jueves, 3 de abril de 2025

Malvinas: El piloto chileno que rescató al SAS en Tierra del Fuego


Imagen referencial. Un Sea King HC.4 de 825 Escuadrón Aéreo Naval despega después de trasladar, desde San Carlos a Darwin, a comandos de la compañía 42 de los Royal Marines (Photo by Paul Haley/ Crown Copyright. Imperial War Museums via Getty Images)IWM/Getty Images - Imperial War Museums

Operación Plum Duff. El aviador chileno que rescató a los comandos británicos que planeaban atacar la base aérea de Río Grande


LA NACION



Jorge Freyggang Campaña, ex oficial de la Fuerza Aérea de Chile, se hizo famoso por ser el primer piloto comercial en llegar a la Antártica; sin embargo, pocos –ni siquiera sus más cercanos- conocían su rol en la guerra de Malvinas


Daniel Avendaño y Mauricio Palma

Son casi las 11 de la noche y caen las primeras gotas sobre Gotemburgo. Solo dos chilenas, que promedian los 70 años, esperan frente al Stora Teatern, el centenario recinto del puerto sueco. Hace poco más de una hora que terminó el concierto de los Inti Illimani, y esperan tomarse una fotografía con los músicos.

Finalmente, aparecen los fundadores de la banda, Horacio Salinas y José Seves, que ya superan los 70 años y que no dudan en posar junto a sus compatriotas.

Es 21 de septiembre de 2023 y nos acercamos a Seves: le contamos que estamos escribiendo un artículo sobre el piloto Jorge Freyggang, hermano mayor de Renato, un saxofonista que estuvo en la banda durante diez años mientras estaban exiliados en Italia.

“Fuimos muy cercanos con Renato”, aclara el dueño del vozarrón emblemático del grupo.

También le señalamos que diversos documentos sindican a este excapitán de la Fuerza Aérea de Chile como uno de los represores de la dictadura chilena. Esta vez, José Seves -con cara contrariada- señala que jamás supo de esta historia. Nos dirá que es un episodio desconocido al interior de los Inti, como se le conoce a esta agrupación fundada en 1967 y que fuese una férrea promotora del gobierno socialista de Salvador Allende.

Dos semanas más tarde, el lunes 2 de octubre de 2023, y minutos antes de que el conjunto Amankay, integrado por holandeses y chilenos, se presente por primera vez en el teatro de la Universidad de Santiago, nos acercamos a Renato Freyggang y le preguntamos por su hermano Jorge y su rol en las sesiones de tortura en la base aérea de Temuco en 1973. El ex Inti Illimani, con semblante sereno, nos dice: “No tenía idea”, y luego agrega que le gustaría cooperar, saber si hay más antecedentes, y que no tendría problemas en reconocer que Jorge estuvo en eso. “En realidad, no me extraña, hubo muchos involucrados”.

La historia le daría la razón.


El aviador trasandino Jorge Freyggang

La pandilla salvaje

Hijo de un suboficial de la FACh que por mérito ascendió a oficial, Jorge Humberto Freyggang Campaña nació el 1 de abril de 1947. Eran cuatro hermanos, tres varones y una niña, y vivieron toda su infancia en Santiago.

A los 18 años ingresó a la Escuela de Aviación y a fines de 1969 egresó con el grado de subteniente, ocupando la antigüedad número 25. Difícilmente llegaría al generalato. Poco después fue destinado a Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Allí conoció a Susana López González, hija de comerciantes locales; se casaron con separación total de bienes.

En mayo de 1973, el teniente Freyggang fue enviado a la Base Aérea Maquehue de Temuco, la que había iniciado sus operaciones a fines de los años 20 y en la que, varias décadas más tarde, el Papa Francisco ofrecería una misa teñida de polémica: subió al altar acompañado por un obispo silente y encubridor de un sacerdote pedófilo.

Es en este lugar, que en los 60 albergaba a la escuela de helicópteros de la FACh, donde Freyggang escribió su historia más brutal a partir del golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

Uno de los que padeció aquella infamia fue Jorge Silhi Zarzar. Hasta su casa ubicada en el centro de Temuco, llegaron tres miembros de la FACh y un enfermero civil. Allí encañonaron a su madre y lo sacaron violentamente desde su hogar. Lo trasladaron hasta la Base Maquehue, ubicada a seis kilómetros al suroeste del centro de la ciudad. En aquel recinto, al entonces liceano lo recibiría “La pandilla salvaje”, un grupo compuesto por oficiales y suboficiales, dirigida por Freyggang Campaña.

“Aquí comienza un calvario que yo no me imaginaba que resultaría posible entre seres humanos: interrogatorios reiterados con golpes, con palos, con electricidad y lo peor de todo, el submarino seco, que es la bolsa de nylon que te ponen en la cabeza hasta que tú abras la mano y decidas que quieres hablar. Si lo hacías para aliviarte y no contestaban lo que ellos querían, volvía el submarino seco”, cuenta el hoy abogado Silhi, desde su casa en la capital de la Región de la Araucanía.

En esos días, Jorge Silhi tenía 19 años recién cumplidos. Era un conocido dirigente estudiantil y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por lo mismo, recibió instrucción militar, pero sin alcanzar a pertenecer a las estructuras claves de su partido. En los interrogatorios insistirá que su perfil era intrascendente.

“Jorge Freyggang estuvo en mis interrogatorios y era uno de los que me golpeaba, pero los que más golpeaban eran los suboficiales”. En una de las sesiones de tormento, Silhi -quien siempre estuvo vendado- logró sacarse la bolsa plástica que lo asfixiaba y ahí Freyggang le tomó las manos y las ató con un cinturón.

Tras ocho días detenido en la Base Maquehue, donde lo interrogaron dos o tres veces al día y después de sufrir “una de las peores pateaduras”, Silhi fue dejado en libertad gracias a contactos familiares. “Cuando soy liberado, el que me va a dejar a mi hogar era Freyggang”, recuerda el abogado temuquense, que reconoció la voz de quien daba las órdenes de las golpizas que padeció.

A fines del 73, Jorge Silhi salió del país con destino a Argentina, donde permaneció un año. Volvería a Chile a estudiar Derecho, ya completamente descolgado de una militancia política. Recién a mediados de los 80 defendería a algunos perseguidos políticos de la dictadura de Pinochet.


Jorge Silhi en su casa en Temuco

El apellido Freyggang es repetido en varios procesos judiciales que se sustanciaron por los crímenes cometidos en Maquehue. En ellos, exoficiales y suboficiales sindicaron al entonces teniente como integrante e incluso jefe de la unidad de inteligencia que operó en aquel recinto militar. Varios de los integrantes de la denominada pandilla salvaje fueron condenados y hoy cumplen condena en prisión.
Un reconocimiento inusual

En la hoja de vida militar de Jorge Freyggang Campaña, un documento de 56 carillas manuscritas y entregada por la propia FACh, se consigna que dos semanas antes del golpe militar –y con la edad de 26 años- pasó a ser jefe del Departamento de Inteligencia del Grupo 3 Maquehue de Temuco, donde “tuvo una destacada actuación antes, durante y después de los sucesos del 11 de septiembre de 1973″.

El texto agrega: “Cumplió con valentía y decisión su actuación frente a elementos marxistas, practicando interrogatorios, detenciones, allanamientos y otras misiones”.


Hoja de vida militar de Jorge Freyggang

Como pocas veces, la propia FACh acreditó la participación de uno de sus oficiales en detenciones extrajudiciales. Aún más: Freyggang obtuvo las mejores calificaciones mientras estuvo destinado en Temuco.

