sábado, 13 de febrero de 2021

Armamentismo: La carrera naval entre Argentina, Chile y Brasil

 Las carreras armamentistas navales entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923)

Cristián Garay
cristian.garay@usach.cl


Historia Crítica || Print version ISSN 0121-1617
hist.crit. no.48 Bogotá Sep./Dec. 2012



RESUMEN

La perspectiva bilateral ha obstaculizado una visión de conjunto del problema de la competencia naval sudamericana entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Con base en una percepción del poder duro, la competencia naval no se interpreta como un episodio restringido al caso chileno-argentino o al argentino-brasileño sino como una determinación política regional inducida por la creencia de que ello aumentaría las expectativas de éxito en el sistema internacional. Esa búsqueda de prestigio concluyó por razones culturales en la década del veinte, por el wilsonismo, el descrédito de la vía de la seguridad colectiva tras la Primera Guerra Mundial y el clima pro-desarme en el mundo.

PALABRAS CLAVE
Historia latinoamericana, paz, seguridad internacional, carrera de armamentos, control de armamentos.



"Sólo se habla de armamentos, de acorazados y pertrechos bélicos, dependiendo, al parecer, la salud de la nación de la contratación de empréstitos que permitan invertir millones en la adquisición de blindados, cañones y elementos de combate"1.


INTRODUCCIÓN: EL EQUILIBRIO COMO TEMA

Una tradición nacional en las historiografías regionales ha descrito las competencias armamentistas en claves bilaterales, aisladas del proceso de equilibrio de poder sudamericano. En este caso, dicha cuestión alude al hecho de que tanto la historiografía chilena como la argentina han hablado de la carrera armamentista entre ambos países sin mencionar a Brasil o sin conectar unas con otras2.

Esta interpretación reductivista no se compadece con el hecho de que la competencia fue un instrumento de ascenso internacional. Argentina fue el primero en usarlo contra Chile y luego contra Brasil en una secuencia interrumpida por la postulación fallida del pacto ABC, como un medio de canalizar las capacidades bélicas de los tres países. En este sentido, la Guerra del Pacífico cambió la valoración estratégica del medio naval, debido a que hasta hacía poco -piénsese en la Guerra de la Triple Alianza- incluso Brasil y Argentina estaban estructuradas sobre marinas fluviales, antes que océanicas. La disputa chilena-peruana por el dominio del mar colocó para argentinos y brasileños el acento en el papel de las Armadas en el equilibrio de poder sudamericano.


Al abordar una cuestión teórica precedente se plantea la pregunta por ¿qué es una carrera armamentista? En forma breve, puede decirse que una carrera armamentista es una competencia entre dos o más contendores que se perciben como amenazados para alcanzar un nivel de seguridad a través de la adquisición de armas y equipos. Para un actor puede ser un objetivo alcanzar la superioridad, y para otro, la equiparidad, o bien ambos pueden estar empeñados en obtener la ventaja. La paradoja es que las carreras armamentistas suelen ser estériles, ya que, de acuerdo con el Dilema de Seguridad, se resuelven en una competencia que es tan intensa e incontrolable que los equipos y armas adquiridos se vuelven insuficientes para procurar la seguridad, y pueden generar un gasto tal que terminan incentivando un enfrentamiento como el que ocurrió entre Chile y Argentina entre 1895 y 1902.

El otro problema teórico es que se suele confundir el equilibrio militar con la noción de equilibrio de poder. La adquisición de armas y equipos responde, según los conceptos examinados, a una categoría que un autor militar español ha denominado el equilibrio de fuerzas en presencia, y que es distinto al concepto de equilibrio3. El equilibrio militar consistiría en la compensación de armas y equipos existentes, hasta lograr la capacidad de confrontar en igualdad de condiciones, al menos, al eventual competidor.

Pero el equilibrio de poder es otra cosa. Aunque existen muchas definiciones, se podría decir que es la forma como se reparte el poder en el sistema internacional, de modo que resulte adecuado para mantener los privilegios de algunos actores en detrimento de otros, sin perjudicar ni afectar el estatus y supervivencia de los Estados con menos poder en él4. Cuando el equilibrio se rompe del todo, surgen la absorción, la guerra y la derrota.

El equilibrio de poder no supone un reparto equitativo o justo del poder, sino que consagra cierta limitación a la acumulación de éste. De ahí las virtudes "morales" que algunos han atribuido al equilibrio, especialmente entre los tratadistas ingleses del siglo xix. Pero desde nuestra perspectiva, con una mirada más escéptica, no atribuimos a dicho equilibrio ningún sentido moral, sino que reconocemos la existencia de una política tal cual es, la realpolitik. En ese sentido, el equilibrio opera como un mecanismo regulador de las relaciones de poder, y en ciertos momentos construye constelaciones de alianzas escritas y no escritas, para limitar el poder, obtener la seguridad y potenciar la capacidad más allá de los propios medios.

Estos elementos nos permiten proponer como hipótesis de trabajo que la carrera armamentista en América del Sur se dio de la mano de los tres países que podían bregar por la superioridad militar, y que ésta perdió su utilidad cuando el equilibrio militar no fue capaz de comprender el cambio del poder internacional. De modo que el equilibrio militar, al fin de cuentas, terminó siendo rehén del cambio de equilibrio: si Argentina se impuso frente a Chile, se frustró ante Brasil.

Para entender esta cuestión hay que precisar que el equilibrio de poder supone en sí mismo una disparidad en la distribución del poder militar, que es sólo un fragmento del poder nacional en juego. Nadie pensaría, por ejemplo, que el equilibrio o paridad militar entre Chile y Bolivia sería significativo para la paz en América del Sur y ni siquiera necesario, porque las capacidades de Bolivia no amenazan a Chile. Lo mismo se puede decir de Paraguay y Uruguay. De modo que los equilibrios militares se deben ver en el juego de la distribución internacional del poder, y sólo amenazan este equilibrio general cuando se desorbitan de la capacidad interna de un Estado, es decir, cuando se adquiere tal cantidad de poder militar que se convierte en amenaza para el equilibrio político, o cuando induce a una confrontación militar.

Los enfoques bilaterales han predominado en la interpretación del sistema internacional sudamericano5, desconectando los casos de la configuración y estabilización del equilibrio de poder regional que duró hasta fines del siglo XX. El origen es fácil de prever. Al ser estudios de conflictos fronterizos, de historia diplomática, ha sido fácil centrarse en enfoques bilaterales. Esta falencia es estructural a todas las perspectivas que la desagregan convencionalmente en sus partes chileno-argentina y brasileño-argentina, sin darle jamás un significado común. Sin embargo, la competencia naval argentina es un fenómeno de mediano plazo, centrado en la obstrucción del ascenso de Brasil como potencia naval.

1. LA PRIMERA FASE: ARGENTINA-CHILE

Primero que todo, hay que advertir que el tema de la competencia naval es parte de la competencia política chileno-argentina acentuada tras la Guerra del Pacífico. Pablo Lacoste, por su parte, hace notar que en la época la noción de potencia militar implicaba una serie de conceptos culturales, como el vigor de la raza, el prestigio de las naciones y, sobre todo, la convicción de que en el terreno naval "la seguridad del Estado era directamente proporcional a su flota de guerra. La disponibilidad de una armada poderosa era, sin duda, un tema clave de la época"6. Un testimonio de esta línea de pensamiento se encuentra en el diputado conservador Malaquías Concha, en 1900, cuando defiende la instalación del servicio militar:

    "Los gobiernos más retrógrados concluirán por comprender que el choque de dos ejércitos sobre un campo de batalla, se reduce en ultimo análisis, al choque de inteligencias. La lucha elimina despiadadamente a las sociedades más ignorantes y retrogradas. La primera medida de seguridad es la instrucción"7.

Para iniciar la carrera naval Argentina requirió apoyo externo y lo encontró en 1896 en el rey Humberto i de Italia, quien ordenó a los astilleros Ansaldo y Orlando construir cruceros de más de 7.000 toneladas. Además, los acorazados Garibaldi y Varese ondearon bandera argentina, y se inició la construcción del Pueyrredón y del Belgrano. De acuerdo con Lauro Nono y Fabián Brown, ese año "La supremacía naval chilena quedó anulada"8.

De todas maneras, si en 1895 la escuadra chilena todavía superaba a la argentina, en 1898 se consigna la equiparidad con el conteo de las naves y del tonelaje realizado por el almirante argentino Juan A. San Martín9. De cierta manera, en 1898 empezó propiamente la carrera armamentista. En Chile se encendieron las alarmas, debido a que el pedido de cuatro cruceros de la clase Garibaldi suponía un cambio profundo en el balance de fuerzas con Argentina. Y ante la perspectiva de una nueva adquisición chilena, el presidente Roca advirtió a Subercaseaux, el embajador chileno en Buenos Aires, que "la Argentina estaba dispuesta a contrabalancear cada adquisición naval chilena con la compra del doble de barcos de guerra que el gobierno de Santiago decidiera incorporar"10.

A la compra de la Chacabuco por Chile, Argentina respondió con la adquisición de dos naves de la clase Garibaldi, más grandes y rápidas que las anteriores: el Rivadavia y el Moreno. La diplomacia chilena intentó moverse en el mercado de buques sin mucho éxito, tratando de comprar los defectuosos y desfasados cruceros de la clase Indiana a Estados Unidos, pero no le fueron vendidos. En 1898, el Gobierno chileno usó sus reservas de oro y ordenó la compra de dos buques de 11.000 toneladas, que fue superada al instante por Argentina con dos pedidos de 15.000, y seis destructores de la clase Nembo. Con ello la superioridad naval argentina era manifiesta. A esto se unía el deseo de bolivianos y peruanos de incluir a Argentina como un eventual aliado en un conflicto, de lo que resultó también el alineamiento tripartito en la Conferencia Panamericana de México (1901-1902), que intentó introducir un arbitraje obligatorio respecto de conflictos armados pasados y futuros, y que fue bloqueado por las diplomacias chilena y colombiana11.

