viernes, 4 de abril de 2025

Arqueología del campo de batalla en Monte Longdon, Malvinas


Arqueología del campo de batalla en Malvinas




 Sebastian Avila
@ClamaelViento

A pocos días del 2 de abril, fecha central en la memoria colectiva argentina por el inicio de la Guerra de Malvinas, se presenta un trabajo que combina arqueología, ciencia y testimonio para profundizar en el conocimiento del conflicto desde una perspectiva única. Esta investigación, desarrollada por un equipo interdisciplinario argentino, busca entender cómo se vivió y resistió el combate en el terreno, particularmente en el Monte Longdon, epicentro de algunos de los enfrentamientos más feroces de la guerra. Desde la vivencia directa de los soldados bajo bombardeo, hasta el análisis científico de los vestigios que aún persisten en el suelo isleño, el estudio ofrece una lectura renovada del impacto físico y emocional que dejó el conflicto.

La artillería británica fue responsable de la mayoría de las bajas terrestres argentinas durante la guerra. En este contexto, los soldados soportaron durante 45 días un hostigamiento constante desde tierra, mar y aire, una experiencia que dejó marcas físicas, psicológicas y materiales. Uno de los conceptos centrales vinculados a este fenómeno es el “shell-shock”, término acuñado en la Primera Guerra Mundial para referirse al trauma psicológico producido por los bombardeos, y cuya traducción puede entenderse como "conmoción por bombardeo".

Hoy, las Islas Malvinas conservan las cicatrices de aquellos días en forma de cráteres sin vegetación, pozos donde solo persisten la turba y fragmentos de metralla. En noviembre de 2023, el equipo de investigación argentino llevó adelante un relevamiento en el Monte Longdon, registrando 61 rasgos asociados a artillería y 158 posiciones de combate. Al cargar estos datos en un Sistema de Información Geográfica (SIG), se pudo realizar un análisis de concentración de fuego con gradientes de calor, similar a los utilizados en meteorología. Estos mapas permiten observar las zonas donde el combate fue más intenso, aunque no pueden atribuir con certeza los impactos a un bando u otro.

Durante las tareas de campo también se hallaron restos de metralla y municiones sin detonar, que fueron georreferenciadas y reportadas a las autoridades locales para su posterior neutralización. En cuanto al sistema defensivo argentino, el análisis de las posiciones revela la lógica de los rangos de tiro, siempre condicionados por el tipo de armamento, la topografía, la visibilidad y el clima extremo.

Aunque los estudios continúan, los resultados preliminares ya destacan el valor del enfoque arqueológico para comprender mejor la dinámica del conflicto. Esta metodología no solo reconstruye tácticas militares, sino que también abre una puerta al diálogo entre ciencia, memoria y sociedad. A futuro, este tipo de investigaciones podría extenderse a otros escenarios de combate del conflicto, contribuyendo a una visión más integral desde la ciencia social y el testimonio histórico.

Este trabajo se enmarca en un esfuerzo por recuperar la memoria de los caídos, honrar a los veteranos y aportar, desde el conocimiento científico, al entendimiento profundo de un episodio que marcó a generaciones. Desde la arqueología bajo bombardeo, el Monte Longdon vuelve a hablar.

  • "Cuando llovían los bombazos me caía arcilla de turba en el casco. Ahí me comí el rosario bendecido"
  • La artillería británica provocó la mayoría de las bajas terrestres argentinas en la Guerra de Malvinas.
  • Aquí te contamos qué dice la Arqueología sobre sus vestigios.




"Shell-shock" fue un término creado tras la Primera Guerra Mundial para describir el estrés postraumático de los combatientes. Su traducción puede ser: "conmoción por bombardeo".
En Malvinas nuestros soldados resistieron 45 días de hostigamiento continuo desde la tierra, el mar y el aire.




En la actualidad, las Islas Malvinas se encuentran plagadas de cráteres donde no crece vegetación alguna. En estos pozos de muerte solo sobreviven la turba y la metralla.




