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sábado, 23 de noviembre de 2024

Malvinas: El desembarco secreto de 1966 en playa Vaca



Desembarco secreto en Bahía Vaca


La Operación Playa Vaca se gestó en las sombras de un tiempo turbulento, un capítulo épico en la historia de la Armada Argentina, donde se conjugaron la determinación y el sigilo para enfrentar un desafío latente desde hacía más de un siglo. Corría el año 1966, y la Argentina, gobernada por una junta militar tras derrocar al presidente Arturo Illia, veía cómo su paciencia ante los reclamos diplomáticos por la soberanía de las Islas Malvinas se agotaba. La sombra de una incursión británica, que se había extendido sobre las islas desde 1833, pesaba sobre las mentes de los estrategas navales.




El incidente del Vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas, secuestrado por un grupo de extremistas que lo desvió hacia el archipiélago, había agitado las aguas ya turbulentas. Era un recordatorio claro de que la situación en las Malvinas podría escalar sin aviso, y que la Argentina necesitaba estar preparada para un escenario de confrontación. Así, en los despachos oscuros de Buenos Aires, se trazó un plan que involucraría uno de los submarinos más veteranos de la flota, el ARA "Santiago del Estero", un ex-USS Lamprey de la Segunda Guerra Mundial, reconvertido en el custodio de una misión secreta.


El Vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas secuestrado por extremistas argentinos el 28 de septiembre de 1966 y desviado a Malvinas, donde bien mansitos se entregaron a las autoridades coloniales británicas.


El 28 de octubre de 1966, con sus motores diésel rugiendo bajo las olas, el ARA "Santiago del Estero" navegó en silencio por las gélidas aguas del Atlántico Sur. Bajo el mando del Capitán de Fragata Horacio González Llanos y del Capitán de Corbeta Juan José Lombardo, el submarino se acercó sigilosamente a la costa de la Isla Soledad, a tan solo 40 kilómetros de Puerto Stanley, la capital de la colonia británica. A bordo, doce hombres de la Armada, entre ellos el Teniente de Corbeta Oscar Héctor García Rabini, esperaban con tensión el momento de la acción.


Diagrama de la navegación realizada por el submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" de la Armada Argentina durante la Operación "Playa Vaca" a finales de octubre de 1966.




Bahía Vaca, Isla Soledad (República Argentina)

El plan era claro: debían desembarcar en una playa remota, a pocos kilómetros al norte de la posición británica, para recolectar información vital para futuros desembarcos. La playa debía ser estudiada a fondo: su gradiente, los posibles obstáculos bajo el agua, las rutas de aproximación, todo debía ser cartografiado sin dejar rastro. En la penumbra de la noche, los hombres armaron sus kayaks sobre la cubierta del submarino apenas emergido, y el silencio se rompió solo por el suave golpeteo de las olas.


Dotación y plana mayor del submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" de la Armada Argentina.

Llegada a la Base Naval Mar del Plata del S-12 ARA "Santiago del Estero" (SS-372 USS "Lamprey") desde Estados Unidos, año 1960 (Foto de Enrique Mario Palacio)


Los dos submarinos Clase "Balao", S-11 ARA "Santa Fe" y S-12 ARA "Santiago del Estero", que sirvieron en la Armada Argentina entre 1960 y 1971, no deben confundirse con los submarinos de la misma clase modernizados al estándar GUPPY IA, S-21 y S-22, que los reemplazaron a partir de 1971 y llevaban los mismos nombres. En esta imagen, se puede ver a los veteranos S-11 y S-12 al final de su vida útil en la Base Naval Mar del Plata, mientras que el nuevo S-22 ARA "Santiago del Estero", su reemplazo, se encuentra al fondo, preparado para asumir las tareas que sus predecesores dejaron atrás. El S-12 ARA "Santiago del Estero" se retira después de una década de servicio, habiendo sido protagonista de importantes misiones como la Operación "Playa Vaca", que quedó inscrita en la historia de la Armada Argentina.



El S-12 ARA "Santiago del Estero" de la Armada Argentina amarrado en el muelle de su apostadero en la Base Naval Mar del Plata.

La primera incursión fue un éxito. Los hombres desembarcaron y exploraron la costa, mapeando cada detalle. Sin embargo, la segunda noche trajo un giro inesperado. En la penumbra, García Rabini divisó a un kelper, un colono de las islas, observándolos desde la cima de un risco. Sabían que ser descubiertos podría desatar una crisis diplomática sin precedentes. Rápidamente, capturaron al isleño y lo maniataron mientras debatían qué hacer con él. Matarlo no era una opción; la misión era de inteligencia, no de combate. Pero tampoco podían arriesgarse a que el hombre alertara a las autoridades británicas.

Entonces, surgió una idea tan audaz como insólita: algunos tripulantes regresaron al submarino para buscar una botella de whisky del camarote del capitán. Regresaron al risco y obligaron al kelper a beber hasta dejarlo semiinconsciente, abandonándolo en el mismo lugar donde lo encontraron. Con la misión abortada para evitar mayores complicaciones, el grupo regresó al submarino, llevando consigo la valiosa información que habían recopilado.


El Vicealmirante Juan José Lombardo, nacido el 19 de marzo de 1927 en Salto, provincia de Buenos Aires, fue un protagonista clave en la historia de la Armada Argentina. Siendo Teniente de Corbeta, ocupaba el puesto de Segundo Oficial al mando del submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" durante la exitosa Operación "Playa Vaca" en las Islas Malvinas, el 28 de octubre de 1966, una misión que quedó marcada como un hito en las operaciones de inteligencia argentina en el Atlántico Sur. El 15 de diciembre de 1981, ya con el rango de Vicealmirante, fue convocado por el entonces Jefe de Estado Mayor de la Armada, Almirante Jorge Isaac Anaya, a su despacho para recibir una misión que cambiaría el curso de la historia argentina: Malvinas.

La travesía de regreso a Mar del Plata fue tan sigilosa como su ida. A su llegada, se les ordenó un silencio absoluto sobre los eventos ocurridos. Ninguno de los participantes, ni siquiera a sus familias, debía contar lo que había sucedido en esas aguas gélidas del Atlántico Sur. La misión, a pesar de sus imprevistos, había sido un éxito. Los datos recabados quedaron en manos del Estado Mayor de la Armada, una herramienta estratégica que podría haberse convertido en clave si las negociaciones diplomáticas hubieran fracasado.


Los dos submarinos Clase "Balao", S-11 ARA "Santa Fe" y S-12 ARA "Santiago del Estero", que prestaron servicio en la Armada Argentina entre 1960 y 1971, no deben confundirse con los submarinos de la misma clase, modernizados al estándar GUPPY IA, S-21 y S-22, que los reemplazaron a partir de 1971 y portaban los mismos nombres. En esta imagen, se observa a uno de los primeros en plena navegación tras su llegada a Argentina, ya sin la pieza de artillería de proa que había sido desmontada como parte de su proceso de adaptación y modernización para las nuevas misiones en el Atlántico Sur.

Años después, el Capitán de Fragata García Rabini recordaría aquellos días con un orgullo sereno, consciente de la importancia de su misión. Aunque el informe de la Operación Playa Vaca no se utilizó directamente en la recuperación de las islas en 1982, quedó como testimonio del compromiso y la audacia de aquellos marinos, que desafiaron a la historia para mantener viva la llama de la soberanía argentina.



La historia de la Operación Playa Vaca permanece, entremezclada con la leyenda y la realidad, un episodio oculto en la vasta lucha por las Malvinas, donde un puñado de hombres se enfrentó al mar, a la oscuridad y a las sombras de una guerra que, aunque aún no había comenzado, resonaba con la fuerza de lo inevitable. Es un recordatorio de que la lucha por la soberanía no solo se libra en los campos de batalla, sino también en los silencios, las olas y el susurro del viento en una playa solitaria del Atlántico Sur.


