sábado, 27 de febrero de 2016

ATGM: Kornet y TOW en acción


Misiles antitanques en acción


Un Kornet ruso destroza a un M1A1 saudita. Cabe recordar que es probable que las versiones de exportación de los M1 tengan un blindaje menor pero son sólo especulaciones.
En el segundo caso es todavía más sorprendente: un TOW, viejo ATGM americano, impacta a un poderoso T-90 ruso protegido por el sistema Shtora. El sistema aparentemente funciona y protege al vehículo parcialmente aunque debe ser abandonado.
Ambos misiles de son de impacto directo, lo que nos da una idea del enorme poder explosivo de los mismos.

Kornet de los rebeldes huties destroza a M1 saudita


El vehículo se hace barbacoa.



TOW rebelde impacta en un T-90 gubernamental equipado con el sistema de autoprotección Shtora


El vehículo debe ser abandonado.

Furtividad: Comparando el J-20 con el resto

La comparación de Chengdu J-20 con F-22, F-35 y Su-PAK FA o T-50
Cavin Dsouza - Defence Aviation




Hemos sido testigos de un montón de eventos acerca de la evolución del caza furtivo chino J-20, que está siendo desarrollado por el fabricante de aviones chino Chengdu. El J-20 es un avión de quinta generación con capacidades furtivas. Sólo el tiempo dirá si el J-20 coincidirá con los aviones furtivos actuales o será superior a ellos. El F-22 Raptor ha sido el demostrador de esta tecnología y por lo tanto se ha especulado que la mayoría de los aviones de 5ª generación de hoy son similares al Raptor.
También se especula que este diseño probado del F-22 o bien ha sido tomada mediante actos de espionaje, elementos comprados y posteriormente la utilización de ingeniería inversa para crear un nuevo prototipo de naciones rivales. Esa es la razón principal por Estados Unidos no está exportando el F-22, porque temen que naciones como China y Rusia utilicen sus diseños especialmente después de que 1,7 terabytes de información secreta les fuera robada.

Si comparamos el aspecto y el diseño de J-20 se encuentra que tiene un diseño de ala delta canard mientras que el F-22 y F-35 tienen tanto el diseño de ala convencional de diamante. El aspecto frontal de J-20 tiene un aspecto muy similar al del del F-35 JSF de USA con tomas de aire dobles DSI y la cola en forma de V. El J-20 tiene una configuración canard-delta de dos motores, con tomas de aire con menos desvío supersónicas, y una nariz en forma consistente con el uso de un radar AESA. Para mantener la furtividad, el F-22 lleva sus armas en bahías internas.

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El J-20 parece estar equipados con motores WS-10 en lugar de WS-15, pero esto no se puede confirmar. El empuje generado por el J-20 es de 180 kN lo que conduce a un mejor rendimiento del motor.
El F-22 Raptor tiene motores turbofan dobles con postcombustión Pratt & Whitney F119-PW-100 que incorporan eje de paso de empuje vectorial, con un rango de ± 20 grados. El empuje máximo es clasificado, aunque la mayoría de las fuentes lo sitúan en alrededor de 156 kN.
El principal motor del F-35 es el F135 Pratt & Whitney. El F136 de General Electric / Rolls-Royce está siendo desarrollado como un motor alternativo. Se esperaba que el PAK FA utilice un par de motores de Saturn 117s en sus primeros vuelos que producen 142 kN de empuje en la cámara de postcombustión. El PAK FA sería la primera caza de quinta generación con plena presión 3-D vectorización lo largo de todos los ejes de tres aeronaves: terreno, guiñada y balanceo.

El diseño J-20 es similar a los cazas Lockheed Martin F-22 Raptor y los Sukhoi T-50. Las fuentes indican que el prototipo bimotor J-20 podría estar utilizando el motor de Saturn 117S de fabricación rusa (AL-41F1A), el mismo ser utilizado en los prototipos T-50 y Su-35. China ha expresado su interés en la adquisición de grandes cantidades de los 117S Saturn de Rusia y los rumores en el reciente Salón Aeronáutico de Zhuhai en China indican un prototipo J-20 había sido equipado con los 117S.

El F-22 Raptor utiliza radar AESA AN / APG-77, diseñado para operaciones de superioridad aérea y de ataque, cuenta con una matriz de lectura óptica activa máxima de apertura de baja observabilidad, que puede realizar un seguimiento de múltiples blancos en cualquier tiempo.
El sensor principal a bordo de los aviones F-35 es su radar AESA AN / APG-81, diseñado por Northrop Grumman Electronic Systems y se ve aumentada por el sistema de focalización electro-óptico (EOTS) montado debajo de la nariz de la aeronave, diseñado por Lockheed Martin.


Para el T-50 PAK FA, el radar APAA es proporcionado por PIIN. El J-20 se indica el uso de un radar avanzado sin embargo, el hacer de ella todavía no se sabe. Aunque J-20 aparece como una mejor avión furtivo que el resto, los pilotos chinos no son tan experimentados que los pilotos de Estados Unidos. Los EE.UU. tiene pilotos que han estado en situaciones de combate durante años. Por otra parte, los AWACS de tecnología de misiles, radares de alta tecnología, etc son todos defendido por los EE.UU. y Rusia. Su tiempo para esperar y ver cómo el J-20 realiza en el futuro, en comparación con el resto.

Es interesante observar que en nuestro artículo anterior Chengdu J-20 China’s first stealth fighter takes to the skies nos evidenció mucho tráfico procedente de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia, Corea del Sur y Japón. Nos preguntamos si esta noticia fue un shock para estos países. También tenemos gran cantidad de respuesta por parte de China también, teniendo en cuenta que el gobierno chino labios apretados esta noticia debe haber sido una agradable sorpresa para el pueblo chino. ¿Qué opinas acerca de la comparación de estos cazas contra el J-20? Aunque es demasiado pronto para decir, vamos a saber que se comenta.

Ejércitos: ORBAT y equipo del Ejército de Kazajistán

Las fuerzas terrestres kazajas: ORBAT y equipo 

 
Comandos Regionales de Kazajstán 

 
Organización de las Fuerzas Terrestres 

El 1 de noviembre de 1992, sobre la base de las unidades del ex 32do Ejército Soviético del Distrito Militar de Turkestán, el Primer Cuerpo de Ejército fue creado, con sede en Semipalatinsk. [2] Más tarde, en su base se estableció el Distrito Militar del Este , nuevo título otorgado en el 13 de noviembre de 2003, del Comando Regional Este. 
Inmediatamente antes de su disolución, el 32do Ejército consistía de la 78ª División de Tanques (Ayaguz), la 5202a base para el almacenamiento de armas y equipo (VKhVT) de Semipalatinsk, (antes de 1989 - el 167o División de Infantería Motorizada de Sumy-Kiev), el 5203a VKhVT Ust-Kamenogorsk (antes de 1989, la 155a División de Infantería Motorizada) y la Base 5204a para el almacenamiento de armas y equipos en Karaganda (antes de 1989 - el 203ra División de Infantería Motorizada de Zaporozhye Khingan). 

A mediados del decenio de 1990 las fuerzas de tierra de Kazajstán incluyeron el 1º Cuerpo del Ejército (Cuartel General en Semipalatinsk), con la 68va (ex 372a División de Rifleros Bandera Roja Novgorod) División de Infantería Motorizada (Sary-Ozek, en la Provincia de Kyzylorda ) - 2 regimientos de rifleros motorizados y uno de tanques y la 78ª División de Tanques (Ayaguz). [3] Si bien la 68va División se llamaba una formación rifleros motorizados, en cuanto a equipos que había cerca de 300 tanques y 500 vehículos blindados de combate. La 78ª División de Tanques tenía 350 tanques, 290 vehículos blindados de combate y 150 piezas de artillería. El 210o Centro de Capacitación Independiente (una antigua división de entrenamiento de rifleros motorizados) tenía 6.000 soldados y oficiales y 220 tanques y 220 piezas de artillería, por lo que fue una división reforzada. (Era llamaba a menudo la División de Guardias por fuentes de Kazajstán). 

Muchos de los sistemas son de fabricación rusa, con un pequeño número de sistemas americanso que también entraron en servicio en el inventario de Kazajstán. Algunos de los funcionarios de Kazajstán se han formado en la Academia Militar de West Point. 

