miércoles, 11 de octubre de 2017

ICBM: Museo de las Fuerzas Coheteriles en Balabanovo (1/2)

El Museo de las Fuerzas Coheteriles en Balabanovo 


Parte 1 | Parte 2


En 100 kilómetros de Moscú por la carretera hacia Kiev hay un maravilloso museo de las fuerzas de misiles estratégicos en el centro de formación de la SRF (Strategic Rocket Force). En un enorme hangar clientes pueden admirar casi toda la historia de la producción de cohetes soviéticos del P-2 al Topol. Sin embargo, hay un inconveniente: el museo está ubicado en la unidad militar y por lo tanto la gente común no se les permite venir aquí, y gente no ordinaria se le permiten, pero todavía muchas cosas están prohibidas de ser fotografiadas. 

 
Una gran variedad de coches SRF alineados en un área abierta. Por supuesto, no sin su "maestro" - el Topol. Es fácil distinguir a un Topol RT-2PM a partir de una Topol-M RT-2PM2 a ruedas: una primera modificación tiene 7 pares de ruedas. Los motores están montados sobre el chasis MAZ-7917-15U168. Durante la era soviética la producción de los Topol fue hecho por muchas repúblicas soviéticas, ahora el Topol-M tiene un solo detalle de origen extranjero, está en un chasis de Bielorrusia. 
 
El consumo de combustible cada 100 km es de 200 litros. Si los tanques contiene 800 litros, será suficiente para 400 km. Además, es necesario esperar a que un avión de reabastecimiento, o en caso de emergencia para verter el combustible solar de una máquina que sigue junto con las máquinas de un complejo de partida necesario y otros. 
 
Que es un asiento de conductor. Las ventanas aquí ocupan la zona inferior (a fin de no tener miedo de los horrores de una guerra nuclear)
 
Todo es muy fácil de controlar, una caja de cambios automática, etc 
 
 
Hay dos pedales, el freno está presionado por el pie izquierdo
 
 
Un comandante se sienta a la derecha en una cabina separada. Sentado aquí en invierno con un abrigo de piel es muy problemático, porque hay muy poco espacio. Este inconveniente fue eliminado en la nueva modificación Topol
 
El nombre real de la máquina es "La unidad 15U168." Significa que la unidad está basado en el chasis MAZ-7917 y las unidades de cohetes 15ZH58 en un contenedor de transporte de lanzamiento. El contenedor mantiene las condiciones necesarias de temperatura y humedad con la ayuda de calentadores diferentes, refrigeradores y deshumidificadores. Cohetes de combustible sólido son sensibles a los cambios bruscos de temperatura, por lo que a pesar de que puede ser almacenado a temperaturas entre -50 a 50, lo más importante sigue siendo la misma - para evitar los cambios bruscos. 
 
"¡Atención! En el caso de un accidente, el freno de vidrio con el martillo ". 
 
Un girocompás es lo más secreto. Anteriormente, era tan secreto que era imposible mirar a la derecha de un coche. Ahora usted puede examinar su lado, pero la brújula está cubierta en sentido estricto
 
Los coches con la alerta - MOBD, la unidad 15V148 montado en el chasis MAZ-543m, sirve como una estación de energía de un "coche de cohetes" (dos generadores diesel de 30 kW), que también sirve de apoyo a la vida de un personal de 10 personas
 
Una sección de cuatro plazas y una de dos plazas
 
 
En un ambiente acogedor, el hotel podrá ir a la posición desde la que se va a destruir el mundo
 

Un comedor separado.

English Russia

martes, 10 de octubre de 2017

Argentina: Redefiniciòn del rol de las fuerzas armadas

El Gobierno prepara una reestructuración de las Fuerzas Armadas

El ministro de Defensa, Oscar Aguad, trabaja en un proyecto para reequipar al Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, y "reestablecer salarios dignos" para los militares
Infobae



Luego de las elecciones legislativas del próximo 22 de octubre, el Gobierno tiene previsto avanzar con una serie de reformas en diferentes ámbitos. En este marco, el ministro de Defensa, Oscar Aguad, trabaja en un proyecto para reestructurar las Fuerzas Armadas, iniciativa que incluye el reequipamiento del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, el incremento salarial para los militares y modificar los despliegues de las unidades militares.

El funcionario de origen radical adelantó en las últimas horas que el Estado buscará una estrategia para que capitales públicos y privados reactiven la Fábrica Argentina de Aviones (Fadea), con el objetivo de que pueda producir modelos Pampa con artillería; pero también para Fabricaciones Militares de Villa María y Río Tercero, y para al Astillero Tandanor.

"Vamos a redefinir el rol de las tres fuerzas", aseguró Aguad en declaraciones a La Voz. Estas modificaciones incluyen desplazamientos en las unidades militares del Ejército, Marina y Fuerza Aérea, e incluirá una cobertura del ciberespacio. "Son armas de otro tiempo, desplegadas para otro tiempo", aseguró el ministro.



En los últimos días, y en declaraciones radiales, Aguad consideró que "ha habido un largo período de distracción con respecto a la defensa nacional. Estamos procurando cubrir esa distracción con inversiones, entrenamientos y definir nuevos roles para las Fuerzas Armadas, que son indispensables".

"No tenemos grandes hipótesis de conflicto en el sentido de que podamos ser atacados por una potencia extranjera, no queremos conquistar territorio de nadie. Lo único que tenemos que hacer con mucha eficacia es cuidar nuestros espacios, el mar continental que ahora se han agregado 100 millas náuticas más, y además un elemento tan importante como el ciberespacio y la ciberdefensa, que es cuidar las fuentes de nuestras informaciones, datos y archivos", puntualizó.

En agosto de este año, el presidente Mauricio Macri firmó un decreto de necesidad y urgencia (DNU 595/17) que autorizó un endeudamiento plurianual para comprar navíos patrulleros, aviones de entrenamiento y de transporte táctico, además de pistolas y rifles de asalto.



El propio Aguad recibió a principios de octubre los primeros 4 (de una serie de 12) aviones monomotor Beechcraft T – 6c "Texan II" adquiridos por Argentina a los Estados Unidos mediante una operación tipo "Estado a Estado" por un monto aproximado de USD 160.000.000.

La compra incluyó también la provisión e instalación de un simulador de vuelo y el entrenamiento de pilotos y mecánicos de vuelo. Hacía por lo menos 15 años que la fuerza no incorporaba material de vuelo a estrenar. Actualmente la fábrica de aviones de Córdoba FaDeA tiene una serie de aeronaves Grob que alquila a la aeronáutica para el entrenamiento y lleva fabricados 19 aviones Pampa, de los cuales solo 9 se encuentran operativos.



El funcionario adelantó en ese momento que el Gobierno está asimismo en proceso "de licitar la compra de cuatro 'OPV' (lanchas patrulleras oceánicas) a un costo de cuatrocientos millones de dólares, para patrullar nuestro sur depredado por la pesca ilegal. Además estamos comprando Súper Etendard para la Armada y antes de diciembre habrá una importante definición, cuál es el rol de las Fuerzas Armadas y cuáles son las prioridades de su reequipamiento, a partir de allí hay que trabajar para que ese nuevo rol se comience a cumplir".