El Capitán de Fragata retirado Oscar Héctor García Rabini, hoy con 83 años, es el marino argentino que, en 1966 y con el grado de Teniente de Corbeta, lideró una de las misiones más audaces de la Armada Argentina. Al frente de una incursión de Fuerzas Especiales, desembarcó en las costas de la Isla Soledad el 28 de octubre de aquel año, durante la secreta Operación "Playa Vaca". Desde las profundidades del océano, el submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" los lanzó en una misión envuelta en el silencio y la penumbra, con el objetivo de recabar información vital para la defensa de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.


Plata Vaca, extremo Sur, imagen tomada desde el ARA "Santiago del Estero" por Miguel Salvatierra el 28/10/1966


El submarino Clase "Balao" ex-US Navy SS-372 USS "Lamprey", que había servido a la Marina de los Estados Unidos desde 1944 hasta 1960, fue transferido ese año a la Armada Argentina, donde tomó el nombre de S-12 ARA "Santiago del Estero". En la imagen, se le ve zarpando de la Base Naval Mar del Plata, sede de la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina, donde operó hasta su reemplazo en 1971 por el S-22 ARA "Santiago del Estero", un submarino de la misma clase pero actualizado al estándar GUPPY IA. La llegada de esta nueva unidad marcó el fin de una era para el veterano submarino, que había sido parte de operaciones tan destacadas como la Operación "Playa Vaca", demostrando el compromiso de la Armada en la defensa de la soberanía nacional.


La fragata antisubmarina P-36 ARA "Piedrabuena" en la mira a través del periscopio del submarino ARA "Santiago del Estero" en unas maniobras de combate.


Traspasando carga entre el submarino ARA "Santiago del Estero" y el destructor D-10 ARA "San Luis"

El S-12 ARA "Santiago del Estero" navegando en superficie rumbo a su objetivo. Puesto a que era un Clase "Balao" que no había recibido la modificación GUPPY IA, carecía de snorkel y baterías de alta resistencia, y por lo tanto era un submarino que aún debía operar como los de la Segunda Guerra Mundial, mayoritariamente en superficie, por lo menos en horas de la noche y zonas fuera de peligro




viernes, 20 de octubre de 2023

SGM: Las balas envenenadas nazis

Efecto mortal, balas envenenadas para pistolas de la Segunda Guerra Mundial






El agente probablemente llevaba una práctica pistola automática Mauser Modelo 1934.





Por Michael Heidler || Small Arms Review

El Instituto Forense de la Policía de Seguridad ( Kriminaltechnisches Institut der Sicherheitspolizei /KTI) era un departamento de la Oficina Principal de Seguridad del Reich ( Reichssicherheitshauptamt /RSHA). La Oficina de Seguridad era una organización subordinada a Heinrich Himmler en su doble calidad de Jefe de la Policía alemana (Chef der Deutschen Polizei ) y Reichsführer -SS. El deber declarado de la organización era luchar contra todos los enemigos del Reich dentro y fuera de las fronteras de Alemania. En 1944, el KTI empezó a ocuparse, entre otras cosas, de balas tóxicas para armas pequeñas. La chispa inicial fue la detención de un agente ruso en la zona del Heeresgruppe Mitte en enero de ese año.


Un SS- Untersturmführer con su Mauser modelo 1934 en el campo de tiro.

En el momento de su detención se le aseguraron numerosos objetos, entre ellos una pistola Mauser calibre 7,65 mm, seis cartuchos asociados y dos bombas pequeñas, una incendiaria y otra explosiva. El uso de una pistola de este tipo no es inusual, porque en aquella época el calibre pequeño era muy común entre las pistolas automáticas utilizadas en el Reich alemán y hubiera dificultado sacar conclusiones sobre el autor de un intento de asesinato. El número de serie 557 453 y las circunstancias indican que el arma pudo haber sido una Mauser modelo 1934.

Sin embargo, las fuerzas de seguridad tuvieron conocimiento de la existencia de municiones. Los casquillos estándar de latón con el sello " Geco D 7.65" fueron fabricados en Alemania por la empresa Gustav Genschow & Co. Las balas, sin embargo, no seguían ningún patrón común: balas de punta hueca con capuchón de acero y arma de cuatro piezas. abrigo. Por supuesto, estas municiones sospechosas debían examinarse más de cerca, por lo que los objetos incautados fueron entregados al "Centro de Investigación Química" del Heeresgruppe . Mitte los días 13 y 15 de enero. Allí se observó por primera vez que cada una de las balas contenía 0,04 gramos de una sustancia desconocida que no era uno de los venenos o explosivos comúnmente utilizados. No podría ser más preciso, porque el equipamiento existente en el laboratorio de campo no era suficiente para un análisis preciso de todas las sustancias químicas.


El sello de una caja de cartucho similar que muestra al fabricante “ Geco ” (Gustav Genschow & Co.).


Los dos calibres más comunes en el Reich alemán: Luger de 9x19 mm (izquierda) y Browning de 7,65x17 mm (derecha).

Por lo tanto, el comandante de la policía de seguridad de Minsk decidió llevar al prisionero y todos los objetos a la Oficina Central de Seguridad del Reich en Berlín. Allí, el agente fue nuevamente interrogado el 26 de enero y empezó a hablar. Al final resultó que, el hombre debería haber cometido un intento de asesinato del SS- Gruppenführer Curt Gustav Friedrich Walther von Gottberg . Recibió todo su equipo por mensajería desde Moscú. Las balas estaban llenas de veneno y serían mortales incluso con la más mínima herida. Había recibido tres cartuchos, pero le quedaban tres más de su misión anterior. En consecuencia, los rusos probablemente habían utilizado este tipo de munición con mayor frecuencia en los asesinatos.

Ese mismo día, la RSHA entregó los objetos al Instituto de Ciencias Forenses. El análisis de las sustancias fue difícil. No fue hasta el 21 de marzo que se terminó el informe final. El veneno era la extremadamente tóxica Aconitina , que se puede obtener, por ejemplo, de la planta del acónito. Se considera una de las toxinas vegetales más fuertes que existen. La dosis letal para un adulto es de 4 mg. El informe llega así a la conclusión de que las balas con un contenido de 20 mg a 30 mg de aconitina deben ser absolutamente mortales, porque “ con un disparo siempre se dañan varios vasos sanguíneos para que el veneno pueda entrar en el cuerpo. "


Dibujo de la bala envenenada rusa del informe del KTI.


Maquillaje de la bala

El dibujo seccional del informe KTI muestra la estructura interna de la bala venenosa:1. Punta de bala hecha de hierro2. Cubrir con 4 incisiones3. Núcleo de plomo compuesto por 4 segmentos4. Cable de retención (soldado a 1)5. Aconitina (soluble en agua)
6. Soldadura, se utiliza para fijar el alambre de retención7. Tapón de plomo, entre el veneno y el plomo hay un trozo de papel.

De hecho, el funcionamiento de la bala está muy bien pensado. Su pelaje presenta cuatro cortes alargados a modo de puntos de rotura predeterminados. En el momento del impacto, la punta de acero redondeada separa la bala de cuatro piezas a lo largo de los puntos de rotura predeterminados. La punta hueca y las partes afiladas de la bala que se rompe aumentan la formación de heridas. El veneno penetra en la herida y en el torrente sanguíneo incluso si el disparo no está bien dirigido.

En una solicitud al KTI de abril de 1944, el general de la Nebeltruppe (artillería de cohetes) señaló el problema de este tipo de balas, porque “ el uso de veneno o armas envenenadas está prohibido según el artículo 23a de la Convención sobre las leyes y Costumbres de la guerra terrestre' del 18 de octubre de 1907. Esto incluye intoxicación alimentaria y de pozos, flechas y balas envenenadas. Sin embargo, la respuesta no dio más detalles sobre esto, sino que simplemente enfatizó que se trataba de munición especial del servicio secreto ruso soviético y no munición capturada del ejército.


La aconitina de la planta del acónito se utilizaba antiguamente para fabricar flechas envenenadas. A continuación, el 26 de enero de 1944, la RSHA entregó todas las municiones al KTI para una mayor investigación.

