domingo, 17 de septiembre de 2023

Rasgos de liderazgo militar respetado

Los mejores rasgos del liderazgo respetado

Damián Lucjan || War History Online




 


Hay un corazón que late dentro del pecho de cualquier gran organización o equipo: un líder. No cualquier líder, sino uno que es venerado, respetado y sirve como brújula que guía el barco a través de aguas inexploradas. Dicho liderazgo no se adquiere mediante un mero título o puesto, sino mediante la exhibición de ciertos rasgos. Como hebras de hilo tejidas en un tapiz, se combinan para formar un líder respetado.

La siguiente es una lista de rasgos que contribuyen a un liderazgo respetado.

Disposición para realizar las tareas que le pide a los demás.


 


Un rasgo clave del liderazgo es estar dispuesto a ensuciarse las manos. Al hacer lo que piden a los demás, los líderes encarnan el compromiso y el trabajo duro. No se convierten simplemente en una figura decorativa, sino en compañeros soldados en las trincheras, que inspiran confianza y admiración entre los hombres a sus órdenes.

Alejandro Magno a menudo llevaba a sus hombres a la batalla, compartiendo sus riesgos y dificultades.

Tratar a los demás como deseas que te traten a ti


 

Crédito de la foto: Emanuel Leutze / Museo Metropolitano de Arte / Wikimedia Commons / Dominio público

Tratar a los miembros del equipo con amabilidad y respeto establece una cultura de dignidad. Los líderes exitosos encarnan la regla de oro – “trata a los demás como quieres que te traten a ti” – fomentando un ambiente de respeto mutuo, comprensión y colaboración.

George Washington era conocido por su amabilidad y respeto hacia sus soldados. Visitaba a menudo a los enfermos y heridos, dando un fuerte ejemplo moral.

Ser parte del equipo


 


El liderazgo respetado no se trata de ejercer autoridad, sino de ser parte del equipo. Los líderes bajan de su pedestal para estar entre sus tropas. Se ganan el respeto no exigiéndolo, sino a través de sus acciones, compromiso y comprensión.

Julio César era conocido por su estrecha relación con sus tropas, a menudo cenaba y charlaba con ellas. Esto le valió su respeto y lealtad.

Cultivar y mantener la confianza


 


La confianza es la piedra angular de cualquier relación. Los líderes lo construyen dentro de sus equipos demostrando confiabilidad, comprensión y transparencia, fomentando un entorno donde prosperan la comunicación abierta y el respeto mutuo.

El general Dwight D. Eisenhower ejemplificó este rasgo, con su comunicación abierta y su estilo de liderazgo empático que fomentó un fuerte sentido de confianza entre sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial.


Escuchar comentarios a nivel del suelo


 


La sabiduría de escuchar más y hablar menos es un rasgo que distingue al liderazgo respetado del resto. Estos líderes escuchan desde el nivel básico, entendiendo las necesidades e ideas de su equipo, lo que los hace sentir valorados y promueve la innovación.

Genghis Khan valoraba las aportaciones de sus soldados y, a menudo, tomaba decisiones estratégicas basadas en sus experiencias y conocimientos.

Consistencia en situaciones buenas y/o malas.


 


En los mares tormentosos del cambio, un líder respetado es una constante. Mantienen la compostura y la toma de decisiones, mostrando estabilidad y previsibilidad que aporta comodidad y confianza a su equipo.

El primer ministro británico Winston Churchill, con su resiliencia y coherencia frente a la adversidad durante la Segunda Guerra Mundial, es legendario.

Ser seguido por respeto, no por miedo.


 


Liderando a través del respeto en lugar del miedo, un líder respetado motiva a su equipo a través del poder de la admiración, en lugar del temor a las repercusiones.

Conocido como el "Zorro del Desierto", el general alemán Erwin Rommel era respetado tanto por sus propias tropas como por sus enemigos por su perspicacia táctica, valentía personal y capacidad para inspirar respeto.

Asumir la responsabilidad y defender a su equipo


 


Los líderes respetados cargan con el peso de la responsabilidad y defienden a sus hombres frente a la adversidad. También asumen la responsabilidad de sus acciones, sentando un precedente de honestidad e integridad.

El presidente Harry S. Truman popularizó la frase “la responsabilidad termina aquí”, que expresa su voluntad de asumir la responsabilidad de todas las decisiones tomadas bajo su mando.

Humildad


 

La humildad es un rasgo silencioso pero potente del liderazgo respetado. Los líderes comparten sus victorias, reconocen sus errores y comprenden que son parte de un todo mucho más grande.

Un líder notable de la famosa Easy Company, cuyas acciones fueron retratadas en la miniserie de HBO, Band of Brothers (2001), fue el mayor Richard Winters. Fue respetado por su disposición a compartir las dificultades de sus soldados, demostrando confianza y responsabilidad. Una vez su nieto le preguntó a Winters: “Abuelo, ¿fuiste un héroe en la guerra?” Él respondió: "No... pero serví en una compañía de héroes".

La integridad es el nombre del juego.

 

La integridad es el faro que guía las decisiones de un líder respetado. Alinean sus acciones con sus palabras, creando un ambiente transparente, honesto y de confianza.

El almirante Chester W. Nimitz dirigió la Flota del Pacífico de EE. UU. durante la Segunda Guerra Mundial con gran éxito y era conocido por su fuerte carácter moral e integridad.

Revolución Libertadora: Ametrallando a los Avro Lincoln siguiendo a Galland

"Ignorando a Galland"




Esta pintura representa el hecho histórico ocurrido durante la denominada "Revolución Libertadora" que derrocaría al presidente General Juan Domingo Perón. El Sábado 17 de Septiembre de 1955, tres Gloster Meteor de las fuerzas leales, tripulados por el Mayor Daniel Pedro Aubone, Comandante Eduardo Catalá y Capitán Amauri Domínguez, ametrallaron en tierra a tres bombarderos cuatrimotores Avro Lincoln de las fuerzas rebeldes, que se encontraban reabasteciéndose en el aeródromo de Pajas Blancas, Provincia de Córdoba.
Las instrucciones del General Adolf Galland ( 104 derribos) as alemán de la Segunda Guerra Mundial, quien había sido contratado para organizar la aviación de caza en Argentina, habían sido muy precisas: Nunca debían producirse ataques en fila, pues los disparos de los aparatos de atrás podían afectar a los de adelante.
A las 17 horas, los tres Meteor habían despegado desde La Higuera, donde se les habían agregado depósitos de combustible adicionales y aprovisionados de municiones. Atacarían en hilera, contrariando las enseñanzas de Galland, separados por 1000 metros entre uno y otro. Enfilaron hacia el Valle de Calamuchita y luego hacia el Valle de Punilla; sobrevolaron el Lago San Roque y tomaron altura sobre el cerro Pan de Azucar. Encabezó el ataque el Comandante Catalá, quien abrió fuego sobre los Avro Lincoln, estacionados a un costado de la pista, mientras el personal de tierra corría a buscar refugio. Lo siguió Aubone, quien impactó a dos de los tres aparatos, uno de los cuales se tumbó hacia un costado. Lo siguió Dominguez e inmediatamente ganaron altura, haciendo maniobras de evasión.
A unos 900 Km/h, los cazas se retiraron, comprobando que Domínguez había averiado ligeramente la cola del aparato de Aubone con los disparos de sus cañones. Evidentemente, Galland tenía razón.
Después de sobrevolar la ciudad de Córdoba, los Gloster Meteor aterrizaron en La Higuera. PINTURA: @albertonassivera

sábado, 16 de septiembre de 2023

Revolución Libertadora: Los nuevos enfrentamientos terrestres y aéreos en Córdoba


Nuevos enfrentamientos en Córdoba




Aviones de exploración y ataque Fiat G.59 (Ilustración: Cap. Exequiel Martínez)



