martes, 20 de mayo de 2025

PGM: La ofensiva Brusilov

La ofensiva Brusilov




Esteban McLaren

La ofensiva Brusilov, llevada a cabo durante la Primera Guerra Mundial, es considerada una de las operaciones militares más exitosas y devastadoras de la contienda, pese a sus enormes costos humanos. Este ataque, llevado a cabo por el Ejército Imperial Ruso contra las fuerzas de las Potencias Centrales en el frente oriental, no solo influyó significativamente en el curso de la guerra, sino que también dejó un legado perdurable en la historia militar.

Contexto histórico y preludio

La ofensiva Brusilov fue nombrada en honor a su arquitecto, el general Alexéi Brusílov, un oficial experimentado del Ejército Imperial Ruso. En 1916, la guerra en el frente oriental se encontraba en un punto muerto. Tras las derrotas sufridas por los rusos en 1915, la moral del ejército estaba en declive, la infraestructura logística se encontraba en desorden, y el mando supremo ruso estaba sumido en una crisis de confianza. La incapacidad de los aliados rusos, Francia y Reino Unido, de aliviar la presión sobre el frente oriental, sumado a los éxitos de las Potencias Centrales, especialmente del Imperio Austrohúngaro y Alemania, había dejado a Rusia en una posición precaria.

A principios de 1916, los Aliados acordaron lanzar ofensivas simultáneas en varios frentes para debilitar las Potencias Centrales. Mientras los franceses planificaban la Batalla del Somme y los italianos preparaban ofensivas contra Austria-Hungría, se pidió a Rusia que lanzara un ataque en el frente oriental para aliviar la presión sobre sus aliados. Inicialmente, el alto mando ruso, incluido el comandante en jefe, el gran duque Nikolái Nikoláyevich, dudaba de la viabilidad de una gran ofensiva. Sin embargo, Brusílov convenció al alto mando ruso de que su plan era factible.





Planificación y estrategia

El plan de Brusílov era audaz e innovador para su época. A diferencia de las ofensivas tradicionales, que solían concentrarse en un único punto del frente, Brusílov propuso un ataque en un frente amplio de aproximadamente 400 kilómetros, desde el río Prípiat hasta los Cárpatos. El objetivo era abrumar las defensas enemigas, que se extenderían demasiado y no podrían resistir un ataque coordinado en varios puntos.

Una característica distintiva del plan de Brusílov fue su enfoque en la sorpresa táctica. En lugar de concentrar sus fuerzas en un sector estrecho, como era habitual, Brusílov dispersó a sus tropas en todo el frente, lo que dificultó que el enemigo predijera el punto exacto del ataque principal. Además, Brusílov ordenó la construcción de trincheras y túneles avanzados cerca de las líneas enemigas, lo que permitió a las tropas rusas acercarse sigilosamente a las posiciones austriacas.

Otro aspecto innovador fue el uso masivo de la artillería. Aunque los rusos no contaban con una superioridad numérica abrumadora en artillería, Brusílov planeó un bombardeo intensivo pero breve y preciso, diseñado para destruir las defensas enemigas y desmoralizar a las tropas austrohúngaras, en lugar de los prolongados bombardeos que eran comunes en el frente occidental.

Despliegue y ejecución

La ofensiva comenzó el 4 de junio de 1916, y desde el principio, las fuerzas rusas lograron un éxito significativo. En cuestión de días, las líneas austrohúngaras fueron penetradas en múltiples puntos. Las fuerzas rusas, mejor entrenadas y equipadas que en ofensivas anteriores, avanzaron rápidamente, capturando decenas de miles de prisioneros y enormes cantidades de equipo.

El avance ruso fue particularmente devastador para el Imperio Austrohúngaro. La moral entre las tropas austrohúngaras, compuestas por un conglomerado de diferentes grupos étnicos, ya estaba baja, y la ofensiva de Brusílov la destrozó aún más. Unidades completas se rindieron sin luchar, y en muchos casos, las tropas austrohúngaras simplemente se retiraron en desorden. Brusílov demostró una maestría en la guerra de movimiento, superando las expectativas del alto mando ruso.

Sin embargo, el éxito inicial de la ofensiva comenzó a ralentizarse por varias razones. Primero, a medida que los rusos avanzaban, sus líneas de suministro se alargaron, y la logística, ya frágil, comenzó a fallar. Además, los refuerzos alemanes llegaron para apoyar a las maltrechas tropas austrohúngaras. El alto mando alemán, consciente del peligro que representaba la ofensiva Brusílov, trasladó tropas desde el frente occidental y otros sectores para estabilizar la situación en el este. Esta intervención, aunque costosa para los alemanes, ayudó a frenar el avance ruso.

Otra limitación significativa fue la falta de coordinación con otras ofensivas aliadas. La Batalla del Somme, por ejemplo, no comenzó hasta julio de 1916, un mes después de que Brusílov hubiera lanzado su ataque. Esta falta de sincronización permitió a las Potencias Centrales trasladar tropas entre frentes y evitar un colapso total.

El plan de Brusílov durante la ofensiva de 1916 es un ejemplo de innovación táctica en la guerra. A diferencia de las estrategias tradicionales de la época, que solían concentrar las fuerzas en un único punto del frente, Brusílov optó por dispersar sus tropas a lo largo de un frente extenso de aproximadamente 400 kilómetros. Esta dispersión tenía el objetivo de evitar que el enemigo predijera el punto exacto del ataque principal, generando confusión y maximizando la efectividad del asalto.

La sorpresa táctica fue un componente crucial en su estrategia. Brusílov no solo dispersó sus tropas, sino que también preparó el terreno de manera que las fuerzas rusas pudieran acercarse sigilosamente a las posiciones enemigas. Ordenó la construcción de trincheras avanzadas y túneles cerca de las líneas austrohúngaras, permitiendo a sus tropas una posición ventajosa desde el inicio del ataque.

Otro aspecto innovador fue el uso de la artillería. En lugar de los bombardeos prolongados típicos de la época, que a menudo alertaban al enemigo de un inminente ataque, Brusílov planeó un bombardeo intensivo pero breve y preciso. Este bombardeo estaba diseñado para destruir las defensas enemigas de manera efectiva y rápida, desmoralizando a las tropas austrohúngaras antes de que pudieran organizar una defensa coherente.

Esta combinación de sorpresa táctica, dispersión de fuerzas y bombardeos precisos resultó en una de las ofensivas más exitosas y devastadoras de la Primera Guerra Mundial, demostrando la capacidad del ejército ruso para llevar a cabo operaciones complejas y exitosas a pesar de las dificultades logísticas y estratégicas.




Consecuencias y resultados

A pesar de estas limitaciones, la ofensiva Brusilov fue una de las más exitosas de la Primera Guerra Mundial en términos de resultados estratégicos. Las pérdidas para el Imperio Austrohúngaro fueron catastróficas. Se estima que el Imperio perdió alrededor de 1,5 millones de hombres entre muertos, heridos y prisioneros, debilitando gravemente su capacidad de continuar la guerra sin la ayuda alemana. Además, la ofensiva contribuyó significativamente a la crisis interna dentro de Austria-Hungría, exacerbando las tensiones étnicas y políticas que eventualmente llevarían a la desintegración del imperio.

Para el Imperio Ruso, la ofensiva Brusilov representó su último gran éxito militar en la Primera Guerra Mundial. Aunque las bajas rusas también fueron altas, estimadas en más de 500,000, el ataque demostró que el ejército ruso aún era capaz de realizar operaciones ofensivas exitosas. Sin embargo, el costo humano y material debilitó aún más a Rusia, que ya estaba al borde de una crisis social y política. La victoria táctica no se tradujo en una ventaja estratégica duradera, y menos de un año después, Rusia estaría sumida en la Revolución de Febrero de 1917, que eventualmente llevaría al colapso del régimen zarista y la retirada de Rusia de la guerra.

Innovaciones y legado militar

Desde una perspectiva militar, la ofensiva Brusilov es estudiada como un ejemplo de innovación táctica y operativa. El uso de un frente amplio, la sorpresa táctica, y la integración efectiva de la artillería en la ofensiva, influyeron en las doctrinas militares posteriores. De hecho, muchas de las tácticas empleadas por Brusílov fueron precursoras de las utilizadas en la Blitzkrieg alemana durante la Segunda Guerra Mundial.

El legado de la ofensiva Brusilov también se refleja en su impacto psicológico en las Potencias Centrales. El éxito ruso en esta operación exacerbó las tensiones entre Alemania y Austria-Hungría, poniendo de relieve la dependencia del segundo imperio respecto a la potencia germana. Además, la desmoralización causada por la ofensiva tuvo repercusiones en el frente interno de las Potencias Centrales, especialmente en Austria-Hungría, donde las tensiones étnicas y políticas se intensificaron.

Conclusión

La ofensiva Brusilov de 1916 fue una de las operaciones militares más significativas de la Primera Guerra Mundial. A pesar de su éxito, las enormes pérdidas sufridas por ambos bandos subrayaron la brutalidad de la guerra moderna y la dificultad de lograr una victoria decisiva. Para Rusia, fue el último gran éxito antes de ser consumida por la revolución, mientras que para Austria-Hungría, marcó el comienzo del fin como una potencia militar significativa. Desde un punto de vista militar, la ofensiva Brusilov sigue siendo un estudio clave en la estrategia y la táctica de guerra, demostrando cómo la innovación y la audacia pueden, al menos temporalmente, superar las desventajas numéricas y logísticas.


Ejército Argentino: Casco suizo-argentino M38-18

lunes, 19 de mayo de 2025

Anti-UAV: La escopeta Benelli M4 en el rol de destrucción de TUAV

 

Asesino de drones italiano: nueva versión anti-drones de la Benelli M4


El fabricante italiano de armas Beretta Defense Technologies presentó la Benelli M4 AI Drone Guardian, una escopeta diseñada específicamente para combatir drones, y que según se afirma, es única en su tipo.

El nuevo producto, en todo su esplendor

Bueno, empecemos, como se dice, por el principio. ¿Por qué Beretta presentó una escopeta Benelli? Es simple. Mediante maniobras simples con acciones y demás, Benelli Armi S.p.A. fue comprada por Beretta Defense Technologies en el año 2000. En resumen, un italiano se comió al otro.

