sábado, 19 de junio de 2021

Malvinas: Operaciones especiales británicas y combates en la Patagonia

 

Teniente inglés confirma que la guerra de Malvinas también se libró en nuestra Patagonia

Por Orlando Bazán. Especial para CodigoCBA



Mucho se ha hablado acerca de ciertos hechos ocurridos durante el conflicto de Malvinas y que no figuran en la historia oficial de ninguno de los dos países y al día de hoy aún son negados por ambos.

CodigoCba, a traves de una trama cuasi novelesca, ha tenido acceso exclusivo a la confirmación de uno de ellos y se la brindamos en primicia nacional a nuestros lectores.

Gracias a la amistad conque me honra el veterano de guerra argentino Julio Herrera Vidal, de quien ya hemos hablado en este diario, tuve acceso a la confirmación de uno de los hechos más negados de Malvinas.

Todos hemos oído hablar en voz baja de la "Operacion Mikado" y otras similares y que implican intentos de las tropas británicas de atacar las bases argentinas de la Patagonia.



Ambos gobiernos niegan a muerte estos hechos, pero CódigoCba ha logrado romper ese secretismo gracias a soldados argentinos y británicos que directa o indirectamente estuvieron involucrados en ellos.

La trama comienza días atrás cuando dentro de la lucha que lleva a cabo el veterano de guerra argentino Julio Herrera Vidal, y gracias a la amistad que lo une con un tambien veterano pero británico.

El ex artillero inglés Edward Denmark y Julio sostienen una amistad que vence banderas y une a los antes enemigos, desgraciadamente, por la injusticia que aún hoy sufren algunos de nuestros héroes.

Esto es debido a que el Estado argentino retiró a los soldados que estuvieron destacados en las bases del sur argentino durante el conflicto de Malvinas su categoría de veteranos de guerra.

Con ello les quitó también sus prestaciones, pensiones de guerra, y, sobre todo, el honor que se ganaron sobradamente pues de esas bases es de donde despegaban los aviones que atacaron la flota inglesa.

Pero, también esas bases estuvieron en combate, pues fuerzas inglesas se desplegaron para anularlas y hoy CodigoCba tiene la prueba de ello, y de boca de uno de sus protagonistas!.

Desde esa nefasta decisión, Julio y otros ex soldados siguen dando batalla aún hoy para que se rectifique esa deshonra y se les reintegre su categoría y los beneficios que ello conlleva.

Esta lucha es tan justa que al enterarse de tamaña injusticia producida con nuestros héroes, hasta los ayer enemigos forman hoy filas juntos para revertir esta situación.

Así Edward al conocer la situacion de nuestros ex colimbas continentales del conflicto de Malvinas, comenzó a trabajar activamente desde Inglaterra para dar a conocer al mundo lo que sucedía.

De allí nació una férrea amistad entre los ex combatientes argentino y británico, tal como hemos relatado anteriormente en este mismo portal.

Gracias a ella, Edward Denmarck produce un hecho que romperá ese silencio que rodea a las operaciones británicas en suelo patagónico denuncia vez y para siempre.

Así como existen relaciones entre los ex combatientes argentinos, también es lo mismo entre los viejos soldados ingleses que combatieron en Malvinas y en este caso, Edward trabó amistad con el Teniente Coronel Richard Hutchings DSC.



Este oficial británico fue piloto de helicóptero de la fuerza de tareas británica que participó del conflicto de Malvinas y, lo más importante: piloteo una de esas aeronaves que tocaron suelo patagónico!.

Nadie mejor que el para romper ese secreto, pues el mismo piloteó el famoso supuesto helicóptero que se estrelló en suelo argentino y debió de ser destruido por sus ocupantes para tapar su presencia allí.

El Coronel Hutchings se encuentra actualmente escribiendo un libro que hablará acerca de la operación "Mikado" y otras similares y que significará que Julio Herrera Vidal y sus compañeros estuvieron en situación de combate.

Pero, más importante aun: hará salir a la luz este secreto guardado celosamente por ambos gobiernos hasta hoy!.

Dentro de ese proceso de escritura, Hutchings y Denmarck realizaron comunicaciones entre ellos vía mail y CódigoCba tuvo acceso a ellos en una exclusiva nacional de nuestro medio.

A continuación reproducimos este mail entre los dos ex combatientes británicos y que será de nuna vez y para siempre la prueba de que Inglaterra y Argentina llevaron la guerra de Malvinas a la Patagonia.



Esta comunicación forma parte del libro que Hutchings está escribiendo y por ello, posee esa estructura epistolar, la cual reproducimos tal cual nos llega, en forma textual ya que Demarck se la envía a Herrera y el a nosotros con la autorización de dar a conocer esta primicia exclusiva que brindamos a continuacion:

Orgullo y Pesos

(Una injusticia argentina, por el teniente coronel Richard Hutchings DSC)

A las 04.30 horas, el viernes 2 de abril de 1982, 150 hombres de los "Buzos Tácticos" - tropas de las Fuerzas Especiales argentinas - aterrizaron en helicóptero a 3 millas al sudoeste de la capital de las Malvinas, Port Stanley. Esta operación secreta de alto secreto lanzó la toma de las islas del Atlántico Sur controladas por británicos a cuatrocientas millas de Argentina. Diez mil tropas argentinas se instalaron en las Malvinas y en cuestión de días nuestros dos países estaban en guerra.

Maggie Thatcher envió una Fuerza de Tarea para retomar las islas, y el resto, como dicen, es historia. O tal vez es más cierto decir que el lado que ganó la guerra, escribió la historia. Debido a que se han escrito alrededor de ciento cincuenta libros sobre la guerra, y la mayoría de ellos son desde una perspectiva británica, incluido mi propio relato de la vida encubierta de un piloto de helicóptero de las Fuerzas Especiales de Guerra de las Malvinas, llevando a las tropas de SAS y SBS detrás del enemigo líneas - y en una ocasión en una misión muy controvertida en el continente argentino. Esto fue rápidamente negado no solo por el Gobierno británico, sino que los argentinos también afirmaron que nunca sucedió. Lo hicieron por diferentes razones. Los británicos no querían remover un nido de avispas en toda América del Sur con la admisión de que nuestras tropas estaban operando encubiertamente en el continente. La junta militar argentina nunca podría admitir ante su propia población que no habían logrado proteger su propia patria, lo que no solo molestaría sino que sería una dinamita política.

Mucho ha cambiado en el Atlántico Sur, pero algunas cosas parecen lo mismo. Las Malvinas y sus súbditos británicos pueden ser más ricos y mejor defendidos, pero los sables diplomáticos todavía están sacudiéndose, y las demandas y reclamos vienen una vez más de Buenos Aires, con el Gobierno argentino exigiendo soberanía sobre las Malvinas.

Aquellos que siguen de cerca los acontecimientos en el Atlántico Sur, en 1982, podrían ser perdonados por pensar que casi todos los aspectos de esta guerra, y sus efectos a más largo plazo, ya han sido expuestos, documentados, analizados, codificados y digeridos de manera exhaustiva. Pero te equivocarías.

Hay una historia de la que la gente sabe muy poco. Un grupo de reclutas argentinos ha estado luchando para que su historia sea contada no solo en palabras externas, sino también en la propia Argentina. Afirman que su guerra contra el enemigo británico tuvo lugar en el continente argentino, en la Patagonia, donde se desplegaron tres mil reclutas y asiduos para proteger los aeródromos y los vertederos de combustible de aviación en las bases aéreas de Río Grande y Río Gallegos Comodoro Rivadavia, Santa Cruz, Trelew y San Julián, de las operaciones encubiertas de sabotaje de las Fuerzas Especiales Británicas. En estas bases aéreas, los aviones argentinos volaron misiones contra la Fuerza de Tarea británica a menudo con resultados devastadores. Estos reclutas alegan que pelearon tiroteos contra SAS y SBS en la parte continental de Argentina y dicen que su servicio de guerra nunca ha sido reconocido porque la existencia misma de las Fuerzas Especiales Británicas en suelo argentino ha sido negada y barrida por mucho tiempo. No han tenido estatus como veteranos de las Malvinas durante 30 años y se les ha denegado la pensión de veterano.

