El resultado de la guerra
La Guerra que no fue. La crisis del Beagle de 1978Dejando de lado hipótesis y suposiciones, hoy es Vox Populi que el Operativo Soberanía fue una trampa en la que las Fuerza Armadas chilenas cayeron con pasmosa ingenuidad.
El ataque a las islas Picton, Lennox y Nueva no era más que una maniobra de distracción; un movimiento de diversión tendiente a alejar a la escuadra araucana de lo que iba a ser el epicentro de la contienda, a saberse, el sector continental, por donde el ejército argentino iba a penetrar con dificultad, seguramente, pero jamás con los tropiezos que el mal armado ejército de Chile podía ofrecer, ni que decir de la abrumadora superioridad aérea con la que contaba el país agresor.
Aberración jurídica. la Argentina
rechaza el fallo
Como han reconocido y explicado analistas e integrantes de las fuerzas armadas de ese país en reiteradas oportunidades, en especial miembros de su Marina de Guerra, la Armada de Chile no tenía la menor idea de donde se hallaba ubicada la flota enemiga ya que todos sus aviones de exploración habían sido interceptados y obligados a huir. Por otra parte, el submarino “Simpson” jamás estuvo en el Atlántico, ni tuvo a la vista al “25 de Mayo” ni ninguna otra nave argentina y lo que es peor, tanto el portaaviones como el grupo encabezado por el ARA “General Belgrano”, penetraron aguas jurisdiccionales chilenas sin ser detectados en ningún momento.
Oficiales de la Marina chilena han señalado a diferentes medios los puntos por los que se desplazó el venerable crucero hundido por los británicos en 1982, navegando entre las islas Deceit y Hornos, al sur del archipiélago Freycinet, en aguas del océano Pacífico. El “25 de Mayo” hizo lo propio algo más al sur con todas las unidades que componían su grupo, sin que los chilenos se hubiesen percatado de ello y mucho menos, interceptado sus señales.
Pero todavía hay algo algo más grave y es el ingreso de varios batallones argentinos a Chile, la noche del 21 al 22, después de atravesar la frontera sin que los sistemas de alerta y vigilancia del enemigo advirtiesen sus movimientos.
Las graves fallas de la inteligencia chilena van quedando al descubierto con el paso de los años, a medida que se va desclasificando la información.
En centenares de sitios web, en especial sus foros de armamento, delirantes y diletantes han hablado de la flota argentina retirándose mientras era seguida de cerca por los submarinos chilenos. En la página https://elbeagle.webcindario.com/, reproducida en “Extrados. Más allá de la Defensa”, alguien escribió: “Por su parte la fuerza de submarinos seguía a la cuadra a la flota argentina al parecer el Crucero Belgrano habría sido uno de los primeros objetivos de los submarinos chilenos”7.
Claro, como después se supo que su fuerza submarina solo se limitaba a un vetusto Balao que necesitaba salir a recargar baterías durante 8 horas, quien persiguió de cerca de a la escuadra para corroborar que realmente se retiraba terminó siendo la aviación, tal como apunta un tal chicomagno en el sitio RAZONYFUERZA: “La flota argentina se dirigió a Puerto Belgrano, observada por la aviación chilena que la siguió hasta cerciorarse que esa era su ruta, destino al que llegarían para Navidad”8.
Con respecto a un enfrentamiento armado entre Argentina y Chile durante la crisis de 1978, son muchas las publicaciones especializadas en cuestiones militares que han vaticinado la victoria de la primera. Y para ello toman en cuenta su superioridad en materia de armamento, en especial su aviación y su fuerza de submarinos, en la alocada geografía chilena, en la cantidad de hombres, en la pericia y arrojo de sus pilotos, quienes en 1982 asombraron al mundo durante el conflicto del Atlántico Sur; en materia de víveres y abastecimientos que para los chilenos fue un problema serio, sobre todo en lo que a su distribución se refiere y en el hecho de que Chile no contaba con portaaviones y que la última contienda que había peleado era una lejana guerra decimonónica contra dos naciones extremadamente débiles, en un contexto completamente diferente.
