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sábado, 4 de enero de 2025

Guerra contra la Subversión: ¿Podría repetirse la historia en Argentina hoy?

La Guerra Antisubversiva en Argentina: Tácticas antiterroristas y descentralización operativa y evolución al presente

Por Esteban McLaren



Control de rutina durante la guerra antisubversiva: Conscriptos realizan el control de documentación.


¿Se podría repetir la intervención militar para combatir a la guerrilla o el terrorismo como en los 70s en Argentina? La respuesta es con alta probabilidad no. La evolución de las formas de combatir, no solo a la guerrilla sino a fuerzas convencionales, a evolucionado de modo que pocas tropas altamente especializadas a nivel de la policía con una logística específica y muñidos de inteligencia y análisis pueden desarrollar esa tarea que comprometió a todas las fuerzas armadas en su momento. El compromiso política y judicial, en todo caso, siempre será el responsable final de la eficiencia de todas las operaciones.

Parte 1: Doctrina y operatividad de la Guerra Antisubversiva

La denominada Guerra Antisubversiva en Argentina (1976-1983) marcó un período de intensa actividad militar y de seguridad interna orientada a combatir organizaciones insurgentes consideradas terroristas por el régimen militar. Esta etapa, impulsada por la Junta Militar, se caracterizó por la adopción de tácticas antiterroristas que buscaban neutralizar a grupos armados como los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). A diferencia de otros países que adoptaron modelos más centralizados de coordinación, las operaciones argentinas se destacaron por una descentralización operativa significativa, permitiendo una autonomía notable a las unidades militares y policiales locales.

Tácticas antiterroristas en el terreno

Las tácticas antiterroristas implementadas en Argentina pueden analizarse desde tres ejes principales.

El modelo táctico argentino en la lucha contrainsurgente se construyó sobre un enfoque dual: reactivo y proactivo. Este diseño buscaba identificar, localizar y neutralizar objetivos insurgentes mediante una combinación de inteligencia precisa, operaciones directas y métodos coercitivos. La inteligencia humana (HUMINT) jugó un rol crucial en esta estrategia, con un amplio uso de informantes infiltrados y agentes dobles que penetraron las estructuras insurgentes. Gracias a estas operaciones, se lograron resultados significativos, como frustrar ataques planificados o desarticular acciones insurgentes críticas, incluyendo el conocido asalto al batallón de arsenales de Monte Chingolo, donde la anticipación y la información obtenida demostraron ser determinantes.

Sin embargo, no toda la información se obtuvo mediante infiltración. Los interrogatorios coercitivos se convirtieron en un componente oscuro pero central del esfuerzo contrainsurgente. Realizados en detenciones clandestinas, muchas veces fuera de cualquier registro oficial, estos interrogatorios emplearon métodos de tortura para extraer datos estratégicos. Este enfoque, aunque efectivo en términos operativos, permitió la identificación y neutralización de miembros clave dentro de las organizaciones insurgentes, incluidos altos mandos. Las consecuencias éticas y legales de estas prácticas siguen siendo objeto de debates históricos y políticos, pero su impacto operativo fue innegable en la desarticulación de redes rebeldes.

En los centros urbanos, la acción directa adquirió una forma particularmente agresiva con los denominados "grupos de tareas". Estas unidades, pequeñas pero altamente móviles, fueron desplegadas para llevar a cabo operaciones de asalto directo. Con precisión quirúrgica, se dedicaron a capturas, ejecuciones extrajudiciales y la desmantelación de células urbanas. Entre sus logros más destacados se encuentra la eliminación del jefe máximo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un golpe que desarticuló significativamente la capacidad operativa de esta organización. Estas operaciones urbanas, aunque polémicas, fueron el punto culminante de una estrategia diseñada para erradicar la insurgencia con eficacia implacable.

La combinación de inteligencia, coerción y acción directa formó un esquema táctico que resultó devastador para las fuerzas insurgentes. Aunque cuestionable desde una perspectiva ética y legal, este enfoque logró su propósito operativo: desmantelar las estructuras insurgentes y neutralizar su capacidad de amenaza. No obstante, dejó un legado de tensiones sociales y dilemas morales que continúan resonando en la memoria histórica de Argentina.







En las áreas rurales de Argentina, la lucha contrainsurgente tomó un cariz implacable, modelado por tácticas que evocaban las empleadas por Estados Unidos en Vietnam. Tucumán se convirtió en el epicentro de estas operaciones durante el Operativo Independencia, un despliegue militar que, más allá de los montes tucumanos, se extendió a otras regiones rurales del país en un intento de sofocar las insurgencias. Las patrullas móviles emergieron como uno de los recursos tácticos más eficaces, pequeñas unidades que se adentraban en la espesura de la selva y los montes, rastreando a los guerrilleros y llevando la guerra hasta el corazón de sus escondites. Este enfoque, diseñado para minar la capacidad de las fuerzas insurgentes de moverse y operar con libertad, resultó devastador en muchos aspectos.

Paralelamente, la destrucción de la infraestructura logística de los insurgentes fue clave para debilitar sus capacidades operativas. Campamentos enteros eran desmantelados, redes de abastecimiento desarticuladas y arsenales clandestinos destruidos. Incluso las imprentas, símbolo de la resistencia y herramienta propagandística, eran objetivos prioritarios en esta guerra asimétrica. Cada armería destruida y cada línea de suministro cortada representaban un golpe que buscaba aislar a las fuerzas insurgentes, empujándolas al colapso operativo.

El aislamiento era una constante en esta estrategia de contrainsurgencia. Los cercos operativos se erigían como murallas invisibles pero letales alrededor de las áreas en las que los insurgentes encontraban refugio y apoyo civil. Estas operaciones, desplegadas con precisión luego de atentados, secuestros y otras acciones insurgentes, buscaban cortar todo vínculo entre los guerrilleros y las comunidades locales. En un entorno rural donde el apoyo civil era vital para la supervivencia de las fuerzas rebeldes, estos cercos demostraron ser una herramienta tan contundente como las patrullas móviles o las operaciones directas.

