"En 1982 no se planificó una guerra, sino una crisis que no logramos regular"
El vicealmirante (RE) Benito Rotolo, en una entrevista con La Prensa, recuerda su participación en el conflicto a bordo del portaaviones "25 de Mayo" y en el hundimiento de la fragata Ardent. Asimismo, reflexiona sobre de su reciente libro en el que plantea que durante los primeros días de mayo podría haberse librado una batalla naval decisiva que hubiese modificado el curso de la guerra.
Por Pablo S. Otero || La Prensa
Oriundo de Alcorta, una localidad santafesina con historia donde hace casi 110 años se originó la rebelión agraria conocida como el "Grito de Alcorta", el vicealmirante (RE) Benito Italo Rotolo ya es parte de la historia contemporánea argentina. Veterano de la Guerra de Malvinas, estuvo embarcado en el Portaviones "25 de Mayo" durante la campaña naval. Cumplió misiones de combate contra unidades británicas en el Estrecho de San Carlos y participó en el hundimiento de la Fragata "HMS Ardent". Recibió por su actuación la condecoración de "Honor al Valor en Combate".
A 39 años de la Gesta de Malvinas y en diálogo con La Prensa recordó
su historia y habló también acerca de su reciente y atrapante libro
"Malvinas: cinco días decisivos - Por qué la guerra pudo tener otro
final" (SB Editorial - 270 páginas), escrito junto a José Enrique García
Enciso. A partir de documentación y testimonios inéditos relata, en
primera persona, lo ocurrido entre el 1 y el 5 de mayo de 1982, y las
razones por las que la flota argentina decidió no atacar a las fuerzas
navales británicas. La investigación también brinda un material de
primera línea acerca de las frustradas negociaciones de paz tras el
hundimiento del Crucero General Belgrano por un submarino inglés.
- Su historia comienza en la provincia de Santa Fé
- Así es, en el pueblo de Alcorta que fue fundado, allá por 1890, por un tío abuelo mío junto a un grupo de italianos abruzzeses. Mi padre vino a la Argentina recién en 1927, luego regresó a Italia y ya casado retornó definitivamente después de la Segunda Guerra Mundial. Hizo lo que hacían los rentistas: vendían todo lo que tenían allá, alquilaban campos, sembraban y después les iba tan bien que terminaban comprando la tierra. En ese contexto había surgido, en 1912, el acontecimiento conocido como "El Grito de Alcorta", debido a que los propietarios comenzaron a aumentar el alquiler de las tierras. Sin embargo, toda mi niñez -yo fui el menor de cuatro hermanos- la pasé en un campo en Cañuelas donde se había mudado mi familia y de donde tengo un recuerdo hermoso de la vida campestre. Mi padre siempre me hablaba de las bondades de la Argentina. Recién a los 13 años, en la década del sesenta, nos establecimos en el barrio porteño de Belgrano donde hice el secundario y luego la Escuela Naval.
EL CONFLICTO BELICO DE 1982
En 1972, apenas recibido de aviador, comenzó a operar en portaviones. Una década después, en 1982, ya con 32 años y luego de haberse desempeñado como instructor de vuelo en la aviación naval de la Marina de los Estados Unidos, el entonces teniente de navío Rotolo se encontraba en Brest, Francia, realizando desde hacía pocos meses un curso de aviones Super Etendard en la Marina francesa.
-¿Cómo vivió, del otro lado del mundo, la recuperación de las Malvinas el 2 de abril de 1982?
-Apenas supimos la noticia hablamos con el agregado naval en París y le dijimos que esto nos parecía algo muy serio. A lo cual nos respondió: "No, ustedes quédense tranquilos, esto es simplemente una presión para forzar una negociación. Acá nadie va a ir a un conflicto bélico, son cosas de la prensa amarilla". Mientras los pilotos franceses festejaban que le habíamos `mojado la oreja' a Gran Bretaña, nosotros estábamos entre el asombro y la sorpresa. Hasta que un día me convocaron para incorporarme al portaviones "25 de Mayo" porque hacía falta un señalero. "Se va por veinte días y vuelve", me habían dicho.