El 12 de septiembre de 1975, dejó su rol en inteligencia y asumió distintas labores administrativas; incluso sería el director del jardín infantil del regimiento.

Seis meses después, en la Laguna del Laja, sufrió su primer accidente aéreo cuando estrelló el helicóptero Dell UH-1H que conducía. La institución lo felicitó por su maniobra y concluyó que se debió a una “falla de material”.

A mediados de 1977, solicitó ser dado de baja de la institución “por motivos particulares”. A fines de agosto dejó las filas de la FACh con el grado de capitán, cerrando su hoja militar llena con múltiples loas; “se le puede confiar cualquier misión”, apuntaron sus superiores.

En los días siguientes, regresó a la Patagonia para iniciar su añorado negocio: tener su propia línea aérea. Para ello, se asoció con su suegro Sergio López, quien era dueño de una librería en Punta Arenas. Ambos se endeudaron y en diciembre del mismo año compraron la línea aérea Tama a Luciano Julio, que solo contaba con una aeronave, un maltrecho CC-CAK.

A pesar de lo precario de la firma, Freyggang le dio un nuevo impulso a la empresa: él piloteaba, su suegro era ejecutivo y su mujer atendía el público. Con el viejo avión aumentó la periodicidad de los vuelos entre Punta Arenas, Cerro Sombrero, Porvenir y Puerto Williams.

Pero la gran apuesta de Freyggang fue en 1980: viajó a Estados Unidos para adquirir tres aviones. Tama se ponía pantalones largos y, cada tanto, ponían avisos publicitarios en los diarios locales. Pero sabía que necesitaba algo más grande para remecer el débil mercado aeronáutico de la zona, hasta que ideó su gran golpe de marketing: el domingo 22 de marzo de 1981, su rostro apareció en la prensa local bajo el titular: “Hazaña histórica de empresa magallánica. Abierta ruta comercial a la Antártica. Jorge Freyggang, piloto civil, fue el primero en llegar a la Antártida con un avión comercial.”


El 22 de marzo de de 1981 el diario El Magallanes da cuenta de la hazaña de Jorge Freyggang, primer piloto civil en unir en vuelo América con la Antártida

El viaje hasta la base Teniente Marsh en la Antártida fue su particular homenaje a la institución que lo formó como piloto, el mismo día del aniversario de la FACh, celebrando el aterrizaje de esta hazaña aeronáutica entre los vítores de sus ex camaradas del aire, a quienes les llevó varias sandías.

¿Un espía de los ingleses?

El otoño de 1982 fue durísimo para los habitantes del extremo sur del continente. Argentina estaba en guerra con Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas. Fue una conflagración corta pero sangrienta.

A muy poco andar del conflicto, el alto mando de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) envió a Chile a uno de sus hombres para que consiguiese el apoyo local bajo el más estricto sigilo. El elegido fue Sidney Albert Edwards, un oficial que a sus 48 años hablaba perfecto español y era experto en inteligencia militar. En Londres sabían que estaban dando inicio a una relación quid pro quo, en la que la ayuda sería recíproca: tras la guerra, Chile recibiría seis Hawker Hunter, un radar de larga distancia, misiles antiaéreos y tres cazabombarderos Canberra de reconocimiento fotogramétrico de gran altura. Mientras que los aviadores británicos usarían el espacio aéreo chileno para labores de espionaje, instalando en Punta Arenas un radar que les permitió detectar los movimientos de los cazas argentinos, y varias pistas en las que aterrizaban aeronaves inglesas camufladas como máquinas chilenas.

Pero la ayuda subrepticia hacia los británicos no estuvo exenta de incidentes.


Sea King con las aspas plegadas a bordo de la cubierta de vuelo del HMS Intrepid. Atrás asoma el portaaviones ligero HMS Hermes.


El mapa con la operación frustrada que publicó el periódico inglés Daily Mail en 2014

El 17 de mayo de 1982, el helicóptero Sea King HC-4VC, bajo el mando del teniente Richard Hutching, despegó desde el portaviones HMS Invencible. En el interior iban además ocho hombres del S.A.S., las fuerzas especiales del ejército británico. Era una misión arriesgada y casi suicida. La operación secreta, denominada Plum Duff, tenía como objetivo infiltrar la base aeronaval argentina de Río Grande, destruir los aviones Super Étendard, asesinar a sus pilotos, pero por sobre todo, destruir los 3 misiles AM-39 Exocet que aún mantenía la Fuerza Aérea Argentina, el principal dolor de cabeza para Margaret Thatcher, luego que semanas antes, el 4 de mayo, dos de estos misiles habían hundido al destructor británico HMS Sheffield.


La base Aérea de Río Grande, en 1982, objetivo de los comandos que participaron en la operación Plum Duff

Pero algo falló, y debido a las condiciones climáticas, el teniente Hutching abortó la misión pues había sido detectado por un radar hostil: el copiloto pudo observar una bengala en las cercanías. Decidieron dejar a los comandos SAS en un punto cercano al río Silva. Luego prosiguieron rumbo a Punta Arenas y ya en territorio chileno, el Sea King fue abandonado y destruido por sus propios ocupantes.




El incendio del helicóptero no sólo fue advertido por los lugareños sino que rápidamente se convirtió en noticia internacional. Los tres tripulantes del Sea King decidieron esconderse, hasta recibir nuevas órdenes. Fueron siete largos días en que el incidente pasó a ser un inesperado y casi insalvable conflicto diplomático, hasta que –según rezaba el protocolo- Hutching tomó su teléfono satelital y llamó a Sidney Edwards:

“Entréguense a las autoridades chilenas y yo me ocuparé de que lleguen a Santiago”, fue la instrucción que recibió el piloto. Y así lo hicieron. En los días siguientes abandonaron el territorio chileno rumbo a Londres.


La Prensa Austral publico la noticia del rescate de los tres pilotos del Sea King. Si bien la crónica habla de "misterio", jamás menciona a los 8 comando británicos que iban en el helicóptero


La tripulación del Sea King británico tuvo una salida "oficial". Los tres pilotos dieron una conferencia de prensa al llegar a Santiago, pero negaron la existencia de comandos británicos en el continente

Mientras, los 8 hombres de la SAS seguían escondidos en el sur de Chile, específicamente en la ciudad de Porvenir. Pero no aguantarían mucho tiempo.

Se hacía urgente sacarlos del país, por lo que los oficiales de enlace chilenos contactaron al ex camarada de la FACh, Jorge Freyggang. Los ingleses pagaron una alta cifra con el propósito de resguardar las identidades de sus pasajeros que, de paso, mejoraron las alicaídas arcas de aerolíneas Tama.

Aprovechando la tranquilidad del domingo 30 de mayo, los ocho comandos británicos fueron trasladados desde Porvenir hasta Punta Arenas a bordo de un monomotor. En la capital de Magallanes, los esperaba el Beecheraft Queen Air BE-80 piloteado por Freyggang. Hizo escala en Puerto Montt para cargar combustible y al llegar a Santiago, fueron recibidos por una columna de vehículos que los llevó a una casa de seguridad. Jorge Freyggang respiró tranquilo. La misión secreta había resultado exitosa y la paga generosa. Estuvo 6 días en la capital, reunió a su familia y el sábado emprendió el vuelo de regreso a Punta Arenas.

Sería el último de su vida.