No obstante, la lucha no se limitó a las acciones en el terreno. El gobierno desplegó una maquinaria de propaganda y guerra psicológica que complementaba las acciones cinéticas con un sofisticado arsenal de mensajes destinados a desmoralizar a los insurgentes y consolidar el apoyo social. A través de mensajes intimidantes, exhibiciones de fuerza y narrativas diseñadas para justificar la represión, el Estado buscaba erosionar la moral de las fuerzas rebeldes mientras reforzaba el relato de la "guerra contra el terrorismo". Este esfuerzo no solo apuntaba a legitimar las operaciones militares, sino también a obtener el respaldo de sectores específicos de la sociedad, apelando a sus miedos y alineando su percepción con los objetivos del régimen.

La combinación de tácticas rurales y operaciones psicológicas en Argentina se convirtió en un ejemplo emblemático de contrainsurgencia multidimensional, donde cada patrulla en el monte y cada mensaje difundido desde los medios formaban parte de un entramado destinado a sofocar la rebelión a cualquier costo. Sin embargo, este modelo dejó un legado de lecciones y controversias, especialmente en cuanto al balance entre eficacia táctica, impacto social y respeto por los derechos humanos.


Descentralización operativa: Autonomía y fragmentación del mando

Argentina, a diferencia de otros países que optaron por enfoques centralizados como el modelo francés en Argelia, adoptó una estrategia descentralizada en su lucha contra las guerrillas. Este método otorgaba a las unidades locales la responsabilidad de planificar y ejecutar las operaciones, lo que resultó en una notable eficacia táctica. En cuestión de meses, las organizaciones guerrilleras quedaron al borde de la desarticulación operativa, un logro sin parangón en escenarios donde se emplearon estrategias más centralizadas.

La autonomía regional fue uno de los pilares de esta estrategia. Las zonas militares se dividieron en regiones estratégicas, cada una bajo un comando regional que gozaba de amplia libertad para diseñar y llevar a cabo operaciones. Este enfoque, basado en el principio militar de la Auftragstaktik, permitió respuestas rápidas y adaptadas a las necesidades locales. Sin embargo, esta descentralización también dio lugar a una falta de uniformidad en las tácticas empleadas y en los métodos de recolección de inteligencia, lo que debilitó la cohesión estratégica.

Otro elemento distintivo fue el uso de grupos de tareas compuestos por efectivos de diversas fuerzas, como el Ejército, la Policía Federal y Provincial, y la Gendarmería. Estos grupos operaban con una independencia considerable y sin una supervisión central constante. Si bien esta flexibilidad facilitó decisiones rápidas en el terreno, también incrementó los riesgos asociados a la falta de controles superiores.

La fragmentación, si bien eficaz en el nivel táctico, tuvo consecuencias de gran alcance. Aunque las acciones específicas, como capturas y eliminaciones de insurgentes, fueron ágiles y precisas, la coordinación estratégica quedó relegada, dificultando una evaluación integral de las operaciones. Además, la descentralización exacerbó los niveles de abuso de autoridad y discrecionalidad, lo que llevó a violaciones sistemáticas de los derechos humanos.

Este modelo argentino, con sus logros y controversias, ilustra el delicado equilibrio entre autonomía táctica y supervisión estratégica, dejando lecciones clave para futuras operaciones de contrainsurgencia.


Evaluación de la eficiencia militar

Desde un enfoque estrictamente militar, la estrategia argentina de contrainsurgencia logró resultados magníficos hacia el final del conflicto, desmantelando gran parte de las capacidades operativas de los grupos insurgentes. Sin embargo, esta eficacia táctica estuvo acompañada de serias limitaciones y costos que dejaron un impacto profundo en las Fuerzas Armadas y en el país.

Operativamente, la estrategia cumplió con muchos de sus objetivos. Los principales líderes insurgentes fueron neutralizados, debilitando gravemente la capacidad ofensiva de organizaciones como los Montoneros y el ERP. Las operaciones urbanas, rápidas y contundentes, se adaptaron con eficacia a los entornos complejos de las ciudades, donde la insurgencia intentaba consolidar su presencia. Estas acciones reflejaron una capacidad táctica que, en el plano inmediato, logró frenar la amenaza insurgente.

Sin embargo, a nivel estratégico, el enfoque descentralizado mostró serias fallas. La falta de coordinación centralizada limitó la capacidad de consolidar los logros operativos en un marco nacional coherente. Esta fragmentación, aunque útil en el nivel táctico, impidió articular una estrategia unificada que capitalizara las victorias locales en un resultado estratégico definitivo. Además, la autonomía otorgada a los grupos operativos fomentó un clima de impunidad y corrupción interna. Recursos valiosos se desviaron, y los esfuerzos perdieron eficacia debido a la falta de supervisión y control central.

Los costos internos de esta estrategia también fueron profundos y duraderos. El enfoque descentralizado multiplicó los abusos y ejecuciones sumarias, lo que dañó gravemente la legitimidad de las Fuerzas Armadas. Este impacto negativo se vio exacerbado tras la derrota en la guerra de Malvinas, cuando la imagen institucional ya estaba seriamente deteriorada. Además, la carencia de tropas especializadas en tácticas no convencionales obligó a emplear a conscriptos, suboficiales y oficiales con un entrenamiento limitado y muchas veces improvisado. La falta de preparación adecuada dejó brechas operativas que pudieron haberse mitigado con una fuerza más capacitada.

Los recursos dedicados a la contrainsurgencia también debilitaron otras áreas críticas de la defensa nacional. Al embarcar a las tropas en una guerra no convencional, se comprometió su preparación para enfrentar conflictos convencionales, dejando vulnerabilidades estratégicas en el ámbito militar. Además, el abandono de una legislación que permitía combatir a los insurgentes con respaldo legal socavó la legitimidad de las acciones y contribuyó a un marco operativo que, aunque efectivo a corto plazo, resultó perjudicial en el largo plazo.