Tecnología argentina: Primeros motores de producción (1)

Producción de motores argentinos



 MOTOR I.AE. 16 EL GAUCHO
 
Argentina había solicitado a la empresa estadounidense WRIGHT AIRCRAFT ENGINES, fabricante de motores radiales, la licencia para construir en Córdoba un motor de potencia cercana a los 400 CV. Fue concedida en 1938 pero los compromisos posteriores de abastecimiento de motores para los aviones de la propia fuerza aérea norteamericana con motivo de la Segunda Guerra Mundial, cerraron el envío a la Argentina del material para construirlos, como también los moldes de forjado, calibres y documentación. 

La experiencia adquirida cuando se construyó el WRIGHT CYCLONE (y el resto de motores bajo licencia) y la escasez general de materias primas para abastecer el funcionamiento de la Fábrica, llevan al Comodoro Ing. Juan Ignacio San Martín, Director del Instituto Aerotécnico (FMA), a planificar la producción de motores nacionales y a poner en funcionamiento tres tecnologías necesarias y muy nuevas para Argentina: 

- fabricar los terciados aeronáuticos para recubrimiento que eran importados de Finlandia (pino spruce), a partir de maderas del país en nuevas plantas levantadas dentro del Instituto Aerotécnico;
- realizar el forjado de piezas de acero, como también la fundición de aleaciones de aluminio (Área de Forja y Fundición del Instituto); 
- producir localmente carburadores, magnetos, bombas de 
combustible #53. 

 
Línea de armado de la última serie de motores radiales I.Ae. 16 de 450 CV. 1946. 

Para la construcción del motor, además, se dio intervención oficial por primera vez a la industria privada de Córdoba y Capital Federal. Se lanza una licitación en la que intervienen empresas y talleres #54 para la producción de piezas sueltas, algunos de esos empresarios se habían formado en la Fábrica Militar de Aviones. Primer motor de aviación de concepción y diseño argentino, el I.Ae. 16 EL GAUCHO fue construido para equipar aviones de entrenamiento avanzado I.Ae. 22 DL, y se pone en marcha por primera vez el 27 de junio de 1944. Motor del tipo radial fijo, simple estrella de 9 cilindros, refrigerado por aire, con una potencia máxima al despegue de 450 CV a 2250 r.p.m. y un consumo horario al régimen de crucero de 80 l. 

 
Motor EL GAUCHO en banco de ensayos con nácela aerodinámica, tal como va montada dentro del ala del I.A. 38. 
 
Parque de motores radiales. En primer plano, PRATT & WHITNEY R-1830 SC-G TWIN WASP de 18 cilindros en doble estrella con una potencia de 1050 CV pertenecientes a los I.Ae.24 CALQUÍN. En segundo plano, I.Ae. 16 EL GAUCHO pertenecientes al avión I.Ae.22 DL. 
 
Motor I.Ae. 16 EL GAUCHO con su colector de escape y hélice de construcción nacional I.Ae. 2M-B-30 mixta, madera y metal, de paso variable. Características: diámetro de los cilindros 127 mm; carrera 139,7 mm; cilindrada total 15,91 l; relación de compresión 6,3:1; rotación del cigüeñal en el mismo sentido de las agujas del reloj (visto desde el puesto del piloto); potencia máxima para crucero 325, potencia normal para crucero 275; hélice en toma directa; longitud 1,0465 m. 

MinCyT Córdoba

lunes, 9 de octubre de 2017

ATGM: Skif (Ucrania)

Misil guiado antitanque Skif

Military Today


El Skif es un misil guiado antitanques ucraniano



País de origen Ucrania
Entrada en servicio 2011
Penetración de armadura (detrás de ERA) 800/1 100 mm
Alcance 5 km / 5.5 km
Longitud del misil 1 091 mm
Diámetro del misil 130/152 mm
Peso del misil (en el contenedor) 29.5 / 38 kg
Peso de la ojiva 8 kg
Peso del lanzador 32 kg
Peso de la vista 15 kg
Peso del panel de control 8-10 kg
Tipo de ojiva Tandem HEAT
Guiado por láser



Gracias a su extensa base manufacturera de la era soviética, Ucrania heredó una industria armamentística completa con una creciente lista de clientes. Aparte de las armas pequeñas y vehículos blindados usuales un avance reciente es el Skif anti-tanque guiado misil (ATGM). Para no ser confundido con un excedente re-marcado Konkurs, el Skif fue desarrollado en los mediados de los años 2000 por la oficina del diseño del estado de Luch en Kiev. Después de un prototipo lento y el calendario de pruebas el sistema fue adoptado por las fuerzas armadas ucranianas en 2011 como el Stugna-P y posteriormente puesto a disposición de UKROBORONPROM como el Skif.
   A juzgar por sus características y dimensiones de rendimiento, el Skif es ampliamente similar pero no intercambiable con el temible Kornet. Es capaz de alcanzar objetivos en 100 metros, pero su alcance se extiende a unos impresionantes 5.000 metros. Durante la noche esto se reduce a 3 000 metros. El misil del Skif puede llegar a su objetivo-ya sea un vehículo blindado o cualquier fortificación- en 10 segundos, aunque su tiempo total de vuelo que abarca su rango máximo es de 25 segundos.




   Los operadores Skif pueden escoger entre dos tipos de misiles: el RK-2S (tandem HEAT) de 130 mm, el RK-2OF (HE-FRAG), el RK-2M-K de 152 mm (tandem HEAT) y el RK-2M-OF ( HE-FRAG). La penetración de armadura declarada por el RK-2M-K está a 1 100 mm detrás de Explosive Reactive Armor (ERA) sugiere que podría quemar a través de la mayoría de la armadura del tanque como un cuchillo caliente en la mantequilla. La propia literatura de productos de Skif implica que es superior a los ATGMs rivales como el Spike-LR israelí, otros sistemas "occidentales" también.


   El Skif es reconocible por su sencillez de diseño. Tanto el sistema de lanzamiento de misiles como el sistema de control de incendios están montados en una unidad de lanzamiento estabilizada por un pequeño trípode plegable. El sistema de control de incendios de Skif es una unidad de guía de canal de TV de 15 kilogramos, similar a una caja, casada con una cámara fotográfica térmica SLX-Hawk. La adición de una visión térmica se ofrece realmente en una base opcional para los clientes de Skif.
   Fiel a la herencia de los ATGM soviéticos, el Skif tiene un panel de control separado en una maleta. En lugar de disparar el sistema manualmente, un soldado puede desplegar el Skif y luego mandarlo desde 50 metros de distancia, compartido con su primo de Bielorrusia, el Shershen.
   El panel de control PDU-215 de Skif es un portátil casado con un panel de control, incluyendo un pequeño joystick, y una pantalla plana para ayudar a la guía del misil. Los operadores de Skif tienen la ventaja de dos modos de disparo para alcanzar objetivos; se trata de una guía manual cuando se utiliza en el ocultamiento y una opción de incendio y olvido para las emboscadas.