El sábado 17 de septiembre amaneció con las tropas del II Ejército, el Regimiento 14 de Infantería, las III y V División de Caballería y la Escuela de Mecánica del Ejército confluyendo sobre la provincia de Córdoba mientras la I y II División de Ejército y la Agrupación de Montaña Neuquén, hacían lo propio sobre Puerto Belgrano y Bahía Blanca, en apoyo del Regimiento 5 de Infantería, que había resistido los embates del día anterior.
Para entonces, las fuerzas militares de todo el país habían sido puestas en alerta; en el norte la V División de Salta junto al Regimiento 5 de Caballería y el Regimiento 5 de Artillería; en Tucumán el Batallón de Comunicaciones 5 y el Regimiento 19 de Infantería; en Catamarca el Regimiento 17 de Infantería; el Regimiento 15 de Infantería en La Rioja y el Regimiento 18 de Infantería en Santiago del Estero. Todos ellos fueron movilizados y los que componían la V División de Ejército embarcados en ferrocarril para dirigirse a Córdoba en apoyo de las fuerzas del general Morello estacionadas en Alta Gracia.
Morello aguardaba expectante el arribo del Regimiento 12 de Infantería, procedente de Santa Fe y al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano que venía desde Guadalupe, ambos al mando del general Miguel Ángel Iñíguez así como las tropas del II Ejército  que desde el sur avanzaba al mando del general José María Sosa Molina.
La tensión era tal, que numerosas legaciones extranjeras, entre ellas la de Chile, suspendieron actos y ceremonias en espera del desarrollo de los acontecimientos. Mientras tanto, en la ciudad de Córdoba la tensión se hizo más notoria cuando obreros armados ocuparon nuevamente el edificio de la CGT, abandonado por el Ejército el día anterior. Para contrarrestar esa presencia y recuperar el edificio volvió a ser comisionado el subteniente Gómez Pueyrredón, quien partió al frente de sus efectivos, reforzados por elementos civiles.
Al llegar al sector, ordenó a su gente que lo siguiera y así se introdujo en una clínica cercana desde cuyos techos pasó al edificio sindical. Fue entonces que se desató un nutrido intercambio de disparos en el que el joven oficial cayó gravemente herido sobre las terrazas de la CGT. Al verlo tirado, con el rostro ensangrentado, sus hombres parecieron cobrar vigor y arremetieron disparando con furia contra los sindicalistas, logrando su rendición a los pocos minutos. Los sindicalistas abandonaron la sede con las manos en alto y a empellones fueron conducidos hasta unos los camiones que los llevarían a prisión.
Durante la noche del 16 al 17 de septiembre, elementos infiltrados por el comando rebelde informaron al general Morello que las tropas revolucionarias preparaban un vigoroso ataque a sus posiciones y eso decidió a su comando a volver a movilizarse dejando los vehículos de su agrupación en Alta Gracia a efectos de simular que las tropas aún permanecían allí, las tropas se retiraron hacia Anizacate, donde el Río Primero le serviría de obstáculo y en ese punto se dispusieron a dar batalla.
A tal efecto, antes de partir, Morello ordenó a los jefes del Regimiento 14 de Río Cuarto que trajeran hasta el lugar el armamento automático del Arsenal Holmberg y solicitó al general Juan José Valle en Buenos Aires, el envío de una columna de refuerzo con sus servicios de retaguardia completos, es decir, el hospital de campo, elementos sanitarios, las cocinas rodantes, víveres y aguateros motorizados, petición a la que se le dio curso de inmediato.
Cuando Morello llegó a Anizacate se encontró al Batallón 4 de Comunicaciones y las posiciones de la Fuerza Aérea en Parque Sarmiento que habían sido duramente hostigadas por los cazas rebeldes el día anterior y al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano al mando del coronel Benito Eduardo Trucco, procedente de San Luis como avanzada del II Ejército.
Acababa de mantener comunicación con el general Francisco Imaz, que le informó que ya habían sido despachados en su apoyo los refuerzos de la Escuela de Mecánica del Ejército con sus blindados (al mando del coronel Ercolano) y sabía que desde San Juan continuaban su avance el Destacamento de Montaña 3 (unos 1200 efectivos), el Batallón I procedente de El Marquesado y el Batallón II de Calingasta, fuerzas que harían su arribo a Mendoza a las 17.00 horas. El día anterior, el general Iñíguez se había reunido con el general Sosa Molina para recibir las instrucciones emitidas por el Comando de Represión en Buenos Aires. Se había decidido reunir a todas las fuerzas disponibles, aún a costa de una demora de dos o tres días para llevar a cabo un ataque frontal sobre Córdoba, tanto desde Cuyo como desde el litoral.
Movilizada desde el mediodía del 16, la Agrupación de Montaña Cuyo penetró en la provincia de San Luis en la madrugada del 17, con el general Héctor Raviolo Audisio a su frente. Cuando Sosa Molina volaba hacia Córdoba para reunirse con Morello en Anizacate y transmitirle las órdenes emanadas desde Buenos Aires.
Ausente Sosa Molina de San Luis, se produjo la sublevación del II Ejército a las órdenes del general Eugenio Arandía cuyo segundo en el mando era el teniente coronel Mario Fonseca, ello tras un violento intercambio de disparos en el sector de la Comandancia y sus inmediaciones, de resultas del cual, cayó herido en una pierna el capitán Farmache, leal al gobierno.
A efectos de neutralizar su accionar, el Comando de Represión ordenó la movilización del Regimiento 11 de Infantería de Rosario que al mando del teniente coronel Enrique Guillermo Podestá, hacía maniobras en San Nicolás de los Arroyos.



General José María Sosa Molina

La misión que se le encomendó fue regresar lo más rápido posible y alistarse en su guarnición para dirigirse desde allí a Villa María, por la Ruta Nº 9, hasta Villa María y una vez en ese punto seguir hasta Río Cuarto a efectos de comprobar si por ese sector habían pasado tropas rebeldes en dirección a Berrotarán, localidad situada en el camino de Alta Gracia. En ese punto, el teniente coronel Podestá se subordinaría al general José Alejandro Falconier y procedería a interceptar cualquier avance del enemigo replegándose hacia el norte ante cualquier ataque, a los efectos de cubrir la retaguardia de las tropas que, atacarían la ciudad de Córdoba procedentes del sur.
Mientras tenían lugar estos movimientos, las fuerzas rebeldes transmitían sus propios comunicados desde la estación de radio LV2 de la localidad de Ferreyra, con el propósito de contrarrestar la propaganda gubernista que daba por derrotado al movimiento.
“La Voz de la Libertad”, comenzó a emitir a primera hora, poniendo especial énfasis en la política dictatorial de Perón, en los abusos del régimen y en la quema de la enseña patria.
Temerosos de que las fuerzas peronistas intentasen recapturar el “bastión”, los rebeldes instalaron ametralladoras, una en los techos y dos en tierra, a ambos lados del edificio, protegidas ambas por puestos de vigilancia organizados con cadetes de Aeronáutica y comandos civiles.
Las medidas no fueron desacertadas ya que grupos de militantes peronistas, casi todos miembros de la CGT, intentaron aproximarse al sector. Varios de ellos cayeron muertos y otros resultaron heridos, al ser repelidos por la metralla.


