El acercamiento argentino-norteamericano: otro instrumento de la diplomacia argentina para fortalecer su posición negociadora frente al gobierno chileno
Historia de las RR.EE. argentinasAnte las dificultades que originaron tanto las divergencias de interpretación entre las autoridades argentinas y chilenas por el alcance del término divortium aquarum, como la delimitación en el terreno según el ambiguo criterio de las "altas cumbres que dividen las aguas", establecido por el tratado de 1881, el riesgo de que estallara la guerra entre la Argentina y Chile volvió a presentarse. A su vez, la intervención norteamericana en la guerra civil chilena de 1891, en favor del derrocado régimen del presidente José Manuel Balmaceda, provocó un serio conflicto diplomático entre los gobiernos de Estados Unidos y Chile, que las autoridades argentinas intentaron explotar en su favor. De este modo, la diplomacia argentina procuró un acercamiento con el gobierno norteamericano destinado a fortalecer su posición negociadora frente a las autoridades chilenas.
USS Baltimore
El incidente causado entre los gobiernos de Estados Unidos y Chile, por el desembarco de la tripulación del Baltimore en el puerto de Valparaíso en octubre de 1891 (1), contó con la participación del ministro de relaciones exteriores argentino, Estanislao Zeballos, quien fue titular del servicio exterior entre octubre de 1891 y octubre de 1892, durante el gobierno de Carlos Pellegrini. De acuerdo con Robert N. Burr, la cancillería argentina trató de aprovechar el conflicto entre Estados Unidos y Chile para consolidar su posición en la disputa limítrofe, utilizando para ello dos mecanismos. El primero fue la promesa de ayuda del canciller Zeballos al gobierno norteamericano, en caso de guerra con Chile, y su ofrecimiento de "abastecer de ganado y otros productos a las fuerzas de Estados Unidos en Antofagasta en el plazo de seis días", si esa plaza era tomada por los norteamericanos. El segundo consistió en presentar al gobierno chileno para su discusión, y por vez primera, las diferencias interpretativas del tratado de 1881, aprovechando la coyuntura doblemente crítica para la administración post-Balmaceda de conflicto con Estados Unidos y de su debilidad política interna (2).
El grado de participación argentina en el conflicto chileno-norteamericano fue objeto de debate entre autores chilenos y argentinos. La historiografía chilena acusó a Zeballos de ofrecer al ministro plenipotenciario norteamericano en Buenos Aires, John R.G. Pitkin, no sólo abastecimiento sino también el libre tránsito para atacar a Chile, solicitando a cambio partes del territorio trasandino. Por ejemplo, Dupouy Grez habla de "un plan de hostilidades argentinas hacia Chile inspirado por el canciller Zeballos". Ante las dificultades presentadas en la comisión de límites argentino-chilena, Zeballos transmitió al gobierno de Estados Unidos una valiosa información sobre los armamentos de Chile (3). A la vez, Oscar Espinosa Moraga, en su libro El precio de la paz chileno-argentina, acusó al ministro de relaciones exteriores argentino de recurrir a la diplomacia norteamericana para zanjar los entredichos fronterizos pendientes y "polonizar" a Chile (4).
Por su parte, el especialista chileno José Miguel Barros Franco, basándose en una nota del representante trasandino en Washington, Aníbal Cruzat, menciona un supuesto ofrecimiento argentino, efectuado por el entonces ministro argentino en Washington, Vicente G. Quesada, al secretario de Estado, James Blaine, de facilitar el tránsito de las fuerzas estadounidenses por territorio argentino y prometer el abastecimiento de carbón a la naves norteamericanas. Este ofrecimiento se hizo a fines de 1891, estando ya Zeballos al frente de la cancillería argentina, y pudo ser conocido, de acuerdo con los documentos y autores chilenos, por las confidencias del ministro de Brasil en Washington, Salvador de Mendonça. Barros también consideró los oficios enviados a su gobierno por el ministro norteamericano en Buenos Aires Pitkin. Uno de éstos, según el autor chileno, confirmaba la responsabilidad de Zeballos en el incidente chileno-norteamericano. En dicho oficio, Pitkin informaba sobre su entrevista con Zeballos, ratificada luego en un despacho cablegráfico (días 25 y 30 de enero de 1892). El documento corroboraba los indicios encontrados en una carta del ministro chileno en Buenos Aires, del 4 de enero de 1893, obtenida de un funcionario de la embajada norteamericana en esa ciudad. En la entrevista de Zeballos con Pitkin, el canciller argentino había expresado el "pleno" apoyo al gobierno norteamericano en su acción contra las autoridades de Santiago; había ofrecido abastecimiento y ganados a las tropas norteamericanas, y finalmente había brindado una amplia información secreta acerca del poder militar chileno (5).
