domingo, 20 de noviembre de 2022

PGM: Análisis de escenarios alternativos a la gran ofensiva de tanques de 1917

Qué pasaría si: 'Del barro, a través de la sangre a los campos verdes más allá'

Parte 1 || Parte 2
Weapons and Warfare



La Gran Ofensiva de Tanques Aliados de 1917

Prólogo: La batalla de Paardeberg, Sudáfrica, febrero de 1900

El mayor general Horace Smith-Dorrien no podía creer lo que estaba viendo. A lo largo del abrasador día de verano sudafricano, se ordenó a la infantería británica que realizara ataques frontales imprudentes contra una posición bóer atrincherada. La tarea había sido inútil. Los famosos tiradores afrikáner habían abatido a tiros a los atacantes una y otra vez. El polvoriento veld estaba alfombrado con cuerpos vestidos de color caqui que revelaban la futilidad de las tácticas británicas. Pero ahora, se estaba formando otro ataque a la luz de la tarde.

Mirando a través de los binoculares, Smith-Dorrien miró consternado cómo la línea británica salía de su escondite con un rugido y avanzaba al doble. Un estruendo de fuego de rifle estalló desde la línea Boer en respuesta. Los oficiales que lideraban el avance con las espadas desenvainadas eran los principales objetivos y fueron eliminados rápidamente. La línea británica se convulsionó cuando las balas atravesaron sus filas. Aparecieron lagunas. Los sobrevivientes se agruparon, empujando hacia adelante, pasando por encima de los caídos de asaltos anteriores. Los Boers concentraron el fuego en estos bolsillos heroicos y los derribaron. En cuestión de minutos todo había terminado. El ataque simplemente había sido destruido.

El ataque dejó una profunda impresión en Smith-Dorrien. Recordó después de la guerra: 'Fue una carga valiente, dirigida con valentía, pero el hecho de que ninguno de ellos llegó a menos de 300 yardas del enemigo es prueba suficiente de su futilidad'. Ninguna cantidad de heroísmo podría superar los efectos de la potencia de fuego moderna. ¿Seguramente tenía que haber una mejor manera de hacer la guerra?

El deseo de una 'mejor manera' plantaría una semilla en la mente de Smith-Dorrien que finalmente daría sus frutos en la Primera Guerra Mundial, pero primero, había que idear la solución.

La necesidad es la madre de toda invención

En diciembre de 1903, el visionario autor de ciencia ficción HG Wells publicó su historia 'The Land Ironclads' en la revista Strand. La historia profética tuvo lugar durante una reinvención apenas disfrazada de la Guerra de los Bóers, donde un ejército que representaba a los británicos quedó estancado en las trincheras de sus oponentes. Después de un mes de estancamiento, una nueva y audaz arma sale al campo: los acorazados terrestres del título, gigantes mecánicos de cien pies de largo, tachonados con armas y guiados por enormes reflectores. Los monstruos mecánicos resultan invulnerables al fuego de los rifles del enemigo y aplastan las defensas con facilidad. En los años venideros, Wells recordaría con orgullo su predicción de la guerra blindada.

Desafortunadamente para el ejército británico, la tecnología descrita en la historia todavía estaba en el futuro. Trabajando con el equipo que estaba disponible, varios oficiales propusieron el uso de escudos portátiles a prueba de balas que podrían transportarse o rodar por el suelo. Numerosos experimentos tuvieron lugar en Gran Bretaña e India. Lamentablemente, todo el trabajo con los escudos resultó insatisfactorio. Los dispositivos eran pesados y difíciles de manejar, y pronto se descubrió que solo eran móviles en terreno firme y plano.

Sin embargo, en 1912 surgió un diseño poco ortodoxo e intrigante. Después de varias experiencias incómodas conduciendo camiones por terreno accidentado, el inventor australiano Lancelot de Mole diseñó un transportador de orugas que podía transportar cargas pesadas en los campos de batalla. Aunque imaginó un transporte en lugar de un vehículo de combate, de Mole sugirió que su máquina sería capaz de cruzar trincheras y estaría suficientemente blindada para resistir el fuego enemigo. De Mole envió su propuesta a la Oficina de Guerra británica. En un golpe de buena fortuna, el diseño llamó la atención del general Sir Ian Hamilton. Al principio de su carrera, Hamilton había favorecido el uso de artillería súper pesada y le había intrigado la idea de usar motores de tracción a vapor para transportarla a la batalla. Hamilton usó su influencia para atraer el interés en el diseño de De Mole, incitando a los ingenieros reales a llevar a cabo un estudio de viabilidad del vehículo. El informe resultante se emitió a principios de 1914 y llegó a una conclusión muy favorable. Desafortunadamente, el escándalo del incidente de Curragh7 en marzo y la reorganización del comando que siguió distrajeron a las autoridades y el informe fue olvidado en gran medida.

El estallido de la guerra en agosto de 1914 llegó con la tecnología blindada aún fuera de nuestro alcance. En cambio, la Fuerza Expedicionaria Británica marchó a la batalla confiando en la supresión del fuego, el uso de cobertura y formaciones extendidas para mantener segura a su infantería. Estos métodos sirvieron lo suficientemente bien en las batallas defensivas de agosto de 1914. Pero las bajas sufridas al intentar asaltar las trincheras alemanas en la batalla de Aisne en septiembre dieron una clara advertencia de que el poder letal de las armas modernas ahora superaba con creces a las que se habían utilizado. en la Guerra de los Bóers. Los defensores que ocupan los movimientos de tierra podrían infligir graves pérdidas a cualquier atacante y sufrir comparativamente pocas a cambio. Este desequilibrio entre el ataque y la defensa condujo al estancamiento de las trincheras que se apoderó del Frente Occidental a fines de 1914. Las líneas iban desde la costa del Canal hasta la frontera suiza.

El ejército británico buscó soluciones al callejón sin salida. Entre los muchos oficiales que redactaron propuestas se encontraba el corresponsal oficial de guerra Ernest Swinton. Un hombre inteligente e imaginativo, Swinton recordó una conversación con un amigo que una vez sugirió que los tractores civiles que funcionan con orugas podrían tener alguna aplicación militar. como asistente del primer ministro.



El 28 de diciembre de 1914, Hankey publicó un documento de ideas militares conocido como el "Memorándum del Boxing Day". Entre varias sugerencias para la conducción de la guerra había un párrafo que hablaba del futuro. Hankey sugirió el uso de 'Números de grandes rodillos pesados, ellos mismos a prueba de balas, propulsados ​​desde atrás por motores de motor, engranados muy bajos, la rueda motriz equipada con un engranaje impulsor de oruga para agarrarse al suelo, el asiento del conductor blindado y una pistola Maxim equipado. El objeto de este dispositivo sería hacer rodar el alambre de púas por su propio peso, dar algo de cobertura a los hombres que se acercaran sigilosamente por detrás y apoyar el avance con fuego de ametralladora.

Este párrafo tuvo un efecto electrizante en Winston Churchill, que entonces se desempeñaba como Primer Lord del Almirantazgo, quien inmediatamente escribió al primer ministro instándolo a que siguiera adelante con la propuesta.10 El vehículo que finalmente se conocería como el tanque tenía un poderoso partidario. La ciencia ficción estaba a punto de convertirse en realidad.

Diseño

Los vehículos blindados habían tenido cierto éxito en 1914, pero la idea de crear un vehículo de combate con orugas era un concepto nuevo dentro del ejército británico. Era una idea tan radical que no estaba claro quién debería tener autoridad sobre el diseño. ¿Debería ser desarrollado por la armada, que tenía más experiencia con el acero y los motores, o por el ejército, que realmente lo usaría en la batalla? Sin una mano firme para guiar el proyecto, las propuestas fácilmente podrían haberse perdido entre los papeles de la Oficina de Guerra con exceso de trabajo y desaparecer de la vista, o bien haber languidecido en la oscuridad olvidada en los escritorios desordenados de figuras importantes.

Afortunadamente para los británicos, el vehículo tenía dos entusiastas campeones. Churchill vio de inmediato el potencial del dispositivo y lo apoyó durante su creación, pero su influencia aumentó y disminuyó con la fortuna de su carrera política. Sin embargo, su entusiasmo fue compartido por el Jefe del Estado Mayor Imperial, Sir Douglas Haig. Haig había sido ascendido al puesto de CIGS durante la reorganización apresurada del comando que tuvo lugar después del incidente de Curragh a principios de 1914. Aunque estaba desesperadamente decepcionado de que se le negara un comando de combate, superó su frustración absorbiéndose en su trabajo. Demostró ser un CIGS decidido y enérgico. Convencido de que la guerra solo podía ganarse derrotando a Alemania en el frente occidental, Haig era un partidario entusiasta de las nuevas tecnologías que prometían romper el punto muerto. Su fascinación por las armas innovadoras a veces lo perjudicó, y en un momento incluso fue engañado por un charlatán que afirmaba haber inventado un rayo de la muerte. Sin embargo, cuando se trataba del desarrollo de vehículos blindados, los instintos de Haig eran correctos. Vio el tanque como un arma decisiva y usó la fuerza de su posición para asegurarse de que el trabajo fuera totalmente financiado y llevado a cabo con vigor.

Los británicos tenían otra gran ventaja en sus primeros trabajos de diseño. Aunque se había pasado por alto durante la mayor parte del año, el estudio de factibilidad del vehículo de De Mole se recordó de repente. El informe dio a los diseñadores de tiempos de guerra una ventaja crucial. Impulsado por el entusiasmo de Churchill y la determinación de Haig, el trabajo en un vehículo blindado comenzó a principios de 1915 y el proyecto progresó rápidamente. Siguió el debate sobre su tamaño, peso, armadura y armamento ideales. Se llevaron a cabo numerosas pruebas y ensayos rigurosos. El proceso se complicó aún más por la necesidad de un secreto absoluto para que los alemanes no tuvieran tiempo de desarrollar contramedidas.

El primer prototipo totalmente funcional estuvo listo para las pruebas en agosto de 1915. Era un vehículo de forma romboidal con orugas con espacio para armas pesadas en los laterales y ametralladoras en su casco central. Era una máquina lenta y algo tosca, pero también un arma revolucionaria. Después de haber pasado sus pruebas, el tanque se mostró a importantes figuras gubernamentales y militares. Ernest Swinton recordó: "fue una escena impactante cuando se dio la señal y una especie de babosa de acero cubista gigantesca se deslizó fuera de su guarida". La exhibición fue impresionante. Un observador comentó, 'los enredos de alambre atraviesan como un rinoceronte a través de un campo de maíz'. Hubo una pregunta candente que plantearon los representantes del ejército: '¿Cuándo podemos tenerlos?' El Ministerio de Municiones pensó que podría tener cincuenta tanques listos a principios de 1916 con más a continuación.

Sin embargo, los innovadores blindados, incluidos Swinton y Churchill, instaron al ejército a ser paciente y no lanzar un ataque prematuro con un puñado de máquinas. Sería mejor construir la rama blindada hasta que fuera lo suficientemente poderosa como para asestar un golpe decisivo contra la línea alemana. Sus puntos de vista encontraron el favor del mariscal de campo Sir Horace Smith-Dorrien. Smith-Dorrien había sido ascendido al mando total del ejército británico en Francia a mediados de 1915 y desde entonces había estado buscando ideas innovadoras para salir del punto muerto. El desarrollo del tanque tenía una enorme promesa. Sin embargo, Smith-Dorrien sabía que no se podía apresurar el asunto. Anteriormente en la guerra, había criticado el despliegue apresurado de infantería poco entrenada. No vería el mismo error cometido con la nueva rama blindada. Se necesitaba tiempo para entrenar a las tripulaciones y diseñar tácticas para los vehículos. Aunque la tentación de desplegarlos de inmediato fue muy grande, Smith-Dorrien tomó la audaz decisión de retener los tanques hasta que se considerara que estaban listos para la batalla.

A los vehículos se les asignó su propia organización que podía coordinar el comando, el entrenamiento y la planificación operativa. Para mantener el secreto, los tanques se formaron en la Rama Pesada del Cuerpo de Ametralladoras. Mientras tanto, los diseñadores, las tripulaciones y los comandantes trabajaron febrilmente en todos los aspectos del nuevo brazo. Las tácticas tuvieron que diseñarse completamente desde cero y las tripulaciones tuvieron que ser entrenadas en el uso de la nueva máquina. Los diseñadores probaron y refinaron el tanque MK I, corrigieron problemas, agregaron características y produjeron versiones mejoradas. También hubo cierto intercambio de ideas con los franceses, que trabajaban de forma independiente en sus propios diseños de tanques.

En septiembre de 1916 se llegó a un acuerdo entre los ejércitos británico y francés: ninguna de las partes desplegaría sus tanques hasta que la otra estuviera lista, lo que garantizaba que su uso en combate fuera una sorpresa desagradable para los alemanes. La decisión tendría importantes consecuencias.

Abril de 1917: planes aliados

Abril de 1917 iba a ser un mes crítico en el esfuerzo de guerra aliado. La retirada alemana a las fortificaciones de la Línea Hindenburg, aunque estratégicamente sólida, también reveló que las batallas de 1916 habían infligido graves daños al ejército alemán. Después de una relativa calma durante los gélidos meses de invierno, el amanecer de la primavera señaló que había llegado el momento de que los británicos y los franceses reanudaran la ofensiva y arrojaran al invasor de regreso a sus propias fronteras. Para hacer esto, desplegarían su arma secreta cuidadosamente preparada.

Los tanques se habían estado reuniendo detrás de las líneas aliadas a finales de 1916. Los oficiales tuvieron la oportunidad de inspeccionarlos y los comandantes de tanques tuvieron la oportunidad de trabajar con la infantería a la que apoyarían en la batalla. Se hizo todo lo posible para mantener el secreto durante esta reunión. Los tanques se ocultaron en hangares de aviones, en áreas boscosas e incluso en túneles ferroviarios en desuso para protegerlos de las miradas indiscretas de los aviones de reconocimiento alemanes. A pesar de los mejores esfuerzos de los británicos, los alemanes obtuvieron algunos indicios de las nuevas máquinas. Sorprendentemente, esta información prácticamente no tuvo influencia en su planificación militar. El general Erich Ludendorff no les prestó atención, lo que provocó la evaluación de posguerra de Churchill de que, cuando se trataba de tanques, "el soldado más capaz de Alemania era ciego". En la línea del frente hubo vagas advertencias de que los Aliados estaban preparando 'land cruisers' para su próxima ofensiva. Sin embargo, el aspecto o la capacidad de estas máquinas seguía siendo un misterio, y los alemanes quedaron completamente sorprendidos cuando los tanques finalmente atacaron.