En Chile cundía la alarma. El ex embajador chileno en La Paz, Abraham Kõnig, transcribió en su diario el 11 de mayo de 1898: "Carlos Walker publica un reportaje en La Tarde en que habla de que es preciso prepararnos para la guerra y que hasta vendería la Plaza de Armas para ello si fuese necesario. Esto, y la compra de buques de la Armada, hace que tengan lugar sesiones secretas en la Cámara de Diputados los días 3 y 4 de junio"12. Por su parte, el ministro de Hacienda, Zañartu, reconocía que "ha encontrado cerradas las puertas en Europa para contratar un empréstito", con el fin de seguir comprando armas y buques13. Para sortear la dificultad, el Ministro contrató con el Banco de Tarapacá un préstamo de 400 mil libras, y como esto derrumbaba el crédito de Chile en el exterior, se disimula la situación declarando que se trataba de una operación interior, y no de un empréstito. Dos días después se reunió el Senado chileno y trató sobre los pactos con Perú y Bolivia.

En esta circunstancia, y potenciando su situación, Argentina apostó por apoyar las demandas de Perú y Bolivia para contrastar el poder bélico chileno. Argentina contactó a Alemania y adquirió ingentes cantidades de fusiles -el famoso Mauser argentino-, ametralladoras y cañones. El sentido de estas adquisiciones está magníficamente expuesto en una carta del coronel Pablo Riccheri dirigida al presidente Roca, fechada en Karlsruhe (Alemania) el 29 de octubre de 1895: "hoy más que nunca la Patria necesita plata, y más plata para completar sus armamentos"14.

Hacia 1899 la carrera armamentista entre Chile y Argentina empezaba a afectar financieramente a ambas naciones15. En la disyuntiva Chile trató de compensar el esfuerzo argentino, pero siempre a destiempo y con adquisiciones que minaron su capacidad de competir con el vecino. En ese momento aconteció el problema de Puna del Desierto, cuando Bolivia entregó el territorio que supuestamente iba a ser ocupado por Chile a cambio de congelar las reclamaciones argentinas por Tarija. Pero el inconveniente entre Chile, Argentina y Bolivia estuvo a punto de degenerar en conflicto y a duras penas se solucionó. A ojos argentinos, en "1901, Chile reinició la carrera armamentista con la compra de seis cazatorpederos y la creación de la Guardia Nacional. La Argentina contestó con la sanción de la Ley del Servicio Militar Obligatorio. A fines de año, las relaciones alcanzaron el mayor grado de tensión"16.

Esto además se dio por el incremento de los incidentes fronterizos entre 1899 y 1900, los reclamos por la fundación de San Martín de los Andes y la ocupación del lago Lácar, y en 1901, las incursiones policiales argentinas en Última Esperanza. Incluso, tras el Abrazo del Estrecho en 1899 entre los presidentes Errázuriz de Chile y Roca de Argentina, se temía la guerra cuando ya las cajas de ambos países estaban al borde del colapso17. Y fue esta escalada la que provocó la derrota de los maximalistas tanto en Argentina como en Chile. La situación era evidente para los más lúcidos en ambos lados de la frontera pero la prensa "patriotiotera" de uno y otro lado no cedía a razones.

La carencia de respaldos para nuevos créditos produjo que en "marzo de 1902, se sumaron otros actores que ejercerían decisiva influencia en las negociaciones de paz: las bancas Baring y Rothschild. La primera fuerte en Buenos Aires y la segunda, en Santiago de Chile"18. La oposición de los banqueros al conflicto tuvo tal fuerza que terminaron presionando al Gobierno inglés para que detuviera las compras de buques. Sin el crédito y sin el apoyo de Gran Bretaña el resultado fueron los compromisos de 28 de mayo, también llamados Pactos de Mayo, que consagraron la superioridad naval argentina. Esto no fue gratis: Buenos Aires reconocía la esfera del Pacífico como el área de influencia chilena19. Esta negociación perjudicó las aspiraciones irredentistas de Perú y Bolivia y da un nuevo giro, necesariamente más amistoso, a sus relaciones con Chile, que emergíó con la capacidad de dirimir sus problemas sin el fantasma de Argentina en los "asuntos del Pacífico".

Para ese entonces la competencia naval había superado con creces las capacidades financieras y estratégicas de ambos países. Chile era el país que tenía más tonelaje por habitante y Argentina estaba en otro lugar destacado por encima de Gran Bretaña, dueña de la primera flota del globo. Ocupaban el 6° y 7° lugar en tonelaje entre las diez grandes flotas, contabilizando entre ambos un total de 39.000 toneladas. Pero ninguno desarrolló industria ni tecnologías propias20.

La banca británica cerró el ciclo de las intimidaciones, pues atemorizada por el default de ambos Estados presionó más el partido de la paz en cada país, para negociar y firmar el Tratado de 1902, que contenía cuatro partes: 1) el Acta Preliminar, 2) el Tratado general de Arbitraje, 3) la convención sobre Limitación de Armamentos Navales y 4) el acta de arbitraje sobre los hitos demarcatorios en terreno. En el Acta Preliminar, Chile afirmó su derecho a expansiones sancionadas por tratados, en contra de Argentina, que la rechazaba de modo expreso e incondicional.

En cuanto a la Limitación de Armamento Naval se estipuló su cumplimiento en el plazo de un año, prohibiéndose adquirir embarcaciones por cinco años. Las disposiciones de limitación naval consagraban la superioridad naval oceánica de Argentina21. El cierre de la competencia trae también la delimitación naval y ésta se cumple inexorablemente, pese a los temores expresados en la prensa chilena de un aprovechamiento argentino. Por ejemplo, una crónica realizada en noviembre de 1903 afirmaba: "Dícese que el ministro de marina se opone al traspaso hasta que Chile no venda los acorazados que construye en Inglaterra"22, y posteriormente se informa que se firmó el contrato de venta de los acorazados Rivadavia y Moreno, y en caso de que Chile no vendiera el suyo, Argentina estaría dispuesta a comprarlo sin romper el equilibrio23.

2. UN INTERLUDIO DE COOPERACIÓN, EL ABC

La firma del Tratado de 1902 tenía de parte de Argentina otro interés adicional: el de aislar a Brasil, que incrementaba su poderío internacional bajo la mano del Barón de Rio Branco, en cierta alianza con Estados Unidos. Chile buscaba también crear una entente sudamericana ABC que pudiera contestar a la creciente influencia estadounidense. Tras la eclosión belicista y nacionalista en Chile dominaba el partido de la paz y americanista, y en 1903 presentó ante el Gobierno argentino un texto para crear "alianzas internacionales, de la necesidad de acuerdos entre las republicas sudamericanas para defenderse contra posibles agresiones, y de un concepto o acuerdo de las potencias regionales para mantener la paz en el continente"24.

En este contexto surgió el tema del apoyo a Colombia, debido a la crisis de Panamá. Para La Prensa de Buenos Aires el interés de Chile por Colombia surgía del rechazo de Ecuador al establecimiento de una alianza categórica contra Perú, y recordó supuestas divergencias entre el Ecuador de Leónidas Plaza y Chile25.

Esa idea motivó el envío de un crucero chileno a la crisis de Panamá en 1903 y también la respuesta de Washington de impedir toda acción naval en contra de la revuelta separatista. Los diarios recogieron la advertencia: "Washington, 11. - el crucero Boston ha recibido orden de dirigirse a Buenaventura. Su comandante lleva instrucciones para significar a las autoridades colombianas que es completamente inútil que piensen enviar fuerzas a Panamá, pues los Estados Unidos les impedirán desembarcar"26. El fracaso de la maniobra chilena de respaldar a Colombia en ese trance, ampliamente descrita por Emilio Meneses, fue consecuencia de las estipulaciones del Tratado de 1902 que redujeron el poder naval chileno e incentivaron la cooperación entre los entonces rivales sudamericanos27.

No obstante, el tema de la proyección del poder naval más allá del horizonte vecinal persistió. En 1903 Gregorio Santa Cruz, teniente 1° de la Marina, presentó una memoria con el título de La Defensa Naval del País, donde sostenía: "No puede, en realidad, existir problema más interesante que el de su defensa naval para un país como Chile que tiene 2,500 millas de litoral marítimo, a lo largo de los cuales hallamos centros de producción tan valiosos como la zona salitrera y puertos como Valparaíso, Talcahuano, Lota, Valdivia y Punta Arenas"28. Desvelado por la cuestión de Panamá, pensaba en una base que permitiera una proyección en todo el Pacífico Sur:

    "[...] insinúa la idea de que la apertura del Canal de Panamá producirá una alteración completa en las condiciones estratégicas de nuestro país, por lo cual cree que debiéramos entrar en una arreglos con alguna nación amiga para obtener un punto de apoyo en el Pacífico Equinoccial"."Un puerto en las Galápagos serviría [...] admirablemente este propósito y nos ayudaría a ser más efectiva nuestra defensa en el Pacífico, aumentando nuestro radio de acción"29.

La búsqueda de un equilibrio a toda costa se concretó en el Tratado "secreto" Abadía Méndez-Herboso entre Colombia y Chile, motivo por el cual se interpeló al Ministro de Relaciones Exteriores en el Congreso del primer país. En efecto, el conservador colombiano Miguel Antonio Caro pidió, en medio de la discusión en el Senado sobre la ratificación del Tratado del Canal y la crisis de Panamá, que se conociera el informe "acerca de un tratado celebrado entre Colombia y Chile, por el cual se arreglaban los límites entre Colombia y Ecuador"30. El Ministro de Relaciones Exteriores colombiano respondió incómodo que existían tratados secretos entre otros países como Francia y Rusia, pero eludió reconocer como verdadero el texto chileno-colombiano publicado en París, Londres y otras capitales31.

