Metralleta CZ Vz. 38 (Checoslovaquia)
Metralleta CZ Vz. 38
Calibre, 9x17mm Vz.22 (9 mm Browning Short)
Longitud, en general, 810 mm
Peso, 3.2 kg
Longitud del cañón, 230 mm
Capacidad del cargador, 36 o 96 tiros
Índice de fuego, 500 balas por minuto
sábado, 9 de enero de 2016
viernes, 8 de enero de 2016
Inteligencia: Operación Jungle en los países bálticos
Operation Jungle
La Operación Jungla (en idioma inglés: Operation Jungle) fue el nombre en clave de un programa de los servicios secretos británicos MI6 desarrollado entre 1948 y 1955, en los primeros años de la Guerra Fría, que tenía por objeto la introducción clandestina de agentes y espías en los países Bálticos con la misión de apoyar las acciones de la guerrilla antisoviética, conocida como los Hermanos del Bosque, establecida desde finales de la Segunda Guerra Mundial en estos países anexionados por la URSS. La mayor parte de los agentes eran originarios de estos países, estonios, Letones y lituanos, que habían emigrado hacia Suecia y el Reino Unido donde se ofrecieron o fueron captados para el entrenamiento. Algunos de los líderes del programa fueron antiguos militares que combatieron junto con las fuerzas de la Alemania Nazi como el coronel Alfons Rebane, Stasys Zymantas, o Rūdolfs Silarājs.
A fines de 1940 el SIS estableció un centro especial en Chelsea, Londres, para capacitar a los agentes que se enviarían a los Estados bálticos. La operación tuvo el nombre en código "Selva" (jungle) y sus líderes incluían al oficial del Ejército de Estonia Alfons Rebane, que también había servido como un Waffen-SS Standartenführer durante la ocupación de Estonia por la Alemania nazi, así como a Žymantas Stasys y Silarājs Rodolfos [1].
Los agentes fueron transportados al amparo de la "British Baltic Fishery Protection Service" (BBFPS), una organización encubierta lanzada desde la Alemania ocupada por los británicos, usando un antiguo barco E ex Segunda Guerra Mundial. El comandante de la Marina Real Anthony Courtney había sido sorprendido antes por la capacidad potencial de los cascos antiguos de barcos de correo, y John Harvey-Jones, de la División de Inteligencia Naval se hizo cargo del proyecto y descubrió que la Royal Navy todavía tenía dos barcos E, los P5230 y P5208. Fueron enviados a Portsmouth, donde uno de ellos fue modificado para reducir su peso y aumentar su potencia. Para preservar la negación, un ex capitán alemán de barco E, Helmut Klose, y un equipo de alemanes fueron reclutados para el personal del barco E. [2]
La Operación Jungla (en idioma inglés: Operation Jungle) fue el nombre en clave de un programa de los servicios secretos británicos MI6 desarrollado entre 1948 y 1955, en los primeros años de la Guerra Fría, que tenía por objeto la introducción clandestina de agentes y espías en los países Bálticos con la misión de apoyar las acciones de la guerrilla antisoviética, conocida como los Hermanos del Bosque, establecida desde finales de la Segunda Guerra Mundial en estos países anexionados por la URSS. La mayor parte de los agentes eran originarios de estos países, estonios, Letones y lituanos, que habían emigrado hacia Suecia y el Reino Unido donde se ofrecieron o fueron captados para el entrenamiento. Algunos de los líderes del programa fueron antiguos militares que combatieron junto con las fuerzas de la Alemania Nazi como el coronel Alfons Rebane, Stasys Zymantas, o Rūdolfs Silarājs.
A fines de 1940 el SIS estableció un centro especial en Chelsea, Londres, para capacitar a los agentes que se enviarían a los Estados bálticos. La operación tuvo el nombre en código "Selva" (jungle) y sus líderes incluían al oficial del Ejército de Estonia Alfons Rebane, que también había servido como un Waffen-SS Standartenführer durante la ocupación de Estonia por la Alemania nazi, así como a Žymantas Stasys y Silarājs Rodolfos [1].
