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domingo, 9 de noviembre de 2025

Malvinas: Torpedos, fallas y lecciones

Cuando la tecnología falla: torpedos y las lecciones de la guerra de las Malvinas


Torpedo Tigerfish Mk.24 Mod.2

Por José Luiz Antônio || Poder Naval

El arma submarina de la Royal Navy, con sus buques de guerra de propulsión nuclear, fue la opción inicial de respuesta británica después de que las fuerzas armadas argentinas tomaran el control de las Islas Malvinas en 1982. Los submarinos nucleares británicos fueron los primeros activos en llegar al teatro de operaciones, lo que permitió la imposición de un bloqueo, conocido como la Zona de Exclusión Total, alrededor del archipiélago en disputa.

Mucho se ha hablado del impacto de los submarinos nucleares británicos en el conflicto del Atlántico Sur, de cómo neutralizaron a la Armada Argentina, obligándola a retirarse del teatro de operaciones, con sus principales buques refugiándose en puertos y limitándose a patrullar las aguas menos profundas cerca de la costa con unidades más pequeñas. Sin embargo, poco se ha escrito sobre los torpedos británicos que aportaron a la guerra.

Por ejemplo, un torpedo moderno de dudosa eficacia limitaba el armamento de los submarinos de la Royal Navy. Esto generó la paradoja de que los modernos submarinos nucleares de la Guerra Fría tuvieran que depender de torpedos antiguos de trayectoria recta de la Segunda Guerra Mundial para su potencia de fuego, así como de la observación visual mediante periscopio para disparar estas armas. Esta desventaja era desconocida para la Armada Argentina durante el conflicto.

Este artículo tratará sobre los torpedos británicos, específicamente los dos modelos utilizados en el conflicto: el torpedo Mk.8, más antiguo y de trayectoria recta (sin guía), y el torpedo Mk.24 Tigerfish, guiado, que en 1982 fue considerado uno de los más modernos del mundo.

Torpedo Mk.8

El torpedo Mk.8 fue diseñado antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1925, con un diámetro estándar de 21 pulgadas (533 mm), una longitud de 6,579 m y un peso de 1,566 kg. Al ser un torpedo de trayectoria rectilínea, es decir, sin guiado, su trayectoria se mantenía mediante un giroscopio que, girando a gran velocidad, le permitía mantenerla recta; otros dispositivos mantenían una profundidad constante y nivelaban el torpedo. Una vez lanzado desde el tubo, no existía control alguno sobre su trayectoria, ni por parte del submarino lanzador ni por el propio torpedo, ya que carecía de cualquier tipo de sensor capaz de rastrear el objetivo.

La ojiva contenía 365 kg de explosivo Torpex, un explosivo un 50 % más potente que el TNT, compuesto por una mezcla de 40,5 % de RDX, 40,5 % de TNT, 18 % de polvo de aluminio y 1 % de cera. Su detonación se aseguraba mediante una espoleta magnética de tipo CCR (Compensated Coil Rod), una bobina con amplificador, que se convirtió en el estándar para esta arma después de 1945.

Su propulsión corría a cargo de un motor radial Brotherhood de cuatro cilindros, de ciclo de combustión, que utilizaba queroseno y aire comprimido como combustible. La presión provenía de un tanque de 2500 psi, la cual se reducía a 550 psi en la entrada de combustible, donde también se calentaba, generando una mezcla de aire y gas que producía la ignición en el cilindro, en el punto muerto superior del pistón. Los gases se expulsaban a través del eje de la hélice. El motor producía una potencia de 550 hp, impulsando el torpedo a velocidades de hasta 45,5 nudos, con una autonomía a esta velocidad de 4570 metros. Existía la opción de utilizar una velocidad menor de 41 nudos, aumentando la autonomía a 6400 metros.

El Mk. 8 mod. 4, una versión mejorada, se conectaba al submarino mediante un cable umbilical, no un cable de guiado, ya que era un torpedo de propulsión a la carrera. El cable permitía ajustar la profundidad antes del lanzamiento. Tuvo un uso muy extendido durante la Segunda Guerra Mundial, con aproximadamente 3730 lanzamientos hasta septiembre de 1944, y se consideraba a la par del G7 alemán o el Mk. 14 estadounidense.

Torpedo Tigerfish Mk. 24

El Tigerfish era un torpedo acústico guiado por cable, cuya guía inicial la proporcionaba un fino cable que se desenrollaba tras el lanzamiento a través del tubo y lo conectaba al submarino.

Mediante este control, el torpedo iniciaría su carrera a una velocidad más lenta, disminuyendo la distancia al objetivo y corrigiendo su trayectoria durante la carrera según las transmisiones por cable desde el submarino, que realizaba cambios en la trayectoria del torpedo basándose en los datos del objetivo obtenidos por su sonar superior.

El torpedo aceleró en la fase final al usar su propio sonar para atacar el objetivo. Sin embargo, esta tecnología aún no estaba desarrollada en la década de 1970, y el torpedo Tigerfish tenía tendencia a sumergirse y romper su cable de guiado durante el trayecto.