   Cuando es utilizado por las fuerzas de tierra un equipo típico de tres hombres es el arreglo ideal para desplegar el Skif. Utilizando mochilas especialmente hechas, el equipo Skif está dividido entre el operador que lleva el mando a distancia, otro soldado que lleva el dispositivo de guiado. Ambos tienen también parte de la unidad de lanzamiento. El tercer soldado es responsable de hincar los misiles.



   Los operadores de Skif pueden esperar una vida útil de 15 años para el sistema mientras sus misiles duran 10 años.
   Debido a su debut reciente el rendimiento de Skif en combate real es tímido. Esto puede cambiar pronto con el enfoque renovado de Kiev en la modernización de su complejo militar-industrial para las necesidades de armas nacionales y las ventas en el extranjero, este último es un método probado para ganar divisas.



Variantes

 Shershen - Designación del sistema Skif en Bielorrusia. Utiliza un lanzador plegable diferente y está montado en varios vehículos. Parece que ambos sistemas son intercambiables.

Comunismo en acción: Terrorismo de Estado en la Venezuela Bolivariana

Policías en máscaras de calaveras llevan a cabo operaciones de terrorismo de Estado en Venezuela

Operaciones militar-policíacas vinculada a 560 muertes




War is Boring


Este artículo apareció originalmente en InSight Crime.

Una nueva investigación proporciona evidencias condenatorias de abusos y delincuencia asociados con una polémica iniciativa de seguridad en Venezuela, lo que aumenta las crecientes preocupaciones sobre el apoyo del gobierno al programa.

El pasado 3 de octubre, la plataforma venezolana de medios digitales RunRun.es y su socio CONNECTAS publicaron una extensa investigación en varias partes sobre los impactos en materia de seguridad y derechos humanos de la iniciativa denominada "Operación Liberación y Protección del Pueblo" - OLP.



Desde su inicio en 2015, la operación policial-militar ha estado vinculada repetidamente a masacres, ejecuciones extrajudiciales, colusión con grupos del crimen organizado y abusos contra los derechos humanos, incluida la tortura y la detención ilegal.

La nueva investigación aporta pruebas adicionales de estas acusaciones en forma de testimonios de víctimas y funcionarios de seguridad involucrados en el OLP, entrevistas con expertos, análisis de documentos oficiales y datos, así como visitas de campo a los cinco estados venezolanos con mayor número de registró víctimas OLP.



El testimonio de las víctimas -incluyendo un padre cuyo hijo fue asesinado extrajudicialmente, una mujer cuyo marido fue desaparecido y residentes de un barrio donde se instaló un colectivo después de una operación de OLP- da una cara más humana a los problemas con el OLP, cuentas de las acciones de los involucrados en la realización de las operaciones controvertidas.

Algunos de los testimonios se combinaron con ilustraciones para crear el video a continuación:



Según el nuevo informe, el OLP ha provocado al menos 560 muertes -una estimación superior a las 505 registradas por la Procuraduría General- e innumerables violaciones de derechos humanos entre julio de 2015 y junio de 2017.

Además de causar estragos en las comunidades marginadas, el informe encontró que las operaciones de la OLP han hecho poco para frenar la violencia o la delincuencia.

Las tasas de homicidios, extorsiones y secuestros han aumentado, en gran parte debido a que el OLP ayudó a transferir el control territorial a grupos armados progubernamentales conocidos como "colectivos", dice el informe.



La investigación indica que muchas de las operaciones de la OLP no se enfocaban en la reducción de la delincuencia, sino en proteger los intereses de los militares y altos funcionarios gubernamentales, entregando el control criminal a colectivos amistosos e incluso persiguiendo vendettas personales.

Las fuerzas de seguridad involucradas en estas operaciones han sido observadas usando máscaras esqueléticas como la que se muestra arriba, destinadas a ocultar sus identidades y añadir un elemento adicional de intimidación a su presencia.

Según los documentos oficiales adquiridos por RunRun.es y CONNECTAS, la administración del Pres. Nicolás Maduro anunció en enero de 2017 que el OLP sería relanzado como el OLHP, con el añadido "H" significando una "nueva visión superior" cuando se trata de derechos humanos.

Sin embargo, las entrevistas con las víctimas y los residentes de las comunidades afectadas por la pobreza donde se han llevado a cabo las operaciones revelaron que el temor inculcado por los soldados y la policía del OLP, muchos de cuyos crímenes permanecen en la impunidad, siguen atormentando sus vecindarios.


Acciones de la OLP. Ilustraciones de RunRun.es/CONNECTAS

Análisis de InSight Crime

Los testimonios poderosos y los datos recolectados por la investigación representan quizás la prueba más completa de evidencia de los muchos problemas largamente asociados con el OLP. Pero sigue siendo poco probable que la administración de Maduro haga progresos en el abordaje de estas cuestiones en el corto plazo.

Desde el lanzamiento de la OLP, InSight Crime ha informado sobre la participación de agentes de seguridad en las actividades del escuadrón de la muerte, ejecuciones extrajudiciales y masacres a gran escala como parte de las operaciones, así como cómo sus acciones han dado poder a los colectivos a menudo criminalizados.

No obstante, estas cuestiones probablemente no se resolverán en un futuro próximo. El gobierno de Maduro ha mostrado poco interés en reconocer o abordar los problemas con el OLP, y en su lugar se ha centrado en consolidar a un grupo de leales a su alrededor, muchos de los cuales han sido acusados ​​de tener vínculos con actividades delictivas.

Un ejemplo reciente de esta dinámica se produjo con el derrocamiento de la renegada Abogada General Luisa Ortega Díaz, que había surgido como un crítico franco del gobierno de Maduro y había denunciado al OLP.

SGM: El intento de asesinato de Hitler

El intento de asesinato de Hitler

William L. Shirer

Un coronel del ejército alemán penetra en el cuartel general de Hitler; coloca una bomba a menos de dos metros del Führer y se retira. Una explosión, llamas, gritos. En este fragmento extraído y traducido de su libro, «The rise and fall of the Third Reich», publicado en 1960, el periodista norteamericano William L. Shirer, analiza las fases del atentado del 20 de Julio de 1944, explicando las razones de su fracaso.