Como Royal Marine retirado y veterano de la Guerra de las Malvinas, creo firmemente que su situación merece ser escuchada, sobre todo por su propio gobierno, que todavía niega compensarlos por semejante actuación. Que las tropas de SAS fueron enviadas al continente Argentino a Argentina, puedo testificar personalmente, porque las volé allí. Pero si el Gobierno argentino no reconoce el hecho, no ha entendido nuestra determinación absoluta de defender el derecho de los isleños de las Malvinas a no querer ser gobernados por ellos.



Los veteranos que protestan en toda Argentina, quieren que se reconozca su servicio de guerra y dicen que diecisiete soldados argentinos fueron asesinados en la Patagonia, que se convirtió en una zona de combate durante la Guerra de las Malvinas, debido a los combates reales con las fuerzas especiales británicas.

Sin intención de dar consejos pero teniendo en cuenta que en esa guerra participaron ambos países, en el nuestro hay un pacto militar. Puede ser formativo, y aún no perfecto, pero no discriminativo. En Argentina los antiguos reclutas no disfrutan de tal reconocimiento a menos que hayan servido en una zona que ellos llaman de combate: la Patagonia era una zona de combate. También hay evidencia creciente.

La "Historia oficial de la campaña de las Malvinas" hace referencia a las operaciones de las Fuerzas Especiales en Argentina. Pero hace unos años, Sir Robert Wade-Gery, quien en 1982 era subsecretario del gabinete, dijo a los estudiantes de la Universidad de Londres que los británicos tenían varios equipos SAS y SBS operando en o cerca de las bases del sur argentino, en sus palabras: "deambulando por ahí" en todo el sur de Argentina ", en algunos casos tratando de sabotear los aeródromos del sur del país". Admitió que aunque nunca tuvimos un desastre, nos acercamos bastante en una ocasión.

Todavía abundan los rumores de que siete u ocho Fuerzas Especiales británicas fueron capturadas en la Patagonia e intercambiadas al final de la guerra por quinientos prisioneros argentinos. Los sucesivos gobiernos argentinos y británicos lo han negado. Pero ahora los reclutas argentinos se han hecho públicos con gran detalle.

Soldado V, estaba en la Compañía C, Regimiento de Infantería Mecanizada 24, en la base aérea de Río Gallegos, y afirma haber estado involucrado en tres incidentes. Mientras patrullaba en una playa a treinta millas de la base aérea el 10 de mayo de 1982, dice que encontró dos botes de goma abandonados inflables, del tipo que utilizaba el Escuadrón Especial de Botes cuando operaba desde submarinos. Temprano el 18 de mayo, su posición fue sobrevolada por un helicóptero enemigo. Su sección abrió fuego y se vio que el helicóptero volaba erráticamente cuando salió rápidamente del área. A las 8.30 de la noche del 28 de mayo, un grupo de 4 hombres abrió fuego contra su posición desde una colina cercana. En el tiroteo fue asesinado un suboficial argentino. Su certificado de defunción indica la causa de la muerte como pancreatitis, lo que sugiere un encubrimiento.



El soldado L, otro recluta de 18 años en la misma unidad, dice: ‘Después de la muerte del suboficial en el tiroteo, llegó una orden para detener a quienes no hablan español. Uno de mis colegas me dijo que los enviaron a un punto de control a sesenta kilómetros de la frontera chilena donde tenían que revisar todos los vehículos. Alrededor del mediodía llegó un Ford 350 con una pareja que entregó sus documentos que mostraban que eran una pareja casada de nacionalidad chilena. Al lado de la puerta de la derecha había un hombre que no hablaba español con el pelo corto y rubio. Tenía 1,80 m de altura y tenía un físico deportivo, de unos 25 años, afeitado. El conductor afirmó que era un amigo, pero no sabía su nombre. El hombre fue arrestado e interrogado. Nos dijo que estaba tratando de llegar al aeropuerto para poder volar a su casa en Chile. Crucialmente, no había estampillas de entrada para que ingresara a Argentina o Chile, por lo que fue retenido en la estación de policía durante la noche. Al día siguiente, cuatro agentes de inteligencia militar se lo llevaron. Más tarde me dijeron que había otros siete detenidos, incluso se publicó en ese momento ".

El soldado B era un recluta de infantería de dieciocho años asignado a la base aérea de Comodoro Rivadavia. Dice que personalmente participó en un tiroteo con las tropas británicas: ‘El 22 de mayo, a las 02.00 horas, fuimos atacados por comandos SAS dentro del perímetro real de la base aérea de Commodoro Rivadavia. Nos tomó por sorpresa un intenso tiroteo que duró veinte minutos. En ese momento éramos dos soldados y un cabo. Uno de los enemigos estaba tan cerca que podría habernos matado, pero en cambio uno de nosotros lo atrapó y murió. Llegaron refuerzos y logramos capturar a dos de un grupo de alrededor de ocho hombres, pero el resto escapó ".

Hace algún tiempo, el soldado B se puso en contacto conmigo para decirme que le habían dicho que dejara de comunicarse conmigo siguiendo el "consejo" de la inteligencia militar argentina.

El infante de marina S, era entonces un recluta de 18 años, sirviendo con el 1er Batallón de Infantería de Marina, en el área de Río Grande. Alrededor de las 4 en punto una mañana, mientras estaba de guardia con otro marine, se sorprendió al ver tres figuras sombrías que se acercaban a su posición dentro del perímetro de la base aérea. Los tres fueron desafiados y siguió un intercambio de disparos. Se vio a los tres escapar a través de las defensas perimetrales y desaparecer en la oscuridad. Al día siguiente, se ordenó una patrulla de su unidad al hospital civil cercano donde, según informó el alcalde local, tres hombres vestidos con uniformes militares argentinos, con rostros ennegrecidos, habían sido dejados en la entrada del hospital durante las primeras horas. Uno fue declarado muerto a su llegada, los otros dos murieron a causa de sus heridas poco tiempo después.

El infante de marina S y su grupo fueron redistribuidos para defender una estación de radio, a quince kilómetros de la base aérea. Fue el principal centro de comunicaciones militares con las Malvinas. ‘Cuando llegué detrás de la estación de radio, escuché disparos y uno de mis camaradas gritó: "vení acá". Cuando llegué a su lado, estaba tirado en el suelo con sangre en la cara. Me estaba gritando que escapara. Corrí en la dirección que él indicó, pero tuve que parar porque estaba en el campo minado. Escuché disparos silenciosos que casi no hacían ruido, quizás silenciadores. Me golpearon en la pierna derecha. La base de una de las antenas detrás de mí estaba dañada. Me tiré al suelo y siguieron disparando. Pude ver "H" detrás. Levantamos la cabeza y vimos dos figuras en el campo minado, veinte metros por delante de nosotros. Disparamos y golpeamos a uno de ellos. Volvió a levantarse. Entonces vi dos figuras en el camino que conduce a Maria Behety. Cuando llegaron los refuerzos, dije que vi hombres corriendo en el campo minado, me dijeron que estaba loco, que debíamos haberlo imaginado y que, en cualquier caso, debíamos olvidarlo.

El soldado VB era un recluta del ejército que servía en el puerto de Punta Quilla, a poca distancia de Río Gallegos. Su papel fue la evacuación de víctimas de las Malvinas. Cuenta sobre un incidente extraordinario en el que una posible misión de las Fuerzas Especiales se vio comprometida una noche de mayo de 1982. El posible objetivo eran los tanques de almacenamiento de combustible de aviación a solo diez millas de distancia: 'Barcos enemigos de asalto se acercaron a metros del lado de estribor de nuestra nave del hospital ARA Almirante Irizar. Estaban iluminados por las luces y estaban iluminados por las luces que emanaban de la superestructura porque era un barco hospitalario, especialmente las grandes cruces rojas en el casco. Al encenderse, los botes de goma fueron vistos desde la orilla por los vigías de una compañía de marines. Una vez pasado el casco de la nave del hospital se encontraron con fuego intenso. Su operación fue abortada. El Almirante Irizar estaba prácticamente en la línea de tiro, y una gran cantidad de rondas de rastreo golpearon la proa del barco. Esa noche, las playas cercanas al barco fueron testimonio de la intensidad de los combates, botes con cascos rígidos y botes negros inflables, varados en la playa con daños visibles causados por incendios. Al día siguiente fui testigo del daño hecho a los barcos.