Se decidió que abril sería el mes en que los tanques serían desatados contra el enemigo. Los franceses tenían la intención de desplegar sus propios vehículos en apoyo de su ofensiva masiva contra el Chemin des Dames. Los británicos acordaron desempeñar su propio papel en el apoyo a esta operación atacando alrededor de Arras. Había una esperanza optimista de que si los ataques británicos y franceses se abrían paso, seguirían adelante para conectarse en lo profundo del territorio ocupado por los alemanes, flanqueando la Línea Hindenburg de un golpe. De manera más realista, el ataque británico atraería las reservas alemanas y distraería la atención del fuerte asalto francés.

La posición alemana alrededor de Arras estaba anclada en las alturas dominantes de Vimy Ridge al norte y en las sofisticadas defensas de la Línea Hindenburg en Bullecourt al sur. Las líneas de trincheras se construyeron en profundidad y la posición se extendía unos diez mil metros. Ante estas fuertes defensas, los británicos habían reunido aproximadamente quinientos tanques listos para la batalla. La mayoría de los vehículos eran tanques MK I y MK II, con pocos cambios desde el primer prototipo que se había demostrado en septiembre de 1915. Sin embargo, una proporción significativa de la fuerza consistía en los MK IV más sofisticados y confiables que habían salido recientemente. las líneas de producción.

La Batalla de Arras se definiría por sorpresa. A diferencia de las batallas anteriores, que se habían caracterizado por bombardeos que duraban una semana o más, el ataque de Arras iba a ir precedido de un bombardeo breve pero intenso de no más de cuarenta y ocho horas. Tan pronto como se levantara el bombardeo, los tanques liderarían el asalto a la línea alemana, aplastando cualquier cable intacto debajo de sus orugas y abriendo un camino para la infantería. Los puntos fuertes alemanes supervivientes serían destruidos por los cañones de 6 libras llevados por las versiones 'masculinas' de los tanques, mientras que las 'femeninas' armadas con ametralladoras acabarían con cualquier contraataque alemán. La infantería británica avanzaría para consolidar el terreno y continuar el avance. La Batalla de Arras representó un plan notablemente ambicioso y su confianza en un arma completamente nueva no tenía precedentes en la historia de la guerra.

Primera sangre

El ataque británico se había planeado originalmente para el 9 de abril, pero el asalto se retrasó tres días debido al clima inusualmente malo. Hacía mucho frío cuando comenzó la batalla el 12 de abril y muchos relatos recordaron las repentinas ráfagas de nieve que arrasaron el área.

Como estaba previsto, la Artillería Real había abierto los combates con un intenso bombardeo. Después de cuarenta y ocho horas de constante bombardeo, el fuego llegó a su crescendo, los artilleros trabajaron febrilmente para manejar sus armas, con muchos desnudos hasta la cintura a pesar del frío intempestivo. Como acto final, la artillería sofocó la posición alemana con una mezcla de gas venenoso denso y humo negro asfixiante, cegando a los defensores para asegurarse de que no vieran acercarse a los tanques hasta que fuera demasiado tarde.

Los tanques se ocultaron cuidadosamente a lo largo de la línea británica y sus comandantes contaban nerviosamente los minutos hasta la hora cero. Aunque bien entrenados, ninguno de los tripulantes tenía una idea real de qué esperar. Algunos miembros de la tripulación tenían experiencia de combate en otras ramas del servicio, pero esta era la primera vez que veían un combate real desde el interior de sus vehículos. Un veterano recordó un tanque comandado por un joven segundo teniente que "nunca había visto disparar un tiro en su vida", pero que estaba decidido a "atacar Alemania por su cuenta" "disparando a todos los seres vivos que veía".

A la hora cero, los tanques avanzaron dando tumbos desde las trincheras británicas. El avance parecía dolorosamente lento. Algunos tanques no pudieron moverse de sus posiciones iniciales debido a una falla del motor o al conductor "perdiendo los engranajes". Otros avanzaron pesadamente una corta distancia antes de experimentar una avería similar o quedar atrapados en suelo blando. La línea acorazada estaba irregular en algunos lugares. Las nubes que cegaron a los defensores alemanes no durarían para siempre. Los soldados de infantería se esforzaron por avanzar y adelantarse a las máquinas que se movían lentamente, no queriendo ser atrapados en tierra de nadie cuando los alemanes recuperaran el juicio.

Sin embargo, aunque fue lento, el ataque de los tanques tuvo una calidad implacable. Los vehículos treparon a través de los agujeros de los proyectiles y sobre los detritos del campo de batalla. De repente, habían llegado a los cinturones de alambre, ya completamente destrozados por el bombardeo británico, y atravesaron las defensas de acero sin pausa. Un tripulante recordó el sonido cuando su tanque aplastó el obstáculo: 'Chirrió contra el casco... chasqueando y raspando, chasqueando y chirriando, finalmente se apagó y logramos atravesarlo'.

Mirando a través de las gruesas lentes de sus máscaras de gas, la infantería alemana en la línea del frente fue testigo de una vista asombrosa y aterradora. Formas oscuras y mecánicas emergían del humo. El rugido de sus motores y el chirrido de sus orugas eran audibles incluso por encima del fragor de la batalla. A medida que las máquinas se acercaban, sus cascos se iluminaron repentinamente con destellos cuando sus numerosos cañones abrieron fuego. El temido materialschlat, la 'batalla de equipos', había tomado una forma nueva y terrible.

Los defensores quedaron atónitos. Un oficial británico recordó con discreta subestimación: 'Los alemanes... estaban demasiado asombrados al ver el tanque como para oponer mucha resistencia'. Muchos se rindieron en el acto, y los que no lo hicieron no pudieron resistir los tanques y la infantería que los seguía de cerca. Los tanques rugieron sobre las trincheras y más allá, dejando atrás pequeños grupos de infantería para limpiar a su paso.

Sin embargo, no todos los defensores quedaron adormecidos por la experiencia. Los corredores corrieron por las trincheras de comunicación para advertir a las áreas traseras de los monstruos metálicos que se aproximaban. Los oficiales de infantería arrebataron los teléfonos de campo, pidiendo a gritos el apoyo inmediato de la artillería para detener a los legendarios 'land cruisers'. En el otro extremo de la línea, los artilleros alemanes apretaron los dientes ante el brutal fuego de la contrabatería británica y respondieron con todas las armas que tenían.

Los tanques avanzaron, adentrándose aún más en la posición alemana. Los proyectiles comenzaron a estallar a su alrededor. La metralla de los cuasi accidentes repiqueteó contra el casco. Los impactos directos resultaron fatales, encendiendo los tanques de combustible vulnerables y reduciéndolos a restos en llamas. Los ametralladores alemanes dispararon cinturones enteros de municiones contra los tanques, con la esperanza de encontrar un punto débil. Aunque la mayoría de las balas rebotaron en el blindaje, estas ráfagas de fuego destrozaron los periscopios de visión, dejando a la tripulación efectivamente ciega. Aún peor fue el efecto previamente desconocido de 'splash': los impactos de bala en el exterior del tanque hicieron que la armadura interior se descascarara, arrojando diminutos pedazos de metal caliente a las caras de la tripulación. Un comandante de tanque recordó que 'un golpe contra mi solapa en la parte delantera hizo que me salieran astillas y la sangre me corriera por la cara. Otro minuto y mi conductor obtuvo lo mismo.

Los atacantes perdieron constantemente vehículos, algunos quedaron fuera de combate por la acción del enemigo, otros sufrieron averías o se hundieron en los agujeros de los proyectiles. Pero los tanques restantes avanzaron, presionando cada vez más en el sistema defensivo alemán. En los cielos, los aviones de observación del Royal Flying Corps observaron e informaron sobre el avance. Vimy Ridge cayó ante los canadienses triunfantes, mientras que los australianos capturaron Bullecourt con la ayuda de docenas de tanques. Con los flancos asegurados, el ataque británico penetró profundamente en la posición central alemana. El botín de prisioneros fue inmenso.

Sin embargo, el ataque fue perdiendo impulso gradualmente. Aunque los tanques podían atravesar hasta cierto punto los bombardeos alemanes, su infantería y caballería de apoyo no fueron tan afortunadas. Como resultado, los tanques líderes quedaron aislados y se vieron obligados a retroceder o ser invadidos por los ataques alemanes. A medida que se acercaba la noche, quedó claro que el ataque se estaba agotando y se decidió consolidar las ganancias y prepararse para un nuevo avance al día siguiente.

El ejército británico había hecho el avance más profundo contra una posición alemana desde los albores de la guerra de trincheras, con algunas puntas de lanza alcanzando las últimas líneas de defensa antes de que se vieran obligados a detenerse. Los puestos clave se habían tomado a un costo comparativamente bajo en vidas. Miles de prisioneros alemanes habían sido capturados. Por primera vez en la guerra, las campanas de las iglesias sonaron en toda Gran Bretaña para indicar una gran victoria.




Pero la batalla no había terminado. El impacto y la sorpresa del primer día se estaban desvaneciendo y los alemanes se precipitaron en divisiones de contraataque para sellar la brecha. La posición británica estaba tensada y en muchos casos más allá del paraguas protector de su artillería. Además, la Rama Pesada estaba agotada. La Batalla de Arras había sido un campo de pruebas brutal para hombres y máquinas. El compartimiento de la tripulación estaba atrozmente caliente en la batalla y el aire interior estaba cargado de monóxido de carbono del motor mal ventilado. Los tripulantes sobrevivientes quedaron exhaustos por la experiencia y muchos requirieron al menos treinta y seis horas de descanso para recuperarse. En otros casos, la tripulación ya no tenía un tanque en funcionamiento para operar. Las horas de oscuridad estuvieron llenas de maldiciones mientras los tripulantes intentaban reparar los vehículos dañados o sacar su máquina del barro. Pocos tuvieron éxito antes de que la reanudación de los combates interrumpiera su trabajo. De unos quinientos tanques asignados a la lucha el 12 de abril, se informó que menos de doscientos estaban listos para la acción al día siguiente. El número siguió disminuyendo a medida que continuaba la batalla. El sonido de las campanas de la iglesia resultaría prematuro.

La Batalla de Arras se recuerda como una victoria fallida. Los británicos renovaron sus ataques en los días siguientes, poniendo en acción a los tanques restantes una vez más. Se lograron avances locales, pero no se pudo recrear el ímpetu de ese primer día. A medida que más y más tanques fueron desactivados, la lucha asumió el carácter de tantas otras batallas de la Primera Guerra Mundial: una lucha despiadada y de desgaste sobre un paisaje fangoso barrido con artillería. Los contraataques alemanes chocaron contra la línea británica y recuperaron parte del terreno perdido. Ambos bandos lucharon hasta detenerse hasta que la batalla terminó por agotamiento mutuo. En otros lugares, la ofensiva francesa en el Chemin des Dames había logrado un éxito inicial notable con su armadura, solo para que el avance se desvaneciera en medio del barro y los proyectiles.

En las semanas siguientes, los Aliados se lamieron las heridas y reflexionaron sobre el futuro. En ninguna parte fue esto más cierto que en la Rama Pesada. Su desempeño en la batalla le había valido el título de Royal Tank Corps. Su lema oficial era 'Nada de miedo', pero se enorgullecía de su dicho no oficial de 'Del barro, a través de la sangre a los campos verdes más allá'. El último eslogan resultó ser muy popular entre los oficiales y los soldados. El lema no oficial encapsuló la actitud obstinada del Cuerpo de Tanques y reafirmó su determinación de atravesar las líneas alemanas y llegar a campo abierto. Aunque hubo decepción y frustración después de la Batalla de Arras, también hubo un proceso de aprendizaje que finalmente conduciría a un mayor éxito.

Denunciar este anuncio

Refuerzos

A pesar de la gran pérdida de tanques en Arras, el devastador ataque inicial había convencido incluso a los incrédulos más obstinados en la Oficina de Guerra de que los vehículos eran mucho más que novedades acorazadas. Como resultado, el diseño y la producción de vehículos se aceleraron exponencialmente. El campeón a largo plazo Winston Churchill, que ahora se desempeña como ministro de municiones, estaba encantado con el desempeño de la rama y usó su autoridad para aumentar la producción de vehículos nuevos. Su mensaje optimista para el Cuerpo de Tanques fue: 'los recursos están disponibles, el conocimiento está disponible, el tiempo está disponible, el resultado es seguro' y 'estamos listos para poner nuevas armas en sus manos... que no haya malentendidos, por lo tanto. pero solo confianza y todo vapor adelante.

La experiencia de combate había revelado las fortalezas y debilidades de la rama blindada. Las lecciones de la Batalla de Arras informarían el diseño y la fabricación de la próxima generación de tanques. Se descubrió que los viejos modelos MK I y MK II eran vulnerables a las balas SmK alemanas (proyectiles perforantes utilizados contra las lagunas cubiertas de acero preferidas por los francotiradores), pero los MK IV más avanzados eran efectivamente inmunes al fuego de infantería. Sin embargo, las numerosas lesiones sufridas como resultado de las 'salpicaduras' internas requirieron la emisión de máscaras de cota de malla y gafas protectoras para los tripulantes.

La mayoría de los tanques se habían inhabilitado por avería mecánica o por quedar atrapados en los agujeros de los proyectiles. La necesidad de un motor y un sistema de transmisión mejorados era obvia. Afortunadamente, la solución estaba a la mano en forma de un motor de 150 hp de nuevo diseño que entró en producción a gran escala a principios de 1917. Esta fue una mejora importante en los motores de 105 hp utilizados por la primera generación de tanques. Primero se usaría en el tanque MK V que comenzó a llegar al frente a mediados de 1917. Los británicos también habían comenzado la fabricación de una nueva clase de tanque: el Medium Mark A, más conocido como 'Whippet'. Más pequeño y más rápido que los vehículos británicos existentes, el Whippet fue diseñado para aprovechar las brechas abiertas por sus primos más pesados ​​y acosar a la infantería alemana en retirada. El esfuerzo industrial y organizativo hercúleo se dedicó a la producción de armaduras aliadas, incluso a expensas de otras industrias de guerra. A fines de 1917, las nuevas máquinas llegaban en cantidades considerables.

Mientras los aliados mejoraban sus tanques, los alemanes instituían un programa intensivo de armas antitanque. Los ingenieros inspeccionaron los vehículos destrozados y capturados que habían sido abandonados en Arras. Afortunadamente para los aliados, las únicas máquinas intactas que los alemanes pudieron capturar fueron algunos de los modelos MK I más antiguos. Sin embargo, los alemanes idearon rápidamente soluciones a corto plazo. Se incrementó el suministro de balas SmK perforantes y se formaron unidades especializadas de artillería antitanque. En partes de la línea, las trincheras se ampliaron para hacer imposible que los tanques cruzaran sin caerse. La carrera tecnológica entre el diseño de tanques aliados y las medidas antitanques alemanas continuaría durante todo el verano.