¿Qué clase de escopeta es esta?

Se dice que se trata de una tecnología revolucionaria que va a cambiar las “reglas del juego” en lo que respecta a la lucha contra drones. Principalmente, claro, se apunta a drones kamikaze con vista en primera persona (FPV). La escopeta ya está siendo mostrada activamente en exhibiciones y ferias de armas. La más reciente fue IDEX 2025, donde también participó Benelli. En todos lados se declara un interés inédito por el producto y un éxito rotundo. Pero todavía no hay información sobre compras.



Versión con cañón largo del modelo italiano especializado en eliminar drones, en exhibición en Abu Dhabi en 2025.

A simple vista, la escopeta es casi indistinguible de la Benelli M4 Super 90 estándar. Teniendo en cuenta la cantidad de accesorios diferentes para esta escopeta en el mercado occidental, uno ni se daría cuenta de que se trata de algo nuevo. Es simplemente una M4 con otro equipamiento. Mismo calibre 12, misma recámara 12/76. Lo único que delata al nuevo modelo es el enorme grabado "Drone Guardian" en el costado del cajón de mecanismos. Es decir, es la misma escopeta semiautomática a gas, con los mismos controles y misma ergonomía que la M4 común.


La Benelli M4 Super 90 ya es un clásico. Una escopeta semiautomática simple y confiable que se convirtió en un verdadero éxito de ventas.

¿Y lo más curioso? El cañón mide lo mismo que en la M4: solo 470 mm.

¿Por qué “solo”? Bueno, esos cañones se consideran cañones “para proyectiles”. Una escopeta con un cañón de esa longitud es universal, como cualquier escopeta, pero no tiene sentido disparar nada que no sea postas o balas a corta distancia. El abanico de perdigones que produce un cañón así, después de un par de decenas de metros, es tan abierto que hasta un pájaro podría pasar tranquilamente entre los plomos. Justamente por eso, las escopetas de cañón largo se volvieron clásicas en la lucha contra drones.

Por ejemplo, el "drone-killer" MP-155, bastante común entre nuestros combatientes en la zona de la SVO (Operación Militar Especial), tiene un cañón de al menos 610 mm, y las versiones más comunes del MP-155 en calibre 12 con recámara 12/76 tienen cañones de 660 o 710 mm.


Fotograma de un video promocional de Benelli. Un soldado dispara contra un dron FPV desde la caja de una camioneta en movimiento. Todas las escenas más espectaculares del video fueron filmadas con la versión de cañón largo de la Benelli M4 AI Drone Guardian.

¿Cuál es el secreto?

Los representantes del fabricante dicen que todo está en el sistema “Advanced Impact”. De hecho, ese es el "AI" en el nombre del arma. En esencia, se trata de una especie de estrangulador (choke) muy sofisticado, que permite que los perdigones mantengan un agrupamiento más cerrado incluso desde un cañón corto. Según se afirma, el alcance óptimo para disparar a blancos aéreos es de 50 metros, y el máximo, hasta 100 metros. No obstante, y aparentemente sabiendo que eso puede parecer poco para muchos usuarios, también existe una versión de cañón largo, de 650 mm. En el video promocional de la empresa, todas las escenas más espectaculares de disparos a larga distancia contra drones con maquetas de RPG (“zanahorias”) fueron realizadas con la versión de cañón largo.


Otro fotograma del video promocional de Benelli.

¿Funciona el sistema “Advanced Impact” como se promociona?

Solo el uso real lo dirá. Otra cuestión: ¿cómo se comportarán las postas y los proyectiles con este nuevo estrangulador innovador creado por los ingenieros italianos? Es probable que haya muchos blogueros de armas en EE. UU. que estén encantados de probar el nuevo modelo y compararlo con la M4 estándar. Así que sólo queda esperar pruebas comparativas de usuarios privados.

Da toda la impresión de que los primeros en intervenir fueron los especialistas en marketing, y que los ingenieros llegaron después. Las noticias sobre la Benelli M4 Super 90 como arma anti-drones empezaron a aparecer con frecuencia. El Cuerpo de Marines de EE. UU. comenzó a entrenar para derribar drones con sus Benelli M1014, y los belgas crearon unidades especiales de caza de drones con la Super 90 en la Fuerza Aérea. La idea era evidente: una escopeta comercialmente exitosa, ya en servicio en varios países, a la que se le asigna un nuevo rol y funcionalidad. Si tus soldados ya están entrenados con ese modelo, la logística y la infraestructura ya están preparadas, y lo único que necesitás es cumplir nuevas tareas, simplemente les das la misma escopeta, pero mejorada, y el usuario no tiene que cambiar nada. El fabricante italiano levantó la bandera... que básicamente le pusieron en la mano.


Soldados de la Fuerza Aérea belga, de las unidades especiales anti-drones, durante un entrenamiento en 2023. Todos armados con Benelli M4 Super 90.

Una escopeta es un arma universal, y eso es lo que atrae a los usuarios. Pero ya se han hecho intentos de crear escopetas para tareas específicas. Vale recordar la Kalashnikov MP-155 para tiro práctico, con cuerpo moderno, cámara y visor. Aunque en esencia era el mismo y querido MP-155 de siempre… solo que mucho más caro.

Uno quiere creer que esta vez estamos ante algo distinto, y que los ingenieros italianos lograron darle a su escopeta características únicas. Pero cómo será en la realidad, si se trata de un nuevo hito en la lucha contra drones o simplemente de una jugada de marketing exitosa, solo el uso real en combate lo va a demostrar.

—Alexander Sychev






FAA: Dos Pucará en servicio

Guerra de Secesión: El segundo sitio de Yorktown – 1862 (2/2)

El segundo sitio de Yorktown – 1862

Parte I || Parte II
Weapons and Warfare

 






Un equilibrio aproximado se restableció con la llegada a Yorktown de la brigada texana de John Bell Hood, procedente del ejército de Johnston. Los hombres de Hood tenían una cantidad considerable de rifles Enfield de fabricación británica y sabían cómo utilizarlos. Cuando los tiradores yanquis se volvían demasiado atrevidos, los texanos se deslizaban hacia la línea de piquetes de avanzada para lo que les gustaba llamar una pequeña cacería de ardillas. Pronto su fuego expulsaba a los federales de los árboles y otros escondites que preferían y los llevaba de nuevo a sus fortificaciones, donde la cacería continuaba, pero en términos más parejos. Los tiradores de ambos bandos en Yorktown exageraban considerablemente su destreza, especialmente ante los crédulos corresponsales de los periódicos, pero no había duda de que gracias a ellos los prudentes aprendieron a mantener la cabeza gacha. Por ejemplo, se difundió rápidamente la historia del soldado confederado que se despertó una mañana en su estrecha trinchera y, sin pensarlo, se levantó para estirarse y recibió al instante un disparo en el corazón.

A pesar de la amenaza de los tiradores, el asedio tuvo sus momentos más ligeros. Un día, un soldado de Luisiana fue a buscar a su coronel en las trincheras para informarle que "acaba de ocurrir algo terrible". ¿Qué era?, preguntó el coronel: ¿estaban atacando los yanquis? Era peor que eso, dijo el hombre. Un proyectil yanqui acababa de impactar en la tienda del campamento del coronel y destrozó un barril de whisky almacenado allí. El coronel corrió a su tienda con la esperanza de que pudiera salvar algo, pero era demasiado tarde. Sus hombres ya se habían apiñado con sus tazas de hojalata para rescatar lo que hubiera sobrevivido al naufragio.

Una forma particularmente novedosa de entretenimiento en las filas confederadas era la campaña electoral. Durante meses, Richmond había estado luchando con lo que el general Lee denominó "la fermentación de la reorganización": mantener su ejército en pie más allá del año para el que se habían alistado los voluntarios en la primera oleada de alistamiento en 1861. Para alentar los reenganches, había probado con recompensas y licencias e incluso había permitido que los hombres cambiaran de rama de servicio, pero con resultados indiferentes. Finalmente, el 16 de abril, el Congreso, actuando sobre la base de un proyecto de ley redactado por Lee, dio el paso definitivo y decretó el reclutamiento. Los hombres entre dieciocho y treinta y cinco años estarían sujetos al servicio militar, y los voluntarios de un año vieron su enlistamiento extendido a tres años o la duración de la guerra. Los regimientos tenían cuarenta días para reorganizarse bajo el nuevo sistema y celebrar elecciones para sus oficiales.

Para aquellos que habían visto suficiente de la milicia, incluso la idea de cambiar las reglas de esta manera era una traición. “No tengo ningún respeto por un gobierno que es culpable de tan mala fe”, se quejó un ciudadano de Alabama. El soldado Jesse Reid, del 4.º Regimiento de Carolina del Sur, pensó que el Congreso estaba tomando la ley en sus manos injustamente; si los voluntarios se mantenían en el servicio durante dos años más, preguntó,
¿qué impediría a los legisladores mantenerlos durante diez años más? Con el reclutamiento, advirtió, “todo el patriotismo está muerto, y la Confederación estará muerta tarde o temprano”.

La mayoría de los hombres aceptaron la nueva ley de manera más filosófica, reconociendo que no había nada que pudieran hacer al respecto de todos modos. Al menos, elegir a sus oficiales rompería la monotonía de sus días, y siguieron la campaña con interés. Algunos candidatos encontraron una táctica electoral probada por el tiempo que funcionó tan bien en el ejército como en casa. “Pasamos el whisky y abrimos las urnas”, escribió el soldado John Tucker del 5.º Regimiento de Alabama en su diario el 27 de abril. Fue un “gran día” cuando su brigada eligió a sus oficiales de campo y compañía, escribió, “y muchos de los hombres se pusieron gloriosamente unidos”.