El soldado O era un recluta en la base aérea de Río Gallegos, en una posición avanzada cerca de la costa, cerca de dos grandes campos: las estancias Loyola y El Cóndor. Abrimos fuego contra un helicóptero que iba de Chile a Argentina. Mi capitán nos dijo que teníamos que ir a la estancia El Cóndor. Nuestros soldados rodeaban a una persona británica vestida con ropa de civil. El prisionero fue llevado a lo que se llamó el hotel. Allí lo arrojaron a una cama y lo ataron a él. En ese momento yo era el único soldado que quedaba allí, así que me ordenaron quedarme en la habitación para ver al prisionero hasta el día siguiente. Me dieron dos granadas más las armas que tenía: pistola, rifle y una bayoneta. La orden que me dieron fue disparar si intentaba escapar. Pasé toda la noche gritándole y pateando la cama para que no se moviera, hasta el punto en que me fracturé el dedo del pie y terminé perdiendo la voz por gritar. A la mañana siguiente llegó un helicóptero muy grande y lo transfirió a un destino desconocido. Después de la guerra, descubrí que llamaban a mi compañía una unidad "fantasma", no hay registro de mi compañía en el área ni de los incidentes ".

El soldado T, un recluta que defiende la base aérea de Río Gallegos, dice: "Diez de nuestros soldados murieron el 30 de abril cuando un helicóptero del ejército fue derribado en Caleta Olivia [15 km al este de la base aérea en Comodoro Rivadavia] en una misión de combate en alerta roja después de detectando un submarino y tres botes de goma en radar y sonar. A medida que el helicóptero se acercaba al submarino y los botes, explotó en el aire en una bola de fuego, extendiendo escombros a lo largo de un radio de 300 metros. El segundo helicóptero aterrizó en un campo cercano. En la playa se encontró parte del tanque de combustible, que tenía un agujero de aproximadamente 5 pulgadas. El fuselaje se había derrumbado hacia adentro. Lo tomó en su camioneta y se lo dijo a la policía. La policía llamó al general Roca de la Escuela Militar y se envió una patrulla a pie. Cuando llegaron, las extremidades humanas se extendieron junto con pequeños trozos de helicóptero. Algunas piezas estaban en la playa, pero la mayoría estaban en el mar. Mi amigo, Mark, encontró una mano y concluyó acertadamente que era el comandante de la compañía, el teniente coronel Arévalo, ascendido a general después de su muerte. Se convirtió en el militar de más alto rango que cayó en todo el conflicto. Su mano fue reconocida por el anillo de bodas de oro. Mi amigo, 'M', decidió quedarse con el anillo y meter la mano en una bolsa. Después de un tiempo de estar en el agua, sacando cuerpos destrozados, llegó la Policía Militar, llevó a mis amigos a la estación de policía y los dejó en la cárcel hasta junio. Después de julio, Marcos fue a visitar a la viuda de Arévalo, le dio el anillo y le contó su experiencia ".

La campaña de las Malvinas fue el mayor riesgo de lanzamiento británico de los dados militares desde la debacle de Suez en 1956. Mucho estaba en juego: la soberanía de las islas, la prueba de la resolución de Gran Bretaña y exponer al escrutinio mundial nuestra capacidad militar: verrugas y todo. Además, el Gobierno hizo una gran apuesta política y diplomática al buscar un apoyo tangible para las operaciones de las Fuerzas Especiales de Chile, como observó Sir Robert Wade-Gery: "Los chilenos fueron inmensamente solidarios durante la campaña, pero nunca pudieron admitirlo públicamente; amigos de Argentina, así que estaban muy contentos de proporcionar bases para el SAS en el extremo sur de Tierra del Fuego. Los chilenos también proporcionaron a la RAF posiciones de observación desde las crestas de los Andes en territorio chileno. Desde estas posiciones fue posible, electrónicamente, mirar hacia abajo en cada aeródromo de Argentina. La RAF, desde su base encubierta en Punta Arenas, pudo identificar cada avión argentino que despegó. La Flota y los Harriers en los portaaviones, por lo tanto, recibieron diez minutos de advertencia de lo que estaban a punto de enfrentar ".

Una de las razones por las que Maggie Thatcher se mostró tan reacia muchos años después a lanzar a Pinochet a los lobos fue porque reconoció que le debía una gran deuda de gratitud por el apoyo del gobierno chileno.

Los sucesivos gobiernos argentinos en los últimos treinta y ocho años han querido distanciarse de las acciones de la dictadura militar de 1982, prefiriendo en cambio la verdadera política de aceptación como miembros civilizados de la comunidad internacional. Pero todavía tienen un largo camino por recorrer. Siguiendo al general Galtieri cayó del poder en 1982, hasta su muerte a la edad de 76 años en 2003, los gobiernos argentinos hicieron todo lo posible para demostrarle al mundo que su país era justo, pero no lo fueron ni lo son con ese grupo de reclutas, por lo que en su caso, hicieron un esfuerzo adicional. Es una pena para todos ellos, que no se les haya mostrado la misma justicia a los soldados reclutas que sirvieron a su nación en la Patagonia con no menos acción, honor y coraje que los militares y mujeres británicos que sirvieron a nuestro país cuando luchaban en alta mar, en el Islas Malvinas y en los cielos.

Recientemente me senté en un pub rural en Hampshire, disfrutando de una pinta o dos con el ex Capitán SAS que comandaba el equipo SAS que volé a Argentina. Nuestra conversación no se limitó a simplemente ponerse al día, y los por qué y por qué de nuestra operación hace tantos años, sino que también hablamos sobre el impacto del conflicto en aquellos que sirvieron en las fuerzas argentinas y la difícil situación de estos antiguos reclutas. Al igual que yo, él también estaba horrorizado por la fría indiferencia del gobierno argentino hacia muchos de sus antiguos reclutas. Ser soldado es un título universal, igual que ser Veterano de Guerra de cualquier país, y merece del reconocimiento de quien fue su contario en combate quien mejor que nadie conoce los sentimientos de incertidumbre y dolor de la batalla.

Pero para estos hombres hay un rayo de esperanza. Mi propio libro, que incluye un relato completo de la Operación Plum Duff, el precursor de la Operación Mikado, una de las operaciones continentales, está siendo citado por ex conscriptos como prueba definitiva de las operaciones de las Fuerzas Especiales británicas en Argentina continental; Los casos del Tribunal Superior en Argentina están pendientes. Las imágenes de la portada se llevan rutinariamente en pancartas durante las marchas de protesta por Buenos Aires. Al escribir el libro, no tenía idea de que podría resultar crucial para resolver una disputa que ha afectado tantas vidas durante una generación. Estos hombres tienen ahora casi sesenta años; muchos todavía sufren los efectos a largo plazo de la guerra en la Patagonia: más de quinientos cincuenta se han quitado la vida desde 1982. Después de la intransigencia de los últimos treinta y ocho años, es hora de que el Gobierno de Argentina haga lo honorable, se trague su orgullo, levante el manto del secreto falso y reconozca que las operaciones militares británicas tuvieron lugar en su territorio soberano en 1982. Hasta entonces, el orgullo fuera de lugar y los Pesos continuarán bloqueando el camino hacia la justicia para estos antiguos reclutas.

¿Es de extrañar que la gente de las Islas Malvinas todavía aprecie tanto su ciudadanía británica cuando la alternativa es el miedo a ser gobernado por una administración que hasta el día de hoy niega justicia y los derechos humanos universales básicos a algunos de los más merecedores de su propia gente?. Con actos como estos de abandono de una gran parte de sus tropas que fueron combatientes, seguro que no debe extrañar el sentimiento de la gente isleña. Sería mejor que el Gobierno de Argentina envainara los sables y pusiera su propia casa en orden cuidando a sus veteranos. Por estas razones, a no dudar que cualquier agresión futura por parte de Argentina se resolvería con una resolución no menor de nuestra parte que en 1982.

N de la R: Los nombres de los soldados y marines argentinos, cuyas cuentas se describen aquí, se han disfrazado para proteger sus identidades.

EA: Pruebas con el IVECO Guarani 6x6

viernes, 18 de junio de 2021

Revolución Libertadora: El desastroso intento de decapitación del régimen

El bombardeo de 1955: sangre y muerte en la Plaza de Mayo y el sueño de ver a Perón bajo los escombros

Fue un plan de la Marina inspirado en el ataque japonés a Pearl Harbor. Tomaron distintas bases aeronavales y de la Fuerza Aérea, y durante cinco horas bombardearon la Plaza de Mayo y sus alrededores. Tenían la intención de tomar la Casa Rosada con “comandos civiles” y gestar un gobierno “democrático”. Fue el crimen colectivo de mayor magnitud de la historia argentina
Por Marcelo Larraquy || Infobae

El bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955

En momentos en que la relación de Juan Domingo Perón y la Iglesia argentina llegaban al punto de máxima tensión, con miles de feligreses que enfrentaban al gobierno al grito de “Cristo Vence”, unido a la oposición política, un grupo de oficiales de la Aviación Naval, con la anuencia del jefe de la Armada, activaba el bombardeo sobre la Plaza de Mayo que venía planificado en secreto desde hacía varios meses.

