domingo, 3 de marzo de 2024
miércoles, 15 de noviembre de 2023
lunes, 30 de octubre de 2023
miércoles, 16 de febrero de 2022
EA: Trinchera con ametralladora Madsen en 1938
Foto de una posición de trinchera con una ametralladora Madsen Cal 7,65x53mm, mientras los sirvientes de esta junto con un grupo de tiradores y otros soldados más atrás escuchan las observaciones durante la instrucción en campaña, efectivos pertenecientes al Regimiento de Infantería N°4 con asiento de paz en Campo de Mayo - Año: 1938.
(Créditos a quien corresponda)
Características del fusil ametralladora Madsen Cal 7,65x53mm:
Modelos: 1911 al 1935Origen: Dinamarca
Especificaciones:
Peso: 9,70 kgLongitud: 1.143 mm
Longitud del cañón: 584 mm
Calibre: 7,65 x 53 mm Mauser
Sistema de disparo: Recarga por retroceso largo
Cadencia de tiro: 450 disparos/minuto
Cargador: extraíble curvo, de 25, 30 o 40 cartuchos.
Velocidad máxima: 870 metros/segundos
viernes, 17 de diciembre de 2021
Malvinas: La valentía de la sección "olvidada" al mando de Oliva en Monte Harriet
La "sección olvidada” que combatió en Monte Harriet: los ingleses tuvieron que usar proyectiles antitanque para terminar con su resistencia en Malvinas
Durante la guerra de 1982, una parte de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada quedó sin un destino en las islas. Lucharon en el Monte Harriet, pero como no figuraban en ningún registro de una unidad de combate, recién serían reconocidos hace pocos años cuando ellos mismos comenzaron a identificarse como integrantes de “la sección olvidada”Por Adrián Pignatelli || Infobae
La batalla de Monte Harriet comenzó la noche del 11 de junio de 1982 cuando un marine inglés pisó una mina antipersonal colocada por los argentinos
Pablo Oliva era un teniente de 26 años, casado, dos hijos, su esposa embarazada de mellizos, aunque aún la pareja lo ignoraba. Era ingeniero militar y hasta el momento de la guerra se desempeñaba como instructor en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Cuando estalló la guerra pasó a integrar la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, cuyo Estado Mayor se estableció en Puerto Argentino.
Oliva le explicó a Infobae que “entonces empezó a sobrar gente; nuestra compañía estaba conformada por mecánicos motoristas, de explosivos; conductores, enfermeros, personal de comunicaciones y de intendencia, entre otros. Sólo uno era de infantería. De pronto éramos entre 45 y 50 hombres, que estábamos en la capital de las islas, que integrábamos un remanente sin destino”.
La III Brigada estaba conformada por los regimientos de Infantería 4, 5 y 12, por el Grupo de Artillería 3, la Compañía de Ingenieros 3 y la Compañía de Comunicaciones 3. Y tenía su Compañía de Comando y Servicios.
Este “remanente sin destino” fue agregado al Regimiento de Infantería 4, al mando del teniente coronel Diego Soria. Oliva, que en un primer momento iba a ser asignado como oficial de comunicaciones del general Omar Parada, de pronto se vio al mando de la compañía, ya que su jefe debió ser trasladado al continente por un caso de pie de trinchera.
Como Soria ya tenía distribuida sus fuerzas, este grupo fue enviado a la ladera sur del Monte Harriet. Armaron los pozos de zorro en la media pendiente, debajo de la posición de los morteros pesados del Regimiento 4. Más arriba, en ese monte particularmente alargado de este a oeste, se ubicó Soria y el grueso de la unidad.
Oliva dividió a la sección en tres grupos, cada uno de ellos conformado entre 12 y 14 hombres.
Recibían el racionamiento del Regimiento 4 y hasta el 10 de mayo cocinó el sargento Corradini, luego lo hicieron los propios soldados.
El ataque inglés
La noche del 11 de junio los ingleses iniciaron el ataque al Monte Harriet. Lo hicieron con el Comando 42 de los Royal Marines, con un batallón de la Guardia Galesa y con el apoyo de artillería del buque Yarmouth. Tenían planeado un ataque sorpresa, que se frustró cuando un británico -el marine Mark Curtis de solo 17 años- pisó una mina anti personal.
Los integrantes de la sección de Oliva fueron los primeros en entrar en combate con los británicos. “Yo estaba en el medio de mis 45 hombres, en una posición más cercana a Puerto Argentino. Ellos lograron abrir una brecha en el medio y continuaron subiendo, ya que su objetivo era el de tomar la cima del monte”.
