domingo, 6 de abril de 2025

Malvinas: 30 fotos de la guerra

Fotos de la guerra de Malvinas...

Alejandro López




Malvinas: La foto que es un símbolo de la Historia de la Guerra


La increíble aventura del fotógrafo que retrató la rendición de los ingleses

Rafael Wollmann estaba en Malvinas cuando desembarcaron los marinos argentinos. Sus fotos del 2 de abril son un símbolo en la historia de la guerra

Por Fernando Soriano || Infobae




¿Y cuánto dura un instante? ¿Qué cosas se pueden hacer en una 125 parte de un segundo? A Rafael Wollmann le bastó para gatillar su cámara de fotos y le sobró para quedar en la historia, y eternizar su trabajo. En ese breve impulso de su dedo índice derecho, la luz de una mañana helada de abril de 1982 en las Islas Malvinas se filtró por el obturador de su cámara y reflejó y selló en la memoria colectiva los rostros y las siluetas de la humillación de tres soldados ingleses.

Era el instante preciso en el que, brazos en alto, todavía con sus armas y las caras engrasadas, los británicos se rendían ante los anfibios argentinos que acababan de desembarcar en Puerto Argentino con intenciones de que fuera para siempre.



Rafael Wollmann, en acción durante el desembarco argentino en Malvinas

Wollmann tenía 24 años recién cumplidos cuando se encontró en el lugar justo y en el momento indicado. Había llegado a las islas el día de su cumpleaños, el 23 de marzo, para hacer un fotos "geográficas" encargadas por una agencia francesa y de repente se encontró con sus cámaras cargadas el 2 de abril en el corazón de un conflicto inesperado: el prólogo de la guerra.


Wollmann sigue de cerca a los jefes militares, que sonríen tras la breve recuperación de las islas, el 2 de abril de 1982

Rafael, de rulos crecidos y bigote negro, llevaba dos semanas en las Islas y había entrevistado a su gobernador, Sir Rex Hunt, dos veces cuando la tarde del 1° de abril escuchó salir su voz de los parlantes de la radio del pub del hotel. Un silencio estruendoso invadió el lugar. La radio era el medio por el que se comunicaban los isleños: avisos clasificados, mensajes entre amigos, noticias, era lo común. Por eso, al oir a Hunt, que hablaba desde su residencia, todos apoyaron sus vasos de cerveza sobre la mesa y prestaron atención al tono grave.

"Tenemos evidencias aparentemente sólidas de que militares argentinos podrían aproximarse a Port Stanley en la madrugada de mañana", reveló a la población, respetando las exactas palabras de un telegrama que había recibido ese día, a las tres y media de la tarde, desde la Foreing Office de Londres. El fotógrafo recuerda que el movimiento siguiente de la gente del pub fue mirarlo a él, el único argentino del lugar.

Rex Hunt dio órdenes precisas. Se suspendían las clases y nadie saldría de sus casas. Y los malvinenses se lo tomaron en serio. Le creyeron. Wollmann no tanto. Intuyó que el gobernador podría haber malinterpretado alguna noticia, ya que unos días antes se había desatado un conflicto en las Islas Georgias del Sur con unos argentinos que desarmaron una ballenera allí sin permiso. Además, Rafael estaba convencido de que Argentina no podía invadir ni recuperar nada.

Pero Hunt tenía razón.


El fotógrafo, de frente, en el momento que registra el desarme de los marines ingleses

El propio gobernador se acercó a Wollmann y a otros colegas ingleses -que habían llegado un día antes por lo de las Georgias del Sur- y les dijo que se tenían que ir del hotel, que los alojarían en la casa de su chofer y que no salieran de allí porque los marines tenían órdenes de disparar a matar.

Esa noche nadie durmió. La radio local, que usualmente cortaba la transmisión a las 21, se mantuvo en línea toda la madrugada. Hunt se quedó escondido debajo de su escritorio y sacó a su familia de la residencia de Gobierno. Por la onda corta llegaba información confusa desde la BBC en Londres. "Está pasando algo en Malvinas pero no sabemos qué", decía el locutor británico.


