de 64 años.

En las primeras horas del sábado 17 de septiembre, la indefinición sobre la suerte del Golpe -especialmente en la Ciudad de Buenos Aires- forzó al interventor militar a decretar poco después un toque de queda a partir de las 11.30 del día siguiente para evitar posibles "alteraciones del orden".




Pero a diferencia de los combates que se desarrollaron en otras partes de la región, como en Sierra de la Ventana, Tornquist y Saavedra, durante los otros tres días que duró el derrocamiento casi no se registraron nuevos enfrentamientos en el casco urbano de Bahía.

Las multitudes que, por caso, habían acompañado las visitas de Perón, en febrero de 1946, y de Evita, en noviembre de 1948, quedaron silenciosas ante los grupos que avanzaban por la avenida Eva Perón (hoy Colón) arrancando los carteles enchapados con el nombre de la exprimera dama.

Del mismo modo, observaron impasibles cómo las caravanas de autos circulaban por las principales calles céntricas, tocando bocina y agitando banderas argentinas.

"No hubo reacción para defender a Perón y, de pronto, se notó ese odio contenido durante muchos años por los antiperonistas: hubo delaciones, despidos, cesantías, e incluso circularon grupos armados por la ciudad buscando a dirigentes y militantes peronistas para detenerlos", puntualiza Marcilese.

El martes 20 de septiembre las radios confirmaron finalmente la renuncia de Perón a la Presidencia, la asunción de una Junta Militar y el comienzo de otro capítulo político en el drama nacional.

sábado, 16 de septiembre de 2023

Revolución Libertadora: Los nuevos enfrentamientos terrestres y aéreos en Córdoba


Nuevos enfrentamientos en Córdoba




Aviones de exploración y ataque Fiat G.59 (Ilustración: Cap. Exequiel Martínez)



El sábado 17 de septiembre amaneció con las tropas del II Ejército, el Regimiento 14 de Infantería, las III y V División de Caballería y la Escuela de Mecánica del Ejército confluyendo sobre la provincia de Córdoba mientras la I y II División de Ejército y la Agrupación de Montaña Neuquén, hacían lo propio sobre Puerto Belgrano y Bahía Blanca, en apoyo del Regimiento 5 de Infantería, que había resistido los embates del día anterior.
Para entonces, las fuerzas militares de todo el país habían sido puestas en alerta; en el norte la V División de Salta junto al Regimiento 5 de Caballería y el Regimiento 5 de Artillería; en Tucumán el Batallón de Comunicaciones 5 y el Regimiento 19 de Infantería; en Catamarca el Regimiento 17 de Infantería; el Regimiento 15 de Infantería en La Rioja y el Regimiento 18 de Infantería en Santiago del Estero. Todos ellos fueron movilizados y los que componían la V División de Ejército embarcados en ferrocarril para dirigirse a Córdoba en apoyo de las fuerzas del general Morello estacionadas en Alta Gracia.
Morello aguardaba expectante el arribo del Regimiento 12 de Infantería, procedente de Santa Fe y al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano que venía desde Guadalupe, ambos al mando del general Miguel Ángel Iñíguez así como las tropas del II Ejército  que desde el sur avanzaba al mando del general José María Sosa Molina.
La tensión era tal, que numerosas legaciones extranjeras, entre ellas la de Chile, suspendieron actos y ceremonias en espera del desarrollo de los acontecimientos. Mientras tanto, en la ciudad de Córdoba la tensión se hizo más notoria cuando obreros armados ocuparon nuevamente el edificio de la CGT, abandonado por el Ejército el día anterior. Para contrarrestar esa presencia y recuperar el edificio volvió a ser comisionado el subteniente Gómez Pueyrredón, quien partió al frente de sus efectivos, reforzados por elementos civiles.
Al llegar al sector, ordenó a su gente que lo siguiera y así se introdujo en una clínica cercana desde cuyos techos pasó al edificio sindical. Fue entonces que se desató un nutrido intercambio de disparos en el que el joven oficial cayó gravemente herido sobre las terrazas de la CGT. Al verlo tirado, con el rostro ensangrentado, sus hombres parecieron cobrar vigor y arremetieron disparando con furia contra los sindicalistas, logrando su rendición a los pocos minutos. Los sindicalistas abandonaron la sede con las manos en alto y a empellones fueron conducidos hasta unos los camiones que los llevarían a prisión.
Durante la noche del 16 al 17 de septiembre, elementos infiltrados por el comando rebelde informaron al general Morello que las tropas revolucionarias preparaban un vigoroso ataque a sus posiciones y eso decidió a su comando a volver a movilizarse dejando los vehículos de su agrupación en Alta Gracia a efectos de simular que las tropas aún permanecían allí, las tropas se retiraron hacia Anizacate, donde el Río Primero le serviría de obstáculo y en ese punto se dispusieron a dar batalla.
A tal efecto, antes de partir, Morello ordenó a los jefes del Regimiento 14 de Río Cuarto que trajeran hasta el lugar el armamento automático del Arsenal Holmberg y solicitó al general Juan José Valle en Buenos Aires, el envío de una columna de refuerzo con sus servicios de retaguardia completos, es decir, el hospital de campo, elementos sanitarios, las cocinas rodantes, víveres y aguateros motorizados, petición a la que se le dio curso de inmediato.
Cuando Morello llegó a Anizacate se encontró al Batallón 4 de Comunicaciones y las posiciones de la Fuerza Aérea en Parque Sarmiento que habían sido duramente hostigadas por los cazas rebeldes el día anterior y al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano al mando del coronel Benito Eduardo Trucco, procedente de San Luis como avanzada del II Ejército.
Acababa de mantener comunicación con el general Francisco Imaz, que le informó que ya habían sido despachados en su apoyo los refuerzos de la Escuela de Mecánica del Ejército con sus blindados (al mando del coronel Ercolano) y sabía que desde San Juan continuaban su avance el Destacamento de Montaña 3 (unos 1200 efectivos), el Batallón I procedente de El Marquesado y el Batallón II de Calingasta, fuerzas que harían su arribo a Mendoza a las 17.00 horas. El día anterior, el general Iñíguez se había reunido con el general Sosa Molina para recibir las instrucciones emitidas por el Comando de Represión en Buenos Aires. Se había decidido reunir a todas las fuerzas disponibles, aún a costa de una demora de dos o tres días para llevar a cabo un ataque frontal sobre Córdoba, tanto desde Cuyo como desde el litoral.
Movilizada desde el mediodía del 16, la Agrupación de Montaña Cuyo penetró en la provincia de San Luis en la madrugada del 17, con el general Héctor Raviolo Audisio a su frente. Cuando Sosa Molina volaba hacia Córdoba para reunirse con Morello en Anizacate y transmitirle las órdenes emanadas desde Buenos Aires.
Ausente Sosa Molina de San Luis, se produjo la sublevación del II Ejército a las órdenes del general Eugenio Arandía cuyo segundo en el mando era el teniente coronel Mario Fonseca, ello tras un violento intercambio de disparos en el sector de la Comandancia y sus inmediaciones, de resultas del cual, cayó herido en una pierna el capitán Farmache, leal al gobierno.
A efectos de neutralizar su accionar, el Comando de Represión ordenó la movilización del Regimiento 11 de Infantería de Rosario que al mando del teniente coronel Enrique Guillermo Podestá, hacía maniobras en San Nicolás de los Arroyos.