Según los testimonios de los atacantes, encontraron una fuerte resistencia de los defensores, que disparaban sus ametralladoras calibre 50 con mucha precisión, lo que los hizo frenar el ataque durante dos horas. Los británicos debieron usar proyectiles antitanque para doblegar la resistencia argentina.
Fue en ese combate donde fue herido el cabo Héctor Pereyra, también integrante de esta “sección de rejuntados”, como él mismo lo definió. Su historia fue contada por Infobae el 5 de octubre (“Bendito sea Dios que me permitió encontrarte”: el marine inglés que buscó al soldado argentino que había sido su prisionero en Malvinas”)
Oliva alcanzó a replegarse con seis soldados y dos suboficiales.
Mientras tanto, el combate también se desarrollaba en la ladera norte. Allí, entre el 8 y el 9 de junio, el entonces subteniente en comisión Lautaro Jiménez Corbalán –que el 10 de junio cumplió 20 años en medio del combate- junto a diez soldados de la misma sección había rechazado un ataque inglés.
Pero la arremetida final enemiga, que había comenzado el 11 de junio a las diez y media de la noche, hizo que a las 7 de la mañana cayeran parte de las defensas y las de Corbalán serían las últimas en ser sometidas.
A las 9 de la mañana el Monte Harriet estaba en manos inglesas.
Jiménez Corbalán intentó llegar al Monte William, donde se seguía combatiendo, junto a los soldados Alberto Flores y Carlos Salvatierra. A sabiendas que estaba cruzando un campo minado argentino, un explosivo lo hizo volar por el aire, quedó herido del lado izquierdo de su cuerpo y temporariamente sordo. Terminó siendo evacuado a Puerto Argentino.
La sección olvidada tuvo tres caídos: el sargento infante Héctor Montellano y el cabo de intendencia Oscar Labalta, que murieron cuando un proyectil inglés estalló en el ataque del 8 al 9 de junio dentro del pozo de zorro donde se encontraban; y el soldado clase 62 Juan Raúl Serradori, oriundo de Curuzú Cuatiá, quien falleció el 11. Además, los 14 hombres de grupo donde estaba el cabo enfermero Pereyra terminaron todos heridos.
La libreta de Corbalán
Cuando Jiménez Corbalán fue trasladado al Canberra, le quitaron cuatro rollos de fotografías que había tomado con su Kodak Instamatic. También quisieron quedarse con una libreta en la que, día a día, iba anotando sus impresiones. En la tapa había escrito en español y en inglés “favor de entregar esta libreta a la familia Jiménez Corbalán…”
En un inglés básico aprendido en el Colegio Militar, Corbalán argumentó que estaba amparado por las leyes de la Convención de Ginebra. No hubo caso. Cuando el inglés cargó su fusil para hacerse de la libreta como sea, apareció un sargento mayor. Luego de echarle una rápida hojeada, se la devolvió. “Es lo único que traje de allá; estaba convencido de que era un tesoro que debía trascender”, dijo.
Los olvidados de la posguerra
Los miembros de la sección olvidada del Monte Harriet no se volvieron a ver. Curiosamente, la primera referencia de este grupo de combate fue inglesa, que en libros militares referencian los llaman la “sección Oliva”, tomando el nombre del teniente que los había comandado.
En la actualidad, Manuel Larrosa vive en Tandil. Es un suboficial mayor retirado que, orgulloso, aclara que nació en Ibarreta, una localidad del sudeste de Formosa, a donde viaja regularmente a visitar a su familia. En la guerra, contaba con 23 años años. “Era cabo de intendencia y estuve en el Monte Harriet, en la ladera la que mira hacia el mar, cerca del camino”.
Él, como el resto de esta sección, sentía que no pertenecían a ninguna unidad. Habían ido como integrantes de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, pero habían combatido con el Regimiento de Infantería 4, aunque no integraban formalmente esa unidad.
Por el 2001, cuando conoció a Jiménez Corbalán, nació la idea de reunir a los miembros de la sección. La casualidad quiso que, estando en Luján, se cruzase en la calle con Oliva. “Mi teniente”, alcanzó a escuchar Oliva quien se había retirado como coronel mayor y que entonces daba clases en la Escuela Industrial Nº1 de esa ciudad. Hace cinco años que es el director de esa escuela y su mayor orgullo es que los veteranos lo sigan llamando “teniente”.