En definitiva, la estrategia argentina alcanzó su objetivo inmediato de desarticular la insurgencia, pero lo hizo a un costo significativo. La falta de coordinación estratégica, los abusos cometidos y el desvío de recursos erosionaron tanto la capacidad militar como la confianza social en las Fuerzas Armadas. Este legado, a la vez eficaz y controvertido, sigue siendo una lección de los dilemas inherentes a las guerras de contrainsurgencia.


Análisis legal: Costos nacionales e internacionales

La Guerra Antisubversiva dejó un legado de costos legales y éticos para los militares argentinos. A medida que las democracias volvieron a consolidarse, tanto a nivel nacional como internacional, las tácticas utilizadas fueron condenadas.

1. Impacto nacional

  • Juicios por delitos de lesa humanidad: Con el regreso de la democracia en 1983, comenzó una serie de procesos judiciales contra oficiales y agentes involucrados en desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales.
  • Reputación institucional dañada: La descentralización, que facilitó excesos y abusos, contribuyó a una deslegitimación pública de las Fuerzas Armadas.


2. Repercusiones internacionales

  • Condenas en foros internacionales: Organismos como las Naciones Unidas y la OEA señalaron que las tácticas empleadas constituían violaciones graves de derechos humanos.
  • Impacto diplomático: Argentina enfrentó aislamiento internacional durante la dictadura, lo que limitó su acceso a apoyo militar y económico.

3. Lecciones estratégicas:

La descentralización, aunque útil para responder rápidamente a amenazas insurgentes locales, demostró ser contraproducente en términos legales y éticos. En retrospectiva, un enfoque más centralizado y regulado podría haber mitigado los abusos, reduciendo los costos legales y diplomáticos a largo plazo.


Preliminares de la guerra antisubversiva

La Guerra Antisubversiva en Argentina fue un ejemplo de cómo un enfoque descentralizado puede ofrecer ventajas tácticas a corto plazo, pero generar graves consecuencias legales y éticas a largo plazo. Aunque se lograron los objetivos de neutralizar a los grupos insurgentes, las tácticas utilizadas dejaron profundas cicatrices en la sociedad argentina y comprometieron la legitimidad de las Fuerzas Armadas tanto dentro como fuera del país. La experiencia ofrece lecciones críticas para el diseño de estrategias antiterroristas modernas, donde el balance entre eficacia operativa y respeto por los derechos humanos es esencial.



Parte 2. Combatir la amenaza del terrorismo urbano en el Siglo XXI: ¿Cómo enfrentar el fantasma de los años 70?

Imaginemos por un momento un escenario que resucita las sombras de un pasado turbulento: grupos insurgentes operando en ciudades y zonas rurales, ataques selectivos contra objetivos civiles y militares, y una nación atrapada entre la necesidad de mantener el orden y el riesgo de caer en excesos. Los escenarios hoy se acercan más al narcoterrorismo (Rosario, Gran Buenos Aires, frontera con Paraguay y Bolivia), los grupos radicalizados araucanos en la Patagonia (alentados desde Chile), tal vez un amenaza del extremismo islámico (ya hemos tenido ataques del terrorismo islámico). Este escenario podría parecer arrancado de la Argentina de los años 70, pero ¿cómo enfrentaríamos hoy un desafío similar?

En ese entonces, la lucha contra el terrorismo y la guerrilla urbana en Argentina fue un torbellino de tácticas improvisadas, inteligencia fragmentada y acciones muchas veces llevadas al límite de la ley. Hoy, sin embargo, vivimos en un mundo donde la tecnología, las redes sociales y las fuerzas especiales han revolucionado la manera en que las naciones enfrentan las amenazas internas. Si una situación como la de los años 70 ocurriera hoy, la respuesta sería diferente: más precisa, más controlada, pero también más visible para el escrutinio público.

Del mismo modo, los 70s presentaron parte importante de la solución al desafío del terrorismo actual: Los equipos SWAT (Special Weapons and Tactics). La creación de fuerzas especiales comprimieron el tamaños de las secciones necesarias para combatir efectivamente elementos de insurgencia o terrorismo en el ámbito urbano.


La inteligencia, el nuevo campo de batalla

En los años 70, la inteligencia se basaba en agentes infiltrados, informantes y, tristemente, interrogatorios brutales. Era una lucha casi artesanal, donde la información se obtenía a través de redes humanas y operativos clandestinos. Hoy, la inteligencia ha evolucionado hasta convertirse en un arte dominado por algoritmos y análisis de datos.

Las herramientas modernas permiten a los gobiernos vigilar redes sociales, interceptar comunicaciones cifradas y rastrear movimientos con una precisión inimaginable hace décadas. Los analistas de inteligencia no solo dependen de espías y operativos, sino también de sistemas avanzados como Palantir, que cruzan millones de datos en tiempo real para detectar patrones de actividad sospechosa. Las redes sociales, que en los 70 ni siquiera existían, ahora son tanto una herramienta para los insurgentes como un arma para las fuerzas de seguridad. Plataformas como Twitter y Facebook pueden revelar reclutadores, simpatizantes y posibles objetivos con solo pulsar unas teclas.

Sin embargo, no se trata solo de observar; la guerra moderna también se libra en el ámbito psicológico. Las fuerzas de seguridad emplean estas mismas plataformas para sembrar desinformación entre los insurgentes, desacreditar sus narrativas y, en algunos casos, desactivar células antes de que actúen.

Las Fuerzas Especiales: Guerreros del Siglo XXI

En el pasado, Argentina dependía de "grupos de tareas" que, aunque efectivos a corto plazo, operaban con una descentralización que favoreció abusos y excesos. Hoy, los estándares han cambiado. La lucha contra el terrorismo urbano y rural recae principalmente en unidades especializadas altamente entrenadas y disciplinadas.