Los federales ingeniosos también encontraron formas de variar la monotonía de sus días. No tardaron mucho en descubrir que los arroyos de marea que desembocaban en el río York, más abajo de Yorktown, contenían las ostras más suculentas que habían probado jamás y que las ardillas grises que infestaban los espesos bosques preparaban un guiso delicioso (se decía que llevar los colores del enemigo las convertía en presa fácil). Los cerdos que vagaban por los bosques también fueron declarados contrabando de guerra y sujetos a captura, aunque la prohibición del cuartel general de disparar armas tras las líneas obligó a recurrir a la bayoneta; se admitió que se requería un esfuerzo considerable para disfrutar del cerdo asado. Oliver W. Norton, de Pensilvania, se sintió obligado a justificar esa búsqueda de alimentos explicando que todo lo que encontraban en Virginia "no es otra cosa que una secesión, y cuando el Tío Sam no puede proporcionar comida, no veo nada malo en adquirirla de nuestros enemigos". Una mujer de Virginia que perdió
la mayoría de sus cerdos y pollos a manos de los soldados de caballería yanqui de dedos ligeros acampados en su granja cerca de Yorktown tenía un consejo burlón para sus invitados. ¿Querían entrar en Yorktown? “El general Magruder está allí y puede beber más whisky que cualquier otro general que tengas, pero no estará allí cuando llegues allí…”

Las treguas informales, que normalmente se concertaban cuando no había oficiales cerca, también servían para romper la rutina del asedio. A veces producían coincidencias extrañas. Los hombres del 2.º Rhode Island descubrió que los piquetes rebeldes que estaban frente a ellos tenían morrales y cantimploras con la inscripción “2nd R.I.” que habían recogido cuando lucharon contra los habitantes de Rhode Island en Bull Run nueve meses antes. (Uno de los habitantes de Rhode Island se rió a carcajadas de los rebeldes cuando le pidieron que dijera el nombre de su regimiento, y él gritó: “¡150th Rhode Island!”). Los hombres del 2nd Michigan descubrieron que los georgianos apostados en su sector eran del mismo regimiento al que se habían enfrentado el otoño anterior en Munson’s Hill, cerca de Washington. Hablaron de esto en una reunión entre las líneas y acordaron que, como viejos conocidos, se abstendrían de dispararse unos a otros cuando estuvieran de servicio en los piquetes.

En los lugares donde las líneas estaban muy juntas, hubo muchas bromas de ida y vuelta. “Como sólo tienen un gran pantano entre ellos”, escribió un hombre del 61.º Regimiento de Pensilvania a su familia, “pueden hablar tan bien como si estuvieran juntos en una habitación, y les cuentan a nuestros muchachos Bull Run y ​​a nosotros Fort Donaldson y otros lugares”. En el extremo del río James de la línea de Warwick, donde los pantanos de marea de 300 o 400 yardas de ancho hacían muy improbable la perspectiva de cualquier ataque, las treguas informales podían prolongarse mientras duraran los períodos de servicio. Cuando se debía relevar a uno u otro bando, los piquetes gritaban que estuvieran atentos y todos mantenían la cabeza gacha, porque no podían ser responsables de lo que pudieran hacer los nuevos hombres.

El general federal Philip Kearny quedó impresionado por las ironías de la situación. “¿No es extraño pensar”, escribió a su esposa, “que Magruder, uno de mis mejores amigos, sea uno de los hombres principales aquí? Esta es sin duda una guerra de lo más antinatural”. En una de las granjas cercanas, continuó Kearny, tuvo la desconcertante experiencia de hablar con un esclavo anciano de al menos noventa años que recordaba claramente, cuando era niño, haber oído disparos de cañón una vez antes en Yorktown, durante el primer asedio en 1781. Los ingenieros de la Unión examinaron mapas antiguos hechos por el ejército de Cornwallis en busca de pistas sobre las defensas confederadas de Yorktown.

Siempre que el clima era bueno, los globos de guerra del profesor Lowe (el 10 de abril tenía al Constitution y al Intrepid en el frente) se elevaban en el aire sobre Yorktown como grandes burbujas de jabón amarillas, buscando información sobre las posiciones enemigas. Los generales subían con frecuencia con el profesor, para echar un vistazo profesional a lo que los rebeldes podrían estar haciendo.
Los artilleros confederados hicieron todo lo posible para derribar a los intrusos, y aunque no lograron acertar, obligaron a Lowe a mantener la distancia y, por lo tanto, limitaron lo que podía ver. A pesar de todo el dramatismo de estas ascensiones, el reconocimiento en globo le proporcionó muy poca información real al general McClellan; ciertamente no le proporcionaron nada que aportara realidad a la forma en que estaba contando al Ejército del Norte de Virginia.

De hecho, el Intrepid casi lo privó de su general favorito. El 11 de abril, en ausencia del profesor Lowe, Fitz John Porter subió solo, y el globo se soltó de sus amarres y comenzó a derivar directamente hacia las líneas enemigas. Afortunadamente para Porter, un cambio de viento de último momento lo llevó de regreso a territorio de la Unión, y logró llegar a la válvula de gas y aterrizar. El general McClellan calificó el episodio como "un susto terrible", y el profesor Lowe admitió que pasó algún tiempo antes de que pudiera persuadir a otros generales para que subieran con él.

Decididos a no ser superados en aeronáutica, los confederados respondieron con un globo propio. Lowe se mostró desdeñoso: no era más que un globo aerostático (él lo llamaba globo de fuego) y sólo podía permanecer en el aire una media hora más o menos antes de que el aire de la envoltura se enfriara y perdiera su flotabilidad aérea. A falta de un generador de hidrógeno portátil del tipo que Lowe había desarrollado, los rebeldes tuvieron que avivar un fuego de nudos de pino empapados en trementina para hacer despegar a su aeronauta, el capitán John Bryan. El capitán Bryan tenía los mismos problemas de visibilidad que los aeronautas yanquis, complicados por el hecho de que su globo sólo tenía una única cuerda de amarre cuyas hebras tendían a desenrollarse y a hacerlo girar vertiginosamente como un trompo. En su tercera ascensión, repitió la experiencia del general Porter. Su globo se soltó, se desplazó sobre las líneas federales y finalmente fue devuelto a salvo por una brisa confederada. “Fue una suerte de lo más grande”, observó el capitán Bryan, y nunca volvió a volar.

Tan inusuales como los globos de guerra eran los cañones de molino de café, un invento yanqui que se estaba poniendo a prueba en el Cuarto Cuerpo del general Keyes. Este prototipo de ametralladora operada con manivela disparaba cartuchos rápidamente desde una tolva montada sobre el cañón; el presidente Lincoln, un entusiasta de las nuevas armas, acuñó su nombre. Sus promotores lo llamaron "un ejército en seis pies cuadrados". Charles E. Perkins, de Rhode Island, por ejemplo, quedó impresionado. "Y tenemos otros cuatro cañones que disparan una bala un poco más grande que nuestros mosquetes y pueden dispararla cien veces por minuto", escribió a casa. "Son tirados por un caballo y son muy útiles y creo que podrían hacer un gran trabajo".

El corresponsal estaba seguro de que este ejemplo de ingenio yanqui “debió haber asombrado al otro lado”. Sin embargo, ningún confederado registró ninguna reacción a la novedosa arma. En cualquier caso, por muy bien protegidos que estuvieran los rebeldes de la artillería federal, es dudoso que los cañones de los molinos de café se cobraran víctimas durante el asedio.

El 16 de abril, el general McClellan emprendió su primera acción agresiva contra el enemigo desde que llegó frente a Yorktown. Ordenó a Baldy Smith que impidiera a los rebeldes reforzar sus defensas detrás del río Warwick en un lugar llamado Presa N.° 1, el “punto débil”, por cierto, que el general Hancock había querido tomar diez días antes. No había una necesidad verdaderamente apremiante para la operación (no era el lugar que McClellan había seleccionado para pulverizar con sus cañones de asedio para forzar un avance) y cubrió sus órdenes con advertencias. No iba a haber un enfrentamiento general; sus últimas palabras a Smith fueron “limitar la operación a obligar al enemigo a interrumpir el trabajo”. Smith avanzó obedientemente con su artillería divisional cerca de la presa, junto con la brigada de Vermont (cinco regimientos de su estado natal, incluido el 3.º de Vermont que había dirigido en Bull Run en 1861) para brindar apoyo a la infantería. Durante la mayor parte del día, los artilleros y escaramuzadores yanquis dispararon a larga distancia al enemigo al otro lado del estanque del molino.

Los confederados se refugiaron prudentemente de este bombardeo ("Romped filas y cuidaos, muchachos", gritó uno de sus oficiales, "porque disparan como si supieran que estamos aquí") y no se los podía ver, y pronto un teniente yanqui aventurero vadeó el estanque hasta la cintura y regresó para informar que creía que las obras del enemigo podían ser tomadas. Cuatro compañías del antiguo regimiento del general Smith, el 3.º de Vermont, sosteniendo en alto sus fusiles y cajas de cartuchos, cruzaron el estanque en un reconocimiento. Mientras los piquetes rebeldes se dispersaban, los de Vermont se precipitaron hacia los pozos de tiro de la otra orilla y abrieron fuego constante hacia el bosque que se extendía más allá. Habiendo ganado tanto, nadie en el alto mando federal parecía saber qué hacer a continuación.

Baldy Smith fue víctima de un caballo rebelde, que lo derribó dos veces y lo dejó aturdido e incapaz de "ver la ventaja que había obtenido". El general McClellan, que había venido a observar la operación, no ofreció ningún consejo y luego se fue, habiendo llegado a la conclusión de que "el objetivo que me propuse se había logrado plenamente...". Después de aferrarse a su punto de apoyo durante cuarenta minutos, los de Vermont fueron contraatacados por una brigada de georgianos y luisianos y los enviaron volando de regreso al otro lado del charco, perdiendo hombres a cada paso. "Mientras caminábamos hacia atrás", escribió uno de ellos, "... el agua prácticamente hervía a nuestro alrededor en busca de balas". De los 192 que comenzaron el desafortunado reconocimiento, 83 murieron, resultaron heridos o fueron capturados. El comandante de la brigada de Vermont, William T. H. Brooks, envió refuerzos con retraso, pero el asalto fue destrozado antes de que pudiera empezar. Recordando la orden de McClellan de no iniciar un combate general, Brooks finalmente ordenó a todos que regresaran. Las bajas federales del día ascendieron a 165.