General José María Sosa Molina

La misión que se le encomendó fue regresar lo más rápido posible y alistarse en su guarnición para dirigirse desde allí a Villa María, por la Ruta Nº 9, hasta Villa María y una vez en ese punto seguir hasta Río Cuarto a efectos de comprobar si por ese sector habían pasado tropas rebeldes en dirección a Berrotarán, localidad situada en el camino de Alta Gracia. En ese punto, el teniente coronel Podestá se subordinaría al general José Alejandro Falconier y procedería a interceptar cualquier avance del enemigo replegándose hacia el norte ante cualquier ataque, a los efectos de cubrir la retaguardia de las tropas que, atacarían la ciudad de Córdoba procedentes del sur.
Mientras tenían lugar estos movimientos, las fuerzas rebeldes transmitían sus propios comunicados desde la estación de radio LV2 de la localidad de Ferreyra, con el propósito de contrarrestar la propaganda gubernista que daba por derrotado al movimiento.
“La Voz de la Libertad”, comenzó a emitir a primera hora, poniendo especial énfasis en la política dictatorial de Perón, en los abusos del régimen y en la quema de la enseña patria.
Temerosos de que las fuerzas peronistas intentasen recapturar el “bastión”, los rebeldes instalaron ametralladoras, una en los techos y dos en tierra, a ambos lados del edificio, protegidas ambas por puestos de vigilancia organizados con cadetes de Aeronáutica y comandos civiles.
Las medidas no fueron desacertadas ya que grupos de militantes peronistas, casi todos miembros de la CGT, intentaron aproximarse al sector. Varios de ellos cayeron muertos y otros resultaron heridos, al ser repelidos por la metralla.


Temeroso de verse rodeado por las fuerzas enemigas, el general Lonardi dispuso abandonar la Escuela de Artillería y desplazar a todos sus efectivos hacia su par de Aviación Militar, dada la creciente concentración enemiga en torno a ellos. De ese modo colocaba a sus tropas en mejor posición y, de paso, aseguraba las pistas de aterrizaje, dando tiempo a los generales Lagos y Aramburu para iniciar su marcha y alentar el alzamiento de otras guarniciones en el interior.
Se formó entonces, una extensa columna de camiones y ómnibus que, alrededor de las 11.00, comenzó a evacuar las instalaciones. Casi al mismo tiempo despegó a bordo de un Percival, el capitán Luis Ernesto Lonardi, con la misión de reconocer las posiciones del general Morello y prevenir cualquier ataque sus fuerzas.
Ese día, la actividad aérea comenzó temprano cuando las 01.45 un segundo Percival despegó en pos del enemigo. Tras detectarlo al noroeste de la Escuela de Aviación Militar regresó, aterrizando a las 03.15. A las 05.00 un AT-11 lanzó bengalas con el objeto de observar el desplazamiento de las tropas gubernamentales. Una hora y media después, un avión Fiat efectuó exploración entre la Escuela de Aviación Militar y Río Tercero, detectando una columna de 25 camiones militares y piezas de artillería que avanzaba a la altura de Anizacate, en dirección a Alta Gracia. A las 07.00 otro AT-11 realizó observación entre la mencionada escuela y la fábrica Kaiser, bombardeando con napalm al Regimiento 13 que se aproximaban amenazadoramente a la Escuela de Artillería, En ese mismo momento, un Fiat sobrevolaba el área comprendida entre Jesús María y Piquillín en busca de las avanzadas enemigas.
El Regimiento 13 recibió un nuevo ataque con napalm a las 07.20 y diez minutos después, un monomotor Fiat detectó movimiento de tropas por el camino de Dean Funes, siendo repelido por fuego antiaéreo cuando efectuó una pasada rasante para arrojar panfletos.
A las 07.50 el mismo AT-11 que había bombardeado al Regimiento 13, hizo reconocimiento entre Anizacate y Alta Gracia y a las 08.00 uno de los cinco Avro Lincoln al comando del capitán Ricardo Rossi despegó llevando a bordo a un teniente como observador, para bombardear esas fuerzas. Cuando la máquina enfilaba hacia las tropas gubernamentales fue recibida por intenso fuego antiaéreo, resultando alcanzada por un proyectil de 40 mm a la altura del radar.
El aparato se elevó hasta los 4000 metros de altura para esquivar los disparos y al ver la imposibilidad de bombardear al enemigo, se retiró hacia el aeropuerto de Pajas Blancas, donde hizo un aterrizaje de emergencia.
La batalla se fue intensificando a medida que pasaban las horas.
A las 08.10 un Percival despegó desde la Escuela de Aviación Militar para efectuar reconocimiento. De regreso, el mismo oficial que piloteaba la nave abordó un DL-22 y en vuelo rasante ametralló vehículos y tropas leales a la altura de Malagueño. Casi al mismo tiempo, un nuevo Fiat piloteado por un primer teniente y tripulado por un joven oficial del Ejército, efectuó reglaje de tiro de artillería (08.15) en tanto media hora después, otro Percival hizo observación a baja altura (08.50).
Eran las 09.15 cuando un Fiat piloteado por el veterano piloto de pruebas de la Fábrica Militar de Aviones Rogelio Balado sobrevoló el sector de Alta Córdoba para observar los alrededores de la estación ferroviaria; a las 09.50 otro Percival exploró las tierras que se extendían al oeste de la Escuela de Aviación Militar y a las 10.00 despegó de la misma un DL-22 para ametrallar tropas que se aproximaban por el oeste.
Veinte minutos después un nuevo Fiat pasó entre Malagueño y Alta Gracia, en dirección a Anizacate donde detectó una columna de diez camiones, sobre la que arrojó panfletos antes de ser repelido por el fuego de cuatro piezas de artillería antiaérea. La columna fue atacada a las 10.40 y sobrevolada nuevamente por un AT-11, que también le arrojó panfletos, seguido a las 11.10 por otro Fiat que exploraba el aérea entre Córdoba y Ojo de Agua.
Cerca del mediodía, un DL-22 que patrullaba el área recibió numerosos impactos de piezas antiaéreas que le provocaron daños de consideración, entre ellos, la rotura de su hélice, la perforación del colector de escape y un cilindro, la destrucción del sistema eléctrico y daños en la rueda trasera. El aparato debió regresar y hacer un aterrizaje de emergencia con sus tripulantes ilesos.
Al recibir la información de que un tren con tropas gubernamentales se aproximaba desde el norte para reforzar a las tropas del general Morello, el comando rebelde decidió volar con trotyl las vías férreas al norte de Jesús María, despachando para ello un avión Percival con dos oficiales a bordo, que debían llevar a cabo la misión.
El aparato voló hasta el lugar y después de aterrizar en un camino de tierra los comandos echaron pie a tierra y procedieron a colocar las cargas para hacerlas detonar. Sin embargo, al intentar decolar, la máquina sufrió un desperfecto en su motor y eso le impidió despegar. La tripulación decidió abandonarla en medio del campo y regresar por sus propios medios, pero cayeron prisioneros a poco de andar.
Para entonces y a lo largo de toda aquella jornada, numerosos aviones civiles, muchos de ellos de carga, se fueron incorporando a las filas rebeldes, entre ellos un DC-3 y un avión de pasajeros de Aerolíneas Argentinas, que fueron puestos al mando del comandante Alfredo Barragán, piloto civil de la mencionada empresa e integrante de un comando revolucionario. Según relata Isidoro Ruiz Moreno, este aviador hizo traer desde Chile un Convair, transporte de envergadura que vino de perillas a las fuerzas rebeldes, por sus múltiples capacidades. Tan importantes resultaron esos aparatos, que el comodoro Krausse estableció una guardia especial para evitar su sustracción o algún acto de sabotaje por parte de elementos leales.
Promediando la tarde, Krausse dispuso enviar a todos sus bombarderos pesados hacia otras bases porque en Córdoba, no se les podía brindar el mantenimiento que necesitaban. Las aeronaves debían trasladarse hacia sus nuevos destinos y a su regreso, traer los repuestos y municiones que la aviación de Lonardi necesitaba y por ese motivo mandó alistar a los capitanes Cappelini y Rossi para que volasen hacia Espora. Los pilotos debieron esperar antes de partir porque en esos momentos, al Lincoln B-016 del primero debían quitarle sus cañones para los de un Gloster Meteor que se habían dañado. El Lincoln había quedado prácticamente inutilizado al ser perforado su tanque de combustible durante la incursión de bombardeo al aeródromo de Coronel Olmedo.
Antes de partir, Cappelini quiso conocer cual era la situación que imperaba en esos momentos y por esa razón se dirigió a una de las dependencias de la Escuela en la que el recién llegado mayor Juan Francisco Guevara estudiaba un mapa de la región.
Una vez en el edificio, Cappellini solicitó autorización para entrar y después de las salutaciones e rigor, le pidió al mayor un detalle de lo que estaba ocurriendo. La respuesta que recibió lo dejó sumamente preocupado ya que, según el oficial del Ejército, las fuerzas sublevadas en esos momentos, era extremadamente dificil.
Cappelini y Rossi volaron hacia Comandante Espora mientras un Avro Lincoln al mando del recientemente llegado primer teniente Manuel H. Turrado Juárez, hizo lo propio hacia Villa Reynols, para cargar bombas. En esos momentos, la base puntana se hallaba en manos rebeldes (al mando del mayor Celestino Argumedo), dado que el Comando de Represión había retirado de allí a sus pilotos y aviones para concentrarlos en Morón.
El avión de Turrado Juárez partió con su dotación completa, integrada por el primer teniente Dardo José Lafalce, los tenientes Miguel Eduardo Aciar, Guillermo Rodolfo Alaggia y Domingo Aldo Patrignani, el alférez Aldo Luis Santi y los suboficiales Néstor Leoncio Martín, Pedro Boris Timorín (mecánico aviador), Martín Antonio Rivadera, Ramón Elía Quinteros y Augusto Lecchi. Una hora después de su partida, cuando sobrevolaba la ciudad de Río Cuarto en dirección a San Luis el gigantesco bombardero comenzó a presentar fallas mecánicas y se precipitó a tierra, pereciendo sus diez tripulantes. De ese modo, la Fuerza Aérea Argentina sumaba nuevos mártires en acciones de guerra.