Equipos como el Grupo Halcón de la Policía Bonaerense o las unidades tácticas de la Policía Federal Argentina han evolucionado para convertirse en los escudos contra estas amenazas. Inspirados en modelos internacionales como los SWAT estadounidenses o el GIGN francés, estas fuerzas operan bajo estrictos protocolos y con una precisión quirúrgica. Cada policía provincial cuenta con un grupo de fuerzas especiales análogo.

El enfoque entonces ya no es lanzar una red amplia, sino realizar operaciones específicas, basadas en inteligencia sólida y con un claro objetivo: neutralizar amenazas con el menor daño colateral posible. En casos extremos, donde el terrorismo supera la capacidad de estas fuerzas—como cuando hay armas pesadas involucradas—la Gendarmería o incluso el Ejército pueden apoyar, pero siempre bajo un marco legal claro.

Ejemplos de grupos especiales provinciales

Como ya mencionó, el Grupo Halcón, formalmente denominado División de Seguridad Especial Halcón, es la unidad de operaciones especiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Fundado en 1986 como el Grupo de Operaciones Especiales (GOE), su creación estuvo a cargo del comisario Julio César y el oficial principal Claudio Rafael Pereyra. Inicialmente, sus miembros fueron entrenados con estándares internacionales, incluyendo formación con equipos SWAT en el extranjero.

 

El grupo tuvo su bautismo de fuego en el copamiento del cuartel de La Tablada, evento que consolidó su reputación. En 1996, se renombró formalmente como División Especial de Seguridad Halcón (DESH). Con una estructura compuesta por 75 comandos divididos en equipos tácticos de 15 miembros, cada grupo incluye especialistas en francotiradores, explosivos, negociación, medicina táctica, inteligencia y comunicación, además de personal de asalto.

Reconocido como una de las fuerzas especiales de mayor nivel en América Latina, el Grupo Halcón mantiene una rigurosa selección y capacitación de su personal, reflejada en su distintivo brevet azul de comando. Esta unidad sigue siendo un referente en la resolución de situaciones de alto riesgo, como tomas de rehenes y operaciones tácticas complejas.

 

La Compañía de Tropas de Operaciones Especiales (TOE) es la unidad de élite de operaciones especiales de la Policía de la Provincia de Santa Fe, Argentina. Su origen se remonta a 1987, cuando se llevó a cabo el primer Curso de Adiestramiento Policial Especial (CAPE). Posteriormente, el 4 de mayo de 1990, se formalizó la creación de la unidad bajo la denominación de Tropas de Operaciones Especiales (TOE).

Esta fuerza depende directamente del Jefe de la Policía de la Provincia y se desarrolló a partir de un análisis exhaustivo de reglamentos y tácticas utilizadas por unidades de operaciones especiales de renombre internacional. Entre estas se encuentran la GSG-9 (Alemania), RAID (Francia), GEO y BBT (España), FBI y SWAT (Estados Unidos), SAS (Reino Unido) y BOPE (Brasil). Los miembros de la TOE han recibido una capacitación intensiva en centros internacionales destacados, como el NCIS del Reino Unido y el Yamam de Israel, así como formación especializada en múltiples países de América Latina.

El alto nivel de organización e instrucción logrado permite a la TOE ejecutar una amplia gama de operaciones, que incluyen misiones de seguridad, investigaciones científicas, resolución de situaciones con rehenes, custodia de personalidades VIP, operaciones en montes, islas y mediante transporte aéreo, además de manejo de atentados con explosivos. Su versatilidad y preparación la posicionan como una de las unidades más completas y especializadas en su ámbito.

El Equipo de Tácticas Especiales Recomendable (ETER) de la Policía de la Provincia de Córdoba, creado el 19 de febrero de 1985, es una unidad de élite destinada a garantizar la custodia y seguridad de dignatarios provinciales, así como de funcionarios y personalidades nacionales e internacionales. Su labor se extiende a la resolución de situaciones de crisis como atentados terroristas, tomas de rehenes, secuestros, tiradores activos y sujetos parapetados.

Entre sus principales funciones también se encuentran la ejecución de allanamientos de alto riesgo y misiones especiales encomendadas por la Jefatura de Policía. Su misión central es resolver situaciones críticas manteniendo el orden público y la seguridad ciudadana, con un enfoque prioritario en la protección de la vida y la integridad física de todos los involucrados.

El ETER dispone de un equipo de Negociadores especializado para abordar incidentes de crisis y cuenta con personal altamente entrenado y equipado con recursos adaptados a cada tipo de operación. Su rápida respuesta y profesionalismo lo convierten en un pilar fundamental para enfrentar emergencias que demandan intervención táctica especializada.

El Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Provincia de Misiones fue creado en 1993 por iniciativa del Ministerio del Interior Nacional y bajo disposición del Ministerio de Gobierno, con respaldo de la Jefatura de Gobierno. Su misión principal es intervenir en la provincia de Misiones cuando las fuerzas policiales regulares, como comisarías y comandos radioeléctricos, no pueden manejar situaciones de alto riesgo.


El GOE está diseñado para actuar en escenarios complejos que requieren técnicas y tácticas especializadas, como rescates de rehenes, recuperación de buses, aeronaves o instalaciones, y operaciones en entornos urbanos o selváticos. Su personal está altamente capacitado en áreas como buceo táctico, manejo de explosivos, tiro especializado, rescate en altura, andinismo y supervivencia en el monte, entre otras.

La doctrina de instrucción del GOE se basa en métodos internacionales adquiridos a través de cursos realizados en Argentina y países vecinos. Su personal ha recibido formación en fuerzas de élite como el GATE de Brasil, la FOPE de Paraguay, y el GOPE de Chile, además de un entrenamiento especializado con el equipo SWAT del Departamento de Policía de Los Ángeles, en Estados Unidos. Esta preparación internacional asegura su capacidad para enfrentar las más diversas y exigentes situaciones.