El historiador Roberto Etchepareborda polemiza con Barros Franco y con otros autores chilenos, analizando las fuentes tenidas en cuenta por éstos. Respecto de la nota del ministro chileno en Washington, Aníbal Cruzat, Etchepareborda señala una serie de factores que disminuirían su valor testimonial. En primer lugar, dicha fuente no se encuentra respaldada en la bibliografía chilena por documentación de origen norteamericano: sólo se basa en el despacho original, a su vez basado en pareceres de terceros. Asimismo, Etchepareborda sostiene que el origen de esa información es tendencioso, pues proviene de un actor -el informante brasileño- interesado en exacerbar el enfrentamiento argentino-chileno, justamente en una coyuntura caracterizada por la actualización del diferendo argentino-brasileño sobre Misiones. Por último, Etchepareborda menciona un problema de correspondencia de fechas: el ofrecimiento de Quesada a Blaine se habría realizado a fines de 1891, y el despacho de Cruzat, dando cuenta del mismo, estaba fechado mucho tiempo después, el 15 de diciembre de 1892, hecho que demostraría la intencionalidad política y tendenciosa del mismo.
Respecto de los documentos enviados por el ministro Pitkin al secretario de Estado Blaine, Etchepareborda reconoce que demuestran una actitud militante de Zeballos, en el sentido de procurar el respaldo norteamericano a los reclamos limítrofes argentinos, frente al gobierno de Chile. Pero la jugada del canciller argentino, según Etchepareborda, no estuvo orientada por el móvil de "polonizar" a Chile que le atribuyen los autores chilenos. La nota y cable de Pitkin sostienen que el apoyo ofrecido por Zeballos a Estados Unidos en su conflicto con Chile fue "moral", y no material, como sostienen los autores trasandinos. Y si bien Zeballos facilitó a Pitkin un listado sobre el poder bélico chileno, no se trató del total potencial de la nación trasandina, como acusa la mayoría de los historiadores chilenos, sino del armamento traído para el gobierno de Balmaceda.
Diplomático argentino Estanislao Zeballos.
De acuerdo con Etchepareborda, el ofrecimiento de ayuda "moral" al gobierno norteamericano, y el otorgamiento al ministro Pitkin de un listado del armamento traído para el caído gobierno de Balmaceda fueron "gestos" simbólicos de Zeballos tendientes a ganar la amistad de las autoridades de Washington, es decir, ganar un posible aliado en las difíciles discusiones limítrofes argentino-chilenas, y en el contexto de los problemas derivados de la crisis Baring, tales como la amenaza de intervención conjunta europea. Además, Etchepareborda alega que los autores chilenos olvidan tanto los artículos publicados por El Ferrocarril de Santiago en 1898 - donde se niegan explícitamente los cargos más extremos acerca de la supuesta actitud intervencionista argentina-, como el texto de la respuesta del secretario de Estado Blaine a los cables del ministro norteamericano en Buenos Aires Pitkin. La respuesta de Blaine a los cables de Pitkin -del 25 y 30 de enero de 1892- está fechada el 30 de enero de 1892, y parece demostrar el carácter "moral" del respaldo argentino al gobierno norteamericano:
Asegure ministro de Relaciones Exteriores de la cordial satisfacción con la que recibimos seguridad de apoyo moral y buena voluntad de la República Argentina. Las cuestiones pendientes entre los Estados Unidos y Chile prometen ceder a un arreglo pacífico, y tal resultado es intensamente deseado por este Gobierno en prosecución de su objetivo de mantener relaciones de estrecha amistad con todas las naciones americanas. Si algún cambio desfavorable llegase a producirse usted será informado.
