viernes, 18 de mayo de 2018

Malvinas: El largo rescate de la Estación Aeronaval Calderón

El día más largo: Operación de rescate en la Estación Aeronaval Calderón

Texto de Lorenzo Borri | Gaceta Aeronáutica




Avión Beechcraft T-34C1 Turbo Mentor 0726/1-A-408 destruido en la Isla Borbón. (Foto: Ian Howat)

A raíz del ataque del 15 de mayo ejecutado por comandos ingleses apoyados por el fuego naval de una fragata, los aviones T-34, Pucará y Skyvan que se encontraban destacados en la Estación Aeronaval Calderón en la Isla de Borbón quedaron fuera de servicio y sin posibilidad de ser reparados, de esta forma, el personal de Aviación Naval se integró con el de Infantería de Marina a los efectos de la defensa terrestre, observación de PAC, de buques y meteorología y rescate de pilotos.

Producido el desembarco británico en San Carlos, el Comandante de la Aviación Naval consideró la situación de los diez hombres aeronáuticos que quedaron en la isla a fin de estudiar su posible evacuación.

Dado que también permanecía el personal de Infantería de Marina, se consultó con el Comandante del componente para evacuar todo el personal hacia Puerto Howard en la isla Gran Malvina a efectos de reunirse con la unidad del Ejército Argentino que estaba destacada en ese lugar. Para poder realizar este traslado, se debía cruzar un estrecho de 3 millas que separa las dos islas utilizando dos botes con motor fuera de borda.

El Comandante de la Infantería De Marina decidió que su personal permaneciera en Calderón, de modo que el Comandante de la Aviación Naval optó por rescatar por vía aérea a sus diez hombres.

A tal fin, ordenó al Comandante de la Fuerza Aeronaval Nº 2 (Capitán de Navío Rivero) que alistara helicópteros SH-3D “Sea King” con el personal de apoyo necesario para cumplir la misión desde Rio Grande.

Además, ordenó al Comandante del Grupo de Tareas 80.1 (Capitán de Navío Martini) que apoyara la operación en lo que hace a coordinaciones, control, comunicaciones y búsqueda y rescate.

La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros recibió la orden de preparar una misión considerada suicida, ya que los Harrier ingleses mantenían el dominio total del espacio aéreo sobre las islas, la noche del 28 de mayo, cuando estaba destacada en Viedma, cumpliendo tareas antisubmarinas en el Golfo de San Matías.

Ante la nueva misión, se cancelaron los vuelos previstos para el día siguiente y comenzó el alistamiento de los tres únicos helicópteros SH-3D (2-H-231, 2-H-233 y 2-H-234) disponibles.

El rescate se iba a producir muy cerca de las líneas enemigas (Puerto San Carlos), operando con total vulnerabilidad, dada la completa carencia de sensores y armamento y la gran indiscreción por su tamaño y el ruido de sus motores.


Helicóptero Sikorsky S-61D4 Sea King 0678/2-H-234 participante del rescate. (Foto: Archivo MUAN)

En el inicio de la planificación surgieron las limitaciones, que ya habían sido consideradas:
  • Gran vulnerabilidad de las aeronaves (fácil presa de cualquier avión interceptor).
  • Capacidad de defensa nula (carencia de armas ante cualquier avión interceptor).
  • Suma indiscreción (el tamaño de su rotor permite una detección segura al presentar una superficie reflectora radar adecuada y lo ruidoso en su operación, revela su presencia a distancias importantes).
  • Reducida velocidad de evasión (la máxima limitada por fábrica es de 120 nudos).
  • Operación a una distancia que superaba holgadamente el radio de acción.
  • Regreso en vuelo nocturno a baja altura, entre montañas y con no descartada condición de vuelo instrumental.
  • Posible condición de formación de hielo (prohibido el vuelo para este tipo de helicópteros).
  • Escasa precisión en la navegación (debido al equipamiento poco confiable para vuelo sobre el mar a larga distancia, con errores de 10- 15 Millas náuticas por hora y, estadísticamente una elevada cantidad de fallas).
  • No disponibilidad de radar (meteorológico ni navegación).
  • Carencia de CME (contra medidas electrónicas).
  • Evacuación desde una zona muy cercana a los sitios ocupados por el enemigo (proximidad Estrecho San Carlos Norte).
Dada la orden de agotar los recursos para la ejecución de la operación, se consideró fundamental el empleo de dos helicópteros para el apoyo mutuo, por disponer de más peso y capacidad, y mejor precisión en la navegación, también surgió como necesario que al menos en uno de ellos se instalará un sistema de navegación, VLF OMEGA para suplir las falencias en todo lo referente a la navegación evitando una recalada imprecisa a las islas, o una involuntaria y funesta recalada sobre el enemigo.


Helicóptero Sikorsky S-61D4 Sea King 0677/2-H-233 participante del rescate. (Foto: Archivo MUAN)

También fue requerido:

  • Un CME para verificar presencia de unidades del enemigo en el área especialmente en caletas interiores.
  • Un Radar meteorológico y/o de navegación, para acrecentar la precisión y seguridad de vuelo.
  • Información de Inteligencia sobre presencia de unidades del enemigo.
  • Apoyo a las comunicaciones.
  • Cantidad de combustible en Borbón disponible y condiciones.
  • Apoyo meteorológico en zona del objetivo y en ruta.
  • Anteojos de visión nocturna.
  • Pintado de azul de los helicópteros para camuflaje, lo que solo pudo realizarse en un aparato dado el escaso tiempo disponible.
En la madrugada del 29 y con un cálculo de peso ajustado a la libra, se iniciaron los trabajos logísticos para adaptar los aparatos y llevarlos a las configuraciones planificadas. Así es como se removió todo el equipamiento antisubmarino y también elementos no considerados imprescindibles.

Uno de los primeros en quitarse fueron los asientos y lo último, los porta bombas, con lo que se ganaban 14 libras por cada uno, lo que da una idea de la real necesidad de obtener la mayor disponibilidad de carga, para fundamentalmente aprovecharla en transportar tambores de combustible de 200 litros e incrementar al máximo el radio de acción.  La forma de hacer llegar el combustible de los tambores a los tanques internos fue quitando la tapa del piso del tanque principal y bombear con una bomba manual tipo reloj a medida que este se fuera vaciando.

En un ajuste posterior a la planificación inicial, se verificaron las curvas de operación y se establecieron los torques máximos para cada momento del vuelo, resultando una velocidad máxima de 135 nudos, lo que significó 15 nudos sobre la máxima autorizada por desprendimiento de aspas.

El día 30 se destacó a la Base Aeronaval Comandante Espora (BACE) el 2-H-234 (Teniente de Navío Guillermo Iglesias, Teniente de Fragata Ricardo Rey y Suboficial Segundo Beltrán Giqueaux) para la instalación, prueba y calibración del equipo VLF OMEGA.