Israel: Un modelo para aprender

Pocos países han enfrentado el terrorismo con tanta intensidad como Israel. Su experiencia contra grupos como Hamas y Hezbollah ha marcado el camino para las naciones que buscan perfeccionar sus estrategias.

Israel combina la tecnología más avanzada con una táctica clásica: la anticipación. Sus drones vigilan sin descanso, sus satélites identifican movimientos sospechosos, y sus unidades especiales, como Yamam, actúan con velocidad y precisión en los entornos más desafiantes. En Gaza, por ejemplo, los ataques quirúrgicos combinan bombardeos de precisión con incursiones terrestres para minimizar el impacto en la población civil.

En el sur del Líbano, Hezbollah ha construido túneles y escondites armados con cohetes de largo alcance. Israel responde con una mezcla de inteligencia satelital y fuerzas de comando para destruir estos puntos antes de que se conviertan en una amenaza real. El éxito de esta estrategia radica en su enfoque integrado, donde cada operación está respaldada por datos, tecnología y entrenamiento superior.


¿Cómo prepararnos para el futuro?

El mundo actual nos enseña que combatir el terrorismo no se trata solo de fuerza bruta. Requiere planificación, tecnología y, sobre todo, una clara delimitación de responsabilidades. En Argentina, una estrategia moderna debe priorizar:

  1. Fortalecer unidades especializadas:

    • Expandir y equipar grupos como el Grupo Halcón y otras fuerzas especiales así como a las fuerzas tácticas de la Policía Federal.
    • Entrenar a la Gendarmería y Prefectura para manejar entornos rurales y fronterizos, donde las células terroristas podrían refugiarse. El grupo Alacrán y Albatros, respectivamente, ya tienen experiencia en tareas de golpes de mano y acciones complejas.
  2. Inversión en inteligencia:

    • Crear un centro nacional para analizar redes sociales, interceptar comunicaciones y coordinar información en tiempo real.
    • Incorporar sistemas avanzados de análisis como Inteligencia Artificial y Big Data para detectar amenazas emergentes.
  3. Rol militar limitado:

    • Reservar el uso del Ejército para escenarios excepcionales donde las fuerzas policiales sean insuficientes, como en el caso de amenazas con armamento pesado.
    • Mantener un mando centralizado y transparente para evitar los errores del pasado.
  4. Colaboración internacional:

    • Aprender de los modelos israelíes y europeos, participando en programas de entrenamiento conjunto.
    • Integrar a Argentina en redes internacionales de intercambio de inteligencia para anticiparse a posibles amenazas globales.

Un futuro en guardia

Si algo nos enseñan los conflictos pasados y presentes es que la lucha contra el terrorismo nunca se detiene. Sin embargo, hoy contamos con las herramientas y el conocimiento para enfrentar estas amenazas de manera más efectiva, respetando los derechos humanos y limitando el impacto social y político. No es necesario la intervención directa de las fuerzas militares en un conflicto antiterrorista salvo que estas fuerzas ilegales adquieran equipamientos y tácticas que superen a las fuerzas especiales de las fuerzas de seguridad. Lo que sería necesario es ampliar la creación y disposición de unidades de fuerzas especiales provinciales para control local de estos conflictos.
Otro camino paralelo y necesario es la creación de unidades de combate del crimen especializadas, en áreas muy puntuales como la inteligencia (digital y de campo), equipos antisecuestro, policía científica, entre otros.
Argentina tiene la oportunidad de aprender del pasado y construir una estrategia que proteja a su población sin repetir los errores de épocas oscuras. El enemigo puede cambiar, pero la clave siempre será adelantarse a sus movimientos.



sábado, 15 de enero de 2022

Fusil de asalto: El IMI Galil en Argentina

Historia del Fusil de Asalto IMI Galil en Argentina




Introducción

El Galil es un fusil de asalto de fabricación israeli. Fue uno de los fusiles de asalto principales usados por las Fuerzas de Defensa Israelíes durante décadas, y ha sido el principal fusil de infantería del ejército colombiano hasta su posterior reemplazo por una versión mejorada del mismo, de fabricación colombiana, el Indumil Galil ACE. Tiene muy buen desempeño en la selva y es un arma versátil y precisa.



En la Argentina llegan en diferentes años y modelos, para ser empleados en Unidades Tacticas, tanto de Fuerzas de Seguridad, como de Fuerzas Armadas.


Historia y desarrollo

Fue diseñado por Yisrael Galil, de quien toma su nombre, mas no como se cree erradamente que deriva de la región de Galilea. Es una mezcla de los diseños del AK 47 ruso y el Rk 62 finlandés del que copia el mecanismo de funcionamiento, así como del FN FAL belga del que toma la culata plegable y la bayoneta.



Utiliza como munición los cartuchos 5,56 x 45 OTAN y 7,62 x 51 OTAN y es tan sencillo de fabricar como el AK 47 y el Rk 62, pero sus acabados son de mejor calidad y, por consiguiente, más duradero. Es enfriado por aire, funciona por acción de los gases y puede disparar en modo automático o semiautomático.



El Galil es de mayor peso en comparación con el M16A1 estadounidense; pesa aproximadamente 3,9 kilogramos estando descargado, contra el M16A1 de 2,9 kg. Por lo tanto algunos lo consideran como un arma muy pesada para los soldados de infantería, aunque su corta longitud lo hizo muy popular entre las tropas (el Galil de 840/614 milímetros, contra el M16A1 de 986 milímetros).



Esto se debe a que el modelo ARM, que es la versión inicial, usa un bípode y una culata plegable hacia la derecha. El fusil Galil en todos sus modelos AR, SAR y ARM está fabricado en acero, lo que lo hace más resistente a golpes y a condiciones extremas del ambiente, funcionando perfectamente después de horas de combate aun sin limpiar sus mecanismos, factor que le favorece frente a otras armas que requieren un mayor cuidado y mantenimiento. Hoy día es considerado como un fusil de peso liviano en comparación con otros fusiles.