Temeroso de verse rodeado por las fuerzas enemigas, el general Lonardi dispuso abandonar la Escuela de Artillería y desplazar a todos sus efectivos hacia su par de Aviación Militar, dada la creciente concentración enemiga en torno a ellos. De ese modo colocaba a sus tropas en mejor posición y, de paso, aseguraba las pistas de aterrizaje, dando tiempo a los generales Lagos y Aramburu para iniciar su marcha y alentar el alzamiento de otras guarniciones en el interior.
Se formó entonces, una extensa columna de camiones y ómnibus que, alrededor de las 11.00, comenzó a evacuar las instalaciones. Casi al mismo tiempo despegó a bordo de un Percival, el capitán Luis Ernesto Lonardi, con la misión de reconocer las posiciones del general Morello y prevenir cualquier ataque sus fuerzas.
Ese día, la actividad aérea comenzó temprano cuando las 01.45 un segundo Percival despegó en pos del enemigo. Tras detectarlo al noroeste de la Escuela de Aviación Militar regresó, aterrizando a las 03.15. A las 05.00 un AT-11 lanzó bengalas con el objeto de observar el desplazamiento de las tropas gubernamentales. Una hora y media después, un avión Fiat efectuó exploración entre la Escuela de Aviación Militar y Río Tercero, detectando una columna de 25 camiones militares y piezas de artillería que avanzaba a la altura de Anizacate, en dirección a Alta Gracia. A las 07.00 otro AT-11 realizó observación entre la mencionada escuela y la fábrica Kaiser, bombardeando con napalm al Regimiento 13 que se aproximaban amenazadoramente a la Escuela de Artillería, En ese mismo momento, un Fiat sobrevolaba el área comprendida entre Jesús María y Piquillín en busca de las avanzadas enemigas.
El Regimiento 13 recibió un nuevo ataque con napalm a las 07.20 y diez minutos después, un monomotor Fiat detectó movimiento de tropas por el camino de Dean Funes, siendo repelido por fuego antiaéreo cuando efectuó una pasada rasante para arrojar panfletos.
A las 07.50 el mismo AT-11 que había bombardeado al Regimiento 13, hizo reconocimiento entre Anizacate y Alta Gracia y a las 08.00 uno de los cinco Avro Lincoln al comando del capitán Ricardo Rossi despegó llevando a bordo a un teniente como observador, para bombardear esas fuerzas. Cuando la máquina enfilaba hacia las tropas gubernamentales fue recibida por intenso fuego antiaéreo, resultando alcanzada por un proyectil de 40 mm a la altura del radar.
El aparato se elevó hasta los 4000 metros de altura para esquivar los disparos y al ver la imposibilidad de bombardear al enemigo, se retiró hacia el aeropuerto de Pajas Blancas, donde hizo un aterrizaje de emergencia.
La batalla se fue intensificando a medida que pasaban las horas.
A las 08.10 un Percival despegó desde la Escuela de Aviación Militar para efectuar reconocimiento. De regreso, el mismo oficial que piloteaba la nave abordó un DL-22 y en vuelo rasante ametralló vehículos y tropas leales a la altura de Malagueño. Casi al mismo tiempo, un nuevo Fiat piloteado por un primer teniente y tripulado por un joven oficial del Ejército, efectuó reglaje de tiro de artillería (08.15) en tanto media hora después, otro Percival hizo observación a baja altura (08.50).
Eran las 09.15 cuando un Fiat piloteado por el veterano piloto de pruebas de la Fábrica Militar de Aviones Rogelio Balado sobrevoló el sector de Alta Córdoba para observar los alrededores de la estación ferroviaria; a las 09.50 otro Percival exploró las tierras que se extendían al oeste de la Escuela de Aviación Militar y a las 10.00 despegó de la misma un DL-22 para ametrallar tropas que se aproximaban por el oeste.
Veinte minutos después un nuevo Fiat pasó entre Malagueño y Alta Gracia, en dirección a Anizacate donde detectó una columna de diez camiones, sobre la que arrojó panfletos antes de ser repelido por el fuego de cuatro piezas de artillería antiaérea. La columna fue atacada a las 10.40 y sobrevolada nuevamente por un AT-11, que también le arrojó panfletos, seguido a las 11.10 por otro Fiat que exploraba el aérea entre Córdoba y Ojo de Agua.
Cerca del mediodía, un DL-22 que patrullaba el área recibió numerosos impactos de piezas antiaéreas que le provocaron daños de consideración, entre ellos, la rotura de su hélice, la perforación del colector de escape y un cilindro, la destrucción del sistema eléctrico y daños en la rueda trasera. El aparato debió regresar y hacer un aterrizaje de emergencia con sus tripulantes ilesos.
Al recibir la información de que un tren con tropas gubernamentales se aproximaba desde el norte para reforzar a las tropas del general Morello, el comando rebelde decidió volar con trotyl las vías férreas al norte de Jesús María, despachando para ello un avión Percival con dos oficiales a bordo, que debían llevar a cabo la misión.
El aparato voló hasta el lugar y después de aterrizar en un camino de tierra los comandos echaron pie a tierra y procedieron a colocar las cargas para hacerlas detonar. Sin embargo, al intentar decolar, la máquina sufrió un desperfecto en su motor y eso le impidió despegar. La tripulación decidió abandonarla en medio del campo y regresar por sus propios medios, pero cayeron prisioneros a poco de andar.
Para entonces y a lo largo de toda aquella jornada, numerosos aviones civiles, muchos de ellos de carga, se fueron incorporando a las filas rebeldes, entre ellos un DC-3 y un avión de pasajeros de Aerolíneas Argentinas, que fueron puestos al mando del comandante Alfredo Barragán, piloto civil de la mencionada empresa e integrante de un comando revolucionario. Según relata Isidoro Ruiz Moreno, este aviador hizo traer desde Chile un Convair, transporte de envergadura que vino de perillas a las fuerzas rebeldes, por sus múltiples capacidades. Tan importantes resultaron esos aparatos, que el comodoro Krausse estableció una guardia especial para evitar su sustracción o algún acto de sabotaje por parte de elementos leales.
Promediando la tarde, Krausse dispuso enviar a todos sus bombarderos pesados hacia otras bases porque en Córdoba, no se les podía brindar el mantenimiento que necesitaban. Las aeronaves debían trasladarse hacia sus nuevos destinos y a su regreso, traer los repuestos y municiones que la aviación de Lonardi necesitaba y por ese motivo mandó alistar a los capitanes Cappelini y Rossi para que volasen hacia Espora. Los pilotos debieron esperar antes de partir porque en esos momentos, al Lincoln B-016 del primero debían quitarle sus cañones para los de un Gloster Meteor que se habían dañado. El Lincoln había quedado prácticamente inutilizado al ser perforado su tanque de combustible durante la incursión de bombardeo al aeródromo de Coronel Olmedo.
Antes de partir, Cappelini quiso conocer cual era la situación que imperaba en esos momentos y por esa razón se dirigió a una de las dependencias de la Escuela en la que el recién llegado mayor Juan Francisco Guevara estudiaba un mapa de la región.
Una vez en el edificio, Cappellini solicitó autorización para entrar y después de las salutaciones e rigor, le pidió al mayor un detalle de lo que estaba ocurriendo. La respuesta que recibió lo dejó sumamente preocupado ya que, según el oficial del Ejército, las fuerzas sublevadas en esos momentos, era extremadamente dificil.
Cappelini y Rossi volaron hacia Comandante Espora mientras un Avro Lincoln al mando del recientemente llegado primer teniente Manuel H. Turrado Juárez, hizo lo propio hacia Villa Reynols, para cargar bombas. En esos momentos, la base puntana se hallaba en manos rebeldes (al mando del mayor Celestino Argumedo), dado que el Comando de Represión había retirado de allí a sus pilotos y aviones para concentrarlos en Morón.
El avión de Turrado Juárez partió con su dotación completa, integrada por el primer teniente Dardo José Lafalce, los tenientes Miguel Eduardo Aciar, Guillermo Rodolfo Alaggia y Domingo Aldo Patrignani, el alférez Aldo Luis Santi y los suboficiales Néstor Leoncio Martín, Pedro Boris Timorín (mecánico aviador), Martín Antonio Rivadera, Ramón Elía Quinteros y Augusto Lecchi. Una hora después de su partida, cuando sobrevolaba la ciudad de Río Cuarto en dirección a San Luis el gigantesco bombardero comenzó a presentar fallas mecánicas y se precipitó a tierra, pereciendo sus diez tripulantes. De ese modo, la Fuerza Aérea Argentina sumaba nuevos mártires en acciones de guerra.


General Miguel Ángel Iñíguez

Anochecía y nada se sabía de esta tragedia cuando el capitán Jorge Lisandro Suárez ordenó al primer teniente Hellmuth Conrado Weber atacar al Regimiento 12 de Infantería y al Tercer Grupo de Artillería Liviano de Guadalupe, que al mando del general Miguel Ángel Iñíguez, avanzaba hacia la capital provincial procedente de Santa Fe.
Aprovechando las últimas luces del día, Weber despegó a bordo de un Gloster Meteor, enfilando directamente hacia las posiciones enemigas. Al cabo de unos minutos estableció contacto con sus tropas y se abalanzó sobre ellas efectuando una pasada rasante que las tomó completamente desprevenidas. Mientras disparaba sus cañones de 20 mm, pudo ver a los soldados arrojarse a ambos lados del camino para ponerse a cubierto.
El piloto rebelde inició un pronunciado giro y enfiló en sentido inverso, volando a baja altura y disparando intermitentemente. Esta vez el enemigo lo esperaba y devolvió el fuego con sus piezas antiaéreas. Weber no olvidaría más aquella escenas, con los proyectiles pasando a escasos centímetros de su aparato, como si se tratara de fuegos artificiales. Agotó todos sus cargadores y se retiró ileso rumbo a la Fábrica Militar de Aviones dispuesto a reportar los pormenores de su incursión. Era su primera experiencia de guerra y por esa razón, cuando se presentó a sus superiores, se hallaba tremendamente excitado.
Detrás de él partió el primer teniente Rogelio Balado1 con igual misión. Sin embargo, en esta oportunidad, las tropas peronistas estaban alerta y lo recibieron con nutrido fuego de artillería cuyos resplandores se vieron en el anochecer, desde la Escuela y la Fábrica de Aviación. El veterano piloto de pruebas regresó con una veintena de impactos, pero aterrizó sin inconvenientes.