El diseño de la pequeña bala con su contenido extremadamente efectivo pareció haber impresionado profundamente al KTI. Se consideró tan importante que enviaron un informe al SS- Sturmbannführer Otto Skorzeny , quien inmediatamente expresó su interés en él. Mientras tanto, la Oficina de Armamento del Ejército ( Heereswaffenamt ) también se enteró del asunto y, en junio de 1944, solicitó una copia del dibujo seccional al KTI.

Incluso el Reichsführer de las SS Heinrich Himmler recibió personalmente en agosto información detallada, incluidos dibujos y fotografías.



de Skorzeny al KTI de más información sobre las balas tóxicas.

Este tipo de munición especial encajaría bien en la artillería de las Waffen-SS y de las unidades de policía de las SS. Por lo tanto, en el otoño de 1944, un grupo bajo la dirección del Dr. Joachim Mrugowsky (jefe de higiene y jefe del Estado Mayor III del Reich, médico de las SS y de la policía) comenzó a experimentar con humanos. Se seleccionó el campo de concentración de Sachsenhausen porque, desde 1941, el KTI mantenía un taller para la producción por parte de los prisioneros de productos tóxicos, como por ejemplo ampollas de cianhídrico. Para los siguientes experimentos se llenaron balas de 7,65 mm con 38 mg de nitrato de acónito en forma cristalina. El 11 de septiembre, el grupo de médicos (entre ellos el doctor Albert Widmann ) seleccionó a cinco prisioneros rusos que habían sido condenados a muerte; estas balas fueron disparadas en la parte superior del muslo izquierdo. En dos casos, la bala atravesó el lugar y no se observó ningún efecto del veneno. Los otros tres sufrieron durante unas dos horas hasta que murieron. El informe conservado describe en detalle el desarrollo de los reflejos, las pupilas, la salivación con espuma y los intentos fallidos de vomitar: “ La inquietud motriz aumentó tanto que las personas se arrojaban hacia arriba y hacia abajo, ponía los ojos en blanco y hacía movimientos inútiles con las manos. y brazos. […] La muerte se produjo 121, 123 y 129 minutos después del ingreso del proyectil. A pesar de las heridas insignificantes, el veneno desplegó así su efecto mortal.

En septiembre de 1944, el Dr. Widmann recibió un pedido de 200 balas venenosas de calibre 7,65 mm. El cliente era un buen amigo de Otto Skorzeny : SS- Obersturmführer Adrian Freiherr von Foelkersam de las SS- Jagdverband Oeste . No se sabe si estas balas fueron realmente lanzadas. En general, hasta el momento no se han encontrado pruebas del uso de balas tóxicas por parte alemana. Von Gottberg se suicidó el 31 de mayo de 1945 bajo custodia británica y el Dr. Mrugowsky fue ahorcado en 1948 en la prisión criminal de guerra de Landsberg .


Este artículo apareció por primera vez en Small Arms Review V24N4 (abril de 2020)


sábado, 12 de agosto de 2023

Malvinas: La geoestrategia de la operación Algeciras

¿Cómo planeó Argentina ganar la guerra de las Islas Malvinas: una incursión de los “doce del patíbulo” en Gibraltar?

Un capítulo olvidado en la guerra por las Islas Malvinas.

por Ed Nash || The National Interest

Cuando Argentina invadió las remotas Islas Malvinas y Georgias del Sur en abril de 1982, apoderándose de Gran Bretaña junto con sus 1.800 habitantes, la junta militar que gobernaba el país pensó que tenían un hecho consumado y que los británicos no podían hacer nada para responder. punto de vista que sostenían muchos, incluidos los Estados Unidos.

La actitud resultó miope. Los británicos formaron un grupo de trabajo naval y lanzaron la "Operación Corporate", una expedición para recuperar las islas y reafirmar la soberanía británica. La confianza inicial del ejército argentino de que la misión estaba más allá de las capacidades de la Royal Navy y las Fuerzas Terrestres Británicas comenzó a convertirse en alarma cuando se hizo evidente que una fuerza sustancial se dirigía al Atlántico Sur para enfrentarlos.

El jefe de la Armada Argentina, y miembro de la junta militar que dirigía el país, así como el arquitecto principal del plan para apoderarse de las islas en disputa, fue el almirante Jorge Anaya. Mientras desarrollaba los planes de defensa de su armada, concibió la audaz idea de atacar a la Royal Navy donde menos lo esperaba: en uno de sus puertos de origen. 

Dado que la fuerza británica dependía de una enorme cola logística para apoyar la operación, el razonamiento fue que, al demostrar la debilidad de sus defensas, los británicos se verían obligados a retirar recursos críticamente escasos para proteger sus instalaciones y lanzar toda la contrainvasión. en duda.

Con esta idea en mente, los argentinos comenzaron a buscar por dónde golpear. Se consideró que la seguridad en Gran Bretaña era demasiado estricta, por lo que se formó otro plan: utilizando buzos armados con minas lapa, los argentinos hundirían o dañarían un buque de guerra de la Marina Real en Gibraltar. Y tenían justo al hombre en mente.

En 1974, una mina lapa mató al jefe de la Policía Federal Argentina mientras se encontraba en su yate. Menos de un año después, el nuevo destructor Tipo 42, el Santisima Trinidad , que aún estaba en construcción, fue saboteado cuando una carga detonó debajo de su casco mientras se estaba equipando. El daño retrasó la finalización del barco durante un año.

Los ataques fueron perpetrados por un grupo terrorista conocido como Los Montoneros, un grupo de izquierda que se oponía al gobierno militar. El buzo que dirigió los ataques fue Máximo Nicoletti, un hábil instructor de buceo cuyo padre había servido en los famosos comandos navales italianos durante la Segunda Guerra Mundial. 

En algún momento después de estos ataques, Nicoletti fue capturada por los militares y obligada a trabajar para sus antiguos enemigos. Como resultado, ayudó en varias operaciones encubiertas antes de encargarse de liderar el ataque propuesto. 

Al más puro estilo "Dirty Dozen" o Los 12 del Patíbulo, su equipo estaba compuesto por otros dos exMontoneros que habían ayudado en los ataques terroristas anteriores y, como Nicoletti, cambiaron de bando una vez capturados. La intención de los argentinos era que, en caso de que el equipo fuera capturado, podrían cancelarlo y explicarle al mundo que eran simplemente patriotas en su propia misión. El comandante general era un agente argentino y ex oficial naval, Héctor Rosales, que no participaría en el ataque y era el enlace con el ejército argentino.

El comando voló a España el 24 de abril de 1982. Las minas lapa, modelo italiano, fueron enviadas a Madrid en valijas diplomáticas y entregadas por el agregado naval argentino. Luego, el equipo usó diferentes vehículos para trasladarlos a ellos y su equipo, que incluía respiradores y 75 kg de minas, a la ciudad costera de Algeciras, al otro lado de la bahía de Gibraltar.

El viaje fue tenso. España era la anfitriona de la Copa Mundial de Fútbol de ese año y, sufriendo su propia situación terrorista en la forma del grupo vasco ETA, la seguridad era estricta. Había retenes policiales en muchas carreteras y el equipo argentino tuvo que vigilar mientras transportaban los explosivos por el país. 

Al llegar a Algeciras, el equipo compró un bote de goma y aparejos de pesca. Usando esto como su coartada, procedieron a reconocer la bahía y trazar su plan mientras esperaban órdenes para atacar.

El alto mando argentino no estaba listo para dar el permiso en un principio, aún con la esperanza de que se pudiera llegar a una solución diplomática. Pero el 2 de mayo, el submarino británico Conqueror hundió al crucero ligero argentino General Belgrano, provocando la muerte de 323 marineros argentinos.

Con esta acción, era evidente que el conflicto era inevitable y el 3 de mayo se dio permiso para que los comandos atacaran el primer objetivo viable. Este llegó el 10 de mayo en la forma de la fragata clase Leander, la HMS Ariadne.

