La Contraofensiva desencadenada por Montoneros en los años ’79 y ’80 costó más de 200 vidas y sigue siendo un capítulo muy duro de la historia del país, que Larraquy desmenuza en minuciosa investigación.
¿Por qué seguir escribiendo sobre los Montoneros?
–Por infinidad de razones... Pasión por la historia y en ese marco sentirme muy atrapado por los ’60 y ’70... Un tiempo de mucha entrega a todo o nada. En ese marco me metí en la Contraofensiva de Montoneros de los ’79 y ’80. También me alentó que tenía mucho material suelto.
–¿Suelto de qué?
–Material, contactos que había acopiado para mis anteriores libros (ver recuadro)... La Contraofensiva de Montoneros me rondaba desde hacia años.
–¿Qué tenía de desconocido ese tema? En todo caso hay una lectura: un inmenso equívoco de los Montos.
–Yo no hablaría en términos de desconocido, sino más bien de ampliar la reflexión sobre el hecho...
–¿Del “relato” que la tragedia tapó?, como dice Fernando Savater sobre determinados proceso históricos.
–Algo de eso... Había un vacío en relación a la Contraofensiva ’79/’80... Se hablaba de quienes participaron de esa decisión en términos de la suerte que corrió la mayoría de ellos: desaparecidos.... Se los reconocía como eso: desaparecidos, pero no como combatientes, soldados de una causa abierta a la polémica, pero una causa.
–Sucede que estuvo alentada por una lectura muy inexplicable de lo que estaba sucediendo en Argentina: un país con una inmensa mayoría respaldando, por ación u omisión, a la dictadura.
–Bueno, desde la historia la Contraofensiva estaba resumida en términos de una demonización: “Fue una decisión de Firmenich”.... Y ahí terminaba todo. Pero no estaba contado el acto central de la Contraofensiva: el combatiente... Es un sujeto reconocido como desaparecido, pero no como combatiente... Durante varios años reflexioné sobre la ausencia de identidad que tenía ese rol. Yo planto mi libro desde esa necesidad: hablar de un grupo de gente que volvió al país para enfrentar a la dictadura.
–¿Qué alentaba esa decisión para investigar?
–Y, una cuestión que no es menor: la voluntad ciega de seguir resistiendo...
–Lazarte, el protagonista esencial del libro, ¿qué tipo de ser era en aquel momento?
–Tiene un perfil excepcional en el sentido que es un disidente con la línea que sigue Montoneros en el exilio y él tiene la idea de que la única forma de frenar la carencia de debate, de democracia interna, es decir la línea con la que era conducida la organización, era eliminando físicamente a la Conducción de Montoneros. El no cree en que se pueda modificar ese curso mediante presión política. En función de lo que piensa, busca ganar la confianza de la Conducción ofreciéndose para misiones militares en Argentina, acercarse y ganar su confianza para luego matarla.
–¿Lazarte es nombre de guerra? ¿Vive?
–No es un nombre de guerra, pero es un nombre ficticio. Por lo demás, no puedo hablar. Me costó mucho que los sobrevivientes de la Contraofensiva hablaran. Lo hicieron poniendo condiciones.
–¿Qué es lo que no podés decir en relación a cómo confeccionaste el libro?... En este tipo de investigación siempre hay algo que queda tapado pero no afecta el rigor del contenido. Es casi una regla.
–Sí, sí... es así y a mí me pasó. Mi compromiso con las fuentes es no decir con quién hablé.
–¿Por qué?
–En una primera mano puede entenderse por lo extremadamente desgarrador que fue la Contraofensiva. Pero lo esencial que motiva la preocupación se debe que la Contraofensiva fue una operación político-militar, en consecuencia los que participaron de ella vinieron aquí a matar y morir... participaron de atentados de mucha trascendencia, como se relata en el libro.
–Gente pesada.
–Vinieron a pelear... de ahí “Fuimos Soldados”. Si yo quería hacer el libro, tenía que pactar. Pacté... Tarde meses y meses en lograr la confianza necesaria para que me contaran lo que habían visto y hecho... Te doy un caso muy significativo de cómo era ese clima: Nadie me permitió que lo grabara.
–¿Cuánta gente de Montoneros muere en la Contraofensiva?
–Alrededor de 200.
–En un momento del libro se dice que Lazarte “quedó flotando en el aire. No era una sensación de libertad, todo lo contrario. Quedó acorralado, sus contradicciones entre lo que pensaba sobre la Conducción de Montoneros y su aparente aceptación de los planes de la Conducción”. ¿Esta dialéctica era común entre quienes vinieron con la Contraofensiva?