El día 31, finalizada la calibración del VLF ya instalado en el helicóptero y con escasas dos horas de adiestramiento por parte de los oficiales que debían estar en condiciones de operarlo, despegó de la BACE con destino a Rio Grande el 2-H-234 (Capitán de Corbeta Raúl Lorenzo, Teniente de Navío Guillermo Iglesias, Teniente de Fragata Ricardo Rey y Suboficial Primero Roberto Montani), arribando a las 23:45 hs.


Croquis original publicado en el libro Historia de la Aviación Naval Argentina Tomo III – Héctor A. Martini.

Los otros dos helicópteros, que habían permanecido en Viedma completando su alistamiento, despegaron con igual destino, arribando a las 17:00 hs del día siguiente. -2-H-231 (Capitán de Corbeta Norberto Barro, Teniente de Fragata Antonio Urbano y Suboficial Segundo Henrique Beltrán Giqueaux) y 2-H-233 (Teniente de Navío Osvaldo Iglesias, Teniente de Fragata Oscár Brandeburgo y Suboficial Primero Hernán Verdugo).

En la noche de ese día, ya reunidos en el lugar del destino, se ultimaron los detalles y se fijó las 14:00 hs. del día siguiente para despegue, previendo un arribo a Borbón en el crepúsculo.

En Rio Grande se confirmó:

  • Combustible en Borbón. Se dio una cantidad inexacta, pero, considerada con cierto margen de error, suficiente. Se desconocía su estado.
  • Se proveyeron anteojos de visión nocturna.
  • El personal propio obtuvo pintura y durante la noche logró pintar un solo helicóptero.
  • El Grupo de Tareas 80.1 solicitó a la Fuerza de Tareas 80 un vuelo de exploración en el área de la derrota.

El día 1° de junio se recibió información del avión explorador que la zona estaba aparentemente libre de unidades enemigas. La “luz verde” fue encendida.
Los comandantes de los dos helicópteros verificaron la meteorología. El hecho que la misma no fuera clara en el objetivo demoró el despegue.

Un nuevo pasaje por la Central Meteorológica dio el objetivo cubierto con techos bajos y aseguró Rio Grande abierto para el regreso. Esto puso en marcha la misión con decisión de regreso a Rio Grande y no a San Julián, que también había sido considerado.


Croquis original publicado en el libro Historia de la Aviación Navak Argentina Tomo III – Héctor A. Martini

El prevuelo había sido por la mañana. Las tripulaciones se reunieron una vez más antes de dirigirse a la plataforma, donde estaban estacionados los helicópteros. En torno a los mismos se habían reunido pilotos y personal de las Escuadrillas que operaban desde Rio Grande, deseando buena suerte y recomendando por sobre todas las cosas volar bajo y tener especial cuidado en el pasaje del vuelo sobre la tierra al agua, pues las unidades de superficie del enemigo se mimetizaban en caletas o irregularidades de la costa.

Tripulaciones: 2-H-233 (Teniente de Navío Osvaldo Iglesias, Teniente de Fragata Oscar Brandeburgo y el Suboficial Primero Roberto Montani), 2-H-234 (Capitán de Corbeta Norberto Barro, Teniente de Navío Guillermo Iglesias  y el Suboficial Segundo Henrique Beltrán Giqueaux).

A las 14:17 hs. despegaron los dos helicópteros SH-3D y un Super Puma de la Prefectura Naval. Diez minutos más tarde lo hacía el tercer SH-3D (2-H-231) con destino Rio Gallegos. Este debía permanecer como helicóptero de rescate desde esa Base. Tripulación 2-H-231 (Teniente de Fragata Antonio Urbano, Teniente de Fragata Ricardo Rey y el Suboficial Segundo José Ponce).

El helicóptero Super Puma PA-13 (1) fue requerido para verificar el funcionamiento del único VLF OMEGA instalado y para lanzar los SH3D desde una posición precisa, preestablecida a 120 millas náuticas de Rio Grande. Todo esto aconteció como fue previsto, a una altura baja pero cómoda, la condición meteorológica era buena, la velocidad de crucero fue mantenida a su máximo valor.

Al poco tiempo de vuelo un intenso olor a combustible inundó la cabina del 2-H-234 por lo que se abrieron las ventanillas delanteras y parcialmente la puerta de carga para que la corriente de aire expulsara los vapores hacia afuera. Por el riesgo de incendio a partir se ese momento y durante todo el vuelo debieron volar con el equipo de calefacción apagado, soportando temperaturas glaciares.

A las 15:24 hs. despegó de Rio Grande el B-200 4-G-44 (Capitán de Fragata Santiago Barrios (2) para dar apoyo de comunicaciones, ya que los helicópteros volarían bajo. El concepto, como en todos los “cruces” de aeronaves, era que los helicópteros mantuvieran escucha sobre las comunicaciones del 4-G-44, comandante del Grupo de Tareas 80.1 y Calderón, sin emitir, a fin de no delatar la operación.

El 4-G-44 se mantendría orbitando a mitad de la distancia y se minimizarían las comunicaciones, utilizando radio-engaño.

Transcurría el vuelo con “normalidad” a 5 metros de la superficie del mar y excediendo el límite máximo de velocidad. Fueron minimizadas al máximo las comunicaciones, las condiciones meteorológicas empeoraron al presentarse bajos plafones, lluvia y disminución de la visibilidad.

En proximidad de las Islas las condiciones meteorológicas comenzaron a cambiar, la lluvia cesó, el plafón bajo fue desapareciendo y, cuando asomó el cielo azul los helicópteros volaban a 5 metros sobre el agua.


El SA-330 Puma PA-13 participó en apoyo a esta arriesgada operación de rescate. (Foto: Esteban Brea)

Esta situación cambiante no era favorable en absoluto. La recalada se produjo en el punto esperado entre las Islas San José y San Rafael, al sudoeste de la Isla Gran Malvina. Se inició entonces la aproximación final al objetivo sobrevolando el contorno del terreno o al ras del agua.

Debido al escaso horizonte visual fue inevitable pasar por encima de una vivienda, lo cual incrementó la preocupación por el éxito de la misión.

Pasada la Bahía San Francisco De Paula, llegaron a las Islas Trinidad, Vigía Y Borbón, alcanzando el Istmo del extremo de Bahía Elefante Marino, desde donde habían operado las unidades de la Aviación Naval.