Coronel Klaus von Stauffenberg
El coronel Klaus von Stauffenberg era hombre de una amplitud de espíritu rara en un militar de carrera. Había nacido en 1907 y descendía de una vieja familia aristocrática del sur de Alemania, profundamente católica y muy cultivada. Dotado de una magnífica salud física, von Stauffenberg se forjó un pensamiento brillante, curioso y admirablemente equilibrado. Durante cierto tiempo había acariciado la idea de dedicarse a la música, luego a la arquitectura, pero, a los diecinueve años, entró como cadete en el ejército y, en 1936, fue admitido en la Escuela de Guerra de Berlín. Monárquico de corazón, como la mayoría de los hombres de su clase, no se opuso, por entonces, al régimen nacionalsocialista. Fueron, al parecer, los «pogroms» de 1938 los que sembraron en su espíritu las primeras dudas, que aumentaron cuando vio al Führer, en el verano de 1939, empujar a Alemania a una guerra que podía ser larga y terriblemente costosa en vidas humanas. No obstante, cuando llegó la guerra, se lanzó a ella con su energía característica. Pero en Rusia perdió von Stauffenberg sus últimas ilusiones sobre el Tercer Reich. El inútil desastre de Stalingrado le hizo caer enfermo. Inmediatamente después, en Febrero de 1943, solicitó ser enviado al frente de Túnez. Pero el 7 de Abril, su automóvil voló en un campo de minas y von Stauffenberg resultó gravemente herido. Perdió el ojo izquierdo, la mano derecha y dos dedos de la mano izquierda. Durante su larga convalecencia tuvo tiempo para reflexionar y llegar a la conclusión, a pesar de su estado, que tenía una misión que cumplir en bien de la patria. «Creo que debo hacer algo para salvar a Alemania» –dijo a su mujer, la condesa Nina, que había ido a verle al hospital- «Nosotros, oficiales del Alto Estado Mayor, tenemos todos que asumir nuestra parte de responsabilidad».


von Stauffenberg y su esposa Nina

A fines de Septiembre de 1943, estaba de vuelta en Berlín, en la comandancia general del ejército. Empezó a ejercitarse, valiéndose de pinzas, en la tarea de activar una bomba con los tres dedos de la mano que le quedaban. Hizo mucho más aún. Su personalidad dinámica, la claridad de su inteligencia y su notable talento de organizador, infundieron en los conspiradores una mayor resolución. Los conspiradores, sin embargo, no tenían en sus filas a ningún mariscal en actividad. Se hizo una propuesta al mariscal von Rundstedt, que mandaba las tropas del sector occidental, pero rehusó faltar a su juramento de fidelidad al Führer. El mariscal von Manstein dio una respuesta idéntica. Tal era la situación a comienzos de 1944, cuando un mariscal, muy activo y muy popular, prestó oídos a los conspiradores, sin que von Stauffenberg lo supiera al principio. Era Rommel, y su participación en el complot contra Hitler sorprendió mucho a los jefes de la conspiración. Pero, en Francia, Rommel se había dedicado a frecuentar a dos de sus viejos amigos, el general von Falkenhausen, gobernador militar de Bélgica y del Norte de Francia, y el general Karl Heinrich von Stülpnagel, gobernador militar de Francia. Estos dos generales formaban parte ya de la conspiración antihitleriana y, poco a poco, lo pusieron al corriente de sus actividades en este terreno.


General von Falkenhausen

General Karl Heinrich von Stülpnagel

Después de algunas vacilaciones, Rommel aceptó: «Creo –les dijo- que es mi deber acudir en socorro de Alemania». Y ahora que se acercaba el verano decisivo de 1944, los conspiradores comprendían la necesidad de actuar con urgencia. El ejército ruso estaba casi en las fronteras de Alemania. Los Aliados se disponían a lanzar una operación de gran envergadura en las costas francesas del Canal. En Italia, la resistencia alemana se derrumbaba. Si querían obtener una paz inmediata, que ahorrase a Alemania un aplastamiento y una ruina totales, tenían que desembarazarse lo más pronto posible de Hitler y del régimen nazi. En Berlín, von Stauffenberg y sus conjurados tenían, al fin, sus planes a punto. Los habían reunido bajo el nombre convencional de «Operación Valkiria», término apropiado, ya que las valkirias eran, según la mitología escandinava, cada una de las divinidades con forma de mujer, que se precipitaban sobre los campos de batalla, para designar a los héroes que debían morir en los combates. En el caso presente, era Adolf Hitler quien debía desaparecer. Resulta irónico que el almirante Canaris, antes de su caída, hubiera dado al Führer la idea de un plan Valkiria, destinado a garantizar, por el ejército del interior, la seguridad de Berlín y de las demás grandes ciudades, en caso de una insurrección de los millones de trabajadores extranjeros que vivían maltratados en estos centros. Semejante insurrección era muy improbable –en realidad era imposible-, pues los trabajadores no estaban armados ni organizados, pero el Führer, muy suspicaz en aquella época, veía acechar el peligro por todas partes y, como casi todos los soldados útiles estaban ausentes del país (ya en el frente o ya de guarnición), aceptó fácilmente la idea de que el ejército del interior garantizase la seguridad del Reich contra las “hordas” de los trabajadores forzados. De este modo, el plan Valkiria de Canaris llegó a ser una perfecta tapadera para los conspiradores militares, permitiéndoles elaborar casi a la luz del día unos planes para que el ejército del interior cercara la capital y algunas ciudades como Viena, Munich y Colonia, en el momento mismo en que Hitler fuese asesinado.
En Berlín, la principal dificultad residía en el hecho de que disponían de muy pocas tropas y las formaciones S.S. eran mucho más numerosas. Había también un número considerable de unidades de la Luftwaffe, en el interior mismo de la ciudad y en sus alrededores, que servían las defensas antiaéreas. Estas tropas, a menos que el ejército obrara rápidamente, seguirían fieles a Goering y lucharían por salvar el régimen nazi y colocarlo bajo la autoridad de su jefe, aun cuando Hitler hubiera muerto. Frente a las fuerzas de las S.S. y de las tropas de aviación, von Stauffenberg sólo contaba con la rapidez de las operaciones para asegurar el control de la capital. Las dos primeras horas serían las más críticas. En este breve tiempo, las tropas sublevadas deberían ocupar y defender la central de radio y las dos emisoras de la ciudad, las centrales telegráficas y telefónicas, la cancillería del Reich, los ministerios y los cuarteles generales de la Gestapo. Goebbels, el único alto dignatario nazi que salía raras veces de Berlín, debería ser detenido con los oficiales S.S. En cuanto Hitler hubiera muerto, su cuartel general de Rastenburg se aislaría de Alemania, para que ni Goering, ni Himmler, ni ninguno de los generales nazis, como Keitel y Jodl, pudieran tomar el mando y tratar de incorporar a las tropas y a la policía a un régimen nazi del que tan sólo el jefe habría cambiado. El general Fellgiebel, jefe de transmisiones, cuyas oficinas se hallaban en el cuartel general, se encargó de esta misión. Los planes, pues, estaban listos. A finales de Junio, los conspiradores tuvieron una baza a su favor. Klaus von Stauffenberg fue ascendido a coronel y nombrado jefe de estado mayor del general Fromm, general en jefe del ejército del interior. Este puesto no sólo le ponía en posición de dar órdenes a aquel ejército en nombre de Fromm, sino que le permitía acercarse a Hitler.


