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sábado, 17 de febrero de 2024

Ases argentinos: Bernardo De Larminat, de Neuquén a enfrentar al Afrika Korps

El gaucho que combatió a los nazis. Creció en Neuquén, se hizo piloto de cazas y fue “as del aire” en la Segunda Guerra Mundial


Por: Claudio Meunier
Diario La Nación



La estirpe de un piloto de caza en el desierto, simbolizada en esta reconocida tomada a De Larminat para la propaganda aliada. (Archivo Claudio Meunier).



En la interminable espera, Bernardo De Larminat, busca sus cigarrillos. Sus dedos palpan un sobre, recuerda que debe abrirlo y leerlo. Lo extrae con su mano temblorosa, aún no se recupera por completo de su primer ataque de Malaria que ha sumido días atrás, su cuerpo, en un denso sopor de fiebre.
Abre el sobre y, con su boca, sostiene una pequeña linterna encendida. El mensaje, fechado el 25 de agosto en Londres, proviene del Consulado General Argentino. Lo invitan a continuar su trámite de prórroga al servicio militar obligatorio en Argentina. Ríe en voz alta, sus compañeros lo observan, no entienden qué le ocurre. Él sabe que en días u horas podría estar muerto. La vida de un piloto de combate en el desierto es breve, demasiado breve. Pero, adelantamos el final de la historia, Bernardo no morirá (tampoco realizará su servicio militar en Argentina).


 

Nota del Consulado Argentino en Londres emitida el 25 de agosto de 1942 que arribo a Egipto poco antes de comenzar la segunda batalla de El Alamein contra las fuerzas alemanas en octubre de 1942. (Archivo Claudio Meunier).


Nacido un 25 de diciembre de 1920 en Buenos Aires, Capital Federal, fue bautizado Bernardo Noel Marie De Larminat. Es hijo de Santiago De Larminat, un francés, pionero del desarrollo patagónico a comienzos del siglo XX.
Bernardo transita su niñez en la lejana Estancia Cerro Los Pinos, hogar de la familia, un paradisíaco terreno en la geografía de la provincia de Neuquén. Su vida, signada por la actividad rural lo mantiene alejado de cualquier contacto con la civilización. Y, menos aún, con la aviación.
La Segunda Guerra Mundial lo motiva. Principios de otros tiempos: hidalguía, representar a Francia mediante su voluntariado y la defensa de la democracia, por nuestro país, Argentina.
Decidido a convertirse en voluntario, intenta unirse a los argentinos que convergen hacia un campo de entrenamiento en Canadá donde se aglutinan los “Franceses Libres” del General De Gaulle.
Sin embargo, el buque de pasajeros que lo transporta alberga a otro grupo de argentinos idealistas con los cuales traba amistad y ellos, también van a la guerra a Canadá, pero con otro rumbo, a una escuela de vuelo.
El objetivo unánime del grupo es lograr el brevet y convertirse en aviadores de combate canadienses. Bernardo se une a la iniciativa y por primera vez en su vida piensa en algo que nunca ha prestado atención: volar.
Un diario de Toronto informa sobre los voluntarios argentinos que se suman al ejército canadiense para combatir en la Segunda Guerra Mundial
Aceptado en la Real Fuerza Aérea de Canadá, debe iniciar su instrucción de vuelo. Entonces descubre un escollo que no ha previsto, que le cierra el paso: no habla inglés. Pero su falta de conocimientos en el idioma le salvará la vida.
Mientras sus compañeros argentinos de raigambre británica avanzan con facilidad, Bernardo es enviado a tomar conocimientos básicos del inglés. Para su decepción, mientras se inicia como cadete de aviación, sus compañeros reciben sus alas de aviadores de combate y son enviados al teatro de guerra europeo.
Bernardo recién recibe sus alas de aviador el 6 de diciembre de 1941, unos meses más tarde que sus compañeros. Su instructor le sugiere:
-De Larminat, muy buen esfuerzo. No vaya a los bombarderos, sus compañeros argentinos han muerto casi todos en operaciones. No se haga matar, usted sabe qué hacer para evitarlo.
Los mejores promedios de cada promoción gozan de un beneficio único: pueden escoger la especialidad que quieren desarrollar. Volar cazas o bombarderos. Lo curioso es que la gran mayoría de las solicitudes son denegadas o reciben una respuesta contraria. Bernardo, que fue un cadete destacado, pone a prueba su suerte: solicita volar bombarderos. La respuesta no lo sorprende: su pretensión es rechazada y lo envían a entrenar como piloto de caza. La treta funciona.


