La Guerra Antisubversiva en Argentina: Tácticas antiterroristas y descentralización operativa y evolución al presente
Por Esteban McLaren
Control de rutina durante la guerra antisubversiva: Conscriptos realizan el control de documentación.
¿Se podría repetir la intervención militar para combatir a la guerrilla o el terrorismo como en los 70s en Argentina? La respuesta es con alta probabilidad no. La evolución de las formas de combatir, no solo a la guerrilla sino a fuerzas convencionales, a evolucionado de modo que pocas tropas altamente especializadas a nivel de la policía con una logística específica y muñidos de inteligencia y análisis pueden desarrollar esa tarea que comprometió a todas las fuerzas armadas en su momento. El compromiso política y judicial, en todo caso, siempre será el responsable final de la eficiencia de todas las operaciones.
Parte 1: Doctrina y operatividad de la Guerra Antisubversiva
La denominada Guerra Antisubversiva en Argentina (1976-1983) marcó un período de intensa actividad militar y de seguridad interna orientada a combatir organizaciones insurgentes consideradas terroristas por el régimen militar. Esta etapa, impulsada por la Junta Militar, se caracterizó por la adopción de tácticas antiterroristas que buscaban neutralizar a grupos armados como los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). A diferencia de otros países que adoptaron modelos más centralizados de coordinación, las operaciones argentinas se destacaron por una descentralización operativa significativa, permitiendo una autonomía notable a las unidades militares y policiales locales.
Tácticas antiterroristas en el terreno
Las tácticas antiterroristas implementadas en Argentina pueden analizarse desde tres ejes principales:
1. Identificación y neutralización de objetivos
El modelo táctico argentino se centró en un enfoque reactivo y proactivo para identificar, localizar y neutralizar objetivos insurgentes. Esto incluyó:
- Operaciones de inteligencia humana (HUMINT): Amplio uso de informantes infiltrados y "dobles agentes" para recopilar información sobre las estructuras insurgentes. En ese sentido, los logros fueron significativos. Se logró incluso detener o anular la efectividad de un ataque, como fue el asalto al batallón de arsenales de Monte Chingo.
- Interrogatorios coercitivos: Basados en detenciones clandestinas, muchas veces sin registro oficial, con métodos de tortura empleados para extraer información estratégica. También una operación altamente efectiva, mediante torturas y secuestro, los implicados lograron delatar inclusive a los miembros de más alta jerarquía de los grupos terroristas.
- Operaciones urbanas de asalto directo: Grupos operativos pequeños, conocidos como "grupos de tareas", fueron desplegados en centros urbanos para realizar capturas, ejecuciones extrajudiciales y desarticulación de células. También fueron enormemente efectivos en anular diversas células terroristas, incluyendo la muerte del jefe máximo del ERP.
2. Campañas rurales y contrainsurgencia
En áreas rurales, particularmente en Tucumán, el Ejército argentino desplegó tácticas similares a las utilizadas por las fuerzas estadounidenses en Vietnam:
- Patrullas móviles: Uso de pequeñas unidades para rastrear y combatir guerrillas en entornos selváticos y de monte, como ocurrió durante el Operativo Independencia en Tucumán pero que también se realizó en áreas rurales de otras regiones.
- Destrucción de infraestructura logística: Desarticulación de redes de abastecimiento y campamentos insurgentes. Destrucción de imprentas, arsenales y armerías de desarrollo propio de las fuerzas terroristas.
- Cercos operativos: Bloqueo de áreas específicas para aislar insurgentes de sus bases de apoyo civil. Realizados recurrentes luego de atentados, secuestros y otras acciones criminales de las fuerzas peronistas.
3. Propaganda y operaciones psicológicas
Además de las operaciones cinéticas, el gobierno desarrolló una intensa campaña de guerra psicológica, que buscaba:
- Desmoralizar a los insurgentes a través de mensajes intimidantes y exhibiciones de fuerza.
- Reforzar la narrativa de la "guerra contra el terrorismo" para justificar la represión y obtener apoyo de ciertos sectores sociales.