Vecinos de Punta Arenas aún conservan, como souvenirs, pedazos del Sea King que los comandos británicos abandonaron y prendieron fuego tras abortar el ataque a la base de Río Grande

Aquel 5 de junio de 1982 había sido pronosticado con mal tiempo. No era un buen día para volar. Los 1308 kilómetros que separan Puerto Montt con la austral Punta Arenas se encontraban con cielos completamente nublados. Es una geografía compleja y un clima inestable, con vientos bravos. Pero Freyggang se tenía confianza. Había despegado aquella mañana desde Santiago en su Beecheraft Queen Air BE-80. Hizo una escala en el aeropuerto El Tepual de Puerto Montt. Lo acompañaba su esposa Susana López, sus hijos Jorge (9), Patricio (7), Susana (2) y la asesora del hogar, Brunilda Navarro. Despegaron cerca de las 10 de la mañana para volver a su amado Magallanes.

A las 18:10 horas, Jorge Freyggang se contactó con el operador de la torre de control del aeródromo de Chile Chico. Tenía una emergencia:

“Solo veo mar a mi alrededor; también veo la luna. No observo tierra. Me queda combustible para unos 20 minutos, así que trataré de amarar. Búsquenme. No me olviden”.

Fue su último contacto radial.

“Perdido avión de Tama”, tituló al día siguiente diario El Magallanes. La noticia caló hondo en Punta Arenas. Freyggang era un hombre conocido en la austral ciudad y había consolidado cierto prestigio entre los aviadores. Su bigote le otorgaba más años que los 35 que tenía al momento del accidente.


Los archivos oficiales de la Operación Plum Duff fueron desclasificados hace 10 años. Sin embargo, las imágenes del helicóptero británico incendiado en el sur de Chile trascendieron en 1982

“Era un tipo extrovertido, simpático, alegre y ameno. Muy sincero y transparente”, lo recuerda hasta estos días desde su oficina en Punta Arenas, Luis Utman, quien lo conoció cuando ingresaron como cadetes a la Escuela de Aviación en 1965. El destino los volvió a unir a principios de los 80, cuando Luis comenzó a pilotear para la empresa Tama. Por eso le dolió tanto su partida, pues a pesar de la experiencia de Freyggang, poco pudo hacer aquel infausto atardecer de junio de 1982. Los fuertes vientos y escaso combustible lo sentenciaron. Técnicamente se cree que el avión pudo caer entre Punta Arenas y el Mar de Drake. Utman participó directamente en la búsqueda del avión siniestrado, la que se prolongó por dos semanas.

Durante años se especuló que el chileno había sido un espía trabajando para los ingleses y que incluso volaba de manera permanente a Puerto Argentino, en las Islas Malvinas. Incluso se levantó la versión de que su accidente habría sido un atentado de la inteligencia argentina, o que habría fingido su propia muerte y la de su familia, siendo visto años más tarde en Inglaterra, Australia u otro país, que sólo la imaginación popular pudo inventar.

Los rastros de Freyggang Campaña y su familia nunca fueron encontrados.
Daniel Avendaño y Mauricio Palm

martes, 1 de abril de 2025

Malvinas: Un análisis norteamericano

Un asunto triste y sangriento

Lecciones de la Fuerza Terrestre de las Malvinas, cuarenta años después

 

Teniente coronel Robert S. Krenzel Jr., ejército de EE. UU., retirado || Military Review

 

 

En abril de 1982, las Islas Malvinas se convirtieron en un nombre familiar. El 2 de abril, las fuerzas argentinas desembarcaron en East Falkland y tomaron el puerto Stanley, reclamando las “Malvinas” para Argentina. Al día siguiente, la primera ministra británica Margaret Thatcher se puso de pie en la Cámara de los Comunes para condenar esta agresión y, al final de su discurso, anunció: “Una gran fuerza de tarea zarpará tan pronto como se completen los preparativos”. 1 Parecía absurdo que dos aliados estadounidenses pudieran pelearse por un montón de rocas remotas en el Atlántico Sur, pero a medida que pasaban las semanas, la diplomacia fracasó, los buques de guerra británicos se dirigieron hacia el sur y la perspectiva de una resolución pacífica se atenuó. El 2 de mayo, el submarino de ataque nuclear HMS Conqueror torpedeó el crucero ARA General Belgrano , cobrándose 368 vidas. 2 En cuarenta y ocho horas, un misil de crucero antibuque lanzado desde el aire AM39 Exocet se estrelló contra el destructor británico HMS Sheffield , matando a veintiún miembros de la tripulación y la confianza de la Royal Navy en su capacidad para defenderse. 3 La guerra había comenzado en serio. En el contexto de estas pérdidas, una fuerza anfibia, el Grupo de Tareas 317.0, navegó hacia el estrecho de Falkland. Entre sus pasajeros se encontraba la Fuerza de Desembarco, el Grupo de Tareas 317.1, compuesta por la 3.ª Brigada de Comando de los Royal Marines, reforzada con los 2.º y 3.º Batallones del Regimiento de Paracaidistas del Ejército británico, más armas de apoyo. La misión de estos dos grupos de tareas era "desembarcar una fuerza en las Islas Malvinas con vistas a recuperar la posesión de las Islas". 4 Antes de zarpar, el comandante Michael Clapp y el general de brigada. El comandante de la fuerza de tarea, el almirante Sir John Fieldhouse, había advertido a Julian Thompson, los comandantes de estos dos grupos: “Esto va a ser un asunto triste y sangriento; solo desearía poder ofrecerles más barcos”. 5

La operación anfibia de San Carlos del 21 de mayo logró, de hecho, desembarcar una fuerza en las Islas Malvinas. Tres semanas después, tras una concentración inicial en tierra y posteriores combates encarnizados, la guarnición argentina se rendiría ante la fuerza terrestre británica, numéricamente inferior. Fue una victoria notable, pero la advertencia de Fieldhouse había resultado profética. Sólo del lado británico, la guerra se saldó con la pérdida de dos destructores, dos fragatas, un buque de desembarco, un buque portacontenedores, diez aviones de combate (Harriers), veinticuatro helicópteros, 255 muertos y 777 heridos o lesionados. 6

La Guerra de las Malvinas marcó la primera campaña naval importante de la era de los misiles y la mayor operación anfibia desde la Guerra de Corea. Como tal, los planificadores navales y marinos la han estudiado extensamente. Cuarenta años después, con la invasión rusa de Ucrania en marcha y altas tensiones en la Primera Cadena de Islas del Pacífico, vale la pena mirar la campaña conjunta en las Malvinas desde una perspectiva de fuerza terrestre. Encontraremos mucho que aprender sobre la proyección de fuerza, la entrada forzosa, la guerra expedicionaria y las limitaciones y los desafíos que enfrentan nuestros socios conjuntos.