Quien se hallaba notablemente contrariado por las deserciones de los Avro Lincoln era el brigadier Juan Fabri, comandante de la Base Aérea de Morón. La actitud de los pilotos rebeldes lo había enfurecido notablemente y deseaba castigarlos “como se merecían”, enviando hacia Córdoba a una formación de cazas para derribarlos. Cuando le comentó la novedad a su segundo, el mayor Daniel Pedro Aubone, este se manifestó de acuerdo, observando únicamente que debido a la ininterrumpida sucesión de misiones de aquel día, los pilotos leales estaban extenuados. Fabri le dio la razón y cuando le preguntó si se animaba a encabezar el ataque, este le respondió que sí.

-¡Por supuesto que me animo. Toda mi vida me preparé para este momento!

Fabri le ordenó entonces elegir sus pilotos y las designaciones recayeron en el capitán Amauri Domínguez y el comandante Eduardo Catalá, quienes de inmediato iniciaron los aprestos para iniciar el vuelo mientras el personal de tierra proveía a los aviones de tanques suplementarios para extender su radio de acción y los dotaban de municiones perforantes, incendiarias, trazantes y de 20 mm.
De acuerdo a la explicación previa en la sala de prevuelo, los pilotos debían volar en un aparato de carga hasta el aeródromo de Las Higueras, próximo a Río Cuarto, para apoderarse de los Gloster Meteor rebeldes que allí se alistaban, privando al enemigo de un arma formidable. Ninguno de los tres aviadores tenía experiencia de combate aunque en 1948 habían realizado numerosas prácticas de tiro en Tandil, y recibido instrucción del general del aire Adolf Galland, uno de los ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial contratados por Perón para organizar la Fuerza Aérea Argentina. Galland había escrito un manual de adiestramiento en uno de cuyos capítulos, detallaba como debía llevarse a cabo el ataque a un aeródromo.
Anochecía cuando los pilotos abordaron un transporte C-47 y despegaron hacia Córdoba, acompañados por los armeros y mecánicos que integrarían su personal de tierra. Lo que los tres ignoraban era que minutos antes el capitán Fernando González Bosque los había “traicionado”, partiendo hacia Córdoba en otro Avro Lincoln, con la intención de sumarse a la revolución.
González Bosque voló en plena noche y al llegar a destino, informó sobre la misión que el Comando de Represión había planificado sobre el aeródromo de La Higuera. El comodoro Krausse y su plana mayor comprendieron el peligro que ello significaba y organizaron de inmediato un ataque para inutilizar los cazas que había allí estacionados.
El C-47 tocó tierra en La Higuera en la media noche del 16 y después de cargar el avión con los pertrechos necesarios, la tripulación se fue a dormir al casino de oficiales, sabiendo que al día siguiente les esperaba mucha acción.
Por causa de la tensión, fue poco lo que Aubone durmió; se levantó a la mañana siguiente, muy temprano y al igual que sus compañeros procedió a revisar minuciosamente su avión, poniendo especial atención en las turbinas, el armamento y la mira.
Los mecánicos terminaban de alistar a los otros dos aparatos montaba una bomba voladora PAT-1 de fabricación nacional2 en el Avro Lancaster matrícula B-037 que piloteaba el capitán Eduardo Di Pardo, con la que el Comando de Represión pensaba atacar las posiciones del general Lonardi, disparándola desde una distancia de 30 kilómetros.


Bomba teledirigida PAT-1

El oficial trepó a la cabina de su Gloster con cierta dificultad, debido a una vieja lesión que había sufrido el año anterior y una vez en el interior, comenzó a sujetar sus correajes. En esos momentos había mucho movimiento en la base, con los mecánicos y los técnicos yendo y viniendo de aquí para allá, revisando los aviones, haciendo los últimos ajustes y conectando las baterías a los motores para poner en marcha a los cazas.
Cuando Aubone controlaba su tablero y los mecánicos se disponían a enchufar y alistar los sistemas de encendido, apareció repentinamente el Avro Lincoln del capitán Orlando Cappellini dispuesto a atacar. Con él volaban un cadete de Aviación de 4º año que portaba una ametralladora de mano para disparar desde la ventanilla y un artillero que tenía a cargo la ametralladora de cola.
A vuelo rasante, Cappellini pasó sobre la pista y luego se elevó, dando tiempo al personal del aeródromo de ponerse a cubierto. Aubone comprendió que había quedado completamente solo y que era blanco fácil del atacante y por esa razón, cuando el bombardero efectuó su segunda pasada, pensó que aquella era su última hora.
Una bomba impactó de lleno en el Avro Lancaster B-037 y otra pegó a un metro y medio de su ala izquierda, sin explotar (fue la única que no lo hizo), hecho providencial que lo salvó por milagro.
El Lancaster y su bomba de 1000 kilogramos se convirtieron en una bola de fuego mientras el personal de tierra intentaba ponerse a cubierto no solo de las balas enemigas sino de los restos del aparato que volaban en todas direcciones.
Tras descargar sus proyectiles, Cappellini comenzó a volar en círculos para batir la zona con la ametralladora portátil que manipulaba el cadete de 4º año y con los cañones de 20 mm de cola. Aubone, cubriéndose instintivamente la cabeza con las manos, sintió los impactos repiqueteando a su alrededor, sin que ninguno lo tocase.
En ese preciso instante apareció a gran velocidad un automóvil conducido por el ingeniero asimilado Gauna Krueger, quien corrió hasta el avión y en medio de las balas, ayudó al piloto a descender. Acto seguido, corrieron ambos hacia el rodado y una vez dentro, se alejaron rápidamente en dirección a un grupo de trincheras junto a las cuales, el conductor frenó. A toda prisa descendieron y se arrojaron en su interior encontrando allí a Domínguez y Catalá observando el último ataque de Cappellini.
Aunque muchos años después el piloto rebelde intentaría justificar su accionar asegurando que no había sido su intención impactar a los Gloster, la realidad es que su puntería falló debido a su falta de experiencia en bombardeos a baja altura. Su misión era destruir a los cazas y para eso había ido hasta Las Higueras.
El ataque duró aproximadamente media hora y dejó como saldo el Avro Lancaster incendiado y otro aparato averiado por las esquirlas.
Cuando la alarma cesó, los mecánicos y el personal de tierra reaparecieron y presas de la exitación exigieron a los gritos el derribo del atacante. Habían vivido momentos de extrema tensión y angustia ya que en los barrios inmediatos, tenían sus casas y sus familias.

-¡Mátelos, señor - le pidieron a Aubone - liquídenlos a todos!

Sin perder un instante, Aubone trepó a su avión y minutos después partió decidido en busca del bombardero. No lo encontró pero su vuelo sirvió para corroborar la excelente performance de los Gloster Meteor y demostrar a los rebeldes que había aparatos leales dispuestos a repeler su acción.


De regreso en la base, le informaron que se hallaba al teléfono el comodoro Casanova, subsecretario de la Fuerza Aérea, solicitando la inmediata destrucción de la aviación rebelde.

-¡Esos aviones pueden atacar Buenos Aires aún de noche y van a causar mucho daño en la ciudad. Hay que destruirlos inmediatamente!