Se comenzó a planear su diseño después de ver el pobre desempeño de los fusiles de asalto comprados en Occidente como el FN FAL y desde 1967, después de la guerra de los Seis Días, se dejan las pruebas de desempeño, pues el fusil belga de calibre 7,62 mm era considerado por las tropas israelíes muy largo para guardarse, de mantenimiento muy exigente, difícil de controlar en modo automático y propenso a atascarse con el polvo del desierto.



También se decidió que el nuevo fusil de asalto debía ser del mismo calibre que el nuevo cartucho estadounidense, conocido como 5,56 x 45 OTAN (.223 Remington) y con mayor espacio entre las partes móviles para resistir la arena y el polvo. A fines de los años 60, las Fuerzas de Defensa Israelíes probaron dos diseños rivales: uno de Uziel Gal (diseñador del subfusil Uzi) y el otro de Yisrael Galil. El último diseño, basado en el fusil de asalto finlandés Rk 62 (una copia bajo licencia del AK 47), resultó ganador de la competición y fue seleccionado como nuevo fusil de asalto de las FDI en 1973.



Para la guerra del Yom Kippur en octubre de 1973 ya estaba fabricado en cantidades considerables, pero su presencia más notoria fue en la primera guerra con Líbano en 1982 y a lo largo del conflicto con los palestinos empleado contra las facciones armadas de la OLP, Fatah y Hamás. El arma en su tamaño original nunca fue bien recibida entre las numerosas unidades de las fuerzas especiales de Israel, que utilizaban el AK 47 debido a su fiabilidad, tras capturarlo del enemigo.



La versión más compacta del Galil SAR, conocida como Glilón, dio lugar al subfusil principal de los soldados de las unidades acorazadas y de artillería, hasta el punto de convertirse en su seña de identidad junto con la boina negra. El Galil incluye una culata esquelética plegable (similar a la del FN FAL), un punto de mira iluminado con tritio, un destapador en la parte inferior del guardamano y un bípode que puede emplearse para cortar alambre. Se le ha calificado como la navaja suiza de las armas de fuego. Su alcance efectivo es de 400 metros.



Variantes

A lo largo de años se han fabricado varios modelos del Galil, entre los que cabe destacar:

- Galil ARM: La versión original. Dispone de un asa de transporte y un bípode. Existe tanto en 5,56 x 45 OTAN como en 7,62 x 51 OTAN.

- Galil AR: Misma versión que la ARM pero sin bípode.

- Galil SAR ("corto", conocido en Israel como Glilón): Mismas características, modelo para paracaidistas e infantería motorizada que posee un cañón más corto.

- Galil MAR ("micro"): Conserva las mismas características internas exceptuando el cajón de mecanismos. Se tiene constancia de que se sobrecalienta, llegando a estar demasiado caliente como para tocarlo después de disparar varias ráfagas. Una versión revisada del arma está ahora en servicio con las fuerzas especiales israelíes en operaciones encubiertas, siendo suficientemente pequeño para ocultarlo debajo de una chaqueta y con una gran potencia de fuego. Otra variante del Galil MAR, llamada Magav, es usada por la policía de Israel.



- Galil GALATZ: Existen dos versiones reconocidas actualmente, la única diferencia es el calibre de su munición y otras características:

- Galil SASR: Con un cañón más largo, es bien conocida por los tiradores de precisión o para uso como fusil táctico. Usa munición 7,62 x 51 OTAN.

- Galil GALATZ: Tiene el mismo cañón del ARM, pero se le retiraron el bípode y el asa de transporte y no tiene modo automático. Es un modelo que está en uso por parte de las unidades especiales de operaciones de la Policía Nacional de Colombia y el Ejército de Guatemala.



- Galil ACE: De fabricación colombiana y considerada por muchos arma propia, se trata de una ampliación con varias mejoras y un diseño moderno, con 5 rieles distintos para adaptar varios tipos de visores y accesorios. Está hecho de plástico polímero y viene en 7 versiones: Galil ACE 21,22 y 23 (5,56 x 45 OTAN), Galil ACE 31,32 (7,62 x 39) y Galil ACE 51, 52 (7,62 x 51 OTAN).



El fusil IMI Galil en Argentina

- Policia de la Provincia de Rio Negro: Esta Institucion adquiere un pequeño lote de fusiles IMI Galil ARM, para dotar al Grupo Especial COER.

- Policia de la Provincia de Cordoba: Esta Institucion adquiere un pequeño lote de fusiles IMI Galil MAR micro, para dotar al Grupo Especial ETER.

- Ejercito Argentino: Esta Institucion el 21 de agosto del 2014, recibe una donacion de IWI - Israel Weapon Industries LTD (Ex IMI). La donación incluye dos fusiles de asalto ACE calibre 7,62 x 51; un fusil GALIL francotirador calibre 7,62 x 51 con mira telescópica; miras ópticas y accesorios, para la realización de ensayos y pruebas técnicas, y para su empleo en actividades operacionales.

- Policia Federal Argentina: Esta Institucion en el año 2018, compra un pequeño lote de fusiles IWI Galil ACE 22N, para dotar al Grupo Especial GEOF. Su debut fue el Servicio de Custodia y Seguridad del G20, realizado entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 2018 en Buenos Aires - Argentina.



Datos técnicos

- Fusil IMI Galil:

Fabrica: Israel Military Industries.

Calibre: 5,56 X 45 OTAN / 7,62 X 51 OTAN.

Longitud Total:

840 mm / 614 mm plegada (5,56 mm SAR).
979 mm / 742 mm plegada (5,56 mm AR, ARM).
915 mm / 675 mm plegada (7,62 mm SAR).
1050 mm / 810 mm plegada (7,62 mm AR, ARM).
1112 mm / 845 mm plegada (SASR).