–No. Lazarte milita en el marco de la Columna Norte, un sector que tenía mucha historia de tensión con la Conducción. Lo lideraba Galimberti, que se opone a la Contraofensiva, como ya se sabe. Pero otras franjas de la Contraofensiva, las que lideran Yager, que fue el jefe de la operación, Pereyra Rossi, Mendizábal, el “Gallego” Willy, todos ellos eran cuadros más cercanos a la Conducción de Montos, Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía.
–Los comandantes tácticos mueren todos.
–Todos... a lo largo del tiempo, todos.
–Se sostiene que a Pereyra Rossi lo mata Patti. ¿Es así?
–Hay una causa abierta por ese tema. Yo no lo investigué
–
¿Cómo seleccionó la Conducción de Montoneros a quienes participarían de la Contraofensiva?
–Ese es todo un tema. En los años ’78, ’79 y ’80, para la selección se puso en primer orden a disidentes, a los que habían desertado pero no perdían contacto, y a aquellos que tenían que dar una prueba de lealtad con la Conducción. Pero yo pude acceder a un documento interno de Montoneros en el que queda claro que la ruptura con la Conducción que lidera Galimberti implicó que éste le “robara” 40 cuadros de primer rango que iban a participar de la Contraofensiva, obliga a la Conducción según sus propias palabras a emplear cuadros propios...
–¿Que alcance tiene “cuadros propios”?
–Apelar a los cuadros más leales a la Conducción.
–Volvamos a la idea que alienta la Contraofensiva ordenada por la Conducción de Montoneros desde el exilio. ¿Estamos de acuerdo en que esa determinación parte de un diagnóstico errado de la realidad del país a 3 y 4 años del golpe?
–Sí, la Conducción creía que en el ’79/’80, arco que abarca la ofensiva política y militar, el país estaba en condiciones de ser movilizado en contra de la dictadura y que, como alguna vez señalé, iban a ganar la lucha como se la habían ganado a Lanusse años antes.
–¿Cómo fue posible esa lectura? ¿De esa lectura puede llegar a inferirse que la Conducción de Montoneros fue funcional a la Dictadura?
–Hay, sí, una lectura errónea de la realidad. El ’79 /’80 es un tiempo de poder sólido para la dictadura. Tiene respaldos sociales y quienes no están a gusto callan porque el terror silencia. Esta es una realidad tangible. Pero hay una vinculación entre las respuestas a las dos preguntas, porque, si bien hay una lectura errónea, ésta puede explicarse por el militarismo que fue ganando a la Conducción de Montoneros, militarismo que sí es funcional al proceso más represivo que reconoce la historia argentina. No estaba en la Conducción ser funcional a la dictadura, sino que la línea que sigue es equivocada para la hora que vive el país. La represión no se monta a partir de la Contraofensiva… estaba diseñada desde hacía años…
–Eso está claro, obra en actas desde mucho antes del golpe del ’76. Abunda la documentación.
Marcos Zuker, terrorista montonero que el Batallón 601 anuló. El Mundo es un lugar mejor sin él. |
–¿La Contraofensiva implica el aislamiento final de Montoneros?
–Implica finales para Montoneros. En el campo político estaba impotente desde el enfrentamiento con Perón, o sea a partir del ’73 y luego de la Plaza de Mayo del ’74. A partir de ahí, Montoneros no tiene muy reducidas sus alternativas… “Traemos a Perón –dicho por Montoneros–, Perón nos defrauda; tiene junto a él a un secretario (López Rega) que nos combate; murió mucha más gente con un gobierno peronista que con Lanusse; no podemos ir a las villas porque nos matan; ¿cuál es la respuesta que nos debemos dar?”…. Y bueno, la respuesta fue la militarización. Ya en el ’74 Montoneros se desliza a esa línea que le hará perder todo… clima, creo que clima es la palabra adecuada para definir toda la inserción, pasividad, popularidad que había logrado Montoneros a partir del ’71/’72… Lo demás es consecuencia de sumas de decisiones articuladas en la desviación militarista.
–Admitamos, porque hay fundamento, que hay una lectura equivocada de lo que pasa en el país alentando la Contraofensiva. Pero cuando el ala de Montoneros que lidera Galimberti y a la cual está vinculada Juan Gelman rompe porque no está de acuerdo con la Contraofensiva y se argumenta el por qué, ¿no hay cinismo en la decisión de la Conducción de seguir adelante?