Wollmann registra al comandante Carlos Büsser al bajar de un tanque anfibio en Malvinas

Wolmann y todos los que estaban en Puerto Argentino sí sabían qué. A metros de la ventana de la casa del chofer resonaban los gritos en inglés, y los disparos, y los estruendos de las granadas y, con el correr de las horas, la presencia de voces en castellano se hacía cada vez más clara.

Los anfibios argentinos desembarcaron a la medianoche, los buzos tácticos tomaron una base en la playa y luego comenzaron a avanzar. La noche fue larga. Con las primeras luces del día, Wollmann se asomó por una ventana y vio aparecer al vicecomodoro argentino Héctor Gilobert con una bandera blanca, que iba hacia la casa de Hunt a pedirle la rendición. Primero disparó su cámara. Y casi simultáneamente un soldado argentino o inglés le disparó a él.

La bala que podría haber decretado el fin de esta historia reventó uno de los cuatro vidrios de la ventana desde donde fotografió Rafael. Su vida no se terminó en ese instante por centímetros. "Confundieron la lente con algún arma, seguramente. Me asusté mucho y bajé arrastrándome, pero lo gracioso es que en la planta baja de la casa estaba el chofer preparándonos el desayuno, huevos revueltos, todo, como si afuera no pasara nada", ríe ahora el fotógrafo argentino.


Wollmann, de espaldas, retrata el momento donde se rinden marines ingleses, la mañana del 2 de abril

Pero el aire helado de las Malvinas era una masa cargada de cientos de años de tensión que podía rebanarse con un cuchillo desafilado. Hunt insultó a Gilobert y a los "malditos argentinos" y luego se rindió. Se puso su traje de gala y salió de su casa con destino a Montevideo, a bordo de un avión de la Fuerza Aérea. El 5 de abril ya estaba en Gran Bretaña, aportando información a las tropas que horas después partieron desde Portsmouth a la guerra en el Atlántico Sur.

Wollmann salió al patio y se encontró con la escena de su vida. Varios de los 80 marines que había en la Isla, y que estaban escondidos en la zona, fueron obligados rendirse. "Estaban marchando hacia el patio de la casa del gobernador donde hacían la entrega de armas. Luego pasaron al jardín y los sentaron. Ya eran prisioneros de guerra", relata Rafael, que tuvo plena conciencia del lugar que ocupaba y de los riesgos que corría por estar en la línea de fuego.

Por eso apenas usó dos rollos de película fotográfica. "Tuve mucha precaución, y no quería que me metieran preso o me sacaran la cámara, así que disparaba una foto y me iba de la escena, sin saber qué me iba a encontrar al momento de revelar", explica Wolmann, que andaba con dos cámaras, una con rollo color y otra, con blanco y negro.

Con el correr de las horas la tensión se dispersó. La tarde del 2 de abril los anfibios desaparecieron y algunos militares que quedaron tomaron la radio y les hablaron al pueblo malvinense. "Pero lo hacían en español y yo les decía, 'al menos háblenles en inglés para que les entiendan'. Era parte de las escenas surrealistas que vi ese día", comenta, como cuando notó que los argentinos tomaban los vehículos militares ingleses con el volante a derecha y manejaban de contramano permanentemente.


Wollmann, hoy, a los 59, junto a su célebre foto de hace 35 años

Ese día Wollmann tomó dimensión de su aventura. "Me di cuenta que tenía grandes fotos, y a la vez no. No sé si era del todo consciente del lugar privilegiado en el que había estado". Eso ocurrió con el paso del tiempo. Años después el Museo de Houston, Estados Unidos, la eligió como una de las 25 fotos más importantes en la historia universal de la guerra, en una exposición con más de 400 imágenes históricas. Y la periodista francesa Marie-Monique Robin la seleccionó para su libro sobre las 100 fotos del siglo XX.

El 3 de abril Wollmann se coló en un avión de la Fuerza Aérea que regresaba al continente con un maletín en el que llevaba sus tesoros sin revelar. Recién el 8 volvería un fotógrafo oficial a las islas. Cuando aterrizó en Comodoro Rivadavia, contó a los colegas que ya estaban allí lo que había vivido y las fotos que tenía y todas las agencias de noticias del mundo pujaron por comprar sus imágenes, aun sin verlas.