La versión inicial Mod.0 era un torpedo antisubmarino; su ojiva, debido a limitaciones tecnológicas, no estaba diseñada para usarse contra objetivos de superficie y no superó las pruebas de aceptación. La versión Mod.1, sin embargo, fue rediseñada para corregir algunos de los defectos del modelo original.

Tablas comparativas

Tipo Diámetro Longitud Peso Ojiva
Mk.8 21 pulgadas – 533 mm 6,57 m 1,566 kg 365 kg
Mk.24 21 pulgadas – 533 mm 6,46 m 1,551 kg 340 kg

 

Tipo Velocidad máxima Alcance
Mk.8 45,5 nudos 4.570 metros
Mk.24 35 nudos 21.000 metros

 

Tipo Velocidad Alcance máximo
Mk.8 41 nudos 6.400 metros
Mk.24 24 nudos 27.400 metros

 

Nombre Propulsión Clase
Armas
HMS Spartan Nuclear Swiftsure
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod. 0 *

HMS Splendid Nuclear Swiftsure
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.0 *

HMS Conqueror Nuclear Churchill
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

HMS Valiant Nuclear Valiant
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

HMS Courageous Nuclear Churchill
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

HMS Onyx Convencional Oberon
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

 

Observaciones: Tenga en cuenta que, debido a que solo portaban la versión inicial mod.0 del Tigerfish, limitada a su uso contra objetivos submarinos, las unidades HMS Spartan y HMS Splendid dependían exclusivamente del Mk.8 de trayectoria recta para su uso contra barcos.

Así pues, los submarinos nucleares británicos zarparon hacia el sur con una combinación de torpedos de trayectoria recta y misiles guiados desde buques. Los dos primeros submarinos en partir solo llevaban torpedos Tigerfish Mk.24 mod.0 de primera versión, sin capacidad antibuque, estando totalmente limitados al uso del Mk.8 contra objetivos de superficie.

En este caso, el HMS Spartan , el primero en dirigirse al Atlántico Sur, transportaba una carga de cuatro torpedos Mk.8 y ocho torpedos Tigerfish Mk.24 mod.0. Tras atracar en la base británica de Gibraltar, recibió otros siete torpedos Mk.8, seguido por el HMS Splendid, que partió directamente de su base en Escocia con una carga de nueve torpedos Mk.24 mod.0 y doce torpedos Mk.8. Otras unidades ya habían incorporado el Mk.24 mod.1 a su armamento.

Modelo Tigerfish Mk.24

El hundimiento del crucero ARA General Belgrano

El hundimiento del crucero argentino ARA General Belgrano fue un hito histórico, ya que fue el primer, y hasta ahora único, buque en servicio alcanzado y hundido en combate por un submarino de propulsión nuclear, además del segundo buque de superficie hundido por un submarino después de la Segunda Guerra Mundial. El primero fue la fragata india INS Khukri, hundida por el submarino pakistaní PNS Hangor durante la guerra indo-pakistaní de 1971.

El ARA General Belgrano (C-4) fue un crucero de la clase Brooklyn que sirvió en la Armada de los Estados Unidos como USS Phoenix CL 46, participando activamente en la Segunda Guerra Mundial. Este tipo de crucero, considerado ligero para los estándares de la Armada estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, tenía una eslora de 185,4 metros, una manga de 18,8 metros y un calado de 5,9 metros, con un desplazamiento en vacío de 9.575 toneladas, que alcanzaba las 12.242 toneladas a plena carga, convirtiéndolo en el mayor buque de guerra del conflicto, con la excepción de los portaaviones.

En la década de 1960, los argentinos llevaron a cabo una importante modernización de los sistemas de radar del buque, instalando radares modernos, entre los que destacaba el LW 01 neerlandés, caracterizado por su enorme antena situada en lo alto del mástil mayor. Este equipo le permitió al buque detectar objetivos aéreos a altitudes de hasta 30 000 m dentro de un impresionante radio de 259 km. Además de este equipo, se añadieron otros radares de origen norteamericano.

En 1967, tras la incorporación de radares, se instalaron dos lanzadores cuádruples de misiles Sea Cat en sustitución de dos montajes Bofors L/60 de 40 mm. El Sea Cat, un misil antiaéreo de corto alcance británico ampliamente utilizado en la época, contaba con una buena cantidad de recargas, entre 50 y 70, en el pañol de municiones. Sin embargo, el buque presentaba problemas con sus turbinas, lo que le impedía alcanzar velocidades superiores a los 18 nudos, muy por debajo de los 32 nudos para los que estaba diseñado.

Como crucero diseñado para el combate de superficie contra buques o defensa antiaérea, el ARA General Belgrando carecía de sonar propio y armas antisubmarinas, dependiendo enteramente de su escolta para su defensa. A pesar de contar con un helicóptero Alouette III a bordo, no estaba equipado para transportar torpedos antisubmarinos ni poseía sensores o equipos para tal fin, estando destinado únicamente a tareas de enlace y reconocimiento visual.

En la operación del 2 de mayo de 1982, el crucero argentino formó parte del Grupo de Tareas 79.3, que también incluía dos destructores, el ARA Bouchard D 26 y el ARA Piedrabuena D 29, ambos de la clase Allen M. Sumner. Al igual que el crucero, provenían de la Armada de los Estados Unidos y eran buques con capacidades antisubmarinas, aunque limitadas.