Hoy las Fuerzas Terrestres incluyen cuatro comandos regionales: [4] 
- Comando Regional "Astana" (Sede de Karaganda) - límites administrativos en Akmola, Provincia de Karaganda, Kazajstán y la Provincia de Kostanay Norte. El comando actúa como reserva del Comandante Supremo. El comandante del distrito es el mayor general Vladimir Shatsky (a partir de abril de 2008). El distrito incluye la 7ª Brigada de Fusileros Motorizados Independiente en Karaganda. 
- Comando Regional "Oriente" (Sede de Semipalatinsk) - en los límites administrativos de Oriente Kazajstán y Provincia de Pavlodar (guarniciones de Families, Ust-Kamenogorsk, George y Ayagoz Usharalsky). El Comandante del distrito es el teniente general Nikolai Pospelov (a partir de septiembre de 2008). El Distrito tiene la 3ª División Mecanizada (antes la 78ª División de Tanques) en Ayaguz, tres (?) bases para el almacenamiento de equipo militar, la tercera Brigada de Rifleros Motorizados Independiente en Usharal/Ушарал (Unidad Militar No.40398, formado sobre la base de un regimiento de rifleros motorizados de la 155a división de rifleros motorizados), cuarto Brigadas de Rifleros Motorizados Independientes en Novo-Akhmirovo (Ново-Ахмирово), Ust-Kamenogorsk (Unidad Militar No.27943), una brigada de artillería de cañones, y una brigada de defensa aérea de misiles. 

Fuerzas especiales kazajas

viernes, 26 de febrero de 2016

Fuerzas Especiales: SEAL Team 6 (2/2)

SEAL Team 6: Una historia secreta de asesinatos silenciosos y líneas borrosas
La unidad más conocido por haber matado a Osama bin Laden se ha convertido en una máquina de cacería humana global con limitada supervisión exterior.
Por Mark Mazzetti, Nicholas Kulish, Chirstopher Drew, Serge F. Kovaleski, Sean D. Naylor y John Ismay
New York Times

Parte 1

LA CULTURA

El cuartel general cercado en la Dam Neck Annex de la Estación Aérea Naval Oceana, justo al sur de Virginia Beach, alberga un militar secreta dentro de la milicia. Lejos de los ojos del público, la base es el hogar no sólo para 300 operadores alistados del equipo (desdeñan el término «comandos»), sus oficiales y comandantes, sino también a sus pilotos, constructores ingeniero de infa, técnicos en desactivación de bombas, ingenieros, médicos tripulaciones y una unidad de inteligencia equipado con cámaras de vigilancia y sofisticada tecnología de seguimiento global.



Cuartel general del SEAL Team 6 en Virginia. Por The New York Times | Imágenes de U.S.D.A. y Google Earth.


Los SEAL de la marina - el acrónimo de Sea, Air, Land Forces - evolucionaron a partir de los hombres rana de la Segunda Guerra Mundial. Equipo 6 surgió décadas después, nace de la fallida misión para rescatar a 1980 53 rehenes estadounidenses capturados en la toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán. La mala planificación y el mal tiempo obligó a los comandantes abortar la misión, y ocho soldados murieron cuando dos aviones chocaron sobre el desierto iraní.

La marina de guerra le preguntó el comandante. Richard Marcinko, un veterano de Vietnam y difíciles de cargar, para construir una unidad SEAL que podrían responder rápidamente a las crisis terroristas. El nombre en sí fue un intento de desinformación Guerra Fría: Sólo dos equipos SEAL existían en el momento, pero el comandante Marcinko llama el SEAL Team 6 unidad de la esperanza de que los analistas soviéticos sobrestimar el tamaño de la fuerza.

Él se burló de reglas y fomentó una imagen rebelde de la unidad. (. Años después de dejar el mando, fue condenado por fraude contrato militar) En su autobiografía, "Rogue Warrior," comandante Marcinko describe beber juntos como importante sellar la solidaridad del equipo de 6; sus entrevistas de reclutamiento a menudo ascienden a chats borrachinas en un bar.


Dentro SEAL Team 6

Oficialmente, SEAL Team 6 no existe. La unidad lleva a cabo algunas de las misiones más peligrosas de los militares, los que se consideran demasiado arriesgado para las tropas convencionales.


En el interior del equipo 6, hubo inicialmente dos grupos de asalto, llamados azul y oro, después de que los colores de la Armada. Azul utiliza la bandera pirata Jolly Roger como su insignia y desde el principio ganado el apodo de "los chicos malos en azul," para acumular arrestos por conducir ebrios, el abuso de narcóticos y estrellarse coches de alquiler en ejercicios de entrenamiento con cerca de impunidad.

Los oficiales jóvenes a veces se quedan sin equipo 6 para tratar de limpiar lo que percibían como una cultura de la imprudencia. Adm. William H. McRaven, que se levantó para dirigir el Comando de Operaciones Especiales y supervisó la incursión de Bin Laden, fue expulsado del equipo 6 y asignado a otro equipo SEAL durante la era Marcinko después de quejarse de las dificultades en mantener sus tropas en línea.

Ryan Zinke, un ex oficial del equipo 6 y ahora un congresista republicano de Montana, recordó un episodio después de una misión de entrenamiento del equipo a bordo de un crucero en preparación para posibles rescates de rehenes en los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, ​​España. El señor Zinke acompañó un almirante a un bar en el nivel inferior de la nave. "Cuando abrimos la puerta, me recordó a 'Piratas del Caribe'", dijo el señor Zinke, recordando que el Almirante estaba consternado por el pelo largo, barbas y pendientes de los operadores. "Mi Armada?" Almirante le preguntó. "Estos chicos están en mi marina de guerra?"

Ese fue el comienzo de lo que el señor Zinke se refiere como "el gran derramamiento de sangre", cuando la Marina purgó el liderazgo del equipo de 6 a profesionalizar la fuerza. Actuales y anteriores operadores del Team 6 dijeron que la cultura era diferente hoy en día. Ahora los miembros tienden a tener una mejor educación, más atlético, más viejo y más maduro - aunque algunos aún son conocidos por empujar los límites.

"Me echaron de los Boy Scouts", dijo un ex oficial. La mayoría del equipo SEAL 6, añadió, "eran como yo."


Un futuro miembro de los SEAL de la Marina con un tatuaje que representa el combate cuerpo a cuerpo, durante el entrenamiento de buceo en Coronado, California. Crédito Stephanie Freid-Perenchio

SSN: Clase Trafalgar (UK)

Submarino de ataque de propulsión nuclear Clase Trafalgar (UK) 

 
La misión principal de los submarinos clase Trafalgar es la guerra anti-submarina 
 

jueves, 25 de febrero de 2016

Patagonia: Avión correo Latécoère 26



Avión de correo Latécoère 26




Latécoère 26

Papel: monoplano portador de correo
Fabricante: Latécoère
Primer vuelo: 1926
Usuario principal Aéropostale
Número construido 90


El Latécoère 26 era un avión monoplano electrónico francés diseñado y construido por Latécoère.

Desarrollo

Diseñado en la década de 1920 como un cartero el Latécoère 26 voló por primera vez en 1926, en base a la anterior Latécoère 25 con un fuselaje más largo. Tenía un ala de parasol con un tren de aterrizaje fijo patín de cola. El tren de aterrizaje principal era a la vez robusto y ancho de vía para permitir que el avión para aterrizar en superficies no preparadas. Desarrollado para un solo motor de pistón Renault 12Ja montado en la nariz. Diseñado como un cartero tenía espacio para dos pasajeros y una cabina abierta para el piloto.



Historia operacional 

La mayor parte de la aeronave fueron operados por Aéropostale en Norte y rutas de correo de África Occidental, dos aviones fueron vendidos en Argentina.


Variantes 

Laté 26
variante de producción inicial.
Laté 26-2-R
Introducido en 1927 que tenía un compartimiento de radio.
Laté 26-3
tanque de combustible añadido en el centro de la sección del ala.
Laté 26-3-R
Con un timón equilibrado.
Laté 26-6
Se ha añadido una cabina copilotos en tándem detrás del piloto, diferente del tren de aterrizaje y una mayor capacidad de combustible.
Laté 26-6 / 2
Cambiarse el motor de 500 CV con un (373kW) del motor Renault y reducida superficie de las alas y superficies de cola.


Operadores

 Argentina
 Francia
Aéropostale



Especificaciones (26-2-R) 
Los datos de la enciclopedia ilustrada de aeronaves (Parte Trabajo 1982-1985). Orbis Publishing. p. 2293.