Longitud de Cañon:

332 mm (5,56 mm SAR).
460 mm (5,56 mm AR, ARM).
400 mm (7,62 mm SAR).
535 mm (7,62 mm AR, ARM).
508 mm (7,62 mm SAR).

Peso:

3,65 kg (5,56 mm SAR).
3,95 kg (7,62 y 5,56 mm AR).
4,35 kg (5,56 mm ARM).
3,85 kg (7,62 mm SAR).
4,45 kg (7,62 mm ARM).
6,40 kg (SASR).

Cadencia de Disparo:

650 disparos/minuto (Galil).
650-750 disparos/minuto (Galil MAR).

Cargador: extraíble curvo de 30, 35, 50 y 65 cartuchos (5,56x45mm OTAN) y extraíble recto de 25 cartuchos (7,62x51mm OTAN).

jueves, 6 de agosto de 2020

Argentina: PFA estrena Fuerza de Respuesta Rápida contra el delito auspiciado por el Estado

Por el aumento del delito en el conurbano bonaerense, la Policía Federal desembarcará con una nueva brigada

La fuerza de Respuesta Inmediata comenzará a operar el miércoles en las zonas más calientes del GBA. Trabajarán equipos especialmente preparados en tandem y a partir de los pedidos que hagan los intendentes. “El objetivo es darle seguridad a los trabajadores de zonas urbanas”, anunció la ministra de Seguridad nacional, Sabina Frederic
Infobae




Este policía si llega a matar a un delincuente será procesado como un criminal

Fuerza de Respuesta Inmediata. O por sus siglas, FRI. Así se llama la nueva brigada de la Policía Federal que este martes presentó la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, que tendrá como principal objetivo prevenir y evitar el delito en las zonas del país donde el crecimiento del delito y la violencia se puso más caliente.

La FRI comenzará el miércoles mismo a la mañana en un barrio del conurbano oeste que por razones de logística el Ministerio no especificó pero su trabajo será rotativo y se activará de acuerdo a lo que pidan los gobernadores y los intendentes. En principio, se asume que su trabajo se focalizará, sobre todo, en los municipios bonaerenses de los primeros cordones aledaños a la Capital Federal, donde hay más delitos y también más movimiento de personas, aun en vigencia de la cuarentena obligatoria.

“Es una propuesta innovadora pensada para el momento particular, para repensar estrategias para cuidar a la población. Estamos muy preocupados por la situación delictiva y la violencia. Esto muestra el compromiso con la seguridad del pueblo argentino”, manifestó Frederic durante la presentación, realizada en el Cuerpo de Policía Montada de la PFA, en el barrio porteño de Palermo.



Según explicaron las autoridades de la cartera de Seguridad a Infobae, los agentes dispuestos en esta nueva fuerza están “especialmente preparados”. El objetivo, explicó Frederic, es “darles seguridad a los trabajadores de zonas urbanas” y para trabajar “en forma articulada” con las policías provinciales. “Llevar seguridad en el tránsito al trabajo y a sus viviendas y en el transporte público”, amplió la Ministra.

Las formaciones de rápida intervención constarán siempre y en todo momento de un tándem de dos motos y dos vehículos. La FRI está compuesta por seis grupos de entre 9 y 12 agentes cada uno, de acuerdo a la situación.



“Es una propuesta de la Policía Federal Argentina, que articula diferentes áreas para dar seguridad de proximidad en zonas urbanas, donde vemos que se está incrementando el delito y la violencia. Esta situación hizo que se desarrolle esta fuerza que es multidinámica y una camioneta de apoyo. Son muy útiles para dar seguridad en momentos de mayor circulación”, agregó Frederic, quien tras las críticas por los comentarios que hizo días atrás sobre el crecimiento del delito, admitió: “Bajó abruptamente el delito en todo el mundo donde hubo aislamiento y luego empezó a crecer. Hay hechos de robos con violencia contra la propiedad y las personas. Las fuerzas de seguridad federales no tienen intervención. Nosotros apoyamos a las provinciales, disuadimos y prevenimos”.

El secretario de Seguridad y Política Criminal, Eduardo Villalba, agregó que los equipos de la FRI actuarán “de manera separada en un mismo territorio, pero pueden actuar de manera conjunta”. Según explicó el funcionario, el objetivo de la puesta en marcha de la FRI es “fortalecer el derecho a la seguridad y brindar mejores cuidados a la población”.



Para conformar la FRI fueron seleccionados especialmente agentes de diversas áreas de la Policía Federal Argentina, como la Superintendencia Federal de Intervención Territorial, Investigaciones Federales, Drogas Peligrosas, Seguridad y Custodia, Asuntos Internos e Inspectoría General, Dirección General de Coordinación Internacional y agencias y delegaciones federales.

“Creemos que es un dispositivo muy importante que puede cumplir con la funciones que nos requieren sobre todo los gobernadores de las provincias más afectadas por el delito, especialmente la provincia de Buenos Aires. Para nosotros es muy importante contar con personal que está permanentemente comprometido en resolver problemas”, concluyó la ministra Frederic.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Donación de Dongfeng CSK131 a la PFA para protección del G20

Vehículo ligero protegido Dongfeng CSK131




El Dongfeng CSK131 se puede ver como el equivalente de China del HMMWV con más blindaje


Pais de origen: China
Configuración 4x4
Cabina asientos 1 + 5 hombres

Dimensiones y peso

Peso (bordillo) 3 700 kg
Capacidad de carga útil 2 000 kg
Longitud 5.8 m
Ancho 2,35 m
Altura 1.86 m

Movilidad

Motor ISDe 200-41 diesel
Potencia del motor 200 CV.
Velocidad máxima del camino 135 km / h.
Alcance de más de 500 km.