Los agentes fueron transportados al amparo de la "British Baltic Fishery Protection Service" (BBFPS), una organización encubierta lanzada desde la Alemania ocupada por los británicos, usando un antiguo barco E ex Segunda Guerra Mundial. El comandante de la Marina Real Anthony Courtney había sido sorprendido antes por la capacidad potencial de los cascos antiguos de barcos de correo, y John Harvey-Jones, de la División de Inteligencia Naval se hizo cargo del proyecto y descubrió que la Royal Navy todavía tenía dos barcos E, los P5230 y P5208. Fueron enviados a Portsmouth, donde uno de ellos fue modificado para reducir su peso y aumentar su potencia. Para preservar la negación, un ex capitán alemán de barco E, Helmut Klose, y un equipo de alemanes fueron reclutados para el personal del barco E. [2]
Rifles militares: Schmidt-Rubin K31 (Suiza)
Rifle de cerrojo/carabina Schmidt-Rubin K31 (Suiza)
Fusil K31
Fusil de francotirador K31-55; observar las diversas culata, freno de boca, bipode integral debajo del antebrazo
Vista por sobre el perno del K31 y su receptor; el fusil superior tiene el perno retractado parcialmente; el carril curvado en el cuerpo del perno y el perno en el mango de carga son claramente visibles
Fusil K31
Fusil de francotirador K31-55; observar las diversas culata, freno de boca, bipode integral debajo del antebrazo
Vista por sobre el perno del K31 y su receptor; el fusil superior tiene el perno retractado parcialmente; el carril curvado en el cuerpo del perno y el perno en el mango de carga son claramente visibles
Fuerza Aérea Argentina: Mirage IIICJ 159
Un Mirage IIICJ con dos historias
Este el el Mirage IIICJ 159, después de haber combatido por Israel en las guerra de los Seis días y la de Yom Kippur en donde obtuvo 13 victorias y luego fue vendido como fuente de repuestos a la Fuerza Aérea Argentina. Fueron en realidad puestos en servicio en Área Material Río IV y posteriormente destinados a la IV Brigada Aérea, siendo retirados a principios de los 90s. Este avión en particular estaba en exposición en Santa Fé, a la entrada del Liceo Aeronáutico de Funes. Este Mirage, como se ve en la foto, llevaba matrícula 159 y derribó 9 MiG-21s, un MiG-19, un Su-7, un Il-14 y un A-5. Por su rico Historial el mismo fue solicitado por Israel a la Argentina a fin de ser colocado en el Museo de la Israel Defense Force - Air Force, el 159 (C-715) fue valuado y vendido a Israel en un valor simbolico de 1 U$S (Un Dólar)
Este el el Mirage IIICJ 159, después de haber combatido por Israel en las guerra de los Seis días y la de Yom Kippur en donde obtuvo 13 victorias y luego fue vendido como fuente de repuestos a la Fuerza Aérea Argentina. Fueron en realidad puestos en servicio en Área Material Río IV y posteriormente destinados a la IV Brigada Aérea, siendo retirados a principios de los 90s. Este avión en particular estaba en exposición en Santa Fé, a la entrada del Liceo Aeronáutico de Funes. Este Mirage, como se ve en la foto, llevaba matrícula 159 y derribó 9 MiG-21s, un MiG-19, un Su-7, un Il-14 y un A-5. Por su rico Historial el mismo fue solicitado por Israel a la Argentina a fin de ser colocado en el Museo de la Israel Defense Force - Air Force, el 159 (C-715) fue valuado y vendido a Israel en un valor simbolico de 1 U$S (Un Dólar)
jueves, 7 de enero de 2016
Segunda Invasión al Líbano: Lecciones en las FDI
Las lecciones de la Segunda Guerra del Líbano: cinco años después
por Lazar Berman
El reciente intercambio de fuego entre el ejército libanés y tropas de las Fuerzas Armadas es un recordatorio de que la frontera norte de Israel ha sido relativamente tranquilo en estos últimos cinco años, o desde la guerra de 2006 que Israel luchó contra Hezbollah. Hace cinco años, el 12 de julio, una emboscada de Hezbolá hizo estallar el conflicto de 34 días que ha cobrado mucha importancia en la región desde entonces. En consecuencia inmediata de la guerra, muchos observadores externos elogiaron a Hezbolá como el ganador.
por Lazar Berman
El reciente intercambio de fuego entre el ejército libanés y tropas de las Fuerzas Armadas es un recordatorio de que la frontera norte de Israel ha sido relativamente tranquilo en estos últimos cinco años, o desde la guerra de 2006 que Israel luchó contra Hezbollah. Hace cinco años, el 12 de julio, una emboscada de Hezbolá hizo estallar el conflicto de 34 días que ha cobrado mucha importancia en la región desde entonces. En consecuencia inmediata de la guerra, muchos observadores externos elogiaron a Hezbolá como el ganador.
Ametralladora: Heckler - Koch HK 121 (Alemania)
miércoles, 6 de enero de 2016
Rifle a cerrojo: La preeminencia del Mauser
Fusil Mauser: una supremacía centenaria.
Cuando en 1840 apareció el primer fusil de cerrojo debido al alemán Dreyse, nació un arma que se haría famosa dentro y fuera de los campos de batalla, alcanzando un grado de eficacia no igualado por otras armas. A cien años cumplidos por el modelo más significativo, el fusil Mauser 1898, conviene recordar y conmemorar el nombre genérico que designa a los de su estilo.
Aunque el padre de las armas de cerrojo fue Dreyse, su brillante idea y sus buenas realizaciones se han visto siempre ensombrecidas y casi eclipsadas por completo por quienes, sin ser progenitores, hicieron más por este tipo de armas: los hermanos Paul y Wilhelm Mauser.
Dreyse, con gran inventiva, desarrolló un sistema de percusión nuevo basado en un mecanismo llamado “llave de cubo”, nombrado así porque el mecanismo iba encerrado en un cilindro hueco. Este era sencillísimo, pues no tenía más que una larga aguja percutora y un muelle, y carecía de martillo o perro; pero lo más importante era que podía adaptarse perfectamente a la retrocarga. La fuerza necesaria para iniciar la cápsula fulminante la tomaba la aguja del muelle que la rodeaba e impulsaba hacia delante al ser liberada al accionar el gatillo o disparador.