General Miguel Ángel Iñíguez

Anochecía y nada se sabía de esta tragedia cuando el capitán Jorge Lisandro Suárez ordenó al primer teniente Hellmuth Conrado Weber atacar al Regimiento 12 de Infantería y al Tercer Grupo de Artillería Liviano de Guadalupe, que al mando del general Miguel Ángel Iñíguez, avanzaba hacia la capital provincial procedente de Santa Fe.
Aprovechando las últimas luces del día, Weber despegó a bordo de un Gloster Meteor, enfilando directamente hacia las posiciones enemigas. Al cabo de unos minutos estableció contacto con sus tropas y se abalanzó sobre ellas efectuando una pasada rasante que las tomó completamente desprevenidas. Mientras disparaba sus cañones de 20 mm, pudo ver a los soldados arrojarse a ambos lados del camino para ponerse a cubierto.
El piloto rebelde inició un pronunciado giro y enfiló en sentido inverso, volando a baja altura y disparando intermitentemente. Esta vez el enemigo lo esperaba y devolvió el fuego con sus piezas antiaéreas. Weber no olvidaría más aquella escenas, con los proyectiles pasando a escasos centímetros de su aparato, como si se tratara de fuegos artificiales. Agotó todos sus cargadores y se retiró ileso rumbo a la Fábrica Militar de Aviones dispuesto a reportar los pormenores de su incursión. Era su primera experiencia de guerra y por esa razón, cuando se presentó a sus superiores, se hallaba tremendamente excitado.
Detrás de él partió el primer teniente Rogelio Balado1 con igual misión. Sin embargo, en esta oportunidad, las tropas peronistas estaban alerta y lo recibieron con nutrido fuego de artillería cuyos resplandores se vieron en el anochecer, desde la Escuela y la Fábrica de Aviación. El veterano piloto de pruebas regresó con una veintena de impactos, pero aterrizó sin inconvenientes.

Quien se hallaba notablemente contrariado por las deserciones de los Avro Lincoln era el brigadier Juan Fabri, comandante de la Base Aérea de Morón. La actitud de los pilotos rebeldes lo había enfurecido notablemente y deseaba castigarlos “como se merecían”, enviando hacia Córdoba a una formación de cazas para derribarlos. Cuando le comentó la novedad a su segundo, el mayor Daniel Pedro Aubone, este se manifestó de acuerdo, observando únicamente que debido a la ininterrumpida sucesión de misiones de aquel día, los pilotos leales estaban extenuados. Fabri le dio la razón y cuando le preguntó si se animaba a encabezar el ataque, este le respondió que sí.

-¡Por supuesto que me animo. Toda mi vida me preparé para este momento!