El plan era que el equipo remara hacia la bahía alrededor de las 6 p. m. de la noche siguiente como si estuviera pescando, nadando hasta la fragata y plantando las minas a la medianoche, y luego regresando a las 5 a. m. de la mañana siguiente. Las minas serían programadas para detonar después de esto.

Con el plan en orden, el equipo se dispuso a asegurarse de que su ruta de escape estuviera lista y dos de ellos regresaron a la compañía de alquiler de autos que estaban usando y pagaron en efectivo para renovar su contrato, como lo habían hecho en ocasiones anteriores. Aunque es probable que nunca se confirme con certeza, fue esta acción la que se atribuye al fracaso de la misión. 

Un banco local había sido asaltado recientemente por una pandilla compuesta por argentinos y uruguayos, y la policía había pedido a los negocios locales que estuvieran atentos a los culpables. El propietario del coche de alquiler, que sospechaba del equipo, llamó a la policía. El equipo fue arrestado de inmediato. (Cabe señalar que otras fuentes indican que la inteligencia británica estaba monitoreando las comunicaciones de los argentinos y avisó a la policía española. La verdad del asunto probablemente siempre será discutible). Esto, a su vez, condujo al rápido arresto de Nicoletti y el otro miembro del equipo, quienes estaban durmiendo en su hotel preparándose para el largo nado que esperaban emprender.

Nicoletti informó rápidamente a las autoridades españolas sobre sus identidades y misión, presentándoles un verdadero dilema. Como miembro recién incorporado a la OTAN, España era ahora un aliado británico. Sin embargo, no queriendo enemistarse con los argentinos, los españoles decidieron que la discreción era lo mejor y rápidamente deportaron al equipo sin comentarios.

Nunca se sabrá realmente si la operación, de haber tenido éxito, habría marcado alguna diferencia en el resultado final del conflicto. El 21 de mayo los británicos desembarcaron sus tropas en las Malvinas y el 14 de junio se rindió la guarnición argentina. 

Pero lo que es, sin duda, es que toda la operación británica se llevó a cabo con muy poco dinero. La pérdida de otro barco por parte de la Royal Navy, solo una semana después del hundimiento del HMS Sheffield y tan cerca de casa, sin duda habría sido un gran impacto.

La Operación Algeciras puede haber fracasado, pero sigue siendo un gran caso de estudio para el pensamiento innovador en operaciones especiales, así como un ejemplo de cómo las cosas más simples pueden hacer que un plan fracase.

jueves, 23 de junio de 2022

Ucrania: La operación encubierta de la CIA para apoyar su independencia

La operación encubierta para respaldar la independencia de Ucrania que persigue a la CIA

Después de la Segunda Guerra Mundial, los funcionarios de Washington enviaron decenas de agentes a la muerte en un esfuerzo equivocado por crear un levantamiento contra Moscú.


  El presidente Truman en la Sala del Gabinete de la Casa Blanca con el Consejo de Seguridad Nacional, 19 de agosto de 1948. | Administración Nacional de Archivos y Registros



por Casey Michel || Politico
Casey Michel es una periodista de investigación radicada en Nueva York y autora de American Kleptocracy .



A fines de 1949, una serie de vuelos no marcados comenzaron a despegar desde Europa central. Gigantescos C-47, pilotados por pilotos húngaros o checos, se dirigieron hacia Turquía y luego giraron hacia el norte sobre el Mar Negro, evadiendo el radar al volar apenas por encima del suelo. Mientras los aviones sobrevolaban Lviv, se abrió una hilera de paracaídas y un puñado de comandos cayó al cielo sobre la Ucrania soviética. En el terreno, se vincularon con los combatientes de la resistencia ucraniana que intentaban hacer retroceder al expansionismo soviético.

La Operación Medias Rojas, como se la conoció, fue una de las primeras misiones encubiertas de la todavía nueva Guerra Fría. Los comandos entrenados por los estadounidenses enviarían información de inteligencia a sus controladores utilizando nuevos equipos de radio y comunicaciones, avivando los nacientes movimientos nacionalistas en Ucrania, Bielorrusia, Polonia y los países bálticos. El objetivo era proporcionar a los EE. UU. una visión sin precedentes de los planes de Moscú en Europa del Este y, si era posible, ayudar a romper el propio imperio soviético. Durante media década, decenas de operativos participaron en estos vuelos, convirtiéndose en una de las “mayores operaciones encubiertas” de EE. UU. en la Europa de la posguerra. La sangrienta insurgencia de Ucrania fue la pieza central de la operación. Y fue en Ucrania donde, como escribió un académico, la CIA vio uno de sus “ fracasos más pronunciados de la Guerra Fría”.

De hecho, casi nada de la misión de un año fue un éxito real. De los 85 agentes que la CIA dejó caer en territorio controlado por los soviéticos, se cree que unas tres cuartas partes de ellos fueron capturados y torturados casi de inmediato o asesinados en el acto. Y sus manipuladores, deshechos por una combinación de arrogancia y desinformación soviética, tardaron años en darse cuenta, enviando agente tras agente a la muerte a lo largo de los confines occidentales de la Unión Soviética.

Friedrichstrasse, atravesada por el Muro de Berlín, en 1961. La Operación Medias Rojas envió a 85 agentes de la CIA al territorio controlado por los soviéticos para recopilar información sobre los planes de Moscú. | Grupo de imágenes universales a través de Getty Images

Fue un fracaso que pocos estadounidenses recuerdan y que ha sido enterrado por misiones mucho más exitosas en otros lugares. Pero es un fracaso que de repente vale la pena revisar mientras Moscú presiona para sofocar una vez más la soberanía ucraniana y romper la resistencia ucraniana, sin importar el costo. Los esfuerzos de Moscú para apoderarse de lugares como Kiev y Odesa han tropezado con la resistencia ucraniana, pero Rusia aún no es una fuerza agotada, especialmente con la perspectiva de una movilización más amplia de la población rusa cada vez más cerca de la realidad . Incluso en su momento más caótico , Moscú ha mostrado su voluntad de absorber pérdidas vergonzosas mientras inflige daños devastadores a la población civil. “Pasé años hablando de cómo el ejército ruso no medía 12 pies de altura”, destaca el analista ruso Michael Kofman.dicho recientemente . “Ya tengo claro que voy a pasar los próximos años hablando de que el ejército ruso tampoco mide un metro cuarenta”.

Pero la misión de la Guerra Fría en Ucrania y en toda Europa del Este también es un fracaso que contiene innumerables lecciones. Con una insurgencia potencial en Ucrania que se avecina una vez más, son esas lecciones (en el exceso de confianza estadounidense, en las capacidades del Kremlin, en cómo provocar una rebelión armada exitosa en Europa) las que tendrán que informar la estrategia de posguerra si los EE. UU. y sus aliados quieren asegurar que los esfuerzos del Kremlin para conquistar Ucrania terminen para siempre.
 
Oficinas de la CIA en Observatory Hill en Washington. Unas tres cuartas partes de los agentes de la CIA estacionados en Europa como parte de la Operación Medias Rojas fueron asesinados inmediatamente o capturados y torturados.
| N/A/Sociedad OSS

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades estadounidenses se dieron cuenta de que su conocimiento de sus antiguos aliados en la Unión Soviética estaba severamente restringido.

Esta escasez de información se debió a dos razones principales relacionadas. El primero fue la falta de cualquier tipo de aparato de inteligencia estructurado en los EE. UU., remediado con la formación de la CIA en 1947. Pero el segundo fue aún más preocupante: la falta de contactos dentro de la Unión Soviética, especialmente en las regiones que empujan contra El gobierno de Moscú. Y fue este último problema el que se volvió más destacado cuando el Kremlin comenzó a apoderarse y estrangular a los países conquistados y anexar regiones en Europa, incluida una parte de Ucrania que anteriormente estaba fuera del control de Moscú.