Durante noviembre de 2023, nuestro equipo mapeó el Monte Longdon en donde se logró registrar 61 rasgos de artillería y 158 posiciones de combate.



Al volcar estos datos en un Sistema de Información Geografía se realizaron análisis de proximidad similares a los que realiza la meteorología. Allí se observa la concentración del fuego de artillería (gradiente azul a rojo) en relación a las posiciones argentinas (amarillo).




Si bien no resulta posible distinguir los rasgos generados por la artillería argentina o británica, estos mapas permiten observar las zonas donde existió una mayor concentración de fuego y donde el combate fue más encarnizado.



Allí se hallaron restos de la metralla que los cañones hicieron llover sobre Longdon, sembrando sus laderas de muerte y destrucción.



También se halló munición sin estallar, la que fue georreferenciada y sus coordenadas enviadas a las autoridades isleñas para su posterior detonación.



En cuánto al sistema defensivo argentino, la ubicación de las posiciones permitió establecer los rangos de tiro, condicionados por el tipo de arma, la visibilidad y el clima.



Si bien los datos obtenidos continúan siendo analizados por el equipo, los resultados preliminares anticipan el potencial del análisis arqueológico para una mayor comprensión de la dinámica del conflicto.




Este tipo de investigaciones, junto a sus protagonistas tanto argentinos como británicos, pueden extenderse en el futuro a los distintos campos de batalla que tuvo la guerra.




A horas del 2 de abril, presentamos aquí parte del aporte que la Arqueología y las Ciencias Sociales pueden realizar al conocimiento de la guerra. Por la memoria de nuestros caídos y de sus familias, por nuestros queridos veteranos y desde la ciencia argentina bajo bombardeo.


Malvinas: Vilgré Lamadrid y Llambías nos comentan la guerra

jueves, 3 de abril de 2025

Malvinas: Combates en el continente

Soldados argentinos rechazan el desembargo inglés en Comodoro Rivadavia

Malvinas secreto: el día que Inglaterra invadió la Patagonia

A más de cuatro décadas del conflicto, el olvido oficial sobre los combatientes que defendieron objetivos en el continente refleja una deuda histórica que persiste

Por Cynthia Castro || Infobae



El 21 de mayo de 1982, comandos británicos pisaron suelo argentino, no en Malvinas, sino en el continente. La Base Aérea Militar (BAM) de Comodoro Rivadavia, pieza clave en la logística de defensa argentina, fue el objetivo de una incursión enemiga que quedó sellada como “secreto de Estado”. Esa noche, la amenaza de un ataque británico sobre el territorio patagónico fue real, y el alerta roja encendió la posibilidad de un conflicto aún más amplio.

Según el testimonio del excombatiente Antonio González, “pretendían atacar la BAM (Base Aérea Militar) comodorense que funcionaba en ese momento como base de operaciones militares, como búnker de la Fuerza Aérea Argentina... ese episodio provocó que se disparara una alerta roja que afectó a toda la ciudad de Comodoro Rivadavia, en Chubut.”

A lo largo de la costa patagónica, desde Puerto Madryn hasta Ushuaia, las Fuerzas Armadas argentinas desplegaron a miles de soldados para garantizar la defensa del territorio continental. Eran jóvenes, la mayoría con escasa preparación militar y sin experiencia en condiciones extremas. Sin embargo, su misión era clara: proteger la soberanía del país ante cualquier intento de invasión. Y la amenaza británica era tangible.

Las incursiones británicas en el continente no son una teoría conspirativa ni un rumor infundado. Excombatientes, historiadores e incluso exmilitares británicos han reconocido que hubo múltiples ataques en el continente. Edward Denmark, integrante de la Task Force británica, lo admitió en una carta enviada al exmiembro de la Fuerza Aérea Sur, Julio Herrera Vidal.