La operación dejó un sabor amargo. “Esta batalla tuvo lugar en la presa número 1 en Warwick Creek”, escribió un cronista federal, “y fue una falla de la presa”. Se rumoreaba que el general Smith no había sido derribado por su caballo, sino que estaba borracho y se había caído. En Washington, un congresista de Vermont presentó una resolución que pedía el despido de cualquier oficial “del que se supiera que estaba habitualmente intoxicado con licores espirituosos mientras estaba en servicio”, y no dejó ninguna duda sobre a quién iba dirigida. Los defensores de Smith, y el propio Smith, negaron vehementemente la acusación y, finalmente, un comité de investigación del Congreso la consideró infundada. Estaba bastante claro que la operación había sido un fracaso, pero no estaba tan claro dónde estaba el fallo. El general Brooks comentó con pesar que lo único que podía ver era que su brigada se había involucrado “en algo que no habíamos terminado exactamente”.

“Los caminos han sido infames”, escribió el general McClellan a Winfield Scott, su predecesor como general en jefe; “estamos trabajando enérgicamente en ellos, estamos desembarcando nuestros cañones de asedio y no estamos dejando nada sin hacer”. Su sensación de logro era comprensible. Los complejos preparativos para comenzar la guerra de asedio se estaban llevando a cabo según lo previsto. Dos semanas después del asedio, ya tenía 100.000 tropas bajo su mando. Había persuadido al presidente para que le permitiera tener la división del Primer Cuerpo al mando de un teniente favorito, William B. Franklin, y le habían prometido la segunda de las tres divisiones de McDowell, bajo el mando de George A. McCall, tan pronto como “la seguridad de la ciudad lo permitiera”.

Las perspectivas de cooperación naval estaban mejorando. Se programó un nuevo buque de guerra acorazado, el Galena, para su uso, con el fin de abrirse paso entre Yorktown y Gloucester Point y cortar las comunicaciones del enemigo en York. Los críticos se quedaron acallados por la publicación en la prensa de estimaciones "oficiales" de la fuerza confederada que ascendían a 100.000 hombres y 500 cañones. "La tarea que tenía ante sí el general McClellan, la reducción de las fortificaciones, era la de reducir la capacidad de combate de las trincheras confederadas cercanas son para lo que se le considera especialmente calificado y el resultado no es dudoso”, escribió un corresponsal.

Un secretario Stanton repentinamente dócil incluso se ofreció voluntario para poner al general Franklin al mando del Cuarto Cuerpo, en lugar del ineficaz Erasmus Keyes, una oferta que McClellan aceptó rápidamente. Aunque finalmente no se llegó a nada con esta idea, al menos sugirió un deshielo en su fría relación con el contencioso secretario de guerra. Había un fuerte destello de optimismo en la carta que McClellan le escribió a su esposa el 19 de abril. “Sé exactamente lo que hago”, le dijo, “y confío en que con la bendición de Dios los derrotaré por completo”.

Al día siguiente, se sintió cada vez más confiado como resultado de nueva información sobre el alto mando del enemigo. Había oído, le dijo al presidente Lincoln, que Joe Johnston estaba ahora bajo el mando de Robert E. Lee, y eso lo animó mucho. “Prefiero a Lee que a Johnston”, explicó. En su opinión, el general Lee era “demasiado cauteloso y débil bajo una gran responsabilidad… carente de firmeza moral cuando se ve presionado por una gran responsabilidad y es probable que sea tímido e irresoluto en la acción”. (Unos días después añadió la opinión de que “Lee nunca se aventurará a un movimiento audaz a gran escala”). McClellan no dio más detalles sobre cómo había llegado a esta singular evaluación; afortunadamente para él, nunca se hizo pública durante su vida.

Los yanquis llevaron a cabo sus operaciones de asedio con gran energía y de acuerdo con los últimos principios de la ciencia militar. Por mucho que sobrestimara el número de confederados, el general McClellan nunca dudó de su superioridad en artillería, especialmente en artillería pesada. Su confianza en la victoria final descansaba en sus armas. Su tren de asedio contenía no menos de setenta piezas pesadas estriadas, incluyendo dos enormes Parrotts de 200 libras, cada uno de los cuales pesaba más de 8 toneladas, y una docena de 100 libras, todas las cuales superaban ampliamente a cualquier cañón que los rebeldes tuvieran en Yorktown. El resto de las piezas pesadas estriadas de McClellan eran Parrotts de 20 y 30 libras y rifles de asedio Rodman de 4,5 pulgadas. Para el fuego vertical, tenía cuarenta y un morteros, cuyo calibre variaba desde 8 pulgadas hasta enormes morteros costeros de 13 pulgadas que, cuando se montaban en sus lechos de hierro, pesaban casi 10 toneladas y disparaban proyectiles que pesaban 220 libras. Una vez que finalmente todos estuvieran emplazados y abrieran fuego simultáneamente, como pretendía McClellan, estos cañones de asedio harían llover 7.000 libras de metal sobre los defensores de Yorktown en cada golpe. Esta potencia de fuego eclipsaba incluso a la del asedio de Sebastopol.

Se cavaron y fortificaron quince baterías para estos cañones pesados. “Parece que la lucha se tiene que ganar en parte con los instrumentos de la paz, la pala, el hacha y el pico”, observó un soldado de New Hampshire. Para llegar a los emplazamientos de las baterías, había que abrir nuevos caminos a través del bosque y construir puentes, y hacer transitables los viejos caminos cubriéndolos con troncos. Los mejores en esta tarea resultaron ser los del 1.er regimiento de Minnesota, cuyos hábiles leñadores podían despejar una milla de camino y cubrir con troncos un cuarto de él en un día. Según un cronista de Minnesota, los artilleros rebeldes los oyeron talar los árboles y dispararon al oír el sonido. Las piezas más pesadas del tren de asedio tuvieron que ser transportadas en barcazas por el río York y luego por el arroyo Wormley hasta el frente. Para montar uno de los grandes morteros costeros en la batería, se cortaba el costado de la barcaza, se colocaban vías hasta la orilla y la pieza se elevaba con una grúa y se arrastraba hasta la orilla sobre rodillos para finalmente transportarla hasta su plataforma suspendida bajo un carro de ruedas altas. Simplemente para abastecer los polvorines de la batería se necesitaban 600 vagones llenos de pólvora, perdigones y granadas.

Gran parte de la excavación de baterías, trincheras y reductos se hacía de noche y bajo fuego. “El trabajo nocturno en las trincheras es un espectáculo para recordar”, escribió un hombre de un batallón de ingenieros en su diario, “ver a mil personas alineadas como una caravana de hormigas atareadas en la noche, paleando, con un proyectil que estalla de vez en cuando cerca. Es extraño… que un proyectil se acerque tanto a ti que puedas sentir el viento…” Aunque Fitz John Porter fue puesto al mando directo de las operaciones de asedio, el general McClellan, ingeniero militar de formación, visitó las baterías
constantemente, dirigiendo la construcción, planificando el asalto final, animando a las tropas. “El general McClellan y su personal acaban de recorrer la línea”, escribió un ciudadano de Pensilvania en su diario el 16 de abril. “Echaron un vistazo a las fortificaciones rebeldes, dieron algunas órdenes al general y siguieron adelante. Mientras cabalgaban, se detuvo y encendió su cigarro con una de las pipas del soldado raso”. Estos detalles hogareños del general elevaron la moral.

La importancia de todo este inmenso esfuerzo no pasó inadvertida para Joe Johnston. A medida que el asedio se prolongaba y los yanquis seguían disparando sólo su artillería de campaña en los intercambios periódicos, se hizo evidente que McClellan estaba conteniendo sus grandes cañones de asedio hasta que todos estuvieran emplazados y listos para abrir fuego simultáneamente. El general D. H. Hill, ahora al mando de los confederados que se quedó en Yorktown y Gloucester Point observó que con su control del agua McClellan podía “multiplicar su artillería indefinidamente, y como la suya es tan superior a la nuestra, el resultado de tal lucha no puede ser dudoso”. Uno de sus lugartenientes, Gabriel J. Rains, predijo que cuando el enemigo abriera fuego sería con 300 proyectiles por minuto. Un día, Hill estaba discutiendo sus perspectivas con Johnston. Johnston le preguntó cuánto tiempo podría mantener Yorktown una vez que se abrieran las baterías de asedio federales. “Alrededor de dos días”, dijo Hill. “Yo había supuesto que unas dos horas”, respondió Johnston.

Los exploradores y espías informaron de evidencia de las baterías federales que se multiplicaban rápidamente y de avistamientos de numerosos transportes que entraban en el York, lo que sugería preparativos para un avance río arriba. También se informó de que los yanquis ahora tenían uno o dos buques de guerra “con carcasa de hierro” además del Monitor. Para el ojo militar entrenado, una señal cierta de un ataque inminente era la aparición de las líneas paralelas, las líneas de trincheras avanzadas desde las que se lanzaría el asalto final una vez que los cañones de asedio hubieran derribado las defensas de Yorktown.

El 27 de abril, el general Johnston advirtió a Richmond que las líneas paralelas del enemigo estaban muy avanzadas y que se vería obligado a retroceder para evitar quedar atrapado en sus líneas. El 29 de abril lo hizo oficial: “La lucha por Yorktown, como dije en Richmond, debe ser una lucha de artillería, en la que no podemos ganar. El resultado es seguro; el momento sólo es dudoso... Por lo tanto, me moveré tan pronto como sea conveniente...”. Una vez que Yorktown y la línea del Warwick fueron abandonados, Norfolk no podría mantenerse por mucho tiempo; también debía prepararse para la evacuación.

Johnston envió un llamamiento para que el Merrimack viniera en su ayuda atacando el barco federal en York y alterando los planes mejor trazados de McClellan. (También repitió su anterior llamado a atacar Washington para distraer aún más a su oponente.) Esta idea de una salida del Merrimack ya había captado la imaginación del general Lee, y varias veces instó a la marina a enviar el gran acorazado de noche más allá de Fort Monroe y el cordón de buques de guerra federales para meterse entre los transportes de McClellan como un zorro en un gallinero. “Después de lograr este objetivo”, explicó, “podría regresar de nuevo a Hampton Roads al amparo de la noche”. Para Robert E. Lee, un arma en la guerra sólo era tan buena como el uso que se le daba.