En Washington, la CIA recién formada planteó una posible solución. Los agentes estadounidenses recorrieron los campamentos de personas desplazadas en toda Europa en busca de exiliados que pudieran entrenar y luego pasar de contrabando a la Unión Soviética. Los usarían tanto para recopilar inteligencia como para vincularse con otros movimientos antisoviéticos. Pero algunos altos mandos de la CIA se preguntaron por qué deberían detenerse allí. ¿Qué pasaría si EE. UU. también pudiera armar a estas figuras devueltas y potencialmente fracturar la Unión Soviética?

El plan tenía un par de cosas a su favor. Como uno de los pocos exámenes académicos de la operacióndetalló: “En ese momento, las defensas aéreas soviéticas estaban terriblemente desorganizadas, lo que permitía que los aviones estadounidenses violaran su espacio aéreo con casi total impunidad”. Además, como lo vieron los manejadores estadounidenses, estos aprendices difícilmente aterrizaban en el vacío. En todo caso, estaban saltando efectivamente a un incendio forestal: una zona de guerra que enfrentaba a los nacionalistas ucranianos contra las autoridades soviéticas que intentaban aferrarse al imperio colonial de Moscú. Y esos nacionalistas ucranianos parecían estar ganando. Por primera vez en décadas, la independencia de Ucrania parecía estar al alcance de la mano, un mensaje que los estadounidenses estaban felices de reforzar. “La organización ucraniana ofrece oportunidades inusuales para penetrar en la URSS y ayudar en el desarrollo de movimientos clandestinos detrás de la Cortina de Hierro”, dice un documento desclasificado de la CIA de la época.. Y si pudieran tener éxito, “en última instancia, se puede establecer una base operativa en… Ucrania”.
 
Peatones en la Plaza Roja, Moscú, noviembre de 1959. Después de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades estadounidenses comenzaron a preocuparse por la falta de contactos dentro de la Unión Soviética.
| Archivos de Michael Ochs/imágenes falsas

A los emigrados “se les decía que todo estaba al servicio de la liberación, del derrocamiento de los regímenes comunistas”, escribió Scott Anderson en The Quiet Americans, un libro sobre la historia temprana de la CIA. “Ese mensaje fue reforzado por el constante tamborileo de la retórica que ahora emana de Washington”.

Aún así, el plan recibió el rechazo de ciertos sectores en Washington. Como escribió el jefe interino de la División de Proyectos Especiales de la CIA para operaciones soviéticas en 1947 , Estados Unidos tuvo que “enfrentar el hecho de que, a largo plazo, las operaciones que utilizan a los ucranianos como un grupo organizado probablemente resulten inútiles, simplemente porque sin políticas apoyar a los grupos nacionalistas ucranianos será diezmado por la presión y la desmoralización soviéticas”. Pero en esos primeros días de la Guerra Fría, la CIA estaba buscando un éxito temprano de inteligencia que pudiera expandirse a otros lugares, especialmente cuando las relaciones entre Washington y Moscú entraron en picada a fines de la década de 1940.

En septiembre de 1949, la operación estaba lista y se lanzaron los primeros vuelos. Los comandos ucranianos cruzaron con éxito el espacio aéreo soviético y aterrizaron en el oeste de Ucrania, en el corazón de la resistencia ucraniana a la ocupación soviética. Y al principio, todo parecía ir bien. Los mensajes transmitidos a los controladores estadounidenses, a través de nuevos equipos electrónicos contrabandeados detrás de las líneas soviéticas, hablaban del éxito operativo. El optimismo siguió creciendo a medida que mes tras mes, gota tras gota, volvían los mismos mensajes optimistas.

Sin embargo, de regreso en Washington, las preocupaciones comenzaron a crecer. Por un lado, estaba la realidad de con quién se vinculaban realmente estos emigrados ucranianos. El cuerpo principal de los insurgentes ucranianos, y en particular la Organización de Nacionalistas Ucranianos, ya se había relacionado directamente con las atrocidades nazis en la región. “Eran nazis, pura y simplemente”, dijo un jefe de operaciones de la CIA. “Peor que eso, porque muchos de ellos les hicieron el trabajo sucio a los nazis”.

Más allá de esas preocupaciones sobre permitir a los fascistas, también hubo una mayor comprensión de cómo funcionaban realmente las operaciones de contrainteligencia y la policía secreta soviética, y cuán poco éxito probablemente tendría una operación como Red Sox en un lugar como la URSS.

“Estás enviando gente a estas áreas controladas por los soviéticos, Polonia o Ucrania o donde sea, con la idea de que van a iniciar grupos de resistencia o se reunirán con los que ya están allí”, recordó un jefe de estación de la CIA. “Pero es imposible que estos grupos de resistencia puedan existir bajo el sistema de seguridad soviético…. Es un sueño. No puede funcionar. Solo estás enviando gente a la muerte”. En todo caso, agregó Anderson, esos supuestos grupos de resistencia antisoviéticos que la CIA pensó que estaba ayudando a apoyar eran, en realidad, “cuencas de captación en las que los enemigos de los regímenes, tanto internos como externos, podían concentrarse y confinarse de manera segura hasta que el estado fuera listo para recogerlos.


 

Equipo militar en May Day Parades en Moscú. Los grupos de resistencia antisoviéticos que la CIA pensó que estaba ayudando a apoyar eran, en realidad, "cuencas de captación" para los enemigos del régimen soviético. | Archivo de seguridad nacional

Todo lo cual fue precisamente lo que sucedió, arriba y abajo de la región. Era una realidad que a los Estados Unidos les llevó años darse cuenta. En Rusia, los agentes se lanzaron en paracaídas solo para desaparecer rápidamente. En Polonia, agentes entrenados aparecieron repentinamente en la radio estatal afirmando que se habían involucrado en “actividades criminales contra los polacos”, todo en nombre de un grupo nacionalista polaco completamente fabricado. En Letonia, Lituania, Estonia: todos los supuestos grupos de resistencia eran “engaños o estaban completamente controlados por la KGB”, escribió Anderson. Una y otra vez, la inteligencia soviética había engañado a los crédulos estadounidenses, enviando a los exiliados directamente a la muerte o al encarcelamiento.

Pero fue en Ucrania donde los estadounidenses posiblemente vieron su fiasco más vergonzoso. Sin duda, hubo un verdadero movimiento de resistencia en la región inmediatamente después de la guerra. Pero cuando los estadounidenses lanzaron su operación, la resistencia ya había sido efectivamente diezmada, obstaculizada por la penetración de la KGB y una persecución soviética implacable. Los estadounidenses, sin embargo, no tenían idea. “Animada por la desinformación soviética”, señaló Anderson, la CIA continuó enviando docenas y docenas de agentes a la región, incluso hasta mediados de la década de 1950. En lugar de provocar la rebelión, unas tres cuartas partes de los agentes entrenados simplemente desaparecieron en las fauces soviéticas. “Muchos de los agentes no estuvieron en el terreno por más de unas pocas horas antes de ser arrestados y fusilados”,un análisis posterior encontró . Sin que Estados Unidos se diera cuenta, Moscú había desmantelado una de las operaciones encubiertas más importantes de Estados Unidos en toda Europa.

Generaciones más tarde, no está claro cómo, exactamente, los soviéticos penetraron en el programa. Sigue siendo posible que el archispía Kim Philby traicionara el programa, tal como lo había hecho con operaciones encubiertas similares en Albania . Cualquiera que sea la razón, una cosa está clara: la misión fue un desastre manifiesto. Como lo resumió un historiador de la CIA : “A largo plazo, los esfuerzos de la Agencia para penetrar el Telón de Acero utilizando agentes ucranianos fueron nefastos y trágicos”.

Ahora, casi 75 años después, Ucrania vuelve a arder. Con la invasión de Rusia arrastrando su tercer mes, los ojos han comenzado a volverse hacia lo que puede venir después. Ya está claro que no se puede volver al statu quo anterior . A pesar de la notable actuación de Ucrania hasta el momento, parece que una nueva línea divisoria cortará una parte del país una vez más . Ya ha descendido un nuevo Telón de Acero. Todo lo que queda es discernir la línea divisoria real.