¡Puestos de acción! Buques de superficie en la era de los misiles

La campaña de las Malvinas dejó muy en claro dos cosas sobre los buques de guerra de superficie en la era de los misiles: son esenciales para la proyección de poder y son vulnerables. 7 La Fuerza de Portaaviones de la Marina Real, Grupo de Tareas 317.8, entró en la zona de exclusión marítima total el 23 de abril de 1982 con trece buques; había dos portaaviones pequeños más sus escoltas (destructores y fragatas variados). Muchas de las escoltas cumplían funciones especializadas, como defensa aérea, antisubmarina o guerra de superficie, pero todas tenían al menos alguna capacidad en cada función. Las joyas de la corona de las escoltas eran tres destructores "Tipo 42" ( Coventry , Glasgow y Sheffield ) y dos fragatas "Tipo 22" ( Brilliant y Broadsword ). 8 Los Tipo 42 eran especialistas en defensa aérea; Sus lanzadores gemelos de misiles tierra-aire (SAM) de largo alcance Sea Dart los servían para proteger a las flotas de la OTAN contra ataques masivos de bombarderos soviéticos que volaban a gran altura y lanzaban misiles de crucero antibuque (ASCM) de gran altitud. Los Tipo 22 eran buques de guerra antisubmarina, pero estaban equipados con lanzadores de misiles de crucero Sea Wolf de corto alcance, capaces de destruir misiles de crucero que rozaran el mar. (Estos, como muchos buques argentinos, también montaban ASCM Exocet). Aparte de los veinte Sea Harriers no probados en los dos portaaviones, estos cinco buques representaban la mejor esperanza del grupo de tareas para defenderse de los ataques aéreos. 9 Al final de la guerra, los ataques aéreos habían paralizado a Glasgow , Brilliant y Broadsword , y habían enviado a Sheffield y Coventry al fondo del Atlántico Sur.

Cita de izquierda

Si bien las flotas de superficie y de submarinos de la Armada argentina no lograron disputar el control del mar, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval argentinas demostraron ser una amenaza existencial para la fuerza de tarea británica.

Cita correcta

Aunque las flotas de superficie y submarinos de la Armada argentina no pudieron disputar el control del mar, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval argentinas demostraron ser una amenaza existencial para la fuerza de tareas británica. Al contar con destructores Tipo 42 propios, los argentinos estaban lo suficientemente familiarizados con las capacidades y limitaciones británicas como para evitar el campo de tiro del Sea Dart, atacando generalmente al nivel de la cresta de las olas o justo por encima de él. Llevaron a cabo la mayoría de estos ataques con bombas y cañones “tontos”, al estilo de la Segunda Guerra Mundial. Estos ataques se produjeron a tan baja altura que eran difíciles de detectar por radar (más de un buque británico sufrió daños cuando un avión argentino golpeó sus antenas, y al menos un A4 Skyhawk argentino se estrelló al aterrizar debido a la capa de rocío marino que cubría su cubierta). 10 Otra consecuencia de los ataques a baja altura fue que muchas bombas argentinas no explotaron, ya que sus espoletas no tuvieron tiempo de armarse. Muchos buques británicos salieron de combate con bombas sin explotar de 500 o 1.000 libras alojadas en tanques de combustible o polvorines.

El avión Super Étendard de la Armada argentina también podía atacar lanzando misiles antibuque Exocet. Durante la guerra, Argentina sólo contaba con cinco misiles antibuque Exocet lanzados desde el aire. A pesar de la familiaridad británica con los misiles Exocet, estos cinco misiles antibuque hundieron dos barcos: el HMS Sheffield y el SS Atlantic Conveyor . En las batallas navales de la Segunda Guerra Mundial, barcos tan pequeños como los destructores sufrieron numerosos impactos y siguieron luchando mientras sus depósitos blindados no fueran penetrados. En contraste, los buques de guerra modernos están llenos de combustible, componentes electrónicos y municiones relativamente vulnerables. Un misiles antibuque es especialmente peligroso porque lanza una gran ojiva a alta velocidad: 165 kilogramos a Mach 0,9 para un Exocet; 205-500 kilogramos a más de Mach 2 para un moderno YJ-12 chino. Ojivas tan grandes, que viajan a velocidades tan altas, inevitablemente causan daños masivos y provocan incendios secundarios que rápidamente superan la capacidad de la tripulación para controlar los daños. Si bien un portaaviones grande puede absorber dos o tres impactos de ASCM y sobrevivir, un solo impacto de ASCM en un crucero, destructor, fragata o buque de carga probablemente será fatal. 11

¿Por qué es esto importante para la fuerza terrestre? En una palabra: riesgo. A diferencia de un escuadrón de infantería o un pelotón de tanques, si un comandante naval lleva sus barcos a la línea de fuego, los barcos no pueden ponerse a cubierto o retroceder detrás de una línea de intervisibilidad; deben abrirse paso luchando. Los argentinos sólo tenían cinco Exocets lanzados desde el aire, que utilizaron para hundir dos barcos. Si bien un grupo de ataque estadounidense moderno tiene muchas ventajas de las que carecían los británicos en 1982 (muchas basadas en lecciones aprendidas de ese conflicto), es importante recordar que un solo bombardero chino de largo alcance H-6J o H-6K puede llevar seis ASCM YJ-12, que probablemente puedan lanzar desde doscientas millas náuticas de distancia. Un hidroplano de ataque rápido podría llevar ocho ASCM. Si un enemigo como China lograra concentrar un regimiento de H-6 y/o un escuadrón de pequeñas embarcaciones de ataque, un grupo de ataque estadounidense o aliado moderno podría encontrarse fácilmente defendiéndose de un bombardeo de cien a doscientos misiles de crucero supersónicos. Teniendo en cuenta que un grupo de ataque de un portaaviones estadounidense normalmente se hace a la mar con un portaaviones, un crucero y dos o tres destructores, el adversario no necesitaría una tasa de aciertos del 40 por ciento para tener éxito. Con doscientos misiles, una tasa de aciertos del 3 por ciento tendría consecuencias estratégicas y operativas asombrosas. Si ese grupo de ataque también estuviera apoyando a una fuerza terrestre expedicionaria, esa fuerza terrestre podría quedar aislada de repente, con pocas perspectivas de ayuda durante mucho tiempo. Nuestros homólogos navales son guerreros valientes, pero deben sopesar cuidadosamente los riesgos antes de exponer sus barcos al fuego enemigo.

No siempre puedes conseguir lo que quieres

Aunque las sucesivas rondas de presupuestos de defensa habían reducido la flota de buques anfibios disponibles para la Marina Real, esta conservaba un activo crítico: el HMS Hermes . Este buque de cubierta plana era un pequeño portaaviones con una cubierta de vuelo de longitud completa y un hangar debajo de la cubierta. La Marina Real había modificado al Hermes para tareas de guerra antisubmarina, pero en su anterior papel como la principal plataforma anfibia para los Royal Marines, se lo había denominado "portaaviones comando". (El equivalente estadounidense moderno, más grande, es el buque de asalto con helicópteros de desembarco de clase América). Habiendo entrenado extensamente con el Hermes , fue una sorpresa para el personal de la brigada de comandos cuando recibieron la noticia de que el Hermes no serviría en un papel anfibio. Fieldhouse había decidido que la superioridad aérea era un requisito previo para cualquier operación anfibia en las Malvinas. Con un solo portaaviones, el HMS Invincible , el grupo de portaaviones no podría generar suficientes salidas para controlar el aire. Por lo tanto, la fuerza anfibia tendría que arreglárselas sin el Hermes , y la fuerza de desembarco tendría que arreglárselas sin la posibilidad de contar con ataques aéreos desde el agua. El modo principal de movimiento de barco a tierra tendría que ser mediante embarcaciones. 12

En ningún momento de las hostilidades los británicos estuvieron cerca de establecer la superioridad aérea. Los Sea Harriers eran muy eficaces y los pilotos argentinos les temían, pero eran demasiado pocos y estaban demasiado alejados entre sí para controlar el aire. Finalmente, Fieldhouse decidió ejecutar el desembarco sin superioridad aérea, por lo que Thompson tuvo que conformarse una vez más, sin contar con los helicópteros del HMS Hermes ni con la protección de la superioridad aérea.