El oficial de bandera Tattnall se quejó de que se esperaba demasiado del Merrimack. Su combate en marzo en Hampton Roads, en el que resultó herido su primer capitán, Franklin Buchanan, había generado expectativas demasiado altas, dijo Tattnall; “Nunca encontraré en Hampton Roads la oportunidad que encontró mi valiente amigo”. La verdad del asunto era que el Merrimack era una propuesta totalmente dudosa: no estaba en condiciones de navegar excepto en una calma absoluta y era pesado de maniobrar, no tenía un blindaje adecuado y estaba propulsado por motores que se estropeaban constantemente. En verdad, también el espíritu aventurero que había marcado a Josiah Tattnall en las batallas de antaño contra la Marina Real y los piratas berberiscos se había enfriado. Ahora, a los sesenta y cinco años, su primer impulso fue catalogar todos los riesgos posibles de cualquier plan, y ciertamente este era un plan cargado de riesgos.

Tattnall estaba horrorizado ante la idea de navegar el Merrimack de noche a través de Hampton Roads y río York arriba. Intentar una salida así de día significaría correr el riesgo de los cañones de Fort Monroe y los del Monitor, la fragata Minnesota de cuarenta y siete cañones y otros buques de guerra federales, por no mencionar la amenaza de ser "golpeado" por los arietes yanquis. Incluso si de alguna manera llegaba sano y salvo al York, los transportes de McClellan probablemente encontrarían refugio de sus cañones en aguas poco profundas y en los arroyos de marea. El oficial de bandera Tattnall solo podía ver peligro en la operación. El general Johnston tendría que arreglárselas sin ninguna ayuda del Merrimack.

Evacuar un ejército de veintiséis brigadas de infantería y caballería y treinta y seis baterías de artillería de campaña (56.600 hombres en total) y su equipo, y llevar a cabo la evacuación en secreto frente al enemigo, fue una tarea verdaderamente desafiante. También fue una tarea complicada, y Johnston tuvo que soportar retrasos causados ​​por todas las complicaciones imaginables. "Continuamente encuentro algo que nunca me habían mencionado antes", se quejó. Finalmente fijó la retirada para la noche del 3 de mayo y la dio como una orden "sin falta". Cualquiera y cualquier cosa que no estuviera lista para moverse esa noche se quedaría atrás. Y a diferencia de la evacuación anterior de Manassas, esta vez todo el ejército federal estaba a solo unos cientos de metros de distancia.

La seguridad perfecta resultó imposible y se filtraron indicios del movimiento. El corresponsal de un periódico del norte, Uriah H. Painter, por ejemplo, entrevistó a un esclavo fugitivo de Yorktown que había visto las caravanas rebeldes saliendo de detrás de las líneas. Sin embargo, cuando Painter informó de esto al jefe de personal Randolph Marcy, le dijeron que no podía ser así; el cuartel general tenía "inteligencia positiva" de que el enemigo iba a montar una lucha desesperada en Yorktown.

Ese era, en efecto, el mensaje de la mayor parte de la información que llegaba al general McClellan. El 2 de mayo, otro contrabando informaba de que los confederados contaban con 75.000 hombres y tenían la intención de resistir hasta que los alcanzaran 75.000 más. El 3 de mayo, el detective Pinkerton anunció que la fuerza del enemigo oscilaba entre 100.000 y 120.000 hombres, y como se trataba simplemente de una “estimación media”, era muy probable que “fuera inferior, en lugar de superior, a la fuerza real de las fuerzas rebeldes en Yorktown”. McClellan vio así confirmado otro de sus saltos intuitivos de lógica. Así como había estado seguro a principios de abril de que Magruder nunca intentaría mantener una línea a lo largo de la península con tan sólo 15.000 hombres, ahora concluía que con ocho veces esa cantidad, el enemigo se quedaría sin duda y libraría una lucha decisiva. “No puedo imaginarme una evacuación posible”, le dijo a Baldy Smith.

Heintzelman siguió adelante con su plan para el gran asalto. Las baterías pesadas abrirían fuego simultáneamente al amanecer del lunes 5 de mayo, el trigésimo primer día del asedio. Una vez que las baterías costeras enemigas fueran silenciadas, las cañoneras y el nuevo acorazado Galena pasarían rápidamente para tomar las defensas de Yorktown en reversa. La división de refuerzo del general Franklin procedente de Washington, retenida a bordo durante diez días mientras McClellan debatía qué hacer con ella, fue llevada a tierra para añadir peso al ataque. Después de un día o dos de bombardeo incesante (o sólo unas horas, predijeron algunos), se suponía que todos los cañones y fortificaciones entre Yorktown y las cabeceras del Warwick serían demolidos. El Tercer Cuerpo de Heintzelman asaltaría entonces la posición. "Veo el camino despejado hacia el éxito y espero hacerlo brillante, aunque con pocas pérdidas de vidas", dijo McClellan al presidente Lincoln.

Después del anochecer del 3 de mayo, un sábado, los confederados iniciaron un tremendo bombardeo con sus cañones pesados. Los proyectiles no apuntaban a ningún punto en particular, sino que parecían apuntar a cualquier parte, haciendo que los yanquis cayeran al suelo por todas partes. Sus espoletas encendidas trazaban brillantes arcos rojos en el cielo oscuro. El cirujano de un regimiento de Nueva York lo llamó “una magnífica exhibición pirotécnica”. Al final, los cañones se silenciaron y, por primera vez en un mes, todo quedó en completo silencio. Al amanecer, el general Heintzelman subió al globo Intrepid con el profesor Lowe. “No pudimos ver un arma en las instalaciones rebeldes ni a un hombre”, escribiría el general en su diario. “Sus tiendas estaban en pie y todas silenciosas como una tumba”. Gritó que el ejército rebelde se había ido.

Los yanquis que estaban de guardia se apresuraron a avanzar y treparon a los reductos vacíos, y el abanderado del 20.º Regimiento de Massachusetts afirmó ser el primero en plantar la bandera de las barras y estrellas sobre Yorktown. “Los soldados lanzaron vítores tremendos”, escribió el teniente Henry Ropes del 20.º Regimiento, “y fue en general una ocasión gloriosa”. Otro soldado de Massachusetts, que deambulaba por uno de los campamentos rebeldes abandonados, quedó impresionado por el mensaje garabateado con carbón en una de las paredes de la tienda: “El que lucha y huye, vivirá para luchar otro día. 3 de mayo”.

sábado, 17 de mayo de 2025

Malvinas: El Equipo de Combate Bouchard enfrentando al SAS


El Equipo de Combate Bouchard enfrentando al SAS



 

La Península: una fortaleza entre las aguas

Enclavada entre las olas y el viento, la península se alza como un bastión estratégico de gran importancia. Su dársena, de 130 metros por 70, resguarda embarcaciones como un puerto natural. El muelle, construido mayormente en piedra, revela su lado más rústico al norte, donde la madera toma protagonismo. Hacia el oeste, un espigón de concreto alberga un pequeño pero vital muelle de combustible de 60 metros. Dos gigantescos tanques, con capacidad de más de dos millones de litros cada uno, dominan el terreno junto a una sólida casa de piedra y ladrillo, un galpón, un establo y otras construcciones que completan este enclave. Desde el sur, un camino serpentea hacia Puerto Argentino, conectando este punto clave con el corazón de la isla.

Pero fue el 5 de abril de 1982 cuando este rincón adquirió un papel trascendental. Un grupo de tiradores de la Infantería de Marina se desplegó en el muelle de Camber, dando inicio a la preparación defensiva de la península. Día tras día, posición tras posición, la estrategia se fue consolidando hasta el 30 de mayo, cuando una Sección de Marinería proveniente del Apostadero Naval se sumó al esfuerzo.

Lo que siguió fue un ejemplo notable de adaptación y espíritu de cuerpo. A pesar de sus distintas formaciones técnicas, estos marinos demostraron un fuerte compromiso militar. Se integraron por fracciones a cada “Loma”, adaptándose con naturalidad al terreno y a las condiciones de combate. Aquella experiencia los marcó. Aún hoy, décadas después, se reúnen con emoción, recordando su transformación temporal en Infantes de Marina y el lazo inquebrantable que los unió en aquella gesta.





La defensa quedo formada por dos Secciones de Tiradores de Infantería de Marina, una Sección de Tiradores de Marinería del Apostadero Naval y una batería antiaérea del GADA 101.Estas fracciones de distintos orígenes de la Armada más la Batería B del GADA 101 conformaron el Equipo de Combate Conjunto Bouchard nombre propuesto por el Mayor Jorge Alberto Monge
El conscripto clase 62 Gabriel Asenjo del Apostadero Naval que integró la Sección de marinería  formó parte de los defensores de Loma 4; específicamente su grupo debía proteger los tanques de combustible, nos dice: «Estábamos armados con fusil; nuestro grupo se ubicó al sur de la Loma, mirando hacia los 2 tanques de combustible. Durante el día dejamos una guardia y vivíamos en un refugio construido por los ingleses posiblemente durante la Segunda Guerra Mundial; su construcción circular de pirca contaba con un hogar a turba, su altura era de 1,50 metros, el techo de madera y chapa, fue cubierto con tepes de turba. Durante los ataques y de noche hacíamos guardias en pozos de zorro con techo de chapa que miraban hacia los tanques, alojábamos 2 o 3 hombres, estaban ubicados a unos 20 metros del refugio y a 20 metros entre ellos. Nuestro grupo se mantuvo muy unido y tratábamos de aprender a combatir como infantería de los infantes de marina cercanos. Recuerdo que el teniente Imboden nos daba e inspiraba confianza, su trato amable, siempre sonriente, pero firme nos tranquilizaba incluso en el último día de combate cuando esperábamos el asalto inglés. Nuestro grupo lo constituía el suboficial Aguirre, cabo Anauk, cabo Iñiguez y los conscriptos Corletto, Luna, Giri, Soler y yo».  Consolidado el despliegue en Camber la guarnición se preparó para soportar el inminente ataque  final.
En los últimos días previos a la noche del 13 de junio se habían visto movimientos de tropas y helicópteros en las alturas inmediatamente al norte de Camber. Se sabía que las tropas del RI Mec 7 estaban soportando un abrumador fuego del atacante británico; de hecho se había perdido el contacto con ese regimiento. Sólo se lo mantenía con la Batería del GADA 101 pues su jefe el Mayor Monge, se encontraba en el PC de Loma 1.