Herrera Vidal, quien participó en la defensa del continente, respaldó esa afirmación con su propio testimonio: “Se está desclasificando todo y gracias a Dios se va a hacer justicia. Hubo muchos ataques en el continente. De hecho, el 23 de mayo de 1982 a las 19:00 entramos en combate aéreo con un avión que no se identificó. Fue en la base aérea militar Santa Cruz, ubicada al sur de (Puerto) San Julián”, sostuvo en declaraciones a Noticias Argentinas.

El reconocimiento de estos hechos por parte de un exmilitar británico y el testimonio directo de un excombatiente argentino ponen sobre la mesa un hecho incómodo para la Argentina: mientras el Reino Unido desclasifica información y admite la magnitud de su intervención en el continente, nuestro país sigue negando a sus propios soldados.

No todo pasó en Malvinas

El 2 de abril de 1982 se crea el Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) como comando estratégico operacional para la recuperación de las Islas.

El 7 de abril las operaciones del comando TOM se extiende a todos los espacios aéreos y marítimos del litoral atlántico argentino, creando el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), con unidades militares en la Patagonia Austral , en el sur del paralelo 42º, donde se cumplían tareas de logística, comunicaciones, inteligencia, protección de la población civil y costera, transporte de víveres y se protegía la seguridad de las bases desde las que partían las aeronaves.

De las 649 argentinos que murieron en el conflicto bélico, el 9% fueron argentinos caídos con órdenes de operaciones en bases aéreas y costas patagónicas en defensa de la Patagonia Austral. Estos son, 39 pilotos de combate y tripulación abatidos en el aire en misión de combate que habían partido de las Bases Aéreas Militares (BAM) y 17 caídos con órdenes de operaciones en las costas patagónicas.

Un ejemplo de ello fue cuando, el día 30 de abril de 1982 en la zona entre Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, en una misión de combate en el continente, un helicóptero argentino fue en búsqueda de un grupo comando británico que habría desembarcado cerca de Caleta Olivia, refugiándose en una estancia. El helicóptero fue interceptado y murieron 10 argentinos. El 1º de mayo de 1982, se descubre ese grupo comando británico, dos submarinos ingleses detectados en las cercanías de las costas patagónicas, en las cercanías a Caleta Olivia, con rumbo a Puerto Argentino.

Da cuenta de las invasiones a la Patagonia en el Libro Histórico y el Diario de Guerra del Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia que contiene documentación archivada por el Coronel Fabian Brown, jefe del Servicio Histórico del Ejercito.

La batalla por el reconocimiento

Aquellos soldados que protegieron el continente bajo órdenes de combate, agrupados en lo que se conoce como el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), enfrentaron no solo la amenaza británica, sino también el desprecio de su propio país. Más de cuatro décadas después, siguen luchando para que se les reconozca lo que la historia y la ley les concedieron: la condición de excombatientes de Malvinas.

Desde la inmediata posguerra, la cuestión del reconocimiento a los veteranos de Malvinas estuvo envuelta en arbitrariedades y omisiones. Las primeras normativas, como la Ley 22.674/82 y la Ley 23.118/84, incluyeron a los soldados del TOAS entre los excombatientes. Sin embargo, en 1988, un decreto presidencial modificó ese criterio y los excluyó sin más.

Esa decisión no solo contradijo las leyes vigentes, sino que violó la propia Constitución Nacional, que prohíbe al Poder Ejecutivo derogar leyes mediante decretos. No obstante, la omisión persiste hasta el día de hoy: los soldados del TOAS siguen fuera del reconocimiento oficial, mientras que Gran Bretaña ya ha comenzado a desclasificar archivos sobre los ataques continentales durante la guerra.

