Teniente inglés confirma que la guerra de Malvinas también se libró en nuestra Patagonia
Por Orlando Bazán. Especial para CodigoCBAMucho se ha hablado acerca de ciertos hechos ocurridos durante el conflicto de Malvinas y que no figuran en la historia oficial de ninguno de los dos países y al día de hoy aún son negados por ambos.
CodigoCba, a traves de una trama cuasi novelesca, ha tenido acceso exclusivo a la confirmación de uno de ellos y se la brindamos en primicia nacional a nuestros lectores.
Gracias a la amistad conque me honra el veterano de guerra argentino Julio Herrera Vidal, de quien ya hemos hablado en este diario, tuve acceso a la confirmación de uno de los hechos más negados de Malvinas.
Todos hemos oído hablar en voz baja de la "Operacion Mikado" y otras similares y que implican intentos de las tropas británicas de atacar las bases argentinas de la Patagonia.
Ambos gobiernos niegan a muerte estos hechos, pero CódigoCba ha logrado romper ese secretismo gracias a soldados argentinos y británicos que directa o indirectamente estuvieron involucrados en ellos.
La trama comienza días atrás cuando dentro de la lucha que lleva a cabo el veterano de guerra argentino Julio Herrera Vidal, y gracias a la amistad que lo une con un tambien veterano pero británico.
El ex artillero inglés Edward Denmark y Julio sostienen una amistad que vence banderas y une a los antes enemigos, desgraciadamente, por la injusticia que aún hoy sufren algunos de nuestros héroes.
Esto es debido a que el Estado argentino retiró a los soldados que estuvieron destacados en las bases del sur argentino durante el conflicto de Malvinas su categoría de veteranos de guerra.
Con ello les quitó también sus prestaciones, pensiones de guerra, y, sobre todo, el honor que se ganaron sobradamente pues de esas bases es de donde despegaban los aviones que atacaron la flota inglesa.
Pero, también esas bases estuvieron en combate, pues fuerzas inglesas se desplegaron para anularlas y hoy CodigoCba tiene la prueba de ello, y de boca de uno de sus protagonistas!.
Desde esa nefasta decisión, Julio y otros ex soldados siguen dando batalla aún hoy para que se rectifique esa deshonra y se les reintegre su categoría y los beneficios que ello conlleva.
Esta lucha es tan justa que al enterarse de tamaña injusticia producida con nuestros héroes, hasta los ayer enemigos forman hoy filas juntos para revertir esta situación.
Así Edward al conocer la situacion de nuestros ex colimbas continentales del conflicto de Malvinas, comenzó a trabajar activamente desde Inglaterra para dar a conocer al mundo lo que sucedía.
De allí nació una férrea amistad entre los ex combatientes argentino y británico, tal como hemos relatado anteriormente en este mismo portal.
Gracias a ella, Edward Denmarck produce un hecho que romperá ese silencio que rodea a las operaciones británicas en suelo patagónico denuncia vez y para siempre.
Así como existen relaciones entre los ex combatientes argentinos, también es lo mismo entre los viejos soldados ingleses que combatieron en Malvinas y en este caso, Edward trabó amistad con el Teniente Coronel Richard Hutchings DSC.
Este oficial británico fue piloto de helicóptero de la fuerza de tareas británica que participó del conflicto de Malvinas y, lo más importante: piloteo una de esas aeronaves que tocaron suelo patagónico!.
Nadie mejor que el para romper ese secreto, pues el mismo piloteó el famoso supuesto helicóptero que se estrelló en suelo argentino y debió de ser destruido por sus ocupantes para tapar su presencia allí.
El Coronel Hutchings se encuentra actualmente escribiendo un libro que hablará acerca de la operación "Mikado" y otras similares y que significará que Julio Herrera Vidal y sus compañeros estuvieron en situación de combate.
Pero, más importante aun: hará salir a la luz este secreto guardado celosamente por ambos gobiernos hasta hoy!.
Dentro de ese proceso de escritura, Hutchings y Denmarck realizaron comunicaciones entre ellos vía mail y CódigoCba tuvo acceso a ellos en una exclusiva nacional de nuestro medio.