El fuego se intensificó aún más a partir de las 22:00. Este cuadro de situación se percibía con toda nitidez desde Camber. Se veían los efectos del fuego sobre Tumbledown, Wireless Ridge, en la profundidad del dispositivo propio y el fuego de contrabatería.
Los proyectiles iluminantes, las explosiones y las trazadoras de ametralladoras permitían «seguir» el combate de las primeras líneas en contacto.
El combate para estos hombres que estaban en Camber comenzó cuando los Ojos 1 y 2, puestos adelantados de los puntos fortificados en Loma 1 y 2 respectivamente, ven aproximarse a 3 botes de los cuales desembarcaron 1 hombre por bote los que permanecieron agazapados. Esta novedad fue informada al PC en Loma 1 donde el mayor Monge y el teniente Gazzolo, ordenan no abrir fuego en espera de clarificar la situación, no delatar la posición y coordinar los fuegos de las Lomas y de los cañones HS de la batería.
Recuerda el Ex conscripto de la infanteria de marina Víctor Villagra 


-Yo tenía visor nocturno y miraba hacia el aeropuerto y Rodríguez mi compañero miraba hacia Monte Longdon. 


Rodríguez dice: 


¨Villagra veo una mancha en el agua. Fijate que es eso. Yo con el visor nocturno veo una mancha en el agua, una sombra de una nube. Era una noche de luna. No le des bola Rodriguez.¨ 


Al poco tiempo Rodríguez me repite a Villagra:
 

¨Fijate de nuevo¨.


Al fijarse Villagra ve perfectamente tres botes de desembarco entre Ojo 1 y Ojo 2 que eran los otros puntos de guardia sobre la costa.
Dice Villagra:

¨Automáticamente doy aviso a Ojo 1 y Ojo 2 pero no me contestan. Eran dos soldados en cada puesto.
 Sigo llamándolos"
Ojo 1 Ojo 1 acá Ojo 3 cambio.:
Nada.
Ojo 2 Ojo 2 acá Ojo 3 cambio:

Tampoco. Pensé. A estos 4 soldados ya los degollaron y los próximos somos nosotros. Con el visor nocturno empezamos a mirar para todos lados. Estos gringos ya habían desembarcado y había degollado a 4 y los otros dos somos nosotros pensaba mientras con Rodríguez nos alistábamos a combatir. Doy aviso a los puestos pero nadie me responde. Pienso no debe andar el teléfono y de repente por el teléfono me contacta Loma 2 que era la del medio. Nos interrogan y dicen: ¿que ven Ojo 3? Le respondo tres botes en la playa con gente junto a los botes. Ademas no me contestan ni Ojo 1 ni Ojo 2 . Me responden: Quédense tranquilos ellos ya se replegaron. Es decir subieron a las posiciones de arriba y a los 3 botes ya se los vio y los tenemos en las miras.



Villagra dice: 


Quedamos nosotros solos abajo. Los botes distaban 300 m, de Loma 1 y 200 m de Loma 2 y 500 de Loma 3 donde el Guardiamarina IM Barrios contaba con una ametralladora 12,7mm con mira nocturna con la cual observaba claramente a los tres botes. Loma 2 nos preguntó si teníamos munición trazante. Le contestamos que si.
Bueno, tiren Uds y donde tiren Uds tiramos todos. Tengan cuidado porque la munición trazante dirige el fuego pero marca su posición. Le avise a Rodriguez la orden es fuego libre. Loma 2 nos dice: Cuando Uds dispongan tiren. La tension aumentaba . Rodríguez en ese momento me dice: No traje mi correaje. Es decir donde llevan 6 cargadores cada costado. Tenia puesto un cargador con 20 tiros y uno dado vuelta atado al primero como les habían enseñado. Yo tenia 80 tiros en mi correaje y 21 tiros con mi PARA FAL.

Villagra y Rodríguez abren fuego. A su vez se concentran las ametralladoras de Loma 1 y 2 y los fusileros de las tres lomas,  30 tiradores aproximadamente y luego el de los cañones del Ejército argentino. Ante este volumen de fuego el enemigo inicia la retirada.



Cuando abrimos fuego relata Villagra los ingleses prendieron sus motores y se fueron en abanico: uno a la derecha, otro a la izquierda y el otro para el medio-Ellos se replegaban pero tirando desde los botes, pero las balas claramente hacian blanco. Uno de los botes ellos se vino para nuestro lado. Lo teníamos a pocos metros. Pobrecito, a ese lo teníamos como tiro al pichón. Además de tirarles nosotros de arriba también le tiraban, los botes se alejaron pero de seguro les causamos bajas.
Mientra esto pasaba el rompehielos  Irizar ilumina con reflectores sumándose a los proyectiles iluminantes de los morteros de las Lomas. Esto permite ver el espejo de agua con toda claridad. Gracias a esto se detectó una segunda ola de asalto de 5 botes que estaban cerca del Irizar, los comandos ingleses de la segunda ola habían aprovechado el buque para pasar sin ser vistos, pero ahora  al verse descubiertos tratan de alejarse y continuar con su desembarco más hacia el oeste. Pero son atacados por los defensores de camber, ahora los ingleses volvían escapando hacia la orilla de donde habían salido. Los disparos los perseguían. Cuando estaban llegando al punto de partida caen piques de los morteros de 120 mm pero caen en cortos inmediatamente se corrigen el tiro y caen en la costa opuesta desde donde se había lanzado el ataque.
Recuerda Villagra - después de rechazarlos- Nos tuvimos que quedar 2 horas en el lugar con poca munición . Una patrulla de IM salió a rastrillar porque no sabíamos si habían dejado comandos ahí. Al amanecer se podía observar en la costa opuesta dos botes abandonados y uno a la deriva. Ese  medio día se terminaron las hostilidades y debemos rendirnos
Según fuentes británicas. Eran entre 6 y 8 comandos por bote.



Observación del combate desde el ARA Almirante Irizar

El buque hospital Almirante Irizar, que había quedado en la línea de fuego, durante este combate. Había ocupado impensablemente un sitio destacado del encuentro desde donde, como si fuese un cuadro alucinante, algunas instrumentadoras como Maria Marta Lemme pudieron ver azoradas como una gran cantidad  de proyectiles trazantes llegaban picando hasta las proximidades del buque mientras los comandos británicos buscaban desesperadamente alejarse del fuego de fusiles y artillería argentina que impidió su avance y logró dispersarlos. Con las primeras luces del día, desde el Almirante Irizar, se alcanzó a ver en una playa cercana a varios botes semirrígidos y gomones, con evidentes averías causadas por el fuego y algunos cuerpos sin vida junto a los mismos. Ya a media mañana un grupo de tres helicópteros SH Sea King de la Armada británica se acercó a los restos de botes y cuerpos esparcidos en la playa. Sin que los aparatos tocaran tierra, varios hombres descendieron con sogas y comenzaron a recoger, todo lo que allí había quedado. Con ayuda de malacates izaron a bordo además de armas, cascos, botes, radios, visores y salvavidas, a los cuerpos yacentes, previo haberlos colocado en bolsas negras. Cumplida esa maniobra cuya evidente intención era borrar las huellas del desastre, las aeronaves se retiraron del lugar.

Acción del desembarco- versión británica

Esta acción fue vista por los británicos de la siguiente forma: Al tiempo que los Guardias luchaban por Tumbledown, una igualmente dramática serie de acciones se desarrollaba al extremo norte de las líneas británicas. Mientras la Brigada 5 presionaba desde el sur, el 2 de Paracaidistas debía tomar Wireless Ridge como punto inicial desde el cual el 3 de Paracaidista lanzaría la fase siguiente del ataque inglés en la noche del 14 de junio. . Esta operación empezó la noche del 12 de junio cuando 4 hombres del SBS desembarcaron en la isla Kidney, al noroeste de Wireless Ridge. Se mantuvieron ocultos durante el día y en la noche del 13 salieron para cumplir una rápida gira de ataque a las posiciones enemigas en el confín este de Wireless Ridge. Ya en ruta, se les informa un cambio en la misión, ahora debían atacar Camber, en el camino se le sumaron 20 hombres del Escuadrón D, SAS, que habían participado el ataque a la isla Pebble (Borbón),. El objetivo de la operación consistía en un desembarco y posterior infiltración, para luego realizar ataques con el objetivo de distraer la atención de los Argentinos y darles mas posibilidades de éxito a las actividades del 2 de Paracaidistas en el oeste. Estos hombres del SAS estaban ansiosos por darle el golpe final a los Argentinos y es así que partieron en sus botes hacia una zona que se creía que estaba sin protección, se desplazaron sigilosamente, mientras se acercaban no detectaron movimientos, los Argentinos estaban ocupados con los combates en los montes, todo marchaba bien, los exploradores dieron aviso que era seguro el desembarco.  El resto de los botes emprendieron el avance hacia allí, mientras los primeros comandos resguardaban la zona de desembarco fueron sorprendidos y se descargó sobre ellos un fuego abrumador de fusiles, ametralladoras y morteros. Los botes del Escuadrón de Ataque fueron alcanzados y dañados, la presión era muy fuerte, Las fuerzas especiales Argentinas los emboscaron, viendo las circunstancias y que seguramente serian aniquilados, el jefe de la partida debió ordenar retirada hasta lugar seguro. Mientras se movían otra mal se sumó, un barco argentino encendió inmediatamente sus faros rastreadores e iluminó el área. Antes de que la partida pudiera ponerse a cubierto, dos SAS y un SBS fueron heridos. Como si fuera poco los botes que se aproximaban fueron iluminados y atacados desde la costa. Tuvieron que escapar de ahí con dirección al punto de partida. . Fue una operación aparatosa, que a muchos oficiales pareció más propia de la piratería que de las artes militares, y que estuvo a punto de resultar un desastre total. Pero por suerte pudieron romper el contacto y alejarse.