Maniobrabilidad

Gradiente 60%
Pendiente lateral 30%
Paso vertical ~ 0.5 m
Zanja ~ 0.5 m
Vadeo 0.75 m
Vadeo (con preparación) 1.2 m



El Dongfeng CSK131 es un vehículo protegido ligero chino. Fue desarrollado por la empresa Dongfeng como una empresa privada. Es una versión blindada del vehículo táctico Donfeng EQ2050, que es ampliamente utilizado por las fuerzas armadas chinas. En el momento de su introducción, este vehículo también se llamaba Mengshi (chino para soldado valiente). El CSK131 es utilizado por las fuerzas armadas de China. También se está proponiendo para los clientes de exportación.



El Dongfeng CSK131 tiene un casco blindado y brinda protección a los pasajeros contra el fuego de las armas pequeñas y las astillas de artillería. Este vehículo se ve a veces con contraventanas blindadas. La protección integral es contra rondas de bolas de 7.62x39 mm desde un rango de 100 m. El arco frontal soporta golpes de 7.62x39 mm en perforaciones de blindaje. El Dongfeng CSK131 se puede considerar como el equivalente de HMMWV de China.



El CSK131 tiene capacidad para conductor y 5 pasajeros. El vehículo tiene una capacidad de carga útil de 2 000 kg y puede transportar diversos cargamentos y suministros en lugar de tropas. También puede remolcar remolques ligeros y piezas de artillería.

El Dongfeng CSK131 puede montar varias armas en la parte superior del techo. Este vehículo se puede equipar con una posición de ametralladora blindada o una estación de armas controlada a distancia. Se vio armado con una ametralladora pesada de 12,7 mm y un lanzagranadas automático de 35 mm.



El vehículo es propulsado por un motor diesel ISDe 200-41 turboalimentado, que desarrolla 200 hp. Es un motor Cummins producido por licencia. El vehículo tiene tracción total a tiempo completo y está equipado con un sistema central de inflado de neumáticos. Mejoró la movilidad en terrenos difíciles, como arena, barro y nieve. La pista ancha de este vehículo permite conducir en las pistas dejadas por los tanques de batalla principales. El vehículo está equipado con un torno de auto-recuperación.


Variantes

Dongfeng CSK141 es una versión estirada, que acomoda a más pasajeros. Este vehículo protegido tiene inusuales puertas posteriores en ambos lados. La parte superior se abre hacia arriba, mientras que la parte inferior se abre hacia abajo. El CSK141 es utilizado por el ejército chino. La versión operativa se vio en el desfile militar de 2015.

CS / VN11 es una versión de exportación extendida. Se reveló públicamente por primera vez en 2016. Este vehículo blindado es similar al CSK141, pero tiene puertas traseras estándar, en lugar de puertas de concha. Está equipado con una estación de armas controlada a distancia.

Dongfeng EQ2101 es un vehículo más grande con configuración 6x6 y un motor más potente. Está disponible en formas protegidas y no protegidas. Comparte componentes automotrices con los vehículos protegidos CSK131 y CSK141.

Military Today

Así son los vehículos blindados que China donó para la seguridad del G20





Llegaron al país para reforzar la protección en la reunión de presidentes en la ciudad de Buenos Aires. Están valuados en u$s17,5 millones

Faltan pocas semanas para la cumbre del G20 que se realizará desde el 30 de noviembre al 1° de diciembre en la ciudad de Buenos Aires y, para reforzar la seguridad de los presidentes de todo el mundo, China le donó a la Argentina varios vehículos blindados que ya desembarcaron en el país.

Se trata de cuatro blindados de última generación, además de 30 motos y scaners que serán destinados a la logística de los grupos especiales GEOF, GE1 y miembros de la Policía Federal.

La donación de China equivale a u$s17,5 millones, según le confirmó a Infobae el secretario de Coordinación del Ministerio de Seguridad, Alberto Föhrig.




Los vehículos Mengshi, en la versión CSK131, son una variante blindada que es utilizada por las fuerzas armadas chinas y fabricada por la empresa Dongfeng. Es considerada como la versión china del Humvee estadounidense (modelo militar que dio origen a Hummer).

La carrocería brinda protección a los pasajeros contra fuego de armas de bajo calibre y astillas de artillería, según explica Military-Today. La protección es contra municiones de 7,62x39 mm desde un rango de 100 metros.

El CSK131 tiene capacidad para el conductor y 5 pasajeros o alcanzar una capacidad de carga de 2.000 kilos, pensada para transportar diversos cargamentos y suministros en lugar de tropas. También fue desarrollado para remolques livianos y piezas de artillería. Pesa 3.700 kilos, mide 5,8 metros de largo y su ancho alcanza los 2,35 metros.

Según se especifica en el portal especialista en equipamiento militar, este vehículo chino puede montar varias armas en la parte superior del techo o ser equipado con una ametralladora con protección.



Detallan que se lo ha visto armado con una ametralladora pesada de 12,7 mm y un lanzagranadas automático de 35 mm. Una característica destacada es que está propulsado por un motor turbodiésel de origen Cummins, que desarrolla 200 caballos de fuerza. El vehículo tiene tracción en las cuatro ruedas en forma permanente y está equipado con un sistema central de inflado de neumáticos. Su velocidad máxima es de 153 km/h y su autonomía máxima es de 500 kilómetros.

Junto con los cuatro vehículos todo terreno, también arribaron 30 sofisticadas motos para custodia de los mandatarios, destinadas a la Policía Federal, y varios contenedores con equipos de última generación para la detección de explosivos, además de trajes aislantes especiales para la manipulación de los artefactos.

"Dentro de la contribución china para el G20 también se previó la capacitación de las fuerzas para el uso del equipamiento. Además de los equipos, viajaron especialistas de ese país y en estos momentos están adiestrando a las distintas fuerzas de seguridad en su uso", agregó Alberto Föhrig a Infobae.

iProfesional