Como se ha informado ampliamente, este Grupo de Tareas 79 formaba parte de una maniobra de pinza de la Armada Argentina, que contenía otros elementos como el Grupo de Tareas 79.4 con tres corbetas clase A 69 y el Grupo de Tareas 79.1.2 con el buque insignia argentino, el portaaviones ARA 25 de Mayo , y dos destructores antiaéreos clase Tipo 42, el ARA Santíssima Trindade y el ARA Hércules.

Ambas unidades principales eran seguidas por submarinos nucleares británicos fuera de la zona de exclusión. En el caso específico del crucero argentino, su perseguidor era el HMS Conqueror , que empleaba una estrategia de persecución a gran profundidad y a la deriva. Esta consistía en navegar a gran velocidad, un rendimiento excepcional solo posible con propulsión nuclear, alcanzar la profundidad del periscopio a una velocidad baja y silenciosa de 5 nudos para actualizar la posición del objetivo, y luego sumergirse nuevamente a las profundidades para realizar la persecución a alta velocidad. Esto dificultaba el seguimiento por sonar debido a la distorsión en la propagación de las ondas sonoras causada por las capas térmicas. Mientras tanto, su presa, el crucero ARA General Belgrano, navegaba lentamente a solo 13 nudos en un suave zigzag, con sus escoltas ARA Bouchard y ARA Piedrabuena navegando por delante con los sonares apagados.

En el alto mando británico existía el temor de que el crucero y sus escoltas entraran en la zona donde se encuentra el banco "Burdwood", una elevación submarina que reduce la profundidad, debilitando así las ventajas de velocidad y maniobrabilidad del HMS Conqueror en profundidad , lo que hacía urgente que el submarino tomara la iniciativa.


HMS Conqueror

Los seis tubos lanzatorpedos del HMS Conqueror estaban cargados con tres torpedos Mk. 8 y tres torpedos Mk. 24 Tigerfish mod. 1 guiados por cable, que también tenían capacidad antibuque. Sin embargo, su comandante decidió atacar con los torpedos de trayectoria recta. Para ello, el HMS Conqueror necesitaba realizar una maniobra de aproximación y posicionamiento para disparar los tres torpedos en una salva en abanico e impactar al crucero. Si se hubieran elegido los torpedos guiados por cable, el ataque, en teoría, se habría producido a mayor distancia, eliminando la necesidad de la aproximación y la exposición del HMS Conqueror al alcance de los torpedos antisubmarinos Mk. 44 que portaban las escoltas.

Finalmente, el HMS Conqueror se aproximó al crucero a gran velocidad, adelantándolo en profundidad para posicionarse a su otro lado a profundidad de periscopio, donde inició la maniobra de tiro, lanzando los tres torpedos a una distancia muy corta, de aproximadamente 1200 metros. Dos torpedos lograron impactar en el crucero; uno de ellos alcanzó la proa, provocando una violenta explosión que la destrozó, dejando al buque completamente inutilizado. Sin embargo, la robusta construcción permitió que los mamparos blindados de la proa contuvieran la fuerza de la explosión, preservando los pañoles de munición de los cañones y evitando así una detonación catastrófica.


El submarino británico HMS Conqueror disparó el primero de sus torpedos Mk.8, que impactaron en la proa y la popa del crucero. La imagen fue tomada por el teniente Martín Sgut desde una de las barcazas.

El fatídico torpedo impactó en la sala de máquinas de popa, y la fuerza de la detonación también afectó al comedor donde parte de la tripulación estaba comiendo. Esta detonación causó la muerte de doscientos marineros. La explosión también dañó el sistema eléctrico del General Belgrano, impidiéndole enviar una señal de socorro por radio.

El agua que entró por el enorme agujero causado por la detonación de la ojiva Mk.8 no pudo ser bombeada debido al fallo eléctrico. Además, aunque el buque estaba en posición de combate, navegaba con las escotillas estancas abiertas. Como resultado, pronto comenzó a escorarse a babor y a hundirse hacia la proa. Veinte minutos después del ataque, el capitán del crucero ordenó a la tripulación abandonar el barco. Se lanzaron botes salvavidas inflables y la evacuación comenzó sin pánico; 770 tripulantes sobrevivieron al naufragio en aguas heladas con una temperatura ambiente de diez grados bajo cero, vientos de más de cien kilómetros por hora y olas altas.

El tercer torpedo, programado en el lanzamiento para viajar dos grados a la izquierda, falló su objetivo, pasando por delante de la proa del crucero y detonando posteriormente, causando daños menores en la popa del destructor argentino ARA Bouchard debido a la onda expansiva de la explosión cercana, probablemente causada por la espoleta magnética.

Tras el fin del conflicto, el único submarino convencional británico en el Atlántico Sur, el HMS Onyx, recibió la orden de hundir el casco del RFA Sir Galahad , que había sufrido graves daños en un ataque de la Fuerza Aérea Argentina. Las condiciones para el lanzamiento de los torpedos eran ideales; el Sir Galahad estaba inmóvil. Sin embargo, ninguno de los dos torpedos Tigerfish Mk. 24 mod.1 alcanzó el objetivo, y se informó que el fallo se debió a problemas con las baterías. Finalmente, el Sir Galahad se hundió con un torpedo Mk.8 bien dirigido.