General Fellgiebel

Este último, en efecto, había adquirido la costumbre de convocar al jefe del ejército del interior, o a su ayudante, a su cuartel general, dos o tres veces por semana, para pedirle nuevos refuerzos para las divisiones diezmadas que luchaban en el frente ruso. En una de estas entrevistas pensaba von Stauffenberg hacer explotar su bomba.
En la tarde del 19 de Julio, Hitler convocó a von Stauffenberg en Rastenburg. Debía hacer su informe para la primera conferencia cotidiana, que tendría lugar en el cuartel general del Führer, al día siguiente, 20 de Julio, a la una de la tarde. Los oficiales que ocupaban los puestos más importantes en la guarnición de Berlín y sus alrededores recibieron aviso de que el 20 de Julio sería «Der Tag», el gran día. Poco después de las 6,00 hs. de la cálida y soleada mañana del 20 de Julio de 1944, el coronel von Stauffenberg, acompañado de su ayudante el teniente von Haeften, se dirigió hacia Rangsdorf, el aeropuerto de Berlín. En su cartera atestada, entre sus documentos, y envuelta en una camisa, llevaba una bomba con detonador retardado. El aparato despegó y, poco después de las 10,00 hs., aterrizaba en Rastenburg. El teniente von Haeften dio al piloto la orden de que estuviera listo para emprender el vuelo de regreso, en cualquier momento después del mediodía. Un coche del estado mayor condujo al grupo al cuartel general de «Wolfsschanze» (cubil del lobo), situado en un rincón sombrío, húmedo y muy boscoso de Prusia Oriental. No era fácil ni la entrada ni la salida, observó von Stauffenberg. El cuartel general se componía de tres recintos, protegidos cada uno de ellos por campos de minas, reductos de hormigón y una alambrada electrificada; día y noche hacían la ronda patrullas de S.S. Para penetrar en el recinto interior, donde vivía y trabajaba Hitler, hasta el general de mayor graduación tenía que presentar un salvoconducto especial, valedero para una sola visita, y sufrir una inspección individual. No obstante, ellos franquearon fácilmente los tres controles. Una vez en su interior, von Stauffenberg se dirigió en seguida a ver al general Fellgiebel, jefe de transmisiones en el O.K.W., uno de los ejes principales del complot, con el propósito de asegurarse de que el general estaba dispuesto a transmitir sin demora las noticias del atentado a los conspiradores de Berlín, para que entraran inmediatamente en acción. En tal momento, Fellgiebel aislaría al cuartel general del Führer, cortando todas las comunicaciones telefónicas, telegráficas y radiofónicas. Luego von Stauffenberg se encaminó a las oficinas de Keitel, colgó su gorra y su cinturón en la antesala, y entró en el despacho del jefe del O.K.W. Supo por él que tendría que actuar más rápidamente de lo proyectado. Ya era algo más del mediodía cuando Keitel le informó de la llegada de Mussolini en el tren de las 2,30 hs. de la tarde, por lo cual se había adelantado la conferencia cotidiana del Führer, que se celebraría a las 12,30 hs. en vez de a la 1,00 hs. A continuación, von Stauffenberg resumió a Keitel lo que se proponía decir a Hitler y, hacia el final, notó que el jefe del O.K.W. miraba su reloj con impaciencia. Unos minutos antes de las 12,30 hs., Keitel se levantó diciendo que debían dirigirse inmediatamente a la conferencia si no querían llegar con retraso. Salieron de su despacho, pero von Stauffenberg dijo que había olvidado su gorra y su cinturón en la antesala, y dio rápidamente media vuelta antes de que Keitel tuviese tiempo de enviar a su ayudante por ellos. En la antesala, von Stauffenberg abrió con celeridad su cartera, tomó una pinza con los tres dedos que le quedaban y rompió la cápsula del detonador de tiempo. Si no se producía una falla en el mecanismo, diez minutos después exactamente la bomba estallaría. Keitel, se irritó por este retraso y se volvió para gritar a von Stauffenberg que se apresurara. No obstante, como Keitel temía, llegaron con demora. La conferencia había empezado. En el momento en que Keitel y von Stauffenberg entraban en el barracón, el segundo se detuvo un instante en el vestíbulo de entrada para decir, al sargento jefe encargado de la central telefónica, que esperaba una llamada urgente de su despacho de Berlín, de donde tenían que transmitirle una información absolutamente necesaria para su exposición (esto lo dijo por Keitel, que estaba escuchando). Por lo tanto, había que avisarle en cuanto le llamaran. Los dos hombres entraron en la sala. Habían pasado ya cuatro minutos desde que von Stauffenberg rompió la cápsula. Quedaban seis minutos. La habitación era relativamente pequeña, de unos 9 metros de largo por 4,50 metros de ancho, y tenía diez ventanas, abiertas todas de par en par para dejar entrar un poco de aire. Todas aquellas ventanas abiertas iban a reducir, sin duda, el efecto de la explosión. En medio de ese cuarto había una mesa ovalada, de roble macizo, de unos 5 metros de largo. Esta mesa tenía la particularidad de que no descansaba sobre patas, sino sobre dos peanas (bases o soportes) grandes y pesadas, colocadas en sus extremos y casi tan anchas como ella. Este detalle iba a influir notablemente en el desarrollo de los sucesos. Cuando von Stauffenberg penetró en la estancia, Hitler estaba sentado en el centro del lado más largo de la mesa, de espaldas a la puerta. A su derecha estaban el general Heusinger, jefe de operaciones y jefe del estado mayor adjunto del ejército; el general Korten, jefe de estado mayor del Aire; y el coronel Heinz Brandt, jefe de estado mayor de Heusinger. Keitel tomó asiento a la izquierda del Führer; a su lado se hallaba el general Jodl. Había alrededor de la mesa dieciocho oficiales más, de los tres ejércitos y de las S.S. El coronel von Stauffenberg se sentó entre Korten y Brandt, a la derecha del Führer. Puso su cartera en el suelo y la empujó bajo la mesa para apoyarla contra la pared «interior» del pesado soporte de roble. Se hallaba de este modo, a unos dos metros de las piernas del Führer. Eran las 12,37 hs. Quedaban aún cinco