Los tanques habían captado la imaginación del público y ocupaban un lugar destacado en artículos de prensa y artículos de propaganda. Habiendo entrado en la guerra en el mismo mes que la Batalla de Arras, el Ejército de los Estados Unidos se interesó especialmente en la guerra blindada. Inmediatamente se fundó una Junta de Tanques de EE. UU. y varios observadores "infernales" fueron trasladados al frente occidental para recopilar información. Como resultado de sus observaciones, se decidió que EE. UU. equiparía su nueva rama de tanques con dos mil tanques franceses ligeros y doscientos tanques británicos pesados. Un capitán de caballería de treinta y dos años con un futuro brillante, George S. Patton, fue nombrado director de la Escuela de Tanques Ligeros de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense.

Preparando el Martillo

Mientras las fuerzas estadounidenses se reunían, los británicos y los franceses estaban preparando su próximo golpe de martillo. El Cuerpo de Tanques reparó sus máquinas dañadas, descansó a sus tripulaciones cansadas y recibió un flujo constante de refuerzos. En la sede había muy poco tiempo para descansar. Smith-Dorrien quedó lo suficientemente impresionado con el desempeño de los tanques que le pidió al Cuerpo de Tanques que asumiera un papel de liderazgo en la redacción de planes para su próxima operación.

Gran parte de la planificación recayó en el mayor JFC Fuller, un oficial de estado mayor errático pero brillante. Fuller entendió que el mayor impedimento para los tanques había sido el paisaje fangoso y lleno de cráteres y ofreció una solución innovadora: se abandonaría el bombardeo previo a la batalla habitual y los tanques atacarían sin previo aviso. La armadura rompería las pantallas de alambre de púas y permitiría que la infantería tomara por asalto la posición alemana. Para que esta audaz operación funcionara, la velocidad, la sorpresa y el buen terreno eran absolutamente esenciales. En última instancia, el plan era demasiado radical incluso para Smith-Dorrien, de mente abierta, quien aprobó los principios básicos pero insistió en incorporar el apoyo de la artillería. Afortunadamente, la Artillería Real propuso una solución. Los artilleros habían estado perfeccionando nuevos métodos de 'disparar desde el mapa' que les permitiría invocar una tormenta de fuego certero en cualquier momento. El apoyo de artillería al Cuerpo de Tanques no necesitaba tomar la forma de un bombardeo preparatorio que avisara del ataque inminente y devastara el paisaje, sino que sería un diluvio repentino de proyectiles que caían sin previo aviso.

Confiado en este conocimiento, Fuller propuso un asalto blindado contra St Quentin, que se encontraba en el centro de la Línea Hindenburg. Las defensas aquí eran formidables, pero las laderas suavemente onduladas y los valles planos lo convertían en un país ideal para tanques y un avance significativo rompería toda la posición de Hindenburg. Sin embargo, St Quentin marcó la frontera entre los sectores británico y francés y cualquier operación aquí requeriría una cooperación directa. Afortunadamente, pronto se descubrió que el comandante francés frente a St Quentin, Franchert d'Espery, estaba entusiasmado con la idea de un ataque con tanques anglo-franceses. Con la cooperación asegurada, Fuller planeó un asalto blindado empleando una combinación de tanques pesados ​​y ligeros que tenía como objetivo destruir la Línea Hindenburg en un golpe dramático.

La planificación y la preparación comenzaron de inmediato. Los británicos ya estaban involucrados en intensos combates alrededor de Ypres que mantenían ocupados a los alemanes. Los franceses montaron operaciones subsidiarias en varios puntos a lo largo del frente occidental para mantener a los alemanes en vilo. Se hicieron grandes esfuerzos para garantizar el secreto en el frente de St Quentin. Los aviones aliados realizaron cientos de incursiones para mantener los vuelos de reconocimiento alemanes alejados de las áreas de concentración. Los tanques se ocultaron bajo una red de camuflaje especialmente hecha y sus huellas reveladoras se oscurecieron con maleza y paja. La artillería se colocó en posición y la infantería se reunió en silencio frente al frente. Se hicieron ciertos preparativos innovadores, incluida la provisión de tanques de suministro para transportar combustible y municiones a la línea de combate una vez que comenzó la batalla. y el despliegue de tanques que transportan teléfonos de campo e inalámbricos para proporcionar comunicaciones en el campo de batalla. Otros métodos novedosos incluyeron el uso de fajinas transportadas por tanques que se podían lanzar para llenar las amplias trincheras alemanas y permitir que se cruzaran con facilidad. Finalmente, se colocaron una serie de tanques 'falsos', construidos con madera y tela, cerca del frente alemán en Cambrai para dar la falsa impresión de que se estaba gestando un ataque aquí. La combinación de secreto y engaño significó que los aliados lograron una completa sorpresa cuando finalmente atacaron. se colocaron cerca del frente alemán en Cambrai para dar la falsa impresión de que se estaba gestando un ataque aquí. La combinación de secreto y engaño significó que los aliados lograron una completa sorpresa cuando finalmente atacaron. se colocaron cerca del frente alemán en Cambrai para dar la falsa impresión de que se estaba gestando un ataque aquí. La combinación de secreto y engaño significó que los aliados lograron una completa sorpresa cuando finalmente atacaron.

Después de un retraso impuesto por la espera de un mayor número de los nuevos tanques Whippet y Renault RT ligeros franceses, la fuerza anglo-francesa estaba lista para la acción el 30 de septiembre de 1917.

Rompiendo la Línea Hindenburg

La posición de St. Quentin era verdaderamente formidable. La aproximación a la línea estaba obstruida por densos cinturones de alambre de púas y cubierta por numerosos nidos de ametralladoras ocultos. El canal de San Quintín se había incorporado a las obras defensivas. Un puñado de puentes se dejaron intactos para permitir que las fuerzas alemanas accedieran a la orilla opuesta, pero cada uno estaba fuertemente defendido y amañado para volar si amenazaban con capturarlos. La pieza central de la posición era el túnel Bellicourt de seis mil yardas de largo, a través del cual discurría el canal. La guarnición alemana durmió dentro del túnel en botes de canal especialmente convertidos. En caso de un ataque, los defensores se precipitarían a sus posiciones en la superficie utilizando escaleras estratégicamente ubicadas.

El túnel de Bellicourt era una maravilla de la ingeniería, pero también era un punto débil ante un ataque de tanques. El túnel proporcionaba un puente natural que podía cruzar un asalto rápido. Esto era importante, ya que los tanques normalmente no podían cruzar las líneas del canal hasta que los ingenieros hubieran construido un puente. También había una segunda debilidad en la posición alemana: la fuerza misma de las defensas había engendrado complacencia. La posición estaba escasamente ocupada por débiles divisiones de reserva que solo se consideraban capaces de cumplir funciones de guarnición. En comparación con las zonas de batalla de Ypres, Arras y Aisne, el sector había estado tranquilo durante meses. Las flores silvestres florecían en tierra de nadie y los cinturones de alambre de púas se estaban volviendo marrones por el óxido.

La tranquilidad estaba a punto de romperse. Posteriormente, la prensa denominaría a la fuerza de asalto británica como "el ejército de los mil tanques", pero en realidad había 850 vehículos listos para la acción, con un número similar disponible para los franceses del sur. Los aliados habían aprendido el valor de mantener una reserva de tanques y se retuvieron alrededor de 250 máquinas para las operaciones del segundo día. El ataque sería apoyado por varios cuerpos de infantería y un cuerpo de caballería, todos cubiertos por los cañones de la Artillería Real. Los artilleros habían colocado en secreto sus armas en la Línea Hindenburg, un proceso que ayudó en gran medida a la captura fortuita de un mapa alemán completo de la posición durante una incursión en trincheras en agosto, y ahora esperaban la señal para comenzar.

Una niebla fría cubría la tierra de nadie la mañana del ataque. Los defensores alemanes estaban realizando su rutina diaria habitual cuando fueron alcanzados por un "ciclón de fuego" de la artillería británica oculta. Un veterano recordó: 'Habíamos visto bombardeos antes, pero esto era algo nuevo en su intensidad'. Siguiendo de cerca a los proyectiles había una horda de tanques de acero, que avanzaban por el terreno abierto y se estrellaban contra el alambre de púas en descomposición. Los aturdidos puestos de avanzada alemanes apenas tuvieron tiempo de lanzar sus bengalas de socorro antes de ser invadidos. Las campanas de alarma sonaron en todo el túnel de Bellicourt, convocando a los defensores a ocupar sus posiciones. Tal era la precisión del fuego de la artillería británica que algunos alemanes emergieron solo para encontrar cráteres humeantes donde alguna vez estuvieron sus nidos de ametralladoras. El futuro comandante panzer, Heinz Guderian, describió los eventos que siguieron: 'De repente, se podían discernir formas negras indistintas. Escupían fuego y bajo su peso la fuerte y profunda línea de obstáculos se resquebrajaba como astillas... las tropas corrieron hacia sus ametralladoras e intentaron defenderse. ¡Todo fue en vano! … ¡Los tanques aparecieron no uno a la vez sino en líneas enteras de kilómetros de largo!'

El ataque británico se produjo rápidamente. El terreno era bueno y los cráteres de los proyectiles no obstaculizaban los tanques. Una cuña blindada convergió en el túnel de Bellicourt, avanzando hacia arriba, con los cañones atronando mientras las tripulaciones se enfrentaban a sus objetivos. Un veterano recordó haber recibido la orden de 'poner todas las armas en acción, para abrirnos camino hacia adelante. El ruido era tremendo; dos cañones de 6 libras y nuestras ametralladoras. Los defensores se defendieron con balas perforantes y lanzaron granadas que eran capaces de desgarrar los cascos de los tanques. En algunos lugares, los alemanes habían arrastrado cañones de artillería de campaña hasta el frente y los habían utilizado como armas antitanque improvisadas pero eficaces.

La batalla por el control de la cresta fue feroz, descrita como "como el Infierno de Dante" por un tripulante. Pero los tanques no pudieron ser detenidos. Guderian recordó: “Los soldados de infantería alemanes estaban inmovilizados e incapaces de resistir la poderosa superioridad material de los británicos. Las únicas alternativas eran la muerte o la rendición... [nadie] podía esperar sobrevivir bajo este fuego'. Avanzando implacablemente, los tanques aplastaron las posiciones alemanas bajo sus huellas. Los defensores aturdidos fueron invadidos o retrocedieron en una retirada confusa. Un artillero alemán recordó haber conocido a un oficial de infantería ensangrentado que se retiraba y exclamó: "¡Sturmwagen! Es terrible; no podemos hacer nada. ¡El frente está roto!

El túnel de Bellicourt se había desbordado a media mañana y los atacantes se adentraron más en la posición alemana. Los defensores quedaron tan sorprendidos que los aliados pudieron apoderarse de varios puentes de canales intactos. Royal Engineers se apresuró a asegurarlos y construir puntos de cruce adicionales para permitir una explotación más amplia. La lucha feroz continuó cuando los tanques asaltaron la segunda línea alemana. Hacia el sur, el ataque francés había tenido un éxito similar.

Los focos de resistencia alemana lucharon obstinadamente, pero el impulso del avance no pudo detenerse. Cuando el ataque principal hizo una pausa para la consolidación, los tanques Whippet y la caballería avanzaron, "saltando ranas" a través de la línea del frente, pasando columnas de prisioneros y multitudes de infantería británica que vitoreaban. La asistencia de carros ligeros hizo que por primera vez en la guerra 'atravesara la caballería', provocando el caos en la retaguardia alemana y consiguiendo capturar todo un tren cargado de refuerzos. Al final del día, la victoria aliada era clara. El corazón de la Línea Hindenburg había sido aplastado en un solo día y el eje de las defensas alemanas en el frente occidental estaba comprometido. El ataque continuó en los días siguientes, utilizando los tanques de reserva y ampliando la brecha.

Los alemanes lanzaron feroces contraataques para tratar de detener la marea aliada, pero esto era de esperar. Los batallones de tanques se habían mantenido en reserva para ser utilizados como contraataque blindado contra los avances alemanes. Los relativamente ágiles tanques Whippet demostraron ser muy efectivos en este papel, saliendo de su escondite como "conejos salvajes" y aplastando las puntas de lanza de la infantería alemana antes de que pudieran ganar terreno. La batalla varió de un lado a otro a lo largo de octubre, pero a diferencia de la Batalla de Arras, los alemanes no pudieron recuperar el terreno que habían perdido. Lo mejor que pudieron hacer fue frenar el avance de los aliados. Sin embargo, en lugar de involucrarse en una infructuosa guerra de desgaste para la cual los tanques no estaban preparados, los Aliados consolidaron sus ganancias en el centro y en su lugar lanzaron nuevas operaciones de tanques en los flancos. ampliando la brecha en la posición alemana. A finales de año, la Línea Hindenburg estaba completamente rota y la iniciativa estaba firmemente en manos aliadas.

Fin del juego

La batalla de St Quentin eliminó una piedra angular de la estrategia alemana. El Estado Mayor había tenido previamente plena confianza en que la Línea Hindenburg era inquebrantable. Esa confianza ahora estaba destrozada. Aunque Rusia había sido derrotada a fines de 1917, las perspectivas para 1918 de repente parecían sombrías. Los alemanes podrían esperar enfrentar más ataques de tanques en el frente occidental. La creciente fuerza de las industrias de guerra aliadas significaba que habría más vehículos de diseño cada vez más eficaz. Además, serían apoyados por la llegada de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense con sus nuevas divisiones y su rama blindada recién formada.

Peor aún, la moral entre la infantería alemana estaba peligrosamente baja. Los soldados de primera línea estaban exhaustos por la intensa lucha y desanimados por la clara evidencia de la superioridad material aliada. A fines de 1917, la insubordinación, la deserción y los motines localizados se habían vuelto comunes. Con las defensas de Hindenburg rotas y el ejército al borde del motín, la predicción sombría pero realista del Estado Mayor era que Alemania solo podía retrasar el avance aliado durante unos meses antes de que se produjera un avance total. Recomendaron buscar una salida a la guerra con el honor intacto.

En el otro lado del frente, los aliados estaban de buen humor. Su fuerza aumentaba con una mayor producción de tanques y refuerzos estadounidenses, y el frente parecía lleno de posibilidades para nuevos ataques. Se planeó una serie de golpes de martillo blindados para la primavera de 1918, con los británicos organizando un ataque contra Cambrai mientras que los franceses y los estadounidenses planeaban pellizcar el saliente de St Mihiel. El primer ministro David Lloyd George tenía la confianza suficiente para expresar públicamente su creencia de que la victoria se produciría antes de fin de año.

Se demostraría que Lloyd George tenía razón. Con los tanques al frente, una lluvia de golpes cayó sobre las líneas alemanas a principios de 1918. Los alemanes defendieron con desesperación y la lucha fue intensa, pero el resultado final fue inevitable. Alemania no tenía respuesta al número cada vez mayor de tanques aliados y, como había demostrado la batalla de St Quentin, incluso sus posiciones más fuertes podían ser violadas.