–La Conducción temía que Montoneros desapareciera como organización… Represión en Argentina, muerte de cientos de militantes y cuadros, exilio como se podía de militantes y cuadros… Desaliento en muchos. Sí, creo eso. No tenía respuestas políticas en el exterior porque el Movimiento Peronista Montonero de abril del ’77 en Roma funciona seis o siete meses, no más. Luego todo lo siguen manejando Firmenich y Perdía… Podían, para ese año y el siguiente, o sea antes de la ruptura que lidera Galimberti, tenerlo a él con los cuadros de la JP mientras iba haciendo su propio proceso de conspiración interna… Tenerlo a Juan Gelman en relaciones exteriores. Es un tiempo en que Montoneros también trabaja mucho desde el exilio en denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en Argentina, pero la Conducción sabe que con las denuncias no se derrota a la dictadura…
–Siguiendo toda esta línea de razonamiento y si la Conducción no tenía idea de lo que sucedía en Argentina en el ’79/’80, más allá de saber de la represión, ¿en Montoneros quién tenía idea de la realidad del país?
–Los que venían en el marco de la Contraofensiva… Lazarte es uno de los que se da cuenta de que no hay posibilidad alguna de plantar una política de oposición concreta y crecientemente dinámica contra la dictadura… Se dan cuenta los miembros de las TEA (Tropas Especiales de Agitación), que elaboran informes en el mismo sentido que sin embargo la Conducción no hace circular. ¿Por qué? Porque sino no viene nadie más… Y muchos de los que llegan formando parte de la Contraofensiva, desertan… se dan cuenta del imposible del objetivo político que los trae. Otros, vinieron y pelearon.
–En relación a estos últimos, ¿no es muy fuerte una definición tuya que leí por ahí en relación a que “venían con una épica degrada”?
–¡Epa, epa!... Hablo de “épica degrada” en el sentido de que sabían que no tenían salida, pero en una misión que no podían abandonar. Lejos está de mí degradarlos, hablé simplemente de la ecuación en que se movieron. Fue gente con ideales… errores o no, entrega total. Hoy es fácil abrir juicio sobre ellos. En esa declaración a la que vos apelás, también digo que esos combatientes –sólo desaparecidos para la sociedad argentina, nada más… jamás una interpretación más precisa de ellos– no podían seguir viviendo en el exilio… tenían historias de entrega, muertos, tortura… Digo que querían un último compromiso con sus convicciones, sus ideas… Hablo de un último aporte. Duro, una lectura compleja de hacer cuando la violencia política en Argentina sólo se cuenta como historia de buenos y malos… ¡Desaparecidos!... Un drama, claro que es un drama. “Desaparecido” es una categoría que incluso abarca a gente que ni militó, aunque el grueso lo es por razones políticas. Pero yo en el libro hablo de “Soldados”. Luego desaparecidos… No estoy marcando rangos, digo simplemente que ellos vinieron a pelear, en un marco que cada uno pude juzgar como quiera, pero no eran perejiles: eran soldados de una causa final…
EL ELEGIDO
Marcelo Larraquy tiene 43 años y desde joven lo acosó, sin resistencia de su parte, el raleo de cabello. Desde muy pibe, casi siguiendo la lectura de los diarios con su índice, se interesó por la política que, claro está, no podía descifrar en sus claros y oscuros. Y un día del ’76, sentado en el cordón de la vereda de su casa, vio pasar los tanques rumbo al poder. Lo impresionó el silencio que ganaba al país. Y luego, esos muertos que aumentados en cantidad seguían mostrando las calles y banquinas de la Argentina. Poco tiempo medió para que incorporara nebulosamente a su inquieto espíritu una palabra terrible en la nuestra existencia: desaparecido. Al cruzar los 15, Marcelo Larraquy ya intuía por dónde se sentiría cómodo su intelecto: cursar historia de la mano de estudiar periodismo. Y también comenzaba a acompañarlo diariamente, en especie de ida y vuelta muy dinámico, un tema: la violencia política. No lo dice, pero seguro que cerraba los ojos en la larga exploración que con los años iniciaría sobre esa inmensa tragedia que nos acompaña desde muy lejos en la historia. Y un día se puso a investigar y escribir. Ya tiene tres libros escritos sobre el lapso en cuestión. Uno, junto a Roberto Caballero: “Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA”, luego y solo, “López Rega, la biografía” y ahora “Fuimos Soldados; Historia secreta de la contraofensiva Montonera”. Como periodista fue editor de la revista “Noticias”, ha escrito en los diarios españoles “El País” y “Diario/16”. En el ’99 ganó el Premio Pléyade a la mejor investigación periodística.
Río Negro