El argumento oficial para negar el reconocimiento a los soldados del TOAS es que no participaron directamente en el combate en las islas. Sin embargo, este criterio resulta arbitrario e inconsistente con la propia normativa nacional e internacional. La Ley 23.379 define como combatiente a todo aquel que contribuye militarmente a un mismo objetivo, ya sea en funciones de combate o defensivas. Los soldados del TOAS cumplían órdenes de guerra en bases militares estratégicas, protegían la retaguardia y garantizaban la operatividad de las Fuerzas Armadas en el conflicto.

El olvido no es solo una cuestión burocrática. Es una herida abierta en la historia argentina. Negar el reconocimiento a estos soldados implica desconocer su sacrificio y despojarles del honor de haber servido a la Patria en tiempos de guerra.


Una deuda con la historia

Negar el reconocimiento a los miembros del TOAS es una traición a la memoria nacional. Sin ellos, la Patagonia pudo haber caído bajo el control británico. Sin ellos, las bases militares en el continente, esenciales para el desarrollo de la guerra, no habrían resistido.

El Estado argentino todavía tiene una deuda con los hombres que defendieron su soberanía. La sociedad, que durante años les dio la espalda a los combatientes, tiene el deber moral de exigir justicia. No puede haber reclamo de soberanía sobre Malvinas si la Argentina no es capaz de honrar primero a todos aquellos que la defendieron.

El reconocimiento de los soldados del TOAS no es solo una cuestión de derechos adquiridos. Es una cuestión de justicia histórica. Y en esa batalla, el olvido no puede ser la última palabra.





Análisis: ¿Es el Rafale el caza para Iberoamérica?

Malvinas: El piloto chileno que rescató al SAS en Tierra del Fuego


Imagen referencial. Un Sea King HC.4 de 825 Escuadrón Aéreo Naval despega después de trasladar, desde San Carlos a Darwin, a comandos de la compañía 42 de los Royal Marines (Photo by Paul Haley/ Crown Copyright. Imperial War Museums via Getty Images)IWM/Getty Images - Imperial War Museums

Operación Plum Duff. El aviador chileno que rescató a los comandos británicos que planeaban atacar la base aérea de Río Grande


LA NACION



Jorge Freyggang Campaña, ex oficial de la Fuerza Aérea de Chile, se hizo famoso por ser el primer piloto comercial en llegar a la Antártica; sin embargo, pocos –ni siquiera sus más cercanos- conocían su rol en la guerra de Malvinas


Daniel Avendaño y Mauricio Palma

Son casi las 11 de la noche y caen las primeras gotas sobre Gotemburgo. Solo dos chilenas, que promedian los 70 años, esperan frente al Stora Teatern, el centenario recinto del puerto sueco. Hace poco más de una hora que terminó el concierto de los Inti Illimani, y esperan tomarse una fotografía con los músicos.

Finalmente, aparecen los fundadores de la banda, Horacio Salinas y José Seves, que ya superan los 70 años y que no dudan en posar junto a sus compatriotas.

Es 21 de septiembre de 2023 y nos acercamos a Seves: le contamos que estamos escribiendo un artículo sobre el piloto Jorge Freyggang, hermano mayor de Renato, un saxofonista que estuvo en la banda durante diez años mientras estaban exiliados en Italia.

“Fuimos muy cercanos con Renato”, aclara el dueño del vozarrón emblemático del grupo.

También le señalamos que diversos documentos sindican a este excapitán de la Fuerza Aérea de Chile como uno de los represores de la dictadura chilena. Esta vez, José Seves -con cara contrariada- señala que jamás supo de esta historia. Nos dirá que es un episodio desconocido al interior de los Inti, como se le conoce a esta agrupación fundada en 1967 y que fuese una férrea promotora del gobierno socialista de Salvador Allende.

Dos semanas más tarde, el lunes 2 de octubre de 2023, y minutos antes de que el conjunto Amankay, integrado por holandeses y chilenos, se presente por primera vez en el teatro de la Universidad de Santiago, nos acercamos a Renato Freyggang y le preguntamos por su hermano Jorge y su rol en las sesiones de tortura en la base aérea de Temuco en 1973. El ex Inti Illimani, con semblante sereno, nos dice: “No tenía idea”, y luego agrega que le gustaría cooperar, saber si hay más antecedentes, y que no tendría problemas en reconocer que Jorge estuvo en eso. “En realidad, no me extraña, hubo muchos involucrados”.