Consistente con esta visión, en 1908 el Canciller chileno propuso a su par argentino, Estanislao Zeballos, la firma de un tratado de este tipo con una cláusula de alianza defensiva y otra de limitación de armamento naval, que fue rechazado por Buenos Aires para no incluir a Brasil. Pero en 1914 los tres países actuaron en la crisis mexicana a petición de Estados Unidos en las Conferencias del Niagara Falls32. Como consecuencia de lo anterior, en mayo de 1915 se firmó el Tratado del ABC para solucionar problemas no previstos por acuerdos anteriores. El tratado no fue ratificado en la Cámara de Diputados argentina ni en la chilena. Brasil lo ratificó pero no lo aplicó.

El fracaso se puede explicar de varias maneras. Una de ellas, que la pretensión de ser un eje de poder fue demasiado para los tres países, y especialmente para Argentina, que trataba de contrabalancear a Chile con la inclusión de Perú. Tampoco Brasil, seguro de su poder, se esforzaba mucho, y por eso en la historiografía brasileña chocan dos interpretaciones: "de um lado, Bueno e Ricupero, que não o identificam como expressão de uma política contrária aos eua; de outro, Bandeira, que vê no projeto uma tentativa de resistir à penetração dos eua na América do Sul"33. Más específicamente,

    "A partir dessas leituras, torna-se plausível a hipótese de que o projeto de 1909 contemplava o estabelecimento de uma hegemonia compartilhada entre o Brasil, a Argentina e o Chile sobre a América do Sul: ao ABC caberia, portanto, desempenhar o papel de garante da ordem na região. [...] Tampouco se sustenta a idéia de que representava uma tentativa de limitar a penetração imperialista no subsistema sul-americano, pois, na verdade, limitava-se a complementar os tratados bilaterais de arbitramento"34.

En abril de 1922 el diplomático chileno Bertrand Matthieu insistió ante el presidente Alessandri en reflotar la idea de un desarme y de paso aliviar la deuda externa35. En 1923 Chile insistió en el tema, pero fue desechado por el presidente Marcelo T. de Alvear, quien manifestó que podía despertar susceptibilidades en países más pequeños. Alessandri quería un liderazgo moral para América Latina, pero su discurso cayó en el vacío de una Argentina a la que no le interesaba el asunto, y de un Brasil que, inquieto por las aparentes señales de simpatía chilena por Argentina, se inclinaba por aliarse con Estados Unidos36.

3. LA SEGUNDA FASE: ARGENTINA-BRASIL

Al igual que la génesis de la competencia argentina, la brasileña se inició con la constatación de que el poderío naval chileno y argentino era mayor que el propio y se acrecentó con la humillación provocada por el Caso Panther37. En 1904 Brasil encargó tres acorazados del tipo Dreadnoughts de 12.000 a 15.000 toneladas, tres cruceros, seis cazatorpederos, tres submarinos, y navíos auxiliares38.

En 1905 Argentina decidió responder al reto, y en marzo del año siguiente anunció sus compras: "Confirmase el rumor de que los nuevos acorazados serán de 14 mil toneladas. El gobierno propónese además adquirir 10 destroyers de 400 toneladas y del maximum de andar conocido con éxito. Estos costarían 70 mil libras esterlinas cada uno"39.

En 1906 ya se preveía el fin de las limitaciones navales con Chile y, por tanto, Argentina se sentía liberada para competir con Brasil40. Así se inició la segunda carrera. Para la perspectiva argentina, ella fue consecuencia natural del desafío brasileño y de la expansión del poder del canciller Rio Branco41. Una nueva fase se inició con el encargo de Brasil hacia 1908 de dos acorazados, dos cruceros, diez destructores y tres submarinos. Y que eran consecuentes con otros aspectos de un "plan de política exterior que tuvo por objetivo el engrandecimiento brasileño. Otros aspectos de este plan fueron la expansión territorial, el estrechamiento de las relaciones con el gobierno de Estados Unidos, el ascenso de las misiones diplomáticas brasileñas al nivel de embajada y la obtención del primer cardenal sudamericano"42.

En 1908 parecía que la guerra sobrevenía de manera inminente y Brasil evaluaba su propia defensa insatisfactoriamente. A esta maniobra de fortalecimiento se opuso el canciller argentino Estanislao Zeballos, alentado por el presidente Figueroa Alcorta. Este último afirmaba: "no podemos permitir que otro país sudamericano nos aventaje en poder naval. Ningún sacrificio nos debe detener"43. Paradójicamente, ahora Argentina planteaba como tesis la equivalencia naval, cuando en 1902 consagró la de la superioridad naval frente a Chile. Ese año el Congreso argentino denunció el Acta de Limitación Naval con Chile para rearmarse ante Brasil.

En 1909 Rio Branco dio un golpe maestro: presentó a Puga Borne un tratado de cordial entente que, aunque abandonado casi al instante, precipitó a los argentinos a una relación amistosa, so pena de un entendimiento brasileño-chileno. En marzo de 1911 el presidente argentino Sáenz Peña envió a su agente Ramón J. Cárcamo para poner fin a la carrera armamentista, quedando ambos comprometidos en un acuerdo de caballeros a renunciar a un tercer acorazado. De todas maneras, el argentino rechazó la propuesta de Rio Branco de incluir en la paridad naval a Chile, argumentando que ello ofendería al Perú44.

La consecuencia natural de esta competencia era que Argentina pretendía impedir a Brasil la equiparación con su flota, una aspiración que para los observadores externos era inviable. En 1910 Argentina solicitó, para responder en un conflicto con Brasil, dos nuevos acorazados tipo Dreadnoughts, el Moreno y el Rivadavia, que llegaron en 1915. Sobrepasado el equilibrio naval, el Gobierno de Chile ordenó el Plan del Centenario, y en 1910 encargó dos acorazados a Inglaterra, de los cuales sólo se concreta el acorazado Almirante Latorre pero con demora porque primero participa en la Primera Guerra Mundial45. Respecto del segundo, como coincidió con la Primera Guerra Mundial, nunca se fabricó, pero en compensación Reino Unido entregó una partida de buques y submarinos a bajo precio, dándose Chile el lujo de desechar la incorporación de un portaaviones a la flota. Entregado a Chile en 1922, el Almirante Latorre se incorpora de lleno como el último gran acorazado de la región, el único super Dreadnoughts. Afortunadamente, por la demora en llegar y porque no le siguieron nuevas adquisiciones ni de Chile ni de los restantes países, no fue origen de una nueva carrera naval.




4. EL DESGUACE, EL DESARME, LA DESIDIA

La Primera Guerra Mundial produjo un cambio no sólo en el mercado de buques, sino en la valoración social de las adquisiciones navales. Era impensable lo que le transmitía el embajador chileno, Irarrázabal, a su gobierno en 1914, a propósito de la supuesta venta del Almirante Latorre: "El Ministro de la República Argentina me ha manifestado anoche confidencialmente que su Gobierno desea vender buques actuales porque han resultado malos y desea encargar otros mejores a Inglaterra"46.

Con todo, en 1914 los escarceos de Chile, Argentina y Brasil por encontrar un acomodo a su rivalidad se plasman en la idea del ABC y su intervención conjunta en el conflicto mexicano-estadounidense47. La idea de una cooperación naval en el ABC se discutía intermitentemente sobre todo en relación con Brasil. El diario chileno El Porvenir de Santiago de Chile comentó acerca de la firma del Tratado de Navegación entre Chile y Brasil, firmado el 10 de enero de 1896, que era la fórmula para avanzar en una flota combinada, "pudiendo [Chile y Brasil] disponer en cualquier momento, además de sus buques de línea, de 30 ó más cruceros de guerra con tripulaciones y personal de oficiales adiestrados"48.

En una carta del Ministro a la legación en Brasil, éste pone de relieve el peligro de guerra y que ha sostenido una conversación

    "[...] con Embajador Brasil i el Ministro de la República Argentina sobre conveniencia de que en estos momentos i para evitar guerra desastrosa nuestros respectivos Gobiernos ofrezcan inmediatamente sus buenos oficios sobre bases que conciliasen amor propio nacional tres contendientes [Estados Unidos y los líderes mexicanos Carranza y Huerta] i antes de que se produzcan situaciones irrevocables"49.

En este panorama se entiende el rechazo a un artículo periodístico del general Jorge Boonen sobre la influencia del transandino por Salta (Argentina), cuando insinuó que el ABC debía ser con Bolivia, y no con Brasil50. El tema empieza a circular en la Cancillería chilena. Este panorama global explica la insistencia de Chile para tratar con Brasil y Argentina una limitación naval. Hay motivos de toda índole, pero principalmente económicas, expresados en telegrama a nombre del Ministro al Embajador chileno en Río de Janeiro:

    "Sabe V.S. [Vuestra Señoría, el Embajador en Brasil] no hemos colocado aún empréstito pagar segundo Dreadnougth i las perspectivas de pronta colocación no son halagüeñas. Rentas aduaneras últimos semestres han disminuido considerablemente i baja precio salitre hace temer no podrá verificarse remate terrenos salitreros. Tomando todos estos antecedentes en consideración, Consejo de Ministros acordó ayer sondear opinión Argentina i Brasil para una entente de limitación de armamentos, en la idea de conservar un Dreadnougth cada país. Hemos creído conveniente esplorar [sic] previamente Gobierno Brasil, para cuyo efecto he manifestado a Lorena Ferreira que Gobierno desearía saber confidencialmente si Brasil estaría dispuesto a aceptar en principio idea limitación armamentos navales tres Repúblicas ABC, poniéndose de acuerdo con Chile previamente i en seguida entenderse ambos con la Argentina. Agregué sugería esta idea en vista situación financiera difícil tres países i manifestaciones opinión pública"51.