Bernardo de Larminat nació en Capital Federal, pero fue criado en Neuquén. Participó en más de 300 combates, primero junto a la aviación canadiense y después con los “Franceses Libres” de De Gaulle


Despegue del Capitán De Larminat en un Spitfire Mk. VIII durante 1944 cuando era Jefe de Escuadrilla interino del escuadrón 417. (Archivo Claudio Meunier).


El 7 de diciembre de 1941, un día después de obtener sus alas, Bernardo es sacudido por una noticia que llega a través de la radio: la aviación japonesa consuma un ataque masivo sobre la flota americana amarrada en Pearl Harbour. Escucha el discurso del Presidente Roosevelt en el que declara la guerra a los totalitarios de Europa.
Bernardo se convierte en piloto de caza a sus 21 años y vuela uno de los aviones más avanzados de su época, el último grito de la tecnología, el mítico Spitfire. Dos años más tarde, después de recalar en distintas escuelas de vuelo perfeccionándose en combate aéreo, se moviliza primero a Europa y más tarde al norte de Àfrica. El 19 de abril de 1943, siendo un veterano del aire, algún milagro obra sobre él y esquiva su primer encuentro con la muerte (eterna y silenciosa compañera, lo acechará hasta el final de la contienda). Durante un vuelo de patrulla, su jefe de escuadrilla brama por la radio en un solo alarido.
-¡Media vuelta a la izquierda, cazas alemanes!
Bernardo responde a un instinto -mil veces ensayado- y realiza un violento viraje. Evade la lluvia de disparos que caen desde lo alto. Su compañero, que vuela delante suyo, no corre su misma suerte y cae derribado. Atrapado en su Spitfire. Bernardo observa a su alrededor, ha quedado solo, rodeado por al menos veinticinco cazas enemigos. Busca desesperado a sus camaradas, pero se han esfumado en el cielo. Los cazas alemanes ocupan su mundo: están abajo, arriba, por todos lados. Tira sobre uno de ellos y erra. Ataca a otro sin resultados. Son tantos, que puede elegir. Abre fuego sobre varios que corren rápido delante de su mira e impacta a uno de ellos.
Prácticamente al mismo tiempo, una fuerte explosión sacude su Spitfire. Siente un latigazo en su pierna izquierda que le arranca su pie en los pedales de control. Sí, ha sido alcanzado.


Bernardo De Larminat a bordo de su Spitfire realizando una patrulla sobre el desierto de Túnez. (Archivo Claudio Meunier).

Está rodeado, sobre territorio enemigo. Vuela cercado por cazas Messerchmitt 109, un avión que en manos de un buen piloto significa la muerte segura. Encerrado en una jaula invisible, Bernardo cree transitar sus últimos segundos de vida. Aprovecha la oportunidad, sabe que si disparan sobre su avión es probable que se impacten entre ellos. El capitán Gerhard Michalski, líder del grupo alemán, se da cuenta del desorden y de cómo el Spitfire se aprovecha de ellos en esos momentos. Ordena a unos pocos volar detrás del solitario Bernardo para derribarlo.
Pero el piloto argentino intenta su última maniobra antes de morir: simula perder el control de su Spitfire y se lanza en una alocada maniobra de espiral descendente. Michalski y sus pilotos observan la caída del avión que se sumerge entre unas nubes y luego desaparece. Bernardo emerge debajo de las nubes solo para sumar más desgracias a los hechos y retoma el control de su avión justo a tiempo, antes de morir incrustado contra una loma a la cual pasa rozando. Escapa a baja altura, alcanza la costa, sigue por las llanuras de Túnez, divisa un avión, es un bombardero alemán Stuka que realiza un vuelo de entrenamiento. Abre fuego y continúa sin poder ver qué le sucede a su adversario. Vuela a baja altura, las baterías antiaéreas del aeródromo enemigo cercano le disparan, también quieren acabar con su vida.
Bernardo logra arribar a la base, Goubrine, al sudoeste de Túnez, donde lo reciben sus mecánicos. Al detener el motor, escucha varios alaridos, los gritos se multiplican y crece su alarma. El tanque de nafta, que está ubicado delante la cabina, presenta un enorme orificio. De haber explotado, lo hubiera convertido en una masa de llamas. Tiene otro impacto sobre el motor, un tiro directo que lo hubiera hecho volar por el aire. Pero De Larminat, portador de la buena estrella del destino, evade la muerte.