Sabían que la segunda semana de junio en Monte Caseros, se reunían los veteranos de guerra del Regimiento 4. Y en el 2012 se aparecieron con una bandera con la leyenda “La sección olvidada”.
Las primeras reuniones sirvieron para conocerse, para mirarse a la cara y contarse lo que habían vivido allá.
Luego, comenzaron a participar de las conmemoraciones, y hasta de los desfiles. Se acercaban veteranos de diversos puntos del país. La voz se corría y el grupo fue creciendo.
En la plaza de armas del regimiento, en Monte Caseros, delante del monumento conmemorativo a Malvinas se encuentran cruces blancas con los nombres de los caídos de esa unidad. Se agregaron tres cruces, que recuerdan a Lavalza, Montellanos y Serradori. Si habían combatido con ellos.
Monte Harriet, 37 años después
El 9 de marzo de este año, Larrosa, Oliva, Jiménez Corbalán, junto al coronel médico Rubén Cucchiara, el mayor retirado Miguel Mosquera y el entonces soldado Alberto Flores, viajaron a las islas y, por supuesto, recorrieron milímetro a milímetro Monte Harriet. Cada uno identificó su posición y hasta Larrosa encontró su viejo mate, partido a la mitad, que se lo trajo junto con pequeños trozos de sus guantes, del poncho de plástico y de la manta que usó en la guerra.
Lautaro Jiménez Corbalán, que es autor del libro Malvinas. En primera línea. Vivencias y anécdotas de integrantes del Regimiento de Infantería 4, está hoy preparando la historia de la sección olvidada del Monte Harriet.
“Hicimos lo que pudimos”, remarcó Larrosa. “Pero después de la guerra, hicimos mucho”. Ayudó a sacar de las sombras a una sección que nunca más será olvidada. Una misión por demás cumplida.
sábado, 10 de julio de 2021
Malvinas: Juan Nazer enfrenta a la muerte saliendo del cerro Dos Hermanas
martes, 8 de junio de 2021
lunes, 30 de enero de 2012
Malvinas: SubTte Oscar A. Silva (EA)
Subteniente (EA) OSCAR AUGUSTO SILVA
(Alias "Sapo SILVA"--Compañía “A” del RI 4, Monte Caseros)Muerto en combate entre la noche del 13 y la mañana del 14 de junio de 1982.
El 15 de junio de 1982, el Capitán de Fragata Carlos ROBACIO, jefe del Batallón de Infantería de Marina (BIM) Nº 5 y el Comandante inglés recorrían el campo de batalla. Los muertos ingleses ya habían sido retirados y era el turno de los caídos argentinos.
De pronto, el jefe británico, sorprendido, lo llama al oficial argentino y le señala un cuerpo.
Tenía los ojos abiertos, el rostro sereno, una herida cerca del hombro, otra cerca de la cintura y la mano aferrada furiosamente al fusil.
El infante de marina argentino tomó el arma por su culata y tironeó. Pero la mano no lo soltó. Parecían una sola pieza.
Espontáneamente, ambos combatientes se pararon frente al cadáver e hicieron el saludo militar, rígidos y emocionados, en medio del silencio del campo de batalla.
Se decidió que lo enterrarían con el arma que se negaba a devolver.
Por Alberto Mansilla
Mientras los argentinos se congregaban en Plaza de Mayo para apoyar a la empresa, el Ejército entero se movilizaba. Por eso Silva, destinado en el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, se comenzó a preparar para ir al sur primero, y luego para cruzar a las Islas. Llegaron a Comodoro Rivadavia, luego a Río Gallegos, más tarde a las Malvinas. La primera noche en Puerto Argentino, la siguiente al norte del aeropuerto, en la península de Freycinet, para dar la temprana alarma de algún posible ataque por mar. En medio de todo el traqueteo, Silva se mantenía preocupado por sus soldados. Hacía todo lo que podía por mantenerlos bien física y espiritualmente. Rezaba, consolaba, apoyaba. Porque todo era una larga espera en la que había lugar para el miedo y la incertidumbre.
Mientras esto ocurría, el avance inglés había tenido éxito. Desembarcados el 21 de mayo en la Bahía de San Carlos, habían avanzado hacia Darwin y allí, pese a los esfuerzos de la Fuerza de Tareas Mercedes, habían vencido a los defensores. En la noche del 28 de mayo se produjo el ataque inglés, en donde falleció el Teniente Estévez. Al día siguiente, los argentinos se rendían y dejaban que los ingleses siguieran su curso hacia Puerto Argentino.