Era evidente que el alto funcionario se hallaba impresionado por la noticia del ataque y las consecuencias que podría acarrear el hecho de que las fuerzas sublevadas dispusieran de semejante fuerza.
Aubone y sus numerales se abocaron a la tarea de planificar un ataque al aeródromo de Pajas Blancas, para neutralizar a los bombarderos pesados enemigos porquea esa altura se sabía que la Escuela de Aviación Militar carecía de capacidad suficiente para albergarlos y que la extensión de la pista era insuficiente.
La escuadrilla despegó a las 17.00 horas, volando a 700 kilómetros por hora, en dirección al valle de Calamuchita en absoluto silencio de radio. De acuerdo al plan de vuelo elaborado antes de decolar, enfilarían hacia el valle de Punilla, a través del lago San Roque desde donde se elevarían antes de caer sobre el blanco.
A efectos de causar la menor mortandad posible, se desplazarían en hilera, contrariando las enseñanzas de Galland, aún a riesgo de que el avión que volaba detrás dañara a sus propios compañeros al abrir fuego.
Los aparatos sobrevolaron el lago y cruzaron Cosquín, tomando altura sobre el Pan de Azúcar para caer sobre Pajas Blancas desde ese punto. Mientras lo hacían, detectaron bastante movimiento en torno a tres bombarderos ubicados al costado de la pista, uno de los cuales, tenía su carga de bombas a pleno y recibía combustible. Era el Avro Lincoln de Cappellini y Rossi, recién llegado de Comandante Espora con el enlace naval Carlos García Favre a bordo.
Los Gloster se lanzaron sobre el objetivo, separados por una distancia de 1000 metros entre uno y otro, encabezados por el mayor Catalá, quien abrió fuego en primer lugar alcanzando a los aviones mientras el personal de tierra corría en todas direcciones busca ponerse a cubierto. Cuando el guía se elevó, llegó disparando Aubone, impactando a dos de los tres Avro Lincoln detenidos en plataforma, uno de los cuales se tumbó hacia un costado con su rueda perforada. Le siguió el capitán Domínguez disparando con sus cañones e inmediatamente después ganaron altura para iniciar maniobras de evasión.



(Imagen: Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina)

Mientras efectuaban el ataque, los pilotos leales escuchaban a través de sus radios las alarmas de la base y una interminable seguidilla de órdenes provenientes de la torre de control, solicitando la salida de aviones para interceptarlos.
En momentos en que los tres cazas ganaban altura y emprendían la retirada a 900 kilómetros por hora, los disparos del numeral Domínguez alcanzaron levemente al avión del mayor Aubone y al averiado Avro Lincoln del capitán Rossi que se hallaba posado en tierra, dañado por las baterías antiaéreas durante el ataque al aeródromo de Coronel Olmedo. Dejaban atrás un mar de confusión, dos de los tres Avro Lincoln destruidos y un piloto rebelde herido.
Los Gloster Meteor sobrevolaron la ciudad de Córdoba y aterrizaron en Las Higueras, donde el personal de tierra los aguardaba expectante. Rodando lentamente por la carpeta asfáltica dejaron a un lado la pista y con los motores encendidos introdujeron los aviones en uno de los hangares especialmente acondicionado para ellos. Al descender, los tres pilotos y sus mecánicos observaron con asombro la cola del Gloster de Aubone completamente perforada por los proyectiles de Domínguez y lo cerca que estuvo de ser abatido. Evidentemente, Galland tenía razón.
Sin darles demasiado tiempo, el comodoro Daniel Cerri, jefe de los talleres de la  base, mandó alistar a los tres aparatos puesto que era previsible un ataque rebelde y en momentos en que impartía esa orden, volvió a llamar desde Buenos Aires el subsecretario de la fuerza, comodoro Casanova, para informar que una columna rebelde del II Ejército, estaba pronta a llegar a Córdoba procedente de San Luis y que el aeródromo de La Higuera iba a ser uno de los primeros puntos en ser ocupados. Casanova sabía que el Regimiento 11 de Infantería no llegaría a tiempo para detener el avance y por esa razón, ordenó a los tres pilotos retornar inmediatamente a Buenos Aires y al comodoro Cerri inutilizar los aviones.
Se decidió que Aubone, Catalá y Domínguez volarían de regreso en un Beechcraft AT-11 sanitario que se hallaba estacionado en el mismo hangar en el que habían guardado los Gloster, y a él treparon inmediatamente, seguidos por el grupo de suboficiales que los había acompañado desde Morón. Aubone ocupó el asiento del piloto y Catalá el del copiloto y después de encender los motores, ganaron el exterior y comenzaron a rodar hacia la cabecera de la pista.
En ese preciso instante un Calquin rebelde llegó volando a baja altura para arrojar una bomba que, aunque pegó cerca del Beechcraft, no impidió que siguiera su marcha.
El avión levantó vuelo en dirección a Río Cuarto, justo cuando el Calquin pasaba a su lado y le disparaba. Aubone se pegó al suelo y de ese modo evitó que el avión rebelde volviese a ametrallarlo y se lanzase tras él.
Era de noche cuando dejaron atrás la provincia y se internasen en Santa Fe volando siempre a baja altura y prácticamente a ciegas porque el radiogoniómetro no funcionaba. Ya en territorio bonaerense, encontraron nubes bajas y recién al ver las luces de Chivilcoy lograron orientarse y continuar hacia Morón.
La base aérea se hallaba  a obscuras y nadie respondía los llamados en previsión de posibles ataques por parte de la cada vez más numerosa aviación rebelde. En vista de ello, el capitán Catalá tomó el micrófono y después de darse a conocer informó que si no recibía respuesta en el acto, se retirarían al Uruguay. Ni bien terminó de decir eso, las luces de la pista se encendieron y así pudieron aterrizar.
Una vez en tierra, los aviadores fueron recibidos por el comodoro Fabri, que se encontraba sumamente entusiasmado por el éxito de la incursión. El oficial estaba resuelto a lanzar sobre Córdoba un ataque de mayor envergadura, utilizando bombarderos Avro Lincoln y Avro Lancaster, misión que se estaba programando para el día siguiente. Los mandos leales estaban convencidos de que las fuerzas rebeldes carecían de capacidad para contrarrestar esos ataques porque los pocos Gloster Meteor de los que disponían carecían de repuestos y por consiguiente, no estaban en condiciones de volar.

En la tarde del 17 de septiembre se completó el traslado de las fuerzas rebeldes desde la Escuela de Artillería a las de Aviación Militar y Suboficiales de Aeronáutica. El general Lonardi se instaló en la primera junto a su plana mayor y en la segunda, separada de aquella por la ruta que unía a Córdoba con Villa Carlos Paz, lo hizo el comodoro Krausse con los integrantes de su comando.
En las últimas horas, las fuerzas revolucionarias habían reforzado el perímetro defensivo de la guarnición, envolviendo dentro del mismo a edificios, hangares, talleres, pistas de aterrizaje y terrenos anexos, todo ello dentro de un radio de 360º. El mismo quedó al mando del general Lonardi, secundado por su hijo y ayudante, el capitán Luis Ernesto Lonardi y su igual en el mando, Ramón Eduardo Molina. El capitán Daniel Correa fue designado oficial de Informaciones, el teniente primero Miguel A. Mallea Gil, jefe de Comunicaciones, el teniente primero Julio Fernández Torres encargado de la seguridad del Comando, el coronel Arturo Ossorio Arana comandante del Grupo de Artillería, el mayor Melitón Quijano jefe de su plana mayor y el mayor Enrique Rottjer, encargado de Logística.
A lo largo de aquella segunda, jornada se fueron incorporando elementos civiles a quienes se fue proveyendo de armamento y se los destinó a reforzar pelotones al mando de oficiales, lo mismo militares retirados o fugados de las filas leales, entre quienes destacaban el teniente coronel (R) Juan Carlos Cuaranta, su igual en rango Carlos Godoy, el coronel Francisco Zerda, el capitán Alfredo Matteri, el mayor Enrique Rauch, el teniente de navío Raúl Ziegler, el mayor Lisandro Segura Lavalle y el teniente primero Carlos Goñi.
Mientras en Córdoba se desarrollaban esas acciones, las tropas leales continuaban su avance. Ello y la falta de noticias respecto a la situación en el resto del país, preocupaban sobremanera al general Lonardi y sus hombres especialmente después de saber que en las primeras horas de la noche las columnas de la V División de Ejército, al mando del general Aquiles Moschini, habían llegado por tren a Dean Funes y que estaban dispuestas a entrar en acción. Integraban la misma el Regimiento 15 de Infantería procedente de La Rioja, el Regimiento 18 de Santiago del Estero, el 17 de Catamarca y el 19 de Tucumán, conjuntamente con el Regimiento 5 de Artillería reforzado, procedente de Salta, sede del Comando de la División; el Regimiento 5 de Caballería de la misma provincia y el Batallón 5 de Comunicaciones de Tucumán.
Integraban el alto mando del general Moschini su jefe de Estado Mayor, el coronel Julián Trucco; su cuartel maestre, teniente coronel Carlos Augusto Caro y el mayor  Isola, a cargo de la División de Operaciones. Siguiendo sus indicativas, elementos motorizados del Regimiento 18 procedieron a reconocer el lugar y efectuar exploración en la zona de Jesús María con el objeto de detectar unidades rebeldes.
Casi al mismo tiempo, las tropas del general Miguel Ángel Iñíguez llegaban a Monte Cristo, donde dispuso alojar a la tropa para que pasar allí la noche, previa dispersión de su armamento y equipo en prevención de ataques aéreos. Cerca de la medianoche, esas tropas recibieron dos cañones Krupp 7.5 mm pertenecientes a la sección de Artillería del Regimiento 12 y tres ambulancias enviadas por el Ministerio de Salud Pública de la provincia de Santa Fe ya que, para el día siguiente, se esperaban duros enfrentamientos.