El torpedo Tigerfish en Brasil

El torpedo Tigerfish Mk.24 recibió gran publicidad como arma moderna y de alta tecnología. Inicialmente, se desconocían sus problemas, por lo que pronto se exportó a Brasil y Chile, ambos países que operaban submarinos de la clase Oberon, diseñados y construidos en Gran Bretaña. En la Armada brasileña, los torpedos Tigerfish incluso se integraron en los submarinos de la clase Tupi, que reemplazaron a los de la clase Oberon.

En Brasil, el torpedo Tigerfish también causó problemas, según una entrevista con un comandante de submarino brasileño publicada en el sitio web Poder Naval el 23 de noviembre de 2023, durante un ejercicio de lanzamiento con un torpedo disparado por el submarino Humaitá: “Salió a la superficie y el comandante del submarino continuó navegando hacia él. Como estaba a profundidad de periscopio, terminó impactando en la vela, pero no hubo explosión porque el torpedo no estaba cargado de explosivos”. No hay más información sobre el incidente, pero en un escenario real, el arma podría haber destruido el propio submarino que lo lanzó.

Posteriormente, la Armada brasileña retiró el controvertido Tigerfish, reemplazándolo con el Mk. 48 estadounidense, considerado uno de los torpedos más fiables en la historia de la guerra submarina.

El submarino ARA San Luis y los torpedos alemanes SST-4 defectuosos.

ARA San Luis

Durante la guerra de las Malvinas en 1982, el submarino argentino ARA San Luis desempeñó un papel importante como una de las principales amenazas navales de Argentina contra la flota británica. Sin embargo, su eficacia se vio seriamente limitada por problemas técnicos con sus torpedos SST-4, lo que comprometió su capacidad de influir en el conflicto.

El ARA San Luis , un submarino de la clase Tipo 209 de fabricación alemana, era una nave moderna y una de las pocas plataformas de ataque naval argentinas capaces de operar sigilosamente contra las fuerzas británicas. Su misión principal era realizar ataques submarinos contra buques británicos que transportaban tropas y suministros a las Islas Malvinas, así como desestabilizar las operaciones de la fuerza naval del Reino Unido.

Tras el inicio de las hostilidades, el San Luis operó en la zona de exclusión marítima establecida por los británicos, buscando objetivos de alto valor como destructores, fragatas y portaaviones. Gracias a su capacidad para permanecer sumergido durante largos periodos y a su bajo perfil acústico, el submarino logró evadir la detección por parte de los aviones de patrulla y los modernos sistemas antisubmarinos de la flota británica.


SST-4


Diagrama de los ataques del ARA San Luis contra barcos británicos.

El armamento principal del ARA San Luis era el torpedo eléctrico SST-4, diseñado para ser silencioso y altamente efectivo en ataques a submarinos. Sin embargo, durante la campaña, el submarino sufrió fallos crónicos en este sistema de armas. Los torpedos SST-4 no funcionaron como se esperaba debido a problemas técnicos relacionados con un mantenimiento inadecuado, una calibración defectuosa y fallos en el sistema de guiado.

En varias ocasiones, el San Luis lanzó torpedos contra buques británicos, pero ninguno alcanzó su objetivo. Los informes indican que los torpedos sufrieron desviaciones inesperadas de su trayectoria o no lograron activar sus sistemas de detonación. Estos fallos provocaron la pérdida de oportunidades cruciales para atacar a la flota británica e infligirle daños significativos.

A pesar de su sigilo y capacidad para evitar ser detectado, la ineficacia de los torpedos SST-4 limitó considerablemente la capacidad del ARA San Luis para influir en el curso de la guerra. El submarino siguió representando una amenaza psicológica para los británicos, obligando a la flota a destinar importantes recursos a operaciones antisubmarinas. Sin embargo, al carecer de torpedos operativos, la amenaza no se tradujo en un impacto directo.

Arte 3D: ARA San Luis lanzando un torpedo

Por otro lado, los británicos invirtieron fuertemente en operaciones para localizar y neutralizar al San Luis , empleando fragatas, helicópteros Sea King equipados con sonar y aviones de patrulla marítima. A pesar de estos intentos, el San Luis logró seguir operando sin ser destruido, regresando a puerto al final del conflicto.

El desempeño del ARA San Luis en la Guerra de las Malvinas ejemplifica cómo la tecnología y el mantenimiento pueden influir directamente en el éxito de las operaciones militares. Si bien demostró la eficacia de su tripulación y del propio submarino para evitar ser detectado, las fallas en sus torpedos SST-4 impidieron que el submarino realizara ataques exitosos contra la flota británica. Esta experiencia puso de relieve la importancia de contar con sistemas de armas fiables y una logística de mantenimiento adecuada en los escenarios de guerra modernos.