Características generales


Tripulación: 1
Capacidad: 2 pasajeros y 5 m³ (176,57 ft³) de correo.
Longitud: 3,90 m (12 pies) en 9½
Envergadura: 17,40 m (57 pies 1 pulg)
Altura: 3,90 m (12 pies) en 1 ½
superficie alar: 48,60 m2 (523,14 m2)
Peso en vacío: 1590 kg (3505 lb)
Peso bruto: 3364 kg (7,416 lb)
Motor: 1 × motor de pistón Renault 12Ja V-12, 336 kW (450 CV)


Performance

Velocidad máxima 188 km / h (117 mph)
Rango de 680 km (423 millas)
Techo de servicio: 4.750 m (15.585 pies)





Wikipedia

Teoría militar: Richardson y las carreras de armas

Modelos matemáticos y la guerra





Lewis Fry Richardson



El modelo en si, basado en el modelo de reacción de Cournot, es uno que propone que las carreras armamentistas en los países son el preludio a una guerra. Y que la escalada militar puede ser estable o no, siendo en el caso inestable que cualquier pequeña excusa desencadene la guerra.

El modelo consiste en dos sistemas de ecuaciones lineales las cuales sustentan los supuestos de que:

1. Las armas se acumulan por el temor y la desconfianza mutuas,
2. Hay una resistencia de la sociedad a gastar cada vez mas en armas,
3. Hay factores independientes al nivel de gastos militares que contribuyen a la escalada militar

Esto determina una ecuaciones de las cuales lo mas importante es la magnitud de los signos de r y s, que él los denomina grievance terms.

Las ecuaciones son:

dx/dt = ay - mx + r

dy/dt = bx - ny + s


donde x,y son los gastos de los países x e y en armas en el tiempo (derivada respecto al tiempo). a,b son los términos de desconfianza, n,m la resistencia social a esos gastos y r,s son los términos independientes que pueden desencadenar o no la guerra.

Las líneas óptimas se determinan cuando dx/dt=dy/dt=0, el punto de equilibrio x* e y* es la intersección entre ambas.

Las trayectorias que se aproximan al origen o a los ejes x o y se dicen que van hacia el desarme. Aquellas que van hacia infinito se dicen que prolongan la carrera armamentista.

El modelo de Richardson no predice guerras sino carreras armamentistas, como la de Pakistán-India. La conjetura de Richardson es que luego de una carrera armamentista hay mayor probabilidad de iniciar una guerra, pero no necesariamente la guerra se produzca efectivamente.
El tema del modelo de Richardson es, de una manera muy simple, intentar modelizar, es decir hacer una abstracción generalizable, algo que en si mismo no existe pero ayuda comprender un problema de modo bien general, una situación especifica, en este caso una acumulación progresivo de armas por parte de dos naciones.




Obviamente que no se observarán morteros ni misiles ni submarinos en las ecuaciones. De hecho, una limitación de este tipo de representaciones es que sirve siempre y cuando las variaciones en armamentos sean directamente comparables. Es decir, si el país A compra 100 misiles tierra-aire y el país B compra 250 ametralladoras de apoyo de tropa... esas compras no son comparables porque cumplen fines diferentes. Por ello el articulo de la carrera naval de dreadnoughts entre Alemania e Inglaterra si son comparables, porque cada buque botado era una respuesta precisa y directamente comparable con el buque botado por el enemigo. La misma explicación del modelo de Richardson también se pudo emplear extensivamente cuando el auge de la Guerra Fría, dado que la carrera armamentista en ese momento era relativamente homogénea: Misiles ICBM rusos vs. Misiles ICBM americanos


Referencia

J.C. Lambelet, "Do arms races lead to war?", Journal of Peace Research 12 (1975), pp. 123–128

Fuerza Aérea: Fuerzas de Defensa Aérea de Kazajistán

Kazajistán - Fuerzas de defensa antiaérea


Escudo




Global Security


Dos generaciones de atacantes kazajos: MiG-27 y Su-30SM

miércoles, 24 de febrero de 2016

Guerra del Pacífico: La batalla de Arica



La batalla de Arica 

Junio de 1880 


1. Antecedentes 
La victoria peruana en Tarapacá no cambió los resultados estratégicos de la invasión chilena y el I Ejército del Sur, por una serie de circunstancias, se vió en la imperiosa necesidad de emprender la retirada hacia la ciudad de Arica. La difícil marcha sobre áridos desiertos duraría veinte días, pero finalmente, el 18 de diciembre, el general Buendía arribó a su destino con un total de 3,416 hombres, incorporándose luego 634 dispersos. 

Consolidada la ocupación de la provincia de Tarapacá, el ejército chileno emprendió la segunda fase de la guerra terrestre, que denominaría Campaña de Tacna, la cual se desarrollaría en un vasto escenario que abarcaba los límites de los ríos Ilo y Moquegua por el norte y los ríos Azapa y Azufre por el sur. 

Los peruanos aun controlaban esa región a través del I y el II Ejército del Sur, dividido entre Arica y Arequipa, mientras que los bolivianos guarnecían el departamento de Tacna. Sin embargo, los aliados, faltos de armamento y provisiones, no estaban aptos para sostener una campaña tan difícil como la que se avecindaba. Los chilenos, por el contrario, se fueron revitalizado con refuerzos y con el buen servicio de abastecimientos proporcionado por su escuadra. 

A inicios de 1880 el comando militar chileno aprobó un nuevo plan de operaciones para sus fuerzas expedicionarias. El plan contemplaba invadir los territorios al norte de Pisagua, es decir las localidades de Ilo, Pacocha e Islay, con objeto de aislar Tacna del resto del Perú y posteriormente atacar y ocupar dicho departamento. En consecuencia, el alto mando chileno concentró veinte transportes en Pisagua y el 24 de febrero de 1880, frente a la bahía de Pacocha, en Moquegua, al norte de Arica, desembarcó un ejército de doce mil hombres. Asumió el mando de aquel ejército el general de brigada Manuel Baquedano, asistido por el coronel José Velázquez como su jefe de Estado Mayor y otros oficiales de primer nivel. La autoridad política se veía encarnada con la presencia activa del ministro de guerra en campaña, Rafael Sotomayor. Sin embargo, el plan, que había sido estudiado hasta el detalle, ignoraba la presencia de Arica como una posición intermedia pero crucial. 

En abril de 1879, iniciado el conflicto, el Presidente peruano Mariano Prado, había decidido, por razones estratégicas, convertir a Arica, próspera ciudad sureña de 3,000 habitantes y muy cercana de territorio chileno y de las salitreras, en el segundo puerto artillado de importancia del Perú y en su cuartel general. El puerto, ubicado a 65 kilómetros al sur de Tacna, había sido fundado en tiempos de la colonia española y siempre estuvo fortificado, ya que desde fines del siglo XVI por allí se embarcaba la plata proveniente de las ricas minas de Potosí. Cuando Prado abandonó el teatro de operaciones del sur, el mando de la posición recayó en el contralmirante Montero, quien a su vez, en cumplimiento de órdenes superiores, relevó al general Buendía por errores cometidos durante la campaña, asumiendo el comando del I Ejército del Sur. 

Los trabajos defensivos de la plaza fueron encomendados a dos militares y a un civil, el ingeniero Teodoro Elmore. El grupo trabajaría con dedicación pero no alcanzaría los resultados esperados por falta de recursos (1). 

El Estado Mayor General y el I Ejército del Sur permanecieron cerca de cuatro meses en Arica hasta que en los primeros días de abril de 1880 el contralmirante Montero, enterado de los planes chilenos, se dirigió hacia el norte para unirse con las fuerzas bolivianas en Tacna, lugar que se presentaba como el nuevo frente de guerra. El adversario ahora ocupaba la ciudad de Moquegua así como el estratégico paso de Los Angeles, posición situada entre Moquegua y Torata. 

Montero dejó en Arica una pequeña guarnición de guardias nacionales que estaba al mando de un oficial naval, don Camilo Carrillo, pero como aquel debió dejar su puesto por razones de enfermedad, el comando recayó en un viejo oficial retirado, adicto a la ordenanza y muy patriota, cuyo nombre, en aquellos momentos, no decía mucho: Francisco Bolognesi, un coronel de 64 años de edad, solemne, de baja estatura y muy acabado para su edad. Las tensiones propias del conflicto habían menguado su físico. Ojeras pronunciadas, cabello cano y blanca barba, eran el marco de un hombre cansado pero de espíritu combativo, quien había participado valientemente en las batallas de San Francisco y Tarapacá. Sobre su actuación en esta última acción, el Parte Oficial del coronel Belisario Suárez, jefe de Estado Mayor del I Ejército del Sur señaló: 


“El señor comandante general don Francisco Bolognesi, estuvo a la altura de esos soldados que caracterizaron a aquellos, cuya presencia en las filas enemigas hacía rendir banderas” 

Por su parte, el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna escribió: 


“Su designación, bajo el punto de vista militar, había sido, por tanto, perfectamente acertada”. 