Bernardo Noel Marie De Larminat a bordo de su Spitfire Mk.Vc mientras era piloto del escuadrón canadiense 417 que opero contra las fuerzas del Afrika Korps. (Archivo Claudio Meunier)


A sus 23 años, asciende a Jefe de escuadrilla. Guía al combate al selecto grupo de pilotos canadienses que apoyan con sus vuelos el avance del Octavo Ejército Británico. La muerte lo sigue y casi lo alcanza en 1944.
Todo concluye abruptamente cuando el motor de su Spitfire se detiene sobre el mar Adriático. Debe saltar en paracaídas, lo que traerá consecuencias para su físico. Al abrirse el paracaídas, su brazo se enreda y le provoca heridas de consideración. Cae en el agua. Por un momento, no consigue desabrochar su paracaídas, que comienza a arrastrarlo hacia las profundidades. Finalmente logra desprenderse y nada con un solo brazo. Un avión de rescate va en su búsqueda y todo concluye en un hospital, con un yeso. Durante su recuperación, recibe una mala noticia: los canadienses han decidido separarlo de las operaciones.
-Es suficiente, De Larminat: usted ha cumplido 300 misiones de combate. Puede volver a su hogar en Argentina o servir como instructor de vuelo en Canadá.
Rápido de reflejos, solicita la baja en la Fuerza Aérea Canadiense y, apelando a su origen francés, se enrola en la aviación francesa libre del General De Gaulle.
-Muy bien, De Larminat, dígame... ¿Qué puedo hacer por usted?, lo interroga el General Vallin, director de la Fuerza Aérea Francesa libre.
-Quiero volver a realizar misiones de combate, contesta Bernardo.
Vallin observa la intachable foja del guerrero argentino. Su experiencia en misiones de bombardeo en picada, sus tres derribos confirmados y otros dañados no lo hacen dudar a Vallin.
-Muy bien, De Larminat. Usted será Jefe de Escuadrilla y deberá operar en el avance sobre los Países Bajos contra los alemanes, responde Vallin.
Bernardo, entusiasmado por la respuesta, solicita unos días de licencia antes de unirse a su nuevo escuadrón, pues tiene un trámite que cumplir. El pedido es concedido.
Se presenta en el Consulado Argentino en Londres ataviado con el traje de salida de aviador para continuar con la prórroga al Servicio Militar Obligatorio en Argentina. El funcionario, avergonzado al observar sus tiras de capitán, lo invita un café y le sugiere:
-Por favor, olvídese del tema, hay varios casos, como el suyo, esto tendrá alguna solución.
Bernardo vuela como Jefe de Escuadrilla en el selecto escuadrón francés 341 compuesto por pilotos de su misma veteranía. Algunos de sus compañeros vuelan como él, sin interrupción, desde 1942. En esa misma unidad revistó el famoso voluntario franco brasilero y as de los cielos Pierre Clostermann. Bernardo será quien los guíe al combate. La muerte lo persigue y el 1 de abril de 1945 le tiende una nueva trampa. Pero De Larminat sabe lidiar con ella y, una vez más, la evade.
Luego de atacar un tren alemán detrás de las líneas enemigas, con fuego de cañón y bombas, los proyectiles antiaéreos nazis alcanzan el motor de su Spitfire que, averiado, se detiene. Bernardo sabe que no podrá volver a su base y que caerá tras de las líneas enemigas. Realiza un aterrizaje de emergencia con ruedas adentro. El caza se desliza sobre unos surcos, se lleva por delante un cerco, vuelan unos postes y, finalmente, su avión se detiene. Abre la cúpula de la cabina, se desabrocha los correajes y escapa del avión. Desecha su salvavidas amarillo que lo hace visible y desiste de incendiar el avión, como indica el protocolo, pues no quiere llamar la atención.


1954. Bernardo De Larminat en su medio natural, el campo y la Patagonia junto a su perro y un apero detrás suyo. (Archivo Claudio Meunier).