La historia le daría la razón.


El aviador trasandino Jorge Freyggang

La pandilla salvaje

Hijo de un suboficial de la FACh que por mérito ascendió a oficial, Jorge Humberto Freyggang Campaña nació el 1 de abril de 1947. Eran cuatro hermanos, tres varones y una niña, y vivieron toda su infancia en Santiago.

A los 18 años ingresó a la Escuela de Aviación y a fines de 1969 egresó con el grado de subteniente, ocupando la antigüedad número 25. Difícilmente llegaría al generalato. Poco después fue destinado a Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Allí conoció a Susana López González, hija de comerciantes locales; se casaron con separación total de bienes.

En mayo de 1973, el teniente Freyggang fue enviado a la Base Aérea Maquehue de Temuco, la que había iniciado sus operaciones a fines de los años 20 y en la que, varias décadas más tarde, el Papa Francisco ofrecería una misa teñida de polémica: subió al altar acompañado por un obispo silente y encubridor de un sacerdote pedófilo.

Es en este lugar, que en los 60 albergaba a la escuela de helicópteros de la FACh, donde Freyggang escribió su historia más brutal a partir del golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

Uno de los que padeció aquella infamia fue Jorge Silhi Zarzar. Hasta su casa ubicada en el centro de Temuco, llegaron tres miembros de la FACh y un enfermero civil. Allí encañonaron a su madre y lo sacaron violentamente desde su hogar. Lo trasladaron hasta la Base Maquehue, ubicada a seis kilómetros al suroeste del centro de la ciudad. En aquel recinto, al entonces liceano lo recibiría “La pandilla salvaje”, un grupo compuesto por oficiales y suboficiales, dirigida por Freyggang Campaña.

“Aquí comienza un calvario que yo no me imaginaba que resultaría posible entre seres humanos: interrogatorios reiterados con golpes, con palos, con electricidad y lo peor de todo, el submarino seco, que es la bolsa de nylon que te ponen en la cabeza hasta que tú abras la mano y decidas que quieres hablar. Si lo hacías para aliviarte y no contestaban lo que ellos querían, volvía el submarino seco”, cuenta el hoy abogado Silhi, desde su casa en la capital de la Región de la Araucanía.

En esos días, Jorge Silhi tenía 19 años recién cumplidos. Era un conocido dirigente estudiantil y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por lo mismo, recibió instrucción militar, pero sin alcanzar a pertenecer a las estructuras claves de su partido. En los interrogatorios insistirá que su perfil era intrascendente.

“Jorge Freyggang estuvo en mis interrogatorios y era uno de los que me golpeaba, pero los que más golpeaban eran los suboficiales”. En una de las sesiones de tormento, Silhi -quien siempre estuvo vendado- logró sacarse la bolsa plástica que lo asfixiaba y ahí Freyggang le tomó las manos y las ató con un cinturón.

Tras ocho días detenido en la Base Maquehue, donde lo interrogaron dos o tres veces al día y después de sufrir “una de las peores pateaduras”, Silhi fue dejado en libertad gracias a contactos familiares. “Cuando soy liberado, el que me va a dejar a mi hogar era Freyggang”, recuerda el abogado temuquense, que reconoció la voz de quien daba las órdenes de las golpizas que padeció.

A fines del 73, Jorge Silhi salió del país con destino a Argentina, donde permaneció un año. Volvería a Chile a estudiar Derecho, ya completamente descolgado de una militancia política. Recién a mediados de los 80 defendería a algunos perseguidos políticos de la dictadura de Pinochet.