Editorial Atlántida, que lo había despedido cuatro meses antes, en diciembre del '81, le puso un jet privado a disposición, abrió su laboratorio, reveló sus fotos color y blanco y negro, y le dio los originales a la agencia francesa Gamma, que había contratado a Wollmann para el cándido trabajo de retratar la vida en Malvinas.

En Francia las revistas VSD y Paris Match se enfrentaron en una compulsa por ver cuál ponía más dinero para publicarla. Ganó VSD. Y al poco tiempo lo invitó al fotógrafo a su redacción para brindar. "Nunca habían pagado tanto por una foto", cuenta Rafael.


El 3 de abril Wollmann regresó a Buenos Aires en un avión privado de Editorial Atlántida

VSD tituló "Inglaterra humillada" y L'Espresso, de Italia, "Manos arriba, Inglaterra!". Algunas hipótesis incluso sostienen que esas imágenes impulsaron a Margaret Thatcher a enviar tropas al Atlántico Sur. Con los años, él lo pensó muchas veces. "Para los ingleses las fotos fueron terribles, muchos lloraron, fueron fuertes", reconoce 35 años después Wollmann.



La foto de la rendición fue un giro en el guión de la vida de Wollmann. Nunca dejó de publicarse. Y él quedó enganchado con la cuestión Malvinas: "No me obsesioné pero quise mantenerme cerca". Entonces en 1992 recorrió el país para la revista Noticias y retrató a los héroes olvidados.

En 2002 y 2012 finalmente volvió a las islas. Se reencontró con el chofer del gobernador, con la señora del hotel, con algunos isleños con los que había entablado una relación cordial y respetuosa porque nunca violó el precepto impuesto allá en el sur. Y fotografió a las mismas personas, en los mismos lugares, 20 y 30 años más tarde: "Antes de la guerra se podía ir todas las semanas a Malvinas. Por eso había un cartel en el aeropuerto que decía que éramos bienvenidos pero que no habláramos de soberanía. Y yo cumplí siempre".


El fotógrafo durante su primera visita de posguerra a las Malvinas, en 2002


Su última visita fue en 2012; quiere volver en 2022 junto a sus dos hijos

En una de sus célebres reflexiones, el pensador británico John Berger escribió que "cada fotografía es, en realidad, un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión total de la realidad".  El año pasado Rafael, que vive en Pinamar, presenció en Buenos Aires "Campo minado", la obra de Lola Arias donde actúa Lou Armour, el marine protagonista de la foto de la rendición, que se encarna a sí mismo.


Escena de la obra “Campo minado” donde se recrea la rendición

En la pieza teatral la directora recrea el momento de la foto, con el comando anfibio argentino Jacinto Batista apuntando a Armour, y un actor hace de Wollmann en el momento de la foto. A Rafael lo estremeció verse desde afuera, cuando él siempre ve todo desde adentro. Malvinas es una experiencia tan íntima para los que estuvieron allí que el golpe de observarse se siente como una desnudez emocional.


Lou Armour, el marine inglés, con Wollmann y la foto histórica, firmada por ambos, en 2016

Lo que vio en el teatro ya no se trataba de la secuencia propiamente dicha, la 125 parte de un segundo. Era una imagen perpetuada, no sólo por su carga simbólica, sino porque además estaba Lou, la humanización posible de su experiencia. Wollmann temía que Armour al verlo lo insultara, le transmitiera su dolor por la imagen de la humillación. Rafael sonríe con un gesto de alivio cuando lo recuerda: "Temí todo eso pero no. Nos dimos un abrazo, nos reímos, y nos emocionamos".

viernes, 4 de abril de 2025

Arqueología del campo de batalla en Monte Longdon, Malvinas


Arqueología del campo de batalla en Malvinas




 Sebastian Avila
@ClamaelViento

A pocos días del 2 de abril, fecha central en la memoria colectiva argentina por el inicio de la Guerra de Malvinas, se presenta un trabajo que combina arqueología, ciencia y testimonio para profundizar en el conocimiento del conflicto desde una perspectiva única. Esta investigación, desarrollada por un equipo interdisciplinario argentino, busca entender cómo se vivió y resistió el combate en el terreno, particularmente en el Monte Longdon, epicentro de algunos de los enfrentamientos más feroces de la guerra. Desde la vivencia directa de los soldados bajo bombardeo, hasta el análisis científico de los vestigios que aún persisten en el suelo isleño, el estudio ofrece una lectura renovada del impacto físico y emocional que dejó el conflicto.