Epílogo: The Victory Parade, Londres, 1919

Junto con el rey Jorge V y el primer ministro Lloyd George, Earl Smith-Dorrien observó con inmenso orgullo cómo el desfile pasaba por el podio. Enormes multitudes abarrotaron la ruta del desfile, vitoreando a cada regimiento que pasaba.

La mayor alegría del día marcó la llegada del Royal Tank Corps. Los tanques rugieron, resplandecientes en la pintura fresca y muy lejos de las bestias con cicatrices de batalla que habían roto la Línea Hindenburg. Se abrieron las escotillas y los comandantes saludaron con orgullo a su jefe al pasar por el podio.

Devolviendo el saludo, Smith-Dorrien dejó que su mente volviera a la batalla diecinueve años antes en Sudáfrica. Había requerido una experiencia amarga y la pérdida de muchas vidas, pero los británicos finalmente encontraron una mejor manera de hacer la guerra en forma de tanque. El arma maravillosa había demostrado su valía.

La realidad

Esta historia se basa en la afirmación de Winston Churchill en The World Crisis de que Gran Bretaña podría haber tenido tres mil tanques en el campo a principios de 1917 y, por lo tanto, podría haber lanzado una gran ofensiva blindada meses antes de que realmente lo hiciera en la Batalla de Cambrai en noviembre de 1917. Dadas las demandas existentes en la industria británica en tiempos de guerra, la cifra de tres mil tanques es una pieza clásica de la grandilocuencia de Churchill. Sin embargo, ciertamente había oportunidades para que Gran Bretaña acelerara el ritmo del desarrollo blindado.

En este escenario, le he dado al ejército una ventaja a través de su temprano interés en las propuestas avanzadas de Lancelot de Mole (que lamentablemente fueron ignoradas en la realidad), colocando así el desarrollo blindado varios meses por delante de su ritmo histórico. Sin embargo, un gran problema para el desarrollo de tanques fue la novedad de la tecnología y la falta de un campeón definitivo de la Oficina de Guerra en los primeros meses de diseño. Históricamente, Douglas Haig fue uno de los mayores defensores del tanque, pero su posición en Francia limitó su influencia en el diseño y la producción. En esta historia, he nombrado a Haig Jefe del Estado Mayor Imperial, colocándolo en una posición en la que puede impulsar el desarrollo.

El mayor cambio en la historia es la decisión de emplear tanques en masa a principios de 1917. En realidad, la decisión de desplegar un puñado de tanques en septiembre de 1916 sigue siendo fuente de mucha controversia. Los contemporáneos, incluidos Swinton, Churchill, David Lloyd George y JFC Fuller, condenaron el despliegue como prematuro. Los franceses habían pedido a los británicos que esperaran hasta que ambos lados pudieran atacar simultáneamente con una masa de tanques, pero esta solicitud fue rechazada. Los críticos argumentan que alertó a los alemanes sobre la existencia del arma y no logró una gran ventaja militar. Para cuando los Aliados estuvieron listos para desplegar blindaje masivo a fines de 1917, los alemanes habían desarrollado varias contramedidas antitanque. Los defensores de la decisión de comprometer los tanques desde el principio señalan que la experiencia de combate fue esencial para proporcionar una base para el entrenamiento de la tripulación y el diseño del vehículo. Sin embargo, sigue siendo un punto de debate si estos podrían haberse desarrollado con un trabajo más exhaustivo en casa.

Es intrigante considerar lo que pudo haber logrado una masa de armadura a principios de 1917. La novedad del arma, sin duda, habría tenido un efecto impactante en los alemanes, pero la inexperiencia de las tripulaciones de los tanques y la falta de práctica trabajando junto a la infantería habría sido. perjudicial. Sin embargo, un compromiso temprano y razonablemente exitoso de tanques probablemente habría dado un nuevo impulso al diseño y la adquisición. Esta es la base de la segunda mitad de la historia, en la que se ven diseños avanzados que históricamente debutaron en 1918, como el MK V y el Whippet, introducidos mucho antes en la guerra, y un ataque de tanques anglo-franceses que tuvo lugar a fines de 1917. Históricamente, Fuller abandonó su plan de atacar St. Quentin porque no pudo obtener la cooperación del ejército francés, que se estaba recuperando de los motines de abril de 1917.

Históricamente, el tanque fue una parte valiosa del arsenal aliado, particularmente en las condiciones más móviles de 1918, pero nunca se convirtió en el arma decisiva que esperaban sus campeones. Las limitaciones técnicas, las disputas políticas y los problemas de producción retrasaron su aparición en número, mientras que la novedad del tanque hizo que diseñar tácticas para él fuera un problema.

EA: Eventos paranormales en el Regimiento de Infantería de Monte 30

sábado, 19 de noviembre de 2022

Guerra ruso-japonesa: La Armada Argentina en el conflicto


El General Belgrano, gemelo del Nisshin.

Fuente: Boletin del Centro Naval- N° 821 Autor Jorge Rafael Bóveda


Jorge Rafael Bóveda es abogado, autor, traductor y editor. Es colaborador de publicaciones nacionales y extranjeras vinculadas a la historia naval. Recientemente editó y tradujo la obra Yo fui prisionero del Graf Spee, de Patrick Dove, bajo el sello del Instituto de Publicaciones Navales. Con dicho título inauguró la colección “clásicos de la literatura naval”.

Por el contacto con muchos jefes y oficiales y por lo que veía
de las tripulaciones, pronto llegue al convencimiento de que
a pesar del enorme poder de la escuadra rusa, nada teníamos
que aprender de ella, que fuera utilizable para la muy
modesta de nuestro país, que la superaba sin duda, en disciplina
y espíritu de trabajo.


Contraalmirante (R) José Moneta


A principios de 1904 la tensión entre Rusia y Japón iba en constante aumento a consecuencia de una antigua rivalidad en torno al control de Manchuria y la península de Corea (un Estado vasallo del Imperio Chino que dista apenas 100 millas del Japón). La debilidad política y militar de China convierte a ambos territorios en tentadores objetivos para ambos imperios. Para el Japón, la Rusia Imperial constituye la principal amenaza a sus ambiciones territoriales. Sin embargo éstos no eran los únicos países seducidos por la región. Otras potencias miraban a oriente con igual sed de codicia. Alemania, Francia e Inglaterra quieren su parte, del mismo modo que años antes se habían repartido amplias regiones del continente africano.

Cuando en 1894 Seúl solicitó ayuda a China como consecuencia de una revuelta contra las autoridades gubernamentales, que contaba con el tácito respaldo del Japón, este último país juzgó propicio el momento para disputarle al Celeste Imperio el dominio de ese territorio y envió sus propias tropas a Corea, exigiendo su independencia de China. En la guerra chinojaponesa resultante [1894-5] Japón arrolló sin dificultad a las fuerzas militares chinas. Tanto en su victoria naval en el río Yalú como durante el cerco de Port Arthur, los oficiales japoneses obtuvieron una experiencia invalorable que les sería muy provechosa una década más tarde al enfrentar a Rusia. El tratado de Shimonoseki que puso fin a la guerra con China no sólo demandaba de este país mano libre para el Japón en Corea, la cesión de Formosa y de la península de Liao-Tung, sino también una jugosa indemnización a los vencidos.

La península de Liao-Tung se encuentra en el extremo sur de Manchuria y se proyecta en el Mar Amarillo. Sobre ella se alza Port Arthur, un puerto fortificado a través del cual se intercambiaba buena parte del comercio manchuriano. Rusia, temerosa por la amenaza que el Japón representaba a sus intereses en China, persuadió a Francia y Alemania de presentar a Tokio un virtual ultimátum para que abandonara las recién conquistadas Port Arthur y Dairen en la península de Liao-Tung (1). El pueblo japonés resintió esta cesión de derechos, que consideraba una justa recompensa por su heroísmo y autosacrificio desplegado durante la guerra. Al año siguiente el gobierno de Pekín fue a su vez forzado a arrendar a Rusia esos mismos territorios, lo que exacerbó aún más el ánimo de los japoneses. En 1896 el Zar suscribió un tratado con China, convirtiéndose en el garante de la integridad territorial de ese país. En 1900, al producirse la Revolución de los Boxers, Rusia la utilizó como pretexto para ocupar los territorios manchurianos.

Así, pues, la estrategia rusa entró abiertamente en pugna con los intereses japoneses, al apropiarse de Corea y Manchuria. Éstos necesitaban de ambas regiones porque su país insular no podía brindarles las materias primas y los territorios que su superpoblación exigía. La política exterior rusa, por soberbia, imprudencia o imprevisión, había acercado a sus dos enemigos en la región: Inglaterra y Japón.

En 1902 Rusia, contra sus propios intereses, anunció unilateralmente un repliegue gradual de sus tropas de Manchuria que debía completarse el 8 de octubre de 1903. Cuando las fechas fijadas para la segunda y última etapa pasaron sin ningún movimiento de tropas, la posición internacional de Rusia se hizo insostenible a los ojos japoneses. Así lo refleja el lúcido informe de Daniel García Mansilla, jefe de la misión Argentina en San Petersburgo apenas días antes de la apertura de las hostilidades:

La Rusia ha eludido sus compromisos formales cuando se negara a la evacuación de Manchuria el 8 de octubre último [1903], esa inmensa provincia de China que constituye todo el norte del celeste imperio y cuya superficie es igual a la del Austria y de la Italia reunidas, con una población de 17 millones de habitantes. Es el caso de los ingleses en Egipto y es inútil que el Japón insista sobre este punto porque la Rusia, según cálculos del Director del Banco Ruso-Chino, Sr. Pokotilov, ha gastado más de un billón y medio de francos en trabajos de ingeniería en la referida provincia y no está dispuesta, como se comprende, a inmovilizar tan inmenso capital. Allá en los confines de la Manchuria el imperio del Mikado, cuya población ha duplicado en el espacio de 20 años se consume en sus límites actuales, necesitando desbordar y extenderse por una senda tan geográficamente indicada como la Corea, cumpliéndose así una ley fatal en la historia de los pueblos. El Japón no pierde la esperanza de conquistar un país con el cual tiene tanta afinidad de raza. En 1893 pudo creerse dueño definitivo de la península, después de su victoria sobre China, pero intervinieron Rusia, Alemania y Francia obligando al Japón a renunciar al fruto de su victoria.

A pesar de las últimas concesiones comerciales de la Rusia es fácil comprender el estado de los espíritus en el imperio del Mikado al ver postergada la evacuación de la Manchuria y que el Japón se decida, si no la contienen las potencias, a correr la grave aventura de una declaración de guerra a la Rusia [sic]. (2)

 

Japón consciente de que su diferendo con Rusia no tenía chances de éxito, a menos que otras potencias estuvieran de su lado o al menos adoptaran una benevolente neutralidad, obtuvo un rutilante éxito diplomático al suscribir el 30 de enero de 1902 la alianza anglojaponesa. La primera alianza del Japón con una gran potencia de toda su historia. Para el Reino Unido la alianza era vista como una bienvenida manera de compartir responsabilidades y una útil estocada contra los rusos. Gran Bretaña había desarrollado hacia principios de siglo un creciente comercio con China que deseaba extender y estaba muy preocupada por las ambiciones expansionistas del Zar. Desde el punto de vista británico la alianza anglo-japonesa parecía prometer que Japón actuaría como el soldado inglés de oriente. Las cláusulas principales del tratado incluían el reconocimiento de que Japón tenía un especial interés político, comercial e industrial en Corea, y la promesa de una eventual asistencia militar entre las partes en el caso de que alguno de los signatarios entrara en guerra contra otra potencia extranjera.

Un año más tarde las contrapropuestas rusas excluían a Manchuria como objeto de discusión a la vez que contenían condiciones inaceptables para las actividades de Japón en Corea. El Mikado visualizó a partir de entonces a la guerra como una salida inevitable y toda negociación futura debía serlo al solo efecto de ganar tiempo. Los observadores extranjeros en Tokio señalaron que cualquier concesión a Rusia por parte del gobierno imperial provocaría una explosión de la fiebre guerrera de la población, pudiendo llegar inclusive a una guerra civil.

Los primeros días de febrero, el Jefe del Estado Mayor, Oyama, le dijo al Emperador que era esencial que Japón diera el primer golpe. El 4 de ese mes se celebró una reunión para oír las opiniones de los principales consejeros del Emperador. Éstos coincidieron en que debido a su limitada población y recursos, Japón tendría una dudosa chance de vencer a Rusia. Oyama sostuvo que sólo tenían un 50% de posibilidades de obtener una victoria militar, mientras que la Armada Imperial consideraba que, si bien podría dominar a la Escuadra Rusa del Pacífico, ello implicaría un costo estimado de la mitad de sus buques de guerra. No obstante, se decidió que la guerra era la única salida. Las negociaciones no conducían a ninguna parte y los rusos parecían determinados a quedarse de un momento a otro con el control de la península de Corea. Esta pretensión era considerada una amenaza inadmisible para el Japón.

Todos los consejeros se mostraron de acuerdo en que la guerra debería ser corta, debido a que Rusia, con sus vastos recursos, tendría mayores perspectivas de ganar un conflicto prolongado. Con esta idea en mente se tomaron medidas desde el principio para asegurar el éxito de las futuras negociaciones de paz. Entre ellas se despachó a los EE.UU. a un antiguo compañero de la Universidad de Harvard del Presidente Roosevelt para que cultivara las buenas relaciones con el país del norte, el cual sería muy útil como intermediario para iniciar negociaciones de paz una vez que el Japón estuviera próximo a agotar sus recursos (3).

Aunque la indemnización de guerra que había cobrado Japón tras su victoria sobre China en 1895 le permitió contratar la construcción de modernos buques de guerra en astilleros ingleses, el número de buques capitales disponibles en 1904 era aún considerado insuficiente por el Alto Mando Naval Nipón. El Reino Unido iba a desempeñar un rol fundamental en los meses previos al inicio de las hostilidades al instrumentar una brillante estrategia diplomática que le permitiría incrementar la flota de combate nipona sin que los rusos advirtieran la participación del león británico.

Japón adquiere cruceros argentinos

Como se sabe Inglaterra había actuado como mediadora entre la Argentina y Chile en mayo de 1902, al suscribirse los llamados Pactos de Mayo, lo que la colocó en una posición inmejorable para ayudar a su aliado. Un acta complementaria a los Pactos de Mayo firmada el 9 de enero de 1903 (4) en Buenos Aires con el objeto de hacer efectiva la discreta equivalencia de las escuadras argentina y chilena obligaba a ambos gobiernos a vender sus respectivos buques en construcción en el extranjero en el más breve plazo posible poniéndolos a disposición y orden de S.M. Británica mientras que simultáneamente ordenaba el desarme de otros buques (5).