Jorge Silhi en su casa en Temuco

El apellido Freyggang es repetido en varios procesos judiciales que se sustanciaron por los crímenes cometidos en Maquehue. En ellos, exoficiales y suboficiales sindicaron al entonces teniente como integrante e incluso jefe de la unidad de inteligencia que operó en aquel recinto militar. Varios de los integrantes de la denominada pandilla salvaje fueron condenados y hoy cumplen condena en prisión.
Un reconocimiento inusual

En la hoja de vida militar de Jorge Freyggang Campaña, un documento de 56 carillas manuscritas y entregada por la propia FACh, se consigna que dos semanas antes del golpe militar –y con la edad de 26 años- pasó a ser jefe del Departamento de Inteligencia del Grupo 3 Maquehue de Temuco, donde “tuvo una destacada actuación antes, durante y después de los sucesos del 11 de septiembre de 1973″.

El texto agrega: “Cumplió con valentía y decisión su actuación frente a elementos marxistas, practicando interrogatorios, detenciones, allanamientos y otras misiones”.


Hoja de vida militar de Jorge Freyggang

Como pocas veces, la propia FACh acreditó la participación de uno de sus oficiales en detenciones extrajudiciales. Aún más: Freyggang obtuvo las mejores calificaciones mientras estuvo destinado en Temuco.

El 12 de septiembre de 1975, dejó su rol en inteligencia y asumió distintas labores administrativas; incluso sería el director del jardín infantil del regimiento.

Seis meses después, en la Laguna del Laja, sufrió su primer accidente aéreo cuando estrelló el helicóptero Dell UH-1H que conducía. La institución lo felicitó por su maniobra y concluyó que se debió a una “falla de material”.

A mediados de 1977, solicitó ser dado de baja de la institución “por motivos particulares”. A fines de agosto dejó las filas de la FACh con el grado de capitán, cerrando su hoja militar llena con múltiples loas; “se le puede confiar cualquier misión”, apuntaron sus superiores.

En los días siguientes, regresó a la Patagonia para iniciar su añorado negocio: tener su propia línea aérea. Para ello, se asoció con su suegro Sergio López, quien era dueño de una librería en Punta Arenas. Ambos se endeudaron y en diciembre del mismo año compraron la línea aérea Tama a Luciano Julio, que solo contaba con una aeronave, un maltrecho CC-CAK.

A pesar de lo precario de la firma, Freyggang le dio un nuevo impulso a la empresa: él piloteaba, su suegro era ejecutivo y su mujer atendía el público. Con el viejo avión aumentó la periodicidad de los vuelos entre Punta Arenas, Cerro Sombrero, Porvenir y Puerto Williams.

Pero la gran apuesta de Freyggang fue en 1980: viajó a Estados Unidos para adquirir tres aviones. Tama se ponía pantalones largos y, cada tanto, ponían avisos publicitarios en los diarios locales. Pero sabía que necesitaba algo más grande para remecer el débil mercado aeronáutico de la zona, hasta que ideó su gran golpe de marketing: el domingo 22 de marzo de 1981, su rostro apareció en la prensa local bajo el titular: “Hazaña histórica de empresa magallánica. Abierta ruta comercial a la Antártica. Jorge Freyggang, piloto civil, fue el primero en llegar a la Antártida con un avión comercial.”


El 22 de marzo de de 1981 el diario El Magallanes da cuenta de la hazaña de Jorge Freyggang, primer piloto civil en unir en vuelo América con la Antártida

El viaje hasta la base Teniente Marsh en la Antártida fue su particular homenaje a la institución que lo formó como piloto, el mismo día del aniversario de la FACh, celebrando el aterrizaje de esta hazaña aeronáutica entre los vítores de sus ex camaradas del aire, a quienes les llevó varias sandías.

¿Un espía de los ingleses?

El otoño de 1982 fue durísimo para los habitantes del extremo sur del continente. Argentina estaba en guerra con Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas. Fue una conflagración corta pero sangrienta.