La artillería británica fue responsable de la mayoría de las bajas terrestres argentinas durante la guerra. En este contexto, los soldados soportaron durante 45 días un hostigamiento constante desde tierra, mar y aire, una experiencia que dejó marcas físicas, psicológicas y materiales. Uno de los conceptos centrales vinculados a este fenómeno es el “shell-shock”, término acuñado en la Primera Guerra Mundial para referirse al trauma psicológico producido por los bombardeos, y cuya traducción puede entenderse como "conmoción por bombardeo".

Hoy, las Islas Malvinas conservan las cicatrices de aquellos días en forma de cráteres sin vegetación, pozos donde solo persisten la turba y fragmentos de metralla. En noviembre de 2023, el equipo de investigación argentino llevó adelante un relevamiento en el Monte Longdon, registrando 61 rasgos asociados a artillería y 158 posiciones de combate. Al cargar estos datos en un Sistema de Información Geográfica (SIG), se pudo realizar un análisis de concentración de fuego con gradientes de calor, similar a los utilizados en meteorología. Estos mapas permiten observar las zonas donde el combate fue más intenso, aunque no pueden atribuir con certeza los impactos a un bando u otro.

Durante las tareas de campo también se hallaron restos de metralla y municiones sin detonar, que fueron georreferenciadas y reportadas a las autoridades locales para su posterior neutralización. En cuanto al sistema defensivo argentino, el análisis de las posiciones revela la lógica de los rangos de tiro, siempre condicionados por el tipo de armamento, la topografía, la visibilidad y el clima extremo.

Aunque los estudios continúan, los resultados preliminares ya destacan el valor del enfoque arqueológico para comprender mejor la dinámica del conflicto. Esta metodología no solo reconstruye tácticas militares, sino que también abre una puerta al diálogo entre ciencia, memoria y sociedad. A futuro, este tipo de investigaciones podría extenderse a otros escenarios de combate del conflicto, contribuyendo a una visión más integral desde la ciencia social y el testimonio histórico.

Este trabajo se enmarca en un esfuerzo por recuperar la memoria de los caídos, honrar a los veteranos y aportar, desde el conocimiento científico, al entendimiento profundo de un episodio que marcó a generaciones. Desde la arqueología bajo bombardeo, el Monte Longdon vuelve a hablar.

  • "Cuando llovían los bombazos me caía arcilla de turba en el casco. Ahí me comí el rosario bendecido"
  • La artillería británica provocó la mayoría de las bajas terrestres argentinas en la Guerra de Malvinas.
  • Aquí te contamos qué dice la Arqueología sobre sus vestigios.




"Shell-shock" fue un término creado tras la Primera Guerra Mundial para describir el estrés postraumático de los combatientes. Su traducción puede ser: "conmoción por bombardeo".
En Malvinas nuestros soldados resistieron 45 días de hostigamiento continuo desde la tierra, el mar y el aire.




En la actualidad, las Islas Malvinas se encuentran plagadas de cráteres donde no crece vegetación alguna. En estos pozos de muerte solo sobreviven la turba y la metralla.




Durante noviembre de 2023, nuestro equipo mapeó el Monte Longdon en donde se logró registrar 61 rasgos de artillería y 158 posiciones de combate.



Al volcar estos datos en un Sistema de Información Geografía se realizaron análisis de proximidad similares a los que realiza la meteorología. Allí se observa la concentración del fuego de artillería (gradiente azul a rojo) en relación a las posiciones argentinas (amarillo).




Si bien no resulta posible distinguir los rasgos generados por la artillería argentina o británica, estos mapas permiten observar las zonas donde existió una mayor concentración de fuego y donde el combate fue más encarnizado.



Allí se hallaron restos de la metralla que los cañones hicieron llover sobre Longdon, sembrando sus laderas de muerte y destrucción.