minutos. Heusinger continuó hablando, refiriéndose constantemente al mapa desplegado sobre la mesa. Cuando von Stauffenberg salió de la habitación, parece que nadie se dio cuenta, con excepción quizá del coronel Brandt. Este oficial, absorto en lo que decía Heusinger, se inclinó sobre la mesa para ver mejor el mapa, y descubrió que la abultada cartera de von Stauffenberg le estorbaba, probó de empujarla con el pie y, finalmente, la tomó por el asa, la levantó y la apoyó sobre el lado «exterior» del soporte de la mesa, que ahora se interponía entre la bomba y Hitler. Esta circunstancia insignificante, salvó probablemente la vida del Führer y costó la suya a Brandt. «Los rusos –concluía Heusinger- se dirigen con fuerzas importantes desde el oeste del Dvina hacia el norte. Si nuestro grupo de ejércitos que opera alrededor del lago Peipus no se repliega inmediatamente, una catástrofe…». No pudo acabar la frase: en ese momento exacto, 12,42 hs., la bomba hizo explosión; von Stauffenberg estaba a 200 metros de allí, en compañía del general Fellgiebel, ante la mesa de trabajo de este último en el bunker 88. Mientras pasaban lentamente los segundos, su mirada iba ávidamente de su reloj al barracón de la conferencia. De repente, saltó de su asiento, una llamarada y una humareda se elevaron rugiendo –contó después- como si el sitio hubiera sido alcanzado de lleno por un proyectil de 155. Salían cuerpos proyectados por las ventanas y volaban escombros por el aire. En la imaginación sobreexcitada de von Stauffenberg, todos los que se hallaban en la sala de conferencias debían estar muertos o moribundos. Lanzó un rápido adiós a Fellgiebel, que debía telefonear a los conspiradores de Berlín para anunciarles que el atentado había salido bien, y luego cortar todas las comunicaciones hasta que los conspiradores se apoderaran de Berlín, proclamando el nuevo gobierno. Pero von Stauffenberg tenía ahora por objetivo inmediato salir del cuartel general con vida y lo más pronto posible. En los puntos de control, los centinelas habían visto y oído la explosión y habían cerrado inmediatamente todas las salidas. En la primera barrera, situada a unos metros del bunker de Fellgiebel, detuvieron el coche de von Stauffenberg. Este se bajó y solicitó hablar con el oficial de servicio del cuerpo de guardia. En su presencia, telefoneó a alguien –se ignora a quien-, habló brevemente, colgó y volviéndose hacia el oficial le dijo: «Teniente, estoy autorizado para salir». Era un «bluff», pero dio resultado y, según parece, después de haber anotado cuidadosamente en su registro: «12,44 hs. El coronel von Stauffenberg ha franqueado el control», el teniente ordenó a los controles siguientes que le dejaran pasar. A toda velocidad, el automóvil se dirigió al aeródromo, cuyo comandante aún no había recibido la alarma. El piloto tenía en marcha el motor cuando los dos hombres llegaron al campo. Un minuto después, el avión despegaba. Era un poco más de la 1,00 h. de la tarde. Las tres horas siguientes debieron parecer a von Stauffenberg las más largas de su vida. En aquel avión no podía hacer nada, sino tener la esperanza de que Fellgiebel hubiera transmitido a Berlín la importantísima señal, y que sus camaradas de conspiración se hubieran apoderado de la ciudad y enviado los mensajes, previamente redactados, a los comandantes militares en funciones en Alemania y en el oeste. Su avión aterrizó en Rangsdorf a las 3,45 hs. y von Stauffenberg, lleno de confianza, se precipitó hacia el teléfono más próximo para llamar al general Olbricht y saber exactamente lo que había sucedido en el curso de aquellas tres horas de las que todo dependía. Con gran consternación supo que no se había hecho nada. Inmediatamente después de la explosión recibieron una llamada telefónica de Fellgiebel, pero la comunicación era tan mala que los conspiradores no habían entendido si Hitler había muerto o no había muerto. En consecuencia, no se hizo nada.
Pero Hitler no había muerto como pensaba von Stauffenberg. Lo había salvado, sin sospecharlo, el coronel Brandt, al desplazar la cartera al otro lado del pesado soporte de la mesa. Sus heridas no eran graves, aunque se hallaba fuertemente conmocionado. Como un testigo diría más tarde, apenas se le reconocía cuando salió del edificio destrozado y en llamas, del brazo de Keitel, con el rostro ennegrecido, el pelo echando humo y el pantalón hecho jirones. Keitel, milagrosamente salió ileso. Pero la mayor parte de los que se hallaban sentados en el extremo de la mesa, cerca de lugar donde estalló la bomba, estaban gravemente heridos; sólo murió Brandt. En la confusión y alboroto reinantes, nadie se acordó, al principio, de que von Stauffenberg se había escabullido de la sala de conferencias poco antes de la explosión. Se creyó, en los primeros momentos, que se encontraba en el barracón y que debía figurar entre los heridos graves que habían sido trasladados rápidamente al hospital. Hitler, que no sospechaba de él todavía, ordenó que se pidiera información sobre los heridos. Unas dos horas después de la explosión comenzaron a conocerse indicios sospechosos. El sargento primero encargado del teléfono, se presentó para declarar que «el coronel tuerto», que le había dicho que esperaba una llamada de Berlín, había salido de la sala de conferencias y, sin aguardar esta comunicación, abandonó el barracón a toda prisa. Algunos oficiales asistentes a la conferencia se acordaron de que von Stauffenberg había dejado su cartera de mano bajo la mesa. En los puestos de control, los centinelas manifestaron que von Stauffenberg y su ayudante habían salido del campo inmediatamente después de la explosión. Hitler comenzó a sospechar. Una llamada telefónica al aeródromo de Rastenburg aportó un informe interesante: el coronel von Stauffenberg había tomado el avión precipitadamente después de la 1,00 h. de la tarde, indicando como destino el aeródromo de Rangsdorf. Hasta ese momento, nadie había sospechado en el cuartel general, que en Berlín se estaban desarrollando graves