A las 17:25 hs. los dos SH-3D se posaron en el medio del caserío y detuvieron sólo los rotores para no correr el riesgo de tener una falla en el arranque de las turbinas, máxime que la ausencia de herramientas podía complicar aún más la situación. El Oficial que los recibió y estaba a cargo del grupo manifestó que esperaba un solo helicóptero. Esto originaría una demora no calculada en el reabastecimiento de combustible, que se agravó cuando a ella debieron sumarle la que se produjo ante la falla del VLF; esto traería serios problemas pues constituía un elemento clave para la precisión en la derrota de regreso, muy especialmente para la salida, pues se debía hacerlo a baja cota, nocturno y entre islotes.

Despegaron a las 18:35 hs. recuperando al Teniente de Fragata Marcelo Félix Batllori, Suboficial Principal José Sabat, Suboficial Primero Rubén Laureiro, Suboficial Segundo César Bogado, Suboficial Segundo Federico Leus, Suboficial Segundo Pablo Chiodini, Suboficial Segundo Osvaldo Gutiérrez, Suboficial Segundo Héctor Gauna, Suboficial Segundo Ricardo Telaina, Cabo Principal Nelson Talone y  Cabo Segundo Marcelo Iturbe, poniendo rumbo noroeste con una derrota de regreso que esperaban evitara involucrarlos en situaciones riesgosas ante errores en la ubicación de las alturas de la costa de las Islas.

El anteojo de visión nocturna de uno de los helicópteros presentó una falla que obligó a tomar una altura de seguridad de 300 metros, exponiéndolos a la detección por radar.

Próximos a la Isla Blanca, al oeste de Borbón y debido a las condiciones de nubosidad, iniciaron un vuelo instrumental. La intensa lluvia desatada y los parabrisas obstruidos con sal obligó a que los pilotos sacaran la cabeza hacia afuera por la ventanilla lateral para poder ver con los anteojos de visión nocturna. El avión control los llamaba, pidiéndoles que pulsaran el micrófono si habían salido, pero la orden impartida de no emitir había sido terminante.

Después de un tiempo prudencial, pulsaron su micrófono, por lo que el Grupo de Tareas 80.1 tuvo la confirmación del despegue.

Croquis original publicado en
el libro Historia de la Aviación Naval
Argentina Tomo III – Héctor A. Martini


Los dos helicópteros tuvieron emergencia diferida por encendido de la luz de alarma del filtro de combustible obstruido, con el riesgo de un inminente apagón de turbinas.

Media hora después del despegue, el personal de Infantería de Marina que permaneció en la isla informó que una sección de Sea Harrier había sobrevolado el lugar iluminándolo con bengalas. Esto confirmó la sospecha que los ingleses tenían observadores en las proximidades.

A lo largo de toda la navegación de regreso volaron por instrumentos que funcionaban en forma intermitente, parabrisas obstruidos y con condiciones de formación de hielo.

El Segundo Comandante de la escuadrilla desde Rio Grande se mantuvo atento al raid y tuvo un momento de incertidumbre para desviarlos a Rio Gallegos, pues las condiciones meteorológicas en Rio Grande, no eran las previstas: había niebla.

Los helicópteros llegaban sin calefacción, sin navegador, con fallas de tren de aterrizaje y combustible contaminado. A las 21:55 hs. los dos arribaron con la satisfacción del cumplimiento de la misión, con la cálida y reconfortante sensación de haberlo logrado y con la inquebrantable convicción de hacerlo otra vez si el deber así lo requería, luego de más de 7 horas de operación en condiciones marginales, habiendo rescatado 10 hombres.

Cuando la contienda terminó se evaluaron todas las operaciones de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros en las instalaciones del Centro de Adiestramiento de la Fuerza Aeronaval N°2, incluida la de Isla Borbón determinando que estadísticamente lo habían logrado con un 92% de posibilidades en contra.

Notas:

(1) – No se tienen datos de la tripulación.
(2) – No se tienen datos del resto de la tripulación.

Fuentes consultadas:

  • ¿DÓNDE ESTUVISTE? Veteranos Bahienses en la Guerra de Malvinas – Claudio Gustavo Meunier
  • HISTORIA DE LA AVIACION NAVAL ARGENTINA – Tomo III – Héctor A. Martini
  • Revista MACH 1 Nº 19 – DICIEMBRE 1987
  • Revista MACH 1 Nº 62 – AÑO 2000
  • Museo de la Aviación Naval Argentina

jueves, 17 de mayo de 2018

Sanidad militar: Síndrome de la Guerra del Golfo



El Síndrome de la Guerra del Golfo. 

El síndrome de la Guerra del Golfo (SGG) es un término ampliamente utilizado para referirse a las enfermedades sin explicación que ocurren en los veteranos de la Guerra del Golfo. 

A continuación, se enumeran los síntomas más comunes del SSG. Sin embargo, cada individuo puede experimentar los síntomas de una forma diferente. Los síntomas pueden incluir los siguientes: fatiga, dolor en el sistema musculoesquelético, problemas cognoscitivos, erupciones cutáneas y diarrea, entre otros. 

Los síntomas del SGG pueden parecerse a los de otras condiciones médicas y continúan representando un problema frustrante para los veteranos afectados y para sus médicos. A pesar de las exhaustivas investigaciones, la causa del síndrome permanece sin explicación. 

El impacto del síndrome de la Guerra del Golfo. 

De acuerdo al Instituto Americano de Medicina Laboral y del Medio Ambiente (American College of Occupational and Environmental Medicine), al menos el 12 por ciento de los veteranos de la Guerra del Golfo están actualmente recibiendo alguna forma de compensación por discapacidad debido al SGG. 

 
Entre las causas posibles se incluyen las siguientes: 

Armas químicas, especialmente el gas neurotóxico, o el bromuro de piridostigmina, que se dio como una medida preventiva a los soldados con probabilidad de estar expuestos a armas químicas. 

Factores psicológicos, tales como el desorden de estrés post-traumático. Los veteranos con el síndrome de la Guerra del Golfo tienen mayores índices de enfermedades psiquiátricas acompañantes. 

Otros agentes químicos, tales como el humo proveniente de los incendios de las refinerías de petróleo, pesticidas, uranio agotado o la exposición a disolventes o líquidos corrosivos durante los procesos de reparación y mantenimiento. 

Tratamiento del síndrome de la Guerra del Golfo. 

Aunque no existe tratamiento específico para el SGG, las investigaciones sugieren que una propuesta llamada terapia conductista-cognoscitiva puede ayudar a los pacientes con síndromes sin síntomas específicos a llevar vidas más productivas al controlar activamente sus síntomas. 

El Departamento de Asuntos de los Veteranos (Department of Veterans Affairs) está dirigiendo un estudio de dos años, científicamente controlado, para determinar la efectividad de la terapia conductista-cognoscitiva en los veteranos con estos síntomas. 

Fuente:www.terra.com/salud

miércoles, 16 de mayo de 2018

USA: El imperio de la puta nada


¿Un imperio de la nada en absoluto?

