Manuel Barbarin, un angoleño olvidado
Entre los muchos hombres de color que pasaron por nuestro país destaca Manuel Macedonio Barbarin, cuyo nombre rescató Marcos de Estrada hace cuatro décadas. Nació en un pueblo de África, según este autor llamado Kalibali, en Angol,a en 1781, y a fines del siglo XVIII llegó a nuestras costas como esclavo.
Se enroló entre quienes con arrojo defendieron la ciudad en ocasión de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, en 1806 y 1807. La generosidad del Cabildo, de algunos cuerpos militares y de los particulares reunió unos cuantos pesos, Santiago de Liniers organizó el sorteo en beneficio de las viudas de los esclavos muertos o inválidos en la acción y para dar la libertad a algunos de ellos. En ese sorteo de “las suertes”, como se decía a la papeleta, la suerte estuvo al lado de Manuel, que obtuvo su libertad y decidió seguir la carrera de las armas.
Se casó con una esclava liberada que había sido de Martín de Sarratea, exsuegro de Liniers, de nombre Simona y que llevaba el apellido de su antiguo amo. Padre de familia, “trabajó invariablemente por la felicidad de su esposa y de sus hijos, mostrándoles en todo momento el camino de la virtud y dándoles ejemplo de una ética cristiana”.
Después de la revolución alcanzó el grado de capitán de milicias y en la campaña a la Banda Oriental comandó el ataque al Arroyo de la China contra el capitán español Juan Ángel Michelena. Según la crónica, “allí se hallaba Barbarín, con su compañía que mantenía a su costa, y defendió el pueblo con tanto valor que se atrajo las miradas de todos los partidarios de la Revolución”. Hasta 1821, por una década, revistó en el Ejército.
Volvió brevemente con Juan Lavalle y se unió a Juan Manuel de Rosas, quien en 1831 lo nombró sargento mayor de línea. En el cuartel establecido en San Telmo, en el viejo Hospital de los Padres Betlemitas, revistó en el batallón “Restauradores de las Leyes” integrado por gente de color.
Falleció en Buenos Aires el 3 de marzo de 1836 y al día siguiente, después de una misa en la iglesia de San Francisco, su esposa, sus siete hijos y numerosos amigos acompañaron sus restos al cementerio de la Recoleta. Los diarios de la época recogieron en vida comentarios sobre su buen “juicio y honradez”, además de calificarlo como uno “de los buenos servidores de la Patria”.
En La Gaceta Mercantil del 14 de marzo de 1836, a diez días de su muerte, se publicó una “Canción fúnebre a la sensible muerte del benemérito teniente coronel D. Manuel Barbarín” en la que uno de sus versos hablaba de un “militar valiente y memorable”.
Justamente en el día nacional de Angola recordamos brevemente a este nativo de esas tierras que honró a esta patria adoptiva haciendo memoria en un periódico que es continuador de aquel que lo honrara largamente a poco de su muerte exaltando “el valor, y la gloria ya adquirida”.
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