Cómo fue el operativo que planeó la Marina, inspirado en el ataque japonés a Pearl Harbor, cuando tomaron las distintas bases aeronavales de la Fuerza Aérea y durante cinco horas bombardearon la Plaza de Mayo y sus alrededores. Los detalles de la operación que pretendía tomar la Casa Rosada con “comandos civiles” y gestar un gobierno “democrático”. En un extracto del libro de Marcelo Larraquy, “Argentina, un siglo de violencia política”, la trama secreta del crimen colectivo de mayor magnitud de la historia argentina.

El libro de Marcelo Larraquy, “Argentina, un siglo de violencia política”

(…) Entonces no se preveía que la peor respuesta contra Perón no vendría del Vaticano sino del cielo. Muchos de los aviadores navales que bombardearían Buenos Aires el 16 de junio de 1955 habían acompañado la celebración de Corpus Christi el sábado 11. Hasta entonces, no sabían cuándo ni cómo matarían a Perón. Solo tres de sus jefes conocían el plan: la aviación naval bombardearía la Casa Rosada en momentos en que Perón reuniera a su “estado mayor”, los hombres con los que compartía las decisiones de gobierno. Se encontraba con ellos, semana de por medio, los días miércoles a las diez de la mañana. A esa hora se iniciaría el bombardeo. Duraría solo tres minutos.

El plan necesitaba apoyo terrestre. Después de la última detonación, se activarían las células de los comandos civiles. Las componían alrededor de cuatrocientos o quinientos hombres que permanecerían disimulados en calles y bares del centro de Buenos Aires. También debían bloquear los accesos a la Plaza de Mayo. Disponían de dieciséis automóviles. En la hipótesis de que la misión fuese exitosa, y que Perón y su gobierno quedaran reducidos a escombros, los comandos se servirían del terror y la humareda para tomar la Casa Rosada por el acceso de la calle Balcarce. Quizá deberían enfrentar al cuerpo de Granaderos, ya diezmado por las bombas. Los granaderos no eran más de cuarenta hombres sin otra infraestructura que un destacamento interno en la Casa de Gobierno. Si en esas condiciones bloqueaban a los comandos civiles, no podrían contener el avance simultáneo de los infantes de Marina por la retaguardia de la Casa Rosada. Los infantes eran alrededor de trescientos hombres distribuidos en dos compañías. Contaban con fusiles semiautomáticos FN, de procedencia belga, que la Armada había hecho ingresar de contrabando. Serían entregados solo un día antes del bombardeo. Los granaderos, en cambio, debían defender la Casa Rosada con fusiles Mauser, un arma de principios del siglo XX.


Uno de los fusiles FN 49 semiautomáticos usados por la IMARA en el intento de golpe

La comunicación era otro factor clave para la definición del combate. Los conspiradores habían contactado al ex capitán Walter Viader, sublevado de 1951 con el general Menéndez, enviado a prisión y luego amnistiado. Junto a los comandos civiles, Viader organizaría la toma de las radios que difundirían la proclama golpista. Se esperaba que la noticia de la caída de Perón hiciera saltar a las calles a los opositores.

Solo tres de los jefes conocían el plan: la aviación naval bombardearía la Casa Rosada en momentos en que Perón reuniera a su “estado mayor”

Después del bombardeo, una junta cívico-militar controlaría el poder. Intervendrían la CGT y las provincias, liberarían a los presos por razones políticas y fusilarían a quienes resistieran su autoridad. Los civiles convocados al nuevo gobierno serían tres activos dirigentes de “la contra” peronista: Adolfo Vicchi, mendocino, conservador; Américo Ghioldi, del Partido Socialista, exiliado en el Uruguay, y Miguel Ángel Zavala Ortiz, el más importante de todos, de la facción “unionista” del radicalismo, que acababa de perder el control del partido a manos de Arturo Frondizi. Zavala se comprometió a tomar las bases aeronavales junto a los aviadores.

Lo que preocupaba a los conspiradores era la imposibilidad de acumular fuerzas, después del primer impacto, para defender la toma de la Casa Rosada. Cumplido el objetivo de extirpar el núcleo duro del poder, quedarían en evidencia las víctimas de las bombas en las inmediaciones de la Plaza de Mayo. Se esperaba una reacción popular en defensa de Perón. Esta eventualidad hacía impredecible el curso de la operación. Más incertidumbre generaba la reacción del Ejército, una vez consumados los hechos. En ese ámbito, apenas contaban con la promesa del general León Bengoa, que llegaría a Buenos Aires en tren con una división de Infantería procedente de Paraná. Bengoa adelantó que iniciaría la expedición luego del estallido. No estaría en el frente de batalla desde el primer momento. El problema de los conspiradores era cómo fortalecerse para responder a una probable reacción militar y popular del peronismo.

El centro de operaciones de los rebeldes era la base aeronaval de Punta Indio, de donde despegarían los aviones. En media hora o cuarenta minutos ya estarían sobrevolando Buenos Aires. La toma de la base no presentaría obstáculos. Era difícil encontrar a algún marino que no fuese antiperonista. El jefe de la conspiración era el capitán de fragata Néstor Noriega.

El aeropuerto de Ezeiza era otra base para el despliegue aéreo. Funcionaría como central de reabastecimiento para los aviones después del primer ataque. Desde hacía más de un año se construía allí, en forma clandestina, un depósito para almacenar las bombas y el combustible. Un simulacro aéreo oficial, previsto en Bariloche, fue aprovechado para el traslado de los explosivos desde la base aérea Comandante Espora, de Bahía Blanca, hacia Punta Indio y Ezeiza.

Después del bombardeo, una junta cívico-militar controlaría el poder. Intervendrían la CGT y las provincias, liberarían a los presos por razones políticas y fusilarían a quienes resistieran su autoridad

La Séptima Brigada Aérea de Morón era otro objetivo militar de la conspiración. La toma era más delicada. Había oficiales aeronáuticos interesados en la caída de Perón, pero sin el nivel de intolerancia de la Marina. El control de la brigada permitiría tomar los aviones caza de propulsión a reacción Gloster Meteor. Además, la toma de Morón, la base aeronáutica más próxima al escenario de los hechos, bloqueaba la posibilidad de una respuesta inmediata.


Beechcraft AT-11 del COAN

La escuadra aeronaval para el bombardeo estaba compuesta por veintiocho aviones. Cinco de ellos eran los Beechcraft AT11. Descargaban bombas en vuelo horizontal. Los pilotos se habían entrenado con descensos apenas arriba de los cien metros. Otro avión era el North American AT6. Podía descargar bombas de cincuenta kilos volando en picada hacia el objetivo. Tenían veinte naves. La escuadra se completaba con tres hidroaviones Catalina, también de bombardeo horizontal, con bombas de doscientos cincuenta kilos. Un Douglas DC3 y otro DC4 trasladarían las bombas a Ezeiza. En caso de que el golpe fracasara, serían utilizados para llevar a los conspiradores al Uruguay.



La idea del bombardeo tenía al menos dos años. Había sido lanzada casi al azar en una comida de a bordo: imitar el bombardeo japonés contra los norteamericanos en Pearl Harbor, durante la Segunda Guerra Mundial, y destruir la Casa Rosada.
Esa era la síntesis. Parecía una fantasía, pero la idea de sepultar a Perón bajo los escombros y poner punto final a su gobierno entusiasmó a los marinos y empezó a fluir de abajo hacia arriba.

El que motorizó el bombardeo fue el capitán de fragata Jorge Bassi. Sería el responsable de sublevar la base de Ezeiza. Bassi construyó el depósito clandestino y durante meses buscó un jefe que se pusiera al frente de la conspiración. Fue el contraalmirante Samuel Toranzo Calderón. El almirante Aníbal Olivieri, jefe de la Armada, había sido sondeado para conducir el complot, pero no quiso asumir la jefatura. Dejó que la sublevación hiciera su propio camino. Cedería el Ministerio de Marina, ubicado a menos de trescientos metros del objetivo enemigo.