Algunos tiros pasan encima de su cabeza. Son los alemanes que disparan y convergen hacia él desde un bosque vecino. Bernardo corre hacia un zanjón lleno de agua, cruza un cerco de espinos y, cubierto de barro, llega a una casa solicitando auxilio. Una joven lo atiende, le contesta en perfecto inglés:
-Lo siento mucho, no lo puedo ayudar. Estoy sola.
Continúa su escape perseguido por el eco de la batalla. Se dirige hacia un bosque de pinos, donde se esconde. Divisa barriles de nafta escondidos entre los árboles y se altera. ¿Qué hace eso ahí? Observa con detenimiento, descubre tropas alemanas ocupando los anillos del bosque. Resuelve esconderse muy cerca de ellos. Jamás pensarán que un evadido al cual buscan, está a metros de su improvisado destacamento.
Bernardo, que en ese momento cuenta con 320 misiones de guerra piensa:
-Qué estupidez es haber llegado hasta acá para morir en tierra y aislado, sin que mis padres sepan que me ha ocurrido.
Permanece escondido en una cueva, cubierto con vegetación. Aguarda la noche para escapar al amparo de la oscuridad. Cuando emerge de su escondite, descubre que sus piernas están completamente dormidas y apenas le permiten mantenerse en pie. Si es descubierto, es hombre muerto.
Miembros de la resistencia holandesa lo descubren y lo evacúan. Vestido con overol de mecánico y una gorra vieja, camina por las calles rurales hasta llegar a un refugio donde quedará a resguardo, junto a otros aviadores aliados derribados y un marino alemán que ha desertado de la guerra. Días más tarde, a bordo de una bicicleta, simulando ser un poblador local, Bernardo cruza a tropas alemanas que se retiran de la batalla. Los soldados fatigados le hacen señas para que se detenga, le solicitan cigarrillos. Bernardo, con naturalidad, les habla en francés y les convida cigarrillos. Los saluda y continúa su camino hacia las líneas aliadas.
Guiado por la resistencia hacia un regimiento canadiense, es recibido con alegría. A pesar de sus protestas insistentes, le cortan de pelo, lo someten a fumigaciones frenéticas, le inoculan vacunas contra piojos y lo obligan a tomar una buena ducha para disipar la adrenalina en su cuerpo, luego de seis intensos días como evadido en territorio enemigo. En el campo aéreo de su escuadrilla hay festejos a su regreso. El capitán Andrieux le ordena tomar una licencia de vacaciones en Paris. Bernardo se niega. Solicita unirse a las operaciones de inmediato. Un día más tarde, encabeza nuevos ataques junto a su escuadrilla sobre el frente alemán.
No muy lejos de ese frente, su hermano Andrés -voluntario argentino al servicio de la Francia Libre- combate como tripulante de un tanque Sherman a las órdenes del General Leclerc. Al igual que a Bernardo, la buena estrella del destino lo convierte en un veterano sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.
Al capitular Alemania, el capitán Bernardo De Larminat recibe todo tipo de condecoraciones. Gran Bretaña le otorga la Cruz de Vuelo Distinguido. Además es consagrado “Caballero de la Legión de Honor” y recibe la Cruz de Guerra Francesa con cuatro palmas y siete citaciones del gobierno francés por su profesionalismo y devoción al deber en combate.
Feliz de haber evadido a la muerte día a día durante cuatro años, solicita su baja y retorna a su amada Patagonia, a su vida en el campo. Se siente un privilegiado por haber volado en uno de los mejores cazas de la Segunda Guerra Mundial. Bernardo decide que sólo volverá a volar como pasajero, en aviones de línea. Pero en dos oportunidades el destino lo vuelve a sentar frente a los comandos de un avión. La primera vez fue durante un remate de hacienda, en La Pampa. La firma consignataria lo transporta en calidad de pasajero. El piloto, al descubrir el interés de Bernardo por su avión, ya que no paraba de hacerle preguntas, lo invita a volar a su derecha, en el puesto de copiloto. Durante el vuelo, el avión ingresa a una zona de tormentas, el piloto se desorienta y pierde el control. De Larminat toma el comando, estabiliza el avión, le devuelve el control al piloto y le enseña algo aprendido en la guerra:
-¡Hombre! ¡Usted tiene que confiar ciegamente en sus instrumentos!


Bernardo De Larminat, junto a sus diez hijos. Criados en un ambiente rural continuaron el legado de su padre. (Archivo Mercedes De Larminat).