El control del mar y del aire sigue siendo un requisito previo para una operación anfibia. Un comandante de fuerza terrestre seguramente tendrá requisitos insatisfechos. Si bien el componente terrestre puede ser en última instancia el esfuerzo principal, debe planificar cómo arreglárselas con lo que pueda conseguir.

Los cielos hostiles

Nunca hay suficientes aviones amigos para todos. Un comandante de fuerza terrestre ansioso podría suponer que con dos portaaviones en su fuerza de tarea conjunta, habría muchos cazas disponibles para asegurar la supremacía aérea y proporcionar un abundante apoyo aéreo cercano (CAS). Nada podría estar más lejos de la verdad. A medida que su fuerza de tarea anfibia se acercaba a su área objetivo anfibia en el estrecho de Falkland, Clapp estaba particularmente preocupado por el ataque aéreo argentino, ya que el área objetivo anfibia estaba justo dentro del alcance de los cazabombarderos cargados de bombas que volaban desde bases en el territorio continental argentino. En consecuencia, Clapp solicitó tres modestas patrullas aéreas de combate (CAP) de dos Sea Harrier cada una en las vías aéreas de aproximación a San Carlos. Desafortunadamente, las matemáticas no funcionaron. Para mantener seis aviones constantemente en posición, el escuadrón aéreo naval necesitaba seis Harrier adicionales en tránsito (hacia o desde las estaciones CAP) y seis en las cubiertas preparándose para entrar en posición; esto representa dieciocho de los veinte Sea Harrier en la fuerza. Esto no permite que ningún Harrier se quede fuera de combate para realizar tareas de mantenimiento ni, de hecho, para la defensa aérea de los portaaviones. El CAS estaba fuera de cuestión. 13 Al final resultó que los Sea Harrier rara vez impidieron un ataque. Por lo general, tuvieron que enfrentarse a aviones enemigos que huían cuando intentaban regresar a la base después de atacar, guiados por los controladores de los buques de guerra atacados.

Dada la falta de superioridad aérea, el grupo anfibio dependía en gran medida de los recursos de defensa aérea del Ejército y la Marina, así como de su propio Blowpipe y un puñado de sistemas de defensa aérea portátiles Stinger, misiles Rapier SAM y fuego de armas pequeñas de la fuerza de desembarco. En los espacios relativamente reducidos de San Carlos Water, gran parte del peso de la defensa aérea cercana recaía sobre los hombros de marineros de entre diecisiete y diecinueve años en emplazamientos protegidos con sacos de arena en la superestructura de los barcos. Disparando cañones antiaéreos ligeros, ametralladoras de uso general, ametralladoras ligeras Bren de la Segunda Guerra Mundial e incluso pistolas de bengalas, estos jóvenes marineros intentaban distraer a los pilotos argentinos lo suficiente como para desviar su puntería. En ocasiones, incluso los derribaban del cielo. El precio era alto para ambos bandos. 14

Para ser justos, un grupo de ataque expedicionario estadounidense moderno dependería mucho menos de los buques mercantes y estaría mejor equipado con sistemas de armas de corto alcance. Presumiblemente estaría dentro del alcance de cazas más capaces dirigidos hacia las amenazas entrantes mediante alerta temprana aérea. Para contrarrestar esto, un enemigo contemporáneo que lanzara ataques conjuntos grandes y bien coordinados desde numerosas bases terrestres podría potencialmente reunir una fuerza abrumadora y abrirse paso y llevar la lucha a la fuerza anfibia. Para protegerse contra tal eventualidad o contra un ataque al portaaviones, un comandante de grupo de ataque de portaaviones, por necesidad, se concentraría fuertemente en operaciones defensivas contraaéreas en detrimento de las operaciones terrestres (incluido el CAS en apoyo de la fuerza de desembarco). Un comandante de fuerza terrestre astuto podría pedir tener F-35B del Cuerpo de Marines dedicados, embarcados en un muelle de helicópteros de buques de desembarco o un asalto de helicópteros de buques de desembarco, en su fuerza de tarea anfibia. Si bien estas aeronaves podrían ciertamente proporcionar defensa local y misiones CAS, existe una desventaja: como con el HMS Hermes, los cazas desplazarían a los helicópteros muy necesarios. Podría decirse que un CH-53, CH-47, AH-64 o AH-1Z serían mucho más valiosos para la fuerza de desembarco que un F-35 a largo plazo.

Una fuerza de desembarco que desembarque de buques anfibios tendrá que aceptar riesgos. El comandante de una fuerza de desembarco nunca tendrá todo lo que desea. A veces, lo mejor que puede hacer la fuerza de desembarco es seleccionar la mejor zona objetivo anfibia en estrecha coordinación con la fuerza anfibia y centrarse en llevar tropas, equipos y suministros a tierra lo más rápido posible; solo entonces la fuerza de desembarco podrá ser dueña de su propio destino.

Por falta de un clavo: reglas de sustentación

He oído la frase “Los aficionados discuten tácticas, los profesionales discuten logística”, o alguna variación de la misma, atribuida a generales desde Napoleón Bonaparte hasta Omar Bradley y Georgy Zhukov. Quienquiera que la haya dicho primero, nunca fue más cierta que cuando se habla de una operación anfibia.

Los británicos aseguraron la cabeza de playa alrededor de San Carlos Water al comienzo del Día D de la operación de desembarco. Con casi cinco batallones de infantes de marina y paracaidistas altamente entrenados atrincherados en el terreno elevado que rodeaba la pequeña bahía, el enfoque del esfuerzo de transporte pasó inmediatamente del desembarco de tropas y armas a la construcción de una base de operaciones. Las cosas se torcieron de inmediato.

Thompson, el comandante de la fuerza de desembarco, había planeado construir lo que el actual Ejército de los EE. UU. llamaría un área de apoyo de brigada (BSA) en y alrededor de las playas cercanas al asentamiento de San Carlos. Como es la práctica estadounidense, esta BSA albergaría suministros (principalmente municiones, combustible, alimentos, agua y médicos, aproximadamente en ese orden), actividades de mantenimiento e instalaciones médicas. El transporte generalmente se haría en helicóptero. La brigada contaba con la eventual llegada de cuatro helicópteros CH-47 y diez Wessex, estibados a bordo del SS Atlantic Conveyor . Los CH-47 eran demasiado grandes para volar desde los muelles de la plataforma de desembarco, el HMS Fearless y el HMS Intrepid , con la fuerza anfibia. Podrían haber operado desde el HMS Hermes , pero como hemos visto, sus servicios eran necesarios como portaaviones Harrier. El mantenimiento y las tripulaciones aéreas del Atlantic Conveyor acababan de lograr que un solo CH-47 despegara antes de que un Exocet impactara el barco. Los helicópteros restantes, junto con los suministros críticos (por ejemplo, todas las tiendas de campaña de la fuerza terrestre), se hundieron con el barco. 15

Cita de izquierda

El hundimiento del Atlantic Conveyor y la eliminación del "área de apoyo flotante" no sólo fueron frustrantes para la fuerza terrestre, sino que dictaron la forma de las operaciones terrestres británicas.

