La dama de hierro de las tropas blindadas
15:14 30/03/2012
Por Elena Kósova, RIA Novosti
Cuando la coronel ingeniero de las tropas blindadas Liudmila Kalinina cumplió 95 años, fue al museo de blindados en la ciudad de Kúbinka, al oeste de Moscú, para despedirse de sus carros de combate. Allí dio un beso a los carros de combate soviéticos T-40, T-70 y T-34.
9 órdenes, 55 medallas y el kazachok
La coronel Kalinina habla inglés
La guerrera de la coronel Kalinina pesa unos siete kilos, pues la adornan nueve órdenes y 55 medallas. Sin embargo Liudmila Kalinina, a sus 96 años de edad, sigue bailando en ocasiones especiales con ella puesta la enérgica danza rusa, kazachok.
Tampoco se niega a tomar una que otra copita de coñac o de vodka, odia hablar de salud y es capaz de pasar horas hablando de los carros de combate. Y, según confiesa, también sigue soñando con el grado de general.
“No mires si estoy delgada: si te doy caerás en seguida, que mis brazos siguen teniendo fuerza”, dice la coronel guiñando un ojo al cámara de la agencia RIA Novosti. “Con mujeres no me pego”, añade mirando a la corresponsal.
En las asociaciones de veteranos de guerra de Moscú la conocen como “abuela de las tropas blindadas” y tratan de ayudarle en lo que pueden. Los periodistas dicen que una mujer como Kalinina no necesita tutores y la llaman “la dama de hierro de las tropas blindadas”. Durante la guerra, en el frente la llamaban “Liudmil”, una forma masculina inexistente de su nombre “Liudmila”.
No se admiten mujeres
Los padres de Liudmila Kalinina, Iván y Kapitolina el día de su boda en 1912 © Photo del archivo personal de L. Kalinina
Nació en el siglo pasado, en 1915, en Ufá, una ciudad rusa en los Montes Urales. Pronto sus padres se trasladaron a Moscú donde Liudmila, con 13 años de edad, entró a trabajar como aprendiz de ajustador en la famosa Fábrica de Automóviles Lijachiov de Moscú.
De día trabajaba, por la noche iba a las clases en la escuela de obreros, como hacían miles de jóvenes en la Unión Soviética. A los 18 años obtuvo la cualificación profesional del ajustador.
Por aquella época una comisión de la Academia Militar de las Tropas Blindadas visitó la fábrica para seleccionar a los jóvenes que estudiarían en la facultad de ingeniería.
“Todos, claro está, se quedaron sorprendidos: mis padres, mi hermano mayor, cuando les anuncié que yo también quería estudiar en la Academia Militar”, recuerda Liudmila.
Superó todas las pruebas físicas y de conocimientos, pero a la hora de completar el grupo de jóvenes que se marcharían al campamento para hacer un curso preparatorio, no llegó a formar parte de él. “Más tarde supe que en el año 1934 la dirección de la Academia recibió una orden del Kremlin de no admitir a las mujeres”, cuenta Kalinina con semblante triste.
Una llamada mágica
Más triste se sentía en aquel momento. Pasada una semana de haber recibido la negativa, el director de la fábrica, Iván Lijachiov, la sorprendió llorando detrás de la máquina. Al conocer la desgracia de la joven, Lijachiov la tomó de la mano y la llevó a su despacho.
“Llamó directamente al comisario político de la Academia Militar y le dijo qué pasaba, cómo podían hacer llorar a una joven tan entusiasta, miembro de Komsomol (la organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética)”, recuerda Kalinina.
Después de la llamada del director, Liudmila Kalinina pudo ingresar en la Academia siendo la segunda chica entre 160 alumnos.
Agente secreto Liudmila Kalinina © Photo del archivo personal de L. Kalinina
Afeitados como ella
En el campamento preparatorio recibieron formación militar: les enseñaron a disparar, a formar filas, a marchar. La preparación física era muy importante. Kalinina tuvo que afanarse para seguir el ritmo. Recuerda con una sonrisa como uno de los oficiales la ponía de ejemplo a los demás alumnos. “Os quiero con las botas y los cuellos limpios y bien afeitados, como ella”, decía a los chicos formados en posición de firmes.