-¿Cuándo comenzó su participación en el teatro de operaciones?
-El 14 de abril por la mañana ya estaba en Buenos Aires y por la tarde llevé a mi señora y a mi beba, de dos meses, a la casa de mis suegros. Luego partí rumbo hacia la base Espora y unos días después en un avión Tracker embarqué en el portaviones "25 de Mayo" que estaba en operaciones en el Mar Argentino. El día 18, el portaviones regresó y comenzó a cargar víveres, combustibles y munición. Finalmente, el 20 de abril partió la flota hacia una zona ciega de la Patagonia.
-¿Cómo era clima a bordo del portaviones?
-Estábamos convencidos de que si los británicos salían de la isla Ascensión iban a venir para recuperar militarmente las islas, y si no se cumplía el plan de retirar las tropas de Malvinas, que veíamos estaba fracasando, íbamos a un conflicto armado. Individualmente cada uno empezaba a trabajar para estar lo mejor posible. Había euforia y también un clima tragicómico porque decíamos: "Bueno... nos vamos a enfrentar a la Tercera Flota del mundo". Pero en muy pocos días, el 30 de abril, ya una parte de la flota británica se aproximó bastante al norte de la isla Soledad y ahí nos dieron la orden de zarpar para interceptarla. Ese día la flota estuvo lista para entrar en combate. El 1 de mayo ya navegábamos en operaciones de combate y a las 22 nos habíamos acercado a 160 millas de la zona británica. Nosotros éramos el brazo armado de la flota y estábamos listos para comenzar la operación de ataque con los aviones que teníamos: los A4, los Tracker y los helicópteros. Pero finalmente esta batalla, para mí, decisiva no se llevó a cabo y se dio la orden de replegar la flota. Justamente es uno de los temas que desarrollo en el libro.
-¿Cuándo llegó finalmente su bautismo de fuego?
-El 21 de mayo durante el desembarco británico en San Carlos. Luego del repliegue a mi tocó ir a la base aeronaval de Río Grande con los ocho A4. Allí también operaban aviones de la Fuerza Aérea. Vivíamos todos juntos en una barraca. El 21 de mayo nos enteramos temprano de que los ingleses intentaban desembarcar en San Carlos y se establecieron dos misiones. Una por la mañana que despegó para atacar a unidades navales británicas, pero no pudieron llegar por la niebla. Y la segunda partió después del mediodía cuando se disipó la niebla y ahí me tocó a mí. Este grupo estaba integrado por seis aviones: la Primera Sección: Philippi, Márquez y Arca. Y la segunda: Lecour, Sylvester y yo. Fue un raid aéreo impresionante porque también salieron los aviones de la Fuerza Aérea de Río Gallegos y de San Julián. Fue una misión detrás de otra.
-En esa misión fue hundida la fragata británica Ardent, ¿podría relatar su experiencia?
-Pasado el mediodía de ese 21 de mayo, debido a la calibración de los
sistemas de navegación, mi sección despegó unos minutos más tarde y
quedamos separados durante toda la misión. Navegamos en un silencio
electrónico absoluto y descendimos cien millas antes de llegar al
estrecho San Carlos, donde se estaba produciendo el desembarco, para
hacer la aproximación rasante y provocar a los radares un serio problema
para detectarnos. En ese momento escucho que Philippi avisa que había
visto un buque y que lo iba a atacar. Al instante oímos al teniente
Márquez decir: "¡Harrier, Harrier!". Philippi contesta: "Estoy bien, me
eyecto". Y luego no escuchamos más nada porque habíamos descendido
mucho, pero nos dimos cuenta de que los Harrier estaban cerca. Fueron
diez segundos que me quedé en silencio. Luego dije a mis numerales que
seguíamos con la misión, nos encolumnamos y nos recostamos sobre la isla
Soledad porque vi que el estrecho era muy chato. Después, con un gran
fuego enemigo, entramos en un giro perpendicular para ir al medio del
canal y zigzagueando para evitar los sistemas automatizados de misiles. A
pesar de todo, los tres de mi sección llegamos bien sobre el blanco,
que para nosotros era una fragata tipo 21, y los lanzamientos fueron
bastantes centrados.