Inglaterra dispuso así de la noche a la mañana de 4 nuevos buques de guerra que su aliado necesitaba imperiosamente para reforzar su escuadra. De éstos, los 2 cruceros-acorazados argentinos de la clase Garibaldi eran los que estaban más avanzados en su construcción y por esa causa eran los más aptos para incorporarse a la escuadra nipona de Extremo Oriente antes del inicio de las hostilidades. La venta de estos buques al Japón por un tercer país de origen no británico tenía la ventaja de evitar indeseables represalias rusas contra Inglaterra. Lo que se quería evitar a toda costa. Los cruceros acorazados Libertad y Constitución originalmente encargados por Chile a astilleros ingleses fueron adquiridos deliberadamente por estos últimos para sustraerlos del mercado, evitando con ello su posible adquisición por parte de los rusos.

Para acelerar la compra de los buques argentinos Tokio instruyó al Ministro Japonés en Río (no había entonces legación en nuestro país) trasladarse a Buenos Aires para iniciar enseguida las negociaciones. El mensaje llegó a Río a la medianoche del 20 de diciembre de 1903. En ausencia del Ministro, el encargado de negocios nipón, Kumaichi Horiguchi, se embarcó al día siguiente en un paquete inglés con destino a Buenos Aires para entrevistarse con el Canciller Argentino, Dr. Luis María Drago, quien lo recibió en su residencia privada de Belgrano en la víspera de Navidad. Al día siguiente, 25 de diciembre, el encargado de negocios era recibido por el Presidente Roca y el Ministro de Marina Capitán de Navío Onofre Betbeder.

Cinco días más tarde (el 30 de diciembre) se formalizaba en Londres la venta al contado de los cruceros acorazados argentinos Moreno y Rivadavia por intermedio de la firma Anthony Gibbs & Sons, agentes londinenses de la Armada Argentina, en la suma de 1.500.000 libras esterlinas, 20.000 libras menos que el precio pactado originalmente con el gobierno argentino para la entrega de los buques. Aunque la venta fue inicialmente mantenida en secreto a pedido expreso de los compradores, la noticia tomó estado público al poco tiempo, lo cual a la postre comprometería la misión del agregado naval argentino en Rusia, tal como se expone más adelante (6).

Al arribar a Génova, la Comisión Naval Japonesa descubrió con preocupación que el alistamiento del Moreno estaba muy atrasado respecto del Rivadavia, por lo que habría que hacer un gran esfuerzo para lograr que ambos buques estuvieran en condiciones de hacerse a la mar al mismo tiempo. Pese a que las pruebas de máquinas y de artillería ya se habían completado satisfactoriamente, había otros múltiples detalles de terminación que aún permanecían inconclusos. Como consecuencia de ello más de 600 hombres del astillero se pusieron a trabajar en el Moreno para completarlo a tiempo.

 

 
El Kasuga (ex Rivadavia) en alistamiento en el Puerto de Génova. El Almirante ruso Rozhestvensky había procurado adquirirlo e inclusive conservaba una fotografía del buque en su escritorio
(fuente: C. Pleshakov, “The Tsar’s Last Armada”, Basic Books, 2002).

 
El Nisshin (ex Moreno) en alistamiento en el Puerto de Génova.

 

Los buques debían incorporarse ineludiblemente a la escuadra nipona a principios de febrero de 1904 (fecha prevista para el inicio de las hostilidades). Ambos cruceros acorazados, ahora rebautizados Nisshin (7) (ex Moreno) y Kasuga (ex Rivadavia), zarparon de Génova el 9 de enero de 1904, un mes antes del plazo fijado contractualmente, al mando de sendos capitanes de la Royal Navy y tripulación inglesa provista por la firma Armstrong y unos pocos oficiales de la Armada Imperial. Se optó por la ruta más corta hacia el Japón, a través del canal de Suez. La deliberada presencia de una escuadra británica evitó que una división rusa proveniente del Báltico que se encontraba en Bizerta (Túnez) tomara cartas en el asunto. Los flamantes cruceros nipones pudieron reabastecerse de agua, carbón de alta calidad y víveres frescos en las ciudades de Aden, Ceilán y Singapur, todas bajo la protección británica, durante el tránsito de Génova a Yokosuka.

Los japoneses deliberadamente demoraron el inicio de las hostilidades hasta tanto los nuevos cruceros zarparon de Singapur, pues se temía que hasta ese momento pudieran ser atacados por los rusos o los franceses. Aunque no hubo un acuerdo formal de traspaso de información de inteligencia con el Reino Unido, sí hubo un monitoreo de los movimientos navales rusos durante la guerra que fueron informados regularmente a los japoneses. Los ingleses ayudaron a mejorar los equipos de telegrafía sin hilos embarcados y brindaron asistencia técnica a sus aliados al permitir instalar telémetros de origen inglés en los buques de guerra nipones que luego participaron en Tsushima.

El ataque a Port Arthur

Como la guerra era inevitable, Tokio decidió iniciarla en el momento que juzgó más adecuado a sus intereses. Febrero de 1904 parecía ser la mejor fecha. 1904 porque al año siguiente Rusia tenía previsto incorporar 5 nuevos acorazados a su escuadra de Extremo Oriente; febrero porque en ese mes comenzaba el deshielo en los puertos de la costa oeste de Corea. El plan de acción japonés demandaba tempranas embestidas al corazón del ejército ruso estacionado en Manchuria, antes de que sus enormes contingentes de reservistas pudieran ser movilizados y transportados al este.

 
Almirante Heihachiro Togo. Planifico y lideró personalmente todas las operaciones navales importantes de la Armada Imperial Japonesa en 1904-05. El 14 de mayo de 1905 aniquiló a la flota rusa en Tsushima.

Para lograr ese objetivo era necesario contar con líneas seguras de comunicación entre el continente y el Japón. Si Rusia dominaba las comunicaciones marítimas Japón sería derrotado. Por esa causa la campaña militar japonesa descansaba en gran parte sobre los hombros de la Armada Imperial y de la cantidad de buques de combate que pudieran reunir. De ella iban a depender las líneas de abastecimiento para los ejércitos de ocupación. La flota japonesa en el Lejano Oriente era por entonces muy inferior a la rusa, que disponía de una escuadra de buques de gran porte con base en Port Arthur y Vladivostok. Port Arthur se había convertido hacia 1904 en el símbolo del poder ruso en Extremo Oriente.

Este puerto era su única vía de entrada hacia las aguas más calidas del Pacífico. A cientos de millas hacia el norte se alzaba Vladivostok, el segundo bastión ruso de mayor importancia, pero éste permanecía cerrado la mayor parte del año debido al invierno. Mientras Vladivostok era apenas accesible por tierra y por mar, Port Arthur se convirtió en la cabecera del más grande de todos los proyectos imperiales rusos: el ferrocarril transiberiano.

El día que Japón rompió relaciones diplomáticas con San Petersburgo el almirante Togo reunió a sus oficiales y dio las órdenes para dos operaciones inmediatas diseñadas para asegurar al Japón una temprana victoria. La mayor parte de la Armada Imperial haría un ataque por sorpresa a la escuadra rusa, anclada en las inmediaciones de Port Arthur, mientras que un escuadrón de cruceros escoltaría transportes de tropas a Chemulpo (principal puerto coreano), para desembarcar tropas que marcharían a la capital coreana de Seúl y destruirían el destacamento naval ruso que allí se encontraba. Fue esta segunda menos espectacular operación la que comenzó primero, pero fueron las noticias del ataque a Port Arthur las que primero llegaron a Europa y despertaron al gobierno ruso a la realidad de que se encontraban en estado de guerra.

Para asestar el ataque a Port Arthur, que Togo esperaba sería el gran golpe que ganaría la guerra, llevó sus buques hasta una distancia de unas 50 millas de la base rusa hacia el anochecer del 8 de febrero. De acuerdo con los últimos informes que había recibido, los buques capitales rusos estaban justo fuera del puerto; debido al tiempo que demandaba ingresarlos a través de la angostura de la rada, demasiado poco profunda para los acorazados, salvo en el período de marea alta, era razonable asumir que los buques enemigos aún estarían fuera del puerto al momento en que comenzara el ataque. La única variante que podía presentarse era que por alguna razón los buques de la escuadra rusa se hubieran desplazado a la cercana Dalny. Por esta razón Togo dividió sus torpederos en dos grupos: diez serían enviados a Port Arthur y ocho contra Dalny.

 

Los torpederos japoneses comenzaron el ataque sin ser detectados hacia la medianoche guiados por las luces de los buques rusos. En su aproximación los atacantes vieron las luces de dos torpederos rusos que estaban patrullando y se dispersaron confusamente. Durante esta maniobra de dispersión las tres flotillas perdieron contacto unas con otras, colisionando dos de sus torpederos. De acuerdo con fuentes japonesas, esta evasión fue exitosa, pero algunos testigos rusos señalan que los defensores avistaron a sus enemigos y siguiendo órdenes retornaron a informar al Comandante del escuadrón, pero llegaron demasiado tarde para tomar acciones preventivas. Los japoneses, menos un torpedero, continuaron el ataque, pero debido a la confusión imperante no pudieron realizar el ataque en masa previsto. Sólo cuatro torpederas tomaron parte en el primer ataque, las otras siguieron después.

Al parecer los cuatro atacantes que se aproximaban fueron observados por el crucero Pallada, que se encontraba en misión de reconocimiento, pero no fueron identificados como hostiles hasta que fue demasiado tarde. Estos primeros cuatro torpederos pasaron muy cerca de la línea de defensa exterior rusa y poco después de la medianoche lanzaron sus torpedos a las siluetas de los cruceros acorazados. El primer ataque duró apenas cinco minutos, seguido de un segundo ataque por otros cuatro torpederos que se habían desprendido con anterioridad de sus líderes. Éstos enfrentaron una mayor oposición; enceguecidos por los reflectores y el spray de los lanzamientos fallidos, tuvieron mayor dificultad para lanzar sus torpedos. Luego, una hora más tarde, una solitaria torpedera efectuó un ataque individual seguido por un último torpedero, que habiendo sido dañado por una colisión, logró aproximarse silenciosamente a los buques rusos y lanzar un torpedo hacia la silueta de un buque de cuatro chimeneas.

  El ataque de los torpederos japoneses contra port Arthur, el 8 de febrero de 1904, según un grabado japonés de la época

Cuando la fuerza naval de Togo, de acuerdo con lo planeado, se aproximó a Port Arthur a la mañana siguiente para tomar ventaja del maltrecho estado del escuadrón ruso, descubrió con asombro que el mismo estaba intacto, material aunque no moralmente. De todos los torpedos lanzados durante la noche, sólo tres habían dado en el blanco (estos tres aparentemente fueron lanzados por la primera ola de torpederas). Desafortunadamente para los rusos, sus dos más modernos acorazados, el Retvizan y el Tsesarevich, habían sufrido un impacto cada uno. El otro torpedo había hecho blanco en el crucero Pallada. Por la mañana estos tres buques fueron varados en la entrada del puerto. Los denodados esfuerzos por entrarlos en la rada fracasaron. El resto de los buques rusos permanecieron anclados con las calderas encendidas.

 

Pese al éxito obtenido, el ataque por sorpresa del Almirante Togo no trajo todos los resultados esperados. En efecto, éste había desperdiciado ocho de sus torpederos en el puerto de Dalny, donde resultó que no había ningún buque ruso que atacar. Estos torpederos podrían haber sido mejor aprovechados en una segunda ola contra la escuadra rusa de Port Arthur, que si bien ya habría sido alertada por el primer ataque, podría haber sacado provecho de la confusión imperante como consecuencia de los daños recibidos y causarle mayores daños al enemigo.

El Almirante Stark, en vistas del deterioro de la situación, había ordenado a sus buques que permanecieran en estado de alerta contra posibles ataques de torpederos, pero cada buque reaccionó en forma diferente. La mayoría de los oficiales tomaron la orden como un mero ejercicio y no como una advertencia genuina. Ninguno de los buques rusos utilizó sus redes antitorpedos; se dijo después que los oficiales que habían insinuado hacerlo fueron tildados de alarmistas. Algunas dotaciones durmieron vestidas al lado de sus piezas, pero otras no lo hicieron. Después de todo, no había habido una declaración de guerra. El Almirante Stark, considerado el mayor responsable de la derrota, fue rápidamente relevado de su comando (8).

Un porteño en la corte Meiji

La joven República Argentina debido a la providencial circunstancia de haber colaborado con el Japón recibió una invitación oficial de este país para que designase un oficial naval para seguir las operaciones de la guerra. La designación recayó en el Jefe de la Comisión Naval en Génova, Capitán de Navío, Manuel Domecq García, amigo personal del Presidente Julio A. Roca. Gracias a las revelaciones contenidas en un documento inédito recientemente recuperado hoy podemos tener un panorama mucho más preciso de las relaciones interpersonales que mantuvo nuestro “attaché” naval en Extremo Oriente y aspectos hasta hoy desconocidos sobre la comisión de poco más de dos años en que el argentino debió permanecer en aquel país tan extraño a nuestras costumbres. Atrás quedaban su mujer, dos hijos varones y una pequeña nacida en Génova (9).

 

Almirante Stepan Osipovich Makarov era un popular líder naval y el rival de Rozhestvensky en todo. Murió en el hundimiento del acorazado Petropavlovsk en Port Arthur el 31.03.1904.

El 4 de abril de 1904, tres meses después de la partida de los buques, Domecq García, ahora en París, recibió órdenes del gobierno argentino de embarcarse a Extremo Oriente, lo que pudo concretar recién a principios de mayo tras efectuar los arreglos con el Ministro argentino en Londres y munirse de cartas de presentación para las autoridades niponas provistas por el Vizconde Hayachi, Embajador Japonés en Inglaterra. Paralelamente el Presidente Roca, consciente de nuestra carencia de legación diplomática en el Japón (10), telegrafió al Ministro argentino en Londres, Florencio Domínguez, para que recomendase a nuestro agregado naval ante las autoridades inglesas residentes en el Lejano Oriente.

Portando estas impecables credenciales el Capitán Domecq García desembarcó en Japón a principios de julio tras un largo y extenuante viaje en el paquebote Doric (4.500 ton) y se apresuró a contactarse con Sir Claude M. McDonald (1852-1915), el distinguido Jefe de la Legación Británica en Tokio (11) y oficial retirado del Ejército Británico, que había tomado notoriedad durante la dramática Rebelión de los Boxers (1899-1900) en China, al liderar la defensa de todas las legaciones extranjeras que habían sido cercadas por millares de brigadas revolucionarias pertenecientes a una oscura secta secreta que pretendía la expulsión de todos los extranjeros por medio de salvajes actos de violencia, llegando inclusive al homicidio de varios súbditos extranjeros (12).

El veterano diplomático anglosajón no sólo le ofreció hospedarlo en la legación británica durante el tiempo que debiera permanecer en el Japón, sino que lo presentó a las más altas autoridades del Imperio. El Ministro de Marina, Almirante Barón Yamamoto, el Jefe del Estado Mayor, Almirante Vizconde Ito, y el Ministro de Relaciones Exteriores Barón Komura, artífice de la alianza anglo-japonesa e influyente consejero del Emperador, fueron algunos de los altos funcionarios imperiales que tuvo el raro privilegio de conocer y que causaron en él la más honda impresión.