Tan pronto recibió el comando de Arica, Bolognesi dispuso intensificar los trabajos defensivos, pues pese a que el lugar era de particular importancia estratégica, aún persistía el problema de que no se le había equipado convenientemente para encarar el muy viable escenario de un ataque por tierra. Por lo expuesto, jamás llegó a ser la fortaleza inexpugnable que han presentado los historiadores chilenos –que llegaron a llamarla el Gibraltar de América- pero tampoco estaba desguarnecida como pretenden algunos historiadores peruanos. Arica no era una posición militar sólida, pero gracias a las obras realizadas ostentaba algunos dispositivos disuasivos importantes. Por mar, bloqueada como se encontraba por la escuadra chilena, si era impenetrable y si bien al inicio de la guerra las defensas habían sido orientadas especialmente para resistir un ataque de artillería naval, en los meses subsiguientes se fueron adoptando las previsiones para contener un eventual asalto de infantería, siempre teniendo en cuenta las difíciles condiciones del terreno y la gran extensión de las aéreas a defender. 


2. Las defensas de la plaza 

En la cumbre del morro, que era una plaza natural, de unos 10,000 metros cuadrados de extensión y 260 metros de altura, los peruanos habían construido frágiles cuarteles y colocado nueve cañones para defender el avance de la escuadra. Estos eran conocidos como las Baterías del Morro, divididas a su vez en Batería Alta y Batería Baja. El arma fundamental eran los cañones Vavausser de avancarga, de 9 pulgadas de calibre, peso de munición 250 libras y alcance nominal de 4,300 metros, construidos en Gran Bretaña en 1867. Los otros modelos empleados eran Parrots y Voruz de diferente calibre. La Batería Alta contaba con un Vavausser, dos Parrot de 100 mm y dos Voruz de 70 mm. La Batería Baja disponía de cuatro Voruz de 70 mm. Asimismo, para defender la rada, se habían colocado fuertes artillados en el flanco norte, considerado como él más bajo de la plaza. Estos fuertes eran el Santa Rosa y el Dos de Mayo, armados cada cual con un Vavausser, y el San José, provisto de un Vavausser y un Parrot de 100 mm. Bajo cada uno de los cañones, protegidos por muros de barro, reforzados y solidificados con césped, yacían cinco quintales de dinamita para hacerlos volar en caso de que el enemigo tomase las posiciones. Como característica particular, el Vavausser del fuerte Dos de Mayo poseía una base circular que le permitía disparar indistintamente hacia el mar o al valle de Chacalluta. 

El sector este de Arica, es decir el segundo flanco de defensa, ubicado en la parte alta y escarpada de la zona, contaba con un total de siete cañones y era defendido por dos fortines, llamados Este y Ciudadela. El último era un reducto cuadrado, fosado por los lados y sus muros estaban construidos por sacos de arena solidificados por la humedad y el césped. Su defensa estaba constituida por tres cañones -dos Parrot de 100 mm y un Voruz de 70 mm- y un conjunto de casamatas con mechas de tiempo e hilos eléctricos. 

El fortín Este se ubicaba a 800 metros al sudeste del Ciudadela. Era también cuadrado y fosado e igualmente protegido por sacos de arena. Sus dos cañones Voruz de 100 mm eran estáticos, y según la orientación podían disparar bien hacia el mar o hacia el valle del Azapa. Detrás del fuerte Este se levantaban un total de 18 reductos y trincheras unidas entre sí. Más atrás se ubicaba Cerro Gordo, y tras él, la ciudad de Arica. 

En total la plaza estaba protegida por diecinueve cañones de tierra. Contaba adicionalmente con dos potentes cañones Dahlgren de 15 pulgadas, pertenecientes al monitor clase Canonicus Manco Capac, inmovilizado hacía más de un año en la rada del puerto. Si bien los gruesos calibres daban la superioridad artillera a los peruanos, su lentitud de recarga y la perdida de la posición de disparo después del tiro los harían ineficaces ante los cañones de retrocarga chilenos, que podían disparar hasta ocho tiros por minuto contra un tiro cada cinco minutos de los peruanos. 

Además de las baterías, la considerable cantidad de dinamita y el sistema eléctrico de minas, constituían el principal obstáculo para contener un asalto (3). 

Sobre el papel, la fuerza defensiva de Arica, incluyendo al personal naval del Manco Capac, ayudantía y comisariato, bordeaba los 1,700 hombres. Sin embargo, excluida la marina y la ayudantía, alrededor de 1,450 soldados, en su mayoría noveles guardias nacionales, estaban en capacidad de hacer frente a un ataque terrestre. La tropa estaba agrupada en dos divisiones, que en términos reales no lo eran por ser muy reducidas en número. La Octava División estaba compuesta apenas por dos batallones: El Iquique, con 310 hombres y el Tarapacá, con 219, un total de 529. Sus integrantes si eran soldados fogueados en combate al haber participado en la campaña del sur y su misión era defender los fuertes ubicados al norte de Arica, lugar que era considerado como el más probable para un ataque enemigo. La Séptima División por su parte, más numerosa aunque conformada casi en su mayoría por voluntarios, tenía tres batallones: Granaderos de Tacna y el Cazadores de Piérola, que sumaban unos 580 hombres, responsables de la defensa del fuerte Ciudadela y el Artesanos de Tacna, con 380 soldados, que defendía el fuerte Este. En total, 960 efectivos. La dotación del monitor Manco Capac ascendía a 100 hombres. La tropa estaba uniformada con traje de bayeta blanca, y armada indistintamente con fusiles Peabody, Remingtons y Chassepots. También poseía carabinas Evans, Winchesters, Chassepots antiguos, el Chassepot reformado conocido como “rifle peruano” y Comblains. No contaba con un tipo unificado de fusil, lo que dificultaba la distribución de munición y que los oficiales instruyeran a la tropa sobre un manejo uniforme. 

Varios de los oficiales de la plana mayor pertenecían al ejército regular del Perú y algunos como el coronel Bolognesi estaban ya retirados, pero un buen número eran civiles asimilados voluntariamente a quienes se había otorgado rango militar. El coronel José Joaquín Inclán, comandante de la Séptima División, era un veterano militar profesional, mientras que los coroneles Alfonso Ugarte, comandante de la Octava División, Ramón Zavala, jefe del batallón Tarapacá y el ciudadano argentino Roque Sáenz Peña, jefe del batallón Iquique, eran civiles jóvenes, algunos de fortuna, que se habían incorporado voluntariamente al ejército y recibieron grados militares. Alfonso Ugarte y Ramón Zavala por ejemplo, eran ricos salitreros que armaron y equiparon sus batallones con recursos propios. 



Tropas asaltantes chilenas

Inicio de las hostilidades 
El 27 de febrero de 1880, varias naves de combate chilenas atacaron Arica por mar. Las baterías peruanas respondieron los fuegos y alcanzaron cinco veces al blindado Huáscar, removiendo los remaches y planchas de su coraza. Luego, mientras el Huáscar se acercaba para neutralizar un tren de tropas de refuerzo, otra granada peruana impactó en uno de sus cañones de babor matando a seis tripulantes e hiriendo a otros catorce. Poco después el monitor Manco Capac salió de la rada y uno de sus proyectiles volvió a dar en el porfiado Huáscar, matando a su nuevo comandante, Manuel Thomson. 

Las acciones navales continuaron en marzo, cuando el día 15 el Huáscar y el Cochrane volvieron a bombardear Arica. La defensa peruana con sus naves y baterías de tierra fue impecable. El Cochrane recibió seis cañonazos, cuatro de los cuales le causaron daños de consideración, mientras que el Huáscar asimiló cuatro impactos, debiendo retirarse del combate para reparar sus maquinas. 

El 17 de marzo, la corbeta peruana Unión logró romper el bloqueo impuesto sobre Arica, trayendo consigo provisiones y municiones, una lancha torpedera –la Alianza- para la defensa de la rada, así como a la dotación que perteneciera al blindado Independencia. Entre aquellos hombres se encontraba Juan Guillermo Moore, quien fuera el capitán de aquella nave perdida en Punta Gruesa el 21 de Mayo de 1879. Los chilenos sólo comprendieron lo que había ocurrido a primera luz del día, cuando observaron a la Unión descargando suministros. 