-¿De qué manera continuó la misión?
-Luego de atacar, la idea era escaparnos al sur pero nos encontramos de frente con un crucero que nos empezó a disparar. Era un espectáculo dantesco: la niebla se había reducido en nubes, el sol, el reflejo, había chubascos y se veían las estelas de humo de los misiles... era una imagen de película. Junto a mi sección pudimos meternos en un cañadón de la isla Gran Malvina. Ya de regreso, cuando estábamos a cien millas de Río Grande preguntamos por la otra sección y nos dijeron que no habían llegado. Después nos enteramos de que Philippi tras ser atacado por un misil se había eyectado, cayó al agua y logró sobrevivir gracias a un kelper. A Arca, los Harrier le rompieron el tren de aterrizaje con una ráfaga y en Puerto Argentino también logró eyectarse y sobrevivir. Lamentablemente, Márquez en el combate aéreo recibió otra ráfaga que originó la explosión del avión y falleció. Al día siguiente, el 22 de mayo, los británicos confirmaron el hundimiento de la Ardent.
-¿Qué pasa por la mente durante ese tipo de situación límite como es un combate aéreo?
-En el buque uno practica esas situaciones y ve que hay un gran
equipo alrededor de uno. Pero cuando llega el momento real uno empieza a
desconectarse del mundo exterior y a conectar de gran manera con los
que tiene al lado, con el equipo y con lo que tiene que hacer. Uno se va
olvidando de todo lo afectivo y domina lo anímico. Y el temor a perder
la vida, porque existe y a uno lo puede paralizar, lo va transformando
en el temor a no fallar, a que no funcione el armamento o a las
inclemencias del clima. Cuando se prepara la misión se vive una tensión
muy grande porque ahí es donde uno ve las dificultades que va a
enfrentar. Pero cuando uno pone en marcha el avión y se cierra la cabina
es como un relax. Y durante el vuelo no hay tiempo para pensar en otra
cosa que la misión. No hay ningún pensamiento perturbador. Eso también,
por supuesto, tiene que ver con el adiestramiento.
CINCO DIAS QUE PUDIERON CAMBIAR EL RUMBO DE LA GUERRA
Casi cuatro décadas después de haber sido parte de todos estos acontecimientos históricos, el aviador naval Rotolo decidió relatar su experiencia de la guerra en un libro. "A mí me costó mucho contar esto en primera persona, pero si no lo hacemos nosotros no va a haber un testimonio y si todo puede ser revisado a futuro puede ser negativo. Antes de que partamos de este mundo es conveniente que cada uno cuente lo que vivió. Fueron 74 días muy intensos, batallas muy importantes y actos heroicos increíbles", destacó.
En el libro, recientemente publicado, explicó convencido que los primeros cinco días de mayo de 1982 cambiaron el curso de la guerra de Malvinas porque entre el 1 y el 2 a la madrugada la flota argentina pudo dar una batalla decisiva contra las fuerzas navales británicas y no lo hizo. Además, durante esas jornadas se gestó una negociación fallida que incluía el cese de hostilidades.
-Según su experiencia en el conflicto bélico y su análisis posterior a los hechos ¿qué fue lo que falló?