Su carisma personal y la influyente personalidad de McDonald en la Corte Meiji le valieron con el tiempo un lugar de privilegio entre los agregados navales extranjeros que seguían las operaciones de la guerra. “El proceder que se observaba conmigo –dice Domecq García en su informe– era de absoluta complacencia, no dejando de influir naturalmente el sentimiento del reconocimiento a una buena acción [se refiere al rápido alistamiento de los buques vendidos al Japón] y muy especialmente el apoyo del Embajador Británico, quien tomó mi defensa con el mayor interés, como cuestión propia y deseoso de ayudarme en cuanto le fuese posible (sic) (13). No obstante este influyente interlocutor, los cautos japoneses decidieron poner a prueba al argentino. Como primera medida se le exigió guardar estricta reserva sobre todo lo visto y oído en las bases navales y arsenales japoneses, para lo cual debió virtualmente aislarse del resto de los agregados extranjeros: [...] de acuerdo con sus indicaciones [las de Sir Claude McDonald] procuré hacer una vida retraída y aislada –le dice Domecq García al Canciller Estanislao Zeballos (14)– separándome un poco del grupo social que formaba el personal de las legaciones en Tokio y los Agregados Navales, pretextando ciertos motivos de salud con el objeto de evitar se me hiciesen preguntas y se averiguase mi paradero y los lugares donde me encontrase, estando sin embargo en comunicación con la Legación Británica. Se me permitió la visita a todos los arsenales con la autorización de permanecer en ellos el tiempo que me fuese necesario, pero con las mayores reservas y hasta exigiéndome que fuese y anduviese en traje civil (15).

 
Los agregados navales destacados en Rusia durante la guerra Ruso-Japonesa. Parados de izquierda a derecha: El Teniente de Navío de la Marina Imperial Alemana Von Gilgenheim, Capitán de Corbeta de la US Navy Newton Mc Cully. Sentados de izquierda a derecha: Capitán de Fragata José Moneta, Capitán de Navío, RN C.J. Eyres; Teniente de Navío desconocido
[gentileza de Nina McCully Mc Donald].

Gracias a su conducta discreta y reservada Domecq Garcia obtuvo a partir de abril de 1905, es decir, un año después de su arribo al Japón, una autorización extraoficial del Ministro de Marina para embarcar en la escuadra Imperial en operaciones. En efecto, tras entrevistarse con el Barón Yamamoto en marzo de 1905 pudo por fin observar la guerra desde la primera fila, un privilegio que le sería vedado a otros agregados extranjeros.

Se me manifestó –dice Domecq García– que aquella autorización no era oficial, sino absolutamente oficiosa y de buena voluntad, puesto que en otra forma era imposible, por cuanto en ninguna circunstancia el gobierno japonés permitiría que oficialmente se supiese aquella excepción grandísima que conmigo se hacía, debida a las instancias y buenos oficios del Embajador Británico allí presente y al reconocimiento que se tenía hacia nuestro país y a mi actitud discreta y moderada durante mi permanencia en el Japón y que se esperaba la continuase en igual forma [...] En consecuencia, pues, prometí que se guardaría siempre por mi gobierno la mayor reserva respecto al servicio que se me hacía y que en ningún caso, ni en ningún tiempo pudiese aquella excepción que a mí se me concedía, ser causa de disgustos ulteriores para las autoridades navales japonesas, que yo negaría siempre mi presencia en ninguno de los actos de guerra y que sólo mi gobierno se enteraría del favor inmenso que se me hacía y que éste a su vez lo conservaría en secreto y en reserva. (16) Esta oportuna autorización le permitió a nuestro agregado presenciar el duelo entre ambas flotas en la batalla de Tsushima y aunque su informe no revela en que buque embarcó, sabemos por su nieto (Horacio Forn Domecq) que lo hizo en el acorazado Mikasa (17), buque insignia del Almirante Togo, donde también embarcaron algunos agregados ingleses al igual que en los acorazados Asama, Asahi y en el crucero acorazado Idzumi, todos presentes en esa batalla (18).

 


Pese a contar con el favor de las autoridades navales japonesas Domecq García dependía, en la práctica, de los informes oficiales traducidos al inglés que le llegaban por intermedio de la legación británica, ya que él mismo no hablaba el japonés. La legación inglesa contaba con 6 traductores (4 nativos y 2 ingleses con dominio del chino y japonés) que transformaban los ininteligibles símbolos japoneses en valiosa información militar. Domecq no contaba con traductores de ninguna clase, por lo que él mismo debía traducir del inglés al castellano los partes que le facilitaba su amigo McDonald. Sobre la base de estos despachos y sus observaciones personales elaboró más tarde su informe oficial en 5 tomos que se editaría en 1909 y 1917.

 

Al finalizar su comisión Domecq García fue recibido en audiencia por el propio Emperador Mutsuhito juntamente con el flamante Ministro argentino Baldomero García de Sagastume. En aquella solemne ocasión el monarca le obsequió una valiosa caja de laca de oro y dos lujosos jarrones de plata artísticamente modelados, sellados con el crisantemo imperial en prenda de amistad hacia el gobierno argentino. El Ministro de la Casa Imperial solicitó la lista completa de los Jefes y Oficiales que habían integrado la Comisión Naval Argentina en Europa para condecorarlos con la Orden del Sol Naciente, la más alta distinción que el gobierno japonés podía conferir a un militar extranjero. Domecq regresó a Europa el 29 de mayo de 1906 para cumplir otras importantes comisiones, pero siguió el resto de su vida vinculado al Japón, difundiendo su milenaria cultura en el país y promoviendo continuamente iniciativas de acercamiento entre ambos países.

Attache naval en Rusia

La República Argentina también despachó un agregado naval y otro militar (19) para seguir las operaciones del lado ruso, tal como lo habían hecho casi todas las grandes potencias europeas. El flamante Capitán de Fragata José Moneta (20) recibió órdenes de trasladarse a Extremo Oriente el 27 de abril de 1904 (21) con el objeto de seguir las operaciones de la marina rusa en el teatro de la guerra. Su misión en Rusia, aunque provechosa y rica en experiencias personales, se vio desde el principio seriamente amenazada por una serie de hechos que, a los ojos rusos, no favorecían su permanencia en el Lejano Oriente. La noticia de la venta de los cruceros acorazados argentinos al Japón había precedido el arribo de nuestro agregado naval y ese gesto de nuestro gobierno no pasó inadvertido para las autoridades militares rusas.

 
Capitán de Fragata José Moneta [1869-1941] a la edad de 38 años, cuando fue designado Comandante de la fragata Sarmiento para su VIII viaje de Instrucción. La foto fue tomada en 1907 por D. Salomón Vargas Machuca fotógrafo oficial del buque
[AGN].

En efecto, cuando Moneta llegó a San Petersburgo en mayo de 1904 fue interrogado por sus circunstanciales huéspedes sobre este espinoso tema, a lo que él invariablemente contestaba que esos barcos habían sido ofrecidos previamente a Rusia pero que una Comisión Naval de ese país había desaconsejado su adquisición.

Era una excusa convincente y casi imposible de verificar en la Rusia zarista (22). No obstante, este episodio tenía entidad suficiente para arruinar su misión en Rusia mucho antes de que empezara. Fue merced a la influencia personal que ejercía nuestro encargado de negocios, Eduardo García Mansilla (1866-1930), sobre el propio Emperador Nicolás II y otras influyentes personalidades de la corte lo que evitó a Moneta un bochornoso regreso al país con las manos vacías.“(22)

El ocurrente diplomático argentino, sobrino del General Lucio V. Mansilla, y sobrino nieto de Manuelita Rosas, había iniciado su carrera diplomática en 1888 como agregado a la Embajada Argentina en Viena y tras varios destinos en Europa había sido designado en 1900 al frente de la Legación Argentina en Rusia con el propósito de captar mano de obra barata para nuestra pujante industria agropecuaria.

Al margen de sus obligaciones diplomáticas había estudiado música en París con los maestros Massenet, D’Indy y Saint-Saens, y en San Petersburgo con Rimsky Korsakov. Era un hombre de vasta cultura y fina sensibilidad que gozaba de gran prestigio e influencia entre la alta sociedad de San Petersburgo y en el mismo séquito del Zar. En 1905 le dedicó al soberano una Ópera titulada “Iván”, escrita sobre la base de una antigua leyenda rusa con música y letra de su autoría que fue representada con gran suceso en el Teatro del Palacio Hermitage ese mismo año. Más tarde se representó la obra en la Scala de Milán, en el Costanzi de Roma y en el Teatro Colón de Buenos Aires.

Dos años antes, el 9 de agosto de 1902, García Mansilla había logrado que el Emperador Nicolás II, su esposa, la Emperatriz María Feodorovna, la Reina Olga de Grecia, el Gran Duque Heredero Miguel Alexandrovich, y otros altos miembros de la Corte visitaran la fragata Presidente Sarmiento mientras ésta permanecía fondeada en la rada de Kronstadt, un hermoso puerto situado en una isla del Golfo de Finlandia. Dos días más tarde, su Comandante, el Capitán de Fragata Félix Dufourq, junto al Teniente Fliess era recibido en audiencia por el Emperador en persona quien les entregó más tarde sendas condecoraciones (23). Aún se conservan en el Departamento de Estudios Histórios Navales (24) una buena selección de las fotografías tomadas a bordo en tan solemne ocasión.

 
En primer plano el Capitán de Navío Félix Doufurq acompaña al Zar Nicolás II en una inspección por el buque a poco de abordar la Sarmiento en el puerto de Cronstadt en 1902. Ambos son seguidos a respetuosa distancia por nuestro Ministro en San Petersburgo, Eduardo García Mansilla quién dos años más tarde tendrá un papel decisivo para que José Moneta sea autorizado a permanecer en Rusia como observador durante la Guerra Ruso-Japonesa
[DEHN].

En mayo de 1904 las influencias de García Mansilla fueron más útiles que nunca al lograr que las renuentes autoridades rusas extendieran las autorizaciones requeridas para que Moneta continuara su viaje hacia el teatro de la guerra. Tras una breve entrevista personal con el Emperador en su residencia de Peterhoff partió enseguida desde Moscú hacia la ciudad de Harbin (que se pronuncia Jarbín) en el “transiberiano”, tren de una sola trocha, debiendo cruzar en ferry el hermoso lago Baikal, pues aún no estaba terminado el ramal que lo bordea por el sur. El viaje le demandó 14 largos días incluyendo numerosas paradas. Desde allí 2 días más de viaje hasta el teatro de las operaciones propiamente dicho: la Base Naval de Port Arthur.

La fuga de Port Arthur

Al día siguiente de su arribo a la base naval fortificada de Port Arthur los japoneses cortaron las líneas de comunicación con el norte tras batir a los rusos en la batalla del río Yalu, iniciando así el sitio de aquella base, que duraría los siguientes 240 días, como resultado de aquel feroz enfrentamiento los japoneses perdieron 60.000 hombres y los rusos unos 30.000 entre heridos y muertos. El recién llegado Moneta encontró a los agregados navales inmersos en acelerados preparativos para evacuar la plaza por mar en juncos chinos a la costa no bloqueada, pues se temía perder esta valiosa línea de comunicación de un momento a otro como consecuencia de los sostenidos ataques nipones. Fue en estas difíciles circunstancias cuando conoció al agregado naval norteamericano, Capitán de Corbeta Newton McCully (37), que ya se encontraba allí desde el 8 de mayo junto a los attachés alemán, francés e inglés. McCully ya había hecho arreglos para abandonar la plaza en uno de los juncos chinos que abastecían la fortaleza con la esperanza de abrirse paso en tren hasta la base naval de Vladivostok, que aún permanecía libre de japoneses.

Casi todos los juncos que se aventuraban a burlar el bloqueo hacían la ruta Bahía de las Palomas-Chefoo, un puerto sobre la costa de china. Al enterarse la tripulación china que tres de sus camaradas habían muerto el día anterior se produjeron varias deserciones, lo que demoró la partida. Por fortuna hacia el anochecer del 14 de agosto lograron completar la tripulación necesaria para hacerse a la mar. Los acompañaban una modista francesa y su hija de 11 años, juntamente con la esposa de un oficial naval ruso. Esa noche lograron burlar la delatora luz del proyector de un crucero japonés que se encontraba al acecho. A la mañana siguiente dos juncos de dudosa procedencia procuraron interceptarlos, despertando la alarma entre la tripulación oriental. Frente a la perspectiva de ser abordados ambos marinos se armaron con sendos rifles Winchester y repartieron algunas pistolas entre las damas para su defensa personal. Cuando todo parecía perdido lograron alcanzar una punta saliente de la costa que les permitió aumentar la velocidad y con ella la distancia que los separaba de los malhechores.

De acuerdo con McCully, esa noche les dispararon dos veces desde una distancia aproximada de 1.000 yardas, pero merced a la oscuridad reinante pudieron eludir a los atacantes. Hacia las 8:00 p.m. del 16 de agosto lograron llegar a Chan-Hai-Kuan, un pequeño puerto donde la gran muralla china se hunde en el mar. El viaje hacia la seguridad de las costas chinas les había costado 200 rublos. Dada la asombrosa coincidencia de sus respectivos relatos, no existe duda alguna de que ambos agregados hicieron juntos el viaje desde Port Arthur a Chan-Hai-Kuan. Por alguna razón McCully omite mencionar a nuestro compatriota en el capítulo correspondiente de su informe, posiblemente con el objeto de adjudicarse el mérito de la fuga, cuando en rigor de verdad tal mérito correspondía exclusivamente al patrón del junco chino, el único que conocía aquellas aguas como la palma de su mano y sin cuya ayuda la fuga les habría resultado del todo imposible.

 

Por causas que se desconocen los attachés francés y alemán demoraron su partida de Port Arthur hasta el 17 de agosto, y hasta donde sabemos nunca llegaron a Chefoo. Del Capitán de Fragata Marqués de Cuverville, su asistente personal de nacionalidad rusa y del Teniente Von Gilgenheim nunca más se supo nada. La trágica suerte de estos marinos sigue siendo hoy un misterio irresuelto.

De acuerdo con una crónica periodística de la época, poco después de la partida la meteorología empeoró y la tripulación china propuso regresar a la Bahía de las Palomas mientras que los attachés insistieron en continuar el viaje para evitar caer prisioneros de los japoneses. En la disputa subsiguiente ambos oficiales habrían sido arrojados por la borda. Una vez asegurada la rendición de la plaza (25) la mayoría de los no combatientes huyeron a Chefoo en juncos y en pago del pasaje entregaban órdenes de pago a nombre del Banco Ruso-Chino. Entre estos beneficiarios había algunos chinos de la localidad de Laichowfu (un conocido escondrijo de piratas) que fueron encontrados vinculados a los asesinatos de los oficiales extranjeros y que más tarde habrían confesado el crimen (26).