La misiva contestaba a una nota manuscrita, del 8 de junio, un mes antes, en que el embajador chileno transmitía al canciller Müller de Brasil acerca de que "[...] desearía saber confidencialmente si Gobierno Brasil estarían dispuesto aceptar en principio idea limitación armamentos"52. Pero en octubre todo era menos auspicioso. En vísperas de una Conferencia Panamericana en noviembre de 1914, a la cual Estados Unidos anunciaba su inasistencia por la Guerra Europea, y México no tenía gobierno reconocido, Brasil y Argentina sugirieron la suspensión del evento53. En este nuevo escenario, la mirada del embajador Salinas fue escéptica, sobre todo considerando que el canciller brasileño no había siquiera contestado la propuesta.

El triangulo chileno-argentino-brasileño fue el eje central de esta disputa, que llegó en su primera fase a situar a fines del siglo xix a las escuadras chilena y argentina entre las diez mayores del mundo, y al cual entra a tallar, a comienzos del siglo XX, la brasileña. Desde el punto de vista de los actores estatales, la doctrina del equilibrio sirvió para ratificar el ascenso de Argentina y luego de Brasil en el escenario regional. El hecho de que se incurriera en una competencia naval tenía que ver con la pretensión -frustrada, de Chile primero, y de Argentina después- de reducir la cantidad de atributos de poder.

La tensión naval terminó tan abruptamente como había empezado. Así como en su inicio era una búsqueda de prestigio, hacia 1920 el militarismo venía en descenso. En 1923, durante la V Conferencia Panamericana de Santiago de Chile, los Estados accedieron a tratar el tema del desarme, que era la lógica consecuencia del armamentismo. Ello, y el cambio relativo de poder en Chile, vino a comprometer la amistad imperecedera entre Río de Janeiro y Santiago de Chile, pues se pasó de la "estrecha amistad" o de "amistad sin parangón" a las dudas, cuando en la v Conferencia Internacional Americana, realizada en Santiago, la delegación chilena cuestionó el rol de Brasil en los programas de desarme y concordó una limitación de tonelaje de los navíos por cinco años, pese a que Brasil "reservava-se libertade de ação quanto aos navios defensivos e à defesa da costa"54. Esto en el marco de la Tesis Xiii, que pregonaba la limitación o reducción de los gastos militares y navales en el continente. Con esta implosión, los países del ABC seguían cada cual su propio camino, las más de las veces bajo el paraguas estadounidense, y otras desafiantes, como Argentina.

CONCLUSIONES

Como se dijo al principio, el equilibrio de poder es mucho más que el equilibrio militar. En el caso de los ejemplos descritos, podemos ver cómo Argentina, Chile y Brasil desarrollaron sendos instrumentos militares a partir de sus desafíos bélicos. Se puede observar que el triunfo chileno en 1879 sobre Perú y Bolivia alarmó de tal manera a Argentina, que esta última concentró sus esfuerzos en obtener, primero, la equiparidad y, luego, la superioridad de sus medios (sobre todo navales) ante Chile. En 1902 se procedió al desarme, dado que la explosión de recursos financieros en ambos países se hizo insostenible no sólo para éstos sino principalmente para su acreedora principal, la banca británica. Pero esta serie no concluyó, y a pesar de que hubo un interludio en que estos medios militares respaldaron la presión conjunta del ABC en 1914 para generar un polo de poder regional, la carrera se reanudó con Argentina empeñada en limitar el poder de Brasil.

En este caso, se ve que la carrera armamentista fue usada como un medio de control para obtener equilibrio político con Chile, pero fracasó con Brasil. Ningún discurso del equilibrio militar podía inhibir el ascenso de Brasil a situaciones de mayor poder, y menos limitar su potencial futuro. En el largo plazo Argentina no pudo sostener su idea de un aparente equilibrio militar y naval que aplicó luego de superar el equilibrio con Chile.

Respecto del rol del proceso, si bien Chile tenía aspiraciones de potencia media55, y su primer ascenso ocurrió al desplazar a Perú, su fracaso en la competencia naval con Argentina cambió su idea de una flota disuasiva y dio paso a una más realista de tipo defensivo56. El primer ciclo se cerró con el desarme naval contenido en algunos artículos de los Pactos de Mayo (1902) entre Chile y Argentina, que también incluían la separación de las áreas de influencia en el Pacífico para el primero, y en el Atlántico para el segundo.

Finalmente, ambas carreras armamentistas argentinas no tuvieron por fin la estabilidad regional, sino alterar el statu quo existente, y se disolvieron porque el ambiente anexo al belicismo despareció en 1918. A partir de ahí se explica la prevalencia del Desarme, que, con un sentido positivo de contribuir a la construir de un mundo pacificado, dio origen a una etapa de completo desentendimiento en el sector defensa y que en Chile, particularmente, dio paso a una completa indefensión y a la búsqueda más tarde del subsidio estadounidense para poder garantizar su seguridad.


Comentarios

1 "La Paz Armada", El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de abril, 1902.

2 Una presentación preliminar de este tema en Cristián Garay "Una carrera armamentista. La competencia naval entre Argentina, Chile y Brasil 1891-1922" (ponencia presentada en el seminario Una Dimensión de la Seguridad Regional: Armamentismo, Gasto e Inversión en Defensa, Santiago, Chile, 13 de enero de 2010).

3 Fernando de Bordeje Morencos, Diccionario militar estratégico y político. Guía para el lector (Madrid: Editorial San Martín, 1981).

4 Cristián Garay Vera y José Miguel Concha, "La alianza entre Chile y Bolivia entre 1891 y 1899. Una oportunidad para visitar la teoría del equilibrio", Enfoques. Ciencia Política y Administración Pública VII: 10 (2009): 205-234.

5 Como excepción destacamos a Seward W. Livermore, "Battleship Diplomacy in South America, 1905-1925", The Journal of Modern History 1: 16 (1944): 31-48.

6 Pablo Lacoste, La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534-2000) (Santiago de Chile: FCE, 2003), 315.

7 "Discurso del Diputado Dn. Malaquías Concha en la discusión del Servicio Militar Obligatorio (Sesión del 23 de julio de 1900)", El Ferrocarril, Santiago de Chile, 25 de julio, 1900.

8 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército del siglo XX (Buenos Aires: Editorial María Girlhanda, 1999), 124.

9 Juan A. San Martín, "Nuestra Marina al iniciarse la segunda presidencia del General Julio A. Roca", Boletín del Centro Naval 637 (1957): 435-469. Otros autores sugieren que la escuadra argentina en 1898 era superior tanto en tonelaje como en poder de fuego, si se agregaba el recién llegado Pueyrredón. Ver Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo VII (Buenos Aires: CARI /Nuevo Hacer, 1999), 45.

10 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 45.

11 Sobre la sintonía entre Santiago y Bogotá, Mauricio E. Rubilar Luengo, "Guerra y diplomacia: las relaciones chileno-colombianas durante la guerra y postguerra del Pacífico (1879-1886)", Universum 19: 1 (2004): 148-175.

12 Abraham Kõnig, Memorias íntimas, políticas y diplomáticas de don Abraham Kónig. Ministro de Chile en La Paz, comp. Fanor Velasco (Santiago: Imprenta Cervantes, 1927), 26.

13 Kõnig, Memorias íntimas, 26.

14 Citado por Rosendo Fraga, La amistad Roca Riccheri a través de su correspondencia (Buenos Aires: Círculo Militar, 1996), 236.

15 Mario Barros Van Buren, Historia diplomática de Chile 1541-1938 (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1990), 577-578.

16 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 120.

17 En 1890 diez años de carrera desataron una crisis económica, la Crisis Baring, llamada así por la crisis de Baring Brothers. Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 47, y Roberto Dante Flores, Gran Bretaña entre Argentina y Chile. Su influencia económica (1879-1999) (Buenos Aires: Ediciones Cooperativas, 2008), 185-190.

18 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 123.

19 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 123. Desde luego, esto rebate la interpretación de estos autores, que afirman que la paz era producida por el armamentismo argentino. La guerra, no la paz, era el objetivo de Riccheri. En Chile ocurría algo similar.

20 Pablo Lacoste, La imagen del otro. Ello no era imposible; Chile, por ejemplo, desarrolló una industria ferrocarrilera de avanzada.

21 Se argumenta que la reducción fue mal negociada, ya que la flota chilena, muy dispareja, podía deshacerse de varios cruceros rápidos (Prat, OHiggins, Zenteno, Pinto y Errázuriz) con 23.200 toneladas, y conservar los dos acorazados nuevos y una flota que navegara a 22 nudos, que aunque más liviana en tonelaje era más potente que la argentina. Pero ello nos parece imposible de negociar en forma aceptable para Argentina. Véase, Rodrigo Fuenzalida Bade, La Armada de Chile. Desde la alborada al sesquicentenario (1813-1968). vol. 4. Desde el comienzo de la Guerra Civil (1891) hasta el sesquicentena-rio de la Marina (1968) (Valparaíso: Editorial Revista de Marina, 1988).

22 "Venta de acorazados", El Mercurio, Valparaíso, 13 de noviembre, 1903, 5.

23 "Venta de acorazados", 3.

24 Anexo a la memoria de 1903, Min. de RR.EE. y de Culto de Bolivia, La Paz, 1903, 233, citado por Robert Burr, By Reason or Force. Chile and the Balancing of Power in South America, 1830-1905 (Los Ángeles: University of California Press, 1967), 256.

25 "Diplomacia chilena (Telegrama de Buenos Aires)", El Mercurio, Valparaíso, 11 de noviembre, 1901, 3.