Las acciones del día 17 en Córdoba se reflejan claramente en los escritos de un combatiente, publicados en la revista “Cielo” bajo el título “…del diario de un Cadete”,. Dice el mismo:

“17 de septiembre (sábado). Finalmente tomamos una posición provisoria para protegernos de algún posible ataque enemigo. En realidad vivimos en un constante estado de alerta. Se presume que viene avanzando el 14 de Río IVº y por esa causa nos pasamos la mañana esperando.  A eso de las 11:00 hs. Se inicia el ataque…es el primer combate real en que actuamos y quien mas quien menos, todos pensamos en que puede ser nuestra última acción en este mundo. Es de admirar la rapidez con que cavamos la posición…en 30’ la terminé…y bastante honda por cierto.
   “La infantería viene avanzando bajo un nutrido fuego de obús y soportando el hostigamiento incesante de nuestros aviones. Esto decide el combate.
   “Rendido el 14, se me ordenó plegarme con el grupo a la sección del Alf. C…para ir a copar un grupo de unos 80 suboficiales y civiles que estaban perturbando por detrás de los polvorines. Tampoco esta vez tuvimos suerte, pues no encontramos más que animales……Seguramente se repliegan al enterarse que íbamos a combatirlos. Nos quedamos casi dos horas en un rancho vacío. Todas las casas de los alrededores han sido abandonadas…los animales están rabiosos de sed…hago lo imposible por procurarles agua. Vamos morir una yegua que tiene un proyectil en los íjares. Probablemente del 12,7.
   “Utilizando el teléfono portátil se comunica al comando que no hay novedad por esta zona. El 1er. Ten. F…, Jefe de nuestra Ca., ordena el repliegue hasta los polvorines, donde embarcamos en camiones que nos llevan a la Escuela de Suboficiales. Llegados allí, vemos que, como en nuestra Escuela, hay gran cantidad de civiles armados con gran variedad de armas y vestidos en forma muy particular: un ‘cocktail’ de ropa civil, militar y policial.
   “Algunos lucen orgullosos sus ‘trofeos’: gorras, sables, pistoleras y otros elementos tomados a la policía.
   “Bajamos a comer algo…nos dieron un sopón que podía cortarse con cuchillo, pero el hambre era mucho y eso salva el éxito del almuerzo. Mientras aguardamos nuestro regreso, conversamos con los aspirantes y civiles que por allí encontramos. Por ellos nos enteramos que las emisoras cordobesas, en nuestro poder desde ayer, hicieron un llamado pidiendo voluntarios y la mayoría de los hombres en condiciones de armarse han sabido responder a él. Nos relatan alternativas del combate que sostuvieron ayer junto con los cadetes, aspirantes y soldados en la Jefatura de Policía. Cuenta que con ellos se encontraban algunas mujeres, que arma en mano, daban muestras de un valor que ennoblece a la mujer argentina. Uno de los sectores donde la lucha fue más intensa fue por Barrio Pueyrredón donde la Policía opuso una tenaz resistencia. Afortunadamente no hubo que lamentar la muerte de ningún cadete…los aspirantes no tuvieron igual fortuna, pues dos o tres de ellos perdieron la vida en la acción; sin embargo, el mayor número de bajas lo tuvieron los civiles, que pagaron con la vida su fervor patriótico. La población vitoreaba a nuestros muchachos y prestaba toda su colaboración reafirmando así su identificación con los principios revolucionarios.
   “Luego de cambiar otras impresiones sobre lo ocurrido en la ciudad, llegó la hora de nuestro regreso a la E.A.M. y nos despedimos de ellos en un clima de profunda cordialidad…aunque pensando en la dureza de nuestro pozo y en las emociones que ellos vivieran, con un dejo de envidia por su suerte.
   “En la Escuela recibimos órdenes de hacer bañar a la tropa y equiparla convenientemente. Con la eficaz colaboración de algunos aspirantes, logramos hacerlo rápidamente y luego, otra vez a los camiones. Ibamos viajando en dirección a la línea, cuando supimos de la alarma antiaérea. Se presumía la aproximación de Gloster Meteor leales. Se ordenó tomar cubierta completa a la tropa…En el desbande, muchos camiones quedaron dificultando el tránsito y tuve que colaborar para despejar el camino. Con el ‘Tano’, aprovechamos para hacer una ‘requisa’ a la Sala de Armas y retirar munición que nos será de utilidad más adelante.
   “Pasada la alarma, sin que se produzcan novedades (luego nos enteramos que el ataque aéreo se había realizado en Pajas Blancas), aprovechamos el ‘impase’ para bañarnos y cambiarnos de ropa. Nuevamente tomo mi grupo y lo conduzco al lugar donde se me comunicó se extenderían nuestras líneas. Ya es de noche. Sobre el costado sur de la Escuela a la altura de la cabecera de la pista nueva, comenzamos a cavar las posiciones…esto de construir la posición en la obscuridad no es nada agradable: no se ve lo que se hace y el trabajo resulta doblemente penoso y poco eficiente.
   Cuando doy por terminado mi trabajo me doy cuenta que se ha levantado una sudestada de esas que llegan a los huesos…y mi grupo no tiene mantas. Entonces decido detener un camión que en ese momento pasa en forma providencial por allí y con el permiso del Jefe de la Ca. me voy al Escuadrón de Tropas.
   “El soldado no quiere conducir, pues dice que no ve nada, y aquí estoy yo, con toda mi inexperiencia de motorista, conduciendo un camión sin luces entre calles (?) llenas de obstáculos. Pero no tuve ningún inconveniente y pude llegar. La suerte me favoreció también en el regreso, pues, aún no se como, me fui a detener justo en el puesto ocupado por el Jefe de la Ca., y de allí fue un juego de niños llegar a mi posición. Mis soldaditos ya estaban medio duros de frío. La noche se hace bastante ‘perra’ pues las posiciones son malas y el viento sopla muy fuerte…por fortuna acallamos el estómago con un buen plato de locro caliente. El amanecer ansiosamente esperado por fin llega aunque sin el ansiado sol…El día es nublado y frío”.
En esas condiciones llegó la tercera jornada de lucha.


Notas


  1. Pese a tratarse de uno de los más reconocidos pilotos de prueba de la Fábrica Militar de Aviones, Rogelio Balado se volcó decididamente a la revolución. Experimentado piloto de caza de la Fuerza Aérea Argentina, comenzó su carrera en Córdoba, en 1952 después de la trágica muerte de Otto Behrens, veterano de la Luftwaffe y piloto de prueba del equipo de Kurt Tank, voló los prototipos Pulqui I y Pulqui II, el planeador IA-37 y el gigantesco transporte IA-38 Naranjero, antecedente nacional de los poderosos Hércules.
  2. El Proyectil Aéreo Teledirigido 1 era una bomba radioguiada aire-superficie de elaboración nacional fabricada por la Sección Armas Especiales de la Dirección General de Fabricaciones Militares dependiente del Ejército. En 1950, un equipo de técnicos alemanes y argentinos comenzó a trabajar en su diseño bajo la dirección de los hermanos Henrici, ingenieros aeronáuticos alemanes, con la asistencia en el diseño de los hermanos Mandel, todos ellos técnicos de la Alemania nazi captados por el régimen justicialista. Se trataba de un proyectil de 500 kilogramos y 30 kilómetros de alcance que constaba de dos cuerpos, el mayor de 3,54 metros en el que e alojaba el sistema de guiado, la cámara de combustión y la tobera de escape y el menor, de 2,52 metros, que llevaba los carburantes (oxigeno y metanol). Perón en persona supervisó los trabajos en 1952, año en que comenzaron las pruebas. El 20 de octubre de 1953, durante una de ellas, el Avro Lancaster B-036 piloteado por Werner Baumbach, otro veterano de la aviación alemana, se precipitó a aguas del Río e la Plata, pereciendo su piloto, uno de los hermanos Henrici y el radioperador argentino Viola. Otros tres tripulantes lograron ser rescatados.