A esas publicaciones se han sumado las opiniones de diversos peritos y especialistas de distintas nacionalidades, uno de ellos Raúl Sohr, analista internacional chileno, experto en cuestiones militares y energéticas, que en un programa político emitido por TV Canal 9 Bio Bio en el año 2012, explicó con claridad lo que realmente ocurrió durante la crisis del Canal de Beagle y cuáles fueron sus resultados.
Lo que ocurre es un poco lo que Argentina hizo con Chile en 1978: una movilización militar agresiva en la que se llevaron las cosas al límite y que obligó a que Chile en el fondo se rindiera, rindiera en el sentido de ceder. Algo que chile había ganado en el laudo arbitral de la Corona Británica que eran las islas del Canal de Beagle que le daban a Chile una proyección marítima. Cuando digo rendir es real. Creo que Chile actúo en forma inteligente, en forma cauta y me alegro que se hayan hecho las cosas como se hicieron, al ceder. Era una guerra que hubiera sido infinita, pero infinitamente peor ya que esa proyección marítima era absolutamente irrelevante si se compara lo que nos hubiera representado un conflicto bélico directo con Argentina. Por lo tanto a veces si tienes un enemigo y un adversario más fuerte conviene ceder.
Por otra parte, Santiago Pavlovic, reconocido periodista chileno, célebre por llevar un parche en el ojo izquierdo, manifestó en el programa “90 Matinal” de la TV chilena, la mañana del 28 de enero de 2014, cuando hablaba del fallo que el día anterior había emitido la Corte Internacional sobre el diferendo marítimo entre Perú y Chile:
… verdaderamente perder el paso marítimo es complicado, y como en muchos de los últimos fallos nosotros hemos tenido algún tipo de problemas con Argentina, en algún momento fuimos a un arbitraje y perdimos la Laguna del Desierto en el sur, después tuvimos un arbitraje con Argentina también, en el extremo sur, en que el laudo arbitral de cinco jueces internacionales nos asignó las islas a Chile y Argentina declaró insanablemente nulo ese fallo Y Chile estuvo a punto de ir a una guerra con Argentina por esa situación porque Argentina se negó a aceptar el laudo y prácticamente nos vimos obligados a entrar en una serie de negociaciones en un momento en que había una debilidad política-militar en Chile durante el gobierno de Pinochet por ser un país que no tenía recursos militares para enfrentar a Argentina que era una potencia, ¿no? Chile se vio prácticamente obligado a esa negociación. Con esas islas Chile tenía acceso al […] la proyección de esas islas nos daba acceso al Atlántico, pero ahí se generó todo un asunto y en definitiva nosotros solamente tenemos acceso al Pacífico y los argentinos en el Atlántico, o sea, ese tipo de negociaciones, ese tipo de pequeñas pérdidas, diría yo, también generan la sensación de que a veces la diplomacia nos ha perjudicado…
Contundentes palabras que echan por tierra tantas sandeces elaboradas con prodigiosa liviandad al otro lado de la cordillera.
La versión chilena se desploma
A mediados de diciembre del año 2018, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la crisis del Beagle, la cadena chilena Teletrece (T13) emitió un nuevo programa dedicado al tema titulado La guerra del fin del mundo.Si bien el producto no está exento de extravagancias y expresiones de arrojo, es mucho más realista que cualquier otro elaborada anteriormente y en mérito a la verdad, muestra claramente que algo está sucediendo al otro lado de la cordillera.
Así como autores, historiadores, periodistas e investigadores chilenos vienen admitiendo que el proceso emancipador de su país ha sido una gesta predominantemente argentina (Manuel Gárate, Gabriel Salazar Vergara, Jorge Baradit, Cristóbal García Huidobro, Francisco Ortega), con el transcurso del tiempo están reconociendo que de haber estallado la guerra en el Beagle, hubiesen sido derrotados.