Descentralización operativa: Autonomía y fragmentación del mando
A diferencia de modelos más centralizados como el aplicado por Francia en Argelia, Argentina adoptó un enfoque fragmentado donde la planificación y ejecución de las operaciones recaía en unidades locales. Este enfoque demostró completamente eficiente: en pocos meses todas las unidades operativas de la guerrilla estaban en jaque operativo, algo no observado en ningún otro país que implementó un combate al terrorismo de modo centralizado. Este modelo tuvo varias características distintivas:
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Autonomía regional: Cada zona militar (dividida en regiones estratégicas) tenía un comando regional con amplia libertad para planificar operaciones. Esto permitió respuestas rápidas, pero a menudo generó falta de uniformidad en las tácticas empleadas y en los métodos de recopilación de inteligencia. En términos militares este forma de toma de decisiones tácticas descentralizada se la conoce como Auftragstaktik.
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Grupos de Tareas descentralizados: Las operaciones eran llevadas a cabo por grupos de tareas conformados por personal de distintas fuerzas (Ejército, Policía Federal y provincial, Gendarmería, etc.). Estos grupos operaban con objetivos definidos localmente, sin una supervisión central robusta, con amplias capacidades de decisión sin rendir cuentas a estratos superiores.
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Impacto de la fragmentación: La descentralización resultó en:
- Eficiencia táctica en acciones específicas, como capturas rápidas y eliminación de insurgentes.
- Falta de coordinación estratégica, lo que dificultó la evaluación integral de las operaciones.
- Altos niveles de abuso de autoridad y discrecionalidad, exacerbando violaciones a los derechos humanos.
Evaluación de la eficiencia militar
Desde un punto de vista estrictamente militar, la estrategia argentina logró desmantelar gran parte de las capacidades operativas de los grupos insurgentes hacia el final del conflicto. Sin embargo, esta eficacia tuvo limitaciones y costos significativos:
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Eficacia operativa:
- Logró neutralizar a los principales líderes insurgentes y reducir la capacidad ofensiva de los Montoneros y el ERP.
- Las operaciones urbanas fueron rápidas y contundentes, adaptándose bien al entorno.
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Problemas estratégicos:
- La falta de coordinación centralizada redujo la posibilidad de consolidar logros a nivel nacional.
- La autonomía de los grupos operativos fomentó un clima de impunidad y corrupción interna, desviando recursos y esfuerzos.
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Costos internos:
- El enfoque descentralizado multiplicó los abusos y ejecuciones sumarias, dañando la imagen y legitimidad de las Fuerzas Armadas que se agravó luego de la guerra de Malvinas.
- La ausencia de tropas con especialidades en tácticas especiales implicó utilizar soldados conscriptos u suboficiales y oficiales entrenados a nivel de taller o seminario sobre la temática sin necesariamente el aprendizaje de tácticas especiales.
- Los recursos dedicados a la contrainsurgencia dejaron flancos débiles en otras áreas de defensa nacional y embarcaron a muchas tropas en una guerra no convencional pudiendo afectar su preparación para una convencional.
- Este procedimiento dejó de lado una legislación que permitía combatir a los terroristas con respaldo legal que había funcionado muy bien previamente a la vuelta del peronismo al poder.
Análisis legal: Costos nacionales e internacionales
La Guerra Antisubversiva dejó un legado de costos legales y éticos para los militares argentinos. A medida que las democracias volvieron a consolidarse, tanto a nivel nacional como internacional, las tácticas utilizadas fueron condenadas.
1. Impacto nacional
- Juicios por delitos de lesa humanidad: Con el regreso de la democracia en 1983, comenzó una serie de procesos judiciales contra oficiales y agentes involucrados en desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales.
- Reputación institucional dañada: La descentralización, que facilitó excesos y abusos, contribuyó a una deslegitimación pública de las Fuerzas Armadas.
2. Repercusiones internacionales
- Condenas en foros internacionales: Organismos como las Naciones Unidas y la OEA señalaron que las tácticas empleadas constituían violaciones graves de derechos humanos.
- Impacto diplomático: Argentina enfrentó aislamiento internacional durante la dictadura, lo que limitó su acceso a apoyo militar y económico.
3. Lecciones estratégicas:
La descentralización, aunque útil para responder rápidamente a amenazas insurgentes locales, demostró ser contraproducente en términos legales y éticos. En retrospectiva, un enfoque más centralizado y regulado podría haber mitigado los abusos, reduciendo los costos legales y diplomáticos a largo plazo.
Preliminares de la guerra antisubversiva
La Guerra Antisubversiva en Argentina fue un ejemplo de cómo un enfoque descentralizado puede ofrecer ventajas tácticas a corto plazo, pero generar graves consecuencias legales y éticas a largo plazo. Aunque se lograron los objetivos de neutralizar a los grupos insurgentes, las tácticas utilizadas dejaron profundas cicatrices en la sociedad argentina y comprometieron la legitimidad de las Fuerzas Armadas tanto dentro como fuera del país. La experiencia ofrece lecciones críticas para el diseño de estrategias antiterroristas modernas, donde el balance entre eficacia operativa y respeto por los derechos humanos es esencial.