Los capitanes Noriega y Bassi, en cambio, se ocuparían de la logística: los aviones, el alzamiento de las bases, la carga de bombas y de combustible, la comunicación interna entre los complotados.

La idea del bombardeo tenía al menos dos años. Había sido lanzada casi al azar en una comida de a bordo: imitar el bombardeo japonés contra los norteamericanos en Pearl Harbor, durante la Segunda Guerra Mundial, y destruir la Casa Rosada

La fecha del ataque a la Casa Rosada se decidió de apuro. El martes 14 de junio de 1955, a la medianoche, Toranzo Calderón supo que el Servicio de Inteligencia de la Aeronáutica (SIA) tenía filmaciones de la entrada de su edificio en la calle Cuba, en Belgrano, donde se veía el ingreso de los conspiradores. Toranzo Calderón esperaba ser detenido de un momento a otro. Decidió adelantar el bombardeo. No tenía tiempo para ejecutarlo al día siguiente, cuando Perón reuniera a su gabinete, pero tampoco podía demorar la operación durante dos semanas. Se decidió para el jueves 16 de junio de 1955.

Ese día, los Gloster despegarían de Morón y volarían sobre la Catedral de Buenos Aires en homenaje al general José de San Martín y en desagravio a la bandera argentina que había sido quemada durante la celebración de Corpus Christi. La programación de este acto era un regalo del cielo para los conspiradores. Si llegaban a tomar la Séptima Brigada, los pilotos aeronáuticos ametrallarían la Casa Rosada y otros blancos estratégicos del poder peronista.

Para el 16 de junio, el servicio meteorológico anunciaba nubes y poco alcance de la visibilidad. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada. Noriega, jefe de la conspiración en la base de Punta Indio, ya tenía la escuadrilla de aviones con las bombas cargadas. Bassi, en Ezeiza, tenía todo pronto para el reabastecimiento y esperaba el arribo de tropas de la Infantería de Marina desde Mar del Plata, Azul y Puerto Belgrano, en Bahía Blanca.

La primera bomba

El 16 de junio de 1955, el capitán Noriega se levantó a las 4 de la madrugada. Ordenó una reunión en la biblioteca del casino de oficiales de la base. En ese momento se hizo público el secreto que ya conocían: el plan de ataque y el objetivo del bombardeo. El cielo estaba encapotado; las nubes bajas. Era una madrugada de invierno. Noriega pensó que la luz del día iría componiendo el tiempo. A las 6, casi un centenar de oficiales ya había tomado Punta Indio. Noriega estaba comunicado por radio con Toranzo Calderón en el Ministerio de Marina. Lo acompañaba el vicealmirante Benjamín Gargiulo, que respondía a sus órdenes en el levantamiento, pese a que tenía mayor graduación. Los dos se habían apostado en el comando de la Aviación Naval, en el cuarto piso del Ministerio. Los infantes de Marina estaban en el sótano, a la espera de la primera bomba. La sede naval ya estaba liberada. En la tarde del 15 de junio, Olivieri se había internado en el Hospital Naval.

A las 10 de la mañana, Noriega decidió despegar el Beechcraft AT11 de Punta Indio. Llevaba dos bombas de demolición de cien kilos cada una. Llegando a Buenos Aires, advirtió que el clima tornaba imposible la maniobra. Decidió mantenerse en el aire, en los alrededores de Colonia, Uruguay. Confiaba en que el tiempo mejoraría. La autonomía de vuelo del Beechcraft era de cuatro horas. A esas alturas de la mañana, el capitán Bassi ya había tomado Ezeiza, y recibiría el refuerzo de los infantes de Marina, que ya habían partido desde Punta Indio en cinco aviones de transporte Douglas C47. La Brigada de Morón se mantenía sin novedades. Abajo, en tierra, la visibilidad era casi nula. Desde el Ministerio de Marina la niebla no permitía ver la Casa Rosada.

El dictador Perón, destructor de la Argentina, había llegado a su despacho a las 6.15. A las 7 recibió al embajador norteamericano Albert Nuffert. Una hora más tarde, a las 8, el jefe del Ejército, el general Franklin Lucero, le informó sobre las acciones de los sublevados y la posibilidad de un bombardeo

El presidente Perón había llegado a su despacho a las 6.15. A las 7 recibió al embajador norteamericano Albert Nuffert. Una hora más tarde, a las 8, el jefe del Ejército, el general Franklin Lucero, le informó sobre las acciones de los sublevados y la posibilidad de un bombardeo. Ya tenía confirmado que las bases de Punta Indio y de Ezeiza habían sido tomadas. Le dijo al presidente que se fuera de la Casa de Gobierno y se refugiara en el Ministerio de Ejército. No hay precisión exacta sobre la hora en que lo hizo. Perón diría que fue a las 9.30. Las fuentes son contradictorias. La falta de uniformidad, sin embargo, no resuelve el enigma: ¿por qué, si Perón se refugió en el Ministerio de Ejército entre las 9 y las 10 de la mañana en conocimiento del bombardeo, no ordenó el desalojo de la Casa Rosada? A esa hora, alrededor de cuatrocientas personas, entre funcionarios, empleados y público, permanecían en la Casa de Gobierno. Mucha gente que transitaba por la Plaza de Mayo y sus alrededores también estaba en riesgo. ¿Por qué el gobierno no alertó, o prohibió la circulación, o clausuró los accesos? El enigma se mantiene sin respuesta.

El bombardeo había sido anunciado a las 10. Pocos minutos después, Cosme Beccar Varela, miembro de los comandos civiles, entró en contacto con el Ministerio de Marina y le advirtieron que las naves ya estaban en vuelo. Los comandos estaban divididos en tres grupos, enlazados con un mando central. A las 12 seguían sin novedades. Supusieron que el bombardeo se habría abortado y, además, tenían la orden de no volver a llamar al Ministerio. Decepcionados por la demora, se tomó la decisión de licenciar a la tropa.

A las 12.40 el capitán Noriega lanzó la primera bomba sobre la Casa Rosada. Explotó en una cocina de servicio del primer piso. La bomba, que pesaba ciento diez kilos, mató a dos ordenanzas. La explosión hizo caer parte del techo de la sala de prensa. Los periodistas se escondieron en un túnel interno. Tras el primer impacto, una fila de aviones que esperaba su turno en el aire fue aproximándose hacia el objetivo. Cada piloto disponía de dos bombas. Sobrevolaron la Casa Rosada y efectuaron la descarga.

El bombardeo criminal de los sublevados lanzaría catorce toneladas de explosivos para matar a Perón. También, en oleadas sucesivas, bombardearían a la población civil de los alrededores de la Plaza de Mayo y apuntarían sobre la Policía Federal, la sede de la CGT y la residencia presidencial, el Palacio Unzué, en la calle Agüero. Una de las primeras bombas impactó en un trolebús. Provocó un resplandor rojo sobre la calle Paseo Colón. La explosión no desintegró en forma total la estructura del transporte público, pero la onda expansiva hizo que los trozos humanos quedaran incrustados en las paredes internas. Allí no hubo heridos. Hubo sesenta y cinco muertos.

El bombardeo criminal de los sublevados lanzaría catorce toneladas de explosivos para matar a Perón. También, en oleadas sucesivas, bombardearían a la población civil de los alrededores de la Plaza de Mayo

Tras la primera bomba, los infantes de Marina salieron del Ministerio en camiones de la fuerza. Se dividieron en dos. Una compañía se apostó, calle de por medio, a cuarenta metros de la explanada norte de la Casa Rosada. La otra se refugió en la playa de estacionamiento del Automóvil Club, entre el Parque Colón y el Correo Central, a cien metros de la retaguardia de la Casa de Gobierno. Los marinos comenzaron a disparar. La avanzada sorprendió a un cuerpo de granaderos que acababa de bajar de un ómnibus casi en forma simultánea, sea porque era el cambio de guardia o porque fueron convocados de urgencia.