El ejército de EE. UU. nos lleva a través de las puertas del infierno

Tom Engelhardt | War is Boring



Este ensayo es la introducción al nuevo libro de Tom Engelhardt, A Nation Unmade by War, un libro de distribución publicado por Haymarket Books.

Mientras daba los toques finales a mi nuevo libro, el Costs of War Project del Instituto Watson de Brown University publicó una estimación del dinero de los contribuyentes que se destinará a la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos desde el 12 de septiembre de 2001 hasta el año fiscal 2018. cifra: unos $ 5,6 billones frescos que incluyen los costos futuros de cuidar a nuestros veteranos de guerra. En promedio, eso es al menos $ 23,386 por contribuyente.

Tenga en cuenta que tales cifras, por muy llamativas que sean, son solo el costo en dólares de nuestras guerras. Por ejemplo, no incluyen los costos psíquicos para los estadounidenses mutilados de una forma u otra en esos conflictos sin fin. No incluyen los costos de la infraestructura de este país, que se ha derrumbado mientras los dólares de los contribuyentes fluyen copiosamente y de manera notable -en estos años, casi de manera única- bipartidista en lo que todavía se llama ridículamente "seguridad nacional".

Eso no es, por supuesto, lo que nos haría a la mayoría de nosotros más seguros, pero lo que los haría -los habitantes del estado de seguridad nacional- más seguros en Washington y en otros lugares. Estamos hablando del Pentágono, el Departamento de Seguridad Nacional, el complejo nuclear de los EE. UU. Y el resto de ese estado dentro de un estado, incluidas sus muchas agencias de inteligencia y las corporaciones guerreras que, hasta ahora, se han fusionado con ese estructura interconectada vasta y muy rentable.

En realidad, los costos de las guerras de Estados Unidos, que aún se extienden en la época de Trump, son incalculables. Basta con mirar las fotos de las ciudades de Ramadi o Mosul en Irak, Raqqa o Aleppo en Siria, Sirte en Libia o Marawi en el sur de Filipinas, todas en ruinas a raíz de los conflictos que Washington inició en los años posteriores al 11 de septiembre , y tratar de ponerles precio. Esas vistas de kilómetros y kilómetros de escombros, a menudo sin un edificio todavía intacto, deberían dejar sin aliento a nadie. Es posible que algunas de esas ciudades nunca se reconstruyan por completo.

¿Y cómo podría incluso comenzar a poner un valor de dólares y centavos en los costos humanos más grandes de esas guerras: los cientos de miles de muertos? ¿Las decenas de millones de personas desplazadas en sus propios países o enviadas como refugiados que huyen a través de cualquier frontera a la vista? ¿Cómo podría usted factorizar la forma en que esas masas de pueblos desarraigados del Gran Medio Oriente y África están perturbando a otras partes del planeta?

Su presencia, o más exactamente un miedo cada vez mayor a la misma, ha ayudado, por ejemplo, a alimentar un conjunto cada vez mayor de movimientos "populistas" de derecha que amenazan con desgarrar a Europa. ¿Y quién podría olvidar el papel que esos refugiados, o al menos las versiones de fantasía de ellos, jugaron en el lanzamiento completo y exitoso de Donald Trump para la presidencia? ¿Cuál, al final, podría ser el costo de eso?

Los interminables conflictos del siglo XXI en Estados Unidos se desencadenaron por la decisión de George W. Bush y sus altos funcionarios de definir instantáneamente su respuesta a los ataques al Pentágono y el World Trade Center por un pequeño grupo de jihadistas como una "guerra", luego proclamarlo nada menos que una "Guerra Global contra el Terror" y finalmente invadir y ocupar primero Afganistán y luego Iraq, con sueños de dominar el Gran Medio Oriente - y finalmente el planeta - como ningún otro poder imperial lo había hecho alguna vez.

Sus fantasías geopolíticas exageradas y su sensación de que el ejército de los Estados Unidos era una fuerza capaz de lograr cualquier cosa que quisieran que hiciera lanzó un proceso que costaría nuestro mundo en formas que nadie jamás podrá calcular.

¿Quién, por ejemplo, podría comenzar a poner precio al futuro de los niños cuyas vidas, después de esas decisiones, se retorcerían y se encogerían de maneras tan aterradoras incluso para imaginarse? ¿Quién podría describir lo que significa que tantos millones de jóvenes de este planeta se vean privados de hogares, padres, educación, de cualquier cosa, de hecho, que se aproxime al tipo de estabilidad que podría conducir a un futuro digno de ser imaginado?

Aunque pocos lo recordarán, nunca he olvidado la advertencia de 2002 emitida por Amr Moussa, entonces jefe de la Liga Árabe. Una invasión a Iraq, predecía que en septiembre "abriría las puertas del infierno". Dos años más tarde, tras la invasión real y la ocupación estadounidense de ese país, modificó ligeramente su comentario. "Las puertas del infierno", dijo, "están abiertas en Iraq".

Su evaluación ha demostrado ser insoportablemente profética, y no solo aplicable a Iraq. Catorce años después de esa invasión, todos deberíamos estar ahora en una especie de luto por un mundo que nunca existirá. No fueron solo los militares de EE. UU. Los que, en la primavera de 2003, pasaron por esas puertas al infierno. A nuestra manera, todos lo hicimos. De lo contrario, Trump no se hubiera convertido en presidente.

No pretendo ser un experto en el infierno. No tengo idea exactamente en qué círculo estamos ahora, pero sé una cosa: estamos allí.



Un aviador de la Fuerza Aérea de los EE. UU. en el norte de Iraq. Fuerza Aerea

La infraestructura de un estado guarnición

Si pudiera devolver a mis padres de entre los muertos en este momento, sé que este país en su estado actual les dejaría boquiabiertos. Ellos no lo reconocerían. Si tuviera que decirles, por ejemplo, que solo tres hombres -Bill Gates, Jeff Bezos y Warren Buffett- ahora poseen tanta riqueza como la mitad inferior de la población de los EE. UU., De 160 millones de estadounidenses, nunca me creerían.

Cómo, por ejemplo, podría comenzar a explicarles la forma en que, en estos años, el dinero fluía hacia arriba en los bolsillos de los inmensamente ricos y luego hacia abajo en lo que se convirtió en elecciones de un por ciento que finalmente encapsularían a un multimillonario y su familia en la Casa Blanca?

¿Cómo podría explicarles que, aunque los principales demócratas y republicanos del Congreso no podían decir con la suficiente frecuencia que este país era excepcionalmente mayor que cualquiera que haya existido alguna vez, ninguno de ellos pudo encontrar los fondos -unos $ 5,6 billones para empezar- necesarios para nuestras carreteras? , presas, puentes, túneles y otra infraestructura crucial? Esto en un planeta donde lo que a las noticias les gusta llamar "clima extremo" es cada vez más causando estragos en la misma infraestructura.