Cita correcta

La pérdida del Atlantic Conveyor no fue el único desafío logístico imprevisto. Si bien los ataques aéreos argentinos al San Carlos Water no fueron tan efectivos como podrían haber sido, los pilotos los llevaron a cabo con gran determinación y valentía. No pasó mucho tiempo antes de que Clapp se diera cuenta de que el SS Canberra , un gran barco mercante blanco conocido cariñosamente como la "Gran Ballena Blanca", puesto en servicio como barco de transporte de tropas y suministros, era el objetivo más grande y obvio en San Carlos. Era solo cuestión de tiempo antes de que atrajera la atención de un piloto argentino de Skyhawk. Canberra era un barco mercante, diseñado para la eficiencia, no para sobrevivir a los daños de la batalla. Después de inspeccionar Canberra , Clapp evaluó que si una sola bomba impactara, incluso si no explotara, el daño incurrido inundaría rápidamente la enorme sala de máquinas del barco, lo que lo enviaría al fondo del océano. Clapp sabía que Thompson planeaba que Canberra permaneciera anclado en San Carlos, desde donde podría enviar suministros a pedido y reabastecer constantemente la BSA. Por ello, Clapp ordenó con gran pesar al Canberra que zarpara de San Carlos al amparo de la oscuridad y que regresara sólo cuando fuera necesario. Su precioso cargamento seguiría disponible en uno o dos días, pero sería necesario planificar y prever su llegada a tierra, y sólo en breves ráfagas para minimizar la exposición. Sin duda, fue la decisión correcta; si la fuerza aérea argentina hubiera centrado su atención en los buques mercantes, o si un piloto emprendedor o errante hubiera atacado al Canberra , las operaciones terrestres británicas podrían haberse detenido. Es mejor tener un acceso limitado a los suministros que tenerlos bajo el agua. 16

El hundimiento del Atlantic Conveyor y la eliminación de la “zona de apoyo flotante” no sólo resultaron frustrantes para la fuerza terrestre, sino que también determinaron la forma de las operaciones terrestres británicas. Thompson había planeado construir su base de operaciones en el transcurso de una semana o dos y luego comenzar un período de operaciones limitadas hasta que llegara la 5.ª Brigada del ejército británico para reforzarla, junto con el mayor general Jeremy Moore, para asumir el mando de la fuerza terrestre, que ahora estaba dividida (menos). Thompson entonces pensó en ejecutar una serie de operaciones aeromóviles, adelantando compañías y batallones para superar en maniobrabilidad y aislar a las guarniciones argentinas. Pero no fue así. 17

La fuerza terrestre tenía muy pocos camiones, ya que el suelo pantanoso de las Malvinas no soportaba su peso. De hecho, los únicos vehículos que podían operar campo a través eran un puñado de vehículos todoterreno de orugas Volvo BV y ocho tanques ligeros de reconocimiento (cuatro Scorpions y cuatro Scimitars) del Escuadrón B, los Blues y Royals. La única forma de mover los obuses ligeros de 105 mm de la brigada era mediante helicóptero. La única forma de mover munición de artillería era mediante helicóptero. La única forma de mover munición a granel hacia las unidades de maniobra era mediante helicóptero. La única forma de evacuar a los heridos a las instalaciones de Role II en la BSA era mediante helicóptero. La única forma de llevar comida y agua era mediante helicóptero. Los suministros escaseaban debido a la pérdida del Atlantic Conveyor y al reposicionamiento del Canberra y otros buques de carga; el transporte era escaso debido a la pérdida de los CH-47. Los comandantes de la fuerza terrestre se veían en apuros para simplemente mantener a sus tropas armadas y alimentadas. No era cuestión de moverlos por aire, así que una vez que llegó el momento de que los marines y paracaidistas cumplieran su papel de acercarse y destruir al enemigo, sólo había dos opciones: caminar o moverse por el agua. 18

El terreno de las Islas Malvinas es uno de los peores que se pueda imaginar. Sus turberas son húmedas, cortadas por barrancos y a menudo desprovistas de cobertura y ocultamiento en kilómetros seguidos. Los marines y los paracaidistas que desembarcaron en San Carlos estaban entre las tropas mejor entrenadas y en mejor forma de la OTAN, y se enorgullecían de su capacidad para realizar largas marchas a pie a través del país que destrozarían a unidades menores. A pesar de esto, y de la oportunidad de aclimatarse antes de emprender su "marcha" hacia Puerto Argentino, el personal de la brigada de comandos descubrió que la mejor velocidad de movimiento que podían planificar era una milla por hora. Tardaron días en recuperarse después de la marcha, y la falta de helicópteros negó a Thompson la flexibilidad para reposicionar las fuerzas en caso de emergencia. 19 Si los defensores argentinos hubieran empleado agresivamente su riqueza de helicópteros, artillería e infantería para llevar a cabo un ataque que debilitara la situación, los resultados podrían haber sido desastrosos para los británicos.

Cuando la 5.ª Brigada de Infantería llegó a las Malvinas para reforzar a la brigada de comandos, sus líderes rápidamente se dieron cuenta de que las tropas no estaban tan en forma ni tan aclimatadas como los marines y los paracaidistas. Los guardias galeses, por ejemplo, habían estado realizando tareas ceremoniales en lugar de entrenarse para el combate antes de recibir la alerta para el despliegue. Pronto se hizo evidente que una gran marcha a través del país a través de East Falkland haría que el combate de la 5.ª Brigada fuera ineficaz. Negada incluso la opción de moverlos a pie, la única opción era moverlos a lo largo de la costa sur en barco. Desafortunadamente, la 5.ª Brigada también carecía de equipo de comunicaciones adecuado y no tenía entrenamiento ni experiencia anfibia. Como resultado, durante uno de estos movimientos anfibios, un elemento de la 5.ª Brigada, que incluía un gran complemento de los guardias galeses, se encontró en el agua frente a Fitzroy, realizando una descarga dolorosamente lenta de los buques de desembarco RFA Sir Galahad y RFA Sir Tristram , cuando dos vuelos de cazabombarderos de la fuerza aérea argentina penetraron en el CAP. El Sir Galahad se perdió y el Sir Tristram sufrió daños. Cincuenta hombres perdieron la vida. 20

Finalmente, la fuerza terrestre superó estos reveses. Las brigadas de comando e infantería apretaron el cerco alrededor de las fuerzas argentinas en Puerto Argentino y comenzaron una serie de ataques contra los defensores bien equipados y atrincherados. El gasto en municiones fue mucho mayor de lo esperado, y consumió tanto del transporte disponible que, cuando la resistencia argentina colapsó, algunas unidades británicas subsistían con raciones argentinas capturadas. El hecho de que, después de tantas penurias, estuvieran dispuestos y fueran capaces de enfrentarse al enemigo, recuperando las Islas Malvinas a punta de bayoneta y a un gran costo, habla mucho del entrenamiento y la profesionalidad de los infantes de marina y soldados británicos.

Al final, fue verdaderamente un “asunto triste y sangriento” entre el desembarco argentino el 2 de abril de 1982 y la rendición el 14 de junio; los argentinos sufrieron 649 muertos y 1.657 heridos. Las fuerzas británicas sufrieron 255 muertos y 777 heridos. 21

Como demostró la Guerra de las Malvinas, una entrada forzosa anfibia es verdaderamente una lucha multidominio. De acuerdo con la doctrina conjunta, en un entorno disputado, el comandante de la fuerza de desembarco sólo asume la primacía una vez que la fuerza de desembarco está en tierra. 22 Incluso entonces, la fuerza terrestre puede depender totalmente de las fuerzas aéreas y marítimas para el sostenimiento y los fuegos. Hoy, los regímenes autoritarios agresivos de Rusia, China y Corea del Norte, por nombrar algunos, siguen adaptándose y buscando formas de desafiar la primacía militar occidental. No podemos suponer que el Ejército de los EE. UU. siempre tendrá el tiempo y los recursos para desplegar fuerzas en un entorno no disputado. Los conflictos futuros bien pueden ser expedicionarios de maneras que desafíen nuestras nociones preconcebidas. El 1 de abril de 1982, pocos o ningún líder militar británico esperaban tener que ejecutar un asalto anfibio y una posterior campaña terrestre en las Islas Malvinas. Se adaptaron rápidamente y conquistaron. Haríamos bien en aprender de ellos.