acontecimientos. Todos creían que von Stauffenberg había actuado solo. No sería difícil capturarlo, a menos que, como algunos sospechaban, hubiera aterrizado detrás del frente ruso. Hitler, que mostró mucha serenidad todo ese tiempo, tenía otra preocupación inmediata, la de recibir a Mussolini, cuya llegada estaba prevista para las 4,00 hs. de la tarde, por haberse retrasado su tren. Escena rara y grotesca la de ese último encuentro entre los dos dictadores, aquella tarde del 20 de Julio de 1944, contemplando las ruinas de la sala de conferencias, y tratando de persuadirse de que, el Eje que habían formado y que había dominado el continente, no estaba también en ruinas. Aquel Duce, anteriormente tan altivo, aquel hombre a quien gustaba pavonearse, ya era un simple «Gauleiter» (representante del partido nazi) en Lombardía, evadido de su prisión con la ayuda de comandos alemanes, y apoyado únicamente por Hitler y las S.S. Sin embargo, la amistad y la estimación que el Führer sentía por él, nunca se desmintieron, y le recibió con todo el entusiasmo que su estado físico le permitía. Hacia las 5,00 hs. de la tarde empezaron a llegar los primeros informes de Berlín, indicando que había estallado una sublevación militar, la cual posiblemente se extendía al frente del Oeste. Hitler tomó el teléfono y ordenó a las S.S. de Berlín que exterminaran hasta el menor sospechoso. Esta rebelión de Berlín, tan larga y meticulosamente preparada, se había iniciado con mucha lentitud. Entre la 1,15 hs. y las 3,45 hs. no se había hecho nada. Y cuando el general Thiele fue a avisar a los conspiradores que las emisoras de radio iban a lanzar la noticia que Hitler había escapado con vida a un atentado, no se les ocurrió aún que lo primero que había que hacer –y con toda urgencia- era apoderarse de la emisora nacional, impedir a los nazis servirse de ella, y difundir sus proclamas anunciando la formación de un nuevo gobierno. En lugar de ocuparse de ello inmediatamente, von Stauffenberg llamó al cuartel general de von Stülpnagel para que los conspiradores entrasen en acción en París, luego trató de convencer a su superior, el general Fromm (a quien Keitel acababa de comunicar que Hitler estaba vivo), cuya obstinada negativa a unirse a los rebeldes amenazaba seriamente con comprometer el éxito de la operación. Tras una violenta discusión, Fromm fue arrestado en el despacho de su ayudante. Los rebeldes tomaron la precaución de cortar los cables telefónicos de ese cuarto. Poco después de las 4,00 hs. de la tarde, después del regreso de von Stauffenberg, el general von Hase, que mandaba la plaza de Berlín, telefoneó al comandante del batallón escogido de la guardia Grossdeutschland, en Doeberitz, para ordenarle que tuviese preparada su unidad y que se presentara inmediatamente en la Kommandantur de la avenida Unter den Linden. El comandante del batallón, recientemente nombrado, se llamaba Otto Remer e iba a jugar un papel primordial en aquella jornada, aunque no el que esperaban los conjurados. Estos lo habían sondeado, puesto que iban a confiar a su batallón una misión muy importante, pero se contentaron con saber que era un militar sin opiniones políticas y que ejecutaría sin discutir las órdenes que le dieran sus superiores. Remer alertó a su batallón, de acuerdo con las instrucciones recibidas, y se dirigió apresuradamente a Berlín para recibir las órdenes particulares de von Hase. El general le anunció el asesinato de Hitler, la inminencia de un «putsch» S.S., y le dio instrucciones para que aislara totalmente los ministerios de la Wilhelmstrasse y la Oficina central de seguridad S.S. situada en el mismo sector, en el barrio de la estación de Anhalt. A las 5,30 hs., Remer, actuando con gran celeridad, ya había cumplido su misión y se presentó en la Kommandantur para recibir nuevas instrucciones. Pero en el Ministerio de Propaganda, Goebbels acababa de recibir una llamada telefónica de Hitler, informándole del atentado de que había sido víctima, y ordenándole que difundiera, lo antes posible, un comunicado anunciando que dicho atentado había fracasado. En ese mismo momento, advirtió que las tropas se apostaban alrededor del ministerio. Goebbels, entonces, llamó con urgencia a Remer, quien, por su parte, había recibido la orden de detener al ministro de propaganda. Así pues tenía la orden de apresar a Goebbels y el ministro se lo había facilitado, pidiéndole que fuera a verlo. Remer fue con veinte hombres al Ministerio de Propaganda y a continuación, revólver en mano, su ayudante y él entraron en el despacho del más alto dignatario nazi que estaba entonces en Berlín, para arrestarlo. Goebbels sabía hacer frente a las situaciones críticas; recordó al joven comandante el juramento de fidelidad que había prestado a Hitler. Remer replicó secamente que Hitler había muerto. Goebbels le respondió que el Führer estaba vivo, pues acababa de hablar con él por teléfono, y podía demostrarlo. Pidió una conferencia urgente con Rastenburg. El error cometido por los conspiradores al no apoderarse de la red telefónica de Berlín, iba a conducirlos al desastre. En un minuto estaba Hitler al aparato. Goebbels tendió el auricular a Remer: -«¿Reconoce usted mi voz?»-, preguntó el Führer. ¿Quién no iba a reconocer en Alemania aquella voz ronca, oída centenares de veces por la radio? Dicen que el comandante, al escucharlo, se cuadró en el acto. Hitler le ordenó reprimir la rebelión, y obedecer únicamente las órdenes de Goebbels y de Himmler, a quien enviaba a Berlín para que tomara el mando del ejército del interior. El Führer ascendió a Remer a coronel. Esto fue suficiente. Remer acababa de recibir órdenes de arriba y se apresuró a ejecutarlas con una energía de que carecían los conspiradores. Retiró su batallón de la Wilhelmstrasse, ocupó la Kommandantur de la avenida Unter den Linden, envió patrullas a detener a las unidades que pudieran estar en marcha hacia la capital y se encargó personalmente de descubrir el cuartel general de los conjurados, para detener a sus jefes.