Mis padres no habrían pensado que tales cosas fueran posibles. No en América Y de alguna manera tendría que explicarles que habían regresado a una nación que, aunque pocos estadounidenses se dan cuenta, ha sido cada vez más destruida por la guerra, por los conflictos que la guerra de Washington contra el terrorismo desencadenó y que ahora se han transformado en las guerras de tantos y, en el proceso, nos han cambiado.

Tales conflictos en las fronteras globales tienden a volver a casa de maneras que pueden ser difíciles de rastrear o precisar. Después de todo, a diferencia de esas ciudades en el Gran Medio Oriente, las nuestras todavía no están en ruinas, aunque algunas de ellas pueden estar yendo en esa dirección, incluso a cámara lenta. Este país está, al menos teóricamente, aún cerca de la altura de su poder imperial, siendo aún la nación más rica del planeta.

Y sin embargo, debería ser lo suficientemente claro a estas alturas que hemos paralizado no solo a otras naciones sino a nosotros mismos en formas que sospecho, aunque he intentado durante estos años absorberlas y registrarlas lo mejor que pude, aún apenas podemos ver o agarrar.

En mi nuevo libro, Una nación deshecha por la guerra, la atención se centra en un país cada vez más inestable y transformado por la propagación de guerras a las que la mayoría de sus ciudadanos estaban, en el mejor de los casos, a medio prestar atención. Ciertamente, la elección de Trump fue una señal de cómo una sensación estadounidense de decadencia ya había llegado a su punto de partida en la era del ascenso del estado de seguridad nacional y poco más.

Aunque no es algo que se diga normalmente aquí, en mi opinión, Trump debería considerarse parte de los costos de esas guerras. Sin las invasiones de Afganistán e Irak y lo que siguió, dudo que hubiera sido imaginable como algo más que el anfitrión de un reality show de TV o el dueño de una serie de casinos fallidos. Ni la versión del estado de guarnición de Washington que ahora ocupa puede ser concebible, ni los generales de nuestras guerras desastrosas con las que se ha rodeado, ni el crecimiento de un estado de vigilancia que habría dejado tambaleante a George Orwell.


Tropas del ejército de EE. UU. Disparan contra combatientes del Estado Islámico en Iraq. Foto del ejército

Los ingredientes de una máquina de retroceso

Le tomó a Trump, darle crédito donde es debido, para hacernos comenzar a comprender que estábamos viviendo en un mundo diferente y devolvedor. Y nada de esto hubiera sido imaginable si, después del 11 de septiembre, Bush, Dick Cheney & Co. no sintiera el impulso de lanzar las guerras que nos llevaron a través de esas puertas del infierno. Sus altísimos sueños geopolíticos de dominación global demostraron ser pesadillas de primer orden.

Imaginaron un planeta diferente a cualquier otro en el medio milenio anterior de la historia imperial, en el que un solo poder básicamente dominaría todo hasta el final de los tiempos. Imaginaron, es decir, el tipo de mundo que, en Hollywood, se había asociado solo con los personajes más malvados del mal.

Y aquí estaba el resultado de su extralimitación conceptual: nunca, podría argumentarse, tiene una gran potencia todavía en su primo imperial que se ha demostrado tan incapaz de aplicar su poder militar y político de una manera que pueda avanzar en sus objetivos. Es un hecho extraño de este siglo que el ejército de los EE. UU. Se haya desplegado en vastas franjas del planeta y de alguna manera, una y otra vez, se ha visto superado por fuerzas enemigas decepcionantes e incapaz de producir ningún resultado que no sea la destrucción y la fragmentación.

Y todo esto ocurrió en el momento en que el planeta más necesitaba un nuevo tipo de tricotado, en el momento en que el futuro de la humanidad estaba en juego de maneras inimaginables anteriormente, gracias a su uso aún en aumento de combustibles fósiles.

Al final, el último imperio puede llegar a ser un imperio de nada en absoluto: una sombría posibilidad que ha sido un foco de TomDispatch, el sitio web que he dirigido desde noviembre de 2002. Por supuesto, cuando escribes piezas cada dos semanas durante años, sería sorprendente que no te repitieras. La verdadera repetitividad, sin embargo, no estaba en TomDispatch. Fue en Washington. Lo único que nuestros líderes y generales parecen capaces de hacer, comenzando desde el día después de los ataques del 11 de septiembre, es más o menos lo mismo con los mismos pésimos resultados, una y otra vez.

El ejército de EE. UU. Y la seguridad nacional afirman que esas guerras envalentonadas se han convertido, en efecto -y con una inclinación ante el difunto Chalmers Johnson- en una asombrosamente bien financiada máquina de retroceso. En todos estos años, mientras tres administraciones persiguieron la guerra contra el terrorismo, los conflictos de Estados Unidos en tierras lejanas fueron en gran parte ideas tardías para sus ciudadanos.

A pesar de las mayores manifestaciones en la historia destinadas a detener una guerra antes de que comenzara, una vez que se produjo la invasión de Iraq, las protestas se extinguieron y, desde entonces, los estadounidenses generalmente han ignorado las guerras de su país, incluso cuando comenzó el retroceso. Algún día, no tendrán más remedio que prestar atención.

Historia argentina: Antecedentes de la Guerra contra Brasil, 1827

Guerra del Brasil 
Wikipedia 

 
Batalla de Juncal 

Fecha 25 de octubre de 1825- 28 de agosto de 1828 
Causas Anexión por Portugal/Brasil de la Provincia Oriental, posterior liberación de dicha provincia por los Treinta y Tres Orientales y su reunión a las Provincias Unidas del Río de la Plata. 
Lugares de combate La Banda Oriental (actual Uruguay), Río de la Plata, Río Grande del Sur (sur de Brasil), Carmen de Patagones (sur de la Provincia de Buenos Aires). 
Descripción: Disputa territorial entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata. 
Resultado
Victoria de las Provincias Unidas, posteriormente estancamiento militar. 
Creación de Uruguay. 