Fabri le ordenó entonces elegir sus pilotos y las designaciones recayeron en el capitán Amauri Domínguez y el comandante Eduardo Catalá, quienes de inmediato iniciaron los aprestos para iniciar el vuelo mientras el personal de tierra proveía a los aviones de tanques suplementarios para extender su radio de acción y los dotaban de municiones perforantes, incendiarias, trazantes y de 20 mm.
De acuerdo a la explicación previa en la sala de prevuelo, los pilotos debían volar en un aparato de carga hasta el aeródromo de Las Higueras, próximo a Río Cuarto, para apoderarse de los Gloster Meteor rebeldes que allí se alistaban, privando al enemigo de un arma formidable. Ninguno de los tres aviadores tenía experiencia de combate aunque en 1948 habían realizado numerosas prácticas de tiro en Tandil, y recibido instrucción del general del aire Adolf Galland, uno de los ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial contratados por Perón para organizar la Fuerza Aérea Argentina. Galland había escrito un manual de adiestramiento en uno de cuyos capítulos, detallaba como debía llevarse a cabo el ataque a un aeródromo.
Anochecía cuando los pilotos abordaron un transporte C-47 y despegaron hacia Córdoba, acompañados por los armeros y mecánicos que integrarían su personal de tierra. Lo que los tres ignoraban era que minutos antes el capitán Fernando González Bosque los había “traicionado”, partiendo hacia Córdoba en otro Avro Lincoln, con la intención de sumarse a la revolución.
González Bosque voló en plena noche y al llegar a destino, informó sobre la misión que el Comando de Represión había planificado sobre el aeródromo de La Higuera. El comodoro Krausse y su plana mayor comprendieron el peligro que ello significaba y organizaron de inmediato un ataque para inutilizar los cazas que había allí estacionados.
El C-47 tocó tierra en La Higuera en la media noche del 16 y después de cargar el avión con los pertrechos necesarios, la tripulación se fue a dormir al casino de oficiales, sabiendo que al día siguiente les esperaba mucha acción.
Por causa de la tensión, fue poco lo que Aubone durmió; se levantó a la mañana siguiente, muy temprano y al igual que sus compañeros procedió a revisar minuciosamente su avión, poniendo especial atención en las turbinas, el armamento y la mira.
Los mecánicos terminaban de alistar a los otros dos aparatos montaba una bomba voladora PAT-1 de fabricación nacional2 en el Avro Lancaster matrícula B-037 que piloteaba el capitán Eduardo Di Pardo, con la que el Comando de Represión pensaba atacar las posiciones del general Lonardi, disparándola desde una distancia de 30 kilómetros.


Bomba teledirigida PAT-1

El oficial trepó a la cabina de su Gloster con cierta dificultad, debido a una vieja lesión que había sufrido el año anterior y una vez en el interior, comenzó a sujetar sus correajes. En esos momentos había mucho movimiento en la base, con los mecánicos y los técnicos yendo y viniendo de aquí para allá, revisando los aviones, haciendo los últimos ajustes y conectando las baterías a los motores para poner en marcha a los cazas.
Cuando Aubone controlaba su tablero y los mecánicos se disponían a enchufar y alistar los sistemas de encendido, apareció repentinamente el Avro Lincoln del capitán Orlando Cappellini dispuesto a atacar. Con él volaban un cadete de Aviación de 4º año que portaba una ametralladora de mano para disparar desde la ventanilla y un artillero que tenía a cargo la ametralladora de cola.
A vuelo rasante, Cappellini pasó sobre la pista y luego se elevó, dando tiempo al personal del aeródromo de ponerse a cubierto. Aubone comprendió que había quedado completamente solo y que era blanco fácil del atacante y por esa razón, cuando el bombardero efectuó su segunda pasada, pensó que aquella era su última hora.
Una bomba impactó de lleno en el Avro Lancaster B-037 y otra pegó a un metro y medio de su ala izquierda, sin explotar (fue la única que no lo hizo), hecho providencial que lo salvó por milagro.
El Lancaster y su bomba de 1000 kilogramos se convirtieron en una bola de fuego mientras el personal de tierra intentaba ponerse a cubierto no solo de las balas enemigas sino de los restos del aparato que volaban en todas direcciones.
Tras descargar sus proyectiles, Cappellini comenzó a volar en círculos para batir la zona con la ametralladora portátil que manipulaba el cadete de 4º año y con los cañones de 20 mm de cola. Aubone, cubriéndose instintivamente la cabeza con las manos, sintió los impactos repiqueteando a su alrededor, sin que ninguno lo tocase.
En ese preciso instante apareció a gran velocidad un automóvil conducido por el ingeniero asimilado Gauna Krueger, quien corrió hasta el avión y en medio de las balas, ayudó al piloto a descender. Acto seguido, corrieron ambos hacia el rodado y una vez dentro, se alejaron rápidamente en dirección a un grupo de trincheras junto a las cuales, el conductor frenó. A toda prisa descendieron y se arrojaron en su interior encontrando allí a Domínguez y Catalá observando el último ataque de Cappellini.
Aunque muchos años después el piloto rebelde intentaría justificar su accionar asegurando que no había sido su intención impactar a los Gloster, la realidad es que su puntería falló debido a su falta de experiencia en bombardeos a baja altura. Su misión era destruir a los cazas y para eso había ido hasta Las Higueras.
El ataque duró aproximadamente media hora y dejó como saldo el Avro Lancaster incendiado y otro aparato averiado por las esquirlas.
Cuando la alarma cesó, los mecánicos y el personal de tierra reaparecieron y presas de la exitación exigieron a los gritos el derribo del atacante. Habían vivido momentos de extrema tensión y angustia ya que en los barrios inmediatos, tenían sus casas y sus familias.

-¡Mátelos, señor - le pidieron a Aubone - liquídenlos a todos!

Sin perder un instante, Aubone trepó a su avión y minutos después partió decidido en busca del bombardero. No lo encontró pero su vuelo sirvió para corroborar la excelente performance de los Gloster Meteor y demostrar a los rebeldes que había aparatos leales dispuestos a repeler su acción.


De regreso en la base, le informaron que se hallaba al teléfono el comodoro Casanova, subsecretario de la Fuerza Aérea, solicitando la inmediata destrucción de la aviación rebelde.

-¡Esos aviones pueden atacar Buenos Aires aún de noche y van a causar mucho daño en la ciudad. Hay que destruirlos inmediatamente!