También se halló munición sin estallar, la que fue georreferenciada y sus coordenadas enviadas a las autoridades isleñas para su posterior detonación.



En cuánto al sistema defensivo argentino, la ubicación de las posiciones permitió establecer los rangos de tiro, condicionados por el tipo de arma, la visibilidad y el clima.



Si bien los datos obtenidos continúan siendo analizados por el equipo, los resultados preliminares anticipan el potencial del análisis arqueológico para una mayor comprensión de la dinámica del conflicto.




Este tipo de investigaciones, junto a sus protagonistas tanto argentinos como británicos, pueden extenderse en el futuro a los distintos campos de batalla que tuvo la guerra.




A horas del 2 de abril, presentamos aquí parte del aporte que la Arqueología y las Ciencias Sociales pueden realizar al conocimiento de la guerra. Por la memoria de nuestros caídos y de sus familias, por nuestros queridos veteranos y desde la ciencia argentina bajo bombardeo.


Malvinas: Vilgré Lamadrid y Llambías nos comentan la guerra

jueves, 3 de abril de 2025

Malvinas: Combates en el continente

Soldados argentinos rechazan el desembargo inglés en Comodoro Rivadavia

Malvinas secreto: el día que Inglaterra invadió la Patagonia

A más de cuatro décadas del conflicto, el olvido oficial sobre los combatientes que defendieron objetivos en el continente refleja una deuda histórica que persiste

Por Cynthia Castro || Infobae



El 21 de mayo de 1982, comandos británicos pisaron suelo argentino, no en Malvinas, sino en el continente. La Base Aérea Militar (BAM) de Comodoro Rivadavia, pieza clave en la logística de defensa argentina, fue el objetivo de una incursión enemiga que quedó sellada como “secreto de Estado”. Esa noche, la amenaza de un ataque británico sobre el territorio patagónico fue real, y el alerta roja encendió la posibilidad de un conflicto aún más amplio.

Según el testimonio del excombatiente Antonio González, “pretendían atacar la BAM (Base Aérea Militar) comodorense que funcionaba en ese momento como base de operaciones militares, como búnker de la Fuerza Aérea Argentina... ese episodio provocó que se disparara una alerta roja que afectó a toda la ciudad de Comodoro Rivadavia, en Chubut.”

A lo largo de la costa patagónica, desde Puerto Madryn hasta Ushuaia, las Fuerzas Armadas argentinas desplegaron a miles de soldados para garantizar la defensa del territorio continental. Eran jóvenes, la mayoría con escasa preparación militar y sin experiencia en condiciones extremas. Sin embargo, su misión era clara: proteger la soberanía del país ante cualquier intento de invasión. Y la amenaza británica era tangible.

Las incursiones británicas en el continente no son una teoría conspirativa ni un rumor infundado. Excombatientes, historiadores e incluso exmilitares británicos han reconocido que hubo múltiples ataques en el continente. Edward Denmark, integrante de la Task Force británica, lo admitió en una carta enviada al exmiembro de la Fuerza Aérea Sur, Julio Herrera Vidal.

Herrera Vidal, quien participó en la defensa del continente, respaldó esa afirmación con su propio testimonio: “Se está desclasificando todo y gracias a Dios se va a hacer justicia. Hubo muchos ataques en el continente. De hecho, el 23 de mayo de 1982 a las 19:00 entramos en combate aéreo con un avión que no se identificó. Fue en la base aérea militar Santa Cruz, ubicada al sur de (Puerto) San Julián”, sostuvo en declaraciones a Noticias Argentinas.

El reconocimiento de estos hechos por parte de un exmilitar británico y el testimonio directo de un excombatiente argentino ponen sobre la mesa un hecho incómodo para la Argentina: mientras el Reino Unido desclasifica información y admite la magnitud de su intervención en el continente, nuestro país sigue negando a sus propios soldados.

No todo pasó en Malvinas

El 2 de abril de 1982 se crea el Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) como comando estratégico operacional para la recuperación de las Islas.