Mayor Otto Remer

Comenzaba el último acto. Poco después de las 9,00 hs. de la noche, los conspiradores, defraudados en sus esperanzas, escucharon estupefactos por la radio que el Führer se dirigiría al pueblo alemán. Unos minutos después, se enteraban de que el general von Hase, que mandaba la plaza de Berlín, había sido detenido, y que el general nazi Reinecke, apoyado por las S.S., se había puesto al frente de todas las tropas de Berlín, para asaltar el puesto de mando de los rebeldes situado en la calle Bendlerstrasse. La enérgica acción emprendida inmediatamente en Rastenburg; lo rápido de la reacción de Goebbels; la movilización de las S.S. en Berlín, debido en gran parte a la sangre fría de Otto Skorzeny; la confusión y la inacción increíbles de los rebeldes de la Bendlerstrasse; hicieron que gran número de oficiales, a punto de unir su suerte con los conspiradores, cambiaran de opinión. Hacia las 8,00 hs. de la noche, después de cuatro horas de reclusión en el despacho de su ayudante, el general Fromm pidió autorización para retirarse a su propio despacho, situado en el piso inferior. Dio su palabra de honor de no intentar huir ni establecer ningún contacto con el exterior. El general Hoepner accedió a ello y, además, como Fromm se quejara de tener hambre y sed, hizo que le llevasen unos sandwiches y una botella de vino. Poco antes habían llegado tres generales de estado mayor, que se negaron a unirse a la rebelión, pero que solicitaron hablar con su jefe, el general Fromm. Inexplicablemente fueron llevados ante su presencia, aunque seguía arrestado. Fromm les dijo, inmediatamente, que había una puertecita de salida en la parte posterior del edificio y, faltando a la palabra dada a Hoepner, ordenó a los generales que fueran en busca de refuerzos, se apoderaran del edificio y reprimiesen la rebelión. Lo generales así lo hicieron. Asimismo, un grupo de oficiales del estado mayor de Olbricht había empezado a sospechar que la rebelión corría hacia el fracaso, y comprendieron que si ésta realmente fracasaba, a ellos los colgarían sin darles tiempo a cambiar de idea. A las 10,30 hs. de la noche estos oficiales solicitaron hablar con el general Olbricht. Querían saber exactamente lo que él y sus amigos pensaban hacer. El general se los dijo y se marcharon sin discutir. Veinte minutos más tarde, volvieron a presentarse seis u ocho de ellos y, con las armas en la mano, pidieron a Olbricht más explicaciones. Cuando von Stauffenberg acudió ante el escándalo, lo arrestaron. Como intentara escapar, echando a correr hacia el pasillo, dispararon sobre él, hiriéndolo en un brazo. Luego cercaron la parte del edificio que había servido de cuartel general a los conspiradores. Beck, Hoepner, Olbricht, von Stauffenberg, von Haeften y Mertz fueron metidos a empujones en el despacho vacío de Fromm, donde éste no tardó en aparecer, empuñando un revólver: -¡Muy bien, señores! –dijo-. Ahora voy a tratarlos como ustedes me han tratado- Pero no lo hizo.
-Depongan las armas –ordenó-. Están ustedes arrestados-
-No se atreverá usted a arrestar a su antiguo jefe –respondió tranquilamente Beck echando mano a su revólver-. Esto es cosa mía-
Beck apretó el gatillo para suicidarse, pero la bala no hizo más que rozarle la cabeza. Se desplomó en un sillón, sangrando ligeramente. -¡Ayuden a ese anciano!- ordenó Fromm a dos oficiales jóvenes, pero cuando quisieron quitarle el revólver, Beck protestó, pidiendo que le dieran otra oportunidad. Fromm accedió. Luego, volviéndose hacia los otros conspiradores, les dijo: -Señores, si ustedes tienen que escribir alguna carta, les concedo aún unos minutos- Olbricht y Hoepner se sentaron a escribir unas palabras de despedida para sus esposas. Mertz, von Stauffenberg, von Haeften y los demás, permanecieron en silencio. Fromm salió de la estancia. Volvió al cabo de cinco minutos para anunciar que, «en nombre del Führer», había formado un «tribunal militar» (no existen pruebas de que lo hiciera) y que éste había sentenciado a muerte al coronel del Alto Estado Mayor, Mertz; al general Olbricht; al general Hoepner; a ese coronel cuyo nombre no quiero acordarme (von Stauffenberg) y al teniente von Haeften. Los dos generales, Olbricht y Hoepner, estaban aún ocupados en escribir a sus mujeres. El general Beck yacía desplomado en su sillón, con el rostro manchado de sangre. -¡Y bien, señores! –dijo Fromm, dirigiéndose a Olbricht y Hoepner-, ¿están ustedes listos?- Hoepner y Olbricht terminaron sus cartas. Beck, que empezaba a recobrar el ánimo, pidió otro revólver. Se llevaron a von Stauffenberg y a los restantes «sentenciados». En el patio, a la luz de los faros oscurecidos de un coche militar, los oficiales «condenados» fueron rápidamente fusilados por un pelotón de ejecución. El coronel Klaus von Stauffenberg murió gritando: «¡Viva nuestra sagrada Alemania!».
Había pasado la media noche. La única rebelión importante que hubo contra Hitler, en los once años y medio transcurridos desde el advenimiento del Tercer Reich, fue sofocada en once horas y media. Otto Skorzeny llegó a la Bendlerstrasse al frente de un grupo S.S., prohibiendo inmediatamente que se procediera a nuevas ejecuciones (como buen policía quería someter a los detenidos a tortura para conocer la ramificación del complot). Esposó a los conspiradores, enviándolos a la prisión de la Gestapo, y dio orden de recoger los papeles que los conspiradores no hubieran destruido. Himmler, llegado de Berlín poco antes, había establecido temporalmente su cuartel general en el ministerio de Goebbels, y telefoneó a Hitler para anunciarle que la rebelión había sido reprimida. En Prusia Oriental un camión-radio rodaba a toda velocidad por la carretera de Königsberg a Rastenburg para que el Führer pronunciase por radio aquel mensaje que el «Deutschlandsender» anunciaba incesantemente de las nueve:

«¡Camaradas alemanes! Si me dirijo hoy a vosotros, es para que oigáis mi voz y sepáis que no estoy herido y también para que os enteréis que acaba de cometerse un crimen sin precedente en la historia. Una camarilla de militares ambiciosos, irreflexivos, estúpidos e insensatos, ha urdido un complot para eliminarme, y conmigo al estado mayor del alto mando de la Wehrmacht. La bomba colocada por el coronel conde von Stauffenberg ha estallado a dos metros de mí, hiriendo gravemente a varios de mis fieles y leales colaboradores y ha matado a uno de ellos. Yo sólo he sufrido algunos arañazos, contusiones y quemaduras superficiales. Este suceso es para mí la confirmación de la misión que me ha confiado la Providencia. Los conspiradores no constituyen más que un pequeño grupo que no representa a la Wehrmacht, y mucho menos al pueblo alemán. Se trata de una banda de criminales, y todos serán exterminados implacablemente. Los trataremos de la forma en que nosotros, nacionalsocialistas, hemos tratado siempre a nuestros enemigos».
Hitler cumplió su palabra. Una oleada de persecuciones asoló al país. El Tribunal del Pueblo se mantuvo en sesión permanente durante seis meses. Fueron ejecutadas cerca de 5.000 personas. Rommel fue el único de todos los conspiradores que tuvo derecho a un trato especial. Hitler, a pesar de su furor, se daba cuenta de que la detención del más popular de sus mariscales, causaría agitación y malestar en el país. El 14 de Octubre, dos generales, Burgdorf y Maisel, fueron a ver a Rommel, convaleciente en su casa de Herrlingen de la grave herida que había sufrido en Normandía. Una hora después, el mariscal se reunió con su mujer y le expresó lo siguiente: -«He venido a decirte adiós. Dentro de un cuarto de hora habré muerto. Sospechan que he tomado parte en la tentativa de asesinato contra Hitler. El Führer me deja escoger entre el veneno o el juicio por el Tribunal del Pueblo. Han traído el veneno. Dicen que obrará en tres segundos. No temo ser juzgado públicamente, pues puedo justificar todos mis actos. Pero sé que no llegaré vivo a Berlín»-. Eligiendo el suicidio, sabía que su mujer y su hijo no serían molestados. Un cuarto de hora después, el mariscal Erwin Rommel había dejado de existir.

Fuente
Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial













domingo, 8 de octubre de 2017

MQ-25A Stingray ¿el primer caza de 6ta generación?


Conozca al MQ-25A Stingray - la respuesta de EE.UU. a amenazas como los "asesinos de portaaviones" de China

Business Insider



Los portaaviones de la Armada de los Estados Unidos han dado desde hace mucho tiempo una ventaja táctica para el ejército estadounidense con su capacidad para desplegar y proyectar poder en cualquier costa alrededor del mundo. Pero recientemente, varios de los adversarios estadounidenses han construido misiles balísticos de largo alcance conocidos como "asesinos de portaaviones". El MQ-25A Stingray es la respuesta de la Marina a las amenazas como el "asesino de portaavioones" de China.   NOTA DEL EDITOR: Se trata de imágenes de un prototipo, el MQ-25A podría parecer diferente.