-Si no hubiera sido por la actitud dubitativa de la Junta, que no quiso nunca escalar el conflicto porque quería negociar, mientras la señora Thatcher pensaba totalmente al revés, hubiésemos tenido mejores resultados y una mejor posición para esperar. Es decir, si uno dice "esto va a ser una guerra" hubiera sido totalmente distinto. No se planificó una guerra, sino una crisis que la íbamos a regular nosotros, pero que después no lo logramos. Por ejemplo, si entre el 1 y el 5 de mayo se estaba acercando la flota británica y las negociaciones se estancaban se podría haber cumplido la resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (aprobada el 3 de abril de 1982) que exigía el cese inmediato de hostilidades, y se acababa el problema. Incluso iba a ser un papelón para Gran Bretaña porque hubiera quedado expuesta por la exageración de la fuerza y la respuesta. Falló el juego estratégico que es una lucha de voluntades entre los líderes, entre Galtieri y Thatcher.
-La batalla naval que no fue, la del 1 y el 2 de mayo, ¿por qué asegura que pudo ser decisiva incluso para cambiar el rumbo de la guerra?
-Los británicos no tenían forma de avistarnos, no tenían alerta temprana y para una batalla naval la sorpresa y la iniciativa son primordiales. Después, es cierto, juega el azar, como decía Carl von Clausewitz: "Los planes para entrar en combate pueden ser perfectos, pero después del primer tiro comienza la niebla". Pero en ese momento la flota argentina contaba con el factor sorpresa. La vida me fue dando oportunidades para ir entendiendo de boca de otros marinos del mundo (principalmente Estados Unidos y Gran Bretaña) la importancia que ellos le dieron a la movilización de la flota y a la posibilidad de esa batalla. Realmente fue el elemento estratégico más importante con el que se contaba. Sabíamos que si esto iba a escalar lo mejor que podíamos hacer era librar esa batalla. Por supuesto que podía terminar hundida toda nuestra flota, pero aun así se hubiera logrado el objetivo. ¿Cuál era? Que cualquier daño que se le ocasionara a la fuerza de superficie británica no le quedaba resto para después hacer el desembarco. Ellos sabían que para el desembarco iban a quedar bajo la esfera de los 100 aviones de combate que había en la costa argentina. El ataque estuvo a punto de ocurrir, pero no se dio la orden. Después del plan que teníamos de atacar a las dos de la mañana, que se demoró un poco por el viento, no vino más la orden de hacerlo, si la del repliegue.
-¿Durante esos primeros días de mayo también jugó un papel esencial la cuestión diplomática?
-Así es y se trata de un episodio totalmente desapercibido para la historia que se desarrolla ampliamente en el libro. La propuesta de paz del entonces presidente peruano Fernando Belaúnde Terry fue muy importante porque le arrebató el plan al secretario de Estado de los Estados Unidos Alexander Haig. Es fundamental destacar que el funcionario estadounidense fue muy torpe en todo esto, no se sabía para quien jugaba y no inspiraba confianza. Terry, el 1 mayo a las 23 mandó un mensaje donde propuso el cese total de las hostilidades. La Argentina lo cumplió durante el 2 de mayo. Cuando Terry anuncia que a las 18, hora de Lima, se iba a firmar la paz y le advierte a la Junta que estaba aceptada por el lado británico, a las 4 de la tarde Gran Bretaña hundió el crucero General Belgrano. Fue una acción de guerra, pero con un objetivo político que fue el de continuar la guerra e intentar recuperar las islas de manera militar, algo que casi no lo logran como admiten, por ejemplo, Jeremy Moore (el comandante de las fuerzas terrestres británicas durante la guerra) en su libro "No picnic", el almirante Woodward (que encabezó la fuerza naval británica) o el almirante estadounidense Harry Train.
-Siguiendo con el transcurso de los acontecimientos en esos días decisivos, el día 4 de mayo ocurrió el hundimiento del Sheffield alcanzado por un Exocet y se desencadenó una guerra generalizada.