Evolución de los torpedos SUT

Fuentes consultadas

Sitios

 

Libro

  • La guerra (que fue posible) por las Malvinas – César Augusto Nicodemus de Souza – Biblioteca del Ejército, 2013. ISBN 978-85-7011-542-3


domingo, 7 de septiembre de 2025

Crisis del Beagle: Fajre persigue con su Alouette a dos Jet Rangers chilenos


“No le iba a aflojar nunca”. La persecución aérea en el Canal de Beagle que pudo desatar la guerra con Chile y dejó una foto histórica​

El 15 de septiembre de 1980, un helicóptero de la Aviación Naval argentina “tropezó” con dos helicópteros de la Fuerza Aérea Chilena sobre el Canal de Beagle y comenzaron una frenética persecución​


Claudio Meunier
PARA LA NACION

El conflicto del Canal del Beagle había entrado en una larga e incómoda pausa. En diciembre de 1978, Argentina y Chile aceptaron la “mediación papal” ofrecida desde Santa Sede por Juan Pablo II. Los dos gobiernos se comprometieron, a través del Acta de Montevideo, a no hacer uso de la fuerza, retornar al statu quo militar de comienzos de 1977 y a abstenerse de tomar medidas que turbasen la armonía entre las dos naciones hasta que no hubiese una resolución definitiva del caso.
Sin embargo, mientras el cardenal Antonio Samoré negociaba con las partes, los dos Armadas pretendieron mantener el control de la zona en conflicto. Tanto la Argentina como Chile patrullaban cada día las islas Picton, Lennox y Nueva, las más importantes “joyas” en disputa, además de otros islotes en los canales fueguinos.
El 15 de septiembre de 1980, finalmente, sucedió lo inevitable: marinos argentinos y marinos chilenos se encontraron dentro de la zona de conflicto, frente a frente, y se produjo un incidente que pudo desatar la guerra. Todo solo duró quince minutos. Solo quedó el testimonio de sus protagonistas... y una foto histórica.

Escuadrilla de Alouette III pertenecientes a la 1° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros de la Aviación Naval Argentina, patrulla el Canal del Beagle durante diciembre de 1978. (Gentileza Antonio Urbano).

El entonces Teniente de Corbeta, Aviador Naval, Miguel Fajre. (Gentileza Miguel Fajre).

Los “ojos” del Crucero ARA General Belgrano

Miguel Fajre, joven aviador naval argentino con el grado de teniente de corbeta, pilotea un pequeño helicóptero Alouette SA 316B de combate construido en Francia. Patrulla en solitario los canales fueguinos. Despegó desde la cubierta del Crucero ARA General Belgrano en un vuelo de rutina. Va maravillado por el paisaje austral.
Fajre, que hizo el curso de piloto táctico, conoce muy bien su nave. Es capaz de aprovechar al máximo las capacidades del versátil helicóptero francés que puede portar torpedos, misiles filoguiados y cohetes. Incluso, puede llevar una ametralladora en uno de sus laterales para ser operada por otro tripulante.


Entre el diverso armamento que podía portar el Alouette III como torpedos o misiles filoguiados, podía ser artillado con una ametralladora MAG montada en su lateral para ser operada por un tripulante de a bordo. (Gentileza Antonio Urbano).

Despegue del SA-316B Alouette III (3-H-105) desde la cubierta de vuelo en la popa del Crucero ARA General Belgrano. (Gentileza Miguel Fajre).

Sin embargo, en la mañana del 15 de septiembre de 1980, vuela desprovisto de cualquier tipo de armamento. Su misión es actuar de “spotter”, ser los ojos del mítico Crucero General Belgrano, un veterano de guerra de la Segunda Guerra Mundial que ha escapado con suerte del 7 de diciembre de 1941 en el ataque concretado por la aviación imperial japonesa sobre la base americana de Pearl Harbour, en Hawaii.
En 1944, durante la invasión a las Filipinas, cuando todavía se llamaba USS Phoenix y formaba parte de la flota de los Estados Unidos, fue blanco de kamikazes japoneses que intentaron estrellar sus aviones contra su estructura. Ninguno lo logró.
Ahora, en los canales fueguinos, Fajre vuela a baja altura. Se dirige hacia la isla Reparo, luego a Gardiner y cruza el islote Dos Hermanos. Más allá, en el islote Snipe, descubre a la lancha rápida Indómita de la Armada Argentina, que está oculta tras una generosa red de camuflaje que la mantiene fuera de la vista de ojos intrusos. Incluso a él, que conoce su posición, le cuesta visualizar la lancha torpedera.

Puesto de piloto en el Alouette III. (Gentileza Pablo Loubet).

El cabo principal Rubén Cirillo, otro de los actores de esta increíble historia, que vuela en el Alouette en calidad de mecánico cumpliendo las órdenes del joven aviador naval argentino, tampoco logra verla con claridad. El engaño es perfecto.
Fajre se comunica por radio con el Crucero Belgrano y recibe una nueva orden: dirigirse a la isla Gable, territorio argentino, separada de la isla chilena Navarino por el Paso McKinlay. Fija nuevo rumbo y, cuando dirige su mirada hacia el este, se sorprende: observa cuatro lanchas torpederas chilenas que van rodeando la costa, en fila india, en dirección hacia el Crucero General Belgrano que aún desconoce la aproximación de las mismas. Fajre informa por radio al crucero y una voz le ordena qué hacer con una sola palabra: “Intercéptelas”.