En poco tiempo El Huáscar, el Matías Cousiño, el Loa el Cochrane y el Amazonas atacaron con intención de destruir a la corbeta, la cual, no obstante sufrir algunas bajas y graves daños como la destrucción del puente de mando, los botes salvavidas y los suministros de carbón, en horas de la tarde logró levar anclas, se desplazó hacia la isla del Alacrán y emprendió rumbo al sur, eludiendo por segunda vez consecutiva el bloqueo chileno mediante las maniobras más increíbles. 

Bolognesi dispuso que los hombres de la Independencia, unos 200, sirvieran en las Baterías del Morro. Con ellos el número de defensores se incrementó a 1,650. El comandante Moore fue puesto al mando de las mismas. Su caso era muy particular; hijo de padre británico y madre peruana, fue al inicio de la guerra skipper del entonces considerado más poderoso blindado de la escuadra, que en tonelaje superaba al célebre Huáscar. Sin embargo, había encallado su nave al pretender cazar a la goleta chilena Covadonga en Punta Gruesa. La pérdida de la nave apenas a un mes de iniciada la guerra, fue catastrófica para el Perú. Moore cayó en desgracia y presa de una crisis depresiva estuvo a punto de suicidarse. Alejado de todo puesto de comando en la marina y en el anhelo de expiar su fatal error, el atormentado oficial buscó ser destacado a un puesto de riesgo como Arica, donde mostró gran entusiasmo y coraje, que reafirmaría al momento de decidirse la resistencia de la plaza. 

Dos meses después, el 27 de mayo, luego de la batalla del Alto de la Alianza, que sería hasta entonces la acción de armas más trascendental y de mayor envergadura de la guerra, los victoriosos chilenos procedieron a ocupar la ciudad de Tacna. De este modo el ejército del Mapocho cumplió con el objetivo trazado, logró una continuidad territorial entre su país y el departamento de Moquegua, y virtualmente consolidó la ocupación de todo el sur del Perú, desde el río Moquegua por el norte y Tarata por el este. 

Sin embargo, aún persistía el escollo de Arica, que una vez concluida la batalla se mostró en su verdadera magnitud. En aquel lugar, el destacamento al mando de Bolognesi sostenía el que había pasado a convertirse en el último reducto peruano en la región y en el enclave que interrumpía la continuidad geográfica entre el territorio ocupado y el chileno e impedía la comunicación entre el ejército y la escuadra que bloqueaba la plaza peruana. 

Ese mismo día, el nuevo ministro de guerra en campaña de Chile, José Francisco Vergara, envió desde Iquique una comunicación al ministro de guerra en Santiago, dando cuenta de la situación tras la batalla del Alto de la Alianza. En el referido telegrama, Vergara expresó: 


“... Si Campero y Montero se rehacen en el pie de la cordillera donde tienen posiciones casi inexpugnables y sí, como me informó el coronel Urrutia había en Moquegua 1,500 hombres, mientras no tomemos Arica nuestra situación se hace crítica porque con la posesión de Tacna no adelantamos mucho y nuestros aprovisionamientos por Ilo e Ite principiarán a correr riesgo. La resistencia de Arica depende de la entereza del jefe de la plaza, que si es de buen temple nos puede resistir muchos días. Por los informes recogidos se sabe que tienen algunos hombres y desde el mar se ve alguna caballería...” 

Consolidada la ocupación de Tacna, el Estado Mayor chileno consideró fundamental obtener una salida necesaria hacia la costa, separados como estaban por decenas de kilómetros de desierto, faltos de alimentos y con las tropas esparcidas por caseríos y pueblos. La idea era ocupar de inmediato esa plaza con el fin de dominar por completo el teatro de operaciones y desalojar a los peruanos de su último baluarte en la región. La salida al mar por Arica se hacía imprescindible para recobrar la línea de comunicaciones y adelantar al norte la base de operaciones de Pisagua, rompiendo de paso, el enlace entre las fuerzas aliadas. Por otra parte, el escenario en el bando aliado era el más desolador. Tras el catastrófico revés militar del Alto de la Alianza, el ejército regular peruano había cesado de existir como una fuerza operativa, las desmoralizadas tropas bolivianas se retiraron para siempre hacia el altiplano y la guarnición de Arica quedó aislada y rodeada por mar y tierra. 

Al conocer de la derrota en Tacna, Bolognesi y sus oficiales anticiparon, acertadamente, que el siguiente movimiento del ejército chileno sería atacarlos, aunque ignoraban que se habían quedado solos y sin posibilidad de refuerzos, pues las tropas del contralmirante Montero se dirigían hacia Arequipa a reorganizarse, en vez de retornar a Arica como al parecer había sido previamente acordado (4). 


3. Las comunicaciones de la plaza 
Todo indica que al principio los oficiales de Arica no comprendieron la real magnitud de la derrota de Tacna. Tampoco tuvieron conocimiento del desbande del ejército peruano ni de la deserción del boliviano, lo que se explica por el hecho que las comunicaciones enviadas solicitando información jamás fueron contestadas y que los únicos datos disponibles provenían de soldados dispersos incapaces de dar un panorama real de la situación. Aún así, aunque presas de incertidumbre, los oficiales eran conscientes que debían mantener aquella posición a la cual asignaban, y no sin razón, un gran valor estratégico (5). 

El contenido del primero de los telegramas de Arica, suscrito por su jefe de Estado Mayor, coronel Manuel C. La Torre sustenta lo afirmado: 


“Arica, 26 de mayo. Señor general Montero, Pachía.- Dice el coronel Bolognesi que aquí sucumbiremos todos antes de entregar Arica. Háganos propios. Comuníquenos órdenes y noticias del ejército y de los auxilios de Moquegua”. 

Frente a las circunstancias poco claras Bolognesi vislumbró dos posibles escenarios a encarar en los próximos días. El primero, habría sugerido un plan de operaciones mediante el cual el ejército chileno avanzaría desde Tacna hacia Arica, en cuyo proceso Montero o el II Ejército del Sur lo hostilizarían por los flancos. Esto obligaría a los chilenos a batirse en retirada, encontrándose con la guarnición de Arica, donde serían derrotados. El segundo, pudo basarse en la siguiente hipótesis: El ejército chileno sitiaría la plaza o la atacaría; la guarnición resistiría con todos los recursos a su disposición, causando bajas y agotando al adversario y tropas peruanas en avance sobre Arica sorprenderían al diezmado ejército chileno. La idea, en consecuencia, habría sido intentar mantener la posición hasta que llegasen las fuerzas que con tanta insistencia Bolognesi solicitaría en sus mensajes. 

Sin embargo la posible estrategia de formar un triángulo de fuerzas peruanas fracasaría. Como el contralmirante Montero jamás pensó en retornar hacia Arica, y dio el puerto por perdido, era imposible que flanqueara al enemigo como lo suponía la primera hipótesis. La destrucción del telégrafo de Tacna le impidió informar a Bolognesi de su decisión. En todo caso, ambos escenarios sustentan el hecho de porqué Bolognesi desplegó sus esfuerzos en reforzar las defensas en el área norte, colocando ahí a la más fogueada y disciplinada Octava División, al considerar que los chilenos aparecerían por ese lugar ante el supuesto empuje de las tropas peruanas. En la mañana del 27 de mayo, Bolognesi despachó al coronel Segundo Leiva, jefe del II Ejército del Sur, por intermedio del prefecto Orbegoso de Arequipa, el primer mensaje de una serie que no tendrían respuesta. 


“Esfuerzo Inútil, Tacna ocupada por el enemigo. Nada oficial recibido. Arica se sostendrá muchos días y se salvará perdiendo enemigo si Leiva jaquea, aproximándose a Sama y se une con nosotros”. 

Dentro de esta difícil situación, ante falta de instrucciones precisas, pero teniendo en cuenta ordenes impartidas por Montero dos días antes de la batalla del Alto de la Alianza, la noche del 28 de mayo los peruanos celebraron un consejo de guerra, en el cual todos los oficiales -con una sola excepción- acordaron resistir y aprobaron el plan de defensa. Cada uno de ellos quedó pues resuelto al sacrificio. El coronel Agustín Belaúnde, un decidido pierolista arequipeño a quien se otorgó rango militar y el cargo de primer jefe del batallón Cazadores de Piérola no sólo fue la voz discordante en el referido consejo, sino que poco después desertó y con él arrastró a algunos oficiales de su entorno, evadiendo la batalla (6). 