Malvinas Historias de Coraje

Argentina: Desfile militar en 1954

viernes, 16 de mayo de 2025

Crisis del Beagle: El incidente del Jet Ranger y el Alouette (versión chilena)

Las persecuciones que pudieron desatar la guerra en el Canal de Beagle

Bastián Díaz || La Tercera


  • Los episodios bélicos, relatados por el diario La Nación, dan cuenta de un par de acciones que podrían haber significado el enfrentamiento directo entre helicópteros chilenos y argentinos.


Un testimonio publicado por el diario La Nación da cuenta de un momento crítico en la historia de la relación entre Chile y Argentina. Se trata de una persecución entre helicópteros, y dos casi coaliciones entre naves rivales, en medio del conflicto por las islas en el Canal de Beagle.

Corría septiembre de 1980, y el conflicto del Beagle estaba en pausa: ya hace un año que, a través de la “mediación papal”, Santiago y Buenos Aires se comprometieron a no hacer uso de la fuerza para solucionar la disputa, a través del Acta de Montevideo. Así, se había vuelto a un statu quo militar anterior a 1977, en espera de la resolución definitiva del caso.

“Sin embargo, mientras el cardenal Antonio Samoré negociaba con las partes, las dos Armadas pretendieron mantener el control de la zona en conflicto. Tanto la Argentina como Chile patrullaban cada día las islas Picton, Lennox y Nueva, las más importantes joyas en disputa, además de otros islotes en los canales fueguinos”, señala el diario transandino.



El día clave de estos episodios es el 15 de septiembre de 1980, cuando entre patrullajes y desconfianza, marinos argentinos y chilenos se encontraron frente a frente en zona de conflicto. El testimonio de sus protagonistas, aviadores argentinos, retrata el evento. “Miguel Fajre, joven aviador naval argentino con el grado de teniente de corbeta, pilotea un pequeño helicóptero Alouette SA 316B de combate construido en Francia. Patrulla en solitario los canales fueguinos. Despegó desde la cubierta del Crucero ARA General Belgrano en un vuelo de rutina. Va maravillado por el paisaje austral”, relata el medio argentino.

A pesar de que normalmente ese helicóptero tiene capacidad para varias armas, esta vez vuela desprovisto de armamento, fungiendo como “spotter”, la nave que observa para el Crucero General Belgrano. Junto a él lo acompaña el cabo Rubén Cirillo, que cumple como mecánico de la nave. Ahí, reciben una orden desde el Belgrano: ir a la Isla Gable. Camino al objetivo, observa cuatro lanchas torpederas chilenas rodeando la costa en dirección al Crucero. Informando de esas cuatro lanchas al capitán del Belgrano, este último le da una sola orden: “intercéptelas”.

El diario La Nación apunta: “El Alouette inicia su vuelo táctico de combate y alcanza a las lanchas torpederas chilenas. Primero las sobrevuela a baja altura y luego se sitúa detrás de ellas. Los navíos chilenos mantienen su curso navegando en columna directo al islote Snipe, que se encuentra a doce kilómetros de distancia”.

Las lanchas siguen siguiendo al Belgrano, y Fajre recibe otra alerta: un helicóptero perteneciente a la Aviación Naval chilena, un Bell Jet Ranger, se aproxima al crucero para simular un ataque. Fajre “no duda en romper su vuelo e iniciar la persecución sobre el helicóptero naval chileno”, apunta el medio. Así, se aproxima al vehículo chileno y pasa por delante “con riesgo de colisión”, forzando al chileno a evadir al Alouette. “Esta vez, ensaya una arriesgada maniobra: vuela de frente hacia su contrincante, a la misma altura y con rumbo de colisión. El helicóptero trasandino (chileno) lo imita, los dos pilotos sostienen sus comandos, pero a último momento, ante la inminente tragedia, el chileno rompe su trayectoria”, indica La Nación.

Ahí, Fajre pasa a otro espacio, y arriesgándose hace un giro violento para continuar la persecución, forzando al helicóptero chileno a alejarse. Luego de la maniobra, se comunica con el crucero y le indica que el helicóptero enemigo no portaba armamento y tomaba rumbo a territorio chileno.



Pero esto no es todo, porque un rato después otra llamada desde el Crucero General Belgrano alerta a Fajre de un nuevo helicóptero, otro Bell Jet Ranger chileno, volando rumbo a la nave. “Esta vez Fajre no espera para sorprenderlo y, como hace instantes, se muestra de frente y vuela hacia el Bell Jet Ranger con rumbo de colisión, a su misma altura. Si ninguno de los dos helicópteros rompe su línea de vuelo, chocarán en el aire, se destruirán las dos naves y morirán todos sus tripulantes”, señala La Nación.

El mismo protagonista, el entonces teniente de corbeta Miguel Fajre, contó al diario argentino: “El cabo principal Rubén Cirillo, conmocionado por lo que nos tocaba vivir, observaba la escena atento a mis indicaciones. Me aproximé desde 900 metros de frente al otro helicóptero achicando distancias, 800, 700, 600, 500, 400, 300 metros... y no le iba a aflojar nunca. Cien metros antes de una colisión segura, el Bell Jet Ranger rompió su línea de vuelo y viró hacia la derecha con rumbo sur. Yo realicé un viraje cerrado y comencé a perseguirlo”. En ese entretanto, desde la lancha argentina Indómita observan lo que ocurre en el aire y no dudan de retratar la acción con una foto, en la que se ve al Alouette volando a cuarenta metros de distancia del vehículo chileno, y forzándolo a retirarse.



Para terminar el día, una última acción casi retoma el problema. “A continuación, el Alouette toma rumbo hacia el Crucero Belgrano. Fajre observa a los dos helicópteros Bell Jet Ranger agruparse, uno detrás del otro, manteniendo una distancia de cien metros entre sí, en la lejanía. Las siluetas aumentan y se da cuenta que regresan con rumbo al crucero, todo parece que va a comenzar de nuevo…”, apunta el diario, antes de señalar que, a casi dos kilómetros de distancia, terminan cambiando su rumbo al sur: “Han pasado quince minutos interminables, una eternidad”.

En el diario argentino concluyen así: “Es el final de un episodio que en su momento no tuvo mayor trascendencia pero que bien podría haber desatado la guerra entre la Argentina y Chile”.

Submarino en Quequén: Más sobre el submarino nazi autohundido

jueves, 15 de mayo de 2025

Tanque anfibio: El PT-76 en India, Egipto y muchos escenarios más

La caballería blindada india avanzó—y nadó—hasta Bangladesh

Tanques anfibios ayudaron a las tropas indias a librar una guerra relámpago en una tierra llena de ríos
por Sébastien Roblin || Trench Art

Este es el segundo artículo de una serie de dos partes sobre el tanque anfibio PT-76.

A fines de los años 60, el PT-76 soviético, de blindaje liviano, fue una sorpresa para las tropas estadounidenses en Vietnam. A mil kilómetros al oeste, ese mismo tanque iba a jugar un rol en el destino de lo que entonces era Pakistán Oriental—hoy Bangladés.

Para el otoño de 1971, el ejército indio ya estaba asistiendo activamente a la insurgencia del Mukti Bahini, que se había alzado en armas tras una brutal represión por parte de Pakistán Occidental en marzo. El gobierno de Indira Gandhi esperaba que estallara una guerra a gran escala, y necesitaba una forma de dar apoyo blindado a sus tropas, a pesar de los numerosos ríos del delta del Ganges que bloqueaban el paso.

Por eso, el ejército indio concentró sus dos regimientos de PT-76 en la zona—el Regimiento de Caballería 45 y el Regimiento Blindado 69, además de dos escuadrones independientes, el 1.º y el 5.º. Enfrente tenían cinco escuadrones pakistaníes de tanques livianos M24 Chaffee (66 en total) y tres pelotones de PT-76, algunos capturados a la India en la guerra de 1965.

Antes de que se declararan oficialmente las hostilidades, el 21 de noviembre el ejército indio infiltró a 800 soldados del Batallón Punjab 14 cruzando la frontera cerca del caserío de Garibpur, para asegurar una carretera clave que llevaba a Jessore. Catorce PT-76 del Escuadrón C de la Caballería 45 los apoyaban.

El ejército pakistaní estaba al tanto de la presencia india, y contraatacó a la mañana siguiente con una brigada completa de 2.000 soldados, respaldados por decenas de tanques M24 Chaffee. Este era un tanque liviano de la Segunda Guerra Mundial, armado con un cañón de 75 mm—el mismo que usaba el Sherman—y con blindaje delgado, de no más de 38 mm.

Por una vez, los PT-76 enfrentaban a un enemigo blindado en condiciones relativamente parejas. Sin embargo, los pakistaníes superaban en número a los indios tres a uno.


Tropas indias posan al lado de un tanque M24 pakistaní dejado fuera de combate en la batalla de Garibpur. Esta foto fue enviada a la prensa occidental. Indian Army photo

Pero en la guerra, el factor sorpresa lo es todo. Por suerte para los indios, sus tanquistas anticiparon el ataque: escondieron sus vehículos en posición de emboscada y montaron rifles sin retroceso antitanques. Cuando los tanques pakistaníes avanzaron entre la niebla espesa de la madrugada, las tripulaciones indias corrieron a sus vehículos bajo el mando del Mayor D.S. “Chiefy” Narag.

Los M24 sólo se hicieron visibles a distancias de 30 o 50 metros. Los PT-76 abrieron fuego, destruyendo 10 Chaffees en una intensa batalla de 30 minutos. Los tanques pakistaníes apenas lograban divisar al enemigo en medio de la niebla.

Narag destruyó personalmente dos tanques antes de morir por una ráfaga de ametralladora. Más tarde, los indios repelieron un segundo ataque de un pelotón de M24.