El Valle de Andorra cercano al Canal del Beagle ofició durante 1978 como aeródromo de campaña de 1° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros de la Aviación Naval Argentina y de helicópteros de Prefectura. (Gentileza Pablo González).

El Alouette inicia su vuelo táctico de combate y alcanza a las lanchas torpederas chilenas. Primero las sobrevuela a baja altura y luego se sitúa detrás de ellas. Los navíos chilenos mantienen su curso navegando en columna directo al islote Snipe, que se encuentra a doce kilómetros de distancia.
El islote Snipe ya había sido protagonista de un incidente de gravedad entre Argentina y Chile, en 1958, que pudo haber terminado en un choque entre las flotas de los dos países, que fueron movilizadas. Pero esa es otra historia...

Las cuatro lanchas torpederas chilenas, al cruzar el islote Snipe, frente a la isla Navarino, cambian su rumbo a la izquierda y se dirigen hacia el Crucero Belgrano. Se produce un momento de tensión entre las Armadas de ambos países.

La ubicación del islote Snipe en el canal de Beagle, entre la isla de Tierra del Fuego y la Isla Navarino, y al noroeste de la isla Picton. Wikidata

La lancha rápida Indómita, al amparo del camuflaje, recibe la alerta de combate desde el crucero General Belgrano. Su tripulación pone en marcha el rápido navío, que también pertenece a la Armada Argentina y tiene como apostadero natural al puerto de Ushuaia.
Para sumar más tensión, Fajre recibe otra llamada desde el Crucero Belgrano que lo alerta sobre otro posible peligro inminente: un helicóptero Bell Jet Ranger perteneciente a la Aviación Naval de la República de Chile se aproxima al crucero con clara intención de simular un ataque. Este tipo de helicóptero norteamericano, reconocido en el ámbito civil, fue entregado a la Aviación Naval de Chile y se lo adaptó para operar en combate provisto de torpedos.

El Bell 206 Jet Ranger (N-34) perteneciente a la aviación Naval de la República de Chile portando un torpedo Mk 44. (Internet Armada de Chile).

Fajre, que el 2 de abril de 1982 volverá al combate como piloto en la recuperación de las Islas Malvinas a bordo de un Westland Sea Lynx y más tarde se convertirá en piloto presidencial detrás de los comandos de un helicóptero Sea King, no duda en romper su vuelo e iniciar la persecución sobre el helicóptero naval chileno.
Su juventud, su meticuloso entrenamiento y la adrenalina que sacude su cuerpo lo hacen actuar de inmediato como un autómata. El exigente adiestramiento va a dar sus frutos.
El helicóptero Bell Jet Ranger de color gris vuela a 20 metros de altura y se dirige hacia la popa del Crucero Belgrano. Fajre se propone interceptarlo. Pilotea a máxima velocidad, apenas sobre los árboles. Pretende ocultar al Alouette, pintado en verde y marrón, entre la vegetación.
Se aproxima al helicóptero chileno y lo sorprende con una pasada por delante con riesgo de colisión que obliga al piloto naval trasandino a evadir al Alouette. El argentino aprovecha esos segundos de conmoción y vuelve sobre el Bell Jet Ranger que realiza maniobras evasivas. Esta vez, ensaya una arriesgada maniobra: vuela de frente hacia su contrincante, a la misma altura y con rumbo de colisión. El helicóptero trasandino lo imita, los dos pilotos sostienen sus comandos, pero a último momento, ante la inminente tragedia, el chileno rompe su trayectoria.
Fajre cruza sobre el espacio ausente que ha dejado su contrincante y, de inmediato, realiza un violento giro para continuar la persecución. El cabo Cirillo, a bordo, se encuentra atónito por las acciones. Fajre acorta distancia con el helicóptero chileno y lo observa mientras se aleja del crucero. Luego informa al crucero que no porta armamento y que se aleja hacia su territorio.

Alouette III (3-H-102) patrullando el Océano Atlántico durante un ejercicio de la Flota de Mar Argentina. (Gentileza de José Martin García).

Sin embargo este incidente, un hecho histórico desconocido, consumado en un mundo solitario, toma otros ribetes que sorprenden a Fajre y Cirillo cuando ambos se reparten dos tareas al mismo tiempo. El cabo principal Cirillo mantiene su mirada sobre el helicóptero chileno se retira mientras a Fajre le ordenan investigar un nuevo contacto que se aproxima al Crucero que al parecer, es otro helicóptero.
Los tripulantes del Alouette se sorprenden, es otro Bell Jet Ranger chileno que vuela a 180 metros de altura con rumbo al crucero. Esta vez Fajre no espera para sorprenderlo y, como hace instantes, se muestra de frente y vuela hacia el Bell Jet Ranger con rumbo de colisión, a su misma altura. Si ninguno de los dos helicópteros rompe su línea de vuelo, chocarán en el aire, se destruirán las dos naves y morirán todos sus tripulantes.
Fajre recordará ese momento con la tranquilidad y parsimonia de un experimentado piloto: 

“El cabo principal Rubén Cirillo, conmocionado por lo que nos tocaba vivir, observaba la escena atento a mis indicaciones. Me aproximé desde 900 metros de frente al otro helicóptero achicando distancias, 800, 700, 600, 500, 400, 300 metros... y no le iba a aflojar nunca. Cien metros antes de una colisión segura, el Bell Jet Ranger rompió su línea de vuelo y viró hacia la derecha con rumbo sur. Yo realicé un viraje cerrado y comencé a perseguirlo”.