El despliegue invasor se dirigía, entonces, hacia el este de la Isla Soledad, y se enfrentaría con dos cordones defensivos: el primero, en la línea imaginaria que unía de norte a sur, Monte Longdon, Dos Hermanas, Goat Ridge y Harriet. Más al este, el siguiente, que se articulaba en la misma dirección: Wireless Ridge, Tumbledown, Williams y Sapper Hill, todas pequeñas elevaciones que daban su espalda a Puerto Argentino.
En la primera de las posiciones nombradas estuvo el Subteniente Silva. Llegó el 8 de junio y pasó a cumplir la misión de patrullar Goat Ridge de noche, mientras que de día debía ocupar espacio en la zona oeste del Dos Hermanas, junto a la sección del Subteniente Llambías Pravaz, un oficial un año más moderno que Oscar y que ya había tenido escaramuzas que le daban aire de veterano de guerra.
Nuestro héroe venía de la tranquilidad de la vigilancia en la península de Freycinet y pasó, de la noche a la mañana, a cumplir agotadoras jornadas de patrullaje en las zonas nombradas. Pero nada logró bajar su ánimo. Al contrario, ahora era el puntal también para Llambías quien, al encontrarse con un militar más antiguo, descansó un poco su responsabilidad en él. Y de nuevo “el sapo” desplegó su mejor cualidad: la bonhomía.
Por otro lado, ya esperaban un ataque, porque tenían noticias de la caída de Darwin y entendían que, si el desembarco había sido al oeste de la Isla Soledad, ahora tendrían que venir en dirección a donde se encontraban ellos.
Cuando en la noche del 10 al 11 de junio, el Regimiento 3 de Paracaidistas británico atacó Monte Longdon; el Comando 42 de la Real Infantería de Marina hizo lo mismo contra Monte Harriet y el Comando 45 de la Real Infantería de Marina se dispuso a combatir hacia Dos Hermanas, nadie se sorprendió. Por eso no les fue fácil. En este último par de elevaciones (Silva patrullaba Goat Ridge de noche) Llambías resistió con su sección. Cerca de allí, la actitud del regimiento fue heroica. Muere el Teniente Martella y, uno tras otro, caen heridos (entre los jefes) los Subtenientes Nazer, Mosquera y Pérez Grandi. En medio de la confusa noche, con los hombres que puede, Llambías se replegó y se encontró casualmente con Silva. Juntos y con los últimos hombres de ambas secciones, se replegaron hacia el segundo cordón defensivo de Puerto Argentino.
Los ingleses avanzaron, pero a costa de mucha sangre propia. Por eso, al día siguiente, se vieron obligados a descansar. Así, mientras los argentinos se reacomodaban en la línea ya muy cercana a la capital de las islas, los invasores se sobrepasaban y dejaban en primera línea a las tropas frescas del Regimiento de Paracaidistas 2 (en dirección a Wireless Ridge) y los Guardias Escoceses y los Gurkhas (contra Tumbledown y Williams).
Mientras tanto, Silva no perdía la calma, como nunca lo hacía, pero demostraba algo de impaciencia por entrar en combate. No lo había podido hacer en la noche anterior, porque su misión lo alejó del mismo. Pero tenía su alma estremecida por la espera del momento de hacer la guerra. Siempre sin perder la magnanimidad en su trato con sus soldados y subalternos, a quienes seguía consolando y acompañando; animando y conduciendo.
Pudiendo replegarse a la ciudad para evitar el combate, el patriota hizo lo que debía hacer: pedir un puesto de combate en la defensa y quedarse con todos los soldados de su sección que estaban en condiciones de hacerlo.
Lo ubicaron en la fracción del Teniente de Corbeta Vázquez, dentro de las tropas del Batallón de Infantería 5, y desde allí se preparó para el combate final.
Con la oscuridad del 13 de junio comenzó el ataque inglés. Paracaidistas, Guardias escoceses y Gurkhas chocaron contra la última resistencia argentina.
Todo el poderío invasor se desató con su violencia y eficacia. Los argentinos resistían y mataban, los atacantes morían y volvían a aparecer como si nunca perecieran. Las posiciones fueron rodeadas, desgastadas, debilitadas por el fuego de artillería, lentamente, con mucho esfuerzo.
Sus subordinados y camaradas cuentan que el Subteniente Oscar “el Sapo” SILVA por no replegarse, a pesar de que estaba impartida la orden, eligió desplazarse hasta las posiciones de sus hermanos, los gloriosos infantes de marina del Batallón de Infantería de Marina 5 que aun resistían (BIM 5).