Beligerantes 
Provincias Unidas del Río de la Plata 
Comandantes 
-Bernardino Rivadavia 
-Guillermo Brown 
-Carlos María de Alvear 
-Juan Antonio Lavalleja 

Imperio del Brasil 
Comandantes 
-Pedro I de Brasil 
-Rodrigo Pinto Guedes 
-Marques de Barbacena 

Fuerzas en combate 
-Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata 
-Marina de las Provincias Unidas del Río de la Plata
-Ejército Imperial del Brasil 
-Armada Imperial del Brasil 

La Guerra del Brasil, o Guerra Argentino-Brasileña o Guerra rioplatense-brasilera (en portugués Guerra da Cisplatina) fue un conflicto armado que tuvo lugar en la década de 1820 entre las Provincias Unidas del Río de la Plata, que recientemente se habían emancipado de España, y el Imperio del Brasil, por la posesión de los territorios que corresponden a la actual República Oriental del Uruguay y parte del actual estado brasileño de Río Grande del Sur. 
En 1816, numerosas y bien pertrechadas fuerzas del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve comenzaron la invasión lusobrasileña de la Provincia Oriental y de la casi totalidad de Misiones, así como practicaban incursiones en las provincias de Corrientes y Entre Ríos. 
En 1821 la entonces llamada Provincia Oriental del Río de la Plata, anteriormente Banda Oriental y actual Uruguay, tras ser derrotado José Gervasio de Artigas el año anterior en la Batalla de Tacuarembó, fue anexada al Brasil por Portugal con el nombre de Provincia Cisplatina. 
Cinco años después, en 1825, y con el apoyo del gobierno argentino, un grupo de orientales y de otras provincias, llamados los Treinta y Tres Orientales y liderados por Juan Antonio Lavalleja, ingresó en la Provincia Oriental para desalojar a los ocupantes brasileños. A ellos se sumó oportunamente (tras haber servido a los brasileros) Fructuoso Rivera y en pocos meses logran retirar al ejército brasilero. El 25 de agosto de 1825, en el Congreso de Florida, se declaró la independencia del territorio oriental, y su voluntad de formar parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata (actual Argentina). 
Pese a que al comienzo las fuerzas imperiales eran mayores a las rioplatenses, las Provincias Unidas lograron derrotar a Brasil luego de una lucha de tres años por tierra y mar; la batalla decisiva fue la de Ituzaingó. Sin embargo, los problemas económicos provocados por el bloqueo de la Armada de Brasil al puerto de Buenos Aires obligaron a aceptar reclamos brasileños por lo que finalmente, Bernardino Rivadavia envió al ministro Manuel José García a gestionar la paz. García firmó un tratado que luego sería conocido como el “tratado deshonroso”, ya que reconocía la soberanía del Imperio sobre la Provincia Oriental y se comprometía a pagarle a Brasil una indemnización de guerra. El presidente Rivadavia rechazó el convenio y posteriormente presentaría su renuncia. 


El conflicto continuó hasta el 28 de agosto de 1828, cuando durante el gobierno de Manuel Dorrego se llegó a una Convención Preliminar de Paz, donde se disponía la independencia de la Provincia Oriental y el cese de las hostilidades. 

Antecedentes 

España y Portugal en la Cuenca del Plata 
En 1594, poco después del Descubrimiento de América, el Tratado de Tordesillas fijó los límites entre los dominios de España y Portugal en América del Sur a lo largo de una línea que, en la práctica, resultó muy difícil de determinar, aunque distintos autores coincidieron en fijarla alrededor del meridiano 46º O.1 Por ello las fundaciones portuguesas en la costa del Brasil se extendieron hasta São Vicente.2 En la práctica, la colonización portuguesa del Brasil nunca respetó totalmente ese límite, y en el interior la colonización se extendió mucho más al oeste, sobre todo en la región de São Paulo y continuando a partir de la década de 1540 hacia el sur, llegando hasta la localidad de Laguna. 
Desde principios del siglo XVII, los colonizadores portugueses y consideraron como su límite natural al Río de la Plata. En fecha tan temprana como el año 1631 ya existía cartografía que consideraba que la margen izquierda de este río era de soberanía portuguesa.3 En 1580, aprovechando la ausencia de colonización española en la región, el Maestre de Campo Manuel de Lobo fundó la Colonia del Sacramento en la costa norte del Río de la Plata, fijando la pretensión de Portugal de extender su dominio hasta aquella región. Si bien fue inmediatamente expulsado por fuerzas españolas provenientes de Buenos Aires, la corona española prefirió conservar la paz con Portugal y devolver la Colonia a la misma. Durante casi un siglo, la Colonia fue varias veces capturada por fuerzas españolas y otras tantas, rápidamente devuelta a Portugal.4 
Un nuevo intento de colonización portuguesa fue frenado por la fundación de la ciudad de Montevideo en 1724. 5 A ello respondieron los portugueses con la ocupación de la actual Río Grande del Sur en 1737.6 
En 1750, el Tratado de Madrid anuló la Línea de Tordesillas y fijó un nuevo límite entre las colonias portuguesas y españolas en América del Sur, adjudicándole a Portugal las Misiones Orientales a cambio de la posesión de Colonia; el Tratado trajo serios conflictos en la región y terminó por ser modificado por el Tratado de San Ildefonso, de 1777, que definía claramente los límites entre el Brasil y el recientemente creado Virreinato del Río de la Plata.7 Los virreyes del Río de la Plata se esforzaron en fundar pueblos en lo que ya se llamaba la Banda Oriental a partir de esa fecha, para asegurarse la soberanía efectiva de España sobre ese territorio.8 La ciudad de Montevideo fue amurallada y contaba también con una fuerte guarnición militar. 
Los dos tratados parecían dejar en claro que ambas potencias aceptaban la ocupación de territorio como fuente para reclamar la soberanía,9 pero las recurrentes guerras entre Portugal y España causaban la inestabilidad de los límites, y ningún tratado logró estabilizarlos: durante la Guerra de las Naranjas, en 1801, tropas portuguesas ocuparon las Misiones Orientales, sin que las fuerzas de Buenos Aires pudieran hacer nada para impedirlo o recuperarlas. 7 