Una cruz en Neuquén, a la vera de un alambrado


Bernardo se casó con María Inés Teresa Francisca Cornet D’Hunval (Manina) y tuvieron diez hijos. Un matrimonio que vivió con el confort mínimo, en zonas rurales primitivas y alejadas de cualquier poblado. Sin comunicaciones y malos caminos, de esa forma se abrieron paso en la vida. A fines de los años sesenta, Bernardo se convirtió en vicepresidente de la Sociedad Rural de Choele Choel. Siguió trabajando el resto de sus días en el campo. Paso su últimos veranos en Tierra del Fuego. Luego de la esquila, le pedía el puesto de la Veranada en la cordillera a su hijo Eduardo. Con sus ochenta años a cuestas se iba a cuidar la hacienda que se arreaba allí, acompañado por algunas de sus hijas y nietos. No dejaba rincón sin recorrer. Cerros, turbales, cañadones. Dormía sobre el recado. Eran sus vacaciones, si alguna vez esa palabra estuvo en su vocabulario.


Manina y Bernardo, un matrimonio que, junto a sus hijos, reivindicaron con su ejemplo el trabajo ganadero y agrícola, sin descanso alguno, hasta sus ultimos días. (Fotografía Inés De Larminat).


Falleció el 6 de enero del 2010, a sus 89, años en Zapala. Fue sepultado en la Estancia El Bosque, El Huecú, Neuquén, junto a su esposa Manina, a la vera de un alambrado. Ese fue su deseo. Allí yace ahora, convertido en leyenda.
Respecto a su Servicio Militar Obligatorio, el gobierno de entonces decretó que a los pilotos voluntarios argentinos que combatieron junto a las fuerzas aliadas se los eximiera de tal obligación. Y no solo eso: la misma ley convirtió a Bernardo en Oficial de la Reserva en la Fuerza Aérea Argentina. Similar caso al de Claudio Alan Withington, un cordobés de Villa Huidobro que voló en la Segunda Guerra Mundial con la aviación británica (RAF) y que luego, en 1982, durante la Guerra de Malvinas, voló con la Fuerza Aérea Argentina.
.................Pero esa es otra historia...

viernes, 16 de septiembre de 2022

EA: Reabren el refugio en el Lanín

Reapertura del refugio del Club Andino Junín de los Andes en el volcán Lanín

Ejército Argentino




Personal del Grupo de Artillería de Montaña 6 colaboró con la reapertura del refugio que posee el Club Andino Junín de los Andes, ubicado a 2.600 m.s.n.m en la ladera norte del icónico volcán neuquino. Este refugio había quedado deshabilitado debido a las inclemencias climáticas que produjeron la apertura de la puerta, lo que provocó la acumulación de nieve en su interior.



Por ello, y ante el pedido de la comisión directiva del Club, una patrulla de la Unidad realizó el ascenso hasta el lugar empleando tablas de travesía y grampones. Allí, realizaron labores de limpieza utilizando piquetas y palas de nieve. Posteriormente efectuaron el descenso con esquíes.

viernes, 12 de noviembre de 2021

EA: Batallón de Zapadores de Montaña N°6 en 1944

Zapadores en Neuquén durante la SGM




Foto de un grupo de soldados rodilla a tierra mientras se impartían de órdenes, pertenecientes al Batallón de Zapadores de Montaña N°6, durante las Maniobras Militares en Collón Curá, en el Territorio Nacional del Neuquén (Actual Provincia del Neuquén) - Año: 22 de Octubre de 1944.
(Créditos a quien corresponda)

El 15 de junio de 1955 el Congreso Nacional sancionó la ley Nº 14.408 promulgada por el Poder Ejecutivo Nacional el día 28 por la cual se creó la Provincia del Neuquén.

viernes, 28 de agosto de 2020

Argentina: Reclamando por Malvinas cedimos Neuquén a los chinos

La prensa europea se pregunta por los fines militares de la misteriosa base de China en el sur de Argentina

La instalación ha sido foco de denuncias por parte de países desarrollados que desconfían de las intenciones del régimen de Beijing
Infobae





Continúa el misterio y secretismo en torno a la Estación de Espacio Lejano, base perteneciente a la Administración Espacial Nacional China, ubicada al norte de Bajada del Agrio, en la provincia argentina de Neuquén y que el régimen chino gestiona como parte de su territorio. Esta vez fue el periódico británico Daily Express el encargado de hacer sonar el alerta: ¿tiene fines civiles como sostiene Beijing o esconde en realidad una instalación militar del gigante asiático en Sudamérica?