26 "Estados Unidos impedirá todo ataque a Panamá. Notificación a Colombia", El Mercurio, Valparaíso, 11 de noviembre, 1903, 4.

27 Emilio Meneses, El factor naval en las relaciones entre Chile y los Estados Unidos (1881-1951) (Santiago: Ediciones Pedagógicas Chilenas S.A./Hachette, 1989), 101-110.

28 "La Defensa Naval del País. Una memoria del Teniente Santa Cruz. Bases de Operaciones para la escuadra", El Mercurio, Valparaíso, 12 de noviembre, 1903, 5.

29 "La Defensa Naval del País", 5. Efectivamente, el Gobierno chileno buscó establecerse en las islas Galápagos en un acuerdo de venta con Ecuador, Ferenc Fischer, "¿La Guantánamo del océano Pacífico?", en El modelo militar prusiano y las Fuerzas Armadas de Chile 1885-1945 (Pécs: University Press, 1999), 71-87.

30 "Chile y Colombia. Tratado secreto. Interpelación al gobierno en el Senado", El Mercurio, Valparaíso, 15 de noviembre, 1903, 4, tomado de El Relator, Bogotá, 19 de septiembre, 1903.

31 "Chile y Colombia. Tratado secreto", 4.

32 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 54-55.

33 Guilherme Frazão Conduru, "O subsistema americano, Rio Branco e o ABC", Revista Brasileira Política Internacionais 41: 2 (1998): 78.

34 Guilherme Frazão Conduru, "O subsistema americano", 79.

35 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (AMRE), Fondo Histórico General. Correspondencia de Matthieu a Barros, N. 73, Washington, 12 de abril de1922, y Barros a Matthieu, N. 54, Santiago de Chile, 18 de abril de 1922.

36 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 78-79; Frederic W. Granzert, "The Baron do Rio Branco, Joaquim Nabuco, and Growth of Brazilian-American Friendship, 1900-1920", HAHR 22 (1942): 432-451; y Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, "A Política Platina do Barão do Rio Branco", Revista Brasileira da Política Internacionais 43: 2 (2000): 136.

37 En 1905, durante una visita del cañonero alemán Panther, marineros de ese país bajaron a un puerto brasileño a detener a unos desertores alemanes. No se pudo impedir la violación del territorio, y aunque mediante gestos diplomáticos se solucionó el incordio, quedó en claro la falta de poder para impedir el hecho. José Joffily, O caso Panther (Río de Janeiro: Editora Paz e Terra, 1988).

38 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, "A Política Platina", 137.

39 "Los nuevos acorazados", Diario Ilustrado, Santiago, 13 de marzo, 1906, 2.

40 "La adquisición de buques", Diario Ilustrado, Santiago, 2 de marzo, 1906, 2.

41 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119-120.

42 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119. En 1905 la legación en Washington se transforma en Embajada e inmediatamente el diario afín a Zeballos, La Prensa, se alarma por este hecho, ver Amado Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, História da Política Exterior de Brasil (Brasilia: Instituto Brasileiro de Relações Internacionais/Editora da Universidade de Brasilia, 2002).

43 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119.

44 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, "A Politica Platina", 141.

45 Juan Ricardo Couyoumdjian, "El Programa Naval del Centenario y el Acorazado Latorre", en Actas del iv Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana (Madrid: Instituto de Historia y Cultura Naval, 1999), 199-221.

46 "Telegrama 22, al Ministro de Chile en el Brasil", 13 de mayo de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

47 Cristián Guerrero Yoacham, Las Conferencias del Niagara Falls: la mediación de Argentina, Brasil y Chile en el conflicto entre Estados Unidos y Méjico en 1914 (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1966). El punto de vista brasileño en: Guilherme Frazão Conduru, "O subsistema americano", 59-82.

48 "Notas Sudamericanas", El Porvenir, Santiago, 9 de noviembre, 1898.

49 "Telegrama 11, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil", 24 de abril de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

50 Por este hecho el Ministro comunicó que "A causa de este incidente, Gobierno acordó prohibir en lo futuro publicaciones de esta índole a funcionarios civiles o militares, sin que estuvieran previamente visados por superior responsable". "Telegrama 25, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil", 22 de mayo de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 47: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

51 Añadía como colofón que si Brasil no aceptaba, no se insistiese en la idea. "Telegrama 43, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil", 9 de julio de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

52 Nota manuscrita de Embajador confirmando al Ministro, texto original Villegas por el Ministro de Relaciones Exteriores a Embajador en Brasil al de carta al Canciller Müller, en "Telegrama enviados por el Ministro de Brasil al Canciller", 8 de junio de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

53 "Telegrama 67, Salinas a Embajador en Brasil", 5 de octubre de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

54 Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, História da Política, 202.

55 Empleamos el concepto aplicado a la realidad de fines del siglo XIX, cuando Chile y Argentina tenían la octava y la novena flota mundial. Luis V. Pérez Gil, "Las potencias medias en el sistema internacional. Estudio de un modelo histórico: España en el primer tercio del siglo XX", Anales de la Facultad de Derecho 1: 18 (2001): 215-240.

56 En este sentido véase: Fernando Wilson Laso y Rodrigo Moreno, "Evaluación de la capacidad táctica del Acorazado Almirante Latorre con relación a los Dreadnoughts en el Cono sur de América", Archivum 2-3 (2001): 29-33; Emilio Meneses, El factor naval; Emilio Meneses "Coping with the Decline, Chilean Foreing Policy during the Twenthieth Century 1900-1972" (Tesis de Doctorado en Relaciones Internacionales, Universidad de Oxford, 1988); William Sater, Chile and the United States: Empires in Conflict (Atenas y Londres: The University of Georgia Press, 1990). Y en una perspectiva de largo plazo, Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo. Chile en la política mundial 1900-2004 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005).


Referencias

Fuentes primarias

Archivos:
Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (amre). Santiago, Chile. Fondo Histórico General.         [ Links ]

Publicaciones periódicas:

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  • El Ferrocarril. Santiago, 1900.         [ Links ]
  • El Mercurio. Valparaíso, 1901, 1903.         [ Links ]
  • El Relator. Bogotá, 1903.         [ Links ]
  • La Prensa. Buenos Aires, 1906.         [ Links ] El Porvenir. Santiago, 1898.         [ Links ]

Fuentes secundarias

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Ración militar: SMI 300, otra horrorosa ración china de 2007 con carne sin identificar

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Futuro del campo de batalla: Hacia el comando y control flexible según la perspectiva francesa

Mata al ejército homotético: la visión del futuro campo de batalla del general Guy Hubin

Michael Shurkin || War on the Rocks





Nadie quiere presentarse en la próxima guerra preparado para la guerra equivocada. El error puede resultar catastrófico. Las grandes potencias marcharon con confianza a la batalla en 1914 preparadas para guerras anteriores, lo que provocó terribles bajas a cambio de resultados insignificantes. En ese caso, el error fue universal y no dio a ninguno de los beligerantes una ventaja estratégica. En 1940, Francia fue a la guerra después de haber hecho las apuestas equivocadas sobre cómo sería el futuro. Alemania, en cambio, había apostado correctamente, dándoles una ventaja estratégica que resultó en una de las mayores revueltas militares de la historia. Habían captado mejor que sus oponentes las implicaciones de la nueva tecnología, adaptando la forma en que se organizaban y luchaban para hacer el mejor uso de ella.

Los ejércitos de hoy, con la esperanza de ser Alemania en ese escenario, han estado luchando desde al menos desde la Operación Tormenta del Desierto en 1991 para mantenerse al día con la tecnología en rápida evolución que la mayoría cree que ha precipitado una "revolución en los asuntos militares", incluso si el término sí mismo ha pasado de moda. En la década de 1990, la atención se centró en la guerra en red y las municiones de separación guiadas con precisión, el "dominio de la información" y la aceleración del ciclo "Observar, orientar, decidir y actuar". Se hizo el llamado a "romper la falange", lo que dio lugar al sistema de brigadas actual. Luego vino la "transformación". La lista se ha expandido y, en 2018, el Jefe de Estado Mayor del Ejército de los EE. UU., General Mark A. Milley, escribió en el avance del Folleto 525-3-1 de Comando de Doctrina y Entrenamiento del Ejército de EE. UU., el Ejército de EE. UU. en Operaciones Multidominio 2028, que Las "tecnologías emergentes" están "impulsando un cambio fundamental en el carácter de la guerra". Tienen "el potencial de revolucionar los campos de batalla como nada desde la integración de ametralladoras, tanques y aviación que inició la era de la guerra de armas combinadas". Según Milley y Training and Doctrine Command, el Ejército de los EE. UU. tuvo que comenzar una revisión profunda de sus "técnicas de guerra" y cómo construyó "las fuerzas de combate que necesitamos en el futuro".

Hay mucho que decir a favor y en contra de las “operaciones multidominio” y de esa publicación en particular del Comando de Entrenamiento y Doctrina. Aquí, sin embargo, quiero presentar una perspectiva claramente diferente sobre el futuro campo de batalla que proviene apropiadamente del ejército que mejor conoce el dolor de apostar mal, el ejército francés. En la década de 1990, Guy Hubin, entonces coronel y ahora general retirado, redactó una provocativa visión del futuro de la guerra. La visión de Hubin ofrece varias ventajas sobre los comandos de entrenamiento y doctrina. Una es metodológica: Hubin utiliza un enfoque intelectual, informado por los escritos del mariscal Ferdinand Foch y el general André Beaufre, que se traduce en una interpretación más intelectualmente coherente de los desarrollos recientes y la visión de qué hacer al respecto. Hubin va más allá de las operaciones multidominio en su llamado a reestructurar cómo las fuerzas del ejército deben operar y organizarse; ofrece una versión más clara y distintivamente francesa del mando tipo misión o "mando por intención"; y defiende la no linealidad radical que contrasta radicalmente con la visión lineal aparentemente anacrónica del campo de batalla de Training and Doctrine Command, que presenta un frente claro y zonas distintas demarcadas por su distancia desde el frente. Finalmente, Hubin, apoyado en los hombros de Beaufre, está en una mejor posición para lidiar conceptualmente con un desafío clave: la integración de las palancas de poder militares y no militares, de la violencia armada y la guerra política y de información, que requiere la clara subordinación del poder. militares con fines políticos dictados por civiles. Las operaciones multidominio, por el contrario, identifican la combinación de los adversarios de la acción política y otras formas de acción no militar con las operaciones militares como una amenaza particular, pero ofrece, en el mejor de los casos, una idea confusa de cómo lidiar con ella.