Era evidente que el alto funcionario se hallaba impresionado por la noticia del ataque y las consecuencias que podría acarrear el hecho de que las fuerzas sublevadas dispusieran de semejante fuerza.
Aubone y sus numerales se abocaron a la tarea de planificar un ataque al aeródromo de Pajas Blancas, para neutralizar a los bombarderos pesados enemigos porquea esa altura se sabía que la Escuela de Aviación Militar carecía de capacidad suficiente para albergarlos y que la extensión de la pista era insuficiente.
La escuadrilla despegó a las 17.00 horas, volando a 700 kilómetros por hora, en dirección al valle de Calamuchita en absoluto silencio de radio. De acuerdo al plan de vuelo elaborado antes de decolar, enfilarían hacia el valle de Punilla, a través del lago San Roque desde donde se elevarían antes de caer sobre el blanco.
A efectos de causar la menor mortandad posible, se desplazarían en hilera, contrariando las enseñanzas de Galland, aún a riesgo de que el avión que volaba detrás dañara a sus propios compañeros al abrir fuego.
Los aparatos sobrevolaron el lago y cruzaron Cosquín, tomando altura sobre el Pan de Azúcar para caer sobre Pajas Blancas desde ese punto. Mientras lo hacían, detectaron bastante movimiento en torno a tres bombarderos ubicados al costado de la pista, uno de los cuales, tenía su carga de bombas a pleno y recibía combustible. Era el Avro Lincoln de Cappellini y Rossi, recién llegado de Comandante Espora con el enlace naval Carlos García Favre a bordo.
Los Gloster se lanzaron sobre el objetivo, separados por una distancia de 1000 metros entre uno y otro, encabezados por el mayor Catalá, quien abrió fuego en primer lugar alcanzando a los aviones mientras el personal de tierra corría en todas direcciones busca ponerse a cubierto. Cuando el guía se elevó, llegó disparando Aubone, impactando a dos de los tres Avro Lincoln detenidos en plataforma, uno de los cuales se tumbó hacia un costado con su rueda perforada. Le siguió el capitán Domínguez disparando con sus cañones e inmediatamente después ganaron altura para iniciar maniobras de evasión.



(Imagen: Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina)

Mientras efectuaban el ataque, los pilotos leales escuchaban a través de sus radios las alarmas de la base y una interminable seguidilla de órdenes provenientes de la torre de control, solicitando la salida de aviones para interceptarlos.
En momentos en que los tres cazas ganaban altura y emprendían la retirada a 900 kilómetros por hora, los disparos del numeral Domínguez alcanzaron levemente al avión del mayor Aubone y al averiado Avro Lincoln del capitán Rossi que se hallaba posado en tierra, dañado por las baterías antiaéreas durante el ataque al aeródromo de Coronel Olmedo. Dejaban atrás un mar de confusión, dos de los tres Avro Lincoln destruidos y un piloto rebelde herido.
Los Gloster Meteor sobrevolaron la ciudad de Córdoba y aterrizaron en Las Higueras, donde el personal de tierra los aguardaba expectante. Rodando lentamente por la carpeta asfáltica dejaron a un lado la pista y con los motores encendidos introdujeron los aviones en uno de los hangares especialmente acondicionado para ellos. Al descender, los tres pilotos y sus mecánicos observaron con asombro la cola del Gloster de Aubone completamente perforada por los proyectiles de Domínguez y lo cerca que estuvo de ser abatido. Evidentemente, Galland tenía razón.
Sin darles demasiado tiempo, el comodoro Daniel Cerri, jefe de los talleres de la  base, mandó alistar a los tres aparatos puesto que era previsible un ataque rebelde y en momentos en que impartía esa orden, volvió a llamar desde Buenos Aires el subsecretario de la fuerza, comodoro Casanova, para informar que una columna rebelde del II Ejército, estaba pronta a llegar a Córdoba procedente de San Luis y que el aeródromo de La Higuera iba a ser uno de los primeros puntos en ser ocupados. Casanova sabía que el Regimiento 11 de Infantería no llegaría a tiempo para detener el avance y por esa razón, ordenó a los tres pilotos retornar inmediatamente a Buenos Aires y al comodoro Cerri inutilizar los aviones.
Se decidió que Aubone, Catalá y Domínguez volarían de regreso en un Beechcraft AT-11 sanitario que se hallaba estacionado en el mismo hangar en el que habían guardado los Gloster, y a él treparon inmediatamente, seguidos por el grupo de suboficiales que los había acompañado desde Morón. Aubone ocupó el asiento del piloto y Catalá el del copiloto y después de encender los motores, ganaron el exterior y comenzaron a rodar hacia la cabecera de la pista.
En ese preciso instante un Calquin rebelde llegó volando a baja altura para arrojar una bomba que, aunque pegó cerca del Beechcraft, no impidió que siguiera su marcha.
El avión levantó vuelo en dirección a Río Cuarto, justo cuando el Calquin pasaba a su lado y le disparaba. Aubone se pegó al suelo y de ese modo evitó que el avión rebelde volviese a ametrallarlo y se lanzase tras él.
Era de noche cuando dejaron atrás la provincia y se internasen en Santa Fe volando siempre a baja altura y prácticamente a ciegas porque el radiogoniómetro no funcionaba. Ya en territorio bonaerense, encontraron nubes bajas y recién al ver las luces de Chivilcoy lograron orientarse y continuar hacia Morón.
La base aérea se hallaba  a obscuras y nadie respondía los llamados en previsión de posibles ataques por parte de la cada vez más numerosa aviación rebelde. En vista de ello, el capitán Catalá tomó el micrófono y después de darse a conocer informó que si no recibía respuesta en el acto, se retirarían al Uruguay. Ni bien terminó de decir eso, las luces de la pista se encendieron y así pudieron aterrizar.
Una vez en tierra, los aviadores fueron recibidos por el comodoro Fabri, que se encontraba sumamente entusiasmado por el éxito de la incursión. El oficial estaba resuelto a lanzar sobre Córdoba un ataque de mayor envergadura, utilizando bombarderos Avro Lincoln y Avro Lancaster, misión que se estaba programando para el día siguiente. Los mandos leales estaban convencidos de que las fuerzas rebeldes carecían de capacidad para contrarrestar esos ataques porque los pocos Gloster Meteor de los que disponían carecían de repuestos y por consiguiente, no estaban en condiciones de volar.