La base de la Brigada de Morón no fue sublevada de inmediato. Siguió bajo el mando oficial. Tras la primera bomba, se ordenó el despegue de los Gloster para combatir a los sublevados. La batalla estaba en el cielo. Un Gloster persiguió y derribó un avión North American AT6 en la zona de Aeroparque. El piloto, guardiamarina Arnaldo Román, logró lanzarse con el paracaídas y cayó sobre el Río de la Plata. Luego fue capturado. (nota del administrador: ese fue el verdadero bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina)

Parte de la escuadrilla oficial giró hacia la base de Ezeiza para abrir fuego contra los sublevados. En el ataque destruyeron un bombardero Catalina y averiaron una nave de bandera danesa que estaba en la pista del sector aerocomercial. Había fuego cruzado. Los aviones de la Armada comenzaron a bombardear una columna de soldados del Regimiento 3 de La Tablada, que avanzaba en camiones por la avenida Crovara para defender la Casa Rosada. Desde distintas azoteas de edificios públicos en las inmediaciones de la Plaza de Mayo —el Banco Nación, el Ministerio de Economía—, civiles armados comenzaron a disparar contra los aviones rebeldes.

Cuando los Gloster leales aterrizaron luego de su primera incursión, la Brigada de Morón había sido tomada por los conspiradores. El comandante de la Aeronáutica Agustín de la Vega había encañonado a sus jefes mientras observaban el despegue de los jets. Los superiores y subordinados que no habían adherido al levantamiento fueron reducidos en un hangar. Los Gloster cambiaron de pilotos y volvieron a despegar, ahora con un nuevo objetivo: la Casa de Gobierno.

La primera oleada del bombardeo también afectó el edificio del Ministerio de Ejército. Allí, en el sexto piso, estaba el general Lucero junto a Perón, dando instrucciones a las unidades miliares para que ocuparan las posiciones enemigas. Le ordenó a la base aérea de San Luis que despegara una escuadrilla de aviones a reacción y que atacara Punta Indio y Ezeiza. De pronto, la onda expansiva de una bomba alcanzó la oficina. El impacto le hizo perder estabilidad a Perón. Sus auxiliares lo empujaron contra un armario para protegerlo. Enseguida, el Presidente fue trasladado al sótano del edificio.

Si bien estallaron veintinueve bombas que provocaron doce muertos en la Casa Rosada, muchas otras no llegaron a detonar. La baja altura a la que volaban los aviones no permitió que se activaran las espoletas

A media hora de la primera bomba, el balance era el siguiente: la conspiración golpista dominaba las bases de Punta Indio, Ezeiza y Morón. Hasta entonces, el poder de fuego aéreo estaba garantizado. Pero ya se advertían las carencias: la falta de incorporación de tropas del Ejército. El general Bengoa, que había viajado a Buenos Aires a una reunión en Campo de Mayo para disimular su futura participación en la sublevación, fue detenido en Aeroparque, cuando abordaba un avión hacia Paraná. El Ejército se mantenía leal a Perón: no había movilizado ninguna unidad.

La Infantería de Marina todavía mantenía firme su propósito de tomar la Casa Rosada. Pero la realidad era mucho más ardua que los planes originales. En parte porque las explosiones no fueron devastadoras. Si bien estallaron veintinueve bombas que provocaron doce muertos en la Casa Rosada, muchas otras no llegaron a detonar. La baja altura a la que volaban los aviones no permitió que se activaran las espoletas. Además, el tiempo jugaba a favor del gobierno, que podía acumular fuerzas en la defensa; los conspiradores, no. Los comandos civiles se habían dispersado y no retornaron a la Plaza de Mayo. En tierra solo estaban los infantes, que encontraron un inesperado escollo en el cuerpo de Granaderos. La resistencia de los soldados permitió ganar tiempo. Cerca de la 1, a veinte minutos de la primera bomba, desde el Regimiento de Palermo se incorporaron a la zona del combate la artillería liviana y cuatro tanques Sherman.

¡A las calles, en defensa de Perón!

También las bases peronistas comenzaron a movilizarse. A las 13.12, mientras se incrementaba el fuego entre infantes y granaderos, el secretario de la CGT, Hugo Di Pietro, utilizó la cadena radial y llamó a los trabajadores a concentrarse en los alrededores de la CGT. “¡Todos los medios de movilidad deben tomarse a las buenas o a las malas! ¡La CGT los llama a para defender a nuestro líder! ¡Concentrarse inmediatamente pero sin violencias!”, clamó.

Los camiones de la Fundación Eva Perón y de los sindicatos cargaron hombres y mujeres por los barrios del conurbano y de la Capital para llevarlos al teatro de operaciones en defensa de Perón. Algunos iban con las manos vacías, otros llevaban palos, herramientas de trabajo o revólveres cortos. En Constitución y en el centro porteño fueron asaltados dos locales de venta de armas.

La euforia del peronismo que se movilizaba en camiones se atenuaba apenas llegaban a la Plaza de Mayo. En los acoplados se cargaban decenas de cadáveres levantados de la calle. Los heridos eran trasladados a la Asistencia Pública de la calle Esmeralda y a otros hospitales.

La gente huyó ante el estruendo de las bombas sobre la Plaza de Mayo

Tres minutos después del llamado a la resistencia de la CGT, el ex capitán Viader difundió el bando golpista. Con sus comandos civiles había tomado por la fuerza las instalaciones de Radio Mitre. Obligó
al locutor a leer la proclama:

“Argentinos, argentinos, escuchad este anuncio del Cielo volcado por fin sobre la Tierra. El tirano ha muerto. Nuestra patria desde hoy es libre. Dios sea loado. Compatriotas: las fuerzas de la liberación económica, democrática y republicana han terminado con el tirano. La aviación de la patria al servicio de la libertad ha destruido su refugio y el tirano ha muerto. Los gloriosos cadetes de la Escuela Naval y los valientes soldados de la Escuela de Mecánica de la Armada avanzan desde sus respectivas guarniciones acompañados por compactos grupos populares que vitorean al movimiento revolucionario. Ciudadanos, obreros y estudiantes; la era de la recuperación de la libertad y de los derechos humanos ha llegado”.

La proclama fue cortada por el personal de la planta transmisora de la radio en Hurlingham. Pocos minutos después, las radios oficiales empezaron a leer un comunicado que tenía la firma de Perón:

“Algunos disturbios se han producido como consecuencia de la sublevación de una parte de la Aviación y la Marina. La aviación militar ha derribado un avión y tres han sido obligados a aterrizar. La situación tiende a normalizarse. El resto del país, tranquilo. Fuerzas del Ejército, de la Aviación, firmes en el cumplimiento del deber”.

De inmediato, en el oeste de la ciudad apareció una segunda escuadrilla de aviones que había despegado de Morón. En vuelo rasante, un Gloster ametralló el edificio de la CGT. Un dirigente obrero, Héctor Passano, intentó responder con su arma corta desde la terraza y fue partido en dos por una ráfaga. También dispararon sobre el Departamento de Policía y el Ministerio de Obras Públicas en la Avenida 9 de Julio. Un oficial fue alcanzado por los disparos y murió en su oficina.

Por detrás de la cúpula del Congreso asomó otro Gloster que se dirigió a la Casa de Gobierno para ametrallarla.

El combate por la Casa Rosada

A poco menos de una hora del primer estallido, Olivieri decidió trasladarse hacia el Ministerio de Marina. Quería hacerse cargo de la sublevación y evitar que lo detuvieran en la cama del Hospital Naval. Para ingresar, aprovechó un sector del puerto por el que todavía no había avanzado el Ejército. Lo acompañaba el teniente de navío Emilio Eduardo Massera, que sería uno de los jefes del golpe de Estado de 1976. Todos los vidrios de los ventanales del Ministerio habían estallado. Los infantes se movían cuerpo a tierra para responder a los disparos de la artillería del Ejército.

A esas alturas, el cuadro de situación era el siguiente: la zona del Bajo, el perímetro de las avenidas Leandro N. Alem, Eduardo Madero y Paseo Colón, la avenida Corrientes y las calles de las inmediaciones estaban en situación de guerra. Circulaban jeeps del Ejército, camiones de obreros y simpatizantes peronistas, se gritaba por Perón, se alzaban banderas. Las balas se cruzaban entre los edificios y la calle. La posición dominante de los infantes empezó a revertirse poco antes de las 3 de la tarde. La artillería había instalado su cuartel en un edificio de Leandro N. Alem y Viamonte para atacar a los sublevados que se mantenían frente a la explanada norte de la Casa Rosada. También civiles armados del peronismo y de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) les disparaban desde muros, árboles o terrazas. Pocos minutos después, una compañía de infantes se replegó en el Ministerio de Marina y la otra, apostada en el Automóvil Club, se guareció en el edificio. Olivieri tomó contacto con la Escuela de Mecánica de la Armada, pero ya era tarde para que se volcara al alzamiento: estaba rodeada por el Regimiento 1 de Palermo.

