Por: Eduardo Julio Rodi
Parte 1
En el transcurrir de los años en los que he tenido el placer de volcar algunas reflexiones en estas queridas páginas, los fieles seguidores de Magnum habrán apreciado que en dos oportunidades, me he dedicado a un tema que sin duda guarda un interés particular para los amantes de los sistemas arma-cartucho. Me estoy refiriendo al calibre 5.56 x 45 mm.
Casi en los comienzos de nuestro camino en común, en el número 42 de esta revista, me ocupaba de relatarles en “Una Llamativa Historia” las características técnicas principales de este sistema nacido con el nombre de .223 Remington. Mas tarde respondiendo a una campaña sostenida, y creo ligada a intereses ajenos al bien común, en pos de que nuestras Fuerzas Armadas cambiaran de sistema adoptando este pequeño calibre, con el título “Reflexiones sobre un Cambio Faraónico” en el número 114 de Magnum, planteaba mi oposición a tal modificación. En aquella oportunidad, fundamentándolo no solo en cuestiones técnicas, sino además en económico-sociales, las cuales lamentable-mente han tomado una dimensión que pocos podían imaginar en aquella oportunidad. Tal oposición, también se apoyaba en la opinión de prestigiosos especialistas en el tema, además del accionar de la mayor parte de los países desarrollados del mundo.
En las dos oportunidades, y de manera lateral, mencioné un hecho que ocupó una parte importante de los comienzos en esta profesión, en la que ya llevo casi tres décadas de desarrollo. Mi papel en uno de los proyectos más ambiciosos de los que tuve oportunidad de participar.
El Director de nuestra revista me llama hace algunos días, para comentarme que había llegado a sus manos un fusil cal. 5.56 x 45 mm grabado con la identificación “PROTOTIPÒ 02”, y sugiriéndome el título que finalmente encabeza estas líneas, me solicita que redactara un artículo al respecto.
Este hecho me trasladó mentalmente a una década en la que sin duda, podemos encontrar las raíces de muchos de los padecimientos actuales y sueños truncados de toda una generación de argentinos, a la cual pertenezco. Y justamente si de sueños truncados se trata, la historia que pienso relatarles a lo largo de estas líneas, resulta un fiel ejemplo de lo que es capaz técnicamente nuestro país, y sus falencias en cuanto a dirigentes visionarios se refiere; lo que algunos llaman ESTADISTAS.
Esta historia tiene su inicio cuando corrían los primeros años de la década de los setenta, específicamente en el año 1.973 el Ejercito Argentino comienza a manejar la información de que, en función a los distintos planes de modernización de las fuerzas Armadas de los países desarrollados, era probable que en la década siguiente se planteara la posibilidad de adoptar un nuevo sistema para el soldado de infantería.
La Jefatura III del Estado Mayor General del Ejército, en el año 1.974 ordena a los institutos que por aquellos años se dedicaban a la investigación y el desarrollo, estudiaran la factibilidad de diseñar un fusil de asalto capaz de satisfacer los requerimientos técnicos y operacionales, que se estaban exigiendo para el futuro inmediato. De esta manera nace el proyecto de nuestro sistema arma-cartucho del cual, el Fusil de Asalto Argentino formaba parte. Justamente de sus iniciales, tomaría la primer denominación con la cual se lo conoció en el pequeño círculo en el cual se concibió: F.A.A. 81.
Bajo el número DGFM 1424, y con fecha 4 de mayo de 1976, se materializa el contrato mediante el cual se encomienda a la Dirección General de Fabricaciones Militares, más conocida como FM, el desarrollo del sistema al cual me estoy refiriendo. Del fusil, se encargaría la hoy lamentablemente desaparecida Domingo Matheu; del cartucho, la Fábrica Militar “Fray Luis Beltrán” que en la actualidad reúne con esa denominación, a los dos establecimientos en la ciudad homónima de la provincia de Santa Fe, y de la pólvora la Fábrica Militar Villa María.