A muy poco andar del conflicto, el alto mando de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) envió a Chile a uno de sus hombres para que consiguiese el apoyo local bajo el más estricto sigilo. El elegido fue Sidney Albert Edwards, un oficial que a sus 48 años hablaba perfecto español y era experto en inteligencia militar. En Londres sabían que estaban dando inicio a una relación quid pro quo, en la que la ayuda sería recíproca: tras la guerra, Chile recibiría seis Hawker Hunter, un radar de larga distancia, misiles antiaéreos y tres cazabombarderos Canberra de reconocimiento fotogramétrico de gran altura. Mientras que los aviadores británicos usarían el espacio aéreo chileno para labores de espionaje, instalando en Punta Arenas un radar que les permitió detectar los movimientos de los cazas argentinos, y varias pistas en las que aterrizaban aeronaves inglesas camufladas como máquinas chilenas.

Pero la ayuda subrepticia hacia los británicos no estuvo exenta de incidentes.


Sea King con las aspas plegadas a bordo de la cubierta de vuelo del HMS Intrepid. Atrás asoma el portaaviones ligero HMS Hermes.


El mapa con la operación frustrada que publicó el periódico inglés Daily Mail en 2014

El 17 de mayo de 1982, el helicóptero Sea King HC-4VC, bajo el mando del teniente Richard Hutching, despegó desde el portaviones HMS Invencible. En el interior iban además ocho hombres del S.A.S., las fuerzas especiales del ejército británico. Era una misión arriesgada y casi suicida. La operación secreta, denominada Plum Duff, tenía como objetivo infiltrar la base aeronaval argentina de Río Grande, destruir los aviones Super Étendard, asesinar a sus pilotos, pero por sobre todo, destruir los 3 misiles AM-39 Exocet que aún mantenía la Fuerza Aérea Argentina, el principal dolor de cabeza para Margaret Thatcher, luego que semanas antes, el 4 de mayo, dos de estos misiles habían hundido al destructor británico HMS Sheffield.


La base Aérea de Río Grande, en 1982, objetivo de los comandos que participaron en la operación Plum Duff

Pero algo falló, y debido a las condiciones climáticas, el teniente Hutching abortó la misión pues había sido detectado por un radar hostil: el copiloto pudo observar una bengala en las cercanías. Decidieron dejar a los comandos SAS en un punto cercano al río Silva. Luego prosiguieron rumbo a Punta Arenas y ya en territorio chileno, el Sea King fue abandonado y destruido por sus propios ocupantes.




El incendio del helicóptero no sólo fue advertido por los lugareños sino que rápidamente se convirtió en noticia internacional. Los tres tripulantes del Sea King decidieron esconderse, hasta recibir nuevas órdenes. Fueron siete largos días en que el incidente pasó a ser un inesperado y casi insalvable conflicto diplomático, hasta que –según rezaba el protocolo- Hutching tomó su teléfono satelital y llamó a Sidney Edwards:

“Entréguense a las autoridades chilenas y yo me ocuparé de que lleguen a Santiago”, fue la instrucción que recibió el piloto. Y así lo hicieron. En los días siguientes abandonaron el territorio chileno rumbo a Londres.


La Prensa Austral publico la noticia del rescate de los tres pilotos del Sea King. Si bien la crónica habla de "misterio", jamás menciona a los 8 comando británicos que iban en el helicóptero


La tripulación del Sea King británico tuvo una salida "oficial". Los tres pilotos dieron una conferencia de prensa al llegar a Santiago, pero negaron la existencia de comandos británicos en el continente

Mientras, los 8 hombres de la SAS seguían escondidos en el sur de Chile, específicamente en la ciudad de Porvenir. Pero no aguantarían mucho tiempo.

Se hacía urgente sacarlos del país, por lo que los oficiales de enlace chilenos contactaron al ex camarada de la FACh, Jorge Freyggang. Los ingleses pagaron una alta cifra con el propósito de resguardar las identidades de sus pasajeros que, de paso, mejoraron las alicaídas arcas de aerolíneas Tama.