Muchos civiles fueron muertos y heridos en el contraataque. La acción provocó la furia de los leales a Perón. Esta nueva oleada de aviones, la tercera de la conspiración, bombardeó el epicentro del poder: la Casa Rosada, el Ministerio de Ejército, el Ministerio de Hacienda y el Banco Hipotecario

En las bases aeronavales, la conspiración también estaba cercada. Punta Indio fue tomada por una división del Regimiento Motorizado de La Plata. Fue una toma pacífica, porque la base había quedado desguarnecida luego del primer vuelo y la logística había sido trasladada a Ezeiza. El aeropuerto, en tanto, estaba siendo atacado por los soldados del Regimiento 3 de La Tablada. Morón también estaba en riesgo. Los leales al gobierno apresados en el hangar mataron a un teniente de Aeronáutica que los custodiaba y empezaron a dispersarse por la base.

Con las fuerzas de tierra atrincheradas en el Ministerio de Marina, los conspiradores combatían en tiempo de descuento.

Las tropas oficiales atacaban con ametralladoras pesadas desde la Casa de Gobierno y el Ministerio de Ejército. Rodeada de tanques, desde una ventana del séptimo piso de la base rebelde se agitó un lienzo blanco. Eran las 15.17.

Seguidos por grupos de civiles que acompañaban el paso de los tanques, y luego de que mediaran dos comunicaciones telefónicas entre Olivieri y Lucero, los generales Carlos Wirth y Juan José Valle se acercaron al Ministerio en un jeep con la intención de parlamentar sobre la rendición. Pero fueron sorprendidos. A las 15.20, los aviones de la Marina Beechcraft AT, North American AT6 y el Catalina volvieron a sobrevolar la Plaza de Mayo y descargaron treinta y tres bombas. Solo ocho no explotaron. El ataque destruyó dos pisos del ala sur del edificio y mató a un soldado conscripto. También fue muerto un general. Muchas de las naves fueron alcanzadas por las baterías antiaéreas de la Casa Rosada, pero ninguna fue derribada.

Las tropas oficiales atacaban con ametralladoras pesadas desde la Casa de Gobierno y el Ministerio de Ejército. Rodeada de tanques, desde una ventana del séptimo piso de la base rebelde se agitó un lienzo blanco. Eran las 15.17

Los marinos en tierra aprovecharon la confusión y reanudaron el fuego. Muchos civiles fueron muertos y heridos en el contraataque. La acción provocó la furia de los leales a Perón. Esta nueva oleada de aviones, la tercera de la conspiración, bombardeó el epicentro del poder: la Casa Rosada, el Ministerio de Ejército, el Ministerio de Hacienda y el Banco Hipotecario. La residencia presidencial también fue atacada. Cada avión que la sobrevoló lanzó una bomba. Una cayó en el parque del Palacio Unzué y no detonó. Otra mató a un barrendero en la calle. La tercera, que erró el blanco por doscientos metros, cayó sobre la calle Pueyrredón: mató a un automovilista y a un chico de 15 años. El ataque tenía una razón de ser: suponían que en un edificio de la calle Gelly y Obes se había refugiado Perón.

El fuego de los conspiradores se sostuvo poco tiempo más. Un tanque Sherman disparó sobre el segundo piso del Ministerio de Marina, hizo un boquete y provocó un incendio en la sala de almirantes. A las cuatro y media de la tarde, Olivieri reclamó una negociación directa con Lucero. Estaba dispuesto a entregar el Ministerio y rendir las fuerzas rebeldes, pero, mientras los civiles siguieran alrededor de las tropas del Ejército, continuaría el combate. Los sublevados temían que las fuerzas leales no pudieran controlar al pueblo peronista. La rebelión podía concluir con un linchamiento y no querían correr ese riesgo.

Mientras la Marina negociaba los términos de la rendición, Noriega envió un Douglas DC3 de Ezeiza hasta la Brigada de Morón para evacuar a los complotados que seguían en combate contra las fuerzas oficiales. El DC3 podía cargar a treinta hombres. El resto, más de setenta, debía quedar en tierra. La imposibilidad de embarcar a todos generó una discusión entre los pilotos, pero ya no había mucho tiempo. El DC3 pudo levantar vuelo pese a la sobrecarga: terminó llevando a cincuenta pasajeros. Los marinos también lograron despegar los Gloster. En vuelo hacia el Uruguay, ametrallaron la Casa Rosada. Fue el último acto de servicio de la rebelión frustrada.

Los tres líderes de la rebelión, Olivieri, Toranzo Calderón y Gargiulo, estaban en calabozos separados. El mayor Vicente les adelantó que serían juzgados por una corte marcial y que no podrían escapar al fusilamiento. Antes de retirarse, dejó a cada uno de ellos una pistola para que decidiera por sí mismo su destino. Uno solo la usó

Entonces, a las 17.25, en la Plaza de Mayo ya había miles de personas convocadas por el gobierno. En forma simultánea al vuelo de los Gloster, desde el Ministerio de Ejército, Perón encomiaba por cadena nacional “la acción maravillosa que ha desarrollado el Ejército cuyos componentes han demostrado ser verdaderos soldados [...]. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de la Marina de Guerra, que es la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos”.

Para entonces, desde las bases de Morón y Ezeiza, treinta y seis aviones con ciento veintidós sublevados habían huido hacia el Uruguay. Uno de ellos era el radical Zavala Ortiz.

El mayor del Ejército Pablo Vicente, a cargo de la custodia de los prisioneros del Ministerio de Marina, visitó en la madrugada del día 17 a los tres líderes de la rebelión, Olivieri, Toranzo Calderón y Gargiulo. Estaban en calabozos separados. Les adelantó que serían juzgados por una corte marcial y que no podrían escapar al fusilamiento. Antes de retirarse, dejó a cada uno de ellos una pistola para que decidiera por sí mismo su destino. De los tres hombres de armas, Gargiulo fue el único que la usó. (…)

Nota del administrador: Piense el lector que este salvaje ataque fue realizado en ausencia completa de democracia. La oposición tenía prohibido por ley del peronismo criticar a los ministros y presidente con penas de prisión efectiva. Diarios opositores fueron "nacionalizados" para generar una prensa completamente adicta. Provincias enteras (como La Pampa y Chaco) cambiaron su nombre para adular al militar de dudosa moral que ejercía la presidencia, quien era un señor que ya llevaba sus fuerzas paramilitares a la represión de cualquier pensamiento disidente y a una educación dirigida al culto de la personalidad de este personaje y su partido. No debiera perderse de vista que era un partido nazi-fascista hecho y derecho. A ese gobierno, cuya traslación moderna y paralelismo podemos encontrar claramente en el chavismo venezolano, fue a quien fue dirigido este bombardeo. En ese contexto, el ataque está perfectamente justificado: no la matanza de civiles sino el golpe de decapitación. Jamás el peronismo iba a dejar el poder si no era a la fuerza. Dos meses después se inicia la revolución propiamente dicha que, contrario al discurso oficial, fue victoriosa gracias a los desastres de gestión de la crisis de este personaje acorralado por sus manías, perversiones sexuales y ajeno completamente a la realidad como era el dictador Perón. Lamentablemente el pueblo venezolano no tuvo su revolución libertadora y vemos sus consecuencias.

FAS: Las bases aéreas patagónicas

jueves, 17 de junio de 2021

Furtividad: La dificultosa tarea de esconder el calor y el ruido en helicópteros

Desafíos y tecnologías. Sobre la furtividad de los helicópteros

Revista Militar



Helicóptero RAH-66 Comanche: el helicóptero furtivo más avanzado, que, sin embargo, no llegó a la serie. Ejército de Tierra Fotos


En relación con el rápido desarrollo de los medios de observación y detección, los métodos para reducir la visibilidad de una aeronave son de particular importancia. TENNESSE. Las tecnologías furtivas se utilizan activamente en varios campos, incluida la construcción de helicópteros. Al mismo tiempo, el desarrollo de un helicóptero discreto tiene sus propias especificaciones e impone requisitos especiales en la selección e implementación de ideas.

Desenmascaramiento de factores

Un helicóptero convencional es un objeto bastante simple de detectar cuando se utilizan equipos de vigilancia modernos. Los aviones de ala giratoria de todos los esquemas y diseños conocidos tienen una serie de características técnicas que deben considerarse como factores desenmascaradores que simplifican el trabajo de la defensa aérea enemiga.