La llave “de cubo” a su vez contaba con una palanca cuya base encajaba en una escotadura de una acción o soporte del cañón de forma parecida a como hace el cerrojo de una puerta, de ahí el nombre genérico de las armas que adaptaron este sistema: fusiles de cerrojo. Esa llave o cierre tenía la ventaja de permitir la retrocarga, es decir, que se podía cargar desde detrás en vez de por la boca del cañón, y con los componentes del disparo (cápsula fulminante, carga de pólvora y proyectil, además de un contenedor de cartón en este caso) ensamblados en una unidad o cartucho, no separados, lo que daba una gran rapidez y capacidad de fuego.
La munición de este fusil era singular. El pistón o cápsula fulminante iba situado en la parte trasera del proyectil que, a su vez estaba contenido en un taco de cartón (que era el que tomaba las estrías del ánima del cañón) y tenía forma ovoide; después venía la carga de pólvora, por lo que la aguja percutora tenía que ser fina y larga para atravesarla y poder incidir en el pistón; por eso a este arma se la llamó también “de aguja”.
Aunque la idea era brillante e ingeniosa presentaba una serie de dificultades prácticas considerables. Por consumirse la carga de pólvora al quemarse directamente en la recámara sin nada que la obturara y la protegiera, a los pocos disparos se recubría de residuos que dificultaban la introducción en aquella de los cartuchos. Esto llegaba a tal grado que los soldados equipados con este fusil tenían que ayudarse para cerrar y abrir el cerrojo de una piedra, pues con la mano no resultaba fácil. La falta de obturación de la recámara hacía que escapen de ella hacia la cara del soldado partículas incandescentes de pólvora. Además la aguja, al tener que permanecer entre la carga de pólvora mientras esta se quemaba, se corroía y rompía con frecuencia y facilidad.
Cuando en 1840 apareció el primer fusil de cerrojo debido al alemán Dreyse, nació un arma que se haría famosa dentro y fuera de los campos de batalla, alcanzando un grado de eficacia no igualado por otras armas. A cien años cumplidos por el modelo más significativo, el fusil Mauser 1898, conviene recordar y conmemorar el nombre genérico que designa a los de su estilo.
Aunque el padre de las armas de cerrojo fue Dreyse, su brillante idea y sus buenas realizaciones se han visto siempre ensombrecidas y casi eclipsadas por completo por quienes, sin ser progenitores, hicieron más por este tipo de armas: los hermanos Paul y Wilhelm Mauser.
Dreyse, con gran inventiva, desarrolló un sistema de percusión nuevo basado en un mecanismo llamado “llave de cubo”, nombrado así porque el mecanismo iba encerrado en un cilindro hueco. Este era sencillísimo, pues no tenía más que una larga aguja percutora y un muelle, y carecía de martillo o perro; pero lo más importante era que podía adaptarse perfectamente a la retrocarga. La fuerza necesaria para iniciar la cápsula fulminante la tomaba la aguja del muelle que la rodeaba e impulsaba hacia delante al ser liberada al accionar el gatillo o disparador.
La llave “de cubo” a su vez contaba con una palanca cuya base encajaba en una escotadura de una acción o soporte del cañón de forma parecida a como hace el cerrojo de una puerta, de ahí el nombre genérico de las armas que adaptaron este sistema: fusiles de cerrojo. Esa llave o cierre tenía la ventaja de permitir la retrocarga, es decir, que se podía cargar desde detrás en vez de por la boca del cañón, y con los componentes del disparo (cápsula fulminante, carga de pólvora y proyectil, además de un contenedor de cartón en este caso) ensamblados en una unidad o cartucho, no separados, lo que daba una gran rapidez y capacidad de fuego.
La munición de este fusil era singular. El pistón o cápsula fulminante iba situado en la parte trasera del proyectil que, a su vez estaba contenido en un taco de cartón (que era el que tomaba las estrías del ánima del cañón) y tenía forma ovoide; después venía la carga de pólvora, por lo que la aguja percutora tenía que ser fina y larga para atravesarla y poder incidir en el pistón; por eso a este arma se la llamó también “de aguja”.
Aunque la idea era brillante e ingeniosa presentaba una serie de dificultades prácticas considerables. Por consumirse la carga de pólvora al quemarse directamente en la recámara sin nada que la obturara y la protegiera, a los pocos disparos se recubría de residuos que dificultaban la introducción en aquella de los cartuchos. Esto llegaba a tal grado que los soldados equipados con este fusil tenían que ayudarse para cerrar y abrir el cerrojo de una piedra, pues con la mano no resultaba fácil. La falta de obturación de la recámara hacía que escapen de ella hacia la cara del soldado partículas incandescentes de pólvora. Además la aguja, al tener que permanecer entre la carga de pólvora mientras esta se quemaba, se corroía y rompía con frecuencia y facilidad.
APC: BDX (Bélgica)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)