A continuación reproducimos este mail entre los dos ex combatientes británicos y que será de nuna vez y para siempre la prueba de que Inglaterra y Argentina llevaron la guerra de Malvinas a la Patagonia.
Esta comunicación forma parte del libro que Hutchings está escribiendo y por ello, posee esa estructura epistolar, la cual reproducimos tal cual nos llega, en forma textual ya que Demarck se la envía a Herrera y el a nosotros con la autorización de dar a conocer esta primicia exclusiva que brindamos a continuacion:
Orgullo y Pesos
(Una injusticia argentina, por el teniente coronel Richard Hutchings DSC)A las 04.30 horas, el viernes 2 de abril de 1982, 150 hombres de los "Buzos Tácticos" - tropas de las Fuerzas Especiales argentinas - aterrizaron en helicóptero a 3 millas al sudoeste de la capital de las Malvinas, Port Stanley. Esta operación secreta de alto secreto lanzó la toma de las islas del Atlántico Sur controladas por británicos a cuatrocientas millas de Argentina. Diez mil tropas argentinas se instalaron en las Malvinas y en cuestión de días nuestros dos países estaban en guerra.
Maggie Thatcher envió una Fuerza de Tarea para retomar las islas, y el resto, como dicen, es historia. O tal vez es más cierto decir que el lado que ganó la guerra, escribió la historia. Debido a que se han escrito alrededor de ciento cincuenta libros sobre la guerra, y la mayoría de ellos son desde una perspectiva británica, incluido mi propio relato de la vida encubierta de un piloto de helicóptero de las Fuerzas Especiales de Guerra de las Malvinas, llevando a las tropas de SAS y SBS detrás del enemigo líneas - y en una ocasión en una misión muy controvertida en el continente argentino. Esto fue rápidamente negado no solo por el Gobierno británico, sino que los argentinos también afirmaron que nunca sucedió. Lo hicieron por diferentes razones. Los británicos no querían remover un nido de avispas en toda América del Sur con la admisión de que nuestras tropas estaban operando encubiertamente en el continente. La junta militar argentina nunca podría admitir ante su propia población que no habían logrado proteger su propia patria, lo que no solo molestaría sino que sería una dinamita política.
Mucho ha cambiado en el Atlántico Sur, pero algunas cosas parecen lo mismo. Las Malvinas y sus súbditos británicos pueden ser más ricos y mejor defendidos, pero los sables diplomáticos todavía están sacudiéndose, y las demandas y reclamos vienen una vez más de Buenos Aires, con el Gobierno argentino exigiendo soberanía sobre las Malvinas.
Aquellos que siguen de cerca los acontecimientos en el Atlántico Sur, en 1982, podrían ser perdonados por pensar que casi todos los aspectos de esta guerra, y sus efectos a más largo plazo, ya han sido expuestos, documentados, analizados, codificados y digeridos de manera exhaustiva. Pero te equivocarías.
Hay una historia de la que la gente sabe muy poco. Un grupo de reclutas argentinos ha estado luchando para que su historia sea contada no solo en palabras externas, sino también en la propia Argentina. Afirman que su guerra contra el enemigo británico tuvo lugar en el continente argentino, en la Patagonia, donde se desplegaron tres mil reclutas y asiduos para proteger los aeródromos y los vertederos de combustible de aviación en las bases aéreas de Río Grande y Río Gallegos Comodoro Rivadavia, Santa Cruz, Trelew y San Julián, de las operaciones encubiertas de sabotaje de las Fuerzas Especiales Británicas. En estas bases aéreas, los aviones argentinos volaron misiones contra la Fuerza de Tarea británica a menudo con resultados devastadores. Estos reclutas alegan que pelearon tiroteos contra SAS y SBS en la parte continental de Argentina y dicen que su servicio de guerra nunca ha sido reconocido porque la existencia misma de las Fuerzas Especiales Británicas en suelo argentino ha sido negada y barrida por mucho tiempo. No han tenido estatus como veteranos de las Malvinas durante 30 años y se les ha denegado la pensión de veterano.