El 7 de abril las operaciones del comando TOM se extiende a todos los espacios aéreos y marítimos del litoral atlántico argentino, creando el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), con unidades militares en la Patagonia Austral , en el sur del paralelo 42º, donde se cumplían tareas de logística, comunicaciones, inteligencia, protección de la población civil y costera, transporte de víveres y se protegía la seguridad de las bases desde las que partían las aeronaves.

De las 649 argentinos que murieron en el conflicto bélico, el 9% fueron argentinos caídos con órdenes de operaciones en bases aéreas y costas patagónicas en defensa de la Patagonia Austral. Estos son, 39 pilotos de combate y tripulación abatidos en el aire en misión de combate que habían partido de las Bases Aéreas Militares (BAM) y 17 caídos con órdenes de operaciones en las costas patagónicas.

Un ejemplo de ello fue cuando, el día 30 de abril de 1982 en la zona entre Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, en una misión de combate en el continente, un helicóptero argentino fue en búsqueda de un grupo comando británico que habría desembarcado cerca de Caleta Olivia, refugiándose en una estancia. El helicóptero fue interceptado y murieron 10 argentinos. El 1º de mayo de 1982, se descubre ese grupo comando británico, dos submarinos ingleses detectados en las cercanías de las costas patagónicas, en las cercanías a Caleta Olivia, con rumbo a Puerto Argentino.

Da cuenta de las invasiones a la Patagonia en el Libro Histórico y el Diario de Guerra del Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia que contiene documentación archivada por el Coronel Fabian Brown, jefe del Servicio Histórico del Ejercito.

La batalla por el reconocimiento

Aquellos soldados que protegieron el continente bajo órdenes de combate, agrupados en lo que se conoce como el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), enfrentaron no solo la amenaza británica, sino también el desprecio de su propio país. Más de cuatro décadas después, siguen luchando para que se les reconozca lo que la historia y la ley les concedieron: la condición de excombatientes de Malvinas.

Desde la inmediata posguerra, la cuestión del reconocimiento a los veteranos de Malvinas estuvo envuelta en arbitrariedades y omisiones. Las primeras normativas, como la Ley 22.674/82 y la Ley 23.118/84, incluyeron a los soldados del TOAS entre los excombatientes. Sin embargo, en 1988, un decreto presidencial modificó ese criterio y los excluyó sin más.

Esa decisión no solo contradijo las leyes vigentes, sino que violó la propia Constitución Nacional, que prohíbe al Poder Ejecutivo derogar leyes mediante decretos. No obstante, la omisión persiste hasta el día de hoy: los soldados del TOAS siguen fuera del reconocimiento oficial, mientras que Gran Bretaña ya ha comenzado a desclasificar archivos sobre los ataques continentales durante la guerra.

El argumento oficial para negar el reconocimiento a los soldados del TOAS es que no participaron directamente en el combate en las islas. Sin embargo, este criterio resulta arbitrario e inconsistente con la propia normativa nacional e internacional. La Ley 23.379 define como combatiente a todo aquel que contribuye militarmente a un mismo objetivo, ya sea en funciones de combate o defensivas. Los soldados del TOAS cumplían órdenes de guerra en bases militares estratégicas, protegían la retaguardia y garantizaban la operatividad de las Fuerzas Armadas en el conflicto.

El olvido no es solo una cuestión burocrática. Es una herida abierta en la historia argentina. Negar el reconocimiento a estos soldados implica desconocer su sacrificio y despojarles del honor de haber servido a la Patria en tiempos de guerra.


Una deuda con la historia

Negar el reconocimiento a los miembros del TOAS es una traición a la memoria nacional. Sin ellos, la Patagonia pudo haber caído bajo el control británico. Sin ellos, las bases militares en el continente, esenciales para el desarrollo de la guerra, no habrían resistido.

El Estado argentino todavía tiene una deuda con los hombres que defendieron su soberanía. La sociedad, que durante años les dio la espalda a los combatientes, tiene el deber moral de exigir justicia. No puede haber reclamo de soberanía sobre Malvinas si la Argentina no es capaz de honrar primero a todos aquellos que la defendieron.

El reconocimiento de los soldados del TOAS no es solo una cuestión de derechos adquiridos. Es una cuestión de justicia histórica. Y en esa batalla, el olvido no puede ser la última palabra.





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