En la tarde del 17 de septiembre se completó el traslado de las fuerzas rebeldes desde la Escuela de Artillería a las de Aviación Militar y Suboficiales de Aeronáutica. El general Lonardi se instaló en la primera junto a su plana mayor y en la segunda, separada de aquella por la ruta que unía a Córdoba con Villa Carlos Paz, lo hizo el comodoro Krausse con los integrantes de su comando.
En las últimas horas, las fuerzas revolucionarias habían reforzado el perímetro defensivo de la guarnición, envolviendo dentro del mismo a edificios, hangares, talleres, pistas de aterrizaje y terrenos anexos, todo ello dentro de un radio de 360º. El mismo quedó al mando del general Lonardi, secundado por su hijo y ayudante, el capitán Luis Ernesto Lonardi y su igual en el mando, Ramón Eduardo Molina. El capitán Daniel Correa fue designado oficial de Informaciones, el teniente primero Miguel A. Mallea Gil, jefe de Comunicaciones, el teniente primero Julio Fernández Torres encargado de la seguridad del Comando, el coronel Arturo Ossorio Arana comandante del Grupo de Artillería, el mayor Melitón Quijano jefe de su plana mayor y el mayor Enrique Rottjer, encargado de Logística.
A lo largo de aquella segunda, jornada se fueron incorporando elementos civiles a quienes se fue proveyendo de armamento y se los destinó a reforzar pelotones al mando de oficiales, lo mismo militares retirados o fugados de las filas leales, entre quienes destacaban el teniente coronel (R) Juan Carlos Cuaranta, su igual en rango Carlos Godoy, el coronel Francisco Zerda, el capitán Alfredo Matteri, el mayor Enrique Rauch, el teniente de navío Raúl Ziegler, el mayor Lisandro Segura Lavalle y el teniente primero Carlos Goñi.
Mientras en Córdoba se desarrollaban esas acciones, las tropas leales continuaban su avance. Ello y la falta de noticias respecto a la situación en el resto del país, preocupaban sobremanera al general Lonardi y sus hombres especialmente después de saber que en las primeras horas de la noche las columnas de la V División de Ejército, al mando del general Aquiles Moschini, habían llegado por tren a Dean Funes y que estaban dispuestas a entrar en acción. Integraban la misma el Regimiento 15 de Infantería procedente de La Rioja, el Regimiento 18 de Santiago del Estero, el 17 de Catamarca y el 19 de Tucumán, conjuntamente con el Regimiento 5 de Artillería reforzado, procedente de Salta, sede del Comando de la División; el Regimiento 5 de Caballería de la misma provincia y el Batallón 5 de Comunicaciones de Tucumán.
Integraban el alto mando del general Moschini su jefe de Estado Mayor, el coronel Julián Trucco; su cuartel maestre, teniente coronel Carlos Augusto Caro y el mayor  Isola, a cargo de la División de Operaciones. Siguiendo sus indicativas, elementos motorizados del Regimiento 18 procedieron a reconocer el lugar y efectuar exploración en la zona de Jesús María con el objeto de detectar unidades rebeldes.
Casi al mismo tiempo, las tropas del general Miguel Ángel Iñíguez llegaban a Monte Cristo, donde dispuso alojar a la tropa para que pasar allí la noche, previa dispersión de su armamento y equipo en prevención de ataques aéreos. Cerca de la medianoche, esas tropas recibieron dos cañones Krupp 7.5 mm pertenecientes a la sección de Artillería del Regimiento 12 y tres ambulancias enviadas por el Ministerio de Salud Pública de la provincia de Santa Fe ya que, para el día siguiente, se esperaban duros enfrentamientos.

Las acciones del día 17 en Córdoba se reflejan claramente en los escritos de un combatiente, publicados en la revista “Cielo” bajo el título “…del diario de un Cadete”,. Dice el mismo:

“17 de septiembre (sábado). Finalmente tomamos una posición provisoria para protegernos de algún posible ataque enemigo. En realidad vivimos en un constante estado de alerta. Se presume que viene avanzando el 14 de Río IVº y por esa causa nos pasamos la mañana esperando.  A eso de las 11:00 hs. Se inicia el ataque…es el primer combate real en que actuamos y quien mas quien menos, todos pensamos en que puede ser nuestra última acción en este mundo. Es de admirar la rapidez con que cavamos la posición…en 30’ la terminé…y bastante honda por cierto.
   “La infantería viene avanzando bajo un nutrido fuego de obús y soportando el hostigamiento incesante de nuestros aviones. Esto decide el combate.
   “Rendido el 14, se me ordenó plegarme con el grupo a la sección del Alf. C…para ir a copar un grupo de unos 80 suboficiales y civiles que estaban perturbando por detrás de los polvorines. Tampoco esta vez tuvimos suerte, pues no encontramos más que animales……Seguramente se repliegan al enterarse que íbamos a combatirlos. Nos quedamos casi dos horas en un rancho vacío. Todas las casas de los alrededores han sido abandonadas…los animales están rabiosos de sed…hago lo imposible por procurarles agua. Vamos morir una yegua que tiene un proyectil en los íjares. Probablemente del 12,7.
   “Utilizando el teléfono portátil se comunica al comando que no hay novedad por esta zona. El 1er. Ten. F…, Jefe de nuestra Ca., ordena el repliegue hasta los polvorines, donde embarcamos en camiones que nos llevan a la Escuela de Suboficiales. Llegados allí, vemos que, como en nuestra Escuela, hay gran cantidad de civiles armados con gran variedad de armas y vestidos en forma muy particular: un ‘cocktail’ de ropa civil, militar y policial.
   “Algunos lucen orgullosos sus ‘trofeos’: gorras, sables, pistoleras y otros elementos tomados a la policía.
   “Bajamos a comer algo…nos dieron un sopón que podía cortarse con cuchillo, pero el hambre era mucho y eso salva el éxito del almuerzo. Mientras aguardamos nuestro regreso, conversamos con los aspirantes y civiles que por allí encontramos. Por ellos nos enteramos que las emisoras cordobesas, en nuestro poder desde ayer, hicieron un llamado pidiendo voluntarios y la mayoría de los hombres en condiciones de armarse han sabido responder a él. Nos relatan alternativas del combate que sostuvieron ayer junto con los cadetes, aspirantes y soldados en la Jefatura de Policía. Cuenta que con ellos se encontraban algunas mujeres, que arma en mano, daban muestras de un valor que ennoblece a la mujer argentina. Uno de los sectores donde la lucha fue más intensa fue por Barrio Pueyrredón donde la Policía opuso una tenaz resistencia. Afortunadamente no hubo que lamentar la muerte de ningún cadete…los aspirantes no tuvieron igual fortuna, pues dos o tres de ellos perdieron la vida en la acción; sin embargo, el mayor número de bajas lo tuvieron los civiles, que pagaron con la vida su fervor patriótico. La población vitoreaba a nuestros muchachos y prestaba toda su colaboración reafirmando así su identificación con los principios revolucionarios.
   “Luego de cambiar otras impresiones sobre lo ocurrido en la ciudad, llegó la hora de nuestro regreso a la E.A.M. y nos despedimos de ellos en un clima de profunda cordialidad…aunque pensando en la dureza de nuestro pozo y en las emociones que ellos vivieran, con un dejo de envidia por su suerte.
   “En la Escuela recibimos órdenes de hacer bañar a la tropa y equiparla convenientemente. Con la eficaz colaboración de algunos aspirantes, logramos hacerlo rápidamente y luego, otra vez a los camiones. Ibamos viajando en dirección a la línea, cuando supimos de la alarma antiaérea. Se presumía la aproximación de Gloster Meteor leales. Se ordenó tomar cubierta completa a la tropa…En el desbande, muchos camiones quedaron dificultando el tránsito y tuve que colaborar para despejar el camino. Con el ‘Tano’, aprovechamos para hacer una ‘requisa’ a la Sala de Armas y retirar munición que nos será de utilidad más adelante.
   “Pasada la alarma, sin que se produzcan novedades (luego nos enteramos que el ataque aéreo se había realizado en Pajas Blancas), aprovechamos el ‘impase’ para bañarnos y cambiarnos de ropa. Nuevamente tomo mi grupo y lo conduzco al lugar donde se me comunicó se extenderían nuestras líneas. Ya es de noche. Sobre el costado sur de la Escuela a la altura de la cabecera de la pista nueva, comenzamos a cavar las posiciones…esto de construir la posición en la obscuridad no es nada agradable: no se ve lo que se hace y el trabajo resulta doblemente penoso y poco eficiente.
   Cuando doy por terminado mi trabajo me doy cuenta que se ha levantado una sudestada de esas que llegan a los huesos…y mi grupo no tiene mantas. Entonces decido detener un camión que en ese momento pasa en forma providencial por allí y con el permiso del Jefe de la Ca. me voy al Escuadrón de Tropas.
   “El soldado no quiere conducir, pues dice que no ve nada, y aquí estoy yo, con toda mi inexperiencia de motorista, conduciendo un camión sin luces entre calles (?) llenas de obstáculos. Pero no tuve ningún inconveniente y pude llegar. La suerte me favoreció también en el regreso, pues, aún no se como, me fui a detener justo en el puesto ocupado por el Jefe de la Ca., y de allí fue un juego de niños llegar a mi posición. Mis soldaditos ya estaban medio duros de frío. La noche se hace bastante ‘perra’ pues las posiciones son malas y el viento sopla muy fuerte…por fortuna acallamos el estómago con un buen plato de locro caliente. El amanecer ansiosamente esperado por fin llega aunque sin el ansiado sol…El día es nublado y frío”.
En esas condiciones llegó la tercera jornada de lucha.