Como Royal Marine retirado y veterano de la Guerra de las Malvinas, creo firmemente que su situación merece ser escuchada, sobre todo por su propio gobierno, que todavía niega compensarlos por semejante actuación. Que las tropas de SAS fueron enviadas al continente Argentino a Argentina, puedo testificar personalmente, porque las volé allí. Pero si el Gobierno argentino no reconoce el hecho, no ha entendido nuestra determinación absoluta de defender el derecho de los isleños de las Malvinas a no querer ser gobernados por ellos.
Los veteranos que protestan en toda Argentina, quieren que se reconozca su servicio de guerra y dicen que diecisiete soldados argentinos fueron asesinados en la Patagonia, que se convirtió en una zona de combate durante la Guerra de las Malvinas, debido a los combates reales con las fuerzas especiales británicas.
Sin intención de dar consejos pero teniendo en cuenta que en esa guerra participaron ambos países, en el nuestro hay un pacto militar. Puede ser formativo, y aún no perfecto, pero no discriminativo. En Argentina los antiguos reclutas no disfrutan de tal reconocimiento a menos que hayan servido en una zona que ellos llaman de combate: la Patagonia era una zona de combate. También hay evidencia creciente.
La "Historia oficial de la campaña de las Malvinas" hace referencia a las operaciones de las Fuerzas Especiales en Argentina. Pero hace unos años, Sir Robert Wade-Gery, quien en 1982 era subsecretario del gabinete, dijo a los estudiantes de la Universidad de Londres que los británicos tenían varios equipos SAS y SBS operando en o cerca de las bases del sur argentino, en sus palabras: "deambulando por ahí" en todo el sur de Argentina ", en algunos casos tratando de sabotear los aeródromos del sur del país". Admitió que aunque nunca tuvimos un desastre, nos acercamos bastante en una ocasión.
Todavía abundan los rumores de que siete u ocho Fuerzas Especiales británicas fueron capturadas en la Patagonia e intercambiadas al final de la guerra por quinientos prisioneros argentinos. Los sucesivos gobiernos argentinos y británicos lo han negado. Pero ahora los reclutas argentinos se han hecho públicos con gran detalle.
Soldado V, estaba en la Compañía C, Regimiento de Infantería Mecanizada 24, en la base aérea de Río Gallegos, y afirma haber estado involucrado en tres incidentes. Mientras patrullaba en una playa a treinta millas de la base aérea el 10 de mayo de 1982, dice que encontró dos botes de goma abandonados inflables, del tipo que utilizaba el Escuadrón Especial de Botes cuando operaba desde submarinos. Temprano el 18 de mayo, su posición fue sobrevolada por un helicóptero enemigo. Su sección abrió fuego y se vio que el helicóptero volaba erráticamente cuando salió rápidamente del área. A las 8.30 de la noche del 28 de mayo, un grupo de 4 hombres abrió fuego contra su posición desde una colina cercana. En el tiroteo fue asesinado un suboficial argentino. Su certificado de defunción indica la causa de la muerte como pancreatitis, lo que sugiere un encubrimiento.
El soldado L, otro recluta de 18 años en la misma unidad, dice: ‘Después de la muerte del suboficial en el tiroteo, llegó una orden para detener a quienes no hablan español. Uno de mis colegas me dijo que los enviaron a un punto de control a sesenta kilómetros de la frontera chilena donde tenían que revisar todos los vehículos. Alrededor del mediodía llegó un Ford 350 con una pareja que entregó sus documentos que mostraban que eran una pareja casada de nacionalidad chilena. Al lado de la puerta de la derecha había un hombre que no hablaba español con el pelo corto y rubio. Tenía 1,80 m de altura y tenía un físico deportivo, de unos 25 años, afeitado. El conductor afirmó que era un amigo, pero no sabía su nombre. El hombre fue arrestado e interrogado. Nos dijo que estaba tratando de llegar al aeropuerto para poder volar a su casa en Chile. Crucialmente, no había estampillas de entrada para que ingresara a Argentina o Chile, por lo que fue retenido en la estación de policía durante la noche. Al día siguiente, cuatro agentes de inteligencia militar se lo llevaron. Más tarde me dijeron que había otros siete detenidos, incluso se publicó en ese momento ".