En su artículo “La estación espacial China administrada por militares en Argentina está envuelta en misterio: ¡No es para hacer ciencia!”, publicado este martes, el medio británico resalta los vínculos de esta instalación con el Ejército Popular de Liberación de China y recolecta los testimonios de expertos, funcionarios y vecinos de la zona preocupados por el hermetismo.

La Agencia Nacional China de Lanzamiento, Seguimiento y Control General de Satélites (CLTC) que responde al Partido Comunista Chino (PCC) se puso en contacto con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) de Argentina en 2010. Allí comenzó a delinearse lo que muchos señalan como una cesión de soberanía por parte de las autoridades latinoamericanas.

La supuesta intención de Xi Jinping era instalar en el lejano país una base para llevar adelante misiones de exploración espacial. Al menos eso quedó redactado en los papeles. La construcción de esta base, de unas 200 hectáreas, fue acordada por los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping y ratificada por la posterior administración de Mauricio Macri.

En 2015, cuando el parlamento argentino debatió la instalación de la base china, la oposición cuestionó la verdadera finalidad de este proyecto. Finalmente, se aprobó. Al ganar Macri las elecciones de ese año, ordenó revisar el acuerdo. Susana Malcorra, canciller argentina durante parte de ese gobierno reconoció que al Ejecutivo le preocupaba que el pacto no especificaba que la estación espacial sólo tendría uso civil. No obstante, la diplomática sostuvo que su capacidad de revisión del acuerdo era limitada, ya que ya había sido aprobado. Ya era tarde.


La única culpable de la cesión de soberanía fue la presidente Cristina Fernández como se aprecia en la foto

El régimen de Xi Jinping, sin embargo, finalmente accedió a incluir en el acuerdo el exclusivo uso civil de la estación, pero con una salvedad: no podría llevarse adelante tareas de supervisión ni reconocimiento sobre aquel centro de espionaje, como sospechan algunos.

“No había forma de que pudiéramos hacerlo después del nivel de reconocimiento que este acuerdo tuvo por nuestra parte. Esto fue reconocido, aceptado y aprobado por el Congreso (...) Hubiera escrito el acuerdo de otra manera. Tendría cláusulas que articulan el acceso a la supervisión”, sostuvo Malcorra, en una entrevista hecha por la agencia Reuters de febrero de 2019 y replicada estos días por el diario inglés.

Es decir, el acuerdo obliga a las autoridades chinas a informar a la Argentina de sus actividades en la estación, pero no establece ningún mecanismo para que las autoridades locales se aseguren de que la instalación no tiene fines militares. ¿Cómo creerle a las autoridades de un régimen que sanciona la libertad de expresión en su propio territorio?

Sumado a esto, lo que refuerza las especulaciones es que la Agencia Nacional de Lanzamiento, Seguimiento y Control General de Satélites pertenece al Ejército chino. Fueron los propios ingenieros y científicos de esa fuerza quienes diseñaron la base e indicaron qué tecnología se requeriría según los objetivos que persiguiera Beijing. También responde a la Comisión para la Ciencia, la Tecnología y la Industria para la Defensa Nacional.



Juan Uriburu, abogado argentino que trabajó en dos importantes empresas conjuntas entre Argentina y China, explicó: “Realmente no importa lo que diga el contrato o el acuerdo. ¿Cómo te aseguras de que se manejan según las reglas?”.

“Yo diría que, dado que uno de los actores involucrados en los acuerdos depende directamente de los militares chinos, es por lo menos intrigante ver que el gobierno argentino no trató este tema con mayor especificidad”, agregó, citado por el Daily Express.

El proyecto chino generó un fuerte malestar y repudio por parte de Estados Unidos y algunos países de la Unión Europea (UE), que plantearon sus dudas sobre la presunta utilización “militar” de la base china en la Patagonia argentina.

El año pasado, Garrett Marquis, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, apuntó: “La estación terrestre de la Patagonia, acordada en secreto por un gobierno financieramente vulnerable hace una década, es otro ejemplo de los opacos y depredadores tratos chinos que socavan la soberanía de las naciones anfitrionas”.