Notas

  1. Max Hastings y Simon Jenkins, La batalla de las Malvinas (Nueva York: WW Norton, 1984), 78.
  2. Ibíd., 149.
  3. Ibíd., 151–54.
  4. Michael Clapp y Ewen Southby-Tailyour, Asalto anfibio en las Malvinas: La batalla del río San Carlos (Barnsley, Reino Unido: Pen & Sword Books, 2012), 74.
  5. Ibíd., 43.
  6. Secretario de Estado de Defensa, “La campaña de las Malvinas: las lecciones”, vol. 437 (Londres: Her Majesty's Stationery Office, 1983), 27, 46.
  7. Daniel K. Gibran, La Guerra de las Malvinas: Gran Bretaña versus el pasado en el Atlántico Sur (Jefferson, NC: McFarland, 1998), 144.
  8. Hastings y Jenkins, La batalla de las Malvinas , 347.
  9. Brendan HJ Donnelly y Grant T. Willis, “Muerte de los 42: Destructores Tipo 42 en las Malvinas y lecciones para la Fuerza Conjunta en el siglo XXI”, Journal of Indo-Pacific Affairs , 20 de abril de 2022, consultado el 6 de febrero de 2023, https://www.airuniversity.af.edu/JIPA/Display/Article/3004451/death-of-the-42s-type-42-destroyers-in-the-falklands-and-lessons-for-the-joint/fbclid/death-of-the-42s-type-42-destroyers-in-the-falklands-and-lessons-for-the-joint .
  10. Hastings y Jenkins, La batalla de las Malvinas, 228.
  11. Alan D. Zimm, “Lecciones sobre misiles antibuque del hundimiento del Moskva”, Proceedings 148, núm. 5 (mayo de 2022), consultado el 6 de febrero de 2023, https://www.usni.org/magazines/proceedings/2022/may/antiship-missile-lessons-sinking-moskva .
  12. Hastings y Jenkins, La batalla de las Malvinas , 88.
  13. Clapp y Southby-Tailyour, Asalto anfibio Malvinas , 123.
  14. Ibíd., 142.
  15. Hastings y Jenkins, La batalla de las Malvinas , 227.
  16. Clapp y Southby-Tailyour, Asalto anfibio en las Malvinas , 145–46.
  17. Hastings y Jenkins, La batalla de las Malvinas , 262.
  18. Ibíd., 262–63.
  19. Clapp y Southby-Tailyour, Asalto anfibio Malvinas , 180.
  20. Secretario de Estado de Defensa, “La Campaña de las Malvinas”, 12.
  21. Ibíd., 46.
  22. Publicación conjunta 3-02, Operaciones anfibias (Washington, DC: Oficina de publicaciones del gobierno de EE. UU., 4 de enero de 2019), III-4.



Arma de defensa personal: Ya sé que quiero para Navidad

Guerra naval: El legado del Exocet

 

El legado del Exocet

Por Steven Iacono || Naval Institute

En 1982, Gran Bretaña se encontró en guerra con Argentina, y las lecciones aprendidas del conflicto impactarían enormemente el futuro de la guerra naval mundial. En la superficie, las fuerzas aéreas navales argentinas parecían limitadas, teniendo solo cuatro aviones de ataque Super Etendard de fabricación francesa operativos, varios venerables A-4 Skyhawks y un puñado de ligeros Aermacchi MB-339. Sin embargo, también poseían cinco misiles antibuque AM39 Exocet, que emplearon con efecto devastador.

El 4 de mayo, el destructor HMS Sheffield estaba en servicio de patrulla protegiendo la flota británica cuando fue atacado por dos Super Etendard, cada uno disparando un Exocet a un rango de aproximadamente 12 millas. Los misiles de 1.500 libras viajaron a altitud rasante con una velocidad de casi 10 millas por minuto. Debido a una variedad de razones, la nave no estaba al tanto de su aproximación y no inició ningún esfuerzo de autodefensa. Uno de los misiles golpeó en el centro del buque, su ojiva de 364 libras encendiendo un incendio que pronto se volvió incontrolable y eventualmente llevó al hundimiento del Sheffield. Veinte marineros murieron y 26 resultaron heridos—casi el 17 por ciento de toda la tripulación.

La Royal Navy de repente se encontró enfrentando una amenaza importante—y una capacidad defensiva limitada para contrarrestarla. Solo sus dos portaaviones estaban armados con el sistema de misiles Sea Wolf, diseñado para derrotar objetivos de baja altitud y alta velocidad. Sin sistemas de armas de proximidad (CIWS) guiados por radar, los británicos tendrían que depender de los valientes esfuerzos de sus jóvenes marineros operando ametralladoras en posiciones expuestas en la cubierta para defender sus barcos. Irónicamente, al final de la guerra, se acreditaría a los cañones navales y al fuego de armas ligeras haber derribado más aviones que el Sea Wolf.

Tres semanas después, otro Exocet golpearía el buque de carga SS Atlantic Conveyor. Su pérdida cambió literalmente el curso de la guerra porque transportaba una cantidad desproporcionada de material. Se hundió con tres helicópteros Chinook y seis Wessex de transporte pesado a bordo. Esto estiraría enormemente los esfuerzos para proporcionar reabastecimiento a las fuerzas terrestres británicas y llevaría a que tuvieran que caminar hacia la batalla a través de las Malvinas en lugar de ser transportadas por aire—todo esto en condiciones climáticas difíciles. Junto con la muerte de 12 tripulantes, también se perdieron enormes cantidades de queroseno, tiendas de campaña, generadores, equipos de desalinización, bombas de racimo y municiones. El Atlantic Conveyor también transportaba 14 aviones Harrier de despegue y aterrizaje vertical/corto, que constituían una parte sustancial del total de aviones de ala fija disponibles para el combate, pero afortunadamente estos habían sido trasladados a los portaaviones unos días antes.

Mientras los británicos intentaban desarrollar tácticas para minimizar la amenaza de los misiles mediante ataques aéreos, los argentinos demostraron ser ingeniosos y lograron retirar un lanzador Exocet de uno de sus buques de guerra (el Seguí) y adaptarlo a una plataforma móvil basada en tierra. El 12 de junio, el destructor HMS Glamorgan fue alcanzado por este misil, resultando en 14 muertes y la destrucción de su helicóptero Wessex.

La amenaza que el Exocet representaba para la Royal Navy era inmensa. Según la mayoría de los relatos, si uno de sus dos portaaviones se perdía, entonces no era probable que las Malvinas pudieran ser recuperadas. Los Servicios Especiales Aéreos y de Botes Especiales de las fuerzas británicas fueron asignados con misiones para asaltar bases aéreas en el territorio continental argentino con el fin de destruir los misiles y las aeronaves que los transportaban. Se planearon tres audaces operaciones (Plum Duff, Mikado y Kettledrum). Sin embargo, para el 30 de mayo, el suministro de Exocets se había agotado, y la guerra terminaría dos semanas después. Además, el servicio de inteligencia británico MI6 hizo que sus agentes intentaran obstaculizar la venta de estos misiles en el mercado global a Argentina durante la guerra.