El soldado B era un recluta de infantería de dieciocho años asignado a la base aérea de Comodoro Rivadavia. Dice que personalmente participó en un tiroteo con las tropas británicas: ‘El 22 de mayo, a las 02.00 horas, fuimos atacados por comandos SAS dentro del perímetro real de la base aérea de Commodoro Rivadavia. Nos tomó por sorpresa un intenso tiroteo que duró veinte minutos. En ese momento éramos dos soldados y un cabo. Uno de los enemigos estaba tan cerca que podría habernos matado, pero en cambio uno de nosotros lo atrapó y murió. Llegaron refuerzos y logramos capturar a dos de un grupo de alrededor de ocho hombres, pero el resto escapó ".
Hace algún tiempo, el soldado B se puso en contacto conmigo para decirme que le habían dicho que dejara de comunicarse conmigo siguiendo el "consejo" de la inteligencia militar argentina.
El infante de marina S, era entonces un recluta de 18 años, sirviendo con el 1er Batallón de Infantería de Marina, en el área de Río Grande. Alrededor de las 4 en punto una mañana, mientras estaba de guardia con otro marine, se sorprendió al ver tres figuras sombrías que se acercaban a su posición dentro del perímetro de la base aérea. Los tres fueron desafiados y siguió un intercambio de disparos. Se vio a los tres escapar a través de las defensas perimetrales y desaparecer en la oscuridad. Al día siguiente, se ordenó una patrulla de su unidad al hospital civil cercano donde, según informó el alcalde local, tres hombres vestidos con uniformes militares argentinos, con rostros ennegrecidos, habían sido dejados en la entrada del hospital durante las primeras horas. Uno fue declarado muerto a su llegada, los otros dos murieron a causa de sus heridas poco tiempo después.
El infante de marina S y su grupo fueron redistribuidos para defender una estación de radio, a quince kilómetros de la base aérea. Fue el principal centro de comunicaciones militares con las Malvinas. ‘Cuando llegué detrás de la estación de radio, escuché disparos y uno de mis camaradas gritó: "vení acá". Cuando llegué a su lado, estaba tirado en el suelo con sangre en la cara. Me estaba gritando que escapara. Corrí en la dirección que él indicó, pero tuve que parar porque estaba en el campo minado. Escuché disparos silenciosos que casi no hacían ruido, quizás silenciadores. Me golpearon en la pierna derecha. La base de una de las antenas detrás de mí estaba dañada. Me tiré al suelo y siguieron disparando. Pude ver "H" detrás. Levantamos la cabeza y vimos dos figuras en el campo minado, veinte metros por delante de nosotros. Disparamos y golpeamos a uno de ellos. Volvió a levantarse. Entonces vi dos figuras en el camino que conduce a Maria Behety. Cuando llegaron los refuerzos, dije que vi hombres corriendo en el campo minado, me dijeron que estaba loco, que debíamos haberlo imaginado y que, en cualquier caso, debíamos olvidarlo.
El soldado VB era un recluta del ejército que servía en el puerto de Punta Quilla, a poca distancia de Río Gallegos. Su papel fue la evacuación de víctimas de las Malvinas. Cuenta sobre un incidente extraordinario en el que una posible misión de las Fuerzas Especiales se vio comprometida una noche de mayo de 1982. El posible objetivo eran los tanques de almacenamiento de combustible de aviación a solo diez millas de distancia: 'Barcos enemigos de asalto se acercaron a metros del lado de estribor de nuestra nave del hospital ARA Almirante Irizar. Estaban iluminados por las luces y estaban iluminados por las luces que emanaban de la superestructura porque era un barco hospitalario, especialmente las grandes cruces rojas en el casco. Al encenderse, los botes de goma fueron vistos desde la orilla por los vigías de una compañía de marines. Una vez pasado el casco de la nave del hospital se encontraron con fuego intenso. Su operación fue abortada. El Almirante Irizar estaba prácticamente en la línea de tiro, y una gran cantidad de rondas de rastreo golpearon la proa del barco. Esa noche, las playas cercanas al barco fueron testimonio de la intensidad de los combates, botes con cascos rígidos y botes negros inflables, varados en la playa con daños visibles causados por incendios. Al día siguiente fui testigo del daño hecho a los barcos.