Todo lo cual significa que EE. UU. deberá formular una nueva estrategia con respecto no solo a Ucrania, sino a Rusia en general. Ya vemos tomar forma los contornos de una nueva política , que incluye sanciones generales diseñadas para degradar el expansionismo de Rusia y el apoyo armado continuo a Ucrania. Pero esas son meras tácticas destinadas a ganancias a corto plazo, con una estrategia más amplia aún por tomar forma (a pesar de los comentarios improvisados ​​de Biden sobre la destitución de Putin). Además, incluso cuando Ucrania se prepara para recuperar el territorio ocupado por Rusia, no está claro si Estados Unidos apoyará todo el esfuerzo o cómo lo hará, o si Washington hará todo lo posible para ayudar al posible ataque de Kyiv a Crimea.

Lo que nos lleva de vuelta a esa primera misión ucraniana, hace décadas. Porque esa fue una operación cuyas lecciones aparentemente se han olvidado en Washington. Como señaló Lindsay O'Rourke en Foreign Affairs a principios de este año , "de los 35 intentos de EE. UU. de armar de forma encubierta a los disidentes extranjeros durante la Guerra Fría, solo cuatro lograron llevar a los aliados de EE. UU. al poder". La ayuda de Washington a Ucrania esta vez no es encubierta; apenas el mes pasado, la Casa Blanca solicitó unos 33.000 millones de dólares en ayuda militar para Kiev. Pero gran parte del territorio de Ucrania permanece ocupado por Rusia y los guerrilleros ucranianos ahora están comenzando a emerger detrás de las líneas enemigas.
 
Un soldado ucraniano se sienta en un vehículo blindado de transporte de personal (APC) que circula por una carretera cerca de Sloviansk, en el este de Ucrania, el 26 de abril. Estados Unidos enfrenta decisiones sobre su estrategia de política exterior, tanto en Ucrania como en Rusia
. | Yasuyoshi Chiba/AFP/Getty Images

Sin embargo, esos insurgentes, que tendrán que desempeñar un papel clave en hacer retroceder la agresión rusa, no pueden tener éxito por sí solos, ni siquiera con armas occidentales o comandos entrenados por Occidente. Como los primeros críticos del programa de la CIA en Ucrania trataron de resaltar, “un puñado de comandos lanzados desde el aire o asesores militares podrían ayudar a guiar las acciones de una rebelión en curso… pero no iban a ser la chispa que iniciara o expandiera una rebelión”, escribió. Anderson. En cambio, tal insurgencia solo tendría éxito cuando "la ayuda tangible esté cerca", como cuando la llegada de un ejército liberador exitoso "era inminente".

A fines de la década de 1940 y principios de la de 1950, esa ayuda no se encontraba por ninguna parte; ningún ejército occidental iba a llegar para ayudar a los insurgentes ucranianos a hacer retroceder a las fuerzas soviéticas. Ahora, sin embargo, hay un nuevo jugador a la mano: un ejército ucraniano que ha demostrado su valía y que ha utilizado el apoyo occidental para hacerlo. Y eso, en lugar del apoyo estadounidense a los insurgentes en otros lugares, o las operaciones encubiertas estadounidenses diseñadas para agitar a las poblaciones inquietas, será el factor decisivo para que Kyiv finalmente se libere del control imperial de Moscú. Es por eso que la ayuda de material estadounidense y occidental al ejército ucraniano no puede detenerse. Es una lección que reconocerían aquellos que vieron la locura de los esfuerzos encubiertos de la Guerra Fría de los estadounidenses, y una que los ucranianos que luchan una vez más por su independencia de Moscú esperan que Estados Unidos finalmente digiera.

martes, 8 de septiembre de 2020

Guerra de Corea: La secreta participación soviética (2/2)

La guerra de Corea: participación secreta soviética 

Parte I || Parte II
W&W



La mayoría de los pilotos soviéticos eran veteranos de la Segunda Guerra Mundial, algunos eran ases. Uno de los comandantes del regimiento, Ivan Kozhedub, tres veces "Héroe de la Unión Soviética con tres estrellas de oro", tenía 62 muertes alemanas en su haber. Durante la Guerra de Corea, sus pilotos reclamarían 258 victorias de un total de 1.300 aviones de la ONU de todo tipo que los soviéticos afirmaron que derribaron, mientras que perdieron 345 de ellos. Dieciséis pilotos soviéticos MiG-15 harían as y afirmarían que superaron a los pilotos estadounidenses F-86 por 2: 1. Por otro lado, algunos informes indican que los estadounidenses derribaron los MiG en manos de pilotos norcoreanos y chinos a un ritmo de 13: 1. No hay ases chinos o coreanos reconocidos.




El número de aviones derribados o destruidos en una serie particular de enfrentamientos depende de qué informe se cite. Tanto la ONU como los comunistas probablemente aumentaron sus victorias y desinflaron sus pérdidas.

En octubre de 1951, por ejemplo, el 64º IAK del Soviet afirmó haber derribado 103 aviones de la ONU, que incluían 45 F-86, 26 F-84, 16 B-29, nueve F-80, cuatro Meteors, dos B-26 y uno F6F. Informaron sus pérdidas cuando ocho MiG-15bis y nueve MiG-15 volados por los chinos. La USAF afirmó haber destruido 34 MiG-15, 24 por los Sabres, nueve por los artilleros B-29 y uno por un F-84 mientras admitía quince pérdidas por fuego MiG-15: seis B-29, cinco F-86 , tres F-84 y un RF-80. Curiosamente, ambas partes parecen haber inflado sus reclamos en aproximadamente la misma cifra, 50%. Las cifras de pérdidas de la ONU omiten cinco B-29 que regresaron a Corea del Sur, Japón y Okinawa, pero nunca volvieron a volar. Acreditar pérdidas cuestionables a AAA en lugar de cañones MiG, y no enumerar las pérdidas parcialmente debido a accidentes (incluido uno en el que estuve involucrado), redujo los totales de la ONU considerablemente. Otros registros muestran que durante el mes de octubre de 1951, los volantes soviéticos MiG-15 y La-11 derribaron o dañaron irreparablemente 41 aviones de la ONU: ocho F-86A / Es, nueve F-84E, once B-29As, cinco F- 80Cs, dos RF-80As, dos F2H-2s, uno B-26B, uno F7F-3N, uno F4U-4 y uno F9F-2B. También dañaron cuatro F-86E, tres B-29As y un Meteor F.8.

La disparidad en el número de asesinatos reportados por los dos lados puede explicarse parcialmente por el método que cada uno usó para sumar sus totales. En su mayor parte, los estadounidenses contaron una aeronave como una pérdida solo si el avión estadounidense cayó sobre el área de combate. La Fuerza Aérea de los EE. UU. generalmente no contaba los aviones dañados sin posibilidad de reparación u obligados a aterrizar en otro lugar como "derribados", incluso si nunca volvieron a volar. Los soviéticos contaron estos aviones dañados, por lo que sus totales de muertes son más altos que los totales de pérdidas aliadas.

También es probable que una parte de los totales inflados también se pueda atribuir al "bono de recompensa" de 1.500 rublos ($ 53) pagado a algunos pilotos soviéticos por cada muerte confirmada. Según Sergey Markarovich Kramarenko, comandante de vuelo de MiG en el 176 ° GIAP, no se pagaron recompensas desde abril de 1951 hasta enero de 1952, aunque en enero, Nikolay V. Sutyagin del 17 ° IAP / 303 ° IA recibió un bono monetario por ser el primer piloto acreditado con veinte victorias La recompensa de 1.500 rublos, recuerda Kramarenko, fue implementada más tarde por la 97ª y 190ª DIA, las unidades que reemplazaron a la élite 303ª y 324ª DIA. Los reemplazos de la Fuerza de Defensa Soviética habían sido entrenados para interceptar bombarderos, pero no para peleas de perros. Durante el período, de febrero a agosto de 1952, ambas unidades de reemplazo sufrieron grandes pérdidas, se desmoralizaron y se mostraron reacias a atacar a los F-86. Como motivación, se entregó un bono de recompensa de 1,500 rublos por cada muerte confirmada.