Los casos de Tomás Mosciatti, Raúl Sohr y Santiago Pavlovic son un avance en ese sentido, lo mismo el informe La marcha mortal, sobre la tragedia de Antuco, pero esta nueva entrega desmiente categóricamente las afirmaciones que la sociedad chilena viene repitiendo desde la finalización del conflicto. Para su rodaje, la periodista Mónica Pérez indagó en las causas y el contexto que llevaron al cuasi-enfrentamiento entre ambas naciones, presentando un informe basado fundamentalmente en los testimonios de quienes vivieron los hechos o los han estudiado a fondo.
Por el lado chileno son de destacar la reconocida historiadora Patricia Arancibia Clavel, su hermano, el capitán Roberto Arancibia Clavel, Mariano Sepúlveda, quien fuera comandante del destructor “Rosales”; el escritor Guillermo Parvex, por entonces reservista de telecomunicaciones; el radio operador de la fragata “Condell” Ernesto Paredes, soldados, pobladores y ex funcionarios, especialmente personal del cuerpo diplomático. Salvo algunas excepciones, sus relatos suenan veraces aunque por momentos parecen contradecirse. Por el argentino, el infaltable general Balza, pilotos, militares, periodistas y ex conscriptos aportan su propia opinión.
Si bien la entrega contiene alguna que otra aclamación patriotera, propia de la inseguridad y el temperamento trasandino, termina mostrando abiertamente que Chile no estaba en condiciones de ganar la guerra, carecía de armamento adecuado, su gente no estaba preparada y el poder de fuego de su enemigo era inmensamente superior, especialmente en aviones, tanques, buques y suministros.
La Argentina contaba con un portaaviones, cuatro submarinos, mayor número de blindados, el doble de aeronaves, municiones para una campaña prolongada y lo más significativo, tropas dispuestas a todo.
El programa, lo remarcamos, desmiente lo que se ha venido diciendo en Chile los últimos cuarenta años y según veremos, aporta datos novedosos.
Patricia Arancibia Clavel, varias veces mencionada en este trabajo, dice con acierto que Pinochet nunca quiso la guerra pues como militar sabía perfectamente, que un enfrentamiento con Argentina era llevar a Chile a cien años de miseria. Balza agrega que desde el punto de vista diplomático, para el resto del mundo los argentinos iban a ser invasores y eso tornaba su posición insustentable. Habían estado de acuerdo en ir al laudo y cuando éste les resultó adverso, lo declararon insanablemente nulo, un verdadero absurdo y una aberración desde el punto de vista jurídico.
En los foros de armamento chilenos, en sus revistas “especializadas”, sus artículos periodísticos y sus producciones televisivas siempre se dijo que el ritmo de vida allí siguió su curso normal y muy pocas personas mostraron preocupación. La aseveración es falsa pues como se puede observar a lo largo de la cinta, su gobierno adoptó medidas de urgencia en previsión de un ataque aéreo, entre ellas, habilitar como refugio la recién estrenada Línea 1 del metro y las bóvedas del Banco Central. Según Guillermo Parvex, ante la inminencia de la invasión, el gobierno constituyó un comité de emergencia (mes de noviembre) cuya misión era velar por la población.
Pinochet en persona le ordenó a la prensa no informar lo que estaba sucediendo. Intentaba evitar que cundiera el pánico no solo en la ciudadanía sino también entre las fuerzas desplegadas en el frente pero las noticias se filtraron y dada la belicosidad de sus vecinos, debieron adoptarse medidas de urgencia.
Los chilenos han hecho reiteradas referencias a psicosis de pánico en nuestro país con ejercicios de obscurecimiento en las principales ciudades, la gente corriendo a los refugios e incluso abandonando sus hogares por temor a la guerra, un absurdo tejido ex profeso para cubrir su indefensión.
En la Argentina nadie entró en pánico, no hubo tales prácticas y la vida transcurrió normalmente a sabiendas de que ni la aviación enemiga ni el resto de sus fuerzas se hallaban en condiciones de alcanzar blancos de significación. Quien desee indagar al respecto solo debe consultar los medios gráficos de la época para comprobar que nada de eso es real.
