Por Rafael Mariotti
Tengo entendido que la maniobra de Zenteno (Alihuatá)-Gondra, conocida por los Bolivianos como batalla de Alihuatá y por los paraguayos como batalla de Campo Vía o como Zenteno-Gondra fué la batalla mas grande del conflicto del Chaco. En efecto, luego de que el coronel Estigarribia convenciera al presidente Eusebio Ayala de retornar a la ofensiva y después de los éxitos de Pampa Grande y Pozo Favorito de setiembre de 1933, el presidente -partidario sempiterno de las gestiones diplomáticas y de ahorrar el máximo de vidas evitando sangrientas acciones ofensivas- accedió al plan de Estigarribia de una gran batalla final de aniquilamiento del ejército Boliviano y la conclusión final de la guerra que ya llevaba 1 año. El plan era sencillo, reunir todos los recursos del país y atacar simultáneamente en un frente de 120 kilómetros del gigantesco semicírculo que empezaba en Charata y pasando por Alihuatá iba hasta Rancho Ocho, pasaba por Gondra y terminaba en Nanawa; para encerrar a las divisiones Bolivianas novena, cuarta y séptima y consumar su destrucción mediante un envolvimiento doble: uno que arrancaba de flanco izquierdo del EB en Pampa Grande y la otra tenaza arrancaba en Pozo Charcas. Ambas tenazas se encontrarían en Alihuatá y encerrarían a las divisiones Bolivianas IX y IV.
La ambiciosa maniobra se inició el 23 de octubre de 1933, y como se pensaba que traería la paz se reunieron 26.500 hombres (la mayor cantidad de efectivos que jamas alcanzó Paraguay en la guerra), recurriéndose hasta a la Policía de Asunción para completar las reservas. El inicio tuvo un desafortunado revés al ser rechazada la tenaza derecha con la sangrienta derrota de Pozo Charcas (30 de octubre de 1933). Durante todo el mes de noviembre se buscó la definición de la batalla con ataques casi diarios, los Bolivianos se replegaron a su última linea defensiva y sus posiciones se extendieron al máximo. Los jefes Bolivianos veteranos (Moscoso, Peñaranda y Toro), urgieron a Kundt que ordenara el repliegue ante el peligro de envolvimiento; pero éste, apegado al terreno, eludió prudentemente las sugerencias de sus subalternos, y se aferró a sus posiciones. Esta actitud condenó a las divisiones cuarta y novena, que quedaron encerradas el 8 de diciembre de 1933 cuando la primera division paraguaya (Tte. Cnel. Rafael Franco) que atacó desde Gondra pudo unirse a la séptima división (tte. Cnel. Jose A. Ortiz) que atacó desde Pampa Grande, pudiendo al fin las dos tenazas encontrarse. El 11 de diciembre de 1933 se rindieron las 2 divisiones Bolivianas encerradas con sus comandantes, el Cnel. Emilio Gonzalez Quint y el cnel. Carlos Banzar de las novena y cuarta divisiones respectivamente junto a 7.500 hombres de oficiales y tropas y cuantioso material bélico que incluía 20 cañones (2 de 105 mm y 18 de 75 mm), 25 morteros, 100 ametralladoras pesadas, 400 livianas y unos 8.000 fusiles en su mayoría VZ24 checos, amén de numerosos camiones y diversos elementos.
El costo de la batalla fue elevado para el Paraguay, de acuerdo a las estadísticas médicas hubo 12.024 evacuados (heridos y enfermos) de los cuales 2.289 retornaron al frente (Fernandez, pagina 351), y ciertamente que hubo muchos muertos. Fernandez cita a 1.002 muertos en total, pero Rios afirma que habrán llegado a 3.000.
Considerando el número de Bolivianos presentes en el teatro de la ofensiva, (Zook afirma que eran probablemente 17.000 y Ríos 21.000), la maniobra paraguaya, si bien fué una muestra excepcional de audacia combativa, pago un precio desproporcionado.