Notas


  1. Pese a tratarse de uno de los más reconocidos pilotos de prueba de la Fábrica Militar de Aviones, Rogelio Balado se volcó decididamente a la revolución. Experimentado piloto de caza de la Fuerza Aérea Argentina, comenzó su carrera en Córdoba, en 1952 después de la trágica muerte de Otto Behrens, veterano de la Luftwaffe y piloto de prueba del equipo de Kurt Tank, voló los prototipos Pulqui I y Pulqui II, el planeador IA-37 y el gigantesco transporte IA-38 Naranjero, antecedente nacional de los poderosos Hércules.
  2. El Proyectil Aéreo Teledirigido 1 era una bomba radioguiada aire-superficie de elaboración nacional fabricada por la Sección Armas Especiales de la Dirección General de Fabricaciones Militares dependiente del Ejército. En 1950, un equipo de técnicos alemanes y argentinos comenzó a trabajar en su diseño bajo la dirección de los hermanos Henrici, ingenieros aeronáuticos alemanes, con la asistencia en el diseño de los hermanos Mandel, todos ellos técnicos de la Alemania nazi captados por el régimen justicialista. Se trataba de un proyectil de 500 kilogramos y 30 kilómetros de alcance que constaba de dos cuerpos, el mayor de 3,54 metros en el que e alojaba el sistema de guiado, la cámara de combustión y la tobera de escape y el menor, de 2,52 metros, que llevaba los carburantes (oxigeno y metanol). Perón en persona supervisó los trabajos en 1952, año en que comenzaron las pruebas. El 20 de octubre de 1953, durante una de ellas, el Avro Lancaster B-036 piloteado por Werner Baumbach, otro veterano de la aviación alemana, se precipitó a aguas del Río e la Plata, pereciendo su piloto, uno de los hermanos Henrici y el radioperador argentino Viola. Otros tres tripulantes lograron ser rescatados.


sábado, 2 de septiembre de 2023

Fuerza Aérea Argentina: El Meteoruzú de las pampas

El Gloster Meteor en servicio en Argentina






Fuente


Viernes 11 de julio de 1947 realiza su primer vuelo en Argentina el avión Gloster G.41G Meteor F.Mk-IV de la Aeronáutica Argentina, cuando a las 11:00 hs., utilizando como pista la empedrada avenida Tomas Alba Edison del puerto de la Ciudad de Buenos Aires, despega el Meteor I-005, al mando del piloto inglés Squadron Leader Bill Waterton, que sobrevuela la avenida Paseo Colón, la Casa Rosada, el Congreso Nacional para aterrizar en Ezeiza, en lo que sería el futuro Aeropuerto Internacional y aún en construcción entonces, siendo de este modo el primer vuelo de un reactor en Latinoamérica.


Foto de exhibición de cazas interceptores Gloster G-41G F.Mk-IV Meteor de la Aeronáutica Argentina del año 1951. Argentina pretendía adquirir 400 de estas aeronaves, algo que estaba muy por encima de la disponibilidad presupuestaria no tanto para su adquisición, sino para su posterior operación, sellando una compra por 100 ejemplares, siendo falso el argumento que sólo se adquirieron 100 ejemplares porque Estados Unidos vetó la compra de 400, pues Estados Unidos y Reino Unido fueron los principales proveedores de armas de Argentina en esa época, y prácticamente reequiparon a las Fuerzas Armadas Argentinas durante las dos primeras presidencias peronistas (los británicos hasta proveían su avanzada turbina Rolls-Royce Derwent V en estos aviones, ¡y la aún más avanzada Rolls-Royce Nene para el I.Ae-33 Pulqui II argentino!!!), no teniendo motiviod Estados Unidos para vetar nada con la enormidad de material bélico que Washington proveía a Argentina, y menos aún Reino Unido aceptar veto estadounidense alguno en vista de la enormidad y calidad de material que Londres proveyó a Argentina entonces. De hecho, salvo los primeros meses que estos aviones se fueron ensamblando en Argentina en la FMA de Córdoba, a medida que se iban recibiendo, e iban siendo puestos en servicio, en promedio luego jamás hubo mucho más de la mitad en servicio, y de hecho en 1953 sólo 55 ejemplares quedaron en estado operativo, mientras el resto permaneció almacenado en la VIª Brigada Aérea de Tandil.
Incorporado en 1947 por la Aeronáutica Argentina, el Meteor quedó obsoleto ese mismo año cuando los jet caza de segunda generación con alas en flecha F-86 Sabre estadounidense y MiG-15 ruso volaron antes de terminar el año; y fue superado en 1949 cuando esos aviones entraron en servicio.
Para resumir, de 106 Gloster G-41G Meteor que lucieron los colores argentinos, 6 fueron F.Mk-III que sólo operaron corto tiempo en Reino Unido, y 100 F.Mk-IV. De estos últimos que en promedio sólo operaron un máximo de 50 a un mismo tiempo (incluso en la derrochadora era peronista; evidencia irrefutable que hubiese sido imposible sostener 400 jets de caza ¡en un país que no pudo sostener la mitad de sus 100 jets de caza!), se perdieron en accidentes 48 máquinas con 22 pilotos fallecidos, más otras 19 dañadas que causaron baja sin recuperarse, a lo largo de 24 años, sólo logrando superar las 1.500 horas de vuelo un puñado de Meteor. Al fracasar su reemplazo IA-33 Pulqui II para sostener el poder aéreo de caza, hubo que aguardar a 1960 que llegaran los Sabre, que fue una gran mejora pero no supuso un reemplazo adecuado, pues entonces la era del jet supersónico estaba en marcha. Con la llegada del Mirage IIIEA/DA, recién en 1972 lograron actualizarse las capacidades de caza alcanzada en 1947 ¡y perdida en 1949!, 23 años donde la defensa aérea en Argentina fue sólo una quimera.