Para esa fecha la guarnición ya había quedado totalmente aislada de los remanentes del ejército peruano, pero aun mantenía comunicaciones por telégrafo con la prefectura de Arequipa y todavía le era posible un repliegue a otras áreas. A efecto de frenar el previsible avance chileno, Bolognesi ordenó al ingeniero Teodoro Elmore que destruyera el puente Molle, cerca a Tacna, y que hiciera lo propio con el puente de Chacalluta, los terraplenes cercanos a la estación de Hospicio y la línea férrea que comunicaba con Tacna. Un documento que puede dar idea del desconcierto con respecto a Arica lo constituye la carta dirigida desde Tarata por el prefecto de Tacna, Pedro A. del Solar al Director Supremo Nicolás de Piérola, con fecha 31 de mayo, es decir siete días antes de la batalla, donde escribió: 


“Nada sabemos hasta ahora de Arica, pero su perdida es inevitable” 

En aquellos momentos Arica venía sufriendo además el bloqueo naval por parte de las naves Cochrane, Covadonga, Magallanes y Loa, aunque desde el combate del 15 de marzo no se había vuelto a repetir un cruce de fuego entre la escuadra chilena y las defensas. Aquellos hechos no hicieron sino confirmar que Arica era impenetrable por mar y que los barcos de guerra sólo podían limitarse a aislar las comunicaciones marítimas y dar apoyo de artillería ante un ataque de sus ejércitos. Pero el bloqueo no afectaba en mucho la vida en Arica, habido cuenta del aprovisionamiento natural proveniente de los valles del Azapa y Chacalluta. 

El 28 de mayo el general Manuel Baquedano, ordenó una avanzada de reconocimiento de caballería sobre Arica, compuesta por cincuenta Carabineros de Yungay al mando del capitán Juan de Dios Dinator, la cual llegó hasta la estación de Hospicio y la ocupó. Asimismo, dispuso que los oficiales del batallón de ingenieros militares tomaran posesión de la estación del ferrocarril y avanzaran hacia los puentes del Molle y de Chacalluta. Ambos puentes y los terraplenes del ferrocarril destruidos previamente por Elmore, fueron reparados el primero de junio por los pontoneros chilenos. El dos de junio, en coordinación con el ministro de guerra en campaña, Baquedano ordenó movilizar las tropas de reserva que no combatieron en el Alto de la Alianza más algunos cuerpos de elite y marchar hacia Arica para capturarla. Aquella fuerza quedó compuesta de la siguiente forma: 

INFANTERIA Regimiento Buin 1º de Línea (885 hombres); Regimiento 3º de Línea (1053); Regimiento 4º de Línea (941); Regimiento Lautaro (1000). 

CABALLERIA Batallón Bulnes (400); Carabineros de Yungay (300); Cazadores a Caballo(300). 

ARTILLERIA 1 brigada (500 hombres) 

Total de combatientes: 5,379 efectivos 

La artillería de campaña constaba de 28 cañones y 2 ametralladoras. Si al total de efectivos militares se agregaban los zapadores, pontoneros y auxiliares, podría concluirse que la fuerza que marchó sobre Arica bordeaba los 6,000 efectivos (7). 

Los regimientos de infantería estaban integrados por fornidos ex obreros salitreros, de notoria fortaleza física y conocedores del terreno, quienes se encontraban ansiosos de entrar en combate. 

La inteligente estrategia de Baquedano, contemplaba avanzar rodeando la cordillera, de manera tal que sus fuerzas aparecieran sobre el valle de Chacalluta y no por el norte, como esperaban los oficiales peruanos. Paulatinamente, éstas fuerzas iniciaron el avance de 65 kilómetros desde sus posiciones en Tacna hasta apostarse al norte del río Lluta, dónde sitiaron el objetivo. 

El inicio del drama 

El dos de junio, un destacamento de caballería chilena al mando del mayor Vargas Pinochet capturó al ingeniero Elmore y a su ayudante, el teniente Pedro Ureta, cuando emprendían una arriesgada acción de sabotaje con minas eléctricas. Ureta, víctima de sus heridas, murió posteriormente y Elmore, que por su condición de civil estuvo a punto de ser fusilado en el lugar, fue llevado a interrogatorio. 

Desde sus posiciones de avanzada los peruanos observaron la llegada del enemigo, aún aguardando los refuerzos y con la esperanza que se concretaría alguno de los escenarios señalado en páginas precedentes. Sin embargo ni las fuerzas de Montero ni las de Leiva avanzarían hacia Arica. Corolarios de la tragedia, las decisiones adoptadas por sus respectivos comandantes constituyeron la sentencia de muerte de la plaza. Bolognesi por cierto ignoraba lo que ocurría e insistía en solicitar órdenes e información, elementos fundamentales para la suerte de la plaza. En tales condiciones dirigió a Montero un telegrama que no hacía sino reflejar la total incomunicación de la guarnición: 


“He hecho a US, cuatro propios, sin que ninguno haya regresado con su contestación. No he recibido dato ni orden oficial de usted, de manera que me encuentro a oscuras. Necesito usted me comunique el estado de su ejército, su posición, sus determinaciones y planes, y sobre todo, sus órdenes. Arica resistirá hasta el último y creo seguirá su salvación si usted, con el resto del ejército o unido a las fuerzas de Leiva, jaquea en Tacna o en Sama o Pachía o hace esfuerzo para unirse con nosotros. Tenemos víveres. Necesito urgentemente clave telegráfica. Sólo han llegado cinco dispersos. Camino férreo inutilizado. Todo listo para combatir. Dios guarde a usted”. 

El contralmirante Montero al frente de los restos del I Ejército del Sur, había organizado en las breñas de Tarata un consejo de guerra para decidir las acciones a adoptar. Este consejo, resolvió por unanimidad proseguir la marcha hacia Arequipa vía Puno. La única excepción fue la del coronel Andrés Avelino Cáceres quien insistió ante Montero bajar hacia Arica y socorrer a Bolognesi. En clara minoría, los intentos del futuro “Brujo de los Andes” fueron vanos (8). 

Por su parte, Leiva había dispuesto que el II Ejército del Sur se alejara de Sama y marchase hacia la cordillera supuestamente para ponerse en contacto con los dispersos de Tacna y recoger armas y municiones. Lo que en realidad hizo fue emprender una serie de patéticas marchas y contramarchas que culminarían con el regreso de sus tropas a Arequipa. El dos de junio Leiva acampó en Mirave, más lejos aún del teatro de operaciones. De ahí envió un telegrama a Montero solicitando noticias. Al no recibirlas, regresó a Tarata. La fuerza del II Ejército del Sur que dirigía Leiva en aquellos momentos estaba conformada por los batallones Legión Peruana de la 3ra División (500 hombres), el Huancané (535 efectivos), 2 de Mayo y Apurimac; las columnas Grau y Mollendo; una batería de 107 efectivos compuesta por dos cañones de 4 pulgadas y dos de 9 pulgadas; dos ametralladoras; y, un escuadrón de caballería. Para tener una mejor idea de la composición de este ejército, entre sus comandantes se encontraba el tristemente célebre Marcelino Gutiérrez, único sobreviviente del clan de los coroneles Gutiérrez, cuyos tres hermanos, fueron linchados por el pueblo a raíz de una asonada golpista que en 1872 costó la vida al presidente constitucional José Balta. 

Luego de que los vigías de Arica comunicaron los desplazamientos de las fuerzas chilenas en Chacalluta el coronel Bolognesi envió un nuevo mensaje al prefecto de Arequipa: 


“Toda caballería enemiga en Chacalluta. Compone ferrocarril. No posible comunicar Campero. Sitio o ataque resistiremos”. 