El mundo tomó nota de los éxitos militares argentinos. Un informe desclasificado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) señaló que muchas naciones en desarrollo comenzaron a ver las armas de alta tecnología como un medio para compensar las ventajas militares de posibles adversarios, así como un medio para aumentar su propio prestigio. La Guerra de Malvinas impulsó una proliferación de armas en Sudamérica, y Francia vendió extensamente su armamento a múltiples compradores en la región. Un funcionario dentro de la compañía que produjo el Exocet señaló en junio de 1982 que el fabricante estaba recibiendo muchas consultas de todo el mundo sobre su adquisición. Para 1985, las ventas de la división de misiles de la compañía se habían cuadruplicado en comparación con los diez años anteriores, y el Exocet generaba casi tanto dinero como toda la línea de aviones de pasajeros Airbus de la empresa.

Se podría decir que el Exocet francés creó una industria artesanal para misiles antibuque a lo largo de la década posterior a la Guerra de Malvinas, con 182 vendidos a Argentina, 40 a Egipto, 24 a Perú y 24 a los Emiratos Árabes Unidos, solo por nombrar algunos. Sin embargo, el mayor comprador fue Irak. Un informe de RAND señala que entre 1983 y 1988, aproximadamente 734 Exocets fueron entregados a Irak, con otros 18 en 1989—junto con 60 más que habían sido comprados en 1979. En total, Irak había adquirido 812 Exocets en un período de diez años. Francia también alquiló cinco aviones Super Etendard a los iraquíes y entrenó a sus pilotos como parte del acuerdo.

A lo largo de la década de 1980, Irán e Irak estuvieron en guerra, lo que incluyó ataques contra 451 petroleros y otros barcos en un esfuerzo por incapacitar económicamente al enemigo. El conflicto de diez años se convertiría en una auténtica época dorada para el Exocet. Su primer uso exitoso fue en octubre de 1981 contra el petrolero Al Tajdar, y el último ocurriría en julio de 1988 contra el Star Ray. El uso de esta arma se volvió tan ubicuo que las rutas de navegación del Golfo Pérsico ganaron el apodo de "Exocet Alley".

En mayo de 1987, la fragata USS Stark (FFG-31) estaba en patrulla en el Golfo Pérsico cuando fue atacada por dos Exocets disparados por un avión iraquí. Los impactos resultantes y el incendio causaron la muerte de 37 marineros junto con 21 heridos. El informe oficial de la Marina de los EE.UU. señaló que uno de los misiles no detonó, pero aún así causó daños extensos porque inyectó cientos de libras de combustible sin quemar en llamas dentro del barco.

El éxito del Exocet durante la década de 1980 no solo llevó a una proliferación de la adquisición y desarrollo de misiles, sino que también impulsó el crecimiento extensivo de las defensas navales para contrarrestar la amenaza. Sistemas de armas de proximidad guiados por radar (CIWS) con altas tasas de disparo ahora son ubicuos en las flotas navales modernas. La corporación Raytheon ha construido más de 1.000 cañones Phalanx, que ahora arman barcos pertenecientes a 22 naciones.

El Exocet ha estado en servicio por casi 50 años y ha sido modificado numerosas veces. Ahora hay variantes lanzadas desde aire, barcos, tierra y submarinos. Ha sido comprado por al menos 38 países y todavía está en producción. Su capacidad para hundir o dañar buques multimillonarios lo convierte en un poderoso equilibrador en la guerra—proverbiales matadores de gigantes.

Incluso después de casi medio siglo de servicio, el Exocet sigue siendo relevante. En junio de 2022, el Ministro de las Fuerzas Armadas de Francia señaló que estaba siendo considerado como parte de un paquete de asistencia a Ucrania en su guerra en curso con Rusia. Hoy en día, decenas de países poseen el Exocet, y su presencia sigue sintiéndose en regiones estratégicamente importantes, incluyendo el Mar de China Meridional y el Golfo Pérsico.


Referencias

  1. David Brown, The Royal Navy and the Falklands War (Annapolis, MD: Naval Institute Press, 1987).
  2. The Falklands Campaign: The Lessons (London: British Ministry of Defence, 1982).
  3. Steven Iacono, “A Failure in the Falklands,” Naval History 36, no. 2 (April 2022), 20–27.
  4. Brown, The Royal Navy and the Falklands War.
  5. Ewen Southby-Tailyour, Exocet Falklands: The Untold Story of Special Forces Operations (Barnsley, UK: Pen & Sword Books, 2017).
  6. Nigel West, The Secret War for the Falklands: SAS, MI6 and the War Whitehall Nearly Lost (London: Time Warner Books UK, 1998).
  7. Central Intelligence Agency, “The Changing High-Technology Arms Market in the Aftermath of the Falklands and Lebanon Conflicts.,” https://www.cia.gov/readingroom/document/cia-rdp85t00176r000900070001-0.
  8. Jozef Goldblat and Victor Millán, “In the Wake of the Falklands/Malvinas War: A New Cycle of the Arms Race,” Bulletin of Peace Proposals 14, no. 3(1983): 253–61.
  9. David R. Francis, “French Company Sees Sales Boost for Exocet Missiles, The Christian Science Monitor, 25 June 1982, www.csmonitor.com/1982/0625/062545.html.
  10. Richard Evans, “Arms Sales Mean Big Business for France,” The Christian Science Monitor,  15 July 1985, www.csmonitor.com/1985/0715/ffren-f1.html.
  11. William M. Despain, “The French Navy: Friend or Rival?” Naval War College Review 44, no. 1 (Winter 1991): 62–75.
  12. Rachel Schmidt, Global Arms Exports to Iraq, 1960–1990 (Santa Monica, CA: RAND, 1991).
  13. Bernard Gwertzman, “French Agree to Lend Iraq Planes to Use in Firing its Exocet Missiles,” The New York Times, 28 June 1983.  
  14. Ronald O’Rourke, “The Tanker War,” U.S. Naval Institute Proceedings 114, no. 5 (May 1988): www.usni.org/magazines/proceedings/1988/may/tanker-war.
  15. Martin Navias and E. R. Hooton, Tanker Wars: The Assault on Merchant Shipping During the Iran-Iran Conflict, 1980–1988 (London: I. B. Tauris & Co., 1996).
  16. U.S. Department of the Navy, “Formal Investigation into the Circumstances Surrounding the Attack on the USS Stark (FFG-31) on 17 May 1987,” https://stjececmsdusgva001.blob.core.usgovcloudapi.net/public/documents/USS_STARK_BASIC.pdf.
  17. “Phalanx Weapon System,” Raytheon, www.rtx.com/raytheon/what-we-do/sea/phalanx-close-in-weapon-system.
  18. “Exocet Missile Threat,” Center for Strategic & International Studies Missile Defense Project, https://missilethreat.csis.org/missile/exocet/
  19. John Schulte, “An Analysis of the Historical Effectiveness of Anti-ship Cruise Missiles in Littoral Warfare,” Naval Postgraduate School thesis, 1994.
  20. “Russia-Ukraine News,” CNN, 28 June 2022, https://edition.cnn.com/europe/live-news/russia-ukraine-war-news-06-28-22/h_7ea43ee9673957a79390ce311f31861b.