Transcripción
Como el
más alto comandante militar de los Países Bajos, con tropas apostadas en todo
el mundo, me siento honrado de estar hoy aquí. Si miro alrededor, en esta sede
de TEDxÁmsterdam, veo un público muy especial. Uds. son la razón por la que
acepté la invitación a venir aquí hoy.
Si miro
alrededor, veo personas que quieren contribuir, veo personas que quieren
construir un mundo mejor haciendo trabajos científicos pioneros, creando obras
de artes impresionantes, redactando artículos críticos o libros inspiradores o
creando empresas sustentables. Todos Uds. han elegido los instrumentos propios
para cumplir esta misión de crear un mundo mejor. Algunos eligen el microscopio
como instrumento. Otros eligen bailar, pintar o hacer música como acabamos de
escuchar. Algunos eligen la pluma. Otros emplean el dinero como instrumento.
Damas y
caballeros, yo elegí otra cosa. Gracias. Damas y caballeros...
(Risas)(Aplausos) Comparto sus objetivos. Comparto los objetivos de los
oradores que me precedieron. Yo no elegí enarbolar la pluma, el pincel, la
cámara. Yo elegí este instrumento. Elegí un arma.
Para
Uds., y lo que han oído, estar tan cerca de esta arma puede incomodarlos o
incluso infundirles temor. Un arma verdadera a pocos metros de distancia.
Detengámonos un momento a sentir esta incomodidad. Casi puede oírse. Apreciemos
el hecho de que quizá muchos de Uds. nunca han estado cerca de un arma. Eso
significa que los Países Bajos son un país pacífico. Los Países Bajos no están
en guerra. Significa que no hace falta que los soldados patrullen nuestras
calles. Las armas no son parte de nuestras vidas. En muchos países la historia
es diferente. En muchos países las personas hacen frente a las armas. Están
oprimidos, son intimidados por los señores de la guerra, por terroristas, por
criminales. Las armas pueden hacer mucho daño. Son la causa de mucha angustia.
Entonces,
¿por qué estoy frente a Uds. con un arma? ¿Por qué elegí un arma como
instrumento? Hoy quiero contarles la razón. Hoy quiero contarles por qué elegí
un arma para hacer un mundo mejor. Y quiero contarles cómo puede ayudar esta
arma.
Mi
historia empieza en la ciudad de Nijmegen en el este de los Países Bajos, mi
ciudad natal. Mi padre era un panadero muy trabajador pero cuando terminaba la
faena en la panadería a menudo nos contaba historias a mi hermano y a mí. Casi
siempre me contaba esta historia que ahora voy a compartir. La historia de lo
que le ocurrió cuando era recluta forzoso en las fuerzas armadas holandesas al
principio de la Segunda Guerra Mundial. Los nazis invadieron los Países Bajos.
Sus sombríos planes eran evidentes. Apuntaban a gobernar mediante la represión.
La diplomacia no logró detener a los alemanes. Sólo quedó la fuerza bruta. Era
nuestro último recurso. Y mi padre estaba allí para ejercerla.
Como
buen hijo de granjero que sabía cazar, mi padre era un excelente tirador.
Cuando apuntaba, nunca fallaba. En ese momento decisivo de la historia
holandesa mi padre estaba apostado en la ribera del río Waal cerca de la ciudad
de Nijmegen. Tenía bien en la mira a los soldados alemanes que venían a ocupar
un país libre, su país, nuestro país. Él disparaba, pero no ocurría nada.
Disparaba otra vez, pero no caía ningún soldado alemán. A mi padre le habían
dado un arma vieja que ni siquiera llegaba a la vera opuesta del río. Las
tropas de Hitler avanzaron y no hubo nada que mi padre pudiera hacer al
respecto. Hasta el día en que murió, mi padre se lamentó de haber errado esos
tiros. Podría haber hecho algo. Pero con un arma vieja ni siquiera el mejor
tirador de las fuerzas armadas podría haber dado en el blanco. Así que viví con
esta historia.
Luego en
la secundaria me atraparon las historias de los soldados aliados que dejaron la
seguridad de sus propios hogares y arriesgaron sus vidas para liberar a un país
y a unas personas que no conocían. Liberaron mi ciudad natal. Fue entonces que
decidí abrazar las armas por respeto y gratitud a esos hombres y mujeres que
vinieron a liberarnos... por ser consciente de que a veces sólo las armas
pueden plantarse entre el bien y el mal.
Por esa
razón abracé las armas; no para disparar ni para matar ni para destruir, sino
para detener a quienes hacen el mal, para proteger a los vulnerables, para
defender los valores democráticos, para defender la libertad que tenemos y
hablar aquí hoy en Ámsterdam de cómo podemos hacer del mundo un lugar mejor.
Damas y
caballeros, no he venido aquí hoy a contarles maravillas de las armas. No me
gustan las armas. Y si uno ha estado bajo fuego vuelve a casa teniendo más
claro que un arma no es un instrumento de machos del que presumir. Hoy vengo
aquí a contarles del uso de las armas como instrumento de paz y estabilidad.
Las armas quizá sean los instrumentos más importantes para la paz y la
estabilidad que existen en el mundo.