Luego de cuatro años de trabajo, cinco ejemplares prototipos fueron preparados con el objetivo de presentarlos ante la Comisión Especial de Pruebas y Evaluaciones (conocida como CEPE), que se había convocado para el 29 de junio de 1.981. Aquí me permito un paréntesis, para realizar un reconocimiento a dos de las personas que comandaran el equipo de técnicos y profesionales que participaron en el desarrollo de este fusil: me refiero al Ing. león J. Lifschitz y al Sr. Enrique Chichizola, del Departamento Ingeniería del Producto de la F.M. “Domingo Matheu”. Repasemos en el siguiente cuadro algunos de los hitos importantes en la historia de este fusil:
4 de mayo de 1976: Se firma el contrato DGFM 1424 que da inicio a las tareas de desarrollo.
Febrero de 1977: Se finaliza el diseño, y se aprueban los planos de definición del arma.
Junio de 1979: Se finalizaron los primeros prototipos(entre ellos el n° 02).
29 de junio de 1981: Constitución de la CEPE
30 de octubre de 1982: Primera Entrega de 30 fusiles
30 de junio de 1983: Segunda entrega de 20 fusiles
Contemporáneamente, a unos veinte kilómetros hacia el norte, en la ciudad de Fray Luis Beltrán se desarrollaron las tareas tendientes a lograr el otro protagonista de esta historia. Bajo el concepto de la munición que originalmente intentaran imponer los Estados Unidos durante la guerra del sudeste asiático (con bala tipo M 193), se realizaron los diseños de herramentales y modificación de las máquinas de producción. Como ya les mencionara en mi artículo del número 114, finalmente la munición que la NATO estandarizó como segundo calibre, no fue la que inicialmente se planteó como objetivo del proyecto; se terminó adoptando la bala tipo SS 109 belga.
Aquellas máquinas, que desde principios del siglo XX le permitieron a nuestro país ser uno de los pocos de Latinoamérica en contar con un sistema integral de producción para la defensa fueron adaptadas, de su original diseño para producir el cartucho 7.65 x 54 mm Mauser, al pequeño calibre en el cual Eugene Stoner fundamentó su difundido sistema, el AR 15.
Tanto el arma nacional, como el cartucho 5.56 x 45 con bala tipo M 193 superaron la etapa de prototipo, realizándose del primero cincuenta ejemplares, y del segundo dos lotes productivos, que finalmente fueron comercializados en los años posteriores. Veamos un detalle de la munición fabricada en aquellos años:
Un Grato Reencuentro
Luego de que Alberto Rossi me brindara los datos del fusil que casualmente había caído en sus manos, comencé a rastrear en mi archivo los antecedentes de los trabajos que habíamos realizado por aquellos años. Como en todo desarrollo como del que se trata, además de los ensayos iniciales de los prototipos, se evalúan los integrantes del lote piloto con ejemplares de diferentes orígenes, teniendo por finalidad la evaluación de su comportamiento de manera comparativa. Con fecha 21 de marzo de 1984, encuentro un informe describiendo una de estas evaluaciones a las que hacía referencia, y releyéndola me llevo la sorpresa de encontrar entre las armas empleadas, el fusil “PROTOTIPO 02”. Sí, casualmente el mismo que Alberto tiene hoy en sus manos y cuyas fotografías ilustran esta nota. Que increíbles son las vueltas que tiene la vida; y las casualidades no terminan aquí, ya que este fusil estuvo en Fray Luis Beltrán por aquellos años y en mi poder, ya que fue uno de los ejemplares que la Fábrica Militar “Domingo Matheu” nos había entregado para las evaluaciones que periódicamente realizábamos con la munición.
Veamos un detalle de las siglas que tiene grabada este fusil, y sus significados:
Se trata de uno de los primeros ejemplares denominado FAA 81, que fuera reintegrado en el año 1986 a su fabricante original, para luego recorrer un camino sinuoso, hasta llegar a las manos de su actual poseedor.