Parte 2. Combatir la amenaza del terrorismo urbano en el Siglo XXI: ¿Cómo enfrentar el fantasma de los años 70?
Imaginemos por un momento un escenario que resucita las sombras de un pasado turbulento: grupos insurgentes operando en ciudades y zonas rurales, ataques selectivos contra objetivos civiles y militares, y una nación atrapada entre la necesidad de mantener el orden y el riesgo de caer en excesos. Los escenarios hoy se acercan más al narcoterrorismo (Rosario, Gran Buenos Aires, frontera con Paraguay y Bolivia), los grupos radicalizados araucanos en la Patagonia (alentados desde Chile), tal vez un amenaza del extremismo islámico (ya hemos tenido ataques del terrorismo islámico). Este escenario podría parecer arrancado de la Argentina de los años 70, pero ¿cómo enfrentaríamos hoy un desafío similar?
En ese entonces, la lucha contra el terrorismo y la guerrilla urbana en Argentina fue un torbellino de tácticas improvisadas, inteligencia fragmentada y acciones muchas veces llevadas al límite de la ley. Hoy, sin embargo, vivimos en un mundo donde la tecnología, las redes sociales y las fuerzas especiales han revolucionado la manera en que las naciones enfrentan las amenazas internas. Si una situación como la de los años 70 ocurriera hoy, la respuesta sería diferente: más precisa, más controlada, pero también más visible para el escrutinio público.
Del mismo modo, los 70s presentaron parte importante de la solución al desafío del terrorismo actual: Los equipos SWAT (Special Weapons and Tactics). La creación de fuerzas especiales comprimieron el tamaños de las secciones necesarias para combatir efectivamente elementos de insurgencia o terrorismo en el ámbito urbano.
La inteligencia, el nuevo campo de batalla
En los años 70, la inteligencia se basaba en agentes infiltrados, informantes y, tristemente, interrogatorios brutales. Era una lucha casi artesanal, donde la información se obtenía a través de redes humanas y operativos clandestinos. Hoy, la inteligencia ha evolucionado hasta convertirse en un arte dominado por algoritmos y análisis de datos.
Las herramientas modernas permiten a los gobiernos vigilar redes sociales, interceptar comunicaciones cifradas y rastrear movimientos con una precisión inimaginable hace décadas. Los analistas de inteligencia no solo dependen de espías y operativos, sino también de sistemas avanzados como Palantir, que cruzan millones de datos en tiempo real para detectar patrones de actividad sospechosa. Las redes sociales, que en los 70 ni siquiera existían, ahora son tanto una herramienta para los insurgentes como un arma para las fuerzas de seguridad. Plataformas como Twitter y Facebook pueden revelar reclutadores, simpatizantes y posibles objetivos con solo pulsar unas teclas.
Sin embargo, no se trata solo de observar; la guerra moderna también se libra en el ámbito psicológico. Las fuerzas de seguridad emplean estas mismas plataformas para sembrar desinformación entre los insurgentes, desacreditar sus narrativas y, en algunos casos, desactivar células antes de que actúen.
Las Fuerzas Especiales: Guerreros del Siglo XXI
En el pasado, Argentina dependía de "grupos de tareas" que, aunque efectivos a corto plazo, operaban con una descentralización que favoreció abusos y excesos. Hoy, los estándares han cambiado. La lucha contra el terrorismo urbano y rural recae principalmente en unidades especializadas altamente entrenadas y disciplinadas.
Equipos como el Grupo Halcón de la Policía Bonaerense o las unidades tácticas de la Policía Federal Argentina han evolucionado para convertirse en los escudos contra estas amenazas. Inspirados en modelos internacionales como los SWAT estadounidenses o el GIGN francés, estas fuerzas operan bajo estrictos protocolos y con una precisión quirúrgica. Cada policía provincial cuenta con un grupo de fuerzas especiales análogo.
El enfoque entonces ya no es lanzar una red amplia, sino realizar operaciones específicas, basadas en inteligencia sólida y con un claro objetivo: neutralizar amenazas con el menor daño colateral posible. En casos extremos, donde el terrorismo supera la capacidad de estas fuerzas—como cuando hay armas pesadas involucradas—la Gendarmería o incluso el Ejército pueden apoyar, pero siempre bajo un marco legal claro.