Aprovechando la tranquilidad del domingo 30 de mayo, los ocho comandos británicos fueron trasladados desde Porvenir hasta Punta Arenas a bordo de un monomotor. En la capital de Magallanes, los esperaba el Beecheraft Queen Air BE-80 piloteado por Freyggang. Hizo escala en Puerto Montt para cargar combustible y al llegar a Santiago, fueron recibidos por una columna de vehículos que los llevó a una casa de seguridad. Jorge Freyggang respiró tranquilo. La misión secreta había resultado exitosa y la paga generosa. Estuvo 6 días en la capital, reunió a su familia y el sábado emprendió el vuelo de regreso a Punta Arenas.

Sería el último de su vida.



Vecinos de Punta Arenas aún conservan, como souvenirs, pedazos del Sea King que los comandos británicos abandonaron y prendieron fuego tras abortar el ataque a la base de Río Grande

Aquel 5 de junio de 1982 había sido pronosticado con mal tiempo. No era un buen día para volar. Los 1308 kilómetros que separan Puerto Montt con la austral Punta Arenas se encontraban con cielos completamente nublados. Es una geografía compleja y un clima inestable, con vientos bravos. Pero Freyggang se tenía confianza. Había despegado aquella mañana desde Santiago en su Beecheraft Queen Air BE-80. Hizo una escala en el aeropuerto El Tepual de Puerto Montt. Lo acompañaba su esposa Susana López, sus hijos Jorge (9), Patricio (7), Susana (2) y la asesora del hogar, Brunilda Navarro. Despegaron cerca de las 10 de la mañana para volver a su amado Magallanes.

A las 18:10 horas, Jorge Freyggang se contactó con el operador de la torre de control del aeródromo de Chile Chico. Tenía una emergencia:

“Solo veo mar a mi alrededor; también veo la luna. No observo tierra. Me queda combustible para unos 20 minutos, así que trataré de amarar. Búsquenme. No me olviden”.

Fue su último contacto radial.

“Perdido avión de Tama”, tituló al día siguiente diario El Magallanes. La noticia caló hondo en Punta Arenas. Freyggang era un hombre conocido en la austral ciudad y había consolidado cierto prestigio entre los aviadores. Su bigote le otorgaba más años que los 35 que tenía al momento del accidente.


Los archivos oficiales de la Operación Plum Duff fueron desclasificados hace 10 años. Sin embargo, las imágenes del helicóptero británico incendiado en el sur de Chile trascendieron en 1982

“Era un tipo extrovertido, simpático, alegre y ameno. Muy sincero y transparente”, lo recuerda hasta estos días desde su oficina en Punta Arenas, Luis Utman, quien lo conoció cuando ingresaron como cadetes a la Escuela de Aviación en 1965. El destino los volvió a unir a principios de los 80, cuando Luis comenzó a pilotear para la empresa Tama. Por eso le dolió tanto su partida, pues a pesar de la experiencia de Freyggang, poco pudo hacer aquel infausto atardecer de junio de 1982. Los fuertes vientos y escaso combustible lo sentenciaron. Técnicamente se cree que el avión pudo caer entre Punta Arenas y el Mar de Drake. Utman participó directamente en la búsqueda del avión siniestrado, la que se prolongó por dos semanas.

Durante años se especuló que el chileno había sido un espía trabajando para los ingleses y que incluso volaba de manera permanente a Puerto Argentino, en las Islas Malvinas. Incluso se levantó la versión de que su accidente habría sido un atentado de la inteligencia argentina, o que habría fingido su propia muerte y la de su familia, siendo visto años más tarde en Inglaterra, Australia u otro país, que sólo la imaginación popular pudo inventar.

Los rastros de Freyggang Campaña y su familia nunca fueron encontrados.
Daniel Avendaño y Mauricio Palm