Asimismo, para refutar a sus colegas chilenos, Etchepareborda cita las propias palabras de Zeballos en 1900 y 1902. En la primera de las fechas, éste expresó:
El telegrama intemperante e imperioso a una gran potencia produjo el resultado que debía producir. Apareció una escuadra blanca en el puerto de La Plata, con orden de marchar sobre Chile. Y esta vez, ironía del destino, esa escuadra se detuvo en el Plata, por la intervención de un Gobierno que significó a los Estados Unidos que cualquier conflicto con una nación sudamericana hería el sentimiento solidario de la América del Sur; y cuando el ministro Blaine gestionó buques de guerra argentinos, en pleno incidente del "divortium aquarum", tuve el honor de contestar por el Gobierno de nuestro país, al americano, rehusando nuestros buques y la ocasión de quebrantar el poder de Chile con ayuda extranjera.
En 1902, Zeballos reiteró el carácter exclusivamente "moral" de su acercamiento a Washington en los siguientes términos:
Políticos frívolos e intrigantes me han atribuido en Chile y en la Argentina el plan, pero hay prueba en contrario en los archivos públicos, como hay que me negué a cooperar eficazmente a la acción de los Estados Unidos ... para asestar a Chile un golpe mortal a raíz del suceso del Baltimore... Sobran también los documentos para comprobar que en aquel momento, el más agudo de la cuestión argentino-chilena, manifesté al gobierno norteamericano, respondiendo a una consulta de Mr. Blaine, que la República Argentina, miraría con desagrado el ataque a Chile, y que éste produciría en Sud América un efecto moral y comercial muy desfavorable a Estados Unidos (6).
Sin embargo, el análisis de Etchepareborda merece algunos comentarios. En primer lugar, como señala este autor, el informe de Cruzat a su gobierno debería estar apoyado por otras fuentes para que el hecho del cual da cuenta -ofrecimiento del gobierno argentino al secretario Blaine de facilitar el tránsito por territorio argentino y promesa de abastecer de carbón a las naves norteamericanas- pueda ser tomado por cierto.
En cambio no parece acertada la evaluación que Etchepareborda hace de los documentos enviados por Pitkin a su gobierno. En este caso parece estar claro que Zeballos ofreció apoyo moral y también material de su gobierno. Respecto del primero decía Pitkin en su informe:
El 23 del presente, el Ministro de Relaciones Exteriores me expresó la seguridad más enfática de que el Gobierno sentía un vivo interés por la cuestión chilena con nuestro país y declaró que aunque estaba persuadido de que los Estados Unidos eran ampliamente capaces de mantener su posición a través de cualquiera prueba que pudiera sobrevivir, "la República Argentina estaba lista para prestarles todo el apoyo moral y declararlo en nota oficial, si se lo invitaba a hacerlo".
En cuanto a la ayuda material ofrecida, Pitkin expresaba:
El Ministro entonces sacó un mapa de Argentina y Chile e indicó allí la provincia argentina de Salta como una riquísima zona ganadera, desde donde, en caso de guerra entre nuestro país y Chile, podía mandarse ganado en pie en seis días, sin dificultades, por senderos que están sembrados de alfalfa a frecuentes intervalos, hasta Calama, punto del ferrocarril boliviano, distante cuatro horas de Antofagasta, en la costa del Pacífico.
Dijo que la provincia de Tucumán al sur de Salta era rica en azúcar y otros abastecimientos para los cuales era corriente el servicio de mulas hasta Calama, el que se demostraría expeditivo; que Antofagasta sería absolutamente esencial como nuestro "rendiz vous" naval, porque tenía la única agua dulce de la costa norte de Chile, que arrancaba del lado cordillerano Aguas Blancas, a unas veinticinco millas al este; que gran parte de Chile al norte y al sur de Antofagasta era muy árida "y no podían cruzarla las tropas desde el sur con miras a interrumpir nuestros suministros desde el este; que la ocupación de Antofagasta aislaría la flota chilena de la región superior de las salitreras"; que hay comunicación telegráfica regular y expedita desde Buenos Aires por la capital de Salta de ese nombre, a Tupiza, en la frontera boliviana y de allí, a través de Calama, por el ferrocarril, a Antofagasta y que "Buenos Aires podría resultar muy útil para nosotros para recibir productos frescos y mandarlos por ferrocarril al interior, para su transporte en mula a Chile".