En el ejército francés, Hubin pasó la mayor parte de su carrera militar con unidades aerotransportadas y de fuerzas especiales, pero tiene experiencia en las unidades blindadas de Francia y pasó dos años en el centro de blindaje del Ejército de los EE. UU. en Fort Knox, donde pudo observar experimentos con nuevas tecnologías. Estos y los desarrollos tecnológicos paralelos en Francia, entre ellos el desarrollo a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990 del principal tanque de batalla de Francia, el Leclerc, con sus avanzados sistemas de redes y su capacidad para disparar en movimiento, lo llevaron a contemplar lo que significaban las nuevas tecnologías. por tácticas. El resultado incluye dos libros, Perspectives tactiques (Tactical Perspectives) - publicado por primera vez en 2000 pero ahora en su tercera edición - y La Guerre: Une vision française (War: A French Vision), publicado en 2012. Perspectives tactiques, durante un tiempo en como mínimo, era lectura obligatoria en el equivalente del ejército francés de la Escuela de Comando y Estado Mayor, el Cours Supérieur d'État-Major, conocido desde 2018 como la École de Guerre-Terre. El libro es el principal punto de referencia de la comunidad de seguridad nacional francesa para las discusiones sobre la guerra futura y, en particular, la guerra en red. Ha informado el esfuerzo del ejército francés para integrar nuevas tecnologías y repensar la estructura de la unidad y las tácticas ahora asociadas con su programa de modernización SCORPION, que se ha convertido en un componente importante del esfuerzo del ejército francés para implementar operaciones multidominio. No se puede atribuir a Hubin la aceptación del ejército francés de la guerra colaborativa, por ejemplo, que es una capacidad que SCORPION está aportando a un mayor número de tipos de vehículos y sistemas de armas, pero se puede argumentar que Hubin informa cómo piensa el ejército francés sobre la guerra colaborativa y su importancia para la guerra moderna. De manera similar, SCORPION implica repensar cómo las unidades se organizan, se sustentan y luchan. La conversación en el ejército francés sobre cómo hacer todo esto no terminó con Hubin, pero podría decirse que comenzó con él.

De pie sobre los hombros de Foch y Beaufre

Antes de sumergirse en los argumentos de Hubin, uno debería tomarse un momento para notar algo de lo que el propio Hubin y sus lectores militares franceses ni siquiera son conscientes porque es una parte tan importante del discurso militar francés: la influencia de los Principios de guerra del mariscal Ferdinand Foch ( 1903), tanto directamente como interpretado y complementado por las obras de mediados de siglo del general André Beaufre. Foch y Beaufre proporcionan a Hubin un marco intelectual básico, así como un vocabulario de trabajo crítico que los oficiales franceses comprenden al instante. Este marco ayuda a que las ideas de Hubin sean más coherentes que el folleto del Comando de entrenamiento y doctrina. También proporciona a Hubin un medio para pensar y escribir sobre los efectos de la tecnología sin detenerse en la tecnología en sí. Esto es importante: Hubin no es un tecnólogo per se, y esa falta de especificidad con respecto a la tecnología sobre la que escribe ayuda a mantener sus argumentos actualizados incluso cuando la tecnología en sí evoluciona rápidamente.



Foch articuló una serie de "principios de guerra" que permanecen consagrados en la cultura militar francesa. La doctrina francesa actual señala tres: economía de fuerza, concentración de esfuerzos y libertad de acción. Foch también identificó como principios "seguridad", sorpresa estratégica, ataque decisivo y disciplina intelectual, que se refiere a que los comandantes subordinados 'tengan los medios intelectuales para ser confiados para comprender y ejecutar las órdenes de sus superiores como mejor les parezca sin seguir los pasos prescritos servilmente o pensando que saben más.

Hubin está interesado en las ramificaciones de las tecnologías emergentes en la aplicación de los principios de la guerra (por ejemplo, sus implicaciones para la economía de fuerza, concentración de esfuerzos, etc.). A partir de ahí, extiende sus argumentos para forzar la organización y el mando y control. Los ejércitos tendrán que organizarse de una manera radicalmente diferente. Los comandantes tendrán que mandar de manera diferente. Como veremos, una idea fundamental para Hubin es la idea de que las nuevas tecnologías harán que la concentración de esfuerzos sea casi imposible en la medida en que la concentración de esfuerzos sea sinónimo de concentración física de activos militares. Lo que más importará en el campo de batalla moderno es una economía de fuerza precisa, flexible y dinámica, que requiere nuevas formas de organizar las fuerzas y nuevas formas de comandarlas.

Cambiadores de juego

Hubin identifica en las tácticas de Perspectivas tres nuevas capacidades específicas que las nuevas tecnologías generaron y que él cree que están cambiando la guerra profundamente: la capacidad de saber con precisión y en tiempo real dónde están todas las fuerzas propias, la capacidad de disparar sin detenerse y los disparos indirectos de precisión.

Saber dónde está todo el mundo le da a uno una capacidad sin precedentes para ajustar la economía de medios. También facilita la dispersión: hay menos necesidad de agruparse para facilitar la comunicación o evitar incidentes de fuego amigo. Mientras tanto, no tener que detenerse para disparar, según Hubin, significa, obviamente, que uno puede seguir moviéndose, lo cual es un imperativo creciente en la era de los incendios precisos. También socava la linealidad que históricamente ha caracterizado la batalla: detenerse para apuntar y disparar como atacante o defensor significa tomar una posición fija en relación con el adversario, y una maniobra típica es hacer que algunas tropas fijen al enemigo mientras que otras intentan dar la vuelta o detrás de él. Ahora hay un frente, un flanco y una retaguardia. Hay un eje de movimiento. Polaridad. Si uno puede seguir moviéndose, hay mucha menos necesidad de asumir una posición fija con respecto al adversario y, por tanto, mucha menos linealidad o polaridad. Esto también significa, señala Hubin, que es más probable que los dos lados se mezclen. (Hubin usa la palabra imbricación, que, en inglés, se reserva principalmente para la geología para describir depósitos o rocas superpuestos).

Mientras tanto, los incendios indirectos de precisión tienen varias implicaciones. Fomentan y facilitan la dispersión, porque uno puede golpear cualquier objetivo dentro del rango independientemente de dónde se encuentre, y porque la concentración se ha vuelto cada vez más peligrosa. Además, al igual que con la capacidad de disparar en movimiento, los disparos de precisión socavan la linealidad, con importantes implicaciones sobre cómo se organizan las fuerzas en el espacio geográfico y cómo se mueven. Hasta hace poco, explica Hubin, el enfoque era que algunas tropas avanzaran para atacar y destruir al enemigo, mientras que otras se quedaban atrás en la retaguardia para apoyar a las tropas de avanzada. "En la guerra como en el amor", escribe Hubin, citando a Napoleón, "uno tiene que acercarse". Esto refuerza la polaridad evidente en la táctica y la maniobra, pues hay un frente, una espalda y un eje de movimiento. Los comandantes organizaron a sus subordinados en consecuencia, con cuerpos en movimiento acompañados de unidades de flanqueo, guardias de van y retaguardia. Los fuegos indirectos de precisión, sin embargo, invierten la relación. El trabajo de las fuerzas de combate ahora es encontrar al enemigo e, idealmente, concentrar las fuerzas del enemigo para que puedan ser destruidas por incendios indirectos, que, a partir de ahora, serán los que maten. Esto implica un grado de polaridad más débil, especialmente si se asume la imbricación.

Otra ramificación de los incendios indirectos de precisión tiene que ver con la logística: la inexactitud intrínseca de los incendios indirectos en el pasado, especialmente contra objetivos en movimiento, ha significado que lograr los efectos deseados generalmente requiere grandes cantidades de municiones. Esto, a su vez, ha requerido de un cordón umbilical logístico masivo que limita la maniobra y refuerza la polaridad con respecto a la existencia de un frente, una espalda y un eje de movimiento. Las unidades rompen ese cordón a su propio riesgo. La palabra francesa para este cordón es noria, que se refiere a la cadena de camiones u otros vehículos que van y vienen para mantener abastecidas las unidades delanteras. Contra la noria, Hubin contrasta la idea de "pulsación". La logística “pulsará” el material necesario según sea necesario, cuando y donde se necesite. La pulsación implica discontinuidad, lo que normalmente significaría la muerte del sistema noria y, en última instancia, de la maniobra en tierra, pero ahora se trata de deshacerse de la linealidad y liberar maniobra.