Tony Beasley, director del Observatorio Nacional de Radioastronomía de los Estados Unidos, dijo que la estación podría, en teoría, “escuchar” los satélites de otros gobiernos, potencialmente recogiendo datos sensibles.

Incluso el jefe del Comando Sur del Pentágono, Craig Faller, aseguró que uno de los objetivos de la base china es “monitorear y potencialmente convertir en un objetivo las actividades espaciales de Estados Unidos y sus aliados”.

Ante estas denuncias, el régimen de Xi Jinping insiste en que el programa tiene “fines pacíficos”. La cancillería china sostiene que la estación argentina es de uso civil y está abierta al público. A principios de 2019, el gigante asiático sostuvo que la instalación tuvo un papel clave en enero de ese año, cuando se produjo un aterrizaje pionero de una nave espacial de ese país en el lado oscuro de la Luna. Sin embargo, los tipos de antenas y tecnología que allí se emplea también puede ser utilizados para monitorear comunicaciones y otros sistemas informáticos, de acuerdo a analistas internacionales.




Pero las versiones de los habitantes de Las Lajas, un pueblo de 7.000 habitantes situado a unos 40 minutos en coche de la estación, no condicen con lo expuesto por las autoridades chinas. En ese remoto pueblo del sur de la Argentina la antena es una fuente de sospecha y misterio.

Alfredo Garrido, de 51 años y dueño de una tienda, confesó que los trabajadores de la estación “no permiten el acceso”. “Mi opinión es que no es una base de investigación científica, sino una base militar china”, dijo, de acuerdo al Daily Express.

Cuando se proyectó, su propósito era explicar la función de su poderosa antena de 16 pisos. El centro ahora está construido detrás de una cerca de alambre de púas de 2,5 metros de alto que rodea todo el complejo de la estación espacial. Las visitas son sólo con cita previa. Los militares que gestionan allí la tierra cedida, sólo permiten ver partes sin importancia del lugar.

Otras personas dijeron al medio británico que rara vez ven a alguien de la estación en el pueblo. Las únicas excepciones son cuando el personal viaja a realizar alguna compra o algún trámite.

La base de comunicaciones comenzó a funcionar en abril de 2019 y 30 empleados viven y trabajan en el sitio. Todos de nacionalidad china, ninguno argentino. Por 50 años estará comandada por representantes del Ejercito Popular de Liberación de China, según lo establecido en el acuerdo entre ambas naciones. Gracias a la generosidad argentina, Beijing ya tiene tierra y ojos en el fin del mundo.La estación espacial que el régimen chino instaló en la Patagonia de la Argentina y la considera parte de su territorio: se encuentra ubicada en la provincia de Neuquén. Allí no se permite personal localEl acuerdo por la Estación de Espacio Lejano fue rubricado por los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping (EFE)El artículo publicado por Daily ExpressLa base china despertó un gran misterio sobre su presunto uso "militar"

domingo, 26 de julio de 2020

Conquista del desierto: La campaña del Río Negro (1/2)

Galería fotográfica de la Campaña al Río Negro 

Parte 1



Artillería de Villegas, después del Paso Alsina 
 

Artillería en la picada 24 de Mayo
Campamento en marcha 


Carhué, Casa del Coronel Nicolás Levalle 


Carhué, Fortín Mangrullo 


Carhué, Maestranza - Laguna Carhué 



Carhué, Mayoría 
 


Carhué, Pueblo 

Carhué, Pueblo 


Carmen de Patagones, con el Vapor Triunfo 









Choele Choel: Formación de cuarteles






 

Soldados Digital

domingo, 11 de octubre de 2015

Conquista del desierto: La campaña del Río Negro (2/2)

Galería fotográfica de la Campaña al Río Negro 


Parte 2











El Gral Roca en campaña, junto a Villegas, Winter y García.



Roca, Winter, Villegas y García


Abra de Catriel

La confluencia de los ríos Limay y Neuquén

 

La picada 24 de Mayo


Las escaleras

Los indios de Linares en el Chichinal

Los Médanos: Campamento del 6 de Línea

Los médanos de Salinas Grandes - Campamento del 3 de Línea



Nido del Águila - Chichinal

Bajo Alsina
 
Paso Alsina II

Plaza Fuerte de Carmen de Patagones
 
Puan: Coraceros en el cuartel

Puan: Cuartel general y calle Comercio - Sierra Curamalal

Soldados Digital