Finalmente, no se pudo destruir al EB, retirándose restos de la 4ta división y la séptima en forma ordenada, prosiguiendo la guerra por otros 18 meses.
Narraré ahora un interesante episodio de un ataque concertado durante la larga batalla de Campo Via. Este relato fue extraído del libro "Algunas batallas memorables de la guerra del Chaco" del mayor (SR) Lorenzo Medina (1972), quien durante la batalla actuó como comandante del regimiento 16 de infantería "Mariscal Lopez" perteneciente a la octava división de infantería que presionaba en el sector de Pozo Favorito.
En Pozo Favorito, sector asignado a la VIII división de infantería, el RI 16 Mariscal Lopez había obligado al enemigo a replegarse sobre su línea principal de resistencia, una posición fuertemente preparada, con trincheras bien delineadas y reforzadas a la perfección con nidos de armas automáticas ubicados técnicamente para un plan de fuego de alta precisión; tupido revestimiento de apaá en todo el frente de las posiciones, etc. etc. Con todo eso nuestras tropas se habían aproximado hasta a menos de 50 metros en ciertos lugares, a tal punto de escucharse con toda nitidez lo que pasaba en la línea enemiga, como voces de mando, ruido de menajes a las horas de rancho, y hasta los soldados se gastaban chistes y mofas de viva voz, de una línea a la otra, matizando a veces con alegres risotadas el lúgubre ambiente de tragedia.
Así estábamos, bajo un estado anímico deprimente, cuando el 3 de noviembre de 1933, temprano, llega a mi Puesto de Combate (del entonces capitán Medina) en capitán Juan José Benítez, jefe del Estado Mayor de la Octava división. En la oportunidad, me comentó la desgraciada acción de Pozo Charcas y el estancamiento forzoso de las operaciones en todos los frentes (la ofensiva se había estancado); existía la impresión en los mandos de que el enemigo estaría fuertemente atrincherado desde Charata hasta Nanawa (el inmenso semicírculo), con numerosas tropas, gran potencia de fuego y un dispositivo de tiros de artillería bien organizado. En tal ocasión, mas bien para poner "buena cara al mal tiempo", le dije al Cap. Benítez, entre bromas y de veras, que frente a nuestras posiciones sería posible romper la línea enemiga y si pudiera disponer de tres o cuatro regimientos para explotar el éxito, se pondría en serio aprieto al enemigo llevando un vigoroso ataque directamente sobre Alihuatá, que no distaría de nuestros emplazamientos más de cuatro kilómetros, a juzgar por la forma nítida como se escuchaba el ruido incesante de camiones por los ámbitos del fortín. El capitán Benítez encontró muy interesante la idea y dijo que se la comunicaría al Jefe de la octava división, el Tte. Cnel. Felix Cabrera. Al mediodía me llamó Benítez para presentarme ante Cabrera a exponer mi plan, quien luego de escuchar con gran interés llamo por teléfono al Gral. Estigarribia el cual aprobó inmediatamente el plan que se llevaría a cabo al día siguiente, a primera hora, para cuyo efecto se redactaría la Orden pertinente.
La operación se ejecutaría al "estilo Mariscal", un sistema muy peculiar que se había adoptado en nuestro regimiento para los ataques sorpresivos en los montes tupidos, que consistía en el siguiente procedimiento: Descubrir en la posición enemiga un punto de probable vulnerabilidad, especialmente por carencia de emplazamientos de armas automáticas; formar perpendicularmente sobre esos puntos la tropa de asalto, en columna india (de a uno), numerada en par e impar, quince o veinte hombres elegidos, con granadas de mano, machetes y algunos Piripipí -pistolas ametralladoras- (los jefes de grupo). En momento oportuno y bien estudiado, lanzarse sorpresivamente, sin disparar un tiro, con máxima rapidez y decisión, para abrirse sobre la posición alcanzada los números pares a la derecha y los impares a la izquierda, lanzando las granadas de mano en las zanjas, a diestra y siniestra, acompañado del griterío característico de nuestros soldados en tales trances y que causaba pavor al enemigo. Seguidamente, irrumpir las otras tropas con el mismo dispositivo, sobrepasando la posición conquistada cincuenta o cien metros en profundidad para luego converger en abanico y caer por la retaguardia sobre los tiradores encarnizados en disparar sus armas cada cual en su frente, tomándolos y cazándolos a mansalva, por que el ruido infernal del tiroteo y la confusión que causa la sorpresa, los ha dejado embotados y anonadados. Naturalmente que el procedimiento requiere experiencia y entrenamiento, para actuar con la rapidez y decisión que exige la operación. Quedamos todos de acuerdo y cada comandante volvió a su Unidad para echarse de lleno a los preparativos.