Ejemplos de grupos especiales provinciales
Como ya mencionó, el Grupo Halcón, formalmente denominado División de Seguridad Especial Halcón, es la unidad de operaciones especiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Fundado en 1986 como el Grupo de Operaciones Especiales (GOE),
su creación estuvo a cargo del comisario Julio César y el oficial
principal Claudio Rafael Pereyra. Inicialmente, sus miembros fueron
entrenados con estándares internacionales, incluyendo formación con
equipos SWAT en el extranjero.
El grupo tuvo su bautismo de fuego en el copamiento del cuartel de La Tablada, evento que consolidó su reputación. En 1996, se renombró formalmente como División Especial de Seguridad Halcón (DESH). Con una estructura compuesta por 75 comandos divididos en equipos tácticos de 15 miembros,
cada grupo incluye especialistas en francotiradores, explosivos,
negociación, medicina táctica, inteligencia y comunicación, además de
personal de asalto.
Reconocido como una de las fuerzas especiales de mayor nivel en América Latina, el Grupo Halcón mantiene una rigurosa selección y capacitación de su personal, reflejada en su distintivo brevet azul de comando. Esta unidad sigue siendo un referente en la resolución de situaciones de alto riesgo, como tomas de rehenes y operaciones tácticas complejas.
La Compañía de Tropas de Operaciones Especiales (TOE) es la unidad de élite de operaciones especiales de la Policía de la Provincia de Santa Fe, Argentina. Su origen se remonta a 1987, cuando se llevó a cabo el primer Curso de Adiestramiento Policial Especial (CAPE). Posteriormente, el 4 de mayo de 1990, se formalizó la creación de la unidad bajo la denominación de Tropas de Operaciones Especiales (TOE).
Esta fuerza depende directamente del Jefe de la Policía de la Provincia y se desarrolló a partir de un análisis exhaustivo de reglamentos y tácticas utilizadas por unidades de operaciones especiales de renombre internacional. Entre estas se encuentran la GSG-9 (Alemania), RAID (Francia), GEO y BBT (España), FBI y SWAT (Estados Unidos), SAS (Reino Unido) y BOPE (Brasil). Los miembros de la TOE han recibido una capacitación intensiva en centros internacionales destacados, como el NCIS del Reino Unido y el Yamam de Israel, así como formación especializada en múltiples países de América Latina.
El alto nivel de organización e instrucción logrado permite a la TOE ejecutar una amplia gama de operaciones, que incluyen misiones de seguridad, investigaciones científicas, resolución de situaciones con rehenes, custodia de personalidades VIP, operaciones en montes, islas y mediante transporte aéreo, además de manejo de atentados con explosivos. Su versatilidad y preparación la posicionan como una de las unidades más completas y especializadas en su ámbito.
El Equipo de Tácticas Especiales Recomendable (ETER) de la Policía de la Provincia de Córdoba, creado el 19 de febrero de 1985, es una unidad de élite destinada a garantizar la custodia y seguridad de dignatarios provinciales, así como de funcionarios y personalidades nacionales e internacionales. Su labor se extiende a la resolución de situaciones de crisis como atentados terroristas, tomas de rehenes, secuestros, tiradores activos y sujetos parapetados.
Entre sus principales funciones también se encuentran la ejecución de allanamientos de alto riesgo y misiones especiales encomendadas por la Jefatura de Policía. Su misión central es resolver situaciones críticas manteniendo el orden público y la seguridad ciudadana, con un enfoque prioritario en la protección de la vida y la integridad física de todos los involucrados.
El ETER dispone de un equipo de Negociadores especializado para abordar incidentes de crisis y cuenta con personal altamente entrenado y equipado con recursos adaptados a cada tipo de operación. Su rápida respuesta y profesionalismo lo convierten en un pilar fundamental para enfrentar emergencias que demandan intervención táctica especializada.
El Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Provincia de Misiones fue creado en 1993 por iniciativa del Ministerio del Interior Nacional y bajo disposición del Ministerio de Gobierno, con respaldo de la Jefatura de Gobierno. Su misión principal es intervenir en la provincia de Misiones cuando las fuerzas policiales regulares, como comisarías y comandos radioeléctricos, no pueden manejar situaciones de alto riesgo.