Tras concluir los estudios Liudmila Kalinina obtuvo un destino en el Estado Mayor del distrito militar de Moscú. Allí conoció a Boris Kalinin, que llegaría a ser su segundo marido. A Liudmila no le gusta mucho hablar de su primer matrimonio con Iván Starshínov.
Toda la vida en posición de combate
Iván Starshínov trabajó con Liudmila en la Fábrica de Automóviles. Era mayor que ella, llevaba siempre puesta una orden de Lenin (el máximo galardón de la URSS) y la quería desmedidamente, según confiesa la mujer.
“Cuando me pidió la mano, acepté”, recuerda Liudmila, “le tenía mucho respeto pero no le amaba. Luego fue sometido a represalias y nos divorciamos. Con Boris Kalinin todo fue muy diferente. Yo era ya mayor, y nos queríamos mucho, con pasión, como en las telenovelas”, se ríe ahora.
El matrimonio no tuvo hijos biológicos, al terminar la guerra adoptaron a una niña de seis meses que también se llamaba Liudmila. Murió hace unos años. Tampoco vive Boris. Kalinina sufre mucho por la soledad pero se mantiene firme como una verdadera coronel: “La vida nunca me ha colmado de alegrías. Ni antes de la guerra, ni durante la misma, ni después. Siempre me he sentido como si estuviera en la posición de combate”.
Probando carros de combate
Antes de empezar la Segunda Guerra Mundial Liudmila Kalinina trabajó probando los carros de combate. Recuerda con especial emoción las pruebas del сarro de combate ligero T-40 en 1940.
“Hice 3.500 kilómetros por tierras pantanosas, baches y caminos intransitables detrás de los mandos. Crucé el Dniépr y el Dniéstr. Para mover la palanca a la izquierda o a la derecha, hay que aplicar la misma fuerza como para levantar 40 kilos”, explica la coronel.
Liudmila Kalinina (en el centro) en el frente © Photo del archivo personal de L. Kalinina
Cuando en uno de los pueblos fue a darse un baño, se quedó pasmada al desvestirse – todo su cuerpo estaba hecho un gran moratón.
En junio de 1941 los esposos Kalinin se fueron a la costa del mar Negro pero apenas disfrutaron de la playa un par de días. El día 22 empezó la Gran Guerra Patria poniendo fin a sus vacaciones y tuvieron que volver a Moscú con urgencia.
4.000 carros de combate reparados
La guerra, cruel y terrible, duró cuatro años. Kalinina fue enviada al frente del Sur para organizar la evacuación de los carros de combate dañados a la retaguardia y reparar los carros de combate en el campo. Conoce de sobra lo que son los bombardeos y ataques y confiesa francamente que uno pasa miedo en la guerra.
Los esposos Kalinin © Photo del archivo personal de L. Kalinina
“Durante la guerra reparé 4.000 carros de combate, solo de los nuestros; porque hubo momentos cuando reparábamos también los carros de combate enemigos para usarlos luego contra los fascistas”, explica Liudmila, que encabezaba la división de reparación y evacuación de carros de combate de los Frentes del Sur y de Cáucaso del Norte.
Para finales de la guerra la coronel Kalinina ya dirigía una planta móvil de reparación de material blindado teniendo bajo su mando a unos 2.000 hombres.
En cuanto al hombre más importante en su vida, Boris Kalinin, no pudo verle con frecuencia mientras duró la guerra. Se intercambiaban cartas y esperaban con paciencia el momento del reencuentro.
Con los ojos cerrados
Instructor del museo militar recuerda cómo la coronel Kalinina a sus 86 años manejó un tanque soviético
Y hubo reencuentro. Al terminar la segunda Guerra Mundial los esposos Kalinin vivieron juntos casi medio siglo. En 1945, justo después de la guerra, fueron destinados a los servicios de inteligencia.
“Trabajamos en Estados Unidos, en Alemania. Una de nuestras tareas era reclutamiento de profesionales. Más no puedo decir”, se ríe Liudmila Kalinina.
Hasta ahora domina a la perfección el inglés y el alemán y recuerda perfectamente como conducir un carro de combate. “No me pondría al mando de un carro de combate moderno, está lleno de dispositivos electrónicos. Necesitaría unas clases para hacerlo. Pero los T-40, T-70 y T-34 los conduciría con los ojos cerrados”, comenta la dama de hierro.
RIA Novosti
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