Por la tarde, a las 17 horas,el capitán Benitez me acerco a mi Puesto de combate la Orden de Operaciones 13 para el día siguiente, a la cual sugerí las siguientes modificaciones:
- Modificar la hora "H" o sea la hora de asalto; en vez de las 5 horas de la mañana, hacerlo a las 10, por la siguiente razon: por el intenso tiroteo de hostigamiento de todas las noches, debido al recelo recíproco de un ataque, las tropas desveladas, al pasar la hora crítica, que generalmente es el amanecer, caen en un intenso sopor, que cuando comienza a picar el intenso calor de la época, para la hora que sugerimos (las 10) están dormidos o despojando de ñamokyrá sus gruesas ropas de paño, completamente desnudos en las zanjas.
- Suprimir la preparación de artillería, también dispuesta en la Orden 13, porque con las 2 baterías (8 cañones) destinadas para el efecto, no se haría otra cosa que prevenir al enemigo del ataque, y el éxito de la operación dependería de la sorpresa.
El día 4 esperábamos impacientes la llegada de las tropas para la explotación del éxito. A la noche anterior ya se había aproximado el RI 3 Corrales pero en lamentable estado, porque había sufrido rudo golpe en Pozo Charcas, su dotación no pasaría de 300 hombres, cansados y deprimidos. A las 6 llegaba el R C 1 "Valois Rivarola". Fue toda la fuerza que se dispondría, como me dijo telefónicamente el Tte. Cnel. Cabrera quien me aseguró que no se podría retirar mas tropas de las líneas para no dejarlas desguarnecidas. Nosotros estábamos seguros del éxito, en cuanto a la rotura de la línea enemiga, porque existía en la Unidad confianza plena en el valor y pujanza de los hombres. Solamente que en cuanto a la explotación del éxito, se nos vino el alma al suelo, porque con solo 2 regimientos, el 3 Corrales terriblemente diezmado, y el Valois no se podría ni remotamente alcanzar el resultado esperado. A las 9:30 me llama el Tte. Cnel. Cabrera para pedir informes de la situación y coordinar los relojes y luego me pasa con Estigarribia quien me alentó con sus buenos augurios para el éxito de la operación.
Habíamos pasado revista con Tte. 1ª Alejandro Rodríguez el batallón a su mando, ya ubicado en la posición de asalto; los hombres del pelotón de choque al mando del joven Tte. Cubilla, aliviados de equipo, con sus filosos machetes y siete granadas de mano en poder de cada uno, estaban alegres y optimistas como si estuviesen por asistir a una fiesta en compañía de sus novias. Nadie pensaba ni se inquietaba porque iba a enfrentar cara a cara con la muerte.
La manecilla del reloj se aproximaba inexorable a la hora 10. Tal era la calma y la expectativa, que se escuchaba hasta la voz del pensamiento, que parecía murmurar palabras de aliento proveniente del fondo de nuestra historia.
Explosiones de granadas de mano, gritos de guerra, vivas al Paraguay anunciaron que la hora había llegado y que la posición enemiga del frente de ataque estaba ocupada, aplastada. El Batallón Rodríguez ensanchaba la brecha abierta a punta de corazón y bayoneta, y el Tte. Trinidad Dayans había penetrado como una saeta para converger sobre la línea enemiga por la retaguardia.