Estas nuevas capacidades, combinadas con el creciente peligro de cualquier concentración de fuerzas, incluso a escala empresarial, tienden a reducir el tamaño de las unidades de maniobra. Las unidades más pequeñas en los escalones inferiores se volverán más importantes que las más grandes y superiores. Los pelotones con dos o tres patrullas tendrán el papel que tuvieron los batallones. A medida que los peones se hacen más pequeños, Hubin argumenta que, en algún momento, la integración de armas combinadas, que, en el ejército francés, lo hace actualmente a nivel de empresa con el Subgrupo Táctico de Armas Combinadas, también debe detenerse. La integración por debajo del Subgrupo Táctico de Armas Combinadas tendrá que dar paso a la cooperación. Diferentes elementos actuarán para lograr el mismo objetivo, pero no necesariamente dentro de la misma unidad. Esto se compara con el enfoque de Training and Doctrine Command para operaciones multidominio, que parece adherirse a la brigada como el peón de maniobra esencial al estilo de Douglas Macgregor mientras se acumula en la lista de capacidades orgánicas de la brigada.

La muerte de la homotecia

Los ejércitos que lo harán mejor en el futuro, argumenta Hubin, son aquellos que abrazan la muerte de lo que él llama homotecia. Homotecia es un término que Hubin toma prestado de la geometría que se refiere a la dilatación de una forma en el espacio en relación con un punto fijo. Las formas (imagina triángulos o rectángulos) son congruentes, siendo una una versión ampliada de la otra. También tienen una relación física particular entre sí en el espacio, dado que uno es una dilatación o proyección del otro en relación con un único punto específico. En términos geométricos, las dos formas son homotéticas en relación con ese punto. Hubin usa la homotecia para describir la estructura de diferentes unidades de fuerza terrestre en diferentes escalones (es decir, división, brigada, compañía, etc.), su relación entre sí en el espacio y también su relación con un punto fijo. Cada escalón es una dilatación de la misma forma, y ​​cada uno es homotético en relación con un punto fijo, es decir, un único punto de comando y control en el que todas las líneas convergen en última instancia, y también un espacio fijo dentro del cual operan las unidades. La homotecia denota fijeza o rigidez de forma (aunque no escala), de la estructura de mando y control y del área física de operación.

La visión de Hubin no es diferente de la insistencia del Comando de Entrenamiento y Doctrina de que haya "relaciones de comando flexibles" que "permitan la reasignación rápida de capacidades y formaciones multidominio entre componentes funcionales y escalones para lograr la convergencia". El Comando de Entrenamiento y Doctrina quiere "permitir la creación de proporciones de fuerzas favorables a través de organizaciones de tareas rápidas [economía de medios] y la reorganización de los fuegos de refuerzo y las capacidades entre los escalones". Naturalmente, las operaciones multidominio requieren un flujo de información más horizontal y líneas de comunicación más flexibles. Hubin, sin embargo, quiere ir más allá. Hubin quiere romper la rigidez tanto de las formas de las unidades del ejército como de su relación física entre sí, más específicamente su relación homotética relativa a un punto fijo, y, asimismo, el área fija dentro de la cual opera cada escalón. Los ejércitos necesitarán poder ajustar quién está subordinado a quién, crear o suprimir niveles de responsabilidad y adaptar permanentemente el tamaño y el espacio de maniobra de un escalón dado. Las "formas rectilíneas" de las brigadas y batallones son "intrínsecamente restrictivas" y ya no son necesarias, por lo que es mejor que los ejércitos estén dispuestos a alejarse de ellas. Todo debe ser fluido. La única estructura predefinida que permanecerá, escribe, es el pelotón, la pieza de artillería y el "grupo de ingenieros". A veces, varios de estos se agruparán. Asimismo, la subordinación deberá ser flexible. Uno verá una unidad blindada entrar en combate bajo las órdenes de un comandante, pero luego pasará bajo el mando de otra seis horas más tarde y terminará bajo las órdenes de un tercero al día siguiente.

Uno de los problemas que Hubin ve con el sistema homotético es que, en un grado considerable, los comandantes a nivel de división, regimiento y compañía son responsables de las mismas tareas de "concepción", "conducta" y "ejecución". Esto ya se ha vuelto problemático. Los comandantes a nivel de división tienen poco que ver con la conducción de las operaciones, y los comandantes a nivel de compañía están demasiado ocupados para hacer algo más allá de la ejecución y, la mayoría de las veces, tienen que confiar en el instinto. Lo más interesante es el destino del capitán, que Hubin alinea con el nivel de "grupo", es decir, el grupo táctico de armas combinadas a nivel de batallón. “El grupo concibe apresuradamente y solo puede conducir”, escribe Hubin, “lo que significa organizar, coordinar y articular los medios en el espacio y el tiempo y monitorear la coherencia de la acción”. Pero ahora que la guerra se está volviendo más descentralizada y el combate es cada vez más un asunto de pequeños escalones, el sistema está perdiendo toda su coherencia. Es necesario que haya una nueva división del trabajo, una que no tenga nada que ver con la jerarquía heredada del sistema homotético, es decir, divisiones / brigadas, regimientos y compañías, y se construya enteramente en torno a las funciones de concepción, conducta y ejecución. .

Hubin propone tres niveles de “organización táctica”, que expone en el capítulo 10 de Perspectivas, pero que se relata de manera más sucinta en un correo electrónico aclaratorio al autor. Uno está a cargo de la “concepción de la maniobra”, que, explicó, “es decir imaginar, crear y definir lo que llamamos la idea de maniobra”. Otro nivel es el encargado de la ejecución, "es decir el encargado de la pelea con su equipo". "En este nivel", explica Hubin, "encontraremos patrullas de blindados, infantería, grupo de ingenieros, equipos de observación de artillería, etc." Entre estos dos niveles, Hubin continúa:



Propongo crear un sistema original para controlar zonas de maniobra para asegurar que los diferentes peones tácticos que luchan en su zona trabajen hacia el objetivo definido por el nivel de concepción, es decir, organizar los diferentes movimientos en su área, para permitir una circulación efectiva de información, para organizar lo que llamo encuentro logístico, y principalmente para velar por la seguridad de los peones tácticos. La novedad es que este nivel no está vinculado a una estructura táctica (pelotón, compañía, batallón) sino que se adjunta a una parte del terreno en el que se desarrolla la maniobra. En cierto modo, la organización táctica terrestre se acercará más a la organización de control aéreo.

Hubin imagina pequeñas unidades moviéndose por el espacio de batalla pasando del control de diferentes comandantes, cada uno responsable de zonas específicas y responsable de coordinar actividades y también de proporcionar reabastecimiento, de conformidad con el objetivo determinado por el "escalón de concepción". Las unidades en su espacio se asociarán entre sí de forma temporal y flexible. Aquí está implícita la idea de abandonar las correlaciones tradicionales entre el rango de un comandante y el grado de autoridad y responsabilidad. "Hay que romper la relación existente", escribe, "entre la importancia del nivel de responsabilidad y el volumen de los subordinados". Hubin sostiene que una transformación tan radical es necesaria para sacar el máximo provecho de las nuevas tecnologías. El comando de entrenamiento y doctrina, en comparación, se acerca a esta idea al argumentar a favor de otorgar al "escalón apropiado más bajo" autoridad para acceder al apoyo de toda la gama de "dominios", como la inteligencia de los activos de vigilancia nacional, y ciertamente los disparos desde capacidades a las que normalmente solo los escalones superiores podrían tener fácil acceso. Sin embargo, como hemos visto, Training and Doctrine Command parece estar pensando en brigadas, mientras que Hubin está pensando en empresas y por debajo. Más precisamente, Hubin defiende que ya ni siquiera se piense en términos de escalones.

El principio de sorpresa en el futuro campo de batalla

Durante mucho tiempo, explica Hubin, la maniobra consistió en ocultar la mayor parte de la fuerza de uno (el gros), su ubicación y sus intenciones. ¿A dónde iba? Gran parte de la maniobra fue sobre ocultar esto durante el mayor tiempo posible para beneficiarse de alguna medida de sorpresa. Mientras tanto, los comandantes opuestos tienen que deducir las respuestas y, en última instancia, apostar. En el futuro, según Hubin, esto será más difícil de hacer debido a todos los sensores. El desafío será menos obtener información que procesarla.

Sin embargo, esto no significa que la sorpresa sea imposible. Hubin usa la analogía de los jugadores de ajedrez: ambos pueden ver exactamente dónde están todas las piezas, pero aún es posible sorprender al oponente. Las sorpresas son intelectuales. “La sorpresa la realiza quien tiene la mejor visión de la situación, quien capta más pronto y con mayor claridad lo que está sucediendo, y quien sabe coordinar la acción aparentemente incoherente de sus piezas de tal manera que el adversario queda comido por la duda. y no sabe qué movimiento hacer ". En cualquier caso, hoy en día, incluso la idea de tener un gros es cuestionable en la medida en que implica concentración. La maniobra, de hecho, tendrá "objetivos invertidos". Hubin explica que "el objetivo" de la maniobra "será" mantener la dilución de las fuerzas de uno mientras se obtiene la concentración de las del enemigo con el fin de dar mejores resultados a los incendios indirectos tierra-tierra y los incendios aire-tierra ".

Evolución del arte del mando

La visión de Hubin del futuro campo de batalla tiene implicaciones para la evolución del estilo de mando. Debido a la imposibilidad de saber cómo reaccionará el enemigo ante lo que uno haga, explica, el ejército francés siempre ha enseñado el imperativo de confiar en el instinto. Decide y decide rápido. Por supuesto, señala, esto es un poco como jugar a la ruleta rusa. Adivinar correctamente puede determinar si uno será o no un héroe nacional o una desgracia. Esto cambiará: la cantidad de datos y la potencia informática actual y futura hace que sea cada vez más posible ejecutar modelos y simulaciones y obtener rápidamente algo cercano a las respuestas objetivas. Dicho esto, Hubin no se aleja mucho del énfasis de Foch y del ejército francés en la iniciativa y el espíritu ofensivo. Según Hubin, la iniciativa contará más que nunca. Uno tiene que seguir moviéndose, lo que significa que uno tiene que ser el que tiene la iniciativa. De lo contrario, uno está acabado. Parte de eso implica la "resolución", que Hubin cree que es necesaria para arriesgar la mezcla de nuestras fuerzas. Quieres estar dentro de las formaciones enemigas, no al revés.