 

Defensas de Port Arthur

Moneta especula en sus memorias que aunque los tres hombres estaban armados pudieron haber sido ultimados por un numeroso contingente de piratas o asesinados a sangre fría por la tripulación china del junco en el que viajaban. Otra versión recogida por McCully señala que en la disputa generada con motivo de la negativa a seguir viaje uno de los attachés habría disparado en la pierna a un miembro de la tripulación china y a la noche siguiente éstos se vengaron lanzándolos por la borda, matando en el proceso al sirviente ruso del Capitán De Cuverville. Sea cual fuere la verdad el gobierno de Pekín cerró oficialmente el incidente ejecutando a 5 ciudadanos chinos en Chefoo.

Vladivostok

En Liaoyang abordaron el ferrocarril transiberiano que los condujo de regreso a Harbin y de allí siguieron viaje a Vladivostok, que en ruso significa Reina de Oriente, así llamada por la belleza natural de su bahía, adonde llegaron el 17 de septiembre. Desde fines de mayo había asumido el Comando de la Escuadra Rusa del Pacífico el Vicealmirante Skrydloff. Allí se encontraron con el agregado inglés, Capitán Eyres; el sueco, Teniente Lubeck, y el dinamarqués, Teniente Tvermoes. De acuerdo con el informe oficial de McCully todos los attachés se alojaron en habitaciones privadas en el centro de la ciudad, a cierta distancia de los arsenales y bases navales.

Sus excursiones estaban limitadas a ciertos lugares prefijados por los rusos. No se permitían visitas a las baterías costeras y mucho menos a los buques. Esta política les dificultaba sobremanera llevar a cabo su tarea. La información debía recolectarse de los relatos, no siempre confiables, que les brindaban los oficiales rusos, y de lo muy poco que les dejaban observar en forma directa. La ausencia de un análisis crítico de estos relatos llevaron a McCully a informar a sus superiores en Washington que los rusos habían hundido sus buques en Port Arthur para protegerlos de la artillería japonesa, con la intención de reflotarlos y enviarlos a combatir una vez que llegara el Escuadrón del Mar Báltico (27).

Visita al General Kuropatkin

Habían transcurrido seis meses desde su llegada a Vladivostok cuando fueron convocados por la máxima autoridad militar rusa en Extremo Oriente, el General Kuropatkin, a presenciar las operaciones en el frente, para lo cual debían trasladarse a Mukden, la antigua capital de Manchuria, donde ahora se había instalado el cuartel general ruso. También se les comunico que debían llevar todo su equipaje, pues posiblemente no retornarían a aquella base. Ésta fue una desagradable sorpresa para los agregados navales que aún aguardaban con impaciencia la llegada de la flota del Báltico al mando del Vicealmirante Rodjenvensky.

El 27 de febrero de 1905 Moneta y sus colegas almorzaron con Kuropatkin y su Estado mayor en su tren de campaña a pocas millas del frente de batalla, fue allí donde se enteraron de la decisión del Emperador de evacuar Vladivostok, posiblemente porque se temía la caída de la plaza. No obstante Kuropatkin invocó otra causa mucho más verosímil: que en aquel puerto ya no había unidades navales capaces de combatir y que las operaciones militares en torno a esa base seguramente no despertaría el interés de los oficiales navales, poniendo de ese modo fin a su misión en Oriente. Sea como fuere el General Kuropatkin más tarde cambió de opinión, autorizando extraoficialmente a los agregados navales a regresar.

Algunos de ellos decidieron permanecer en Mukden, como el Capitán Eyres, de Inglaterra, el cual fue capturado poco después por los japoneses y enviado de regreso a Inglaterra. Moneta dejó Mukden el 19 de marzo en tren y tras un penoso viaje de 6 días hizo una parada en Harbin, donde aprovechó para curarse una leve herida en el pie y tomar lecciones de ruso durante un mes. Fue en este lugar donde se enteró de la desastrosa derrota de la escuadra rusa en Tsushima y de la inutilidad de permanecer más tiempo en Rusia.

Una aventura en el desierto

Concluida su misión en China, Moneta y McCully decidieron reunirse en la ciudad de Chita para emprender juntos el regreso a sus respectivos países. Fue aquí donde se inició un periplo de 22 días que los llevaría a recorrer 760 millas desde Urga (Mongolia) hasta Pekín (China) atravesando el desierto de Gobi y un sinnúmero de pueblos de la antigua China. Cuando llegaron a Urga el 16 de junio de 1905 advirtieron que la ciudad estaba convulsionada con la llegada del joven Dalai Lama, que había debido fugarse de la ciudad sagrada de Lhasa en Tibet como consecuencia de la aproximación al lugar de una fuerza expedicionaria británica al mando de Sir Francis Younghusband, que buscaba contrarrestar el expansionismo ruso en el Tibet y resguardar así los intereses británicos en India.

El 24 de junio partieron de Urga en caravana de camellos y a los tres días tuvieron un encuentro inesperado con una joven bailarina americana (Betty Bennett) a la que habían conocido en Vladivostok. Esta señorita había tenido la desdicha de ser expulsada de Mongolia bajo una falsa acusación de espionaje al no haber correspondido a los galanteos del Jefe de la Plaza. Resulta llamativo que McCully, siendo de nacionalidad norteamericana, no consigne la menor referencia sobre ello en su informe oficial. Pero volvamos al desierto. Para entenderse con los mongoles los attachés habían adquirido en Kyakhta un libro con frases comunes en mongol que usaron muy poco debido a que –según relata McCully– “Moneta era muy bueno para hacerse entender con las manos”.

El 4 de julio llegaron a la estación de Ude, que marcaba la mitad del camino que debían recorrer. La escala siguiente fue la ciudad de Kalgan a la que llegaron el 13 de julio tras recorrer 650 millas en 19 días. El 15 de julio partieron en mula hacia Pekín adonde llegaron 3 días más tarde luego de recorrer 110 millas a través de un hermoso país con hosterías extremadamente baratas donde podían hospedarse cómodamente.

Como resultado de este viaje Moneta perdió 11 kilos y McCully 13, lo cual atribuyeron a las pocas horas de sueño más que a la falta de comida de la cual no se vieron privados en ningún momento. De Pekín se trasladaron en tren a Tien-Sin, donde tomaron un vapor de la línea regular a Shangai. McCully regresó a los Estados Unidos vía San Petersburgo el 20 de octubre de 1905. Moneta también pasó por la capital rusa para luego seguir a Londres, adonde llegó a fines de 1905.

Conclusión

Fue al inicio del siglo XX cuando se desencadenó la guerra ruso-japonesa. La misma se extendió por espacio de veinte meses entre 1904-1905 y resultó en pérdidas humanas y materiales sin precedentes. Cientos de miles murieron, docenas de buques fueron hundidos, centenares de lugares fueron arrasados, saqueados y devastados. Fue la primera guerra de la era moderna.

Casi nadie en Occidente se acuerda de ella. Pero aunque el mundo la olvidó Japón y Rusia no lo hicieron. La victoria del primero y la derrota de la segunda influyeron enormemente en las historias de ambos países. Para Japón la guerra de 1904-1905 trajo hegemonía continental en el este de Asia, que duró hasta 1945. Esta victoria expandió el ego nacional japonés enormemente; era la primera vez que una nación asiática derrotaba a una potencia europea. Para Rusia la derrota trajo la revolución, que eventualmente evolucionó en el oscuro bolchevismo. Campesinos y obreros se rebelaron contra el gobierno, que pese a todo continuó enviándolos a una guerra sin la más mínima expectativa de ganarla, mientras exhibía en forma desafiante los dos peores aspectos de la autocracia: ineficiencia y corrupción.

La batalla naval de Tsushima, una pequeña isla en el estrecho de Corea que separa Japón de Asia continental, fue el punto culminante de la guerra. La misma es aún considerada una de las cinco batallas navales más importantes de la historia, equivalente a Lepanto, Trafalgar, Jutlandia y Midway. El almirante que comandó la flota japonesa en Tsushima, Heihachiro Togo, es todavía unánimemente reverenciado como un genio militar insuperable.

En cuanto a los rusos, los buques que navegan por el mar del Japón todavía hoy arrojan coronas de flores cuando atraviesan el estrecho de Corea. Los restos de miles de marinos rusos yacen en el fondo del mar allí, dentro y alrededor de los acribillados cascos de acorazados, cruceros y torpederos. Tras su regreso a los Estados Unidos, el capitán de corbeta Mc Cully elevó el 10 de mayo de 1906 un detallado informe de 327 páginas a la Oficina de Inteligencia Naval, dependiente del Departamento de la Marina de los Estados Unidos. Allí permaneció hasta 1964, cuando fue hallado por accidente y desclasificado al año siguiente por obra de Richard Von Doenhoff, Jefe de la Sección de Archivos Antiguos de la División Historia Naval del Departamento de la Armada de los Estados Unidos.

Un análisis retrospectivo del contenido del informe revela que su aporte, en términos militares fue modesto e incompleto. La causa de este handicap debe buscarse en las precarias relaciones ruso-americanas previas al conflicto. En efecto, los Estados Unidos de América y el Reino Unido se oponían abiertamente al monopolio ruso en Manchuria. Confiados en la competitividad de su creciente comercio demandaban la “puerta abierta” para comerciar en Asia. Esta actitud era bien conocida y resistida por los rusos. El Presidente Roosevelt al igual que el gran público anglo-americano simpatizaba con los japoneses, pero a medida que la guerra fue progresando comenzó a lamentar la sucesión ininterrumpida de victorias niponas. Para los Estados Unidos era preferible una victoria japonesa limitada que dejara a Rusia demasiado débil para retener Manchuria, pero a la vez lo suficientemente fuerte como para contener el expansionismo japonés.

A su vez la venta por parte de la República Argentina de dos importantes buques de guerra a la Armada Imperial Japonesa hizo caer en desgracia a nuestro agregado naval ante los ojos rusos desde el principio, y sólo merced a la gran influencia de nuestro encargado de negocios, Eduardo García Mansilla, ante el Zar hizo posible que el capitán Moneta pudiera obtener sus credenciales evitándose así, por estrecho margen, que este último debiera abortar su misión como observador naval.

En resumen, tanto los Estados Unidos como la República Argentina, por distintos motivos no gozaban del favor de los rusos, y ello comprometió la misión de sus observadores en Extremo Oriente. A McCully le fue extremadamente difícil obtener información de todo tipo, particularmente en Port Arthur donde fue tratado con notoria desconfianza. Otros agregados, por el contrario, recibieron privilegios que le fueron sistemáticamente negados al norteamericano (el argentino permaneció muy poco en esa plaza como para que pudiera haberse ganado la confianza de los rusos).

En Vladivostok ya vimos que McCully tampoco tuvo mejor suerte, no habiendo podido, según nos cuenta en su informe, consultar documentos o estadísticas oficiales de ninguna clase, ni observar en forma directa las defensas, particularmente las de la Armada. Este penoso cuadro es, a mi juicio, extensivo a Moneta, quien se encontró, en la práctica, tan aislado como McCully, debiendo apoyarse exclusivamente en los relatos que recogía en el club de oficiales, lo que le transmitían otros agregados y lo poco que pudo observar desde la ventana de su hotel, todo lo cual debió incidir negativamente en el contenido de su informe, el cual hasta hoy no ha sido recuperado.

McCully se sintió tan discriminado que no vaciló en formular varias recomendaciones a su gobierno, advirtiéndole que: parece dudoso que un attaché [naval] pueda ser de algún servicio en operaciones de guerra a menos que él y su país simpaticen con las fuerzas ante las que ha sido acreditado. McCully regresó a Rusia en 1914 en calidad de Agregado Naval, donde permaneció hasta 1917. En enero de 1925 fue designado Jefe de la Comisión Naval en Brasil con el grado de Contraalmirante pasando a situación de retiro con ese grado el 1º de julio de 1931. En julio de 1942 fue promovido al grado de Vicealmirante retirado. Falleció en San Agustín, Florida, el 15 de junio de 1951, a la edad de 84 años.

El Capitán de Fragata Moneta a su regreso de Rusia permaneció seis meses en Londres. Posteriormente se le asignó el comando del transporte Pampa. El 3 de enero de 1907 es designado Comandante de la fragata-escuela Presidente Sarmiento, la que bajo su comando realiza el VIII viaje de instrucción. Más tarde se le encomendó traer al país desde los EE.UU. al primer Dreadnough de nuestra Armada, el ARA Rivadavia con el que ingresa a Dársena Norte el 19 de febrero de 1915. Ese mismo año es nombrado jefe de la comisión naval en Europa y agregado a la Legación Argentina en Londres. En el año 1919 tras un breve período como adscripto al Ministerio de Marina pide su retiro del servicio activo el cual es aceptado por decreto del PEN de fecha 31/03/1919, confiriéndosele el derecho al grado y sueldo de Contraalmirante en virtud de la Ley 9651 tras computar 45 años y 10 días de servicios. Moneta falleció en la localidad de Nogalí, Departamento de Belgrano, Provincia de San Luis, el 7 de octubre de 1941 a la edad de 72 años.
(1) Ver Kuropatkin, Memorias del General Kuropatkin, Montaner y Simón Editores, Barcelona, pág. 68.

(2) Informe de la Legación Argentina en Rusia al Ministro de Relaciones Exteriores del 31 de enero de 1904, Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores 1903-4, págs. 342/352.

(3) J. N. Westwood, Rusia against Japan, 1904-05, State University of New York Press, 1986, pág. 22.

(4) También conocida como Protocolo Drago-Concha obligaba a la venta de los buques chilenos Libertad y Constitución en construcción en los Astilleros Vickers y Armstrong de Inglaterra y a los cruceros argentinos Moreno y Rivadavia.

(5) El protocolo disponía también el desarme de los cruceros acorazados Garibaldi y Pueyrredón (la Armada había aconsejado desarmar sólo un buque clase Garibaldi) y del acorazado chileno Capitán Prat de 6.900 t, de origen francés.

(6) Acta de Venta de los cruceros acorazados Moreno y Rivadavia de fecha 30 de diciembre de 1903 suscripta por el Ministro Argentino en Londres Florencio Domínguez y el Ministro del Imperio del Japón acreditado ante la Corte de St. James, Sr. Jadasu Hayashi. Original en el Archivo General de la Armada.

(7) Isoroku Yamamoto, futuro almirante y artífice del ataque a la base naval de Pearl Harbor, sirvió a bordo de este buque con el grado de Guardiamarina durante la batalla de Tsushima, donde fue dejado inconsciente por el estallido de una granada, oportunidad en que perdió dos dedos de una mano

(8) El Almirante ruso Rozhestvensky había procurado adquirirlo e inclusive conservaba una fotografía del buque en su escritorio (fuente: C. Pleshakov, “The Tsar’s Last Armada”, Basic

(8) J. N. Westwood, Russia against Japan, 1904-05: A New look at the Russo-Japanese War, State University of New Cork Press, 1986 págs. 37 y siguientes.