-Exactamente, es lo que se llama doctrinariamente pasar de una crisis a una escalada de la crisis con la posibilidad de entrar en la guerra total que fue lo que pasó. La Junta llevó la situación de negociar o de retirarse a un punto tal que después no tuvo margen. Por su parte, la señora Thatcher, ella misma lo reconoció en sus memorias, dejaba que jugaran las negociaciones, pero no tenía ninguna intención de negociar. Ella quería que los argentinos se fueran de las islas y restablecer las autoridades naturales. En definitiva, yo no hago un análisis belicista. Nadie quería una guerra, pero ya que había que hacer algo en aquellos días, entre el 1 y el 5 de mayo, creo que perdimos una gran oportunidad. De los 4 mil hombres embarcados en la flota argentina estaban todos dispuestos a pelear.
-¿Se puede hablar de improvisación?
-La palabra improvisación es enorme cuando se decide quedarse en las
islas sin un plan para saber qué hacer. Si la decisión era permanecer en
las islas la consecuencia era que teníamos que ir a una guerra. Hubo
señales británicas de que si nosotros no nos íbamos de las islas íbamos a
tener que luchar. Ahora, el no ataque a la flota británica el 1 de mayo
fue un problema de manejo de decisiones. Es importante destacar que
parte de la flota británica se alejó cuando nos descubrieron y no
quisieron entablar una batalla con nosotros. Ellos pretendían que si la
flota argentina les hacía frente no tenían que tener un desgaste con
nosotros, de la flota argentina se tenían que encargar los submarinos.
Ahora, una las incógnitas que tratamos de explicar en el libro es: ¿por
qué si había dos submarinos nucleares buscando al portaviones "25 de
mayo", con la orden de hundirnos desde el 30 de abril, no lo hicieron?.
Rotolo en mayo de 1981, después de un vuelo, en la Base Aeronaval Espora. Atrás los A4Q.
MALVINAS HOY: SU LEGADO
Luego de la guerra, Rotolo continuó con su carrera militar en la Armada Argentina ocupando diferentes cargos como el de Comandante de la Aviación Naval, secretario general Naval y Subjefe de la Armada. Asimismo, se especializó en Sistemas Navales, cursó posgrados de Managment y Administración Estratégica, un doctorado en Ciencias Políticas, asistió, durante un año, al prestigioso Royal College of Defense Studies en Londres y participó de varios programas de intercambio profesional con Marinas de otros países. Se retiró en enero de 2011.
-Para usted, ¿qué representa hoy Malvinas?
-Traté de que por mucho tiempo no fuera más que un episodio. Yo reconozco que no le di la importancia que tiene, había sobrevivido, era joven y dije: "Espero que esto no sea lo más importante que haga en la vida". Después de 25 años de finalizado el conflicto recién se comenzó a hablar del tema. Y en mi caso particular, con el grado de almirante cuando empiezo a charlar con pares de otras marinas del mundo me di cuenta de que el episodio Malvinas fue muy importante, sobre todo para las armadas del mundo. Porque habíamos hundido 8 buques, destruido casi 20 y ellos querían conocer las tácticas y de qué manera lo logramos. Ahí me fui dando cuenta, sin querer, de que habíamos sido los protagonistas de un acontecimiento profesional y que hay muchas cosas que rescatar. No hay que ponerlo en el olvido ni en la bronca ni en la culpa. Hay que tomarlo como fue. Rescatarlo naturalmente y la sociedad que también tuvo una impresión negativa del conflicto vaya teniendo un conocimiento real de los hechos. Por qué caímos en una guerra más allá de los desaciertos. Una cosa son las consecuencias que provocaron los líderes por sus aciertos o desaciertos y otra cosa es la que hicieron los combatientes. Es necesario rescatar los valores que dejó el conflicto para la sociedad.
-¿Y cuáles son los valores que puede dejar una guerra?
-Fundamentalmente la entrega por el amor a la patria y el cumplimiento del deber. En combate uno pelea por la bandera, por la patria, pero en realidad pelea por el hombre que está al lado, por su camarada, porque juntos se van a necesitar y se tienen que apoyar. No hay que provocar una guerra para rescatar valores, pero si hay un enfrentamiento armado y los que participan demuestran valores como el coraje, la entrega y el heroísmo hay que rescatarlos porque hacen al espíritu de una nación.
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