Hubin está actualizando los argumentos de Foch sobre la disciplina intelectual, que Foch pensó que los comandantes subordinados necesitaban para adaptarse e improvisar sin dejar de cumplir la intención de su comandante. Esto sigue, además, con el énfasis del ejército francés en el "comando por intención", a veces referido por el Ejército de los Estados Unidos como "mando tipo misión" o por los franceses como "subsidiariedad". El panfleto de operaciones multidominio de Training and Doctrine Command pide torpemente una "sinergia basada en la intención", que se reduce a que los comandantes de unidad tomen la iniciativa para realizar sinergias multidominio. Hubin, de acuerdo con la doctrina francesa, está impulsando el mandato de iniciativa hacia los oficiales subalternos y suboficiales en un contexto en el que no espera que las estructuras de las unidades sean relevantes. Los comandantes subalternos de Hubin deben poder avanzar con valentía entre las huestes del enemigo y depositar su confianza en otros que probablemente no conocerán. Admite que esto presenta un profundo desafío para la cohesión de la unidad. Históricamente, las unidades de combate han conservado la cohesión a través de la proximidad (idealmente permaneciendo a la vista de todos los demás) y lazos de familiaridad y confianza. Uno lucha hombro con hombro con los que conoce y con los que se ha entrenado. Las unidades también se han esforzado por mantener líneas de comunicación y apoyo. Mientras tanto, harían todo lo posible para romper la cohesión de las fuerzas opuestas, lo que Hubin señala es un objetivo mucho mejor que tratar de destruirlas materialmente. En el campo de batalla moderno, la proximidad es peligrosa y, de hecho, la situación se invierte de muchas maneras: cuanto mejor pueda operar una fuerza físicamente dispersa y mezclada con el adversario, más probabilidades hay de que tenga éxito. Para mantener la coherencia, los comandantes de todos los escalones deberán tener una comprensión compartida de la situación y confiar en que todos los demás están, de hecho, en la misma página. Deberán tener confianza en sus métodos compartidos y en la precisión de su técnica.

Volviendo a los principios de la guerra

Hubin insiste en una reevaluación de la economía de fuerza y ​​su importancia relativa a la concentración de esfuerzos. Como sostiene particularmente en su segundo libro, La Guerre, la economía de fuerzas con demasiada frecuencia se ve como algo que uno hace simplemente para permitir la concentración de esfuerzos en otra parte. A menudo se considera lo opuesto a la concentración de esfuerzos. Por el contrario, escribe en La Guerre, “la concentración de los esfuerzos consiste en privilegiar lo esencial a expensas de lo secundario, mientras que economizar fuerzas consiste en adaptar óptimamente los propios medios a la luz de la situación y los objetivos, tanto en el ámbito principal como en el secundario ”. En el futuro campo de batalla, la concentración de esfuerzos perderá importancia y se volverá casi imposible en la medida en que sea sinónimo de concentración física de recursos. La economía de fuerza cobrará una nueva importancia y también se conducirá de manera diferente. Cuantas más unidades "puedan ajustarse rápida, frecuente y fugazmente, mayores serán sus posibilidades de éxito".

Esta intuición también tiene el efecto de invertir otros principios fochianos como la seguridad, que históricamente se había pensado en términos de vanguardia y otras fuerzas protectoras destinadas a 1) prevenir la sorpresa y 2) preservar la libertad de acción durante el mayor tiempo posible. es decir, mantener la libertad de decidir cuándo, dónde y cómo cometer la fuerza principal. Ahora, la seguridad significa no detenerse e incluso mezclarse con el enemigo (imbricación). Además, en ausencia de polaridad, de un frente y una retaguardia, la seguridad ahora radica en la iniciativa y en tener la mejor comprensión de la situación. "Es el entendimiento, la inteligencia y el conocimiento mucho más que el poder lo que es el origen de la libertad de acción de uno".

Toda la guerra es asimétrica

Los argumentos de Hubin sobre la economía de fuerzas lo llevan a una idea poderosa, una que, como veremos, le da una ventaja relativa a las operaciones multidominio: la estrategia en el tipo de guerra convencional que Hubin imagina es similar a la estrategia requerida para librar una estrategia asimétrica. guerra, particularmente como Beaufre la describió. Beaufre había escrito que, en la guerra asimétrica, el insurgente debe comprender que no se puede buscar una "decisión" en la batalla, donde cualquier concentración de medios es un suicidio, sino a través de una "maniobra externa". Esto significa, por ejemplo, dar forma a la opinión pública en el exterior o, en general, utilizar cualquier palanca de poder que uno tenga a su disposición, además de la fuerza militar, para limitar la libertad de acción del adversario y obtener una ventaja. Uno no debe centrarse en la lucha táctica, en la que el objetivo es simplemente aguantar, sino centrarse en el nivel estratégico. Esto significa, para el comandante asimétrico, "sin maniobra axial, sin flechas en un mapa, y sin masa para disimular, sino por el contrario una maniobra isotrópica en toda la zona de acción". Más importante aún, también significa que toda la campaña militar está subordinada a maniobras no militares como la guerra de información, la guerra psicológica y toda la panoplia de cosas que uno hace para limitar la libertad de acción de los adversarios. En consecuencia, aquí es donde el contrainsurgente, el que busca derrotar una campaña asimétrica, también debe enfocarse.

Hubin sostiene que la descripción anterior de una estrategia asimétrica correcta coincide con su descripción de cómo se librarán las futuras batallas convencionales. Esto implica que, en lugar de buscar decisiones en el campo de batalla, los futuros comandantes tendrán que concentrarse en el nivel estratégico, donde el combate puede, en el mejor de los casos, complementar el ejercicio de una amplia gama de actividades no militares y no militares. Hubin ahora está de vuelta en un terreno familiar con respecto a los puntos de vista militares franceses sobre dos cosas: la estricta subordinación de la fuerza militar a las prioridades civiles y las agendas políticas dictadas por civiles, y el punto de vista, arraigado en la doctrina colonial francesa de contrainsurgencia y argumentado enérgicamente por Beaufre Con respecto al conflicto de grandes potencias, que el combate se considere solo una parte de un "enfoque global" o una "estrategia total". Rara vez se puede disparar hacia la victoria en la mayoría de los conflictos modernos, especialmente si se desea evitar la Tercera Guerra Mundial o el Armagedón nuclear.

Los estadounidenses dirán que ellos también creen estas cosas. Ellos también han leído a Clausewitz. Sin embargo, la literatura sobre operaciones multidominio (sin mencionar el historial de las fuerzas armadas estadounidenses en conflictos recientes) delata una tendencia de las fuerzas armadas estadounidenses a volver a pensar en las "maniobras" que no son de combate, que son parte del total o híbrido guerra que los pensadores de operaciones multidominio identifican con los rusos y chinos, como secundaria a la actividad militar y, en última instancia, subordinada a ella. Según el principal estudioso de la estrategia militar de Francia, Hervé Coutau-Bégarie, los líderes militares estadounidenses son culpables de un "culto a la fuerza decisiva", que resulta en "una reticencia, si no una incapacidad, para comprender la subordinación de las operaciones a fines políticos . " De hecho, Training and Doctrine Command 525-3-1 identifica como un gran desafío la amenaza que representa la guerra política y de información rusa y, por ejemplo, la ambición de Rusia de utilizar la guerra de información para socavar la solidaridad política entre los aliados de la OTAN, pero sugiere que el Ejército puede lidiar con el problema de alguna manera a través de incendios y acciones políticas propias llevadas a cabo por fuerzas de operaciones especiales, como si los Boinas Verdes o los oficiales de operaciones psicológicas del Ejército pudieran de alguna manera moldear la opinión pública europea de la forma en que podrían operar en la provincia de Anbar, Irak. No hay ninguna sugerencia de que quizás el Ejército se deba subordinar a una estrategia gestionada y determinada por civiles en la que su propia contribución en forma de fuerzas terrestres y los incendios asociados son solo un medio entre muchos para un fin político amplio. También se presta poca atención en la literatura sobre operaciones multidominio a los límites de la guerra con grandes poderes que implican las armas nucleares. Para Beaufre, ese era el punto: uno no puede luchar contra los soviéticos directamente debido al riesgo de una guerra nuclear, por lo que toda estrategia debe ser "indirecta" o "total" en el sentido de relegar la acción militar a un papel limitado.

Lecciones para aprender

Hubin se equivocó en algunas cosas. Se mostró demasiado optimista con respecto a la velocidad a la que la tecnología evolucionaría y cambiaría la guerra y, en particular, ha sobrestimado el grado de visibilidad que tendrían los comandantes, especialmente de las ubicaciones y movimientos de las fuerzas "rojas". Así, el general Bernard Barrera, el comandante inicial de la intervención francesa en Mali en 2013, podría lamentar la “niebla de la guerra” en sus memorias de la campaña a pesar de la tecnología avanzada a su disposición. Sin embargo, Hubin cree que los acontecimientos en Libia, Nagorno-Karabaj, Siria y Ucrania han validado en gran medida sus argumentos sobre los efectos de las nuevas tecnologías. La verdadera pregunta, pregunta Hubin, es si los ejércitos harán o no lo que él cree que es necesario, que es abandonar las estructuras de fuerza homotéticas heredadas de siglos de práctica. A esto se debe agregar la pregunta de si el sistema de defensa estadounidense puede aprender, finalmente, a pensar de manera más asimétrica con respecto al papel adecuado y limitado de la fuerza en relación con los medios no militares de imponer la voluntad de uno a los adversarios.

Frente Oriental: Impresionante reporte noticioso alemán (subtítulos en inglés)