Cuando la niebla se disipó por la tarde, el escuadrón indio había destruido o capturado 14 Chaffees, con la pérdida de seis de sus tanques anfibios. La infantería india, junto con sus armas sin retroceso, causó más bajas y obligó a los pakistaníes a retirarse.

Aviones de combate F-86 Sabre de Pakistán bajaron a dar apoyo aéreo, pero cazas Gnat indios los interceptaron a las 15:00 hs, derribando dos y dañando un tercero.

La victoria del grupo indio, pese a estar en desventaja numérica, levantó la moral antes de que la guerra se declarara formalmente. Las hostilidades comenzaron con fuerza tras un fallido ataque preventivo pakistaní el 3 de diciembre de 1971. El ejército indio cruzó la frontera de Pakistán Oriental con apoyo de guerrilleros del Mukti Bahini.

El ejército pakistaní estaba atrincherado en una ciudad fortificada tras otra, separadas por grandes ríos que dificultaban el avance de tanques y artillería pesada. Sin embargo, la India apostó por una campaña tipo Blitzkrieg, con avances rápidos para rodear y aislar las defensas pakistaníes, usando helicópteros Mi-4 y tanques PT-76 para cruzar los grandes ríos.


PT-76s del Ejército Indio con pelotones de infantería montados encima. Foto via Indian military forums

No todas las operaciones anfibias salieron bien. Los tanques del 5.º Escuadrón se empantanaron varias veces y se atrasaron. El 12 de diciembre, intentaron vadear el río Meghna, pero los sellos del casco resultaron defectuosos, y tuvieron que buscar un camino terrestre.

Además, los vehículos, de blindaje liviano, sufrieron pérdidas ante rifles sin retroceso pakistaníes de 106 mm, incluso cuando los ataques eran exitosos.

En otros frentes, los tanques anfibios demostraron su utilidad. Cuando las tropas indias quedaron frenadas en Gobindganj por un batallón pakistaní con tanques y artillería, el Batallón 63 ejecutó una maniobra de flanqueo cruzando 55 km de ríos y terrenos pantanosos.

Sobre los PT-76 viajaban escuadrones de 12 Gurkhas nepaleses, famosos por su combate cuerpo a cuerpo con cuchillos kukri. Tomaron la ciudad por sorpresa, destruyeron un Chaffee, capturaron una batería de obuses de 105 mm y un escuadrón separado de PT-76 cortó la retirada enemiga, capturando a los que huían.

Antes, el 1.º Escuadrón había expulsado a una tenaz compañía pakistaní de infantería de Mian Bazar el 4 de diciembre, perdiendo cuatro tanques. El 9 de diciembre, el mismo escuadrón asaltó los muelles de Chandpur, también con Gurkhas a bordo, y se topó con tres lanchas artilladas pakistaníes en el río Meghna.

Los tanques hundieron las tres en un intenso tiroteo, rescatando a 180 sobrevivientes de los 540 a bordo.

Dos días después, se encontraron con otra lancha y la destrozaron con 54 proyectiles de 76 mm, hasta que encalló. Luego, los tanques cruzaron el río una y otra vez con tropas y equipo, aunque sus motores a veces se recalentaban y necesitaban ser remolcados por botes civiles.

El 9 de diciembre, los tanques pakistaníes se cobraron venganza en Kushtia, emboscando al Escuadrón A de la Caballería 45. El Mayor Sher Ur Rahman posicionó sus dos pelotones de M24 con infantería en una zona elevada rodeada de campo abierto.

Seis PT-76 indios y un batallón de infantería Rajput 22 cayeron en la trampa. Un tanque fue destruido en la primera ráfaga. Cuatro más resistieron, destruyeron un M24 y luego fueron eliminados. El vehículo líder escapó a toda velocidad, sembrando el pánico en la infantería.

La India tardó dos días en organizar un asalto total a Kushtia... sólo para descubrir que los defensores se habían retirado en silencio.

La Caballería 45 volvió a la acción pronto, nadando por el río Bhairab para tomar el ferry de Syamganj, capturando 3.700 soldados en fuga. El Escuadrón A volvió a mojarse el 14 de diciembre, cruzando el río Madhmuti con infantería encima para tomar el ferry de Kumarkhali, capturando 393 prisioneros más.

Dos días después, el comandante de las fuerzas pakistaníes en el este se rindió en Dacca, dando nacimiento al nuevo estado de Bangladés. El ejército indio había avanzado con velocidad asombrosa por los ríos del delta del Ganges, con el PT-76 como pieza clave del éxito.

Estos tanques livianos sufrieron pérdidas considerables—una fuente habla de 30 destruidos o dañados—y no siempre fueron fiables. Pero flanqueando con agresividad, cortando retiradas enemigas y trabajando codo a codo con infantería, los tanquistas indios sacaron buen provecho de sus vehículos livianos.


PT-76 egipcio capturado en el Museo de Yad-la Shiryon en Israel. Note el rompeolas desplegado. Bukvoed photo via Wikimedia

Cruzando el canal de Suez—en ambas direcciones

Siria y Egipto también usaron PT-76 en sus guerras contra Israel, y Egipto perdió 29 de ellos frente a tanques israelíes durante la Guerra de los Seis Días. Pero El Cairo volvió a invertir en estos tanques anfibios porque tenía un rol específico en mente para ellos: participar en el cruce épico del canal de Suez, que separaba la fuertemente fortificada frontera entre Egipto e Israel en el ataque inicial de la Guerra de Yom Kipur.

Sin embargo, en la práctica, el PT-76 ocupó un papel modesto durante el cruce de 90.000 soldados egipcios y casi 1.000 tanques. Después de un intenso bombardeo de artillería egipcio, el 6 de octubre de 1973 a las 14:00 hs, 20 PT-76 de la Brigada de Infantería de Marina 130 cruzaron a nado el Gran Lago Amargo (Great Bitter Lake), escoltando a mil infantes de marina montados en transportes blindados anfibios BTR-50.

El ejército israelí no había construido fortificaciones ni rampas de arena en la orilla opuesta del lago, así que los marines egipcios cruzaron sin oposición antes de las 14:40, y comenzaron a limpiar los campos minados cercanos. Dos horas después, repelieron un contraataque de una compañía blindada israelí, destruyendo dos tanques y tres vehículos blindados de transporte con la ayuda de misiles antitanque Sagger.

La brigada mecanizada luego llevó a cabo ataques relámpago contra la base aérea israelí de Bir El Thamada y estaciones de radar cercanas.

El Batallón de Infantería de Marina 603 se separó después para capturar y mantener el Fuerte Putzer, tomando la posición (que estaba desocupada) el 9 de octubre y defendiéndola hasta el final de la guerra a pesar de repetidos contraataques. Mientras tanto, el Batallón 602 avanzó hacia el este, donde tuvo la mala suerte de toparse de noche con un batallón de 35 tanques Patton israelíes sobre la carretera de Artillería.

Ese combate nocturno no salió bien para los 10 PT-76 del batallón, que quedaron cegados por los reflectores de xenón de los Patton. Los tanques israelíes devastaron a la unidad egipcia, obligando a los sobrevivientes a replegarse a sus líneas.

Pero la historia del PT-76 y el canal de Suez no termina ahí.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) habían capturado dos docenas de PT-76 durante la Guerra de los Seis Días, y los reacondicionaron con motores y ametralladoras de fabricación estadounidense. Se sabe que varios de estos tanques se usaron en la Operación Raviv en 1969, una incursión anfibia relámpago con vehículos capturados contra radares egipcios y sitios de misiles antiaéreos sobre el canal de Suez, durante la Guerra de Desgaste.

Una semana después del cruce egipcio en 1973, las FDI ya habían estabilizado la línea del frente en el canal, pero seguían enfrentando al grueso del Tercer Ejército egipcio del lado israelí. En vez de atacarlo de frente, el General Ariel Sharon flanqueó sus posiciones, forzando una ofensiva blindada que cruzó de vuelta hacia el lado egipcio del canal.

El 14 de octubre, siete PT-76 israelíes y ocho BTR-50 anfibios de la 14.ª Brigada Blindada cruzaron el canal a nado. Una vez del otro lado, empezaron a destruir instalaciones egipcias de apoyo, volando bases logísticas, radares y sitios de misiles antiaéreos poco defendidos, permitiendo que la aviación israelí operara con libertad total.

Un informe de la CIA incluso menciona que los tanques llevaban conductores de habla árabe y marcas egipcias falsas para sembrar confusión detrás de las líneas enemigas.

Luego se les unieron muchos tanques israelíes pesados, que cruzaron en pontones y puentes capturados. Estas fuerzas rodearon al Tercer Ejército egipcio en las semanas siguientes, lo que llevó a Estados Unidos a imponer un alto el fuego que puso fin a la guerra el 25 de octubre.

Conflictos posteriores

El PT-76 participó en numerosos conflictos más. Durante más de medio siglo, el ejército de Indonesia lo usó para invadir Timor Oriental, patrullar contra separatistas de Banda Aceh y reprimir disturbios en la isla de Ambón.

En Angola, los PT-76 combatieron contra vehículos blindados Ratel sudafricanos durante la guerra civil. En Irak, los tanques anfibios lucharon durante la guerra Irán-Irak y fueron bombardeados por fuerzas estadounidenses en 1991 y 2003.

Durante las guerras civiles en Yugoslavia, varios bandos usaron PT-76.

El modelo chino, el Type 63, se usó en la guerra sino-vietnamita de 1979, donde sufrió fuertes bajas por cohetes RPG. También se vio en combate en la guerra civil de Sri Lanka.

Incluso Rusia usó PT-76 en Chechenia.

De hecho, la infantería de marina rusa recién retiró los últimos 30 PT-76E mejorados en 2015. Esos modelos llevaban cañones automáticos dobles de 57 mm, motores nuevos y sistemas modernos de puntería.

A día de hoy, cientos de PT-76 siguen en servicio en todo el mundo, así que la historia de este tanque de 60 años, que parecía subarmado y poco protegido desde que salió de fábrica, todavía no terminó.