Ocupación portuguesa 
Desde que en 1808, a raíz de las guerras napoleónicas, la casa real portuguesa se instaló en Río de Janeiro, las pretensiones portuguesas sobre la Banda Oriental – e incluso, a través del proyecto carlotista, sobre todo el Virreinato del Río de la Plata[10] – fueron en aumento. 
El estallido de la Revolución de Mayo y la Revolución Oriental, y las Expediciones Libertadoras de la Banda Oriental dieron nuevo impuso a esas pretensiones, sobre todo cuando el último virrey, Francisco Javier de Elío, solicitó la intervención portuguesa en defensa de su dominio en la Banda Oriental. Ese pedido causó la invasión portuguesa de 1811, que duró hasta fines de 1812. [11] 
Con la ruptura entre el caudillo federal José Artigas y el gobierno bonaerense, la situación en la Banda Oriental se destacó por la inestabilidad política y social. La victoria de Artigas, que a principios de 1815 ocupó Montevideo y todo el resto de la Banda Oriental, permitió ciertos avances democráticos y en el reparto de tierras entre los gauchos pobres.12 Este avance democrático fue visto como una amenaza por el rey de Portugal, Juan VI, que – aprovechando la debilidad de la Provincia Oriental, que no podía contar con apoyo del gobierno central – planeó la invasión de la Banda Oriental. Además fue impulsado a ello por los españoles exiliados de Montevideo cuando esta ciudad había caído en manos de los independentistas, y de los partidarios de distintos bandos de la misma ciudad, enemistados con Artigas.[13] 
Portugal ambicionaba la Banda Oriental por dos razones principales: en primer lugar, si el Río de la Plata se transformaba en un río limítrofe, la navegación por el mismo sería libre para ambas naciones, lo cual le posibilitaría alcanzar la cuenca superior del río, en la cual estaba ubicada la mayor parte de la población alejada del mar del Imperio.14 La otra razón de las ambiciones portuguesas estaba relacionada con la riqueza rural, especialmente ganadera, de la Banda Oriental, cuyo ganado cimarrón podría ser una fuente barata de alimentación para la población brasileña, especialmente para sus esclavos. 15 
Con la excusa de terminar con las fuerzas artiguistas, acusadas de atacar las estancias de los antiguos territorios españoles que Portugal ocupara en 1801 y que en 1816 fueran anexados al Brasil, la Invasión Luso-Brasileña se inició a mediados de 1816. A principios del año siguiente ya ocupaban Montevideo – ciudad que fue ocupada gracias a una capitulación con el cabildo – y varias otras plazas.16 La defensa del territorio fue dirigida por Artigas, el cual, aún cuando sufrió varias derrotas a manos de los invasores, logró sostenerse durante más de tres años en distintos puntos de la campaña. 
Las desavenencias entre Artigas y varios de sus seguidores, que le exigían llegar a algún punto de arreglo con el gobierno de Buenos Aires, llevaron al abandono de éstos de las filas artiguistas.17 Finalmente, en enero de 1820, en la Batalla de Tacuarembó, Artigas fue definitivamente derrotado y expulsado del territorio, al que ya no volvería.16 
El último resto de sus seguidores, acaudillado por Fructuoso Rivera, terminó por incorporarse al ejército portugués.18 
El rey Juan VI quiso darle alguna forma legal a la ocupación, y ordenó al gobernador del territorio invadido, Carlos Federico Lecor, que organizara un Congreso Cisplatino que decidiera si ese territorio debería ser devuelto a las Provincias Unidas del Río de la Plata, incorporarse al Brasil – opción que por razones diplomáticas no era la que el rey prefería – u obtener la independencia. Pero el gobernador Lecor digitó las elecciones hasta obtener un Congreso formado por sus seguidores y aliados; este Congreso declaró la incorporación de la Banda Oriental al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, con el nombre de Provincia Cisplatina. 19 

La Provincia Cisplatina 

 
Bandera de la Provincia Cisplatina. 

En 1822, el Imperio de Brasil se independizó de Portugal; durante la crisis subsiguiente, los dirigentes orientales intentaron lograr que las fuerzas portuguesas que ocupaban Montevideo, le entregaran la ciudad a ellos, aún cuando el interior de la Cisplatina estaba ocupada por las fuerzas leales al Brasil, comandadas por Lecor. Pero los portugueses entregaron Montevideo a Lecor, que siguió gobernando la Provincia Cisplatina en nombre del Emperador Pedro I. 20 No todo el territorio de la Banda Oriental quedó dentro de la Cisplatina: la fracción más septentrional pasó a depender la Capitanía de San Pedro del Río Grande del Sur. 
Durante esa crisis, los sectores orientales que intentaban expulsar a los brasileños pidieron ayuda a las provincias argentinas. La Provincia de Buenos Aires, la más cercana, rica y poderosa, se negó por completo a participar en cualquier campaña militar para liberar ese territorio. El único gobernante que prometió ayuda fue Estanislao López, de la provincia de Santa Fe, pero su gesto no pasó de buenas intenciones.21 
Un grupo de oficiales orientales intentó organizar una revolución en el territorio oriental, pero fracasó en su intento debido a la habilidad política del gobernador Lecor. De modo que, dirigidos por Juan Antonio Lavalleja, se trasladaron a Buenos Aires, donde reunieron fondos y recursos bélicos, aportados sobre todo por estancieros y comerciantes, entre los cuales se destacaron Juan Manuel de Rosas y Pedro Trápani.22 
Terminada la Guerra de la Independencia respecto a España, la opinión pública en Buenos Aires y en el Litoral exigía la recuperación del territorio ocupado. Por su parte, el pueblo oriental intensificaba sus proyectos de liberación. 23 

Los Treinta y Tres y el Gobierno Nacional 

Los Treinta y Tres Orientales 
El Juramento de los Treinta y Tres Orientales, óleo de Juan Manuel Blanes. 
Con el apoyo de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, fue organizada una pequeña expedición: al mando de Juan Antonio Lavalleja secundado por Manuel Oribe, los llamados Treinta y Tres Orientales partieron de la localidad bonaerense de San Isidro y desembarcaron en las costas orientales del río Uruguay, más exactamente en el lugar conocido como "El Arenal Grande" o La Agraciada, el 19 de abril de 1825.24 
Avisados con antelación, centenares de orientales se unieron a las fuerzas de Lavalleja. Una semana más tarde, fuerzas de Lavalleja tomaron prisionero al Comandante de Campaña imperial, el antiguo lugarteniente artiguista Fructuoso Rivera, a quien Lavalleja incorporó a sus fuerzas, en el hecho conocido como "Abrazo del arroyo Monzó."25 Las fuerzas leales a Rivera se incorporaron a la Cruzada Libertadora de Lavalleja, comandadas por éste y por el después general Julián Laguna.26 
En una rápida campaña, las fuerzas revolucionarias ocuparon el interior del territorio, superando al ejército ocupante, que estaba muy debilitado desde la retirada de las fuerzas portuguesas. Por otro lado, el Emperador no había podido enviar refuerzos a Lecor, debido a que debía enfrentar una peligrosa revuelta en Pernambuco.27 El 2 de mayo fue ocupada la villa de Canelones,28 y el día 8 de mayo, Oribe puso sitio a Montevideo,29 rechazando en una escaramuza a las fuerzas que quisieron disputarle el Cerrito de la Victoria. 30 
Desde Canelones, Lavalleja envió diversas columnas en todas direcciones: a Rivera hacia Durazno, a Leonardo Olivera hacia Maldonado, a Manuel Durán hacia San José de Mayo, más otra en dirección a Colonia. Simón del Pino defendería Canelones. 30 
El gobernador de Buenos Aires, Las Heras, organizó en el mes de mayo un Ejército de Observación, que se instaló en octubre en Concepción del Uruguay, sobre el río Uruguay, en la provincia de Entre Ríos, bajo el mando del general Martín Rodríguez. 31 Estaba formado por dos escuadrones de caballería, tres compañías de infantería y cuatro piezas de artillería, a los cuales se agregaron 200 hombres de Entre Ríos, comandados por Pedro Espino. 32 Su comandante tenía instrucciones de prestar apoyo a los orientales únicamente si éstos retrocedían hacia Entre Ríos, aunque de estas instrucciones se podía inferir que el objetivo no era facilitarles volver a la lucha, sino impedírselo. 33 

El Congreso de La Florida 

 
El general Juan Antonio Lavalleja. 