"Manifestó que los Estados Unidos podían comprender sin reservas que en la medida en que esta República pudiera servirlos sólo se necesitaba pedir el servicio para asegurárselo"- y otra vez observó que "en cualquier momento que yo deseara solicitar oficialmente una clara declaración del Gobierno argentino acerca de nuestra actitud hacia Chile, ella se haría" (7).
De esta manera, al señalar el ministro Zeballos las ventajas de Antofagasta para las operaciones norteamericanas y ofrecer abastecimiento para dicha región desde territorio argentino, además de proporcionar la lista del armamento traído para el depuesto gobierno de Balmaceda, no puede negarse que estaba ofreciendo ayuda material. A su vez, este despacho confiere mayor credibilidad al ofrecimiento relatado por Cruzat en su informe.
Por otra parte, el hecho mencionado por Etchepareborda de que en la respuesta del secretario Blaine a Pirkin sólo se mencionaba la ayuda moral, no parece ser prueba de que el ofrecimiento de ayuda material no hubiera existido. Lo que se traduce de tal documento es que, habiendo optado el gobierno norteamericano por la solución pacífica en su conflicto con Chile, el ofrecimiento para el caso de guerra no era tenido en consideración.
En lo que sí puede haber divergencias es en la evaluación de lo que buscaba el canciller argentino con la posición asumida. La historiografía chilena ha acusado a Zeballos -adversario constante de su país- de intentar zanjar los conflictos fronterizos pendientes, y hasta de "polonizar el país trasandino". Frente a este argumento, debe recordarse que tanto el gobierno argentino como el norteamericano comenzaron apoyando al gobierno constitucional chileno contra la rebelión de los congresales y la clase conservadora. Como señala Etchepareborda, el presidente Balmaceda era respetado entre los miembros del gobierno y la opinión pública argentina. Evidentemente el triunfo de los rebeldes chilenos hizo quedar descolocado al gobierno argentino. También es convincente el motivo que señala Etchepareborda para la política argentina de apoyo a Estados Unidos, es decir, el objetivo de contrarrestar el peligro de intervención europea como consecuencia de la crisis Baring. Pero ni la defensa en su momento del presidente Balmaceda, ni el acercamiento a Estados Unidos por el motivo mencionado explicarían el ofrecimiento material realizado para el apoyo a Estados Unidos en caso de guerra contra Chile. Esto habría buscado por parte del gobierno argentino un debilitamiento del país vecino para poder obtener una solución a los conflictos pendientes favorable a los intereses argentinos.
Nota del administrador
Durante décadas personajes chilenos esgrimieron el caso Baltimore como un enorme caso de traición argentina hacia Chile, promoviendo la acción de una potencia extranjera contra su vecino. Ese rumor fue difundido por un diplómatico brasileño a colegas chilenos, rumor que no era precisamente inocente en un ambiente de mutuos recelos entre Argentina, Brasil y Chile. Solo las acciones de Zeballos, si es que existieron, fueron comentarios sin ninguna acción real de contraparte. Finalmente, cuando le llegó la oportunidad, fue Chile la que atacó por la espalda a Argentina durante la guerra de Malvinas, colaborando efectivamente como un país en guerra apoyando realmente, sin nada de comentarios, a una potencia extranjera.
Más allá de las buenas relaciones circunstanciales, Argentina siempre se debe cuidar de Chile, no las tienen jurada. Actualmente no existe un poder militar nacional argentino que pueda frenar las pretensiones chilenas, debemos atenernos al humos de la clase política chilena en si nos quitan la Patagonia o no. La actual clase política argentina, tan carente de verdaderos estadistas, debe entender que el poder militar fuerte, verdaderamente disuasivo, es la mejor garantía para sostener nuestra soberanìa e integridad territorial. No podemos poner esos principios en manos de la buena voluntad de nuestros vecinos, que como ya hemos visto recientemente, no duran toda la vida.
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