Para motivar aún más a sus pilotos, se inició el rumor de que los pilotos de Sabre estadounidense disparaban a los pilotos de MiG en sus paracaídas después de que los expulsaran. Esta aparente barbarie fue apoyada por los testimonios de testigos oculares. Al final resultó que, los pilotos de combate estadounidenses no estaban disparando al paracaidista, sino en un ángulo porque las cámaras de armas F-86 fueron activadas por el gatillo y la única forma de confirmar algunos "asesinatos" era obtener una imagen de un MiG paracaidista piloto, aunque el pobre chico del paracaídas no tendría forma de saberlo.

Diego Zampini, autor de varios artículos sobre ases de la Guerra de Corea, investigó a fondo el tema y entrevistó a numerosos combatientes soviéticos y aliados. Zampini cree que no menos del 50% de las 1.300 reclamaciones soviéticas no tienen fundamento y que el 15% de la mitad restante eran aviones que sufrieron graves daños y se cree que fueron derribados, pero que de alguna manera regresaron a sus bases en Corea del Sur. Esto deja, en la estimación de Zampini, 35% que fueron victorias aéreas genuinas.

Para complicar aún más el recuento, hubo una tendencia a ver las cifras en los informes de diferentes unidades como entidades separadas cuando todas pueden haberse basado en el mismo compromiso visto desde diferentes perspectivas. Un ejemplo extremo ocurrió el martes negro. Un informe soviético colocó el número total de B-29 atacantes en 27, cuando, de hecho, solo había nueve. Tal error puede explicarse mejor al imaginar que hubo tres avistamientos reportados por separado de nueve B-29 (9 + 9 + 9 = 27) que no tuvieron en cuenta que los tres estaban viendo la misma formación. Del mismo modo, los rusos afirmaron que derribaron diez B-29, que incluyeron aquellos que "habían abandonado en el mar o se habían estrellado en Corea del Sur debido a daños".

Aunque muchos pilotos estadounidenses eran veteranos de la Segunda Guerra Mundial, prácticamente todos los pilotos soviéticos tenían experiencia en combate. Cualquiera sea la controversia, no se puede argumentar que eventualmente los pilotos soviéticos fueron la razón principal por la que los EE. UU. Cambiaron las operaciones de combate B-29 de bombardeos diurnos a nocturnos en áreas que no estaban fuera del alcance de los pilotos MiG.

Los pilotos de ambos lados del conflicto tenían prohibido cruzar ciertas líneas. Para los pilotos de la ONU, era el río Yalu. Para los soviéticos, era una línea imaginaria trazada entre Pyongyang y Wonsan, el límite sur de un área que se conocía como MiG Alley. Los pilotos soviéticos también tenían prohibido volar sobre el mar. Se suponía que si los derribaban, un barco estadounidense los recogería y su participación secreta estaría fuera de la bolsa. Este observador, sin embargo, se ha preguntado todos estos años por qué los propios pilotos no tomaron la iniciativa, especialmente en los casos en que los bombarderos quedaron gravemente paralizados. Cuando se le preguntó por la explicación más probable, Stephen Sewell (Historiador de la Guerra Aérea de Corea) dijo que un oficial de la Fuerza Aérea Soviética se adelantó o le dio la cabeza. En otras palabras, por la misma razón que no cruzamos el Yalu y bombardeamos las bases de MiG de Manchuria.

Los soviéticos también estaban severamente restringidos por la escasez de pistas de aterrizaje adecuadas. Hasta principios de 1951, Antung en la desembocadura del Yalu era la única base aérea disponible para operaciones de combate. En el lado sur del Yalu, los 34 aeródromos de Corea del Norte fueron bombardeados antes de que pudieran ser utilizados. Namsi Airfield, el objetivo número 307 del Black Tuesday, se estaba construyendo no solo para mover a los MiG más cerca de las líneas del frente, sino también para proporcionar una base de lanzamiento que los soviéticos, por cualquier razón, creían que podría usarse para llevar a cabo operaciones fuera de MiG Alley.

En octubre de 1951, la 303ª División de Aviación de Cazas, encabezada por el General Mayor A. Kumanichkin, constaba de dos Regimientos de Aviación de Cazas y un Regimiento de Cazas de la Guardia asignó 36 MiG cada uno. También disponible para el combate estaba la 324ª División de Aviación de Caza dirigida por el Coronel I. N. Kozhedub. El 324º tenía 72 MiG asignados, divididos entre dos Regimientos de combate.

Cuando los pilotos de MiG subían después de una formación de bombarderos, generalmente se dividían en dos grupos, el grupo de ataque o ataque y el grupo de cobertura. Al atacar, la primera prioridad del grupo de ataque era derribar tantos bombarderos como fuera posible en su ataque inicial. Los B-29 generalmente fueron atacados desde la parte trasera, los MiG abrieron su fuego de cañón desde larga distancia mientras volaban a alta velocidad. Después del primer pase, los escuadrones se dividieron en pares y vuelos individuales, continuando el ataque desde varias direcciones hasta que el combustible dictaminó que debían regresar a su base de operaciones. Durante la batalla, los grupos de huelga y cobertura a menudo cambiaban de lugar.

Antes de comenzar una pelea con los escoltas de combate B-29, que a veces sumaban cerca de cien F-80, F-84, F-86 o meteoritos británicos, los pilotos de MiG buscarían una ventaja de rendimiento. En muchos casos, después de atacar a los oponentes de frente, los pilotos de MiG harían una escapada de alta velocidad, subiendo por la altitud y un giro posterior hacia su refugio seguro a través del Yalu. Cuando los aviones de la ONU intentaron interceptar a los MiG que regresaban a su aeródromo protegido en el lado norte del Yalu, se enfrentarían con combatientes asignados para proteger a los escuadrones que regresaban. Cuando los combatientes navales estadounidenses llegaron desde el Golfo de Corea para interceptar a los MiG que regresaban, se lanzarían aviones comunistas desde un aeródromo vecino para apoyar las operaciones de aterrizaje en el aeródromo bloqueado. Independientemente de las circunstancias, el OVA cubrió los aterrizajes en el aire, con combatientes adicionales en alerta terrestre, listos para despegar si la intervención continuaba.

Las maniobras básicas de vuelo de combate utilizadas por los pilotos de MiG-15 incluían el giro de combate, la espiral de apriete, el ascenso de zoom y la división S. La ventaja de altitud de MiG hizo que la división S fuera una maniobra de combate particularmente efectiva. Volando muy por encima de un caza de la ONU, el piloto ejecutaría una media vuelta y se lanzaría sobre el desventurado caza de abajo. Debido a que el MiG tenía el desagradable hábito de detenerse sin previo aviso, especialmente cuando se alejaba de un ataque y perdía velocidad, las maniobras de combate requerían que el piloto mantuviera una reserva de velocidad saludable. Los rusos eran muy conscientes de que estos puestos podían resultar fatales e incluso cuando se recuperaban, a menudo colocaban al MiG en una actitud altamente vulnerable al ataque.

El grupo de ataque del regimiento solía ser el primero en entrar en la refriega. En lo alto, un escuadrón de cobertura vigilaría el progreso de la batalla, ingresando solo cuando la superioridad numérica de la ONU se volviera abrumadora o para proteger a los compañeros pilotos cuando tuvieran que separarse y regresar a casa. Durante el ataque inicial, la pareja líder en el grupo de ataque maniobraría para ponerse detrás de sus oponentes y acercarse al alcance efectivo del cañón del líder antes de disparar. El piloto mantendría al líder informado sobre el paradero de los aviones enemigos y atacaría a los que intentaron atacar. Si es necesario, los aviones de otro par intentarían evitar atacar a los combatientes de la ONU.