Lavalleja convocó de inmediato a una asamblea de los representantes de los pueblos orientales; éste se reunió en el pueblo de Florida el 14 de junio, formado por algunos representantes de los pueblos. Presidida por Manuel Calleros, este primer Gobierno Provisorio nombró a Lavalleja Brigadier General y Comandante en Jefe del Ejército. Su principal misión fue convocar a los representantes de todos los pueblos liberados, los cuales se reunieron en el llamado Congreso de La Florida el 20 de agosto. Éste, presidido por Juan Francisco Larrobla, eligió a Lavalleja Gobernador y Capitán General de la Provincia Oriental, y sancionó el 25 de agosto tres leyes: por la Ley de Independencia, se proclamaba a la Provincia Oriental 
"libre e independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil y de cualquier otro del universo." 
Por la Ley de Unión se proclamaba: 
"Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a las demás de este nombre en el territorio de Sud América." 
La tercera ley establecía la bandera de las tropas orientales, que sería la misma de tres colores que había usado Artigas. 34 



La campaña militar 


Referencias 
1. Henry Harrise, The Diplomatic History of America, Ed. B.F. Stevens, Londres, 1897, pág. 91-108 y 138-139.
2. História da Capitanía de São Vicente de Pedro Taques, artículo en Dominio Público consultado el 16 de agosto de 2010.
3. Plano del Río de la Plata de 1631, por Joao Teixeira Albernaz el viejo; citado por Ariadna Islas, en Límites para un Estado, en Ana Frega (coord.), Historia regional e independencia del Uruguay, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 2009. ISBN 978-9974-1-0629-1
4. Santiago Gómez, Guerras entre España y Portugal en la cuenca del Río de la Plata. Consultado el 16 de agosto de 2010.
5. Fundación de Montevideo, en La Escuela Digital Consultado el 16 de agosto de 2010.
6. A antiga capital nasceu duas vezes, en Página do Gaúcho (en portugués) Consultado el 16 de agosto de 2010.
7. a b La Herencia Misionera, en Territorio Digital. Consultado el 15 de agosto de 2010.
8. Francisco A. Berra, Estudios históricos acerca de la República O. del Uruguay, Ed. A. Rius, Montevideo, 1882.
9. Islas, Límites para un Estado, en Frega, Historia regional e independencia del Uruguay.
10. Roberto Etchepareborda, Qué fue el carlotismo, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1972.
11. Francisco Bauzá, Historia de la dominación española en el Uruguay, Volumen 3, Ed. Barreiro y Ramos, 1897.
12. Hugo Chumbita, El bandido Artigas, Revista Todo es Historia Nro. 356, pág. 8-27, 1997.
13. Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de la segregación del Uruguay, en Política británica en el Río de la Plata, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1973, pág. 117-136.
14. Esa sería la razón por la cual durante la Guerra del Brasil la corona consideró más o menos seriamente la ocupación de toda la Mesopotamia argentina y el Paraguay, la cual permitiría asegurar toda la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay. Véase el ”Novo Mappa Geographico que contém as Províncias de S. Pedro, Cisplatina, Entre Rios, Paraguai e paises adjacentes”; citado por Ariadna Islas, en Límites para un Estado , figura 15 y pág. 193-194, en Frega, Historia regional e independencia del Uruguay .
15. Se han calculado arreos hacia Río Grande del Sur del orden de los 14 millones de cabezas durante la ocupación luso-brasileña. Véase Creación del Estado Oriental (I), en Historia Nacional, página del Movimiento Revolucionario Oriental. Consultado en agosto de 2010.
16. a b Washington Reyes Abadie, Oscar H. Bruschera y Tabaré Melogno, El Ciclo Artiguista, Tomo II, Ed. Cordón, Montevideo, 1975.
17. Lincoln R. Maiztegui Casas, Orientales: una historia Política del Uruguay, Tomo 1: De los orígenes a 1865, Ed. Planeta, Bs. As., Montevideo, 2004. ISBN 950-49-1330-X
18. Alfredo Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), tomo 3 de la Historia Uruguaya, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 2007, pág. 5. ISBN 978-9974-4-0454-9
19. Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), pág. 17-21.
20. Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), pág. 21-24.
21. Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), pág. 24-28.
22. El admirable Trápani’’, de Walter Rela, artículo en el sitio de CX4 Radio Rural, del 31 de mayo de 2010. Consultado en agosto de 2010.
23. Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), pág. 33-34.
24. Desembarco de los 33, en Historia del Uruguay. Consultado el 17 de agosto de 2010.
25. Existe una controversia no resuelta entre los historiadores sobre el episodio del paso de Rivera a las fuerzas revolucionarias: mientras historiadores simpatizantes del Partido Colorado relatan que el abrazo fue real, y que la supuesta prisión de Rivera era para justificarse ante el Imperio, los historiadores de tendencia Blanca afirman que Rivera se negó a colaborar y sólo se unió a Lavalleja ante la amenaza de ser fusilado. Una carta de Lavalleja a su esposa y las memorias de José Brito del Pino parecen respaldar esta última afirmación.
26. Actos por el 185º aniversario del Abrazo del Monzón, en el Diario La República del 3 de mayo de 2010.
27. Ulisses Brendão, A confederação do Equador, Ed. del Instituto Arqueológico, Histórico e Geográfico Pernambucano, Recife, 1924.
28. a b c Batalla de Sarandí, en Escuela Digital. Consultado en agosto de 2010.
29. Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), pág. 35.
30. a b c d e f g Luis Edelmiro Chelle, Los principales hechos históricos de 1825, Ed. de la Comisión Nacional de Homenaje del Sesquicentenario de los hechos históricos de 1825, Montevideo, 1875.
31. Isidoro J. Ruiz Moreno, Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004, pág. 372-373. ISBN 950-04-2675-7
32. Su jefe de estado mayor era el coronel Manuel Patricio Rojas, el comandante de la caballería era el mayor Paulino Rojas, de la infantería el capitán Bernardo Henestrosa, el secretario militar Tomás de Iriarte y su comisario de guerra Dionisio Quesada. Véase Ruiz Moreno, Campañas militares argentinas, Tomo I, pág. 373.
33. Vicente D. Sierra, Historia de la Argentina, Ed. Garriga, Bs. As., 1973.
34. Castellanos, La Cisplatina, la Independencia y la República Caudillesca (1820-1838), pág. 35-56.