El GOE está diseñado para actuar en escenarios complejos que requieren técnicas y tácticas especializadas, como rescates de rehenes, recuperación de buses, aeronaves o instalaciones, y operaciones en entornos urbanos o selváticos. Su personal está altamente capacitado en áreas como buceo táctico, manejo de explosivos, tiro especializado, rescate en altura, andinismo y supervivencia en el monte, entre otras.
La doctrina de instrucción del GOE se basa en métodos internacionales adquiridos a través de cursos realizados en Argentina y países vecinos. Su personal ha recibido formación en fuerzas de élite como el GATE de Brasil, la FOPE de Paraguay, y el GOPE de Chile, además de un entrenamiento especializado con el equipo SWAT del Departamento de Policía de Los Ángeles, en Estados Unidos. Esta preparación internacional asegura su capacidad para enfrentar las más diversas y exigentes situaciones.
Israel: Un modelo para aprender
Pocos países han enfrentado el terrorismo con tanta intensidad como Israel. Su experiencia contra grupos como Hamas y Hezbollah ha marcado el camino para las naciones que buscan perfeccionar sus estrategias.
Israel combina la tecnología más avanzada con una táctica clásica: la anticipación. Sus drones vigilan sin descanso, sus satélites identifican movimientos sospechosos, y sus unidades especiales, como Yamam, actúan con velocidad y precisión en los entornos más desafiantes. En Gaza, por ejemplo, los ataques quirúrgicos combinan bombardeos de precisión con incursiones terrestres para minimizar el impacto en la población civil.
En el sur del Líbano, Hezbollah ha construido túneles y escondites armados con cohetes de largo alcance. Israel responde con una mezcla de inteligencia satelital y fuerzas de comando para destruir estos puntos antes de que se conviertan en una amenaza real. El éxito de esta estrategia radica en su enfoque integrado, donde cada operación está respaldada por datos, tecnología y entrenamiento superior.
¿Cómo prepararnos para el futuro?
El mundo actual nos enseña que combatir el terrorismo no se trata solo de fuerza bruta. Requiere planificación, tecnología y, sobre todo, una clara delimitación de responsabilidades. En Argentina, una estrategia moderna debe priorizar:
Fortalecer unidades especializadas:
- Expandir y equipar grupos como el Grupo Halcón y otras fuerzas especiales así como a las fuerzas tácticas de la Policía Federal.
- Entrenar a la Gendarmería y Prefectura para manejar entornos rurales y fronterizos, donde las células terroristas podrían refugiarse. El grupo Alacrán y Albatros, respectivamente, ya tienen experiencia en tareas de golpes de mano y acciones complejas.
Inversión en inteligencia:
- Crear un centro nacional para analizar redes sociales, interceptar comunicaciones y coordinar información en tiempo real.
- Incorporar sistemas avanzados de análisis como Inteligencia Artificial y Big Data para detectar amenazas emergentes.
Rol militar limitado:
- Reservar el uso del Ejército para escenarios excepcionales donde las fuerzas policiales sean insuficientes, como en el caso de amenazas con armamento pesado.
- Mantener un mando centralizado y transparente para evitar los errores del pasado.
Colaboración internacional:
- Aprender de los modelos israelíes y europeos, participando en programas de entrenamiento conjunto.
- Integrar a Argentina en redes internacionales de intercambio de inteligencia para anticiparse a posibles amenazas globales.
Un futuro en guardia
Si algo nos enseñan los conflictos pasados y presentes es que la lucha contra el terrorismo nunca se detiene. Sin embargo, hoy contamos con las herramientas y el conocimiento para enfrentar estas amenazas de manera más efectiva, respetando los derechos humanos y limitando el impacto social y político. No es necesario la intervención directa de las fuerzas militares en un conflicto antiterrorista salvo que estas fuerzas ilegales adquieran equipamientos y tácticas que superen a las fuerzas especiales de las fuerzas de seguridad. Lo que sería necesario es ampliar la creación y disposición de unidades de fuerzas especiales provinciales para control local de estos conflictos.
Otro camino paralelo y necesario es la creación de unidades de combate del crimen especializadas, en áreas muy puntuales como la inteligencia (digital y de campo), equipos antisecuestro, policía científica, entre otros.
Argentina tiene la oportunidad de aprender del pasado y construir una estrategia que proteja a su población sin repetir los errores de épocas oscuras. El enemigo puede cambiar, pero la clave siempre será adelantarse a sus movimientos.
Yo veo el problema por el lado de los narcos. Ver lo que pasa en Méjico.
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