En primer lugar, el helicóptero se puede detectar mediante un radar. El principal factor desenmascarador en este caso es el sistema de apoyo y el rotor de cola. Estos son mecanismos bastante complejos con muchas partes móviles que reflejan efectivamente la señal de radio que suena y en gran medida ayudan al radar a resolver sus problemas.


Sutil modificación del UH-60. Foto Thedrive.com

La gran mayoría de los helicópteros militares modernos están equipados con motores turboeje. Una planta de energía de este tipo presenta altas características técnicas, pero es el segundo factor desenmascarador. El motor turboeje / turbina de gas y la caja de cambios se calientan durante el funcionamiento. Además, el motor emite gases calientes. Todo ello aumenta la firma térmica del helicóptero y permite su detección mediante equipos de infrarrojos.

El sistema de propulsión y las hélices juntos forman otro factor que desenmascara al helicóptero. Durante el funcionamiento, producen un ruido característico a diferentes frecuencias, que puede extenderse a una gran distancia. En consecuencia, el enemigo puede determinar la presencia del helicóptero literalmente con sus oídos.

En el contexto de la detección, también se debe recordar el funcionamiento de los sistemas electrónicos: un radar a bordo, comunicaciones, etc. Los medios de reconocimiento modernos pueden detectar sus señales y emitir designaciones de objetivos para los sistemas de incendio.



Mi-24 ruso con dispositivos de escape de pantalla. Foto del Ministerio de Defensa de la Federación de Rusia.

Problemas de radar

En las últimas décadas, en la industria de los helicópteros, se ha prestado cierta atención a los problemas de reducción de la firma de radar de los equipos. Tareas similares se resuelven con la ayuda de tecnologías ya conocidas, probadas en aviones y otros equipos. Además, los resultados de tales proyectos no siempre cumplen con todas las expectativas y deseos.

El ejemplo más sorprendente de un "helicóptero furtivo" es el estadounidense RAH-66 Comanche de Boeing y Sikorsky. Para él se desarrolló un planeador hecho de metal y compuestos de una forma facetada característica. El sistema de transporte se cubrió con un carenado y el rotor de cola se colocó en un canal anular protegido. Los armamentos se replegaron en el fuselaje y se sacaron solo inmediatamente antes de su uso.

También se conocen otros proyectos para reducir la visibilidad de los helicópteros. Entonces, en los Estados Unidos, se desarrolló una modificación especial del UH-60 multipropósito, que se distinguía por contornos externos específicos y carenados adicionales hechos de materiales especiales. También se han aplicado soluciones similares en otros países.



Sistema de transporte y EVU en el helicóptero Mi-28. Foto Vitalykuzmn.net

Se informó que el área de dispersión efectiva del helicóptero RAH-66 era 360 veces menor que la del AH-64 de serie, aunque no se revelaron los números exactos. Al mismo tiempo, aparentemente, todas las medidas tomadas no permitieron deshacerse del principal factor desenmascarador en forma de un sistema de transporte. Además, el helicóptero resultó ser inaceptablemente caro de diseñar y fabricar.

Es probable que estos éxitos limitados hayan influido en los siguientes proyectos. En proyectos modernos y prometedores, se proporciona el uso de contornos o carenados característicos, pero la visibilidad del radar ya no se pone en primer plano.

Furtividad infrarroja

Los mayores éxitos hasta la fecha se han obtenido en el campo de la reducción de la visibilidad de un helicóptero en el rango infrarrojo. En nuestro país y en el exterior se han encontrado las soluciones necesarias, las cuales se desarrollan de una forma u otra para obtener los resultados deseados.

Por ejemplo, los helicópteros domésticos de ataque y transporte-combate están equipados con el llamado. dispositivos de escape de pantalla (EVU). Dicho producto se instala en el tubo de escape del motor y recibe gases calientes. El aire frío del rotor principal ingresa a la EVU a través de ventanas separadas: se mezcla con el escape y salen gases enfriados, desenmascarando mínimamente el helicóptero.


Sistema de escape "Comanche". Se ven una tubería para una mezcla de gases con aire, boquillas y orificios de descarga. Foto Sikorskyarchives.com

Se implementó un concepto similar en el proyecto RAH-66. En este helicóptero, la EVU estaba ubicada en el brazo de cola; estaba hecho en forma de dos tubos largos. Los gases enfriados se descargaron a la atmósfera a través de muchos orificios pequeños.

El factor de desenmascaramiento en forma de un sistema de propulsión de calefacción requiere una solución separada. El motor y la caja de cambios deben estar blindados y enfriados con aire ambiente.

En general, se han obtenido resultados muy notables en el campo de la reducción de firmas infrarrojas, sin embargo, la seguridad del helicóptero al cien por cien todavía no está garantizada. Los equipos de imágenes térmicas y los cabezales de búsqueda térmica continúan mejorando, y este progreso neutraliza parcialmente el éxito en el campo de la tecnología furtiva.

Reducir el ruido

El primer paso para reducir la firma acústica en un momento fue la aparición e introducción de motores turboeje. Eran más silenciosos que los motores de pistón de la misma potencia, y los avances posteriores redujeron aún más la contribución del sistema de propulsión al ruido general del helicóptero. Además, las decisiones de diseño tuvieron un efecto positivo en la visibilidad. Los motores generalmente se colocan en la parte superior de la estructura del avión, mientras que otras estructuras sirven como escudo, de modo que la mayor parte del ruido va al hemisferio superior.


Helicóptero experimentado Sikorsky S-97. La máquina está equipada con un sistema de transporte original que combina un alto rendimiento con un bajo nivel de ruido. Foto Sikorsky / Lockheed Martin

Una parte importante del ruido general lo produce el rotor. Por este motivo, se están desarrollando e introduciendo nuevos diseños de palas y medios de suspensión. Se optimizan los procesos de agilización, se excluye la salida de la punta de la pala a velocidades transónicas, etc. Todos estos métodos pueden reducir la intensidad del ruido o distribuir las oscilaciones en una parte más amplia del espectro.

El componente de alta frecuencia de la firma acústica es generado principalmente por el rotor de cola. Puede deshacerse de él mediante el método más radical, utilizando un sistema de cojinetes diferente o reemplazando la hélice con otro sistema de estabilización. Además, la instalación del tornillo en el canal anular muestra buenos resultados. Estas soluciones de diseño se utilizan ampliamente en proyectos de helicópteros furtivos y equipos "convencionales".


Otras soluciones

Los principales factores de desenmascaramiento están determinados por el diseño del helicóptero. Pueden reducirse al mínimo o eliminarse por completo en la etapa de diseño. Otros fenómenos negativos requieren atención ya durante el funcionamiento. La organización competente de vuelos y / o el uso de combate puede aumentar aún más la furtividad y, con él, la eficiencia.



Ka-62 con rotor de cola en canal anular. Un helicóptero civil multipropósito no requiere ninguna otra tecnología furtiva. Foto "Helicópteros rusos"

Para una protección adicional contra el equipo de vigilancia enemigo, es necesario utilizar pliegues del terreno, obstáculos naturales y artificiales. Los radares y las comunicaciones deben usarse en modos óptimos para enfrentar el desafío y reducir la probabilidad de detección. En este contexto, la idea de un "helicóptero saltarín", apareciendo sobre un refugio durante un tiempo mínimo, solo para seleccionar un objetivo y lanzar un cohete, resultó ser buena.

Tareas y sus soluciones

Por lo tanto, a disposición de los desarrolladores y operadores de tecnología de helicópteros hay un gran arsenal de diversas soluciones y métodos técnicos y prácticos que permiten reducir la visibilidad del vehículo, al tiempo que aumentan la capacidad de supervivencia y la eficiencia. El cliente tiene la oportunidad de formar la apariencia óptima del futuro helicóptero, y la industria puede resolver este problema y darle el modelo de tecnología deseado.

Sin embargo, las soluciones propuestas para reducir la visibilidad tienen un potencial diferente. Algunas ideas y diseños se han generalizado, mientras que otros hasta ahora solo han encontrado una aplicación limitada en proyectos experimentales y especiales. Se desconoce si esta situación cambiará en el futuro. Sin embargo, los fabricantes de helicópteros parecen estar preparados para cualquier cambio y nuevos requisitos de los clientes. Y, si los ejércitos necesitan un helicóptero furtivo "completo", la industria puede fabricar uno.

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