Una vez más Fajre le tira su helicóptero al piloto chileno que maniobra para evadirlo. Desde la lancha rápida Indómita observan lo que ocurre en el aire. Su 2° comandante toma su cámara fotográfica personal, enfoca la acción y retrata el momento en que el Alouette vuela a cuarenta metros de distancia al helicóptero chileno, obligándolo a retirarse hacia sus aguas. Quizás es el único o de los pocos entre los incidentes aéreos vividos entre ambos países.

Una imagen histórica: El Alouette (3-H-105) piloteado por el teniente de corbeta Fajre persigue al helicóptero Bell Jet Ranger 206 (N-31) sobre el Islote Snipe. (Gentileza Miguel Fajre).

A continuación, el Alouette toma rumbo hacia el Crucero Belgrano. Fajre observa a los dos helicópteros Bell Jet Ranger agruparse, uno detrás del otro, manteniendo una distancia de cien metros entre sí, en la lejanía. Las siluetas aumentan y se da cuenta que regresan con rumbo al crucero, todo parece que va a comenzar de nuevo...
Ambos helicópteros inician una nueva aproximación, pero a casi dos kilómetros de distancia toman rumbo sur sobre la isla Navarino. Han pasado quince minutos interminables, una eternidad.
Fajre vuelve sobre la orden primera emitida desde el Crucero Belgrano y continua con su trabajo de perseguir a las lanchas torpederas chilenas. Se les acerca por detrás, las sobrevuela durante cinco minutos, luego se retira y regresa al crucero. Es el final de un episodio que en su momento no tuvo mayor trascendencia pero que bien podría haber desatado la guerra entre la Argentina y Chile. Dejó una fotografía única, un documento histórico.
Miguel Fajre, apasionado de la historia aeronáutica argentina y mundial, ingresará en ella. Vuela el 2 de abril en uno de los helicópteros Sea Lynx de la 1° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros. Como piloto veterano de las Islas Malvinas se convierte en comandante de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros que opera el helicóptero pesado Sea King tan necesario para las campañas anuales en la Antártida y más tarde se convertirá en piloto presidencial.

Despegue de  Alouette III  desde la pista de la Estación Aeronaval Ushuaia rumbo al Canal del Beagle en diciembre de 1978. (Gentileza Antonio Urbano).
Despegue de Alouette III desde la pista de la Estación Aeronaval Ushuaia rumbo al Canal del Beagle en diciembre de 1978. (Gentileza Antonio Urbano).

El Alouette SA-316 que pilotea Fajre, matrícula 3-H-105, se irá a pique el 2 de mayo de 1982 junto con en Crucero ARA General Belgrano luego de ser torpedeado por el submarino nuclear del Reino Unido HMS Conqueror.
Miguel Fajre sigue siendo un apasionado de la aviación y su historia de la que forma parte. Dedica su tiempo a promover de conferencias y disertaciones sobre la Aviación Naval Argentina y temas marítimos en el Centro Naval ubicado en Córdoba y Florida, pleno corazón de la city porteña.

El entonces teniente de corbeta Miguel Fajre, primero por la derecha, posa frente a la cabina de un Alouette durante la guerra de Malvinas en mayo 1982 a bordo del destructor Clase 42 Hércules de la Armada Argentina. (Gentileza Miguel Fajre).

Trabaja como un argentino anónimo esmerado en su ámbito, con el mismo corazón y empeño que lo llevó un 15 de septiembre de 1980 y luego un 2 de abril de 1982 a defender los intereses de la República Argentina, siendo uno más, siendo uno parte del esfuerzo nacional.

Claudio Meunier

viernes, 16 de mayo de 2025

Crisis del Beagle: El incidente del Jet Ranger y el Alouette (versión chilena)

Las persecuciones que pudieron desatar la guerra en el Canal de Beagle

Bastián Díaz || La Tercera


  • Los episodios bélicos, relatados por el diario La Nación, dan cuenta de un par de acciones que podrían haber significado el enfrentamiento directo entre helicópteros chilenos y argentinos.


Un testimonio publicado por el diario La Nación da cuenta de un momento crítico en la historia de la relación entre Chile y Argentina. Se trata de una persecución entre helicópteros, y dos casi coaliciones entre naves rivales, en medio del conflicto por las islas en el Canal de Beagle.

Corría septiembre de 1980, y el conflicto del Beagle estaba en pausa: ya hace un año que, a través de la “mediación papal”, Santiago y Buenos Aires se comprometieron a no hacer uso de la fuerza para solucionar la disputa, a través del Acta de Montevideo. Así, se había vuelto a un statu quo militar anterior a 1977, en espera de la resolución definitiva del caso.