Era evidente que el comando de Arica también ignoraba que las fuerzas bolivianas habían retornado al altiplano. La lejana pero viable posibilidad de que los remanentes del ejército boliviano comandado por el general Narciso Campero de algún modo hubieran asistido a la guarnición, también se esfumaron. Respondiendo a una comunicación del coronel Leiva fechada 31 de mayo, en la que éste solicitaba instrucciones, Campero expresó que después del desastre del 26 se había visto obligado a retirarse a Bolivia con el resto de su ejército, que había cesado en sus funciones como comandante de los ejércitos al sur del Perú y que por tanto Leiva debía obrar de acuerdo a instrucciones provenientes de Lima. Luego señaló con equivocado criterio: 


“En mi concepto, el enemigo aprovechando el triunfo obtenido el 26, se propondrá como inmediato objetivo la toma de Lima o Arequipa; en ésta segunda hipótesis, debe Ud. tomar todas las medidas que crea convenientes para defender esa ciudad” 

El general boliviano no tomó en cuenta la dramática situación de Arica, sea por desconocimiento o porque su preocupación natural ahora se centraba en cerrar al ejército chileno la posible entrada a su país. El valiente desempeño de los batallones Colorados y Amarillos del Sucre, este último integrado por soldados quechuas, así como el galante comportamiento en combate de distinguidos oficiales como el propio Campero, Eliodoro Camacho y José Joaquín Pérez, atenuó los errores, deserciones y la poca motivación de un ejército liderado por un Presidente como Hilarión Daza, cuya actitud contribuyó a los reveses militares sufridos en la campaña del sur. Ahora, tras el Alto de la Alianza, apenas a un año de iniciada la guerra, las fuerzas bolivianas retornaban a su país, dejando que peruanos y chilenos decidieran a solas la suerte del conflicto. Volviendo a Arica, la tarde del dos de junio, la guarnición transmitió un nuevo mensaje a Arequipa: 


“Enemigos todas armas a dos leguas acampado. Espero mañana ataque” 

De acuerdo a este mensaje, la hipótesis del sitio prolongado había sido descartada. Los movimientos de las tropas chilenas eran la señal de que pronto se iba dar inicio al asalto. A partir de ese momento el comando se concentró en aguardar. La decisión había sido tomada y para muchos oficiales era obvio que no podrían resistir indefinidamente y que, finalmente abandonados a su suerte, sucumbirían. El tenor de las cartas escritas durante esos días por Bolognesi, Ugarte, Zavala, O’Donovan y otros oficiales reflejaban claramente tal presentimiento (9). 

El 4 de junio, el jefe de Estado Mayor chileno, coronel José Velásquez elevó al contralmirante Patricio Lynch un informe sobre la batalla de Tacna, cuyo último párrafo decía lo siguiente: 


“Los restos peruanos tomaron distintos rumbos pero nadie se replegó a Arica. Los regimientos Buin, 3ro y 4to de línea, el Bulnes, veintidós piezas de artillería y cuatrocientos hombres de caballería están hoy a dos leguas de Arica. Mañana atacaremos por la retaguardia conjuntamente con la escuadra. Sabemos que hay muchas minas. Hemos tomado a un ingeniero peruano (Elmore) encargado de hacer las minas. Las fuerzas que hay en la plaza alcanzan a mil setecientos hombres con los sirvientes de los cañones. Bolognesi y Moore se obstinan en no rendirse. Tenemos bastante carne y víveres. Tenga usted la bondad de trasmitir los datos que le adjunto para satisfacer la justa ansiedad del gobierno y de las familias y de apreciar las consideraciones de aprecio de su obsecuente servidor” 

Desde el morro se podía observar el despliegue de la artillería chilena, y de los regimientos de infantería y caballería. De primera impresión se calcularon más o menos en cuatro mil hombres. Inclusive tropas chilenas habían incursionado por el Azapa, revisado el terreno y luego retornado a sus posiciones. La flota por su parte se desplazó para tomar posición de combate. Un nuevo mensaje fue cursado a Arequipa. 


“Avanzadas enemigas se retiran. Continúan siete buques. Apure Leiva para unírsenos. Resistiremos”. 

 


Mientras esto ocurría, el tres de junio, desde Tarata y con un animo contradictorio al de los jefes de la plaza, el Prefecto de la ocupada Tacna, Pedro Alejandrino del Solar escribió al Director Supremo Piérola: 


“Hoy he mandado a un jefe intrépido, el coronel Pacheco a Arica, dándole cuenta a Bolognesi de lo que ocurre y dándole mi opinión sobre la situación en que se encuentra. Le digo que destruya los cañones y cuanto elemento bélico hay en Arica y que salve los hombres que allí tiene para pasar ese ejercito a Moquegua y unirlo al Coronel Leiva. No sé si lo hará ni si le parecerá a Ud. bien”. 

Pacheco Céspedes, un oficial cubano, jamás llegó a Arica por la sencilla razón que el lugar estaba virtualmente cercado por el adversario. El cuatro de junio, tras el reconocimiento el día anterior del terreno, el Estado Mayor chileno, basado en las noticias que había recibido sobre los elementos de defensa de la posición peruana, abandonó su idea de atacarla por el norte y más bien optó por ejecutar el asalto desde el sector este. Acto seguido dispuso que el Buin y el Cuarto de Línea se ubicaran en el oriente de Arica. Estas tropas avanzaron ocultas detrás de las cadenas de los cerros del este, acompañados por un destacamento del regimiento Cazadores del Desierto. Por su parte, la artillería, conjuntamente con los regimientos Bulnes, Buin y Cuarto de Línea y el Cazadores a Caballo, se desplazó por el norte del río Lluta, para colocarse detrás del cordón de los cerros, sobre las lomas del Condorillo. Se dispuso entonces que las baterías de montaña, apuntaran hacia el sector sur de Arica y las baterías de campaña hacia el centro, a una distancia aproximada de cuatro kilómetros de las posiciones peruanas. 

A continuación se ordenó al Tercero de Línea y a dos escuadrones del Carabineros de Yungay desplegarse por el sector norte. Al haberse virtualmente completado el cerco sobre las fuerzas peruanas, la única ruta remanente para una eventual evacuación hubiera sido hacia el sur, bordeando la costa, rumbo a Camarones. Sin embargo, más allá, en la línea Pisagua-Dolores, permanecía una fuerza chilena al mando del general Villagrán que hubiera cortado una hipotética retirada. En todo caso, ni Bolognesi ni sus oficiales habían pensado en evacuar la plaza. Por el contrario, estaban más decididos que nunca a defenderla. Ese mismo cuatro de junio, Bolognesi transmitió un extenso y dramático mensaje, que reflejaba los difíciles momentos que atravesaba Arica, la impotencia de no recibir respuesta a sus pedidos y la firme determinación de sus defensores: 


“Señor General Montero o Coronel Leiva:
“Este es el octavo propio que conduce, tal vez, las últimas palabras de los que sostienen en Arica el honor nacional. No he recibido hasta hoy comunicación alguna que me indique el lugar en que se encuentra, ni la determinación que haya tomado. El objeto de ésta es decir a U.S. que tengo al frente 4,000 enemigos poco más o menos, a los cuales cerraré el paso a costa de la vida de todos los defensores de Arica, aunque el número de los invasores se duplique. Si U.S. con cualquier fuerza ataca o siquiera jaquea la fuerza enemiga, el triunfo es seguro. Grave, tremenda responsabilidad vendrá sobre U.S. si, por desgracia no se aprovecha tan segura, tan propicia oportunidad.
“En síntesis, actividad y pronto ataque o aproximación a Tacna, es lo necesario de U.S. Por la nuestra, cumpliremos nuestro deber hasta el sacrificio. Es probable que la situación dure algunos días más, y aunque hayamos sucumbido, no será sin debilitar al enemigo, hasta el punto en que no podrá resistir el empuje de una fuerza animosa, por pequeño que sea su número.
“El Perú entero nos contempla. Animo, actividad, confianza y venceremos sin que quepa duda. Medite usted en la situación del enemigo, cerrado como está el paso a sus naves. Ferrocarril y telégrafos fueron inutilizados, pero hoy ya funcionan los trenes para el enemigo. Todas las medidas de defensa están tomadas. Espero ataque pasado mañana. Resistiré”. 

El cinco de junio, la infantería chilena terminó de ocupar el valle del Azapa. Así, el objetivo quedó prácticamente encerrado. A las ocho de la mañana de ese día, con las baterías ya ubicadas en las lomas del Condorillo y de la Encañada, se procedió a bombardear las posiciones peruanas. Los cañones de campaña abrieron fuego contra las baterías del norte y los de montaña centraron sus disparos contra el fuerte Ciudadela. Este ablandamiento a cargo de los potentes Krupp y Armstrong no causó sin embargo ningún efecto. Las baterías en el morro y los fuertes San José y Santa Rosa, apenas contestaron el fuego. Al parecer, el cañoneo, además de intentar intimar al adversario, tuvo como objeto apreciar la distancia y situación de sus baterías, pero por el contrario, contribuyó a encender el ánimo de la guarnición y mostró su férrea determinación. 