El soldado O era un recluta en la base aérea de Río Gallegos, en una posición avanzada cerca de la costa, cerca de dos grandes campos: las estancias Loyola y El Cóndor. Abrimos fuego contra un helicóptero que iba de Chile a Argentina. Mi capitán nos dijo que teníamos que ir a la estancia El Cóndor. Nuestros soldados rodeaban a una persona británica vestida con ropa de civil. El prisionero fue llevado a lo que se llamó el hotel. Allí lo arrojaron a una cama y lo ataron a él. En ese momento yo era el único soldado que quedaba allí, así que me ordenaron quedarme en la habitación para ver al prisionero hasta el día siguiente. Me dieron dos granadas más las armas que tenía: pistola, rifle y una bayoneta. La orden que me dieron fue disparar si intentaba escapar. Pasé toda la noche gritándole y pateando la cama para que no se moviera, hasta el punto en que me fracturé el dedo del pie y terminé perdiendo la voz por gritar. A la mañana siguiente llegó un helicóptero muy grande y lo transfirió a un destino desconocido. Después de la guerra, descubrí que llamaban a mi compañía una unidad "fantasma", no hay registro de mi compañía en el área ni de los incidentes ".
El soldado T, un recluta que defiende la base aérea de Río Gallegos, dice: "Diez de nuestros soldados murieron el 30 de abril cuando un helicóptero del ejército fue derribado en Caleta Olivia [15 km al este de la base aérea en Comodoro Rivadavia] en una misión de combate en alerta roja después de detectando un submarino y tres botes de goma en radar y sonar. A medida que el helicóptero se acercaba al submarino y los botes, explotó en el aire en una bola de fuego, extendiendo escombros a lo largo de un radio de 300 metros. El segundo helicóptero aterrizó en un campo cercano. En la playa se encontró parte del tanque de combustible, que tenía un agujero de aproximadamente 5 pulgadas. El fuselaje se había derrumbado hacia adentro. Lo tomó en su camioneta y se lo dijo a la policía. La policía llamó al general Roca de la Escuela Militar y se envió una patrulla a pie. Cuando llegaron, las extremidades humanas se extendieron junto con pequeños trozos de helicóptero. Algunas piezas estaban en la playa, pero la mayoría estaban en el mar. Mi amigo, Mark, encontró una mano y concluyó acertadamente que era el comandante de la compañía, el teniente coronel Arévalo, ascendido a general después de su muerte. Se convirtió en el militar de más alto rango que cayó en todo el conflicto. Su mano fue reconocida por el anillo de bodas de oro. Mi amigo, 'M', decidió quedarse con el anillo y meter la mano en una bolsa. Después de un tiempo de estar en el agua, sacando cuerpos destrozados, llegó la Policía Militar, llevó a mis amigos a la estación de policía y los dejó en la cárcel hasta junio. Después de julio, Marcos fue a visitar a la viuda de Arévalo, le dio el anillo y le contó su experiencia ".
La campaña de las Malvinas fue el mayor riesgo de lanzamiento británico de los dados militares desde la debacle de Suez en 1956. Mucho estaba en juego: la soberanía de las islas, la prueba de la resolución de Gran Bretaña y exponer al escrutinio mundial nuestra capacidad militar: verrugas y todo. Además, el Gobierno hizo una gran apuesta política y diplomática al buscar un apoyo tangible para las operaciones de las Fuerzas Especiales de Chile, como observó Sir Robert Wade-Gery: "Los chilenos fueron inmensamente solidarios durante la campaña, pero nunca pudieron admitirlo públicamente; amigos de Argentina, así que estaban muy contentos de proporcionar bases para el SAS en el extremo sur de Tierra del Fuego. Los chilenos también proporcionaron a la RAF posiciones de observación desde las crestas de los Andes en territorio chileno. Desde estas posiciones fue posible, electrónicamente, mirar hacia abajo en cada aeródromo de Argentina. La RAF, desde su base encubierta en Punta Arenas, pudo identificar cada avión argentino que despegó. La Flota y los Harriers en los portaaviones, por lo tanto, recibieron diez minutos de advertencia de lo que estaban a punto de enfrentar ".