“Sin embargo, mientras el cardenal Antonio Samoré negociaba con las partes, las dos Armadas pretendieron mantener el control de la zona en conflicto. Tanto la Argentina como Chile patrullaban cada día las islas Picton, Lennox y Nueva, las más importantes joyas en disputa, además de otros islotes en los canales fueguinos”, señala el diario transandino.



El día clave de estos episodios es el 15 de septiembre de 1980, cuando entre patrullajes y desconfianza, marinos argentinos y chilenos se encontraron frente a frente en zona de conflicto. El testimonio de sus protagonistas, aviadores argentinos, retrata el evento. “Miguel Fajre, joven aviador naval argentino con el grado de teniente de corbeta, pilotea un pequeño helicóptero Alouette SA 316B de combate construido en Francia. Patrulla en solitario los canales fueguinos. Despegó desde la cubierta del Crucero ARA General Belgrano en un vuelo de rutina. Va maravillado por el paisaje austral”, relata el medio argentino.

A pesar de que normalmente ese helicóptero tiene capacidad para varias armas, esta vez vuela desprovisto de armamento, fungiendo como “spotter”, la nave que observa para el Crucero General Belgrano. Junto a él lo acompaña el cabo Rubén Cirillo, que cumple como mecánico de la nave. Ahí, reciben una orden desde el Belgrano: ir a la Isla Gable. Camino al objetivo, observa cuatro lanchas torpederas chilenas rodeando la costa en dirección al Crucero. Informando de esas cuatro lanchas al capitán del Belgrano, este último le da una sola orden: “intercéptelas”.

El diario La Nación apunta: “El Alouette inicia su vuelo táctico de combate y alcanza a las lanchas torpederas chilenas. Primero las sobrevuela a baja altura y luego se sitúa detrás de ellas. Los navíos chilenos mantienen su curso navegando en columna directo al islote Snipe, que se encuentra a doce kilómetros de distancia”.

Las lanchas siguen siguiendo al Belgrano, y Fajre recibe otra alerta: un helicóptero perteneciente a la Aviación Naval chilena, un Bell Jet Ranger, se aproxima al crucero para simular un ataque. Fajre “no duda en romper su vuelo e iniciar la persecución sobre el helicóptero naval chileno”, apunta el medio. Así, se aproxima al vehículo chileno y pasa por delante “con riesgo de colisión”, forzando al chileno a evadir al Alouette. “Esta vez, ensaya una arriesgada maniobra: vuela de frente hacia su contrincante, a la misma altura y con rumbo de colisión. El helicóptero trasandino (chileno) lo imita, los dos pilotos sostienen sus comandos, pero a último momento, ante la inminente tragedia, el chileno rompe su trayectoria”, indica La Nación.

Ahí, Fajre pasa a otro espacio, y arriesgándose hace un giro violento para continuar la persecución, forzando al helicóptero chileno a alejarse. Luego de la maniobra, se comunica con el crucero y le indica que el helicóptero enemigo no portaba armamento y tomaba rumbo a territorio chileno.



Pero esto no es todo, porque un rato después otra llamada desde el Crucero General Belgrano alerta a Fajre de un nuevo helicóptero, otro Bell Jet Ranger chileno, volando rumbo a la nave. “Esta vez Fajre no espera para sorprenderlo y, como hace instantes, se muestra de frente y vuela hacia el Bell Jet Ranger con rumbo de colisión, a su misma altura. Si ninguno de los dos helicópteros rompe su línea de vuelo, chocarán en el aire, se destruirán las dos naves y morirán todos sus tripulantes”, señala La Nación.

El mismo protagonista, el entonces teniente de corbeta Miguel Fajre, contó al diario argentino: “El cabo principal Rubén Cirillo, conmocionado por lo que nos tocaba vivir, observaba la escena atento a mis indicaciones. Me aproximé desde 900 metros de frente al otro helicóptero achicando distancias, 800, 700, 600, 500, 400, 300 metros... y no le iba a aflojar nunca. Cien metros antes de una colisión segura, el Bell Jet Ranger rompió su línea de vuelo y viró hacia la derecha con rumbo sur. Yo realicé un viraje cerrado y comencé a perseguirlo”. En ese entretanto, desde la lancha argentina Indómita observan lo que ocurre en el aire y no dudan de retratar la acción con una foto, en la que se ve al Alouette volando a cuarenta metros de distancia del vehículo chileno, y forzándolo a retirarse.



Para terminar el día, una última acción casi retoma el problema. “A continuación, el Alouette toma rumbo hacia el Crucero Belgrano. Fajre observa a los dos helicópteros Bell Jet Ranger agruparse, uno detrás del otro, manteniendo una distancia de cien metros entre sí, en la lejanía. Las siluetas aumentan y se da cuenta que regresan con rumbo al crucero, todo parece que va a comenzar de nuevo…”, apunta el diario, antes de señalar que, a casi dos kilómetros de distancia, terminan cambiando su rumbo al sur: “Han pasado quince minutos interminables, una eternidad”.

En el diario argentino concluyen así: “Es el final de un episodio que en su momento no tuvo mayor trascendencia pero que bien podría haber desatado la guerra entre la Argentina y Chile”.