Guerra Antisubversiva: Morteros contra el ERP en Tucumán

 Morteros contra el terrorismo



Mortero pesado en apoyo de fuego. Operativo Independencia. Montes del Tucumán 1975 .

viernes, 15 de septiembre de 2023

SGM: Cómo la Wehrmacht capturó el norte y centro de Italia

Eje de operación. Cómo la Wehrmacht capturó el norte y el centro de Italia



 
Paracaidistas alemanes con un cañón antitanque PaK 41 de 42 mm en las calles de Roma. septiembre de 1943



"45 días"

La élite y la sociedad italianas, asustadas ante la perspectiva de una derrota total en la guerra, se opusieron al régimen fascista de Mussolini. El 25 de julio de 1943, Mussolini fue arrestado. El partido fascista se disolvió. Los nazis no ofrecieron resistencia. Los representantes del gran capital, los monárquicos y los militares estaban unidos en su deseo de evitar la capitulación y la ocupación de Italia y querían traspasar al Duce toda la responsabilidad de la política, que hasta ese momento habían apoyado plenamente.

El nuevo gobierno estuvo encabezado por el mariscal Pietro Badoglio. Badoglio anunció que la guerra continúa, Italia sigue fiel a sus obligaciones aliadas. El período comprendido entre el 25 de julio y el 8 de septiembre de 1943 pasó a la historia de Italia como los “45 días”.

Por un lado, las fuerzas antifascistas, demócratas, socialistas y comunistas se volvieron más activas en el país. Numerosas manifestaciones antifascistas se extendieron por todo el país. Estallaron disturbios en los grandes centros industriales, liderados por comunistas. Las fuerzas progresistas exigieron la retirada de Italia de la guerra y el restablecimiento de los derechos y libertades democráticos.

Por otro lado, las nuevas autoridades italianas encabezadas por Badoglio, que estaban respaldadas por los intereses del gran capital, la burguesía y los monárquicos, buscaron evitar cambios radicales dentro del país, sacar a Italia de la guerra, concluyendo una paz secreta separada. con los aliados y evitando la ocupación y convirtiendo el país en un campo de batalla. El 26 de julio se impuso el estado de sitio en el país, se prohibieron todas las reuniones en las calles y se concedió a las tropas el derecho de disparar contra la multitud. Al mismo tiempo, para tranquilizar a la opinión pública, el gobierno disolvió el partido fascista, declaró una amnistía política y acordó la restauración de los sindicatos.

 
Retrato del mariscal Pietro Badoglio, líder de Italia tras la caída de Benito Mussolini

Las fuerzas armadas italianas

Las tropas italianas estaban desmoralizadas por las derrotas en Rusia y África. Su moral, que ya estaba baja, cayó a cero. Las fuerzas terrestres estaban formadas por más de 80 divisiones (de las cuales más de 45 formaciones estaban ubicadas en la Italia continental), pero sus armas eran débiles y sus niveles de mano de obra y equipo eran bajos. Sólo unas pocas formaciones tenían hasta el 70% de soldados y oficiales. No había suficientes tanques para una única división de tanques.

Las divisiones estacionarias de defensa costera (casi una cuarta parte del ejército) eran especialmente débiles en entrenamiento de combate, motivación, armas y equipo, como lo demostraron las batallas en Sicilia ("Cómo el 14.º Cuerpo Panzer alemán frenó el avance de dos ejércitos aliados durante 38 días”).

Las tropas italianas estaban dispersas por todo el sur de Europa. El 4.º ejército italiano (12 divisiones) estaba estacionado en el sureste de Francia y el noroeste de Italia. En el norte de Italia, se restauró el 8.º Ejército (13 divisiones); los restos de sus divisiones regresaron de Rusia y nunca pudo restaurar ni siquiera una mínima efectividad en el combate. Los ejércitos 5 y 7 tomaron posiciones defensivas en la península de los Apeninos, Córcega y Cerdeña. El 6.º ejército (10 divisiones) fue derrotado en Sicilia. Los ejércitos 2, 9 y 11 (31 divisiones) sirvieron en Grecia, Albania y Yugoslavia. Las mejores divisiones italianas estaban ubicadas fuera del país: en el sur de Francia, Córcega, los Balcanes y las islas del Mar Egeo.

 
Soldados italianos en Corfú. 1943

La concentración de tropas disponibles para la defensa del norte de Italia y Roma fue difícil debido a la destrucción de la red ferroviaria, que no hacía más que crecer, y a la pérdida de casi toda la flota de vehículos en el norte de África.

La aviación constaba de más de 1.600 aviones, pero más de la mitad perdieron su eficacia en combate. La flota estaba armada con 6 acorazados, 2 cruceros pesados ​​y 6 ligeros, 28 destructores, 27 destructores y 56 submarinos. Los barcos prácticamente no podían realizar operaciones militares de noche, tenían poco combustible y el personal no quería luchar. Por lo tanto, el representante militar del Tercer Reich en el Estado Mayor italiano, el almirante Ruge, llegó a la correspondiente conclusión: "La Armada italiana no significa prácticamente nada para repeler un posible desembarco enemigo".


Capitulación de Italia

Inglaterra y Estados Unidos reaccionaron favorablemente al cambio de poder en Italia. El 30 de julio, Roosevelt escribió a Churchill pidiéndole que entablara negociaciones con cualquier persona o personas en Italia que pudieran asegurar el desarme y evitar el caos. Churchill esperaba que la capitulación de las fuerzas armadas italianas en el sur de Francia, Italia y la península de los Balcanes condujera a que las fuerzas angloamericanas controlaran la península de los Apeninos y el mar Adriático, y que los alemanes se vieran obligados a retirarse al norte, al Sava-Danubio. línea. Los aliados ocuparán Grecia sin problemas.

Para obligar a los italianos a rendirse lo antes posible, los aliados intensificaron el bombardeo de las ciudades italianas. El 13 de agosto de 1943, 400 bombarderos atacaron Roma. Al mismo tiempo, los aviones angloamericanos bombardearon Milán, Turín, Génova y otras ciudades. Los objetivos prioritarios fueron los ferrocarriles, los aeródromos y otras infraestructuras de transporte. Sin embargo, también cayeron bombas sobre zonas residenciales. Cientos de civiles murieron.

 
Un patio de clasificación de ferrocarriles en Roma, destruido por los bombardeos aliados. julio de 1943

El gobierno de Badoglio, sin dejar de asegurarle a Berlín su lealtad, fijó un rumbo para salir de la guerra. Roma tenía miedo de oponerse abiertamente a los alemanes. Los italianos intentaron asegurarse de que se concluyera una tregua sólo después de que las tropas angloamericanas desembarcaran en grandes fuerzas en Italia. Los aliados hablaron vagamente de desembarcar 6 divisiones en el área de Roma, una división aerotransportada en aeródromos cerca de Roma y 9 divisiones en la costa oeste. Los italianos buscaban información específica sobre el desembarco de tropas para cubrir a los aliados. Los aliados creían que los italianos estaban ganando tiempo.

El 15 de agosto, el general Castellano llegó a Madrid, se reunió con el embajador británico S. Hoare y anunció la disposición de Roma a unirse a Estados Unidos e Inglaterra tan pronto como sus tropas desembarcaran en la Italia continental. El 19 de agosto, Castellano mantuvo negociaciones en Lisboa con el general estadounidense B. Smith. Diez días después, el general italiano regresó a Italia con el texto de los términos de la tregua. Las condiciones eran difíciles para Roma y frustraron las esperanzas de la élite italiana de evitar convertir su país en un campo de batalla.

Roma tuvo que entregar Córcega, Cerdeña y toda la parte continental del país a los aliados para crear bases angloamericanas. Italia también entregó su flota y su aviación y proporcionó pleno acceso a sus puertos y aeródromos. Además, esto no dependía de la presencia de alemanes en ellos. Es decir, los italianos tuvieron que entablar batalla con los alemanes antes de que llegaran los aliados, lo que las autoridades italianas querían evitar.

La noche del 1 de septiembre, Roma acordó rendirse según los términos de los aliados. Churchill y Roosevelt informaron a Stalin de los resultados de las negociaciones. Moscú aprobó las acciones de los aliados.