Se sumó a la desesperada pelea que mantenían contra un enemigo superior en número y medios.
El arco luminoso de una bengala rasga la noche teñida de tinieblas. Crecen gritos en el silencio. Gritos de guerra. El enemigo comienza a trepar las laderas disparando sus balas trazantes. Es la noche del 11 de junio de 1982 y la guerra se aproxima a su fin. Se ha impartido la orden de replegarse hacia Puerto Argentino pues el dispositivo de defensa nacional ha sido quebrado luego de durísimos combates.
La cuarta sección de la infantería de marina del “BIM5” al mando del teniente de corbeta VÁZQUEZ sigue en sus posiciones pero no está sola; un puñado de hombres del ejército, perteneciente a la sección de TIRADORES de la Ca “A” del RI 4, Monte Caseros, encabezado por el subteniente SILVA se le ha unido horas antes.
SILVA, usando su iniciativa, ha resuelto quedarse a luchar con sus hermanos. Y ahora aguarda, fusil en mano, junto al resto de los que allí están, el combate final. La batalla entra a su punto culminante.
En el frente (Monte Tumbledown) se combatía encarnizadamente para mantener la línea de defensa; el enemigo había tropezado con una posición dura, de resistencia feroz, de fuego intenso.
Subteniente, se me trabó el FAP"-- grito un soldado, tomó su FAL y continúo disparando.
El subteniente SILVA al ver al soldado en esa condición, sale de su pozo de zorro, destraba el FAP, y se lo alcanza a otro soldado quien nuevamente continua disparando. Es el arma principal de la fracción para detener a los ingleses que atacan incesantemente las líneas defensoras. Siente que le quema el hombro, el dolor es profundo, no puede mover su brazo izquierdo, mira su mano y ve correr sangre; está herido. Una y otra vez los han rechazado; una y otra vez vuelven.
De repente SILVA se queda sin municiones, mira alrededor y ve a uno de sus soldados ya sin vida a su lado. Toma su FAL y sigue disparando hasta agotar las municiones. A su alrededor sus hombres y los infantes de marina van cayendo, uno a uno. Se está quedando solo.
El subteniente del Ejército Argentino abandona nuevamente su posición y va en ayuda de un herido; en el trayecto de un pozo a otro, ve que el soldado, a quien había dejado con el FAP cae muerto por el fuego enemigo. Entre el fuego y el fragor de la lucha toma al herido y lo traslada sobre sus hombros, arrastrado, agazapado, a otra posición más segura, unos treinta metros detrás.
Con el FAL en las manos dispara y avanza a la línea de fuego, recupera el FAP, que es fundamental para resistir, se lo acerca a otro soldado quien también está herido. Nuevamente su jefe lo arrastra como al primero y lo pone en un lugar seguro, mientras grita, da órdenes, infundiendo valor a sus hombres.
Regresa al frente, toma nuevamente el FAP mientras sigue disparando y gritando para conducir a algún hombre que aún quedaba. La desproporción de tropas es tremenda, pero la resistencia argentina inscribió epopeyas en tinta de sangre.
Los ingleses intentaron una y otra vez romper la defensa desde la tarde del 13 y hasta la mañana del 14 de junio de 1982. El heroísmo manifiesto de la resistencia ante la embestida invasora hizo que los británicos se replegaran más de una vez.
Allí estaba Oscar Augusto SILVA, tenía 24 años y se iba a casar ese mismo año.
Su voz firme gritaba:
-- “ Vamos soldados de hierro... ¡Viva la patria! ...fuerza soldados de mi patria!!! "
La lucha era terrible, el fuego contra el fuego, el sol despuntaba en el horizonte cuando su fracción es sobrepasada por la masa de las fuerzas enemigas. No retroceder jamás; la dignidad y la palabra empeñada de “no ceder” era suficiente para no quebrarle el ánimo. Miró y vio que estaban siendo arrasados, sobrepasados; tomó su fusil y colocó la bayoneta, ya se había quedado sin municiones, y con fusil armado a la bayoneta emprendió su último combate cuerpo a cuerpo.
En un supremo esfuerzo saltó de su pozo y emprendió contra los invasores de su patria.
Entonces grita, emite un alarido de horroroso coraje. Es el bravo rugido del león herido y acosado por la jauría. Grita mientras hace trepidar su arma:
--" Viva la Patria carajo!!!"
Fuente:
Facebook del Sub Tte Silva
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