Una de las razones por las que Maggie Thatcher se mostró tan reacia muchos años después a lanzar a Pinochet a los lobos fue porque reconoció que le debía una gran deuda de gratitud por el apoyo del gobierno chileno.
Los sucesivos gobiernos argentinos en los últimos treinta y ocho años han querido distanciarse de las acciones de la dictadura militar de 1982, prefiriendo en cambio la verdadera política de aceptación como miembros civilizados de la comunidad internacional. Pero todavía tienen un largo camino por recorrer. Siguiendo al general Galtieri cayó del poder en 1982, hasta su muerte a la edad de 76 años en 2003, los gobiernos argentinos hicieron todo lo posible para demostrarle al mundo que su país era justo, pero no lo fueron ni lo son con ese grupo de reclutas, por lo que en su caso, hicieron un esfuerzo adicional. Es una pena para todos ellos, que no se les haya mostrado la misma justicia a los soldados reclutas que sirvieron a su nación en la Patagonia con no menos acción, honor y coraje que los militares y mujeres británicos que sirvieron a nuestro país cuando luchaban en alta mar, en el Islas Malvinas y en los cielos.
Recientemente me senté en un pub rural en Hampshire, disfrutando de una pinta o dos con el ex Capitán SAS que comandaba el equipo SAS que volé a Argentina. Nuestra conversación no se limitó a simplemente ponerse al día, y los por qué y por qué de nuestra operación hace tantos años, sino que también hablamos sobre el impacto del conflicto en aquellos que sirvieron en las fuerzas argentinas y la difícil situación de estos antiguos reclutas. Al igual que yo, él también estaba horrorizado por la fría indiferencia del gobierno argentino hacia muchos de sus antiguos reclutas. Ser soldado es un título universal, igual que ser Veterano de Guerra de cualquier país, y merece del reconocimiento de quien fue su contario en combate quien mejor que nadie conoce los sentimientos de incertidumbre y dolor de la batalla.
Pero para estos hombres hay un rayo de esperanza. Mi propio libro, que incluye un relato completo de la Operación Plum Duff, el precursor de la Operación Mikado, una de las operaciones continentales, está siendo citado por ex conscriptos como prueba definitiva de las operaciones de las Fuerzas Especiales británicas en Argentina continental; Los casos del Tribunal Superior en Argentina están pendientes. Las imágenes de la portada se llevan rutinariamente en pancartas durante las marchas de protesta por Buenos Aires. Al escribir el libro, no tenía idea de que podría resultar crucial para resolver una disputa que ha afectado tantas vidas durante una generación. Estos hombres tienen ahora casi sesenta años; muchos todavía sufren los efectos a largo plazo de la guerra en la Patagonia: más de quinientos cincuenta se han quitado la vida desde 1982. Después de la intransigencia de los últimos treinta y ocho años, es hora de que el Gobierno de Argentina haga lo honorable, se trague su orgullo, levante el manto del secreto falso y reconozca que las operaciones militares británicas tuvieron lugar en su territorio soberano en 1982. Hasta entonces, el orgullo fuera de lugar y los Pesos continuarán bloqueando el camino hacia la justicia para estos antiguos reclutas.
¿Es de extrañar que la gente de las Islas Malvinas todavía aprecie tanto su ciudadanía británica cuando la alternativa es el miedo a ser gobernado por una administración que hasta el día de hoy niega justicia y los derechos humanos universales básicos a algunos de los más merecedores de su propia gente?. Con actos como estos de abandono de una gran parte de sus tropas que fueron combatientes, seguro que no debe extrañar el sentimiento de la gente isleña. Sería mejor que el Gobierno de Argentina envainara los sables y pusiera su propia casa en orden cuidando a sus veteranos. Por estas razones, a no dudar que cualquier agresión futura por parte de Argentina se resolvería con una resolución no menor de nuestra parte que en 1982.
N de la R: Los nombres de los soldados y marines argentinos, cuyas cuentas se describen aquí, se han disfrazado para proteger sus identidades.