(9) Por esta misma época había fallecido en Europa su hija mayor.

(10) Chile y Brasil disponían de legaciones diplomáticas en Japón.

(11) No fue sino hasta 1905 que la Legación Británica fue elevada al rango de Embajada, siendo este funcionario el primer embajador de aquel país ante el Japón.

(12) Este episodio dio lugar años más tarde al largometraje titulado 55 días en Pekín protagonizado por Charlton Heston. David Niven interpretó magníficamente el papel del Ministro McDonald.

(13) Manuel Domecq García, Antecedentes Reservados sobre mi comisión en el Japón, noviembre de 1906. Archivo Roca, Sala VII, Leg. 1384 (1820-1906) AGN.

(14) Estanislao S. Zeballos (1854- 1923) destacado abogado y doctor en Jurisprudencia, Diputado Nacional por la Capital Federal y por Santa Fe, Presidente de la Cámara de Diputados, Director del diario La Prensa, y 3 veces Ministro de Relaciones Exteriores. Escribió sobre infinidad de temas, desde Arqueología hasta Derecho Constitucional de los Estados Unidos. Estanciero y, desde 1888 a 1894, Presidente de la Sociedad Rural. Los sencillos trajes grises que usaba comúnmente y el clavel blanco que ostentaba en el ojal desmentían su fogoso temperamento.

(15) Ibid nota 13.

(16) Ibid nota 13.

(17) Otra versión no confirmada documentalmente sostiene que Domecq García habría embarcado en el crucero acorazado Nishin, donde habría reemplazado al Jefe de Artillería del buque en pleno combate al ser herido el oficial japonés a cargo de esas tareas.

(18) Ibid nota 13, págs. 8 y 9.

(19) El Ejército envió al Teniente Coronel del Ejército Argentino Enrique Rostagno (1868-1934) quien siguió durante un año la campaña del Ejército Imperial. Sobre la base de su informe personal escribió más tarde en Alemania: “Les armées russes en Manchourie”, que fue elogiado por analistas militares Europeos. El gobierno Imperial Ruso le confirió la Encomienda de la Orden de Santa Ana.

 

(20) El Capitán Moneta nació en Capital Federal el 19.02.1869, cursó sus estudios secundarios en el Nacional de Buenos Aires. Egresó en el primer lugar (de un total de 11) de la promoción Nº11 de la Escuala Naval Militar con el grado de Alférez de Fragata. Su madre Clementina Viola Navarro era media hermana de Erasmo Obligado, un destacado jefe naval argentino que se había sublevado con las cañoneras Paraná y Uruguay durante la abortada revolución de 1874. liderada por el Gral. Mitre contra el presidente electo Nicolás Avellaneda. Durante su permanencia en Rusia llegó a dominar el idioma ruso lo suficiente como para entenderlo, aunque generalmente se comunicaba en francés o inglés, idiomas que dominaba sin mayores dificultades. El informe oficial con abundantes fotografías de su permanencia en Rusia nunca fue encontrado.

(21) Conforme al Decreto del PEN de fecha 2/11/1907 por medio del cual se le reconoce el tiempo de servicio en aquella campaña firmado por el Presidente Figueroa Alcorta y el Ministro de Marina Onofre Betbeder.

(22) De acuerdo con Daniel García Mansilla, hermano mayor de Eduardo, esta anécdota tiene su origen en un episodio real protagonizado entre su hermano y el Zar, donde éste último le enrostró la ayuda militar argentina a Japón. A lo cual el encargado de negocios argentino le recordó que [...] personalmente Vuestra Majestad, con un lápiz rojo tachó la oferta [de los buques], rechazándola”. El Zar luego de un instante de reflexión, concordó con lo dicho por nuestro encargado de negocios y le estrechó la mano. Pocos días después el argentino recibió de parte del soberano la encomienda de San Andrés, según su hermano, “a modo de reparación por su infundada queja”. Fuente: Daniel García Mansilla, Visto, Oído y Recordado”: apuntes de un diplomático Argentino, Bs. As. Kraft., 1950.De acuerdo con Daniel García Mansilla, hermano mayor de Eduardo, esta anécdota tiene su origen en un episodio real protagonizado entre su hermano y el Zar, donde éste último le enrostró la ayuda militar argentina a Japón. A lo cual el encargado de negocios argentino le recordó que Teniente Coronel del Ejército Argentino Enrique Rostagno (1868-1934). carrera diplomática en 1888 como agregado a la Embajada Argentina en Viena y tras varios destinos en Europa había sido designado en 1900 al frente de la Legación Argentina en Rusia con el propósito de captar mano de obra barata para nuestra pujante industria agropecuaria. Al margen de sus obligaciones diplomáticas había estudiado música en París con los maestros Massenet, D’Indy y Saint-Saens, y en San Petersburgo con Rimsky Korsakov. Era un hombre de vasta cultura y fina sensibilidad que gozaba de gran prestigio e influencia entre la alta sociedad de San Petersburgo y en el mismo séquito del Zar. En 1905 le dedicó al soberano una Ópera titulada “Iván”, escrita sobre la base de una antigua leyenda rusa con música y letra de su autoría que fue representada con gran suceso en el Teatro del Palacio Hermitage ese mismo año. Más tarde se representó la obra en la Scala de Milán, en el Costanzi de Roma y en el Teatro Colón de Buenos Aires. Dos años antes, el 9 de agosto de 1902, García Mansilla había logrado que el Emperador Nicolás II, su esposa, la Emperatriz María Feodorovna, la Reina Olga de Grecia, el Gran Duque Heredero Miguel Alexandrovich, y otros altos miembros de la Corte visitaran la fragata Presidente Sarmiento mientras ésta permanecía fondeada en la rada de Kronstadt, un hermoso puerto situado en una isla del Golfo de Finlandia. Dos días más tarde, su Comandante, el Capitán de Fragata Félix Dufourq, junto al Teniente Fliess era recibido en audiencia por el Emperador en persona quien les entregó más tarde sendas condecoraciones

(23) Informe de la Legación Argentina en Rusia al Ministro de Relaciones Exteriores del 31 de diciembre de 1902 (Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores 1902, págs. 273/283).

(24) Departamento de Estudios Históricos Navales dependiente de la Armada Argentina. una buena selección de las fotografías tomadas a bordo en tan solemne ocasión. En mayo de 1904 las influencias de García Mansilla fueron más útiles que nunca al lograr que las renuentes autoridades rusas extendieran las autorizaciones requeridas para que Moneta continuara su viaje hacia el teatro de la guerra. Tras una breve entrevista personal con el Emperador en su residencia de Peterhoff partió enseguida desde Moscú hacia la ciudad de Harbin (que se pronuncia Jarbín) en el “transiberiano”, tren de una sola trocha, debiendo cruzar en ferry el hermoso lago Baikal, pues aún no estaba terminado el ramal que lo bordea por el sur. El viaje le demandó 14 largos días incluyendo numerosas paradas.

(25) Port Arthur se rindió al General Nogi el 2 de enero de 1905.

(26) Ver “Recortes de Diario de la Guerra Ruso Japonesa 1904- 05”, Archivo Domecq García, Museo Naval de la Nación, Tigre.

(27) R. A. Von Doenhoff, The Mc Cully Report, Annapolis, 1977, pág. 258.


FAA: Rocambolesca situación actual

Recuerden que en 20 años de peronismo, en los momentos de mayores entradas de divisas, se dejó caer todo el sistema Mirage, se desprogramó casi todos los A-4AR y NO SE PRODUJO ni un solo Pampa pese a haber duplicado el número de empleados de la nacionalizada FAdeA. Todas estas noticias sólo hablan del desastre del peronismo gestionando la defensa como siempre, sin excepción, ocurrió.

viernes, 18 de noviembre de 2022

ARA: Aniversario de la APBT

La Agrupación Buzos Tácticos cumple 70 años


Es pionera de las Fuerzas Navales Especiales en Latinoamérica.
Gaceta Marinera




“Solo dos cosas te pido, Señor; la victoria y el regreso. Pero si solo una me has de conceder, que sea la victoria”. Así reza el lema de la Agrupación Buzos Tácticos, una unidad de combate que se caracteriza por su espíritu de abnegación y sacrificio en el cumplimiento de su misión.

Se cumplen 70 años desde el egreso de la primera promoción, el 17 de noviembre de 1952. Se trata de la primera unidad de Fuerzas Navales Especiales que se creó en Latinoamérica. Son hombres de mar adiestrados para cumplir tareas específicas.

Por aquellos años, la Segunda Guerra Mundial había demostrado que los medios y las tácticas aplicadas permitieron un salto cualitativo en la eficiencia de las operaciones sobre el enemigo. La guerra moderna se encaminaba a tornarse más compleja y fue necesario recurrir a otro tipo de tecnologías.

La Marina Italiana había sido la primera en usar “hombres rana y torpedos humanos” como elemento principal en el combate. Los devastadores ataques a los buques británicos de los incursori subacquei en los puertos de Alejandría, Gibraltar y Algeciras fueron la inspiración de la Armada Argentina para crear una unidad de combate con similares características.

“Somos herederos de aquellos primeros buzos de combate italianos de la 10° Flotilla de Vehículos de Asalto. Valientes, profesionales e innovadores; sus misiones son leyenda”, sostiene hoy el Comandante de la Agrupación Buzos Tácticos, Capitán de Fragata Alejandro Ojeda.







En la actualidad, la guerra moderna está atravesada por mayor y avanzada tecnología, sin embargo, el factor humano sigue siendo el elemento más desequilibrante a la hora del éxito o el fracaso de una misión de combate, donde la incertidumbre y la fricción aparecen en toda su magnitud. Las fuerzas especiales de todo el mundo tienen esa premisa: el hombre como centro de sus capacidades para cumplir misiones que las fuerzas convencionales no pueden realizar. “Por eso –sostiene el Comandante– la Armada Argentina, cuenta con la capacidad y flexibilidad militar que le da la Agrupación Buzos Tácticos y que complementa a las demás como parte de un gran equipo”.

Se trata de hombres “altamente adiestrados, resilientes, capaces de decidir y de operar eficazmente en soledad en un entorno hostil e incierto”, describe el Capitán Ojeda, y agrega que, además, cuentan “con una cuota de ingenio y camaradería. Así debe ser el combatiente de las fuerzas especiales”.

Con los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial y las lecciones aprendidas, la Armada Argentina entendió que debía dar cuenta de aquello en sus propias filas. El paso inicial fue el Curso de Buceo Autónomo en 1948. El buceo era una técnica nueva, poco conocida y peligrosa, a nivel mundial. De aquel curso egresaron nueve hombres. Eso permitió que pocos años después, en 1952, se realizara el primer Curso de Buceo Táctico en Mar del Plata, en lo que hoy es la Escuela de Buceo, y se crearan dos Agrupaciones de Buzos Tácticos, una para el río y otra para operar en el mar. La organización fue cambiando desde entonces, pero siempre se mantuvo el concepto, “que la Armada Argentina contara con fuerzas especiales capaces de operar desde el mar y en el mar sobre objetivos militares y relevar playas de desembarco para operaciones anfibias”.








Con el tiempo, la Agrupación Buzos Tácticos –unidad dependiente del Comando de la Fuerza de Submarinos– fue sumando nuevas tareas, como es el caso del antiminado, actividad altamente peligrosa; y la participación en operaciones de control de la Zona Económica Exclusiva de jurisdicción nacional. Están capacitados para realizar actividades submarinas, abordaje, voladuras, marcado de playas, paracaidismo, recolección de información, relevamiento hidrográfico e, incluso, forman parte de tareas de búsqueda y rescate, salvamento y del adiestramiento específico en operaciones navales especiales. Pero el concepto es siempre el mismo: “El agua es nuestro ambiente esencial, donde transcurre gran parte de nuestro adiestramiento y vida profesional; y en ese escenario nos preparamos para hacer operaciones de alta complejidad, intensidad y riesgo”, afirma el Capitán Ojeda.

La Armada colocó la piedra angular con el apoyo de los instructores italianos que habían participado en la Segunda Guerra Mundial y que transmitieron su experiencia y conocimiento para la elaboración de doctrina, y en la organización, tácticas y adquisición de equipos.


 



El primer instructor de los Buzos Tácticos fue el oficial italiano Eugenio Wolk. Se creó, entonces, esta unidad que implicó un cambio cultural. El combatiente necesitaba estar imbuido de una disciplina profunda y contar con un adiestramiento específico muy exigente. Por otro lado, debía tener flexibilidad mental y emocional para comprender el entorno y decidir sobre el curso de acción para cumplir con su misión, más allá de las órdenes e instrucciones recibidas, convirtiéndose esa, acaso, en la tarea más difícil.

Uno de los principales hitos desde la creación de la Agrupación es, indudablemente, la participación en la recuperación de las Islas Malvinas. En la Operación Rosario marcó la playa donde desembarcarían las tropas de la Infantería de Marina y del Ejército Argentino; y junto a los Comandos Anfibios de la Infantería de Marina llevó a cabo la conquista de la Casa del Gobernador. En esa operación cayó muerto en combate el Capitán de Fragata (post mortem) Pedro Edgardo Giachino, Infante de Marina y Comando Anfibio, y fueron heridos el Teniente de Fragata Buzo Táctico Diego García Quiroga y el Cabo Primero Enfermero Ernesto Urbina de la Agrupación Comandos Anfibios.

“Esas operaciones en Malvinas resaltaron la importancia del hombre, que supera a su equipamiento. Como ejemplo, el primer grupo de buzos tácticos en desembarcar desde el submarino ARA ‘Santa Fe’ debió tomar decisiones de impacto táctico crucial en soledad y sin comunicaciones con su escalón superior, porque la situación operacional cambiaba a alta velocidad. Esa flexibilidad y capacidad de decidir y actuar bajo presión fue esencial”, agrega el Comandante de la Agrupación.



Quienes desean ser buzo táctico deben aprobar un curso específico de alta exigencia. Como parte de su formación aprenden que es vital la confianza mutua con su pareja de combate. Superada esta instancia, egresan como buzo táctico, buzo de antiminado y paracaidista. “Todos los años tenemos un grupo de oficiales y suboficiales que se presentan voluntarios para desafiarse a sí mismos y para sumar su esfuerzo a la misión de esta Agrupación. Y, en este aniversario nos acompañan, los buzos tácticos veteranos, lo cual habla de una camaradería que trasciende el tiempo”.

Siete décadas pasaron desde aquel primer egreso, que significaron cambios, nuevas técnicas y modernización del equipamiento, sin embargo, lo esencial se mantiene, el trabajo en equipo y el adiestramiento continuo y exigente para el cumplimiento de la misión.


Argentina: Geoestrategia de la bahía de San Julián