El 3 de septiembre de 1943, el representante italiano Castellano y el jefe del Estado Mayor de las fuerzas aliadas en el teatro del Mediterráneo, B. Smith, firmaron un acuerdo de armisticio que preveía la rendición incondicional de las fuerzas armadas italianas. La promulgación del acta de rendición se pospuso hasta el desembarco de las tropas aliadas en la Italia continental. El 3 de septiembre, con apoyo aéreo y naval, las tropas británicas cruzaron el estrecho de Messina y desembarcaron en el suroeste de Calabria.

El 9 de septiembre de 1943, las fuerzas aliadas desembarcaron en la bahía de Salerno, en el suroeste de Italia. El día anterior, los aliados anunciaron por radio que Italia pedía un armisticio y éste había sido firmado. El gobierno italiano tuvo que anunciar el inicio de una tregua. Se ordenó a las fuerzas armadas italianas que cesaran las hostilidades contra los aliados, pero repelieran cualquier ataque. Es decir, las tropas italianas tuvieron que resistir a los alemanes.

 
Vehículos blindados italianos AB 41 (Autoblinda AB 41) destruidos por soldados alemanes en las afueras de Roma. Los soldados italianos que se han rendido caminan por la calle. septiembre de 1943

Eje de operación

El 21 de mayo de 1943, el jefe del Alto Mando de la Wehrmacht (OKW), el mariscal de campo Keitel, preparó un plan aproximado para posibles acciones en Italia. Este plan incluía varias operaciones militares a la vez: la Operación Alaric para invadir la Italia continental y capturar instalaciones clave locales; Operación Estudiante para capturar Roma. Los alemanes también planearon neutralizar a las tropas italianas en la península de los Balcanes y en Francia.

Los alemanes, con el pretexto de impedir los desembarcos enemigos en el norte de Italia y el desembarco de paracaidistas en los Alpes, transfirieron varias divisiones al norte de Italia desde el sur de Alemania y Francia. Los alemanes ni siquiera coordinaron esto con las autoridades italianas, como lo habían hecho antes.

Hitler a finales de julio de 1943 quería enviar tropas a Roma, arrestar al rey y a Badoglio, liberar a Mussolini y restaurar el régimen fascista. Sin embargo, abandonó temporalmente estos planes debido a la precaución, la ignorancia de dónde se encontraba retenido Mussolini y la voluntad oficial de Roma de mantener la alianza.

El 6 de agosto se celebró una conferencia germano-italiana en Treviso, cerca de Venecia. Por parte alemana participaron Ribbentrop y Keitel, y por parte italiana, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores Guariglia y el Jefe del Estado Mayor Ambrosio. La conferencia se desarrolló en un ambiente de desconfianza generalizada. Los italianos mantuvieron formalmente una alianza con Alemania y pidieron grandes cantidades de armas y material militar para la defensa de la península. Los alemanes no querían proporcionar armas a aliados poco fiables. Ambrosio también pidió el traslado del mayor número posible de divisiones italianas de los territorios ocupados para la defensa de Italia. Los alemanes también ignoraron esta petición.

El 15 de agosto tuvo lugar el segundo encuentro germano-italiano. Estaba dedicado a la defensa del sur de Italia. Se trataba del Grupo de Ejércitos B alemán, liderado por Rommel. El 19 de agosto fue trasladada al norte de Italia. También se volvió a plantear la cuestión de la retirada de las tropas italianas de Francia y los Balcanes. Los alemanes planeaban firmemente defender el norte de Italia. Los italianos intentaron devolver sus tropas a su tierra natal.

 
Paracaidista alemán con un rifle automático FG-42. En primer plano, las armas confiscadas a los soldados italianos. La foto probablemente fue tomada después del 8 de septiembre de 1943, cuando los alemanes iniciaron el desarme de los antiguos aliados.

Preparándose para la cirugía

En Berlín entendieron que tras el arresto de Mussolini, la ruptura con Italia era inevitable. La pregunta era cuándo y de qué forma se produciría esta ruptura. Por lo tanto, el liderazgo alemán rechazó todas las propuestas italianas de transferir grandes fuerzas alemanas al sur de Italia para repeler un posible desembarco enemigo. Los alemanes entendieron que en caso de una ruptura con los italianos, estas divisiones en el sur de la península quedarían atrapadas. Las pequeñas unidades alemanas en el sur de Italia quedaron sin apoyo.

El grupo de Rommel permaneció en el norte de Italia y avanzó parcialmente hacia los Apeninos. En cualquier caso, los alemanes iban a conservar estos territorios. Las tropas alemanas también ocuparon pasos en los Alpes que conducían a Francia, Alemania y Yugoslavia. Los alemanes querían ocupar la principal base naval de La Spezia con el pretexto de defenderse de los desembarcos enemigos, pero en realidad para capturar la Armada italiana. Pero los propios italianos ocuparon La Spezia con grandes fuerzas y declararon que para ellos la defensa de un puerto importante era una cuestión de prestigio.

A principios de septiembre de 1943, el mando alemán tenía 17 divisiones y 1 brigada en Italia. Se unieron en los grupos de ejércitos "Sur" y "B" bajo el mando de los mariscales de campo Kesselring y Rommel. En el sur de Italia, en Calabria y Puglia, tenía su base el 76.º Cuerpo de Tanques (29.º Motorizado, 1.º Paracaidista y parte de la 26.º División de Tanques). En el suroeste de la península de los Apeninos, en la zona de Salerno, Nápoles y Gaeta, la defensa estaba a cargo de dos divisiones de tanques (la 16.ª y Hermann Goering) y la 15.ª divisiones motorizadas, que formaban parte del 14.º cuerpo del 10.º ejército. . La 90.ª División Motorizada permaneció en Cerdeña. El 3.º motorizado, el 2.º paracaidista y parte de las fuerzas de la 26.ª División Panzer, que dependían directamente de Kesselring, tenían su base en el área de Roma.

El Grupo de Ejércitos B en el norte de Italia tenía 6 divisiones de infantería, 2 divisiones de tanques y una brigada motorizada. El Mediterráneo occidental y central, incluido el sur de Francia, Cerdeña, Córcega y el norte de Italia, fueron cubiertos por 625 aviones alemanes, el centro y sur de Italia, solo 170 aviones.

 
Tanques alemanes Pz. Kpfw. VI "Tigre" del 508.º Batallón de Tanques Pesados ​​en el paso del Brennero, cerca de la frontera austro-italiana, durante el traslado a Italia. agosto de 1943

Los alemanes inundaron el transporte y las comunicaciones italianos con su gente y, al mismo tiempo, crearon su propia red de comunicaciones. Todas las tropas alemanas estacionadas en Francia, Italia y los Balcanes recibieron instrucciones precisas: tan pronto como Italia abandone la guerra, tras una señal condicional, desarmar e internar a las tropas italianas ubicadas en la zona de su despliegue.

La dirección político-militar italiana lo entendió todo. Pero no pudo provocar a los alemanes con decisiones tajantes. Además, las fuerzas armadas italianas eran demasiado débiles y carecían de motivación para luchar contra sus antiguos aliados. La retirada de las tropas italianas de Francia y Yugoslavia, que ya dependían de una débil red ferroviaria, aprobada por Berlín, fue retrasada por los alemanes, que retenían los vagones y el carbón para las locomotoras. Las protestas italianas fueron ignoradas o los alemanes fueron disuadidos por la necesidad de tomar medidas urgentes contra el inminente ataque enemigo.

Los italianos advirtieron a sus tropas en agosto de un posible enfrentamiento con los alemanes con dos órdenes secretas. Todos los cuarteles generales y las posiciones de las tropas debían estar cuidadosamente vigilados; en caso de conflicto, las fuerzas italianas podrían lanzar contraataques en puntos importantes contra los alemanes. Sin embargo, en general, las fuerzas armadas italianas no estaban preparadas para enfrentarse a los alemanes; el anuncio del armisticio les sorprendió. Las tropas no recibieron instrucciones precisas y estaban desmoralizadas; por el contrario, los alemanes actuaron con rapidez y decisión.

 
Centinelas de la 2.ª División Paracaidista alemana, ciclistas y transeúntes en la plaza frente a la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Después de luchar en Roma los días 8 y 9 de septiembre de 1943, las tropas alemanas establecieron el control sobre la capital de Italia y el Vaticano.

Continuará…
Autor: Samsonov Alejandro

 

APCA: Entrenamiento aerotransportado de los Comandos Anfibios