No solo en la junta militar argentina hubo desavenencias.
El 24 de julio de 1978 Pinochet expulsó del gobierno al
general del aire Gustavo Leigh Guzmán
Quienes vivieron momentos de tensión fueron ellos, en especial los pobladores del extremo sur. El comerciante Fernando Calcuta explica que en la región de Magallanes esa sensación era muy fuerte, sobre todo en Punta Arenas, Puerto Natales y Puerto Williams. Susana Suárez, en esos días presidenta de la Cruz Roja de la primera localidad, confirma tales aseveraciones y añade que la población estaba en extremo inquieta, tanto, que como dice Calcuta, por momentos llegó a cundir el pánico. La gente desabasteció supermercados, almacenes y despensas, hubo tensión y el miedo fue tal que hasta se levantaron refugios y cavaron trincheras en los jardines de las casas.
"Nadie 'arrancó' (escapó) ni salió de la ciudad", asegura Calcuta pero como hemos visto en otra parte de éste trabajo hubo gente que juntó sus cosas, abordó sus vehículos y dejó las ciudades.
La abismal disparidad de fuerzas es algo que el programa chileno recalca constantemente. Entre los ejemplos que Mónica Pérez ofrece, allí donde el país araucano puso ocho tanques M41 Walker Bulldog, el ejército argentino colocó ochenta.
Los chilenos se han referido en numerosas oportunidades a las discrepancias que tenían lugar en el seno de la junta militar argentina pero parecen olvidar la destitución del general del aire Gustavo Leigh Guzmán el 24 de julio de 1978, a raíz de ciertas desinteligencias con Pinochet.
-¡Que la conducta del señor general Leigh –anunció con su característica voz aflautada el general Pinochet a través de la cadena nacional de radio y televisión- tipifica la imposibilidad absoluta de continuar ejerciendo desde esta misma fecha los cargos de miembro de la honorable junta de gobierno y comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile!
Los vuelos rasantes de la aviación argentina fueron una constante a partir de diciembre. Uno de sus pilotos, el capitán Jorge Eduardo Baravalle, confirma haber llevado a cabo misiones aerofotográficas sobre los puntos donde se presumía debían estar escondidos los aviones enemigos.
-Hoy todos coinciden en que el desequilibrio de fuerzas hubiera sido fatal para Chile – sentencia Mónica Pérez.
-No es como ahora.–explica Héctor Caneleo, especialista en armas y explosivos en 1978 – Ahora la aviación nuestra es poderosa, pero en esa época no.
-¿Cuántos aviones de combate tenía Chile? [se refiere al área de en Punta Arenas, Puerto Natales y Puerto Williams].
-Acá en esa época teníamos doce A37 y ocho Hawker Hunter.
-¿Y los aviones argentinos cuántos eran?
-No – responde Canelo haciendo un gesto de resignación – en cantidad eran superiores a nosotros.
Baravalle remarca la casi inexistencia de aeronaves enemigas dado que no fue detectada ninguna en toda la Patagonia.
Chile contaba entonces con 52 cazabombarderos y 28 transportes, contra 118 y 44 de su oponente. En materia de helicópteros, los trasandinos apenas disponían de 16 en tanto los argentinos 47. Los pocos Northrop F-5 operables fueron destinados a la defensa de Santiago, Valparaíso y Antofagasta, en el sector centro/norte del territorio.
En el programa de Teletrece, soldados argentinos ratifican que el 22 de diciembre atravesaron la frontera por el norte y penetraron tres kilómetros dentro de Chile hasta que una tormenta de viento y arena los obligó a regresar y aguardar nuevas instrucciones.
-Era imposible ver por la arena.
-Atravesaron por San Pedro de Atacama, ahí está Calama, ahí están las minas – dice Mónica Pérez.
Es decir, no solamente por Tierra del Fuego y Santa Cruz se transpusieron los límites sino en diferentes puntos de la geografía cordillerana.