¿Pero que sucedió con tanto esfuerzo intelectual y físico de las instituciones y personas que intervinieron en ambos proyectos?.
Un Sueño Frustrado
Lamentablemente en los últimos años, para los argentinos resulta muy común hablar de sueños frustrados. Seguramente una gran cantidad de compatriotas, hasta hace algunos años, todavía seguían pensando que con la democracia se come, se cura y se educa; otros tantos aun están esperando la revolución productiva. Mejor ni hablar de los que confiamos en el hombre que se iba a convertir en el profesional que más necesitáramos en el momento oportuno (¿recuerdan la propaganda de campaña?), y se perdió una oportunidad histórica durmiendo una siesta eterna. Seguramente a cada uno de esos sueños truncados, todos los Argentinos podríamos agregar los de tipo personal.
El sistema que no fue, según el título de Alberto, no sólo resulta para quien suscribe estas líneas una frustración a título personal, sino profesional y nacional.
Cuando ya habíamos consolidado la producción de la versión con punta tipo M 193, y estábamos trabajando en los estudios de la SS 109, recibimos una orden de suspender todos los trabajos inherentes al nuevo desarrollo mencionado. Esto no solo involucraba las tareas iniciadas respecto del cartucho, involucrando en ellos los correspondientes a la pólvora que venía realizando la Fábrica Militar “Villa María”, también incluían a los del fusil. Debido a este hecho, solo se cumplió con la entrega de cincuenta unidades, de las que inicialmente se remitieron treinta a diferentes unidades del Ejercito, distribuidas a lo largo y ancho de nuestro país con el objetivo primario de realizar pruebas intensivas de campo con diferentes climas y condiciones ambientales. Del resultado de la mencionada evaluación, se realizaron modificaciones en lo referente, entre otras variables, a la estanqueidad del fusil. A partir de estos ajustes al diseño original, el fusil cambia de denominación y pasa a llamarse FARA 83 (Fusil Automático República Argentina).
Con fecha 12 de noviembre de 1994, y fundamentando en uno de los tantos ajustes del Estado Nacional que nunca brindaron los resultados que sus mentores enunciaban, se suspenden todos los desarrollos de acuerdo a ordenes emanadas del Poder Ejecutivo Nacional.
Esta breve historia, salvando las distancias, rememora aquel desarrollo encarado en la Fábrica de Aviones de Córdoba. Me refiero al I.A. 27 “Pulqui I”, el primer avión a reacción fabricado en nuestro país, convirtiéndolo en la quinta nación en el mundo en contar con un avión de este tipo de diseño propio. Si nuestros diferentes mandatarios hubiesen tenido la visión de estadistas, a la que ya hice referencia, quizá hoy seríamos una potencia en la producción de aviones como lo es nuestro vecino Brasil, y la Fábrica de aviones no estaría en manos de la Lockheed Martin presentándose en negociaciones de suministro a Colombia de 24 aviones AT-63 Pampa.
Si en la década de los ’80 del siglo pasado, se hubiese tenido esa misma visión que reclamaba, hoy podría ser Fabricaciones Militares la que estaría suministrando un sistema moderno de armas a nuestra Armada. De esta manera no hubiese sido necesario que se erogaran divisas en la compra de fusiles, cuyo modelo los EE UU están estudiando reemplazar, tal como se pudo leer en la nota n° 157 de esta revista (Sistema Integrado de Armas F2000). El 18 de abril de este año, a bordo del Boeing 707 matrícula LV-WXL de nuestra Fuerza Aérea, arribó a la base Aeronaval Comandante Espora un lote de fusiles M16A2 nuevos, algunos dotados de lanza-granadas incorporado y con su correspondiente munición. Los fusiles fabricados por Colt, y la munición seguramente por alguno de los Arsenales estatales que poseen los norteamericanos, le quitaron la posibilidad a más de un compatriota de tener trabajo y a otros a desarrollarse profesionalmente, en un tema en el que nuestro país aun conserva un potencial desaprovechado.
Publicado originalmente en la revista Magnum
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