Tal vez
esto pueda sonarles contradictorio. Pero no sólo lo vi con mis propios ojos durante
mi despliegue en el Líbano, en Sarajevo y, a nivel nacional, como jefe del
ejército holandés sino que está sustentado por fríos datos estadísticos. La
violencia ha disminuido drásticamente en los últimos 500 años. A pesar de las
imágenes que vemos a diario en las noticias, las guerras entre países
desarrollados ya no son comunes. La tasa de homicidios en Europa se ha reducido
30 veces desde la Edad Media. Y los casos de guerra civil y de represión han
mermado desde el fin de la Guerra Fría. Las estadísticas muestran que estamos
viviendo en una era relativamente pacífica.
¿Por
qué? ¿Por qué ha disminuido la violencia? ¿Ha cambiado la mente humana? Bueno,
estuvimos hablando de la mente humana esta mañana. ¿Perdimos ese impulso animal
de venganza, de rituales violentos, de mera rabia? ¿O hay algo más? En su
último libro, Steven Pinker, profesor de Harvard, (y muchos otros pensadores
antes que él) concluye que uno de los motores principales de las sociedades
menos violentas es la propagación del estado de derecho y la introducción a
gran escala del monopolio estatal en el uso legítimo de la violencia,
legitimado por un gobierno electo democráticamente, legitimado por pesos y
contrapesos y por un sistema judicial independiente. En otras palabras, un
monopolio estatal que mantiene a raya el uso de la violencia.
Este
tipo de monopolio de la violencia ante todo sirve como promesa. Elimina el
incentivo a una carrera armamentista entre grupos potencialmente hostiles de
nuestra sociedad. En segundo lugar, las desventajas de usar la violencia
sobrepasan sus beneficios y así inclinan aún más la balanza. Abstenerse de la
violencia reporta más beneficios que iniciar una guerra. La no violencia
empieza a funcionar como un volante de inercia. Fortalece la paz un poco más.
Si no hay conflicto, florece el comercio. Y el comercio es otro incentivo
importante contra la violencia. Con el comercio se crea una interdependencia
recíproca y un beneficio mutuo entre las partes. Y si hay beneficio mutuo,
todos entienden que, de comenzar una guerra, se perdería más de lo que se
ganaría. La guerra ya no es la mejor opción porque la violencia ha disminuido.
Esto,
damas y caballeros, es la razón de ser de mis fuerzas armadas. Las fuerzas
armadas materializan el monopolio estatal de la violencia. Lo hacemos de manera
legítima sólo porque nuestra democracia nos lo pide. Es este uso legítimo y
acotado de las armas lo que ha contribuido en gran medida a mejorar las
estadísticas de la guerra, el conflicto y la violencia en todo el mundo. Es
esta participación en las misiones de paz que ha propiciado la resolución de
muchas guerras civiles. Mis soldados usan las armas como instrumentos de paz.
Y es por
esto mismo que los estados fallidos son tan peligrosos. Los estados fallidos no
hacen uso legítimo y acotado democráticamente de la fuerza. Los estados
fallidos no ven las armas como instrumentos de paz y estabilidad. Por esa razón
los estados fallidos pueden arrastrar a toda una región al caos y al conflicto.
Por eso propagar la noción del estado de derecho es un aspecto tan importante
de nuestras misiones en el exterior. Por eso estamos tratando de construir un
sistema judicial en Afganistán. Por eso instruimos a oficiales de policía, capacitamos
a jueces y formamos a fiscales en todo el mundo. Y por eso -en los Países Bajos
somos especiales en esto- la Constitución holandesa establece que una de las
principales tareas de las fuerzas armadas es defender y promover el imperio
internacional de la ley.
Damas y
caballeros, al mirar este fusil, nos enfrentamos al lado oscuro del género
humano. Siempre abrigo la esperanza de que políticos, diplomáticos,
trabajadores humanitarios, transformen los conflictos en paz y las amenazas en
esperanza. Y espero que algún día se disuelvan los ejércitos y encontremos la
manera de vivir juntos sin violencia ni opresión. Pero hasta que llegue ese día
tendremos que hacer que los ideales y los errores humanos encuentren un punto
medio. Hasta que llegue ese día, pensaré en mi padre que trataba de dispararle
a los nazis con un arma vieja. Defenderé a mis hombres y mujeres que están
dispuestos a arriesgar sus vidas para que tengamos un mundo menos violento.
Estaré con esta soldado que ha perdido parcialmente la audición y sufrió
lesiones permanentes en la pierna cuando fue alcanzada por un cohete en una
misión en Afganistán.
Damas y
caballeros, hasta el día en que podamos deshacernos de las armas, espero que
estemos de acuerdo en que la paz y la estabilidad no son gratis. Requieren un
arduo trabajo que a menudo no se ve. Hace falta un buen equipamiento y soldados
dedicados y bien entrenados. Espero que apoyen los esfuerzos de nuestras
fuerzas armadas para formar soldados como esta joven capitana y dotarla de
buenas armas en vez de viejos fusiles como el de mi padre. Espero que apoyen a
nuestros soldados cuando vayan al exterior, cuando vuelvan a casa y cuando
estén heridos y necesiten nuestra atención. Ellos ponen sus vidas en juego por
nosotros, por ti, y no podemos defraudarlos.
Espero
que respeten a mis soldados, a esta soldado y su fusil. Porque ella quiere un
mundo mejor. Porque ella contribuye activamente a crear un mundo mejor igual
que nosotros hoy aquí.
Muchas
gracias.
(Aplausos)
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