El martes 15 de julio de 1947 el entonces Alférez Vedania Adriel Mannuwal (fallecido en acto de servicio a los mandos de un IAe-33 Pulqui II el 31 de mayo de 1951, en lo que fue el lapidario fin del proyecto del tan excelente y prometedor, pero en realidad fracasado caza argentino. Ver enlaces adjuntos), realiza el traslado del último de los primeros 6 ejemplares del caza jet Gloster G-41G F.Mk-IV Meteor adquiridos por el gobierno argentino para la Aeronáutica Argentina, despegando también desde la avenida Tomas A. Edison en el puerto de Buenos Aires, con rumbo hacia Ezeiza, convirtiéndose en el primer oficial argentino en volar un reactor en suelo nacional.


El Gloster Meteor F.Mk-IV piloteado por el Capitán Carlos Carus de la imagen, cuando del 20 al 25 de marzo de 1957, en Montevideo durante el Operativo Santo Dumont I para los festejos del aniversario de la creación de la aviación militar uruguaya, 5 Meteor de la Aeronáutica Argentina al mando del Comandante Robert se trasladaron al vecino del Plata.




En cercanías de Castelar, provincia de Buenos Aires, el 26 de enero de 1956 se estrella el interceptor Gloster Meteor F.Mk.IV matrícula I-023 proveniente del Taller Regional Río IV, debido a plantada de motores por combustible contaminado, mientras se aprestaba a aterrizar en la VIIª Brigada Aérea de Morón, falleciendo su piloto, Teniente Néstor Enrique Marelli (Foto colección Helmuth Weber vìa Avialatina/Atilio Marino y Vladimiro Cettolo).


Invierno de 1957 en la VIIª Brigada aérea de Morón, durante la filmación de la película Vuelo 231 cuyo director, Oscar Baigorria, aparece en la foto, y el piloto a cargo del I-071 Teniente Ramón Arneodo.


VII Brigada Aérea de Moron circa 1957 de izquierda a derecha de la foto Sergio Garcia,Rafael Cantisani y Carlos Piñón ,el primero luego fue en la Fabrica Militar de Aviones piloto de pruebas con los Gloster, Pucara ,etc ,el segundo siendo jefe de la Brigada de José C Paz en un vuelo con un Mirage biplaza se eyecto del puesto trasero sorpresivamente sobre Lujan llegando muerto a tierra (quedo colgado con su paracaidas de un arbol )el tercero murió trágicamente al caer su Gloster I 087 en la calle Maison de Castelar allá en Marzo de 1958.


Pilotos revolucionarios de la Aeronáutica Argentina durante los fraticidas sucesos de 1955, sobre un jet de caza interceptora Gloster G-41G F.Mk-IV Meteor.





Obra de Alberto Nassivera que representa el hecho ocurrido durante la denominada "Revolución Libertadora" que liberó al país del General Juan Domingo Perón, y acaecido el sábado 17 de Septiembre de 1955, cuando 3 Gloster F.Mk-IV Meteor de la Fuerza Aérea Argentina leales al gobierno, tripulados por el Mayor Daniel Pedro Aubone, Comandante Eduardo Catalá y Capitán Amauri Domínguez, y que despegaron desde el Aeródromo de Las Higueras, en Río IV, atacaron a 3 bombarderos cuatrimotores Avro 694 B.Mk-2 Lincoln de las fuerzas rebeldes, que estaban reabasteciéndose en el aeródromo de Pajas Blancas, en la provincia de Córdoba. A las de 17:00 hs. esa jornada los Meteor habían despegado con depósitos de combustible adicionales y máximo de municiones, y se lanzaron en hilera, separados por 1.000 metros, encabezando el ataque el Comandante Catalá, quien abrió fuego sobre los Avro Lincoln estacionados a un costado de la pista, fallando su objetivo mientras el personal de tierra, que en principio pensó eran aviones revolucionarios, se refugiaban. Lo siguió Aubone, quien impactó a dos de los tres bombarderos, logrando incendiar y destruir al B-028 con sus 11 tripulantes en su interior, siguiéndolo Dominguez, para iniciar el escape cobrando altura en medio de maniobras evasivas, pero advirtiendo que Domínguez había averiado ligeramente la cola del aparato de Aubone con los disparos de sus propios cañones, no obstante lograr alcanzar y a aterrizar en La Higuera sin mayores contratiempos.



No existe evidencia del empleo en combate del único prototipo del caza FMA IAe-33 Pulqui II que había en existencia cuando se produjeron los hechos revolucionarios de 1955. El avión, a pesar de 5 años de desarrollos y una inmensa inversión, increíblemente aún no había sido homologado, y ya estaba superado por tres generaciones de cazas, no obstante lo cual nada le hubiese impedido armar al prototipo y utilizarlo en combate. Luego de triunfar la Revolución Libertadora, y a pesar de la obsolescencia del modelo, se decidió continuar con el programa para aprovechar lo ya invertido en el avión, y en el año 1956 se logró homologarlo, pero lamentablemente el único ejemplar se perdió en un accidente. Para cuando alzó el vuelo el último prototipo el Pulquí II estaba cuatro generaciones superado, y si demencialmentr se autorizaba su producción en serie a partir de 1951/62, ¡iba a entrar en servicio en la misma época que cazas supersónicos F-4B Phantom, F-104G Starfighter, F-105 Tunderchief, F.Mk-3 Lightning, J-35B Draken, MiG-21PF, Su-11, Mirage IIIC entraban en servicio...


Estos cuatro Gloster F.Mk-IV Meteor, volando sobre el Rio de la Plata, frente al Aeroparque, piloteados por el Capitán J. Mones Ruiz, guía, el 1er Teniente Von Thienen, y el Capitán Aldo Barbuy, numerales izquierdo y derecho respectivamente, cierra el farol Comandante E. Correa Arce, realizaron una digna exhibición aérea "enfrentados" a los F-100 Super Sabre del Escuadrón Thunderbirds de la USAF en un festival aeronautico celebrado en Buenos Aires en 1957, y donde también se pudo ver, aunque exhibido en tierra, al bombardero B-47 Stratojet.


El entonces Capitán Jorge Raimondi, (Promoción 22 ) en el cockpit de un Meteor en la VIIª Brigada Aérea, Morón, en 1970.


El as de caza de la Luftwaffe alemana, tal vez uno de los pilotos de caza más famosos de todos los tiempos y el piloto de caza predilecto de Adolf Hitler, vemos aquí uns imagen de Adolf Galland, quien fue instructor de pilotos de la Aeronáutica Argentina, frente a un Gloster F.Mk-IV Meteor hoy preservado en el Museo Nacional de Aeronáutica. Galland, al igual que muchos otros nacionalsocialistas no solo alemanes, sino de otras nacionalidades, halló refugio en Argentina al finalizar la Segunda Guerra Mundial.