A poco de iniciado el cañoneo, Bolognesi transmitió un nuevo mensaje a través del prefecto de Arequipa: 


“Apure Leiva. Todavía es posible hacer mayor estrago en el enemigo victorioso. Arica no se rinde y resistirá hasta el sacrificio”. 

El Estado Mayor chileno, que tenía intención de apoderarse del armamento, la artillería, las municiones, los explosivos, los torpedos, el monitor Manco Capac y hasta los víveres, tenía pleno conocimiento de la red de minas eléctricas y dinamita que rodeaba las defensas peruanas y concluyó que asaltar sus posiciones en tales circunstancias causaría innumerables bajas en ambos bandos. Sabía también que tarde o temprano tomaría Arica, pero no a un costo tan alto. Razones prácticas y de carácter humanitario motivaron a que los jefes de la fuerza sitiadora decidieran solicitar la rendición de la plaza. Los jefes chilenos concluyeron que la disuasión con su formidable fuerza militar, el aislamiento del destacamento, la destrucción de los ejércitos aliados en Tacna, y el hecho de que jamás llegarían refuerzos, eran argumentos más que suficientes como para inducir a los peruanos a capitular. Suspendido el cañoneo, se dispuso entonces que un oficial -el sargento mayor de artillería Juan de la Cruz Salvo- hombre de finos modales y fácil palabra, solicitara, a título de parlamentario, la rendición de la plaza. En cumplimiento de sus órdenes, el joven oficial de 33 años, acompañado de dos subalternos, el capitán Salcedo y el alférez Faz y cuatro hombres de tropa, alcanzó las posiciones peruanas antes del mediodía. Fue recibido por el coronel Ramón Zavala, jefe del batallón Tarapacá, quién tras disponer que su escolta permaneciera en el lugar, lo acompañó al cuartel general peruano, ubicado en el Jirón Ayacucho. A este respecto, el coronel chileno Pedro Lagos señaló: 


“Abrigábamos entonces la esperanza de que con esta tentativa los peruanos desistirían del propósito de seguir resistiendo inútilmente, sin probabilidades de triunfo. Al mismo tiempo obligándoles a batirse (con el cañoneo), les dábamos oportunidad para salvar el honor de su país y entrar en honrosa y cuerda capitulación. La sangre preciosa derramada en Tacna y los horrores que trae consigo un combate, nos había hecho desistir antes del asalto, esperando arreglarlo todo por la vía tranquila y sensata de la palabra”. 

De inmediato De la Cruz Salvo ingresó a un salón austero, adornado apenas por un reloj de pared, cuatro sillas de madera, una pequeña mesa y un sofá. Una ventana alta permitía el ingreso de luz a la lúgubre habitación. El comandante de la guarnición recibió al parlamentario con toda cortesía y luego de un breve preámbulo protocolar, escuchó atentamente la propuesta que por su intermedio le formulaba el alto mando chileno. De la Cruz Salvo expresó que la plaza estaba totalmente rodeada, que el ejército de Chile era tan poderoso que podía sitiarla indefinidamente o tomarla por la fuerza, que el resto del ejército peruano había sido prácticamente aniquilado en Tacna, que no había posibilidad de recibir refuerzos y que en consecuencia toda resistencia era inútil. Encomió la enérgica actitud de la plaza y expuso razones humanitarias para evitar un inútil derramamiento de sangre. Asimismo transmitió el compromiso de que el destacamento peruano, en su totalidad, podría retirarse portando armamento ligero sin ser molestado por las tropas chilenas. Bolognesi se mostró sereno y sin perder la compostura replicó que tenía órdenes precisas y que no podía entregar la ciudad. Entonces el oficial chileno decidió retirarse argumentando que su misión estaba cumplida. El coronel peruano respondió sin embargo que aquella era una decisión personal, no obstante las circunstancias, debía consultarla con los demás jefes y se comprometió a enviar una respuesta a las dos de la tarde. Salvo expresó que no era posible pues la suerte de la plaza podía decidirse en pocas horas. Entonces Bolognesi le preguntó si tenía inconveniente en formular la consulta, ahí mismo, en su presencia. Salvo respondió afirmativamente, indicando que podía contar con media hora más. En pocos minutos los principales oficiales peruanos, un total de quince, se reunieron en el cuartel general para debatir el planteamiento del comando chileno. Para los peruanos resistir o capitular se había convertido en un asunto de honra, ya que muchos consideraban que su posición continuaba siendo un elemento esencial en el desarrollo inmediato de las operaciones de la guerra. Reafirmando el criterio asumido en días previos, todos los oficiales coincidieron con la posición de su comandante. Entonces un emocionado Bolognesi se dirigió al emisario chileno para expresarle que los presentes estaban decididos a salvar el honor del país. Luego agregó en términos solemnes: 


“Puede usted decir a su comandante que Arica no se rinde. Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”. 

Sin más que añadir De la Cruz Salvo se retiró para comunicar la firme respuesta peruana a su Estado Mayor (10) 

  

Arriba, coronel de artillería don Francisco Bolognesi, comandante en jefe de la guarnición peruana de Arica. Pese a su desventajosa situación, decidió defender la posición que el país le confió hasta las últimas consecuencias, aun a costa de su propia vida. Abajo, general de brigada don Manuel Baquedano, comandante en jefe de las fuerzas expedicionarias chilenas. Su misión era capturar Arica y ejecutó su estrategia con inteligencia y determinación. 

  


Tarapacá y Tacna había caído en manos chilenas, Arica estaba cercada por el sur y por el norte. Al oeste, poderosas naves en la bahía hacían imposible cualquier intento de escapatoria. Se podía abandonar el territorio marchando rumbo al este, internándose en la sierra, para, rodeando las fuerzas chilenas, alcanzar Arequipa o eventualmente Lima. Había también otra opción: quedarse en Arica, donde sin duda morirían.


 
Pocos minutos después de la batalla, los chilenos izan la bandera en el Morro y le rinden honores. En primer plano un cañón de artillería ligera y los cadáveres de los defensores peruanos. El 7 de junio es para las FFAA peruanas el día del juramento de la bandera.



Roque Sáenz Peña en la batalla de Arica
Al declararse la guerra del Pacífico entre Chile y Perú, en 1879 se ausenta silenciosamente de su país viajando hacia Lima. Ofrece sus servicios al Perú, que le otorga el grado de Teniente Coronel (Comandante). En la batalla de Tarapacá; sirve al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres, donde su bando obtiene un triunfo transitorio sobre Chile. En la batalla de Arica estuvo al mando del batallón Iquique, después de ser herido en el brazo derecho y contemplar impotente la muerte de muchos de sus camaradas peruanos, cae prisionero en manos del Capitán del 4º de Linea del ejército chileno Ricardo Silva Arriagada, quien le salva de la tropa chilena que le perseguía mientras huía junto a los otros oficiales peruanos sobrevivientes (De La Torre y Chocano) y no lo ejecuta por haber mostrado Saenz Peña el valor de no suplicar por su vida. (Relato de la época de Ricardo Silva Arriagada, de Asalto y Toma del Morro de Arica de Nicanor Molinare)


"Don Roque Sáenz Peña sigue tranquilo, impasible; alguien me dice que es argentino; me fijo entonces más en él; es alto, lleva bigote y barba puntudita; su porte no es muy marcial, porque es algo gibado; representa unos 32 años; viste levita azul negra, como de marino; el cinturón, los tiros del sable, que no tiene, encima del levita; pantalón borlón, de color un poco gris; botas granaderas y gorra, que mantiene militarmente. A primera vista se nota al hombre culto, de mundo. Más tarde entrego mis prisioneros a la Superioridad Militar, que los deposita, primero en la Aduana, y después los embarcan en el Itata." Ricardo Silva Arriagada

Roque Sáenz Peña es sometido a un Consejo de Guerra y se lo confina cerca de la capital chilena. Puesto en libertad luego de seis meses, a instancias de su familia y del gobierno argentino, regresa a Buenos Aires en septiembre de 1880. El Congreso de la Nación Argentina, en voto unánime, le devuelve la ciudadanía argentina, que había perdido de jure al incorporarse al ejército peruano. Más tarde, en 1910 sería presidente de la República Argentina.

 

Roque Saenz Peña (primero de derecha a izquierda) junto a los oficiales del Coronel Francisco Bolognesi del ejército peruano (Foto de 1913),Representación teatral peruana, que los muestra previo a la batalla del Morro de Arica, ver Batalla de Arica.


Desde 1981, Roque Sáenz Peña tiene su estatua en Lima



Fuente
Wikipedia