Solo el comandante del regimiento tenía la autoridad para interrumpir el combate. Su decisión se basó en la situación. La salida voluntaria o libre tuvo lugar en aquellos casos en que los cazas MiG-15 podían irse sin interferencia del enemigo. Una salida esencial o forzada de la arena de batalla ocurrió cuando la situación se inclinaba a favor del enemigo o cuando los MiG tenían poco combustible.

Al regresar a su base de origen, la formación se dispersaría en un frente amplio para hacerlos menos vulnerables a un ataque sorpresa de los combatientes de la ONU. Para economizar en combustible, se acercarían al campo a gran altitud, generalmente entre 32,500 y 45,500 pies y descenderían desde el puesto de mando del regimiento, haciendo un acercamiento directo y de inmersión, usando sus frenos de aire para reducir la llamarada final y tocar abajo Al acercarse al campo a nivel de la copa de los árboles, utilizando la disposición de la tierra para cubrirse, los luchadores aterrizarían, uno a la vez, en intervalos de 10 a 15 segundos.

El 23 de octubre de 1951, la Orden de Batalla soviética se redujo al 64º IAK, que controlaba todos los aviones de combate de la URSS en Manchuria. El comandante general Georgiy Ageyevich Lobov, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que tuvo 19 victorias contra la Luftwaffe nazi y cuatro más contra las estrellas fugaces estadounidenses F-80 en agosto y septiembre de 1951, comandó la unidad.

La 64ª IAK controlaba dos divisiones, la 324ª y la 303ª, comandada por el coronel Ivan Nikitovich Kozhedub y el general mayor Aleksandr S. Kumanichkin, respectivamente. Como se señaló anteriormente, Kozhedub se había ganado el honor de ser el mejor as soviético y aliado durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque los comandantes de división generalmente volaban con sus subordinados, Kozhedub tenía prohibido volar en misiones de combate. Como el aviador más famoso de la URSS, el gobierno sintió que si lo derribaban y lo mataran, su muerte sería difícil de ocultar o atribuir a tareas de "entrenamiento" u "operacionales". Kozhedub tenía dos regimientos bajo su mando, el 176º GIAP (Gvard Istrevitelniy Avia Polk o el Regimiento de Aviación de Combate de la Guardia), dirigido por el teniente coronel Sergey Fedoseyevich Vishnyakov, y el 96º GIAP, dirigido por el coronel Yevgeny Georgievich Pepelyayev.

Los tres regimientos de la 303ª IA fueron la 17ª IAP, dirigida por el mayor Grigoriy Ivanovich Pulov, la 18ª GIAP, bajo el teniente coronel Aleksandr Yefimovich Belostotsky, y la 523ª IAP, comandada por el teniente coronel Anatoly N. Karasyev.

Cada regimiento soviético tenía alrededor de 30 MiG-15 y los dividía en tres escuadrones, generalmente numerados primero, segundo y tercero. Dos de los comandantes de escuadrón, Smorchkov y Os’kin, fueron jugadores clave en la batalla aérea del Martes Negro. El 64º IAK, el cuerpo de combate que defendía el norte de Corea del Norte, lanzó regimientos tanto del 303 como del 324. La 324, apodada la División Paradnaya Divisiya o Parade, porque voló la mayoría de las exhibiciones en Moscú, enredada con los escoltas de combate mientras los tres regimientos del crack 303 atacaron a los bombarderos.

Para cuando llegó el Martes Negro, las unidades MiG habían desarrollado tácticas de combate contra B-29 que resultarían devastadoras. Dirigido a utilizar un escuadrón de MiG-15 contra un grupo de hasta ocho B-29 con un grupo de cobertura de hasta doce F-80 u F-84, la doctrina decretó que el ataque se llevaría a cabo a la máxima velocidad de forma simultánea o secuencial por vuelos. Tal ataque, supusieron, limitó el tiempo de cobertura de los luchadores para prepararse contra él. En las instrucciones adicionales se lee: "los ataques deben realizarse desde atrás en un ángulo de desviación de 0/4 a 2/4 utilizando la retícula en movimiento a la vista y apuntando a sus tanques de combustible, motores y cabina. Las ráfagas largas deben dispararse desde rangos de 800 metros hasta 300 metros. Al romper el pase de disparo, es mejor ir debajo del B-29 con un giro posterior frente a él en un ángulo de 20-30 grados. Esperando uno a uno y medio minutos, el avión debe girar 180 grados hacia el lado opuesto y realizar un segundo ataque desde el frente con un ángulo de desviación de 0/4 a 2 / 4. El disparo debe realizarse a una distancia de 1300-1200 metros; la carrera de tiro debería terminar a 400 metros después de lo cual deberían interrumpir el combate sin cambiar de dirección ".

Según los registros soviéticos, se lanzaron más de 19,000 salidas de luz diurna desde noviembre de 1950 hasta enero de 1952. Durante ese tiempo afirmaron haber derribado 500 aviones de la ONU, más del 17% de ellos bombarderos. El as soviético con mayor puntuación de la Guerra de Corea fue "Evgeni" Pepelyaev, conocido como el "Gran muchacho de la noche", con 23 asesinatos confirmados. Fue acreditado con doce F-86, seis F-80, cuatro F-84 y un F-94. Dos de estos fueron asesinatos "compartidos". Las nueve victorias reclamadas de Anatoly Karelin fueron todas B-29 derribadas por la noche.

Cuando, como resultado directo del Martes Negro, la ONU detuvo las redadas B-29 a la luz del día dentro del alcance de los MiG estacionados en el Yalu, los bombardeos en esa región se llevaron a cabo al amparo de la oscuridad. Debido a que el MiG-15 no estaba equipado con radar para búsqueda y adquisición de objetivos, los combatientes solo podían interceptar efectivamente bombarderos que estaban iluminados. En otras palabras, la pregunta ya no era "cómo derribarlos" sino "cómo encontrarlos". Sin embargo, utilizando una combinación inusual de tecnología primitiva y nueva, los pilotos de combate a veces se dirigían a las hogueras que se presentaban como puntos en un mapa de cuadrícula e iluminadas por personas en el suelo. Esto les dio un punto de referencia en tierra que podrían usar para atacar al bombardero, junto con la información de altitud, rumbo y distancia proporcionada por un controlador de tierra. Sin radar aerotransportado y otras ayudas visuales, debido a las condiciones de apagón en el suelo, los pilotos de MiG podrían ser dirigidos a los bombarderos por los controladores de radar en tierra con referencia a los incendios. Incluso cuando su radar estaba atascado o abarrotado electrónicamente por la paja, los controladores de tierra soviéticos podían transmitir la posición del bombardero en relación con las hogueras numeradas al MiG que orbita más cerca de esa ubicación. El MiG entraría debajo de la altitud de vuelo del bombardero en busca del brillo de los turbocompresores del motor antes de abrir fuego. Las hogueras se limitaban a noches en las que el cielo estaba bastante despejado, la luna no había salido y los MiG estaban preparados para lanzarse. Estos factores limitarían severamente el número de ocasiones para el uso de tales hogueras, además el terreno a veces evitaría que se establezcan en el verdadero patrón de cuadrícula necesario para intercepciones precisas. Debido a las montañas, las estaciones de radar móviles también tuvieron grandes dificultades para ubicarse estratégicamente para su despliegue más efectivo.

En 1992, los rusos revelaron que un total de 26,000 hombres habían sido asignados a unidades de combate y defensa aérea soviéticas durante la Guerra de Corea. Con esa cantidad de personal y toda la actividad aérea soviética, es difícil creer que las agencias de inteligencia oficiales en los Estados Unidos no tuvieran idea de que los rusos estaban volando los MiG-15. Quizás sea más fácil creer que la información fue retenida deliberadamente, a ambos lados de la Cortina de Hierro, por razones políticas. Cualesquiera que sean las razones, las tripulaciones que volaron los B-29 durante el período previo al Martes Negro sabían que no se podía meter a un soldado de infantería en un caza a reacción de alto rendimiento y esperar que logre mucho más que suicidarse.