Entretanto el mayor Alfredo Ramos lanzaba su regimiento Valois Rivarola, las tropas avanzaban por el angosto pique en tropel, porque se rivalizaban los soldados en el afán de llegar primero al combate, tratando de adelantarse el uno al otro. Sentí decir a un soldado al pasar: "Ya cobrá que Charca-ré" (cobrémonos por lo de Charcas).
Antes de transcurridos 10 minutos de la iniciación del ataque, empezaba el desfile de prisioneros hacia nuestra retaguardia, muchos de ellos ostentando en el cuerpo las huellas horripilantes de las armas de la fuerza de choque, el machete.
El Valois avanzaba arrollando la resistencia que trataban de oponer las tropas enemigas desalojadas de sus posiciones, pero de pronto vino a contener nuestro movimiento un intenso bombardeo de la artillería enemiga, desencadenada sobre la posición ocupada con tiros de alta precisión, que causó en nuestras líneas mas bajas que el asalto. Pudieron formar una magnífica barrera de contención para concurrir con refuerzos suficientes, con tropas apresuradamente sacadas de otros frentes, a fin de asegurar Alihuatá, seriamente amenazado. El intenso bombardeo duró más de media hora, haciendo caer una lluvia de granadas que por cierto nos hizo pasar muy malos ratos. Cuando el Valois quiso continuar su avance se encontró con numerosas tropas que oponían tenaz resistencia.
El bombardeo de artillería causó mas bajas en nuestras líneas que la rotura de su línea principal de resistencia. El batallón III del Tte. Felix Ismael Ferreira, que quedó como reserva en las posiciones, tuvo más perdidas que los batallones atacantes. En efecto, el Batallón I que inició el asalto tuvo UN muerto, y 7 heridos, el Batallón II DOS muertos y 11 heridos, el batallón III SEIS muertos y 27 heridos. De modo que la operación costó al RI 16 Mariscal Lopez 9 muertos 47 heridos contra una perdida de 63 muertos constatados y 160 prisioneros del lado Boliviano.
La operación "Pozo Favorito" como se dio en llamar a este ataque tuvo un resultado muy satisfactorio abriéndose una brecha de poco más de mil metros de ancho por ochocientos metros de profundidad quedando prácticamente aniquilado el regimiento Boliviano "Campos" que recibió todo el peso del ataque.
Con este relato me gustaría hacer una comparación con las tácticas Strumtruppen del ejercito alemán en las fases finales de la primera guerra mundial. En efecto, desde 1916, los alemanes habían constatado la futilidad de los ataques convencionales a las trincheras enemigas y desarrollaron paulatimanente, primero en el frente ruso, y luego en el frente occidental, tácticas de asalto que consistía en tropas especiales que se lanzaban al ataque luego de breves y devastadores bombardeos concentrados de artillería. La tropas de asalto se lanzaban inmediatamente al ataque; los ingenieros creaban brechas en las lineas enemigas con cortadores de alambre y explosivos. Lanzadores de granadas, lanza llamas y ametralladoristas se infiltraban en las posiciones enemigas. Seguían tres o cuatro olas de infantería. Las tropas de asalto no tenías objetivos fijos y dejaban los bolsones de resistencia para ser eliminadas por las tropas que venían detrás. Las sturmtruppen (tropas de asalto) empleaban por primera vez el primer subfusil producido para ese propósito, el Bergmann MP 18, antecesor del MP28 II de la guerra del Chaco. Esta táctica fue empleada masivamente por Luddendorff para tratar de romper el frente en marzo de 1918, y consiguió grandes éxitos, pero la potencia conjunta aliada finalmente equilibró la balanza y derroto a los alemanes.
Se puede observar un obús de campaña Vickers MkB de 105 mm modelo 1929 capturado en Campo Via en 1933. La foto blanco y negro se ve el obús de 105 mm a la izquierda e la foto.
Mapa de la batalla de Campo Via, con las divisiones paraguayas y bolivianas presentes en la zona de operaciones.
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